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REVISTA DE ARAGON SEMANARIO DE CIENCIAS, LETRAS, ARTES É INTERESES GENERALES. DIRECTORES-FUNDADORES. D. BALDOMERO MEDIANO Y RUIZ Y D. JOSÉ MATHEU Y AYBAR. C O L A B O R A D O R E S . Cávia (D.ª Pilar de). Gimeno(D.ªConcepcion). Sinués (D.ª María del Pilar). Alcalde y Prieto (D. Domingo). Alderete (D. Severino). Andres (D. Ignacio). Arnau (D. Joaquin). Balaguer (D. Victor). Barcelona (D. Juan Pedro). Barrera (D. Pedro Maria). Bus y Cortés (D. Vicente). Berbegal (D. Antonio). Blasco (D. Eusebio). Bielsa (D. Julio). Campillo (D. Toribio del). Camo (D. Manuel). Carnicer (D. Leon). Cavero (D. Juan Clemente). Cávia (D. Mariano de). Clariana (D. Enrique). Comin (D. Bienvenido). Cuchet (D. Luis). Escosura (D. Desiderio de la). Estéban (D. Francisco). GilBerges(D. Joaquin). Gil y Gil (D. Pablo). Gil y Luengo (D. Constantino). Gimeno Rodrigo (D. Juan). GimenoyVizarra (D. Joaquin). Herranz (D. Clemente). Hernandez Fajarnés (D. Antonio). Isabal (D. Marceliano). Jardiel (D. Florencio), Presbítero. Lasala (D. Mário de). Leon (D. Pablo de). Liesa (D. Isidro). Llacer (D. José Maria). Marin y Carbonell (D. Valentin). Marton (D. Joaquin). Martinez Gomez (D. Gregorio). Mondria(D.Mariano). Moner (D. Joaquin Manuel de). Monreal (D. Julio). Morales (D. Salvador). Nougués (D. Pablo). OrdásySabau(D.Pablo). Pallarés (D. Joaquin). Paraiso(D.Agustin). Peiro(D.Agustin). Perez Soriano(D.Agustin). Piernas (D. José Manuel). Pino (D. Victorio). Polo y Peyrolon (D. Manuel). Pou y Ordinas (D. Antonio J.). Puente y Villanúa (D. José). Sagasta (D. Primitivo Mateo). Salinas (D. German). Sanchez Moguel (D. Antonio). Sanchez Muñoz (D. Mariano). Sancho y Gil (D. Faustino). Sanz y Escartin (D. Eduardo). Sañudo Autran (D. Pedro). Sasera y Sanson (D. Ricardo). Sellent (D. José Eduardo). Solsona (D. Conrado). Uguet (D. José M.ª). Vicens (D. Gerónimo). Vilar y Garcia (D. Casto.) Villar (D. Martin). Ximenez de Embun (D. Tomás). Ximenez de Zenarbe(D. Feliciano). Zabala(D.Manuel). Zapata (D. Márcos). Zapater y Gomez (D. Francisco). AÑO II. -DOMINGO 21 DE DICIEMBRE DE 1879.-NÚMERO 50. ZARAGOZA. IMPRENTA DEL HOSPICIO PROVINCIAL. 1879.

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REVISTA DE ARAGON

SEMANARIO DE CIENCIAS, LETRAS, ARTES É INTERESES GENERALES.

DIRECTORES-FUNDADORES.

D. B A L D O M E R O M E D I A N O Y RUIZ Y D. JOSÉ MATHEU Y AYBAR.

C O L A B O R A D O R E S .

Cávia (D.ª Pilar de). Gimeno (D.ª Concepcion).

Sinués (D.ª María del Pilar).

Alcalde y Prieto (D. Domingo). Alderete (D. Severino). Andres (D. Ignacio). Arnau (D. Joaquin). Balaguer (D. Victor). Barcelona (D. Juan Pedro). Barrera (D. Pedro Maria). Bus y Cortés (D. Vicente). Berbegal (D. Antonio). Blasco (D. Eusebio). Bielsa (D. Julio). Campillo (D. Toribio del).

Camo (D. Manuel). Carnicer (D. Leon). Cavero (D. Juan Clemente). Cávia (D. Mariano de). Clariana (D. Enrique). Comin (D. Bienvenido). Cuchet (D. Luis).

Escosura (D. Desiderio de la). Estéban (D. Francisco).

Gil Berges (D. Joaquin). Gil y Gil (D. Pablo). Gil y Luengo (D. Constantino). Gimeno Rodrigo (D. Juan). Gimeno y Vizarra (D. Joaquin).

Herranz (D. Clemente). Hernandez Fajarnés (D. Antonio).

Isabal (D. Marceliano). Jardiel (D. Florencio), Presbítero.

Lasala (D. Mário de). Leon (D. Pablo de). Liesa (D. Isidro). Llacer (D. José Maria). Marin y Carbonell (D. Valentin). Marton (D. Joaquin). Martinez Gomez (D. Gregorio). Mondria (D. Mariano). Moner (D. Joaquin Manuel de). Monreal (D. Julio). Morales (D. Salvador). Nougués (D. Pablo). Ordás y Sabau (D. Pablo).

Pallarés (D. Joaquin). Paraiso (D. Agustin).

Peiro (D. Agustin).

Perez Soriano (D. Agustin). Piernas (D. José Manuel). Pino (D. Victorio). Polo y Peyrolon (D. Manuel). Pou y Ordinas (D. Antonio J.). Puente y Villanúa (D. José). Sagasta (D. Primitivo Mateo). Salinas (D. German). Sanchez Moguel (D. Antonio). Sanchez Muñoz (D. Mariano). Sancho y Gil (D. Faustino). Sanz y Escartin (D. Eduardo). Sañudo Autran (D. Pedro). Sasera y Sanson (D. Ricardo). Sellent (D. José Eduardo). Solsona (D. Conrado). Uguet (D. José M.ª). Vicens (D. Gerónimo). Vilar y Garcia (D. Casto.) Villar (D. Martin). Ximenez de Embun (D. Tomás). Ximenez de Zenarbe(D. Feliciano).

Zabala (D. Manuel). Zapata (D. Márcos). Zapater y Gomez (D. Francisco).

AÑO II. -DOMINGO 21 DE DICIEMBRE DE 1 8 7 9 . - N Ú M E R O 50.

Z A R A G O Z A .

I M P R E N T A DEL H O S P I C I O P R O V I N C I A L .

1 8 7 9 .

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MISCELÁNEA.

El jueves último segun estaba anunciado celebróse en el restaurant del Sr. Cans el banquete con que los periodistas zaragozanos obsequiaron al Sr. Vice-cón-sul de Francia.

La mesa preguntaba un hermoso golpe de vista y el servicio fué tan esmerado como de la merecida fama del Sr. Cans podia esperarse. Con motivo de haber

hecho los periódicos de la localidad ámplias y exac-tas reseñas de aquella animada y cordial reunion de periodistas y hombres de letras, y ya que nuestra Cró-nica aragonesa se ocupa tambien de ella, nos limita-mos, en la imposibilidad de hacerlo con todos los que se pronunciaron, á reproducir el brillante y erudito discurso de nuestro querido amigo y colaborador don Faustino Sancho y Gil, y á copiar el telegrama que, por la noble iniciativa de D. Martin Villar, dirigieron los concurrentes al Sr. Presidente del Consejo de mi-nistros solicitando el indulto de dos reos que han de ser ejecutados en Ateca.

Dijo el señor

Sancho y Gil.—Amigos mios: Ni nuestro Castelar ni el gran Donoso Cortés, sabrian hoy pronunciar los loores é invocaciones á Francia que de consuno exijen la gratitud y la justicia. ¡Cómo ha de saber hacerlo, quien apenas si tiene ingénio para recordar con entu-siasmo el de esas dos hermosísimas estrellas que re-lucen en el cielo de la elocuencia de nuestro siglo! Mas es el caso, camaradas, que el silencio, en este dia, pudiera parecer ingratitud, por lo que voy á brin-dar por la nacion hermana que vive al otro lado del Pirineo. No sé quién ha dicho, amigos mios, que las espantosísimas tragedias que dan triste celebridad al Cinca y al Segura, únicamente sabrian copiarlas, la pluma de Tucídides, la dramática mano que inmorta-lizase el Incendio del Borgo y aquellos pinceles con que Salvador Rosa mostró al mundo que su alma ha-bia nacido templada para las grandes emociones. Yo os afirmo, en cambio, que la caridad de nuestra vecina no acertaria á honrarla, ni el que pagó la más agra-decida de las hospitalidades con un cuadro impregna-do en dulce santidad que ensalza la más arrebatadora, sufrida, benigna y amante de las pasiones, el floren-tino perfecto é impecable. La Francia de la época contemporánea debe á la España del siglo XIX las ba-ladas de Víctor Hugo, versos de oro de Casimiro De-lavigne, novelas de Mérimé, cuentos del tímido, triste y calenturiento poeta que duerme el sueño de la tum-

ba al pié de un sauce, en el cementerio del P. La-chaise; las cadencias más melodiosas del Cisne de Pe-saro; las pinturas más bizarras de Delacroix: la España contemporánea debe á la Francia del siglo XIX, lo que sabrán expresar con palabras humedecidas por las lá-grimas los enlutados huérfanos de Múrcia, lo que Dios pagará un dia cual es debido, porque es dueño de los tesoros de la eternidad y de las delicias del paraíso. Tres son las epopeyas; tres los capitanes que personi-fican eras históricas; tres los trágicos griegos; tres los maestros de la pintura pátria; tres los líricos españo-les de la pindárica alteza... tres serán de hoy más los poemas de la virtud amada por Dios en primer térmi-no: La Caridad de Andrés del Sarto, La Santa Isabel de Hungría de Murillo y el París-Múrcia.

¡Señor Cónsul: Representais una nacion de indiscu-tible grandeza, especie de encarnacion del espíritu de Roma en los modernos tiempos y en cuyo privilegia-do cerebro no hay idea que no aspire á universalizar-

se. Sí, grande es la nacion que reparte entre los indi-

viduos de esa familia divina que se llama humanidad, los credos españoles, los cánticos amorosos de la poe-tica tierra que adora á Dios en esos maravillosísimos altares que se nombran Apeninos, los pensamientos admirables de Alemania, las obras de Inglaterra y los códigos de las regiones apartadas donde el Eterno puso el segundo paraiso terrenal; grande es el país que ha infundido una alma á cada pueblo, que ha he-cho de su lengua la lengua de la humanidad, que á todas las glorias concede carta de ciudadanía y cáte-dra inviolable á todas las ideas; grande es el país he-redero de la sal ateniense, de fino gusto, apto en las esferas de la actividad y de pensamiento tan sereno y luminoso como el sereno y luminoso cielo de la Pro-venza, que es á la vez azul cielo de la Literatura mo-derna; grande es la tierra madre de hombres cual los que han contribuido á la inmensa resonancia del idio-

ma de Fenelon y de Bossuet por los ámbitos del orbe; grande es la que en cada hijo ilustre tiene lo que la historia tiene por ejemplo en Buda y en Zoroastro, en Sócrates y en Juliano el Apóstata, en Alarico y en

San Isidoro... una gran personificacion, un espléndido resúmen, pues personificaciones grandes y resúme-nes espléndidos son: Cárlo-Magno, símbolo de aquél siglo en que desaparece la última sombra del antiguo imperio y se presencia el amanecer del feudalismo; ¡Cárlo-magno! cuya espada es el Ecuador que separa al borde del sepulcro de Aquisgran el cielo militar del teocrático, en la Edad Media; Abelardo, el Isaias sublime de la razon emancipada, el tierno amador de la más bella, entre las profetisas de la naturaleza; San

Bernardo el inmortal enemigo de la filosofía escolás-tica, el Precursor bendito del misticismo cristiano; Descartes aquél filósofo de alteza sólo comparable á la alteza de Pitágoras, que definió cual es el único criterio científico, que demostró que la humanidad es á la vez sujeto y objeto de la ciencia y que dió á esta por cimiento el espíritu humano y por base la eterna

de la interior evidencia; Richelieu, el fundador de la heguemonía francesa en Europa, que trocando en crisol su capelo cardenalicio vació en él la monarquía feudal y convirtióla en absoluta; Voltaire, la in ten-

cion política y el espíritu crítico de más t rascenden-cia que se conoce, que en el siglo que nos entregó las tablas de piedra de nuestros derechos, destruyó una

forma social y negó todo lo antiguo, cumpliendo así mision parecida á la que cumpliesen, Aristófanes y Luciano en los vespertinos crepúsculos de Grecia y

Roma, el Bocaccio, al aparecer en el horizonte la es-trella matutina de la era segunda de los tiempos me-dias y Cervantes al declinar la última amarillenta tarde del cielo caballeresco; Mirabeau... más, á qué continuar amontonando nombres sobre el de ese titán, que trayendo en sus lábios las trombas y centellas de la elocuencia y en su alma, las viriles inspiraciones que se adivinan en la adusta frente del Moisés de Mi-guel Angel, arrancó de raiz el Sinaí y se lo apropió para tribuna!... Sí, grande es la nacion donde se han reconcentrado los haces luminosos de la vida por cuanto he tenido la honra de indicaros; pero es mu-cho más grande, porque en presencia de nuestros in-fortunios no ha vacilado un momento en vestir el tosco sayal y colocarse la blanca toca, que la han conver-tido en hermana de la caridad á nombre de la civili-zacion presente.

Sabedora de las desgracias que aflijen al pobre ribereño del Cinca y á los tristes moradores de ese Levante, donde los troncos de los árboles hánse con-vertido en ataudes y las palmas se cimbrean llorosas sobre destrozadas cabañas y devastados campos; Francia, entusiasta por naturaleza, devota de las grandes ideas y de los grandes sentimientos, amante de la humanidad, dispuesta siempre á rodear de ven-turas el género humano, eterna enamorada de lo bello que nunca se aparte ni de la verdad ni del bien; Fran-cia, que jamás háse contentado con hacer votos esté-

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REVISTA DE ARAGON SEMANARIO DE CIENCIAS, LETRAS, ARTES É INTERESES GENERALES.

PUNTOS DE SUSCRICION.

ZARAGOZA: En la Redaccion y Administracion, calle de Torres-secas, núm. 5, principal; en La Bandera Española, Coso, núm. 62, y en las librerías de la señora viuda de Heredia, Bedera, Sanz, Francés, Osés y Menendez.—HUESCA: Librería de don Jacobo Ma-ría Perez.— TERUEL: Administracion de El Turolense.-MADRID: Librería de D. Mariano Murillo, Alcalá, 18.—Barcelona: Seño-res Texidó y Parera, Pino, 6.—ATECA: D. Demetrio Ortega.— CALATAYUD: D. Florencio Forcén.

Los anuncios, avisos y reclamaciones se reciben en la Redac-cion y Administrarcion.-Toda la correspondencia literaria y ad-

ministrativa se dirigirá expresamente al Director de la Revista de Aragon, calle de Torresecas, 5, principal, Zaragoza.

P R E C I O S DE S U S C R I C I O N .

TRIMESTRE. SEMESTRE. AÑO.

En Zaragoza .................. 8 rs. 15 rs. 28 rs. En Madrid y provincias 10 » 18 » 32 »

Números sueltos, quince céntimos de peseta. PRECIOS DE

ANUNCIOS.

RELS.

Una página entera en la cubierta ................... 60

Media página .............. 30

RELS.

Cuarto de página ..... 16 Octavo de id. .................. 8 Dieciseisavo de id. ......... 4

En la última página de la REVISTA, á precios convencionales. Si el anuncio se inserta de tres á cinco veces seguidas, obtiene

el precio una rebaja de quince por ciento; si de seis á ocho veces, una de veinticinco por ciento, y de nueve en adelante, una de cua-

renta por ciento. Los señores suscritores obtendrán en sus anuncios la rebaja

del diez por ciento.

SUMARIO.

I.— Crónica Aragonesa, por D. Baldomero Mediano y Ruiz. II.—La Giralda (continuacion), por D. Faustino Sancho y Gil.

III.— Desde el fondo del palco (conclusion), por D. José M. Matheu. IV.—Iman de un ave (poesía), por D. Valentin Marin y Carbonell.

V.—Espectáculos, por Valerio. VI.—Libros recibidos en esta redaccion.

VII.—Miscelánea y anuncios, en la cubierta.

C R Ó N I C A A R A G O N E S A .

A tener la costumbre de encabezar las crónicas con esos epígrafes cortos y significativos que As-modeo y la high life de nuestros revisteros mono-polizan, podria ofrecer á mis lectores, como in-centivo de la curiosidad ménos viva, el siguiente tentador resúmen: Patinar sobre fuego.—Mi capa no parece.—A 16 grados bajo cero!—La tauro-maquia en invernadero.—Las flamencas en Lu-tecia.—Pelar la dinde.—Una Natividad que viene y otra que se va.—Felicitaciones Krupp.—38 cu-biertos, etc., etc.

Suplico de antemano la indulgencia, ya que por la heterogeneidad de asuntos necesitaré un estilo-relámpago con el que son incompatibles las deli-cadas transiciones y esos primores de claro-oscuro que tan bien parecen en toda crónica.

Hecha tan importante y necesaria declaracion, hablemos un poco del Skating-Ring.

Los periódicos de Madrid,—perdone Dios á sus veraces corresponsales,—anunciaban hace pocos dias que el incendio del café de París se habia propagado al Casino principal, destruyendo por completo el salon de sesiones de la Diputacion.

Esto, como todos saben, no ha sido cierto, aunque

hubiera podido serlo con un poco más de viento en aquel nefasto dia y con menor decision ó ac-tividad por parte de las autoridades, institutos y particulares que acudieron á sofocar el incendio.

Cuando éste se declaró,—como el más impacien-te de los enamorados ,—en el Ska t ing -Ring , la alarma y confusion producidas en el café y billares fueron indescriptibles: la sobrecojida mult i tud, venciendo los obstáculos y deshaciendo todas las resistencias, se precipitó hácia las puertas, insufi-cientes para dar salida á tan inmensa oleada; vo -laron en astillas las puertas y en menudos f r a g -mentos 1os cristales: los que pretendieron detener el tumulto fueron arrollados por él, y maltrechos y contusos averiguaron, por una triste experiencia, cuán temibles son las emociones públicas y las po-pulares conmociones; luego, cuando el inmenso velo de llamas, prendiendo en las flotantes gasas y adornos del templo de Terpsícore, proyectó su s i -niestro brillo en los próximos edificios; cuando rugiente y embravecido el voraz elemento empezó á estender su rojo sudario, sus densos penachos de humo y sus miriadas de chispas, por donde quiera que hallaba un trozo de madera ó a lguna sustancia combustible, el temor de una fu tura c a -tástrofe hizo olvidar el peligro pasado, los t r a n -seuntes, los que del café salian, los ingenieros y demas fuerzas militares que acudieron procura-ron a ta jar los progresos del incendio, t rabajando con una tenacidad y decision verdaderamente nacio-nales que obtuvieron el más completo éxito: hubo muchos que merecieron y ganaron, en aquella in -fausta tarde, la cruz de Beneficencia; otros, ménos afortunados ó caritativos, se limitaron á perder sus capas y sombreros que, como dicen los interesados, imitando sin saberlo á Becker, ¡Ya no parecerán!. . .

Seria muy curioso y serviria de dato muy útil para inquirir el nivel moral de nuestra S. H. a v e -riguar el número de asistentes al café que volvie-

ron á pagar el gasto que ya habian hecho cuando Año II.—Núm. 50.—Domingo 21 de Diciembre de 1879.

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394 REVISTA DE ARAGON.

ocu r r ió el incend io . . . Hay cosas, sin e m b a r g o , que va le más i g n o r a r , como se ignora por todos v. g r . , qué servicios pres taron en aquel dep lo rab le a c c i -den te las bombas de nues t r a Munic ipa l idad .

No se h a b l a de o t ra cosa en todo el mundo: c u -b ier to París por una inmensa a v a l a n c h a de nieve y con u n a t e m p e r a t u r a de 16º g r a d o s bajo cero, ni ha sen t ido enf r i a r se los la t idos de su a rd i en te

ca r idad en favor de Múrcia , ni ha de jado de m o s -t r a r en el Hipódromo t odas sus ga l a s , los r e f i n a -mien to s ar t ís t icos de su c iv i l i zac ion , sus más he rmosas mu je re s , sus hombres polí t icos y las g r a n d e z a s de una c iudad que es maes t ra de todas c u a n d o piensa, cuando enseña, c u a n d o se d iv ie r te

y ha s t a cuando pract ica la ca r idad . Todos han visto el P a r í s - M ú r c i a , m o n u m e n t o

que p e r p e t u a r á de hoy más los g e n e r o s o s i m p u l s o s y ca r iñosa abnegac ion de nues t ros vecinos: todos han leido las fas tuosas descr ipciones de la f iesta del Hipódromo, y como por mi pa r t e no he de a u m e n t a r , en un solo á tomo, el in terés que ta les a s un t o s desp ier tan , he de c o n t e n t a r m e con fijarme en un deta l le p u r a m e n t e nac iona l .

Las cuadr i l l a s españolas de g u i t a r r i s t a s , bai lar i -nas , c an t ado ra s y to re ros han hecho f u r o r en P a r í s .

Témese que los a l u m n o s de Cost i l la res que hoy se ha l l an en el a l f a de su ar t í s t ica c a r r e r a , q u e torean en Je ta fe , P in to y Ciempozuelos , y que re-ciban el d ic tado de toreros de invierno, van á e n -t a b l a r una d e m a n d a sobre la usu rpac ion de q u e han sido obje to por par te de Lagartijo y de la cuad r i l l a de éste .

Es en efecto incomprens ib le , p a r a los conocedo-res , el efecto que produc i r ia en aque l cál ido i n -ve rnade ro que se t i tu la Hipódromo la presenc ia de los hi jos de la t ie r ra de María San t í s ima , h o -l lando un tab lado en vez de la a rd ien te a r e n a del circo t a u r i n o , recibiendo las ovaciones de las aris-tocrá t icas be ldades del barr io de S a i n t - G e r m a i n y de las esp i r i tua les g r i s e t a s del bar r io la t ino , en vez de las carac ter ís t icas exc lamac iones qu su apos tu ra y b izarr ia a r r a n c a n á las que hab i t an los ba r r ios de Lavapiés y Rastro , l eg í t imas é incompa-rables sucesoras de aque l l a s mano las q u e Goya y

D. Ramon de la C r u z i n m o r t a l i z a r o n .

Sospecho, sin e m b a r g o , que m u c h o s de los s im-pát icos capeadores que hoy son ob je to de las a ten-ciones de todo Pa r í s , sen t i rán la du lce nos t a lg i a de la pá t r i a ausen te y echarán de ménos los c o l -mados de la calle de Sevil la y sus e spumosas c a -

ñas de manzan i l l a : t engo t ambien p a r a mí que a l -g u n desenfadado bander i l l e ro , al da r su t r i u n f a l paseo por el t ab lado del Hipódromo, h a b r á dicho, sotto voce á su a c o m p a ñ a n t e : — C o m p a r e , ¡que ca-mama!

Las cantaoras y ba i l adoras t amb ien han hecho f u r o r con sus polos , rondeñas y pe teneras ; cantos y bai les i m p r e g n a d o s en la a p a s i o n a d a melancol ía

de los á rabes y de la molicie q u e sólo el cielo de Anda luc ía sabe insp i ra r .

Dícese que un d i s t ingu ido novel i s ta f rancés es tá escr ibiendo una obra no tab le por su e x a c t i t u d en la p in tu ra de cos tumbres , que t iene por a s u n t o los amores de la jóven y candorosa Donna Soleá, p r i -ma donna en el géne ro flamenco, con el h ida lgo de s e g u n d a clase y bander i l l e ro s u p l e n t e Don G i m e -nes, que d u r a n t e su p e r m a n e n c i a en Par í s se ha e n a m o r a d o pe rd idamen te de una etoile de a l to c o -t u r n o que t iene coche , hôtel en el b o u l e v a r t des C a p u c i n s y un o p u l e n t o y anc i ano i n t e n d e n t e por pro tec tor : la d a m a par is iense al sa l i r de su casa y el Chevalier de los rejoncillos (que así l l a m a el au -tor al b a n d e r i l l e r o ) escondido en la caserne du concierge, ce lebran f r ecuen tes y a p a s i o n a d a s entre-

vistas, y el la , a lecc ionada por su a m a n t e en el id ioma de Calderon (no de la Barca) , ref iere á u n a ín t ima que aque l los d iá logos c l andes t inos c o n s t i -tuyen lo que en España se l l ama pelar la dinde...

Inútil me parece a ñ a d i r que de tan i n t e r e s a n t e novela se p r epa ra la co r re spond ien te vers ion es-paño la .

A p e n a s me q u e d a t i empo pa ra h a b l a r á VV. del concier to : r amos de flores, co ronas y ap l ausos e n -tus i a s t a s f u e r o n el ad ios de desped ida t r i b u t a d o por Z a r a g o z a á su j óven a r t i s t a , á Na t iv idad M a r -t inez , que ha ido al pais de las e t e r n a s inspiracio-nes y de cielo s i empre se reno y a z u l , á I ta l ia en fin, de j ándonos sólo el g r a t o r e c u e r d o de haber l a oido, y , en su l u g a r , o t r a Nat ividad q u e se acerca con sus helados c a r á m b a n o s , con sus fe l ic i tac io-nes K r n p p que a u m e n t a n el pas ivo en las e s c u e -tas ca ja s de todo padre de fami l i a s , con sus ru i -dosas panderas y con sus costosos nac imien tos .

A l g u n o s de los ú l t imos , y no de f i g u r a s de pas-ta , s ino reales y efect ivas , a u m e n t a r á n es tos dias la poblacion de las clases menes te rosas , en cuyo aux i l io j u s t o es que vayan , d u r a n t e la época a c -tua l en que se c o n m e m o r a la más g r a n d i o s a fes t i -v idad del Cr is t ian ismo, todos los que por su pos i -cion y nobles s en t imien tos , qu ie ran de p rac t i ca r la car idad y co mp ra r con u n a l imosna un r inconci to de Para i so .

Y y a que de car idad h a b l a m o s d a r e m o s fin á esta crónica recordando el magn i f i co f inal q u e tuvo el banque te ce lebrado el 18 del ac tua l por los p e -r iodis tas za ragozanos , que so l ic i ta ron el indul to de dos reos condenados á la ú l t ima pena .

A este propósi to r ecordamos los insp i rados v e r -sos que , en una de sus ú l t imas obras , dedica Víctor-H u g o , el poeta de las fo rmidables an t í t e s i s , á la

pena cap i t a l .

La g r a n d e z a y v igor de los pensamien tos que en el episodio á que a l u d i m o s r e sa l t an , nos ha dec i -dido (perdonen nues t ros lectores t a n t a audacia) á t r aduc i r lo . Helo a q u i :

Vues t ra v e n d a d a As t rea fué númen de jus t i c ia , ¡hoy de venganza ! ¡Bien en cega r l a haceis! Que n u n c a vea que sólo al c r imen s i rve , é i r a c u n d a os abomine y r o m p a su b a l a n z a .

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395 REVISTA DE ARAGON.

De la ley la j u s t i c i a ora convier te de a l g u n r ec i en -nac ido el mísero g e m i d o en sentencia de mue r t e , tan in jus ta y cruel como aque l día en que , violenta y c iega, sa lvando á Barrabás á Cr is to her ia ! ¡A tal ex t r emo lo espantoso l l ega ! . . .

En la ciudad del Tíber popu losa miré ba jo la bóveda sombr ía de oscuro ca labozo, enca rce l ada á una desven tu rada que ante la muer t e y la en t r eab i e r t a fosa, t r is te j u z g a n d o su e s p e r a n z a ex t i n t a , del dolor en los ú l t imos ex t r emos , le di jo al mag i s t r ado :—Estoy en c in t a ! . . .

y él contestó: — P u e s bien ¡espera remos! . . .

¡Ay! si no me encon t r a r a de la bondad celeste convenc ido cómo del j u e z pensa ra , sin sen t i rme de horror ex t remec ido , en la f u t u r a sue r te ! . . . ¿Qué esperaban? Que á un sér aque l l a madre le d iera v ida , para dar la m u e r t e . ¿Cómo, c iego y sin t ino, así se lanza á pene t ra r el h o m b r e los p ro fundos a rcanos del des t ino? Vida y muer te , que juntas se cernian,

en to rno de la madre batallaban

y el s iniestro fu lgo r que d i f u n d i a n en el lóbrego encierro p royec t aban .

Como fantasmas de color oscuro y ambas dispuestas á franquear el m u r o .

Muerte y Vida á la madre se ace rcaban á paso i g u a l , a u n q u e por s e n d a opues t a : terr ible aque l la , sonr ïendo és ta : la Muerte hácia la madre , a m e n a z a n t e :

la Vida sonr ïendo al t ie rno in fan t e . ¡Fatal degradac ion! ¿A quién no asus ta que el venerando C ó d i g o

que a m p a r o ha de p res ta r al desval ido , t r ue que su faz a u g u s t a

por el innoble rostro de un bandido? ¡Oh! si la P rov idenc ia

de ja ra h a b l a r al n iño, éste d i r ia : — « E m p i e z a , ¡oh Ley impía! por d e j a r m e sin madre tu sen tenc ia : inúti l es que en tan s u p r e m a a n g u s t i a

la pobre madre, lacerada y mus t ia , ore, t i emble y s u p l i q u e : ¡es su dest ino ha l l a r en su propio h i jo un asesino!

De la ma te rna s a n g r e en el t o r ren te e m p a p a d a , mi c u n a ma ldec ida mecerá un inocente por la ley conver t ido en pa r r i c ida . No exis to a ú n y c r imina l me s iento , p o r q u e ma to al n a c e r . . . ¡Hado sangr ien to !»

Despues de t r a d u c i r á Víc tor -Hugo, ser ia e x t r e -m a r el a t r ev imien to a ñ a d i r u n a p a l a b r a más , y hago por hoy punto f inal .

BALDOMERO MEDIANO Y RUIZ.

L A G I R A L D A .

(CONTINUACION.)

Desde los tiempos más remotos vemos allí florecer el ingénio. Allí cinceló sus mejores octavas Pablo de

Céspedes, el Horacio de la pintura española, el com-patriota de Lucano, encarnacion la más bella del sol

de Oriente, que aun arde como un carbanclo inmenso sobre el Guadalquivir, sobre el rio precioso que arras-tra no, aguas, sino zumos extraídos por misteriosísima mano, de las flores del azahar; allí vivieron Martinez Montañés y la Roldana, la inspirada artista en pre-sencia de cuyas escul turas se recuerda á Buonarroti; allí concibió Zurbarán el más peregrino de sus ascé-ticos cuadros y Cervantes las f iguras más acabadas de sus novelas, y dejó caer Rodrigo Caro, segun diria Donoso Cortés, sobre los campos marchitos y sobre los mústios collados y sobre las ruinas de los imperios, como un paño de luto, aquellas lúgubres lamentacio-nes llenas de pompa y majestad y henchidas de tris-teza; allí nacieron Pacheco, Luis de Vargas, Herrera el Mozo, Roelas y Velazquez, el que tuvo por pincel la cimera más ga l la rda de la caballería española; allí ganó pátria el graciosísimo Aleman, cantó Arguijo y

cantó tambien Jauregui, que si no escribió la Aminta fué por haber vivido despues que el sorrentino ilustre cuyas lágrimas recogiese Byron en preciosísima copa cincelada en su fantasía; allí resonó la inspiracion

alta, imperiosa y robusta del cantor de S. Fernando y de D. Juan de Austria, del Miguel Angel de nues-tra lírica, en a lguna de cuyas odas escedió nues -tra lengua á la gr iega y latina, al decir del Fénix de

los Ingénios, del único vate, en fin, que ha merecido el renombre de Divino segun Quintana; allí . . . pero, ¿á qué continuar un catálogo

interminable?... allí han nacido ó se han educado, los que más contribuyeron

á la gran resonancia, que nuestra habla tiene por todos los ámbitos del orbe y los poetas más influyen-tes en nuestra l i teratura por su gusto, por su perfec-cion, por su frase embalsamada y por lo tanto inco-rruptible; los poetas que mejor han idealizado la naturaleza, al reproducirla; los poetas de musa can-tora de Dios, de la pátria, del amor, musa bíblica, re-ligiosa, triste, filosófica, tierna aunque no profunda, devota de la forma, sin mengua y dotada de un gran instinto de lo bello.

Bendita una y mil veces Sevilla, ta l ler , museo, templo, cátedra y panteon de nuestras glorias. Ben-dita sea, que harto lo merece.

Sevilla, Ararat de nuestra historia, en cuya sacrat í -sima cumbre quedó el arca donde San Isidoro salvó las pavesas de la ciencia an t igua y de la civilizacion clásica que quedasen en Europa despues del diluvio de sangre de los bárbaros; Sevilla, la ciudad tan no-blemente descrita por Amador de los Rios, honra y prez de nuestra época; la que en Santiponce escribió en la piedra con el puñal sublimemente desnatural i -zado de Tarifa, que la ternura puede enmudecer en el corazon de un padre y en la casa de Bustos Tabera, grabó la obediencia á los reyes, cantada por Lope en la más soberana de sus composiciones: la que en la Cartuja consintió una profanacion indigna y en las ruinas de Itálica ofrece funerales pompas, entre car-dos y amarillos jaramagos y en la Castilleja trae á la memoria la espada vencedora en Tlascala y Otumba; la ciudad que con las columnas de la Alameda vieja, hace recordar la dominacion romana y con su e legan-te Lonja y Archivo de Indias el explendor de la mo-narquía de Carlos V; la que frente á la Torre del Oro, á cuyos piés aportaban las flotas de la recien descu-

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396 REVISTA DE ARAGON

bierta América , alzó el hospital santo, refugio de mil primores de ar te , en cuyo bellísimo santuario hay una losa humilde que convence de que el arrepentimien-to conquista los tesoros de la eternidad, aun á aque-llos que vivieron en el escándalo, aun á personajes,

como el que sirviese de original de una de sus crea-ciones, al inmortal Mercenario; Sevilla, la que en la casa del Candilejo, eterniza el nombre de un rey cri-

minal, rehabi l i tado por la l i teratura, por las tradicio-nes y hasta por la historia; la que cinceló el palacio mudé ja r y en el del Duque de Alba y en otros edif i-cios no contados por Zúñiga posee hermosísimos mo-delos de un ar te no bautizado sino en reciente época; Sevilla, la hurí de las ciudades, que embelesa con sus gracias y t rae recuerdos sublimes de antiguas y pro-fundas transformaciones sociales ó de inolvidables acontecimientos , en las estancias tentadoras del Al-cázar, r iquísima diadema de la que aparecen desmon-tadas las perlas que recreasen al almohade con purí-s imas memorias africanas; Sevilla, en fin, la dama á quien todos los siglos y todos los pueblos han hecho el regalo de a lgun monumento , muchos de los que no ha logrado conservar , es una poblacion de gran des-tino histórico, se cuenta en el coro de ciudades que han revelado, difundido y embellecido, ideas esparci-das en la conciencia humana , al modo que la materia cósmica se encuentra espaciada en la inmensidad. ¿Quereis comprender la capital de los a lmohades, el baluarte más precioso de la Cruz, la antigua Atenas del Occidente, la amada del abbadita, la maravilla entre las maravil las del mundo? Meditad ante su ca-tedral austerísima, montaña de piedra que toca el cie-lo, á pesar de que sus a g u j a s apenas si llegan á las nubes, y meditad tambien ante la majestuosa Giralda que nos t rasporta , como dice un historiador pintores-co, á los poéticos dias en que el almuédano hacia oir su voz desde aquella primorosísima al tura. Ahí teneis t rasformada monumentalmente la Historia de Espa-ña. La España crist iana, en la magnífica mole de grani to , cuyo peso apenas puede soportar la tierra, en la suntuosa catedral que petrificó las sombras de la

Edad Media para convert ir las en sillar y recogió en sus ojivas el primer albor de nueva época; la España del Koran, en el célebre a lminar sevillano, adorno preciosísimo de nuestro envidiado joyero árabe.

Sí, adorno precioso, porque él, la A l j a m a de Cór-doba y el Palacio real único en el mundo, como diria Pedro Mártir, es decir, la Alhambra, marcan las tres fases de la luna mahometana , mientras alumbró el cielo pátrio; porque es la primera maravilla de su épo-ca y la obra más perfecta del arte árabe á pesar de lo

que se ha dicho acerca de su es t ructura y estilo; y porque es la expresion más poética de la dominacion del agareno. ¡La Giralda! Es la torre de la gracia y de la majes tad . En su fondo crece la imaginacion ver cau-tiva la más dulce de las hadas y todas las huríes que perdieron su paraíso, el dia en que la Cruz de Cova-

donga cantó el Romancero, en las Torres Bermejas de la Alhambra .

No me explico que el Emperador pidiese un estu-che para el Campanile del Giotto, no habiendo pe-dido ántes un fanal de zafir pendiente de una estrella

de oro para la Giralda. Esta, es un alminar , el pri-mero en elevacion y magnif icencia entre todos los i s lami tas , segun Makkar i . Tal empresa arqui-tectónica y la construccion de una gran mezquita fueron l levadas á término por Jacub Almansur el Muwahida , en el año 1196-97, en el siglo que, por su carácter preeminente , se l lama de las Cruzadas. Tres años despues de puesta la primera piedra de ambos

monumentos , se dieron por concluidos con la coloca-cion, en lo alto del a lminar , de muy hermosas bolas de bronce, en forma de frutos , fabricadas, elevadas y

doradas por Abu Leis el Siciliano, y de dimensiones tales, que la segunda en magnitud, no pudo at ravesar la puerta del Muezin, sino d e p u e s que fué e n s a n c h a -

da su parte inferior. La Crónica del Santo Rey Fer-nando confirma las noticias anteriores dadas por Al-Kartas, al describir el a lminar tal como le encontró el

ilustre padre de D. Alfonso el Sábio. La torre, dice, es por muy sutil y maravillosa arte labrada; tiene en an-chura sesenta brazas é dosciento é cuaraenta en altura. Tiene otra gran escelencia que tiene la escalera por

donde suben á ella muy ancha, é tan llana é acompa-sada que todos los reyes é reinas y grandes señores que

á ella quieren subir á mula ó á caballo, pueden muy bien subir hasta encima. Y encima de la torre está otra

que tiene ocho brazas en alto hecha por maravillosa arte y encima de ella están cuatro manzanas una sobre otra tan grandes y de tan grande obra y hermosura, que no creo que se hallen otras tales en todo el mundo. La que está sobre todas es la menor. Y luego la segunda es

mayor é la tercera es muy mayor. De la cuarta no se puede decir su grandeza ni su extraña obra, que es cosa increíble á quien no la vido. Esta es labrada por muy gentl arte. Tiene doce canales, cada una de ellas cinco palmos en ancho y cuando la metieron en la ciudad no pudo caber por la puerta y fué menester que quitasen

las puertas y que ensanchasen la entrada para metella. La Crónica, manifiesta luego, que cuando el astro del dia toca estas esferas resplandecen tanto que se ven de

más léjos que una jornada. En vez de las cuatro manzanas , sirve hoy de remate

á la sutil y maravillosa torre, un nuevo capitel. La mezquita ya no existe, pero bajo el azul fanal del cielo

andaluz pronuncia aun el nombre de Dios con la m e -tálica lengua de cristiana campana , la conversa Gi-ralda.

No hay en el mundo una torre cuyas c ince ladu-ras hechicen tanto. El cielo no necesita co lumnas : si las neces i tase , n inguna más d igna de él, que ese a lminar que inmortal iza al monarca que dejó su n o m -bre en la for ta leza de Giznalfarache.

Muchas veces, al contemplar ese maravilloso pr is -ma de cuatro caras , que se pierde entre los arreboles de un cielo que es la pureza misma, y dorado por un sol br i l lant ís imo, que acalora la mente , y puebla el espíritu de ideas y sent imientos que se desbordan, formando un Niágara en la fantasía , me ha parecido, no de can te r ía , ladrillo y tápia, sino de enca je bor-dado en el paraiso y de encaje tan aéreo que la más ténue brisa que se 1evante, pudiera columpiarlo, con voluptuosa pereza.

No sé si lo bello sabe f irmar, pero sí sé que la Giralda me ha parecido siempre la firma de lo bello y una de las más felices original idades de la a rqu i tec tura . ¡Qué aj imeces ornan su parte exterior! ¡Qué iris tan precio-sos, en los azulejos que cubren el muro de esquisi tos

bordados! ¡Qué riqueza y variedad, en los arcos de los ajimeces! ¡Qué gentiles las columnillas de mármol que los sostienen! ¡Qué bello! ¡Qué hermoso a lminar ! ¡Cómo a l imenta la fantasía! Los que ávidos de h e n -chir su a lma de inspiraciones, incansables peregr inos de la religion del ar te , viven; recorriendo los g r a n d e s teatros de la historia, sentándose un dia para tomar aliento en la falda del Pindo o en la escal inata de San Márcos y otro en las playas que lloraron en la agon ía

de Homero ó al pié de los laureles de Virgilio y de Sa-nnazaro, vayan enhorabuena al Alcázar que convida á

los placeres de amar y de vivir y á los góticos baños de Padil la, pero no olviden que á la sombra de la Gi-ralda no hay corazon que no se derrame. Es muy ins-piradora la sombra de esa gal larda torre, donde los sábios arábigos hicieron largos estudios á los que debe tanto la ciencia como á los que en el Campanile de Pisa y en el Campani le de Florencia hiciese el ins igne

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397 REVISTA DE ARAGON.

Galileo, aquel coloso que reveló al hombre los secre-tos del universo, que demostró con el péndulo el mo-

vimiento del planeta, que inventó el telescopio, sonda milagrosa que penetra en los infinitos abismos del mar sin riberas del eter, y que hace siglos tiene el se-

pulcro de sus huesos, en la iglesia, donde descansan en merecidas sepultura Miguel Angel y Maquiavelo,

se hallan mausoleos erigidos á Dante y á Alfieri é irradian divina luz, un cuadro de Cimabue, magní-

ficas estátuas de Donatello y frescos del Giotto, el pastor sublime de quien me atreveré á decir que es

uno de los Santos Padres de la Iglesia de la pintura moderna.

Y n i sólo es inspiradora la Giralda. Es también rica cartilla de preceptos para el artista y un docu-

mento histórico de importancia, de una importancia tan grande, cual la del Papirus de Turin, por ejem-plo, para la Historia Egipcia. Leed la descripcion de la soberbia torre de la maravillosa mezquita de Ab-derraman, bien sea en Edrisi, bien sea en Morales que

la conoció y os convenceréis de que aquella y la se-villana, tenian entre sí gran semejanza, gran aire de familia, cuya observacion ha de demostraros que la

Giralda en su parte inferior y legítima, segun asevera Adolfo Federico Schack, «es la forma exacta del al-minar que desde el principio estuvo en uso en Espa-ña.» Contemplad en la torre de Sevilla sus rombos

agramilados, sus festones de barros cocidos, sus aji-meces con los angrelados y lóbulos que manifiestan, segun el docto Contreras, «arcos ó segmentos de cur-vas, con todas las variantes del Alcázar granadino.» ¿No os trae á la memoria semejante estilo de ornamen-tacion, la torre de San Juan de los Reyes en Grana-da, que es cuatro siglos más jóven que la Giralda?

Fijaos en los arcos de los ajimeces de ésta. Se elevan un poco hácia la clave y forman punta. ¿No os recuer-da, que esta manera fué despues muy usual, sin ha-

ber sido desconocida ántes, segun dá testimonio la toledana puerta de Visagra? Estos arcos apuntados ¿no os recuerdan también que los conoció el siglo IX en Talun y en el Cairo, y que desde entónces, si no

en época anterior, parece que fueron propiedad co-mun del arte mahometano? ¿Verdad que á la vista del arco apuntado sobre arranques estirados del mi-rador de Lindaraja, del de colgantes de las tres entra-das al Patio de los Leones, del festoneado de la Sala de la Alberca, creeis ver el orígen de ellos en la Giralda? ¿Verdad que del mismo modo creeis ver en la Giralda el nacimiento de formas que despues tomaron un lujo

y delicadeza, sin ejemplo? Quién lo duda, como es indu-dable á la vez, que en ese elevadísimo alminar, están los principios verdaderos del arte decorativo, que de-bió su existencia á los ladrillos almadravas.

He consignado ántes, que los arcos de los ajimeces del alminar más gracioso y gallardo del Islam, se elevan hácia la clave y forman punta. El hecho no es una originalidad incomprensible. Los árabes rasga-ban los muros, atentos sólo al ornato, y á este fin,

bordábanlos de arcos de estuco, que colocaban entre jambas. Muy pronto nació en ellos el deseo de dar variedad y diversidad á las formas del arco y de aquí el nacimiento del apuntado.

Sin embargo, pagando á la verdad el tributo que la es debido, debe decirse, que nunca se empleó por ningun sectario del Koran, como esencia de un sis-tema arquitectónico y si el frecuente uso que de él se hiciese afirma su importancia, bueno será no exa-jerar ésta y sobre todo no incurrir en el error de rela-

cionar tal hecho con el orígen del estilo gótico. Pro-fano á las artes, no sé decir acerca de ese monumen-

to, lo que decir pudiese un maestro de arquitectura, lo que el instinto estético quiere expresar y no sabe. Sí diré, que me encanta, que admiro cada día más la

maravillosa creacion del arquitecto árabe que dió al

Algebra su nombre. ¡Qué efecto tan encantador produce! ¡Qué origina-

lidad tan poética la suya! El color sonrosado de sus ladrillos, la blancura de sus piedras, le dan un aire de alegre juventud que embelesa. ¡Parece una torre de rosas y camelias! Abierta por sus moriscas ven -tanas con balcones y sus columnitas de mármol, al aire y á la luz, con la espontaneidad que un templo helénico; bordada como una tela de Oriente, es una de las joyas más deliciosas y de mayor gusto que po-

seemos. Yo no la cambiaría por el famoso Campanile de Florencia, por esa perla del estilo gótico italiano, adornada de riquísimos relieves, de estátuas de ex-

traordinario mérito, de elegantes ojivas; por aquella torre ligera, aérea, que resalta, con los íris de sus mármoles, al lado de la retonda de Santa María de las Flores, y que si no tiene hoy por capitel una gran pirámide es, porque la terminó Tadeo Gaddi y no el

Giotto. Lástima grande, como ha escrito un sabio Académico, que la maravilla de Geber se halle co-

ronada por un estilo tan extraño que no nos permita figurar «su antigua cúspide, sus remates dorados y

sus brillantes azulejos.» Nada escribiré acerca de las vicisitudes porque han pasado la Giralda y su corona, ni de las construccio-

nes que llevan la firma de F. Ruiz, y lema turris fortissima nomen Domini, ni d'e la estátua de dorado bronce, que sosteniendo en una mano un estandarte

y en la otra una palma, sirviéndole de fondo el fir-mamento, por un efecto de óptica, al ser herida por el sol parece un ángel que aletea en un mar de azul

celeste. Sobre todo esto algo quiere decir un amigo mio queridísimo, que tiene corazon de poeta y pluma cortada con exquisito gusto. Le cedo con verdadero

contentamiento la palabra y paso á ocuparme en in-dicar qué es lo más bello que en mi sentir tiene la

Giralda. FAUSTINO

SANCHO Y GIL. (Se concluirá.)

DESDE EL FONDO DEL PALCO.

AL. SR. D. MARIANO DE CAVIA.

(Conclusión.)

Al final del acto volvieron á repetirse los aplausos. A cada aplauso erguía Carolina su cabeza, palidecia;

sus lábios se plegaban con ese movimiento de con-traccion que los pintores han sorprendido en la son-risa de los avaros.

Alcázar repartía su atencion entre su amiga, la mú-sica y los personajes de los palcos, como hombre acos-tumbrado á tratar á un mismo tiempo asuntos hetero-

géneos. A pesar de los cambios de decoraciones, el in-termedio no fué tan largo como se esperaba. Se le-vantó el telon, pero la orquesta seguía muda; hubo

unos ligeros murmullos. Carolina volvió la cabeza como todos y se fijó en la escena. Avanzó hácia el

proscenio un cierto comparsa ó partiquino y dijo: que una repentina indisposicion de la signora Violetti la

imposibilitaba de continuar en su papel, del cual se habia encargado la prima tiple-contralto madama

Brancard. Suplicaba, etc., etc. Observó Alcázar en la mirada de su amiga extraño

y súbito fulgor, como si sus ojos reflejáran la espada de fuego de algun ángel misterioso que hubiera cru-

zado por delante de ella. Luego la sangre se agolpó á su rostro y hubo un momento en que creyó que iba á venir á tierra.

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398 REVISTA DE ARAGON.

—¿Qué es eso, Carolina? dijo el diplomático corriendo á sostenerla. ¿Está usted enferma?.

—No me siento bien. —¿Quiere usted que salgamos? Retirémonos... me

tiene usted á sus órdenes. —No habrá venido el coche. Esperémonos un mo-

mento. Pasados cinco minutos, Carolina recobró su sere-

nidad, y poniendo su mano sobre las rodillas de Alcá-zar, le dijo cariñosamente: —Mi buen amigo, ¿querria

usted darse un paseito por el escenario á ver si pesca usted algo de lo que ha pasado?

Miróla el diplomático como si leyera en sus ojos y añadió: — Pícara imaginacion: ¿á dónde no llegará en sus vuelos?... No queria alarmarla, pero hemos tenido la misma idea. Voy allá.

Cuando D. Fernando de Alcázar salia del palco, la orquesta acompañaba á un coro de voces, frescas ar-gentinas pero tristes; era un coro de esclavas. Bajó la escalera, atravesó un corredor oscuro, y entrando en-tre bastidores se unió á un grupo de tres conocidos que hablaban en voz baja; por ellos supo ese algo que

deseaba, y despues de terciar en la conversacion aña-diendo un décimo quinto comentario, volvió á subir al palco.

—¡Hé triunfado! exclamó Carolina al ver su sonri-sa, no me engáñaba el corazon. Cuénteme usted...

—Diré á usted lo que se murmura. Entre nueve ó nueve y media, se lha visto entrar á Cárlos en el esce-nario y dirigirse al cuarto de Adelina Violetti. Dícese que con la mayor sangre fria Cárlos le ha declarado su resolucion de no continuar en la farsa por ella re-presentada. Allí no ha habido voces, ni injurias, ni gritos, ni amenazas. Al desaparecer Cárlos, la Vio-letti ha perdido el sentido y ha sido preciso anunciar la suspension de su papel.

—¿Luego ha visto las cartas? ¿Luego ha dudado del cariño de la Violetti? ¿Luego he vencido? ¡Ah! he ven-cido, repitió Carolina radiante de orgullo y de fiereza, como Isabel de Inglaterra al recibir la nueva del nau-fragio de la Invencible.—Me marcho. ¿Quiere tomar el té conmigo? Soy demasiado feliz para no aburrirme en medio de tanta gente y de... tanta música... ¡qué noche... Dios mio! ¿Viene usted Alcazar?...

—Con mucho gusto, contestó el diplomático, diri-giéndose á la puerta. Y ambos salieron del palco, cruzaron el pasillo y llegaron al vestíbulo posterior del gran teatro, desde el cual distinguieron el coche que los esperaba.

Al dia siguiente supo Carolina los detalles del rom-pimiento. En cuanto Cárlos recibió las cartas de una manera anónima y secreta, se presentó en casa de la Violetti que ya no estaba en ella contra su costum-bre, y este incidente casual, que él creyó intenciona-

do, bastó para enfriar sus deseos de reconciliacion y aumentar el catálogo de culpas que el amor propio tiene formado en estos casos. Y no cabe duda que si la entrevista hubiera sido en su casa, sin testigos ni curiosos á la puerta, la Violetti hubiese desplegado recursos que su crítica situacion le negaba en aque-llos momentos, y Cárlos hubiera llegado á ver claro y á comprender de dónde venia el golpe.

Hé aquí las circustancias puestas admirablemente al servicio del intrigante.

II.

Aquella misma semana la baronesa de Villalta dió para sus numerosos amigos un baile de confianza al que fueron invitados con toda intencion, Cárlos de Arellano y Carolina Suarez de Guevara. Ahora es cuando podemos añadir, para mejor claridad de la na-rracion, que Carolina ántes de haber cumplido diez y seis años casó con don Juan de Guevara, uno de los

antiguos gentiles-hombres de Palacio. Fué un matri-monio de conveniencia más que de inclinacion, por-que Guevara frisaba en los cincuenta, y ya Carolina por entónces se habia fijado en un jóven moreno, de

fisonomia viva y resuelta, que revolucionaba los salo-nes á última hora y era el jefe de los jóvenes dandys de aquella época. El marido no tardó mucho á morir, por lo que ella pudo conservar aun despues de haber trascurrido algunos años, el recuerdo de su primer amor, que creció como nunca cuando Cárlos volvió de sus viajes y pudieron verse y tratarse con mayor independencia.

Sabemos cómo la Violetti se habia interpuesto en-tre los dos enamorados, y cómo á su vez Carolina ha-bia conseguido separarla de Cárlos siquiera por algun tiempo. El baile dado por la baronesa no tenia otro objeto que reunirlos y provocar entre ambos una ex-plicacion que diera el resultado apetecido: la reconci-liacion de Cárlos y Carolina. Esta llegó al baile bas-

tante tarde pero todavía formó pareja con aquel en unos rigodones. Tambien acudió Alcázar, que era hombre de rara actividad y deseaba felicitar á su ami-ga. En uno de los intermedios se acercó á ella, porque le pareció sorprender en su fisonomía una ligera, una imperceptible nube de tristeza.

—Querida amiga.., la dijo, está usted de enhora-buena... ¿será posible que esta felicidad no sea com-pleta?... ¿O acaso voy sospechando lo que no existe?...

—No, Alcázar; sufro mucho. —¿Usted?... no quisiera ser indiscreto, aunque el

interés que usted me inspira... -He hablado con Cárlos várias veces, continuó Ca-

rolina, pero le encuentro tan frio, tan reservado, tan... ¿Cómo despertar sus antiguos recuerdos? ¿Cómo volver á la dicha que me ha sido arrebatada?... Es que ha puesto en olvido lo pasado... ¿me amará todavia?

¡Es que quiere gozar con los horribles tormentos de un corazon humilde y destrozado! Necesito reposo, tranquilidad; necesito recogerme para idear un me-dio, para sondear mi pensamiento, para recobrar mi felicidad! Dios mio... amigo mio... esta atmósfera me

ahoga... Disimulemos, mañana... sí mañana mismo nos veremos: ¿no es verdad? No me compadezca usted todavía... quién sabe! ¿no dicen que tengo talento?... pues bien, yo discurriré... yo hallaré lo que busco.

Nuestro diplomático poseia entre otras dotes, la inapreciable de saber escuchar; así es que dejó á su amiga que se desahogara hablando largamente, y aliviara su imaginacion dando salida á la inmensa balumba de sus ideas. Luego añadió con cierta pausa: ¿Conviene usted en que no debemos desesperar? Entón-

ces cálmese usted. Ello es una buena razon para que usted no se agite, ni se atosigue, ni se llame desdi-chada. Espéreme usted mañana por la noche de nueve

á diez y podremos hablar de largo sobre estas cosas. —Tambien espero á Cárlos. —Tanto mejor. Allí nos veremos todos. Poco despues, y á una hora bastante avanzada, se

retiraron los enviados. Llegó el dia siguiente, pero Cárlos no pareció por

casa de Carolina, ni tampoco Alcázar por haber sido llamado á la consulta de un negocio importante en el Consejo. El premio de la victoria era dudoso: ¿qué había sucedido? Pasó la semana en la mayor ansiedad, aunque para ella no podia ser un misterio, que cada hora y cada momento que trascurria iba perdiendo el terreno ganado, mientras su rival avanzaba lenta-mente, pero con la seguridad de vencer. Una noche fué sorprendida por la visita del diplomático; estaba más pálida que nunca y sus ojos tenian cierto enroje-cimiento como si acabara de cubrirlos una ola de amargo llanto. Contemplola Alcázar, aproximó su bu-taca, y golpeó suavemente con su mano sobre aquella

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399 REVISTA DE ARAGON.

mano que es t ru jaba y retorcia un pañuelo con aparente indiferencia. Luego la dijo:

—Vamos, amiga mia, seamos razonables ¿á qué lu-char en vano? Comprendo que...

—¡Todo ha concluido! ¿Conoce usted el desenlace? Es un bonito desenlace. . . Si viera usted cómo divierten estas cosas . . . si conociera usted á fondo.. .

—Por favor, Carolina... que yo no sé nada. —Se arrepint ió Pasarell i de lo que él consideraba

como u n a traicion y una perfidia. —A buena hora, in terrumpió Alcázar; ese Pasarel l i

es un pobre hombre . —No; Pasarell i es un imbécil. —Perfec tamente . Y si no lo es. . . merece serlo. —Pues bien; arrepintióse como digo y escribió á la

Violetti escusando su debilidad y contando el suceso, a u n q u e sin nombrar á la persona que le habia inducido á cometer semejan te picardía. Esta car ta l legó á los cinco minutos á manos de Cárlos, que no tardó á pre-sentarse en casa de. . . (no quiero volver á nombrar la . . . mis labios se manchan con ese aborrecido nombre.)

—Serenidad, amiga mia. . . Usted luchaba con un imposible. La s impat ía que obra y decide á la pasion no t iene ley conocida, y sería preciso un verdadero mi lagro para resuci tar en el corazon del hombre la emocion, los sent imientos, las ideas, las c i rcunstancias especiales, los infinitos móviles desconocidos, todo, en fin, lo que en otro t iempo venia á const i tuir la felicidad sup rema de su vida. Pero todavía nos queda otro camino: ¿recuerda usted lo que la he dicho en otras ocasiones?

Ayer éramos actores: hoy podemos ser espectadores. Es t amos asistiendo á un espectáculo curioso y en t r e -tenido. En el g r an teatro, desde el fondo de un palco, puede usted ver pasar á estas pobres gentes , que hoy

se disputan la atencion del público. —Sí, amigo mio, t iene usted razon. Mi amor propio

ha herido de muer te á la pasion insensata . ¡La desprecio! Ellos han ent rado en escena. . . cor ra-

mos al fondo de nuestro palco. . . ya los veo! ya los veo... delicioso espectáculo! ¿no los ve usted?... hab lan , en t ran , salen, g r i t an , mano tean . . . y acabarán por re -ñir . . . ja! ja! ja!

Y Carolina que se habia levantado para r idicul izar con mayor expresion á sus rivales, volvió á caer sobre la butaca con una larga , nerviosa y es t r idente c a r -

cajada. Cuando cesó de reir habia l ágr imas en sus ojos.

José M. Matheu.

IMAN DE UN AVE.

Pasó el estío—de l lamas rojas,

Llegó el otoño—con sus neblinas;

Buscando flores—y verdes hojas,

Cruzan el é ter—las golondr inas .

Huyen rozando—nues t ra ven tana ;

La más hermosa—se ha detenido,

Miéntras se a le jan—las que m a ñ a n a

Ta l vez descansen—en dulce nido.

¿Por qué no quiere—seguir errante ,

Ni, cual las otras,—veloz camina?

¿No t iene brios,—no t iene a m a n t e

Por quien suspire ,—la golondr ina?

¿Por qué, emigrando—del crudo hielo

Que al árbol priva—de su f ragancia , Esa aveci l la—det iene el vuelo

En la ventana —de nuestra estancia? No es el ornato ,—no es la r iqueza

Quien la det iene,—quien la fascina;

Es que se asombra—de tu belleza,

Es que te ha visto—la golondr ina .

Pasó más cerca—de tu hermosura

Y de tu rostro—quedó prendada,

E n a m o r a d a — d e tu dulzura ,

Y de tus o jos—enamorada.

Buscaba amparo—la vïajera

En tierra férti l—y purpur ina ,

Y encantos hal la—de primavera

E n tus h e c h i z o s - l a golondr ina .

Cuando las a las—de brisa suave

Acar ic iaban—de nuevo al prado,

A las campiñas—tornaba el ave

Tal vez en busca—de no sér amado.

Muertas las flores—del valle a m e n o ,

Muertas las pompas—de la colina,

En mi v e n t a n a - luz á tu seno

Pedía s iempre—la golondr ina .

Hoy, olvidado—tu ju ramento ,

Por tus engaños—mi dicha muer ta ,

Pasa el estío,—solloza el viento,

Y mi ven tana—miro des ier ta .

Igual ornato—mi es tancia t iene,

Cubre á los c ie los—igual nebl ina;

L lega el otoño,—pero no viene

A mi ventana—la golondr ina .

La pr imavera—de nuevo viste

Los horizontes—de azul y g r a n a ,

Y de ilusiones—mi pecho triste

Está desier to—cual mi ven tana .

Crudos r igores—hieren la selva,

Tu rostro ard iente—no me i lumina;

Vuelve á mis brazos,—y harás que vuelva

A mi ventana—la golondr ina .

Vuelven las flores—á henchidas ramas ,

Y un nuevo otoño—desnuda al suelo;

Doran el é te r—candentes l lamas ,

Y luego to rna—punzante hielo.

Del hielo rompen—los frios lazos

Otros tor rentes—de luz divina,

Y tú no vue lves—nunca á mis brazos,

Ni á mi ven tana—la golondr ina .

Pero n i n g u n o , — n i n g u n o sabe

Tus resplandores—dar al olvido:

Por fin ha vuel to . . .—te busca el ave

Como buscamos—el bien perdido. . .

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400 R E V I S T A DE ARAGON

¡Y quién de una a lma—jamás serena,

Podrá a r r a n c a r m e — s a n g r i e n t a espina,

Si, por no ver te ,—murió de pena

En mi ven tana—la golondrina! . . .

VALENTIN MARIN Y

CARBONELL.

E S P E C T A C U L O S .

¡Aquella fué una sesion sa tánica! Diablos e n c a r n a -

dos y de todos colores, un Faus to de pega y parecido

como un huevo á otro á nuestros modernos gomosos;

u n a Margarita cínica y descocada; un autor que, en

p lena escena, descabel la á sus personajes hiriendo de

muer t e la d ign idad y el decoro del ar te dramát ico , y

un público sensato que busca la reparacion donde es-

tuvo la ofensa si lbando desp iadadamen te la obra; ta-

les son los factores q u e podrán dar á Vds. idea de lo

que en el Teatro Pr incipal ocurrió al es t renarse el

ef ímero Mefistófeles. Non raggionar di lor ma guarda

é passa , como dijo el grau Florent ino á propósito de

otro espectáculo semejante , en lo inmoral , á la infeliz

produccion de Pastorfido. Cons ignemos , sin e m b a r g o ,

que el desempeño por parte de los actores (en e spe -

cial las Sras. Sarló y Raguer y los Sres. Orejon y Ro-

che l ) , fué superior á lo que el méri to l i terar io del li-

bro merecia.

La otra obra es t renada en el curso de la s emana

que ha concluido es Periquito. Una honrada familia

que hace un viaje de recreo ( aunque no para el espec-

tador , ) en busca de un loro, forma el a r g u m e n t o de

zarzuela ideada por dos festivos poetas, que no deberán

s e g u r a m e n t e su buen nombre á es ta compl ic idad en

la perpetracion de s e m e j a n t e a ten tado . Hay sin e m -

bargo a l g u n a s escenas que recuerdan la vis cómica y

el ingénio de los autores , d iá logos opor tunos y que

divierten al espectador , y sobre todo, decoraciones

m u y bien p in tadas , perspect ivas exce len tes , t ra jes

caprichosos, luz Drumont y . . . fuegos ar t i f ic iales . El

éxito no ha correspondido á las esperanzas de la e m -

presa y el público de Zaragoza , al j u z g a r á Periquito,

ha confirmado el fallo desfavorable emit ido por el de

Madrid. En el desempeño de es ta obra sobresalen los

señores Orejon, Escriú, Ruiz y Rochel . E l cuerpo

coreográfico viste bien y bai la mal.

Por hoy no digo más sino que deseo t ene r ocasion

de mos t ra rme ménos severo en la p róxima semana ;

así convendr ia á los in tereses de la E m p r e s a que co-

bra , del público que se divierte y del revistero á quien

a g r a d a más ejerci tar el ap lauso que la censu ra .

VALERIO.

LIBROS RECIBIDOS EN ESTA REDACCION.

NUEVA BIBLIOTECA UNIVERSAL.—Seccion Juridica.—DERECHO IN-TERNACIONAL PÚBLICO, por Pascual Fiore, vertido al castellano

por A. García Moreno.—Tomo I.—Madrid: F. Góngora y compa-ñia, editores. —Un volúmen en 4.º de 460 páginas.

Si las extraordinarias cualidades que distinguen al ilustre pro-fesor de la Universidad de Turin no fueran conocidas ya de los hom-

bres doctos y estudiosos de nuestro país, bastaría para denun-

ciarles la gran importancia de la obra que en este momento nos ocupa, el sólo hecho de haberse apresurado la casa editorial de los

señores Góngora y compañía á ofrecerles la traduccion del primer

tomo, ántes de haber aparecido en Italia el original del segundo. El servicio que con la publicacion de este libro se presta á los amantes

de los estudios jurídicos, merece verdaderamente

ser re-conocido. Y como si la actividad en llenar este vacío fuera cir-

cunstancia de poca monta, los editores mencionados han encargado además á un conocido publicista la compilacion, extracto y ordina-

cion de los tratados hoy vigentes entre España

y las demás

nacio-nes, tanto en derecho internacional público cuanto en el privado, formando un tomo que servirá de apéndice al Derecho Internacional

Público, de Fiore.

El primer volúmen consta de tres libros. El primero trata del de-recho internacional segun la historia, en el cual describe magis-tralmente cómo se ha ido formando y desarrollando esta rama del Derecho en las diversas épocas históricas, en Oriente, en Grecia y en Roma; sus progresos con el Cristianismo, la reforma y la paz de Wesfalia, y desde ésta hasta el tratado de Viena de 1815; los factores que la constituyen en la Edad Moderna; su estado y con-diciones en la época presente, y sus posibles progresos para el porvenir. Forma este libro un acabado resúmen histórico sobre la

materia. El libro segundo estudia la naturaleza y carácter, fuen-tes y manifestaciones, etc., etc., del Derecho internacional; y el

libro tercero, por fin, se ocupa de las personas, de sus derechos y sus deberes, examinando todo ello de una manera tan completa como exacta.

La traduccion es bastante esmerada. La edicion, sin tener nada de lujosa, tampoco puede tacharse de incorrecta ó indigna del texto.—C.

GALAS DEL INGENIO.—Cuentos, pensamientos, etc., de los poetas dramáticos del siglo de oro, coleccionados y anotados por los se-

ñores Bustillo y Lustonó.—Un volúmen en 8.º de 232 páginas.— Madrid, 1879. (Librería de A. San Martin, Puerta del Sol, 6.)

Como escogida floresta de los pasajes más brillantes que en el teatro español del siglo XVII se encuentran, es digno de aplauso el propósito del editor y colectores. Estos han hecho la eleccion con buen gusto y criterio verdaderamente literario, reuniendo en el primer volúmen de Galas del ingenio lo mejor que bajo el concepto

de fluida versificacion, agudeza del pensamiento ó aticismo en el diálogo, se halla en las comedias de Calderon,

Lope de Vega y Alar-con. A pesar de la abundante lectura de este libro, creemos, sin em-

bargo, que hay muchas más preciosidades literarias ocultas en las obras de estos tres autores, cada uno de los que, por sí solo, mere-

cia que se le dedicara un volúmen entero. De todos modos, las Galas del ingenio son

dignas de ocupar un puesto en toda biblioteca y aho-

rrarán á los escritores y aficionados la consulta de obras de gran coste y difícil adquisicion, y por otra parte el económico precio que se le ha asignado (4 rs. ejemplar), facilitará la vulgarizacion de las

producciones de nuestros ingenios del siglo de oro y podrá servir de saludable antídoto contra las nauseabundas novelas de Manim y

otros editores ejusdem

furfuris.

GALERÍA HUMORÍSTICA. ELLAS.- Coleccion escogida de anécdotas, ocurrencias, chistes, agudezas, etc., etc., por un Diógenes mo-

derno.— Madrid, 1879.—Un volúmen de 224 páginas.

La misma casa editorial y en forma idéntica á la del elegante tomo de que acabamos de tratar, ha publicado el volúmen Ellas, al que indefectiblemente seguirá otro titulado Ellos, y un tercero que

sintetizará el asunto y tendrá por protagonistas á ellas y ellos. Componen esta coleccion multitud de anécdotas, pensamientos,

cuentos, etc., de agradable lectura, coleccionados y extraidos de los libros que en España y el extranjero se han escrito sobre este asun-

to, y se vende al mismo precio que el tomo Galas del ingenio, en la

citada librería.

Zaragoza: Imprenta del Hospicio Provincial

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riles por la felicidad de sus semejantes y que ha crei-do siempre más hermoso el pátio lóbrego, mefítico del trabajador, que los salones más ricos de Versalles, porque el pátio lóbrego y mefítico del trabajador es el Coliseo donde la caridad lucha con la miseria; Fran-cia, la liberal Francia, la abnegada Francia, ha mos-trado en los actuales dias toda la grandeza de su co-razon y de su carácter, se ha gozado en ver concep-ciones dignas de la mente de Dios traduciéndose en hechas en la realidad de la vida, ha escrito la más gloriosa de sus páginas, pues la sirven de orla todos los heroismos de ls virtud y tan nobilísimo ejemplo de amor á sus semejantes nos ha dado, que olvidándose de su nombre se ha creado la ilusion admirable de que es y se llama Múrcia. ¿Cómo no quererla, si es tan buena para nosotros? ¿Cómo no adorarla, si lo su-blime es su alma misma? Porque, ¿qué valen al lado de la caridad de Sta. Helena los laureles del Puente Milvio, aquellos laureles que vertieron sus aromas sobre el génio de Rafael y la paleta de su predilecto discípulo? ¿Qué Meroveo en Chalons y Clovis en Vou-glé al lado de 1a pasforcilla Genoveva, que rodeada de blancas ovejas, suspende su faena de hilar un copo de lana limpio cual la nieve, detiene á Atila y salva á París con un ruego y con el perfume de una lágrima digna de haber sido llorada por Jesús, tan bella como la más divina que humedeciese los ojos del que escri-bió su amor á la humanidad con gotas de preciosísima sangre en los brazos de una cruz? ¿Qué los triunfos de Wallestein en el Elba, junto á los alcanzados sobre el dolor, por la princesa sublime en quien puso nues-tro Bartolomé las más inefables alegrías de la Gloria y una corona de explendores celestiales? ¿Qué el pas-mo de las Pirámides y el sol de Austerlitz, en frente de la Francia actual, tan pródiga en ofrecernos con-suelos, como en enviar esperanzas á los séres más desgraciados de esta pátria querida?... Gratitud eter-na á la nacion francesa. Decidla, Sr. Cónsul, que no pagará España con la moneda de un olvido ingratísi-mo tantas bondades, que España, á fuer de honrada, es agradecida. Decidla tambien que los pobres cam-pesinos de Aragon y Murcia, las madres infortunadas que han perdido el hogar de sus antepasados, el huérfano infeliz que hoy no tiene más compañeros que su luto y sns tristezas, ni otra propiedad que su dolor, cuantos hace días lloran sobre innumerables tumbas, están de rodillas formando conmovedores grupos, en las vegas que ya no son las de la alegría,

p ues están cubiertas de ruinas tan maldecidas cual las que la errante caravana encuentra en los estériles

lugares donde fué Tebas célebre y resplandeció Ba-bilonia. Respetad esas lágrimas y el movimiento ape-nas perceptible de los lábios de esos afligidos. ¡Están rezando por los muertos! Tras esas oraciones consa-

grarán otras á pedir que Dios conserve la Francia, y los que al presente gimen, enseñarán á sus hijos que deber de todo morador del Levante, es rezar no bien despierte y antes de dormirse una plegaria por su bienhechora... por el país que tan noblemente repre-sentais, elocuentísimo Sr. Cónsul.

Las primeras flores que produzcan las desoladas vegas murcianas, cuando puedan volver á inspirar á cien Virgilios, serán para vuestra adorable pátria. La primera flor de los jardines es la última me1ancolía de la naturaleza, el primer pestañeo de una existencia exuberante. Aspirar su aroma es aspirar un poema de angelicales esperanzas, es dar la bienvenida al perenne azul del firmamento y á serenas noches de esas que imprimen á veces en el alma recuerdos que crean divinas delicias. Para vosotros será aspirar las venturas que nos habeis logrado, el bien que os de-beremos. Cuán gratas han de seros aquellas esencias, porque nada más grato al que es bueno, que gozar del perfume de las bondades que crea. Interin llega ese instante, dejadme brindar por la Francia del siglo XIX, por la Francia que aspira á poseer rayos del sol de la inmortalidad porque tiene ó ha tenido sábios como Littré y M. Segur, polemistas como Dupanloup, poe-tas como Víctor Hugo y Lamartine, ese Benjamin del sentimiento que dió á su lengua, la flexibilidad y riqueza de la lengua de Sófocles y Platon que sonaba con la melodia del arpa de Apolo, oradores como Rouher y Favre, caractéres como Gambetta, estadis-tas como Thiers, escritores como Michelet, juriscon-sultos como Berryer y astrónomos como Arago, espe-cie de Magallanes del Universo. Dejadme brindar tambien por la generosidad francesa aquí ensalzada con tanta justicia por la palabra bellísima del señor Alderete y por la prensa ilustre de Girardin y Veuillot, hermana amantísima, de la que entre sus glorias cuenta á Lorenzana y Aparisi Guijarro.

Exposicion elevada al Excmo. Sr. Presidente del Consejo de ministros en el banquete celebrado por la prensa zaragozana el día 18:

«Los periodistas de Zaragoza y las personas por ellos invitadas al banquete ofrecido al Sr. Vice-cónsul francés, acordaron anoche rogar á V. E. que en su nombre pida al Rey el indulto de Miguel y Cesáreo Gil y Laborda que han de ser ejecutados en Ateca. Un noble sentimiento de humanidad y evitar tan triste luto á la poblacion son los impulsos que movie-ron á todos. Si V. E. al suplicarlo á S. M. acompaña su valioso consejo contribuirá á lo que vivamente de-seamos.»

Siguen las firmas.

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