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Revista del Centro de Estudios para el Desarrollo y la Participación, Socialismo y participación 100. CEDEP Lima, 2006, 424 p. Cien pasos hacia delante, cien apuestas por el Perú Hace unos meses fuimos invitados a celebrar la aparición del 100 de "Socialismo y Partici- pación", la revista institucional del CEDEP, que se edita paciente y regularmente desde 1977. Reencontramos en la celebración a amigos de siem- pre, a los colaboradores de antaño, a las nuevas generaciones de trabajadores de la institución, así como a intelectuales, académicos y políticos que se reunieron para congratular la paciente creación heroica que es publicar una revista científica, con aportes creativos y marcadamente nacionales, en un país como el nuestro, que vive en permanente estado de emergencia, económica, social, política, institucional, etc. La revista, que nace casi simultáneamente con el CEDEP, fue una apuesta por pensar el Perú, desde dos vertientes pragmáticas que convergen ideológicamente con el compromiso institucional del CEDEP: por el socialismo, por la participación social plena. Estos temas, fueron recurrentemente objetos de diversos artículos y "páginas editoria- les" de la revista: deslindar las opciones utópicas de las posiciones estrechamente partidarias, aco- meter el análisis objetivo del socialismo realmente existente, y de la participación social en acto, para Nº 43, segundo semestre del 2006 no caer en nuevos clichés y para propiciar formas de hacer política que sean respetuosas de las tradi- ciones culturales, de la vertiente histórica latinoa- mericana y de las experiencias que surgen desde los sectores sociales organizados de manera autóno- ma. Los primeros números de la revista tienden a recuperar constantemente estos temas así como van acompañados de los primeros trabajos publi- cados por el CEDEP, particularmente del notable volumen colectivo: "Perú: realidad nacional", y los trabajos escritos por Carlos Franco sobre la parti- cipación social. Pero, antes de adentramos en los contenidos de estas cien apuestas por el Perú, es preciso de- marcar la línea editorial de la revista "Socialismo y Participación". Estamos ante una revista institucional, por ello el 2,5 % de sus colaborado- res asiduos son miembros del staff de la institu- ción, pero al mismo tiempo es una revista peruana de ciencias sociales, con particular énfasis en los análisis económicos y políticos, también es una revista abierta al medio intelectual y político no sólo nacional, sino internacional; pero siendo una revista de ciencias sociales, se trata de una revista abierta al mundo de las artes, particularmente de la literatura, la poesía, la pintura y la escultura, sin estar fuera de su interés el teatro y el cine. En la presente reseña, haremos un pequeño recorrido por éstas áreas de interés de Socialismo y Participación en sus 100 primeros números. Luego nos detendremos en su apasionante entre- ga 100. 269

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Revista del Centro de Estudios para el Desarrollo y la Participación, Socialismo y participación Nº 100. CEDEP Lima, 2006, 424 p.

Cien pasos hacia delante, cien apuestas por el Perú

Hace unos meses fuimos invitados a celebrar la aparición del Nº 100 de "Socialismo y Partici­pación", la revista institucional del CEDEP, que se edita paciente y regularmente desde 1977. Reencontramos en la celebración a amigos de siem­pre, a los colaboradores de antaño, a las nuevas generaciones de trabajadores de la institución, así como a intelectuales, académicos y políticos que se reunieron para congratular la paciente creación heroica que es publicar una revista científica, con aportes creativos y marcadamente nacionales, en un país como el nuestro, que vive en permanente estado de emergencia, económica, social, política, institucional, etc.

La revista, que nace casi simultáneamente con el CEDEP, fue una apuesta por pensar el Perú, desde dos vertientes pragmáticas que convergen ideológicamente con el compromiso institucional del CEDEP: por el socialismo, por la participación social plena. Estos temas, fueron recurrentemente objetos de diversos artículos y "páginas editoria­les" de la revista: deslindar las opciones utópicas de las posiciones estrechamente partidarias, aco­meter el análisis objetivo del socialismo realmente existente, y de la participación social en acto, para

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no caer en nuevos clichés y para propiciar formas de hacer política que sean respetuosas de las tradi­ciones culturales, de la vertiente histórica latinoa­mericana y de las experiencias que surgen desde los sectores sociales organizados de manera autóno­ma. Los primeros números de la revista tienden a recuperar constantemente estos temas así como van acompañados de los primeros trabajos publi­cados por el CEDEP, particularmente del notable volumen colectivo: "Perú: realidad nacional", y los trabajos escritos por Carlos Franco sobre la parti­cipación social.

Pero, antes de adentramos en los contenidos de estas cien apuestas por el Perú, es preciso de­marcar la línea editorial de la revista "Socialismo y Participación". Estamos ante una revista institucional, por ello el 2,5 % de sus colaborado­res asiduos son miembros del staff de la institu­ción, pero al mismo tiempo es una revista peruana de ciencias sociales, con particular énfasis en los análisis económicos y políticos, también es una revista abierta al medio intelectual y político no sólo nacional, sino internacional; pero siendo una revista de ciencias sociales, se trata de una revista abierta al mundo de las artes, particularmente de la literatura, la poesía, la pintura y la escultura, sin estar fuera de su interés el teatro y el cine.

En la presente reseña, haremos un pequeño recorrido por éstas áreas de interés de Socialismo y Participación en sus 100 primeros números. Luego nos detendremos en su apasionante entre­ga Nº 100.

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Una revista institucional

Lograr el equilibrio de hacer una revista institucional, pero al mismo tiempo que ésta sea una revista abierta a múltiples colaboraciones, es una tarea particularmente difícil. El término medio no siempre es claro, pues los intereses institucio­nales a veces se confunden con los intereses perso­nales de ciertos miembros de la institución. Todos estos retos fueron asumidos desde sus inicios por el consejo editorial de Socialismo y Participación, el cual se ha mantenido casi sin variación durante más de 25 años. Este grupo de trabajo, ha funcio­nado como filtro y como punto crítico de las cola­boraciones de dentro y de fuera, de modo que los aportes de los colaboradores se ciñan a determina­das opciones fundamentales, requerimientos aca­démicos y que cubran el amplio espectro temático que la revista quería alcanzar.

La línea institucional se enmarca en el Edito­rial con que se inicia cada volumen, el cual en general es firmado por el consejo editorial, el mis­mo que da cuenta de la preocupación colectiva que confrontan el CEDEP y la revista en la situa­ción histórica de la salida de cada número. Fre­cuentemente estos editoriales son verdaderas to­mas de posición política, fuertes llamados de aten­ción, descarnados análisis de la coyuntura, frente a la cual ni el CEDEP ni la revista pueden perma­necer imparciales. Y, justamente esta es su apues­ta por el Perú. Socialismo y Participación es una revista militante, milita por el partido del país, por el destino de sus pueblos, por una construc­ción utópica de justicia y solidaridad, más allá de militantismos de corta duración, su opción es por el futuro , con mayúscula.

Haciendo un análisis a vuelo de pájaro·por las colaboraciones publicadas, vemos que han logrado reunir aproximadamente a 670 autores, de entre estos figuran 172 que podríamos denominar "asi­duos colaboradores", pues tienen más de dos artí­culos publicados, cabe notar que existe un grupo de 24 autores (3.6 %) que tiene más de cinco cola­boraciones. Sin embargo, sólo el 2.4 % del total ( 16 autores), son miembros del staffinstitucional.

Una revista peruana de ciencias sociales

El tema central de la revista es el Perú, sus problemas, sus logros, el análisis de sus proble­mas, la contribución de avances de investigacio­nes que se interrogan sobre su realidad. Pero, aun­que lo nodal de su temática es nacional , la re-

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flexión sobre esta realidad se hace dentro del con­texto internacional, particularmente el latinoame­ricano y del área andina. Por ello de entre sus colaboradores el 72.25% son peruanos y el 27 .75% extranjeros. Estos últimos no abordan so­lamente temas internacionales, sino1que algunos analizan la realidad nacional.

Nuevamente esta opción es una apuesta difí­cil de lograr, pues en el Perú somos testarudamen­te chauvinistas, no discutimos los grandes temas de análisis científico y político, nos cerramos es­trechamente en nuestros "límites nacionales" y frecuentemente nos dejamos ahogar por la coyun­tura, sin ver el trasfondo internacional en el que estamos inmersos. En Socialismo y Participación se han discutido temas teóricos como prácticos, sobre el socialismo realmente existente, sobre las experiencias particulares dentro del socialismo participativo como en la Yugoslavia de Hayeck, la crisis de institucionalidad del PRI mexicano, la creciente tendencia capitalista en China, los lo­gros de las políticas sociales en Suecia; o temas como la discusión sobre "el fin de la historia", los análisis políticos de Huntington y su "choque de civilizaciones", así como temas clásicos de socio­logía como la anomia, el análisis de la cultura polí­tica, o de la psicología social aplicada a los com­portamientos electorales. Todos estos temas, abor­dados en su amplio contexto internacional, con aplicaciones directas al debate nacional.

La centralidad de la temática de las ciencias sociales, está dada por la recurrencia de los apor­tes en el ámbito de las disciplinas de esta área. Es de notar que Socialismo y Participación ha hecho algunos aportes temáticos fundamentales en nues­tras ciencias sociales: en particular por su inci­dencia en los análisis de temas agrarios, los estu­dios mariateguianos, los trabajos sobre informali­dad mucho antes del boom de Remando de Soto, los estudios sobre el régimen político y los deba­tes de temas internacionales. De un total de 1250 artículos publicados, el 20,35% son del área de economía; el 20, 9% son de ciencias políticas; y el 18,85% son de sociología y antropología. Esta gama de artículos de ciencias sociales puede com­pletarse con los trabajos de las áreas de educa­ción, historia, psicología, mujer y derecho en un 9,05%. El total de artículos de ciencias sociales alcanza por ello al 69, 12% de los artículos publi­cados en estas áreas, análisis que implican aproxi­madamente dos tercios de trabajos sobre el Perú y un tercio de asuntos internacionales. La intencio­nalidad es clara, se trata de una revista peruana de

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ciencias sociales, que si bien tiene un alto nivel académico, su objetivo no es la academia sino la transformación del país.

Otro espacio en el que se subraya la preocu­pación de diálogo en el estudio de la realidad na­cional, es la sección Reseñas, la misma que duran­te más de la mitad de la existencia de la revista se centró en el análisis de libros peruanos reciente­mente editados, abriendo un espacio de diálogo y de aportes críticos a trabajos realizados por otras instituciones académicas. Posteriormente abrie­ron esta sección a libros editados fuera del país, pero con una temática cercana a los intereses cen­trales del Consejo Editorial. No hemos hecho el análisis de los autores de esta sección, pues su amplitud y variedad rebasan los límites de la pre­sente reseña, pero valga la oportunidad para re­saltar que en ella han colaborado distinguidos miembros de la academia nacional y no pocos actores del desarrollo.

Una revista abierta al medio intelectual y político

Muchos podrán decir que aunque la publica­ción de la revista sea un esfuerzo institucional, ésta no sería posible sin sus colaboradores de fuera : justamente, esta es otra virtud que ha logrado cul­tivar Socialismo y Participación a lo largo de toda su existencia. No sólo ha sabido equilibrar lo que significa ser portavoz de los trabajos realizados dentro del CEDEP, sino también ha sido capaz de aglutinar una serie de trabajos de diversas temáti­cas, que interesan al tema central de la revista, pero que se realizan sea en otras instituciones, dentro de las Universidades, el aparato estatal así como en diversos organismos internacionales u ONGs, nucleando un selecto y variado grupo de colabora­dores eventuales y permanentes, los que podría­mos definirnos como amigos del CEDEP.

Por eso puede presentar una gama tan amplia de contribuciones temáticas y de vertientes acadé­micas, las que rebasan las ciencias sociales, para entrar en temas como el de la filosofia y la teología (4.25 % de las contribuciones), la poco recorrida temática de las ciencias y la tecnología (0.9 %), la ecología (0.2 %) y los análisis bibliográficos, tan poco populares como útiles para quienes hacemos trabajo de investigación académica (0.25% ).

Obviamente que tanto las colaboraciones en el área de las ciencias sociales, como las contribu­ciones recién señaladas, provienen de diferentes medios intelectuales y políticos, lo cual enriquece el debate, permite confrontaciones sustanciales y

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nos pone en contacto con reflexiones que se ha­llan frecuentemente "enclaustradas" en revistas especializadas (como las de filosofia, tecnología o teología), a las que el lector proveniente del mun­do de las ciencias sociales o la intervención en el desarrollo, tiene poco o nulo acceso.

Una revista abierta al mundo de las artes

Desde su primera entrega, Socialismo y Par­ticipación nos regaló con hermosas páginas de poesía y literatura, comentarios sobre teatro y cine (22%), con el correr de los años introdujo además hermosas páginas, con reproducciones de pintura, fotografia y escultura. He podido gozar particularmente de ciertos avances de obras de literatos nacionales y extranjeros que me han cau­sado particular placer, igualmente recuerdo los artículos entrañables de Hugo Salazar del Alcá­zar, sobre el nuevo teatro peruano y notas sobre el cine nacional , el de ayer y el de hoy. Estos espacios, frecuentemente han significado para mí una suerte de "respiro" en medio de sesudos aná­lisis y debates políticos, sociales y económicos a veces arduos. Este toque de belleza, de gratuidad creativa ha sido otro de los aciertos de Socialismo y Participación, particularmente apreciados en los dificiles años de la guerra interna que azotó al país, en los que la revista no escatimó analizar ni tomar activa posición en contra de la violencia y a favor de la vida.

I 00 volúmenes: una apuesta por el Perú 1

El Nº 100 de Socialismo y Participación es una entrega especial, para comenzar por su exten­sión, 424 páginas, cuando el promedio del volu­men normal es de 150. La entrega se abre con un sobrio editorial firmado por Héctor Béjar y Car­los Franco: 100 granos de arena, en el cual los miembros del consejo editorial hacen una reflexión sobre la historia transcurrida desde la salida del primer número de la revista hasta nuestros días , reinciden en sus opciones fundamentales: la apuesta por el socialismo y por la transformación del país, hacen un recuerdo de aquellos que los inspiraron en sus inicios y de todos aquellos que con sus contribuciones los acompañaron en la aventura editorial, cien veces reiterada.

Socialismo y Participación Nº 100, Revista del CEDEP, Edición Especial , Lima enero del 2006.

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El primer artículo es de economía, su autor Daniel Martínez, retoma sus trabajos fundamen­tales sobre el empleo de calidad y aporta los avan­ces de su reflexión teórica. Siguen un conjunto de tres trabajos que enfocan la temática del desarro­llo : Javier Alcalde confronta a "Los estados falli­dos", a partir del análisis de la ideología del mal, tanto a nivel nacional como internacional. Alber­to Graña, estudia la relación entre desarrollo y pobreza en el área andina, y Antonio Romero aborda la temática del desarrollo local desde una perspectiva de transformación.

La introducción a la tesis doctoral de Juan Martín Sánchez, sobre la revolución de Velasco como problema y posibilidad, abre la perspectiva de los análisis políticos, la misma perspectiva que es retomada con la solidez del trabajo histórico de Heraclio Bonilla y la introducción a sus importan­tes volúmenes sobre "El futuro del pasado", pu­blicación que pone a nuestro alcance 64 trabajos de historia dispersos por la multiplicidad de pu­blicaciones en las que los editó inicialmente. Sigue la reflexión histórica con un interesante trabajo sobre el origen corrupto de la herencia de Pizarra, en un minucioso trabajo sobre la economía colo­nial de Javier Tantaleán. Cierra la reflexión históri­ca una densa y hermosa conferencia de Max Hernández con motivo de la restauración del "Li­bro Becerro del conquistador": Archivo, memoria y olvido, una reflexión de largo aliento, frente a la tentación de la memoria de corta duración.

Se abre otra sección con el análisis de proce­sos sociales. vividos en otros países del área, estos estudios internacionales nos traen la reflexión de Pedro Btarría sobre las AFP en Chile y los de Celina Bonini sobre los gobiernos locales y la am­pliación democrática en ta· Argentina. Siguen los análisis sociológicos con una ponencia de Gerson Julcarima sobre "El ciudadano evangélico", un es­tudio sobre la construcción de la identidad protes­tante en el Perú. A su vez los análisis antropológicos nos aportan otro delicado estudio sobre. los mitos del mar, de Serge Dunis, donde estudia los "paren­tescos profundos" de las culturas de oeste latino­americano (particularmente la cultura Chimú) con las civilizaciones del Pacífico Sur. José Rivera nos aporta un trabajo sobre la crisis de la educación en el Perú, donde podemos calibrar su larga experien­cia internacional y su profundo conocimiento de los problemas nacionales.

Las reflexiones internacionales nos ponen en contacto con un mundo globalizado y diverso: Hugo Neira en un ensayo reflexiona sobre las "realidades

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autárquicas" representadas por procesos tan leja­nos y cercanos como vividos recientemente en Berlín, Chiapas e llave. Una traducción de David Slater nos pone en contacto con su reflexión, desde el otro lado del mundo, de la obra de l;_douard Said. Seguida y consecuentemente viene un conjunto de artículos que nos trae a la memoria la impactante presencia de ausencias recientes: Paulina Gutiérrez y Osmar Gonzáles nos presentan la última entre­vista con Norbert Lechner; Enrique Gomáriz com­parte con nosotros el diálogo entre José Aricó, André Gunther Frank, él mismo y Carlos Franco sobre la crisis del marxismo y América Latina. Féliz Alvarez S. hace una reflexión sobre la obra de Pierre Vigier y las teorías de la gobernabilidad. Finalmen­te una nota editorial nos recuerda la trayectoria entrañable de Alfredo Torero.

La sección sobre literatura nos entrega dos aproximaciones poéticas, un trabajo de Sonia Luz Carrillo sobre la poesía urbana de los 70 y un conjunto de poemas de Mirko Lauer. Por su parte César Franco, nos hace una crónica "íntima" sobre un encuentro con el Ché, y Gonzalo Gutiérrez nos ofrece un sabroso artículo sobre el pisco, al cual colocamos en la sección literatura porque comien­za con sabrosas glosas literarias, aunque su alcan­ce sea mucho más amplio. Por su parte en la sec­ción de arte tenemos la oportunidad de dialogar con un pedazo del "museo de la psique" de Luz María Garrido Lecca y con cuatro cuadros de Alfredo Alcalde.

Como de costumbre, la revista se cierra con un grupo de reseñas, las que esta vez nos traen apor­tes críticos a los trabajos de Mauricio Archila N. (notable historiador colombiano) sobre " Idas, vuel­tas y revueltas", una aproximación a los movi­mientos sociales de su país (Ricardo Sánchez); la nueva versión de "Desborde Popular y Crisis de Estado: veinte años después", de José Matos Mar es comentada por César Bedoya, y Tito Livio Agüero hace una prolija reseña del trabajo de Ja­vier Tantaleán sobre "Reforma del Estado y mo­dernización de la gestión pública dentro de la pers­pectiva de la gobernabilidad democrática" (2004).

Una última anotación, antes de cerrar nuestra propia reseña : queremos subrayar la calidad de la edición a que nos ha acostumbrado Socialismo y Participación a lo largo de estos primeros 100 nú­meros, es algo excepcional particularmente si te­nemos en cuenta las dificultades técnicas y econó­micas para editar en el Perú. Gracias amigos del CEDEP, por estas 100 apuestas por el Perú, por vuestra voz frecuentemente discrepante, tercamen-

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te persistente en una utopía realista: por el socia­lismo, la participación democrática, con respeto por la dignidad humana, en justicia y equidad.

/me/da Vega- Centeno B. Investigadora Asociada al Colegio Andino,

CBC, Cuzco Coordinadora Regional Andina de CEHILA

CHIARAMONTI, Gabriella, Ciudadanía y re­presentación en el Perú ( 1808 - 1860). Los itine­rarios de la soberanía. Lima: Universidad Na­cional Mayor de San Marcos/ Secretariado Europeo para las Publicaciones Científicas/ Oficina Nacional de Procesos Electorales, 2005, 408 pp.

Desde hace algunos años, las investigaciones históricas dan mayor importancia a pensar la modernidad política hispanoamericana como pro­ducto de cambios propios en el proceso histórico de España - las Cortes de Cádiz y el liberalismo español- y examinan la independencia de lasco­lonias hispánicas como parte de los procesos his­tóricos vinculados a la metrópoli colonial. El tra­bajo reseñado a continuación es parte de esta historiografia.

Gabriella Chiaramonti nos presenta un tema apasionante de nuestra historia que, por mucho tiempo fue dejado de lado: el sistema electoral en la primera mitad del siglo XIX. A partir del análi­sis de la legislación electoral , la autora presenta algunos estudios de caso para el área urbana de Lima y Cuzco, mientras que analiza, para el área rural, el pueblo de Puquina en Moquegua y el de Espíritu Santo de Caja, anexo de Acobamba, en Huancavelica . Aunque en este trabajo la fuente principal es la compilación legislativa y las orde­nanzas locales, encontramos también un diálogo fluido con los casos propuestos a través del estu­dio de periódicos, las descripciones de los proce­sos electorales escritas por autoridades locales y de las actas electorales ubicadas en el Archivo del Congreso de la República y en la Biblioteca Na­cional. El espacio temporal del libro abarca entre 1808, la crisis~ Sayona y el inicio de las Cortes de Cádiz con su producto, la Constitución, suce­so que introdujo un sistema electoral amplio y entregó autonomía a las municipalidades, caracte­rísticas con las que nacerá el nuevo sistema polí-

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tico republicano hasta 1860, cuando se producen nuevos cambios en la legislación electoral.

La premisa principal sobre la que gira el libro es que las prácticas electorales y la legislación en la que se sustentan son parte fundamental del proceso de construcción de la ciudadanía y de la representación política. El libro se encuentra di­vidido en tres capítulos; el primero está dedicado a la situación del Virreinato del Perú durante la crisis española de 1808, el segundo al estableci­miento de la Constitución de Cádiz y los cambios que introdujo en el Virreinato; el último capítulo trata sobre las consecuencias de la influencia de la Constitución en el naciente Estado peruano.

A inicios del siglo XIX, el Virreinato del Perú presentaba una situación de intranquilidad debido a las diferentes reformas políticas y que la monar­quía absolutista borbónica implantó desde la Me­trópoli políticas contrarias al Perú como la crea­ción de nuevos virreinatos y de intendencias, la implantación de nuevas aduanas y el incremento de impuestos; esto motivó un conjunto de levanta­mientos contra las autoridades coloniales, pero el temor al triunfo de una sublevación indígena impo­sibilitó la alianza de los diferentes grupos frente al poder colonial; este temor tiene su cénit como re­sultado de la rebelión de Túpac Amaru TI ("grande peur") . Las medidas tomadas por la monarquía es­pañola tras este levantamiento, como la elimina­ción de los corregimientos y la disminución del poder de los caciques, posibilitaron una aparente tranquilidad donde, por un lado, el temor de los españoles ante los levantamientos indígenas frena­ron sus reacciones contra las reformas borbónicas y, por otro lado, los grupos de poder de la sociedad indígena estaban siendo desestructurados. En este contexto aconteció la crisis de Sayona quedando la monarquía acéfala. El virrey Abascal jugó un papel importante, ya que a pesar de ser contrario a las Cortes de Cádiz, introdujo los cambios decretados por éstas para evitar cuestionamientos a su poder. Aunque el Virrey intentó retrasar el proceso, no pudo impedir el ingreso de la Constitución elabo­rada por las Cortes, cuyo carácter ambiguo a la larga debilitarían y deslegitimarían a la Corona es­pañola, como demuestra la autora.

Son dos los procesos más importantes que incorporó la Constitución de Cádiz y que destaca Chiaramonti : El primero es la construcción de la ciudadanía en una sociedad aún de antiguo régi­men, basada en criterios de notoriedad vinculados a la concepción de vecino y organizada en corpo­raciones, donde los requisitos para ser considera-

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do ciudadano fueron amplios, llegando a integrar a los grupos indígenas dentro de esta denomina­ción; en este sentido, la división de la sociedad virreinal en república de españoles y república de indios fue abolida, considerando a los indígenas, dentro del discurso liberal, como ciudadanos es­pañoles. El segundo proceso de gran importancia fue la fragmentación del territorio, producto de una legislación favorable a la "municipalización", relacionado éste además con la supervivencia de las parroquias como circunscripción electoral. Fue desde aquí donde se dete1minaba quién era ciuda­dano y quién no, de tal manera que el derecho a elegir en una sociedad estamental no fue un dere­cho individual. La existencia de una monarquía moderada y la creación del constitucionalismo gaditano generaron una soberanía compartida en­tre la Corona y sus estamentos. De este modo, frente a la soberanía del rey se construyeron so­beranías locales; como bien indica la autora. Cádiz creó una multitud de municipios soberanos los cuales administraron el acceso a la ciudadanía, pero también controlaron los procesos de construc­ción de la representación política y administraron justicia local, generando conflictos suficientes que pondrían enjuicio la legitimidad de las autorida­des coloniales nombradas desde la metrópoli .

Por otro lado, evidencia de continuidad de la existencia de una sociedad tradicional fueron las ceremonias que, desde la promulgación de la Cons­titución de Cádiz, se llevaron a cabo en las colonias hispanoamericanas para juramentar el texto. Pode­mos encontrar en estas ceremonias la imagen jerarquizada que da de sí misma la sociedad virreinal, viéndose retratados los diferentes estamentos y representadas las corporaciones que la organizaban. Cada grupo ocupando un espacio distinto, defendiendo sus intereses propios, en un contexto donde la notoriedad jugaba un papel im­portante para ganar el favor de la metrópoli . Hay que resaltar que estas representaciones desde 1812 iban contra el espíritu liberal que la constitución gaditana intentó implantar. Posteriormente, en la época republicana, las dinámicas políticas giraban en tomo a los caudillos, a los congresos y sus cons­tituciones y a las comunidades locales. En este sen­tido, el carácter político que adquirieron las muni­cipalidades a fines del Virreinato continuó durante la República; los intentos por definirlos como cen­tros administrativos no triunfaron. Chiaramonti señala que el espíritu de la constitución gaditana subsistió en las constituciones y la legislación pro­mulgadas entre 1823 a 1861 .

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El triunfo de un caudillo pasaba generalmente por su capacidad de obtener el apoyo de las co­munidades locales, pero además su legitimidad en el poder incluía la organización de un proceso electoral. Como apunta la autora, los caudillos nunca encabezaron gobiernos de facto .1Durante la primera época republicana y casi durante todo el siglo XIX, el derecho a voto fue amplio y efecti­vamente ejercido, ya que fue un punto importan­te en el debate liberal sobre el que se debía cons­truir y consolidar la unidad nacional; fue conside­rado una práctica de educación ciudadana, no de igualdad, además como parte de la existencia de una "nación cívica" y de su posible construcción. Las elecciones eran indirectas en dos grados y las élites locales lograron mantener el control de los organismos electorales; ahí radicaba la importan­cia de las alianzas del caudillo con los diferentes notables de cada localidad. La representación es­tatal, por lo tanto, y nacional frente a la represen­tación local establecida a través de los munici­pios, se presentaba de forma más abstracta con una legitimación transitoria; pero aún así el prin­cipio de representación electoral nunca fue pues­to en discusión.

A través de este libro vemos como el nuevo Estado dejó en manos de la sociedad su configura­ción, su estructura. Un nuevo "sincretismo polí­tico", considera la autora, se configuró en esta época, donde la política moderna y la ciudadanía liberal fueron elementos utilizados para defender la existencia de una "sociedad de sociedades", donde se era consciente de que la soberanía se manifiesta a través de sus representantes, pero que a la vez esta soberanía podía regresar a los ciudadanos, generalmente mediante el uso de la violencia ; de esta manera, el tema del sufragio se mezcló con el de gobemabilidad, como concluye Chiaramonti. Podemos agregar que bajo la inesta­bilidad que presentaba el gobierno central y sus representantes locales (los prefectos}, mostran­do fragilidad debido a su poca legitimidad, se pre­sentaba un poder local más estable, representado por las municipalidades y las corporaciones de cada ciudad (iglesia, comerciantes, centros de edu­cación) que son quienes ponen en tela de juicio la legitimidad del gobierno central. Faltan estudios sobre política regional que nos permita ver la su­cesión de poder en estos espacios y de esta mane­ra conocer si el problema de legitimidad se repro­duce a nivel local.

La leyenda negra tejida sobre las elecciones del siglo XIX, que las delineaban como exclu-

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yentes e inútiles queda así descubierta en este libro. El análisis de las elecciones vistas como procesos y no sólo como resultados, ha sido más fructífero para entender los mecanismos que cons­truyeron la representación moderna a través del ciudadano- elector. Este libro, bajo un enfoque constitucionalista- legalista, reapertura un debate dejado de lado durante muchos años sobre la im­portancia de las elecciones en la construcción del Estado y de la nación peruana y posee una visión particular sobre la participación ciudadana y la representación política peruana durante el siglo XIX que invita a repensar nuestras pautas histó­ricas sobre este siglo.

Fernando Calderón Valenzuela Universidad Nacional Mayor de San Marcos

Van Young, Eric. The Other Rebellion: Popu­lar Violence, ldeology, and the Mexican Struggle for lndependence, 1810-1821. Stanford, California: Stanford University Press, 2001. xvii + 702 p., 1 mapa.

En la versión tradicional de la historia de la Guerra de Independencia mexicana, ésta comienza con las campanadas que el 16 de setiembre de 181 O hiciera tañir el cura Hidalgo en su parroquia del pueblo de Dolores en "el Bajío" (hoy en el estado de Guanajuato ), y culmina, poco más de una déca­da después de una debilitante pero inconclusa gue­rra de guerrillas, con la sorprendente alianza polí­tico-militar entre los dirigentes criollos realistas y los de las fuerzas rebeldes, formalizada en el "Plan de Iguala" (24-II-1821 ), jurando defender "Reli­gión, Independencia y Unión" en un proyecto de monarquía constitucional apoyado por el llamado "Ejército Trigarante". Seis meses después, por el Tratado de Córdoba (Veracruz, 24-VIII-1821 ), el último virrey español de México se rendía pacífi­camente ante esta singular coalición. Resalta en esta efimera propuesta política la defensa de uno de los elementos más tradicionales y constituti­vos del pasado colonial: la religión católica. No por nada las fuerzas rebeldes habían peleado por más de I O año~ debajo de un estandarte con la imagen de la Virgen de Guadalupe en contra de los "ateos" españoles (cf. Lafaye 1977, Brading 1973, 1988). ¿Cómo explicar esta historia, tan diferente a la de los demás procesos de Independencia que

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ocurrían en esos mismos años en el resto de Latinoamérica (cf. Lynch 1997)? ¿Cuál puede ser, para un lector interesado en el área andina, la rele­vancia de una obra que trata de explicar un proce­so histórico tan compleja y específicamente mexi­cano? ¿No será esta masiva rebelión de la década de 181 O comparable más bien con las rebeliones andinas iniciadas treinta años antes en 1780? Tra­temos de ver cuán útil puede ser la historia com­parada - cronológica y temáticamente- , a partir de la obra que pasamos aquí a reseñar.

Uno de los libros de historia mexicana más esperados de los últimos años, The Other Rebellion de Eric Van Young, profesor de la Uni­versidad de California en San Diego, ha resultado ser una obra tremendamente impresionante: sus más de setecientas páginas (en formato 'cuarto' , 17 x 25 cms., inusual en libros publicados en Es­tados Unidos), contienen más de trescientas mil palabras, más de cien páginas de citas (pp. 535-650), y treinticinco de bibliografia (pp. 653-685). Por otro lado, Van Young embebe su narración en textos teóricos sobre psicología, las revoluciones y el campesinado. Además, con este libro el autor se enfrenta nada menos que ¡a casi dos siglos de historiografia mexicana! Su planteamiento central señala que las razones económicas ofrecidas nor­malmente para explicar la Guerra de Independen­cia de México -la llamada "Insurgencia" de 181 O a 1821- no resultan suficientes para entender com­pleta y satisfactoriamente porqué miles de mexi­canos se levantaron en armas contra el gobierno colonial español. En su lugar, Van Young nos pro­pone que una indagación renovadora sobre la re­belión popular mexicana - sobre toda rebelión po­pular-rural, en realidad- necesita incluir factores culturales entre sus criterios centrales de análisis. Este monumental esfuerzo intelectual demuestra la maestría de Van Young, no sólo en el ámbito de las historiografias mexicana y latinoamericana, sino, comparativamente hablando, también en el de las historiografias sobre movimientos sociales de Europa, Estados Unidos y Rusia, inclusive.

El libro, por sobre todo, promueve una histo­ria cultural de la rebelión popular mexicana por la Independencia. Es de resaltar que Van Young ofrece su propia definición de cultura, basándose en las de antropólogos como Clifford Geertz, Víctor Turner y Marshall Sahlins. Así, el autor postula que la cultura se compone de:

"códigos y símbolos transmitidos inter­generacionalmente, a través de los cuales

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los grupos humanos atribuyen significa­dos al mundb de los seres humanos, de las cosas y de las fuerzas que los rodean, y a través de los cuales se transmiten in­formación entre sí mismos; [son códigos y símbolos] a través de los cuales entien­den, representan, refuerzan o rechazan relaciones de poder y dominación; y so­bre todo [son códigos y símbolos] a tra­vés de los cuales definen sus propias iden­tidades mediante las historias que cuen­tan de sí mismos". (p. 19) 1

Esta definición propia de cultura es represen­tativa de uno de los aspectos más sobresalientes del libro: en The Other Rebe/lion Van Young desea "hacer olas" en "charcos" ubicados más allá de la historia mexicana o latinoamericana - parecería que quisiera que los académicos de otras disciplinas y áreas históricas tomen en serio su análisis y que adapten su método de interpretación a otros mo­vimientos sociales- . Esto es evidente en sus cons­tantes comparaciones con otras rebeliones cam­pesinas ocurridas por todo el "Mundo Atlánti­co" de la época. Y, sobre todo, en las conclusiones del libro (cap. 19, pp. 496-523), donde pone a las revoluciones francesa y norteamericana bajo su ' microscopio' junto con la Revolución de la Inde­pendencia mexicana. Si Van Young hubiera queri­do que su libro "pesara" tan sólo entre los latinoamericanistas, podría haber comparado el proceso de Independencia en México con los del resto de América Latina. Sin embargo, Van Young ubica a México en un mismo escenario compara­tivo con la Revolución Francesa ( 1789-1799) y la guerra de Independencia de Norteamérica ( 1774-1783 ), e incluye además interesantes compara­ciones con la Revolución Mexicana de 1910-1920 (cf. Knight 1986, 1992; Rodríguez 1990; Tutino 1986; Vanderwood 1989).

La cita en inglés dice: "intergenerationally transmitted codes and symbols by which groups of people impute meanings to the world of humans, things and forces around them, and by which they convey that information to each other; by which they understand, represent, reinforce, or contest relations of power and domination; and above ali through which they define their own identities by the stories they tell about themselves".

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Van Young no quiere minimizar la importan­cia de los factores económicos, que han dominado las explicaciones de la historiografia hasta ahora, sobre todo si tomamos en cuenta que su primer libro es una historia económica de la región de Guadalajara durante la Era Borbónica (Van Young 1989). Al contrario, él plantea que los historiado­res deben combinar los factores económicos con factores culturales en sus investigaciones. Que deben incorporar en sus análisis las expresiones culturales - como las representaciones mentales colectivas, las cosmovisiones religiosas, la identi­dad de grupo, la cultura política y la "arquitectu­ra" de la comunidad-, para así entender mejor por qué en cierto momento los campesinos dejaron sus arados y tomaron las armas. Para Van Young los campesinos vivieron en un "universo moral", no tan sólo en una "economía moral" (cf. Thompson 1971 / 1991 , cap. IV; Scott 1976). La reconstrucción de este "universo moral" la hace el autor a través del análisis de una cantidad impre­sionante de documentos del Archivo General de la Nación de la ciudad de México, así como de otros archivos de nivel regional, incluyendo do­cumentación sobre actividades calificadas de "cri­minales" por las autoridades coloniales. Van Young aporta una sensibilidad que podríamos calificar de " postmodema" a su lectura de estos documen­tos, interpretándolos con una visión "contra el grano" y teniendo presente constantemente las circunstancias concretas de su producció n (interrogatorios judiciales, declaraciones interesa­das, acusaciones y defensas para influir en deci­siones de vida o muerte). A partir de estos docu­mentos, el autor puede reconstruir las vidas de algunos campesinos, sugiriendo las motivaciones detrás de su participación en la Guerra de Inde­pendencia. Por ejemplo, Van Young reconstruye la vida de un campesino analfabeto insurgente, Chito Villagrán (pp. 179-200), y la historia de un pueblo, Atlacomulco (hoy en el estado de Méxi­co, al norte de Toluca; pp. 351-452), en los vio­lentos años de la Insurgencia .

El libro desarrolla varios argumentos nota­bles. Primero, Van Young postula que el proceso de la Independencia en México enfrentó a tres grupos principalmente: el estado colonial, los lí­deres insurgentes criollos y el campesinado rural popular. El enfoque del libro plantea que "lastra­yectorias de las ideologías de élite y popular se cruzaron relativamente poco", y que mantuvie­ron un "diálogo de sordos", con mucho ruido pero con poco entendimiento real. El segundo argu-

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mento afim1a que la historiografia ha sobre-exten­dido su análisis de la religión católica y del liderazgo proveído por los sacerdotes rebeldes (pp. 201-3 10). Los historiadores han puesto de­masiado énfasis en el rol de los sacerdotes criollos Miguel Hidalgo (n. 1753-m. 1811) y José María Morelos (n. 1765-m. 1815), cuando un ochenta por ciento de los sacerdotes locales se mantuvie­ron leales al gobierno colonial ( cf. Taylor 1996). Sin embargo, ciertas imágenes religiosas -como la imagen mesiánica del rey español Femando VII­abundaron, lo que proporciona al autor un subtexto importante dentro de su análisis de la estructura de la violencia política colectiva durante la Insur­gencia (pp. 453-493).

El tercer argumento planteado por Van Young es que, en el movimiento de Independencia mexica­no de la década de 181 O, los participantes eran predominantemente indígenas. La historiografia tradicional (tanto la vertiente patriótico-naciona­lista, como la versión teleológica inspirada en la noción de "raza cósmica" de José Vasconcelos [n. 1881-m. 1959]) sostenía que eran los mestizos los que formaron el grupo étnico-racial más importan­te en el movimiento de Independencia. Van Young proporciona datos empíricos de archivo, especial­mente de arrestos, que contradice esta suposición historiográfica predominante. El autor demuestra que la mayoría de los participantes se identificaron -o fueron identificados- como indígenas. Más aún, demuestra que la mayoría de los insurgentes pelea­ron cerca de sus casas y pueblos, allí donde tenían a sus familias, y que, en promedio, tenían unos treinta años de edad, algo "viejos" para el ciclo vital de un mexicano del medio rural de la época (cap. 2, "Leaders and Followers").

Sin embargo, su conclusión más importante señala que la Insurgencia popular se inscribe en realidad dentro de "un prolongado proceso de re­sistencia cultural de las comunidades rurales en contra de las fuerzas [ exteriores J de cambio". A la población rural y a los insurgentes populares no les importaba derrocar al Rey, o colocar una faja presidencial en los hombros del cura insurgente Hidalgo, o del general criollo y ex-realista Agustín de Jturbide (n. 1783-m. 1824), primer y efimero "emperador constitucional" de México ( 1822-1823). Ellos protegían sus pueblos, sus intereses locales, y seguí~n a sus propios líderes comuna­les. No tiene sentido para Van Young pensar en estos combatientes campesinos como partidarios interesados en el destino del estado colonial y del Virreinato de la Nueva España. Ellos protegían

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unos pueblos cuyos orígenes se remontaban a mucho antes del inicio del colonialismo español en Mesoamérica (pp. 494-496).

En conclusión, The Other Rebellion es un li­bro de una enorme envergadura, un libro que todo estudioso de la historia latinoamericana debería leer, sobre todo aquellos interesados en las rebe­liones rurales y los problemas de la conciencia campesina y la acción colectiva. Sin embargo, de todo lo dicho anteriormente, tengo dos críticas importantes a esta impresionante obra. Primero , el tamaño del libro es abrumador. Simplemente tiene demasiadas páginas, demasiada bibliografia, demasiada información, y un estilo de escritura tan complejo que resultará dificil de digerir para el público lector en general, una vez que el libro sea traducido al castellano. Es este un libro de lectura necesaria, qué duda cabe, pero ciertamente cons­tituirá una lectura muy exigente. Quedan, pues, los curiosos lectores advertidos.

Mi segunda crítica es que Van Young conside­ra todo el período de la Insurgencia ( 1810-1821) como una unidad mas bien homogénea, aunque la mayoría de su información documental proviene de los momentos iniciales de la rebelión dirigida por Hidalgo y Morelos ( 1810-1816). No diferen­cia el autor suficientemente cómo cambió la gue­rra después del fusilamiento de Morelos (en San Cristóbal Ecatepec, 22-XII-1815), bajo el liderazgo del general afro-mestizo - y futuro pre­sidente mexicano en 1829- Vicente Guerrero (n. 1782-m. 1831) y de otros jefes insurgentes crio­llos . A pesar de estas dos reservas, Van Young nos ha dado una importantísima muestra de su capacidad de investigación y argumentación, una antorcha - si se me permite el símil olímpico- , que estudiosos de otros países y de otros perío­dos deben recibir, analizar y debatir. Incluso, por qué no, en el Perú y en el área andina.

Nathan W. Clarke University o/ lllinois (Urbana-Champaign) (Traducción de Nicanor Domínguez Faura)

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DRINOT, Paulo; GAROFALO, Leo (Editores). Más allá de la dominación y la resistencia. Estudios de historia peruana, siglos XVI-XX. Lima: IEP, 2005.

Producto de un taller realizado en Londres en el Institute ofLatin American Studies en el 2002, los ensayos reunidos en este libro presentan a una nueva generación de historiadores peruanos y extranjeros egresados de la Pontificia Universi­dad Católica de Lima y de universidades estado­unidenses e inglesas. Como mencionan los edito­res, esta generación es nueva en términos cronológicos porque desde el punto de vista historiográfico siguen los lineamientos de la déca­da del 90: el cuestionamiento hacia la innovadora pero muy ideologizada "nueva" historia social a través de una práctica de investigación más seria en su trabajo de archivo, amplia en sus temáticas de investigación y teóricamente ecléctica. A ello se agrega el hecho de querer superar - según los editores- esa especie de "esquizofrenia" que existe en la historiogra fia peruana que opone irrecon­ciliablemente sus tradiciones "conservadora" y "crítica" mediante la recuperación de los aspec­tos positivos de ambas ( 10).

El libro contiene doce ensayos: cinco referen­tes a la época del virreinato, cuatro al siglo XIX y tres a las primeras décadas del siglo XX. De los ensayos que se ocupan del virreinato, tres son los que más claramente objetan los paradigmas de la dominación y la resistencia y presentan a los sec­tores subalternos como sujetos activos en la con­figuración de la sociedad virreinal, que se adaptan a la normatividad pero que asimismo pueden usarla para su beneficio y crear ciertos espacios libres. Al respecto, el ensayo de Heidi V. Scott, "Más allá del texto: recuperando las influencias indíge­nas en las experiencias españolas del Perú", cues­tiona la idea de que las tempranas descripciones españolas de América era un producto hecho y dirigido exclusivamente para europeos, sin ningu­na influencia local, y más bien muestra como el medio fisico y humano influyó en ellas. De esta manera, Scott recupera la experiencia material de los soldados españoles y como ésta afectó sus representaciones sobre la conquista. En tal senti­do, las penuri~s y carestías fisicas por las que atravesaron los españoles en los inicios de la con­quista se expresaron en sus crónicas como un vía crucis que una vez superado por el apoyo de la población indígena en forma de hombres y ali-

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mentos, pasó a convertirse en una gesta heroica exclusivamente española que obvia intencional­mente todo apoyo local. Rache) Sarah O'Toole, "Casta y representación en Trujillo colonial", usando los conceptos de etnogénesis y performa­tividad muestra como las categorías de castas co­loniales lejos de estar definidas unívocamente por la apariencia fisica, eran recreadas en su uso to­mando en cuenta otros factores socioculturales (el habla, la ropa, las relaciones sociales) que en conjunto daban forma a la identidad de los suje­tos. Estos hechos tenían consecuencias concre­tas: ciertos beneficios económicos y sociales que permitían enfrentar las presiones de la sociedad colonial. Así, por ejemplo, los indígenas y mesti­zos utilizaban esas categorías para obtener deter­minados privilegios como derechos comunales o excepciones fiscales. En el caso de la población de ascendencia africana, el uso de las categorías "mo­reno", "criollo libre" o "negro" como un indicador del grado de aculturación y de estatus frente a la persona libre, podía ser beneficioso en determi­nados casos judiciales. Leo J. Garofalo, "La so­ciabilidad plebeya en las pulperías y tabernas de Lima y el Cuzco, 1600-1690", demuestra cómo las pulperías lejos de ser un simple lugar de venta de licor y comida eran sobre todo un punto de confluencia de diferentes grupos étnicos que pro­piciaba la interacción social y el intercambio cul­tural. Así, en estos lugares además de realizarse actividades recreativas, intercambios económicos y apuestas se construían solidaridades coyuntu­rales tanto para defenderse de ataques ( de otros sujetos, de las autoridades) como para realizar determinadas actividades (lícitas e ilícitas). En tal sentido, la pulpería era un espacio que brindaba a los sujetos cierta libertad de los controles socia­les, razón por la cual era vista con desconfianza por las autoridades y la élite criolla. Sin embargo, como afirma Garofalo, esta sociabilidad plebeya no traspasó el ambiente de la pulpería y por lo mismo no cuestionó el orden colonial. De otra parte y ubicándose más cerca del paradigma de la "resistencia", el ensayo de María Marsili, "El dia­blo en familia: herejes, hechiceros e idólatras en Arequipa colonial", a diferencia de otros estudios dedicados a los temas de la evangelización centra­dos en los andes centrales y entre 1550-1650 se ubica en una región supuestamente libre de idola­trías y entre fines del siglo XVII e inicios del XVIII. Marsili afirma que la desaparición de la religión Inca ocasionó que la religión andina reco­brará fuerza al dejarse libres sus expresiones reli-

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giosas locales . Esto es evidente en el caso de Arequipa, donde las huacas, a pesar de la política de reducciones, continuaron siendo un lugar de filiación étnica y con influencia sobre determina­das poblaciones y territorios. Así, persistieron linajes de huaqacamayos (sacerdotes) en estrecha relación con las elites indígenas quienes, por otra parte, usaban el culto a los mallquis (momias de ancestros) como un medio para legitimar y con­solidar su poder económico y social e incluso re­sistir a las presiones fiscales del poder colonial -tema que en realidad no está claramente trabaja­do-. En el último ensayo sobre el virreinato, "El censo demográfico peruano de 1725-17 40", Adrian J. Pearce muestra cóm9 en el contexto de las re­formas borbónicas este censo, mandado a realizar por el virrey Castelfuerte, sirvió para detener el negativo impacto fiscal que la epidemia de 1718-23 produjo al diezmar a un importante porcentaje de la población indígena y desactualizar los cen­sos usados para calcular las cuotas del tributo y la mita. Este objetivo fue cumplido con éxito al reclasificar como tributarios a población que an­tes tenía una situación fiscal poco definida (foras­teros, mestizos y yanaconas) al punto de que tras la epidemia se tenía tantos tributarios como an­tes. Sin embargo, como indica también Pearce, este hecho no sólo produjo una mayor presión fiscal hacía los indígenas sino también malos ma­nejos por parte de caciques y corregidores que ocasionaron malestar social y revueltas , inscri­biéndose así este censo en la primera coyuntura de rebeliones indígenas del siglo XVIII.

Los ensayos relativos al siglo XIX, salvo el de Christiansen, abordan desde una perspectiva política temas poco trabajados en los 90' : las ideas, los conflictos regionales y la educación. Al res­pecto, Natalia Sobrevilla en "Conflicto regional, guano y poder" afirma que el caudillismo y los conflictos regionales durante la primera mitad del siglo XIX no desaparecieron en la época del gua­no y más bien mantuvieron su lenguaje constitu­cional y su apelación a la ciudadanía armada; sin embargo, adquirieron nuevas características como el uso de buques y el control de los recursos del guano . En este contexto, el rol jugado por la ciu­dad de Arequipa es importante dado que al asu­mir el liderazgo político de la región sur cuestionó continuamente el poder de Lima. Esto llevo a que los conflictos políticos opusieran a las regiones del norte y sur, tal como sucedió en las coyuntu­ras de la Confederación Peruano Boliviana de 1836-1839, la Regeneración y el Directorio entre

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1840 y 1842, la Revolución Liberal de 1853-1855 y la Reacción de 1856-1858. Martín Monsalve, por otra parte, en "Del sufragio a la sociedad ci­vil: pánicos morales, utopías liberales y las cam­pañas electorales de 1850 a 1858" analiza los cam­bios ideológicos de la élite liberal respecto al tema del sufragio y muestra cómo de ser considerado como un medio de construcción ciudadana y de integración social del pueblo pasó a ser visto, tras la frustrante experiencia liberal en las elecciones directas de l 855~ 1858, como una "fuente de co­rrupción moral y cívica" que ponía en peligro la estabilidad del país. Este hecho produjo en los liberales una suerte de "pánico moral" - concepto tomado de los estudios subalternos- que les llevó a concentrar su acción política en las asociaciones y en la opinión pública, los cuales fueron consi­derados como los medios más adecuados para formar a un "verdadero republicano" y controlar moralmente a la plebe. Esto, según concluye Monsalve, significó el paso del liberalismo al repu­blicanismo. En el ensayo de Antonio Espinoza, "Moldeando a los ciudadanos del mañana: el pro­yecto educativo disciplinador en Lima entre 1850 y 1900", se analiza, por un lado, el discurso de la élite respecto a la utilidad de educación primaria y, de otra parte, el poder del Estado para poner en práctica esas ideas y las reacciones de la sociedad. En tal sentido, afirma que las élites concebían a la educación como un medio de disciplinar y, tras la guerra con Chile, difundir el patriotismo en los sectores populares, un hecho que propiciaría el desarrollo económico y la estabilidad política del país . Para alcanzar estos objetivos el Estado implementó a través de la escuela una serie de medidas disciplinarias (puntualidad, asistencia, castigos) que no siempre pudieron aplicarse debi­do tanto a sus limitaciones institucionales (falta de recursos materiales y humanos) como por la resistencia a su autoridad de parte de los padres de familia . Alejado de estos temas políticos y más cerca de los estudios subalternos y de géne­ro, en el último ensayo de este grupo, "Sirvientes, dependientes e hijas adoptadas: los distintos nom­bres de las trabajadoras domésticas. Cajamarca siglo XIX", Tanja Christiansen, usando juicios sobre secuestros, estudia las relaciones sociales de dependencia mantenidas entre sirvientas do­mésticas menores de edad y sus patrones a través de sus discursos, contradiscursos y el rol de las autoridades políticas. Christiansen afirma que los patrones defendían la custodia de la menor, inclu­so de la de sus propios familiares , utilizando un

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discurso paternalista basado en su rol protector de la moral sexual de la menor y garantizado por su calidad moral y social. Asimismo, por los gas­tos de manutención , afirmaban tener el derecho de ex igirles trabajo e incluso se habla de esclavi­tud - un tema importante pero apenas analizado. Respecto a las sirvientas, su voz fue mediada por sus familiares o terceras personas que les ayuda­ban a escapar, quienes acusaban a los patrones de abusos y castigos. Sin embargo, cuando ellas po­dían hablar se ponían de parte de los patrones, razón que lleva a la autora a usar como contradis­curso - de manera arriesgada- , las denuncias de sus compañeras de conspiración. Entre ambos grupos se encontraba el Estado, a través de sus autoridades locales (policiales y judiciales), que si bien tendieron a favorecer a los patrones, su labor no fue arbitraria y otorgó compensaciones a las personas afectadas.

En el último grupo de ensayos se da una nue­va mirada a algunos temas privilegiados por la historiografia social de los 70' y 80': el indigenismo y los movimientos indígena y obrero en los ini­cios del siglo XX. Juan Fonseca en "Protestantis­mo, indigenismo y el mundo andino ( 1900-1930)" analiza la visión del indio de los misioneros pro­testantes, su relación con el indigenismo y el tra­bajo educativo realizado con los indígenas. Al res­pecto, los protestantes al igual que los indigenistas tenían una visión paternalista hacia los indios con­siderándolos como una población de costumbres atrasadas hecho, según ellos, generado por la falta de educación, el alcoholismo y la explotación de las autoridades. Este atraso se expresaba en su religión, la cual no había mejorado con el catolicis­mo y estaba basada en supersticiones e idolatrías. Por ello, para este " indigenismo protestante" el medio para mejorar la situación del indio, y de paso al país, era a través de la predicación del protestantismo y la libertad religiosa. Estas ideas se transformaron en acciones concretas en el Cuzco y en la selva al establecerse escuelas y sociedades protestantes donde se enseñaba a los indígenas conocimientos agrícolas y nuevas costumbres como la abstinencia alcohólica, la puntualidad y la disciplina. Como último punto, Fonseca afirma que los indigenistas peruanos consideraron útil la campaña educativa del protestantismo en tanto "civi lizaba" al Indio pero no la tomaban como una ~Jternativa religiosa. El ensayo de Annalyda Alvarez-Calderón, ""Es justicia Jo que espera­mos de Su Excelencia": política indígena en Puno ( 1901- 1927)" , cuestiona la idea que caracteriza a

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los movimientos indígenas como violentos e im­buidos de un carácter milenarista y muestra en cambio cómo los campesinos puneños, con el apoyo de las élites locales y nacionales, se movi­lizaron hacia Lima para reclamar justicia al Esta­do por la explotación que sufrían por parte de las autoridades locales y los gamonales, logrando con­vertir el movimiento local en uno de alcance na­cional tras la creación del Comité Pro-Derecho Indígena Tahuantinsuyo ( 1920). De otra parte, en Jo relativo a sus reclamos, los indígenas más que estar sumergidos exclusivamente en ideas milenaristas - argumento utilizado por lo gamo­nales para evidenciar el atraso indígena y desvir­tuar los reclamos- manejaban implícitamente ideas políticas - ¿liberales, comunistas u otras? La au­tora no entra a ese nivel de análisis- que "reafir­man sus derechos civiles como ciudadanos "indí­genas", contribuyentes, con un enorme potencial para promover el desarrollo de la nación peruana" (313). En el último ensayo de este libro, "La huel­ga del Ferrocarril del Sur de 1934", Paulo Drinot a través de esta huelga en Arequipa - ignorada por la historiografia a pesar de su influencia en Puno, Cuzco, Lima y Trujillo--- da una nueva mirada a los conflictos laborales, su relación con la política y el nacionalismo, y las relaciones entre empresa extranjera y Estado. Así, analiza primero las ten­sas relaciones entre la empresa británica Ferroca­rril del Sur y los actores económicos locales debi­do al aumento de las tasas de transporte, y cómo ésto generó constantes críticas imbuidas de una retórica nacionalista. En segundo Jugar, respecto a la huelga, resalta cómo los obreros y empleados pese a sus diferencias laborales, sociales y racia­les y lograron conformarse en un comité único -aunque este punto no está muy desarrollado- . Como último punto, Drinot muestra la victoria de la empresa frente a la huelga, no como un pro­ducto exclusivo del "imperialismo informal", sino debido a sus diferentes estrategias para hacerle frente (división entre obreros y empleados, des­pidos de dirigentes, reconocimiento de sindicatos alternativos) y a un contexto político favorable caracterizado por el temor del gobierno a que las huelgas llevaran a una revolución social.

Sin negar el valor de cada uno de estos ensa­yos, una mirada al conjunto del libro lleva a pre­guntarnos si en realidad, como quieren los edito­res, éste contribuye a "una manera distinta de pensar y escribir la historia peruana" (9). La im­presión es que, aparentemente, sí Jo consiguen por la relectura o novedad de los temas que abor-

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dan pero no teóricamente. Ello debido a que sólo se objetan los paradigmas de la historiografia de los 70' y 80' y no se cuestiona de la misma mane­ra a la de los 90'. Así, por ejemplo, la noción de republicanismo, las categorías de Foucault, de los llamados estudios subalternos o de género mere­cerían un análisis más detenido desde el punto de vista teórico y político. Veamos algunos ejem­plos. La noción de republicanismo, tan discutida en la historiografía norteamericana por su cuestionamiento a la paternidad ideológica liberal de los Estados Unidos y esgrimida hoy como una alternativa entre el liberalismo y el socialismo, es mencionada pero no definida en el texto de Mon­salve a pesar de que concluye afirmando que en el Perú a mediados del siglo XIX éste desplazó al liberalismo. Conclusión además discutible tenien­do en cuenta que en otros países hispanoamerica­nos (Argentina, México) autores como José An­tonio Aguilar, Gabriel Negretto y Luis Barrón afirman lo contrario: que el liberalismo desplazó al republicanismo y que éste estaba más bien aso­ciado con el discurso político de las primeras dé­cadas del siglo XIX. De otra parte, las virtudes explicativas de categorías como "pánico moral" en este cambio de ideas políticas no parecen cla­ras, sobre todo porque en las elecciones de 1850 el Club Progresista ya las había hecho parte de su discurso político sin mediar los "pánicos mora­les" que produjo la acción de la plebe en las elec­ciones directas, lo cual también nos lleva a pensar si en este afán de dar protagonismo a "los de abajo" no se está cayendo en una nueva especie de determinismo social de lo político . Algo simi­lar sucede con el ensayo de Sobrevilla que subes­tima, como otros estudios políticos de los 90', un aspecto importante en el juego político: las insti­tuciones. Por ello, al tratar de desvirtuar las afir­maciones que caracterizan la época del guano como políticamente estable, no toma en cuenta que esta estabilidad se refería a que el Estado, a pesar de la violencia política, pudo hacer funcionar institu­ciones vitales para el sistema político que antes tenían una existencia muy precaria, como es el caso del parlamento. Con todo, este libro contie­ne excepciones a lo mencionado. De ellas la más clara es la de Scott, con una interesante propuesta teórica que recupera la experiencia física de los sujetos, un aspecto poco considerado en los estu­dios subalternos, a veces excesivamente concen­trados en discursos. Problema, que por otra par­te, es notorio en el ensayo de Cristiansen que al buscar los discursos y contradiscursos de las re-

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laciones de dependencia entre sirvientas y patro­nes no toma demasiado en cuenta el contexto so­cial de los sujetos. En consecuencia , no analiza con detenimiento el tráfico de menores , un hecho que complejiza los juicios al hacer qudar de las buenas intenciones de las partes en conflicto, sean estos hacendados o familiares, y de los "contradis­cursos", obtenidos indirectamente de terceras personas.

Lo mencionado no tiene otro objeto que lla­mar la atención sobre la necesidad de discutir el bagaje teórico que las ciencias sociales de los 90' ha dejado en la historiografía, dado que en mu­chos casos - y no sólo desde la historia- , se les ha venido usando de manera superficial y con el úni­co objeto de dar cierto toque de sofisticación a una investigac ión . Un hecho que resulta incom­prensible, en tanto las teorías mencionadas tienen una agenda política concreta y no buscan sola­mente "sofisticar" la investigación social. Por ello, si como señalan los editores, no existe una historiografia crítica o conservadora inherente­mente buena o mala, no se puede negar que existe otra más bien naif. En suma, más que superar "esquizofrenias" parece también importante dis­cutir los actuales paradigmas teóricos, dado que ello contribuiría a un mayor debate de ideas y rompería esa especie de "consenso" improducti­vo por la que atraviesa actualmente la hi sto­riografia peruana.

A/ex Loayza

CERRON-PALOMINO, Rodolfo, El chipaya o la lengua de los hombres del agua. La Paz: PLURAL PUCP. 2006.

El libro El chipaya o la lengua de los hombres del agua, de Rodolfo Cerrón-Palomino, es una obra monumental. Se trata de la primera descrip­ción gramatical completa de la lengua andina chipaya, hablada en la provincia de Sabaya (Oruro) en Bolivia por un grupo humano autodenominado qhwaz-zh zhoñi ' hombres del agua', proveniente históricamente de una zona de abundantes lagos, lo que explica el título un tanto lírico de una obra, por lo demás, rigurosamente académica.

El chipaya o la lengua de los hombres del agua es la siguiente en una serie de obras de Cerrón-Palomino que buscan revalorizar las len-

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guas andinas, situándolas en el lugar que les co­rresponde por derecho, a través de su acuciosa descripción gramatical, el desentrañamiento de su desarrollo histórico, tanto interno como externo, y la determinación de su complejidad dialecto­lógica. De esta manera, nuestro libro se integra en esta colección, al lado de Lingüística quechua, La lengua de Naim/ap (reconstrucción y obsoles­cencia del mochica), Quechumara. Estructuras paralelas de las lenguas quechua y aimara y Lin­güística aimara, con idéntica calidad académica y despertando en el lector el mismo asombro y ad­miración ante la magnitud de un trabajo de inves­tigación llevado a buen térn1ino gracias a la volun­tad, conocimiento e inteligencia que sólo se reco­noce en los grandes intelectuales.

En efecto, el libro que aquí comento es el re­sultado de un trabajo sin descanso de más de cin­co años, que comienza con la consulta bibliográfi­ca de índole lingüística y prelingüística sobre el chipa ya, e incluye diversas jornadas de trabajo de campo, largas y duras , en Santa Ana de Chipaya, Oruro, La Paz y Puno; explora en los textos colo­niales la mínima mención de la lengua; se enrique­ce, en Berlín y París, con el examen de los manus­critos de los pocos investigadores que han abor­dado antes el estudio de la lengua y termina, final­mente, con una organización y redacción que po­nen al alcance de especialistas, pero también al de cualquier persona interesada en conocer el chipaya, su enorme riqueza estructural. Esta relación, sin embargo, no hace visible la labor más ardua detrás de nuestro libro: la construcción de una obra orgá­nica a partir de datos lingüísticos.

La gramática de una lengua no se muestra a sí misma; los enunciados son continuos acústicos que no presentan fronteras ni etiquetas categorizadoras. Cuando el lector abre el libro y encuentra un fragmento como el siguiente:

Halla neqz-tan tshaa tur-a-kiztan ap­[thap-z-t-qal-tra

Y allí-Dir unajoven-Fem-Ablat [ enemistar-Refl-1 mperf-Asert-Dec 1

Entonces de una joven se enemistaron "Fue entonces cuando se enemistaron

[por una joven"

en el que e1 autor ofrece el enunciado chipaya separado en palabras y estas segmentadas en sus raíces y afijos, en el que cada elemento tiene una descripción semántico-gramatical y en el que se ofrece una traducción literal así como una libre al

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castellano, no ve de inmediato que el primer en­cuentro del investigador con este fragmento fue algo como lo que sigue:

hallaneqztantshaaturakiztanapthapztqaltra

agravado por el hecho de que la velocidad del habla y las reglas fonológicas y morfofonémicas del chipaya suprimen muchas de las unidades subyacentes que aquí aparecen explícitas. Más aun, esta secuencia de letras ya supone un análi­sis fonológico y, por lo tanto, una toma de deci­sión para transcribir lo que se escucha.

Así, pues, lo más admirable en el trabajo de Cerrón-Palomino se encuentra, en primer lugar, en la capacidad del autor para elicitar de sus "aseso­res-informantes", como los llama él, no cualquier dato, sino el que le permitirá develar la estructura mental que subyace a la producción del enunciado. En segundo lugar, en su amplio dominio de las estructuras fonológicas, morfológicas, sintácticas y semántico-pragmáticas de las lenguas del mun­do, lo que Je permite categorizar los datos nuevos dentro de un marco conceptual universal. Final­mente, en tercer lugar, en su intuición para captu­rar, distinguir y explicitar significados muy sutiles asociados a las formas y estructuras de la lengua chipa ya, lo que sin duda es resultado de su excelen­te formación lingüística pero también de su pro­fundo conocimiento del mundo andino.

El chipaya o la lengua de los hombres del agua está dedicado al pueblo chipaya y, en parti­cular, a quienes colaboraron con el autor en la investigación. Comienza con un prólogo en el que se explica a quiénes está dirigida la obra y se agra­dece largamente a las diversas instituciones y per­sonas que contribuyeron con su realización. Lue­go siguen las listas de signos y abreviaturas con sus equivalencias, como es costumbre en los li­bros de Cerrón-Palomino. La estructura general es como sigue: introducción; primera parte, dedi­cada al estudio del sonido; segunda parte, en la que se trata la palabra; tercera parte, consagrada a examinar la frase; cuarta parte, que analiza la ora­ción; y un epílogo acerca de la impronta aimara en el chipaya.

En la introducción ( capítulo !), el autor pre­senta una descripción del territorio donde habita el pueblo chipaya, nos habla de "los hombres del agua" y ubica la lengua como una de las descen­dientes de la antigua lengua uro, al lado del iru­wit'u (lamentablemente, en vías de extinción), el ch'imu y el uru-murato (extintas estas dos últi-

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Reseñas

mas), formando parte de la famili a lingüística uru­chipaya . Luego de rastrear, infructuosamente, documentos coloniales en busca de registros del chipaya, reseña los estudios anteriores realizados sobre esta lengua, entre los que destacan los de A. Métraux y J. Vellard, en la etapa prelingüística, y los de R. Olson ( 1964, 1965) y L. Porterie, en la lingüística propiamente dicha. El capítulo cierra con una narración emotiva de algunas vivencias que rodearon el desarrollo de la investigación .

La primera parte, El sonido, está dividida en dos capítulos: Fonología y Morfofonémica. En el primero ( capítulo II), se da cuenta del inventario fonológico del chipaya, tanto en su abundante consonantismo - icuarenta fonemas! - , como en su vocalismo, constituido, curiosamente tratándose de una lengua andina, por cinco unidades funcionales distinguidas espectralmente. Se ofrece una descrip­ción articulatoria detallada de todos los segmentos, con abundantes ejemplos que muestran su distri­bución, su funcionalidad y, en algunos casos, sus realizaciones fonéticas peculiares. Llaman la aten­ción, en particular, la riqueza de los segmentos sibilantes, la presencia de consonantes labializadas y la preaspiración consonántica en posición implosiva, así como la oposición vocálica por can­tidad y la existencia de vocales sordas motivadas contextualmente. El capítulo también presenta una descripción de la estructura silábica chipaya y una breve discusión del acento de intensidad en la len­gua, y termina con una sección en la que el autor propone un alfabeto, basado en su amplia expe­riencia en la elaboración de estos instrumentos escriturarios, a partir de criterios que toman en cuenta no sólo Jo lingüístico, sino también lo peda­gógico y lo social.

El capítulo III comienza con una breve des­cripción de la palabra chipaya, tema que se desa­rrolla in extenso en el capítulo siguiente, para dar paso a la presentación de los diversos fenómenos morfofonémicos que caracterizan esta lengua. Los más saltantes son los que involucran la supresión o la realización como [i] de vocales en contacto con ciertos morfemas pero también es de destacar la diversidad de procesos que afectan a las conso­nantes. Como el anterior, este capítulo concluye con una sección sobre la escritura, en la que el autor aboga por un sistema parcialmente morfoló­gico, que le permita a quien escriba identificar palabras morfológicamente relacionadas aunque su forma fonética las distinga; Cerrón-Palomino sostiene que este tipo de escritura favorece una educación bilingüe de mantenimiento. Su preocu-

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pación constante por este tipo de temas demues­tra la vocación del autor por una lingüística so­cialmente comprometida.

La segunda parte consta de cuatro capítulos, en los que se examina la estructura qe la palabra chipaya. El capítulo IV desarrolla el esbozo morfológico adelantado en el capítulo anterior presentando los diversos tipos de raíces que mues­tra la lengua. Estos coinciden con las categorías gramaticales que caracterizan al chipaya y son divididos en tres grandes clases, con sus respecti­vas subclases, de acuerdo con su distribución y otras características formales y semánticas: 1. Nominales (sustantivos, pronominales, adjetivos, numerales y adverbiales); 2. Verbales (intransi­tivos, transitivos, ditransitivos y copulativos); 3. Partículas (conjunciones, exclamaciones, nexos, etc.). Además de las clases de raíces, este capítulo presenta los tipos de afijo que pueden adosarse a éstas. Llama la atención la presencia de prefijos en esta lengua andina, aunque su estudio muestra que se encuentran en una etapa de congelamiento para todo fin práctico. En contraste, la abundan­cia de sufijos (nominales, verbales e independien­tes) demuestra el carácter netamente aglutinante ( aunque no carente de cierto grado de fusión) del chipaya por su ordenamiento secuencial de acuer­do con el orden [Raíz + Sufijos Derivativos + Sufijos Flexivos+ Sufijos Independientes].

Los capítulos V, VI y VII, en los que se des­criben la morfología nominal , la verbal y los sufijos independientes, respectivamente, son los que le permiten al lector adentrarse de manera más pe­netrante en el núcleo esencial del chipaya. El exa­men individual de los morfemas saca a la luz las peculiaridades semánticas gramaticalizadas por los usuarios de la lengua, sutilezas cognitivas re­lacionadas con la manera de conceptualizar las situaciones descritas mediante la lengua, con las actitudes proposicionales del hablante, con sus intenciones comunicativas y sus sentimientos, con el flujo de la información en el discurso, etc . La flexión nominal muestra los rasgos de número, persona, caso y género , usuales en las lenguas (salvo este último en una lengua andina); la deri­vación, en cambio, ofrece una variedad de sufijos que van desde el familiar diminutivo, hasta una interesante serie de marcadores tempo-espacia­les (cardinal, puntual , proyectivo , bordeador, atravesador, etc.) , pasando por una diversidad de morfemas deverbativos que dan como resultado elementos nominales y adverbiales de significa­dos varios ( concretador, agentivizador, resultativo,

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obligativo, repetitivo, culminativo, repentivo, etc.). La flexión verbal, como en las principales lenguas andinas, presenta los rasgos de persona, número, tiempo. aspecto, modo y subordinación. La derivativa, aunque en menor medida que con los nombres, presenta una riqueza que le permite al hablante expresar, mediante palabras morfológicamente complejas, contenidos semán­ticos que en otras lenguas (como el español, por ejemplo) se realizan con elementos léxicos for­malmente independientes; así, los sufijos aspectuales (incompletivo , priorizador, obligativo, etc.), los gramaticales (transitivizador, causativo, benefactivo, etc.) o los direccionales ( cis-translocativo y frecuentativo) facultan al ha­blante a derivar infinidad de términos con valores lexemáticos propios. Por último, los sufijos inde­pendientes, a diferencia de los nominales y ver­bales, que principalmente tienen injerencia en el nivel del contenido proposicional del enunciado, muestran las decisiones que tienen que tomar los hablantes de chipaya al construir un enunciado en lo que respecta a actos de habla, fuente de información, actitudes proposicionales, elemen­tos del contexto discursivo, etc., contenidos es­tos que en muchos casos se encuentran amalga­mados en un solo sufijo. Valgan como ejemplos los sufijos declarativos, que expresan una aser­ción pero toman formas diferentes de acuerdo con el género y la edad del hablante y su interlo­cutor, el sufijo tribulativo, que al acto de habla asertivo le suma el sentimiento de angustia o la­mentación que le produce al hablante la situación descrita, o los sufijos evidenciales que, a la vez que señalan si el estado de cosas descrito ha sido experimentado directamente por el hablante o este lo conoce de "segunda mano", transmite el grado de certeza con que se afirma lo enunciado. Entre los sufijos independientes deben destacarse los llamados "concordantes", por ser únicos en las lenguas andinas; estos sufijos se agregan a argu­mentos o adjuntos y señalan un vínculo gramati­cal entre éstos y el sujeto, como se ilustra a con­tinuación:

Wer quta-/ -u-tra "yo voy al lago" yo lago-Conc ir-1 ª-Decl am quta-111 oqh-tra "tú vas al lago" nii quta-z~ oqh-tra "él va al lago"

Cabe agregar, finalmente, que la riqueza parti­cular de los morfemas independientes constituye uno de los rasgos más caracterizadores del chipaya.

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La partes tercera y cuarta, sobre la frase y la oración. respectivamente, describen los recursos sintácticos de la lengua chipaya. En aquella, cons­tituida por tres capítulos, se examinan la frase no­minal (capítulo VIII), la frase verbal (capítulo IX) y la frase adverbial ( capítulo X). La frase nominal está formada por un núcleo y uno o más modifica­dores, que lo anteceden; estos pueden ser detem1i­nantes, numerales, adjetivos, frases genitivas o cláu­sulas subordinadas. Los únicos detem1inantes tra­dicionales son los demostrativos tii/taa y nii/naa, correspondientes a este/esta y ese/esa en español ; sin embargo, por influencia de esta lengua, sobre todo en textos escritos, empieza a adaptarse el uso de los numerales tshii/tshaa 'uno/una' y de los de­mostrativos nii/naa como artículos indefinido y definido respectivamente. Los numerales y adjeti­vos se acomodan después de los determinantes, como lo ilustra el siguiente ejemplo:

nii pizk chiw paku esos dos blancos perros "esos dos perros blancos"

Las frases genitivas, a diferencia de lo que ocurre en quechua y aimara (pero como ocurría en puquina y ocurre en otras lenguas), no genera marca de concordancia en el núcleo al que modifi­ca; sin embargo, la cláusula subordinada, al igual que en dichas lenguas, se construye sobre la base de nominalizaciones con diferentes valores aspectuales. La frase verbal, por su parte, pre­senta distintas clases de modificadores dependien­do de los tipos de núcleo verbal. Llaman la aten­ción entre estos, los copulativos, que presentan formas diferentes de acuerdo con el aspecto que expresan - si el sujeto presenta la propiedad atri­buida de manera esencial (o permanente), acci­dental (o transitoria) o bien se encuentra en pro­ceso de adquirirla- , así como los transitivos prototípicos y los menos prototípicos, que van acompañados, respectivamente, de un objeto cla­ramente afectado por la acción expresada por el verbo que no recibe marca casual y de un objeto espacial-locativo, recipiente, recíproco o asocia­tivo que sí porta una marca. Por frase adverbial, el autor comprende, además del típico referente constituido categorialmente por un adverbio léxi­co (jozi 'casi', uri 'rápidamente'), frases adpo­sicionales ([tshii qhuy}-kiztan 'de la casa'), e in­cluso elementos sufija les (-ni 'probablemente'), que comparten con aquel la función de modificar al verbo o a la oración entera.

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Los tres capítulos que conforman la cuarta parte, Tipología sintáctica (capítulo XI), La ora­ción simple (capítulo XII) y La oración com­puesta (capítulo XIII), terminan de delinear la fi­sonomía sintáctica de nuestra lengua. En el pri­mero de ellos, Cerrón-Palomino tipifica al chipaya de acuerdo con los criterios sintácticos de la tipología lingüística contemporánea; así, aparte de su caracterización como una lengua nominati­vo-acusativa, mostrada en el capítulo V, el chipaya resulta ser una lengua SOV (auna pesar del uso de sujetos topicalizados a final de oración), con las implicancias estructurales que esto conlleva: uso mayoritario de postposiciones frente a preposi­ciones, precedencia del adjetivo, del posesor y de la relativa a su núcleo, así como la precedencia de la oración subordinada a la principal, la del verbo principal al auxiliar (asumiendo que el sufijo - ta fue un verbo de esta naturaleza) y precedencia del modelo al elemento comparado. La oración sim­ple se categoriza en nuestro libro de acuerdo con criterios de tipificación tradicionales, lo que ofre­ce una enorme ventaja para la comprensión del funcionamiento del chipaya a quienes conocen previamente estos conceptos y permite compa­rarlo fácilmente con otras lenguas descritas, con la notable ventaja pedagógica que esto supone. Así, pues, las oraciones pueden ser atributivas o predicativas, de acuerdo con la naturaleza del pre­dicado, pero también, de acuerdo con su modali­dad o la intención comunicativa del hablante, declarativas, interrogativas, exhortativas, hipoté­ticas, conjeturales, obligativas o exclamativas. En todos los casos, como es de esperarse, la lengua proporciona elementos léxicos o formales que deben ser usados según reglas gramaticales preci­sas. Con respecto a las oraciones compuestas o complejas, el autor también utiliza la estrategia ya comentada, de manera que las clasifica en yux­tapuestas, coordinadas ( copulativas, distributivas, disyuntivas y adversativas) y subordinadas. En­tre estas últimas propone una división entre las que se construyen con verbo no finito, que pue­den funcionar como adjetivas, sustantivas y adverbiales, y las que presentan un verbo finito ,

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que se usan como adjetivas, adverbiales, condi­cionales, concesivas, causales, circunstanciales y correlativas.

La última parte del libro, como se adelantó, es el epílogo la impronta aimara (capítulo XIV). En él se revisa, en primer lugar; la visión "apocalíptica" que mostró A. Métraux en su obra por la fuerte influencia del aimara sobre el chipaya: este autor vaticinó el fin de esta lengua para me­diados del siglo XX, pronostico afortunadamente equivocado a juzgar por la vitalidad del chipaya en la actualidad. En adelante el capítulo está dedi­cado a examinar las huellas del aimara de Carangas u orureño, que es con el que ha estado en contacto el chipaya por al menos siete siglos, en los distin­tos sistemas de la lengua: el fonológico (que ha probado ser el más resistente a la influencia exter­na) , el morfológico, el sintáctico y el léxico. La conclusión, en los términos del propio Cerrón­Palomino, es la siguiente:

[S]i bien es un hecho el que la lengua ha remodelado considerablemente su gramá­tica, ( ... ) ha conseguido recomponer y re­estructurar su sistema originario, adap­tándolo y enriqueciéndolo, sin perder por ello su propia fisonomía( ... ). [E]s final­mente el pueblo chipaya quien realizó la proeza lingüística de revertir una situa­ción de descomposición y virtual extin­ción de la lengua, al aferrarse a la práctica y transmisión creativas de sus viejas tra­diciones idiomáticas".

Cierran esta estupenda obra dos apéndices -un bello relato cosmogónico en la lengua original , acompañado de un detallado análisis gramatical, una traducción literal y otra libre, así como un utilísimo índice de morfemas en orden alfabético y con su respectiva descripción- y las referencias bibliográficas.

Jorge lván Pérez Silva Pontificia Universidad Católica del Perú

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