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REVISTA EUROPEA NÚM. 282. 20 DE JULIO DE 1879. AÑO V I . ANTIGÜEDAD DEL NUEVO MUNDO EL HOMBRE PREHISTÓRICO AMERICANO En realidad, ¿es tan nuevo como se supo- ne y generalmente se dice el inmenso conti- nente descubierto por Colon? Según la opi- nión de MM. Albert, Gaudry y Marsh, no lo es, y según la nuestra, tampoco. Numero- sos hechos, hechos irrefutables, nos dan la razón. Nunca puede considerarse como hombre primitivo americano al Indio Piel-Roja, que en el momento de la conquista vivia en el estado salvaje. Los espléndidos bosques don- de cazaba, tampoco eran más primitivos que él, puesto que estos bosques habían sido pre- cedidos por muchos otros; no mereciendo el nombre de vírgenes, en razón á que ya ha- bían sido hollados por el hombre, cuyos res- tos, confundidos con los de ellos, cubren hoy su superficie. Tanto es asi, que en Nueva Or- leans y en las orillas del- Mississipí se ha encontrado un esqueleto humano completo, sepultado bajo cuatro bosques superpues- tos. El doctor Dowler calcula que hace cin- cuenta y siete mil años existió el individuo á quien este esqueleto pertenece: no se pue- de responder con perfecta exactitud de la ci- fra indicada; pero este caso, bien comproba- do, basta por sí solo para establecer desde luego la gran antigüedad del hombre ameri- cano. Otros descubrimientos no menos auténti- cos nos confirman en esta opinión; como, por ejemplo, el hueso encontrado en un baño, cerca de Natches, en el Loess de la bajada del Mississipí, al lado del Mastodonte de Chio, del Megalonyx de Jefferson y de otras espe- cies, hace muchos años extinguidas. No me- nos auténticos son los huesos humanos re- cogidos por Agassis en una aglomeración calcárea que formaba parte de un arrecife de coral de la Florida, cu) r a edad, según el ilustre profesor, pasaba de los diez mil años. Si estas pruebas no bastan, se citarán 'otras. M. Lund, en las cavernas del Brasil, TOMO XIV. ha encontrado restos de nuestra especie, contemporánea de las Glyptodon Megathe- rium, y otra porción de animales fósiles: aún se puede citar el reciente descubrimien- to de un cráneo humano recogido en.Jack- sonville á orillas del Illinois, á cien píos de altura de su nivel, actual y distinguiéndose, como el de Neardeníal, por las muy pronun- ciadas impresiones musculares y por lo va- liente de los arcos de las cejas. En fin, más recientemente aún, se ha des- cubierto en la formación Champearía de Mer- cedes (cerca de Buenos Aires), á una profun- didad de casi tres metros de la superficie del suelo, huesos humanos confundidos con si- lix groseramente tallados y con restos de animales, cuyas especies han desaparecido (tales como Eutatus, Hoplophorus, Reittvro- don, Heipnomys, etc.). En una de las capas superiores también se ha encontrado huesos de Mylodon y de Glyptodon. La industria de este hombre, que en rigor se puede llamar primitivo, ofrece una casi perfecta semejanza con la del hombre euro- peo en plena Edad de piedra.- Solamente que en voz del silex, que falta ó es raro en cier- tas comarcas de América, el indio empleaba el granito, el í'ade, el pórfiro, el cuarzo, y so- bre todo la obsidiana, roca vidriosa muy abundante en Méjico y otras partes. De los pedazo^ de esta roca, hábilmente obtenidos por medio de la percusión, fabricaban cu- chillos cortantes como navajas, puntas de flecha y de lanza, anzuelos y arpones para la pesca; en una palabra, los mismos obje- tos que usaba el hombre europeo contempo- ráneo del Mammouth ó del oso de las caver- nas. Hay que notar que por lo menos hasta ahora no se han encontrado en América ni hachas, ni martillos de piedra, perforados, como para recibir un mango. Estos objetos de piedra dura, mientras unos están tallados con grosería, los otros lo están perfectamen- te. Como prueba de ello, séanlo las preciosas hachas de fade verde del país de los|carai- bes, que forman hoy parte del Museo de anti- güedades de Copenhague. Algunas ofrecen todavía formas insólitas y un arte en la talla por percusión, que lle- gan á un límite que causa asombro. Por . ' 7

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REVISTA EUROPEANÚM. 282. 20 DE JULIO DE 1879. AÑO VI.

ANTIGÜEDAD DEL NUEVO MUNDO

EL HOMBRE PREHISTÓRICO AMERICANO

En realidad, ¿es tan nuevo como se supo-ne y generalmente se dice el inmenso conti-nente descubierto por Colon? Según la opi-nión de MM. Albert, Gaudry y Marsh, no loes, y según la nuestra, tampoco. Numero-sos hechos, hechos irrefutables, nos dan larazón.

Nunca puede considerarse como hombreprimitivo americano al Indio Piel-Roja, queen el momento de la conquista vivia en elestado salvaje. Los espléndidos bosques don-de cazaba, tampoco eran más primitivos queél, puesto que estos bosques habían sido pre-cedidos por muchos otros; no mereciendo elnombre de vírgenes, en razón á que ya ha-bían sido hollados por el hombre, cuyos res-tos, confundidos con los de ellos, cubren hoysu superficie. Tanto es asi, que en Nueva Or-leans y en las orillas del- Mississipí se haencontrado un esqueleto humano completo,sepultado bajo cuatro bosques superpues-tos. El doctor Dowler calcula que hace cin-cuenta y siete mil años existió el individuoá quien este esqueleto pertenece: no se pue-de responder con perfecta exactitud de la ci-fra indicada; pero este caso, bien comproba-do, basta por sí solo para establecer desdeluego la gran antigüedad del hombre ameri-cano.

Otros descubrimientos no menos auténti-cos nos confirman en esta opinión; como, porejemplo, el hueso encontrado en un baño,cerca de Natches, en el Loess de la bajadadel Mississipí, al lado del Mastodonte de Chio,del Megalonyx de Jefferson y de otras espe-cies, hace muchos años extinguidas. No me-nos auténticos son los huesos humanos re-cogidos por Agassis en una aglomeracióncalcárea que formaba parte de un arrecifede coral de la Florida, cu)ra edad, segúnel ilustre profesor, pasaba de los diez milaños. Si estas pruebas no bastan, se citarán

'otras. M. Lund, en las cavernas del Brasil,TOMO XIV.

ha encontrado restos de nuestra especie,contemporánea de las Glyptodon Megathe-rium, y otra porción de animales fósiles:aún se puede citar el reciente descubrimien-to de un cráneo humano recogido en.Jack-sonville á orillas del Illinois, á cien píos dealtura de su nivel, actual y distinguiéndose,como el de Neardeníal, por las muy pronun-ciadas impresiones musculares y por lo va-liente de los arcos de las cejas.

En fin, más recientemente aún, se ha des-cubierto en la formación Champearía de Mer-cedes (cerca de Buenos Aires), á una profun-didad de casi tres metros de la superficie delsuelo, huesos humanos confundidos con si-lix groseramente tallados y con restos deanimales, cuyas especies han desaparecido(tales como Eutatus, Hoplophorus, Reittvro-don, Heipnomys, etc.). En una de las capassuperiores también se ha encontrado huesosde Mylodon y de Glyptodon.

La industria de este hombre, que en rigorse puede llamar primitivo, ofrece una casiperfecta semejanza con la del hombre euro-peo en plena Edad de piedra.- Solamente queen voz del silex, que falta ó es raro en cier-tas comarcas de América, el indio empleabael granito, el í'ade, el pórfiro, el cuarzo, y so-bre todo la obsidiana, roca vidriosa muyabundante en Méjico y otras partes. De lospedazo^ de esta roca, hábilmente obtenidospor medio de la percusión, fabricaban cu-chillos cortantes como navajas, puntas deflecha y de lanza, anzuelos y arpones parala pesca; en una palabra, los mismos obje-tos que usaba el hombre europeo contempo-ráneo del Mammouth ó del oso de las caver-nas. Hay que notar que por lo menos hastaahora no se han encontrado en América nihachas, ni martillos de piedra, perforados,como para recibir un mango. Estos objetosde piedra dura, mientras unos están talladoscon grosería, los otros lo están perfectamen-te. Como prueba de ello, séanlo las preciosashachas de fade verde del país de los|carai-bes, que forman hoy parte del Museo de anti-güedades de Copenhague.

Algunas ofrecen todavía formas insólitasy un arte en la talla por percusión, que lle-gan á un límite que causa asombro. Por

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66 REVISTA EUROPEA. — 20 DE JULIO DE 1879. NÚM. 282.

ejemplo: dos sílices que representan, el unoun arma dentada en forma de sierra, afiladapor sus dos extremidades, y que mide másda 16 pulgadas inglesas de longitud; y elotro formando medialuna, guarnecida dopuntas salientes, con cierta semejanza á lasalabardas de los tiempos modernos. Estos dosejemplares del arte primitivo del Nuevo Mun-do se encontraron el año de 1794 en una ca-verna de la Bahía de Honduras, Pero lo másnotable de estas armas ó instrumentos pro-cedentes de América, es que son entera-mente semejantes á los de las cavernas deEuropa. Tienen las mismas formas, aunquemonos variadas, teniendo, por consecuencia,las mismas aplicaciones. En esas lejanasépocas, el trabajo del hombre en los dosmundos ofrece una completa identidad. ¿Quéfalta, en conclusión? ¿Esto no demuestra quela Edad de piedra no ha sido1 exclusiva ópropia de un determinado pueblo, sino querepresenta un período de cultura humana,la que con una fecha más ó menos atrasadase extendía por toda la tierra?

Objetos de tocador y de ornamento, al-gunos trozos de vajilla de barro, evidente-mente prehistóricos, han sido hallados enMéjico y en "otras comarcas del continenteamericano. Allí se han recogido perlas deobsidian, destinadas á supenderse de los la-bios; verdaderas perlas, dientes y conchasatravesadas, ya para collares, ó ya paraadornar vestiduras-; botones cincelados detierra cocida ó secada al sol; espejos redon-dos de pirita, etc., etc., pertenecientes á unaantigüedad geológica, y encontrados en di-versos puntos de ese continente, que, apesarde todo, nos obstinamos en llamar NuevoMundo. ¡Como si sus extinguidas fauna yflora no protestasen altamente de la opiniónañeja y gratuita! ¡Como si el gran númerode razas diversas diseminadas sobre la su-perficie de este mismo continente, y la mul-tiplicidad más grande aún de idiomas y dia-lectos que allí se hablan (más de 1.200) nobastasen para establecer y confirmar la tesisque en este momento se defiende!

El estudio de los monumentos americanossuministrará, si se puede emprender, nue-vas pruebas en favor de la más remota anti-güedad del hombre del Nuevo Mundo. Inde-pendientemente de los palacios, cuyas gran-diosas ruinas maravillan al viajero; apartede esas construcciones ciclópeas, tan análo-gas á los monumentos conocidos entre nos-otros con la impropia denominación de

Torres pelásgieas, los Mounds de Ohío y de Yu-eatan han legado interesantes riquezas ar-queológicas . No estará demás consignaraquí algunos detalles sobre estos montecillosde diversa aplicación; pero antes diremos „algo acerca de tas chulpas.

Ea el Perú y en Bolivia encuóntransesepulcros anteriores á los Ineas, los que nosrecuerdan los dolmens y los eromleehs euro-peos ó los nuraglis de la Cerdeña. Estos sonconocidos en el país con el nombre de Chulpas,las que consisten en criptas funerarias cons-truidas con piedras gruesas, colocadas decanto, soportando enormes losas que cons-tituyen el lecho de la cripta. Hay otras chul-pas de otra fecha más reciente, qué estánrodeadas por un muro cuadrado ó circular,cuya altura varía entre 10 y 30 metros; es-pecie de torres estrechas de base, y algo másanchas en la cima,-que terminan en una cor-nisa cuando son cuadradas, y por una cú-pula redonda cuando son circulares. Laspiedras que entran en la construcción de es-tos monumentos megalíticos, por lo general,están labradas en la cara exterior y unidasentre sí por medio de una arcilla muy com-pacta.

Hay cHras chulpas en el Perú, construidascon piedras sin labrar, que están guarneci-das de yeso cubierto de estuco, y pintadaspor dentro y por fuera.

Generalmente, estas tumbas no contienenmás que un solo sepulcro; algunas veces dos,colocados él uno sobre el otro, y abovedados.Nichos más ó menos numerosos en una solaserie ó en dos, y horadados en el espesor delos muros, se destinaban á recibir los cadá-veres, que en ellos se colocaban, ya sentados,ya en cuclillas. Simples dolmens, eromleehs,ó torres sepulcrales, monumentos esparcidospor toda la inmensa extensión de los Andes,son nada monos que obra de un pueblo quese ha perfeccionado con el tiempo, pero cuyogrado de perfección primitivo era de todopunto igual al de los constructores de monu-mentos megalíticos del antiguo continente, álos que parece haber tomado por modelo enla construcción de sus tumbas. ¿Pero cuálera este pueblo singular? Muy probablementeun pueblo indígena que precedió á la apari-ción de los Incas.

A las edades prehistóricas del NuevoMundo pertenece una serie de monumentosextraños, de variadas formas y de gigantes-cas dimensiones, construcciones de un pue-blo de origen misterioso y de raza desconocí-

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da que los sabios anglo-americanos designancon el nombre de Mounds-Builders (construc-tores de montéenlos). Los Mounds consistenen inmensas constricciones de tierra, mu-chas veces mezclada con piedras, formandocomo una especie de montecillos artificiales,algunos de los cuales parecen ser trabajos dedefensa militar ó recintos sagrados; otrostienen templos en su cima, ó bien son tumulidestinados á enterramientos ó á ritos reli-giosos; algunos de ellos, en fin, servían deobservatorios.

Estas obras de arte, que casi se podriantomar a primera vista por colinas naturales,están esparcidas con profusión en el Viscon-sin, Illinois, y sobre todo en los ricos vallesdel Scioto, del Ohío y del Mississipí. Ya ais-lados, ya reunidos en grupos, siendo circula-res con demasiada frecuencia, y algunas ve-ces elípticos, de vez en cuando afectan en suscontornos la forma de ciertos animales (Ani-mal-mounds), así como también la del hombrey aun la de muchos objetos inanimados, en-tre los que se ven pipas de gigantescas di-mensiones.

Nótase al paso que son de una perfectaregularidad todas las figuras geométricasque representan los Mounds (aun en las cir-cunferencias de 1.000 pies de diámetro), yque parecen haber sido trazadas con arregloá una escala de proporción, exactamente es-tablecida y observada con fidelidad. En cuan-to á sus dimensiones, los siguientes ejemplosbastarán para dar una justa idea.

Según MM. Squiers y Davis, autores de laespléndida obra á que nos referimos, algu-nos de estos montecillos no miden menos de550.000 metros, y, según cálculo hecho, cua-tro de ellos sobrepujan en volumen el volu-men total de la más grande de las Pirámidesde Egipto, que según se dice no pasa de2.000.000 de metros cúbicos.

El monumento de Calokios en el Illinois,que. forma una pirámide truncada, segúnLubbock, mide 700 pies de longitud, 500 de la-titud y 90 de altura, estimándose su volumentotal en 20.000.000 de pies cúbicos.

Estos monumentos han suministrado, enlas investigaciones de los arqueólogos, rique-zas tan preciosas como inesperadas; su edades deconocida; pero muchas de ellas se ele-van, según parece, á un período anterior á laépoca Neolüiea del Nuevo Mundo, -puesto queguardan armas de córnea ó piedra jaspe

, (Kornstein) sin pulimentar, que recuerdanpor su forma y trabajo las hachas y las fle-

chas de silex piromaco de las cercanías deAbbville y de Amiens.

Pero ocurre con mucha frecuencia que en-tre los útiles groseramente tallados en piedrase encuentran otros tan bien pulimentadosque, bajo este aspecto, pueden compararseperfectamente con los silex mejor trabaja-dos, cuya circunstancia parece indicar quehan sido monos distintas en América que enEuropa las dos edades, Arqueo y Neolítica.

Lo que obliga á confirmar esta opinión esque en la mayor parte de los Mounds se en-cuentran armas y útiles de cobre"puro, fabri-cados con martillos de piedra. Prueba evidenrte del empleo simultáneo de la piedra y elmetal.

Para encontrar detalles de verdadero in-terés sobre las diferentes clases de Mounds,hay necesidad de acudir á las obras deSquiers y Davis. Limitémonos, pues, á deciralgunas palabras sobre los simbólicos monu-mentos que representan animales (Animal-mounds), y de aquellos que, conocidos bajo elnombre de Saerifieal-mounds, servianllo mis-mo para monteciUo íuneva.TÍo^(Birial-rnonnds)que para altares de sacrificios humanos.

Numerosos en el Estado de Visconsin, másraros en el valle del Ohío y del Scioto, losmonteeillos simbólicos tienen sus caracterespropios; representan casi exclusivamente laimagen del hombre y la de ciertos animales,y otras veces pipas descomunales. Aprove-chando las desigualdades ondulosas de la re-gión de las praderas, los artistas prehistóri-cos de Visconsin han modelado esos inmen-sos bajorelieves, en los que reproducen confidelidad los contornos del oso, del zorro,, dela nutria, del glotón, de la danta, del búfalo,la tortuga, el águila, el lagarto, la rana» etc.Hasta el hombre hemos dicho que figura enesos grupos extraños; también se encuen-tran terraplenes en forma de cruz, atravesa-dos por ángulos geométricos; y aun la mazade guerra se ve representada en ellos.

De todos ios montecillos simbólicos másnotables, citaremos solamente dos que porsu importancia merecen que se fije en ellosla atención. Está situado el uno en el valledel Mississipi, y es conocido por el nombre deMonteciUo del Aligátor ((Alligator's-mounds):-el otro loes con el de monteciUo de la GranSerpiente (Creaqt Serpent's-mounds), ocupan-do el punto extremo de una lengua de tie-rra, formada por la unión de dos riachuelosque vienen á precipitarse en el Ohío (conda-do de Adam). El primero de estos animales,

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cuidadosa y artísticamente dibujado, no mi-de menos de 250 pies de longitud, desde lapunta de la nariz á la extremidad de la cola.Las excavaciones hechas en diversos puntosde la imagen han probado que su armadurainterior se compone de un montón de piedrassobre el que han dibujado los contornos conuna tierra arcillosa de pasta finísima. Lagran serpiente del condado de Adam ha sidorepresentada con la boca abierta, en el- mo-mento de tragarse un huevo, cuyo diámetrono es de monos de 100 pies; el cuerpo del rep-til se encorva en graciosas ondulaciones, en-roscándose su cola en una triple vuelta deespiral. El animal entero mide cerca de 1.000pies, siendo ésta la única obra del NuevoMundo que no tenga otra análoga en el anti-R'uo continente. Estaobra hadadolugar aunaporción de opiniones atrevidas, no solamenteentre los salvajes actuales, que miran estaserpiente simbólica como obra del Gran Ma-nitan, sino entre los sabios modernos, quecreen encontrar en este símbolo el principioú origen de ciertas supersticiones esparcidasen Egipto, en Asiria y Grecia; supersticionescuyos trazos aún persistentes se encuentrantambién en los templos de la India, de laAmérica Central y hasta en los monumentosraegalísticos D' Alvebury y el Carnat, Monte-eillos funerarios. Sus dimensiones son pro-porcionadas al rango de las personas cuyosrestos encierran. Cada uno de ellos contieneuna ó varias cámaras sepulcrales construi-das con enormes vigas, las que recubiertascon tierra y piedras constituyen los túmulos.El cadáver reposa la mayor parte de las vo-ces en un sarcófago formado por dos trozosde madera groseramente trabajada, en loscostados y en el fondo; planchas delgadasque el tiempo ha consumido y de las que ape-nas quedan algunos trozos; verdadero polvode la muerte que se mezcla con los esquele-tos humanos. Estos esqueletos han llegado áser tan frágiles, que se rompen ó se convier-ten en ceniza ál más ligero contacto. Algu-nas veces el sarcófago está formado con pie-dras sin labrar puestas de canto, y el cuerpose encuentra en su interior envuelto en unaestera de corteza de árboles ó cubierto conplacas de mica. Collares de hueso de variasclases, diferentes herramientas, urnas depiedra ó de cobre puro, placas de este metalagujereadas para su suspensión, constituyenel fúnebre mobiliario, unido la mayor partede las veces á cenizas, carbón y huesos me-dio carbonizados; prueba infalible de que los

Mounds-Builders practicaban la cremación ála par que la inhumación, y que inmolaban,víctimas humanas sobre las tumbas de susjefes; costumbre por otra parte muy genera-lizada en una época posterior entre los Azte-cas mejicanos y los habitantes del Perú, entiempo de los Incas.

M. H. Morgan ha encontrado láminas desilex puestas en hilera, de lado á lado, á ma^ñera de dientes, sobre un espacio de diez piesde longitud próximamente. Dicho autor su-pone, según creemos con razón,' que estasláminas de silex habían sido colocadas pormedio de betún y cordelillos en una ranurahecha en cada uno de los bordes de otra lá-mina de madera en forma de espada; es im-posible no reconocer en esta descripción elmagua-huitl ó espada primitiva de los anti-guos habitantes de Méjico y de Yucatán, conla diferencia de que en estos mejicanos envez de dientes de silex la espada de maderaestaba armada con láminas de obsidiana,muy cortantes; lo que hacía de ella un ar-ma verdaderamente terrible en los combates.

Ciertos Mounds se distinguen de los otrospor caracétres especiales, los que no dejan lamenor duda sobre el primitivo objeto á quese les destinó. Hé aquí los caracteres: Losmontéenlos de que se trata se encuentran ex-clusivamente en los recintos sagrados y estánformados de capas alternas de grava, tierray arena, láminas de mica que cubren la ma-yor parte de las veces, y un altar de piedra óarcilla cocida que figura un baño, en el quese depositaban las ofrendas de diversas cla-ses, ofreciendo casi todos ellos señales de laacción de un fuego prolongado.

Cuchillos de obsidiana, delgadas plan-chas de mica, elegante y geométricamenterecortadas; otras más gruesas redondas úovales; collares fabricados con perlas y dien-tes horadados, y aun con granos de plata;pendientes ó amuletos perfectamente traba-jados; golas y otras insignias de distinción,de diferentes clases y formas, de un trabajoexcelente y bello; puntas de lanza y flecha decuarzo, de obsidiana, de silex y aun de gra-nate manganesífero; instrumentos de cobrepuro; agujas de hueso ó de marfil; vajilla finaó basta; piedras, y sobre todo pipas talladasy algunas veces guarnecidas de perlas; cuyoconjunto, mezclado con una gran cantidad decenizas, carbones, conchas calcinadas, hue-sos humanos quemados y medio consumidos,sin contar restos de vestidos completamentecarbonizados, en los que todavía se conoce

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itfhií. 282. D. ALCALDE. — LAS FACULTADES DEL ALMA. 69

la trama de su tejido; todos estos objetos songeneralmente los que se encuentran en losbaños que servían de altares á los antiguoshabitantes de los grandes valles del Ohío ydel Mississipí. Algunas veces las láminas demica, tan frecuentes en las tumbas ó en losbaños sagrados, siendo de forma redonda, sesobreponen como las escamas de un pesca-do, y representan en su conjunto la figura deuna luna en cuarto creciente, dando origencon este hecho á que quizas con ligereza sehaya supuesto que los Mounds-Buildcrs ren-dían culto á este satélite de la Tierra.

Otra conclusión más positiva sin duda esla que ofrecen las pipas do piedra esculpidaque se han encontrado abandonadas en losaltares, con exclusión de toda otra ofrenda,que parecen comprobar el uso del tabaco enlos ritos sagrados de la época do los Mounds-Buüders, creyendo que sería agradable alGran Espíritu el olor de esta planta narcóti-ca; la pipa era el pebetero, y el humo el in-cienso.

Estas pipas eran en su mayor parte depiedra más ó monos dura, y algunas de arci-lla. Todas ofrecen distintas formas y dimen-siones. Representaban la mayor parte figu-ras de animales, particularmente pájaros;muchas veces también la del hombre ó sucaricatura. Las'unas tienen un tubo hecho ácontinuación del cuerpo de la pipa, mientrasotras están desprovistas de él, teniendo laabertura destinada á la salida del humo tanestrecha, que apenas se puede colocar enella una paja ó un tubito de pequeña dimen-sión. Las más gruesas y adornadas han reci-bido el nombre de pipas americanas, y debie-ron servir seguramente en asambleas solem-nes ó en las grandes ceremonias. En fin, haytambién pipas-retratos, apreciadas como ta-les no sin razón; no puede dudarse de lafidelidad y aun del talento con que los artis-tas de aquellos tiempos prehistóricos repro-ducían los animales que tenían á la vista;esta fidelidad y este talento son, pues, unasegura garantía de la exactitud con que ha-cían la reproducción de las facciones de suscontemporáneos, cuando ellos no querían ha-cer grotescas caricaturas, colocando estascabezas de hombre en cuerpos de animales.Así, por una singular casualidad, las pipasencontradas en los Mounds sobre los altaresdestinados á sacrificios nos dan desde luegouna idea de la fauna que conocieron losMounds-Builders de numerosas especies, cu-yo arte práctico, desde su menor escala, pue-

de ser con menos originalidad una repíesen-tacion de sus caracteres étnicos.

• Pero ¿á qué raza pertenecen los construc-tores de montecillos del Gran Valle? Las pi-pas, los retratos y aun los dos ó tres cráneoshallados en los Mounds no bastan para en-señárnosla. El cráneo del Valle de Sciolo,casi completo, ofrece los siguientes caracte-res: gran altura vertical, débil diámetro an-tero-posterior, diámetro intra-parietaí pre-dominante, aplastamiento considerable de laregión occipital, frente larga y arqueada,huesos de los pómiilos salientes, faz ensan-chada, nariz prominente, quijadas macizas ymuy desarrolladas. ¿Esta cabeza huesosa es,pues, la que quería Morton, el tipo per-fecto de la conformación común á todaslas tribus antiguas y modernas que han ocu-pado y ocupan todavía el suelo americano?¡Quién sabe! como dicen los indígenas sal-vajes, cuando los arqueólogos anglo-ameri-canos les preguntan por la historia de su le-jano pasado. Sí. ¡Quién sabe! Mientras tan-to, Scboolcrálf nos afirma que los Mounds-Builders no fueron otros que los Alleghand,es decir, la tribu indiana más remotamentefijada en los valles del Ohio y del Mississipí.

Pero también es cierto que antes de ellosotros pueblos habian existido en América, yque allá, como en Europa, el hombre ha sidocontemporáneo de animales cuyas especieshace muchísimo tiempo que se extinguieron.Por consecuencia, allí también la existenciadel hombre se remonta á los tiempos geoló-gicos.

N. JOLY.

(Traducción de B. de la Loma,.)

LAS FACULTADES DEL ALMA

i

Vamos á exponer, siquiera sea sumaria-mente, la teoría fundamental de la ciencia delas ciencias, base y cúpula de todo edificiocientífico; de la ciencia psicológica, cuyas va-rias y diversas definiciones darian materiapor sí solas para escribir, no un artículo, sinoun volumen.

La ciencia de lo absoluto, de las primerasrealidades y del espíritu humano consideradoen sí mismo y en su unión con Dios y todos

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70 REVISTA EUROPEA.—20 DE JULIO DE 1879. NÚM. 282.

los seres, la ciencia de nuestros medios de eo-nocer, la que investiga el enlace de los efec-tos con sus causas en todos los hechos suje-tos al conocimiento humano, es bastante co-nocida para entretenernos en demostrar suimportancia ó indicar sus relaciones con to-das las demás.

Su objeto son todos los hechos que reve-lan ó puedan revelar al hombre los proble-mas de su existencia y sus relaciones con elmundo y su Creador.

Ciencia del espíritu, sus principios son fun-damentales, absolutos; que no importa se re-cuerden sus errores y extravíos, las preocu-paciones y aun los males causados en estosó en aquellos tiempos, porque eso mismo re-vela su importancia suma.

Ciencia del hombre, hállase doquiera sedirija la vista, así en las primeras socieda-des como en las últimas, así en los pueblosmás civilizados como entre los bárbaros;compañera inseparable suya, le sigue por to-das partes desde que nace hasta que muere,siempre firme é inflexible en su doctrina,siempre igual y constante en su derrotero,que es la Virtud.

Ciencia del alma, ningún procedimientomaterial puede suplir la noción directa queésta tiene de sí misma, y que alcanza por me-dio de la observación y de ía experiencia.Ciencia de realidades, es fecundísima en susaplicaciones, que obtenemos escuchando á laconciencia y reflexionando.

¿Quién en la vida no se habrá ocupado desu existencia y naturaleza, de su ser, de suyo, de ese tipo interior que anima y vivificaal exterior? Es indudable que así el hombreeducado por y para la materia como el pro-fundamente psicólogo, que así el obrero comoel sabio, el niño como el viejo, no pueden es-caparse á la influencia del espíritu sobre símismo; pero como la observación, á la ma-nera de la actividad, varía en el hombre se-gun*sus circunstancias, su carácter y condi-ciones, el conocimiento de éste es vario tam-bién; y hé aquí la principal causa de las milhipótesis estériles, de la multitud de teoríasque se conocen, y por desgracia llevan y con-ducen por una pendiente resbaladiza á peli-grosos y sensibles errores... que en esto co-mo en todo el hombre varía y difiere, el filó-sofo de ayer no es el de hoy, ni el de hoysiempre es el mismo.

¡La variedad y la lucha como condición dela misera humanidad! ¡Tantos hombres comofisonomías, tantas fisonomías como ideas!

Las ideas produciendo nuevos juicios, los jui-cios nuevas teorías, las teorías nuevos siste-mas, los sistemas... la ciencia! Si, pues, deésta brota la luz, quizá en la materia que vaá ocuparnos, la época moderna haya dadoun paso más. No podremos demostrarlo conacierto, pero si con método logramos repetirlo que otros han dicho, cumpliremos un pro-pósito, contribuyendo á popularizar cienciaque deben todos conocer.

Las facultades anímicas, objeto de esteartículo, es una de las materias más impor-tantes y trascendentales de la ciencia queelevándose á la región superior del hombre,calificada y con razón de primera y únicafilosofía, tiene por principal objeto, como he-mos indicado, la resolución de los grandesproblemas del alma, los hechos que no pue-den ocultársela porque los ve ó los recuerdaforzosamente, sus propios fenómenos y aunmisterios, causa á su vez de que el hombrehaya equivocado tantas veces los primerosprincipios, y de que se haya embrollado enestériles, insidiosas é impías disquisicionesque al anatematizarla misma ciencia conclu-ye por proporcionar á aquél y á la Sociedad deque forma parte la certidumbre de 'sus cono-cimientos, la fe y actividad que le distingue "jó el perfeccionamiento que anhelante buscaNatural es que al realizar tan noble y elevadofin, tan alta y santa misión, merezca la cali-ficación de filosofía por excelencia.

II

¿Qué es, pues, el alma? ¿Cuántas y cuálesson sus facultades? Hé aquí dos preguntasdifíciles de contestar satisfactoria y conclu-yentemente: los hechos primitivos se sientenmejor que se explican, se explican mejor quese definen. ¿Quién no proclamará en alta vozque dentro de sí hay un Algo que no percibenlos sentidos? ¿Quién no se habrá explicadoese algo alguna vez á su modo y manera? Uneminente filósofo y venerado Padre de la Igle-sia dijo que era el acto del cuerpo, por lo quemuchos posteriormente se asustaron; y sinembargo, ¿no es cierto que el alma no proce-de de la materia que anima y vivifica? ¿quees un espíritu, forma ó causa del cuerpo, ycomo toda causa es simple, inextensa, únicay material? Pues al afirmarlo asi el alma fluc-túa, pero fluctúa y se embrolla más al con-sultar la multitud de opiniones, explicacionesó ideas acerca de la misma, desde la que su-pone que el hombre es cuerpo solamente, has-

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ta la que sostienequesolamente es alma; éstave forzosamente la distinción de ambas par-tes; el testimonio humano, los idiomas todosylaidentidad de origen le demuestran su uni-dad; y ante tan misterioso y sublime fenómenoque quiere explicarse por la unión del almay del cuerpo, dado que el hombre es un com-puesto de dos partes, aún fluctúa más y más,pues si lo natural es que el alma, en cualidadde sor inteligente, sensible y activo, deba te-ner no sólo conciencia de sí, sino ser causa ypresidir y gobernar los fenómenos orgánicos,es lo cierto que unos parecen obedecer á unafuerza vital distinta, y que de otros ni siquie-ra tiene idea alguna de ellos. ¿Será, pues, unapotencia rival, como algunos han creido, conun desarrollo paralelo ó con un antagonismoabsoluto, de otra, que se llama cuerpo, ó bienambas á dos son sustancias extrañas que lamano de Dios ha enlazado para que en unoscasos influyan entre sí y en otros ofrezcanmisterios insondables? Las fuerzp.s igualesse destruyen mutuamente, las contrarias nopueden ser idénticas; admitir una tercera,una fuerza vital distinta, no es posible te-niendo en cuenta aquellos fenómenos quesólo son percibidos por el sentido íntimo. Lavida vegetativa, el arqueo, los espíritus ani-males, el mediator plástico, la armonía pres-tabilita, et sie de eceieris, no podrán explicarmejor lo que aún no sabemos qué es.

En efecto, si el hombre consta de alma ycuerpo; si su íntima y admirable unión es unhecho real y positivo, aunque incomprensi-ble y misterioso; si la definición del DoctorAngélico, entre las mil con que pudiéramostropezar, no es la más aceptada, una vez queel alma no es sólo fuerza ó causa de los apa-ratos orgánicos, ni una realidad primera dedonde emanan todas las demás, no podemosmonos de repetir lo que un modesto pero sa-pientísimo filósofo español (1) ha dicho ennuestros dias: «Hecho primitivo, el alma es elprincipio que siente, piensa y quiere en nos-otros mismos». Y si desconocemos la mutuacorrespondencia de alma y cuerpo en toda suextensión; si su unión es un hecho psicológi-co, concebible pero inexplicable, no nos pa-rece un obstáculo insuperable para poderlaestudiar en sí misma; y adentro de nosotros,ó bien elevándonos á esas regiones en dondela meditación "se regulariza por la razón,aprovechando los infinitos y fructíferos re-

Señor Arboli.

;ursos que la ciencia proporciona para lle-gar á ser posible, al nesee te ipsum de los pe-ripatéticos, analizaremos sus facultades, de-terminando la ley de su existencia, su fin yla autoridad que nos guia á ese ñn, al quedesgraciadamente se aspira por tan encon-trados y tortuosos caminos, que no es extra-ño que al concluir ó terminar los que no de-bieran recorrerse, muchos hayan encontra-do escritas las terribles palabras del poeta:Laseiate ogni speranza.

El principio que siente, piensa y quieretiene atributas esenciales, y propiedades sinlas que no podría ser, y sobre las que másen el nombre que en el fondo difieren los filó-sofos modernos, calificándolas ya de propie-dades, ya de simples facultades, de aptitu-des, facultades primordiales, virtudes y ca-pacidades: difieren también en su enumera-ción; unos, olvidando que todos los fenómenosson afectivos, intelectuales ó volitivos, nie-gan la cualidad de facultad á la sensibilidad;otros, desconociendo que la actividad es unafacultad distinta de las otras, á causa de susvarias operaciones, sólo admiten ésta; y sinembargo, la actividad ni es la sensibilidad nila inteligencia; los fenómenos volitivos, consus distintas formas y sus diversos modosde ejercicio, reconocen tres diversas causas;insuperable dificultad, que muchos otros hanquerido vencer admitiendo dos momentos encada una de las tres facultades: fatal, espon-táneo y pasivo el primero, reflexivo y activoel segundo, uno suponiendo al otro. «Las fa-cultades, dicen, son verdaderas propiedadesó capacidades en el primer momento de ejer-cicio; en el segundo, y pasando por medio dela reflexión y actividad, son facultades; ex-plícita declaración de los que niegan al almasus propiedades, fundados en que siendomera disposición de los cuerpos para presen-tar de ún modo pasivo los fenómenos que enellos se observa, no cabe en aquella que co-mo espíritu carece de partes. Los filósofosque admiten como facultades esenciales á lainteligencia y voluntad, los. que dicen que lametafísica es la ciencia de las propiedadespermanentes en el espíritu y de sus faculta-des esenciales, añaden: «Las propiedades sonfacultades ó derechos, y solamente conside-radas las primeras como principios de actosparticulares toman aquel nombre».

Indudablemente existen propiedades; lasvarias denominaciones, como las múltiplesclasificaciones de las facultades anímicasque la ciencia nos ofrece, proceden de haber

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tomado los fenómenos por sus causas, dehaber confundido las facultades primordia-les con sus modos de ejercicio. La falta deanálisis, la observación ligera, el afán de in-novar, han producido las mil equivocacio-nes, los crasísimos errores y la infernal al-garabía á que bien pudiera aplicarse el ris-sum teneatis del poeta.

III

A no faltar á la precisión y brevedad queun articulo de la índole del presente exige,haríamos una excursión al campo de las teo-rías; reduciríamos éstas á cuatro: sensualis-mo, idealismo, panteísmo y esplritualismo; ydentro de ellas, así como encontraríamos to-das las escuelas filosóficas, así también lasvariadas opiniones que se conocen, aun entrefilósofos de una misma escuela, sobre las fa-cultades anímicas; veríamos en el mundo an-tiguo á Sócrates proclamando dos faculta-des (1), tres á - Platón (2), cuatro á Aristóte-les (3), ocho á Zenon; y en el moderno, cincoá San Agustín y á Santo Tomás (4), seis áBacon'(5), siete á Descartes (G), cuatro á Des-tru-tracy (7), tres á Kant (8), seis á Laro-migiere (9); veríamos á unos considerando alpensamiento como único, carácter distintivodel alma, á otros sustituyéndole por el senti-miento, y proclamando que el corazón y elhombre son una misma cosa; veríamos áFichte reemplazando estos dos por la activi-dad libre; á los cartesianos convirtiendo lasensibilidad en dependencia del querer; á laescuela escocesa, y aun á los frenólogos, au-mentando el número de facultades indefini-damente; á muchos, como Reig, preterid ien-

(1) Razón y sentidos.(2) Deseo, cólera y razón.(3) Inteligencia, inclinación, facultad motriz- y vo-

luntad.(4) Sensibilidad, imaginación, juicio, razón y espí-

ritu.(5) Apetito, voluntad, sensibilidad, memoria, imagi-

nación y entendimiento.(6) «Intelectuales>: atención, comparación, memoria,

juicio, reflexión, imaginación y raciocinio. «Volunta-rias»: necesidad, desazón, inquietud, deseo, pasión, es-peranza y voluntad.

(1) Sensación, juicio, memoria y voluntad.(8) Sensibilidad, entendimiento y razón.(9) Tres procedentes de la voluntad y tres del enten-

dimiento.

do que no es posible una división perfectacuando se trata de un sujeto imperfectamen-te conocido.

Tanta variedad y confusión procede prin-cipalmente de su análisis superficial ó ligero,de confundir lo que es inconfundible, las ba-ses del todo con el mismo todo. La casi tota'lidad de los filósofos pasados no estudiaron áfondo las propiedades permanentes del espírituy sus elementos sustanciales, y asentaron contoda la gravedad del genio mil extravagan-cias que han dado por resultado trascenden-tales consecuencias. No pretendemos aumen-tar ó disminuir el variado número de las fa-cultades intelectuales, tanto, que no ten-dríamos inconveniente en aceptar la doctrinaque sobre el particular establece uno denuestros maestros (1), á creer que aclarabalo que es inversión de términos que inducenconfusión, y satisfacía al espíritu la solu-ción que da á la fundamental cuestión de laciencia. No creemos que ésta haya pronun-ciado su última palabra; poro si la inteligen-cia es muy limitada, como á la vez es pro-gresiva, algo ha adelantado desde entoncesal presente, y al no conformarnos con aquellaopinión, reproduciremos lo que nos pareceun adelanto, ó al menos así lo creemos sin-ceramente.

Propiedad es lo que pertenece á una cosaó es inherente á un ser. Determinar un ob-jeto es analizar sucesivamente sus propieda-des, partes y relaciones, ya consigo mismo,ya con los demás sores; al determinar elalma analizamos, pues, sus propiedades ófacultades.

El alma, dice un eminente filósofo, es unser, una cosa, una esencia, un objeto, unoidéntico y simple; el sor es lo que es, y lo quees, es su esencia, naturaleza en el cuerpo,cualidades constitutivas en el espíritu; uni-dad y no unión, porque ésta supone diversi-dad, y aquélla abstracción anterior; unidadreal, no convencional como las monadas óla entelechia, ni pasajera, sino permanente,puesto que fe esencia no cambia con el tiem-

(1) El profundo filósofo y reverendo prelado señorArboli admite tres propiedades é innumerables faculta-des, cuyo origen encuentra en la actividad, las que re-duce á dos órdenes: facultades productoras de actos in-ternos (intelectuales), facultades productoras de actosexternos (físicas), todas las que se resuelven en las cincaprincipales, llamadas atención, memoria, razón, imagina-ción y palabra.

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po; propiedad, porque en esencia en tanto esuna en cuanto es propia; el alma obra motuproprio, posee un pensamiento propio, unaactividad propia, fenómenos propios, cuali-dades propias que se manifiestan en cadauno de un modo particular, y forman los ras-gos distintivos de la multiplicidad; cualidadque se ha confundido con lo absoluto, pero loabsoluto es Dios, y si alguna vez lo es en elhombre, lo es en la relación de lo finito a loinfinito; cualidad que supone las complejasmaterialidad ó espiritualidad, sustancia, es-pontaneidad, identidad personal, como resul-tado de la aplicación de la esencia propia á laexistencia; actividad ó individualidad tem-poral, que obra por sí mismo, y es siempreel mismo, apesar de las metamorfosis quepueda sufrir en el tiempo y en el espacio.

• Tales son los atributos y cualidades quemanifiestan que el alma es un todo cuyo en-tero se halla subordinado á la actividad pro-pia, y que si el todo supone partes, lo enterohace abstracción de ellas y determina la ín-tima relación de sus atributos; y si revelaque Dios es absoluto, y viceversa, suponeque el espíritu es semejante al todo y á cadauna de sus determinaciones, y que es uno enel pensamiento, en el sentimiento y en lavoluntad; uno en cada acto; uno en la cien-cia, en, las costumbres, en el estilo y en iosvariados accidentes déla vida; su separacióndestruiría la unidad, y aunque algunos deéstos predominen más que otros, todo, entodo, da la armonía como condición del alma,y la finisitud como su forma antitética.

Las afecciones no son el sentimiento puro,y monos la felicidad: el pensamiento noabraza toda la verdad ni posee la omnis-ciencia; la voluntad no realiza el bien entero,de modo que el alma, sustancia espiritual,personal é individual, que se distingue desus semejantes, existe en sí y para sí, comoesencia una ó idéntica. Ser inmutable conpropiedades inherentes, temporal y vivo conpotencias ó virtualidades, produce un con-junto verdadero de modificaciones sucesivasque ofrecen algunos rasgos característicosde las propiedades, todas tales como se ma-nifiestan en el instante actual.

IV

Lo dicho implica otras propiedades, y elque algunos hayan notado diferencias entrefacultad (atributo activo) y propiedad (atri-buto quiescente).

TOMO XIV.

Esas propiedades son: actividad, facultad, fuerza y tendencia. La definición de fa-cultad , como causa de fenómenos, no escompleta, designa así uno de los modosde la causalidad, y la actividad. el otro;por eso la facultad es propiedad de un sor,causa permanente de toda una serie de actosposibles, no sólo de los conocimientos que.posee, sino de aquellos á que se determina,corno sor afectivo y voluntario. La actividades otra propiedad del sor, en cuanto es causatemporal de una serie de fenómenos succe-sivos, que relacionada á la anterior simpli-fica la tendencia, menos extensa que la facul-tad, cuyo objeto es la realización de lo queestá en nuestro poder; relación de estadosreales ó estados posibles, la tendencia espropiedad de estos últimos preparados deantemano por la actividad, refleja en el es-tado de conciencia, instintiva tn el con-trario; y como el sentir, el pensar y el quererno tienen igual extensión en todos los espí-ritus, la actividad sube y baja según su cul-tura y ocupaaiones del momento. Por último,la fuerza es otra, propiedad que designauna actividad cuantitativa, susceptible deaumento ó disminución.

Ahora bien: si el alma es una, y múltipleá la vez, puesto que el análisis de estas pro-piedades no es pura indeterminación, sinomanifestación de las diversas maneras queconstituyen el pensar, sentir y querer, indu^dablemente posee tres facultades, tres acti-vidades, tres tendencias, y tres fuerzas pri-mitivas ó fundamentales, que se resumen ensentimiento, pensamiento y voluntad; una me-nos y el hombre muere, una más y el hombreno se ^bncibe; sostener que son innumera-bles ó tantas ó cuantas, es desconocer lasdeterminaciones de aquellas tres, su combi-nación y fenómenos que producen.

Podrá-suceder que unos se'compendien óse resuelvan en los otros, que éstos supon-gan aquéllos, pero siempre serán modos, fun-ciones y operaciones del alma en su estadoactivo ó pasivo; de aquí las combinacionesbinarias ó ternarias de algunos filósofos, delas cinco subfacultades ó aptitudes de otros,los sueños de éstos ó los errores de aquéllos.Las facultades son tres, con tantas funcionesfundamentales como órdenes de fenómenosprincipales reconocen; tres irreductibles ó in-dependientes, por más que la independenciano sea absoluta. La inteligencia no siemprees proporcionada á la sensibilidad; en unospredomina el sentimiento, en otros el conocí-

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miento, pero en todos la voluntad, que en sucarácter de libre puede ó no sustraerse á suinflujo; eonoeer, sentir y querer, son fuerzasdiferentes del alma; la atención, memoria, ra-.zon,< imaginaeion y palabra (1) pertenecen alpensamiento, el cual jamas produce las mo-dificaciones del sentimiento: emociones ó de-seos.

El espíritu es un ser inteligente, una cosapensante, como diria Descartes, pero el pen-samiento no es el espíritu; considerado comofacultad, actividad, fuerza y tendencia, esmanifestación del sentido íntimo, que se ex-plica á sí mismo, y del que procede la activi-dad intelectual; es facultad de conocer y ad-quirir la verdad y certidumbre del sujeto, delobjeto ó de las mutuas relaciones de entreambos. El espíritu es un ser afectivo, pero elsentimiento no es el espíritu; como facul-tad, actividad, fuerza y tendencia, es la ra-zón de todas las modificaciones anímicasen presencia de los objetos sensibles y nosensibles; tan extensa como la anterior, es suantítesis, puesto que á la actividad intelec-tual se opone la afectiva, al conocimiento laemoción, á la verdad el placer, al error el do-lor; no pueden confundirse entre sí, y muchomenos con la voluntad, como algunos preten-den; quizá no se hallen bien caracterizadoslos rasgos que distinguen á aquéllas, perohasta los mismos idiomas marcan su diferen-cia. Un hombre de corazón no suele ser siem-pre hombre de talento; el artista posee el sen-timiento de lo bello de distinta manera que elfilósofo; en ambos existen las dos facultades,dirigiéndose al misino objeto, aunque por dis-tintos caminos; si se unen, también puedenvivir aisladas; más, aún: ambas facultadesluchan á veces en un mismo individuo, y sien el primer momento la venganza aparececomo una necesidad, la moral y la religiónvienen después enseñándole que es más no-ble devolver bien por mal. Pocos serán losque no hayan sufrido esos tormentos del es-píritu, verdaderas crisis por que el hombreatraviesa, y que á veces resuelve, ya instin-tivamente ó ya después de terrible lucl\a enque las fuerzas afectivas ó intelectuales seagotan ó destruyen, y feliz quien concluyepor vencerse á sí mismo venciendo á la pa-

(1) Convenimos con el citado Sr. Atboli en que lasdemás operaciones y funciones del alma se resuelven en

sion! La inherente inclinación del hombreal vicio ó á la virtud no es sino el predominiodel sentimiento sobre la inteligencia ó de éstasobre aquél, debido á causas externas, y casisiempre á la mala educación física y moral,puesto que la historia de las costumbres de-muestra que el sentimiento se desarrolla enla misma proporción que la inteligencia; deaquí que, aunque facultades opuestas, secompleten mutuamente, y que ambas supon-gan y necesiten de otra que las ponga en mo-vimiento.

El espíritu es un ser activo; la voluntad,como facultad, fuerza y tendencia, determinalas dos que acabamos de estudiar, y fija y di-rige la actividad; ¿será, pues, una facultadindependiente de la voluntad? El sentimiento,pensamiento y voluntad se manifiestan ince-santemente en el tiempo; la actividad, si bieninvoluntaria, su dirección depende de nos-otros; cuando yo quiero conozco directa ó in-tuitivamente el fenómeno y su causa, lafuerza y su producto, el acto y su potencia;quiero y realizo el hecho, y esa fuerza quetiene conciencia de sí é influye en las demás,dándoles el carácter de activas, llámase vo-luntad. No es extraño que muchos filósofosla consideren como única facultad; pero, vol-vemos á repetirlo, las facultades, activida-des, fuerzas y tendencias, que se unen, sepa-ran y manifiestan, primero como instinto ydespués en estado de conciencia, son tres quesuponen diversos modos, manifestaciones,estados ó fenómenos, y sus mutuas relacio-nes que no nos es posible examinar detenida-mente, sea cualquiera la clasificación queaceptásemos, ya fuese la del tantas veces ci-tado Sr. Arboli, ó ya la ingeniosa combina-ción de Tibergihen; ¡brillante muestra, cuan-do no otra cosa, de la riqueza y plenitud de lavida espiritual!

Indicado, ya que no probado, que SOHtres las facultades, como propiedades, lastres son el mismo espíritu bajo diverso puntode vista; y aunque pueden estudiarse aisla-damente, no son abstracciones; y aunque al-guna pueda desarrollarse á costa de las de-mas, no es exclusiva. El yo es pensamientocuando está en una relación de distinción úoposición; sentimiento cuando está en otra deunión ó penetración; voluntad si se determinaen. aquélla; las tres unidas forman el yo, yni se repelen ó avergüenzan de su dependen-cia mutua, ni están aisladas, sino unidas poruna relación interna de condicionalidad. Nose piensa en un objeto sin quererlo y sin sen.

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tirse inclinado hacia él; la voluntad no obrasin motivos, y éstos son hijos de las dos pri-meras; si una facultad se desarrolla á costade la otra, viene la lucha; el estado del almaentonces no es el orden ni la armonía, y co-mo el predominio es el desorden, y el desor-den, según Platón, es una enfermedad, laperfección del sentimiento supone la del pen-samiento y voluntad; la cultura de esta últi-ma, la de las otras dos, ó sea la igualdad defuerzas espirituales, el equilibrio del alma.¡Dichoso quien llega á conseguirlo, tan dicho-so como el que puede rerum eognoaeere cau-sas!.. Que tal es lo que se propone la cienciapsicológica. Aun no obteniendo semejante re-sultado, su importancia no puede ser mayor.

El análisis que acabamos de hacer nos de-muestra que las facultades humanas se equi-libran; que unidos pensamiento, sentimientoy voluntad, se modifican y determinan mutua-mente. ¿Cuál es, pues, la acción recíproca deluno sobre el otro, y viceversa? La del senti-miento sobre el pensamiento ó voluntad, ais-lados ó combinados, puede ser perniciosa sino responde más que á la satisfacción del co-razón; la verdad es absoluta, y ya agrade ódisguste, debe siempre procurarse alcanzar;influencia del sentimiento sobre la voluntad,es legítima, por ser consciente y razonable;obrar á impulso del placer es hacer esclava

. á la voluntad de las afecciones y deseos; elamor es un afecto noble y desinteresado contendencia á lo que es bueno, pero cuando esegoísta está sujeto á error; quizá el senti-miento sea indispensable y esencial; sin él lavida espiritual sería incompleta, pero subje-tivo como es, emana de nuestra educación yestado actual; varía así en el niño como en eljoven, mucho más en el hombre viejo; aspiraá invadirlo todo, á dominar la inteligencia yactividad, cuando debe ser moderado y dirigi-do por éstas, en cuyo caso excita y modificala actividad; no puede ser más preciso su con-curso.

La influencia del pensamiento sobre lasotras dos facultades es positiva ó favorable,negativa ó adversa; ambas dependen de él ensus manifestaciones positivas y verdaderas,puesto que sabe lo que quiere; pero en las ne-gativas la ignorancia ó el error le pervierte;mas como la voluntad aspirando al conoci-miento del bien es el noble distintivo del hom-bre en esta vida, el pensamiento ilumina ú

oscurece al espíritu, del mismo modo que elsentimiento le comunica ardor ó frialdad,celo ó indiferencia. La influencia de la, volun-tad sobre las anteriores, es también positivaó negativa: una voluntad firme y recta do-mina á la inteligencia y al corazón; débií, esinstrumento de una ó ambas; la voluntad fa-vorece ó contraría al sentimiento, da direc-ción al pensamiento; potencia directriz, usade toda actividad, determina al espíritu yobliga á las otras á seguirla como condicio-nes, no como causa. El pensamiento es mássubjetivo que objetivo; el sentimiento, másreceptivo que espontáneo; la voluntad, librede suya, es consciente y responsable, es todoel yo, el hombre misma, la vida personal.

La influencia de dos facultades sobre unatercera puede ser de tal naturaleza que hagacasi imposible enumerar las relaciones y re-sultados que produce; obrando armónica-mente sobre ésta, y por supuesto sobre to-das las combinaciones, resultará el equilibriode las fuerzas espirituales, ó sea la perfeccióndel alma á que todos aspiran por ser el finulterior del hombre; armonía que, repitien-do las palabras de un ilustre filósofo, es sabi-duría cuando la inteligencia está determina-da por la unión de la voluntad y sentimiento;amor ó caridad cuando el sentimiento lo estápor la unión de la inteligencia ó voluntad, ybondad cuando lo está la voluntad por losotros dos: la armonía perfecta sólo se concibeen Dios.

Resumiendo: el yo es tina unidad hechatrina que no reside en esta ó la otra facultad;la sensibilidad, inteligencia y voluntad for-man una síntesis; el yo es esencia, la esenciasustancia, una, entera, idéntica, simple, in-divisible, irreductible, con las siguientes pro-piedades: facultad, actividad, fuerza y ten-dencia. La facultad es sentimiento, pensa-miento y voluntad; estados del alma con fun-ciones y operaciones propias, cuya síntesisda por resultadoel equilibrio anímico, ó sea laarmonía imperfecta, puesto que la perfectaen realidad sólo reside en Dios.

DOMINGO ALCALDE PRIETO.

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76 REVISTA EUROPEA. — 2 0 DE JULIO DE 1879. NÚM. 282.

EL NIHILISMO

El nombre de Nihilismo es de origen fran-cés. Dícese que Víctor Hugo le pronunció porvez primera. La cosa, sin embargo, es pura-mente rusa.

Ivan Tourguenief, el gran novelista, fueel primero en designar á esos sectarios conel nombre que habían de hacer tan célebre.De esto hace más de quince años, y despuésse ha escrito mucho sobre este asunto. Sinembargo, seles confunde frecuentemente conlos socialistas, con los republicanos y hastacon los simples descontentos de Rusia.

Error injustificado: los descontentos, muynumerosos en Rusia, los republicanos, quecasi no existen, y los socialistas, bastantenumerosos en las categorías inferiores delos tchinowsniks (funcionarios de todos losórdenes) de provincia, tienen doctrinas de-terminadas, deseos definidos y aspiracioneshacia un orden de cosas que se aleja sensi-blemente del que los czares han establecidoen el imperio.

Los nihilistas no quieren nada, no profe-san ninguna doctrina, no aspiran á ningúnideal. Decimos mal, desean la destrucción detodo lo que existe en Rusia: czarismo, ad-ministración, propiedad, familia y religión.Para conseguir su fin todos los medios sonbuenos, los malos especialmente. Se han pu-blicado profesiones de fe tan sorprendentes,que parecen arregladas á su gusto por losencargados de perseguirlos.

Esta asociación tiene muchos menos adep-tos de lo que se cree generalmente en el ex-tranjero, y es de formación antigua. Diva-gando por el campo de las conjeturas, pareceser que el origen del Nihilismo se remonta alCarbonarisrno, tal corno existió en Franciadespués de la caida del primer imperio.

Las tropas del emperador Alejandro, des-pués de 1815, acuarteladas entre guarnicio-nes francesas, volvieron penetradas de ideasrepublicanas, incompatibles con el genio delpueblo ruso. La lamentable escaramuzade 1825, en la que dos regimientos se hicie-ron matar gritando ¡viva la Constitución! por-que les habian dicho que Constitución era lamujer de Constantino, hermano mayor delCzar-, es prueba de la locura de los oficiales yde la Cándida sencillez del pueblo ruso, quesoldado ó paisano, ño comprenderá nada, du-

rante siglos, fuera del Czar. La historia deesta conspiración se parecería á una operetade Offenbach, si no se hubieran derramadorios de sangre en el tercer acto.

El germen habia encontrado una tierrafértil, y apesar del ejemplo de Pestel, Bes-toujeff y consortes, condenados sencillamen-te á ser ahorcados por gracia especial delemperador Nicolás, preparóse la conspira-ción del gentilhombre Pietrachewitch-Pietra-chewski y otros más oscuros, durante todoel último reinado.

Todas estas conspiraciones abortadas enel silencio, enmedio de un pueblo indiferentey de una sociedad ligera y frivola, fueron tam-bién misteriosamente sofocadas.

Sin embargo, lo poco que fue conocido de-mostró desde luego que el movimiento se ex-tendía, y sobre todo descendía en la escalasocial en Rusia. La voluntad decidida de con-cluir á toda costa con la tutela abrumadorade la autocracia imperial estaba siempre la-tente, pero cambiaban los que estaban ani-mados del propósito, y cambiaba también elplan de la futura revolución. Empezada enSan Petersburgo por representantes de lasmás distinguidas familias, jóvenes ricos yelegantes, continuaba en las provincias, en-traba en las clases medias y entre los pe-queños propietarios, los tchinowsniks, losestudiantes pobres, los hijos de los popes yotras gentes que anhelaban medios de exis-tencia.

Por supuesto que al continuar el movi-miento se acentuaba, pero cambiaba tambiénde naturaleza.

De los sueños de constitución á la inglesaque habian acariciado los conjurados de 1825,se llegó á la república conservadora que pe-dia Pietrachewski, y después á las reformassocialistas que prepararon los agitadoresde 1840.

Entre todos los deportados que iban suce-sivamente sepultando en las minas de Si-beria las esperanzas y los sueños de unanueva generación de revoltosos , aparecióBakounine, el vulgarizador, el apóstol, el pa-dre declarado del Nihilismo ruso.

Condenado á muerte, destrozado á latiga-zos y encadenado en el fondo de una galeríasubterránea en Nertchinsk, este hombre te-rrible sobrevivió á la tortura, rompió sus ca-denas, se escapó de la prisión y llegó desdela Siberia á Suiza á pié, mostrando á todo elmundo su espalda ensangretada por los lati-gazos. Entonces se puso á predicar la revo-

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NÚM. 282 DICK DE L. EL NIHILISMO. 77

lucion social, en el sentido más temido y másilimitado de la palabra.

Él fuó quien primero se atrevió á decir:«En Rusia todo está podrido. La dinastía

enervada por la arbitrariedad, la nobleza di-soluta y servil, el sacerdocio borracho y ra-paz, la administración compuesta de ladronesy bandidos. Nada de reformas, y un escobazogeneral. [Mueran la religión, las distincionessociales, la propiedad, la familia; y puestoque el edificio del mundo ruso es una cloacainmensa, aniquilémosla de una vez, aunqueperezcamos entre sus escombros. Después denosotros vendrá una generación nueva quepensará en levantar algo.»

Cosa incomprensible; estos discursos in-sensatos, en los que lo monstruoso se clisputacon lo inverosímil, encontraron oyentes, ymás que eso, discípulos fanáticos, no comopuede creerse entre los que como Bakouninono habían conocido de sus semejantes másque la traición, de las clases elevadas eldesprecio, de la autoridad latigazos, de lavida privaciones y luchas, sino también en-tre los felices y privilegiados del imperio.

Rusos instruidos, inteligentes y jóvenes,adoptaron esta sorprendente doctrina y sa-crificaron posiciones y fortunas para traba-jar en su realización.

Bakounine murió después, pero el Nihi-lismo estaba fundado. Tenia adeptos, y desdelos primeros dias de su existencia ejerció enla sociedad rusa una fascinación bastantedifícil de explicar.

Fue una verdadera epidemia que se ino-culó con singular intensidad en las filas de lanobleza y de los altos funcionarios rusos. Is-kender Hertzen, hijo natural de un gran se-ñor ruso, que durante mucho tiempo habiapublicado en Londres un periódico célebre,La Campana (Kqlokol), y pasaba por un peli-groso revolucionario, se habia quedado corto.Se habia empezado por el liberalismo, y seiba de un salto á los últimos límites del so-cialismo más exaltado.

Las mujeres siguieron á los hombres; losestudiantes, de los cuales algunos pertene-cían á excelentes familias, se cortaron loscabellos y tomaron el escalpelo en los anfi-teatros; otros siguieron los estudios de laUniversidad de Zurich, y otros se prepara-ron para dedicarse al profesorado.

Una gran dama, la princesa Obolinska,hijade una íntima amigadela reinante Empe-ratriz, ofreció á la nueva secta sus millones,su persona y la de sus hijas.

Así, al menos, se apoyó el movimiento enciertas altas esferas de Rusia, cometiéndoseuna falta que debia agravarse después, por-que pasando del corazón ulcerado, pero seco,de Bakounine á las jóvenes imaginaciones delos nuevos adeptos, el Nihilismo habia llegadoá ser una secta, y la imprecación del viejogaleote, el evangelio de toda una nueva es-cuela de conspiradores y revoltosos.

Jóvenes de ambos sexos creyeron llegadoel momento de civilizar al pueblo ruso y álos antiguos siervos, por los cuales habiahecho muy poco, según decían, el emperadorAlejandro al asegurarles la libertad personaly la propiedad de la tierra. Sin darse cuentade todo lo que tendría de lamentable y de gro-tesco la odisea tragi-cómica que iban á em-prender para inculcar á moujiks apenas sa-lidos de la esclavitud las doctrinas de KarlMarx y de Lasalle, se pusieron á la obra yresolvieron preparar la futura regeneracióndel país, marchando, como ellos decían, haciael pueblo (Idtiio narod).

Pero mientras que los antiguos discípulosde Bakounine, los verdaderos nihilistas de laprimera formación, poco numerosos, perma-necían prudentemente en Londres, en Suizaó en Paris, y se contentaban con formarnuevos prosélitos entre la juventud, éstos,los jóvenes, cuyo número iba aumentandodiariamente, volvían á su país para desafiaral poder y ser enviados á Siberia. Los pri-meros se manifestaban escópticos, anima-dos por un odio horrible contra el orden decosas establecido en su país, y vacíos decreencias, hasta el punto de no tener granfe en su propia causa; y los segundos, los jó-̂vene^ se mostraban dispuestos á todos lossacrificios.

Estos últimos fueron los nihilistas de lasegunda formación, los que han trabajado enRusia, donde pretendían consagrarse á unideal definido: la felicidad del proletariadoruso. El nombre que se dieron á sí mismosfuó de socialistas revolucionarios. Solowieffempezó por ser de éstos.

Se trataba, pues, decididamente tle unasecta nueva, con entusiasmo en sus adeptosy adhesión absoluta á lo que ellos creían unagran causa; no les faltaba nada de lo que daimpulso á las ideas en una sociedad en víasde trasformacion.

Años antes, en Francia, los sistemas deSaint-Simón, de Fourier y de Cabet, y des-pués los de Enfantin, habían fracasado entrela indiferencia desdeñosa del Gobierno y la

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sátira del buen sentido público; pero en Ru-sia se cometió la doble falta de tomar la cosapor lo trágico, y hacer lo contrario de lo quedictaba la más vulgar prudencia.

En Frajicia, los más fervientes santos dela calle Menilmontant llegaban á ser inge-nieros, banqueros, senadores, y se hacíanútiles á su país; pero en Rusia se trabaja-ba, no para entrar en la realidad de la vi-da, sino para reemplazar la comedia por eldrama.

Sólo faltaba á los iluminados de ambossexos la aureola de la persecución, y la poli-cía rusa se encargó de contribuir á su éxito.Adonde era preciso- haber enviado carica-turistas y saineteros, enviaron el verdugo, yla comedia bufa sé convirtió en sangrientodrama.

La autoridad del Czar fue batida en brechay públicamente desafiada por una banda in-saciable de gentes á quienes una organiza-ción poderosa ligaba entre sí, como en las so-ciedades secretas de la revolución interna-cional.

¿Son numerosas estas gentes? Eso se di-ce, aunque es imposible establecer su núme-ro, siquiera sea aproximativo.

Antes del atentado del 2 de Abril, los nihi-listas podían impunemente enarbolar las in-signias de su secta, y llevar el traje especialqué habían adoptado: gorra cuadrada, el ca-bello cortado, levita en forma de chupa ypantalones á la turca, con ligeras variacio-nes para las mujeres, y lentes azules paralos dos sexos.

En aquella época se veian nihilistas en lascalles de San Petersburgo, en las bibliotecasimperiales y en las aulas de ciertos estable-cimientos, particularmeute en las de la Aca-demia de medicina y del Instituto tecnológi-co. Cuando el atentado dirigido contra la vidadel Emperador, dio un golpe fatal al celo dela policía que se habia entibiado hacía algún'tiempo; se descubrieron cosas que no deja-ron de sorprender hasta á los que se hacianmenos ilusiones sobre el optimismo de cier-tos hombres da Estado.

Se encontraron proclamas, prensas, lis-tas, armas, venenos y dinamita en las casasde médicos y altos empleados del Estado,considerados como el apoyo más flrme y másleal del Trono.

No pudo monos de admirar que Vera Zas-soulitch, al salir de aquel extraño tribunal,que acababa de perdonarla, fuese escamo-teada en una carga de gendarmes contra la

multitud que la cubría con su cuerpo, y apa-reciese dos meses después sana y salva enZurich. Ni fue menos singular que á treintapasos de la plaza Miguel, en el momento erique una mano aún desconocida asestaba unapuñalada al general Mez^ntzoff, que cayómuerto á sus pies, no se encontrara un soloizvoehetchik para perseguir al trotón de razaque se llevaba al asesino y á su cómplice,cuando generalmente la plaza está siemprellena de alquilones.

Ha sido preciso reconocer que la asocia-ción es verdaderamente» poderosa, y que suórgano periodístico, Tierra y Libertad (Zernliai Volia), que aparece dos v^ces por semanacon este anuncio: «Precio de suscricion, 10rublos; suscríbese en casa de personas cono-cidas», no se alababa mucho cuandodeciaquecontaba con inteligencias en todos los ramosdel Gobierno ruso, sin exceptuar la adminis-tración del palacio imperial.

Hechos que habian permanecido inexpli-cables ó atribuidos á la casualidad, se vie-ron de repente esclarecidos.

Se comprendió la huida del príncipe Kra-potkine, uno de los jefes del Nihilismo (de lafamilia del gobernador de Kharkoft, muertorecientemente por un disparo de un descono-cido), que mucho tiempo antes, estando de-tenido en una fortaleza, salia de ella todoslos dias á paseo.

Podríamos citar aquí gran número de he-chos de esta clase, pero los periódicos ale-manes los han dado á conocer hace tiempocon detalles, y sólo prueban una cosa, quelos revolucionarios socialistas en Rusia es-tán organizados y disponen de grandes ma-dios materiales, a'demas de tener inteligen-cias en todas partes.

Apesar de las variadas suposiciones "quese han hecho sobre los detalles de está orga-nización, no se sabe absolutamente' nada depositivo, y se puede suponer que es parecidaá la de los carbonarios y al sistema de losDiez, inaugurado por los conspiradores pola-cos que organizaron y prepararon la insu-rrección de 1863.

Dícese que el nihilista no conoce más queá nueve de sus compañeros, del que es je-fe en caso que los haya sabido agrupar. Élá su vez forma parte de otra decena, de lacual sólo conoce al jefe. En más alta jerar-quía, las decenas se reducen á troika ó trini-dades. El Consejo Supremo reside alternati-vamente en Londres y Suiza. Sin embargo,son suposiciones que ningún hecho positivo

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ni ninguna revelación han comprobado to-davía.

Lo curioso aquí sería saber por qué unasecta que se dice humanitaria, se ha trasíbr-mado en una bandada de asesinos y regi-cidas.

Quizá pueda buscarse la solución á esteproblema en el estudio de la organización,de los defectos y de la manera de obrar de lapolicía secreta en Rusia; estudio que hare-mos en otro artículo.

DICK DE L.

LA PAIRÍA HEREDITARIA '

Y LA VITALICIA

LA CÁMARA DE LOS LORES EN EL REINO UNIDO

Continuación.

VI

LA CÁMARA DE LOS LORES EN EL SIGLO XIX.

¿Puede atribuirse el contraste entre lo su-cedido en Inglaterra durante varias épocasde la historia moderna á sólo el considera-ble aumento hecho por Pitt en el número delos Lores, si han de explicarse, ya que no sa-tisfactoriamente para todos, al menos deun modo fácil, las trasformaciones de grancuantía observadas? ¿Sería el azar única-mente el que reuniera entonces tantos hom-bres ilustradísimos y animados de conviccio-nes liberales, ó más bien consistiría lo queocurrió en que el resultado de la posición quela riqueza proporcionaba y la facilidad decultiva? su entendimiento, imponían comoconsecuencia ineludible y hasta cierto puntoajena á la voluntad individual y á compro-misos anteriores, el deber de emplear estasventajas en provecho de su país, cualquieraque fuese la forma en que se procediese ála creación de los nuevos Pares?

Preguntas son é,stas que motivarían es-tudios profundos para no incurrir en erroresal pretender justificar las contestaciones enel último de dichos conceptos, que creemossea el más verdadero.

La revolución francesa de fines del si-glo xvoi, dividiendo las clases, despertó lostemores de las superiores y la impaciencia delas demás, haciendo que las cuestiones socia-

les, por la falta de la necesaria armonía delas leyes humanas con las providenciales,determinadas para asegurar á los grandesprincipios que gobiernan el mundo la partequfe les es necesaria en el manejo de los asun-tos públicos, tendiesen á una división pocomaduramente establecida de los interesesrespectivos.

El espíritu democrático, ademas, exten-diéndose por todas partes, hizo fijarse en queno bastaba acusar á un ministro, porque enuso de un derecho legítimo de todo Gobier-no, consignado en la ley constitucional, hu-biese aumentado el número de Pares; sien-do inútil investigar las razones por las queun cuerpo político, asociándose á la trasíbr-macion casi general de los ánimos, creaoportuno atemperar su conducta á la aconse-jada por cierta clase de influencias que, sifuesen mal atendidas, llegarían más tardehasta á comprometer su autorizada respon-sabilidad.

Al manifestarse poco simpática á las ideasnuevas, los primeros síntomas se observa-ron, más bien que en el corazón de la grandeAsamblea política inglesa, en varios de sutmiembros. Distinguiéronse en este sentido,no en verdad los Pares hereditarios, sinolos Obispos, los Lores vitalicios de Irlan-da y los que, por sólo la duración de cadaParlamento, son los representantes de Esco-cia. La emancipación católica, y s,obre todola reforma parlamentaria, introdujeron ele-mentos nuevos y principios de acción en lavida política, que habían de producir su fru-to con el tiempo

La ley relativa á la emancipación católica,quejn 1821 sólo obtuvo 120 votos á favor su-yo, en contra de 159, contó entre estos últi-mos 42 de las tres categorías referidas, con-tra 19 aprobatorios. Desechada asimismo en1822 por 171 votos en contra de 129, contó 40de aquéllos en la oposición, al paso que sólo15 favorables. En 1828, cuando la oposiciónllegó á reunir 178 votos en contra de 130, secontaban 48 pertenecientes á los Obispos y áIQS Pares de Escocia ó Irlanda, mientras quesólo 18 de dichas tres clases la aprobaron.

El bilí sobre la reforma parlamentaria, noadmitido en Octubre de 1831 por 199 pares encontra de 158, sólo tuvo 10 partidarios entrelos de Escocia, los de Irlanda y los Obispos,al paso que la oposición contó hasta 51 deentre estas tres categorías.

Tres deducciones resultan del pormenorde estos datos, sin perjuicio de la diversa

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clase de ideas que hagan surgir á los que losestudien y aprecien.

Una es la de que en la primera cuartaparte del siglo actual, los Pares hereditariosy los representativos temporales de Escociano se oponían, en absoluto, y menos unáni-memente, á las reformas religiosas.

Otra, que la gran resistencia á estas me-didas se hallaba en los Obispos, de los cualesdos cuando más las aprobaban, en contra de27 de sus compañeros, cuando habia en laCámara un Arzobispo y tres Obispos irlan-deses.

Y la tercera, que la coalición de los Pareseclesiásticos con los representativos de Ir-landa y de Escocia, hizo fracasar la ley acer-ca de la reforma parlamentaria, pesando deun modo decisivo el influjo del elemento vi-talicio y del representativo sobre la Pairíahereditaria. Los miembros de esta parte dela Asamblea se dividieron por mitad, pues148 aprobaron y otros tantos rechazaron lareforma, manifestándose, de esta manera,monos refractaria á la marcha progresivade las ideas que la parte que tenía más pun-tos de contacto con la Pairía vitalicia.

Poco más ó menos sucedió una cosa aná-loga en la Cámara de los Comunes, porquela reforma parlamentaria de Lord Russellsólo contó entre sus partidarioos á siete di-putados escoseces y á 13 irlandeses, de untotal de 145 votantes, correspondientes áaquellas dos naciones.

Entonces fue cuando los vicios latentes dela Cámara de los Lores aparecieron al des-cubierto. Al triunfar la apellidada causa delpueblo con la desaparición de los priucipiosrepresentados hasta aquella época en losantiguos colegios electorales, ó insosteniblesya, por haber cesado las razones que pudie-ran motivar su existencia, la Asamblea aris-tocrática inglesa sufrió los resultados natu-rales de los sucesos que acababan de influirsobre sus actos, dejándola no poco quebran-tada ante la opinión pública, que tenia sussimpatías hacia las opiniones profesadas porla mayoría de la Cámara popular.

Escocia enviaba Pares en representaciónsuya, tomados de una lista ministerial; ycomo otro tanto se observaba con los diputa-dos, se producía así una especie de unanimi-dad entre sus representantes en ambos Cuer-pos colegisladores.

En Irlanda el cambio fue más notable to-davía, porque á la reforma parlamenta^ría habia precedido una de muc.ha mayor

trascendencia, cual fue la emancipación ca-tólica.

El examen del escrutinio de los votos fa-vorables á las leyes principales discutidasdesde 1832, patentiza que el elemento másliberal, así como también el más importan-te en la Cámara de los Lores, era el heredi-tario. En los debates relativos á la ley sobreadmisión de cereales extranjeros, habida en1842, cuando los jefes reconocidos del partidoconservador apoyaban la medida con todo elpeso de su autoridad, los Pares representa-tivos se mostraron poco dóciles á seguir elimpulso que los que estaban acostumbradosá ver respetadas sus opiniones en otrosasuntos les imprimían, sobre el modo deproceder acerca de una cuestión tan impor-tante. En la referente á la Iglesia de Irlanda,los Pares representativos y los Obispos re-sistieron, también enérgicamente, la aproba-ción de modificaciones de ninguna clase, enlo que de antiguo venía establecido.

Los partidos liberales que, en vista de ta-les hechos, siguen dirigiendo sus tentativasreformistas, principalmente sobre aquelloselementos parciales de la Cámara alta, no secontentan, por creerlos insuficientes, con lasque se limiten á dichas dos categorías. Cier-to es que, aun cuando en menor escala, lamayoría de los Pares hereditarios estuvocasi siempre, relativamente á dichas cues-tiones, identificada con la opinión de la de lasdos referidas clases; pero cualquiera reformaen sentido radical conduciría á una revolu-ción, exponiéndose á trastornar, por enteroy de pronto, la actual organización de la Cá-mara. Los esfuerzos, pues, de las personassensatas habrán de reducirse á mejorar, sindestruir por completo, lo que en el día existe,y que contribuye á sostener á grande alturael nivel intelectual y moral de las clases dis-tinguidas, por su elevada posición social enInglaterra.

Cualquiera medida que tendiese á restrin-gir el ejercicio del derecho electoral, sobreser ahora en su aplicación muy difícil, yaque no imposible, habría de desecharse, por-que violaría el principio progresivo en quela representación popular se apoya; al pasoque, como el principio hereditario es la pie-dra angular en que se basa el organismo dela Cámara de los Lores, tocar á él sería ata-car el carácter fundamental de su existencia.De aquí procede el raciocinio de los que opi-nan por la reforma sólo de la Pairía repre-sentativa y de la episcopal; reforma reducida

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á un punto que sus defensores califican deaccesorio, y que, dejando íntegra la institu-ción primitiva, la fortificase en concepto deaquéllos, más bien que la debilitara, por me-dio de las modificaciones que, como pruden-tes y bien entendidas, aconseja el autor delartículo que ha puesto la pluma en nuestramano y sugerido las presentes observa-ciones.

Propónense en él dos reformas. La prime-ra, que los Pares espirituales dejen de perte-necer por completo á la Cámara alta, y lasegunda, que los miembros representativosde Escocia y de Irlanda en ella sean incorpo-rados á la Pairía del Reino Unido, propia-mente dicho. r

Paso á examinarlas.

VII

EL ELEMENTO ECLESIÁSTICO EN LA CÁMARAARISTOCRÁTICA INGLESA.

En apoyo de la primera propuesta de re-forma se alega que, si dependiese el derechode los Obispos, para ser legisladores de lasfunciones antiguas, propias de su elevadocargo, nada habria más fácil de demostrarque la ninguna conexión ni enlace que, enla inmensa'mayoría de los casos, existe en-tre unas y otras funciones. Pero la verdad,decimos nosotros, es que no son muchos losactuales miembros eclesiásticos en una Cá-mara numerosísima, que cuenta hoy sobrequinientos individuos.

Desde la reforma del tiempo de Enri-que VIII no exceden aquellos titulares, y Lo-res á un mismo tiempo, de los dos Arzobis-pos de Canterbury y de York, y de veinticua-tro Obispos, entre ellos siempre los de Lon-dres, Durham y Winchester; habiendo sidoeliminados los cuatro Lores espirituales deIrlanda desde 1870,, según la ley de aboliciónde aquella Iglesia, y que desde el Acta deunión de 1800 pertenecían á la Cámara, re-novables por turno en cada legislatura.

No hay, por lo tanto, razón alguna paraocuparse en el examen de una cuestión quelos hechos mismos demuestran que no debeexistir, y menos para decidirse á resolverlaen el sentido de fulminar la exclusión de laCámara contra todos aquellos distinguidosdignatarios, aun cuando su número actualhubiera todavía de disminuirse, en el casode considerarlo excesivo.

Si ae intentase sostener que el derecho deTOMO XIV.

ios Obispos dimana, no de un privilegio ane-jo á la.categoría episcopal, sino sólo de anti-guas concesiones otorgadas, á las que se ha-,liaban unidos algunos atributos correspon-dientes á los príncipes, y del disfrute de ba-ronías que no están constituidas ahora en laforma de entonces, ni que casi se compren-den ya, cuando de todo ello se percibe única-mente el reflejo de lejanos recuerdos, el in-tento carecería de base sólida en que apo-yarse. Bien fácil seria la contestación, aunteniendo en cuenta la diferencia de los tiem- •pos actuales, en que ha desaparecido la feu-dalidad eclesiástica y se ha introducido uncambio profundo en las condiciones sociales.

No existen ya, es cierto, Obispos que á lavez sean Barones, llevando consigo á la gue-rra un séquito numeroso de combatientes; nila espada, el casco y la coraza tienen quereemplazar, conforme sucédia muy á gustode los que lo verificaban entonces, á la cruz,la mitra y el traje episcopal de los dignata-rios colocados al frente de las iglesias, ejer-ciendo naturalmente una importancia ó in-11 lijo considerabilísimos en el manejo y la di-rección de los negocios de los Estados. Poreso no tienen asiento en la Asamblea comorepresentantes sólo de sus antiguas baro-nías, ni éstas forman parte de los obispados.

Cualquiera reforma, por poco radical quese la considere, hecha ahora, ademas de he-rir, habria de prescindir del respeto consi-guiente á costumbres y usos antiguos, peroincomprensibles en gran manera para lassociedades modernas, desde que se han tras-,fornico las bases constitutivas de las quelas precedieron.

La manera y el comedimiento que no pue-den olvidar jamas los que intentan la des-aparición de esos usos y cos-tumbres, auncuando no de una manera brusca, para evi-tar el exponerse á edificar sobre arena mo-vediza, y otorgando también las compensa-ciones equitativas que se crean oportunas,habrán de fijar el límite de lo que constituyeun deber imprescindible, para la resoluciónacertada de cualquiera clase de asuntos, es-tén ligados ó no íntimamente con la política,lo mismo en Inglaterra que en todas las de-mas naciones.

La disposición que se halla establecida enalgunas de ellas, inclusa España, según lacual sólo á los que han llegado á obtener lamás elevada categoría eclesiástica les estáotorgado, por derecho propio, pertenecer á laalta Cámara, podría servir de norma en el

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82 REVISTA EUROPEA.—20 DE JULIO DE 1879. NÚM. 282.

Reino Unido, si es que se considera indispen-sable la reforma en esta parte de la organi-zación actual de la do los Lores.

Allí, cómo entre nosotros sucede, todoslos eclesiásticos se encuentran excluidos dela Cámara popular; á cuyo argumento, utili-zado por los defensores del statu quo, relati-vamente á la Pairía, sólo podrá objetarsede un modo satisfactorio, prestándose, comotérmino de avenencia, á adoptar algún pro-cedimiento análogo al de España, y conside-rar miembros de la Cámara de los Lores, porderecho propio, á los dignatarios eclesiásti-cos más caracterizados. Claro es que estodebiera ser en el caso de que se reconozca,como parece natural reconocer, la utilidadincontestable de que para la decisión de cier-ta clase do asuntos en el seno de una, al mo-nos, de las Asambleas deliberantes, interven-gan los individuos correspondientes á la másalta jerarquía, y que es de creer sean tam-ben de los más ilustrados del clero.

Bien merecen recordarse, con este moti-vo, los términos de una ley de 1673, que im-ponía á cuantas personas hubiesen de ejer-ce;1 cargos públicos la necesidad de prestarel juramento anticatólico de que no creian enla transustanciacion, debiendo declararlo asípor escrito; juramento que en 1678 so exten-dió hasta reprobar el culto de la Virgen y delos Santos, y cuya legislación no fue abolidabasta 1828, por resultado del bilí acerca dela emancipación de los católicos. Se compren-de, por lo tanto, fácilmente lo que ocurriódesde el reinado de Isabel hasta el de Car-los 11, cuando se hallaban excluidos los ca-tólicos romanos de la Cámara popular; ypara que los Paros pertenecientes á aque-lla religión pudiesen tomar, como tomaban,asiento en la de los Lores, era preciso que nofuesen aplicables á ellos las prescripcionesde la bien conocida ley de 1673, llamada TheTest Aeí.

VIII

LA PAIRÍA REPRESENTATIVA DE ESCOCIAY DE IRLANDA.—SU REFORMA.

El sistema actual de la Pairía representa-tiva de Escocia y de Irlanda, que pretendenalgunos asimilar á la del Reino Unido, cuen-ta en su historia no pocos actos que demues- .tran muy escaso deseo de dar gusto á los quepor pesimismo sostienen que una conductainflexible habría demostrado siempre la in-dependencia de la Cámara.

En la época del bilí sobre la reforma elec-toral, que mantuvo íntegra la organizaciónde la de los Lores, mientras que experimen-taba cambios muy importantes la do los Co-munes; en su conducta contra el gobierno li-beral de Lord Grey y de Lord Melbourne, y ensu oposición tenaz á otorgar las concesionesque Roberto Peel deseaba, patentizó su anta-gonismo á medida que la opinión del país ve-nía reclamando persistentemente en Ingla-terra desde largo tiempo antes.

No es dable resolver la cuestión haciendoque desaparezcan por completo los Pares es-coceses y los irlandeses, á la manera de loque desean los radicales relativamente á losObispos, sino adoptar medidas que concilien,en cuanto sea dable, lo que los innovadorescalifican de utilidad. Surgen no escasas difi-cultades desde el momento en que se tratede establecer un sistema de elección que per-mita que las personas escogidas represen-ten verdaderamente lo que deban represen-tar; evitándose ademas que las opiniones deun gran número de Pares dejen de estar re-presentadas en el Parlamento por aquellosde sus iguales que obtuvieron sólo simplesmayorías -de votos, so encuentren animadosdo casi un mismo espíritu, y so hagan por lomismo eco en la Asamblea de una mismaopinión, acerca de las cuestiones«graves queallí se ventilen.

La incorporación de los Pares, asi esco-ceses como irlandeses, á los ingleses, paraformar un solo cuerpo ú orden político, favo-reciendo la libertad del pensamiento indi-vidual, daria al mismo tiempo, sin duda al-guna, á las minorías mayor número de faci-lidades para hacer valer sus protensiones.Aun cuando la mayoría de los Pares repre-sentativos de Escocia ó Irlanda sea conser-vadora, no puede ciertamente asegurarseque guarde la proporción de 9 á. 2 en la pri-mera de dichas naciones, y de 19 á 0 en lasegunda, que fue la forma én que los Paresde aquellos países se dividieron en 1868,acerca del bilí sobre la Iglesia de Irlanda.

Objétase, como argumento en contra dela incorporación, que con ella el número demiembros de la Cámara aristocrática au-mentaría demasiado, sobre los 503 con quecuenta actualmente, comprendidos los 26Pares eclesiásticos, los 28 vitalicios de Ir-landa, según el Aeta de unión de 1800, entiempo de Jorge III, y los 16 temporales deEscocia, según el Acta de 1707. Deduciendolos 26 eclesiásticos, cuya eliminación pro-

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ponen los reformistas, pero añadiendo todoslos Pares escoceses é irlandeses que no per-tenecen á la Asamblea por el concepto deLores también de la Gran Bretaña, ó porla elección de sus colegas, se compondríaaquélla de 573 miembros con una renta anualmedia de dos millones de reales cada uno,obtenida sobre propiedad visible, ó sea pro-piedad territorial. Décupla cantidad es éstade la que la reforma constitucional de Juliode 1857 exigía entre nosotros para que ladignidad de Senador fuese hereditaria en losGrandes de España por derecho propio, alintroducir aquella innovación en el Códigopolítico de nuestro país, que fue anulada enAbril de 1864.

La dignidad de Par, independientementede la muerte del que la obtiene, se pierde enInglaterra cuando experimenta alguno ladesgracia de sufrir tal menoscabo en su for-tuna, que no le es dable sostener con hol-gura ó independencia su rango social. Deello se vio un ejemplo durante el reinado deEduardo IV, cuando el duque do Bedfor fuedegradado por un acuerdo del Parlamento,bilí qfttainder, ó sea ley de incompatibilidadá causa de su gran pobreza. Aunque la leyno ha sido derogada, tampoco registra lahistoria parlamentaria otro caso análogo alreferido. *

Siendo 193 los Pares do Irlanda, poco tiem-po há, pertenecían 71 al Parlamento, en con-cepto de Pares también del Reino Unido, y 28elegidos, en clase de vitalicios, por sus com-pañeros. Pero como"no deben exceder ahora

. de 100 los Pares de Irlanda, independiente-mente de los que lo son del Reino Unido, so-braban 22 que van desapareciendo, pues laCorona tiene limitada su facultad á nonombrar un Par sino por cada tres que seextingan.

De Escocia no pueden nombrarse ya nue-vos Pares, y los que lo son ahora, carecendel derecho á ser elegidos miembros de laCámara de los Comunes. Es éste un privi-legio de que disfrutan los de Irlanda, si bienperdiendo justamente la dignidad de Pares.

Del mencionado cómputo aparece que se-rian unos 100 los nuevos Lores irlandeses yescoceses que hubiesen de tomar n siento enla alta Cámara inglesa; número que un ilus-trado escritor do nuestro país, y digno miem-bro, á la vez, de esta Real Academia, calculaser 90, en su interesante obra sobre la liber-tad política en Inglaterra, no hace muchotiempo publicada.

Aun sin el aumento referido, el númerode Pares que hay ahora impide que la corrup-ción gubernamental pueda ejercer una in-fluencia decisiva sobre la Cámara, en elcaso remoto de que se intentara hacerlo,

Como la de los Comunes cuenta 058 miem-tíros, el ingreso de los que por derecho pro-pio hubieran do formar partes de la de losLores, si se aceptase la idea de la incorpora-ción, ofrecería todavía una diferencia enaquélla de más de 80, sobre el número de losindividuos de la de los Pares; no habiéndosecreído nunca excesiva dicha cifra para laAsamblea electiva deliberante del ReinoUnido. Con la organización do la Pairia so-bre una base más amplía y popular que laestablecida ahora, respecto á las personasque deban á ella su carácter de legisladores,podría evitarse el tener que hacer nombra-mientos de muchos miembros de una vez; locual, adornas de no sor nunca recibido favo-rablemente por la opinión pública, consti-tuye un sistema peligroso y contrario eneste punto á los principios en que ha de fun-darse una buena ley constitucional en losgobiernos representativos.

Es, por lo mismo, preferible acudir lentay paulatinamente á la modificación do lastendencias y opiniones, en el sentido que laopinión pública exija, pero evitando conflic-tos y colisiones entre las Cámaras. LordGrey nombró 35 Pares en 1832, aun limitandoá aquella cifra el uso de la autorización queel Rey le diera para escoger hasta 80; y estomismo hemos visto realizado en mayor es-cala en Francia y en otros países, cuando la.Corona creyó necesario, durante épocas da-das,v y por las circunstancias especiales' queocurrían, llevar un número considerable demiembros á la Cámara alta.

Sin embargo do que hechos lamentableshan demostrado que semejances medidaspueden ser contraproducentes, creándose asi,no pocos opositores porpetuos al poder su-premo y á la voluntad de los que, con finestal vez muy diferentes, los escogieran, y ad-quiriendo mayor fuerza la opinión de los queimpugnan semejante sistema, es evidente laconveniencia de no declarar fijo 6 inalterableel número de los individuos.

| La constitución de cualquier Asamblea5 que ha de ser, en realidad, siempre modera-

dora, representante do los intereses perma-i nontos de la sociedad, y cuya mu-áon es re¡ guiar el movimiento progresivo' que la Cá-; mará popular comunique, atendida su ov-

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ganizacion , tendencias é índole distinta,exige evitar á todo trance que un poder sincontrapeso degenere en puro despotismo.Cualquier alto Cuerpo político con númerolimitado é inamovible de individuos, podria,indudablemente, llegar á sostener un espí-ritu y propósitos muy peligrosos, si su orga-nismo le pusiera en el caso de ser inatacablepor el influjo de otro poder que poseyese bas-tantes medios para refrenar sus desmanes-,siempre que lo merecieran. El peligro dee'ercer casi una autoridad absoluta, que no seconcibe en las monarquías representivas,justifica plenamente la indudable convenien-cia de no determinar como fijo el número delos miembros de, que se compongan estasAsambleas.

J. G. BARZANALLANA.Continuará.

LAS CAJAS ESCOLARES DE AHORROS.

i

El objeto de las Cajas escolares de ahorroses enseñar á los niños prácticamente el aho-rro y sus consecuencias. «Si la economía esuna virtud, dice M. de Malarce, el apóstol deesta institución en Francia (y una virtud,añadiremos nosotros, que necesita dirección);si es una aocion loable resistir á los atracti-vos fútiles ó perjudiciales; si esta resistenciahabitual constituye un ejercicio saludable yfortificante para el alma, esta gimnásticamoral debe formar parte de toda educaciónque no tenga solamente por fin formar la in-teligencia, sino también el carácter.» Dadoel concepto que la pedagogía moderna tieneda la escuela, y teniendo en cuenta las exigen-cias de la educación popular, es decir, de laeducación de las clases que más necesitandel ahorro, fácilmente se comprende la im-portancia de esta institución altamente bien-hechora, cuyo objeto define así el referidoMalarce:

«Enseñar la economía como se debe ense-ñar la virtud, haciéndola practicar; enseñarla economía á los niños, más fáciles de arre-glar que los hombres formados, y que son losmejores agentes de toda renovación social,según esta sublime política: dejad venir losiiiños á mí; enseñar á los futuros trabajado-res que los pequeños ahorros, repetidos yliien colocados, tienen su valor, y un valor

considerable; que un niño de siete años quese acostumbrase á ahorrar dos cuartos porsemana, de los que le dan el domingo paragolosinas, se encontraría al llegar á la ma-yor edad propietario de una suma de cien pe-setas, y que con una peseta de ahorro por se-mana un joven aprendiz, continuando estasabia práctica en su vida de obrero, poseeríaá los veintiocho años, hacia el tiempo de ca-sarse, una suma de mas de mil pesetas; quepor este medio los traba;'adore^ más deshere-dados aseguran su bienestar y á veces prepa-ran también su fortuna; pues un cuarto aho-rrado puede ser el grano de un millón (estose ha visto antes y después de Franklin yLaffitte), lo mismo que un cuarto derrochadopuede abrir una brecha cuyo término sea laruina de la casa más fuerte»; tal es el objetode las Cajas escolares de ahorros, qué ade-mas de las razones que hemos indicado, te-nemos también para aceptarlas como insti-tución aneja á la escuela, la de que la ense-ñanza moral será mediante ella viva bajo es-te respecto, tendrá el carácter práctico quedebe tener en la escuela toda enseñanza paraque sea genuinamente educadora.

Si, como á todas horas se repite, el aho-rro es el principal medio de aumentar la ri-queza, así de las naciones como de los parti-culares; si el ejercicio de esta virtud moderala satisfacción de nuestras necesidades fúti-les y nos hace dueños de nuestros vicios, lamoralidad pública y la privada, no monos queel interés nacional, exigen que el aprendizajedel ahorro sea enseñado á los niños en la es-cuela como una de las prácticas esencialesdel hombre moral. Y para pedir esto, se tieneen cuenta, no sólo el' interés del niño, el finde crear en él hábitos de economía, que tanprovechosos le serán cuando llegue á hom-bre, sino también la influencia que medianteel niño puede ejercerse en las personas mayo-res; pues los efectos de las Cajas escolaresde ahorros trascienden de la escuela á la fa-milia, y de ésta, por lo tanto, á la sociedadentera. Hé aquí lo que apropósito de esto sedecia en una Memoria presentada en Setiem-bre de 1877 por el Gobierno al Parlamentoitaliano: «El niño que continuamente oye enla escuela encomiar el ahorro, repite en el ho-gar doméstico los discursos que ha oido, y elpadre de familia que ve en la libreta de laCaja de ahorros los cuartos de sus hijos con-vertirse poco á poco en pesetas y duros, com-prende que él podria hacer lo mismo, y mejoren más escala todavía, y también se provee

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NÚM. 282. P. ALCÁNTARA GARCÍA. — LAS CAJAS ESCOLARES DE AHORROS. 85

de una libreta. La experiencia de todos lospaíses en cuyas escuelas se enseña y se practica de este modo la economía, ha demostra-do que por virtud de esta ayuda se aumentael número de los clientes adultos en la Cajasde ahorros». Lo que aquí se dice, que entrañauna profunda verdad, se halla confirmado porlas autoridades escolares y los directores delas Cajas de ahorros, á manera que lo con-firma M. Chaumeil, inspector de primera en-señanza de Burdeos, quien dice: «LaNinfluen-cia moralizadora de las libretas de los niñosgana á las familias con prodigiosa facilidad.El ejemplo del bien es contagioso, y cuandolos niños desean ahorrar, los padres les imi-tan sin vacilación. Las escuelas han hecho yharán más todavía en lo porvenir, una pode-rosa propaganda económica, provechosa pa-ra el bienestar doméstico y para el repososocial». De donde resulta también que lasimposiciones de los adultos en las Cajas deahorros se aumentan con el ejemplo de lasque los niños depositan por medio de la Cajaescolar, como se dice en otra Memoria pre-sentada en Agosto de 1877 al Parlamento in-gles; hé aquí el pasaje que á ello se refiere:«En 1870 la suma total de los depósitos enias Cajas de ahorros de Francia ascendía,después de cincuenta años, á 720 millones defrancos. Después de la guerra, se redujo estasuma á 515 millones, que se aumentó ense-guida, aunque lentamente al principio. Peroá partir de 1874, se ha acrecentado con unarapidez extraordinaria, llegando á 665 millo-nes en 1875, á 775 en 1876, y á más de 800 ac-tualmente. Tan notable aumento, que parececontinuarse este año con mayor fuerza aún,podrá atribuirse quizas, en cierta medida, alprogreso material de la nación francesa; perosin género alguno de duda, es debido espe-cialmente al extraordinario desenvolvimien-to que han recibido las Cajas eseolares de aho-rros durante los tres últimos años, merced álos esfuerzos deM. de Malarce». Informandouna comunicación en que se pedia el esta-blecimiento de las Cajas eseolares en Avila(de las que más adelante trataremos con eldetenimiento que requieren), decía la comi-sión de la Caja de ahorros de aquella pobla-ción: «Las Cajas escolares llevarán la másconstante propaganda al seno de las fami-lias; todos los niños de la población se con-vertirán en apóstoles de nuestra obra, y ha-blarán á sus padres, á sus madres, á sus her-manos y á sus tios con una elocuencia tanirresistible, que no solamente les obligarán

á darles más cuartos que antes, sino queharán despertar en ellos mismos la aficiónde privarse de algún gasto superfluo, parainscribirse en la Caja de ahorros, y si sonpersonas de fortuna, ta,l vez sientan gratosimpulsos á proteger el Monte de Piedad congenerosos donativos ó préstamos gratuitos».

Bajo muchos conceptos, pues, es de utili-dad suma enseñar prácticamente la econo-mía á los niños y, por lo tanto, introducir enla educación primaria la instituccipn de lasCajas escolares de ahorros, que bajo cual-quier punto de vista que se la considere esun gran elemento dé educación popular, alpunto de que no titubeamos en afirmar que sila enseñanza del ahorro conviene á los niñosde todas las clases de la sociedad, es todavíamás recomendable, sobre todo cuando revis-te ese carácter de enseñanza práctica, intui-tiva y viva que le dan las Cajas escolares, %para lo§ niños pobres ó medianamente aco-modados , para quienes el ahorro llegará áser un dia el único elemento de bienestar yde fortuna. Las Cajas escolares de ahorrosson por esto, como la revolución que ha detrasformar á las clases populares, un ele-mento moralizador respecto de estas clases,cuya educación se concentra y completa enla escuela primaria: ésta es, por lo mismo,el lugar donde debe empezarse á enseñar áesas clases el ahorro y á enseñárselo de esamanera práctica que es inherente á las Cajasescolares, apropósito de las cuales puede ydebe el maestro dar á los alumnos sanosconsejos sobre la economía, citándoles á lavez hechos que hablen al corazón, y con todoello injjindiendo en sus espíritus el amor altrabajo y al ahorro, fuentes de toda riquezay elementos preciosos de la vida moral delhombre, ó inspirándoles hábitos de orden, desobriedad y de previsión.

II

Interesan tanto las Cajas escolares deahorros, que con tan vivas simpatías han si-do acogidas en Europa, y tienen tanta im-portancia como elemento de educación popu-lar, que dejaríamos un vacío si no diésemosalgunas noticias acerca del desenvolvimien-to histórico de institución tan bienhechora.

Aunque de origen moderno, las Cajas es-colares de ahorros no son tan recientes co-mo generalmente se cree. Ya en 1818 se pro-ponían á la Sociedad para el progreso de lainstrucción elemental y á la Academia cU?

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86 REVISTA EUROPEA. — 20 DÉ JULIO DE 1879. NUM.

Ciencias de Francia, por M. Francoeur, pro- ifosor de la Escuela politécnica, y por M. Na-vier (el sabio geómetra), respectivamente,las mencionadas Cajas como uno de los me-dios de educación popular, tomándolo, sin du-da, de los cepos de ahorros establecidos áfines del pasado siglo en los refugios y asilosabiertos por las noches á los pobres en Nue-va-York, y de lo que en 1798 practicaba en supueblo de Tottenhans (Inglaterra) madamePriscilla Wakefield, que organizó y dirigiópor sí una Caja de ahorros para los niñosylas mujeres. La idea no resultó estéril, puesá partir de dicho año de 1818, se señala unmovimiento favorable á dicha institución,del que es resultado la Caja escolar que enMayo de 1784 funcionaba en la Escuela muni-cipal de Mans (Sarthe), y que, según la in-formación provocada por la Sociedad de lasinstituciones de previsión de Francia entrotodos los países civilizados para el Congresocientífico de 1878, es la más antigua que soconoce como ensayo metódico. La existenciade esta Caja se hace constar por lo que acer-ca do ella dice el director de la referida es-cuela, M. Dulac, en una obra impresa enMans en el mismo año de 1834, con el títulode Leetures dioerses et reeueil de prieres et dechants en usage dans l'éeole eommunale d'en-seignement mutuel du Man, etc., en la que, seexpresa así por lo que á este particular res-pecta: «Entre los diferentes medios á los cua-les hemos recurrido para llegar á nuestrofin de educación moral de los alumnos quenos están confiados, hay uno que creemosútil recordar: es el depósito dé las pequeñaseconomías de nuestros hijos adoptivos enla Caja de ahorros y de previsión. Para fa-cilitar las entregas en esta Caja, hemos es-tablecido en nuestra escuela el 4 de Mayode 1834, bajo los auspicios de la administra-ción municipal, una Caja privada en la queellos depositan sus economías cuarto á cuarto,iiasta que forman una suma bastante, unapeseta, para ser recibida en la Caja departa-mental». Documentos publicados por la alcal-día y la Ca:a de Ahorros de Mans, así comopor la de Paris, atestiguan la existencia dela referida Caja escolar, que ha seguido fun-cionando hasta la guerra de 1870. MuertoM. Dulac, su sucesor, M. Grassin, la resta-bleció en 1874.

Conocida la Caja escolar de Maris dentroy fuera de/Francia, so hicieron varias tenta-tivas por establecerlas en otras partes, á sa-ber: desde 1838 á 1840, en las poblaciones

francesas de Amiens, Grenoble, Lyon, Peri-gueux, Paris y otras; en 1844, en Verona (Ita-lia); en 1846, en Sajonia Weimar y en Wur-tomberg; en 1851, en Prusia y en Suiza, y en1860, en Hungría. Pero todas fueron tentati-vas aisladas, y duraron poco.

El impulso verdadero dado á las Cajas es-colares parte de Bélgica; data de 1866, y sedebe al ilustre profesor de derecho civil en laUniversidad de Gante, M. Laurent, tan cono-cido en el mundo científico por su vasto sa-ber y las importantes obras que ha publica-do. M. Laurent estableció las Cajas escola-res en Octubre de 1866 en dos escuelas de laciudad de Gante; y con tal entusiasmo,y fese consagró á propagar entre los escolareslos beneficios del ahorro, que en 1." de Juliode 1871, de 13.330 alumnos que había en lasescuelas de aquella población, incluso 2.058párvulos, 8.408 estaban provistos do su cor-respondiente libreta, y de ellas 980 reparti-das entre los párvulos. En 1873 contaban to-das las escuelas de la mencionada ciudadunos 15.393 alumnos, de los que 13.032 teníandepositados ahorros en las respectivas Cajas.

Es do advertir que'ya en esta fecha se ha-bian establecido las Cajas escolares en otraspoblaciones de Bélgica, la de Amberes, porejemplo, que data de 18G9. Los esfuerzos deM. Laurent fueron más fecundos merced áuna circunstancia tan feliz como honrosapara el ilustro profesor. En 1867 falleció enBélgica el Dr.'Juan Bautista Guinard, quedejó estatuido un premio de 10.000 francos,que debería otorgarse cada cinco años alautor del mejor invento encaminado á mejo-rar la condición material ó intelectual de laclase obrera en general, y sin distinción; yel Jurado que se constituyó en 1872 para ca-lificar las obras que so presentaron al con-curso, por un dictamen que redactaron En-rique Maus y Emilio Lavelcve, declaró dignodel premio un pequeño librito titulado Confe-rencia sobre el ahorro, de M. Laurent, que ex-ponía en él su pensamiento sobre las Cajasescolares, la manera de practicarlo y los re-sultados que había obtenido en Gante: el pre-mio que obtuvo ese tan interesante libro loconsagró integró el autor á las sociedadesde obreros, á cuyo objeto ha destinado tam-bién el producto d e su obra Principios del de-recho civil. Después de esto, las Cajas se hangeneralizado por toda la Bélgica, dando elejemplo las poblaciones más importantes,tales como Bruselas, Lieja, Namur, Bru-jas, etc.; y «el Gobierno l>elga; dice M. de Ma-

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NVM. 282. P. ALCÁNTARA GARCÍA.—LAS CAJAS, ESCOLARES DE AHORROS. 87

larce (especialmente el administrador másautorizado y más entusiasta de estos nego-cios, M. León Caus, director general de laCaja de Ahorros de Bélgica), ha confírmalomuchas veces en sus relaciones oficiales,rindiendo un homenaje á los esfuerzos deM. Laurent, que debia atribuirse en una,gran parte á la multiplicación do las Cajasescolares de ahorros en Bélgica la marchaascendente de las libretas y de las sumasdepositadas en la Caja nacional, y esto prin-cipalmente gracias á la influencia que ejer-cen los niños de las escuelas en sus fami-lias, á las que llevan sus libretas, y por esteinstrumento de propaganda inician á sus pa-dres en el mecanismo y en las ventajas dola Caja do ahorros». Así escomo la adminis-tración belga explica la progresión extraor-dinaria puesta de manifiesto en el año de 1873,en el número de las libretas de la Caja Na-cional, que de 62.000, se elevó en un añoá 77.035, aumentando en más de un 32por 100.

No son monos elocuentes los progresosrealizados por las Cajas escolpores de aho-rros en Francia, donde fueron reimportadasen 1874 por M. de Malarce, infatigablepropagandista de las instituciones de pre-visión para las clases obreras. En pocomás de tres años, es decir, en fin de 1877,había en la nación vecina mucho más de8.000 de esas Cajas, pues de los setenta yseis departamentos en que en esa focha ha-bían sido introducidas, sólo se tienen noticiasestadísticas de sesenta, en los cuales había8.033 escuelas dotadas de Cajas escolares, enlas que se hallaban interesados 177.040 alum-nos que tenían ahorrados 2.Í)G1.352 francos.El movimiento en favor de esta benéfica ins-titución, de la que tanto partido puedo sacar-se para la educación de las clases populares,se acentúa cada dia más, mediante el cori-

. curso que le prestan los hombres de saber yde verdadero patriotismo, en Francia comoen otras naciones.

En efecto, adquieren gran desarrollo lasCajas escolares de ahorros en Inglaterra,

• donde las escuelas de muchas poblacioneslas van estableciendo, á ejemplo de Londresy Liverpool, que tienen ya bastantes; el go-bierno y los asociaciones particulares de laGran Bretaña trabajan por generalizarlasdesde 1872. En Austria sucede otro tanto,sobre todo desde 1877, en que un miembrodel Parlamento, el Dr. Roser, se ha consa-grado á difundirlas por su país. En Hungría

había el referido año más de 4.000 niños inte-resados en ellas por más de 22.000 florines,gracias al consejero real Franz Weisz, quepara llevar á cabo una disposición testamen-taria do su amigo Franz Deak, se ha dedica-do á tan bella obra. En Italia, la ley de 27 deMayo de 1875, relativa á las Cajas de ahorrospostales, concede privilegios y menaje á losdirectores de escuelas que más eficazmentehayan cooperado á establecer Cajas escola-res, en consideración principalmente, se di-ce, al «buen efecto educador obtenido median-te ellas». Kn fin, en Alemanie, en Rusia, enPolonia y en los demás países del Norte, enel Brasil y en los Estados-Unidos de Améri-ca, se nota igual movimiento de la"opiniónen favor de las Cajas escelares de ahorros,que por lo mismo no dudamos que se genera-lizarán por todas partes, derramando portodo el mundo, los grandes beneficios de que,según los testimonios que antes hemos cita-do, disfrutan ya algunos pueblos.

III

Las Cajas escolares de ahorros sólo eranconocidas entre nosotros de las contadísimaspersonas que siguen con alguna atención losadelantos que hace la educación popular enotros países; los libros extranjeros que deellas tratan habían pasado por muy pocasmanos, cuando en 1870 se dio áluz el que conel título de Montes de Piedad y Cajas de Aho-rros ha escrito D. Braulio Antón Ramírez,directa? gerente del Monte de Piedad y Cajade Ahorros de Madrid. En esta interesanteobra se consagra un capítulo á las Cajas es-colares de ahorros; que se dan á conocerprincipalmente por lo que respecta á Bélgicay á su constitución, sentido y modo de fun-cionar en general. Reveladas más arribanuestras simpatías por esta institución, di-cho se está lo mucho en que tenemos el ser-vicio prestado por el Sr. D. Braulio AntónRamírez, cuyo libro es, que sepamos, el pri-mero español que del particular se ocupa,pues el artículo sobre ellas de Ch. Martin yOcttavi, inserto en el Diccionario de educa-ción a métodos de enseñanza, del Sr. Cardere-ra (T. I., 1854), sólo trata de las Cajas deahorros escolares en principio, y de una ma-nera demasiado general para no ser vaga,refiriéndose á lo poco que se sabía de la deMaris y sin entrar en pormenores,

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Bajo la inspiración del libro del Sr. Ramí-rez, y á impulsos de los más nobles y patrió-ticos sentimientos, varias personas de la ciu-dad de Avila han llevado á cabo la empresa,por todo extremo loable y meritoria, de daren España el ejemplo de establecer las Cajasescolares de ahorros. El regente de aquellaEscuela Normal de Maestros, D. Marcelinode Santiago, en comunicación de 12 de Abrilde 1878, se dirigió al presidente del Monte dePiedad y Caja de Ahorros de Avila, propo-niéndole la creación de las Cajas escolares;pensamiento bellamente expuesto por el se-ñor,de Santiago, y que después de un buendictamen en su favor, emitido por la comi-sión respectiva, aceptó el Consejo del men-cionado establecimiento. En virtud de esto,funcionan hoy las Cajas escolares de ahorrosen cinco escuelas de Ávila (una de niños,tres de niñas y una de párvulos), en todaslas cuales se han abierto 2Ü9 libretas y he-cho 1.356 imposiciones; las libretas abiertas éimposiciones hechas en la Caja de adultospor cuenta de los escolares, ascienden á 166y 713 respectivamente: el importe de estasimposiciones se eleva á la suma de 6.533 rs.Las Cajas escolares de Avila funcionan conarreglo á la forma adoptada por Laurent, enBélgica, y Malarce, en Francia, están cons-tituidas bajo bases muy sencillas, y han des-pertado vivas simpatías en la Península,pues ademas de los plácemes de la Junta pro-vincial respectiva, del rector de la Universi-sidad de Salamanca, y de la Dirección gene-ral de Instrucción pública, los tienen de todala prensa política y profesional y de los Con-sejos de los Montes de Piedad y Cajas deAhorros de otras poblaciones que, como losde Madrid, "Valencia y Alicante, por ejemplo,se han dirigido al de Avila pidiéndole datos ydocumentos concernientes al establecimien-to de las Cfc.jas escolares, que la Junta pro-vincial de Madrid trata de establecer, segúnlo que se desprende de la conferencia dadaal efecto á los maestros por el Sr. Galdo enla noche del 7 de Abril de 1879. De todos mo-dos, y aunque el pensamiento se malogra-ra, lo que en manera alguna debe esperarse,á la ciudad de Avila cabe la gloria de habersido la primera en plantear en España el fe-cundo y benéfico pensamiento de las Cajasescolares de ahorros, ya antes de la confe-rencia del Sr. Galdo dado á conocer tambiénpor la versión castellana de la Conferenciasobre el ahorro, de Laurent, hecha por un in-glés que habita en Linares, M. F. Gillman,

gran entusiasta del pensamiento i (Madrid,librería de Murillo, 1878). (1)

IV

En nuestro deseo de dar á conocer cuantonos sea posible todo lo que se refiera al pen-samiento de establecer en España las Cajasescolares de ahorros, ampliaremos lo dichocon los documentos y las noticias que juz-guemos más apropósito para ello.

Empezaremos por copiar algunos párra-fos de la comunicación del Sr. D. Marcelinode Santiago, dando á conocer el pensamientoy explicando la manera de practicarlo. Di-cen así:

- «La. niñez es el porvenir de la sbciedad,y todo cuanto se haga por inspirarle amorá la economía y al trabajo, será dar un granpaso para mejorar las costumbres, pues queel que ahorra se acostumbra á trabajar yeconomiza, respeta la propiedad ajena y res-peta la autoridad, bases sobre las cuales seasientan la moralidad y civilización de lospueblos. Por otra parte, los niños no asistená las escuelas únicamente para que se lesinstruya; necesitan tanto ó más la educaciónmoral, de la cual pueden recogerse más pre-ciosos frutos, pues entre un hombre instrui-do y un hombre honrado no es dudosa la elec-ción. Si acostumbramos al niño á privarsede golosinas, que no conducen á otra cosaque á perjudicar la salud, á prescindir de ju-guetes que destrozan el mismo dia ó despre-cian al siguiente, y á depositar en la Caja deahorros las propinas que en ciertos dias sue-len recibir de los padres, de los parientes yde los amigos de la casa, conseguiremos queeste hábito de privarse de cosas necesarias,contraído en su primera edad, se arraiguehasta el punto de resistir firmemente los em-bates de las pasiones de la juventud, que sue-len arrastrar á la disipación y al despilfarro.La conducta del niño puede ejercer á la vezun saludable influjo sobre los padres, á quie-nes no puede menos de llamar la atenciónel que su hijo tenga la suficiente fuerza devoluntad para privarse de una cosa super-

(1) Después de escrito este trabajo, el 9 del corriente,ha vuelto, á dar otra conferencia á los maestros de Ma-drid, sobre el mismo asunto, el Sr Galdo, acompañadodel citado D. Braulio Antón Ramírez, que parece tieneredactadas unas instrucciones prácticas para el estable-cimiento de las Cajas escolares de Ahorros en esta capi-tal, lo cual prueba que no se hallan establecidas todavía,como dias antes supuso un periódico, pretendiendo ne-gar la prioridad que en esto tiene la ciudad de Avila.

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flua, y ellos malgasten algunas cantidadesde que pudieran muy justamente prescindir;aumentarán con gusto las propinas al niño,sabiendo el buen uso que de ellas hace; y poreste medio indirecto puede introducirse laeconomía y el ahorro en una familia.

»Hó aquí la forma en que puede estable-cerse la Caja escolar, que es la misma adop-tada por Laurent. El profesor se constituyeea agente intermediario entre los niños, queimponen en la escuela, y la Caja de ahorrosde la localidad,, para abrir libretas á nombrede éstos, cuando, totalizados los céntimosque cada uno impone, formen una peseta. Al

• efecto, tiene preparado un cuaderno paracada imponente, con treinta y una líneas ho-rizontales por página, equivalentes á los diasdel mes, y doce lineas verticales, equivalen-tes á los meses del año. Un dia de la sema-na les habla de las ventajas del ahorro y lesinvita á depositar en la Caja algún cuarto,que hubieran de malgastar en cosas super-fluas ó perjudiciales; y estas pequeñas can-tidades se anotan por el profesor en el cua-derno correspondiente y en la hoja igual quedebe tener el niño, para satisfacción de sufamilia. Cuando llega á reunir una peseta,el profesor va á la Caja y abre libreta ennombre del niño, salda la cuenta de la es-cuela, abre otra nueva, y el niño recibe undocumento que acredita su imposición y leda cierto carácter de hombre previsor, pro-paga entre sus compañeros la buena doctri-na y atrae nuevos prosélitos.»

Y ya que en este párrafo de la comunica-ción del señor de Santiago se trata de la ma-nera de organizar las Cajas escolares, com-pletaremos lo dicho dando á conocer las ba-ses dadas para las de Ávila, con lo que á lavez daremos una idea más precisa de esa or-ganización. Dicen así dichas bases:

1.a El profesor dará una lección todas lassemanas, ó cuando lo juzgue oportuno, ex-plicando á sus discípulos las ventajas delahorro.—2.a En la Caja de la escuela se ad-miten imposiciones desde un céntimo de pe-seta en adelante.—3.a El profesor facilitaráá cada niño imponente una libreta de laCaja escolar, en la que se anotará las impo-siciones que aquél haga en ésta y en la deAhorros.—4.a Llevará el profesor un libro decomprobación, en el que hará iguales anota-ciones que en las libretas.—5.a El profesores el depositario de los fondos de la Caja es-colar,—6.a El dia anterior al que en cada se-mana dedique á sus operaciones la Caja de

TOMO XIV.

Ahorros, el profesor saldará la cuenta á to -dos los niños cuyas imposiciones lleguen áuna peseta , y al siguiente impondrá enaquélla las cantidades que resulten á nombrede los respectivos niños.—7.a Las cantidadesimpuestas en la Caja escolar no devengaránintereses hasta que pasen a la de Ahorros.—8.a Las libretas de la Caja de Ahorros seonservarán en poder de los padres ó encar-dados de los niños, y las de la Caja escolar en¡1 de los mismos alumnos, procurando sus

padres y el profesor que no las pierdan ó in-utilicen.

Ademas de estas bases, y en el mismocuaderno que las contiene, se ha publicadoel modelo de las libretas de imposición, quetenemos á la vista.

Veamos ahora las conclusiones del dic-tamen emitido por la comisión del Consejodel Monte de Piedad y Caja de Ahorros deÁvila, al informar la comunicación á que an-tes nos hemos referido, la cual habia sido de-cretada por el presidente de dicho Consejo,D. Tomás Pérez González, en estos términos:

«Abril 12.—Recibido con satisfacción esteimportante y trascendental trabajo, me apre-suro á mandarle á la comisión de la Caja deAhorros, para que, estudiándole con el dete-nimiento que se níerece y que acostumbradicha comisión, informe al Consejo lo quejuzgue oportuno». Hé aquí las indicadas con-clusiones que fueron aceptadas unánime-mente por el Consejo:

«1.a El Consejo acepta con la mayor satis-facción y gratitud el proyecto presentadoppr el profesor Y). Marcelino de Santiago,para crear en la escuela práctica que dirigeuna Ca^a de Ahorros, que será sucursal dela que instale el Consejo.—2.a En prueba deesa gratitud, y como merecido galardón alinteresado, el Consejo le conceptúa compren-dido en la base 22, por la marcada tendenciaque su proyecto tiene á estimular la virtuddel ahorro, y, en su consecuencia, el Consejole declara protector de la Caja de Ahorros yMonte de Piedad de Ávila.—3.a Los pequeñosgastos que ocasione la referida Caja escolar,serán de cuenta del establecimiento de laCaja y él Monte.-—4." El Consejo dirigiráatentas invitaciones á todos los profesoresde ambos sexos de esta capital, excitándolesá que establezcan Cajas en sus respectivasescuelas, ó igualmente á la Junta provincialy local de primera enseñanza, y al inspectorde la misma, suplicándoles apoyen y secun-den este pensamiento. —5.a se imprimirá

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este proyecto (como en efecto se hizo desdeluego) en edición económica, para repartirleá todos los niños de la escuela, y que circuleademas en la población.» El dictamen cuyasconclusiones acabamos de trascribir, tienefecha 27 de Abril de 1878, y está suscrito porlos señores siguientes: D. Juan Carmena,presidente de la comisión; D. Agustin Fer-nandez Barbas, D. José Junquera Pérez, donJosé Pascual Moreno, D. Juan de la. CruzRovira, D. Félix Antero y D. Andrés Labona,secretario.

Las escuelas que en Ávila han establecidoCaja escolar de ahorros, son: la práctica dela normal de maestros, regentada por el yacitado D. Marcelino de Santiago; la de igualclase de la normal de maestras, que está ácargo de doña Eugenia Miguelañez; la muni-cipal de niñas, que dirige doña Remedios Sán-chez; la pública de niñas de la Inclusa, que '"está á cargo de las Hermanas de la Caridad,-y la de párvulos, de D. Venancio García: laprimera y la última fundaron la Caja en losdias 30 y 31 de Agosto de 1878, y las otrastres el 1 y el 2 de Setiembre siguiente. Converdadera satisfacción hacemos públicos losnombres de estos celosos profesores, que sehan hecho acreedores, al secundarlos deseosdel Consejo del Monte de Piedad y Caja deAhorros de Ávila, á la estimación de sus con-ciudadanos, sobre todo el señor de Santiago,iniciador del pensamiento, por lo que sincera-mente le felicitamos desde este sitio, como yalo hicimos en Junio de 1878, desde las colum-nas de El Pro/esorado, periódico de primeraenseñanza de Granada, en donde, al enviarnuestros plácemes á dicho señor, hicimos al-gunas indicaciones sobre el movimiento yprogreso de las Cajas escolares en Francia yel libro de su entusiasta ó inteligente propa-gador M. de Malarce (Notiee his'iorique etManuel des Caisses d'epargne seolaires enFranee. Sexta edición. Paris, 1877), que te-nemos motivo para creer que fueron tenidasen cuenta y aprovechadas en Ávila, y queM. de Malarce ha estimado en mucho, comode ello nos ha dado pruebas, que le agrade-cemos sobremanera. (1)

(1) Deipues de escrito esto hemos recibido un nue-vo trabajo d«M Je Malarce, titulado «Lesservicesd'épar-gne populaire. (Paris. 1879), en que se dan curiosasnoticias y datoa interesantes sobre las Cajas escolares deahorros, sobre las que el mismo Malarce ha publicado unexcelente trabajo en el «Dictionnaire de pedagogie,» qxxedirige en Paris M Buisson.

Habiéndose puesto en conocimiento de laDirección general de Instrucción pública elproyecto de las Cajas escolares de ahorrosde Ávila, no sólo le ha prestado su aproba-ción, sino que en la orden en que se da ésta(13 de Agosto de 1873) hay una disposiciónque revela el propósito de legislar sobre taninteresante asunto, y que dice así: «Que seexcite el celo de la Junta de Instrucción pú-blica de la provincia, para que se establezcanlas referidas Cajas en todas las escuelas pú-blicas de la capital, con arreglo al referidoproyecto, vigilando y enterándose de su des-arrollo y resultados, dando cuenta á este cen-tro». Creemos que no pueden ser más satis-factorios los resultados, que ya hemos apun-tado antes, tomándolos de un artículo insertoen La Crónica de Ávila del 11 de Mayo de 1879,y suscrito por el presidente del Consejo de laCajade Ahorros y Monte de Piedad, el yanombrado D. Tomás Pérez González, quetanto ha contribuido á la realización de tan fe-cunda y beneficiosa idea.

Por no alargar demasiado esta noticia, notrascribimos aquí la opinión de los periódicosdel ramo que se han ocupado de las Cajas es-colares de ahorros de Ávila; diremos, sin em-bargo, que El Magisterio Español y La Refor-ma, de Madrid; El Profesorado, de Granada;El Boletín de primera enseñanza', de Sala-manca; La Nueva Compaternidad, de Palen-cia; El Magisterio Leones, y otros varios quesentimos no recordar, se han ocupado conencomio1 del pensamiento, que asimismo hamerecido aplausos á periódicos políticos y deintereses materiales, literarios, etc., talescomo El Impareial, La Nueva Prensa, El Cla-mor de la Patria y El Amigó, de Madrid; laRevista del Circulo agrícola salmantino; LaVoz de la Mancha, de Ciudad-Real; El Iris,de León; La Crónica, de Burgos y varios otros.

A las Cajas escolares de ahorros se ha-cen, como sucede con toda innovación, obje-ciones más ó monos serias y fundadas. Conel fin de ilustrar cuanto nos sea posible unasunto que juzgamos de capital interés parala educación popular, nos haremos cargoahora de las principales de esas objeciones,no por el mero deseo de contestarlas, sinopara que á la vez- que el pro se conozca elcontra de la cuestión. Por lo mismo que so-mos partidarios decididos de la rorefraa, nos

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NÚM. 282. P. ALCÁNTARA GARCÍA. —LAS CAJAS ESCOLARES DE AHORROS. 9t

creemos obligados á no callar los argumen-tos que se emplean para combatirla.

Se ha dicho, en primer lugar, que ense-ñando á los niños la economía con el auxiliode las Cajas escolares, lo que se les enseñaes la avaricia, y hasta puede llevádseles alextremo de hurtar á sus padres los cuartosque han de depositar en la Caja. La econo-mía y la avaricia son cosas distintas; la pri-mera es una virtud, al paso que la segundaes una pasión, una enfermedad del alma,casi una locura; como dice Laurent. El que

4 ahorra no acumula por acumular como lohace el avaro, para quien la riqueza es el finde toda su vida. Enseñando y haciendo prac-ticar á los niños el ahorro por medio de lasCajas escolares, no se hace con el objeto deque sean ricos á costa de todo linaje de pri-vaciones y sacrificios, sino que de lo que setrata es de habituarlos á prescindir de cier-tas cosas que no son absolutamente necesa-rias, que á veces son superfluas, para si diade mañana tener con que atender á verdade-ras necesidades de la vida y que sin el aho-rro no les sería posible remediar, con lo quese verian expuestos á contingencias tan tris-tes y mortificantes, como la experiencia en-seña todos los dias que sufren ciertas cla-ses por no practicar el ahorro. Como el aho-rro bien entendido, tal como el maestro debepresentarlo á los niños, no está reñido conlos sentimientos generosos, con la caridad, nohay por qué suponer que los imponentes enlas Cajas escolares resulten egoístas y conel sentimiento de la caridad embotado, máxi-me si el maestro procura, como es su deber,hacerles que se penetren bien de lo que es elverdadero ahorro, y pone un límite al de susalumnos, de modo que en vez de incitarlos áhurtar cuartos á sus padres (y claro es quecontra el hurto les hablarámuchas veces cony sin las Cajas escolares), los contenga enlímites prudenciales, para lo cual hasta pue-de entenderse con las familias mismas. Y nose olvide que por mucho que los niños sean'llevados del afán de ahorrar, nunca lo serántanto como por el deseo de adquirir golosinasy juguetes: lo que no hagan por esto, de se-guro que no lo harán por llevar uno ó doscuartos más á la Caja de la escuela. El niñoque ahorra para comprarse libros, ó un tra-je que- le es necesario y en su casa no pue-den darle, ó para remediar á sus padres óhermanos, ó para tener con que atender áotras necesidades en el día de mañana, norealiza un acto de egoísmo, sino que practi-

ca una virtud; y los que adquieren el hábitode hacer esto tienen andado mucho caminopara ser hombres honrados. Respondiendo áeste cargo del egoísmo, dice M. Laurent: «Esimposible negar que la economía sea unavirtud; mas se pretende que no debe predi-carse á los niños, porque vale tanto como en-señarles el egoísmo, y viciar así su naturalgeneroso; ¡qué de ilusión y de errores no en-cierra ese cargo! Se cree que los niños songenerosos mientras son personaltsimos* di-gamos la palabra, egoístas. Ved ese niño; suspadres aunque muy pobres le dan dos cuar-tos cada domingo para sus pequeños goces;se lanza á comprar unos caramelos ó cual-quiera friolera por el orden: ¿piensa acaso endar parte á sus padres ó á sus compañeros?Se apresura á comer la manzana y no piensasiquiera en que para que él la tenga sus pa-dreé se han privado de ella. Y los que se lla-man pequeños goces constituyen un apren-dizaje de egoísmo. Decir al niño que debeahorrar aquellos cuartos no es, pues, darleuna lección de egoísmo; es, al contrario, en-señarle á privarse de la satisfacción de uncapricho; ó imponerse una privación, ¿no esel comienzo del sacrificio y déla abnegación?»Precisamente creemos nosotros que las lec-ciones que apropósito del ahorro de el Maes-tro á sus alumnos le ofrecerán ocasión y me-dios para refrenar en ellos los instintos y lastendencias personales subordinándoles á lassociales, que es el gran trabajo y la granobra de la educación moral.

Y con esto contestamos en parte la obje-ción que se hace, diciendo que con esta ma-nera de enseñar el ahorro, se destruye la ar-monía déla educación, dando un exageradopredominio á la vida puramente material. Alexplicar el maestro á los alumnos el ahorro,que ya en sí es una virtud, les debe dar ideadel uso que de sus productos pueden hacer;con lo que tendrá ocasión de hablarles,'no só-lo de intereses materiales, sino también inte-lectuales y morales, inculcándoles sentimien-tos no egoístas, sino nobles y generosos, éinfundiéndoles ideas, no de tacañería y ruin-dad, sino de orden y previsión. De este modono puede haber desequilibrio entre la vidamaterial y la moral, pues así como el ordenen la una es señal evidente del buen esta-do de la otra, así también una vida moralbien reglada da por resultado una bue-na conducta en lo concerniente á regir lavida material. No obstante esta solidari-dad entre una y otra vida, se dice que me-

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diante las Cajas que nos ocupan se fomentaf>n los niños la inclinación á los "placeresmateriales que el dinero proporciona. Apar-te de que con el ahorro puede atenderse áotra clase de placeres, corno ya hemos in-dicado, hay la circunstancia de que cuandolos niños no economizan, invierten cuanto di-nero cae en sus manos en proporcionarse go-ces enteramente materiales: todo el mundosabe muy bien en qué emplean los niños loscuartos que se les dan, por lo que no necesi-tamos más que hacer la indicación que que-da hecha. Por lo demás, como para reglar laexistencia es necesario atender á ciertos in-tereses materiales, condición necesaria dela vida humana, lo que con las Cajas escola-res de ahorros se hace es establecer el equi-librio en la educación, en la que es muy co-mún prescindir de esos intereses, como si seeducase á los niños para un mundo ideal ypara nada fuese necesario iniciarles en lapráctica de la vida real para que han nacido.¿Qué manera más adecuada, qué enseñanzamás viva que las Cajas escolares puede em-plearse para inculcar en el corazón y en la in-teligencia de los niños el sentimiento y laideade ciertos importantes deberes morales, queá la vez que de la inteligencia ,son elementoseducadores del corazón?

Se argumenta, por otra parte, que sólopuede ahorrar el que gana. A esto puede res-ponderse que en la escuela no se trata tantode mostrar á los niños el valor que tiene elproducto del trabajo y el deber que tenemosde respetar ese valor y no disipar estos pro-ductos, como de hacerles palpar los benefi-cios morales y materiales del ahorro. Buenofuera que lo ahorrado procediese del produc-to obtenido mediante el esfuerzo personal decada uno; pero que esto no sea siempre po-sible no es razón para que, partiendo de lassumas que legítimamente adquieren los ni-ños, no lea enseñemos prácticamente lo con-veniente que es ahorrar parte de esas sumasen vez de invertirlas en cosas inútiles y confrecuencia perjudiciales; se trata de darles elhábito del ahorro (y ya se sabe que la educa-ción es un hábito contraído desde la infanciapor la repetición de unos mismos actos), paralo cual no es indispensable, por más que fue-ra conveniente, el que los niños no ahorrensino de lo que ganen, sino que basta con quelo que posean y puedan ahorrar sea legítimamente adquirido. Siempre resultará que, sdesde pequeños acostumbramos á ahorrar áos niños, contraerán un hábito nuevo, que

es un gran elemento de moralidad, mientrasque si les dejamos gastar á su sabor cuantodinero cae en sus manos, los exponemos áadquirir el hábito contrario, que luego es di-icü de modificar. Por lo tanto, aunque los ni-

ños no ganen, pueden adquirir el hábito delahorro, desde el momento que manejan pocoó mucho dinero, del cual pueden disponer li-bremente. Pero hay más: en algunas escue-las de Alemania, Bélgica, Inglaterra, Fran-cia, etc., pueden los niños hacer obras pro-ductivas mediante el trabajo manual que hoyse juzga necesario en toda buena organiza-ción escolar; en este caso, la objeción es to-davía menos fundada, como fácilmente &ecomprende, pues que entonces la Caja esco-lar es hasta una medida de prudencia.

Todavía se añade como otra razón pode-rosa en contra de las Cajas escolares quelos niños, al ahorrar,, no saben lo que hacen,y que no se interesan en ellas libremente, si-no según la voluntad y las facultades de suspadres. Si se admite que porque los niños nocomprendan bien y desde luego lo que es laeconomía y el ahorro no son necesarias aque-llas Cajas, sería preciso suprimir las escue-las, sobre todo las que son verdaderos insti-tutos de educación y se dirigen á la infancia,porque en verdad no es fácil que el niño com-prenda bien y enseguida todo lo que se le di-ce y cuantos actos requiere de parte de otrosy «de él mismo su educación. Tiene ésta porobjeto principal acostumbrar al educando áaquello que se considera bueno para él, ha-cerle adquirir ciertos hábitos que se tienenpor beneficiosos, inculcarles las virtudes ha-ciéndoselas practicar por medio de las cos-tumbres; pero esto se hace sin esperar laedad de la razón, ni á que todos los senti-mientos estén desarrollados, pues que éstosse desenvuelven mediante el ejercicio, y elniño pasa á conocer la razón de ciertos actospor impresiones que, apropósito de éstos,le suministra la educación. Y por más quese diga, es la verdad que, á medida que pasatiempo y sus facultades se desenvuelven, elniño puede llegar á comprender lo que es elahorro y cuáles son las ventajas de la econo-mía, de la misma manera que aprende otrasmuchas cosas que, por cierto, no pueden en-señarse de una manera tan práctica como seenseña la economía y se dan á conocer susbeneficios por medio de las Cajas escolares.Por lo demás, aunque en esto intervenga lavoluntad de los padres, á los niños se le dejacierta iniciativa, puesto que pueden disponer

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NÚM. 283, GCETHE.—VtlLHELM MEISTER. 93

libremente de los cuartos que poseen, y porlo tanto depende de ellos, en machos casos,llevarlos ó no á la Caja de la escuela. Y pre-cisamente á lo que debe aspirar el maestro esá que los niños liaban voluntariamente lasimposiciones, pues cuando esto suceda, bienpuede afirmarse que los que lo hagan tienenverdadero interés en ello.

Afirman algunos de los que no ven conbuenos ojos la reforma que nos ocupa, queson innecesarias las Cajas, porque en las es-cuelas se dispone de muchos medios paradespertar y dirigir el espíritu de ahorro, yque lo que hace falta es generalizar las Ca-jas populares creándolas nuevas, pues la ne-cesidact de ellas se pone de manifiesto porlos resultados que dan las escolares. A. laprimera parte de esta objeción puede contes-tarse que en la obra de la educación se de-ben aprovechar cuantos medios ó auxiliarespuedan allegarse y se comprenda que han deser útiles. Creemos ademas que por muchosmedios que haya en las escuelas para des-pertar en los educandos el espíritu de la eco-nomía, medios que habrán necesariamentede consistir en meras enseñanzas orales,ninguno puede reunir las condiciones de lasCajas de ahorros, que á la vez que se pres-tan á toda clase de estas enseñanzas, porlo que respecta á la Moral, son como un ins-trumento demostrativo, un medio de intui-ción, una enseñanza práctica y viva, y por lomismo tan eficaz como adecuada. Ahorran-do y tocando los resultados de sus actos escomo el niño entenderá bien las ventajas delahorro y los beneficios de la economía; y nosólo lo entenderá mejor que por ningún otromedio, sino que á la vez lo sentirá de un mo-do que habrá de dejar huella en su ánimo, ácausa de la forma verdaderamente plásticacon que recibe la enseñanza y llegan las im-presiones á su alma. En cuanto ala segundaparte de la objeción, conviene recordar, paracontestarla, que precisamente uno de los

, fines que tienen las Cajas escolares es, comomás arriba hemos visto, ayudar á la propa-ganda de las populares, mediante los efectosque produce en las famdias el ejemplo de losniños provistos de una libreta, y el hábito queel mismo niño contrae; de aquí que se digaque la acción educadora de las Cajas escola-res trasciende de la escuela al hosar domés-tico y de éste á la plaza pública. De modo quehasta para generalizar las Cajas populare:son convenientes las de las escuelas.

Tales son las objeciones más importantes

que se hacen a las Cajas escolares de aho-rros, que, como hemos visto, se están genera-izando en todas partes, no obstante los in-

convenientes que ven en ellas los que se opo-nen á que se establezcan como medios deeducación popular, en cuyo sentido las reco-mendaba ya en 1856 el Congreso internacio-nal de Beneficencia celebrado en Bruselas.

P. DE ALCÁNTARA GARCÍA.

WILHELM MEISTER

PRIMERA PARTE.

AÑOS DE APRENDIZAJE

Libro primero.

Continuación.

CAPÍTULO VI.

—El teniente levantó" su teatro y dispusotodos los accesorios.

Observaba yo que en aquella semana ve-nía á la casa con más frecuencia y á mejorhora que de costumbre, y adivinaba sus pro-yectos. Aumentábase mi impaciencia á cadainstante, porque sabía bien que no se me de-jaria tomar parte en nada antes del sábado.Llegó por fin este día tan deseado: á las cinco .de la tarde vino el teniente á recogerme, y en-tré c$n él en el santuario temblando de ale-gría. Los polichinelas-estaban "suspendidosen el orden según el cual debian aparecer enla escena; fijé en ellos cuidadosamente miatención, y luésjo subí las escaleras queme.colocaban' sobre el teatro. Al dominar, por,decirlo así, aquel pequeño universo, el re-cuerdo de sus maravillosos efectos y la ideadel misterio que iba á serme revelado, me pe-netraron de un santo respeto hacia los obje-tos que se ofrecían á mi vista. El ensayo dioun resultado maravilloso.

Al siguiente dia una numerosa sociedadde niños llenó el cuarto destinado para losespectadores, y yo desempeñé mi cometido deun modo admirable hasta el momento en queen el calor de la acción tuve la desgracia dede"ar caer á Jonathan,lo que me obligó á alar-gar el brazo hasta la escena para volverlo á

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REVISTA EUROPEA. - ^ 2 0 DE JULIO DE 1879. NUM. 282.

levantar. Este accidente, que comprometíagravemente la ilusión, excitó sonoras carca-jadas que me mortificaron hastante: mi pa-dre lo celebró también, porque en él hallópretexto para ocultar la alegría que le ha-bian causado la destreza y la inteligencia desu hijo. Después de la representación sólo sedetuvo en referir las faltas, y me aseguró confrialdad que habria podido salir regularmen-te de mi prueba si no hubiera cometido tal ycuál error.

Muy Iiumillado por esta crítica severa,anduve triste y soñador el resto de la velada;pero al dia siguiente por la mañana habiaolvidado mi disgusto, y me decia con orgulloque, excepción hecha de Jonathan, habia re-presentado perfectamente. El juicio délos es-pectadores me afirmó en esta opinión. « Sirespecto de los bajos profundos y de las vo-ces atipladas, decían ellos, la palma es parael teniente, declama con demasiada frialdady afectación, mientras que el debutante dicesu Jonathan y su David con perfecta natura-lidad.» Mi madre admiraba sobre todo la in-flexión franca y verdadera con que yo habia-provocado al terrible Goliath.

Con gran satisfacción mia, el teatro que-dó levantado. Presto la vuelta de la prima-vera permitió permanecer en aposentos nocalentados, y pasó todas mis horas de liber-tad con mis muñecos, á los que Ijada obrary hablar valientemente. Invitaba con muchafrecuencia á mis hermanos, á mis hermanasy á mis'pequeños camaradas á que vinieraná, verme y oírme; pero cuando me negabanese favor, representaba por mi propia cuen-ta. Mi pequeño personal se desarrollaba alcalor de mi imaginación, y no tardó en ad-quirir muy diferente fisonomía.

Después que repetí varias veces la piezapara la que el teatro y los actores se habíancreado, ya no me procuró placer alguno. Fe-lizmente habia encontrado en la biblioteca demi abuelo el Teatro alemán y varias óperastraducidas del italiano. Páseme á represen-tarlas, sin otro cambio más que el de acor-tar el número de los personajes al de mismuñecos, lo cual obligaba amenudo al reySaúl á recitar con su traje negro las pompo-sas tiradas de un Catón ó de un Darío. Haréobservar, fuera de esto, que rara vez repre-sentaba la obra entera, limitándose las másde las veces al quinto acto, por contener másbatallas y puñaladas.

Las óperas, con sus brillantes decoracio-nes y aventuras maravillosas, me cautiva

¡tan particularmente, y á ellas consagraba .muchos cuidados. Hallaba en ellas marestempestuosos, dioses llevados en las nubes,y sobre todo truenos y relámpagos. Graciasá los numerosos recursos que me suminis-traban el papel, el cartón y una caja de colo-res, conseguí fabricar decoraciones; hastallegué á sumergir la escena en profundas ti-nieblas, y mis relámpagos eran terribles dever. El trueno no siempre me resultaba, perohallé medio de consolarme de ello. La óperame proporcionaba también la ventaja de em-plear con frecuencia á mi David y mi Goliath,lo cualera enteramente imposible en el dra-ma regular. Mi teatro estaba establecido.Cada dia sentía acrecerse mi cariño para conaquel estrecho espacio, en donde experimen-taba tan grandes alegrías; pero confieso queel olor que habían tomado los muñecos du-rante su larga estancia en la despensa, en-traba por algo en este sentimiento.

Las decoraciones habían alcanzado altogrado de perfeccionamiento, pues aplicabacon fruto para ello mis habilidades en la pi-cadura ó iluminación del papeL

Para realizar grandes cosas, ya no meque-daban que vencer más obstáculos que los queme oponían los trajes de mis actores. Luegopensé en proporcionarles vestidos de recam-bio, cuya idea habíanmela sugerido mis her-manas al verles vestir y desnudar sus muñe-cas. Consintieron e^las én ayudarme; descosi-mos los pedazos de tela que vestían á mi com-pañía: mis pobres economías se emplearon enla compra de cintas y de retales que, añadi-dos á los regalos que cuestábamos por todaspartes, acabaron por componer un guarda-ropa dramático, en el que los vestidos de to-nelete de las señoras no se habian dado alolvido. La compañía estaba montada conve-nientemente, y hubiera sido de esperar unanueva representación. Pero me sucedió loque la mayor parte de las veces sucede á, losniños» combinan vastos planes, forman gran-des proyectos, danles un principio de ejecu-ción, y los abandonan enseguida. Es un re-proche que me debo. La dicha se hallaba paramí en la invención, en aquello que ocupabami imaginación. Las obras no me interesa-ban sino por lo que se referia á una escena,y así que la representaba, cambiaba los tra-jes, lo cual introdujo tal desorden en el guar-daropa, que. presto fuóme imposible repre-sentar cosa alguna completa. Extraviadopor mi imaginación, dejóme llevar á tentati-vas siempre nuevas, sin apercibirme de que

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así minaba los cimientos del edificio de midicha.»

Durante este relato, Mariana había lla-' mado en su ayuda toda su amistad por Gui-llermo, a fin de disimular el tedio que le cau-saba: si la acción tenía un lado agradable,parecíale sin embargo demasiado sencillo,y las observaciones sobrado serias: liabiaapoyado su pió sobre el pió de su amigo, ymojado sus labios en un vaso; no habia ce-sado de dar á Guillermo muestras*aparentesde una atención constante, de suerte que éstese quedó convencido de que ella no habia per-dido ni una sola palabra de su narración, ydespués de corta pausa exclamó vivamente:

—Ahora te toca á tí, querida Mariana, refe-rirnos las primeras alegrías de tu juventud;hasta aquí hemos estado demasiado ocupa-dos con nuestro presente para conversar denuestro pasado. Dime, ¿en qué circunstan-cias has sido tú elucada? ¿Cuáles son lasimpresiones vivas que han quedado graba-das en tu memoria?

Estas preguntas embarazaron á la joven;pero la prudente Bárbara acudió en su ayuda.

—¿Creéis, pues, dijo, que todo el mundo seacuerda también de aquello que lo ha sucedi-do en su infancia, que se han tenido tan lin-das aventuras como las vuestras, y que seafácil referirlas con tanta gracia ó ingenio?

—¡Bahl¿Quó importa? Amo tanto á esa tier-na, á esta buena, á es,ta adorable criatura,q,ue siento cada instante que he vivido sinella. Déjame identificarme con laimaginacionen tu vida pasada. Cuóntamelo todo; yo todote lo contaré. Procuraremos recobrar poruñadulce ilusión los años perdidos para nuestroam,or..

—Puesto que lo deseáis, replicó la vieja,seréis satisfecho; pero es preciso ante todoque nos refiráis cómo vuestra pasión por elteatro na crecido poco á poco y os ha llevadoal extremo dé que hoy podáis hacer un actoexcelente. Es tarde, añadió, no merece eltrabajo de acostarnos: aún tengo una botellapeservada, vaciémosla; tal vez no estamoscerca de volvernos á hallar juntos tan tran :quilos y tan felices.

Mariana fijó en ella una mirada suplican-te; Guillermo no se apercibió de ello y conti-nuó su relato.

CAPÍTULO Vil.

—El número de mis camaradas habia au-mentado considerablemente, y los juegos rui-dosos perjudicaron á mis pacíficos y solita-

rios divertimientos; sin embargo, llevabaiempre sobre mis camaradas la ventaja de

dar á nuestros trajes y á nuestras armas elarácter de la situación. Yo era sucesiva-

mente cazador, soldado, caballero, según losjuegos; de modo que las espadas estaban fa-bricadas en general por mí; un' instinto se-reto me inclinaba á dar á nuestra milicia uir.arácter antiguo. Tuvimos cascos adornados;on plumeros de papel, escudos, corazas; ha-

cía confeccionar todo esto á criados de casaque tenian algo.de sastres, y á costurerasque en ello rompieron - más de una aguja.Nuestro cuerpo militar maniobraba en el pa-tio y en el jardín, en donde nos repartíamossobro los escudos infinidad de lanzazos y desablazos, lo cual dio lugar á más de una riñaverdadera- aunque corta.

Apenas estos juegos, que divertían mu-cho á mis camaradas, estaban casi organi-zados, cuando me parecieron insuficientes;pero la vista de aquellos personajes cubier-tos de armaduras habia desarrollado los sue-ños de caballerías que yo alimentaba en lasnovelas de este género, y que habían llegadoá ser mi lectura favorita.

La Jerusalen libertada, de la que una tra-ducción por Koppen habia caido en mis ma-nos, dio al fin dirección determinada á misvacilantes ideas. No habia tenido valor paraleer el poema por enteró, pero sabía de él dememoria algunos pasajes, cuya imagen flota-ba siempre ante mi pensamiento. Sobre to-do, Clorinda me interesaba singularmente.Aquella varonil naturaleza de mujer, aquellatranquila superabundancia de fuerza activa,produjeron en mi espíritu, que á desarrollar.se empezaba, más efecto que los encantos deArmi&a,' cuyos jardines encantados, sin em-bargo, no desdeñaba.

Cien y cien veces, cuando por la tarde mepaseaba en la plataforma dispuesta entre lospiñones de nuestra casa, dominando toda lacomarca, en el momento en que el sol dejabatras si, en su señal de despedida, un fuegotrasparente en el punto del horizonte de-don-de acababa de ponerse; cuando las estrellasllegaban unas tras otras; cuando de todoslos sitios, de todas las profundidades del cieloacudía la noche á invadirla tierra, y el cantoargentino del grillo zumbaba á través del si-lencio solemne de la naturaleza, yo me reci-taba á mí propio la escena desgarradora delcombate de Tancredo y de Clorinda.

Aunque yo fuese, como era justo, del par-tido de los cristianos, no hacia por ello mó-

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96 REVISTA EUROPEA. — 20 DE JULIO DE 1879. NÚM. 282.

nos votos por la heroína pagana cuando seencargó de incendiar la torre de los sitiado-res. Y cuando Tancredo encuentra por la no-che al pretendido guerrero y empieza la luchaen las espesas tinieblas y combate brava-mente, no podia pronunciar este pasaje: «Lamedida de la vida de Clórinda está llena, suhora suprema llega, ¡va á morir!» sin que laságrimas acudieran á mis ojos, y á marescorrían cuando el infortunado amante hundesu acero en el seno de aquella á quien adora,desata el casco de su moribundo adversario,reconoce á Clórinda y corre desatinado enbusca de agua para bautizarla.

Pero mi corazón estallaba cuando en elbosque encantado el hierro de Tancredo hierelos troncos de los árboles, de ellos corre-san-gre, y una voz murmura á su oído que esasangre es la de Clorinda, y que está destina-do á herir siempre y sin quererlo al objeto desu amor.

Tan bien se habian apoderado de, mi ima-ginación estas fábulas, que me habia forma-do vagamente, un todo con los fragmentosque conooia, y resolví ponerlos en acción deun modo cualquiera. Inventados armaduras,una de un gris subido con escamas para elformal Tancredo, la otra cubierta de oro y deplata para el brillante Reinaldo. Explicabacon vehemencia la novela á mis camaradas,que aceptaron con entusiasmo mi proyecto,sin que les fuera posible comprender cómopodian ser representadas por ellos tantasmaravillas.

Pronto me di cuenta de sus dudas. Tras-portó la escena á la sala de la casa de uno deellos; pero no habia contado con su vieja tia,que me lo negó clarito. No fui más feliz conlas decoraciones, de las que no tenía idea al-guna, sino que era preciso levantar la escenasobre tablas, tender uua gran cortina en elfondo y poner algunas hojas de biombo águisa de bastidores. ¿Mas en dónde procu-rarse estos materiales? Esto era en lo que yono habia pensado. En cuanto al bosque, ima-ginamos una cosa ingeniosa: mandó decir áuno de mis antiguos criados, á la sazón guar-dabosque, que me enviase ramas de abeduly de abeto. Desgraciadamente, éstas lle-garon antes de lo que yo hubiera querido, por-que nada estaba aún pronto, y las tales ra-mas no podian conservarse mucho tiempofrescas y verdes. Buena necesidad teníamosde un buen consejo; faltábanos el solar, elteatro, las decoraciones: sólo teníamos elbiombo. En este cruel extremo, me dirigí al

oficial. La representación, de la que le hiceun cuadro pomposo, le cautivó, aunque noomprendió de ello gran cosa, y me secundó

con todo su poder. Ante todo, hizo reunir enun cuartito todas las tablas que pudo hallaren nuestra casa y en la de los vecinos; des-pués fijó en ellas las ramas del árbol, exten-dió una cortina verdeen el fondo, y cerróloscostados con biombos.

Durante este tiempo llegó la noche; se en-cendieron las candilejas; las criadas y losniños ocuparon las sillas destinadas á los es-pectadores; la compañía heroica estaba ves-tida; iba á empezarse la obra, y sólo enton-ces echamos de ver que no sabíamos lo queteníamos que decir. Yo estaba penetrado demi asunto hasta el punto de haber olvidadoqus era indispensable que cada uno supieracuándo y cómo debia salir y hablar; la acti-vidad de mis camaradas para apresurar lospreparativos habia producido en su espíritu elmismo efecto; todos se habian lisonjeado conque les sería fácil obrar y perorar cual dignoshéroes del mundo enmedio del que mis relatosles habian lanzado; pero en el momento deobrar y de perorar, miráronse sorpendidospreguntándose cómo y por dónde se iba á em-pezar. Habiéndome puesto temerosamente ásu cabeza en mi cualidad de Tancredo, hice misalida á escena, solo, y recitando una tiradadel poema; pero como esta tirada no tardó enconvertirse en narración, encontróme conque hablaba de mí á tercera persona. Godo-fredo, de quien acababa de tratarse en mi re-lato, negóse á salir, y yo me vi obligado á to-car retirada, perseguido por la grita de losespectadores, lo cual me llegó al alma.

La empresa estaba fallida; mi público sehabia sentado y queria ver, sin embargo, al-guna cosa. Estábamos vestidos; yo me decidíá darles simplemente Goliath y David. Algu-nos de mis camaradas me habian ayudado árepresentar este drama, con mis muñecos;pronto estuvieron distribuidos los papeles, ycada cual prometió portarse lo mejor quepudiera. El más joven y más travieso pintó-se la cara de negro, y prometió que siempreque un honorable miembro de la compañíase cortara, él llenaría las lagunas con unabufonada. Esta disposición me disgustó mu-cho, en vista de la gravedad del drama. Ju-róme entonces á mí mismo que nunca melanzaría á cualquiera empresa sin haber refl-exionado en ella maduramente.

GCETHE.Continuaré.