revista bostezo_06

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  • Ao 2 N 6 6.00 www.revistabostezo.com

    REVISTA DE ARTE Y PENSAMIENTO

    Mxico 80 Pesos | UE 7 | GB 6.5 | Argentina 30 Pesos | Guatemala 60 Qtz | Per 30 N Soles | Brasil 25 Reais | USA 7.5 $ | Tinduf 150 Drs | Uruguay 200 Pesos | Cuba 4 CUC | Colombia 50.000 Pesos2 TRIMESTRE

    ENTREVISTAS CON MARC AUG Y RICHARD STALLMAN / ARTEFAGIA EN CHINA / ESCONDRIjOS DE CIUDAD / GEOGRAFAS DEL MORBO

    3

    DoSSIER

    Psicogeografa y derivados

  • Escondrijos de ciudadcONcURSO FOTOGRFIcO

    Primer premio /ESconDRIjo DE a coRua. Adrin Lpez.

    Finalista /ESconDRIjo DE SalvaDoR DE baha. joan Gmez.

  • EDITORIALPOR QU PSICOGEOGRAFA?

    Director: Walter Buscarini (http://walter-buscarini.blogspot.com)

    Editor: Paco Incln ([email protected])

    Director de arte: Enrique Ferrando ([email protected])

    Diseador: Andrs Garca (www.setembre.es)

    Redactor-Jefe: David Barber ([email protected])

    Produccin grfica: Sergio Incln y Montse de Mateo (www.artefagia.com)

    Editor literario: Hctor Arnau

    Mesa de redaccin: Laura Domingo, Albeliz Crdoba, Sonia Garca, Quique Falcn, Ausis Navarro, Itziar Castell, Jess Gonzlez, Javi Llorens, Carlos Madrid, David Moya, Alejandro Morales, Alfonso Moreira, Pablo Santiago, Eduardo Romaguera, Ins Plasencia y Paqui Santos

    Equipo fotogrfico: Eva Mez, Laura Snchez, Elisa Garca, Mara Sainz y Martn Martnez

    Club de artistas: Javi Altabert, Aracely Kennedy, Esteban Hernndez, Sergio Luna, Marta Pina, Po Poy, Juanvi Martnez, Dani Sanchis, Irene Fenollar, Riccardo Maniscalchi, Mik Baro, M Jos Reche, Gloria Vilches, Martn Lpez y Clara-Iris Ramos

    Psicloga: Eva Vives

    Correctora: Sonia Vives

    Departamento de souvenirs: Mara Ferrando

    Logstica: Carmen Cervera

    Colaboradores/as: Poncho Martnez, Silvia Nanclares, Fermn Alegre, Pilar Pedraza, Arturo Castell, Vicente Chamb, Nacho Messeguer, Olga Esther, Miguel Morata, Eloy Fernndez Porta, Santiago Alba Rico, MacDiego, Kiko Amat, Ignacio Echevarra, Ester Gimnez, Nacho Moreno, Javier Reguera, Epo, Nacho Fernndez, Vktor Gmez, Miguel Brieva, Guillermo Lpez, Alicia Martnez, Paco Arroyo, Erika Jordn, David Moreno, Abelardo Muoz, Laura Navarro, Jaime Ortega, Miguel Brieva, Eugeni Machancoses, J. J. Prez Benlloch, Vicente Ponce, ngela Snchez de Vera, Dildo de Congost, Rogelio Villarreal y Mara Jos Vizcarro

    Consejo editorial: Suscriptores/as de Bostezo

    EDITA: Asociacin Cultural Bostezo

    DIRECCIN: Calle Santa Teresa, 26. 46110, Godella (Valencia). Espaa

    SUSCRIPCIN: [email protected]

    PUBLICIDAD: [email protected]

    TELFONO: 628 135 042

    IMPRESIN: La Grfica (www.lagraficaisg.com)

    DISTRIBUCIN: Sendra Marco, Traficantes de Sueos, Belleza Infinita y revistabostezo.com

    IDENTIFICACIN Bostezo no se identifica necesariamente (pero a lo mejor s) con la opinin de los autores y las autoras de los textos publicados.

    TODAS las obras publicadas pertenecen a sus autores/as.

    VISITA EL BLOG walterbuscarini.revistabostezo.com

    AO: 2011

    ISSN: 1889-0717

    DEPSITO LEGAL: V-4401-2008

    El concepto cay en gracia en el hirsuto equipo de redaccin de Bostezo, por esa curiosidad que suelen provocarnos aquellos trminos que proponen imbricadas dobleces de pensamiento,

    como afro-chino, tecno-alqumico o rururbano. Por eso solo por eso escogimos la psicogeografa como tema central del dossier de este nmero. El trmino haba sido acu-ado por Guy Debord, autor de La sociedad del espectculo, en el seno de la Internacional Situacionista (I.S.), considerada en algunos cenculos artsticos como la ltima van-guardia del siglo XX. La psicogeografa explicaba Debord supondra el estudio de los efectos y las formas del ambiente geogrfico en las emociones y el comportamiento de las personas. Posteriormente aadira que el concepto guardaba una amable vaguedad y reconoca las dificul-tades de la praxis situacionista. As que, aprovechando la laxitud del concepto, decidimos darle alguna forma, cualquiera de ellas.

    La prctica de la psicogeografa se ejerce principalmente a travs de las derivas, paseos sin rumbo llmenlo deambular o vagar o errar con los que se pretende recoger las experiencias y los cambios ambientales que pueden ocurrir durante improvisados recorridos por las ciudades. Los situacionistas abogaban por perderse como forma de dejarse sorprender e influir por los distintos acontecimientos surgidos durante sus derivas. Era su forma de analizar el urbanismo y el espacio pblico de una manera transgresora, explorarlos desde sus lados ocultos, diagonales o aparentemente intrascendentes. La mayora de las veces sus conclusiones quedaban en las barras de los bares; en las menos, anotadas en enrevesados mapitas ms estticos que concluyentes. La ciudad situacionista de Constant una urbe a escala planetaria mvil y nmada, apoyada sobre ruedas que permitieran su continuo desplazamiento puede ser considerada la representacin emblemtica de su propuesta.

    Malos tiempos para perderseCuando se cumplen cuarenta aos de la disolucin de la Internacional Situacionista, la psicogeo-grafa y sus subyacentes derivas se enfrentan a un replanteamiento obligado por la aparicin de los GPS, el Google Maps y los dispositivos mviles, que hacen que el acto de perderse tenga un riesgo aadido: que te tomen por imbcil. Por desgracia, y con este dossier nos unimos a la larga lista de culpables, las propuestas situacionistas han sido ensalzadas por el mismo mundillo artstico que ellos tantas veces negaron y pretendieron superar. Sus postulados de ingenuas aspiracio-nes subversivas han sido asimilados en su forma ms light y complaciente por museos, galeras, artistas y proyectos financiados por entidades bancarias. Debord y sus compinches acabaron ab-sorbidos por el mismo sistema espectacular que denunciaron en sus textos ms corrosivos.

    Recogiendo el malogrado testigo de aquellos obstinados borrachines, cultos de buen verbo, con Psicogeografa y derivados hemos querido adentrarnos en la relacin que como seres huma-nos establecemos conscientemente o no con nuestro entorno: cmo lo identificamos, lo tran-sitamos, lo imaginamos, lo modificamos o lo estigmatizamos a travs de la subjetividad radical que aplicamos a cada espacio que habitamos o recorremos. Solo eso, nada ms. Disfruten del paseo. Y no se preocupen si se pierden: se trata precisamente de eso.

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  • RETROVISOR04. I wish you werent here, Ins Plasencia06. Drogarse no es consumir, Juan Mal Herido07. El primer cuentamangas, David Taranco08. Lecturas para bostezar, Dara Barbate10. Los ngeles sin Hollywood, Laida Lertxundi15. Escondrijos de ciudad, Revista Bostezo y colectivo Artefagia16. Sombreros o el puetero servidor del lpiz, Abelardo Moz18. Con k de Bankia, Walter Buscarini

    PLATICANDO...12. Richard Stallman, Revista Bostezo52. Marc Aug, Ester Gimnez Beltrn

    BOSTEZO VISUAL36. Artefagia en China, Sergi Incln (fotografas)

    PENSAMIENTO EN ACCIN59. Psicogeografa en el metro, con Desayuno con Viandantes, Superville y SETEM

    BATISCAFO 65. Suplemento literario. N6

    Sumario

    16

    Clara-Iris Ramos: www.clarairis.blogspot.comAitana Carrasco: www.aitaneta.blogspot.comJorge Parras: www.jorgeparras.netIrene Fenollar: www.irenefenollar.blogspot.comPaula Bonet: www.paulabonet.wordpress.comMartn Lpez: www.jaijaijai.netJuan Jos Martn Andrs: www.otroespacio.org/otro Clara Bleda: www.clarableda.blogspot.comMara Sainz: www.mariasainz.carbonmade.comDani Sanchis: www.tardamucho.blogspot.comMiguel Brieva: www.clismon.org

    Marco Pardo: www.marcopardo.comEduardo Romaguera: www.eduroma.comOlga Esther: www.olgaesther.blogspot.comArtefagia: www.artefagia.comPo Poy: www.popoyplon.blogspot.comSamuel Domingo: www.samueldomingo.comM. G. Burns: www.mgomezburns.blogspot.comChris Jordan: www.chrisjordan.comFernando Vicente: www.fernandovicente.esPepe Miralles: www.geografiasdelmorbo.netSuperville: www.superville.blogspot.com

    BUSCADOR DE ARTISTAS COLABORADORES/AS

    4

    Diseo de portada: Aitana Carrasco Ingls, 2011

    pUnTOS DE vEnTA DE LA REvISTA bostezoAlacant: 80 mundos. Alcoi: Exlibris. Alcdia: L Esplai. Algemes: Samaruc. Alginet: Sambori. Alzira: Xuquer. Barcelona: Laie- Pau Claris, Laie-CCCB, La Central-El Raval, La Central (c/Mallorca), Aldarull, Cap i Cua, La Ciutat Invisible. Benicssim: L Ambit. Benicarl: Grvol. Bilbao: Anti-liburudenda, Gataska. Burjassot: Rayuela, Burjassot. Canals: La Parra. Castell: Babel, Argot, Plcido Gomes. Ciudad Real: Subtexto. Dnia: La Mar, Pblics. El perell (Tarragona): Canig. Elx: Ali i Truc. Gandia: Ferrer, Gavina. Godella: La Biblioteca Bar y Kiosko La Estacin. Granada: Bakakai. Huesca: Annima Len: Elektra Cmics. Logroo: Castroviejo Librero. Madrid: Traficantes de Sueos, Laie-Caixa Forum, Arrebato, Pantha Rei, Marabunta, Paradox, Muga, Enclave de Libros, Visor. Mlaga: La Casa Invisible. Oliva: La Fona. Ontinyent: La Llibreria. Oviedo: Cambalache. palma de Mallorca: Literanta, La Casa Tomada. pamplona-Irua: Hrmiga Atmica. port de Sagunt: El Puerto. picassent: Odisseu. Santan-der: La Libre. Santiago de Compostela: Pedreira. Sagunt: Tres en ratlla. Sevilla: La Fuga, Un Gato en Bicicleta. Sueca: Sant Pere. Terrassa: Ateneu Candela. valncia: Dad, Futurama, Slaughterhouse, Arte&Facto, El Dorado, Primado, Viridiana, Railowsky, Soriano, La Traca, Ramon Llull, Tirant Lo Blanc, Kiosko Espaa, Espai Visor, L Iber, Intertcnica-Politcnica. vila-real: Ausis. vinars: Obreda. vitoria-Gasteiz: Zapateneo, Zuloa Irudia. Xtiva: La Costera. Zaragoza: Clamo, Antigona, La Pantera Rossa. pedidos y distribucin: [email protected]

    SUSCRIpCIOnESQuieres recibir Bostezo en tu casa?25 euros x 4 nmeros48 euros x 8 nmeros(Gastos de envo incluidos)

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  • DOSSIER: PSICOGEOGRAFA Y DERIVADOS

    21. La catedral y el aeropuerto: la lucha contra el cuerpo, Santiago Alba Rico

    24. Midway, el plstico y los albatros, Manuel Maqueda

    26. Esta casa es una ruina, Dildo de Congost

    30. Manzanas podridas en puertos hanseticos de poniente, Hctor Arnau

    33. Psicogeografa del futuro, Jorge Carrin

    38. Decir la calle y no callar, David Prez

    40. Casas vacas, gente a la calle, Proyecto SILO (Jos Milara)

    42. Se llama pasear, Guy, Kiko Amat

    44. Geografas del morbo, Pepe Miralles

    47. Una patria a su gusto, Carlos Jimen

    50. Psicogeoqu?, Pau Rausell

    56. La conspiracin de los tecno-paseantes, Nacho Moreno

    62. Los no-lugares: el nuevo ecosistema, Ral Minchinela

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    Para la impresin de este nmero, la Asociacin Cultural Bostezo ha recibido ayuda econmica de la Concejala de participacin Ciudadana del Ayuntamiento de Godella, a travs de la convocatoria de subvenciones a asociaciones locales.

    COLABORACIOnESEsta revista ha recibido una ayu-da de la Direccin General del Libro, Archivos y Bibliotecas del Ministerio de Cultura, para su difusin en bibliotecas, cen-tros culturales y universidades de Espaa, para la totalidad de los nmeros del ao 2011.

  • 6 | retrovisor |

    La lista de la compra que ofrezco a continuacin incluye un tem an-malo: digan cul. Actimel, cocana, yogures, leche, chorizo, Kit-kat.

    No, no era Kit-kat.No, no era chorizo.En fin: coca.

    La cocana nunca se apunta. Tenemos buena memoria para lo que nos interesa, y por eso las drogas nunca se incluyen en una lista de la compra. Tampoco se venden en el sper (ni siquiera en el Lidl por ese tipo que te abre la puerta); nunca salen en los spots de tas buenas de la tele; nunca ocupan la contraportada de El Pas Semanal. Sin embargo, consumo de cocana es un sintagma recurrente en las monsergas esta-tales, las estadsticas europeas y algunas conversaciones estiradas. Se dice que el consumo de cocana ha subido o ha bajado este ao, que el consumo de cocana es el principal problema de los jvenes espaoles o de los gerentes de sex-shops; que se van a hacer grandes cosas contra el consumo de cocana.

    Basta leer El sistema de los objetos, de Jean Baudrillard, para enten-der lo siguiente -que es crucial para entender nuestra vida: el consumo de cocana no existe. Existe la cocana. Exista esa raya de cocana que me he metido hace quince minutos para escribir esta mierda. Existir Colombia por largos aos en la parte ms perfumada de los mapas. S, no lo niego. Pero no existe, en puridad, el consumo de cocana.

    Los objetos a los que se refiere Jean Baudrillard en este estupendo ensayo son las cosas de Perec con el precio colgando: la televisin, el coche, las cortinas. Pero tambin el Actimel y el chorizo. Estos objetos, de obsolescencia programada o caducidad manifiesta, forman un cdi-go social que todos entendemos y difundimos. Puede decirse que hablamos chorizo y charlamos Actimel, que denotamos yogures y rotuladores. Basta subir en un transporte pblico para darse cuenta de que la mayora de la gente no tendra nada que decir si antes no hubiera comprado algo.

    Baudrillard nos ensea que los objetos de consumo son signos y que forman un sistema semntico que utilizamos para construir nuestra identidad ante los dems. Y para reconocer la identidad de los otros. Los objetos ms valorados son los que admiten una evolucin tcnica. Si un objeto no evoluciona, deja de consumirse o pasa a ser una reliquia, el exotismo del objeto primitivo. La fascinacin por los automvi-les, los ordenadores y la Blackberry procede de que su automatismo e independencia nos los configuran como casi-humanos. Lo que no dice Baudrillard es que muchos telfonos mviles son ms autnomos e independientes que muchas exnovias.

    La publicidad, apunta el socilogo, no busca informar de las caractersticas del producto, sino proponer en la ubicuidad de sus manifestaciones (anuncios en televisin, en pginas webs, en marquesinas de autobs) dos evidencias paradisacas: vives en libertad (que es la libertad de comprar) y trabaja-

    mos por tu integracin en la sociedad. Consumir, por lo tanto y en cursiva, es elegir pertenecer.

    Resulta irnico que las ideas de Baudrillard hayan envejecido mejor que los productos de moda que pone como ejemplo; muchos de ellos ni siquiera existen ya. Que las ideas sigan funcionando al cabo de los siglos mientras que un miriaque o un gramfono no sirvan a partir de deter-minado momento ni para sealarlos con el dedo me hace feliz. Tambin es verdad que muchas otras ideas desaparecen antes que la tinta en una entrada de cine, pero eso tambin me hace feliz.

    Baudrillard estableci en 1968 en este ensayo las claves del con-sumismo y apenas dej un resquicio para pensadores posteriores. Los franceses lo han pensado siempre todo del derecho y del revs, y por eso en Espaa pensar ha llegado a significar aplaudir al francs; porque nadie en Espaa tiene nunca ninguna idea que no haya tenido antes un francs.

    Tampoco nadie en Espaa ha follado nunca de una manera que no haya follado antes un francs.

    Somos un pas al que Francia le hace falta para pensar y para des-virgarse.

    Lo que no dice Baudrillard, sin embargo, y Foucault no tuvo tiempo de analizar, y por eso lo tengo que hacer yo, es que el consumo de coca-na ha de considerarse en rigor como anticonsumo.

    Porque la cocana, como producto, no evoluciona. Naci perfecta. Uno de sus seudnimos, nieve, tiene ms que ver con esa perfeccin que con la burda similitud a primera vista.

    Adems, la cocana no hace publicidad y, desde luego, no admite que-jas del consumidor a no ser que el consumidor sea negro y bastante musculado.

    Mientras que los yogures quitan y ponen vitamina C y nueces, la coca sigue siendo la misma y no por eso ha dejado de ser de-mandada. Esto quiere decir que la cocana no se consume, que

    no forma parte del mercado segn lo conocemos, sino de tiendas paralelas y abstractas que no participan de las

    estrategias de toxicidad intelectual de los colmados habituales en nuestras transacciones.

    Podemos afirmar que drogarse no es consumir en virtud de que nadie mira el precio de la droga, y adems

    ese precio se paga con sumo gusto. Tampoco se atiende al he-cho de que pueda haber sido fabricada por nios explotados; no

    importa mucho el diseo de su envoltorio, ni la ausencia en l de un sello con la fecha de caducidad.

    Adems, la droga es el nico producto que dispone de una an-ticampaa publicitaria: la que hace el Estado para disuadir de su

    consumo, amn de las leyes que la prohben. Un producto que se consume masivamente cuando todo un aparato administrativo

    aconseja que no se consuma es un producto que no se consume: se vive.

    Y eso es sin duda una buena cosa. Algo sano. Algo que nos mejora como personas y nos libera

    del afn adquisitivo.

    Drogarse no es consumirEl sistema de los objetos, Jean Baudrillard. Ediciones Siglo XXI, 1979.

    letras

    Juan Mal Heridowww.lector-malherido.blogspot.com

    Ilustracin de Jorge Parras

  • | retrovisor | 7

    El primer cuentamangascMic

    En Japn hay un personaje peculiar que se gana la vida leyendo mangas a los viandantes. Vieta por vieta va narrando la ac-cin con diferentes voces, sonidos guturales y chasquidos de la lengua, acompaados de gestos faciales y algn que otro

    aspaviento con los brazos. Es una especie de cuentacuentos que ha cambiado las fbulas y las leyendas infantiles por las aventuras de Dragon Ball, Doraemon o Evangelion.

    Rikimaru Toho es el nombre artstico del primer y nico cuenta-mangas de la historia. Su aspecto desaliado y esquivo le ha conver-tido en una figura inconfundible en Tokio. Luce una larga melena, re-sultado de nueve aos sin cortarse el pelo, una barba poblada y unas gruesas gafas de pasta. Alrededor de la cabeza lleva anudada una toalla blanca como si fuera un pauelo. Siempre viste una camiseta roja, una cazadora vaquera y unos jeans. En lugar de zapatos calza unos tabi, una especie de calcetines de lona con suela, propios de los obreros de la construccin en Japn.

    Tres noches a la semana Rikimaru se instala en una de las salidas de la estacin de tren de Shimokitazawa, y los fines de semana pone su puesto ambulante en el parque de Inokashira. Llega en bicicleta cargado con su coleccin de mangas que extiende sobre el suelo con rigurosa meticulosidad. Al lado coloca un bote de miel con jengibre para suavizarse la garganta entre lectura y lectura, y unos caramelos que regala a su pblico, no ms de dos o tres personas a la vez, cuando termina la funcin y recibe su gratificacin. El precio por una historie-ta son cien yenes -algo menos de un euro-, aunque algunas personas le dan algo ms o, los que ya lo conocen, le traen una bolsa de arroz, lo nico que prepara en su casa, o cualquier otra cosa que se pueda comer sin necesidad de cocinar, como galletas o latas de conserva.

    Rikimaru es un tipo modesto y sin ambiciones de ningn tipo. Reside en un apartamento sin bao de apenas quince metros cua-drados en el que se apilan, junto a un futn, centenares de mangas carcomidos por la abrasin solar, el viento y la lluvia. No tiene amigos, no tiene novia, vive apartado de su familia y no posee ms aficin que la lectura y la msica. As se comprende que pueda sobrevivir en

    Tokio con el fruto de sus cuatro das de trabajo ms alguna aparicin espordica en anuncios de publicidad o como extra en pelculas. l no se inmuta cuando se le recuerda el salario medio de un japons de su edad.

    Cuando termin el bachillerato Rikimaru era un chico timorato y solitario que soaba con encontrar una va de comunicacin con la gente para expresar sus sentimientos. Despus de un ao de reclu-sin en su casa, vctima de una depresin juvenil, quiso vencer su ti-midez hacindose cantante de folk. No lo consigui, pero enseguida busc otro camino y decidi convertirse en actor de doblaje de pelcu-las de animacin. Sin embargo, un da asumi que tampoco lo lograra. Encontr entonces una original forma de expresin: sera el primer cuentamangas del mundo. Como parte de su entrenamiento para ser actor de doblaje, Rikimaru lea mangas en voz alta en su habitacin. Por qu no hacerlo delante de lwa gente?, se pregunt una maana y sali de casa con un par de cmics debajo del brazo en direccin de la estacin de Chigasaki. All tuvo lugar su primera actuacin. Nadie le prest atencin, pero eso no impidi que volviera al da siguiente. As estuvo seis meses, compaginando esta actividad con ocupacio-nes a tiempo parcial hasta que consigui un empleo fijo en un local de karaoke, que tampoco dur para siempre. Despus de siete aos de vaivenes laborales, Rikimaru opt por dedicarse en exclusividad al oficio de cuentamangas. Una noche de otoo se plant frente a la es-tacin de Shibuya, una de las ms transitadas de la capital. Ocho aos despus, an recuerda el sonido de la primera moneda que cay en el bote en el que guardaba sus ganancias por aquel entonces. Ahora simplemente se mete el dinero en el bolsillo. Este, quizs, es el ni-co cambio que ha habido en su puesta en escena, aunque reconoce tambin que con los aos va venciendo su timidez. Dice que su mayor satisfaccin es precisamente haber podido establecer un canal de co-municacin con la gente a travs de los cmics. Su sueo? Su sueo no es ms que poder seguir contribuyendo a la difusin del manga con una perseverancia indolente y audaz al mismo tiempo. Hasta que el cuerpo aguante.

    David Taranco (texto y fotos)Corresponsal en Tokio

  • 18 | retrovisor |

    El capitalismo se atreve con todo1. Es capaz de adoptar en su seno al mis-mo enemigo que le escupe, le nie-ga, le cuestiona. Sucede con el Che

    Guevara, con los Sex Pixtols, con los iconos zapatistas, con trminos como alternativo, ecolgico o underground, con la bandera cubana, con el mismo movimiento situacio-nista. Solo Al Qaeda, Kim Jong-il y Hctor Arnau parecen escapar por ahora de la ab-duccin capitalista. Debord y los suyos lo llamaban recuperacin lo contrario que dtournement2 definido como la posibi-lidad de que ideas subversivas y sus repre-sentaciones pudieran ser incorporadas a las lgicas dominantes que obedecen al capita-lismo. La estrategia para esto es despojarlos de contenido y adaptarlos al sistema mer-cantilista. Como la k de Bankia.

    Poco sabemos de la k: de supuesto ori-gen fenicio (y ensalzada por los griegos), un-dcima letra de nuestro alfabeto, no queda claro si nos pertenece del todo o solo se em-plea para palabras de origen forneo, tales como koin, kamikaze o kiwi. En los ltimos aos, la academia aconseja su progresiva sustitucin por la c o la q, como en quilo, Iraq o quiosco (tal vez la palabra con ms grafas en castellano: quiosco, kiosko, kiosco, quiosko). El lenguaje aplicado a los SMS de la telefo-na mvil donde los que son k y los quien son kien y la plena asuncin en castellano de los anglicismos O.K. y K.O. representan los estrtores de la siempre asediada k.

    Se trata pues de una letra extica, casi alctona, con un pie siempre fuera de la orto-grafa castellana. Su sonido se define como obstruyente, oclusivo, velar y sordo. No en-tiendo mucho de sonidos de letras, pero to-dos estos adjetivos se me antojan oscuros, desquiciantes y desconcertantes. Ante el rechazo 'oficial' de la k en nuestra gramtica, son los movimientos subversivos en su ma-yora de procedencia adolescentoide los

    1 Interesante ampliar esta frase con la lectura en diagonal de Rebelarse vende, de Joseph Heath y Andrew Potter.2 La anttesis de la recuperacin: apropiarse de algn objeto creado por el capitalismo o el sistema poltico hege-mnico y distorsionarlo para producir un efecto crtico.

    que la recogen para emplearla como forma de expresar disconformidad con el sistema imperante. Empleada en palabras como oku-pacin, radikal, kalimocho o Vallekas (el tra-vieso barrio madrileo); eslganes como Mili KK; movimientos como el punk o el rock de bandas irredentas (al menos en apariencia) como Eskorbuto, El ltimo Ke Zierre o Benito Kamelas. Quin no ha tenido un amigo/a re-belde en el instituto que se haca llamar Kike, skar o Klaudia? Si a ello le unimos que la k es la letra por antonomasia del euskera, ya la hemos liado parda: la k est bajo sospe-cha, acusada de colaborar con movimientos corrosivos de naturaleza insurrecta. Al mis-msimo Sabino Arana histrico vascuence culpable, segn el nacionalismo espaol, de todos los males procedentes de sus vascongadas se le ha acusado, entre otras 'aberraciones', de introducir la malvada k en el euskera (no os da miedo verla escrita en kale borroka?), como si alguien tuviese que defenderse de introducir letras en los alfa-betos. Sin embargo, fuentes ms acredita-das aseguran que la k fue introducida en el euskera a finales del siglo XVIII, mucho antes

    del nacimiento de Arana. Tambin la univer-sal figura de Kafka y el inquietante seor K., protagonista de El proceso contribuyen a ese aire misterioso y desasosegado de la letra k. El adjetivo kafkiano perfectamente podra ser definido como obstruyente, oclu-sivo, velar y sordo, no?

    Pero he aqu que, en pleno descrdito global de los entes financieros, se gesta un banco, resultante de la fusin de dos cajas, que en su campaa para captar accionistas decide emplear la k en sus anuncios. Imagino que sus asesores en mercadotecnia la esco-geran por la imagen rebelde y juvenil que transmite. Una recuperacin como la copa de un pino para captar al cliente despista-do, capaz de confundir un banco con una entidad chachi y molona. Hace unos aos keras kemar bankos, ahora keremos k te hagas bankero. Les falt decir solo son mil pavos. La k de tintes subversivos transfor-mada ahora en icono modernete, guay, buen rollito, hermano. Estos seores le echan tanto morro que es para quitarse el sombre-ro. Tenemos mucho que aprender de ellos. Bankia, ol tus kojones!

    Walter Buscariniwww.revistabostezo.com

    Con k de BankiaUn magnfico caso de recuperacin

    letras

  • | retrovisor | 19

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    DOSSIER

    DoSSIER: PSICOGEOGRAFA Y DERIVADOS CooRDINA: CLARA-IRIS RAMOS

  • Publ

    icid

    ad

    www.olgaesther.blogspot.com

  • | psicogeografa y derivados | 21

    El espacio es sin duda una condicin, pero tambin una decisin. No es el vaco que queda cuando se han descontado todos los cuerpos que lo pueblan si-no, al contrario, el aura o hueco que se revela entre ellos y que al mismo tiempo les impone sus complexiones y sus posturas. El espacio es cosa de dos, y all donde solo hay uno -el eremita en el desierto, el insomne en su cama o Dios volando por encima de las aguas antes de la creacin-, no cabe nada, ni siquiera el propio cuerpo, que coincide con los lmites del universo, como coinciden los lmites del molusco con los de la valva que lo encierran. Por decirlo de algn modo: nos reunimos para que haya sitio; nos junta-mos para dejar lugar. Todo espacio es un espacio ocupado. Todo espacio ocupado es un espacio liberado. El atad, invo-lucin del hombre al mejilln, retroceso del alma a almeja, es la negacin al mismo tiempo del cuerpo y de su espacio.

    potica del espacioEn 1957, el cientfico y filsofo Gaston Bachelard escribi un libro memorable, La potica del espacio, en el que repasa-ba las imgenes ms potentes de la intimidad espacial. A Bachelard le interesaba en este caso el trabajo de coloniza-cin individual de los recintos cerrados, las representacio-nes con las que la imaginacin puebla los interiores prote-gidos o, como l mismo dice, el repertorio de los espacios felices. Su estudio de topofilia se ocupa menos de los con-fines levantados por la geometra y la arquitectura contra la inmensidad exterior que de la actividad vital desarrolla-da dentro de ellos; menos de las barreras y muros de con-tencin que del ser que se concentra en el interior de los lmites protegidos. La felicidad, el bienestar, la memoria, la familiaridad ansioltica, la introspeccin, la intensidad, la realidad ontolgica estn atadas por una raz potica a espacios subjetivamente elaborados, excavados desde hace siglos por la imaginacin humana, al menos por la imagi-nacin occidental: la casa, el cofre, el cajn, el armario, el nido, la concha, el rincn. Todos esos espacios, a su vez, nos conducen a ciertas representaciones del cuerpo y a los ver-bos que las describen: agazaparse, acuclillarse, acurrucar-se, acciones mediante las cuales los cuerpos, por as decirlo, interiorizan el exterior; se adaptan al medio al mismo tiem-po que lo cargan de vida humana. Agazaparse, acuclillarse o acurrucarse son verbos notoriamente espaciales -el trabajo de ajustar los propios lmites a los del recinto ocupado o el de reducir los lmites del espacio a los del propio organismo en contraccin-, aunque pueden tambin reconducirnos, en lugar de a la casa o al nido, a la celda de aislamiento, a la cmara de torturas o al quirfano. Un cambio de postu-ra en la cama, como en las primeras pginas de En busca del tiempo perdido de Proust, puede abrir el vasto espacio

    ntimo de la memoria; el dolor o el terror infligido en un stano, por su parte, pueden plegar un cuer-po en la postu-ra fetal de la intimidad ya-cente y el repo-so satisfecho. La potica del es-pacio es en cual-quier caso una fenomenologa de interiores, una car-tografa de paredes marcadas y huecos re-vividos: el cuerpo que define un territorio con sus secreciones y que al hacerlo separa del mundo, en un cua-drado, una intimidad universal.

    Metafsica del espacioPor oposicin a la potica del espa-cio, podemos concebir tambin una metafsica del espacio, en la que es la inmensidad exterior la que toma las decisiones, rechazando sin parar toda tentativa de ocupacin. Son, digamos, las inmensidades natura-les, cuyo repertorio puede reducirse a tres fundamentales: el desierto, el ocano y el bosque. Fracaso y reclamo de la arquitectura, los cuerpos viven ah los tres peligros extremos que amenazan su existencia. En el desier-to, la amenaza procede de arriba, del cielo despellejado, sin tapa, vertigino-so, cuyo sol incandescente y solitario impide alzar la mirada; no hay nada ms que l (no hay ms sol que el sol) y la sombra inalcanzable del via-jero que trata de escapar a su dominio. Quizs no es una casualidad que la in-terpretacin religiosa de

    pOR SAnTIAGO ALBA RICOILUSTRACIONES DE RICCARDO MANISCALCHI

    La catedral y el aeropuerto: la lucha contra el cuerpo

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    esta inmensidad se llame monotesmo, histricamente asociado, en efecto, al desierto egipcio del Sina.

    Luego tenemos el mar, desierto derretido -e invertido- en el que los peligros proceden de abajo, de esa masa lquida en perpetuo movimien-to en la que desaparecen las piernas y el tronco del nadador, expuesto a ser absorbido en el abismo o arrastrado hacia abajo por una succin repenti-na. El barco se mantiene a flote por encima de un frenes de vidas ciegas y terribles, cuerpos deformados por la oscuridad que se mueven median-te impulsos, restos de naufragios que revelan en un fogonazo la inhabitabi-lidad -la inhumanidad- del agua. No es una casualidad tampoco que Her-mann Melville identifique el ocano con los tormentos de la teodicea, disci-plina que trata en vano de explicar el problema del Mal, o con el escndalo del atesmo, carnoso, blanco, lleno de bultos, tan desprovisto de alma como una gran ballena. Lo Demasiado Gran-de de Arriba es un espritu; lo Dema-siado Grande de Abajo es una carne.

    Tenemos por fin el bosque, en el que los peligros -horizontales- pro-vienen de la multiplicidad misma, de la autognesis sin lmite a ras de suelo. Retoos, brotes, lquenes, zar-zas, una proliferacin minuciosa de vidas particulares demasiado rpidas para el ojo, audibles en forma de chas-quido o cuchicheo, pero inasibles, escurridizas, fugitivas. Tampoco es una casualidad que el bosque sea el hogar religioso del paganismo o del politesmo, con su bullicio de criaturas supernaturales: slfides, ninfas, sti-ros, duendes, gnomos, trasgos, elfos y todas las huestes de la Demasiada Vida, incluidos brujas y scubos, que no encuentran refugio entre los rbo-les sino que crecen al mismo tiempo que ellos para invadir y devorar la ci-vilizacin.

    poltica del espacioLa potica del espacio proporciona las imgenes del cuerpo entrometido; la metafsica del espacio las del cuerpo rechazado. Pero hay tambin una po-ltica del espacio a la que corresponde decidir, por su parte, los lugares pri-vilegiados de la representacin social, el recinto donde los cuerpos interiori-zan los valores de una sociedad con-creta y con ellos su propio valor indi-vidual. Todas las culturas construyen espacios artificiales en los que se ima-ginan a s mismas como sistema; es

    decir, en los que materializan la ideo-loga dominante, entendiendo por ideologa -con Althusser- la repre-sentacin necesariamente imaginaria de las propias condiciones materiales de existencia. En este sentido, viene al caso recordar la interesante clasifi-cacin que, a partir de esta definicin, propone el filsofo marxista tienne Balibar. Si toda ideologa es una re-presentacin imaginaria y por lo tan-to engaosa de la base econmica, las diferentes sociedades se habran distinguido por su diferente manera de engaarse a s mismas. As, el en-gao propio de la Grecia clsica, en el periodo de la polis democrtica, ha-bra sido la poltica; el engao propio de las sociedades cristianas feudales habra sido la religin; y lo paradjico de las sociedades capitalistas indus-triales es que su especfica forma de engaarse -acerca de las condiciones econmicas- es precisamente la econo-ma.

    Habra que aadir que a cada una de estas formas especficas de au-torrepresentacin corresponde un espacio fsico privilegiado, foco de construccin y reproduccin del ima-ginario social y fragua de los cuer-pos normalizados. El urbanismo y la arquitectura son tambin ideologa. As, podramos decir que el centro espacial de la polis griega era el go-

    ra, donde la igualdad ante la ley y la igualdad de palabra (isonoma e isego-ra), reconocidas entre ciudadanos, iban acompaadas de una determina-da inscripcin del cuerpo en el espa-cio pblico. Frente a las mujeres y los esclavos, que permanecan ocultos en la ergstula y el gineceo y que solo po-dan salir vestidos a la calle, el gora impona la comparecencia de cuerpos desnudos, elaborados al margen del trabajo, en el gimnasio y en la guerra, que exponan ante la vista el sistema de proporciones por el que se rega la libertad poltica de la ciudad. Lo pro-pio del espacio poltico es el cuerpo como revelacin.

    Al espacio poltico del gora res-ponden las sociedades feudales cris-tianas con un centro espacial de ca-rcter religioso: la catedral. Expresin de la desigualdad apabullante entre Dios y sus criaturas, prolongacin y anulacin de un orden jerrquico que cede ante la Muerte, el empuje por elevar las bvedas, culminado con el arco ojival y los arbotantes del gtico, determina un esfuerzo proporcional por rebajar los cuerpos, toscas herra-mientas de un orden superior y obsti-nados estorbos para una felicidad ms alta. Lo propio del espacio religioso es el cuerpo como obstculo.

    En cuanto al capitalismo, enten-dido como rgimen destituidor de cuerpos y de cosas, su lugar ideal es el pasillo, por el que circulan perma-nentemente las mercancas, sustitu-yndose unas a otras en un proceso de renovacin que, como he escrito otras veces, no distingue entre cosas de co-mer, cosas de usar y cosas de mirar, pues las destruye (consume) todas por igual. El conjunto de todos los pasillos capitalistas se conoce con el nombre de mercado, dentro del cual, desde el principio, los cuerpos solo son el res-to de una acumulacin de riqueza abstracta. En el mundo mgico de las mercancas, donde nada se usa y nada envejece, los cuerpos se esfuerzan por parecerse a sus electrodomsticos y a sus coches; son metonimias trgicas de sus propios artefactos que tratan intilmente de reducir la carne y de ampliar la imagen. Lo propio del espa-cio econmico capitalista, como del bombardeo areo, es el cuerpo como residuo.

    Santa Sofa y la Terminal 4La poltica, como reprochaban los persas a los griegos, se materializa es-pacialmente en un agujero: la plaza

    En el mundo mgico de las mercancas, donde nada se usa y nada envejece, los cuerpos se esfuerzan por parecerse a sus electrodomsticos y sus coches; son metonimias trgicas de sus propios artefactos que tratan intilmente de reducir la carne y ampliar la imagen

  • pblica. El contrario lgico de la plaza es el pasillo y una sociedad compuesta solo de pasillos -un mundo puramen-te alimenticio de mondos impulsos biolgicos- debera ser incompatible no solo con la poltica sino con toda construccin arquitectnica. Pero el capitalismo tiene tambin sus propias catedrales fugaces, como todos los im-perios que quieren proclamar la eter-nidad de sus fundamentos (aunque se trate, en este caso, de la eternidad del pasaje). Las construcciones arquitect-nicas paradjicas del capitalismo son lo que el antroplogo Marc Aug llam hace quince aos los no-lugares, esos espacios de transicin en los que solo es posible identificarse como consu-midor. Pues bien, entre los no-lugares del capitalismo -pasillos de mercan-cas y de sus accesorios corporales- el que mejor seala la continuidad arqui-tectnica con el espacio religioso es el aeropuerto. Y ningn aeropuerto es ms catedralicio ni expresa ms depu-radamente la autorrepresentacin de la sociedad mercantil que la Terminal 4 del aeropuerto de Barajas de Madrid.

    Se construye una casa o un nido -potica del espacio- contra la meta-fsica de las intemperies sin lmites. Pero las catedrales no se construyen contra la inmensidad, como refugio n-timo frente a la tormenta, sino con la conviccin de que el universo mismo cabe en una de sus partes; y de que es posible agrandar el cielo. Santa Sofa, la catedral de Constantinopla, asom-bra ya desde el exterior: es como una gran araa que se apa -y se apa- por encima de la ciudad o como un dios-bizcocho que se hincha sin parar en el horno del mundo. La impresin visual es de crecimiento, de inflama-cin y hasta de palpitacin. Pero el milagro se produce al entrar. Porque en realidad, cuando se entra en Santa Sofa, uno tiene ms bien la impresin de salir; se pasa de un mundo muy grande bajo el sol a un mundo mu-cho ms grande bajo la bveda central. En nin-gn desierto, en ningn ocano, en ningn bosque se tiene la revelacin de extensin, de vaste-dad, de altura que nos golpea en Santa Sofa; la inmensidad, como la intimidad, es tambin un interior y hay que en-trar al exterior para sentirse

    un poco ms protegido. Bajo ese cielo ms alto que el cielo, el cuerpo com-prende cuanto hay de pecaminoso en su incapacidad de volar, en su necesi-dad de comer, en su afn de abrazar.

    Podra decirse que aeropuerto y ca-tedral mantienen una relacin con el cielo, pero eso sera poco ms que una broma. Lo interesante de la Terminal 4 de Madrid es que, como Santa Sofa, trasciende materialmente los lmites del universo; sus excesos arquitect-nicos, funcionales a un mundo que no funciona, imponen una autoconcien-cia del cuerpo muy ajustada a la din-mica destituidora de los mercados. Es catedral, pero es pasillo, y el tiempo que contiene no es el de la salvacin del alma sino el de la espera intil, el tiempo-basura de un cuerpo residual que no encuentra ms justificacin, mientras transita de un pas a otro, que la que le ofrecen las tiendas libres de impuestos. Esa combinacin de altura catedralicia y tiempo residual consumstico imponen una nocin del cuerpo radicalmente religiosa: all uno percibe su propio cuerpo como un freno a la evolucin humana, como una excre-cencia primitiva, como un sntoma de invencible subdesarrollo. Mientras la tecnologa avanza, mien-tras en las pantallas se su-ceden las imgenes, mientras las salas inmensas de cristal y acero parecen a punto de despe-gar del suelo, el cuerpo es un atra-so, nos mantiene siempre retrasados. El aeropuerto, como pasillo-catedral donde el capitalismo imagina su per-feccin, quintaesencia de la lucha te-naz del mercado contra los cuerpos.

    Podemos decir que, bajo el capitalismo, todo progresa salvo los hombres, y que por lo tanto el progreso mismo

    del capitalismo excluye todo aquello que ha caracterizado histricamente las relaciones antropolgicas entre los seres humanos. Hay que librarse de ellos. Los no-lugares son tambin no-cuerpos. El deseo circulante sin cuerpo es el motor mismo del mercado. Fren-te a l, hay que recuperar la potica del espacio, la metafsica de la intem-perie, la poltica de las goras, donde los cuerpos, acurrucados o batidos por el viento, palabra contra palabra, puedan defender valientemente su mortalidad, proteger audazmente su imperfeccin y construir colectiva-mente su dignidad humana.

    Santiago Alba Rico es

    ensayista y escritor

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    En el medio del Pacfico hay una diminuta isla donde las aves y los humanos se mezclan en un ciclo de re-novacin y de bsqueda interior. Un lugar donde el medio de la nada se convierte no solo en el medio de alguna parte, sino en el corazn de todo.

    La isla de Midway tiene tres kilmetros de largo y apenas uno de ancho. Como su nombre sugiere (midway significa a medio camino en ingls), este atoln se encuentra justo en el centro del ocano Pacfico norte, a medio camino entre California y Japn; y entre Hawi y el rtico.

    Midway es uno de los lugares ms aislados y remotos del mundo. Sin embargo, para los nativos hawaianos, el atoln de Midway (que ellos llaman Pijemanu) es un lugar de gran poder y singular importancia. En la tradicin hawaiana, el rosario de pequeos atolones que se extiende desde Kauai hasta Kure representa un largo linaje de kupuna, antepasa-dos. Midway es, por tanto, un venerable anciano-isla en una larga dinasta. Flores de lava que emergieron de las aguas y

    se fueron apagando con las largas estaciones de la geologa, dejando tras de s un paisaje marino cubierto de exquisitos ptalos de coral.

    Papahanaumokuakea es el nombre hawaiano de la inmen-sidad de mar azul que rodea a Midway. Esta palabra significa el lugar donde la unin de Papa (la madre Tierra) y Wakea (el padre cielo) engendra islas en medio de la inmensidad. Para los hawaianos estos atolones no solo son su cordn umbilical con el pasado, sino tambin una serie de hitos a lo largo de una antigua ruta que conduce las almas hacia el ms all. Saltando de isla en isla, los espritus de los muertos avanzan desde Hawi hacia el noroeste, al encuentro con el Po, la gran oscuridad, donde se renen con sus parientes muertos. Midway es la ltima isla antes del trpico de Cncer, que marca la frontera con el reino de las tinieblas de Po. El lti-mo peldao antes del salto definitivo hacia lo ignoto.

    Midway es una isla remota y aislada, pero paradjica-mente ha sido escenario de acontecimientos centrales en la

    pOR MAnUEL MAqUEDAFOTOGRAFA DE CHRIS JORDAN

    Midway, plstico y albatros

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    historia de la humanidad. En 1903 se produce en Midway el empalme del primer cable telegrfico transpacfico. Ello permiti que un mensaje electrnico, un telegrama, diera la vuelta al mundo por primera vez. En 1935, Pan American Airlines construye en Midway una base de re-postaje y un hotel que permiten inaugurar el primer ser-vicio areo regular desde San Francisco a China usando hidroaviones. En 1942, Midway fue escenario de una de las mayores batallas de la Segunda Guerra Mundial, que marca el fin del control japons del Pacfico. Durante los aos cincuenta y sesenta, en plena Guerra Fra, el ejrcito estadounidense crea en Midway un centro ultrasecreto de espionaje para el seguimiento de submarinos soviticos. Con l se instalan ms de tres mil quinientos militares y funcionarios en la isla. En 1969 el presidente estadouni-dense Nixon y su homlogo vietnamita Nguyen Van Thieu se renen por sorpresa en Midway para intentar poner fin a la guerra de Vietnam.

    Con el fin de la Guerra Fra, los militares se marchan, dejando tras de s una tierra violada, destruida y explota-da. Decrpitos edificios, pistas de aterrizaje abandonadas, maquinaria herrumbrosa y hangares fantasmagricos son testimonio de aquella poca.

    Bonitos objetos venenosos en el buche de los albatrosPero mi fascinacin por Midway poco tiene que ver con todo esto. Mi fascinacin surge de un siniestro fenmeno actual, desconocido y profundamente metafrico.

    En la actualidad, la remotsima isla de Midway est cu-bierta de objetos de plstico desechable.

    Cientos de miles de mecheros, cepillos de dientes, ma-quinillas de afeitar y tapones de botellas cubren cada me-tro cuadrado de la isla. Estos objetos llegan hasta Midway en el buche de millones de albatros, grandes y majestuosas aves marinas que anidan aqu desde tiempos inmemoria-les. Los albatros son amos y seores del Pacfico: pueden volar hasta quinientos kilmetros al da, lo que les per-mite un territorio de caza que va desde Alaska a Mxico. Los albatros son mongamos, alcanzan los sesenta aos de edad y anidan cada ao exactamente en el mismo lugar. Desde hace millones de aos, los albatros han sobrevola-do el ocano en busca de comida: calamares, pececillos, huevos de peces... En la actualidad, estas majestuosas cria-turas encuentran plstico de brillantes colores flotando en la superficie del ocano, lo confunden con comida y se lo regurgitan a sus polluelos. Gran cantidad de polluelos mueren de inanicin y deshidratacin y se ven afectados por la toxicidad del plstico. Tras la poca de cra, los alba-tros abandonan Midway y dejan atrs miles de cadveres que, al descomponerse, revelan un macabro caleidoscopio de objetos intiles de plstico.

    Midway Journey es un proyecto transmeditico para documentar los efectos de nuestra cultura de usar y tirar, y tambin para explorar la metfora de Midway a travs del cine, la fotografa, la poesa, Internet y artculos como este. El proyecto surge en diciembre de 2008 tras varias conver-saciones con Chris Jordan, artista visual de fama interna-cional afincado en Seattle. Por aquel entonces, yo andaba buscando herramientas visuales para explicar de un modo

    visceral el fenmeno desconocido de la contaminacin por plsticos y Chris Jordan haba alcanzado reconocimiento mundial con su espectacular serie de fotomontajes Running the Numbers, que retrata la magnitud y el absurdo de nues-tra sociedad de consumo. Al poco tiempo Chris funda Midway Journey y yo fundo Plastic Pollution Coalition, una coalicin mundial de organizaciones que buscan poner fin a la contaminacin por plsticos y sus efectos txicos en las personas, los animales y el medio ambiente. Surge tambin entonces una amistad entre Chris y yo que nos ha llevado a colaborar de diversas maneras. En septiembre de 2009 tom parte en el primero de una serie de viajes a Midway liderados por Chris Jordan en compaa de un pequeo grupo de artistas. Las impactantes fotos de Chris Jordan que muestran albatros muertos llenos de plstico han dado ya la vuelta al mundo. El proyecto sigue adelante y hay una pelcula documental en preparacin para 2012.

    Antes de viajar a Midway, los miembros del equipo fuimos a pedir el permiso y la bendicin de los ancianos hawaianos. Al fin y al cabo, con nuestras cmaras segui-mos la senda de los espritus, escuchando la llamada de los antepasados hasta asomarnos a los bordes de Po, la gran os-curidad, para cumplir el importante ritual de ser testigos.

    Mi relacin con Midway surge de mi pasin por los pro-blemas medioambientales y sociales emergentes y futuros para los cuales pienso que las crisis actuales son apenas un laboratorio. Nuestra sociedad an no ha descubierto la manera de resolver los problemas planetarios que estamos creando. Comenzamos a darnos cuenta de que nuestro mo-delo econmico, basado en el crecimiento permanente y en una reduccin mecanstica del complejo y sutil tejido de la vida, no nos permite un futuro sostenible. Sin embargo, nuestra sociedad carece todava de un modelo alternativo, y no sabe hacia dnde dirigirse para alcanzarlo. Estamos atrapados en el punto intermedio, atrapados en Midway.

    El albatros no solo ilustra las consecuencias del uso ma-sivo del plstico, un material altamente txico y duradero que la tierra no es capaz de digerir. El albatros tambin muestra a un ser que se llena el buche de bonitos objetos de colores y se los regurgita a su prole. Objetos llamativos que son venenosos y carecen de valor nutritivo.

    El albatros se convierte as en un mensajero heroico, un animal que est entregando su vida para traernos un men-saje poderoso. Un mensaje que habla de la interconexin de todos los sistemas vivos, y tambin de nuestra creciente desconexin con quienes realmente somos.

    En ltima instancia, la contaminacin por plstico se origina dentro de nuestros corazones y la profeca de los albatros es que volver al lugar de donde surgi. Solo en-tonces, tal vez, el dolor nos har salir de este lugar a medio camino y dar un salto hacia el futuro.

    Quin iba a pensar que en Midway, donde la unin de Papa y Wakea dio a luz a una diminuta isla en la inmen-sidad azul, el medio de la nada podra convertirse no solo en el centro de alguna parte, sino quizs tambin en el principio de muchas cosas?

    Manuel Maqueda es integrante del proyecto www.midwayjourney.com

    Cadveres que revelan un macabro caleidoscopio de objetos intiles de plstico

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    Colectivo artstico que escudria su entorno para vivirlo como proceso creativo en s mis-mo. En su empeo por plasmar las mltiples, concretas y dispersas realidades que nos ha-bitan, aun a sabiendas que esa plasmacin simplemente es producto de un instante decisivo o no, los dos miembros de este colectivo valenciano, Sergi Incln y Montse de Mateo, se sumergen en la cultura y so-ciedad chinas para sacar a flote aquello que sus retinas captan. Fruto de este ejercicio de buceo encontramos su investigacin Estra-tegias subversivas y feminismos en el arte contemporneo chino, becado por el Centro Cultural Montehermoso, y su serie fotogrfi-ca Lugares desarticulados.

    La muestra que se recoge en estas p-ginas es una pequea parte de la inmersin que el fotgrafo Sergi Incln realiz en las ciudades de Pekn y Shanghi, as como en la regin de Jiangsu. A travs de la quietud de un instante, de un momento impreciso, sus fotografas hacen resonar los latidos de la ciudad, ms all de la epidermis urbana.

    Artefagia

    LUGARES DESARTICULADOS Lugares presentes de un futuro pasado. Lugares cansados. Abarrotados. Vacos. Habitados. Ausentes. Lugares repletos de lugares. Lugares consagrados a la vida. Al anonimato. Al sinsentido. Al recogimiento. Lugares que van hacia algn lugar. Lugares que brillan por su ausencia. Presentes. Anticipados. Ahuyentados. Reales. Inciertos. Que cantan. Que imaginan ser. Lugares que son lo que fueron. Que sern lo que son. Que son siendo. Lugares pintados. Agigantados. Empobre-cidos. Menoscabados. Lugares que piensan ser. Que no fueron concebidos. Que imaginaron ser. Que no fueron soados. Lugares que tienen miedo por dejar de ser. Lugares desarticulados.

    Sergi Incln

    BOsteZO VisUal

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    pOR KIKO AMATILUSTRACIN DE MANUEL GMEz BURNS

    Se llama pasear, Guy

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    La primera pregunta que procede hacerse al hablar de psicogeografa es: por qu el maldito palabro? Por qu le llaman amor cuando quieren decir sexo? Qu tena de malo llamar al acto por su nombre: paseo? Se lo dir: paseo no quedaba bien, porque sonaba a cosa que poda hacer cualquiera, usted, yo, mi amigo el cerve-cero o Engracia, nuestra encantadora seora de la limpieza. Y a los situacionistas, que fueron los primeros listillos en proponer lo de psicogeografa, no les gustaban las cosas que poda hacer cualquier seora de la limpieza. Se llenaban la boca con conceptos como la insurreccin de un milln de mentes, no cabe duda, pero lo que en realidad deseaba Guy Debord, su insignificante little hitler, era una revolucin en la que solo participara gente con una mente, casualmente una que fuese e-xac-ta-men-te igual que la suya; o sea, pro-togordos de mal beber yo siempre lo visualizo escupiendo tintorro, farfullando que va a invadir Polonia en una fecha prxima, lectores de Hegel, acarreajofainas de los surrea-listas e impenitentes pesados de bar (pub bores, los llamara Jeffrey Bernard). No, pese a los (divertidsimos) libros que presentan al hombre como una especie de omnipotente pro-fesor Xavier del mutante mayo del 68 caso de la mitogra-fa The game of war, de Andrew Hussey yo lo imagino ms bien como al carcoma enano y venenoso de La cizaa, de Astrix. Pues, en verdad les digo, Debord era ciertamente una figura shakespeareana, incluso dickensiana, puro Black Adder (incluso se parecen fsicamente): el tapn resentido y avinagrao que conspira por entre el cortinaje, envidiando a aquellos que s estaban arriesgando el pellejo por la revolu-cin y odindolos a muerte por ello, enfrentando a antiguos amigos, despidiendo a asociados por las ms nimias e ima-ginadas ofensas, mascullando en tabernas como un orate, sin un solo amigo, pensando nuevos eslganes pero sin atre-verse a levantar un adoqun. Qu gran publicista hubiese sido Debord! Y ay! cunto esfuerzo desperdiciado el suyo, cunta palabrera arenosa e intrascendente, cunto complot de parvulario, cunto boato e inquina se ocultaban debajo de su trenca gris.

    De todas las estupideces desperdicia-folios que se sacaron de la manga los situacionistas para justificar su escaso talan-te como hombres de accin, la psicogeografa es una de las ms irritantes. Y eso es mucho decir. Porque, vern, incluso cuando me fascinaban las ideas situacionistas (lo confieso: soy un renegado, pasa algo? Rectificar es de sabios), todo lo del urbanismo y la psicogeografa me sonaba a camelo. Pase que nos traguemos lo de la vida como juego, toda la retrica flamgera sobre las pasiones destructivas y el incendio (que tantos borregos y trabajadores culturales se han tragado desde entonces), incluso la patraa de la revolucin cotidia-na (si existe una excusa hecha a medida para no hacer nada, para no ir a asambleas ni manifestaciones ni mover un dedo, es esa. Cmo, que si voy a la sentada en Sol? No, lo siento: yo estoy haciendo la revolucin cotidiana en mi caf con leche y melindros), incluso la soberana gilipollez de la crea-cin de situaciones. Pase, digo, que nos endilgaran toda esa palabrera de falso adivino a aquellos que estuvimos momen-tneamente deslumbrados por la decreciente brasilla del in-cendio debordiano. Pero, psicogeografa? Amos, hombre! Lean tan solo este humeante montn de excremento de la Asociacin Psicogeogrfica de Londres: La psicogeografa es universalismo con actitud. Es el universalismo que no busca expresarse mediante palabras, que se mantiene solo como una sinopsis de lo salvaje. La psicogeografa investiga la in-terseccin entre el tiempo y el espacio, y as ataca a la ciencia

    en su punto ms dbil la repeticin mecnica de resultados. La psicogeografa es la universalidad de lo especfico, de lo particular en su punto de disolucin. Y ahora, contstenme con sinceridad: tomaran un chato de vino con alguien que habla as? Con cualquier pjaro que hubiese pronunciado los trminos sinopsis de lo salvaje?

    No, queridos lectores, en el situacionismo se trataba de sobre-intelectualizarlo todo de la manera ms pomposa para que solo pudiesen entenderlo cuatro o cinco graduados de La Sorbona. Tienen que subtitular mentalmente todos sus textos, para comprender de inmediato qu significan en rea-lidad sus retorcidos palabros: creacin de situaciones quiere decir hacer la rabona, no ir a trabajar un da y sentarse en una terraza a tomar una caa y leer, quiere decir subirse a una mesa una noche de farra y bailar el Wa-Watusi sin pan-talones. Simplemente esto. Y no es que se trate de algo perni-cioso, todo lo contrario; sencillamente, es de necios llamarle creacin de situaciones. Solo el ms despreciable escarabajo de biblioteca apodara de una forma tan acadmica y envara-da a un acto de simple y espontneo a-tomar-por-culo-lo-que-diga-mi-jefe-me-voy-a-tomar-unas-copitas.

    Un santsimo peazoY respecto a lo que nos ocupa en este nmero: la psicogeogra-fa. Oh, la psicogeografa. Ustedes saben de sobra que se trata simplemente de pasear sin rumbo fijo, como un hombre con-tento, recordando cosas con dulce melancola, asociando me-morias a aquella esquina, aquel bar que ya no existe, y no vi-va aqu mi amiga Candela? Se trata de eso, y nada ms. Por qu, entonces, bautizarlo de una forma tan antiptica? Por qu, pues, complicar sus sencillos mecanismos y almidonar sus blanduras con ladrillos y ms ladrillos de impenetrable teora para empollones? Se lo dir: para que nadie fuese feliz. Para convertirlo en una especialidad. Para hacerlo un trabajo. Para que fuese una cosa exclusiva de Debord y sus seis mam-porreros, algo de lo que alardear en aquellas inconscientes humorsticas reuniones de la Internacional Situacionista (me recuerdan intensamente a los clubs mods de los ochenta, for-mados por Pepito de Bilbao, Juan de La Rioja, Migueln de Castelln... Uno en cada pueblo, pero completamente solos), combustible fsil para la infantil megalomana de sus acli-tos. La psicogeografa juega el mismo papel que los ensayos de quinientas pginas de Greil Marcus sobre msica pop: convierten el acto, el ente, el sonido, en un santsimo peazo. La psicogeografa es como un tratado posmoderno que hable de The Clash relacionndolos con Habermas, arruinndolo todo, aguando cualquier posibilidad de emocin y pasin real, momificando cada significado. La psicogeografa es una filfa, no es nada, es pura jerga de licenciados en Literatura Comparada y realizadores de happenings de palabra y sonido, la psicogeografa es el chiste del basurero portugus que se hace llamar engenheiro do carro da merda.

    No, queridos. Recuerdan aquella frase surrealista, aquel axioma imprudente y psicpata de Breton que rezaba: el acto surrealista ms simple consiste en salir a la calle con un revlver en cada mano y, a ciegas, disparar cuanto se pueda contra la multitud? Lo recuerdan a ese, el ms imbcil y jactancioso y engredo y vaco de los eslganes? Pues lo que tienen que hacer es darle la vuelta y salir a la calle con revl-veres, sin duda, pero solo para apiolar al prximo que les diga que se marcha a realizar una deriva psicogeogrfica.

    Venga, seores, somos nios, o qu?

    Kiko Amat es escritor. www.kikoamat.com

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    Geografas del morboUNA CONVERSACIN SOBRE CRUISING CON PEPE MIRALLES

    El cruising es una prctica de interaccin sexual entre hombres en espacios de uso pblico: playas, zonas boscosas cercanas a las playas, reas de descanso, vteres de centros comerciales y estaciones, jardines urbanos, construcciones abandonadas, aparcamientos en reas de servicio. Pepe Miralles, profesor de Bellas Artes de la Universidad Politcnica de Valencia, ha realizado un exhaustivo trabajo de documentacin y estudio del cruising en www.geografiasdelmorbo.net, consistente en un archivo de testimonios sobre lo que ocurre en estos espacios, casi siempre transitorios e inestables. Recogemos algunos de estos testimonios de la web del proyecto, junto a las respuestas de Miralles a nuestras preguntas.

    Fotografa de Olga Esther

    pOR REvISTA bostezo

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    Miralles: A m me ha interesado siempre el uso de los espacios. El arte pblico o las vincula-ciones del arte con la esfera pblica, o como lo quieras llamar. Y los espacios de cruising son lugares muy especiales. En primer lugar porque el espacio pblico ha sido y sigue siendo heterosexual en todas sus expresiones, dimensiones y dispositivos. Si ests en la playa, ves unos seores que pasean por las dunas y te preguntas: qu estn haciendo ah? La respuesta heterocen-trada es estn paseando. Pero realmen-te estn ligando, y la mayora de gente no conoce esa dimensin. El objetivo de Geografas del morbo es contar que hay otros usos de los espacios, que hay otro tipo de prcticas que estn delante de ti y que t no las reconoces como tales posiblemente porque no tienes los me-canismos suficientes para poder leer ese acontecimiento, porque tus mecanismos estn centrados en lo heterosexual: lo dems no existe, y sin embargo est ocu-rriendo. En un estudio reciente sobre la prctica del cruising en los parques del cauce del ro Turia, en Valencia, se rea-lizaron entrevistas a cruisers y al resto de usuarios del ro. Pues bien, ninguno de estos usuarios normales saba que se daban este tipo de prcticas.

    Hay gente que piensa que evidenciar que esos espacios existen es provocar o favorecer su desaparicin. Yo pienso que mostrarlos ayuda a crear una sociedad ms diversa y tolerante.

    Testimonio: Es un lugar que lo re-habilitaron para que la gente lo utilice para hacer comidas. Hay paelleras y para hacer carne a la brasa y los das de fiesta se llena de grupos de amigos o familias para pasar all el da y comer. Cuando ves una silla que se nota que no est tirada como un escombro, sino puesta en un lugar, es para mamarla ms cmoda-mente. (La Xopera, Algemes).

    Miralles: Geografas del morbo es esencialmente un archivo de memoria con dos partes: primero, la recogida de los testimonios orales de los cruisers; y segundo, las fotos, que comparten una caracterstica: no hay personas, solo el lugar, solo la playa o el parque. Obviamente, mi intencin no era ir con una cmara oculta a intentar pillar a la gente follando. As que decid hacer las fotos del lugar vaco, no para esconder lo que all pasa, sino para evidenciar que en ese espacio pueden convivir mltiples usos, algunos aparentemen-te invisibles.

    El espacio pblico ha sido y sigue siendo heterosexual en todas sus expresiones, dimensiones y dispositivos

    Testimonio: Llego al bosque y me quedo en pelotas apoyado en un pino ofreciendo mi culo. Al rato un to em-pieza a rozrmelo, a tocrmelo, a comr-melo y acaba follndome. Un da tena cuatro en cola y los cuatro me follaron uno detrs de otro. (Platja des Trenc).

    Miralles: Primero localizo el lugar, luego hay un trabajo de observacin no obstructiva que me permite saber los flujos y tiempos. Y finalmente, la inves-tigacin participativa, la ms compleja, difcil y divertida. Hay muchas ancdo-tas: una vez me encontr en una playa a un hombre de unos setenta aos, un hombre que se vea que haba sido muy guapo. Me interesaba mucho hablar con l: en esa playa haba cruisers desde la Transicin, desde la aparicin de las playas nudistas, y quera que me conta-ra esa historia. A los cinco minutos de estar hablando, empez a tocarme. Fue peculiar: entend que deba dejar que me tocara si quera conocer su historia.

    Testimonio: El camionero de Perpin acaba de entrar en el aparca-miento del rea de descanso () empie-za a dar vueltas a su camin, andando a grandes y pausadas zancadas, como si estuviera estirando las piernas, mirando hacia las ruedas, hacia los montes cerca-nos, hacia el cielo, como si no estuviera ligando, disimulando lo que su paquete delata. El camionero da vueltas al ca-min y desde un lugar estratgico, en el que yo lo veo pero el resto de gente no, empieza a tocarse el paquete. Da otra vuelta al camin y se vuelve a colocar en el mismo sitio. Yo lo miro fijamente desde el interior de mi coche. Al final se saca la polla y se la empieza a me-near, mirndome. Tiene una buena po-lla y lo que quiere es que se la chupe. (Beneixida, rea de descanso A-7).

    Miralles: Los cdigos de comunica-cin son muy particulares. En primer lugar, el silencio. No hay palabras, hay una especie de glosa corporal, una comu-nicacin no verbal que se establece en-tre dos cuerpos, una comunicacin que empieza por la gestualidad y se certifica con la mirada. Es un juego de encuentros y persecuciones hasta que dos personas deciden que les interesa lo mismo.

    Testimonio: Subiendo hacia la fbri-ca vi que en la pinada haba una fur-goneta aparcada y un to de unos 35-38 aos, con un mono verde militar, botas, casaca de cazador guateada y una esco-peta. Se me queda mirando y se toca los huevos. Lo tpico. Baj del coche. Haca

    Fotografa de Olga Esther

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    pOR ESTER GIMnEZ BELTRnENTREVISTA Y FOTOGRAFA

    Entrevistamos a Marc Aug en el marco de las XIl Lecturas de la Fundacin Botn, que este ao han llevado como ttulo Historia y formas de la curiosidad, dirigidas por Francisco Jarauta. El antroplogo del mundo contemporneo por antonomasia accede a responder nuestras preguntas mientras ojea con curiosidad los ltimos nmeros de Bostezo desde una terraza al sol santanderino.

    Marc Aug acaba de ofrecer una conferencia que navega desde sus primeros trabajos de campo en frica hasta las paradojas del anonimato en la ciu-dad contempornea. Aug es un escritor prolfico y un curioso incansable que no ha dejado de preocuparse por temas de actualidad que afectan a las sociedades en las que convivimos. Ha sido el creador de conceptos de referencia que ya pertenecen al lxico contemporneo en el contexto de la mundializacin como el no-lugar o la sobremodernidad. A sus setenta y seis aos sigue preocupndose por cuestiones que generan el debate sobre la sociedad contempornea como los mecanismos de apropiacin de la ciudad, en espacios concretos o abstractos, y el desarrollo del espacio virtual. El antroplogo nos volvi a trasladar al metro de Pars en su obra El metro revisitado, el viajero subterrneo veinte aos despus (2008), segunda parte de Un etnlogo en el metro (1986). El me-tro aparece como metfora de la vida social e individual con sus direcciones, sus lneas de vida, sus cambios y cruces. La red del metro se extiende rizomticamente en las ciudades contemporneas; es, en s misma, un mundo. Nadie mejor que Aug para debatir sobre la influencia (o no) de la psi-cogeografa en el anlisis de los actuales procesos urbanos.

    Usted se define en su obra El metro revisitado como un parisino de los que usan el metro. Este aparece como un elemento de su identidad geogrfica y de su identidad social. Es, en definitiva, un lugar donde el individuo contempo-rneo desarrolla una cierta subjetividad apropindose del espacio. En el metro existen una cierta intimidad, recuerdos y cruces. Qu otros lugares en la ciudad contempornea poseen caractersticas similares y facilitan la posibilidad de apropiacin del individuo? Para empezar, el metro parisino es bastante particular, con-figura una red muy densa, es habitual coger el metro incluso para trayectos muy cortos. Adems los itinerarios en metro se pueden combinar con itinerarios en la superficie. De hecho, los nombres de las estaciones se suelen corresponder con el

    nombre de un cruce, una avenida o una calle, existe una es-pecie de correspondencia con el exterior. No existen lugares en la ciudad de Pars en los que no llegue el metro. Lo que encontrbamos desde el inicio exclusivamente en las calles lo tenemos ahora tambin en los pasillos y pasajes subterrneos. Es cierto que no se trata exactamente de calles peatonales, pero son calles donde podemos encontrar de todo: trfico, peatones, paseantes, panaderas, puestos de comida, etc. Eso siempre ha funcionado a la perfeccin en la superficie de la ciudad de Pars en la medida en que han convivido ejes de circulacin con aceras anchas. Pero esto est desapareciendo por diferentes razones, por ejemplo, por el desarrollo en la construccin de vas rpidas. Al mismo tiempo intentan animar la ciudad con otros mecanismos, invitando a los indi-viduos a apropiarse de la ciudad con espacios como Paris Plage en el que recrean cada ao una playa a orillas del Sena para que la gente pueda emular el verano en la costa, con arena, sombrillas, etc. Pero el montaje es muy artificial. En Pars existe tambin una forma de vida muy lugarea, encerrada en ciertos barrios. Un parisino puede pasar toda la vida sin ver la torre Eiffel, aunque puede visualizarla constantemente en la televisin. Tenemos lugares tradicionales que se prestan muy bien al encuentro, a la circulacin. Pero amenazados por el exceso de circulacin rodada y por otra parte por puestas en escena artificiales o enfocadas al consumo. Hasta en el metro intentan crear estrategias para animarlo. Pero la rea-lidad es que los msicos comparten muchas veces el espacio con la pobreza de los sin techo. Han intentado instalar hasta televisiones, espero que eso no tenga mucho xito!

    En su obra El metro revisitado comenta: Hoy los transpor-tes pblicos son el lugar por excelencia donde la nocin de espacio pblico conserva un sentido. El espacio pblico si lo entendemos como espacio concreto donde todo el mundo se cruza con todo el mundo, pero tambin como espacio abstracto donde se forma la opinin pblica, queda identifi-cado en gran medida con el espacio de transportes pblicos.

    La indignacin se debe sobrepasarMARC AUGAntroplogo y creador del concepto no-lugar

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    Piensa usted que en la ciudad contempornea existe un cambio que hace que los espacios de transporte se conviertan en cierta forma en los verdaderos espacios pblicos?S, en cierta medida, de la misma forma que observamos el fenmeno en los espacios de consumo. Evidentemente una gran ciudad existe por la calidad de sus espacios pblicos. En estos espacios nos cruzamos y permiten tambin la con-centracin de individuos. Hay lugares donde se encuentran lneas de metro, de autobs, estaciones de tren, etc., redes que se superponen. Se trata de lugares muy particulares que se estn desarrollando en la actualidad. Las estaciones de tren empiezan a parecer aeropuertos. Su emplazamiento es a menudo interesante porque en muchos casos estn estra-tgicamente situadas en los centros de las ciudades. Un buen ejemplo es la Hauptbahnhof de Berln: tiene vistas esplndidas sobre la ciudad y es un buen modelo de integracin de trans-portes, autobs y metro, todo ello en capas superpuestas. En Pars lo que podra corresponder es la Gare du Nord, pero es muchsimo menos elegante. De una forma moderna han construido sobre lo antiguo. Me gustan las estaciones de tren, participan en la respiracin de la ciudad, mientras que los aeropuertos se sitan en el exterior de las ciudades.

    Las estaciones de tren son lugares en los que piensan ahora mucho los arquitectos. No deberan intervenir dema-siado en ellas, deberan dejar suficiente libertad. Los lugares se crean por lo que hacen las personas en ellos y con ellos, se trata de procesos que escapan a la normalizacin.

    Usted define el espacio pblico no solo como un lugar fsico sino tambin como un lugar en cierta manera intangible donde se puede dar la formacin de la opinin pblica. Piensa que el espacio virtual hoy es un espacio pblico, un espacio de formacin de la opinin pblica?El espacio virtual tiene varios aspectos. La televisin, por ejemplo, hace de todo para intentar crear la ilusin de que se participa, pero en realidad solo la consumimos. Por otra parte tenemos tambin Internet. Es extraordinario compro-bar cmo la metfora del espacio est presente en Internet, en las webs, etc. Muchas personas se expresan en Internet e incluso dialogan. Soy un poco escptico, bueno quizs no escptico, pero creo que hay que estudiar ms de cerca lo que llamamos las redes sociales a las que hemos elogiado bastante rpido en relacin con las revoluciones actuales. Vamos a ver a lo que llevan esas revoluciones, no estoy seguro de que el resultado vaya a ser esplndido. La idea de que la gente joven se ha reunido gracias a la comunicacin va Internet es sin duda parcialmente cierta. Claro que Internet es un medio muy potente, pero tiene sus lmites y peligros. Por una parte, no todo el mundo tiene acceso hoy en da a Internet. Por otra, el principal peligro es que la relacin virtual es una relacin fcil pero abstracta. La gente escribe en el espacio virtual cosas que no dira en la vida cotidiana. Hacemos una pausa, nos creamos un personaje al mismo tiempo, siempre es un poco as, pero en Internet es mucho ms fcil. Esas redes existen como tales? No estoy del todo seguro. Tienen una existencia metafrica y puede que se exagere su im-portancia en la constitucin de una cierta opinin pblica. Nos mostraban las plazas en Tnez o en Egipto, y atribuan el fenmeno a las redes sociales. Pero eso no es cierto, no todos los participantes all reunidos provenan del contacto a travs de las redes sociales. Algunos de ellos s, pero no la mayora. La opinin pblica se crea a travs del dilogo y la discusin. No estoy seguro de que se hayan creado las condi-ciones adecuadas para que se cree un verdadero dilogo en

    Internet. Hara falta una distincin elemental, pero lo que me parece apropiado tener en mente es la distincin entre el fin y el medio. Internet es un medio prodigioso pero se utiliza a veces como fin, una finalidad en s misma que constituye un mundo real. Tengo miedo de que nos situemos en la ilu-sin. Es como en el terreno de la educacin. Evidentemente existe algo fascinante en el hecho, por ejemplo, de que todo el mundo pueda tener acceso a la biblioteca del congreso. La accesibilidad es una ventaja, pero qu va a ensear en s misma? Es muy peligroso que el conocimiento manejado por ignorantes pueda dar la ilusin del saber. Lo que digo puede aplicarse tambin a la nocin global de espacio pblico, a los intercambios de opinin.

    Cuando habla de sobremodernidad insiste en el paso del espacio fsico al espacio virtual. Piensa que ciertas mani-festaciones actuales, por ejemplo en Egipto o el 15M en Espaa, producen un cierto paso en el sentido inverso? Es decir, piensa que permiten pasar del espacio virtual a una manifestacin fsica?S, es como el telfono, lo tenamos ya, es un medio de comunicacin y puede ser fantstico. En el momento en el que nos situamos ante una situacin que requiere una comu-nicacin rpida, entonces es muy til. Si utilizamos Internet como un medio permite convocar a las personas. Aunque se necesita que la toma de conciencia exista, porque si pensa-mos que se va a crear en Internet estamos equivocados. No digo que no sea posible pero me parece complicado, no est asegurado. Las manifestaciones como las de los indignados son quizs un nuevo romanticismo. Y despus? Porque la indignacin tiene su sentido y est bien que se exprese, pero tambin se debe sobrepasar. No se puede superar la indignacin nica-mente con el acto de compartir. Creo que hay que utilizar ple-namente los nuevos medios de comunicacin como medios, pero cuidndose de pensar que siempre aportan soluciones; de lo contrario, se puede caer fcilmente en la decepcin.

    Cambiando de tema, estaba usted en Pars en mayo del 68?, cmo vivi los acontecimientos?No, estaba en Abiyn, en frica. Dej Pars, tena vacaciones en abril del 68. Viv muy intensamente Mayo del 68, pero en la distancia. Hasta fui elegido para llevar una reivindicacin a un organismo de investigacin. Estaba a punto de hacerlo cuando todo bascul bastante rpido y el director lleg a Abiyn antes de que yo partiera a Pars. Ganamos muchas cosas entonces. Observ Mayo del 68 en pequea escala, en un medio francs, un equipo de cooperacin, aquello fue apasionante.

    Piensa que el movimiento situacionista tiene algn tipo de trascendencia en la forma de pensar el urbanismo contem-porneo? En su opinin, ciertos conceptos como la deriva o la psicogeografa son conceptos interesantes y tiles para analizar otras cuestiones ms subjetivas que pueden darse en la ciudad o cree ms bien que la psicogeografa no se en-tiende ms que en el contexto determinado de Mayo del 68?No hay que aplicar hiptesis antiguas a situaciones nue-vas. Los nuevos conceptos llegan de forma espontnea. Es malo aplicar recetas. No es que est totalmente en contra, pero es que, en el espritu mismo del verdadero movimien-to situacionista, hay que dejar abiertas las hiptesis cuando aparecen. De todas formas, nos equivocamos con frecuencia en el sentido de las revoluciones en el pensamiento poltico.

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    Finalmente, olvidamos a menudo que Mayo del 68 fue un enorme fracaso poltico que dio respuestas materiales a la gente porque estbamos en un periodo de enorme desarrollo y haba dinero. Haba tensiones evidentes entre las centrales obreras como el CGT y los movimientos de Mayo del 68. Estos ltimos hablaban ms sobre las costumbres, la forma de vivir, que sobre las reivindicaciones materiales. En este sentido, fue un poco la revolucin de los ricos. Los efectos de Mayo del 68 sobre las formas de vivir tuvieron tambin sus contra-efectos, sus rplicas en el sentido inverso. Tengo la impresin de que hoy en da continan todava las rplicas: re-consolidacin de la familia, de los valores tradicionales. No hay que pensar en la revolucin como una herencia.

    Y, para terminar, qu hara si sube a su lnea de metro y se encuentra un desayuno colectivo en un vagn?

    Encantador! En Pars no habra que hacerlo en las horas punta Se trata de ideas muy interesantes. Imagino que compartira con placer mi caf, adems es una buena forma de definir el espacio pblico. El metro no es un no-lugar! Con frecuencia los pequeos gestos son muy importantes. Por ejemplo, el intercambio de fuego entre cigarrillos ha desaparecido, es un pequeo gesto sin importancia pero que permite el intercambio. Esos gestos tienen un poder que olvi-damos a menudo. El espacio pblico debera ser fundamen-talmente un lugar de intercambios. La idea de un desayuno en el metro es muy buena, pero no hay que confundir un lugar de intercambios con un lugar de asistencia. Es cierto que no se puede cambiar la ciudad sin cambiar la sociedad.

    Traduccin del francs: Ester Gimnez Beltrn

    Reinventemos la solidaridad

    LAS ONGS YA NO EXISTEN

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