retratos de sociedades paralizadas...

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RETRATOS DE SOCIEDADES PARALIZADAS: APORTRMTOFTHEARTfflTASAYOUNGMAN DE JAMES JOYCE y EL SEÑOR PRESIDENTE DE MIGUEL ÁNGEL ASTURIAS Ronald Flores Universidad de Austin Esta ponencia intenta llenar el vacío que, hasta el momento, deja la Colección Archivos al comparar la ambigua relación entre las primeras novelas de Joyce y Asturias, en las que dichos autores retratan la parálisis de las sociedades de las que provienen. Considera que la relación discursiva entre estos dos autores es crucial para entender la Modernidad como un campo dispersivo que variaba de acuerdo con el momento particular y específico de la localidad periférica desde la cual el sujeto, inmerso en una red diferenciada de relaciones culturales, la articulaba. Esta ponencia persevera y somete a crítica la noción que expresara Rodríguez Monegal y que extendiera Gerald Martin en Journeys Through the Labyrinth, en la cual se afirma que el Ulysses es el modelo central e invisible de Nueva Narrativa Latinoamericana. Mar- tin, en la introducción a la edición crítica de la Colección Archivos de El Señor Presidente argumenta que el hecho que establece a Asturias como precursor del boom reside, precisamente, en haber emulado la "apuesta joyceana" . . En el caso de las obras en mención, si bien para Joyce, la parálisis de Irlanda se centra en la tríada nationalitYJ language J religion sintetizada en Dublín, para Asturias ésta se sintetiza en el dictador. Esta ponencia, por lo tanto, explora las similitudes y diferencias entre estas obras, ambas destinadas a retratar un capítulo de la vida moral de sus respectivas sociedades.

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RETRATOS DE SOCIEDADES PARALIZADAS: APORTRMTOFTHEARTfflTASAYOUNGMAN

DE JAMES JOYCE y EL SEÑOR PRESIDENTE DE MIGUEL ÁNGEL ASTURIAS

Ronald Flores Universidad de Austin

Esta ponencia intenta llenar el vacío que, hasta el momento, deja la Colección Archivos al comparar la ambigua relación entre las primeras novelas de Joyce y Asturias, en las que dichos autores retratan la parálisis de las sociedades de las que provienen. Considera que la relación discursiva entre estos dos autores es crucial para entender la Modernidad como un campo dispersivo que variaba de acuerdo con el momento particular y específico de la localidad periférica desde la cual el sujeto, inmerso en una red diferenciada de relaciones culturales, la articulaba.

Esta ponencia persevera y somete a crítica la noción que expresara Rodríguez Monegal y que extendiera Gerald Martin en Journeys Through the Labyrinth, en la cual se afirma que el Ulysses es el modelo central e invisible de Nueva Narrativa Latinoamericana. Mar­tin, en la introducción a la edición crítica de la Colección Archivos de El Señor Presidente argumenta que el hecho que establece a Asturias como precursor del boom reside, precisamente, en haber emulado la "apuesta joyceana" . .

En el caso de las obras en mención, si bien para Joyce, la parálisis de Irlanda se centra en la tríada nationalitYJ languageJ religion sintetizada en Dublín, para Asturias ésta se sintetiza en el dictador. Esta ponencia, por lo tanto, explora las similitudes y diferencias entre estas obras, ambas destinadas a retratar un capítulo de la vida moral de sus respectivas sociedades.

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Del laberinto ficticio en el que Ulysses es el Minotauro

Siguiendo el señalamiento del prestigioso crítico uruguayo Emir Rodríguez Monegal, el académico británico Gerald Martin ha reclamado que la influencia de Joyce es particularmente relevante en la ficción moderna latinoamericana. De hecho, la obra Journeys Through the Labyrinth de Martin se articula según esta premisa. Tanto Rodríguez Monegal como Martin aún operan en la noción de una Modernidad como una categoría unificadora, universal, como un episteme que posee un centro, un Minotauro. En el campo discursivo que se conoce como literatura occidental, Joyce brinda la formación discursiva dentro de la cual Asturias articula su trabajo ficcional, una afirmación que ha sido determinada, de antemano, por el campo enunciativo en el que aparece. Dichas interpretaciones académicas han enmarcado a Asturias como "joyceano", categoría cuya validez indagaremos a continuación.

Si uno toma literalmente algunas de las frases de Martin, parecería que mucho del valor de Asturias reside en la emulación que realiza de la "apuestajoyceana". Podría afirmarse que el valor (o la falta de éste) de la ficción latinoamericana se deriva de su proximidad con el modelo joyceano. La premisa que guía esta línea de pensamiento es simple: Joyce estableció la "hoja de ruta" para el novelista moderno.

Hay varias razones para decir que la afirmación anterior, aunque seductora, posee una disonancia. Tanto Rodríguez Monegal como Mar­tin parecen reacios a asumir los temas incómodos que surgen entre autores que comparten experiencias similares de colonialismo (como una categoría unificadora), pero que han experimentado el colonialismo (como un campo de dispersión) basado en distintas tradiciones culturales provenientes de proyectos imperiales diferenciados en un momento distinto de su dominio. Se puede argumentar que, metodológicamente, se estableció la Modernidad como unidad en un acto de interpretación que fue determinado por el mismo discurso al que se adscribió, sin asumir la ansiedad que evidenciaron una amplia gama de ensayistas latinoamericanos en su intento de definir su propio modo de alcanzarla, quizás en el único gesto de resistencia que les fue dado en el marco de este debate.

Muchos de los escritores latinoamericanos que se reconocieron como "influidos por Joyce" han creado obras que más bien han distorsionado, extendido o llevado a cabo "su propia versión" de lo que se consideraba el modelo, esa "unidad identificadora". Por lo tanto, se puede afirmar que estos escritores, más que sus críticos, asumieron la categoría ''Joyce'' no como una continuidad, sino como una dispersión.

Ya sea que las afirmaciones conocidas como Leyendas de Guate­mala (1930), El Señor Presidente (1946), Hombres de Maíz (1949) y Mulata de Tal (1963), para mencionar las más obvias, sean repeticiones, re-inscripciones o transcripciones de Dubliners (1914), A Portrait of an Artist as a Young Man (1916), mysses (1922), y Finnegans Wake (1939), o afirmaciones distintas en el mismo campo

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enunciativo, es algo que merece ser examinado. El resultado podría ser la valorización de la obra de Joyce y Asturias en una red de relaciones menos conclusivas, en un campo de descripción más amplio. Para cumplir este propósito, me concentraré en algunas analogías y diferencias entre A Portrait of the Artist as a Young Man d e Joyce y El Señor Presidente de Astur ias, ambas primeras novelas de ambos.

Dedalus de Maíz

Lo que ha dicho el académico joyceano Hugh Kenner, sobre el efecto disruptivo que sobre el lector tiene el primer párrafo de, puesto que se experimenta un desplazamiento hacia un lugar A Portrait of an Artist as a Young Man equívoco, desde el cual no se puede atribuir la voz narrativa a un narrador central, lo han dicho William Gass y Gerald Martin sobre el primer párrafo de El Señor Presidente, que ha sido proclamada como el inicio de la nueva novela latinoamericana.

Aparte de esta similitud inicial, hay otras similitudes a considerar. Por ejemplo, el nombre de los personajes principales, Dedalus y Cara de Ángel, no sólo evoca el vuelo, sino que, más importante aún, la caída. Lo que el escritor cubano Edmundo Desnoes, en el prólogo a la edición y traducción cubana de A Portrait, afirma que Joyce hizo por Irlanda ("situarla en el mapa de la literatura") es lo que Asturias aún realiza por Guatemala. Por aparte, aunque se ha escrito en exceso acerca del encuentro de Asturias con el surrealismo y la etnografía en París, poco se ha reflexionado acerca de un descubrimiento quizás crucial: el de Joyce. Arturo Uslar Pietri vincula el rastro de Joyce con las más famosas técnicas narrativas asturianas: las aliteraciones y las jitanjáforas. Pero más que esbozar estas analogías, me interesa resaltar algunas contradicciones que existen entre estos distintos retratos.

A diferencia de la posición relegada en que A Portra it of an Artist as a Young Man se ubica en la constelación narrativa de Joyce (centrada en el Ulysses), El Señor Presidente es la obra más famosa de Asturias, la que ha generado el mayor número de comentarios. Como A Portrait de J oyce, cuya primera publicación no fue en la ciudad que la inspiró, la primera publicación de El Señor Presidente fue en México y no en Guatemala. Sin embargo, hay incertidumbre y contradicción acerca del dónde y cuándo fue escrita, acerca de su campo de surgimiento y la posición que Asturias, como sujeto, tenía en la sociedad que estaba retratando.

Según los datos consignados en la última página de la novela, El Señor Presidente comenzó en Guatemala en 1922 y fue finalizada diez años más tarde en París. Una década también ocupó Joyce (de 1904 a 1914) y un viaje (de Dublin a Trieste) para escribir A Portrait. Ambas pueden verse como narrativas que comienzan en la sociedad paralizada, de la cual el artista está tratando de escapar y concluyen, diez años más tarde, en "silence, exile and cunning", esa famosa frase joyceana.

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Se puede argumentar que en El Señor Presidente, Asturias ha decidido asumir la apuestajoyceana de A Portrait, que, en palabras de Joyce, era: ((My intent was to write a chapter ofthe moral history ofmy country and 1 chose Dublin for the scene because that city seemed to me the center of paralysis"l. Por supuesto, la dictadura está en el centro de la historia moral de un país paralizado como Guatemala. ¿Pero, a qué dictadura se refiere Asturias?

Una de las incertidumbres emana de la verdadera fecha de conclusión de El Señor Presidente, a partir de la contradictoria inscripción en la página frontal del manuscrito en la que Asturias anotó el año 1933. Acerca de esto, Martin, en la introducción de la edición de la Colección Archivos, dubitativamente argumenta que 1933 es la fecha oficial, pero 1932 es la fecha simbólica. Esta contradicción marginal sería dejada a un lado si uno no estuviera persiguiendo una lectura arqueológica de la supuesta denuncia de la dictadura y la correlación autobiográfica en El Señor Presidente. N o hay que olvidar que algunos críticos, como Rufinelli, señalan que Asturias pudo haber escrito esta novela no du­rante su estadía en París, sino que en la Guatemala de Ubico.

La duda acerca del dato concluyente de dicha novela continúa siendo problemática precisamente porque lleva a preguntar qué Asturias, como artista, está siendo retratado (como un joven opositor, como un no tan joven colaborador, o ambas), en qué condiciones de supuesta parálisis (bajo el dominio de Estrada Cabrera o Ubico Castañeda). ¿Hasta qué punto es El Señor Presidente el retrato de Asturias como artista adolescente? ¿Hasta qué punto podemos leer a Miguel Cara de Ángel como un Stephen Dedalus, como un artista opuesto a cierta parálisis (en distintas o similares condiciones) de su país?

En el ensayo "El Señor Presidente: una lectura 'contextua!' ", Gerald Martin argumenta que: uNo se ha comprendido cabalmente, entonces, que, Cara de Ángel es un artista, un hombre que enfoca sus ambiciones en términos puramente estéticos, no políticos"2 . Si consideramos el retrato de Asturias durante el régimen ubiquista que Feliu-Moggi nos brinda, dicha descripción de Cara de Ángel sería más cercana a este Asturias que al Asturias bajo el régimen de Estrada Cabrera. Si esto fuera aSÍ, podría conllevar una reinterpretación de la dictadura, y del marco histórico, que está siendo retratado en El Señor Presidente. Si es en el gobierno de Ubico en el cual el retrato de Asturias fue articulado, aquellas las condiciones de parálisis que deben ser analizadas.

De ser así, se impone el siguiente cuestionamiento: ¿por qué tanta energía en demostrar lo contrario? Digo, aparte de sustentar la noción que el único lugar legítimo para desarrollar el arte guatemalteco es París (herencia lamentablemente evidente en obras de reciente factura).

Claramente, aunque el título de la novela apunta hacia otra parte, el personaje principal de El Señor Presidente es Cara de Ángel, es el retrato de éste el que se encuentra en sus páginas, su batallar contra las fuerzas oscuras que son responsables de la parálisis del país. ¿Por qué,

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entonces, Asturias insiste tanto en catalogar a El Señor Presidente como una "narrativa mitológica"?

Al rechazar reconocer un marco histórico a El Señor Presidente, Asturias pareciera estar refiriéndose, no a una parálisis actual, basada en situaciones concretas, consecuencia de una historia en particular, parte de una red intrincada de relaciones espaciales y temporales, sino a una parálisis mítica, que puede ser atribuida al poder de un sólo hombre. Aparentemente, a pesar de la franca ingenuidad de dicha lectura política en un escritor supuestamente comprometido, ésta es la tesis de Asturias al respecto de la parálisis del país, tal y como la articula en su ensayo "El Señor Presidente como mito":

" .. . pero en el fondo de todo, existe, vive, en la forma de un Presidente de una República Latinoamericana una concepción de fuerza ancestral, fabulosa y sólo aparentemente de nuestro tiempo. Es el hombre-mito, el ser superior (porque es eso aunque no queramos), el que llena las funciones del eje tribal de las sociedades primitivas, ungido por poderes sacros, invisible como Dios, pues entre menos corpóreo aparezca, más mitológico se le considerará ... todo concurre a la reactualización de lo fabuloso, fuera de un tiempo cronológico ... Aquí creí que tocamos el punto, la clave. Los "señores Presidentes" de nuestros países, como mito, como mitos en sí mismos, pero sobre todo, como seres que no hacen sino mantener lo sagrado de la autoridad, lo primordial del mundo en cuanto a ser temidos ... Buscar por aquí las raíces de estos regímenes de terror y de sangre, y desenraizarlos" 3

Para descubrir las raíces de estos regímenes, pareciera que un analista de las formaciones discursivas debe buscar precisamente en el lado contrario. N o fuera del tiempo cronológico, sino que en el proceso temporal que lo formó; no en la representación del Presidente como una noción abstracta del poder, sino que en una corporalidad específica para "descubrir el dominio completo de las instituciones, procesos económicos y relaciones sociales" en el que fue articulado.

NOTAS

1 Joyce, James. Dubliners. New York: Barnes and Noble Books, 1999.

2 Asturias, Miguel Ángel. El Señor Presidente. Ed. Gerald Martin. España, Colección Archivos, 2000. P.971

3 Idem. P. 474-475