revista cánovas youth nº2 mayo 2016

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Revista digital joven de pensamiento político, económico y social. Nº2. Mayo 2016. Edita Cánovas Fundación.

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nº 2

M

ayo

2016

2 Cánovas Youth

Edita: Cánovas Fundación

Presidente Joaquín L. Ramírez Rodríguez

Secretario General Miguel Ángel Ruiz Ortiz

Revista Cánovas Youth

Nº2. Málaga. Mayo 2016

Director de Publicaciones Francisco M. Castillo Medina

Coordinador de la Revista Antonio de la Cruz España

Diseño y Maquetación Rosa López Campos

Francisco Polaina Luna

NOTA: Cánovas Fundación no comparte necesariamente las opiniones expresadas por los diferentes autores.

[email protected]

www.canovasfundacion.com

@CanovasFundac

www.canovasfundacion.com 3 nº 2

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ÍNDICE

El gran Cobb, la juventud y su

“hombre de paja”

Antonio de la Cruz 4

Cuando España no fue

correspondida

Adriana Vázquez 7

Feminis-Off

Beatriz Picardo 9

Periomasoquismo en lonchas

Demófilo Peláez 11

Tres palabras

Almudena Cordero 13

¿Apatía o interés?

Ana Somavilla 14

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El gran Cobb, la juventud y su “hombre

de paja”

por Antonio de la Cruz

@aantoniodelacru

Le sucedía a Leonardo DiCaprio, interpretando el papel de Cobb, una cosa muy curiosa. Hablo de “Inception”, “Origen” en España, dirigida por Cristopher Nolan y protagonizada por el mencionado actor. Cobb, un prófugo ladrón de ideas y dígitos bancarios, utiliza una técnica jamás vista para sus peculiares hurtos. Y es que, este, mediante un sedante y un pequeño artefacto conseguía entrar en las mentes de sus víctimas para, a través de un sueño diseñado minuciosamente por él, hacerse pasar por una persona de confianza de su objetivo y en pleno sueño acceder a sus más íntimos secretos.

Es bien conocida la rebeldía de la juventud, la insurrección que abanderamos cuando empezamos a “despertar”, la arrogante indocilidad con la que nos sublevamos frente a lo que nos han impuesto hasta el momento. Parece claro, que el bueno de Cobb se hubiera dado de bruces frente a tal astucia. Sin embargo, no es recomendable menospreciar a alguien capaz de idear semejante técnica. En tal caso, estaríamos pecando de ingenuos y, ¿puede acaso ser un joven un rebelde y un ingenuo a la vez? ¡Por supuesto que no!

Es aquí donde llega el suceso curioso del que les hablaba al inicio de este artículo, es aquí donde el gran Cobb idea algo aún más novedoso: un sueño dentro de un sueño. No, no podemos haber caído en tal patraña, no podemos ser tan… ingenuos. ¡Todo era tan sencillo! Para gozar del estatus de “subversivo

indomable” tan solo había que posicionarse, sin importar el lugar o el color… Tan solo había que rebelarse. Tan solo había que abrir nuestro navegador, teclear en nuestro buscador favorito “cómo ser un insurrecto” y descubrir que tan solo hay un requisito: encontrar un “hombre de paja”. Y, casualidades de la vida, un tal “capitalismo” se hacía con todas las papeletas de despertar nuestra rabia.

En el presente artículo trataré de demostrar el por qué hemos equivocado el enemigo, el por qué el odio al capitalismo no es más que nuestra última excusa. Que nuestra rabia hacia tal “hombre de paja” no es más que un cómodo banco en el que nos hemos instalado para negar lo que cada vez es más obvio: nos han engañado, hemos pecado de ingenuos y el gran Cobb ha conseguido su objetivo. Tenemos que volver a despertar.

Podríamos agrupar en tres sencillos bloques los mitos más comunes que se le atribuyen al libre mercado:

1. Es darwiniano y castiga al débil. 2. Crea monopolios. 3. Crea desigualdad y desprotege al

trabajador. Comencemos por el mantra más

extendido, nuestro primer bloque: es darwiniano y castiga al débil.

Bajo este punto de vista, podríamos entender que el capitalismo criba o segrega a la población en función de una serie de aptitudes previamente determinadas. Nacemos rigurosamente condicionados para triunfar socialmente. Esto sencillamente es falso y difícilmente sostenible dadas las alternativas que se plantean como ideales. Veamos los tres extremos: • Un tipo de mercado A, donde existe

una mínima o inexistente propiedad privada y donde las empresas que lo componen son de titularidad pública.

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Aquí es el Estado el que se encontraría fijando un único modelo productivo. Una oferta decidida desde arriba y con unos inconvenientes que no vienen al caso. ¿Quién se vería beneficiado? aquellos ciudadanos con aptitudes y talento para desempeñar aquellas actividades que el Estado decide premiar con su elección. Aquellos sectores y productos que arbitrariamente el Estado decidiera abarcar. El resto se verían claramente perjudicados ya que se podrían ver excluidos del mercado laboral, ya que no podrían explotar su talento, o bien condenados a una posición social y económica menor.

• Un tipo de mercado B, intervenido medianamente por el Estado. Aquí tendríamos, en efecto, menor segregación social, ya que la libre iniciativa privada podría evitar la exclusión de algunos sectores. Sin embargo, la cultura de la subvención y la inversión pública volvería a beneficiar a ciertos ciudadanos profesionales de los sectores premiados en detrimento de aquellos que se quedan fuera de estos privilegios.

• Por último; un tipo de libre mercado o intervención mínima al que llamaremos C, donde toda oferta demandada por el consumidor tiene cabida y donde no se premia nada más que el grado de satisfacción que este adquiere a través del producto. No son necesarios unos estudios determinados para ascender socialmente, ni un grado de intelectualidad mínimo. Cualquier talento es digno de ser explotado y abrirse camino. Si no pregúntenle a Enric Bernat, creador de Chupa Chups.

El libre mercado, en efecto, no castiga al débil dado que nadie puede predeterminar quién va a ser el fuerte.

Nos topamos con nuestro segundo bloque: crea monopolios. Entendamos que para que una empresa se haga con la totalidad de un mercado debe poseer una ventaja competitiva que las demás no sean capaces de imitar.

Pat Dorsey, experto internacional en gestión de activos, agrupa en 5 las ventajas competitivas que posee una empresa: • Diferenciación real de la mercancía (la

empresa ofrece un producto mejor que el resto).

• Diferenciación percibida de la mercancía (la empresa ofrece un producto de calidad similar al resto pero posee más reputación y prestigio).

• Menores costes de producción. • Fidelización de los clientes. • Capacidad para excluir a los

competidores (a través de licencias gubernamentales). Fíjense ustedes, en que si la

causalidad de un monopolio es atribuible a las 4 primeras ventajas competitivas no supondría un problema, ya que esto querría decir que es la que mejor se ajusta a las necesidades de los consumidores y que en el momento en que lo deje de hacer aparecerán nuevos competidores. Sin embargo, si se formase un monopolio a través de la “capacidad para excluir a los competidores”, la número 5, sí estaríamos ante un problema. Y esta es precisamente la única ventaja dependiente de la intervención del Estado. Aquí encontramos el caso de las farmacias, taxis o estancos. Todas ellas, actividades monopolizadas a través de licencias por el Estado a fin de conseguir maximizar su recaudación tributaria y de asegurarle a un oligopolio empresarial unas ganancias

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extraordinarias, a costa de forzar a los consumidores a recibir un servicio peor o más caro del que otros empresarios sin licencia podrían ofrecerles. La propia Comisión Europea estima que tan solo unas pequeñas relajaciones en las rigurosidades descritas multiplicaría la productividad de estos establecimientos (Rallo 2014).

En un sistema capitalista libre de estos privilegios, sería mucho más complicada tanto la formación de monopolios como la duración en el tiempo de estos.

Por último, el que está más de moda: crea desigualdad y desprotege al trabajador.

Nos afirman, en numerosas ocasiones, que los fallos del mercado y su, ya refutado, darwinismo tienden a crear a nivel estructural una brecha salarial que trae consigo la desigualdad y la pobreza. Sin embargo, prestemos atención a este gráfico de la OCDE:

En él podemos observar como en la mayoría de los casos, y particularmente en España, este incremento de la desigualdad se debe al factor desempleo (color azul) y no a esta ficticia brecha salarial (color gris). Por lo que cabría preguntarse ¿qué responsabilidad tiene el capitalismo en el desempleo de los países? y es aquí cuando descubrimos que los países con un mercado laboral más liberalizado y una

legislación más flexible son los que gozan de menor desempleo. Podríamos nombrar a Estados Unidos, Reino Unido y un largo etc, pero lo importante es entender que esas legislaciones laborales disfuncionales aprobadas bajo el emblema “protejamos al trabajador” no han hecho más que expulsar a estos del mercado laboral y consumar la desigualdad en esta nación y en muchos otros países. Es por ello; por este entorpecimiento de los Estados a la hora de crear empleo, por estas múltiples legislaciones y “planes E” aprobados por los gobiernos, por los que tenemos esta desigualdad. Porque rebelarse y desarrollar un pensamiento crítico no sirve de nada si lo aparcamos ante el primer “sparring” que se nos presenta. Porque hay veces que adversarios como Cobb, nos obligan a continuar despiertos... toda la vida. Replanteemos nuestro enemigo, replanteemos nuestra forma de pensar.

Antonio de la Cruz es estudiante de Derecho y Administración y Dirección de Empresas en la Universidad de Málaga.

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Cuando España no fue correspondida

por Adriana Vázquez

@adrivazquezr

Querida "Elecciones":

El Papa Francisco dijo una vez que

"aquello que más pesa de todas las cosas

es la falta de amor". Y, para variar, tenía

razón.

Yo te miraba de reojo desde la

mesa de al lado. Te analizaba intentado

entender por qué no me querías. Vale que

tú eras del 77 y yo algo más "diplodocus",

sin embargo siempre habías sido mi

elección. Te había constituido como todas

y cada una de mis Elecciones. A pesar de

ello y en contra de mi voluntad, tú parecías

no quererme.

Democrática, conciliadora y de las

pocas cosas no corruptas que quedan por

aquí. Te conocía bien. Sabía del caos a

cuatro que se había montado en tu cabeza

desde el 20 de diciembre. También, que

cuando te ponías nerviosa balbuceabas,

decías frases sin sentido y hasta les

invertía el orden consiguiendo sacarme

alguna carcajada. Tu blusa favorita era

blanca, la explotabas hasta la saciedad.

Aunque nunca la usarías a modo de

bandera frente a tu enemigo. Eres

demasiado orgullosa para eso. Sé que te

recoges el pelo en una coleta porque crees

que te hace el rostro más Maduro, como si

quisieras ocultar todo lo que te queda por

aprender. Porque hace falta algo más que

sonreír y creer que sí se puede. Pero, aún

así, eres lista. Y guapa, mucho. Más ahora,

con ese nuevo look renovador de

"pelinaranja" que me traes.

Te conocía bien, o eso creía. Por

eso me sorprendió que sabiendo mis

intenciones, por primera vez, no fueras

capaz de aclararte. Ya no de poner de

acuerdo tu hemisferio derecho del cerebro

con tu hemisferio izquierdo, tan solo alguno

de ellos para darle algún sentido a mi

espera por saber tu respuesta. Pero la

compleja aritmética de tu mente te impedía

ver lo que verdaderamente importaba. Te

impedía verme.

Hablemos claro. Yo confié en ti. Me

dejé en ti 130 millones la última vez, pese

a mi situación de crisis económica, paro y

corrupción. Pagué vallas, banderolas e

incluso pegué carteles con tu nombre y con

el de aquellos amigos -algo promiscuos-

que me presentaste y que parecían querer

(a)liarse los unos con los otros, a la ligera.

Un tal Rajoy, Sánchez, Iglesias y Rivera.

De hecho, llegué a darles subvenciones

públicas, concretamente 31 millones, para

el coste de sus campañas repartidas en

función de los votos y escaños

conseguidos en los últimos comicios. Me

pasé deshojando margaritas 111 días de

legislatura. ¿Gratis? ¿Las margaritas?

Claro que sí, hombre. Los 14,6 millones en

sueldos de Diputados y Senadores; y los

4,7 en subvenciones a grupos

parlamentarios, eso ya no. ¡Aquí en política

española se paga todo religiosamente! Y

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todo ello fue lo que hice para que me

quisieras un poquito más. Para acabar

entendiendo, pese a lo que querían

hacerme creer, que la culpa no era mía,

que "no es por mí, es por ti". Más

elecciones. Ahora me vienes con que

quieres que volvamos a quedar, pero en

junio con exámenes, vacaciones, la

declaración de la renta y, encima, pagando

yo también esta ronda. Por no hablar de

tener que aguantar a los cansinos de tus

amigos tirándose los votos a la cabeza.

Aún menos cuando se acaba de unir el

amigo acoplado que todo buen grupo que

se precie ha de tener. Ese que se siempre

es traído por el último en llegar. Entonces,

¿debería de ir o abstenerme?

Quiero decir, por un lado no tenía

necesidad. Me había desencantado

contigo pero me encontraba bien. Hacía 4

meses que no teníamos un Gobierno de

verdad, y como consecuencia tampoco

recortes. Era maravilloso. La UE podía

decir misa que nadie tenía pensamiento de

ir a la Iglesia. La vida no se paraba, la

corrupción tampoco.

Esto último me hizo plantearme ir a

ella una vez más. Invitarla a una más. Sus

colegas pretendían hacerme creer que

esta vez no me gastaría una cantidad

indecente de dinero, que me saldría algo

más barata, aunque ni si quiera

conseguían ponerse de acuerdo con cómo

lo harían. Yo, por mi parte, había sido

encuestada por el CIS declarando que un

78'4% de mí volvería a votar lo mismo

pese a los resultados de diciembre.

Además, la tasa de abstención ascendería

según estudios de Metroscopia. Todo esto

se traduciría a que el desenlace sería

aterradoramente similar y con los mismo

actores. Ojalá hubiera una clausula en la

Constitución de tu cuerpo, una que

obligara a que, si hay que repetirlas, los

dirigentes de esta obra circense no fueran

los mismos. Porque si una vez no fueron

capaces de lograr consenso, pese a todos

los esfuerzos: ¿qué nos hace pensar que

esta vez sí?, ¿desde cuándo las segundas

oportunidades fueron buenas?

Ante esto la única solución que se

me ocurre, antes de que llegue el 26-J, es

imitar al Papa. Sí, propongo que con el

dinero de las segundas elecciones

construyamos una pequeña Basílica de

San Pedro, así apañada. Cuando llegue el

momento de elegir, encerraríamos en ella

a cada candidato con una bolsa con

fumata del color de su partido. Y, ¡hala, a

disfrutar del verano pero esta vez

pendientes de la chimenea!

Te sigue queriendo,

España

Adriana Vázquez es estudiante de Periodismo en la Universidad de Málaga.

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Feminis-Off

por Beatriz Picardo

@bea_picardo2

Queridas feministas de España, os estáis debilitando. Nos estáis debilitando.

Os estáis equivocando, y con ello, habéis hecho en los últimos años del feminismo la mayor expresión del machismo.

Estais ‘’sobresimplificando’’, convirtiendo una lucha por la igualdad de derechos, en una guerrilla en la que cualquier objetivo se ha vuelto válido para enfocarlo con la mirilla de vuestro francotirador (o francotiradora, no quiero ofender), y disparar.

No estáis apuntando. Al menos, no al objetivo real.

Os habla una mujer (o, al menos, en proceso), que ha nacido en un mundo donde puede votar, presidir, trabajar, dirigir y mandar, y todo ello gracias a una historia llena de mujeres que trabajaron largo y tendido porque hoy, en su mayoría, el mundo fuese tan nuestro como suyo, de ellos, de los hombres. Os habla una mujer que cree, que si ahora mismo Frida Kahlo levantara la cabeza, estaría bastante descontenta, porque habéis reducido los grandes logros de las mujeres a lo largo de la historia, a reivindicaciones, algunas anticuadas por ser ya inexistentes (acabar con el ‘’patriarcado exacerbado y represor’’), y otras carentes de sentido común (acabar con el genérico español).

Queridas feministas de España, os estáis estancando, tenéis que evolucionar,

acompañar el problema real. Es cierto, que si bien todavía hay situaciones que requieren lucha (como, por ejemplo, el diecisiete por ciento menos que perciben las mujeres en sueldo con respecto a los hombres en España), os estáis centrando en cosas que desvirtúan este movimiento, y eso, os está desacreditando.

Tenéis que aceptar que hay un momento en el que hay que saber parar, cuando se ha conseguido el objetivo, y frenar, cuando se ha logrado la mayor parte del mismo, y no lo estáis haciendo. Queridas feministas de España, ya no tenemos normas de comportamiento de la ‘’buena mujer’’, ni estamos obligadas a quedarnos en nuestro hogar realizando labores para el hombre. Ya no. El problema ha cambiado, se ha hecho más pequeño, pero vosotras no habéis cambiado con él, no queréis aceptar que el machismo debe, algún día, desaparecer con el logro total de la igualdad, pasando por disminuir a medida que disminuye la desigualdad, y no lo estáis haciendo.

La desigualdad ha disminuido, y vosotras no habéis disminuido con ella, y me explico: no estáis viendo que actualmente no se requiere una lucha tan intensa como antiguamente, cuando la mujer no podía votar. Tenéis tanto afán de supervivencia que, actualmente en España, uno de vuestros focos principales es acabar con el supuesto lenguaje sexista en la sociedad. Y digo supuesto porque en la mayoría de los casos, solo os ofende a vosotras. Os ofende el genérico español, el uso del género masculino de las palabras para referirse al plural, el cual el 99% de las personas no utiliza con intención machista. En realidad, si os fijáis, es mucho más machista, y mucho más

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degradante para la mujer, mostrar a la sociedad que necesitamos que se hable con los dos géneros cada vez que se utiliza un sustantivo para sentirnos iguales, si, precisamente, utilizando los dos sexos nos están diferenciando, no están desplazando, nos están haciendo sentir diferentes, ¿no queremos ser iguales? Si precisamente, utilizando el genérico estamos todos en el mismo saco, al mismo nivel. Lo realmente machista es no comprender que la igualdad estará cuando se pueda hablar con el genérico español, sin que nadie piense que se está ofendiendo a una mujer, porque precisamente esa necesidad de que se hable de nosotras, o en nuestro género, mostrada a la sociedad, es la que nos convierte en el sexo débil.

No sé vosotras, pero no me siento más mujer, más igual, más fuerte o poderosa cuando mi profesor de la Universidad (y es verídico) llega a clase preguntando si algún valiente o ‘’valienta’’ quiere salir a la pizarra. En ese momento, lo único que siento es que el hecho de que piense que por hablar de nosotras con una palabra terminada en ‘a’ va a hacer que nos sintamos iguales, entonces, no hemos entendido nada, no hemos avanzado y, probablemente, hayamos retrocedido.

Por tanto, si, estáis convirtiendo el feminismo necesariamente en machismo, os estáis debilitando, nos estáis debilitando, porque os estáis equivocando.

Estáis ‘’sobresimplificando’’, y además, discriminando. Sobresimplificando de manera tal que sois capaces de manifestaros para intentar que en nuestra capital se sustituyan a los tres reyes magos por las tres reinas magas, como si realmente eso nos tuviese preocupadas a

las mujeres de España, como si realmente eso fuese a darnos más poder (o igualdad, llamadlo como queráis), y no os estáis dando cuenta de que no estáis apuntando, de que no es ahí donde tenéis que disparar, pero es que además, al hacerlo, estáis discriminando, porque si realmente vuestro fundamento fuese la lucha por la igualdad (y no la lucha por el poder de la mujer, como realmente estáis mostrando) ¿por qué no os he visto salir a la calle todavía para que las princesas Disney pasen a ser los ‘princesos Disney’? Desde luego, no me haría sentirme más igual, más fuerte o poderosa que George Lukas cambiase el guión de Star Wars para que acabase sonando algo como ‘’Luke, yo soy tu padre… O tu madre, como tu prefieras, que no quiero imponerte estereotipos heteronormativos, patriarcales y represores’’, no, y a vosotras tampoco debería.

Por eso, queridas feministas de España, por ese afán de supervivencia que tenéis, por haberos estancado, os estáis equivocando.

Por estar apuntando a propuestas que entrañan un machismo que está jugando al escondite, estáis sobresimplificando, y con ello, desacreditándoos.

Por no saber frenar, os estáis auto-disparando.

Y todo eso, os está debilitando. Nos está debilitando.

Beatriz Picardo es estudiante de

Derecho y Administración y Dirección de Empresas en la Universidad de Málaga. Campeona Nacional de Debate Universitario.

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Periomasoquismo en lonchas

por Demófilo Peláez

@dpelagu

Decía Paco Umbral que hacer columnismo es cortarte en lonchas cada día. De lo que nunca advirtió es de qué ocurría con el pobre escritor de periódicos que se veía obligado a cometer automutilación espiritual y creativa para ganarse los garbanzos. ¿Nunca se agotaba de tanto venga a cortar y a cortar? Nunca explicaba el bueno de Paco cómo de finas cortaba sus propias lonchas para que siempre hubiese Umbral para todos los que le requerían. Que no eran pocos. Siempre se refería al carácter autoinflingido de la tortura espiritual del creador, en este caso, el columnista, que ya es poco menos que un cliché. Ya saben, me siento incomprendido, debo ser un genio. Qué listo soy, soy Van Gogh, voy a cortarme la oreja. Más allá de lo inevitable por naturaleza (una persona con un talento muy desarrollado suele tener unas carencias muy pronunciadas, o viceversa, primer principio del equilibrio termodinámico), Umbral siempre hablaba de ataques internos. Del masoquismo del escritor, que pretende justificar erróneamente sus carencias por su talento. Pero nunca, nunca, de ataques exteriores. Entre 140 y 280 escritores de periódicos, como lo fue el bueno de Paco, dejarán de recibir su sustento laboral. Unidad Editorial, grupo de comunicación que posee El Mundo y Marca, entre otros,

anunció un Expediente de Regulación de Empleo (ERE) que va a dejar en la calle a un porcentaje que oscila entre el 10 % y el 20 % de sus 1400 trabajadores. Del buen periodismo ochentero de aquel Mundo de Umbral, los GAL y tal, hemos pasado a un escenario algo distinto. ¿Podría financiarse las grandes investigaciones que destaparon la guerra sucia del Estado a día de hoy? No se trata de demonizar al responsable de la decisión, sino de reflexionar qué nos ha llevado hasta la misma. La empresa de información y comunicación no deja de ser eso, una empresa, y si la sociedad de a pie deja de inyectarle dinero en forma de ventas, o quiebra o recibe el dinero de otros actores. De grandes empresas, de Gobiernos, que evidentemente no invierten pese a las pérdidas por amor al arte, sino porque encuentran algo de utilidad en tal o cual periódico. O la desaparición o verse convertido en una agencia de RR.PP. del Corticoles o el Gobierno. El futuro del periodismo pudiera ser aterrador. Uno no puede hacerse el sorprendido. Servidor puede asegurar que, conforme pisó la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad de Málaga, ya le dijeron que, por egoísmo, mejor no haberse metido en aquello del Periodismo. Que los tiempos de Todos los hombres del Presidente llegaron, brillaron, se hicieron película y ahí se han quedado. Que ahora es todo un poco más Ciudadano Kane. El periodismo tiene futuro, pero es uno tan absolutamente distinto a lo que

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hemos conocido hasta ahora que casi ni lo contemplamos. El Viejo Periodismo ha muerto, ¡que viva el Nuevo Periodismo! ¿Qué sentido tiene pagar por que un periódico que me cuente lo que ya me dice Twitter? El periódico debe poseer un valor añadido, tener algo que haga que merezca la pena pagar. Realmente, tiene toda la lógica del mundo. No es nada tan revolucionario. ¿Cuál debe ser ese valor añadido? Hay distintas corrientes al respecto. Decía Ignacio Camacho –columnista del ABC, no se confundan con el centrocampista defensivo del Málaga- que el lector lo que demanda del periódico es la contextualización. Twitter te da la noticia, el periódico te cuenta el cómo, las posibles razones, consecuencias, te ayuda a entender todo lo que rodea al suceso. El periodismo va de intentar comprender el mundo. Esa idea me fascina. Intentar comprender el mundo… Es una tarea hartamente difícil. Más difícil incluso que lo del camello y la aguja que dijo no recuerdo quién. El mundo es ilimitado. Infinito en su eterno presente. Inabarcable. No podemos pretender resumirlo en unas decenas de páginas diarias. Y al mismo tiempo, tenemos la obligación como periodistas de lograr que el lector crea comprender el mundo después de la lectura. La solución para la crisis del periodismo pasa sólo por más y mejor periodismo. Por crear periodismo por el que merezca la pena pagar. Olvidar partidismos, vídeos virales y la ponderancia de la rapidez frente a

cualquier otra cosa. Frente a la escritura de crónica-lista-justo-después-del acontecimiento, abogar por la de dry

Martini, insomnio y la infinitud temporal de una noche de 6 horas largas. Dejarnos llevar en el eterno retorno nietzscheano para volver a esos principios de siglo en los que cada periódico era una obra de arte. Renacer como el periodismo niño que algún día fue. Renacer del periódico producto industrial, gris. No consuma ladrillo, decía Diario 16. Hay una cosa clara. No se puede hacer más y mejor periodismo con menos periodistas. Esto es evidente. La crisis del periodismo –como casi cualquier recesión- se soluciona invirtiendo en el futuro y no hipotecándolo. Sí, el periodismo va de intentar comprender el mundo, pero hay cosas de El Mundo que son incomprensibles. Quizá, si el buen don Paco siguiera en el mundo, podría haberse pensado si en el siglo XXI es uno mismo el que se corta en lonchas o, sin embargo, son ya las publicaciones las que te cortan en lonchas, sin pedirte permiso, ni invitarte a cenar antes, ni nada. Quizá si el buen don Paco siguiera en El Mundo, donde escribió hasta su fallecimiento, no hubiese tenido que autoinflingirse el castigo, porque ya le hubieran cortado en unas lonchas con forma de ERE.

Demófilo Peláez es estudiante de periodismo en la Universidad de Málaga. Fundador, director y columnista de El Reverso (www.elreverso.es).

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Tres palabras

por Almudena Cordero

@almucordero

¿Por qué no? Esa es la pregunta que deberías hacerte cada vez que te proponen algo que te descoloca, algo que está fuera de lo habitual o de lo que el resto del universo hace en su día a día, pero que sin embargo suscita en tu mente entusiasmo. Ese entusiasmo del que te estás acordando en este mismo instante. Ese. Te encuentras en una sociedad absorbida por la rutina, personas controladas por agendas y, consecuentemente, por los “tengo que hacer”, pero, realmente, ¿quieres hacer todo lo que ocupa una parte de tu día? ¡Qué poco tiempo le dedicas a pensar eso y cuánto le deberías dedicar! La respuesta que justifica el dejarte llevar por lo cotidiano por encima del atrapar las nuevas oportunidades que la vida te brinda a diario es muy sencilla: te aterra la idea de salir del entorno que dominas ya que ahí todo es cómodo, sea o no agradable. ¿Por qué? Porque es lo que conoces, es tu zona de confort. “Zona de confort” suena a tranquilidad, a no tener que mover un dedo para conseguir algo, pero qué aburrida una vida en la que no tienes nada que arriesgar ni nada que perder. Qué pena no lograr un objetivo que algún día creías utópico.

¿Es eso lo que quieres? Alguien dijo una vez que el éxito es uno por ciento inspiración y noventa y nueve por ciento, transpiración. El problema es que, cada vez que queremos aventurarnos en algo fuera de lo común, nos cortan las alas y nos hacen creer que no somos lo suficientemente buenos como para conseguirlo. ¿Cuál es la clave? Creer en el proceso y en el resultado final. Si crees en ellos, el éxito vendrá a ti, tenlo seguro. ¿Cuántas personas, en los últimos

años, te han dicho que seas realista cuando le has contado un proyecto que tienes en mente? Tras ello, te sientes decaído, como cuando eras pequeño y se te escapaba aquel globo que tanto te había costado conseguir tras varios pucheros directos al corazón de tus padres. Si tienes una idea, un plan, un proyecto, ve a por él y consíguelo. Como un amigo me suele decir, en esta vida triunfa el que insiste, resiste y nunca desiste. Ahora, estás en el presente. Ojalá fuese tan fácil como parece dejar atrás el pasado y comerte el futuro que tienes delante, ese futuro que se presenta, en la mayoría de casos, como una incógnita; como algo que no conocemos, algo fuera de nuestra zona de confort; como algo que realmente no sabemos contemplar ni valorar. Es ahí, entonces, donde tenemos que tener claro cuánto estamos dispuestos a dar para conseguirlo, hasta dónde estamos dispuestos a llegar. No podremos olvidar que, mientras estemos descansando, habrá gente trabajando por ser el mejor en lo mismo que nosotros, pero, si estas convencido de que es lo que quieres conseguir, trabaja en ello todos los días porque el trabajo duro vence al talento cuando el talento no se está esforzando lo suficiente. Tres palabras tienen que ser recordadas a diario, por no decir cada hora. Tres palabras que deberían habernos enseñado al abandonar la cuna. Tres palabras que desembocan en la consecución de todos los proyectos. Tres palabras que nos hacen sentir indiferentes a los “no puedo”. Tres palabras que nos impulsan día a día, que nos motivan a seguir. Tres palabras que tendríamos que tatuarnos en el alma para no olvidarlas nunca: CREE EN TI. Y ahora, te pregunto ¿por qué no?

Almudena Cordero es estudiante de Derecho y Administración y Dirección de Empresas en la Universidad de Málaga.

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¿Apatía o interés?

por Ana Somavilla

@nitasomo

Vivimos un momento de la historia de nuestro país en el que se están produciendo constantes cambios. Cambios que desconciertan a la sociedad y que exigen una transformación, no sólo en la mentalidad sino también en la manera de actuar. El problema radica en que la sociedad no posee la capacidad necesaria para estar a la altura de tales circunstancias, tanto en el ámbito económico, como ideológico y político. Es este último aspecto el que afecta en mayor medida a la forma de pensar y de concienciar a todos y cada uno de los ciudadanos, reflejando una realidad evidente.

Es curioso cómo se ha producido un creciente interés por la organización política del país, viviéndose con mayor intensidad los asuntos que afectan al colectivo social, ante la necesidad de ver representados sus valores. Y es en este punto en el que se abre un debate presente en el día a día de los más jóvenes, ya que estos son los que determinarán el futuro del país.

Algunos piensan que las nuevas generaciones son un sector alejado de la política, sin ánimo de participación. Los debutantes en las urnas creen que los partidos políticos sólo están interesados en su voto y no en su opinión, siendo

utilizados en muchas ocasiones como bandera electoral. El hecho de que el voto es un derecho y no una obligación ha servido de excusa para no involucrase en el proceso electoral. Además, esta apatía procede de la desinformación, decepción, engaño, manipulación, falta de conocimiento nacional ante la realidad política del país, la corrupción, los falsos ofrecimientos en campañas y promesas electorales que no son creíbles, junto con las falsas expectativas que al final no reflejan la voluntad de voto de las personas, y todo ello hace que se pierda la esperanza de que la situación mejore.

Sin embargo, muchos otros afirman lo contrario, que están muy concienciados en temas sociales. Los jóvenes están dispuestos a demostrar que la juventud tiene mucho que decir, se ven más realistas, desean introducir nuevas ideas, actualizar el discurso político y defender sus intereses. Esto es gracias a que el joven de hoy se acerca más a la política que el de varios años atrás, debido a que manejan más información por medio de las redes sociales y foros de discusión, para transmitir información, discutir de política o informar sobre acciones de movilización. Basta con entrar en una plataforma digital como Twitter, para darse cuenta de que los representantes de cada partido tienen cuenta propia donde comparten sus actividades, mostrando así el dinamismo político a todo el ámbito social.

Desde las últimas elecciones en Diciembre de 2015, muchos jóvenes que han cumplido los 18 años se suman al

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2016

censo electoral y votan por primera vez el próximo 26 de Junio. Pero, ni tan siquiera la novedad de votar parece para muchos aliciente suficiente, votarán por inercia más que por una convicción política fuerte. Otros verán una posibilidad para que su voz llegue a las instituciones. Y es que las elecciones son siempre un motivo de discordia, abrir una nueva campaña política es abrir una nueva competencia por el poder, aunque no se sabrá el resultado de estas opiniones contradictorias sobre la implicación de la juventud ciudadana hasta que finalice el escrutinio.

Como decía Antonio Cánovas del Castillo “la política es el arte de aplicar en cada época aquella parte del ideal que las circunstancias hacen posible”. Es por ello, por lo que es el momento de renovar la imagen que tiene la política española. La aparición de nuevas formaciones con caras nuevas supone un mensaje esperanzador para cambiar las circunstancias actuales de nuestro país y facilitar el diálogo, donde interactúen la pluralidad de opiniones. La política no es una herramienta para construir barreras entre los ciudadanos, sino un puente que sirva de unión para todos.

Ana Somavilla es estudiante de

Bachillerato en el Colegio San Estanislao de

Kostka de Málaga.