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VOCES

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VOCES

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VOCES es una revista dirigida al pueblo Colombiano la cual narra que Colombia tiene un pasado pero también tiene un presente y tendrá un futuro. Colombia ha pasado por acontecimientos que ha marcado para siempre su historia;VOCES tiene el propósito que el lector vaya más allá de la portada, que recorra cada página recordando y teniendo en cuenta que cada acontecimiento donde aún los que no son nombrados nos pertenecen a todos como territorio y ciudadanos Colombianos.Hay que tener en cuentan que pasear por estos acontecimientos y en medio de ellos los “protagonistas” de estos, han logrado salir adelante y demostrarnos que como Colombianos que son, han dado lo mejor y piden de nuevo ser recordados y no rechazados. La sociedad también ha ganado batallas donde quizás recordamos algunos acontecimientos; pero al verlos en VOCES se espera que el lector escuche

LA VOZ DEL PUEBLO

la VOZ DEL PUEBLO, esa voz que quizás muchos medios han callado y han ocultado por solo mostrar una cara de la historia ; y esto es para la búsqueda de la verdad.En ocasiones la modernización en Colombia ha sido violenta y aún sigue vigente después de tantos años, el conflicto armado, la mafia entre otros han degradado la imagen que Colombia tiene como riqueza. Los colombianos deben tener el propósito de poner un alto a esto.

El ciudadano debe recordar que como pueblo se eligió a un Presidente para que representara la voz del pueblo es por eso que esta revista toma este nombre; por esas voces que han callado a la fuerza. Si en verdad se eligió a alguien para que nos representara el debería cumplir su obligación: HACER LO QUE EL PUEBLO PIDE.LA HISTORIA QUIZÁS NO SE PUEDE CAMBIAR PERO SI LA SOCIEDAD. Es el dejar huella para no encabezar en esa “lista negra” , como país no debemos perder las esperanzas hay mucho que hacer en vez de tan solo tener las ideas hay que actuar para un desarrollo para el CAMBIO SOCIAL.Ninguna noticia es más importante que otra u opaca la otra, sobretodo en un país como el nuestro. Año tras año nos hemos destacado no por estos acontecimientos si no por no hemos convertido en una sociedad donde nos está dando indiferencia lo que ocurre en frente de nosotros; “si algo no nos toca no nos incumbe”.

SUMARIO

3. LA VOZ DEL PUEBLO (EDITORIAL Y BANDERA)

6 - 9 CRÓNICAS EL ARTE DE LA RESISTENCIA. LAS PLAGAS DE EL PLACER. LA HERENCIA DEL PALACIO.

10 - 14 PROTAGONISTAS

15 - 18 articulo principal

terrorismo en colombia

19 - 21 LUGARES

LISTA NEGRA

22 - 25 PROTAGONISTAS

HAN DEJADO HUELLA

26 - 29 HISTORIA CON PASADO Y SIN FUTURO HERENCIA COLOMBIANA

VOCES

HABLANDO CON LA VERDAD

VOCES, BOGOTA 15 DE ABRIL 2013

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CRÓNICA.

Como los combates entre Ejérci-to y guerrilla cesaron a finales de julio, los niños indígenas pu-dieron aprovechar los vientos de agosto para elevar sus cometas.El automóvil asciende por una carretera estrecha, sin pavimen-tar, bordeada de barrancos y de rastrojo. De trecho en tre-cho se ven las casas de los in-dígenas, plataneras y cafetales.

Sobre los tejados de barro ondean trapos blancos rasgados y percu-didos. Los indígenas nasa los han amarrado con cabuya a la punta de una guadua o de una caña bra-va. Tienen la esperanza de que ese distintivo mantenga alejados de sus viviendas a soldados y guerri-lleros cuando se trenzan en com-bate en estas montañas del res-guardo indígena Cilia-La Calera, en el municipio de Miranda, Cauca. La vereda más afectada este año por los combates es Monterredon-do, explica el gobernador del Ca-bildo, Evencio Campo, quien viaja con nosotros. Durante casi tres meses, de mayo a julio, los solda-dos de la Fuerza de Tarea Apolo se dieron plomo con guerrilleros de la columna Gabriel Gálvez de las Farc, en medio de huertas de ese

caserío. Hacia allí nos dirigimos ahora, escoltados por dos guar-dias indígenas que viajan en moto.

—Van a ser dos semanas que no se oyen tiros por esos la-dos— dijo el gobernador an-tes de iniciar el recorrido. En Monterredondo está ubicado uno de los llamados sitios de asam-blea permanente, parte de la estra-tegia que los indígenas del Cauca se inventaron para sobrevivir en medio del conflicto y no ceder su

Las escaramuzas más recientes en ese caserío comenzaron en la ma-drugada del pasado 12 de mayo. Los indígenas se alistaban para sa-lir a trabajar cuando sonaron los primeros rafagazos en las afueras del pueblo, por el camino que lle-va hacia Calandaima, una vereda de la parte alta de la montaña.

Era el momento que tanto temían los habitantes de Monterredondo.

Durante casi un mes había escuchado el eco de los

disparos y el estruendo de los tatucos.

Sin embargo, la Guardia Indígena mantiene las medidas de control dentro del caserío y en sus alre-dedores. Sus armas son bastones de mando, y se identifican por un chaleco caqui con la leyenda Kiwe Thegna (Cuidanderos de la Tierra).

territorio a los grupos armados.

EL ARTE DE LA RESISTENCIA LAS PLAGAS DE EL PLACER CRÓNICA.

Casi como si se tratara de una maldición bíblica, un pue-

blo del Bajo Putumayo ha tenido que convivir con la coca, la

guerrilla, la mafia, los paras y las pirámides. Y sigue en pie.

BIENVENIDOS

A

EL

PLACER

Para mediados de los noventa El Placer se había convertido en la capital de la república de la coca en el sur de Colombia. Aunque no hay cifras exactas sobre el incremento poblacional, el Dane habla del Bajo Putumayo, en términos generales, como una zona que entre 1973 y 2005 tuvo un aumento de población del 725 por ciento. La mayoría era gente de Ecuador y Nariño que entraba y salía al vaivén de las bonanzas.Desde principios de los ochenta dos pueblitos cer-canos a El Placer, San Mi-guel y Aguablanca, comen-zaron a cultivar la planta proveniente del Cauca. Eran tan solo unas pocas semillas camufladas entre

cultivos de maíz, arroz y yuca. En 1984 la región vi-vió su primera bonanza. No había una sola familia en la zona sin al menos un miem-bro metido en el negocioSon relatos de terror con 30 años de historia que los habitantes de El Placer tienen casi memorizados. Primero fueron las Farc. Dominaron todo el valle del Guamuez desde la década del ochenta y regularon el mercado de la cocaína. Co-braban impuestos y sabían exactamente quiénes eran los mayores cosecheros, los compradores recono-cidos y los mafiosos de prestigio. Mataban a quien desobedecía. Para esa época, Gonzalo Rodríguez Gacha, El Mexicano, era quien controlaba la mayor parte del comercio coca-

lero del Bajo Putumayo. Y fue él quien mandó traer desde el Magdalena Medio a los primeros paramilita-res, que fueron conocidos como 'los masetos'. Pero tuvieron una vida corta: en 1991 fueron derrotados por la guerrilla y esta con-tinuó siendo "amo, señor y patrón" del territorio.

El Placer cargaba el estigma no solo de ser un pueblo guerrillero sin presencia del Estado, sino de ser la capital del dinero en el sur del país

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LA HERENCIA DEL PALACIOCRÓNICA.

La lenta justicia colombiana todavía ne-cesitaba que la desa-parición forzada fuera tipificada (sucedió en el 2000); que los es-tudiantes de Antro-pología Forense de la Nacional realizaran la identificación genéti-ca del cuerpo de Ana Rosa Castiblanco (en el 2001) y que la Fis-calía abriera la prime-ra investigación sobre los desaparecidos (también en 2001). Apenas en 2005 el caso llegó a la Unidad Nacional de De-rechos Humanos, y la fiscal Ángela Ma-ría Buitrago condujo la investigación que sacó a la luz el video donde se ve a varios desaparecidos saliendo con vida del Pala-cio de Justicia. Fue la misma fiscal quien permitió analizar las grabaciones de las operaciones militares, y estableció que la frase "esperamos que si está la manga no aparezca el chaleco" era una orden de

desaparición

Un niño y una niña de 4 años posan disfra-zados de campesinos para un fotógrafo en la Plaza de Bolívar. Exhiben su mejor son-risa mientras detrás de ellos un puñado de palomas, la fachada del Palacio de Justi-cia y varios transeúntes decoran la esce-na. La fecha impresa en el borde inferior de la fotografía indica que fue tomada el sábado 2 de noviembre de 1985, horas an-tes de que los niños actuaran en una obra infantil en el Teatro México y cuatro días antes de que 35 guerrilleros del M-19 se tomaran el Palacio de Justicia. Poco des-pués de la toma hombres del Ejército y la Policía entraron al lugar para una retoma. Los combates dejaron los resultados que conoce buena parte del país: 260 perso-nas rescatadas, 109 muertas y 11 desapa-recidas; el Palacio de Justicia, arrasado.Hoy, 26 años después, el niño de la foto es un hombre y representa a los familiares de los desaparecidos del Palacio de Justi-cia, al lado de los abogados Rafael Barrios y Jorge Molano. Se llama Germán Romero. Me cuenta que ve esa fotografía como una especie de eslabón perdido entre una tra-gedia casi mítica para su generación y un acto de barbarie que, desde que asumió el caso, invade cada vez más nítidamente su vida.

Por esos días pocos en el país tenían ojos para ver los restos calcinados que sa-lían del Palacio o las máquinas de escri-bir derretidas que evidenciaban la in-tensidad del incen-dio; pocos vigilaron el irregular levanta-miento de cadáve-res que entorpeció su identificación, y aún menos tuvieron

oídos para los reclamos de los familiares de los trabajadores de la cafetería que no aparecían en el listado de rescatados, ni en los hospitales, ni en Medicina Legal. Casi el único que vio las irregularidades y escuchó a esas familias fue el aboga-do Eduardo Umaña, quien tuvo la ente-reza para sostener que pese al caos, el Estado debía rendir cuentas sobre las desproporcionadas acciones del Ejército.

El 18 de abril de 1998, un mes después de que Romero lo conoció, Eduardo Uma-ña Mendoza fue asesinado. Murió mien-tras concretaba uno de sus logros más importantes frente al caso del Palacio: la exhumación de 90 víctimas enterra-das en la fosa del Cementerio del Sur. Nunca quedó claro si lo habían matado por defender a las víctimas del genoci-dio de la Unión Patriótica, o a los sindi-calistas de Telecom, la ETB y la USO, o por buscar que la desaparición forzada fuera tipificada como delito en Colom-bia. O por el caso del Palacio. En la ma-nifestación de repudio por la muerte del abogado, Germán Romero decidió que trabajaría por los derechos humanos.

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UNA GUERRA CON PASADO PERO SIN FUTURO

En 30 años el conflicto colombiano se transformó a sí mismo y al país. Pero hay cosas que parece no

cambiarán.

Las masacre de Segovia

conmocionó al país en 1988. Murieron

40 personas a manos de grupos

paramilitares.

Hoy al Frente Nacional hay que abonarle el hecho de haber puesto fin a las viejas y sangrientas contiendas entre liberales y conservadores, aunque es también incuestionable que no tuvo respuestas adecuadas para resolver las tensiones sociales que ucha bipartidista había invisibilizado,ni para contrarrestar los emergentes proyectos contestarios. que cada vez eran menos residuales y se iban convirtiendo en determinantes dentro de la dinámica política nacional.El Estatuto de Seguridad, que durante el gobierno de Julio César Turbay Ayala trató por igual a insurgentes y movimientos sociales, instauró un modelo para manejar el conflicto armado y la protesta social inspirado en los regímenes autoritarios del Cono Sur, pero al igual que en Argentina, Chile, Uruguay y Paraguay

fracasó como proyecto hegemónico. En un país como Colombia, con una lucha armada tan larga y compleja, dicho modelo, lejos de prosperar, le inyectaba crecientes bases sociales a la insurgencia. En 1982 Belisario Betancur intentó un viraje en el enfoque. Sin embargo, el entusiasmo fue pasajero, y como habría de repetirse una y otra vez en las décadas siguientes, mientras unos grupos entraban en negociación -las Farc, por ejemplo-, otros, como el M-19, arreciaban la guerra. La tragedia del Palacio de Justicia puso en evidencia la fragilidad de una paz fragmentada en un contexto de guerra también fragmentada. A finales de la década de los ochenta los papeles se invirtieron: inesperadamente, el M-19 se sumó a la Constituyente del 91 y fue una de las fuerzas que más la impulsó. Las Farc, por el contrario, volvieron con mayor determinación a la guerra y se ilusionaron con un inminente triunfo militar que las obnubiló políticamente. Se sustrajeron al proceso

en medio de mutuas recriminaciones. Mientras sectores gubernamentales denunciaban que las Farc estaban aprovechando la tregua para rearmarse, el grupo alegaba el incumplimiento de los pactos y, sobre todo, el bloqueo a la salida política, que se hacía evidente con el exterminio no solo de la Unión Patriótica, sino de dirigentes de todo el espectro político, líderes sociales y activistas de derechos humanos, ante la mirada atónita, cómplice o resignada de amplios sectores de la sociedad y a menudo con la complicidad de aparatos del Estado. En ningún país latinoamericano en guerra una fuerza política fue liquidada de forma tan brutal como lo fue la Unión Patriótica. El conflicto quedó por lo pronto sin puerta de salida Los ochenta fueron años de mucho diálogo y de mucha bala, y en medio de esta ambivalencia se gestó el ciclo moderno de la violencia en Colombia, que aún vivimos: el paso de una guerra bipolar, insurgencia-contrainsurgencia, a una guerra múltiple, apoyada cada vez menos en ideologías, alimentada por el secuestro, la extorsión y el narcotráfico. Así se llegó a una guerrilla rica y poderosa pero no seductora, como pudo serlo en otras latitudes. Su poder militar era ahora inversamente proporcional a su legitimidad social y a su capacidad de convocatoria.

De ahí que las acciones guerrilleras dejaran de producir acumulados sociales y generaran, por el contrario, retaliaciones devastadoras del paramilitarismo, que creció exponencialmente con el apoyo de políticos, empresarios y propietarios desesperados con la extorsión y el boleteo. La agresividad de las guerrillas con la población civil fue responsable en gran medida de un odio social en el que florecieron el paramilitarismo y sus redes criminales. El hombre medio de la ciudad y del campo sintió la presión de lealtades excluyentes, que con el tiempo se volvieron sucesivas. La identidad de ese hombre medio con los señores de la guerra -carteles, guerrillas o paramilitares- dejó de ser política y pasó a estar determinada por la supervivencia En ese contexto la guerrilla va a encontrar muy difícil convencer a la sociedad de que vale la pena negociar. De allí la tremenda paradoja: a esta guerra, para negociarla, hay que organizarla, hay que reconstruirle los sentidos. Y por eso,

más que convencer al gobierno, la guerrilla va a tener que convencer a la sociedad de la necesidad de volver a la mesa de negociaciones.

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COLOMBIA SALE DE “LA LISTA NEGRA” DE LAVADO DE ACTIVOS

El Grupo de Acción Financiera Internacional

tomó la medida luego de que las autoridades frenaran el lavado de 3.031 millones de

Entre el 2011 y el 2012 las autoridades colombianas detectaron y frenaron el lavado de bienes valorados en 3.031 millones de dólares, gracias a una estrategia contra ese flagelo que llevó al Grupo de Acción Financiera Internacional (GAFI) a sacar al país de su lista de seguimiento. explicó en una rueda de prensa Luis Edmundo Suárez Soto, director de la Unidad Administrativa Especial de Información y Análisis Financiero (UIAF), que depende del Ministerio de Hacienda y rastrea las operaciones bancarias sospechosas de lavar activosSegún Suárez, el trabajo de control que han desempeñado las entidades del Estado colombiano le ha permitido al país salir de la lista de países a los que se les hacía seguimiento "intensificado" en la lucha contra el lavado de activos y la financiación del terrorismo.

La decisión de la salida de Colombia de esta situación se tomó en la plenaria del Grupo de Acción Financiera Internacional de Sudámerica (Gafisud), que tuvo lugar del 11 al 15 de diciembre, en Buenos Aires, Argentina, dijo el funcionario.

Suárez señaló, además, que junto a Colombia también salieron de "seguimiento intensificado" y de "esa lista negra" Argentina y Paraguay

Colombia estaba "en seguimiento inten-sificado" después de la evaluación del país en el 2004 y se mantuvo tras la evaluación del 2008, debido a que cum-plía parcialmente con tres recomenda-ciones clave.

Los puntos clave para que Colombia saliera de esa lista de seguimiento tu-vieron que ver con el congelamiento de fondos asociados a actos o grupos te-rroristas, la debida diligencia del cliente y la ejecución de los instrumentos de la ONU, recordó Suárez.El lavado de dinero en Colombia se esti-ma en 20 billones de pesos (unos 11.100 millones de dólares), lo que supondría más del 3% del producto interno bruto (PIB), según cifras de la Asobancaria.

CRIMEN CON CONDENAEl 25 de octubre al mediodía un grupo de paramilitares llegó a El Aro, un corregimiento de Ituango, en Antioquia, y reunió a todos los habitantes en el parque. Los acusaron de ser guerrilleros o de tener información sobre las Farc, a quienes querían disputarle el control del Nudo de Paramilloestratégico para el narcotráfico. Después comenzaron a asesinar a los hombres.Óscar Gómez Mora estaba sembrando frijol cuando escuchó los disparos. “En medio de ese candelero corrí hacia el

monte. Me tocó irme para Santa Rita sin saber qué pasaba con mi señora, mis hijos y mis nietos. A los poquitos días nos pudimos comunicar. Ellos se habían ido para Puerto Valdivia”.

No todos los habitantes corrieron con la suerte de Óscar. El saldo fue de 17 personas muertas y 1.200 reses robadas. El 30 de octubre, antes de irse de El Aro, los paramilitares incendiaron 42 de las 60 casas del pueblo y se llevaron 17 habitantes para que arrearan el ganado.

Durante una semana las autodefensas hicieron lo que quisieron en esa población sin que el Estado interviniera. Según los documentos de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, los habitantes pidieron ayuda a la Gobernación de Antioquia, al Ejército y a la Policía, pero ninguna autoridad se presentó en El Aro.

Óscar regresó un mes después, y aunque encontró su casa parcialmente destruida, vivió allí con su esposa por un tiempo. .

Los paramilitares Francisco Enrique

Villalba, Carlos Castaño y Salvatore Mancuso fueron sentenciados a 40 años de

cárcel.

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