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CAROHANA2

Universidad PedagógicaexPerimental libertador

(UPel).institUto Pedagógico

“lUis beltrán Prieto FigUeroa”.

cátedra libre literaria:JUan Páez ávila

revista cUltUralcaroHana

directorJUan Páez ávila

sUbdirectorgorqUin camacaro

JeFe de redacciónreinaldo cHaviel

conseJo editorialJosé PUlido

WilFredo Páez gallardoJUlio bolívar

FaUsto izcarayJorge eUclídes ramírez

+raFael montes de oca martínez Héctor saldivia seiJas

omar ocarizmireya graU

consUltora JUrídicayelena martínez

director de administraciónFUndación caroHana

director de artecHarlie yncio

barqUisimeto, venezUelatodos los derecHos.

coPyrigtH (c)agosto año 2016

07 A 110 años del nacimiento de Arturo Uslar Pietri sigue intacta su huella

09 La venezolanidad en la obra de Arturo Uslar Pietri / EnriquE Viloria VEra

13 Uslar Pietri tenía razón / José MiguEl salas MEJías

15 Discurso de agradecimiento con motivo de Cumplir ochenta años / arturo uslar PiEtri

19 Uslar / laurEano MárquEz

20 Un epistémico planisferio de los escritos de Arturo Uslar Pietri / lubio Cardozo

22 Arturo Uslar y el petroleo / César YEgrEs MoralEs

24 El uslarismo de Arturo Uslar Pietri / atanasio alEgrE

26 Ednodio Quintero y los cuentistas venezolanos. 4/33: Arturo Uslar Pietri / Ednodio quintEro

28 La última entrevista de Arturo Uslar Pietri / rafaEl arraiz luCCa

32 Alirio Díaz / JorgE EuClidEs raMírEz

33 Universidad: algunas reflexiones / rafaEl fauquié

35 Tan distintos / José Pulido

36 Una existencia lúdica / MiguEl goMEs

39 ¿A la luz de la sabiduría de Rafael Cadenas? / rEinaldo rodríguEz

44 Pensamientos de D H Lawrence, de la mano de Rafael Cadenas

ÍNDICE

46 Hermanas de leche / sErgio raMírEz

48 Reinaldo Chaviel. Un escritor de nuestro tiempo / gorquin CaMaCaro

49 Alicia Giménez, una escritora del más acá

51 Cielo, Mar y Amor: vida y obra de Cruz María Salmerón Acosta / franCisCo JaViEr PérEz

54 Borges y su encuentro con el otro

56 Claudia Sierich, la escritora que habita en las fronteras / indira roJas

59 El saber generoso: ocho maestros, ocho discípulos. Parte 2 / tulio HErnándEz

63 El venezolano Víctor Vegas irrumpe en el mercado editorial español / El uniVErsal

64 Historia de una novela esencial

67 «Aquiles o El guerrillero y el asesino», novela póstuma de Carlos Fuentes

69 Juan Gabriel Vásquez explora los “traumas” de Colombia en su nueva novela

71 Luis Goytisolo, el novelista que “escribe con los pies”

73 Quieren acabar con la cultura / César YEgrEs

74 Santiago Pol: La audacia de la imagen / María gabriEla fErnándEz b.

76 Sobre La mirada de José Tomás Angola / ana tErEsa torrEs

78 Entrevista a Eloy Urroz

80 “Hace falta un gobierno que entienda el valor de la cultura” / Karla franCEsCHi C.

82 Ir y venir de Chile. EN CHILE YO TAMBIEN..! / J.E.riEra-MElEndEz

85 Los nuevos colores de Carlos Cruz-Diez / MagalY rodríguEz

88 La profanación del pisapapeles / álVaro ríos

91 “La lectura en prisión fue esencial” / saMuEl gonzálEz-sEiJas

94 Para qué poetas en tiempos de indigencia / rafaEl rattia

95 Poemas de Jaime Gil de Biedma (1929-1990) / JaiME gil dE biEdMa

96 Te ando buscando / YaMEli urbina

97 He deshojado mi alma / YaMEli urbina

98 Primer Actor / Maria a. PErnalEtE C.

99 Ateneo “Guillermo Morón” de Carora. 26º. Aniversario / JEsús antonio daVid

7CAROHANA

A 110 años del nacimiento de Arturo Uslar Pietri sigue intacta su huella

E l lunes 16 de mayo se cumplieron 110 años del nacimiento de uno de los mas insignes venezo-lanos: Don Arturo Uslar Pietri. Son muchos los

aportes que el polifacético Uslar Pietri realizó en diferentes dominios del saber y que aún perduran como referentes para comprender mejor lo que es el venezolano y por qué es así. En esta oportunidad queremos subrayar algunos de los más relevantes:

El Realismo Mágico: Uslar es un escritor que a temprana edad ya había adquirido resonancia tanto en Venezuela como en Francia, por su novela octogenaria Las Lanzas Coloradas. En París, compartió ciudad y oficio con Alejo Carpentier y Miguel Ángel Asturias, al tiempo que desempolvaba de su inconsciente el término Realismo Mágico para caracterizar a una literatura que revela, descubre y expresa en toda su plenitud inusitada esa realidad casi desconocida y casi alu-cinatoria que era la de América Latina para penetrar el gran misterio creador del mestizaje cultural.

El propio Uslar señala: “Por el final de los años veinte yo había leído un breve estudio del crítico de arte alemán Franz Roh sobre la pintura postexpresionista europea, que llevaba el titulo de Realismo Mágico. Ya no me acordaba del lejano libro, pero algún oscuro mecanismo de la mente me lo hizo surgir espontáneamente en el momento en que trataba de buscar un nombre para aquella nueva forma de narrativa”.

El Mestizaje Americano es otro de los grandes temas en los que Uslar ha dejado su impronta personal .En efecto, el es-critor, en muy diversos ensayos y artículos, y desde diferen-tes perspectivas, aborda el tema del mestizaje americano para insistir en él, una y otra vez, a objeto de explicarlo en sus variadas manifestaciones, y, muy especialmente, en la cultural. Recuerda Uslar que “es sobre la base de este mes-tizaje fecundo y poderoso donde puede afirmarse la perso-nalidad de la América hispana, su originalidad y su tarea creadora. Con todo lo que le llega del pasado y del presente, puede la América hispana definir un nuevo tiempo, un nuevo rumbo y un nuevo lenguaje para la expresión del hombre,

BJV/Foto: Archivo |

CAROHANA8

sin adulterar lo más constante y valioso de su ser colectivo, que es su aptitud para el mestizaje viviente y creador”. Uslar resalta las expresiones de ese mestizaje cultural presentes en el Barroco americano, en el modernismo, en el sincretis-mo religioso y en los movilizadores mitos americanos como El Dorado.

La Venezolanidad: Venezuela, la identidad del venezolano, la imagen del país, en fin, la Venezolanidad fue un tema cons-tante en las numerosas, diversas y enjundiosas reflexiones que realizó Uslar Pietri durante su larga y fructífera vida in-telectual. Para el escritor “esa unidad de tierra, de hombres y de destino ha ido revelándose en distintos tiempos de dis-tinta manera. Ha empezado por sentir su condición y luego ha comenzado a expresarla en confesiones y revelaciones. Ha habido primero una visión exterior de una realidad, de un enigma, ha habido luego una sensación interior de esa realidad, y, al final, ha habido las tentativas de expresión de esa realidad. Esto es lo que podríamos llamar el proceso de invención de Venezuela”. A estos efectos, el escritor estudió los nombres de Venezuela, el rescate del pasado, nuestro irremisible carácter de hispanoamericanos y, por último, el mestizaje como hecho fundamental de la identidad del ve-nezolano, a objeto de entender mejor la venezolanidad.

EL Rentismo Petrolero: Con aguda visión de lo que podía ocu-rrir en el país si no se diversificaba la economía nacional, en 1936, Uslar acuñó su celebérrima frase “hay que sembrar el petróleo” que aún continúa siendo objeto de críticas y loas, e influenciado las políticas públicas y las discusiones sobre el porvenir del país. Para Uslar “sembrar el petróleo” signi-ficaba: “no abandonarnos a la poderosa corriente unilateral que constituye la industria petrolera, sino por el contrario, canalizarla, dirigirla, aprovecharla, para que con su fuerza y riqueza anime y movilice todas las actividades económicas del país”. La reciente realidad nacional le da profunda razón a los viejos temores del escritor cuando además advierte que “una parte de esa gran riqueza se ha invertido en crear un Capitalismo de Estado. Ese Capitalismo de Estado tiene consecuencias graves. Si sigue creciendo ilimitadamente, Venezuela va a llegar a ser un país, no ya de dependiente del petróleo, sino de dependiente del Estado, y ese capitalismo monstruoso del Estado, llegará fatalmente a convertirse en una terrible máquina de tiranizar”.

Los estudios de Economía Venezolana: Uslar Pietri tiene además el mérito de haber contribuido significativamente al inicio de los estudios de la economía nacional, cuando para

apoyar su Cátedra de Economía Política en la Facultad de Derecho de la UCV publica lo que se considera el primer tex-to de economía adaptado a la realidad venezolana. Suma-rio de Economía Venezolana, para alivio de los estudiantes, mezcla de informe económico, libro de geografía e historia económica.

9CAROHANA

La venezolanidad en la obra deArturo Uslar Pietri

Venezuela, la identidad del venezolano, la imágen del país, en fin, la Venezolanidad fue un tema constante en las nume-rosas, diversas y enjundiosas reflexiones que realizó Arturo Úslar Pietri durante su larga y fructífera vida intelectual. Para el escritor “esa unidad de tierra, de hombres y de destino ha ido revelándose en distintos tiempos de distinta manera. Ha empezado por sentir su condición y luego ha comenza-do a expresarla en confesiones y revelaciones. Ha habido primero una visión exterior de una realidad, de un enigma, ha habido luego una sensación interior de esa realidad, y, al final, ha habido las tentativas de expresión de esa realidad. Esto es lo que podríamos llamar el proceso de invención de Venezuela.”(Uslar Pietri.1986, 372)

En este sucinto ensayo, vamos a privilegiar la palabra del escritor para analizar, a partir de sus propios criterios, las expresiones de nuestra Venezolanidad de acuerdo con tres dimensiones conceptuales relevantes desarrolladas por el propio pensador, a saber: los nombres de Venezuela, el res-cate del pasado y nuestro irremisible carácter de hispano-americanos.

I. Los nombres de VenezuelaQuienes en tiempo de Felipe II dicen la palabra Venezuela ya no evocan a la histórica ciudad del Adriático. No les trae el

recuerdo de canales y palacios de mármol, sino una visión salvaje de tierras, llanuras y ríos. Se han soldado sus sílabas dentro de un sonido nuevo y una nueva significación.

Arturo Uslar Pietri

No existe lo que no se nombra, nuestro país antes de llegar a ser la Venezuela que conocemos, otorgándonos gentili-cio e identidad de venezolanos, fue designado con diversos vocablos que sirvieron para diferenciarlo de otras realidad geográficas y facilitarle, a la vez, pasajeras y efímeras iden-tificaciones. Uslar Pietro se pasea por todas estas deno-minaciones, y en un texto titulado como este capítulo nos ofrece la diversidad de términos que afloraron o brotaron de la mente de los conquistadores para designar esa nueva realidad geográfica que ofrecía un mundo inédito, encontra-do por efecto de la aventura y del azar.

En su enjundioso texto, Uslar anuncia de entrada que “Vene-zuela pudo llamarse Tierra de Gracia. Así la nombró Colón, Almirante del Mar Océano. Y sus pobladores hubiéramos sido los graciteños. O hubieran sido los graciteños. Unas gentes seguramente distintas de lo que somos los venezo-lanos, porque el nombre no es cosa postiza y artificial, sino que tiene que ver con el objeto y su destino.”(Uslar Pietri, 1986, 355)

EnrIquE VILorIa VEra*

La fisonomía que va tomando lentamente un país, su rostroes el resultado de todas esas tentativas exteriores e interiorespara concebirlo y expresarlo. Y los rostros de los países lospintan o los crean los que los ven (descubridores, geógrafos,historiadores) o los que los sienten (poetas, artistas).

Arturo Uslar Pietri

* Abogado, Magíster del Instituto Internacional de Administración Pública de París, Doctor en Derecho de la Universidad de Paris. Individuo de Número electo de la Academia Nacional de Ciencias Económicas. Autor o coautor de 120 libros. Premio Iberoamericano de Ensayo “Alfonso Ortega Carmona” de la Sociedad de Estudios Literarios y Humanísticos de Salamanca, Premio Medalla Internacional Lucila Palacios del Círculo de Escritores de Venezuela y Premio de la Academia Venezolana de Ciencias Políticas y Sociales.

CAROHANA10

Pero esta denominación, aunque permaneció profundamen-te impresa en el corazón de los fervorosos creyentes que eran los españoles, duró poco, fue sin dudas el producto de una inspiración personal y de una profunda creencia religiosa arraigada también en el espíritu del Almirante del Mar Océano. El 31 de julio de 1498, Alonso Pérez, marinero natural de Huelva, encaramado en la gavia de la nao colom-bina divisó al poniente tres montañas; era un día martes y el Almirante anotó en su bitácora que: “yo la esperaba el lunes antes”; se acercaron a la tierra divisada y Colón la bautizó Isla de la Trinidad. Sin embargo, al decir de Isaac J. Par-do: “En este momento ocurre algo extrañamente simbólico. Colón buscaba en tierra firme con desesperación y preten-día tener en sus cálculos errores no mayoresde un día, de un lunes para un martes. Pero a la altura de la costa sur de Tri-nidad y con la proa al Occidente, enfermó de la vista. ‘Nunca –escribe– se me dañaron los ojos, ni se me rompieron de sangre y de tanto dolor como agora’. Al llegar a la punta del Arenal en el extremo sud-occidental de la isla, divisó el po-niente y la llamó Tierra de Gracia. “(Pardo, 1988, 22)

A la larga, sin embargo, más pudieron la certeza del nave-gante y la intuición de geógrafo del Almirante sobre sus hon-das convicciones cristianas que motivaron, en un momento de éxtasis espiritual, al propio Colón a escribir en su célebre Carta a los Reyes Católicos: “Torno a mi propósito referente a la Tierra de Gracia, al río y al lago que allí hallé, tan gran-de que más se le puede llamar mar que lago, y en siendo grande se llama mar, por lo que se les llama de esa manera al de Galilea y al Muerto. Y digo que este río no procede del Paraíso Terrenal, viene y procede de la tierra infinita, del Continente Austral, del cual hasta ahora no he tenido noticia; mas yo muy asentado tengo en mi ánima que allí donde dije, en Tierra de Gracia, se halla el Paraíso Terrenal.” En efecto, según los cronistas e historiadores de este periodo de contacto entusiasta y del posterior desencanto de Colón con la supuesta tierra firme y supuesto paraíso terrenal, su Tierra de Gracia: “... el descubridor enceguecido, que había tomado la isla de Cuba por tierra firme, nunca estuvo muy seguro de lo que pudiera ser aquella Tierra de Gracia. Más tarde habría de llamarla Isla Santa.” (Pardo, 1988, 22)

Por muy poco tiempo fueron graciteños los pobladores de aquella presunta Tierra de Gracia que tanto entusiasmó a un Colón afectado por la conjuntivitis, ya que la misma pasó a conocerse prontamente, por efecto ahora de la fonética y no de las creencias religiosas, como Paria. En efecto, como bien lo recuerda Uslar: “Hubo también la oportunidad que

nos llamáramos Paria: Era un buen nombre indígena con una fonética clara fácilmente adaptable a las principales lenguas occidentales. Paria era todo el desconocido terri-torio que se abría desde la costa de los esclavos y de la sal para los sedientos y codiciosos pobladores de la Cubagua de las perlas.” (Uslar Pietri, 1986, 355)

Isaac Pardo, como si hubiese sido un marinero protagonista de ese desembarco y testigo privilegiado de la entrada en vigencia del nuevo y súbito nombre de Paria en la concien-cia de los conquistadores nos informa: “Y navegando por aguas ‘cada vez más dulces y más sabrosas’ Llegó la nave a un paraje de la Tierra de Gracia donde parecía que había labranzas. Colón no se movió a causa de sus ojos enfermos, más hizo bajar a la gente (...) Sólo más adelante pudieron alcanzar a unos nativos y los descubridores supieron que aquella región se llamaba Paria.” (Pardo, 1988, 22)

Al igual que el nombre de Tierra de Gracia, la denomina-ción de Paria, a pesar de ser el nombre más difundido de la costa, tampoco habría de durar mucho en las bocas de los conquistadores para designar definitivamente a aquella dimensión geográfica que continuaba careciendo de una identidad permanente y asentada. Los historiadores señalan que no los conservan ni Alonso de Ojeda ni Américo Vespuc-ci, quienes recorren ahora toda la costa de punta a punta hasta llegar al Lago de Maracaibo y como buenos cartógra-fos van dando cuenta de los accidentes paisaje y de algunos nombres locales de lugares y aldeas. Sin embargo, en una de sus famosas cartas familiares, Vespucci se concentra más en narrar algunos incidentes que les acontecieron en la actual Isla de Curazao, de Los Gigantes según la primera nomenclatura de mítica reminiscencia, y otro que aconteció cerca de Paria. Según la narración de Uslar: “abordaron una canoa donde unos indios llevaban atados a otros prisione-ros. Los prisioneros eran tiernos jóvenes que sangraban de las heridas de una fresca castración. Vespucci los vio con espanto. Los que los llevaban eran los temibles caníbales, los cambali, como decía él en su pintoresco italiano.” (Uslar Pietri, 1988, 355)

En opinión de Uslar Pietri, esta designación de tierra de los cambali, es en rigor la única denominación colectiva que Vespucci propone en relación con la costa recorrida. Según el escritor, el navengante forentino “...para que nadie chozas sobre estacas que vieron en el Lago de Maracaibo y a la que nombraron Venezuela. Para Vespucci no pasó probablemen-te de ser una humorada olvidada”.

11CAROHANA

Para Luigi Avonto, Vespucci si parece haberle puesto un én-fasis especial al futuro nombre de nuestro país. Refiriéndose al mismo periplo marino de Vespucci, Avonto expresa: “De la isla de los Gigantes, los expedicionarios pasaron luego a otra ‘comarcana de aquélla a diez leguas’, donde encontraron una grandísima población que tenía sus casas edificadas en el mar como Venecia, con mucha arte. Según Magnaghi esta isla sería la de Aruba, pero es más probable que se trate de la península de Paraguaná tomada por una isla. Fue precisamente de este descubrimiento que tuvo origen el nombre de Venezuela, o sea “pequeña venecia” (nombre que en la mente de un italiano como Amerigo surgiría con total espontaneidad en semejante circunstancia), más tarde extendido a todo el país que aun así se denomina.” (Avonto, 1999,161 y 162)

Es verdad que otras calificaciones van a durar más en el tiempo, como la Tierra Firme o Costa Firme durante todo el siglo XVII e incluso parte del XIX, pero lo absolutamente cier-to es que la denominación de Venezuela, esa que se derivó de la precaria realidad de unas veinte casas construidas en formas de campanas no erigidas en tierra firme, sino asen-tadas sobre estacas en el fondo de las aguas del golfo Co-quivacoa y que trajo de inmediato a la mente del navegante florentino a la gran ciudad del Adriático, es la que logró, en definitiva y para siempre, imponerse en la conciencia y en el afecto de los habitantes de esas nuevas tierras.

Uslar Pietri expresa con meridiana claridad la aceptación colectiva y la emotiva preferencia que el término Venezuela despertó en los hombres y mujeres que nos precedieron:”Ya Aguado, el viejo historiador de siglo XVI, nos dice con sor-presa cómo ese nombre aparentemente absurdo e insigni-ficante se ha ido imponiendo sobre todos los otros. Es un nombre que pierde pronto su desdeñoso sentido de compa-ración. Que adquiere una resonancia propia y distinta. Que no sólo en realidad llega a independizarse de su origen, sino además a identificarse por entero con una cosa nueva. “(Us-lar Pietri, 1988, 355)

El nombre de Venezuela resiste en el tiempo, no sólo en el de la Colonia española sino también durante el proceso de la Independencia americana, sobrevive y se consolida al des-articularse el proyecto político integracionista del Libertador, la Gran Colombia; mientras la Antigua Presidencia de Quito terminará llamandose Ecuador y el Alto Perú será definitiva-mente conocido como Bolivia, Venezuela sigue para siempre siendo Venezuela, Como bien lo expresa Uslar: “Con el mis-

mo extraño e inexplicable nombre que le empezó a crecer desde el día en que brotó por azar, sin escribano ni acta, en un olvidado rincón de las riberas del Lago de Maracaibo.” (Uslar Pietri, 1988, 356)

II. El rescate del pasadoLa tierra se hace historia desde que

el hombre la toca.Arturo Uslar Pietri

Para el escritor nuestra Venezolanidad debe asentarse, entre otras cosas, en un genuino y auténtico rescate del pasado que se traduzca sobre todo “en rastrear en el presente las grandes presencias del pasado.”

No tiene empachos Uslar, al sostener que el rescate del pa-sado, frase que utilizó para denominar su Discurso de In-corporación a al Academia Venezolana de la Historia, debe ser realizado prescindiendo de concepciones de la historia patria que distorsionan el pasado y lo reducen a determina-das dimensiones que el escritor rechaza categóricamente. En este sentido, Uslar Pietri insiste en desechar visiones im-perantes de nuestra historia como las siguientes:

Los viejos historiadores solían decir que la historia es la maestra de la vida y con ello apuntaban, más con un pro-pósito moral que histórico, a la conveniencia de estudiar el pasado para no incurrir de nuevo en los mismos errores del presente.” (Uslar Pietri, 1988, 314)Si la historia no debe ser concebida con intenciones mora-les, mucho menos debe promover una visión heroica. So-bre esta extendida y cada vez más exaltada perspectiva de nuestra historia nacional como gesta épica y sobrehumana, Uslar expresa: “Si la imagen que la historia da a un pueblo de su propio ser colectivo y de su quehacer fundamental en los tiempos es una version de orgulloso sacrificio y entrega a ideales intemporales, será difícil llevarlo a acometer las ordinarias tareas del taller, del camino y del mercado que es la ocupación de la gente organizada y productiva.” (Uslar Pietri, 1988, 314)

El autor lamenta que la imagen de nuestro pasado sea ge-neralmente “el resultado de una operación de mutilaciones, preferencias y prejuicios que los historiadores han hecho sobre la materia historiable (...) La historia de Venezuela, en la forma medio, que es precisamente la de los manua-les elementales que aprenden nuestros niños, es un relato parabólico segmentado en tres tiempos: Es decir, una his-

CAROHANA12

toria caprichosamente organizada en torno a una perspec-tiva arbitraria, con un borroso arranque, una culminación breve y fulgurante y una interminable decadencia.” (Uslar Pietri,1988, 314 y 315)

A la luz de estas apreciaciones, el escritor propone una historiografía nacional diferente que sea capaz de rescatar efectivamente nuestro pasado, de “escribir una historia sin intenciones, que sea a la vez el reflejo y la explicación del quehacer humano en todas sus dimensiones y variedades, donde junto a la fuerza del hecho económico, esté el poder de la creencia, donde junto a la acción del héroe esté la del medio, donde junto a las técnicas del trabajo estén las obras del pensamiento; donde junto a la estructura social esté la concepción cultural; una historia de los trabajos, de las acciones, de los pensamientos y de las creaciones; una historia de los grandes hechos y de las diarias tareas, una historia en que esté lo universal junto a lo peculiar de cada pueblo. Una historia del hombre entero para la com-prensión completa del hombre.” (Uslar Pietri, 1988, 314 y 315)

En coherencia con su particular visión historiográfica, el escritor desecha que nuestro pasado, como ya lo hemos indicado, sea reducido a esos tres tiempos que describe como “un borroso arranque, una culminación breve y ful-gurante y una interminable decadencia”. En este orden de ideas, confiesa con íntimo tono que: “Muchas veces me he detenido a reflexionar sobre esta manera de sentir y narrar la propia historia y sobre todas las grandes consecuencias que involucra. No es de extrañar que influidos por ella tantos venezolanos hayan mirado con injustificado desdén la gran labor constructiva de la época colonial, o hayan sentido que todo lo que ocurrió después de la muerte del Libertador, es tan sólo el melancólico recuento de una especie de degene-ración nacional.” (Uslar Pietri, 1988, 315 y 316)

El múltiple y abierto rescate de nuestro variado y rico pasa-do, es considerado por nuestro pensador como uno de los requisitos fundamentales para la construcción de nuestra identidad como venezolanos y para una mejor comprensión de nuestra Venezolanidad. Enfático insiste “Si carecemos de una visión del pasado, suficiente para mirar nuestro ser na-cional en toda su compleja extensión y hechura, carecemos de historia en dos sentidos, de historia como explicación del pasado y de historia como empresa de creación del futuro en el presente:” (Uslar Pietri, 1988,321)

III. El carácter de hispanoamericanosNo sólo la lengua, sino una gran parte de las emociones y nociones de nuestra alma colectiva son herencia de la Edad Media Castellana.

Arturo Uslar Pietri

El reconocimiento de nuestra hispanoamericanidad es otro de los elementos fundamentales de la Venezolanidad. Uslar Pietri así lo concibe y sin vacilaciones lo expresa: “Somos y no podemos ser otra cosa que hispanoamericanos (…) Somos hispanoamericanos y es esto y no otra cosa lo que nos da dignidad, valor y presencia ante el mundo.” (Uslar Pietri.1986, 330)

Este carácter de hispanoamericanos, definitorio también de nuestra manera de ser hombres y gentes a la venezolana se expresa de muchas maneras. Nuestro escritor es minucioso al detallar esas expresiones. En una apretada síntesis, ex-pone los rasgos y elementos de la influencia de España en la conformación de nuestro ser nacional. Así expresa que además de la lengua, del idioma que nos permite comuni-carnos sin mayor dificultades ni limitaciones con España y las demás comunidades hispano parlantes, otros conceptos, sentimientos e instituciones son producto directo e inmedia-to de esa influencia hispánica: El concepto de la ciudad y la familia, la figura del alcalde y la del cura, la invocaión de los santos patronos y las formas de las fiestas populares. La casa de zaguán y de la ventana entejada, el estrado de las mujeres, el refrán ‘que dice la vieja detrás del fuego’, el con-cepto de la autoridad, de la obediencia, del honor y del buen orden. La idea de la riqueza y la importancia de la salvación del alma, el menosprecio del trabajo servil y la idea de una vida señorial y caballeresca, todo eso surge y resurge, como la ola en la playa, en el combatido drama de nuestra historia nos viene por derecha vía, de los castellanos de la Edad Media.” (Uslar Pietri.1986.318)

13CAROHANA

USLAR PIETRI TENÍA RAZÓN

Hablar de Arturo Uslar Pietri, es como hablar de un gran vidente que nos señaló la grave situación de Venezuela du-rante el siglo XX.Este gran hombre que nació un 16 de mayo de 1906, en esa Caracas que mantenía esos rasgos coloniales de finales del siglo XIX. Uslar Pietri proviene de una familia corso alemana

e italiana, su padre el general Arturo Uslar, quien fue hombre de confian-za del presidente de entonces el ge-neral Cipriano Castro.

Su madre Elena Pietri de origen cor-so italiano; la familia Pietri llega a Venezuela a finales del siglo XVIII, a las costas de Paria específicamente a Río Caribe en el estado Sucre.Uslar Pietri vivirá, los 27 años de gobierno de Juan Vicente Gómez y se convertirá, en unos de los escri-tores más jóvenes de la generación de 1918, entre ellos: Mariano Picón Salas, Andrés Eloy Blanco, Miguel Otero Silva entre otros.

En 1925, escribe su gran obra ́ ´Lan-zas Coloradas´´ en cuya novela nos relata la etapas de la independencia venezolana.A raíz de la muerte de Juan Vicen-te Gómez, Uslar Pietri será escogi-do como uno de los hombres más importante en el gabinete de Eleazar López Contreras y luego en el go-bierno de Isaías Medina Angarita.

La capacidad intelectual de Arturo Uslar Pietri, nos hace ver que el pe-tróleo; iba a ser el motor del gran desarrollo de la nación venezolana

para convertirnos, en un país moderno y superando la Vene-zuela atrasada de caudillos y guerras civiles.

En el primer análisis que nos hace, señala que el petróleo nos iba a llevar a un desarrollo de gran avance como país, su frase de sembrar el petróleo: ´´ Es que el estado venezolano, tenía que mantener esas riquezas para transformar en un

José MIguEL saLas MEJías

CAROHANA14

estado eficiente para conformar un buen sistema educativo, un sistema de salud adecuado, un sistema agrícola avanza-do como lo tienen hoy los países de Europa´´.

Lamentablemente, el petróleo no tuvo esa suerte de conver-tirnos en un país donde nosotros los venezolanos, tuviéra-mos la oportunidad de tener una mejor calidad de vida como lo tienen hoy las islas del Caribe como: Aruba, Curazao, Tri-nidad y Tobago, Martinica.Más bien, el petróleo pasó a ser el deslave de nuestras des-gracias al observar que nuestros gobernantes, en vez de aprovechar esa riqueza o ese ´´Oro Negro´´ como lo llamó Juan Pablo Pérez Alfonzo, lejos de ellos han dilapidados di-chos recursos.La grave situación social y económica que ha vivido Vene-zuela, se debe a la ineptitud de nuestros gobernantes, al no aprovechar la riqueza petrolera para no tener, hoy día un país en vías de desarrollo.

Uslar Pietri, nos advirtió sobre el potencial económico que el petróleo nos traería no para el despilfarro y malgastar, durante los gobiernos de la mal llamada democracia más de seiscientos mil millones de dólares y en 17 años de la mal llamada ´´Revolución Bolivariana´´ dos billones de dólares.

Venezuela, ha tenido herramientas de salir de estas crisis que ha soportado la sociedad venezolana. El reto es de im-pulsar, la construcción de ese país posible; fue el apostolado que durante toda su vida mantuvo Uslar Pietri, insistiendo en la necesidad de cambiar la cultura del rentismo del cliente-lismo político y del paternalismo de estado-gobierno.

En la conmemoración de los 110 años del nacimiento Arturo Uslar Pietri, su pensamiento sigue vigente y cada día, me he dado cuenta que Uslar tenía razón. Seguimos siendo un país rentista, monoproductor y se sigue desaprovechando los re-cursos de la renta petrolera, convirtiéndonos en una nación más dependiente de otros países.Ese cambio, requiere de un liderazgo inteligente que sea capaz de modificar, ese estado de cosas y esa cultura, como condición indispensable para que el país logre superar sus males, a pasos firme hacia el progreso.

*Miembro de la Academia de Geo Historia del estado Sucre.

[email protected]

DISCURSO PRONUNCIADO POR ELDOCTOR ARTURO USLAR PIETRIAL AGRADECER EL HOMENAJE QUE LE RINDIERAEL CONGRESO DE LA REPUBLlCA CON MOTIVO DECUMPLIR OCHENTA AÑOS

Agradezco este homenaje ante el cual la palabra gratitud re-sulta insignificante. Ante todo quiero manifestar que recibo con plena humildad este desmesurado homenaje y que no pierdo de vista, ni un solo instante, su inmensa despropor-ción con relación a mis muy contados méritos, pero entiendo bien que en este momento yo no represento mi sola perso-na, que muchos otros pudieron estar aqu I con irreprocha-bles túulos y que yo, en esta hora, no soy sino el transitoriorevestimiento personal de una fecunda ansia, sentida por la colectividad, de crear ejemplos válidos para el mejoramiento de su .clirna moral.

El pars quiere activar las viejas virtudes ciudadanas, comba-tir el morbo del logro inmediato y la riqueza fácil restaurar el prestigio de la virtud y de la obra positiva en la República, la añorada figura de los viejos repúblicas de nuestra historia y sólo por un azar, que yo soy el primero en reconocer, ha recaído sobre mis hombros flacos esta exigente carga de añoranza. Yo no soy aqui hoy sino un locus tenens, un casual vicario, el substituible substituto, sino el suplantador, de esa vaga figura de esperanza que la nación añora y necesita.

Con muy afectuosa generosidad el doctor Carlos Canache Mata me ha dirigido obligantes palabras de elogio de mi vida y de mi obra, que yo recojo complacido. Ha hablado de mi obra de escritor, de mi larga devoción por Venezuela, de mi torpe pero nunca olvidado empeño de servirla en toda la medida de mis fuerzas y con ella toca fibras muy vitales de mi sensibilidad. No hay I(nea divisoria entre lo que he realizado como escritor y lo que he sentido como mi deber perpétuo de hijo de esta tierra, puedo decir, sin vanidad, que Venezuela está presente en todas las acciones de mi vida, en mi obra de escritor, en mis actividades de hombre públi-co, en mis preocupaciones diarias y que nada de lo que he dicho y hecho está desligado de mi angustia de entenderla, explicarla y servirla.

Es a la imagen embellecida de esa condición a la que se di-rige este homenaje, tan desmesurado como la generosidad de todos los miembros del Congreso que lo han acordado.

Ya yo no tengo mucho cómo retribuirla pero confro en que su eco estimulante en la conciencia de los jóvenes habrá de ser su sola justificación.

He vivido una larga vida, lo que me da el privilegio de que pueda sentir este trecho de nuestra historia como una ex-periencia personal, con todas las limitaciones y ventajas que esto implica, he convivido largamente con venezolanos de diferentes épocas y nunca he dejado de sentir el vmculo fundamental, en el acuerdo y en el desacuerdo, que me une indestructiblemente con ellos, mas allá de coincidencias y oposiciones, mas allá de clases y de gustos, mas allá de provincialismos y particularidades, en la fundamental condi-ción que en tiempos más solemnes se llamaba el amor de la Patria.Nací, me formé y nunca he podido olvidarlo, en un país po-bre, atrasado, lleno de necesidades, con escasos recursos y con una larga herencia de anarquía, de inestabilidad, de frustrantes realidades e inalcanzables sueños, que un siglo de guerra civil había arruinado en su economía, en su cultu-ra, en su estructura social y en la confianza en sí mismo. Fue el tiempo en el que se sintió dramáticamente el insoportable contraste entre la visión de gloria de la Independencia y las mezquinas circunstancias de una realidad depauperada en todos los sentidos, en la que cada vez que se hablaba de un futuro deseable era para mirarlo en perspectiva inalcanzable desde un morboso sentimiento de decadencia. Los caudillos que personificaron esa hora se pasaban de unos a otros, como un treno de requiern, la promesa de una regeneración, de una restauración, de una rehabilitación, que no era sino la expresión paladina de la desesperanza colectiva.

Sin embargo, nunca se extinguió el aliento de esperar y ser-vir y en medio de la adversidad hombres insignes abundaron para pensar y preparar un futuro mejor, los que pusieron semillas de progreso, los que trajeron nuevas ideas, los que crearon la conciencia de las posibilidades de la nación, con el ejemplo, con la obra, con la enseñanza, sin otra aspiración sino el modesto título, una vez tan significativo, de amigos del pars. Dejó su dura huella en mí la experiencia de la Ve-

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nezuela pobre, pasé a vivir el deslumbrante proceso mágico de la expansión de la riqueza petrolera y llego hoy a un pre-sente de interrogantes e incertidumbres. Es una vertiginosa y aleccionadora secuencia que resume y contiene la historia nacional y sus enseñanzas inolvidables.

Pareciera que el súbito sueño de Aladino se hubiera des-vanecido de pronto y, en su lugar, hubiera aparecido una inesperada e indeseable realidad.

La riqueza petrolera creó muchas ilusiones, espejismos y malos hábitos y el concepto, irracional, de que la transfor-mación completa de un país podra lograrse súbitamente, como en virtud de un conjuro, por el solo hecho de sentir que se disponía de recursos limitados.

La sensación de omnipotencia y de poder sobrepasan los hrnites de la realidad económica, social y cultural, parecie-ron hacer tangibles muchos viejos anhelos de bienestar ma-terial, de ostentación orgullosa de modernidad, de costosos símbolos de progreso, que han transformado, sin duda, la fisonomía del país y la mentalidad de sus gentes pero que, por lo inorgánico de su crecimiento y por la invitación desbo-cada de la riqueza fácil y a la corrupción, crearon otros ma-les tanto o más graves que los hab íamos sufrido anterior-mente. La faz positiva podrra resumirse en el equipamiento y la infraestructura indispensable para todo progreso, vías, comunicaciones, servicios, concepción y reaIilación de pla-nes gigantescos, que ven ían deformados negativamente por la desmesura, la improvisación y la falta de organicidad. En un proceso de transformación múltiple, simultáneo y sin ritmo de crecimiento tuvieron que aparecer muchas defi-ciencias, desproporciones y contradicciones fundamentales entre medios y fines, entre proyectos y realizaciones, entre intereses y aspiraciones, entre mentalidades tradicionales y modernización adventicia, entre ideales y posibilidades reales. Se provocaron desviaciones, incongruencias, saltos, divorcios entre proyectos y capacidades, fallas fundamen-tales, en lo económico y lo administrativo que bordeaba pel igrosamente lo caótico.

Todo parecía posible porque la abundancia de recursos monetarios permitía tender puentes sobre los amenazantes abismos, mantener funcionando planes ineficientes, presen-tar la apariencia de un crecimiento acelerado, que reposa-ba sobre supuestos inadecuados. Con el dinero petrolero, que parecía inagotable y creciente, como la bolsa mágica de Fortunato, fue posible por un tiempo posponer la crisis

latente. Se asemejaba mucho a una huída hacia adelante. No sólo no supimos aprovechar adecuadamente esos recur-sos gigantescos y transitorios para echar las bases de una transformación estable y progresiva del país, para la cons-trucción efectiva de una nación moderna y el afianzamiento de una democracia efectiva y funcional, sino que se incurrió en el error imperdonable de abrir anchamente la puerta al endeudamiento público.

Lo que pudimos y no lograrnos hacer con el petróleo, que nos desbordó, arrastró y extravió con lamentables conse-cuencias tiene su más patética y dolorosa imagen en la ciu-dad de Caracas. En el maravilloso marco de su valle, frente al inagotable prodigio del Avila, se pudo concebir y desarro-llar una de las más bellas y humanas ciudades del continen-te, que fuera el patrón modelador del espíritu, la escultura y el trabajo para todo el pars, pero lo que vino a resultar de la improvidencia, del afán desbocado de lucro y de la falta de metas definidas ha sido, desgraciadamente, esta informe acumulación inorgánica y desintegrada de torres de con-creto de todas las dimensiones, de autopistas y viaductos, de barriadas proliferantes, inasimilables a ninguna forma de vida urbana, sin plan ni concierto, sin respeto para la ley ni para la naturaleza, incompatibles con la imagen y la función de una ciudad histórica, en la que se confunde y resuelve una población desarraigada y desvinculada, acrecida cons-tantemente por el flujo incontrolado de la marginalidad na-cional y transnacional.

Si el mal se hubiera limitado a invertir insensatamente una gran parte de ese flujo monetario, no nos encontrarramos ante la dificil situación a la que hemos llegado.

La ocas IOn y la forma en que se contrajo gran parte de esa deuda con bancos extranjeros y agencias internaciona-les de crédito podría formar parte de una crónica de locura colectiva, de tecnificada picaresca, en la que proliferaron todas las formas de corrupción desde las más elementa-les y descaradas, hasta las más refinadas y astutas. Es de esperarse que un d i’a próximo entren a formar parte de la historia penal del país. El pueblo venezolano ha descubierto con angustia esa situación creada, en buena parte, por in-numerables transacciones financieras con bancos de todo el mundo al capricho y fantasía de los numerosos entes, más o menos autónomos, que no vacilaron en contraerla sin tomar en cuenta elementales normas legales, principios básicos de sana administración, ni posibilidades reales de pago. Al decir esto no podemos dejar de añadir que una parte fun-

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damental de la responsabilidad en la creación desmandada de ese pasivo cae y debe caer sobre aquellas instituciones extranjeras que, sin muestra visible de respeto a las normas financieras más usuales, hicieron, de una manera espon-tánea y hasta insistente, el triste papel de los prestamistas más alegres de la historia.

Ha podido, quizás, mantenerse por más años esa insoste-nible situación si el inesperado descenso de los precios del petróleo no hubiera hecho inevitable su planteamiento, y las viejas contradicciones que habíamos creúío atenuar y borrar con el subsidio petrolero no hubieran empezado a aflorar de una manera crítica.

La democracia venezolana, en su etapa iniciada el 23 de Enero, ha reflejado, en muchas formas, el clima de la facili-dad y la abundancia de recursos. Se formó un poderoso Es-tado paternalista a quien todo se le podía pedir y que a todo atend ía. No era este el clima ideal para que se desarrollara un sistema democrático efectivo que fuera más allá de las libertades públicas y creara en el ciudadano la conciencia de sus deberes y responsabilidades.

Lo que hubiera podido ser sólo un lamentable despilfarro se ha convertido en una pesada carga que grava y disminuye nuestras posibilidades de bienestar, bajo la forma de una desmesurada deuda exterior que devora nuestros recursos internacionales y que lastra el porvenir. Gran parte de esa deuda se contrajo con una abigarrada turba de instituciones de crédito situadas en más de cincuenta países, en las más variadas condiciones y plazos en una especie de compe-tencia de locura entre los más diversos entes autónomos creados en Venezuela, que es difícil concebir que se haya hecho sin una gran margen de corrupción. Mucho debemos aprender de ese doloroso episodio, en el que incesantemen-te quisimos olvidar las duras lecciones de nuestro pasado de asfixia por la deuda externa arrastrada desde la indepen-dencia, de cobro compulsivo y de indignantes humillaciones que remataron en el bloqueo de nuestros puertos por naves de guerra de los países acreedores y por la entrega de nues-tras aduanas, en una situación incompatible con la dignidad del país.

Esa inmensa deuda no fue contraída por el Estado a tra-vés de los procedimientos legales y constitucionales, que la dura experiencia del pasado había impuesto en nuestra legislación, sino que se formó a través de innumerables y continuas operaciones, hechas por empresas e instituciones

de toda laya, fuera de control y concierto en nombre de un falaz capitalismo de Estado, que nunca fue capitalismo, por-que no funcionó como tal y tampoco fue del Estado porque escapaba a su control.

El modelo económico de desarrollo, adoptado por casi toda la América Latina después de la Segunda Guerra Mundial, está hoy en crisis. Son muchos los que hablan de su agota-miento irremediable. Se multiplican los congresos, estudios y simposios en los que, bajo distintas formas, se investigan las causas de este fracaso tan costoso. En el centro de las grandes cuestiones que afectan a este continente, y que lle-garon a poner en peligro los regímenes democráticos, está el pensamiento socio-económico predominante por más de medio siglo, corpus teórico al que tanta posibilidad de bien-estar fue sacrificada.

Venezuela adoptó esta frágil concepción del crecimiento económ ico y social. Se ha interven ido, estatizado y bu-rocratizado, en un grado muy alto, la economía del pars y, no obstante, se ha esperado que pudiera operar como una economía de mercado. Esta no es una de las menores con-tradicciones que entorpecen y reducen las grandes posibili-dades reales del país para el crecimiento.

En el caso venezolano hubo el factor petrolero que le da unas características peculiares. El petróleo nos permitió cu-brir con subsidios y reposiciones de capital las deficiencias del modelo.

En 1973 los paises miembros de la OPEP iniciaron una justa poi (tica de alza de los precios. Era necesario e inobjetable hacerlo, la más valiosa y útil forma de energta había sufri-do, injustamente, el castigo de precios viles, que veruan a convertirse en una especie de paradójico subsidio que los países pobres le daban a los más ricos. La OPEP encara esa situación con resolución y acierto. En el mercado mundial los precios del petróleo comenzaron a subir de una manera espectacular. Se pasó, en un corto tiempo de 2 dólares por barril a 7, a 15, y hasta 34. Los paises industriales y tam-bién los no petroleros del Tercer Mundo, empezaron a sen-tir el negativo afecto de esta alza de la principal fuente de su energfa. El largo per íodo de crecimiento que los paises industriales habrán disfrutado ininterrumpidamente se detu-vo, se desató la inflación, aumentó el desempleo y se creó ese extraño fenómeno de que los periodistas bautizaron de “stagflation”. Desde luego que no era el petróleo el único culpable de esa situación, se tomaron eficaces medidas de-

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fensivas como la reducción del consumo y la creación de grandes reservas, la desesperada búsqueda de nuevos yaci-mientos y de fuentes alternas de energía. Parecía crearse la peligrosa e insostenible situación de que la prosperidad de la OPEP era incompatible con el crecimiento de la econorrua mundial.

La OPEP no se preparó a enfrentar las medidas defensivas adoptadas por los estados agrupados en la Asociación Inter-nacional de Energia y el derrumbe de los precios se produjo de una manera que pareció inevitable.

A través del presupuesto nacional y del mercado de divisas Venezuela se habfa ido haciendo cada vez más dependiente de la actividad petrolera. Se ha tenido la sensación de que desaparecía la base sobre la cual hab (amos asentado todo. Las lecciones de ese episodio tan dramático no debemos olvidarlas.

Nos hallamos ahora en una situación difrcil en la que los presupuestos, sobre los que fundábamos nuestra acción pú-blica han sufrido drásticas modificaciones que imponen a su vez la necesidad de revisar programas y compromisos y de trazar poi (ticas más realistas y sanas que tengan en cuenta las posibilidades reales. Sobre una estimación objetiva de los recursos disponibles internos y externos debe basarse la nueva acción.

No es una empresa fácil pero tampoco imposible. Para poder acometerla será necesario que todos tomemos conciencia de su insoslayable necesidad y comprendamos con claridad sus fines y medios.

Es evidente que el Estado no puede seguir asumiendo las mismas cargas que hasta hoy ha asumido, ni en la mis-ma forma, y que hay que hacer una sincera evaluación de necesidades y recursos, de objetivos y posibilidades, para modificar todo lo que sea necesario reajustar y enmendar sin vacilaciones, y de abandonar muchas viejas mentiras convencionales, muchos fetichismos paralizantes y no po-cas superticiones morbosas.

Es una gran oportunidad de renovar y redefinir magnitudes y rumbos, objetivos y medios. Es una excepcional ocasión para que el venezolano demuestre que no sólo la vieja fi-bra no está muerta sino que está crecida y fortificada con todos los nuevos saberes y las nuevas oportunidades para una gran movilización del espíritu nacional en la empresa de

rescatar el destino colectivo y de crear un nuevo tiempo de la historia.

Yo no soy ni he sido nunca pesimista, no es con pesimistas ni tampoco con simuladores como se hace una patria. Mi vieja sensibilidad de venezolano me hace sentir casi fisica-mente que el país está deseoso de que se le señale un rum-bo aunque tenga un precio de sacrificios, que no van a faltar voluntades para tarea tan digna, que hay más soldados dis-puestos para el buen combate de fortalecer la democracia, impulsar la economía, hacer efectiva en su pleno sentido la justicia social y abrir caminos al futuro.

No dejemos que nos paralicen viejos fantasmas inconsisten-tes, hábitos y consejas, porque lo que está en juego es muy grande y se llama el destino de Venezuela.

No estoy diciendo nada que no esté en el animo y la pre-ocupación de los magistrados, que muchas veces no haya aparecido en los debates del Parlamento, que no haya sido apuntado por los partidos poi íticos y por los medios de di-fusión, que no sea tema de toda reunión grande o pequeña, pero dejar de invocarlo en esta ocasión sería una mengua.

Para esa empresa de salvación todos tienen que concurrir con su aporte de esfuerzo, de consejo, de trabajo y de sacri-ficio. Allí estarán todos, los viejos y los jóvenes, las mujeres y los hombres, los trabajadores y los empresarios, los de mono azul y los de cuello blanco, los de la pala y los de la computadora, los artistas y los sembradores, los hombres de gabinete y los de taller, porque no hay nadie que no deba y pueda aportar algo, hasta este viejo soldado de la esperan-za que se declara presente.

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USLAR

A hora pienso que Uslar es una de las mentes más brillantes y uno de los venezolanos más comprometidos con el país que hemos tenido

en nuestra historia. Esta semana se cumplieron 110 años de su natalicio, que pasan por debajo de la mesa en un país que no tiene la costumbre de honrar a sus héroes civiles, ni a la inteligencia y cultura que produce

Cuando era joven, de izquierda y estudiante universitario, no me gustaba Uslar porque era de derecha. No me interesaba mucho qué pensaba ni las cosas que proponía, porque para mí estaba condenado a priori. Mi orientación: izquierda buena y derecha mala, calzaba bien como brújula de mis convicciones políticas. Fidel Castro era bueno y Pinochet malo, era sencillo. Los fusilados del primero merecían morir por contrarrevolucio-narios, los del segundo constituían una muestra de barbarie. Así opera la conciencia cuando uno es radical, cuando prefiere etiquetar el mundo en vez de pensarlo. En la medida en que voy envejeciendo (o derechizándome más, dirán los hombres de mazos), me he dado cuenta de que el esquema no funcio-na, de que el mundo no es tan cuadriculado, de que matar está mal en cualquier caso y de que un régimen que no ha hecho elecciones en 60 años no puede llamarse democrático, tampo-co –necesariamente- uno que hace 20 en 17años, porque en-tendí que democracia es una forma de coexistir y que medir a la gente por su inteligencia, sensatez y sentido común, resulta más útil que el esquema derecha-izquierda. Razón tenía Platón cuando decía: “hijo mío, eres joven: el paso del tiempo te hará cambiar de opinión sobre muchos puntos y te hará pensar lo contrario de lo que piensas ahora”.

Ahora pienso que Uslar es una de las mentes más brillantes y uno de los venezolanos más comprometidos con el país que hemos tenido en nuestra historia. Esta semana se cumplieron 110 años de su natalicio, que pasan por debajo de la mesa en un país que no tiene la costumbre de honrar a sus héroes civiles, ni a la inteligencia y cultura que produce. La presencia del petróleo en nuestro devenir como nación fue una obsesión para él. El rentismo alegre y la idea de riqueza fácil que se nos instaló en el ADN colectivo le angustiaban profundamente.

Suya es la famosa frase de “sembrar el petróleo”, también la expresión “realismo mágico” usada para referirse a la literatura latinoamericana cuando muestra lo absurdo como común (así como nos pasa en la vida real, pues). Era predilecto de los hu-moristas por su manera de hablar que expresaba su angustia. La imitación que de él la realizaba el gran Cayito Aponte con su parodia “Volar es Humano” dirigida a sus “amigos inservibles” (por “Valores Humanos” y “amigos invisibles”, que era la forma como Uslar saludaba a la teleaudiencia) es memorable.

Vivió una vida modesta, decente, rodeada de libros y de cultura, siempre alertando sobre los riesgos que el deve-nir político del país contemplaba en términos de falta de compromiso, honestidad, inteligencia y verdadero amor por Venezuela. Nunca prestamos mucha atención a los llamados “profetas del desastre” y de tanto correr la arruga llegamos a la debacle económica, política y moral que este nefasto tiempo nos legará trágicamente como herencia y que cons-tituye –probablemente- el más grave riesgo que ha afronta-do la existencia de la República desde su nacimiento.

En su libro “Educar para Venezuela” dice: “Todo hombre que piense con seriedad que el mundo tiene que progresar… tiene que admitir que el gran instrumento de cambio y de progreso del hombre es el saber, no es el puño, no es el grito, no es el golpe, no es el arma, es la cabeza”. De allí su inquietud por la (mala) suerte de nuestras universidades: “en la Universidad venezolana se está decidiendo el destino de Venezuela…Con una universidad de segunda clase no puede hacerse un país de primera clase”.

Ahora que ya no soy tan joven, no etiqueto a las personas, admiro el conjunto de una vida cuyas acciones fueron guia-das por el amor al país y la inteligencia, dos de las virtudes más estimables en un ser humano. Pienso que si Venezuela ha producido a gente como Arturo Uslar Pietri, este es un país extraordinario en el que más temprano que tarde re-nacerán los sueños que movieron a su generación, quizá la más lucida que ha conocido Venezuela, a edificar la Republi-ca civil que tanto anhelamos en esta aciaga hora.

LaurEano MárquEz

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“Dignum laude virum Musa vetatmori: caelo Musa beat”.

(“Al digno de loanza la Musa le impide morir:lo beatica en el cielo”).

Horatius, Odae, Lib. IV, 8.

Hay países cuyo lento, laborioso hacerse, lo deshacen otras naciones vecinas o lejanas mediante disímiles gue-rras movidas por intereses, a veces definibles, en otras inconfesables. Pero en Venezuela la fatal contienda entre el construirse y destruirse –después de la Independencia– se ha dado dentro de sus fronteras. Este destino, por tal inmanejable, Arturo Uslar Pietri lo expone en su libro Del hacer y deshacer de Venezuela (Caracas, 1962). Amó Uslar Pietri a Venezuela con térrea identidad, toda su obra es prueba fehaciente de ese haber, suficientemente rubricado en su vida doméstica, en su laboreo social, en su actividad política, en su ejemplaridad ética, en lo profesional y por

supuesto en lo intelectual. Poseía los créditos morales para atreverse a dividir a los venezolanos en quienes ha-cemos y quienes deshacen este privilegiado territorio. Ubícalo a él en el primer tér-mino de la oración sus más de ochenta años de trabajo desde diversos frentes por fortalecer los muros espiri-tuales, también los físicos, de esta pasión llamada Venezuela.

Conoció Uslar Pietri su en-trañable espacio de casi un millón de kilómetros cuadra-dos como nadie con iguales o mejores recursos lo ha es-

tudiado. Para él, saber Venezuela, una necesidad existencial significó. Cada afectivo entorno, cada recinto de su geogra-fía, cada episodio de su historia, cada uno de los hombres o mujeres significativos de ese hacer país; cada poeta, na-rrador, ensayista, historiador, científico, artista, los meditó para extraer sus disímiles saberes, sumarlos así luego con optimizante fe a esa primera parte de la oración rótulo de su libro Del hacer y deshacer de Venezuela. La presencia –la parousía, cual dirían los griegos– de su saber de esta nación quedó depositado para la eternidad en su inmensa, substanciosa, hermosa obra impresa: narrativa (novelas y cuentos), poesía, teatro, ensayística, biografía, conferencias, colaboraciones breves en publicaciones periódicas, en fin.

El joven humanista tachirense –Doctor en Historia, profe-sor universitario, editor– Ildefonso Méndez Salcedo organizó en un volumen rotulado Arturo Uslar Pietri: una vocación al servicio de la cultura (San Cristóbal: Fundación de Estudios Históricos, 2014. 103 p.) ese complejo kosmos de la palabra

Un epistémico planisferio de los escritosde Arturo Uslar Pietri

Lubio Cardozo

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impresa de Uslar Pietri. Escribe al respecto sobre esa proliji-dad Méndez Salcedo: “Vemos que es uno de nuestros inte-lectuales más prolíficos, al constatar que es autor de setenta libros, de mil cuatrocientos artículos para la prensa y de mil cien capítulos para sus programas de televisión. Además de un gran número de conferencias, discursos, prólogos y en-trevistas” (p. 21).

Abre Méndez Salcedo el volumen de su publicación con tres disertaciones sobre la uslariana contemplación globalizante del país en sus manifestaciones históricas, políticas, especu-lativas, mirando siempre desde la atalaya de su contempo-raneidad hacia el devenir de la existencia de estos pueblos: “Pizarrón, o el afán de un escritor por entender el mundo en el siglo XX”, “Una antología uslariana” (sobre Medio milenio de Venezuela, obra de 1986), e “Hispanoamérica en la obra de Arturo Uslar Pietri”.

Continúa Méndez Salcedo con el capítulo más exigente de su libro, la oferta de un proyecto para armar las Obras comple-tas de Arturo Uslar Pietri: “una existencia plena cuyo nombre será muy difícil de olvidar por quienes amamos entrañable-mente este país y creemos en sus inmensas posibilidades para enrumbarse hacia un destino mejor” (p. 19).

Propone, para quien a ello se atreviere, un bibliomapa facili-tador del proceso con el señalamiento de las recomendables rutas, vías, perspectivas a seguir para tan ambiciosa tarea a la par de impostergable puente hacia el escritor caraqueño. Desarrolla Méndez Salcedo paso a paso, con su prosa de historiador, con su peculiar seriedad discursiva, la organiza-ción totalizante por líneas de géneros, subordinando los ejes temáticos solo a los despejes y precisiones, apuntado ello a una sistematización lógico-literaria de los impresos de Uslar Pietri. El reto está, pues, lanzado. Requiérense, no obstante, ciertas condiciones espirituales para quien acepte el com-promiso de realizar con exactitud geométrica esta labor: filía, paciencia, vocación venezolanista, el sentirse incluido entre los hacedores del país, en el sentido uslariano del vocablo “hacer”. Cierra, finalmente, su opúsculo Méndez Salcedo, con una “Breve semblanza y bibliografía selectiva” de Arturo Uslar Pietri.

Invito a los lectores a pasear sus ojos por las páginas de este texto de Ildefonso Méndez Salcedo. Observar su kan-tiana prosa expuesta armoniosamente en lúdica dynamis de lo patético con lo equilibrado, lo científico con lo suges-tivo, el respeto con el cariño, el reto con la esperanza. Verá

así el leyente a un Arturo Uslar Pietri detrás de los lentes –los cuales nunca se los quita– del valioso joven humanista tachirense.

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E n 1935, como afirmó Mariano Picón Salas, Ve-nezuela hace su entrada al Siglo XX. Asciende al poder el General Eleazar López Contreras y

Arturo Uslar Pietri, regresa desde Francia, con su novela “LAS LANZAS COLORADAS”. Es una narrativa de la Vene-zuela agraria del Siglo XIX, en pleno fragor de la justa in-dependentista, cuando los lanceros de Boves enfrentaban a los de Bolívar. En la obra no aparece el asturiano, Uslar lo presenta como un pardo de inmenso tamaño a quien llama Presentación Campos. Con ese bagaje literario el escritor inicia su carrera política. Venezuela entra al mundo petrolero y el gran escritor pronuncia su genial metáfora:”SEMBRAR EL PETROLEO”, en un editorial publicado el 14 de Julio de 1936. El inicio de ese artículo tiene una vigencia historica, que trasciende el tiempo y que cada día es más imperativo. “en otras palabras la economía destructiva es aquella que sacrifica el futuro al presente, la que llevando las cosas a los términos del fabulista se asemeja a la cigarra y no a la hormiga”. Tal vez uno de esa época que pudo entreverlo tan claro como Uslar, fue Alberto Adriani;, pero no lo expresó con la gracia metafórica del joven literario.

Esa sabia advertencia se produce en un momento singular de la historia. Venezuela había padecido las dictaduras de Páez, Monagas y Guzmán Blanco, en el siglo XIX y las de Gómez y Pérez Jiménez en el XX. Uslar, tanto en su adoles-cencia como en su madurez, atravesó esos ríos del infierno, por eso cuando percibe que el río del petróleo desborda los meandros y se desvía de su cauce, anuncia con premoni-ción el alerta. Paradójicamente, el escritor no aborda novela alguna con el tema petrolero, a diferencia de Ramón Díaz Sánchez, con “MENE” y Miguel Otero Silva con “OFICINA Nº 1”. Hay quienes afirman que estaba sembrando la incipiente democracia en los gobiernos de López Contreras y Medina Angarita. Y no andaban despistados quienes así pensaban: Uslar como Ministro de Educación deja 13.500 nuevas Es-cuelas Primarias, 17 Escuelas Normales para la formación de docentes, Escuelas Técnicas, los Museos de Ciencias Naturales y el de Bellas Artes, la Revista Nacional de Cultura varias e importantes obras de carácter deportivo. El Dr. José Luis Silva Luongo en un trabajo

publicado a mediado de los años 80, señala que la obra Uslar, durante el período 1936-1945 fue “un canalizador de los ingresos petroleros hacia la construcción de una infraes-tructura vial para el desarrollo, viviendas, hospitales, centros educativos, cloacas, acueductos obras de riego, puertos, ae-ropuertos, apoyo a la industria y a la agricultura”.

Frente a la tesis petrolera esgrimida por Uslar Pietri, surge otra antagónica, planteada por Rómulo Betancourt en su libro “Venezuela, política y petróleo”. Pero esta diferencia en cuanto al tratamiento de los hidrocarburos, no se queda solo allí, sino que son posiciones contrapuestas en el ámbito de la política. Betancourt se levanta contra el régimen de Medina y produce, junto con un grupo de militares, el golpe del 18 de Octubre de 1945, que lo lleva a la Presidencia de la Junta de Gobierno y avienta al exilio a López, Medina y al propio Uslar. En Nueva York, se dedica a la enseñanza de literatura latinoamericana en la Universidad de Columbia y a escribir varias novelas que le van dando el perfil del gran escritor en el que habrá de convertirse. Es acusado por un Jurado de Responsabilidad Civil de hechos de corrupción y ello lo afecta moralmente. Parecía que se detenía el reloj de la historia de Arturo Uslar, sin embargo, para su fortuna y el de las letras, ese reloj siguió andando. En los años 47 y 48 dice: “Venezuela ha dejado de ser irremisiblemente lo que fue antes del petróleo: un país agropecuario, de vida modesta y posibilidades limitadas. El petróleo ha superpues-to a ese país atrasado, un país minoritario, de resplande-ciente riqueza monetaria, pero parásito del petróleo, estéril y transitorio”. Esa terrible afirmación está contenida en el preámbulo de una de sus obras. Su enfrentamiento con Be-tancourt se convierte en una suerte de dardos verbales, en el que el escritor, acudiendo a la metáfora para referirse a la política económica del régimen, la califica de “El festín de Baltasar”.

Cuando se produce la caída del gobierno de Rómulo Galle-gos, Uslar regresa al país a principios del año 50. Se dedica a escribir y al mundo publicitario. Junto con Miguel Otero, Carlos Eduardo Frías y el cubano Alejo Carpentier conforman lo que en los corrillos literarios se conoce como “el sindicato del fósforo” porque manejaban la inteligencia. Los milita-

ARTURO USLAR Y EL PETROLEO César Yegres MoraLes

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res que habían derrocado a Medina eran ahora los amos del poder y pretenden perpetuarse con el fraude electoral del 2 de Diciembre de 1952, en el cual se desconocen los resultados del 30 de Noviembre de ese mismo año. Uslar cree que se está comenzado a sembrar el petróleo, pero en realidad es una política de cemento, que presenta algunos logros como es el caso de las Autopistas, los Super bloques habitacionales y algunas obras de carácter productivo como Represas y otras. Sin embargo, se conculcan derechos, se da inicio a una brutal represión y a una censura de medios. Uslar entiende que debe jugar un papel de oposición a esos desmanes y con la magia de su verbo comienza a pronun-ciar discursos y conferencias y acude a la televisión para inaugurar un espacio que tendrá sonoridad y penetrará en los hogares y en la conciencia nacional. “Valores Humanos”. Es una manera muy singular, ya no de sembrar el petróleo, sino de darle al hombre, al recurso humano, el valor esen-cial que los japoneses han asumido después de su derrota bélica. En ese empeño, va tejiendo un fino hilo de aurora democrática. La uslaridad “se convierte en río Orinoco de siete estrellas de mérito, reconocido por la nata, la leche y el café del mestizaje criollo”. El gobierno dictatorial tiene una política petrolera de concesiones y entrega a las gran-des compañías trasnacionales, solo le interesa el royalty de dividendos y no hay una definición del país que se aspira con mejor educación, salud y buenos empleos. A la caída de la dictadura, el escritor se encuentra preso y es libera-do el mismo 23 de Enero. Se incorpora a la vida política y desde el Parlamento se convierte en un factor de equilibrio, en medio de fuerzas antagónicas y de un factor de grave perturbación, como es la insurrección guerrillera contra el gobierno legítimamente electo. En las elecciones de 1963 propone su candidatura a la Presidencia; no obtiene la victo-ria, pero su campaña marca elementos novedosos y obtiene una importante representación en el Congreso, Legislaturas y Concejos Municipales.

Su campaña electoral marcó una definición de su criterio sobre el desarrollo nacional y el petróleo como factor deter-minante de ese desarrollo. Señalaba que los hidrocarburos deberían emplearse como el elemento de promoción y ge-neración de un dinamismo auto sostenido en el todo social, que significara beneficios para el colectivo y de una acción constante de transformación para el logro de una sociedad mejor. Se ha creado la OPEP como elemento de defensa de los intereses de los países productores y Uslar defiende la tesis de una producción moderada, tanto para la preserva-ción de los precios, como del recurso en sí mismo. Ni él, ni

ningún experto podría prever los inmensos yacimientos que habrían de descubrirse en los próximos tiempos y de las incalculables posibilidades que ello representaba, tanto para Venezuela como los otros Estados miembros de ese Cartel. La siembra del Petróleo era una metáfora, pero era también una visión de patria grande.

César Yegres Morales

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Vine a saber lo que en realidad significaba para este país Ar-turo Uslar Pietri no por lo que había leído en sus obras, sino por el detalle de una carta. Fue una carta que escribió Uslar al entonces rector de la Universidad de Oriente, Víctor Fossi Belloso. Le recomendaba que el profesorado en capacidad para ello se esforzara en hacer valer la figura de Ramos Sucre como el gran escritor que había sido, anticipándose así al entusiasmo y dedicación de que posteriormente sería objeto el escritor cumanés. En mi época de estudiante había tenido acceso, con el fin ayudar a su clasificación, al cartesio o correspondencia entre un agustino que dio en poeta o tal vez al revés, un poeta que dio en agustino –que en ambas conceptos hay poesía– y Ramón Gómez de la Serna. Eran amigos – compañeros de tintas– pero, en ese momento les separaba el Atlántico. Gómez de la Serna vivía desterrado en Argentina y las cartas entre ambos exponían con una elegancia inédita la evolución literaria de ese mundo interno, tanto de uno como del otro, en el que se decía, por ejemplo, que vivir es amanecer, lo decía Gómez de la Serna y lo rati-ficaba Félix García. Había humor, imágenes atrevidas, metá-foras de peso en oro y, al final de cuentas, un como tratado de consolatione litteraturae. ¿Se repetía lo sucedido en otra época con las conversaciones diarias entre Miguel de Mon-taigne y su amigo Etiénne de la Boetie? Es probable.

En la carta que Uslar envío al rector Fossi se percibía una manera sutil y efectiva de dirigirse a la sensibilidad de un rector, en una zona agobiada por la presencia en las mon-tañas vecinas de los grupos guerrilleros alzados en armas contra el gobierno constituido, y el cúmulo, en consecuen-cia, de problemas adversos que significaba hallarse al frente de una universidad en tales condiciones. Trascurría la déca-da de los sesenta. ¿Representaba la figura de Ramos Sucre, más allá de su valor literario, una suerte de antídoto frente a las vicisitudes que entorpecían en aquel momento el des-envolvimiento razonable de las tareas de la recién creada universidad de Oriente? En cualquier caso, el rector me pidió que le ayudara a preparar una respuesta a tan apreciable documento.

Sin embargo, no fue hasta la década de los ochenta cuando tuve la oportunidad de entrar en contacto directamente con

Uslar. Sabía que los mozalbetes de la izquierda le habían sacado de malas maneras de la UCV años atrás y que no había vuelto a poner los pies en ella.

Uslar fue designado, posteriormente, representante por Ve-nezuela en París en la Unesco.

Cuando acudí, ya de regreso en Caracas a la casa de Uslar en la Florida para formalizar los pormenores de una confe-rencia en la llamada entonces la Sala E –conocida ahora como Francisco de Miranda– la palabra que me pasó por la mente, usada con tanta discreción en el contexto venezo-lano, fue la de prócer. Esa fue la impresión que me produjo encontrarme con él en la biblioteca donde se llevó a cabo la visita. Me hizo dos preguntas que fue a lo que se contrajo aquel día la conversación. Se refirió, en primer lugar a una cita que yo había hecho en un ensayo publicado sobre un pasaje de Pedro Malón de Chaide, un renacentista español: ¿Conoce usted la obra de este autor, La conversión de la Magdalena? La estudie –respondí– porque colaboré en la traducción al castellano de la tesis doctoral de un suizo de apellido Langenegger sobre Malón de Chaide por encargo de uno de mis maestros.

Se refirió también al hecho de que en alguno de mis ensa-yos sustentaba yo la tesis de que estábamos a las puertas de un nuevo renacimiento, ¿En qué se basa para afirmar algo así? Creo que estos son tiempos similares a los que le tocó vivir a Johannes Reuchlin –respondí–, el hombre que enseñó hebreo a Lutero y que, introdujo al mismo tiempo el Renacimiento en Alemania contra viento y marea, porque de no haber sido el jurista que fue, hubiera ido a parar a manos de la Inquisición

En referencia a la invitación cursada a la Sala E, me prome-tió que lo pensaría, pero me advirtió que también yo debía hacerme a la idea de que si las cosas salían mal, estaba arriesgando mi puesto.

El día convenido, anunciado de todas las maneras posibles, no se descartaron dos hechos posibles: ¿Y ni no asiste más que un grupo reducido, una suerte de última cena de doce o

El uslarismo de Arturo Uslar Pietri atanasio aLegre

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trece asistentes? ¿Y si le hacen un feo en medio de la con-ferencia o alguien sale con una pata de banco al final?

Esa tarde se desató un torrencial aguacero sobre Caracas de esos que hacen historia. “Como si ordeñaran el cielo” –recordando el inicio de Las lanzas coloradas–. La confe-rencia sobre el humanismo de Uslar en la Sala E, abarrotada a rebosar, fue una de sus grandes intervenciones. Medido el éxito de lo que supuso, concluida la conferencia, aquel reci-bimiento por lo que tardó en recorrer los doscientos metros que median entre la Sala E y la entrada principal (entonces todavía se estacionaba en la plaza del rectorado) mientras atendía a quienes le pedían que les firmara alguno de sus libros o simplemente le entretuvieron –sin ninguna prisa, por su parte– preguntándole sobre lo humano y lo divino, no sería exagerado suponer que no era fácil recordar un recibimiento masivo como el que aquella tarde tuvo Uslar en la UCV.

Volvió a la universidad cuando el centenario de Ortega y Gasset que presidió y cuando cumplió noventa años.

En uno de aquellos traslados a la UCV en que le acompañé se refirió al sentido erróneo que se estaba dando en aquel momento al término burgués con el que algún mal inten-cionado se refería a Uslar. “La clase media venezolana de-bía entender mejor lo que significa esta condición social. El burgués es alguien que no solo conserva lo que tiene, lo que le han legado, sino que lo mejora”. Contó cómo había adquirido su casa. Esa casa me costó treinta mil bolívares, que no tenía cuando la compré, solamente disponía de trece mil y el resto me lo prestaron los Boulton, deuda a la que honré puntualmente de acuerdo a lo acordado. Ese modo de estar en su país y a la vez su esfuerzo por interpretarlo condujo a Uslar a una suerte de estilo de vida que no es otro que el uslarismo.

La expresión no es mía, es de Manuel Bermúdez quien la dejó caer, en un sentido un tanto ambiguo, la verdad sea dicha, en una de sus admirables crónicas. Quienes tienen como oficio el de biógrafos saben muy bien que hay un lugar en el que el cerebro del hombre coincide con el universo. Este punto de intersección es la clave mediante la cual se pude descifrar, mejor que de cualquiera otra manera, la hue-lla que un hombre ha dejado a su paso por el mundo en el que le tocó vivir, en el país al que perteneció concretamente. Si me sirvo ahora de la expresión de Bermúdez en referencia a Uslar, es apoyado en el principio de que el tiempo no es

otra cosa que una invención del movimiento. Quien no se mueve está condenado a no ver pasar la vida. Uslar tras-cendió al tiempo por haberse mantenido muy atento al paso de la vida. Cioran, en un comentario a Esperando a Godot, dice que Samuel Beckett no vivió en el tiempo, sino parale-lamente al tiempo.

Esa manera de vivir paralelamente al tiempo la realizó Uslar con elegancia. Con esa elegancia par ver cómo se iban con-trayendo los tiempos y los acontecimientos suyos dentro y fuera de Venezuela. Razón tenía Gómez de la Serna, vivir es amanecer. Su precoz consagración como escritor, al publicar a penas cumplidos los veinticinco años de edad, Las lanzas coloradas, su fulguración inmediata en la vida publica, su estilo par afrontar el destierro incorporándose a la univer-sidad de Columbia, su desempeño en París, su presencia constante en la prensa tanto nacional como internacional, fiel a un destino de continuidad, hacen de Uslar una de las figuras más notables de la venezolanidad.

En la vida cotidiana eso se manifestaba en la discreción del lenguaje, en la relación con los amigos, en esa forma de estar a l´écart como dicen los franceses, en esa distancia imperceptible de imponer su autoridad –más intelectual que otra cosa– que hizo que quienes estuvieran cerca la sintie-ran, no como un dominio, sino como una autoridad episté-mica, la autoridad del que sabe.

Esa fue mi experiencia con Uslar.—Acérquese por aquí, amigo Alegre, cuando tenga un tiem-po, porque me siento un poco solo, especialmente ahora que ya la vista no me permite leer.

No quisiera alargar más este como toque de atención sobre un hombre sobre el que queda mucho por decir, tanto de su figuración como escritor como del hombre público que fue, de su empeño por explicar al país tal como él lo concebía. Uslar es –y tal vez por la devoción con que le escuché hablar de él– nuestro André Malraux por el tratamiento que confirió a la condición del ser-así del hombre venezolano.

Chanel solía decir que el lujo no es lo contrario de la po-breza, sino lo contrario de la vulgaridad. En tiempos como los que corren en los que la vulgaridad lo cubre todo como una niebla, no vendría mal a unos y a otros mirarse en este espejo del uslarismo con el que Uslar afrontó con lujo de modales su propio destino, cumplidos como han sido ya los ciento diez años de su nacimiento.

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N ació en Caracas en 1906 y murió en 2001. Destacado intelectual y político, probablemen-te uno de los personajes que mayor influencia

ha ejercido en la formación de la cultura venezolana a lo largo del siglo XX. Humanista, erudito, polígrafo, periodista, narrador, ensayista. Desde muy joven tuvo una participación activa en la política, ocupando a lo largo de su dilatada vida importantes cargos públicos, entre otros: Ministro de Edu-cación a los 33 años, luego Diputado, Ministro del Interior, Senador, candidato a la Presidencia de la República y Emba-jador en la UNESCO. Como periodista mantuvo una columna

semanal (“Pizarrón”) en el diario El nacional durante más de 50 años. También durante un tiempo fue Director de ese diario. Y sostuvo un programa televisivo de divulgación cul-tural (Valores humanos), único en su género y muy popular, desde 1953 hasta 1885. Son notables las preocupaciones de Uslar por el destino de su país, manteniendo una prédica constante en pro de las formas civiles de convivencia. Den-tro de su discurso progresista se le recuerda por sus ideas prácticas acerca del uso de la renta petrolera resumidas en la famosa frase: “sembrar el petróleo” (1936). Publicó más de veinte libros de ensayos, entre los cuales destacamos:

Ednodio Quintero y los cuentistas venezolanos4/33: Arturo Uslar Pietri

EDnoDIo quInTEro

“Como cuentista, Uslar Pietri es considerado por unanimidad un renovador del género, y a diferencia de sus novelas, algunas prescindibles, y de su visión

del país, ciertamente cuestionable, mantiene en sus cuentos un notable nivel de calidad”

Arturo Uslar Pietri / Foto Archivo el Nacional

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Letras y hombres de Venezuela (1948),Tierra venezolana (1953) y Hacia el humanismo democrático (1965).

Son numerosos los premios que recibió Uslar Pietri, desde aquel que le otorgara la Revista Élite en 1937 por su mí-tico cuento “La lluvia”, pasando por el premio de Cuentos de El nacional (1952), hasta llegar al Príncipe de Asturias (1990) y el Premio de Novela Rómulo Gallegos (1991) por su última novela La visita en el tiempo (1990). Habrá que destacar también su labor como docente, en la UCV y en la Universidad de Columbia, durante su exilio en Nueva York (1945-1950).

El principal aporte de Uslar Pietri como narrador lo encon-tramos en su primera novela, Las lanzas coloradas (1931), un formidable relato centrado en algunos episodios de la guerra a muerte, durante la gesta independentista. Fuerza, colorido, un lenguaje certero que capta el tono del habla criolla de la época y el novedoso recurso de otorgarle a la masa guerrera la voz y el papel protagónico hacen de esta epopeya una obra fundamental de la literatura hispanoame-ricana. El afán de historiar predomina en las novelas de Us-lar Pietri, alcanzando logros importantes en El camino del Dorado (1947) donde traza un convincente retrato del Tirano Lope de Aguirre en su sangriento periplo desde la amazonia peruana hasta su destino final en El Tocuyo. Luego en La isla de Robinson (1981) biografía novelada de don Simón Rodrí-guez, se pasea por la vida de aquel extravagante personaje, imbuido con las más adelantadas ideas sobre la educación y maestro de El Libertador. En La visita en el tiempo, Uslar se aleja de los temas patrios para incursionar en la historia europea: sigue el periplo vital del joven Don Juan de Austria, el vencedor de los turcos en la famosa y decisiva batalla de Lepanto (1571).

Como cuentista, Uslar Pietri es considerado por unanimi-dad un renovador del género, y a diferencia de sus novelas, algunas prescindibles, y de su visión del país, ciertamen-te cuestionable, mantiene en sus cuentos un notable nivel de calidad. Desde su primer libro de cuentos, Barrabás y otros relatos (1928) hasta el último, Los ganadores (1990) explora con considerable acierto la psicología del venezo-lano, ubicando sus personajes en distintas épocas, desde los tiempos de la Conquista hasta el presente, indagando en sus motivaciones y en los vaivenes de sus inciertos des-tinos. Curiosamente, a pesar de ser el autor un intelectual cosmopolita y citadino, la casi totalidad de sus cuentos son de tema rural.

Entre las varias decenas de cuentos de Uslar Pietri destacan “Lluvia” (considerado como su obra magna, por su carácter mágico y por la presencia de un niño surgido de la tierra seca y con un aura chamánica), “Barrabás”, “Simeón Cala-maris”, “El venado”… Para nuestra antología hemos selec-cionado “El rey zamuro”, donde se narra un episodio de las guerras civiles del siglo XIX, en el cual aparece un personaje carismático, el coronel Zamudio, representante de la pica-resca criolla, arquetipo del venezolano de la época, zamarro, avispado y con una chispa de humor vernáculo.

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La cuadrícula urbana caraqueña comenzó a ser desbordada hacia finales del siglo XIX. Aquel trazado típico de la obra co-lonizadora española en América se desdibujó por el efecto de la urbanización de las haciendas de la periferia. Uno de los primeros trazados urbanísticos hacia el este de la ciudad fue el de la urbanización La Florida, hacia la tercera década de la presente centuria. Allí queda la casa de Arturo Uslar Pietri: una edificación característica del tiempo en que fue levantada, bajo las pautas de diseño arquitectónico de Carlos Raúl Villanueva.

La mayor parte de su existencia ha transcurrido en esta re-sidencia. El largo período de su vida matrimonial con Isa-bel Braun Kerdel y el nacimiento de sus dos hijos, Arturo y Federico, encuentran marco entre las paredes de este es-pacio austero. El centro del inmueble, quién lo duda, está en la biblioteca. Dos rectángulos tapizados por estantes de madera, que construyó el padre ebanista de su amigo el escultor Francisco Narváez, constituyen el epicentro de la vida de un hogar que se distingue por su sobriedad. Apenas tres imágenes saludan entre la vivacidad de los libros: una miniatura de Bolívar, pintada por Espinoza, que le regaló su

primo hermano y amigo entrañable, Alfredo Boulton, y dos fotografías de enorme poder simbólico en su vida: una con el presidente Isaías Medina Angarita, en el momento en que firma el acta como Secretario de la Presidencia, y otra con Jorge Luis Borges, cuando el maestro argentino estuvo de visita en Caracas, en 1982. Uslar y dos personajes centrales de sus dos devociones: la política y la literatura.

Para llegar a la biblioteca se atraviesa el comedor. Allí, sobre una mesa, reposa el premio Príncipe de Asturias que el es-critor recibiera de manos de Don Felipe de Borbón en 1990. Una talla de madera oscura de Narváez dialoga, desde la pa-red, con la madera clara de los muebles escandinavos del comedor. Antes una suerte de recibo, columna vertebral que distribuye, nos espera una vez que hemos franqueado la puer-ta. Los mosaicos del piso, rojos y con pequeñas ilustraciones como medievales, me remiten al tiempo en que en Caracas se hacían este tipo de piezas. En el jardín un pastor alemán expresa su poder amenazante ladrando, una vez que un por-tón negro, encuadrado en una pared cubierta de hiedra, se ha abierto para nosotros. Desde hace casi veinte años vengo

La última entrevista de Arturo Uslar Pietri

raFaEL arraIz LuCCa

Arturo Uslar Pietri, personalidad cimera de nuestra literatura y hombre que por décadas sentó cátedra a través de los medios de comunicación, pudo haber sido también una figura política de significación. No tuvo suerte. El derrocamiento de Isaías Medina Angarita, truncó tempranamente su meteórico ascenso y aunque, años más tarde, tendría ocasión de competir por la Presidencia de la República – aún se recuerda su slogan de campaña “Arturo es el Hombre”- la suerte no lo acompañó y el partido político que naciera de aquella experiencia no tardó en

desaparecer.Rafael Arráiz Lucca entrevistó al destacado humanista venezolano días antes de su muerte. “Ajuste de cuentas” es el título de una extensa conversación de

la cual se extrae el siguiente capítulo con motivo a conmemorarse los primeros diez años de su desaparición. La versión íntegra del texto está colocada en la

publicación digital Prodavinci.com

Arturo Uslar Pietri

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a conversar con el doctor Uslar con alguna frecuencia, pero sólo ahora hemos decidido de mutuo acuerdo grabar unas cuantas horas de diálogo. El preludio de estos diálogos está en una entrevista que sostuvimos con motivo de su 80 años, momento en el que el país entero se dispuso a celebrar su vida y su obra, incluso sus adversarios históricos participaron entonces del homenaje. El escritor ha cumplido 94 años y se anima a hacer un recuento de sus avatares, y a volver sobre sus obsesiones temáticas. Corren los meses finales del 2000: vamos del calor bochornoso de agosto al reconfortante fresco decembrino. El cielo se va despejando.

Los HoMBrEs DE su TIEMPoA lo largo de nuestros diálogos el doctor Uslar ha emitido juicios sustanciales sobre sus compañeros de viaje, bien sea que se trate de sus amigos o de los hombres de su tiempo vital, que no necesariamente ocupan un lugar en la casa de los afectos. He preferido separar las aguas y ofrecer el juicio en capítulos distintos. El lector comprenderá por qué. Algu-nas veces lapidario, otras más dado al matiz, lo cierto es que estas opiniones no ofrecen desperdicio, y se fundamentan en valoraciones más racionales que emocionales, aunque no puede pedírsele a nadie que la emoción se mantenga alejada totalmente del juicio.

rómulo Betancourt en aquella ciudad pequeña era un tipo co-nocido, era periodista. Muy enamoradizo, con poco éxito y, por supuesto, muy ambicioso, lleno de ambición, muy autoritario.

Luego la vida lo cambio un poco, ¿no?Debió cambiarlo un poco, me imagino yo. Recuerdo que en su segundo período, ya presidente electo constitucio-nalmente, tuve que hablar con él, él siempre me trató muy bien. En aquella oportunidad me dijo: “Estos izquierdistas venezolanos son unos pendejos, nunca han entendido qué es lo que hay que hacer. Lo primero que hacen es levantar una bandera antiamericana, esa es una estupidez, la revolu-ción hay que hacerla, pero hay que hacerla con los Estados Unidos.” Era un hombre con un popurrí atravesado, no tenía ningún estudio serio, un hombre de mucha ambición y de mucha audacia.

Pero algunas veces le sonó la flauta.Sí, claro. Tenía mucho instinto, por ejemplo después del golpe del 45 salió a buscar a un mascarón y Gallegos se prestó. Betancourt utilizó muchísimo a Gallegos. Y Gallegos era un hombre muy débil, muy perezoso mentalmente, la obra de pensamiento de Rómulo Gallegos no existe. Nada, ni un artículo. Era muy timorato, le costaba muchísimo tomar decisiones.

En ese panorama Gonzalo Barrios era distinto. Primero, Gon-zalo era un hombre de mucha simpatía personal, era buena persona. En ese grupo había muchos resentidos, él no, él era abierto y franco, con muchas limitaciones, claro, pero no era un sectario, no lo fue nunca, ni fue un malvado tampoco, y yo me atrevería a decir que no fue deshonesto.

¿Y Leoni?Yo a Leoni lo conocí muchísimo, porque fuimos condiscípulos en la universidad. Era muy buena persona, con una forma-ción incompleta, pero era un hombre sereno, y en general yo creo que su actuación no fue mala en aquel desbarajuste que se produjo con el golpe de estado del 45.

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El liberalismo está fundado sobre la tolerancia, el respeto al individuo, el respeto al otro.Creo que era Voltaire el que decía: “Yo odio lo que usted dice, pero odiaría más que usted no lo pudiera decir.”

¿Y Picón Salas?Mariano vino tardíamente. El pasó casi toda su juventud en Chile, y cuando vino a Venezuela era prácticamente un ex-tranjero, sin vinculación con nadie, era muy timorato, Ma-riano. Además, Venezuela era un país muy bárbaro, muy incivilizado, y Mariano se había formado en Chile.

¿Cómo ha sido su relación con Caldera?Caldera es un hombre muy raro. Yo creo que, básicamen-te, es un hombre muy limitado de horizontes y tiene, en el fondo, una tendencia autoritaria y monástica. El tuvo mucha influencia falangista en la época de estudiante, en la época de la UNE. Nosotros tuvimos un famoso debate por televi-sión, organizado por Carlos Rangel. La noche del debate en que salí de mi casa para la estación de televisión, la ciudad estaba vacía, todo el mundo estaba pegado al televisor, es-perando.

Desde que llegamos al canal, Caldera estaba interesadísimo por decidir quién comenzaba a hablar primero y a mí me daba lo mismo, hasta que lo decidimos con una moneda. A lo largo del debate él me preguntó con mucha insistencia si yo era anticomunista, y me reclamaba que yo nunca hubiese dicho que era anticomunista. Le dije que no, que yo nunca sería anti-nada, porque no soy un fanático. El fue falangista

Recuerdo que en una época aquí hubo gente que trató de ponernos de acuerdo a Caldera y a mí, pero no se logró nada. Una señora muy amable y gentil organizó unos almuerzos en su casa, en los que nos encerraban a Caldera y a mí para que habláramos y nos pusiéramos de acuerdo alrededor de un proyecto político, pero no se alcanzó nada.

¿Y Carlos Andrés Pérez?Ese es otro tipo de hombre. Carlos Andrés es un aventurero, muy astuto, muy ambicioso.

¿Recientemente no lo ha visto personalmente?No. La primera impresión que yo tuve de él fue cuando él era viceministro del Interior, y el Ministro era Dubuc, ya en-tonces se revelaba como un hombre muy ignorante y muy ambicioso.

¿Durante la dictadura de Pérez Jiménez, Pedro Estrada no lo hostigó?No. Yo tenía una gran ventaja, entonces, y era que Laureano me conocía a mí desde niño, teníamos una buena amistad. El era muy culto, hablaba muy bien francés e italiano, era muy inteligente, y me imagino que Estrada no se metía conmigo por que sabía de mi amistad con Laureano. Por cierto, él me contó una de esas cosas típicas de la picaresca venezolana. Cuando entró a Miraflores después del golpe de estado a Gallegos se encontró con uno de esos tipos que parecía que había nacido en Miraflores. Pues cuando vio a Laureano se le precipitó encima a felicitarlo, diciéndole: “Don Laureano, al fin salimos de esa gente.” Y entonces Laureano le dijo: “¿Y tu no eras adeco, chico? Y el hombre le respondió: “Jumm, eso creían ellos.”

¿Chávez?Un delirante, ignorantísimo, dice disparates, qué desgracia, el país no logra encaminarse. Pero era muy difícil que Ve-nezuela pudiera encontrar su camino, trató de encontrarlo con López y con Medina, después vino el 18 de octubre y los gobiernos militares y esto se fue, se perdió. Este hombre habla con una arrogancia y una suficiencia increíble, a él se le han pegado algunas frases que ha oído, como esa del liberalismo salvaje, eso lo llena de felicidad. No puede haber liberalismo salvaje, el liberalismo es la flor de la civilización, el tolerar la divergencia.

El liberalismo está fundado sobre la tolerancia, el respeto al individuo, el respeto al otro.

Creo que era Voltaire el que decía: “Yo odio lo que usted dice, pero odiaría más que usted no lo pudiera decir.”

EL CoLor DEL FuTuroA lo largo de estos diálogos finiseculares, el fuego de la actualidad política venezolana estuvo siempre presente, siempre con la perspectiva del que la ausculta para otear el futuro. Preguntas que desde joven acicatean a Uslar: ¿hacia dónde vamos? ¿Cómo construimos un futuro mejor?

Yo no soy optimista, soy muy pesimista, es que uno no ve qué puede pasar con Venezuela. Desde el punto de vista del azar, pues puede pasar cualquier cosa, pero desde el punto de vista de un desarrollo más o menos lógico, no se ve, no hay propuesta para Venezuela. No hay partidos políticos, los aparentes dirigentes que hay son una gente de muy se-gundo orden, estamos muy corrompidos. No nos podemos

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comparar con otros países cercanos, con Colombia no nos podemos comparar, ni con el Perú mismo y no digamos con Argentina, Uruguay o el Brasil, que es esa inmensidad.

Estoy muy angustiado con esto que está pasando con este país. Este es un momento muy malo, muy peligroso, hay mucho dinero, muchísimo dinero y no hay orientación. La educación es un desastre, la política espantosa, no hay de-bate, el país está sin rumbo, sin destino, sin clase dirigente, hay aventureros, pícaros, gente que tira la parada.

Ahora hablamos de revolución, es muy curioso, la idea de revolución desapareció del mapa. En este momento no que-da ningún poder revolucionario en el mundo, menos en Ve-nezuela, claro, y Cuba. Lo trágico es el nivel de la gente que nos gobierna. Yo oía a Chávez el domingo, qué cantidad de disparates dijo y con qué autosuficiencia, con qué arrogan-cia. Este es un país muy infortunado. Era muy difícil que aquí las cosas hubieran pasado de otra manera, porque este fue siempre un país muy pobre y muy atrasado, aislado, lleno de inestabilidad, de golpes de estado, de eso que llaman revoluciones y, además, apareció esa riqueza inmensa del petróleo en manos del Estado, que provocó una distorsión total.

Si alguien se atreviera a hacer un estudio sobre la idea de revolución en Venezuela, se vería lo que ha costado, lo que ha significado, lo que contiene, lo que expresa, es lamenta-ble.

Ya le digo, yo estoy en un estado de ánimo muy malo, no tengo esperanzas, estoy como en el infierno de Dante. Aquí no hay de dónde agarrarse, es lastimoso un país sin clase dirigente, aluvional, improvisado, improvisante, improvisador. Hay que ver lo que hubiera sido este país con esa monta-ña de recursos, si el gobierno hubiera tenido un poquito de sentido común.

Fuente: www.prodavinci.com

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L a vida del maestro Alirio Díaz es un palacio donde habitan talentos superlativos pero donde reina la humildad. Su desaparición física es apenas el ini-

cio de su vuelo hacia el Empíreo, donde las almas iluminadas se deleitan contemplando la manera como han rescatado a los humanos de su prisión de barro y soledad.

Admirar, respetar y vanagloriarse de la venezolanidad de este gigante de la guitarra es algo sencillo porque habituados a los destellos de Europa asumimos como un triunfo criollo el que el genio de La Candelaria sea considerado a nivel mundial como uno de los más grandes ejecutantes de todos los tiempos de este instrumento de cuerdas. No obstante para comprender con mayor precisión su importancia y sus aportes dentro de la música es necesario hacer un poco de historia, y así, mediante un vuelo rasante por el mundo de la guitarra nos encontramos que la grandeza de Alirio Díaz es aun más deslumbrante.

Obligante entonces es recordar al maestro Andrés Segovia quien convirtió a la humilde guitarra de un humilde artículo popular, utilizado básicamente para la trova, la juerga an-daluza y el acompañamiento de cantantes bohemios, en un instrumento clásico al nivel del piano, el violín, el oboe y sus similares, logrando con ello que su enseñanza se impartiera en las escuelas de música clásica. Tenemos de esta forma que la guitarra clásica nace con Andrés Segovia, él la modifi-ca mejorando su caja de resonancia, cambiando la posición de los dedos sobre el mástil, haciendo arreglos de composi-tores como Bach para ser tocados por ella; en fin, es Andrés Segovia la piedra angular sobre la cual nace el mundo de la guitarra clásica. Obligando con ello a que muchos com-positores consagrados como Joaquín Rodrigo compusieran obras especialmente para ella como solistas.

En el camino musical ascendente de Alirio Diaz, de La Can-delaria a Carora y Chío Zubillaga, a Trujillo y Laudelino Me-jías, a Caracas y Raúl Borges, a Madrid y Sainz de La Maza, su destino final en la ruta del perfeccionamiento tenía que ser Siena y la sabiduría inconmensurable de Andrés Sego-

via, el creador, el padre de la guitarra clásica. Impresionó de tal manera el talento de Alirio Díaz al maestro Segovia que le selecciona como su profesor asistente y posteriormente lo escoge como su sucesor en la cátedra que el mismo había creado. Tiene pues Alirio Díaz un lugar cimero en la historia de la música clásica con guitarra, y no es un arranque de orgullo pueblerino el que los caroreños digamos que junto a Andrés Segovia es uno de los mejores guitarristas que hayan existido en la bolita del mundo, sin menospreciar para nada a Narciso Yépez y su guitarra de diez cuerdas, ni a John Williams, quien fue brillante alumno de Alirio Díaz.

“Al maestro Alirio Díaz debemos los guitarristas latinoameri-canos el que los grandes escenarios europeos nos abrieran sus puertas. Al maestro Alirio Díaz le deben nuestros gran-des compositores, como Agustín Barrios, Mangoré, el que su música fuera conocida en los teatros de las capitales del viejo continente.

Todos tenemos una deuda impagable con el maestro Alirio Díaz y por ello para mi es uno de los grandes honores de mi vida el poder tocar en su obsequio aquí en Carora, su ciudad natal”. Palabras más, palabras menos, esto fue lo que dijo Berta Rojas, paraguaya y considerada como una de las me-jores guitarristas de la actualidad. Lo dijo en el Teatro Alirio Díaz, en uno de los concursos internacionales de guitarra Alirio Diaz. Maestro, que orgullo es haberlo conocido.

RAFAEL ARRAIZ LUCCA

JorgE EuCLIDEs raMírEz

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Universidad: algunas reflexiones

E n una conferencia dictada en abril de 1998 en la universidad de Stanford, y a la que dio por título “La universidad sin condición”, Jacques

Derrida comunicó a su auditorio la imagen de esa univer-sidad que consideraba necesaria para nuestra época. Co-mienza por definirla de “espacio de resistencia”: opositor a dogmatismos de cualquier índole: religiosa o política; ajeno a toda negación de la individualidad o la tolerancia. Pre-cisamente, dice Derrida, la universidad está llamada a in-culcar la tolerancia en sus estudiantes; entre otras cosas, como una manera de reforzar la conciencia democrática en ellos.

Territorio de la crítica y el diálogo, toda universidad digna de tal nombre, es inseparable de eso que Derrida llama las “nuevas humanidades”, propugnadoras según él, “de princi-pios de libertad, autonomía, resistencia, disidencia”; deudo-ras de propósitos éticos encargados de alimentar toda forma de conocimiento, aún el científico o tecnológico; y es que ni la ciencia ni la tecnología deberían perder nunca de vista su destinatario esencial: el ser humano.

Como he comentado alguna vez, en sutiles juegos de com-plejas armonías y delicados equilibrios, fue escribiéndose el itinerario universitario. En épocas muy remotas, anterior al nacimiento de las primeras universidades, los monasterios medievales -aislados del mundo y aislados de las ciudades y del tiempo de los hombres- fueron custodios únicos del sa-ber. Frente a ellos las universidades surgieron como expre-sión de una temporalidad secular que apoyaba la curiosidad de los hombres. Desde entonces, las universidades se pro-pusieron ser, además de guardianas del saber, hacedoras de nuevas formas de saber, una intención que llega hasta nuestros días. Pero junto a la proximidad al cuerpo social, la universidad impuso, también, una digna independencia. En suma: diálogo entre universidad y ciudad pero sin sub-ordinaciones: comunicación entre dos interlocutores que, necesariamente, se complementan y acompañan. De parte de la universidad será la defensa de su independencia ante cualquier condición ajena a sus propósitos, ante todo tipo

de emprendimientos guiados por intereses excesivamente estrechos y circunstanciales.

Diría que toda universidad digna de tal nombre es, ante todo, un espacio ético: no sólo centro de altos estudios destinado a acumular conocimientos o a producirlos; sino, también, ese lugar donde un estudiante generalmente joven -ya no el niño que dejó atrás el colegio, ni el adulto formado -o deformado- incapaz de cambiar sus perspectivas, tiene aún mucho que aprender. Como muchas veces digo a mis estudiantes: no es concebible un buen profesional que sea una miseria huma-na; ni, tampoco, un buen profesional ignorante de cuanto no pertenezca a su limitada área de especialización.

Los principios que rigen la realidad universitaria se relacio-nan con curiosidad, con ideales, con valores, con sueños… Cosas, todas ellas, que jamás podrían ser sometidas a la imposición de irrestrictas obediencias ni al arbitrio de una voluntad o al designio de algún adoctrinamiento.

Adoctrinamiento significa coacción por medio de consignas, de respuestas aplastantes y únicas; alude a ideologización, a homogéneas colectividades seguidoras de “definitivas” verdades desde las cuales discriminar a todo quien piense diferente. La universidad no existe ni para adoctrinar ni para formar ideólogos. Eso reduciría miserablemente su propósi-to. Sería, de hecho, el fin del ideal universitario. No se en-tiende, no entiendo, una universidad empeñada en hacer de sus estudiantes seres obedientemente entregados a la re-petición de algunos argumentos junto a los cuales alcanzar el más triste, el más lamentable de los resultados: dividir el universo entero entre quienes piensan como nosotros; y los otros: todos los demás.

Definitivamente, siempre han existido grupos humanos que se avienen mal con la obediencia ciega, con la falta de cuestionamientos; grupos que no aceptan ser uniformados y suelen obedecer a sus intuiciones y a sus sueños; que, por sobre cualquier otra cosa, se apoyan en su libertad. Fana-tismos, obediencia irracional, ausencia de crítica pertenecen

raFaEL FauquIé

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a universos ajenos a la universidad: espacios que, general-mente, sustentan sus principios y valores sobre la supresión de cualquier forma de individualismo. El mundo castrense, por ejemplo, saturado de uniformes y uniformidades, de es-tandartes e himnos, de obediencias y consignas, acostum-bra imponer la razón de algún “superior” sobre muchos “in-feriores” como el único argumento posible. Iniciativa que no es exclusiva del mundo militar: se repite en todos aquellos espacios empeñados en reducir la individual complejidad humana al tamaño de un lema, un proyecto, un código, una obediencia o un símbolo.

En ninguna universidad podrían callar diálogos fundamenta-dos en la iniciativa, el compromiso, la búsqueda de la ver-dad… Y junto con la verdad será, también, la irrenunciable demanda del otro gran valor de la vida universitaria: la li-bertad. Verdad y libertad: dos ideales; dos realidades de las cuales, estudiantes y profesores, acostumbrados a ellas, ya nunca podrían prescindir.

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TAN DISTINTOS

-La gente repite cada siglo sus peores bajezas. Es como una enfermedad que reaparece pero con mayor intensidad… cortan cabezas, violan, asesinan y queman. Matan por de-porte… -dice el anciano.

-Yo vivo como venga, viejo: busco lo que necesito y me re-suelvo. Que los demás hagan lo que les salga del forro -ex-presa el muchacho.

Ambos son polos opuestos: el anciano es pálido, tranquilo, dueño de una sabiduría que probablemente de nada le sirva porque vive aislado y en retirada. El muchacho es fuerte, asoleado, usa más los ojos y los oídos que otros sentidos. Mira todo con detenimiento y de vez en cuando se coloca unos audífonos para escuchar la música que el cuerpo le pide.

-Necesito por lo menos cincuenta palos ¿dónde están las prendas? - pregunta el joven.

-Es mejor que las empeñes. Así las puedes recuperar. Si las vendes ya no las verás más -responde el anciano.

-¿Dónde están? Esto se está volviendo noche…

La tarde ha comenzado a opacarse: deben ser como las seis y media. El muchacho va hacia una lámpara de mesa. Bus-ca por debajo. Sonríe porque recuerda las veces en que “la pérfida” se pone minifalda. Enciende la lámpara sin darse cuenta de que canta en voz baja.

-A mí no me molesta la oscuridad -comenta el anciano.

-A mí tampoco pero tengo que meterle ojo a las gavetas.

El joven registra gaveta tras gaveta. Un cajón, otro cajón. Re-vuelve utensilios, papeles. A veces se queda contemplando un objeto y luego lo devuelve con un gesto despectivo. -En la última gaveta están. En una cajita de madera… -in-dica el anciano.

Varias guacamayas pasan enmudecidas de regreso a quién sabe dónde. A esa hora el arco iris que pintan con su vuelo apenas se intuye.

-Esa cajita era de mi esposa. Se la regalé en un viaje que hicimos a España. A ella le gustaban esos adornos con in-crustaciones de marfil.

El anciano cierra los ojos y sonríe porque mira con nitidez el rostro de su esposa flotando en las vidrieras de Madrid. Se detenían muy agarrados de manos a ver bazares, parques, museos. Ella mostrando la misma cara dulce y agradable de siempre. Así lucía, inclusive en aquella clínica de amargas blancuras.

El muchacho ha encontrado la caja de madera y observa su interior. El murmullo del cierre es una serpiente que pasa. La caja apenas cabe en la mochila deportiva. Luego regresa hasta la silla donde está el anciano. Cubre con su mano iz-quierda en la boca del hombre y sin decir nada le hunde un cuchillo en el lugar del corazón. Lo saca de un jalón inmiseri-corde y sigue acuchillando. Se aparta en un extraño bailoteo cada vez que apuñala: elude las salpicaduras de sangre. El cuerpo amarrado a una silla, cruzado de cuerdas como car-ne en salmuera, queda goteando en la penumbra cuando el joven mete la mano por debajo de la pantalla y apaga.

José PuLIDo

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L a excesiva complacencia de muchos novelistas hispanoamericanos de los últimos tiempos tanto con su público como con sus editores se ma-

nifiesta de modo significativo en la escasa crítica interna que sus obras reservan a las fórmulas a las que el perio-dismo y la publicidad someten a todo proyecto creador o intelectual a fin de hacerlo fácilmente mercadeable. Una de las casillas actuales más empedernidas e irritantes tal vez sea la de la narrativa policíaca, en particular la “ne-gra”, en la cual parecen coincidir demasiados autores y títulos desde las postrimerías del Boom. Cualquier dispa-ro o asesinato vienen precedidos del anuncio de lo noir, sin tomar en cuenta que, luego de los desafiantes y por ello memorables experimentos con el género debidos a Borges y Bioy Casares, quienes sumergieron hallazgos de Poe en las aguas pesadillescas del expresionismo obligán-dolos a coexistir con enigmas metafísicos, el resto de la

producción hispanoamericana en esa vena se disuelve en las consabidas alegorías de la nación como crimen por resolver. Juan Carlos Méndez Guédez, por suerte, parece haber reaccionado contra el lugar común, asestándole dos de sus mejores títulos y con ellos liquidando la holgada aceptación de nichos prefabricados para la imaginación. Anteriormente me he ocupado deLos maletines (2014) (www.letraslibres.com/revista/libros/republica-picaresca). La aparición reciente de El baile de Madame Kalalúconfir-ma que no es accidental el tesón analítico que ha adquirido su narrativa.

El diálogo que la novela de 2014 sostenía con las ficciones fundacionales latinoamericanas –fábulas eróticas o familia-res que tejen paralelos con el destino de la colectividad– estaba contaminado, por supuesto, de elementos “negros”, exigencia atmosférica hoy en día si la trama incluye, como

Una existencia lúdica

MIguEL goMEs

Palabras sobre el nuevo libro de Juan Carlos Méndez Guédez, “El baile de Madame Kalalú”, Madrid: Siruela, 2016. 190 p.

Juan Carlos Méndez Guédez / Foto William Dumont. Archivo EN

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era el caso, el protagonismo del criminal o la víctima. El re-curso flagrante a la añeja tradición hispánica de la picaresca insufló, no obstante, auténtica vida en la narración que, por ejemplo, pese a sus escenarios cosmopolitas, alcanzó un polémico perfil venezolano: grandes debates sobre lo na-cional, más una precaria relación con la justicia en la que los heroísmos se retratan en negativo gracias a la pequeñez del antihéroe. El baile de Madame Kalalú suma a lo previo ingredientes adicionales de riesgo creador: el culto al caos; el abandono a lo grotesco y lo esperpéntico; la asimilación ritual de lo absurdo. En otras palabras, una entrega entu-siasta de la cotidianidad contemporánea, no solo urbanizada sino mundializada, a las atracciones premodernas de la risa y lo carnavalesco. Por esa vía, las relaciones con casillas editoriales o comerciales en boga acaban, a la larga, dina-mitadas.

Los lazos de familia entre la nueva novela de Méndez Guédez y la picaresca se mantienen, solo que ahora el homenaje se encamina hacia el lado femenino, encabezado por La pícara Justina, relato del lenguaje, por cierto, más que de la sola peripecia, y traspasado por un humor bufonesco, irreducti-ble a sermones o moralismos. Además, el escritor moderno eleva su admiración por el Siglo de Oro a un nivel abstracto al revelar en algunos pasajes la maquinaria enunciativa de la que se vale. Si el truco fundamental de la picaresca es la construcción de narradores protagonistas que se dirigen a un interlocutor mudo cuya posición comunicativa podemos ocupar, involucrándonos enseguida con el universo ficticio, al referir sus pillerías Emma Sáez –o como se llame, pues resulta adicta a las máscaras– lo hace, ni más ni menos, a una monja en coma, sor Liliana, en el recinto psiquiátrico donde se encuentran. Cuando Emma, hacia el desenlace, nos anuncia su fuga al Caribe, asimismo insinúa que la monja vendrá con ella. Antes, ha habido nutridas reflexio-nes sobre cómo surgen la narración y las identidades de la protagonista: “Me disgusta hablar de Mabel o de cualquiera de las que soy en tercera persona. Lo hago para que usted me entienda; lo hago por razones pedagógicas, pero le con-fieso que detesto a quienes hablan de sí mismos en tercera persona. Eso es lo propio de políticos peligrosos a punto de destruir países” (p. 98). Semejante énfasis en la autarquía de la novela, en su esfericidad, cancela de inmediato nuestra necesidad de creer en lo factible de los eventos. El único que termina atrayéndonos es el acto de contar: Méndez Guédez devuelve una vez más el hecho literario a su rango de objeto material en el horizonte de nuestras vivencias, rescatándolo de la simple utilidad como herramienta de distracción o en-

tretenimiento a la que el aparato editorial de entre milenios tiende a recluirlo.

El picaresco es un abolengo inevitable porque el asunto esencial es la corrupción, y esta asoma de mil y una mane-ras –podría dibujarse de ella un “mapa mundial” (p. 158)–, aunque se prefiere la depravación en cuyo seno las polarida-des se entrecruzan, confunden o invierten. El robo de obras de arte internacionales lo asocia Emma a una sed de belleza que le nace cuando se cría en Venezuela, en una terrible abyección: “crecí en un apartamento del tamaño de una caja de zapatos donde mi madre y mi hermana se maqui-llaban con la esperanza de conquistar el amor del dueño de la charcutería” (p. 32). Ese enjuiciamiento de sus orígenes, que no deja de incluir el “lujo un poco cursi” de la corrupción chavista (p. 106), se perfila poco después como protesta contra la fealdad intrínseca de las emociones caricaturescas transformadas en sinónimo de nacionalidad:

Lo primero que deseo, sor Liliana, es disipar en usted cualquier posible sospecha de que soy parte de una telenovela. Lo sé, tengo varios elementos en contra: haber nacido en Venezuela, el crimen que no cometí, el psiquiátrico; todo parece materia de

culebrón. Faltaría un hijo perdido al nacer y un amor imposible (p. 34).

Pero las sombras se espantan cuando el mal gusto se adop-ta a quemarropa como solución. Encerrada en un sanatorio europeo, adonde un delito del que es irónicamente inocente y la artimaña de un enemigo la confinan, Emma recupera la suprema caribeñidad de lo estridente:

Uno de mis compañeros comenzó a llamarme Mada-me Kalalú. ¿No es delicioso? Madame Kalalú. Me

gusta como suena […]. Era una canción de Rubén Blades y Willie Colón que estaba muy de moda en mis tiempos liceístas. La canción hablaba de una

bruja pícara que desplumaba a sus clientes (p. 136).

A lo que de inmediato sigue la devoción por los hábitos car-navalescos, sus mascaradas, la proteica identidad de alguien que reconoce lo mestizo y la otredad como claves de su ser: “Si lo pienso, la primera vez que con naturalidad fui otro nombre y otra vida fue con ella […]. Sentí que una máscara se superponía sobre mi rostro, que calzaba a la perfección,

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que acentuaba mis mejores rasgos, que diluía los peores” (p. 136). El fundamento de dichas claves es la indetermi-nación: “Seguí siendo Madame Kalalú mientras continuó el liceo. Fueron buenos tiempos, sor Liliana. No sé cuál es la razón. Los hombres temen a las brujas. A los hombres les encantan las brujas” (p.138).

A esa anárquica indecisión debemos lo mejor de la novela. El hibridismo y la ambigüedad explican la solvencia con que los personajes se desplazan por distintos países; el saber-se en casa en el mundo, sin nostalgia de los centros; la falta de distinción entre lo “propio” –el arte venezolano o hispanoamericano– y lo “ajeno” –el arte europeo–; el juntar en sus referentes culturales lo “alto” –Artemisia Gentileschi, Chagall, Degas- a lo “bajo” –el béisbol de Grandes Ligas, las bachatas de Kiko Rodríguez, Madame Kalalú misma–; la turbia convivencia de lo hermoso y lo vil. Emma, si bien creí-ble como personaje, con sus amores y odios, su exaltación y su melancolía –Flaubert, anyone?–, se agencia atributos de arquetipo, una versión femenina de Hermes que nos guía por zonas limítrofes, donde la relación mimética de la novela con el mundo se esfuma hasta hacernos concluir que, de mujer, la protagonista se ha convertido en expresión pura, energía fabuladora, lenguaje deseoso de cristalizar en una existencia lúdica.

A esa cuerda variante de la locura debemos rendirnos: El baileevocado por Méndez Guédez nos invita a celebrar las cualidades orgiásticas de la literatura y el arte en general, la capacidad que tienen sus ritos de suspendida comunicación para suspender también todo valor heredado, todo adocena-miento o formulismo.

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Con ocasión al cumpleaños de Rafael Cadenas en este mes¿A LA LUZ DE LA SABIDURÍA DE RAFAEL CADENAS?

Rafael Cadenas puede servirte de orientación para vivir por-que trata de existir sin asideros mentales, sin cargas, abier-to, en actitud de inquirir. Su camino ha sido de quien quiere ser un hombre libre. Te sugiere indagar o investigar. Es la misma actitud que lleva al asombro sin alejarte de la tierra con sus horrores.

En palabras de su amigo Eugenio Montejo, Cadenas pone en entredicho la sujeción al sistematismo por no ser la vía para acceder al mundo de lo impensa-ble donde reina el silencio de lo inexpugnable, que

hace añicos al pensamiento y lo pone en el lugar que le corresponde.

Está completamente claro Cadenas en cuanto al problema del yo, y así lo señala: “El lector no dejará de notar que me refiero con frecuencia al ego o yo por considerarlo asunto central que sin embargo se tiende a eludir. Mi insistencia se debe a que siempre lo detecto tras las calamidades que los seres humanos se infligen. Ver el yo nos situaría ya en cierto modo fuera, como observadores de nosotros mismos, lo que está al alcance de cualquiera que quiera ahondar en su psique. Este ver va acompañado, aunque parezca con-tradictorio, de una búsqueda y defensa de la individualidad que contribuiría a contrarrestar, cual antídoto, las fuerzas de lo colectivo, que hacen valer lo inconsciente, lo acrítico, lo inexaminado. La política por ejemplo, nos muestra en mu-chos de sus actores con su sed de poder, de protagonismo, de figuración, como en alto relieve, ese yo que padecemos.”. Prólogo de su libro: Entrevistas.

Para Cadenas, “vivimos en un mundo de palabras, y más aún los intelectuales, y de ellas a veces nos servimos para no ver y sobre todo para no vernos tal como somos…Somos tan ilusos, creemos esto y aquello sobre nosotros mismos, nos damos importancia. Primero se crea un altar -la cultura-, después nos asociamos a él y luego reclamamos “derechos” porque somos seres especiales, artistas, poetas. Todo esto es un poco infantil.”

Es conveniente ver lo atado que estamos, dice Cadenas. Para él: “Pareciera que ver esa armazón nos desarma, pero no importa, podemos andar desarmados, el cuerpo alerta se defiende”. En “Anotaciones” Cadenas se pregunta “¿Por qué olvidarnos tan fácilmente que somos “hechos” más que hacedores? ¿Cuánto dura el país de las maravillas? ¿Cinco, siete, nueve años? ¿Termina realmente?” El mismo respon-de: “Nada es nuestro. / La vida es la protagonista. / Hemos encallado hace tiempo, y todavía hay quienes no lo saben. / Sólo el niño ve brillar el barro. / Tú creas la voz; pero ella también te crea.”

De “Entrevistas”, traemos las respuestas de Cadenas a preguntas sobre la vida, el animal humano y la política: “La verdad simple y llana es que vivimos encerrados en nuestro yo… Ver lo que somos, ver nuestro yo, cómo opera, cómo obtiene gratificaciones a través de sus actividades, por no-bles que sean, cómo se siente protagonista, y por lo tanto importante, al actuar. Este ver no es una idea, y creo que es la única manera de empezar a producir un cambio real en el individuo, en la sociedad… Hoy no creo en el <hombre nue-vo>, como fruto de una sociedad, filosofía o religión pero sí en que el hombre viejo tiene la posibilidad de verse, darse

rEInaLDo roDríguEz

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cuenta de lo que ocurre en él… la fuerza dominante en el mundo es la estupidez, cosa que no suele verse… la imbe-cilidad humana no tiene límites… mientras el ser humano no vea el lado monstruoso que hay en él, el mundo estará en peligro… el cristianismo es una doctrina oriental y quizás lo central en él, y lo que se olvida siempre, sea la negación del “yo”, pero nosotros vemos que occidente es una civilización que lo exalta… soy elemental, en esto de la ética mi parecer es muy sencillo: considero bueno todo lo que favorece a la vida… Es triste, y más si se ufana de ello, que una perso-na piense a los sesenta años como pensaba a los veinte… ¿Quién va a creer hoy en caudillos, héroes, salvadores? Basta echarle una ojeada a la historia para recordar que les salen muy caro a los pueblos… Muchas de las grandes personalidades de la historia han sido psicópatas, y esto no se quiere ver… Hoy descreo de la solución colectiva al pro-blema humano… Para cambiar esta situación se necesitaría un gobierno capaz de pensar y apoyarse en ese ser humano tan inerme, o un pueblo que vea la necesidad de organizarse al margen del partidismo, que represa las energías de la sociedad venezolana en vez de impulsarlas… en el fondo se rechaza la participación, aunque toda una retórica la exalte; se le tiene miedo a la gente… Antes no me gustaba citar, pero a partir de cierto momento lo hago precisamente por lo que te he dicho: hay tantos textos valiosos, que son como pistas, que pueden ayudar al ser humano e incluso dejar su impronta en él, a veces para toda la vida”.

Sostiene Cadenas: “hasta lo que vemos como ordinario, no puede ser abordado por pertenecer a un todo vedado al pensamiento”. Y en “Entrevistas”, es explícito: “Hay límites que no se pueden franquear. Ante ellos el pensamiento calla. Es lo que dice Witt-genstein. La insondabilidad misma de la realidad le

pone coto a la especulación. Podemos hacer conje-turas pero sabemos que lo son.”

A pesar de tener un respeto místico por la palabra, y ser la palabra una religión, Cadenas admite que le interesa más la verdad que la palabra. Esa es la razón que lleva a Cadenas a expresar, en “Entrevistas”: “Cuando alguien se da cuenta del misterio insondable que es el vivir le da la espalda a todas las ideas, se queda con ese solo hecho, vivir. Es suficiente para colmar una vida. Entonces, por ejemplo, cualquier pen-samiento es inferior al hecho de que haya pensamientos, de que se produzcan, o inferior al hecho de que podamos ver o tocar o escuchar o inferior al hecho de respirar”.En otra

entrevista Cadenas agrega: “Yo me separé de toda ideología, de todo credo, de toda organización y me he quedado con la vida. Creo que es suficiente.”. Y en su Obra Entera, el primer poema comienza así: “Si el poema no nace, pero es real tu vida, / eres su encarnación”

Hay belleza en la profundidad y la coherencia de la evolución intelectual y política de Cadenas. Cuando creyó en el co-munismo fue jefe de propaganda, luchó, fue a la cárcel y al exilio por sus ideas. Cuando se dio cuenta del error de toda ideología se ha convertido en defensor de la democracia y la libertad, sin descuidar la defensa del lenguaje y la literatura trascendente.

La posición de Cadenas con respecto a Dios y la religión es la de un agnóstico. Así lo confiesa al responder el cues-tionario para un libro publicado en México (Sobre el hacer poético): “La lectura me domina demasiado. Sobre todo la que anda en busca de respuesta a lo principal, al hecho de vivir, aunque como buen agnóstico, sé que no la hay.”

El problema central con el cristianismo es su concepción dualista y su diferencia radical entre Dios y mundo. En cam-bio, para Cadenas, cuando dejamos la religión organizada y la palabra Dios a un lado, y nos acercamos al sentimiento religioso o al misticismo, el panorama cambia. Las posicio-nes agnósticas están más cerca del paganismo que ve en el propio universo lo sagrado. Así podemos oír a Cadenas decir que todo es sagrado. Y, en esa vena menos escéptica, imaginarse que quienes dirigen el mundo, incluyendo a los jerarcas religiosos, sufren una transformación y destruyen las armas, defienden de veras la naturaleza y protegen la vida, como expresión de lo que ellos llaman Dios.

Sé que Rafael Cadenas no es amigo de dar consejos. Pero si se le pidiera una orientación sobre qué hacer en la vida, podría recomendarnos lo que él pregona: vivir desde la ig-norancia radical que, aclaro yo para evitar cualquier errada interpretación, es la que está más allá de los conocimientos. También creo que suscribiría las enseñanzas de Einstein. Pero, tratándose de un poeta, encontramos una guía en su poesía: “Puesto que estás aquí / tienes que / Aquí se camina / sin preguntar / Tienes que / No precisemos / Has como que entiendes. / Ya sabes / sin interrogar. / (Todas las preguntas caen a los pies de tienes que.) / ¿Angustia? / Nada de eso, / quédate tranquilo / En tu silla, contando las horas.”

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Cadenas, en sus Dichos, aporta algunas de las infinitas pa-radojas de la vida. Veamos estas: “No hay diferencia entre lo ordinario y lo extraordinario. / Todo el enorme, indispensable y asombroso conocimiento humano está erigido sobre una ignorancia fundamental. / Lo más importante es lo que no puede ser hallado. / Vivimos como si de algún lugar fuese a llegarnos la clave y ésta tal vez sea que no existe tal clave. / Nos reunimos para hablar de lo que no es esencial. / Todo es impensable.”

He sugerido la conveniencia de ver la vida como una aventu-ra, y la existencia de Cadenas ha consistido en vivir “desde la ignorancia radical”, veo allí la aventura máxima del pen-samiento. Sin embargo, en una entrevista que le hace Carlos Noguera, éste le pregunta ¿Estás de acuerdo con Cavafis acerca de la inutilidad de todo cambio de paisaje? Y Cade-nas hace esta confesión: “Sí, donde estoy me quedo. No ten-go la inquietud que nos mueve a viajar. Hay poca aventura en mí. Esa ha sido una de mis fallas.”

La actitud de Cadenas es la misma que te conduce a la ciencia, a la poesía y a la literatura. Se ha dicho que no hay literatura sin poesía y la poesía, en palabras de Cadenas, es el nombre que se le da a lo máximo que el lenguaje pue-de alcanzar. En su Obra Entera, Cadenas advierte que: “La ciencia no puede decirnos qué es la realidad; sólo alcanza a ponerle nombres. Su terreno es el cómo. Cómo es, cómo funciona, cómo opera; pero una parte, no el todo. El universo se nos escapa. De ahí que el conocimiento sea siempre de la parte. Esto lo saben los científicos mejor que yo. Así, vol-vemos al asombro.” Y en sus Poemas Selectos, puntualiza: “El pensamiento ignora lo infinito: pero tampoco conoce lo finito, si bien se mira, pues éste no puede concebirse fuera de lo infinito.”

La actitud y la sabiduría de Rafael Cadenas podemos en-contrarla tanto en sus propias palabras como en frases de sus comentaristas: actitud reflexiva, opulencia sensorial, sencillez, humildad, despojado de todo, con límites, aten-to, directo, sin mensajes, incapaz de competir, carente de ambición y sin agresividad, artesano del lenguaje sin floritu-ras. Monstruo problemático y problematizador. Sensualidad de la naturaleza y elogio del amor. Sus “logros” han sido la presencia del misterio, la mística de la vida, alegría de ser, regalo de cada instante, plenitud de sensaciones, pertenen-cia a la naturaleza, mística positiva y espiritualidad terrena, que lo ha llevado a convertirse en el poeta de la juventud venezolana.

A Cadenas, en “Entrevistas”, se le preguntó ¿Ud. da la espal-da al acto de elegir? He aquí su respuesta: “Uno no elige, los hechos nos llevan. Las cosas van madurando hasta darse. Elección, escogencia, decisión, son actos de la voluntad. En verdad yo siento que no hay verdadera elección. Pienso que en la llamada elección algo se “inclinó” para producirla.”

En “Anotaciones”, Cadenas declara: “El poeta moder-no habla desde la inseguridad. No tiene más asidero que la vida. Seguramente una voz queda le dice en los adentros: La época de las causas terminó. Ya no puedes aferrarte a religiones, ideologías, movimien-tos, ni siquiera literarios. Se acabaron las banderas. Pero este desengaño lo libera para luchar en otra

clave por lo que religiones, ideologías, movimientos, dicen defender: lo religioso, lo humano, lo valedero.”

Y concluye: “Esa voz, que parece la del nihilismo, podría ser más bien la voz de la vida que desea

recuperarnos”.

De acuerdo con la sabiduría que hemos encontrado en Ca-denas, también para la poesía el tema único es la existencia, la interrogación en que se funda y los caminos hacia la tras-cendencia porque, continúa enseñando Cadenas, la poesía pertenece a lo más íntimo, lo más sagrado, lo más temblo-roso del hombre; no es asunto de frases bonitas (algunas veces es todo lo contrario), pero eso han creído muchas personas, y entre ellas, muchos poetas venezolanos.

Sobre Venezuela y Rafael Cadenas, Ana Nuño en el Papel Literario de El Nacional del 17 de octubre de 2009, señala que como otros venezolanos de bien, Cadenas ha sabido ver y diagnosticar, en la autocracia militar que desde hace diez años gobierna su país, el mayor de los males civiles concebible: la división de la colectividad en dos bandos encontrados. He aquí las palabras de Cadenas al recibir el Premio de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara de Literatura en Lenguas Romances, el 28 de noviembre de 2009: “La democracia es mejorable, la dictadura no. Aquella educa, ésta castra. Tengámoslo presente, pero urge atender a fondo, con corazón, lo social, y debe haber por parte del Estado el propósito de no incurrir en nuestra omisión. Me refiero a que en Venezuela hubo práctica democrática, pero no una pedagogía democrática, que enseñase a la población las cuestiones básicas que le sirven de soporte a ese siste-ma, que allá, por cierto, fue atacado implacablemente, con bastante razón, por muchos intelectuales, pero se les olvidó

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defenderlo y ese fue un grave error cuyas consecuencias están a la vista.”

En Apuntes sobre San Juan de la Cruz y la mística, Cadenas nos recuerda:“Siempre es difícil saber dón-de se está. Trataré de situarme. He buscado ince-

santemente la respuesta; claro, a través de lecturas. Tal vez ella no existe. Pero podemos vernos, sobre todo percibir nuestro lado oscuro, darnos cuenta de nuestra dependencia de algo que no tiene nombre, aunque tiendo a llamarlo la vida, y esperar ¿qué? El milagro, lo máximo, que acaso sea lo más corriente, pero visto de manera inhabitual, a otra luz, no usada.”

“Desprenderse para ser libres, tal es la exigencia capital de los místicos. Han de romperse las ata-duras. El alma debe irse “quitando quereres” dice

bellamente San Juan de la Cruz. Esto en el estadio inicial. Después quien obra es Dios. Lo cual podría decirse de otra manera: que una instancia distinta

al yo comienza a operar. El vacío que se hace en el alma desnuda lo ocupa una presencia desconocida.

O tal vez el vacío sea esa presencia.”

En el mismo libro antes citado, Cadenas se interroga: “¿Qué es la iluminación? En San Juan, la unión con Dios, último tramo del proceso místico. Él y casi todos los místicos se-ñalan una sola vía hacia Dios. No les dejan alternativas a los que creen que hay muchos caminos hacia él, algunos hasta insospechados. Tal vez no haya ninguno, tal vez cuando se prescinde de la idea del camino, de distancia a recorrer, y recobra su intensidad el presente, puede sentirse la cerca-nía del misterio.” “En este proceso es posible que surja el sentimiento del misterio, lo cual, sin ser la iluminación de que hablan los místicos, bastaría para contrapesar los males de un mundo que tiene mucho de monstruoso.”

En Ars poética, uno de sus poemas más celebrados, Ca-denas indica que la función básica de la poesía es mostrar lo que es y revelar la verdad: “Que cada palabra lleve lo que dice. / Que sea como el temblor que la sostiene. / Que se mantenga como un latido. / No he de proferir adornada falsedad ni poner tinta dudosa ni añadir brillos a lo que es. / Esto me obliga a oírme. Pero estamos aquí para decir ver-dad. / Seamos reales. / Quiero exactitudes aterradoras. / Tiemblo cuando creo que me falsifico. Debo llevar en peso mis palabras. Me poseen tanto como yo a ellas. / Si no veo

bien, dime tú que me conoces, mi mentira, señálame la im-postura, restrégame la estafa. Te lo agradeceré, en serio. / Enloquezco por corresponderme. / Sé mi ojo, espérame en la noche y divísame, escrútame, sacúdeme.”A Cadenas no lo oiremos nunca decir que es feliz, él está alejado de cualquier pretensión. Además, tiene fama de tris-te, taciturno, angustiado y hasta atormentado por los enig-mas del mundo. No obstante, los que lo conocemos algo sabemos de su gusto por la vida, su vocación -que él define como amor- y su respeto místico por la palabra y la literatura trascendente, y nos consta su alegría de ser. Cadenas ha dicho que para él lo esencial está en el vivir, en la elemen-talidad, la sacralidad y el misterio, de allí su “contento” y la gustación de ese vivir.

En otra parte, de sus DICHOS, ha manifestado expresamente que la alegría que viene del hecho se ser es más profunda que la tristeza, pero ésta tiene prestigio de profundidad. Ca-denas sabe lo inconmensurable, lo extraño y sagrado -y por tanto inefable- que es la existencia. “Existe” y eso le basta. Cadenas bien sabe que el gran obstáculo de la felicidad es el egocentrismo. Por todo ello, para mí, a pesar de que su sensibilidad lo haga estremecerse por los horrores de este mundo, que los hay -qué duda cabe-, Cadenas tiene el gozo de haber hecho siempre lo que su vocación y su conciencia le han dictado.

Cadenas seguramente nunca estará contento consigo mis-mo ni con el mundo, pero justamente ve allí la esperanza de redención. Por otra parte, llegó a expresar, como veremos en la cita que transcribiremos completa a continuación, que: “La vivencia de la verdad como belleza es la culminación de toda búsqueda y quien llega a eso no necesita aprender más”. Otra frase suya: “la risa es un gran don que alivia de la oscuridad”.

Nuestro común amigo J.R. Guillent Pérez le preguntó a Ra-fael Cadenas: ¿Cree usted que la verdad y la belleza son lo mismo? Oigámoslo: “Según Keats <Belleza es verdad, verdad es belleza>. Yo no he llegado todavía a la “conquista de la ilusión”: pensar que la verdad es siempre buena y la mentira siempre mala. Pero no hay evolución espiritual que no desemboque en la idea expresada por Keats. La vivencia de la verdad como belleza es la culminación de toda bús-queda y quien llega a eso no necesita aprender más. Acep-tarlo es aceptar todo lo real; lo benéfico y lo destructivo; pero el hombre defiende hasta sus últimos reductos la fortaleza del sueño. No quiere despertar y le cuesta desprenderse de

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lo que es mentira para mirar las dos caras de la moneda. Pelea hasta el fin por la ilusión. Sólo ama al dios bueno que le promete venturas y no quiere enfrentarse con el otro, que le susurra certezas dolorosas. Da todo por aferrarse a los cimientos sobre los que ha construido su vida porque nada le resulta más aterrador que vida a la intemperie. De ahí los mil soportes deformantes sobre los que se apoya. Acoger la verdad es en cierto modo retirarse de los brazos acogedores de la madre que prolonga la infancia, de ese regazo donde se duerme el niño-hombre, admitir que se está condenado a la fugacidad. No sé que es la verdad, pero tampoco creo que nuestra vida habite en ella. Adonde miremos estará la menti-ra dictando sus órdenes. Por eso transcurrimos en medio de un asco, adentro, afuera. Cada quien, sin embargo, parece que gritara: “No me quiten mi mentira que me derrumbo”. Esa mentira puede tener muchos trajes. Vestimenta social, vestimenta política o vestimenta literaria, la mentira está siempre ahí, acuñando sus soluciones. Construye sus pala-cios de vidrio sin las dificultades con que la verdad los de-rriba. Cuando alguien, un aguafiestas, un hombre del “sub-terráneo” sale desde la oscuridad con sus revelaciones, lo tachan de loco.”

En fin, la existencia y la sabiduría de Cadenas nos guían por el camino del “vivir en vilo”, en un perpetuo asombro y con conciencia despierta. Para ello, el poeta sugiere la actitud de inquirir, tratando de vivenciarnos como naturaleza, buscando la fusión del legado de Oriente y Occidente, y sin adaptarnos nunca a una sociedad llena de estupidez y crueldad.

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Debemos dar gracias a Rafael Cadenas por la traducción de estos poemas de Lawrence. Tales poemas corresponden al libro intitulado Pensamientos. La primera edición de tal traducción vino a ver la luz en el cuerpo de aquellos insepa-rables y leales amigos que resultaban ser los Cuadernos de Difusión editados por Fundarte. Luego vino otra publicación de Pensamientos, a los que se añadían otros poemas bajo el título de Mira, lo hemos logrado, editados por el sello La Liebre Libre. Perdí la cuenta de la cantidad de ejemplares que compré y regalé de tales trabajos. Tal fue el impacto que la poesía de Lawrence causó en mí (y, estoy seguro, en algunos de mis amigas y amigos). Más recientemente, BID & CO Editor ha publicado una compilación del trabajo de traducción de Cadenas, El taller de al lado, obra que reco-mendamos ampliamente.

El prefacio de Lawrence a sus Pensamientos (Pansies) es joya que no tiene desperdicio, ofrenda de desprendimiento, auto de fe; y la edición de Fundarte trae una de las notas introductorias más lacónicamente perfectas de nuestra li-teratura (de la mano de Rafael Cadenas) nota que lamen-tablemente fue expurgada de las ediciones posteriores, a pesar de ir en perfecta armonía con aquello revelado por la poesía de Lawrence. Aquí la dejamos en labor de rescate. Y, más abajo, un link para quienes deseen leer el prólogo de Lawrence, algunos de sus “Pansies” en línea o bajar el libro.(lacl)

Breve nota a la traducción original, editada por Fundarte.

“…Creo que el prólogo de Lawrence esclarece bas-tante el sentido de estos poemas. A la mayoría de ellos él mismo rehúsa llamarlos poemas; les da el nombre de una flor (pensamiento). Tal vez para adelantarse a la crítica que no quiere ver ideas en la poesía. O tal

vez porque Lawrence veía prevalecer en ellos las ideas sobre la forma del poema. En todo caso hay un pudor en la elección misma del nombre. Otros poemas, los menos, están entresacados de su libro Últimas poe-

sías, obra más exenta de predicación…”

(Rafael Cadenas)

D H Lawrence, Pensamientos, Dirección de Cultura del Distrito Federal y Fundarte, Colección breves, No. 7, 1977,

Caracas, Venezuela.

Pensamientos de D H Lawrence, de la mano de Rafael Cadenas.

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Elemental

¿Por qué la gente no deja de ser amableo de pensar que es amable o de querer ser amabley se hace un poco más elemental?Pues el hombre está hecho de elementos.Fuego, y lluvia, y aire, y viviente margay nada de esto es amablesino elemental,el hombre está desviado del lado de los ángeles.

Yo quisiera que los hombres regresaran a su equilibrio entre los elementosy fueran un poco más fogosos, tan incapaces de mentir como el fuego.Quisiera que fuesen leales hacia sus propias variaciones, como lo es el agua,que atraviesa todos los estados de vapor y correntada y hielosin perder la cabeza.

Estoy cansado de la gente amable,de algún modo son una mentira.

Veneno

Lo que ha matado a la humanidad -porque el grueso de la humanidad está muerto-es la mentira;la mentirosa afectación de parecer sentir lo que no sentimos.

a las mujeres por lo que a mí respecta

Los sentimientos que no tengo no los tengo.Los sentimientos que no tengo, no diré que los tengo.Los sentimientos que uno dice que tiene, no los tiene.Los sentimientos que te gustaría que ambos tuviéramos ninguno de los dos los tenemos.Los sentimientos que la gente debe tener, nunca los tiene.Si la gente dice que tiene sentimientos, Ud. puede estar seguro de que no los tiene.

Si quieres, pues, que tú o yo sintamos algoes mejor que abandones toda idea de sentimiento.

.Enlace a la edición facsimilar del libro referido:

http://inabima.gob.do/descargas/bibliotecaFAIL/Auto-res%20Extranjeros/L/Lawrence,%20D.H.%20-%20Pensamientos/Lawrence,%20D.H.%20-%20Pensa-mientos.pdf

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La novela en América Latina ha dado cabida siempre a lo inverosímil, porque lo inverosímil está en la realidad y en los hechos de la historia que por eso mismo nos llenan de perplejidad. Siempre nos hemos movido entre la sorpresa y el asombro, la exageración de lo real y la incredulidad ante lo verdadero, acostumbrados a ver la historia como novela y la novela como sustituto de la historia, porque ambas parecen vivir en el mismo territorio tan dual de la imaginación, como hermanas de leche que son.

Es lo que deberíamos llamar la anormalidad constante. Y eso de que tantas veces no podamos distinguir entre hechos reales y hechos de la imaginación, hace que entre historia y novela se cree un tráfico de intercambios, y así, ambos se llegan a prestar sus instrumentos y sus procedimientos a la hora de narrar. Se supone que la literatura miente, y que la historia dice la verdad. ¿Pero quién miente a quién?

Hoy, cuando vivimos la historia a domicilio en las pantallas, no hay nada velado, y nos agobia el exceso de información. Pero no podríamos afirmar que los hechos que se nos co-munican de manera tan abrumadora han ganado una cali-dad verificable, suficiente como para ubicarse sin reparos en el terreno de la verdad, que siempre será subjetiva. El re-lato de los hechos de la historia aparecerá siempre bajo un velo engañoso, extendido por la mano de intereses políticos, ideológicos, corporativos o religiosos. La novela, que ya se sabe que miente, gana crédito porque sabe seducir mejor.

La historia se ha escrito siempre a favor o en contra de al-guien, y no pocas veces por comisión del propio interesa-do; si no recordemos a López de Gómara componiendo en Valladolid su Crónica de la conquista de la Nueva España bajo encargo de Hernán Cortés, quien buscaba recuperar su poder en México, y necesitaba ser exaltado como el héroe único de la conquista de Tenochtitlan. Por eso mismo es que Bernal Díaz del Castillo, cuando lee aquella crónica se siente ofendido porque alguien ajeno a los hechos se los está contando de manera mentirosa, a él, que fue soldado de a pie de Cortés.

Y entonces escribe su Historia verdadera de la conquista, que nos seduce como si fuera una novela. Hay en Bernal un afán de informar exhaustivamente, con precisión, como cuando nos da el número de soldados muertos en una ba-talla, y de ser posible la lista de sus nombres y apellidos, oficios anteriores y edades. Es lo que hace un novelista, sa-bedor de que la credibilidad comienza por los detalles.

A cada paso declara que quiere ser veraz, y a cada paso acusa a Gómara de mentiroso, porque exagera y se pone como testigo de lo que sus ojos nunca vieron. Pero los dia-rios y cartas de relación de los demás descubridores y con-quistadores son documentos de testigos presenciales, y de protagonistas, que relatan lo visto y experimentado con un disfraz de verdad que deja percibir todo lo que tienen de inventiva.

De alguna manera fueron los primeros novelistas en tierra americana. Y por eso es que, desde entonces, la literatura tiene no pocas veces más credibilidad que la historia misma. Y por eso mismo la novela se convierte en el lugar de en-cuentro donde todo cabe: autobiografía y biografía, historia, cartografía, demografía, y digresiones de cualquier clase, tal como lo estableció Cervantes al fundar la novela moderna, y también la posmoderna. Es la ambición desmedida de la totalidad, emparentada con la exageración.

Las novelas seguirán saliendo de la entraña de los hechos anómalos de la historia, e igual que antes las tiranías milita-res y los tiranos de opereta, el siglo XXI nos entrega un re-pertorio de verdades que parecen imaginadas: las pandillas de las Maras en Centroamérica, que decapitan a quienes se resisten a pagarles protección, e incendian autobuses urbanos con todos los pasajeros adentro; los cementerios clandestinos que se siguen llenando de cadáveres anónimos en México, Guatemala, Honduras; los reyes de baraja del narcotráfico,y los caudillos de hoy día, que se sientan en re-tretes de oro y coronan reinas de belleza mientras disputan el dominio político de territorios enteros en México; los emi-grantes centroamericanos perseguidos y chantajeados por

Hermanas de leche

sErgIo raMírEz

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las bandas de los Zetas a lo largo de toda la ruta a través de México, y que terminan dejando sus huesos en el desierto de Arizona; la corrupción, como esa piel purulenta que viste al poder político en América Latina, cualquiera que sea su signo ideológico.

La novela no funciona como texto sociológico, ni como ale-gato político. La novela es un texto sobre la vida, la pasión, el amor, el horror, la locura y la muerte. Pero arrastra con-sigo la visión de la sociedad mejor que cualquier tratado científico en la medida en que retrata las vidas de los seres humanos que como individuos sufren las consecuencias de esa anormalidad de la historia que les es impuesta y de la que no pueden escapar, y les impone cambios abruptos y sorpresivos, exilio, separación, soledad y abandono.

La novela se abre paso en la textura del pasado reciente, el que apenas deja de ser presente, y en el presente mismo con toda su volatilidad, entre asuntos que siendo contem-poráneos quedan a la vista en el registro cotidiano de las noticias; pero también acude a los asuntos escondidos en archivos olvidados, siempre en busca de sus cualidades sin-gulares, de su anormalidad y su extrañeza, de sus relieves exagerados, de su capacidad de causar asombro, desazón, sentimiento de injusticias no reparadas, e indignidades ocul-tas; y también entra en las galerías interminables de perso-najes oscuros que el ojo del novelista es capaz de iluminar en la historia, héroes falsos a los que poner en evidencia, o héroes verdaderos relegados a los rincones más desolados de la memoria.

Y esa vieja pretensión de la novela no solo de parecerse a la realidad, sino de ser aún más deslumbrante que la rea-lidad.

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En el marco del XVI aniversario del Ateneo Guillermo Morón de la ciudad de Carora, dirigido acertadamente por el Dr en Li-teratura Juandemaro Querales, le fue entregado un merecido reconocimiento al Profesor Reinaldo Chaviel, quien además de periodista es Doctor en literatura latinoamericana, jefe de redacción de la Revista Cultural Carohana, editor jefe de mal tiempo editores, fundador de la Cátedra Libre de Literatura de la UPEL IPB Juan Páez Ávila, profesor invitado en diferentes universidades latinoamericanas. El homenaje consistió en ser impuesto con la orden que lleva por nombre el excelso huma-nista Luis Beltrán Guerrero en su primera clase.

Chaviel disertó en el evento sobre el cuento de Guillermo Me-neses, La mano junto al muro, aportando detalles novedosos que nos permiten descubrir las intringulis del genial relato. Indicó el ponente: “ Este cuento rompe con lo tradicional de la narrativa que hasta ese momento se desarrollaba en el país; pasar del relato criollo y costumbrista a un relato urbano y moderno resulta interesante; mucho más interesante debió

resultar este hecho a mediados del siglo veinte donde la prosa de Meneses escandalizó el estamento intelectual del momen-to.” Guillermo Meneses nos introduce en ese mundo abstrac-to y poco palpable de lo maravilloso, mezclado con un toque de actualidad que marca la diferencia. Alicia Freilich de Segal en El Ensayo Literario en Venezuela, dice lo siguiente acerca de Meneses: “...aporta a la cultura del país, modernos, au-daces y muy certeros puntos de mira, innovaciones técnicas que desbordan los límites de la obra de arte y se proyectan como penetrantes métodos de acceso para una indagación de la idiosincrasia venezolana”. En La mano junto al muro, este escritor nos revela la posibilidad de juntar lo fantástico con lo real. En su relato resalta la vida que lleva la mujer que se dedica a la prostitución. También señaló Chaviel: “ El cuento es un relato aparentemente policial donde una prostituta es asesinada por unos marineros, pero la incertidumbre, el signo que recorre todo el cuento hace que el lector participe acti-vamente con su imaginación tratando de desentrañar lo que quiso decir el autor basada en la duda activa” ...

Meneses es un escritor con quien los venezolanos tenemos una deuda de reconocimiento y estudio de su obra, por cuanto su genialidad expresada a través de obras como La balandra Isabel llegó esta tarde y, por supuesto, sus cuentos son obras maestras del relato sintético. Meneses sobresalió principalmente en la narrativa. Su obra fue premiada con el Premio de Teatro de Caracas (1943); por El marido de Nieves Márquez, Premio Arístides Rojas (1953); por El fal-so cuaderno de Narciso Espejo, Premio Municipal de Prosa (1963); por La misa de arlequín, el premio anual de cuen-tos del diario El Nacional; y el Premio Nacional de Literatura (1967) en reconocimiento a su trayectoria.

Reinaldo Chaviel es quizás uno de los narradores contempo-ráneos venezolanos más importante de la actualidad. Ejecuta con maestría, el cuento, la poesía, el micro relato y la crítica li-teraria para orgullo de Aguada Grande, del municipio Urdaneta, que lo vio nacer y los lectores que disfrutamos de su prosa.

[email protected].

Reinaldo ChavielUn escritor de nuestro tiempo

gorquIn CaMaCaro

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Alicia Giménez, una escritora del más acá

México.- (EFE) Aunque su editorial la ha puesto a viajar por el mundo como artista famosa, la escritora española Alicia Giménez confiesa no tener nada de estrella de rock, y mu-cho menos ser una elegida a quien le dictan párrafos desde el más allá.

“No soy una estrella de rock, pero estoy contenta, cuando escribo siento una excitación intelectual. Me baso en mis experiencias y en lo que he leído porque el más allá nunca toca mi puerta”, dice en entrevista con Efe la ganadora del

premio Planeta 2015 con Hombres desnudos, una novela sobre la vida de hoy en España.

En 474 páginas la obra detalla los conflictos de dos amigos, un profesor de literatura en paro y un vividor, y de mane-ra paralela cuenta la historia de dos mujeres con dinero, diferentes, pero con vivencias parecidas, relacionadas con apariencias y egos.

La escritora, ganadora del premio Planeta 2015, relata en “Hombres desnudos” la vida de hoy en España

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“No hay un sentido moral en este libro, incluso el personaje Javier, el de más valores, es tan vulnerable como cualquier otro; pensaba ser un feminista pero

cuando se ve desempleado, su manera progresista de pensar se le cae al suelo. Su amigo cómplice Iván es amoral, pero cree en la amistad por encima de todo”,

cuenta.

De manera imperceptible y con un toque de humor que re-dondea su escritura, Giménez da claves para anunciar a los lectores los pasos siguientes de sus personajes, algunos de ellos frívolos y egoístas, como Genovena, y otros castigados por la carga del pasado, como Irene, una empresaria triste.

“En España me han dicho que Javier es el prototipo del nuevo hombre joven español, dulce, feminista,

tranquilo, pero sin ambición”, explica.

Giménez es una conocida autora del género negro, identi-ficada con la inspectora Petra Delicado que se ha repetido tanto en sus obras que los lectores le preguntan por ella como si fuera de su familia.

“Cuando termine la gira del premio empezaré otra novela de Petra; es un personaje conocido que tengo

estructurado sicológicamente, sé cómo reacciona, cómo se mueve y es más optimista”, señala.

Aunque hace dos años vive en una casa de campo 200 kilómetros al sur de Barcelona, Alicia residió en la ciudad catalana desde 1975, justo cuando acababan de irse de allí los autores del “boom”.

“Hice una tesis sobre ‘Los Jefes’, de Mario Vargas Llosa; un día le escribí para una consulta y me invitó a su casa. A García Márquez me lo presentaron en una fiesta, sin embargo, la anécdota más simpática la viví

con Carlos Fuentes”, revela.

Hace unos 25 años, la agente literaria Carmen Balcells invitó a Alicia a una cena con el mexicano, a quien se le retrasó el avión. Como no llegaba, cenaron, pero en el momento del postre anunciaron que Fuentes estaba a punto de arribar, entonces Carmen ordenó volver a poner los manteles y co-mieron por segunda vez.

“Carlos, todo un caballero con clase, se asombró de nuestro poco apetito aquella noche”, cuenta en un tono burlón.

Alicia va vestida con un traje negro combinado con una blu-sa color crema con dibujos pequeños. Su collar de perlas hace juego con su pelo claro bien cuidado, toma un café con un pelín de leche, y completa sus ideas con gestos de sus manos con uñas sin pintar.

“Para mí escribir es una manera de vivir, escribo todos los días de diez de la mañana a cuatro de la tarde, no hago pausa para comer, pero a mitad del día me hago un café. Hago una cena como a las seis y después del

atardecer me pongo a leer”, confiesa.

A sus 65 años es una mujer llena de vitalidad que parece moverse en jornadas de 40 horas porque además de traba-jar, atender a su familia, a dos perros y dos gatos, camina por la montaña dos horas al día y tres veces en semana nada un kilómetro en estilo braza.

Por el éxito de la novela, desde hace meses su nombre sale a menudo en los diarios, pero la autora desconfía de la fama. Agradece el premio Planeta, pero sostiene que no la cambió porque hace tiempo tiene clara la clave de su felicidad.

“Yo no quería ser la mejor ni entrar en la Academia de la Lengua; mi meta era vivir de mis libros y hace años lo con-seguí”, dice convencida de su condición de escritora del más acá, racionalista, sin supersticiones, pero obsesiva con sus dos verbos más queridos: Leer y escribir.

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Cielo, Mar y Amor: vida y obra de Cruz María Salmerón Acosta

Como si tuviera siempre que salir de un letargo, una pe-nalidad incomprensible para un autor de su renombre, el poeta Cruz Salmerón Acosta, emerge una y otra vez. El largo sueño del cantor es interrumpido en su trayecto de inadver-tencias por un conjunto muy brillante de empeños. En cierta forma, estas empresas de edición y estudio no hacen sino mantenerlo presente en la frágil memoria literaria del país, siempre tan pagada por las últimas horas y tan morosa con los verdaderos maestros de nuestra estética verbal.

Ajeno a cualquier trazo de exhaustividad, quisiera recordar un conjunto de referencias que entiendo como las mejor lo-

gradas y las que resultaron fruto de amorosas visitas por la obra exigua del gran poeta.

Quizá el año 1970 marque el comienzo de la primera recep-ción moderna del poeta. Vemos lucir un grupo de catorce textos de Salmerón en la histórica antología que ordena-ra el jesuita Pedro Pablo Barnola ese año, bajo el título de Poesía sucrense. El cometido resulta no solo un aporte so-bre la posición que el poeta ocupa en el ámbito de una de las regiones líricas más productivas en la historia literaria venezolana, sino la oportunidad para gestar diálogos muy fecundos entre el poeta de “Azul”, entre comillas, (pariente afectivo y político del poeta de Azul, en cursivas) y el resto de los creadores afamados o discretos de su estado natal. Barnola lo distingue poéticamente y lo ubica para la crítica, debiéndosele al estudioso el haber ofrecido las aguas bau-tismales del poeta enfermo, místico y mítico. Crítico poco atenido a sensiblerías y a hipérboles biografistas de ninguna especie, se dejaría arrastrar por el peso tierno de alguna de esas visiones: “Solitario allá en una alejada casita, todo azul de mar y cielo, su alma sensibilísima de verdadero poe-ta lírico, fue día tras día engarzando, como perlas, aquellos bien pulidos y serenos sonetos, y otras composiciones, que pronto corrían de mano en mano entre sus fieles amigos, y que mostraban cuán noble e inspirado era su espíritu”. La temprana consagración de Barnola significaba un acompa-ñamiento a la edición de las poesías completas de Salmerón Acosta que publicara la Línea Aeropostal Venezolana, dos décadas antes.

Ciertamente, el número seis de esas preciosas ediciones dedicaría al poeta oriental un volumen de colección el año 1952, resultado de la entregada e impagable tarea de Dioni-

FranCIsCo JaVIEr PérEz

“Se trata de un esfuerzo por continuar en la ruta de dar a conocer los valores de la poesía de Salmerón, considerando ampliamente la bibliografía precedente y

probando una evaluación que resulta más afectiva y elogiosa que filológica y crítica”

Cielo, Mar y Amor de William Rodríguez Campos

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sio López-Orihuela, el más ferviente curador del legado poé-tico del bardo de Manicuare. El sintagma Fuente de amargu-ra con el que titula el volumen, publicado al día hasta en seis oportunidades, signa adicionalmente el espesor doliente de la recepción del poeta que estaría por llegar; lectura cierta y romántica por partes iguales y muy justificada para su tiem-po. La edición toda impone un canon protagonizado por las poco más de cuatro decenas de piezas líricas (a esta lista se sumarían luego unas cuantas más) y por las notas prologa-les y los textos de homenaje pre y post mortem que vienen a anclar la unilateralidad hermenéutica del gran autor. La pasta sensible de una vida trágica y corta, tanto como de una enfermedad temprana y larga, así como el prodigio de una obra que fue prodigiosa y breve y que persistió entre brumas y secretos, hicieron de Cruz Salmerón Acosta una de esas figuras que cautivarían para siempre y en paridad tanto a cultores como a legos. Ya Santiago Key-Ayala, en el año de la muerte del poeta: 1929, al entender la dimen-sión de un fenómeno tan infrecuente en nuestros paraísos y avernos literarios, lo dimensiona para entenderlo milagro y tema de estudio de psicología de la recepción: “Catorce versos rimados entre sí, y con el alma de quien los escribió, catorce versos de cruz Salmerón Acosta, el poeta infelicísi-mo que llevaba en su nombre como una insignia delatora, el vaticinio del destino trágico, han hecho el milagro de pro-vocar una cristalina corriente de simpatía y de comprensión por entre los zarzales resecos de la prensa”. El inteligente acercamiento del sabio bibliófilo parece querer alertar sobre lo injusto que resulta, tanto para los poetas de vida sufrida como para los de vida feliz, querer enaltecerlos o acallarlos más por contingencias biográficas que por los valores obje-tivos presentes en sus obras.

La brecha abierta por el padre Barnola se vería muy pronto continuada por los estudios del profesor Oswaldo Larrazábal Henríquez, el cultor más devoto de Salmerón desde las par-celas de la investigación y crítica modernas. Lo vislumbra en prisión de letargos en un conjunto de valiosos estudios y re-pertorios: Azul de Manicuare. Cruz Salmerón Acosta (1971), Salmerón Acosta, itinerario de un poeta(1979), Yo, Cruz Ma-ría Salmerón Acosta (1982) y Reencuentro azul. Presencia de Cruz Salmerón Acosta (2004).

La leyenda vuelve a fortalecerse cuando la vida de Salmerón es llevada al cine. La película La casa de agua (1984), de Jacobo Penzo, protagonizada por Franklin Virgüez en el rol del desdichado, junto a una virtuosa nómina que encabezan Doris Wells e Hilda Vera, nos muestra al poeta acosado por

la lepra y carcomido dualmente por la enfermedad y por la soledad (ecuación alfa en donde cuerpo y alma se hacen un fluir de idénticas verdades), escribiendo en su rústica mo-rada frente al mar; espera agónica de una muerte que no tarda en llegar.

Seguiría con similares empeños, en 1993, cuando Monte Ávila Editores publique Vida somera. Cantos al mar, al amor y a la muerte, una rigurosa y amorosa antología a cargo del maestro Gustavo Luis Carrera, durante el festejo nacional, un tanto inadvertido, por el centenario del nacimiento del escritor. Nacido poeta el año 1892 en playas del estado Su-cre, hechas mito por sus propios versos, gracias a sus más celebradas líneas: “Azul de aquella cumbre tan lejana/ hacia la cual mi pensamiento vuela/ bajo la paz azul de la mañana, / ¡color que tantas cosas me revela!”.

Nuevas y recientes ediciones llegarían en clave de divulga-ción. En 1996, Poemario con pie de imprenta de la Alcaldía de Araya; y Poemas, en 2009, con la firma de la Fundación Editorial “El perro y la rana” y la Red Nacional de Escritores de Venezuela. Aprovecharían con criterio los intentos prece-dentes, revisando las versiones de los textos en un intento por enmendar discrepancias de índole formal.

Con título perturbador, La canción recóndita, presenta Fun-darte, el año 2011, una nueva empresa de difusión. La compilación despierta al poeta de su último sueño y nos lo presenta en cincuenta y dos piezas, sonetos en su mayo-ría, que permiten que el lector desprevenido ante la obra de este autor lo conozca en pureza y lo admire desde el primer verso: “Yo fui Quijote por algunos años” (primero del poema: “De mis andanzas”), hasta el último: “con la serena luz de sus semblantes” (último del poema: “La hora melancólica”), como si se trataran del primero y del último de un único poema, pues completan un círculo perfecto desde la an-danza quijotesca (siempre un asunto de agónica melancolía y de realidades confundidas) hasta la hora final en la que el corazón del poeta destrozado de tanta vida (o de tanta necesidad de ella) cede “a los tranquilos rayos de la luna” para llamar al amor que más nunca habrá de pertenecerle: “Música de placer para el dichoso/ que dulces esperanzas atesora,/ música para mí como el sollozo/ de mi solitario corazón que llora”.

El recuento llega hoy a término provisional con el libro Cielo, mar y amor. Cruz María Salmerón Acosta. Vida y obra com-pleta comentada, del profesor William Rodríguez. Se trata

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de un esfuerzo por continuar en la ruta de dar a conocer los valores de la poesía de Salmerón, considerando ampliamen-te la bibliografía precedente y probando una evaluación que resulta más afectiva y elogiosa que filológica y crítica. Valido de juicios propios se intenta una hermenéutica que sigue cada poema para ofrecer comentarios de índole circunstan-cial y biográfica y acercamientos de crítica impresionista, en la doctrina de Alfonso Reyes, como terreno abonado para la exégesis. La crítica emotiva acarrea los riesgos de la hipér-bole y de la sobrestimación en la comparativa entre autores. El estudio de crítica subjetiva se completa con el trayec-to biográfico y con un cuerpo de entrevistas que se ofrece como documento para evaluar la significación del poeta en la cultura popular. Nunca dejará de ser importante la con-sideración de lo que un autor representa en el imaginario literario de una sociedad.

Superando toda exégesis, el amor al autor y a su obra se impone como razón literaria y este es un mérito indiscutible del trabajo del profesor Rodríguez. Asimismo, la sola esco-gencia de Salmerón como motivo de estudio es ya un valor de primera, dado que se trata de un escritor de permanente escrutinio. También, que se le quiera pensar y promover al unísono; pues se ofrece una síntesis completa de su anterior analítica biográfica y literaria junto a la obra poética toda del escritor. La interpretativa romántica y sus brumas quedan condicionadas en muchos casos a una sugerente visión de carácter filosófico.

Todo lo anterior me lleva a felicitar al profesor William Ro-dríguez por devolvernos al poeta recóndito y por aportarle un aire diferente y solo parcialmente ensayado. Aplaudo el compromiso que el estudioso ha contraído con un escritor tan necesitado de nuevas iluminaciones y, también, por abrir y abrirse él mismo el camino por el que deberán continuar los intentos para lograr sacar a Salmerón, una vez más, del injustificado letargo hermenéutico en que está atrapado y por deponer la penalización que incomprensiblemente sufre siempre este autor.

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La conjunción metafísica entre el autor y el lector, como elemento lúdico en el acto de la lectura, es uno de los ras-gos patentes en la obra de Jorge Luis Borges, escritor de quien se celebran 115 años de su nacimiento, que fue un 24 de agosto, en Buenos Aires, Argentina.

El autor de Historia universal de la infamia, Ficciones y El Aleph empleó recursos como la recreación de argumentos, las falsas atribuciones y la invención de textos apócrifos para establecer un vínculo metafísico con el lector, espe-cialmente porque la lectura fue su forma de vida.

“Yo creí, durante años, haberme criado en un suburbio de Buenos Aires, un suburbio de calles aventuradas y de oca-sos visibles. Lo cierto es que me crié en un jardín, detrás de una verja con lanzas, y en una biblioteca de ilimitados libros ingleses”, dice en la segunda edición de Evaristo Carriego(1955).

Su pasión por la lectura también la describe de forma exis-tencial en Siete Noches (1980): “Emerson dijo que una bi-blioteca es un gabinete mágico en el que hay muchos espí-ritus hechizados, que despiertan cuando abrimos los libros. Yo sentí en esa biblioteca de mi padre el despertar de esos espíritus hechizados”.

El escritor, fallecido en Ginebra, Suiza, en 1986 expresa que mientras un libro, cualquier libro, permanezca cerrado será “geométricamente” un volumen, “una cosa entre las cosas. Cuando lo abrimos, cuando el libro da con su lector, ocurre el hecho estético”.

Borges escribió su primer cuento, La visera fatal, a los ocho años de edad inspirado en su lectura de El Quijo-te, texto que prefigura sus ejercicios literarios fantásticos, como lo reseña Emir Rodríguez Monegal en el libro Borges por él mismo, donde recuerda que luego de la muerte de su padre y de un accidente cuya herida devino en una sep-ticemia, el autor se dedica de lleno a la tarea de la ficción fantástica.

“La redacción de un cuento fantástico, ‘Pierre Menard, au-tor del Quijote’, le demostró que era capaz de inventar y de escribir”, pero además le permite configurar la idea de que “la obra literaria no es sólo producto del autor sino del lector”, en tal sentido autor y lector se confunden en uno solo en el acto de la lectura.

En este relato un crítico cuestiona la omisión hecha sobre el trabajo de Pierre Menard, supuesto autor de algunos escri-tos “visibles”, como un artículo que habla sobre “cómo en-riquecer el ajedrez eliminando uno de los peones de torre”, y de una obra “subterránea”: la redacción de los capítulos noveno, trigésimo octavo y parte del capítulo veintidós de Don Quijote.

“No quería componer otro Quijote —lo cual es fácil— sino el Quijote. Inútil agregar que no encaró nunca una trans-cripción mecánica del original; no se proponía copiarlo. Su admirable ambición era producir unas páginas que coinci-dieran ¬palabra por palabra y línea por línea¬ con las de Miguel de Cervantes”, dice un fragmento del relato.

Para lograr su empresa Menard pretende aprender el idio-ma español, recuperar su fe católica, pelear contra los mo-ros, suprimir de su memoria la historia de Europa y ser

Borges y su encuentro con el otro

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Miguel de Cervantes, opción que descarta por imposible y luego decide repetir la obra, durante numerosas vigilias, en idioma extranjero.

Apunta el crítico dentro del relato que “Menard (acaso sin quererlo) ha enriquecido mediante una técnica nueva el arte detenido y rudimentario de la lectura: la técnica del anacronismo deliberado y de las atribuciones erróneas”, peculiaridades que recrean las eventuales características de un lector: algunos olvidos y las accidentales imprecisio-nes sobre lo leído.

“Mi recuerdo general del Quijote, simplificado por el olvido y la indiferencia, puede muy bien equivaler a la imprecisa imagen anterior de un libro no escrito”, dice Menard quien dejará la obra inconclusa. Al respecto explica Rodríguez Monegal que “El Quijote de Cervantes es, naturalmente, el de Menard. Pero los Menard son legión”, entiéndase tal como una multitud de lectores.

“El lector, al ejercer el oficio de consumidor, ‘recrea’ el texto; es decir: lo redacta una vez más, interpolando los textos (explícitos o implícitos) de su propia experiencia literaria”, explica Rodríguez Mo-negal, quien recuerda que Borges hizo del juego de espejos, de la obra dentro de la obra, del ejercicio del doble, rasgos característicos de sus escritos y per-sonalidad. “Al otro, a Borges es a quien le ocurren las cosas”, decía en El Hacedor (1960).

Una de las ideas del escritor argentino era que el universo se constituía en un libro y que los hombres, al igual que el Melquíades de Cien años de soledad, se encargan de descifrarlo.

Comenta en el artículo “Del culto de los libros”, incluido en Otras Inquisiciones, que San Agustín en sus Confesio-nes expresaba su inquietud sobre el lector: “un hombre en una habitación, con un libro, leyendo sin articular las palabras”.

“Aquel hombre pasaba directamente del signo de escritura a la intuición, omitiendo el signo sonoro; el extraño arte que iniciaba, el arte de leer en voz baja, conduciría a con-secuencias maravillosas”, es decir la del libro como fin en sí mismo, explica este gran lector, quien también sugiere que el mundo como un libro está abierto a nuestros ojos, pero para entenderlo, precisamente, hay que aprender a leerlo.

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El primer recuerdo en español que guarda la escritora Clau-dia Sierich en su nítida memoria tiene el rostro de una mujer blanca, con trenzas largas y negras “que se enrollaba como galletas”, y un vestido de botones con rayas y cuadros rojos y blancos. De padres alemanes, pero venezolana de naci-miento, se identifica como una mezcla que habla una lengua materna y también una nativa. “Tengo la sensación de tener recuerdos sonoros antes de que yo pudiera verbalizar eso. La memoria más antigua es la del sonido: de la música, de una caricia de una palabra, de idiomas distintos. Así llegó el español venezolano a mi oído, cuando tendría tres o cuatro años, con la señora María. Ella venía a la casa para ayudar a mi mamá. No la olvido”.

Eran los tiempos de las radionovelas y de esas generacio-nes que parecen estar ya extintas. La señora María perte-nece a su infancia temprana, pero la imagen que conserva de esta mujer permanece inalterable. “Se llevaba un real en la oreja, porque eso era lo que pagaba el porpuesto que

la llevaba a su casa, y cargaba un radio entre los senos. Un pequeño radiesito. Recuerdo cómo correteaba detrás de ella por la casa mientras ella escuchaba... ¿cómo se llama esta novela? ¿Martín pescador? No, ese es mi pájaro favorito. ¡Es Martín valiente!”. Sierich suelta una bocanada de humo, mientras sostiene el cigarrillo con la mano iz-quierda. Es zurda. Se dice que las conexiones del cerebro de los zurdos son más rápidas, y que esto les hace más sensibles a diferentes estímulos. Tal vez es un secreto bien guardado.

Los recuerdos no son eventos menores para la autora ve-nezolana-alemana. La memoria es parte de esos “lugares que siempre te acompañan” y, por lo tanto, te definen. Hace dos semanas presentó su tercer libro, Sombra de paraíso, y fiel a la estructura de la nostalgia este es una suerte de fragmentos que revelan porciones de su infancia, su fija-ción por los relojes (que desemboca en reflexiones sobre el tiempo), sus viajes a Alemania e incluso a San Cristóbal (que terminan por discurrir sobre el silencio), entre otras cosas. “Lo maravilloso de Sombra de paraíso es que fue un acto de memoria”.

“Todo lo que está allí es alucinadamente real. Es un lar-go viaje, una suma incompleta de experiencias desde una subjetividad que está aquí hablando”, agrega Sierich. “Nada de lo que está allí está inventado. Las pequeñas escenas que se despliegan en estos fragmentos que se refieren a la infancia no están narradas como uno, dos tres, pasó esto o lo otro; sino de qué manera han marcado la psique verbal que soy y que no me han abandonado: la música, el piano, las invenciones de Bach que tocaba en la sala de Sebucán donde crecí, la casa grande de San Cristóbal. ¡Ese libro de ficción no tiene nada! Es más, es un documental”.

Claudia Sierich, la escritora que habita en las fronteras

“Sombra de paraíso” es el poemario más reciente de la autora venezolana-alemana.

InDIra roJas EL UNIVERSAL

La autora también se desempeña como intérprete de conferencias y traductora (Oswer Díaz)

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La imagen de una evocación llega gota a gota, y esta es también la naturaleza que la traductora e intérprete decidió otorgarle al poemario. Su madre acudió a la presentación de la obra, publicada por Oscar Todtmann Editores, en la Librería Lugar Común el 8 de noviembre. Sierich no dijo su nombre. Pero reveló que “estaba muy movida porque decía: ‘¡mi hija está presentado un libro a cien pasos de donde ella nació!’”. La escritora explicó que su progenitora se refería al edificio Mayflower, que se alza como una vieja reliquia arquitectónica cerca de la Plaza Altamira. La edificación “se veía desde donde estábamos. Eso para mi madre fue muy conmovedor”.

En la nevera de su apartamento un recorte pequeño de un breve de primera plana resalta entre las más de 10 tarjetas de presentación, sujetas por imanes sobre la puerta del refrigerador. “Es sobre la posible extinción de la orquídea”, dice Sierich, sin dar más detalles. En efecto, una fotografía de la flor nacional resalta en el ya percudido trozo de pa-pel, cuya fecha no se revela en ninguna parte. Tras narrar la anécdota sobre su madre surge la sospecha de que el recorte es también una pieza más de memoria física. Los fragmentos están por todos lados, como animales escurri-dizos se salen de Sombra de paraíso. Mayflower no es solo el nombre de un edificio en el municipio Chacao, un tipo de orquídea también es conocida como tal. Así, lejos de Altami-ra, con un recorte de prensa puede echar un vistazo al baúl mental de recuerdos.

Antes de disponerse a conversar preparó un poco de café para los dos visitantes y para ella, pero jamás tocó el suyo. Se sirvió una bebida transparente en una copa de coctel y prendió el cigarrillo. “Me estoy portando mal”, dijo luego de dar dos aspiradas. Rio con gracia, pestañeando como una dama de porcelana, y una vez sentada en la mesa de la sala sintió la libertad suficiente para quitarse los tacones rojos. Sin usar las manos, los separó de sus pies y los puso a un lado. Al momento relajó la postura, posiblemente porque el contacto piel-alfombra pareció complacerla momentánea-mente. El calor tropical no le ha dado descanso, como tam-poco sus planes de mudanza. Esta vez se llevará a Berlín (donde reside por temporadas) parte de su biblioteca. “Es un arraigo, no la puedo dejar totalmente desamparada”.

Sin embargo, esta re-adopción de sus libros no parece aso-mar la idea de vivir en Alemania y dejar Venezuela. “¿Residir en Berlín? No existe un definitivo. Sigo mi viaje, mi lento viaje (...) Necesito el frío, necesito enfriar las emociones”.

Ambos países son, además de territorios, geografías que lle-va en el lenguaje y en su acervo cultural. “Crecer con los dos idiomas me sensibilizó con respecto a las lenguas en gene-ral”, afirma Sierich, quien por esta condición se asume como una mujer de dos mundos. Como si perteneciera al todo, pero a la vez a nada en concreto. “Estoy permanentemente en una frontera, cargando cosas de aquí para allá como si estuviera cruzando un puente todo el tiempo. Hacia atrás y hacia adelante, muy cargada a veces muy ligera otras”.

En su juventud “estaba convencida de que era venezolana”, y quien al verla reparara en sus ojos azules y su cabello dorado y le diera en el acto otra nacionalidad recibía lo que criollamente se le conoce como “un parao”. Sin embargo, cuando viajó a Munich para estudiar pensó que la discri-minación “positiva o negativa iba a terminar. Pero no di tres pasos en Alemania cuando me preguntaron ¿y tú de dónde eres?”. Fue descubierta más temprano que tarde. Sierich le pertenece a la frontera. “Pero todos somos híbridos”, opina. “Aquí sabemos muy bien que ninguna nacionalidad tiene detrás un solo color. Las identidades son múltiples”.

De lugares y silencios

En Sombra de paraíso la naturaleza fronteriza es evidente y se traslada de un lugar a otro con la poesía. Para la escri-tora esta “es una forma de vida” en la que ha encontrado apoyo para “resolver asuntos que no puedo resolver de otra manera”.

En cada trozo poético, o astillas como las define la autora en su libro, el lector se encuentra en un barco en movimiento. Así como cruza el Atlántico cada año y dos meses para ver a su madre y visitar su país, en la poesía Sierich encuentra lugares en los que reposar para luego trajinar hacia otro. De una reflexión sobre la traducción como herramienta creado-ra –”jamás pensemos que un poema traducido es el mismo poema”, declara- salta a una detallada descripción del reloj de la torre La Previsora, una imagen que logra reunir re-cuerdos con investigaciones posteriores que surgieron por su curiosidad.

“También nos define que podemos crear un lugar”, dice el escritor argentino Roberto Juarroz. La frase inicia la biogra-fía de Sirich en su página web. “Es para mí un ancla”.

Los trozos de Sombra de paraíso son además maleables, es decir, “puedes leer el libro de cualquier forma. Y si lo

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lees de alfa a omega también tienes algo unido, o reunido, y completo. Dependiendo de cómo lo veas puedes hacer mu-chas cartografías inquietas. Por cierto, así se llama la última exposición de Lihie Talmor”.

Talmor es una artista nacida en Tel Aviv, autora de los graba-dos que junto a la palabra habitan el poemario. “Para mí leer y traducir significa atravesar paisajes, o sea abrirte paso. Pero por distintas áreas. Algunas son lingüísticas, otras se comprenden por el oído, en otros casos se trata de mirar. Uno puede darle lectura y asignar significados a cosas que no son verbales”, dice la escritora, para quien su búsqueda “confluye con la que realiza Talmor” aunque se valgan de recursos disímiles.

Se conocieron en una edición de “Lenguas en poesía”, en-cuentro de poetas traductores creado y organizado por Sie-rich. “Es una de las pocas personas que conozco que dice que el español es un idioma duro”, cuenta la escritora. Es probable que haya sido una de las impresiones que más le atrapó sobre Talmor, pero el encanto se clarificó luego de conocer su traba-jo gráfico. Desde entonces, mantuvieron el contacto y aunque no se vieron durante el parto de Sombra de paraíso lograron producir el efecto de contemplación y sensibilidad.

“Ella visita lugares que han sido vaciados de sentido, al-tamente simbólicos, escondidos u olvidados. Y todos se encuentran en fronteras, que se han movido de manera violenta o menos violenta en el tiempo. Toma fotografías y luego las interviene”. Mientras, Sirich examina panoramas (memoria, reflexiones, pensamientos) y los decanta con la palabra para darle valor. “Esto fue una labor de armar un libro, un conjunto que contuviera y liberara sentidos”.

Sobre sus publicaciones anteriores comenta que “la prime-ra (Imposible de lugar) fue una colección de textos que ya existían”, mientras que la segunda (Dicha la dádiva) se trató de “un libro volcánico que escribí en tres meses”. Sombra de paraíso ya tenía un destino manifiesto, imaginado y pre-cisado como una proyección en el aire que necesitaba con-cretarse. “Yo sabía que lo quería escribir así: en fragmentos, y rodear ciertos temas que me preocupan. Fue interesante la factura porque me exigió muchísimo. Yo no tiré allí los fragmentos que se me ocurrían. Además sabía que tenía que ser así, porque son asuntos tan bastos y tan contradic-torios que solamente los puedes aprehender colocándolos en piecitas. En ese sentido es un libro muy sabedor, pero también romántico”.

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El saber generoso:ocho maestros, ocho discípulos. Parte 2

La obra de Pedro Grases es descomunal: 179 libros y fo-lletos; 214 ediciones, compilaciones y prólogos, 71 partici-paciones en obras colectivas, a lo que hay que añadir que la Editorial Seix-Barral publicará bajo el cuidado del autor, entre 1981 y 2002, sus Obras en 21 volúmenes, que al-canzan un total de más de diez mil páginas, más los dos volúmenes publicados en 2004 por la Fundación Grases con el título de Andrés Bello. Documentos para el estudio de sus Obras completas, 1948-1985, a lo que habría que sumar un epistolario personal y de trabajo compuesto por 30.000 piezas, en su mayoría inéditas, que dan cuenta de su vida privada, amistades, intereses intelectuales, empresas de es-tudio, proyectos, logros, anhelos e ideas. Esta inmensa lista, reseñada en su ensayo por Francisco Javier Pérez, es dato clave para entender el aporte histórico y documental en la producción intelectual de don Pedro Grases a Venezuela.

Hay una palabra clave en el Grases que nos regala Pérez: “Atlante”. La extrae de una figura utilizada por nuestro pen-sador Mariano Picón Salas para definir a un tipo de hombres

que –pensaba Picón en Bello, José Toribio Medina, Diego Barrios Arana– eran un linaje de gigantes, de inagotables trabajadores, que no descansaron hasta la muerte en la ta-rea de reconstruir y ordenar nuestro pasado mental. “Son hombres-Atlas que se echaban sobre la espalda la labor crítica y organizadora que en países de mayor sosiego y tra-dición cumplirían academias e institutos enteros”, remata Picón.

Pedro Grases fue uno de esos hombre-Atlas y se echó sobre los hombros solitarios varios proyectos titánicos; esa es la tesis de Francisco Javier Pérez. Grases convirtió el estudio de Andrés Bello, a quien consideraba el primer humanista de la civilización hispanoamericana, en la principal finalidad de su ocupación intelectual. Participó y dirigió decenas de colecciones: las Obras completas de Andrés Bello, las Obras completas de Rafael María Baralt, las Obras escogidas de Agustín Codazzi y las de Juan German Roscio, hasta codiri-gir junto a Ramón J. Velásquez ese portento documental que fue la colección Pensamiento político del Siglo XIX y decenas de colecciones más.***

“El emigrante en Venezuela que realizó en su existencia el más soberbio aprendizaje sobre la documentación histórica nacional desde fines del Siglo XVIII”. Así define Pedro Grases, su amigo, tutor, colega y compañero de acción en muchos proyectos y estudios, la vida y el aporte que el historiador Manuel Pérez Vila consagró a Venezuela. No exagera un ápi-ce el maestro Grases. Pues, tal y como lo describe minucio-samente páginas adentro la historiadora Inés Quintero, la obra historiográfica de Pérez Vila es desmesurada, colosal, prolífica, y su vida una entrega absoluta al trabajo laborioso

TuLIo HErnánDEz

El pasado domingo 18 de octubre, publicamos la primera parte de este ensayo, que prologa el libro “Humanistas españoles en Venezuela”, publicado por la Embajada de España en Venezuela. Con esta entrega de hoy, se completa el

texto que da cuenta de una valiosa iniciativa editorial

Tulio Hernández | Foto: Gabriel Osorio

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del artesanado intelectual, la escritura y la docencia. Su obra es gigante, pero entre sus aportes más importantes destaca el haber conducido la realización del Diccionario de Historia de Venezuela de la Fundación Polar, sin lugar a dudas una de las obras de consulta más rigurosas y útiles que se ha-yan producido en el país para resguardar activamente su memoria histórica. La obra, conformada por tres tomos, que se inició en 1976 y se publicó diez años después, reunió a más de 350 especialistas en su realización, que implicó la preparación de más de 10 mil fichas y 35 mil referencias bibliográficas.

Para entonces el maestro ya estaba acostumbrado a obras de estas dimensiones. Había trabajado en 1948 haciendo la investigación bibliográfica para la publicación de las Obras completas de Andrés Bello; luego, en 1950, con Vicente Le-cuna en el Archivo del Libertador; influyó en la creación y fue director de la Fundación Boulton; procesó con metodologías modernas las memorias que el general O`Leary escribiera en el Siglo XIX y luego publicó una biografía titulada Vida del general Daniel Florencio O’Leary, primer edecán del Liber-tador.

Su gran pasión fue el estudio de Simón Bolívar. Se encargó en 1959 de la compilación del Tomo XII de las cartas del Libertador y, a partir de ese momento, sin reposo ni tregua, inicio una serie de publicaciones entre las que destacan la “Introducción” de Acotaciones bolivarianas. Decretos mar-ginales de El libertador, La biblioteca del Libertador; Simón Bolivar. Síntesis biográfica, La formación intelectual de Si-món Bolívar y un sinfín de títulos más.***

Juan David García Bacca es un personaje clave en la ins-titucionalización de los estudios humanísticos y en espe-cial de la filosofía en Venezuela. El solo hecho de que haya participado junto a Mariano Picón Salas en la fundación de la Facultad de Humanidades y Educación de la Universidad Central de Venezuela, de la que fuera decano entre 1958 y 1959, al mismo tiempo que fundador del Instituto de Filoso-fía de la misma universidad y su primer director hasta 1972, lo convierten en una figura clave en la institucionalización de los estudios filosóficos en Venezuela. Pero, aunque así lo parezca, no es precisamente la creación de instituciones su gran aporte al país, y en general, al pensamiento filosófico iberoamericano.

Llega a Venezuela en 1946. Para entonces ya ha hecho una

carrera profesional en Barcelona y Santiago de Compostela, en donde gana un concurso de oposición que no podrá ejer-cer a causa del destierro al que lo somete la Guerra Civil. Así comienza un peregrinaje intelectual que le llevara, primero a Francia, luego a Ecuador, y más tarde a México, donde impartió clases en la UNAM. Es ese periplo productivo lo que lleva al también filósofo Benjamín Sánchez, su joven asistente en la traducción de las obras de Platón, en el títu-lo del ensayo que publicamos páginas adentro, a proponer que García Bacca es el creador de los estudios filosóficos en América Latina. García Bacca, como muy bien lo explica Benjamín Sánchez, fue a un tiempo filósofo, científico, histo-riador de la filosofía y, podríamos agregar, rara avis: un “nada humano me es ajeno”, que escribió desde su tesis doctoral sobre la estructura lógico-genética de las ciencias físicas hasta reflexiones sobre temas venezolanos como Simón Rodríguez, pensador para América o La doctrina de justa guerra contra los indios de Venezuela, pasando por sendas antologías sobre el pensamiento filosófico colombiano y el pensamiento filosófico venezolano.

Reconocido nacional e internacionalmente, miembro de decenas de asociaciones académicas internacionales, con-decorado con diversas órdenes internacionales, una vez terminada la noche oscura del franquismo, recibió en Es-paña emocionantes homenajes, entre los que destacan el Doctorado Honoris Causa de la Universidad Complutense de Madrid y el homenaje de la Facultad de Filosofía de la Uni-versidad Autónoma de Barcelona, de cuya plantilla docente fuera miembro de planta y primer doctor.***

A diferencia de todos los autores anteriores, Juan Nuño llega a Venezuela cuando aún no había realizado su formación universitaria. Luego de abandonar sus estudios en la Univer-sidad Complutense y emigrar a Caracas, tiene la suerte de encontrarse, en la recién creada Facultad de Filosofía y Le-tras de la UCV, con quien sería su gran maestro, Juan David García Bacca, quien formaba parte del plantel docente de la novedosa institución. Nuño hace una carrera académica fulgurante. Egresado de la primera promoción de la nueva facultad, recibe una beca que le permite cursar estudios con Davir Pears en Cambridge, luego se instala en París don-de realiza un posgrado bajo la dirección de Merleau-Ponty. Así comienza un largo trabajo académico, de investigación, docencia y escritura, quelo convierte en figura cimera de la filosofía en Venezuela e Iberoamérica. Integra el equipo docente del Instituto de Filosofía de la UCV, fundado y por

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entonces dirigido por García Bacca. En 1960 dirige el De-partamento de Lógica y Filosofía de la Ciencia del Instituto; más tarde, en 1965, funda la cátedra de filosofía contem-poránea y lógica matemática (1965), y ya retirado, instaura los primeros estudios de Postgrado en Filosofía de la UCV, con especialización en lógica, análisis del lenguaje y filosofía de la ciencia.

Paginas adentro, su hija Ana Nuño hace una reflexión pro-funda sobre los intereses filosóficos de su padre, especial-mente sus rigurosos estudios de Platón, pero desde el título –“un filósofo con los pies en la tierra”– subraya la extrema-da pasión que tuvo Nuño, especialmente en los últimos años de su vida, en “aplicar las herramientas del análisis filosófico a fenómenos no filosóficos propiamente dichos”. Nuño, con-tinúa Ana, recelaba del confinamiento de su disciplina en el recinto de la especialización académica, por eso, además de escribir sesudos libros sobre Sartre, Borges o Platón, se con-vierte, junto a José Ignacio Cabrujas y otros intelectuales del momento, en un prolífico columnista de prensa, hace crítica de cine y participa de cuanto debate ideológico importante ocurre en el país entre los años 1970 y 1980. Ha sido el filósofo más “popular” de todos los tiempos en Venezuela.***

Al igual que Nuño, Federico Riu tampoco había terminado su formación universitaria cuando llegó a Venezuela. Graduado de maestro de escuela en su Lérida natal, opta a los veinte años por el exilio. Se instala provisionalmente en Francia. Luego decide venir a Venezuela, en 1947 y, después de ejer-cer el magisterio en escuelas primarias de pequeñas po-blaciones rurales, logra entrar en 1949 a la recién fundada Facultad de Filosofía de la Universidad Central de Venezuela. Allí comienza otra historia. Se gradúa Summa cum laude. Es becado a Friburgo de Brisgovia, donde escucha a Heidegger, Eugene Flink y otras personalidades.

Regresa e inicia una carrera brillante como docente en la Escuela de Filosofía, en donde permanecerá por un cuarto de siglo y donde ejerció como director durante dos períodos. El Federico Riu que nos ofrece Fernando Rodríguez queda indisolublemente asociado al inicio de la filosofía en Vene-zuela. Si leemos entre líneas, Riu sería uno de sus primeros productos. Se refiere Rodríguez a una filosofía académica, especializada, que supera la obra ensayística “superficial y tosca, muy ocasional, algo así como una filosofía de aficio-nados”, que había reinado hasta entonces.

La obra de Riu habría que ubicarla en ese momento, que Rodriguez califica de auroral y primaveral, del inicio de los estudios humanísticos en Venezuela, cuando se comienza a gestar una cultura moderna y rigurosa capaz de darle orientaciones a la democracia naciente. Batalla primero con Husserl, Heidegger y Hartmann; luego se las ve con el mar-xismo, hasta que llega a Jean-Paul Sartre, sin duda alguna, el pensador que tuvo mayor influencia en su vida intelec-tual. Era un filósofo a tiempo completo. Sigue los debates en boga. Escribe sobre los usos y abusos del concepto de alie-nación, cuando este ha salido de los predios de la filosofía y ha entrado en el habla popular. Se enfrasca en el tema de la técnica y escribe Ensayos sobre la técnica. Y al final ter-mina escribiendo sobre Ortega y Gasset. Su aporte, sólido, modesto en términos numéricos si lo comparamos con los autores anteriores, cierra un registro filosófico profundo que abre las puertas de la Venezuela contemporánea.***

“El interés y la permanente dedicación a la lengua, a la his-toria y a la cultura hispánicas fueron una elección de vida: la generosa tarea a la que dedicó más de sesenta años de in-vestigación y docencia”. Con estas breves pero conmovedo-ras, por sencillas, palabras, Irma Chumaceiro sintetiza en su ensayo los rasgos decisivos de la vida profesional de Ángel Rosenblat. Rosenblat hizo de la lengua española su principal objeto de investigación, integró a Venezuela a los estudios hispánicos, creando los primeros centros de investigación lingüística en el país, entre ellos, el Instituto de Filología “An-drés Bello”, al que dedicó buena parte de su vida.

Sus esfuerzos científicos mayores los dedicó al conocimien-to del español que se habla en nuestro país. De esa pasión quedaron como herencia el Diccionario de venezolanismos y el libro Buenas y malas palabras en el castellano de Ve-nezuela, la obra que le hizo conocido más allá del círculo de los especialistas. El Diccionario de venezolanismos, una obra ambiciosa que se propuso desde el mismo momento en que fundó el Instituto de Filología, fue un proyecto que no pudo concluir por razones de salud, pero que, conducido por su discípula María Josefina Tejera, vio luz en su primera edición en 1983.Buenas y malas palabras se publicó por primera vez en 1956, cuando Rosenblat decide reunir las columnas que publicaba en El nacional–“Cuatro palabras” se llamaba su espacio– donde analizaba, de manera senci-lla, voces características de nuestra lengua destacando, en cada caso, sus aspectos históricos, semánticos y sus usos regionales.

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Su obra no se concentra solo en el castellano de Venezuela; dejó como legado una vasta producción sobre la lengua y cultura de América y sobre estudios literarios y gramaticales, entre los que se incluyen varios textos sobre Andrés Bello y Mariano Picón Salas. Fue un pionero. En sus años de do-cencia universitaria, en el Pedagógico de Caracas y en la UCV, formó una generación de investigadores del español de Venezuela, que continuaron desarrollando esta área de estudios.***

“El geógrafo con mayor enraizamiento en la memoria que las localidades requieren para mantener su identidad, su lugar en la región, la nación y en el mundo”. Con esta precisión, Antonio De Lisio, también geógrafo, define lo que, a su juicio y el de muchos otros especialistas, fue el aporte fundamen-tal de Marco Aurelio Vila a Venezuela: el haberse dedicado durante los casi años que estuvo al frente de la Dirección de Geoeconomía de la Corporación Venezolana de Fomento (CVF) a producir monografías geográficas, regionales y de ciudades, que se constituyeron en una fuente de informa-ción y referencia para el estudio del poblamiento urbano del país. Vila es visto además como un pionero de la planifica-ción regional en el país, la cual comienza a desarrollar con un libro visionario, Geografía y planificación, publicado en 1947. Solo 22 años después, destaca De Lisio, los venezo-lanos comenzaríamos a desarrollar las primeras políticas de regionalización territorial. Su vida política es tan apasionada como su vocación geográfica. Fundador en Cataluña de Es-querra republicana, participó como voluntario en la Guerra Civil, fue condenado a muerte y estuvo en los campos de concentración de Francia. Publica una vasta bibliografía en las que destacan obras curiosas, como Lo geográfico en Doña Bárbara.***

Para concluir, debo decir que este no es solo un libro sobre el agradecimiento y la gratitud. Leyendo los textos para ha-cer la introducción que ahora concluyo, he sido gratamente sorprendido por el sentimiento de cariño y admiración pro-funda que gravita como atmósfera afectiva en los ocho tex-tos. Hay frases directas que así lo expresan. “Lo quise antes de conocerlo y lo ame después”, confiesa Francisco Javier Pérez sobre Pedro Grases. “Quienes tuvimos la oportunidad de conocerlo y trabajar con él, contamos siempre con un interesado, generoso y afable interlocutor” dice Inés Quinte-ro de Pérez Vila. “A don Manuel García Pelayo, maestro, en reconocimiento a lo que tanto hizo en bien de mi formación

intelectual”, recuerda Combellas que fue la dedicatoria de su libro La democratización de la democracia. Por su par-te, Benjamín Sánchez, a propósito de García Bacca, cuenta: “aprendí no solo a admirar y respetar al maestro, sino a comprender que estaba ante un verdadero sabio”. El mis-mo entusiasmo lo exhibe Fernando Rodriguez: “…Federico (Riu) quiso de verdad al país, se lo metió en el alma, y en las noches de fiesta –¡Federico podía ser una fiesta!– era ca-paz de cantar interminablemente añejas y nuevas canciones vernáculas”. Y Antonio De Lisio abre su ensayo sobre Vila di-ciendo que era un “Maestro que nos enseña con su vida, un excelente ejemplo de combate tanto por la independencia, la libertad y la justicia social, como por su geografía”. Ocho maestros, ocho discípulos.

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El venezolano Víctor Vegas irrumpe en el mercado editorial español

A la hora de hacer balances, seguramente no serán muchos los escritores venezolanos que hayan cultivado el género de las aventuras. Víctor Vegas (Barquisimeto, 1967) asume ese camino en la novela “La edad del rock and roll” (Ediciones Carena, 2015).

Sin embargo, la forma como Vegas aborda ese género va más allá de lo establecido. “La edad del rock and roll” es una novela coral que cuenta relatos dentro de una gran historia. El accidentado viaje que emprenden tres adolescentes con el fin de ver tocar en vivo a su banda favorita de rock, la bri-tánica Yes, es sólo la apertura de un profundo entramado.

La novela cambia de narrador según la perspectiva del re-cuerdo. Es virtud de esta obra ubicar al lector en la piel de los protagonistas. De ahí que se lee como si fuera un testi-monio propio.

Un juego de memorias, un homenaje al niño que asumió sin vacilaciones los riesgos de hacerse adulto a su manera. “La edad del rock and roll” suma muchas historias y diversas vías de contarlas. La clave que integra la narración es el sentido de la aventura.

El viaje de los tres adolescentes tiene como punto de par-tida la ciudad de Barquisimeto, después pasa por Caracas y culmina en Río de Janeiro, su destino final. Los protago-nistas pretenden asistir al mítico concierto de Rock in Rio, que se celebró en esta ciudad brasileña, en enero de 1985. La novela del creador venezolano llamó la atención del sello catalán Ediciones Carena, con quienes firmó contrato para su lanzamiento en España.

Víctor Vegas reside en España desde 2008, tiene publicado varios libros de teatro y narrativa, entre ellos, “Mensajes en la pared” (2006), una colección de relatos que un año des-pués de su publicación por Monte Ávila Editores, obtuvo el Premio Municipal de Literatura de Caracas en la mención cuento.

EL unIVErsaL

Otro escritor venezolano se abre paso en el mercado internacional del libro. Esta vez se trata del dramaturgo Víctor Vegas quien irrumpe en España con algo más que una novela de aventuras. “La edad del rock and roll” es un relato coral

sobre las vivencias juveniles que aún danzan en nuestra memoria.

El autor reside en España desde 2008 (Cortesía)

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La historia que habría de concluir, hacia 1927, en las tres mil páginas (un millón trescientas mil palabras) que con-forman uno de los monumentos de la literatura moderna, En busca del tiempo perdidode Marcel Proust, comienza hace cien años. El 8 de noviembre de 1913 se termina de imprimir su primer volumen, Por el camino de Swann , en una edición a cuenta del autor (con un costo equivalente a nueve mil euros actuales), publicado por la editorial Bernard Grasset, que lo pone a la venta el 14 de noviembre. El año tiene mucho de contingente (desde agosto de 1909 Proust había intentado encontrar editor para un libro que, de haber sido publicado en ese momento, habría tenido no sólo un título sino también una forma diferentes, además de una extensión mucho menor), pero vuelve aún más evidente la situación de la Recherche en tanto obra que se enfrenta a un umbral histórico. En efecto, la Gran Guerra no sólo in-terrumpió el plan de publicación de la novela (el segundo volumen, A la sombra de las muchachas en flor , no apare-cería sino en junio de 1919) y tuvo efectos significativos en su desarrollo, sino también supuso, como quieren algunos historiadores, el auténtico nacimiento del siglo XX. Sin em-bargo, como proyecto estético (y por el universo social que evoca), la Recherche pertenece aún a ese mundo que co-mienza a desmoronarse el 14 de agosto de 1914 y que, con la posguerra, cambiaría para siempre, bajo los efectos del desarrollo tecnológico, el despliegue de los programas van-guardistas, la politización del arte y la modificación de todas las coordenadas de la experiencia humana. Por eso, si bien la Recherche acompaña el nacimiento del siglo, representa emblemáticamente el período que va de 1890 a 1914 (“el prólogo del siglo”), un período de invención a la altura del Renacimiento florentino, en el que se pusieron en marcha, en todas las artes, los grandes proyectos modernistas, de la mano de grandes transformaciones en el pensamiento. En esos años, además de Proust, producen lo más significativo

de sus obras Mallarmé, Picasso, Conrad, Wittgenstein, Da-río, Einstein, Freud, Klimt, Schoenberg, entre tantos otros. En ese contexto, la obra de Proust supuso un quiebre en la historia de la novela.

1895-1913. La preparación de la novelaSin embargo, la historia que conduce a la Recherche , su prehistoria, comienza muchos años antes. En 1896 Proust tiene 25 años y publica su primer libro, Los placeres y los días , con prefacio de Anatole France, un conjunto de frag-mentos breves y diversos, nouvelles, retratos, poemas, re-flexiones. Un año antes, había comenzado a trabajar en otro libro (finalmente abandonado y publicado recién en 1952), Jean Santeuil , una novela de mil páginas, repartidas en ca-pítulos inacabados, al que dedicó varios años. Hacia 1899 se produce el descubrimiento del teórico del arte John Rus-kin, en quien encuentra “una idea superior de belleza”; le dedicará artículos y lo traducirá. La traducción, por cierto, habría de volverse, a partir de allí, un problema esencial para Proust, tal como se lee en el final de laRecherche : “Me daba cuenta de que ese libro esencial, el único libro verdadero, un gran escritor no tiene que inventarlo en el sentido corriente, porque existe ya en cada uno de nosotros, no tiene más que traducirlo. El deber y el trabajo de un escritor son el deber y el trabajo de un traductor”. A comienzos de 1908 Proust emprende un nuevo proyecto: hacer “crítica práctica”. Se trata de una serie de ejercicios, a partir de un caso policial, en los que parodia (es decir, alcanza y supera) el estilo de los grandes nombres de la literatura francesa (Balzac, Michelet, Flaubert, etc.), reunidos en 1919 con el título de Parodias y misceláneas .

Finalmente, en 1908, Proust está a las puertas del encuentro de la forma que estaba buscando. Durante el invierno de ese año emprende un estudio sobre el crítico francés Sainte-

Historia de una novela esencial

Revista Ñ/ Centenario. El 14 de noviembre de 1913 salía a la venta el primer tomo de “En Busca del tiempo perdido”, uno de los monumentos de la literatura

moderna.

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Beuve, que será publicado en 1954 con el título de Contra Sainte-Beuve. Recuerdos de una mañana , un conjunto de fragmentos narrativos y ensayísticos aún inconexos –consi-derado el primer esbozo de la Recherche (dado que muchos de sus pasajes, reelaborados, aparecerán allí) y una prueba de que la novela nace entre la narración y el ensayo, en la vacilación (“La pereza o la duda o la impotencia se refugian en la incertidumbre sobre la forma del arte. ¿Debo hacer una novela, un estudio filosófico? ¿Soy novelista?”). En agosto de 1909, Proust ofrece Contra Sainte-Beuve al Mercure de France: “Estoy acabando un libro que pese a su título (…) es una auténtica novela, y en algunas partes una novela ex-tremadamente impúdica. Uno de los personajes principales es un homosexual (…) El título no obedece al azar. El libro acaba realmente con una larga conversación sobre Sainte-Beuve y sobre la estética y cuando se acabe el libro se verá (eso quisiera) que toda la novela no es más que una puesta en práctica de los principios del arte expresados en esta última parte”. El libro es rechazado y, pese a la aparición de nuevas alternativas de publicación, Proust decide finalmente abandonarlo y dedicarse a algo que, mientras tanto, había nacido, se supone, durante una larga noche (del 4 al 6 de julio de 1908) en la que había pasado 60 horas sin dormir, escribiendo.

Cuatro años más tarde (y luego de haber abandonado, ha-cia 1909, su intensa vida mundana) Proust tiene escrito el núcleo de la Recherche en una serie de cuadernos (la Biblio-teca Nacional de Francia conserva 75, pero fueron, desde 1908 hasta su muerte, muchos más). En 1912, el plan de la novela consta de dos volúmenes: “El tiempo perdido” y “El tiempo recobrado”, con el título general “Las intermitencias del corazón”, luego “Las intermitencias del tiempo”. El 21 de marzo, el 4 de junio y el 3 de septiembre publica anticipos en Le Figaro.

Finalmente, entre 1912 y los primeros días de 1913 se pro-ducen los renovados intentos de Proust de encontrar editor. Antes de acordar con Grasset, es rechazado por la Nouvelle Revue Française, Mercure de France, Fasquelle y Ollendorf. En el caso de esta última, las palabras de su director, Hum-boldt, suelen citarse como ejemplo de los lugares comunes contra Proust: “No puedo comprender que un señor pueda emplear treinta páginas para describir el modo en que da vueltas en su cama antes de encontrar el sueño”. El caso más significativo, sin embargo, es el de la Nouvelle Revue Française, dada la admiración de Proust por la revista y sobre todo porque, una vez reconocido el error, terminaría

siendo su editorial. André Gide escribiría a Proust el 11 de enero de 1914, luego de haber leídoSwann publicado por Grasset: “El rechazo de este libro quedará como el más gra-ve error de la N.R.F. y (dado que tengo la vergüenza de ser bastante responsable de ello) uno de los lamentos, de los remordimientos, más dolorosos de mi vida”.

Una vez iniciado el proceso de edición en Grasset, Proust trabaja sobre las pruebas de imprenta. Pero no corrige, más bien sigue escribiendo. Esas pruebas de imprenta, conser-vadas en la Fundación Martin Bodmer (Ginebra) y publicadas en edición facsimilar, hace pocas semanas, por Gallimard como parte de la celebración del centenario, son un testi-monio de hasta qué punto la maquinaria de escritura que se había puesto en funcionamiento seguía encontrando su forma. Proust llena los blancos entre las páginas y luego pega fragmentos de papel saturados con una letra minús-cula, obligando al editor a recomponer el libro en pruebas sucesivas que sufrirán las mismas intervenciones. En ese proceso, que encarece notablemente los costos de la edi-ción, Proust encuentra el título, no sólo del volumen ( Por el camino de Swann ), sino también el título general: En busca del tiempo perdido .

El origenComo puede verse, el origen de la Recherche es un largo proceso de insistencia sobre los mismos materiales (de la vida, del arte), un proceso que opera sobre el fragmento como unidad, a la busca de que las cosas “cuajen” en una forma continua. Pero la Recherche misma funciona como historia de una escritura. Tal como señala Roland Barthes, se trata de un drama en tres actos que cuenta “el nacimiento de un libro que no conocemos pero cuyo anuncio es el libro mismo de Proust”. El primer acto enuncia la voluntad de escribir. El segundo, la impotencia para escribir, y es el más largo (ocupa casi toda la novela). Finalmente, luego de esa larga serie de desilusiones, el tercer acto (en el último vo-lumen, El tiempo recobrado ), la posibilidad de escribir. Una posibilidad que, una vez encontrada, parece haber llegado demasiado tarde: “¿Vivirá el tiempo suficiente para escribir su obra? Sí, si consiente en retirarse del mundo, en perder su vida mundana para salvar su vida de escritor”, concluye Barthes.

Por eso con la Recherche el concepto de origen es lanzado al futuro como producto de un trabajo siempre incompleto y que involucra a su pre- y posthistoria. Si por un lado podría decirse, quizá con excesiva sencillez, que el origen de la

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obra es la propia vida (“Y comprendí que todos esos ma-teriales de la obra literaria eran mi vida pasada; comprendí que vinieron a mí, en los placeres frívolos, en la pereza, en la ternura, en el dolor, almacenados por mí, sin que yo adivina-se su destino, ni su supervivencia, como no adivina el grano poniendo en reserva los alimentos que nutrirán a la planta”), al mismo tiempo, debe tenerse en cuenta el trabajo al que ese material es sometido, cuyo resultado es una novela que superpone ilimitadamente estratos temporales, para alcan-zar el estatuto de auténtica experiencia.

Ese trabajo se sostiene en un “método”, esbozado en las primeras páginas de Por el camino de Swann , que hace posible la recuperación del tiempo perdido (pasado, pero también desperdiciado) a partir de la intervención azarosa de la “memoria involuntaria” que, en el sabor de una petite madeleine mojada en té o en la percepción de unas baldo-sas desiguales de un patio, es decir, en cualquier cosa, hace surgir la reminiscencia (todo un mundo). Sin embargo, esa idea de memoria involuntaria (derivada, más allá de algunas resistencias por parte de Proust, de la “memoria pura” de Henri Bergson) no es en sí suficiente. Para que la obra sea posible es necesario que el narrador se consagre a la explo-ración de esos signos del pasado (controlando, a voluntad, eso que ha surgido azarosamente), a la comprensión del Li-bro del mundo; y al mismo tiempo, que el autor se consagre, el resto de su vida, a esa obra. Al morir, en 1922, Proust no había terminado de publicarla.

El tucumanoVerdadero punto de inflexión en la historia de la novela, la Recherche utiliza, alterándolos, casi todos los géneros no-velescos existentes (para comenzar, la novela de iniciación), pero uno de ellos (el roman à clef ) tiene, para nosotros, una singular importancia y ha dado lugar a una hipérbole lanza-da por uno de los más célebres lectores locales de Proust: “Gracias a un argentino se escribe Recherche ”. En efecto, de las tantas personas reales que, en clave, aparecen en la novela (el procedimiento fue analizado, a partir de las foto-grafías de Paul Nadar, por Barthes en uno de sus últimos cursos), se cuenta a Gabriel d’Yturri, nacido, sin la partícula nobiliaria, en 1860, en San Miguel de Tucumán. Luego de haber vivido hasta los dieciséis años en Buenos Aires, Yturri viaja a Europa y, llegado a París, se vuelve secretario de Ro-bert de Montesquiou (el barón de Charlus en la novela), se hace amigo de Proust e inspira, en parte, al Charles Morel de la ficción. En 2011, Carlos Páez de la Torre publicó su biografía: El argentino de oro (Bajo la luna).

El 8 de enero último, Antoine Compagnon (responsable de la edición de algunos de los tomos de la Recherche en Galli-mard) comenzaba su curso en el Collège de France, titulado “Proust en 1913”, señalando las dificultades que supone enfrentarse, presionado por la efeméride, a “Por el camino de Swann” –cómo leerlo una vez más, qué leer allí. Luego de barajar y descartar diferentes alternativas (incluida la po-sibilidad de alejarse del texto y dedicar cada una de las doce clases del curso a comentar el día a día de la vida de Proust a lo largo de los doce meses de 1913), la solución que el especialista encuentra es un juego de simulación (el “como si”): “Lo que querría hacer es volver a este texto, releerlo, como si nunca lo hubiera leído. Querría, si fuese posible, ha-cer una lectura pegada, inocente, cándida”. Se trata, eviden-temente, de una trampa, un truco, pero como deseo, vale para todos: dedicar el inminente verano a perder el tiempo (eso es, según Proust, la lectura) con la Recherche , como si fuese la primera vez.

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«Aquiles o El guerrillero y el asesino», novela póstuma de Carlos Fuentes

«Ambos eran personas de familias burguesas que creían que la izquierda debe tratar de resolver los problemas de todas las civilizaciones apoyando al débil», aseguró Lemus en entrevista para presentar este libro al que Fuentes dedicó dos décadas.

El autor, «mexicano desde que nació» pese a haber llegado al mundo en 1928 en Panamá –destino diplomático de su padre–, noveló «basándose en la realidad, pero sin dejar de

lado la imaginación», la vida de Pizarro, a quien no conoció y sobre el que se documentó a través de «sus amigos co-lombianos».

Pizarro, cuenta Lemus, fue uno de los jefes del grupo gue-rrillero Movimiento 19 de abril (M-19), que se dio cuenta de que era «mejor» buscar la paz «con acuerdos que con tiros». Por eso, este Aquiles contemporáneo (Cartagena de Indias, 1951-Bogotá, 1990) cambió las armas por la política y se

(RanchoNEWS).- Carlos Fuentes, fallecido en 2012, era un hombre «de pensamiento liberal y de justicia», rasgos que, según su viuda, Silvia Lemus,

compartía con el guerrillero y político colombiano Carlos Pizarro, a quien el escritor dedicó Aquiles o El guerrillero y el asesino, publicada póstumamente,

informa la agenciaEFE desde Madrid.

Carlos Pizarro en el Campamento de Los Robles (Cauca), febrero de 1985. (Foto: Archivo Fundación Carlos Pizarro)

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presentó como candidato a la presidencia de su país, condi-ción que tenía cuando fue asesinado en un avión durante la campaña electoral.

Con ese episodio comienza la novela, que alterna la primera y la tercera persona para convertir la vida del guerrillero, desde la niñez hasta su muerte, en una crónica de la histo-ria contemporánea de Colombia en particular y de América Latina en general.

Como periodista, Lemus entrevistó recién a una de las hijas de Pizarro, a quien le preguntó si «veía» a su padre en la novela de Fuentes: «Hallé la cuna de mi padre a través de vi-vencias muy personales, cercanas, de anécdotas que había escuchado y me suscitaron ternura», respondió ella.

La novela de Carlos Fuentes inspirada en la vida Carlos Pizarro

Bogotá, Colombia (Bernardo Bejarano González / El Tiem-po).- Los avatares detrás de la novela póstuma de Carlos Fuentes, inspirada en el líder del M-19 Carlos Pizarro Leon-gómez, son tan apasionantes (o más) como ella.

Para comenzar, como lo cuenta su viuda en un texto que antecede al prólogo del libro, el mexicano trabajó en el ma-nuscrito de Aquiles o El guerrillero y el asesino durante los últimos 20 años de su vida, «y seguía haciéndolo cuando le llegó la muerte».

«Carlos Fuentes les dedicaba mucho tiempo a sus libros. Me decía que la realidad colombiana cambiaba tanto que le estaba cambiando y recambiando la historia que quería escribir», contó el escritor mexicano Ignacio Padilla la sema-na pasada, durante un homenaje a su colega, en el cuarto aniversario de su fallecimiento. Como lo consignó en sus notas personales en el 2003, Fuentes no quería escribir una biografía del guerrillero que se convirtió en candidato presi-dencial, asesinado en un avión de Avianca el 26 de abril de 1990, sino una crónica sobre su relación con Colombia.

Para eso recurrió a todas las formas de lucha narrativa: des-de encargar al servicio de fotocopias de la Biblioteca del Congreso, en Washington, reproducciones de la noticia del magnicidio en los principales diarios estadounidenses hasta entablar correspondencia con familiares de Pizarro, como su hija María José (ver entrevista abajo), y camaradas como

Esther Morón, la mujer que alquiló la casa desde la cual se ejecutó el robo de las armas del Cantón Norte, pasando por interminables conversaciones sobre el tema con ami-gos colombianos como Jorge Gaitán Durán y Gabriel García Márquez.

Según cuenta el editor peruano Julio Ortega en el prólogo, Fuentes tuvo listo el primer borrador de la novela en junio de 1994. Ese mismo verano aprovechó sus vacaciones en la isla de Martha’s Vineyard para preparar un segundo bo-rrador. Diez años después, en Roma, leyó en público un ca-pítulo introductorio. Y a finales del 2007 dio a conocer otro en Guadalajara. En el 2008 volvió a cambiar de idea sobre el esquema del texto.

En esas andaba cuando la muerte lo alcanzó en un hospital de México, 83 años después de haber nacido en Panamá. En palabras de Ortega, lo que Fuentes dejó fue un rompe-cabezas que carecía de un modelo para armar: una trans-cripción de las 70 páginas que llevaba –y que no llegó a revisar–, llena de referencias para incorporar secciones de los dos borradores, y varias páginas escritas a mano.

El peruano fue elegido por Silvia Lemus, viuda del escritor y administradora de su patrimonio literario, para convertir aquello en una novela digna del autor de La muerte de Arte-mio Cruz. ¿Por qué hacerlo ahora, más de un cuarto de siglo después de la muerte de Pizarro? Según Lemus, su esposo «no quiso entregar el manuscrito a sus editores mientras el conflicto armado más antiguo de América Latina no llegara a su fin». Por eso, explica, «la publicación de Aquiles coincide con la que parece ser la última negociación entre la guerrilla y el Gobierno colombiano: el fin de las cuentas pendientes, el comienzo de la paz».

«La investigación fue inmensa –le dijo Ortega hace unos días al diario argentino Clarín–. El archivo tenía varios co-mienzos y varios ordenamientos. Estaba en distintas clases de papel, escrito en una Olivetti portátil o a mano, en una letra dificilísima (...). No tuve que escribir nada, pero sí había una ruta que poner en limpio».

El resultado es un pequeño libro de 200 páginas, dividido en 19 capítulos que se despachan como pólvora encendida y que no siguen una secuencia cronológica de la vida de Pizarro.

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Juan Gabriel Vásquez explora los “traumas” de Colombia en su nueva novela

Washington.-(EFE) Inmerso en la “obsesión” por la memoria de su país, Colombia, el escritor Juan Gabriel Vásquez ex-plora en su nueva novela, La forma de las ruinas (Alfaguara), algunos de los “traumas” de la historia colombiana que aún hoy marcan el presente y el futuro de la nación.

El laureado escritor, quien prepara el lanzamiento de su libro para noviembre próximo, explica en entrevista con Efe que esta nueva obra pretende abordar, a través de dos crímenes

que marcaron la historia colombiana, cómo esa violencia ha marcado a la sociedad.

“Uno de los temas de la novela sería entonces esa manera en que nuestro pasado sigue con nosotros, que los traumas nacionales del pasado nos siguen afectando y se meten en las vidas presentes de los

que los hemos heredado”, delinea.

Inmerso en la “obsesión” por la memoria de su país, Colombia, el escritor Juan Gabriel Vásquez explora en su nueva novela, “La forma de las ruinas”

(Alfaguara), algunos de los “traumas” de la historia colombiana que aún hoy marcan el presente y el futuro de la nación.

El escritor participó en EE UU en unas conferencias sobre Joseph Conrad (CORTESÍA)

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“La forma de las ruinas”, que primero se lanzará en Colom-bia y después en el resto de América Latina y España, hace de los asesinatos de los políticos Jorge Eliécer Gaitán en 1948, y Rafael Uribe Uribe en 1914, los ejes de su historia, sobre la que pivotan diversos personajes “obsesionados” por entender qué pasó.

“Los personajes hacen sus intentos por explicarse por qué nos han sucedido estas cosas, pero no son inten-tos abstractos, no son intentos que haría un historiador

o un periodista. Sino los intentos que haría alguien cuya vida presente está por distintas razones marcada

por esos crímenes pasados”, relata Vásquez.

“La novela trata de contar un poco eso, cómo mo-mentos históricos que han pasado mucho antes de nuestro nacimiento nos siguen afectando, siguen

moldeando nuestro presente, porque las tragedias de nuestra sociedad son algo que heredamos”, agrega.

Vásquez, premio Alfaguara 2011 por El ruido de las cosas al caer y de La Real Academia Española 2014 por Las reputacio-nes, no pretende sin embargo hacer de este libro una novela histórica, sino abordar “una preocupación”, también histórica, que aventura, incluso heredará la generación de sus hijas.

El escritor colombiano, quien viajó estos días a EEUU para participar en la Universidad John Hopkins en unas conferen-cias sobre el novelista Joseph Conrad, una de sus mayores influencias, parafrasea al británico para explicar su concepto de novela.

Vásquez insiste en que el novelista es un historiador -como consideraría Conrad-, pero “de las emociones, un historia-dor de las almas” que “trata de contar lo que pasa en esos lugares privados, invisibles, cuando nos llegan las conse-cuencias de los grandes hechos históricos”.

“La forma de las ruinas” llega precisamente a las librerías colombianas en un momento histórico, cuando el país se acerca al fin de un conflicto interno de más de 50 años y lucha, también, con su memoria, para mirar al futuro.

Vásquez confiesa que una de sus “lectoras de confianza” le dijo al leer el manuscrito de su nueva obra que, pese a tratar episodios sucedidos en 1914 y 1948, la novela hablaba del postconflicto colombiano.

“(A ella le pareció que) la novela, de alguna manera, se refiere a ese ejercicio que estamos haciendo todos los colombianos de tratar de comprender el pasado para

dejarlo atrás y tratar de avanzar hacia la infinita cantidad de problemas que se nos vienen encima, pero que son mejores que los que teníamos antes”, explica el

autor.

Vásquez considera que el ejercicio de memoria que tiene que hacer su país es “complejo” por la cantidad de acto-res que han participado en el conflicto, y por ende, existen muchos discursos diversos sobre lo que ha pasado en los últimos 50 años de guerra.

“Todavía hay grupos políticos importantes que sostie-nen que en Colombia no hay un conflicto armado, sino que hay un ataque de un grupo terrorista a un Estado

democrático simplemente”, argumenta.

“De manera que los ejercicios de memoria también en este momento en Colombia son una lucha por impo-ner una versión de lo que nos ha pasado -continúa-. Y ahí se juegan cosas muy interesantes, porque ni la versión del Gobierno, ni la versión de la guerrilla, ni la versión de los grupos políticos de oposición, ni la

versión del paramilitarismo es correcta”.

Ante ese escenario, el escritor apela a la narrativa, y a “un esfuerzo” de todos los ciudadanos para crear su versión de lo ocurrido, su relato.

“Para esas cosas las formas narrativas que tenemos ahí tienen que jugar un papel muy importante, no solo la novela, también el periodismo y la historiografía. De todo eso espero que salga una especie de iluminación que sirva para llegar a un acuerdo, y superar esos 50 años de conflicto que es lo que estamos tratando de

hacer”, sentencia.

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Luis Goytisolo, el novelista que “escribe con los pies”

Santiago de Chile.- (EFE) “Yo empiezo escribiendo con los pies”, confiesa entre risas el novelista y académico Luis Go-ytisolo cuando describe cómo nacen sus obras, un proceso creativo que comienza con largos paseos en los que acumu-la ideas y pensamientos que luego traslada al papel.

Goytisolo (Barcelona, 1935) es el menor de tres hermanos (Juan y José Agustín) dedicados todos ellos a la literatura, autor de una extensa obra literaria en la que destaca su te-tralogía Antagonía y que en 1994 ingresó en la Real Acade-mia Española con un discurso que versó sobre la autonomía del lenguaje frente a la cultura de la imagen.

Goytisolo cree que un escritor puede convertirse también en el propio analista de su obra, “porque uno puede descubrir que ideas que creía que eran fruto de la inspiración se van repitiendo en las novelas y forman parte del subconscien-te”.

“Esto lo descubrí en mí mismo, me pareció evidente a partir de un momento determinado. Visto con perspectiva descubrí que esta especie de ‘leitmotiv’ obedecía siempre a algo”,

confiesa en entrevista con Efe el ganador del Premio Nacio-nal de las Letras Españolas 2013.

En esta era de las comunicaciones aceleradas, el escritor defiende “la adicción a la lectura”, porque siempre habrá personas que seguirán leyendo desde los clásicos griegos hasta los escritores contemporáneos, pero advierte de que “esto se está esfumando”.

“No hay más que ver en cualquier parte, en una sala de espera, en el tren, en el avión, todo el mundo, lo

primero que hace en cuanto puede es sacar el teléfo-no móvil. Esto es un empleo del tiempo que se le resta

a la lectura tradicional”, señala.

“Pero además crea unos hábitos sociales que expulsan a la literatura”, comenta Luis Goytisolo, un usuario muy ocasio-nal de las redes sociales, que sólo tiene un muro de Face-book del que se sirve para publicar notas relacionadas con su faceta de escritor.

“No tengo tiempo para dedicarme a los ‘tuits’ y esas cosas”, ríe el novelista, quien empezó a escribir a los once años y acaba de publicar “El sueño de San Luis”.

Goytisolo piensa que en determinados ámbitos en España se asiste a un relato amañado de la historia que está “apañan-do los orígenes”.

“Todos los pueblos tienen sus fantasías, pero unos más que otros. Mientras que el origen de los gallegos es realmente celta, el de los vascos es un poco más

oscuro (...) y el de los catalanes es igual en todo al de los demás (españoles)”.

Dicho esto, el escritor -que sin considerarse marxista mi-

El novelista y académico español describe cómo nacen sus obras, un proceso creativo que comienza con largos paseos en los que acumula ideas y

pensamientos que luego traslada al papel.

El autor recibió en 2013 el Premio Nacional de las Letras de España (CORTESÍA)

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litó en su juventud en el Partido Socialista Unificado de Cataluña (PSUC, comunista)- reconoce que los hábitos de las regiones y comunidades del Estado español son distin-tos entre sí.

“Esto les pasa a todos. En Francia es muy distinto el carácter de un habitante de la Provenza a uno de la

Bretaña, y en Inglaterra, los escoceses de los galeses, y en Alemania ni digamos”, agrega.

Cuando en marzo de este año Luis Goytisolo entregó 57 cajas de sus archivos personales a la Biblioteca Nacional sintió más tranquilidad por el hecho de encargar a otros la custodia de su memoria que melancolía por el desprendi-miento.

“En absoluto melancolía. Al contrario, me proporcionó un sosiego extraordinario que todo eso quedase allí”, dice en referencia a los archivos, algunos de los cuales no serán dados a conocer hasta el año 2050, “porque no son de ca-rácter profesional, sino más bien personal”.

Goytisolo habla de la crisis económica que justifica gran-des recortes en las subvenciones culturales y de cómo para hacer frente a eso, en la Real Academia Española se están “espabilando” y están “consiguiendo los ingresos” por otro lado.

“Pero el Gobierno no debiera haber pegado estos recortes en una institución que es fundamental para la

imagen de España en el mundo”, sentencia.

La comunidad hispanohablante, compuesta hoy por unos 500 millones de personas, se concentra en América, y por eso “la labor fundamental del idioma se hace entre todos”, explica el escritor, que ingresó en la RAE para ocupar el si-llón que dejó vacante Luis Rosales.

“Cada academia se ocupa de su país en particular. Los españoles o los mexicanos no opinamos sobre los

modismos chilenos”, añade.

Goytisolo reconoce que “la corrección política crea proble-mas” al trabajo que realizan las 22 academias de la Lengua Española.

“Por ejemplo, hay palabras que tienen una acepción despectiva, pero nosotros no podemos hacer nada.

No apoyamos esa acepción, pero es que así se dice”, argumenta.

No existen países en donde se hable mejor el español y otros en donde se hable pero, “simplemente se habla distin-to porque se han ido diferenciado, como ocurre en España”, explica Luis Goytisolo, quien en su visita relámpago a Chile no pudo cumplir con su sueño de patear las calles de Valpa-raíso para, tal vez, alumbrar una nueva obra.

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QUIEREN ACABAR CON LA CULTURA

Éramos un país con un esplendor cultural ma-ravilloso. Museos, Ate-neos, Casas de Cultura, manifestaciones pictóri-cas, teatrales, musica-les, grandes novelistas, cuentistas, ensayistas, humoristas; una televi-sión que se adaptaba a las nuevas corrientes de la creatividad inte-

lectual, experiencias cinematográficas de avanzada. Sede de un Festival de Teatro con resonancia internacional. Poe-tas de extraordinaria versatilidad creadora. Músicos, cuyas composiciones trascendían el suelo patrio. Cantantes de exquisito registro musical; al lado de todo ello, las diversas agrupaciones del folklore y de la expresión autóctona. Hace apenas pocos años, nuestros autores de novela, poesía o cuentos, triunfaban con sus libros en Europa y eran asis-tentes a bienales y festivales. Los emblemáticos creadores de una corriente de la plástica, tales como Soto, Cruz Diez, Borges, Otero y tantos otros, le confirieron a Venezuela un prestigio y una sonoridad que aún perviven y llegaron a ser envidia de muchos países.

Todo este largo palmarés cultural, de fomento y estimulo para la creación de editoriales, de la cultura popular, de aco-ger en nuestras tierras a creadores de ese éxodo forzado de intelectuales y creadores expulsados por dictadores, se ve ahora profundamente lesionado y el esplendor de ayer conforma en estos tiempos, un lastimoso sentimiento de nostalgia. Nuestra presencia nacional en materia de cultura es ínfima, por no decir ridícula. Estamos ausentes de los es-cenarios internacionales y por ende, no hay reconocimientos a nuestros valores creativos. Se cerraron algunos Ateneos y otros fueron despojados de sus sedes. Los museos, pletóri-cos ayer de muestra de la creatividad nacional y extranjera,

parecen hoy parte de una regresión espiritual. La cultura, que es una palanca formidable de transformación en el alma de los pueblos, ha sido desarticulada y empobrecida.

Pero esa cultura no está muerta. Sobrevive a este pernicio-so embate de la anticultura y como esas aguas que fluyen bajo tierra, resurgirán y volverán a estar en el sitial que le co-rresponde. No podemos olvidar un ejemplo aleccionador de un pueblo culto, creador y genial. España soportó a Franco y su virulencia contra las expresiones culturales. La callaron y silenciaron, pero no pudieron matarla. Tan pronto muere el dictador, España abrió un pensamiento que permaneció vivo durante cuatro décadas de ominoso silencio. Yo tenía 15 años, estuve en este sitio, cuando dos colosos de las letras Don Rómulo Gallegos y Miguel Otero Silva, vinieron a dejar-nos la plaza con el nombre de Andrés Eloy Blanco. Ahora la barbarie, ha pretendido despojarnos del busto de uno de los poetas más queridos de la Venezuela libertaria. Creen que bajarlo de su pedestal es para que le olvidemos, para que no recordemos su vida de creatividad, ejemplo de hombría y de lucha por su pueblo. Están equivocados los adoradores de la estulticia y la anticultura. No podrán, porque al poeta lo llevamos en la sangre, en los huesos, en los tuétanos, en el alma toda. Esto no es un acto de desagravio. Nadie pue-de agraviarte. Es la convocatoria de quienes tenemos com-promiso con la historia, para recordar siempre esa máxima tuya que está grabada en tu pedestal: “Que cada pueblo resuelva sus problemas, elija a sus gobiernos y derrumbe a sus tiranos”. La Venezuela por venir, es una savia que sigue viva, apreciará que sus creadores no la abandonaron y que a pesar de los atropellos, la siguieron soñando y cultivando. Habrá un reflorecer y esta noche larga, casi de pesadilla, será también objeto de recordatorio por los creativos que vendrán, en novelas, cuentos, música, pintura y teatro.

César YEgrEs

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El artista visual Santiago Pol (Barcelona, España, 1946) via-jaba en un avión cuando decidió dedicar su vida a la ela-boración de carteles. Era diciembre de 1967 y cruzaba el océano, desde París hacia Caracas, con más tristeza y frus-tración que con esperanzas de un futuro promisorio. Había abandonado sus estudios de Dibujo en la Universidad de Bellas Artes y detenido a la fuerza su colaboración en crea-ciones del padre húngaro del op art Victor Vasarely.

Nada hubiera podido indicarle, durante aquella travesía de turbulencias internas, que el nuevo rumbo que emprendía le llevaría, 48 años más tarde, a ser ubicado entre los 250 mejores diseñadores del mundo.

Pol, quien ha desarrollado su vida y talento en Venezuela, in-tegra desde 1997 la Alianza Gráfica Internacional (AGI) y fue recientemente seleccionado por la Organización Cato Brand Partners, del australiano Ken Cato, para participar en el pro-

Santiago Pol: La audacia de la imagen

María gaBrIELa FErnánDEz B.

“El mejor diseño es el más natural, el que responde mejor a la necesidad comunicativa. Un cartel tiene que ser audaz, mostrar en imágenes algo nunca

dicho”; señala el artista.

Su obra elegida se titula “Coexistencia” e invita a reflexionar sobre la tolerancia (Nicola Rocco)

EL UNIVERSAL

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yecto editorial “My First Choice” (Mi Primera Elección) en el que se agrupan las siete creaciones que cada uno de los participantes eligió como sus mejores trabajos individuales. En el libro, que se espera que salga a la luz en octubre, Pol destaca como su obra principal un cartel titulado Coexis-tencia, elaborado para integrar una exposición que inaugu-rará en Biel, Suiza, en septiembre, y que tiene como tema este valor humano. La imagen de una huella digital (la suya) colocada en blanco y negro y divida a la mitad entre posi-tivo y negativo ocupa el cartel y sobre ella se leen, con sus característicos colores vivos, las letras del título de la obra. “Fue un diseño que hice pensando en Venezuela, como mi contribución a la concordia en un país en el que hay fuertes divisiones aún cuando todos somos esencialmente huma-nos”, declara Pol, quien insiste en que el diseño gráfico bien ejercido debe tener, ante todo, una utilidad clara en su labor comunicativa.

–¿Es el cartel una forma de arte?–El diseñador, a diferencia del artista en sus pinturas, realiza su proceso creativo desde afuera hacia adentro. Recibe las indicaciones del cliente, las interpreta e inicia así su proceso creativo (...) sin embargo, creo que el cartel es la forma del diseño más parecida a la pintura, porque se mira desde lo frontal y su técnica es parecida.

–También sucede que el cartel es un elemento efímero, que nace para dar sentido a una idea o promover algo en un momento y lugar determinado y que, además, es observado con mucha rapidez por quienes se lo cruzan en la calle. Una obra de arte invita a detallarla, pero un cartel debe ser un golpe en el ojo de la audiencia, que le deje el hematoma en la mente.

El género camaleónico

Pol fue galardonado con el Premio Nacional de Artes Plás-ticas (2002-2003) y representó a Venezuela con sus obras en la Bienal de Venecia de 2005. Además, en compañía de maestros como Gerd Leufert, Nedo y Álvaro Sotillo participó en 1978 en el diseño de La nueva estampilla de Venezuela, hizo el plano del Metro de Caracas, en 1982; el logotipo del Consejo Nacional Electoral y hasta un cartel para los Juegos Olímpicos de Beijing 2008. Sin embargo, niega que la fama sea un valor que le acompañe. Por el contrario, declara: “Si algo he aprendido es que el diseño de carteles es una pro-fesión ingrata. Por mucho tiempo trabajé creyendo que lo

hacía mal, porque duraba hasta un año haciendo un diseño y no recibía feedback, luego vi que el mejor diseño es el más natural, el que apenas requiere firma, el que responde mejor a la necesidad comunicativa del cliente que al ego del diseñador”.

En una época en la que el photoshop y los programas avan-zados eran apenas un sueño de muchos, modelaba escul-turas para incluirlas en sus obras e incluso amaestró a una paloma durante seis meses para una fotografía que utilizó para el cartel 1986 Año Internacional de la Paz. Aún hoy, confiesa realizar cientos de bocetos en portaminas antes de llegar a la idea final que selecciona para sus carteles. Aún así, no mira a la tecnología como un elemento amenazante sino como algo que puede jugar a su favor.

–”El cartel ha sido como un camaleón que ha mutado para adaptarse a todos los cambios tecnológicos. Poder enviarlo a otros países a través del correo electrónico les abre po-sibilidades a muchos que no cuentan con recursos o que, como yo, viven en el interior (reside en Yaracuy). Sobre todo ahora, cuando hay más formación en el país, y el mundo del diseño ya no es algo exclusivo de Caracas, como fue en sus inicios”.

–¿Pierde el cartel su condición al cambiar el muro como soporte y transformarse en una imagen dentro del computador?–Es cierto que Internet ha traído cambios, pero para mí sigue siendo importante la relación final calle-cartel y creo que su función fundamental se cumple ahí, en los 3 segundos que alguien se detiene a verlo.

–¿Cree que los banners y la publicidad web puedan sustituir a los carteles?–No lo creo. Con los banners ocurre que son elaborados en su mayoría por operadores que tienen educación tecnológi-ca pero no concepto sobre la sensibilidad del ojo. Un cartel tiene que ser audaz, mostrar en imágenes algo nunca dicho. Es mucho más que una ilustración, porque un buen diseño requiere nacer del pensamiento y generar pensamiento. En un cartel se debe ver la conciencia de la responsabilidad que implica comunicar

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El conjunto ofrece 15 relatos cortos y me apresuro a decir que son cortos y redondos, como exige el género de na-rrativa breve. Se proponen, se desenvuelven y llegan con puntualidad a un desenlace inesperado. Están escritos con la mano certera, pulida, y en ellos no parece sobrar ni fal-tar. Son redondos porque obedecen a una ley fundamental en la escritura de cuentos, la narración no puede divagar, dar demasiadas vueltas, circunloquios, como en las novelas, donde el autor se permite paseos extraterritoriales y anéc-dotas secundarias. Son, hasta cierto punto, lacónicos, y eso me parece que se relaciona con la experiencia dramática, con la concisión del lenguaje teatral. No quiero decir que se traslade un género a otro sino que la escritura viene acos-tumbrada a ceñirse, a acotarse, a que las voces hablen con precisión, como ocurre en las obras teatrales.

Son, además, relatos claros. La forma narrativa es explíci-ta, va al grano, pero no quisiera que esto se lea como una afirmación de que son relatos realistas, porque lo son y no lo son. En unos cuantos de ellos se confunden los planos, el inmediato de la realidad que está ocurriendo y el de la fanta-

sía, el espacio abierto que le queda al lector para interponer su propia interpretación. Daré algunos ejemplos:

El primero, que da título al volumen, La mirada del suicida al caer, se mueve por lo menos en tres planos. Un primer pla-no en el que el protagonista nos relata su vida anodina, no demasiado exitosa pero tampoco demasiado fracasada. Es la vida de un hombre ordinario, que vive en un apartamento de clase media en el este de Caracas, que se gana la vida y la de su familia aunque no ha podido realizar sus aspira-ciones de escritor, y que debe lidiar con la enfermedad de uno de sus hijos. Y en medio de su rutina sucede un hecho inesperado, es testigo del suicidio de un vecino que cae por delante de su balcón. Hasta aquí un relato realista, ocurre algo perfectamente posible, y no demasiado raro: alguien toma la decisión de acabar con su vida. No voy a relatar el desenlace, por supuesto, porque echaría a perder el dis-frute de la lectura, así que me referiré a los otros planos que mencioné. El protagonista nos dice que guardó varios de sus cuentos en un pendrive. De modo que el detective que es todo lector puede legítimamente preguntarse si en realidad nos cuenta una circunstancia que presenció o que imaginó, y que lo que estamos leyendo no es otra cosa que uno de sus cuentos inéditos. Es decir, que nadie se cayó del balcón sino que alguien, detrás del balcón, imaginó que eso podía suceder y quiso escribirlo. Pero nos queda a nosotros el espacio de suponerlo. Y un tercer plano, más inquietante, preguntarnos por la identidad del suicida. Aquí lo dejo. Pero añado lo siguiente, y es el juego de espejos al que el autor nos invita. Una triple dimensión de la imagen que nos de-vuelve el único objeto de ese apartamento de clase media del este de Caracas que es descrito: un espejo rectangular adornado con motivos chinos que su esposa, aficionada al Feng Shui, colocó al lado de la puerta principal.

Sobre La mirada de José Tomás Angola

Presentación de “La mirada del suicida al caer y otros relatos” (Libros El Nacional, 2016). Caracas: Festival de la Lectura Chacao, 27 abril, 2016

ana TErEsa TorrEs PAPEL LITERARIO

José Tomás Angola / Manuel Sardá. Archivo EN

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El segundo nos remite de nuevo al tema del doble que ya había sido anunciado con el espejo. Se titula Niebla y es un diálogo entre dos voces cuya identidad rápidamente des-cubrimos: son Dostoyevsky y uno de sus personajes más conocidos, Raskolnikov, el asesino de Crimen y castigo. En este encuentro imaginario, puramente literario, aun cuando el lector no conozca la novela del ruso, entramos en una dramática que exige un pacto con los lectores que les per-mita moverse en las líneas de la pura ficción. Hablan un autor y su personaje, y si bien en la realidad de la escritura el personaje requiere del autor que lo ha creado, en el cuento se reinvierte la perspectiva: es el autor quien necesita de su criatura de ficción. No diré para qué.

En Los superiores Angola regresa a este dúo mortal, ahora entre figuras también literarias pero en este caso anónimas. Es la lucha entre dos personajes que se consideran supe-riores el uno del otro, el autor y el crítico, que a veces, no siempre, son enemigos; aquí la infinita vanidad y la envidia son, en realidad, las protagonistas. La acción va tomando cuerpo en el relato y el final es sorpresivo, como esperamos de los cuentos. ¿Quién es quién?

De alguna manera este texto nos abre la puerta a la violen-cia, que sale de la intimidad y pasa, si se quiere, a lo que llamamos violencia social. La ternura y la violencia injustifi-cada, o incomprensible, como se presentan en Ida y vuelta, o la que cotidianamente nos rodea como en Tranquilo, bicho, tranquilo. La violencia que engendra la violencia, la violencia que crece en el interior y puede convertir a cualquiera en un depredador, el asesino que disfruta de su propia violencia.

Estos temas que estoy ahora mencionando supongo se hacen conocidos para todos. Resuena en ellos la vida co-tidiana. Pero he aquí algo que quiero resaltar con mucha claridad y que sugerí al principio. Son cuentos que pudie-ran ser calificados de realistas, si es que esa denominación importa, pero son cuentos. Son ficción. Pretenden ser na-rrativa de ficción y lo son. ¿Por qué hago hincapié en algo que pareciera obvio? Porque no lo es del todo. José Tomás Angola nos dice desde la primera página que ha tomado el riesgo de querer escribir en clave literaria, que aunque la realidad cotidiana que vivimos todos está en el horizonte, y sus signos no se escapan al lector, no quiere hacer de ella una crónica. No está mezclando géneros, entre crónica y cuento, no está denunciando hechos por todos conocidos, como en un reportaje. Está escribiendo en su época y en su contexto, por lo que inevitablemente se mezclan los sig-

nos de ese contexto en la ficción, como ocurre en cualquier época. Pero está apostando duro porque sabe muy bien que en este momento, aquí en Venezuela, la literatura atraviesa un momento difícil. No me refiero a los obstáculos editoria-les, económicos, y de más. Me refiero a que la narrativa se ha permeado de tal manera de los referentes sociales que fácilmente lo literario se ve absorbido por lo circunstancial. Y de alguna manera, no sé muy bien cómo porque es, ya lo dije, difícil, pero pienso que la literatura se mueve en un in-cierto plano que queda más acá o más allá de los referentes cotidianos.

Yo no sé cómo le irá a este libro, espero que muy bien, pero sí sé que su autor brinda por la literatura. Así que deseémos-le suerte.

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¿Qué lo hizo cambiar?Una de las cosas fue darme cuenta de que, cuando agarras oficio, ya no es tan difícil llenar páginas. Sí lo es, pero no tanto como cuando es tu primera novela, cuando das el brinco del cuento al relato y del relato a la novela.

«Conforme avanzas ya no es tan difícil. Puedo escribir 500 páginas; el problema no es escribir esas 500 páginas: el pro-blema es escribir cien o 200 páginas buenas, buenísimas, o lo mejor que puedas de buenas, donde nada sobre, donde todo esté meticulosamente construido para enganchar a los lecto-res. Estoy muy orgulloso del arranque de Demencia, de esas 30 o 40 páginas donde empieza esta novela delirante.»

En Demencia «todo es rapidísimo», añade el profesor de lite-ratura latinoamericana en el Colegio Citadell, en Carolina del Sur, y uno de los integrantes del movimiento literario del crack. «Es un relato que tiene toda la intención de que se lea en dos o tres sentadas, que todo sea trepidante».

¿Recomendaría entonces comenzar por esta novela?Sí. Porque si vas a entrarle con otra de las mías... Sí recomen-daría que se acercaran primero a Demencia y si les gustan las novelas breves siguieran con La familia interrumpida, que es una novela triste; si gustan de las novelas totalizadoras, totalizantes, como a mí, está La mujer del novelista, que es completamente diferente, o Un siglo tras de mí.

Estado de vigilia

Demencia tiene mucho de inclasificable, aun cuando en la contraportada se define como «novela negra y surrealista» othriller.Para mí el desafío era crear esta sensación de rareza, extra-ñeza, en la que el lector tuviera claro que esto que va a vivir o a leer no es un sueño. Es un poco como Murakami en Crónica del pájaroque da cuerda al mundo, donde pasan cosas raras todo el tiempo.

Entrevista a Eloy Urroz

2016. (RanchoNEWS).- En su primera novela, Las leyes que el amor elige, «no me importaba el lector. Escribía, como decimos, lo que me salía de los tanates, pero en ésta, Demencia, que es la novena, dije que no avanzaría ni una línea sin estar absolutamente convencido de que tengo amarrado al lector», expresa el escritor mexicano Eloy Urroz (Nueva York, 1967) acerca de ese libro, publicado

por Alfaguara. Ericka Montaño Garfias lo entrevista para La Jornada.B. gaLLEgo-Coín

«No estoy seguro hasta qué punto se les están adormeciendo las neu-ronas a los adolescentes, no sólo de México; el problema es mundial», afirma Eloy Urroz. (Foto: Luis Humberto González)

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«No sé si llamarle surrealista; en parte podría serlo, porque ese vocablo significa algo por encima de la realidad. Demencia no es fantasía, no es onírico, tampoco pasan cosas sobrenatura-les, no hay ovnis, personas con dos cabezas; no es realismo mágico, nada que ver, pero sí quería transmitir un estado de vigilia, de duermevela.

«Quiero pensar que es una obra literaria, como lo son las otras, nada más que con un elemento nuevo que nunca había explorado: los crímenes del parque y de la anciana.»

Que no sabemos si ocurren.Exacto. Ni siquiera sabemos si ocurrieron; desde el principio queda la duda de si la anciana del departamento cuatro está muerta.

A partir de esa duda surgen otras que el lector podrá resolver o no.No vayas a decir el final, yo mismo no sé si ése es el final.Demencia es una novela de la incertidumbre, de la ambigüe-dad.

En otra parte Néstor, el personaje del escritor, menciona que ya el lector está acostumbrado a la novela fácil, la que no exige.Sí. Por eso creo que el reto para los novelistas, o los novelistas de mi clase, es lograr seguir siendo literario, continuar siendo un autor que no hace concesiones, pero que al mismo tiempo pueda llegar a un público que no siempre está dispuesto a lecturas muy complicadas. En otras palabras: hacer sencillo lo difícil.

«Te pongo un ejemplo: algo que fue muy difícil en esta novela es la parte coral (la llamo mi novela coral) ¿Cuántos puntos de vista leíste? ¿Ocho? ¿Diez? No sé cuántos son: Fabián, Néstor, Viviana, Marisa, Cristina, hasta el doctor habla, hasta el papá abogado pederasta habla, todo mundo opina. Sin embargo, ¿te perdiste?»

No.Y no hubo que dar explicación: «Lector ahora va a hablar Marisa». El personaje habla y el lector sabe que es ella. Eso que para el lector es sencillo me costó mucho trabajo, porque debo ponerme en los pantalones de éste para saber cómo está leyendo y escribir hasta que suene de tal manera que lo difícil no le resulte difícil.

Sin concesiones literarias

¿Cómo logra un escritor mantenerse en ese ni-vel de pedir al lector que lea?Cada vez es más difícil. Sería mentira si dijera que no. Nues-tros rivales son todos los medios electrónicos, los digitales. Los adolescentes deberían estar leyendo historias, haciendo algo productivo donde la imaginación realmente se estimule.

«Creo que la lectura, cualquiera, hasta la peor, es importante; estimula la imaginación, la inteligencia de un adolescente. No estoy seguro hasta qué punto se les están adormeciendo las neuronas, no solamente de México; el problema es mundial.»

Pero otro rival fuerte son los libros de fórmula.Esos son otro rival, pero justamente es lo único que no estoy dispuesto a hacer, lo que no he querido hacer y ni siquiera lo hice en Demencia, que es mi novela más «sencilla», que no menos literaria.

«Es mi novela más approachable (accesible) al lector prome-dio y la hice pensando en que éste, sin hacer concesiones literarias, pudiera entrar a una buena historia pero también literariamente bien escrita, formalmente bien construida, sin sacrificar eso que cualquier lector tiene derecho a exigir: sus-penso, misterio, adrenalina, acción.»

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La semana pasada se anunció que, por segundo año conse-cutivo, no se celebrará en el país la Feria Iberoamericana de Arte. Pero Nicomedes Febres, galerista y miembro del comi-té organizador, es enfático al afirmar que solo se posterga, no se cancela.

El año pasado, una de las razones para la suspensión del encuentro que reúne a galeristas y artistas de todo el mundo fue el cierre de la frontera con Colombia, por donde en-tran la mayoría de las obras. Este año se sumaron muchos factores más: la inflación, la inseguridad, la crisis política y la escasez, no solo de comida sino de los materiales ne-

cesarios para una adecuada instalación del pabellón. Están listos para montar la feria en una semana, afirma Febres, si cuentan con las condiciones mínimas.

Aunque sin FIA en un futuro inmediato, las actividades que han acompañado tradicionalmente a esta cita continúan sin descanso. El Salón de Jóvenes con FIA cumple 19 años como una consolidada vitrina para los nuevos discursos es-téticos y lo celebra en Maracaibo, como un reconocimiento al trabajo que se hace en el Museo de Arte Contemporáneo del Zulia.

“Hace falta un gobierno que entiendael valor de la cultura”

Una vez más se suspendió la Feria Iberoamericana de Arte, que reúne a cientos de galeristas de todo el mundo. El Salón de Jóvenes con FIA

se realizará por primera vez en el interior del país

KarLa FranCEsCHI C.

Nicomedes Febres, galerista y miembro organizador de la FIA | Foto: archivo

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—Son dos años continuos sin la feria, ¿se han planteado en algún momento su cancelación definitiva?—Nunca ha pasado por nuestra cabeza cancelar el pro-yecto FIA, nuestros equipos están preparados. Este evento nunca ha recibido apoyo del Estado. Nosotros tenemos res-ponsabilidad con quienes vienen de afuera, son personas que toman grandes riesgos económicos. Debemos poner-nos en su lugar y preguntarnos si nosotros les garantizamos la posibilidad de que la exposición sea exitosa. Si hay una rendija para hacerla, pues la haremos.

—Este año el Salón de Jóvenes con FIA cumple 19 años y por primera vez se realizará en el interior del país. ¿Cuáles fueron las razones para llevarlo a Maracaibo?—Primero, porque el Museo de Arte Contemporáneo del Zulia está haciendo una excelente labor y es como un re-conocimiento a su trabajo. Además, en la capital ya no hay espacios que nos permitan montar un salón de esas dimen-siones. Pero ni la FIA ni el Salón de Jóvenes fueron concebi-dos como eventos caraqueños sino venezolanos.

—Pasamos de tener la feria de arte más antigua del con-tinente y una de las más importantes de la región a que-darnos rezagados con dos ediciones suspendidas. ¿Cómo afecta eso las operaciones comerciales?—Más allá de que la FIA pudiera ser un evento de galerías, por encima de cualquier cosa es una actividad cultural fi-nanciada por personas que esperan un retorno. Alrededor de la feria se mueven muchísimas cosas, tanto artísticas como económicas. Por ejemplo, vienen muchos investi-gadores y muchos curadores. Sin embargo, la decisión de suspender esta feria se toma milimétricamente. Nosotros pudiéramos hacer un gran espectáculo con nuevos medios de promoción de la cultura, pero con esta tragedia que es-tamos viviendo…

—¿Cuáles son las consecuencias de una suspensión como esta?—Por donde se vea son todas inconvenientes. Muchos de los artistas venezolanos que tienen presencia en las colec-ciones privadas internacionales fueron conocidos gracias a la FIA. Una de las cosas que me sorprende es que todos nuestros curadores están contratados afuera, ¿dónde están todas esas personas tan preparadas? Todos se han ido por-que las propuestas afuera son más jugosas. La mayoría de ellos dieron a conocer su trabajo gracias a la feria. La crisis en el sector de la plástica se hará más profunda.

—¿Se puede hablar de una crisis en la plástica?—Hay muchas dificultades en la producción; sin embargo, hoy en día tenemos una de las mejores generaciones de artistas jóvenes y estamos dedicados a su promoción. La FIA es parte de eso. Insisto, solo necesitamos condiciones mí-nimas y en una semana habrá feria. Nadie sabe lo que han sido estos 26 años. Arrastramos problemas desde antes, pero se han profundizado ahora. Nunca ha habido en el país la sensatez del diálogo entre el sector público y el privado.

—¿Cuáles son las condiciones mínimas para hacer una nueva edición de la FIA?—Hace falta un gobierno que entienda el valor de la cultura y que nos ayude a imaginarnos un país mejor, pues la cultura no solo es la plástica ni la literatura. Es un concepto mucho más amplio que abarca la moda, la gastronomía, el turismo. En estos años hemos podido tener el boom cultural más grande; sin embargo, en este país no hay un museo de la historia, no hay un museo de la moda, no se aborda la gas-tronomía. Para mí no es representativa, por ejemplo, la Ruta de la Empanada, aunque no haya nada más sabroso que una de ellas. Otro ejemplo es que necesitamos un museo de la moda, les guste o no, porque el mundo está diciendo que esa industria también es cultura. Uno se pasea por tantos escenarios… Es necesario repensar por completo el país.

Formación y debate

Nicomedes Febres es enfático al afirmar que es necesa-rio evaluar las condiciones de preparación de las nuevas generaciones de artistas. “Eso va desde los disparates en el pénsum de Unearte hasta la misma contracción econó-mica: no hay materiales, los artistas no consiguen dónde exponer porque se han reducido los espacios, los niveles de formación han disminuido. Aquí ya no hay libros de arte, in-cluso las galerías publican menos. La discusión en un futuro cercano, si no ya, debe ser sobre la educación que están recibiendo los artistas”.El galerista considera que deben establecerse nuevos sis-temas de reconocimiento porque la política ha permeado hasta los premios nacionales. “No puede ser que sean otor-gados a artistas de segunda categoría solo porque son cha-vistas, mientras que aquí hay personas que merecen ser reconocidos por su trabajo”.

Ir y venir de ChileEN CHILE YO TAMBIEN..!

J.e.riera-MeLendez

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Cuando estudiante leímos el libro del Padre Ernesto Cardenal “ En Cuba” en el cual el autor se explaya en loas y alabanzas al régimen dictatorial de la isla y me propuse visitar dicho “paraíso”, nada mas ajeno a la realidad; la impresión que me dio la isla fue, la de la novela 1984, de George Orwell pareciera que los regentes de la misma se inspiraron en di-cha obra literaria para hacer un país a sus antojos, persona-lista, propio y de su entorno, como ejemplo cito un solo caso que es copiado de la mencionada novela, “los pioneritos”: el mismo uniforme ,la misma pañueleta , las mismas arengas y la misma actitud vigilantemente acusadora y delatora de los niños. Posterior a mi experiencia de esa visita publiqué en el extinto Diario de Carora mis impresiones destacando los aspectos positivos que vi y lo que no me gustó, titulé ese artículo “En Cuba yo también”.

A raíz de la mudanza de mis hijos para Chile, que en un mo-mento dado fue el polo opuesto al “edén Cubano”, fuimos a conocer y ver por segunda vez, lo que ellos hacían y además quise constatar la vida del ciudadano de a pie, visitando la ciudad capital, Santiago, dicho sea de paso una MEGACIU-DAD; también visitamos Valparaíso, Viña del Mar y una pe-queña ciudad agrícola llamada San Vicente, y esto es lo que conseguí, experimenté y vi, haciendo la salvedad que este escrito no pretende ser una investigación sociológica, no usé ningún método de medición social, como encuestas, sólo es la narración de lo vivido en 30 días de convivencia y con-versado con todo tipo de personas: choferes, empleados de abastos, empleados del metro, representantes de gremios, Carabineros(policías) y personas de otras latitudes pero re-sidentes en ese país, en fin…. con los descendientes de O´Higgins, don Pablo Neruda y ahijados de Gabriela Mistral, lo cual me permitió hacerme un criterio bien fundamentado sobre la situación del Chile actual….

Llegamos al aeropuerto de madrugada, después de muchas horas de vuelo y una escala en la ciudad de Lima, Perú, la cual aspiro visitar oportunamente. No hay vuelos directos a Chile, pero sería como de diez horas de vuelo, lo mismo

que se gasta en cruzar el Atlántico en rumbo al viejo con-tinente.

• Despuésdeundescansodeesemaratón,mepidemi Sra, que vaya a hasta un abasto a comprarnos comida y algunos elementos para hacer la torta de mi criatura menor por su cumple ese día, 29-12. La niña arribo a la hermosa edad de 27, le comento, “mi vida te estás poniendo mayor-cita” y me responde y tu como estarás..! Entonces me fui a hacer el mandado, me indican que en cualquier esquina están unos abastos llamados Santa Isabel, efectivamente llego a uno cerca del apartamento de los hijos, unas tres cuadras (pero llaneras) al frente del parque de Alameda y en la Ave. Bernardo O´ghins, al ingresar al mismo se siente como un choque de todo tipo, psicológico, de camiones o… realmente no sé como describirlo, pero es impactante. Se pregunta uno que nos pasó? Un inmenso local de muchos metros cuadrados, con anaqueles hasta el techo y hermosa-mente presentado, local pulcro, y distribuidos por productos y dentro de las compras que debía hacer, huevos, 6 tipos, blancos grandes y pequeños, lo mismo con los rosados, con control del colesterol o sin. Yogurt, nojooo el mismo proble-ma, deslactosado, simples, con frutas sin etc. Se nos volvie-ron difíciles las compras ordinarias en un país que impera el CAPITALISMO SALVAJE””””. En otra oportunidad, hice las compras en otro hipermercado llamado Líder, igual al ante-rior pero más grande y siguiendo con este punto y para salir del mismo, aboquémonos a lo comercial. Me indican los hi-jos que en la cuadra del edificio teníamos un mini abasto, panadería y una bodega, esta última tan pequeña que tres, como quien escribe, no cabíamos, pero con la mismas ca-racterísticas hasta el techo, surtidos con los productos bási-cos necesarios y otros que no tanto. Aproveche de tantear la suerte y me dijeron: está en lista de espera. Un comentario simpático, fui un domingo a la panadería y le noto un tono de voz conocido al dependiente y le pregunto de dónde es, su repuesta, de Barquisimeto, bueno pues..! y venirnos a encontrar tan relejos. Junto con estas compras no podían faltar las compras de trajes y obsequios para la familia, nie-

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tos e hijos. Tiendas por departamentos que fueron del gusto absoluto de la doña y enviados por amigos Chilenos, porque son tiendas con precios solidarios, no recuerdo los nombres por ser acto de poco agrado para uno... Medicinas para la familia y amigos en una cadena de farmacias Cruz Verde, hay otras pequeñas pero tienes que visitar varias. Pero si es de interés, el nombre de las tiendas, le podemos pregun-tar a la Doña.. Unos centros comerciales en distintas partes de la ciudad que de verdad son asombrosos por lo grande y por la cantidad de personas. Visitamos tres en distintas partes y con la misma peculiaridad, tiendas abarrotadas y personas adquiriendo los bienes y servicios ofrecidos en dichos centros. Permítanme este comentario, En uno que llama el Costanera y es donde está el edificio más alto de americalatina, obra asombrosa de la ingeniería Chilena, un país tan sísmico, se sienten como mínimo tres “sacudones” por día. Con noventa y tantos pisos. De verdad como para felicitar al gremio de Ingenieros, Arquitectos y constructo-res. Puedo concluir en este punto que la economía Chilena está sana, dinámica, mucho movimiento, con inflación de un dígito, pleno empleo y si no fuera así como lo digo, pues que lo confirmen todos los muchachos venezolanos que viven y moran por esas latitudes, incluso hijos de personas conoci-das y ligadas al régimen local. Le hice saber a los padres al regresar la observación de rigor. Todos ellos profesionales y dejando en alto el gentilicio, supe de uno que otro maula, caso que confirma la regla. Bancos y casas de cambios en cualquier parte de la ciudad, es mas en muchos negocios se dan el tupé de no aceptar divisas, sólo pesos Chilenos...

Ojo recomendación aparte. Hay muchas palabras y •frases nuestras que no deben ser pronunciadas al me-nos en viva voz. Si llega a ir de visita averigüe, pre-gunte para no pasar momentos incómodos, No se le ocurra decir parar el PICO, etc. Y tienen expresiones propias inentendibles para nosotros como TINKA, AL TIRO NOMAS.. No toque corneta, nunca. Se toca claxon, en fin hay que vivirlo y así es como se aprende.

Por la calle se ve cualquier tipo de gente, altos, bajos, •gordos y flacos. Me disculpan las damas pero me pare-ció que son más, ellas mayor número, Blancos europeos, no podía faltar el mestizaje de nativos patagónicos con el europeo, turistas, sobre todo europeos, mucho sajón, germánicos y pude conversar con unos muchachos de la Madre patria, madrileños, a quienes les pregunté si estaban de paseo a lo que me respondieron que viven en Santiago. Me comentó que hay mucho Español de

esas profesiones trabajando por allá. Mi conclusión es que fueron a aprender de Ingeniería Antisísmica..! Pe-ruanos, en cualquier parte estaban grupos étnicos, típi-cos del altiplano tocando y danzado todo tipo de bailes autóctonos. Cubanos, colombianos y por supuesto los del ARAUCA VIBRADOR. Quienes, repito están trabajan-do y ocupando cargos de importancia en las empresas donde se desempeñan. Lo digo como testigo de excep-ción… Salvo los de profesiones especificas, Odontólo-gos médicos y similares deben convalidar sus estudios. Como ejemplo les comento de los abogados, deben ser tutelados por un magistrado antes de revalidar

Vi pocos afrodesendientes y pensé que la población ne-•gra de la ciudad era Brasileira y no, me conseguí que son oriundos de Haití….. Muchachos y otros no tan mu-chachos con todo tipo de artilugios guindando, les lla-man pirsin. Algunos parecen una pizarra por los tatua-jes. Le gente va a los parques a todo tipo de diversión improvisadas. En el parque Bulnes, vimos patinadores, hasta mi hija nos presentó uno que se identificó como ¨Pepe Patín¨. Continuando con la caminata, nos encon-tramos con grupos bailando Foxtrox, twist. Pero no vi un buen baile de la Cueca Chilena. Lo usual y sucede lo mismo aquí y creo que lo típico está quedando para el turista. Eje en La Argentina el Tango lo bailan para los visitantes. Hay iniciativas para conservarlo por perso-nas e instituciones… En cualquier esquina de la ciudad se encuentran un cantante improvisado, músicos con o sin acompañantes. Circos ambulantes. Guitarristas, me acerque a uno en la zona de los dominicos, con quien conversé, resultó ser un maestro de la guitarra clásica de quien adquirí un CD y lo puse en contacto con la fun-dación Alirio Díaz, prometió venir al concurso interna-cional de guitarra de nuestra ciudad. Me brindo el CON-CIERTO DE ARANJUEZ, además me conto la historia de cuando Joaquín Rodrigo compuso dicha obra. Le pre-senté a todos los míos. Extraordinario músico y un salu-do en la distancia al maestro Patricio Sanhueza Barría.

Santiago es una ciudad bulliciosa, mundana, una me-•trópolis a la altura de cualquier otra ciudad del mundo, con vehículos, casi todos de último modelo, sistemas de transporte masivos, combinado seis líneas de metro con transporte de superficie y con dificultad de abordar a las horas picos (no se puede decir) las horas topes con tal cantidad de pasajeros que es donde hacen su agosto los carteristas y fui víctima de ellos, me sustra-

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jeron mi cartera con todos los credenciales, además de tarjetas, fueron bloqueadas ipsofacto. Los denominan Lanzas.. Para que se hagan una idea de la magnitud de la ciudad, el apartamento de los hijos está relati-vamente cerca del palacio presidencial de LA MONE-DA y mi hijo tarda hora y media en llegar a su trabajo, debe combinar dos líneas de metro y con un autobús…

La impresión que tengo del chileno en general y un poco •apurada, sin mucho fundamento pero somera sobre es-tos hermanos latinoamericanos, es que son personas aisladas, me informaron que tienen una taza alta de sui-cidios y aumenta en invierno. Muy poco saludadores, un saludo cordialísimo no va mas allá de un HOLA! Van en el metro casi todos con los audífonos de sus celulares y seguro para evitar se los roben y no saludar a nadie. Para poder tener una impresión más objetiva tendría que conocer a alguien del interior y fue casi nadie. Las otras partes que visité fue eso, de visita, y no conversé con la seriedad requerida para lograr formarme algún criterio. Dicho sea de paso en los viajes hasta Viña del Mar, Val-paraíso, ciudad sede del poder legislativo de la nación Chilena, no debe haber otro país que tenga el poder mencionado y el ejecutivo separados por kilómetros de distancia. Las ciudades mencionadas y a San Vicente fuimos en autobús, una línea llamada TURBUS a la que no dudo en recomendar, autopistas de tres canales, y privadas, con lo requerido para mantener un orden legal en la vías con velocidad controlada tanto para carros particulares como comerciales. A lo largo de esa carre-tera vi, uvas, frutales, uvas, maizales, uvas, aserrade-ros, uvas, ganadería y más uvas. No en balde Chile una potencia mundial en la vinivitucultura, además de otras informaciones que ni siquiera sospechaba, Están entre los primeros países que producen Salmon, la particu-laridad es que se produce en cautiverio y tuvieron una enfermedad en los criaderos del pescado que casi les acaba con la producción de un año.. Con los mejores es-pecialistas de la piscicultura lograron erradicar este mal.

No quiero, ni pretendo crear expectativas no ajustada a •la realidad, pero la misma aquí como en todos lados está conformada por muchas aristas, lados, verdades y ahí algunas innegable, existe pobreza, indigencia, vi como personas lavaban sus cuatro trapos en las fuentes, por-dioseros, limosneros de toda índole, ahora donde no la hay. Pero la “ilustre alcaldía de la ciudad de Santiago” tiene programas para estas personas, hogares o alber-

ges, pero es voluntario unos se acogen y hay quienes superan la indigencia y otros no. Existe el material im-preso para quien decida constatar lo que aquí decimos. Creo que les falta por hacer pero de que la brecha de ese país con otros como el nuestro….. me perdonan no hay parangón... No pierden el tiempo en habladurías como la de estos gobernantes locales, simplemente actúan

Para finalizar, quiero decir que por haber sido recogida •esta investigación de la manera más tradicional, o sea oralmente no deja de tener de validez. La misma refleja algunos aspectos resaltantes del Chile de hoy y Por eso puedo decir.. EN CHILE YO TAMBIEN…

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Los nuevos colores de Carlos Cruz-Diez

“Por aquí estamos, trabajandito. Me tienen de lo más con-sentido”. Carlos Cruz-Diez podrá estar a punto de cumplir 93 años, pero su picardía y su jovialidad siguen intactas. Ese humor elegante que lo caracteriza sigue dando cuenta de una mente afi lada y bien aceitada a diario con ideas, proyectos y una miríada de colores que solo sus ojos exper-tos saben descifrar, fundir y desarmar. Sigue abierto a los cambios, a las sorpresas y al afecto de los suyos, caluro-so y envolvente como la humedad de Panamá. Desde allá, donde ha residido desde hace año y medio, se reporta feliz, rodeado de sus nietos y con mucho trabajo. Aunque aún le cautivan los grises invernales de París, aprecia también este baño intensivo de trópico. “Aquí entre noviembre y diciembre hay una luz maravillosa que es como la de Caracas. Hace 56 años que me fui, pero nunca la he olvidado”.

Sin querer, se ha convertido en una atracción turística para los venezolanos que visitan la capital panameña. Allá va al cine con Edgar Ramírez. Un día posa con Guaco y otro con la Vinotinto. Lo reconoce con gracia; a cada rato termina retratado con todo el que se aparece a visitarlo. Los pana-meños también reconocen sus méritos y el Museo de Arte Contemporáneo de la capital preparó este mes una subasta para rendirle homenaje.

“La verdad es que aquí todo el mundo me ha tratado muy bien; me ha conmovido mucho el cariño de la gente. Los panameños son muy amables y agradecidos y están muy satisfechos con las obras que estamos haciendo acá”. A principios de año concluyó una de las más vistosas, la ins-talación de una colosal cromoestructura en la fachada de un edifi cio llamado Kenex Plaza. Sus 78 metros de largo tam-bién se pueden ver internamente desde el estacionamiento, con colores que cambian según la posición del espectador y el paso de las horas.

En estos años ha incorporado sus obras al edifi cio de un bufete de abogados en Washington, uno en Miami Beach y otro en Sao Paulo. Sigue empecinado en crear fuera de la caja de los dogmas. “Aquí en Panamá me han invitado a dar varias conferencias (entre ellas, una sobre su forma de entender el arte como parte de los célebres TED Talks) y me gusta insistir en que el arte no es solo lo que cuelga de un clavito en un museo, sino algo que también se puede integrar a las calles, las plazas, los lugares de trabajo. El arte en el Caribe ha tenido por tradición una temática muy

MagaLY roDríguEz

Pasar una larga temporada en Panamá le ha permitido reencontrarse con la luz del Caribe y lograr experimentos cromáticos que en otros tiempos no pudo

materializar. Se ha cubierto de pintura y ha compartido su visión con un número creciente de artistas jóvenes. Desde allá cuenta qué lo mantiene inspirado y

cuál es el secreto de una madurez grata y productiva

Carlos Cruz-Diez. | Fotografías: Rafael Guillén / Cortesía Articruz

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naturalista, muy folklórica, y hemos tratado de promoverlo como invención, como creación de un discurso propio. Los artistas jóvenes de acá lo han entendido y se acercan a ver cómo lo hacemos en el taller”.

Hace poco se le vio en una colaboración con el artista chino Liu Bolin para su serie Hiding in color, ambos pintados de pies a cabeza ante una obra que Cruz-Diez diseñó especial-mente para la ocasión. “Fue muy divertido y emocionante. Me parece que su línea de trabajo es muy original y su idea de mimetizarse me resultó simpática. Si yo vivo en color to-dos los días, ¿cómo no me voy a integrar a mi obra? Sentí que era un planteamiento coherente y al mismo tiempo hu-morístico”. Cuenta que la tarea de camuflaje fue compleja y tomó diez horas por el detalle que requiere.

“Como estoy viejito y no querían tenerme tanto rato ahí para-do, primero pintaron mi traje y al final me pintaron a mí”. ¿Y qué tal fue sacarse luego todo aquello? “Pasé dos horas en la ducha enjabonándome. Para sacarme la pintura del pelo, mi nuera me metió la cabeza en el fregadero y me restregó con detergente en polvo hasta que se me salió”. Si conservara las enormes patillas que usaba en la década de los setenta, el grado de pegoste habría podido ser mucho más grave. “Es verdad”, concede jocoso. “Así no hubiera sido posible”.

La mudanza

Recalar en Panamá tuvo sus motivos. Cuando la dificultad en conseguir materiales para el taller que aún conserva en Caracas fue acrecentándose, su hijo Jorge le abrió otro espa-cio creativo en aquel país hace ocho años, llamado Articruz. Allí se ensambla no solo parte de su obra, sino la de otros artistas. “Para mí es muy cómodo, porque como pasa tanto comercio por aquí, es muy fácil conseguir todos los insumos que necesito y también transportar las piezas. Además, es un lugar muy amplio que me permite experimentar con obras de gran formato. Vine porque hace un año empezó la mudanza de mi taller de París, que tenía repartido en varios locales pe-queños, y lo estamos integrando en un solo lugar más grande en la misma ciudad; entonces, mientras mis hijos Carlos y Adriana organizaban todo, me mandaron para acá”. La oca-sión le ha permitido compartir más con parte de sus nietos –que tienen una galería de arte– y recorrer el país con ellos.

Eso no impide que siga monitoreando sus trabajos en curso en París. Tiene cámaras con las que puede ver cómo van

ensamblándose las obras y hacer correcciones. “Creo que ese es uno de los privilegios de vivir en esta época; estar en contacto permanente con la gente. Esos avances me han permitido muchas cosas. Tengo gente que me ayuda a construir mis ideas, pero yo soy el que sigue diseñando y creando y en este taller de Panamá tengo una tecnología de punta que por fin me está permitiendo realizar obras que se me ocurrieron en 1963, y que antes nunca pude llevar a cabo porque necesitaban extrema precisión. Si hay un de-fecto, eso es lo que la gente ve, no lo demás. Por eso las te-nía pendientes. Yo las llamo Cromointerferencias espaciales, obras en las que el color flota en el espacio”.

¿Estando tan cerca de Caracas, no le provoca venir? “Sí quiero, pero por la salud, la altura no me conviene. El mé-dico me dice que me quede tranquilito y yo no le he esta-do haciendo mucho caso (risas). De hecho estamos viendo cómo me voy a devolver a París en unos meses, si en barco o en avión”. Relata cómo la última vez que vino a Venezuela, hace unos ocho años, se enteró de que ya había dejado este plano. “Me recibió una muchacha muy amable en la taquilla de inmigración y me dijo: ‘Bienvenido a su país’. Yo todo contento le di las gracias y ella me preguntó si últimamente no había tenido problemas con mi pasaporte. Le dije que no y me respondió que el sistema decía que yo había fallecido”, cuenta con una carcajada. “¿Cómo va a ser? ¡Señorita, no me diga eso! Yo pensando que estoy llegando de París y resulta que volví del más allá”.

El encanto del presente

Hasta el 12 de junio, en La Caja del Centro Cultural Cha-cao tuvo lugar una exposición de varios de sus trabajos re-cientes. “Para esa muestra envié obras planas, que fueron con las que comencé y que han sido la base de mi inves-tigación a través de los años. Me interesa cómo sacar el color del plano con una dialéctica de espacio, luz, ángulo, saturación... Se llamó Efímeras porque una exposición es un evento muy concreto del que te llevas una vivencia, un recuerdo, y si acaso, un cataloguito. Esta vez consideramos obras grandes que se imprimen, se pegan sobre el muro y al final se destruyen”. No estaban en venta ni tenían un fin comercial: solo plasmar su discurso para que otros pudie-ran disfrutarlo. Actualmente, otras piezas están expuestas en galerías y museos de Santiago de Chile, Londres, París, Frankfurt y Miami.

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No comulga con la premisa de que la tercera edad es para engavetarse y descansar. “Voy a cumplir 93 y ni cuenta me he dado. Pienso que la vida es una sucesión de proyectos y yo sueño todo el tiempo con probar las ideas que se me ocurren. Mientras exista esa ilusión, no te das cuenta de que el tiempo pasa. Los achaques se te olvidan. No tengo la agilidad de los 60, pero sigo trabajando igual porque lo disfruto mucho”, explica. “También supongo que llegar con energía a esta edad tiene que ver con las circunstancias de cómo te ‘fabricaron’: yo nací en una época en la que toda Caracas era como una gran hacienda, en la que se respiraba aire puro y a uno lo criaban dándole alimentos saludables. Creo que todo eso influye. Llevar una vida sana, tener proyectos y sobre todo mucha alegría de vivir”.

Declaración de principios

Creo en el amor, la familia y el arte; creo en la inteligencia ylabuenafedelagente•Medesesperanelmalgustoylaestupidez•Nocreoen losdiscursospolíticosnien lasideologías•Disfrutode labuenamesa,de la lecturaydelamúsica•Deseomuchasaludparamientornoyparamí.Para Venezuela, también deseo que la lucidez se apodere de sus ciudadanos; que se aprenda a reflexionar más para no seguir cometiendo errores.

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La profanación del pisapapelesÁLvaro ríos

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El aire descansa en las hojas,El agua en los ojos,Nosotros en nada.

Jaime Sabines

El teléfono sonó luego de las siete. A través de la ventana advertí que hacía un día cálido y despejado. Cuando miré la pantalla del celular, el número del Tarro me hizo dudar sobre si contestar o no. No estaba de humor. La novela que estaba escribiendo me traía de cabeza, había estado corri-giendo hasta bien entrada la madrugada. Para facilitar el trabajo imprimí un borrador con la idea de examinarlo esa misma tarde. Mientras cada hoja se iba acumulando en la bandeja de salida pensé en lo bueno que hubiese sido tener una botella de cocuy, la revisión del texto habría sido más llevadera. De pronto caí en cuenta que la llamada del Tarro tenía que ver con el favor que debíamos hacer a un amigo: su esposa quería visitar la feria de Tintorero. La mujer estaba interesada en comprar un lote de artesanía para ofrecerlo en Nueva York.—Alo.—Epa chamo, por fin, ¿vamos a la vaina? —preguntó.—¿Qué vaina?—No te hagas… Quedamos en ir a Tintorero. ¿Recuerdas?—Ah sí. ¡Carajo! Lo había olvidado. ¿Y la mujer?—Dentro de una hora debemos recogerla en el hotel.

Salté de la cama y de inmediato, antes que nada, fui al es-tudio a echar un vistazo. La habitación aún estaba oscura. Un cierto aire de humedad emergía desde algún rincón de la biblioteca. Sentí necesidad de correr las cortinas y abrir las ventanas, quizás la brisa espantaría el olor a encerramien-to. Fijé la mirada en el escritorio y allí, dispersas como mis ideas, estaban las hojas que había impreso. Entendí enton-ces que, antes de abrir las ventanas, necesitaba un pisa-papeles. ¿Pisapapeles? La palabra se me antojó especial. Y es que cualquier cosa, hasta una piedra, puede servir de pisapapeles; sin embargo, quería disponer de un objeto para

ese fin. Se me ocurrió entonces que tal vez podría encontrar algo adecuado en la feria de Tintorero. Además, era una la oportunidad de hacerme con una botella de cocuy, la famosa bebida artesanal que nunca falta en esas exposiciones.

Eran casi las ocho cuando encendí el auto. Envié un mensaje al Tarro indicándole que en diez minutos estaría arribando a su puerta. Cuando estacioné frente a su casa, él ya es-taba parado en el jardín. Me pareció que lucía más viejo y más desgatado que de costumbre. Vestía unos zapatos descoloridos, un viejo bluyín desteñido, una camisa blanca y un sombrerito grisáceo que, desde lejos, lo hacía parecer el abuelo de Pessoa.

Minutos después, y mientras esperábamos frente a las puer-tas del hotel “La Segoviana”, la impresionante humanidad de la mujer de Federico, nuestro amigo de la infancia, hizo su entrada en lo poco que quedaba de mi humilde Fiat uno.

El viaje duró poco, unos treinta minutos quizás. Mientras íbamos en la vía, el Tarro se adueñó de la mujer. Le di poca importancia. Mis ganas de hablar eran mínimas, además, no podía sacarme de la cabeza el asunto de la novela: tenía sólo un par de días antes de enviarla al concurso planeta latinoamericano.

Cuando llegamos a los módulos de los artesanos, el Tarro ofreció guiar a la mujer. Por mi parte fui directo a la sección de bebidas, solo eso me interesaba. Me pareció increíble la cantidad de opciones que ofrecían: cocuy blanco, fre-sas, miel, jengibre, manzana, pera, duraznos, almendras… ¿Cómo decidir? Desde el fondo de la bodega vi venir a una señora que, a pesar de la edad, mantenía cierto encanto. Traía consigo unos vasitos tan pequeños como dedales. Me ofreció uno y luego paseamos por todas y cada una de las botellas que permanecían abiertas para el deguste de los clientes. Luego de probarlos todos, de pronto sentí que la lengua se me enredó cuando quise preguntarle cuál sabor me sugería. La mujer fue hasta el fondo, hurgó en una caja

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y luego regresó. Puso en mis manos una delicada vasija de porcelana y dijo:

—Tome. Llévelo. Con esto irá más que seguro.

Tomé la caneca, cancelé y luego salí al pasillo. Para enton-ces el caudal de visitantes había aumentado notablemente en apenas minutos, los pocos que había permanecido en el bo-degón. Recorrí varios pasillos sin ser atraído por ningún ruido, color u olor. De estos últimos unos muy buenos abundaban: fritangas, empanadas, cachapas y tequeños. Para huir de la tentación decidí caminar hacia el otro extremo de la feria. En ese sector estaban las secciones de telas, pinturas y figuras de madera. El edificio se proyectaba a lo largo junto a una fila de cujíes que daban sombras a la entrada de los locales. Ha-cia el otro extremo, el estilo y la forma de una puerta llamaron mi atención. Caminé despacio hasta ese lugar…

La tienda era distinta, y a diferencia de otras, la artesanía local no era lo común. El vendedor era un hombre alto de abundante cabello blanco. Tenía un bigote grueso y ceni-zo que lucía como manchado de nicotina. Había entrado en aquella tienda por pura curiosidad, sólo para ver de cerca al-gunas piezas de soldados romanos, egipcios y árabes. En la parte alta reposaban viejos libros cuyas tapas lucían formas extrañas, y a un costado y colgadas en la pared, había una colección de réplicas de espadas que, según una inscripción en madera, eran similares a las utilizadas por los húsares de la antigua Hungría.

—¿Va a comprar algo, señor? Mire, aquí tenemos un gue-rrero malayo: vea que pieza tan formidable —dijo el vende-dor.—No; ando buscando otra cosa… Un pisapapeles o algo así —dije.—¿Un pisapapeles? Tal vez en la calle consiga una buena piedra…—¡Su rostro no delata su buen humor! —Exclamé.El vendedor, con una suave risita, fijó sus ojos en mí y dijo:—Usar una de estas figuras como pisapapeles es una idea original, aunque costosa.—¿Cuánto cuesta esta, por ejemplo? —Pregunté.El viejo observó la figura, la examinó dándole una vuelta y luego exclamó:—¡No creo que usted pueda pagarla!—Habla como si fuera adivino. La verdad no sé si pueda pagarla, pero tampoco crea usted que estoy ahogándome en la indigencia —dije.

El ambiente se cargó, la situación me molestó un poco. El vendedor tal vez lo advirtió porque de pronto fue a un rincón, sirvió un par de bebidas y enseguida regresó. Me ofreció uno de los vasitos mientras pronunció unas leves palabras que casi no entendí. Supuse que se disculpaba. Luego de unos segundos las imágenes se hicieron opacas, como si de repente la luz se hubiese transformado en líneas grises.

El vendedor caminó hasta un rincón y encendió un enorme tabaco. Lo aspiró como si fuera a morir si no lo hacía. Luego se acercó a la puerta y, como si fuera el Vesubio, dejó esca-par la espesa fumarola.

—Dígame algo, ¿a qué se dedica? —preguntó.—Soy ingeniero. Aunque ahora quisiera dedicarme a otra cosa: escribir por ejemplo.—Vaya, vaya… Creo tener algo ideal para usted.—No me diga… Y, ¿qué será?El viejo se acercó a un costado y extrajo una caja de madera. Tomó algo, un objeto blanco y ceniciento, luego regresó.—Esto es lo que usted necesita. ¡Tome!—Y ¿Qué se supone que es? —Pregunté.—Es una rótula. Perteneció al cadáver de Don Rómulo Ga-llegos —dijo con propiedad.—¿Cómo es la cosa?—Así como le estoy diciendo. ¿Acaso es sordo?—Pero, que yo sepa, los restos de Don Rómulo están ente-rrados en Caracas —aseguré.—Estaban compañero, estaban… En tiempo pasado. La tumba fue profanada hace unos cuantos años. Desde enton-ces sus restos andan por ahí. ¿Sabe usted por qué profanan las tumbas de personajes históricos?—Ni idea… ¿Qué puede usted decir al respecto?—Pues le diré que es un gran negocio. Cada pieza de la osamenta puede llegar a costar millones.—Y esa, ¿cuánto cuesta? ¿Cómo puedo estar seguro de que perteneció a Don Rómulo?—Tuve algunas, esa es la última. Los profanadores fueron perseguidos, pero para entonces el daño ya estaba hecho. Los tipos estuvieron enconchados en estas montañas por un par de años. Supe que el alcalde de Caracas terminó echán-dole tierra y cemento al asunto. Supongo que ya nadie re-cuerda esos hechos. Somos especialistas en olvidarlo todo. ¿Y el precio? Deme diez mil por ella y todos contentos.

Mi mente y mi alma se dividieron en reflexiones, aquel era un relato por demás increíble. Pero ahora, al pensar sobre el asunto, recuerdo que fue un hecho detestable, incluso

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gente dentro del oficialismo repudió aquellos actos. De pron-to un olor a incienso me trajo de regreso a la conversación. Caí en cuenta que mis manos, como si fueran independien-tes, se fueron a los bolsillos y entonces observé cómo surgió ante mí un manojo de billetes. Con movimientos lentos conté el fajo. Había un poco más de doce mil. Regresé dos mil a la billetera y le ofrecí el resto al viejo. Terminé el trago y sin despedirme abandoné el local.

Por la tarde, y ya de regreso a la ciudad, llevamos a la mujer de Federico al aeropuerto. Además de su habitual equipaje, reunió tres maletas en donde acumuló todo tipo de cosas: vasijas, cuadros, móviles para niños, juegos, zapatos, cade-nas y hasta animales disecados. Cuando la observé aleján-dose pensé que con ese tumbao, no habría ningún guardia nacional capaz de decomisarle nada: sencillamente sería una aberración.

Minutos después enfilé hacia la casa del Tarro; sin embargo, luego de un rato, él sugirió quedarse en la panadería del este, tenía algunos negocios pendientes por cerrar y aún era temprano para atrapar algún cliente.

Luego de dejarlo en su zona de confort, continué sin escalas hasta la casa. Sólo pensaba en llegar al estudio y revisar una y otra vez el borrador de la novela.

Al arribar a casa abrí la puerta y caminé directo al bar, bus-qué un vaso y me serví un poco del cocuy que traía en la mano. Mientras disfrutaba de aquella bebida de Dioses, len-tamente caminé hasta el estudio. Cuando observé el manojo de hojas de papel, recordé la pieza y enseguida hurgué en los bolsillos del pantalón. Y ahí estaba: era lisa, ligera y ova-lada. La tomé en mis manos y la examiné. Finalmente la puse sobre el escritorio. Mientras pensaba en los detalles de la conversación que sostuve con el hombre de la tienda, nunca dejé de mirar la pieza. Más allá de lo simple, había en ella algo único, enigmático, como si además del supuesto origen que el viejo afirmó tenía, estuviese destinada a pro-vocar algún tipo de magia en quien la adquiriera. Luego de un rato me sustraje de aquellos pensamientos y decidí co-menzar a trabajar. Tomé el lote de páginas, me recosté en el sofá y, lápiz en mano, comencé a revisar y corregir. El tiempo avanzó implacable. Cuando me di cuenta era más de media noche. Al dar una última revisión al texto, noté que ninguna de las páginas había sido subrayada. Tal vez no hacía falta ninguna revisión, y sin embargo aquello me parecía impo-sible, siempre quedan gazapos, discontinuidades invisibles.

Pensé que el embotamiento me hacía ver todo perfecto. En esas condiciones los errores nunca salen a flote, es como pretender cazar moscas en la oscuridad. Decidí entonces que ya era hora de parar: Me sentía agotado. Tomé las hojas, las agrupé y las coloqué sobre el escritorio. Y luego, con una sonrisa que no pude evitar, coloqué sobre ellas la pieza que había comprado en Tintorero por el módico precio de un mes de sueldo.

—Bueno Don Rómulo, écheme una ayudaíta —dije antes de irme a dormir.El teléfono sonó luego de las siete. El tono me pareció de lo más chillón. A tientas lo tomé y contesté:—Alo.—Epa chamo, por fin, ¿vamos a la vaina? —Preguntó.—Epa Tarro. ¿Qué hubo? ¿A qué vaina te refieres?—No te hagas… Quedamos en ir a Tintorero. ¿Recuerdas?—¿Cómo es la cosa? —Grité.—Bájale dos pana, mi oído es sensible. Te llamaré en un rato. —Espetó y colgó.

Con apuro y algo de nerviosismo salí de la habitación y fui al estudio. Eché un vistazo al mazo de páginas que conte-nían la novela. Las hojas seguían dispuestas tal y como las había dejado hacía apenas unas horas; sin embargo, me sorprendió que sobre ellas, como sosteniéndolas, reposaba una vieja edición de “Doña Bárbara”.

Antes de ir al baño tomé el control y encendí el televisor. La noche anterior lo había apagado en el canal de noticias. Las imágenes revelaban una tumba que había sido profanada en el cementerio general del sur. Supuestamente en aquella reposaban los restos de un personaje importante de la his-toria de Venezuela. Según el periodista, en apenas instantes darían más detalle sobre esa y otras informaciones.

Álvaro RíosCabudare, Junio de 2015

Del libro inédito “Ajuste de Cuentos”[email protected]

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“La lectura en prisión fue esencial”

Eduardo Liendo, narrador venezolano nacido en 1941, lleva una sencilla rutina diaria: en las mañanas lee el periódico, ve las noticias, se informa con avidez de lo que ocurre en su país y el mundo. Luego del desayuno, se mete de lleno en el trabajo: revisar materiales de escritura, esquemas de histo-rias que están en desarrollo, atiende la planificación editorial que le demandan las nuevas ediciones de sus libros.

Liendo vive también de una pensión obtenida luego de 25 años de trabajo en la Biblioteca Nacional, diez de ellos como director de cultura. Un estipendio que, como a muchos, no le alcanza para casi nada.

En algún momento, sale a caminar la cuadra de distancia que separa el edificio en el que vive en los Palos Grandes, hasta la plaza “los chorritos”, donde se sienta a pensar, mi-

rar la vida, y conversar con amigos y conocidos. Finaliza el día con un paseo hasta algún café cercano, junto a su es-posa –“cafeteamos”, dice, con humor–. Echa de menos las cosas perdidas (el cine Centro Plaza, por ejemplo), retoma algún hilo de charla de esos que casi nunca se acaban, y ve fenecer la tar-de con los ojos de quien ha mirado una ciudad demasiadas veces, con acepta-ción, con entrega.

Tal vez las nuevas generaciones no se-pan que detrás de esa mirada hubo un hombre que sufrió presidio, que vivió

los años quizá más importantes de la juventud, tras las re-jas. Liendo estuvo preso por razones políticas durante cinco años y medio en tres sitios distintos y luego, salió a un exilio de dos años. Toda esa historia echó a andar su mecanismo en el año 1962 y culminó en 1969 con un indulto del pre-sidente Raúl Leoni. Pesó sobre sus espaldas el cargo de rebelión armada y por eso su vida pasó a habitar otros ám-bitos. Sin siquiera preguntárselo, afirma que fue un error aquello del levantamiento armado contra un gobierno electo democráticamente. En la plaza sita a la Biblioteca Los Palos Grandes, nos hemos reunido a conversar sobre la experien-cia carcelaria, la literatura, y las lecturas que acompañan el tiempo sin horas del que está en prisión.

—Quería recordar aquel miércoles de abril, en pleno Festival de la Lectura de Chacao, cuando estuviste junto a la homenajeada Elisa Lerner, Rafael Cadenas y Victoria de Stefano, en una

saMuEL gonzáLEz-sEIJas

Otro escritor venezolano se abre paso en el mercado internacional del libro. Esta vez se trata del dramaturgo Víctor Vegas quien irrumpe en España con algo más que una novela de aventuras. “La edad del rock and roll” es un relato coral

sobre las vivencias juveniles que aún danzan en nuestra memoria.

Eduardo Liendo / Foto Manuel Sardá

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invitación para hablar de la experiencia de lec-tor que cada uno de ustedes había tenido. Tu intervención de aquella cita puede decirse que llamó la atención sobre las otras, porque con notoria contundencia te referiste a los vene-zolanos que hoy están en prisión por razones políticas y de la importancia que tendría para ellos la compañía de los libros, de la lectura, en semejante y reprochable situación. ¿Podrías recordar algo de lo que dijiste entonces?—Por supuesto que sí. Dentro de la particular experiencia que tengo como lector la más determinante ha sido la lec-tura en prisión. Esto siempre me preocupó, en el sentido de poder transmitir con nitidez esa experiencia y contribuir de algún modo a esclarecer lo que ocurre con un lector de prisión. Los topos inicia con un epígrafe de André Malraux, una línea dicha por un personaje de su novela La condición humana, que dice: “Oh prisión, lugar donde se detiene el tiempo que pasa en otra parte”, esto es muy ilustrativo de lo que yo llamé, en una crónica publicada por cierto para el Papel Literario hace mucho, “Destiempo”. Hay también un verso de Trilce, de César Vallejo, que evoca esa situa-ción particular. El verso dice: “amorosa llavera de innume-rables llaves, si estuvieras aquí, si supieras hasta qué hora son cuatro estas paredes”… Entonces, empecé a indagar, aparte de mi propia experiencia de mi lectura en prisión. Está, por ejemplo,Memorias de un venezolano de la deca-dencia, de Pocaterra, en la que se mencionan muchas de las lecturas que el propio autor había hecho en La Rotun-da, y otra de las fundamentales, es la de Leoncio Martínez “Leo”, cuando escribe la Balada del preso insomne, que por cierto, ese gran venezolano que es Laureano Márquez, le dedicó hace poco un artículo que creo titulaba de igual forma que el poema. Eugenio Montejo, quien fue gran ami-go, me insistía en que el valor de la “Balada” radicaba no solo en el tema sino en el aspecto formal de su hechura, de su construcción, le parecía un gran logro poético, cosa que corroboró esa noche de abril el poeta Cadenas. Cité en aquella velada del festival a Andrés Eloy Blanco, que tiene esa Pesadilla con tambor, escrita a partir de su experiencia carcelaria en el Castillo de Puerto Cabello, durante el go-mecismo. Es un texto tremendo, por el ritmo y por el poder que tiene, que está no tanto en leerlo sino en poder oírselo a él recitarlo, es una experiencia extraordinaria… “Vienen, arrasando, vienen torturando, parrapicón, parrapicón…”, una cosa que trepida, que repica como un redoblante a ritmo de marcha.

—¿Qué tiene que ver la prisión con su historia personal?—Pues muchísimo, porque fueron años vitales los que es-tuve recluido, años que van desde los 21 hasta los 26. Una cana larga a la que se le suma los lugares en los que la viví, que fueron muy significativos. El primero de ellos fue el cuartel San Carlos, cuando todavía no tenía esa connotación política que tomó luego. Eso fue en el año 62. Posterior-mente me llevan, junto con otros, al fortín colonial El Vigía, una fortaleza que está arriba, en La Guaira, frente al puerto, construido por los españoles. En ese fortín convertido en presidio, hay un lugar que llaman “la cueva de Miranda”, porque allí estuvo preso el precursor cuando Bolívar lo en-trega a Monteverde. En esa cueva estuvimos varios compa-ñeros durante 18 meses. No tenía baño, había que avisar a la Guardia Nacional para que nos sacaran a hacer nuestras cosas. Aunque en condiciones muy precarias, debo decir que tuve una compañía extraordinaria, entre otros estaban Rómulo Valero, que ya prácticamente estaba por ser médi-co; estaba Édgar Rodríguez Larralde, “el catire Édgar”, quien después fue ministro plenipotenciario del petróleo, en Viena, o algo así; estaba Alwinson Querales, un geólogo, Onei Al-mado, y un campesino de apellido Melesio Bravo… Estuvi-mos en total unas seis personas. Curiosamente, esa cueva tenía una ventaja en relación a las celdas, estas eran más amplias pero estaban más hacinadas, tenían metidos hasta 50 tipos adentro, en cambio nosotros teníamos una clarabo-ya que nos permitía ver la luna por las noches. Estábamos allí, en la cueva, por castigo, Rómulo y yo habíamos planea-do una fuga. La estadía más prolongada finalmente fue en la Laguna de Tacarigua, en la conocida “isla del burro”.

Entonces, la experiencia lectora fue esencial. Fui un empe-dernido lector, siempre que se pudo, porque no era fácil. Hubo momentos en los que nos quitaban todos los libros. Nosotros hacíamos lo que llamaban “las caletas”, que eran los escondites dentro de los propios galpones y las celdas, escondites de libros, o algún documento o papel enviado por el partido, el partido comunista al que pertenecí, muy distin-to a este que tenemos ahora, al que pertenecí era el partido de Pompeyo Márquez, de Germán Lairet. En la Isla del Burro leí, por ejemplo, a casi todos los clásicos rusos, a Flaubert, Stendhal, las grandes novelas del siglo XIX. Teníamos una circulación importante de libros, organizada por nosotros mismos. Siempre, siempre hay vías para lograr tener acce-so a cosas cuando se está recluido, porque por lo general, el prisionero es mucho más ingenioso que sus carceleros, eso ha sido así en todos los regímenes y en toda la histo-

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ria. Quien tuvo una gran preocupación por estas cosas fue Jesús Sanoja Hernández, quien llevó en la universidad una cátedra dedicada a la literatura carcelaria, recuerdo que me invitó una vez a que habláramos de Los topos.

—¿Si fuese el caso, qué libros les llevarías a los hombres y a los jóvenes que ahora están presos en Venezuela?—Bueno, esto nos coloca de plano en el lugar de las pre-ferencias. Uno nunca sabe qué libro puede ser de mejor provecho a alguien. A mí, el libro que más me interesó en la cárcel, y que hizo más por mi condición de escritor fue El lobo estepario de Hermann Hesse. Lo leí a los 21 años. Esta novela la recibí como una cosa distinta a lo que había leído, a Guerra y Paz, por ejemplo; tenía y tiene una manera diferente de presentar la estructura de lo narrado y de la condición humana. Otro de los libros fundamentales para mí fue Juan Cristóbal, de Romain Roland, por la misma razón, me recreaba el paisaje de lo que yo no podía tener en la cárcel. Juan Cristóbal, que es un músico, va a vivir unas peripecias extraordinarias, como creador, como seductor, como enamorado. Yo me leí ese libro durante una huelga de hambre. Los carceleros lo dejaron por ahí botado. Eran como mil páginas, y yo me devoré aquello.

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L a élite tecnoburocrática gubernativa insiste en ver para otro lado y hacerse la loca ante la debacle nacional que lleva a Venezuela al farallón de la

muerte colectiva.

William Osuna, Freddy Ñáñez, Hernández Montoya, et al, insisten inútilmente en seguir mirando el dedo que señala las negras nubes que traen la tormenta social. No quieren aceptar el infierno que crece y se democratiza aquí abajo en la tierra de Bello, Pérez Bonalde, Pablo Rojas Guardia, Francisco Pérez Perdomo, Elí Galindo, Montejo, Cadenas, y tantos otros que pulieron el linaje de procera estirpe del más puro lenguaje poético.

Parecen enajenados, como escindidos de sí mismos, semejan a esos loquitos de carretera que uno se detiene para darle un aventón hasta más adelante y nos dice: “No, gracias, voy rápido”.

En verdad se empeñan en continuar seducidos por los cantos de sirena de la hecatombe social que se abate sobre los venezolanos. Si al menos fueran consecuentes con su delirante praxis seudoestética tendría que escribir y leer poemas a las morgues, a las emergencias de hospitales, a los diezmados por el cáncer por falta de quimioterapias; pues, la materia prima del poema de este tiempo histórico es la hórrida realidad signada por la ausencia…

Un tiempo vendrá en que se sacarán cuentas y se leerán los saldos de este devenir social y político. No cabe duda, el país que lee e interpreta los signos vitales del cuerpo social exhausto y casi inane de la nación está siguiendo la evolución de lo que a todas luces marcha inexorablemente hacia su fenecimiento. Algo está muriendo en Venezuela, pero al mismo tiempo algo pugna por nacer y justamente ello es lo que los “poetas gubernamentales” no quieren ver lo evidente que estalla ante los ojos y narices de todos. Siguen ahí, impertérritos, imperturbables, con sus canonjías y sus

viáticos para gigolear las arcas del erario público como si de una cantina se tratara. Se relamen los labios y salivan por la inminencia de sus rituales ceremoniales en el festival mundial de poesía compromisaria. La poesía del dazibao y del pasquín panfletario siempre en hagiógrafas poses de homenaje a los muertos que, según ellos, gozan de buena “salud”. Con el próximo festival de poetas a realizarse en Caracas a fines de junio, quedará patentizado, indubitablemente, hacia dónde caminan los poetas filotiránicos de la revolución bolivariana, cuál camino eligieron transitar los bardos del hambre y la miseria. Aquellos nubarrones de la desdicha trajeron estos lodos pestilentes de la discordia y el antagonismo irreconciliable. ¡Sigan, sigan cantando y más cantando, poetas del ditirambo apocalíptico y de los cementerios ambulantes! ¡Canten sus últimas oraciones en la hora de este juicio final que después no habrá perdón ni olvido para ustedes, papanatas de la trapa!

Para qué poetas en tiempos de indigencia

raFaEL raTTIa

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Poemas de Jaime Gil de Biedma (1929-1990)JaiMe giL de biedMa

Idilio en el caféAhora me pregunto si es que toda la vidahemos estado aquí. Pongo, ahora mismo,la mano ante los ojos –qué latidode la sangre en los párpados– y el velloinmenso se confunde, silencioso,a la mirada. Pesan las pestañas. No sé bien de qué hablo. ¿Quiénes son,rostros vagabundos nadando como en un agua pálida,éstos aquí sentados, con nosotros vivientes?La tarde nos empuja a ciertos bareso entre cansados hombres en pijama. Ven. Salgamos afuera. La noche. Queda espacioArriba, más arriba, mucho más que las lucesQue iluminan a ráfagas tus ojos agrandados.Queda también silencio entre nosotros,silencio, y este beso igual que un largo túnel. Al finalVista por primera vez, todavíamisteriosa de casi recordada.Será como en París, que me perdíahasta dar en alguna encrucijadaque de pronto después reconocía:“si las has visto mil veces”… Será nadamás que, a la vuelta de otro día, vertedesembocado en medio de la muerte.

DomingoNo más que este pequeño esfuerzo por vivir,por respirar igual cómo respiranesas otras parejas más allá, dejadasbajo los suaves pinos en pendiente, y que parecen empeñar el airetan quietas como el humo de la ciudad, al fondo,entre tanto que pasan exhalándosecarretera hacia abajo los raudos autobuses. El miedo sobrevieneEl miedo sobreviene en oleadaInmóvil. De repente, aquí,se insinúa:las construcciones conocidas, las posibles consecuencias previstas (que no excluyenlo peor),todo el lento dominio de la inteligenciay sus alternativas, todo se ofusca en un instante.Y sólo queda la raíz,algo como una antena dolorosacaída que no sabe, palpitante.

Se cumplen 50 años de la publicación de “Las personas del verbo”, libro considerado como fundamental en la poesía española del siglo XX. Los cuatro poemas aquí seleccionados fueron tomados de la reciente edición que Lumen

ha puesto en circulación (España, 2015)

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TE ANDO BUSCANDOYaMeLi urbina

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Te ando buscando con los colores De la tarde te sigo pintandoPor los rincones de la nocheEn todos los astros del orbeTe sigo encontrando Estás escondido dentro de miser que te sigue amandoCuando el silencio cubre este cieloUn universo de letras alimentanMis sueños para seguirte soñando

Un poco de ti, le faltaa esta tardey aunque las palabrasnunca alcancensiguen buscándoteUn poco de la luz detus ojos pueden bastarmeun susurro de tu vozquizás el silencio todo cambieYa la noche cae y las callesvuelven a iluminarsey yo vuelvo a soñarteen un horizonte distante

Autora Yameli Urbina

En el pasoCon el tiempoCada quienDeja su huellaUna hermosaPrimaveraO solo en elMar una estelaUn universoDe estrellasO en el cieloun cometaO solo unBaile deMarionetasParecieraPerderse elTiempo en laEsperapara que losCambios nos AlcancenCuando debenProvocarseCada decisiònEs una claveUna lecciònQue pareceInalcanzableAutora Yameli Urbi

Palabras que emergen como espectros de la nocheSe van sin regresar a su fuenteSe hunden en la siende quien las esperacavilando en su destinoInsoslayables, inescrupulosasPersiguiendo a su presaAsesinando el dìa Vuelan sobre las horasAcurrucadas en los sueñosEmigrantes sin retornopasajeras del barcode la libertadsangre esparcida atorrentes por el almaQue en silencio Las atesoraYamely Urbina

Hablar contigoes sentirel sol amanecercada mañanaEs volver arespirar el airelimpioque de ti emanaEs llegar a sentirque entre tu y yono existe ladistanciaContigo ha renacidoen mí lo queen silencio te esperada

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HE DESHOJADO MI ALMA YaMeLi urbina

He deshojado mi almaVerso a versoLa he desnudado todaPalmo a palmoPara besar el alientoDe tus labiosy saber que eres tu elsueño que he soñadoHe buscado en losColores del ocasoel tibio encanto De tus ojosPara navegarel vèrtice de tu rostroY saber que aùn yoTe estoy amando

Y una vez asqueadoDe tanta mentiraEl hombre volvìoAl fondo de suEstirpeBuscando alegrìaPara su vida tristeEn el fondo de suAbismo tan preciadoNo sabiendo descubrirEl gran tesoro que tenìaEl hombre ignorò lo quePasaba por su.ladoUn niño que bajo la lluvìaAlegre corrìa Y las barbas blancasDe un anciano

YAMELI URBINA

Quizás no sèDecirte con palabrasTodo lo que siento encuerpo y almaEs posible que tenga que inventarlasCon polvo de estrellasEscribirlas con la corriente de cristalinas aguasLa clara luz de la mañanay del fuego, la mas ardiente flama

Un poco de ti, le faltaa esta tardey aunque las palabrasnunca alcancensiguen buscándoteUn poco de la luz detus ojos pueden bastarmeun susurro de tu vozquizás el silencio todo cambieYa la noche cae y las callesvuelven a iluminarsey yo vuelvo a soñarteen un horizonte distante

Autora Yameli Urbina

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Primer ActorMaria a. PernaLete C.

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Gran actor dentro de un teatro maniobrando hasta el cansancio luces grises que no iluminan tu acto

Guión de engaño que te atrapa y te hace memorizar más de un daño En tu obra de mentiras que se estiran perdiendo su forma y brindando maltrato

Primer actor de engaños y mentiras debes memorizar bien tus líneas Primer actor te deseo suertea la hora de contar tus cuentosPrimer actor práctica bien tus escenas de patraña y envuélvete muy bien en tu tela de araña

Con palabras más honestas y un poco de sinceridadpodrías culminar tu acto con más realidad y tu propia esencia demostrar sin titubear al hablar

La verdad duele más, aunque es más difícil de contar... Te regala una vida más feliz y nuevo día radiante de luz

Mentira que te encierra Verdad que tranquiliza Engaño que hace dañoSinceridad llena de pura Paz

Inventar lo que te termina de arrastrarFranqueza tan dulce como jugo de frambuesaFingir felicidad y no tener tranquilidad

Vale más vivir una vida tranquila que una contando cuentos sin final

Primer actor de engaños y mentiras debes memorizar bien tus líneas Primer actor te deseo suerte a la hora de contar tus cuentosPrimer actor práctica bien tus escenas de patraña y envuélvete muy bien en tu tela de araña

Los engaños te dejan más de un dañopor eso Primer actor hazme caso realiza tu obra sin causar tanto daño

28 Feb 2015

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Ateneo “Guillermo Morón” de Carora26º. AniversariodisCurso deL LiC. Jesús antonio david

Pequeña gran historia post-moderna de nues-tra ciudad.

Buenos días para todas y para todos. (1) Distinguidas Autoridades del Municipio General de División Pedro León Torres; distinguidos representantes de las instituciones que hacen vida pública y privada, que se han sumado a este acto; distinguidos miembros del Consejo Directivo del Ateneo “Guillermo Morón” de Carora; distinguidos invitados especiales; distinguidos familiares y acompañantes de los homenajeados en este evento; distinguido y amado pueblo tórrense.

Un 23 de febrero del año 1990, se cristalizo un hecho que vendría a formar parte de la pequeña gran historia post-moderna de nuestra querida ciudad de Carora. Un selecto grupo de emprendedores, hombres y mujeres integrantes de la patria de Simón Bolívar y de Pedro León torres, se empeñaron en lograr algo sin precedentes en nuestra historia local. Así nace, producto de aquellas mentes brillantes, alimentadas por la savia del gentilicio venezolano y latinoamericano, capaz de abrir caminos donde no los hay, capaz de hacer la propia historia donde esta no exista, pero sobre todo capaz de lograr que los mas utópicos sueños se conviertan en la más sincera, visible y tangible realidad, el Ateneo “Guillermo Morón” de Carora.

No pretendo hacer un recuento histórico del ateneo “Guillermo Moron” de Carora, en primer lugar porque no soy historiador, y en segundo lugar, porque eso sería inevitablemente caer en pecado de omisión. Así que, me limitare a resaltar algunos aspectos, que a mi percepción han tenido relevancia. Comienzan sus actividades simultáneamente con el desarrollo cronológico de la década de los 90, conducido por un notable equipo de intelectuales, catedráticos académicos, escritores, poetas, pintores, expertos en teatro; todos con una dilatada trayectoria en la vida artística y cultural del país.

Voy a hablar, si se me permite el término, de una primera avanzada, de los cuales nombrare algunos, no sin antes,

ofrecer mis más sinceras disculpas por las omisiones, que inevitablemente he tenido. Entonces, tenemos en ese primer consejo directivo a: Como presidente al doctor Juandemaro Querales, vice-presidente al doctor Hermes Chávez (fallecido), secretario doctor Leonardo Pereira, como vocales Al señor Oscar Querales, al Profesor Martin Rodríguez, a la doctora Dorayma Jayaro, al señor Jesús Meléndez y al señor Juan López (fallecido). (2).

Todo comienzo es difícil, y para el ateneo Guillermo Moron “de Carora no fue la excepción, pero aun así, salvando las dificultades que tiene todo inicio, se conto con el aval y apoyo de connotadas figuras de la literatura latinoamericana. En consecuencia voy a citar, como un hecho fundamental que sirvió de impulso y de estimulo para el desarrollo de las actividades sub-siguientes, la celebración del primer aniversario en el año de 1991, en cuyo acto, que más que eso se convirtió en un acontecimiento, pues se conto con la asistencia del doctor Guillermo Moron, quien fue el orador de orden en esa oportunidad, en una actividad realizada en la catedral de nuestra ciudad de Carora; también estuvo presente, La Academia Nacional de la Historia en pleno encabezada por el doctor Luis Beltrán Guerrero, asimismo estuvo Monseñor Baltasar Porras arzobispo del estado Mérida, la distinguidísima Señora Maria Teresa Castillo, y completo la inigualable comitiva de invitados los doctores, Tomas Polanco Alcántara y Mario Briceño Perozo.

No paso mucho tiempo, para que talentosas figuras que permanecían en el anonimato, se dieran a conocer a través de los espacios que se abrieron. En esta segunda avanzada, voy a nombrar, con la salvedad prevista de omisión, algunos de los nuevos miembros que se anexaron para hacer actividad cultural así tenemos a: El doctor William Villanueva, la doctora Chanita Colombo, la doctora Sohildemar Querales, el sargento profesional (ejercito) José Rondon, el señor Rafael Villanueva (fallecido), el doctor Miguel Prado, el profesor Arcenis Colombo (fallecido), la profesora orelis Ordaz y el Lic. Jesús A. David. Todos bajo la batuta magistral del doctor Juandemaro Querales, que se ha convertido en un verdadero mecenas para todos aquellos que padecemos ese incurable virus que significa descubrir que cada vez que aprendemos

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algo, sabemos menos y convierte a esta actividad u oficio en la única que, infinitamente resta.

El propósito de la creación del ateneo “Guillermo Moron” de Carora, se ha cumplido, aunque no plenamente, ya que las generaciones de relevo han venido incrementando los planes, programas y proyectos de una manera diversa y ambiciosa, con miras a desarrollar un plan estratégico, alimentado con las fuentes creadoras de las bellas artes y la promoción de la cultura en todas sus manifestaciones. (3) En tal sentido hemos puesto en práctica talleres de pintura, teatro, poesía, prosa, música, canto y danza. Se creó el núcleo Universitario de estudios libres Cecilio Zubillaga Perera. Se creó un periódico mensuario llamado Icono arte, cuyas publicaciones se nutrían de las fuentes creativas de nuestros ateneístas. También se crearon papeles literarios en diferentes periódicos de circulación regional y nacional como El Diario de Carora, El Caroreño, El Clarín de la victoria en el estado Aragua entre otros. Algunos de nuestros ateneístas han publicado sus obras, entre ellos el doctor Juandemaro Querales, Don Jesús Meléndez, el poeta William Villanueva, el doctor Leonardo Pereira entre otros. Tenemos la más firme intención de convertir al ateneo en una escuela de IV nivel, para contribuir a la profundización del mejoramiento científico y social de nuestros profesionales en las diferentes aéreas de acción de nuestra ciudad y sus alrededores. Para ello, ya se ha hecho contacto con algunas universidades con las cuales hay conversaciones muy positivas con vías a establecer convenios que nos permitan incorporarnos, más temprano que tarde, al sistema de educación superior. Hasta este momento, tenemos la experiencia de haber dictado cerca de 100 diplomados en las especialidades de criminología y derecho; asimismo, tenemos una cohorte en plena acción, con miras a una especialización en literatura latinoamericana, la cual egresara en este mismo año de 2016.

Desde su fundación, el ateneo “Guillermo Moron” de Carora, ha venido captando talentos que no solamente se incorporan sino, que se integran a formar parte, ya no solo de la visión, sino también de la misión que implica ser ateneísta tomando en cuenta nuestra filosofía institucional. De tal manera que, les puedo hablar de una tercera avanzada a la cual hemos denominado “Refundación” en la que se han anexado al equipo otros miembros de los cuales voy a nombrar, insistiendo siempre en la salvedad de omisión, a los siguientes: El profesor Pastor Páez, el profesor Daniel Gil, el ingeniero Oscar Pernalete, el señor José Adán, el doctor

Gilberto Abril Rojas, el abogado José Suarez, el Profesor Freddy Angulo y el joven Leonardo Pereira junior. (4).

Ahora bien, el gran objetivo de este maravilloso proyecto titulado ateneo “Guillermo Moron” de Carora, esta contenido en una de las actividades más complejas que realiza la humanidad desde que se conoce su existencia: La Cultura. La Real Academia Española define la cultura como “el resultado o efecto de cultivar los conocimientos humanos y de afirmarlos por medio del ejercicio de las facultades intelectuales del individuo: Toma la palabra “cultivar” en el sentido de ejercitar, de poner en movimiento. Por su parte, La Enciclopedia Espasa, repite el concepto emitido por La Real Academia, añadiendo que en sentido figurado “el estado de adelanto o progreso intelectual de una nación”. Por su parte, la filosofía clásica, se refiera a la cultura en oposición al concepto antagónico de naturaleza. Ensaya una definición de cultura refiriéndose a la totalidad de experiencias dentro de la vida de un pueblo, superando el concepto individual de la misma.

Todo lo que existe es producto de la naturaleza o producto de la cultura. Entendemos por naturaleza, ese sistema de fuerzas que están permanentemente operando en la creación de seres, de cosas, de fenómenos, por una especie de espontaneidad propia cuyo secreto ignoramos. Ante nosotros se extiende el plano de la naturaleza ofreciendo una multitud de fenómenos y además otro plano de creaciones, que son obra del individuo, de construcción humana, que deriva de una interferencia de la acción concertada del hombre sobre el juego espontaneo de las leyes naturales, modificándolas y adaptándolas a su objeto humano. De manera que, en último término, todos los objetos podrían ser reunidos en dos grandes grupos: Los objetos naturales y los objetos culturales.

Ya sabemos, que la cultura es, toda agregación del hombre a la naturaleza, utilizando sus fuerzas y leyes. (5). El hombre aparece así, como el creador de la cultura. Luego las mismas determinaciones que encontramos en el espíritu del hombre, podemos encontrarlas de nuevo dentro de las diversas formas de cultura. De acuerdo con el balance de aptitudes, podremos encontrar diversas formas o tipos de vida humana; tipos donde predomina la voluntad artística, tipos de vida que se regulan por una aspiración teórica, tipos que aparecen determinados por valores técnicos, religiosos o políticos. Es posible entonces, establecer un esquema de la cultura a base de sectores totalmente diversos: Técnica,

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ciencia, arte, literatura, pintura, escultura, derecho, moral entre otras. Admitiendo la relatividad de las definiciones, encontramos que este concepto filosófico de cultura concilia con la definición que hace la lengua en su sentido lato y figurado; y se inserta perfectamente en la concepción del propósito de la visión y la misión del ateneo “Guillermo Moron” de Carora, ya que la cultura en un sentido amplio, aparece como el conjunto de valores materiales y espirituales que caracterizan una época, dentro de un periodo históricamente determinado. En la época presente, este periodo histórico se corresponde con lo que comúnmente conocemos como civilización; pero el concepto de cultura no es antagónico ni se confunde con el concepto de civilización.

La cultura existe con el hombre, en forma rudimentaria, a veces insignificante mientras más nos acercamos a la prehistoria, pero existe como tal, resultado del hombre actuando sobre las leyes de la naturaleza. Así, existe una cultura de la época de la barbarie, otra de la época del salvajismo, como también tenemos la época de la cultura de la civilización, distinta en su forma, en su contenido, en sus adquisiciones, pero siempre resultado de la obra del hombre en su esfuerzo creador. Ya deslindados los conceptos, sabemos que la cultura es un proceso en movimiento que abarca un ámbito ilimitado, la obra del hombre sobre la naturaleza, dominándola en lento aprendizaje de conquistadores, que se desarrolla en un marco histórico, y que la confusión de sus elementos materiales y espirituales, sirve al mismo tiempo de motor a la sociedad en su desarrollo. (6). Cuando la cultura supera los moldes del periodo en que se desarrolla, respondiendo a la transformación de otras condiciones materiales que dan origen, es necesario a la historia, abrir paso a un periodo nuevo, donde ha de continuarse este proceso, indefinidamente.

Ahora voy a establecer, la estrecha relación que hay entre los valores materiales y espirituales que forman el concepto de cultura. En su aspecto más general, las relaciones comerciales de los primeros tiempos influyeron decisivamente en la formación y en el progreso de los pueblos. Fenicios y cartagineses, llevaron en sus numerosos viajes, junto con los productos comerciales, costumbres y modalidades de una cultura más adelantada, que fueron rápidamente asimiladas por los pueblos con lo que entraron en contacto. Por su parte, el desarrollo comercial de los árabes en la edad media, influye inmediatamente en su organización política y religiosa, obligándoles a desechar la organización de la tribu y el clan, en busca de un estado mejor constituido. Esta

nueva organización, producto de la cultura, sirve al mismo tiempo para garantizar el creciente volumen de intereses derivado de los nuevos aprendizajes. Correlativamente a este proceso, se abandona al panteísmo primitivo y se adopta una nueva forma religiosa, cónsona con la nueva organización social: El Islamismo. Igualmente, la técnica influye sobre la ciencia, en sus más variados aspectos. El descubrimiento del microscopio por Leeuwenhoeck, abre campos insospechados a la parasitología y disciplinas afines, llegando en interrelación constante, hasta las conquistas actuales y los modernos aparatos de precisión. La invención de la imprenta por Gutenberg, modifica completamente las condiciones culturales de la época, permitiendo la mayor difusión de las ideas y abriendo campos de investigación, hasta entonces, confinados en el ámbito de los monasterios medioevales. El descubrimiento de la brújula, permitió modificar completamente las condiciones de la navegación de la época, ampliando las rutas marítimas y permitiendo al propio tiempo, ensanchar el campo de la geografía con el descubrimiento de regiones y países, hasta entonces desconocidos. El descubrimiento del vapor y la aplicación de la electricidad a la radio-telefonía, han anulado las distancias, permitiendo un intercambio cultural insospechado y un acrecentamiento de los valores típicamente culturales. (7).

Las ciencias al parecer más ajenas, no escapan a esta decisiva influencia del adelanto material sobre los valores de tipo cultural. En materia de psicología, por ejemplo, los aportes de precisión creados por el desarrollo de la física que permiten hoy día introducir la medida micro-métrica y el cálculo infinitesimal, dieron lugar a un nuevo tipo de psicología experimental que se aparta en sus concepciones radicales, de la psicología clásica. La psicología experimental pretende, en nuestro tiempo, llegar a precisar las reacciones de tipo mental, con la misma exactitud con que se elabora un electrocardiograma en el laboratorio.

Igualmente, el crecimiento de la industria, las crecientes necesidades de la fabricación en serie para la concurrencia y saturación de los mercados, el estrechamiento de estos mercados que da mayor aspereza a la concurrencia, ha dado lugar a un nuevo tipo de psicología, conocida con el nombre de psicotecnia. Semejantes conceptos podrían emitirse sobre la filosofía, en cuanto se remite al estado del hombre y la sociedad. Los adelantos materiales crean condiciones de vida distintos, que originan necesariamente, reacciones diferentes en el hombre en cuanto a sujeto social.

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Paralelamente cambian los métodos filosóficos, en cuanto tratan de explicar las nuevas modalidades del pensamiento humano. La razón pre lógica de los salvajes difiere de la razón lógica de Aristóteles y luego tenemos la razón dialéctica de Hegel. A cada uno de estos nombres, corresponde un periodo determinado en la historia: Platón interpreta a la sociedad esclavista, en tanto que Aristóteles es el teórico de la sociedad feudal y Hegel, el más típico representante filosófico de la burguesía comercial e industrial en ascenso. Ejemplos semejantes, podrían aducirse sin terminar, probando la influencia irredarguible de las condiciones materiales sobre los valores catalogados como intelectuales o espirituales. Este es, empero, solo un aspecto parcial del problema. (8). A su vez, los adelantos y progresos en materia intelectual obran sobre el hombre ombligándolo a modificar las condiciones materiales, de manera que estas correspondas a las nuevas modalidades de pensamiento.

Este flujo y reflujo continuo, esta en constante interdependencia entre ambas categorías de valores, forma la base del progreso de una sociedad. La cultura por último, aparece como una unidad indisoluble de elementos, al parecer, contradictorios (valores materiales y espirituales) que se penetran recíprocamente para formar la base de la incontenible dinámica social.

Quise traer a colación un concepto amplio de lo que es la cultura, para dejar constancia palpable del trabajo que ha venido realizando el ateneo “Guillermo Morón” de Carora en este cuarto de siglo. No se trata de una simple apología, sino más bien de reconocer el esfuerzo, el trabajo, el talento, la mística, la perseverancia pero sobre todo la fe que cada uno sus miembros hemos puesto de forma individual; esta ha permitido armar un maravilloso equipo de trabajo, que no tiene vacaciones, tampoco tenemos horario establecido, ni tiene jefes que den órdenes. Es un equipo, en el que cada uno conoce plena y conscientemente la responsabilidad en la cual se encuentra sumergido; y para cumplir con ella, derrocha talento e inteligencia, pero no para su ego, sino para el colectivo al cual pertenece sin ninguna clase de reservas, como una pieza clave del engranaje.

Finalmente, en nombre del ateneo “Guillermo Morón” de Carora, en nombre de su presidente el doctor Juandemaro Querales y de su consejo directivo, al cual me honra pertenecer, quiero dejar constancia de nuestra más sincera palabra de agradecimiento por habernos concedido este derecho de palabra, en el cual espero no haberme excedido,

para establecer nexos de comunicación con los diferentes organismos que hacen vida pública en nuestro municipio general de división Pedro León Torres. Gracias a todas aquellas personas que hicieron posible este encuentro con la palabra. (9). Gracias al ciudadano alcalde ingeniero Edgar Carrasco y a todo su tren ejecutivo; gracias a la honorable cámara municipal en la persona de su presidente doctor Domingo Monte de Oca y a todos los concejales que la integran y gracias muy especiales a todos y a cada uno de los miembros del consejo de la orden Pedro León Torres, por incluir nuestra terna. Dejo a todos en nombre de mis compañeros y en el mío propio la más firme promesa de llevar en el futuro con nuestros pechos henchidos de dignidad, ese honor que se nos ha concedido y hacer de él un compromiso permanente por enaltecer nuestra historia patria, en la cual nosotros tenemos a Pedro León Torres como uno de los más grandes y genuinos héroes, que junto al Libertador Simón Bolívar, dieron valientemente sus vidas para ofrecernos a los habitantes del futuro una patria libre, independiente y soberana. Gracias a esa gesta histórica, hoy nosotros, podemos realizar esas labores y sueños que nos inspiran a vivir, a servir y ser útiles a la patria de Simón Bolívar y de Pedro León Torres, que no por casualidad, es también, nuestra patria.

Y ya para concluir, espero que conociendo ahora, un poco de nuestra visión y de nuestra misión, acepten la más cordial invitación a formar parte de este grupo de personas que mantenemos nuestro empeño en la esperanza de que un futuro mejor si es posible, y juntos todos hilvanar los sueños, para se conviertan en una tangible realidad. Muchas gracias a todas y a todos.