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Ética, narración y aprendizaje de la historia nacional Alexander Ruiz Silva Mario Carretero Identificarse con la nación de uno El concepto de nación sobre el cual basamos nuestras reflexiones contiene aspectos culturales y políticos superpuestos de tal modo de que no siempre es posible llevar a cabo distinciones precisas y separadas de cada asunto. Entre los aspectos culturales suele apelarse a diversas formas de vida, tipos de actividad, modos de relación, preocupaciones comunes, relatos compartidos o reconocidos, costumbres, tradiciones, estilos y formas de expresión literarias y artísticas que definen un grupo incluyente. Las relaciones entre asuntos culturales y asuntos políticos están medidas por sentimientos de pertenencia al grupo social genérico, pero también por valoraciones morales sobre su proceder y sus fines. Mientras que los sentimientos de pertenencia posibilitan la filiación al grupo, las valoraciones morales constituyen el horizonte normativo guía. Los asuntos culturales y los asuntos políticos son articulados por sentimientos de pertenencia, especialmente por sentimientos morales que enmarcan las decisiones y las acciones de las personas, y a partir de los cuales se constituyen juicios de valor sobre eventos y acontecimientos del pasado, circunstancias del presente y proyecciones de futuro y se les otorga o se les resta legitimidad. La identidad nacional de uno es algo de lo cual se llega de forma definitiva, si bien es un proceso relativamente estable, también es posible establecer importantes diferencias de grado. Identificarse con la nación de uno es algo que se puede ilustrarse con despliegue de puntos en el plano imaginario. Pensemos en dos polos claramente contradictorios, que podemos clasificar en “identificación tenue” e “identificación densa”. Identificación tenue: Consideran que ser miembros de su nación no les genera mayor relevancia, como ningún tipo de consideración especial pudiendo desprenderse fácilmente de un nacionalidad o reemplazarla por otra. Requiere la conciencia de que se es parte de una nación, de tal modo que las personas se conciben, piensan y se asumen así mismos como

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Page 1: Resumen-Texto: “Ética, narración y aprendizaje de la historia nacional” Autores: Alexander Ruiz Silva, Mario Carretero

Ética, narración y aprendizaje de la historia nacional

Alexander Ruiz SilvaMario Carretero

Identificarse con la nación de uno

El concepto de nación sobre el cual basamos nuestras reflexiones contiene aspectos culturales y políticos superpuestos de tal modo de que no siempre es posible llevar a cabo distinciones precisas y separadas de cada asunto.

Entre los aspectos culturales suele apelarse a diversas formas de vida, tipos de actividad, modos de relación, preocupaciones comunes, relatos compartidos o reconocidos, costumbres, tradiciones, estilos y formas de expresión literarias y artísticas que definen un grupo incluyente.

Las relaciones entre asuntos culturales y asuntos políticos están medidas por sentimientos de pertenencia al grupo social genérico, pero también por valoraciones morales sobre su proceder y sus fines. Mientras que los sentimientos de pertenencia posibilitan la filiación al grupo, las valoraciones morales constituyen el horizonte normativo guía.

Los asuntos culturales y los asuntos políticos son articulados por sentimientos de pertenencia, especialmente por sentimientos morales que enmarcan las decisiones y las acciones de las personas, y a partir de los cuales se constituyen juicios de valor sobre eventos y acontecimientos del pasado, circunstancias del presente y proyecciones de futuro y se les otorga o se les resta legitimidad.

La identidad nacional de uno es algo de lo cual se llega de forma definitiva, si bien es un proceso relativamente estable, también es posible establecer importantes diferencias de grado.

Identificarse con la nación de uno es algo que se puede ilustrarse con despliegue de puntos en el plano imaginario. Pensemos en dos polos claramente contradictorios, que podemos clasificar en “identificación tenue” e “identificación densa”.

Identificación tenue:

Consideran que ser miembros de su nación no les genera mayor relevancia, como ningún tipo de consideración especial pudiendo desprenderse fácilmente de un nacionalidad o reemplazarla por otra. Requiere la conciencia de que se es parte de una nación, de tal modo que las personas se conciben, piensan y se asumen así mismos como colombianos, españoles, argentinos, etc. Este rasgo es uno mas entre otros que le permiten a una persona obtener una definición de sí.

Identificación densa:

En este tipo de identificación hay mayor presencia de irracionalidad. La presencia de fuertes sentimientos nacionales puede invisibilizar o reemplazar buenos argumentos y juicios imparciales sobre la relación que se construye con la nación. En laza por lo menos las siguientes exigencias:

- Lealtad a la nación en caso en que la política de Estado requiera participación de los ciudadanos.

- Vivencia de los elementos considerados como definitorios de la cultura nacional.- Valoración favorable de las creencias compartidas sobre las buenas formas de vida de su

nación.- Aceptación o participación en cuestiones de construcción de versiones aceptables del

pasado y del destino como fuente de autorealizamiento.

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- Sentimientos de orgullo, admiración y gratitud por éxitos conseguidos; vergüenza o indignación por fracasos e injusticias.

- Sentido de pertenencia constitutiva a la nación propia.

Así como los sentimientos son claves para definir el tipo de identificación al que más se acerca cada quien, los juicios morales son definitivos para ponderar el nivel de legitimidad de las formas de proceder que de allí se presentan.

Quizá ya sea el momento de proponer un nuevo tipo de identificación, la “identificación moderada”. En ella se presenta presentan algunas de la exigencias mencionadas anteriormente, o bien todas pero de una forma matizada y prudencial.

La identificación con la nación propia, se trata de un asunto en el que es determinante la aparición de ortos y sus juicios morales sobre la relación que uno mantiene, que uno debería mantener con su nación, al menos en circunstancias especiales. La nación no solo es objeto de identificación, nos interpela permanentemente, nos involucra en la narración de sus historias y la configuración de sus proyectos. La identificación con la nación propia implica una tensión entre compromiso y distanciamiento. La moderación y la prudencia pueden guiarnos a un sentido grato e incluyente de nacionalidad. La renuncia a la nacionalidad y el exilio son dos situaciones extremas que nos permiten ilustrar el modo en que la nación es agente activo en la relación con sus connacionales.

Una identificación moderada con la nación de uno implica, dosis equilibradas de distanciamiento y de compromiso. Los sujetos sociales son autores de su propio proceso de identificación, dichos procesos son racionales y emocionales; medianamente estables, psicológica y políticamente revocables. La nación no es solo objeto de identificaciones, es una instancia agenciadora de formas de ser y de vivir, es la voz del otro de la mesa en un dialogo en el que no se espera que alguien diga la última palabra.

El nacionalismo y la educación de los sentimientos morales

En el nacionalismo la inclusión a la propia nación no es algo que se produce solo de modo subjetivo, se da también y principalmente de forma objetivamente ponderable.La tolerancia y la consideración que le merecen un nacionalista otras naciones o sociedades y sus naturales depende, del poder que se le reconozca a estas en el panorama mundial y las similitudes étnicas, culturales que se puedan establecer con la nación de uno.

En la mente nacionalista se encuentran presentes, entonces, no solo sentimientos de superioridad y desprecio hacia determinadas naciones, admiración y terror por otras.

La escuela es una instancia mediante la cual el Estado difunde e inculca entre sus ciudadanos, de manera ininterrumpida, generación tras generación, su deseo de seguir siendo la nación que ya es. Este propósito es llevado a cabo mediante la educación de los sentimientos morales, de la enseñanza de los relatos históricos oficiales sobre el pasado de la nación.

Los sentimientos morales ocupan un lugar central en nuestra pertenencia a cualquier tipo de comunidad humana. Nuestra vida moral, ocurre entre la razón y los sentimientos, entre el deber y querer. La comprensión de los datos históricos sobre nuestra nación se encuentra íntimamente ligada tanto al despliegue de sentimientos morales negativos como positivos.

En la experiencia de identificación con la nación, sentimientos como el orgullo nacional se despliegan en un continuo complejo y tensiónante entra estas dos versiones de la relación. En los periodos de conflicto los sentimientos nacionales suelen aflorar con mucha intensidad, como en los eventos deportivos.

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Los modos de identificación con la nación tienen una estrecha relación con la capacidad o incapacidad de establecer control sobre los sentimientos morales hacia la nación. Se puede sentir orgullo por los éxitos y reconocimientos deportivos y culturales alcanzados por la propia nación o en su nombre y al mismo tiempo sentir vergüenza si sucede lo contrario. Los sentimientos nacionales tienen que ver con lo que la nación le permite o le niega a sus connacionales.

Nuestra percepción es buena parte de las conceptualizaciones en ciencias sociales y en educación sobre identidad nacional basadas en tipos de ideales y en una lógica de opuestos se quedan atrapadas en esta suerte de esquemas planos y unidimensionales.

El mundo pareciera simplificar el relato histórico, en un lugar en el que hay hombres buenos y malos, justos o injustos, necesarios y prescindibles, reconocidos e ignorados, y le corresponde al tribunal de la historia poner cada quien en su merecido lugar. De este tenor son las “verdades” y las moralinas promovidas mediante la educación de los sentimientos morales en la escuela, algo en apariencia sencillo e inocuo pero meramente de una enorme complejidad.

La escuela promueve la enseñanza de la historia y la celebración de las efemérides el establecimiento de fuertes vínculos afectivos con la patria, entendida esta como el padre simbólico que nos brinda un origen y un destino y le otorga un sentido familiar a nuestra existencia. La educación en el nacionalismo es dogmatica y nociva; cierra su visión en un nosotros ético que impide la posibilidad de aceptar o comprender interpretaciones contrarias o alternativas a las versiones históricas aprendidas. Las historias oficiales son efectivas por despertar e infundir en las personas sentimientos de pertenencia: el orgullo de formar parte de la identidad nacional, la seguridad de saberse incluido; pero además, por promover una especie de comunitarismo ético radical

La idea de las narrativas éticas del pasado

El relato histórico nacionalista es integralmente normalizador e ideológico en la medida en que naturaliza el azar y ordena los acontecimientos de manera acumulativa, coherente y continua, pero sobre todo concreta. Los hechos relatados están indisolublemente vinculados a interpretaciones morales. No hay neutralidad valorativa en las narraciones sobre el pasado.

El trabajo del historiador, no consiste sólo en establecer hechos, sino también en escoger los más destacados y significativos entre ellos, y en relación luego entre sí.

La apelación a los sentimientos morales y el llamado a la identificación con los mártires de nación es algo que hace parte del sentido moral del relato nacional. La narrativa ética del pasado de la nación hace un llamado a la conciencia sobre lo mucho que se luchó por ella: “nuestra inobjetables victorias”, “nuestras necesarias perdidas”, “nuestros gloriosos mártires”, pero sobre todo, lo mucho que debemos apreciar el legado que nos dejaron “los padres de la patria”. Lo que hace éticas a estas narrativas:

- la apelación a valores compartidos: el coraje, la laboriosidad, la valentía, etc.- La contracción de juicios morales sobre las acciones y decisiones de los protagonistas de

la historia.- La justificación moral de los sacrificios y las pérdidas.- El ideal de bien vinculado con el éxito final del proyecto político que condujo a la formación

del Estado-nación

Las narrativas éticas del pasado no siempre resultan validas para sostener las narrativas éticas del presente o las que se proyectan el futuro. Porque:

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1) Las narrativas del pasado a las que accedemos mediante el aprendizaje de la historia en la escuela. Nuestro acceso a ellas se produce de forma similar a como nos enseñaron la geografía física, con limites relativamente definidos y un sesgo valorativo prefijado. “todo lo que queda de la frontera para acá es nuestro, y es bueno porque es nuestro”. Las narrativas del presente, tienen un carácter interpretativo abierto y admiten diversas lecturas morales, incluso algunas de ellas son claramente antagónicas y excluyentes entre sí.

2) Las narrativas del presente y las proyectadas hacia el futuro nos involucran de forma existencial. Mientras que las narrativas del pasado pueden representar un pesado lastre o la herencia cultural de la que nos sentimos orgullosos, las narrativas del presente y las proyectadazas al futuro constituyen una responsabilidad.

Interrogar las narrativas éticas del pasado y del presente de la nación es preguntarse también por las formas éticas de narrarse a si mismo que tiene cada persona. Reflexionar sobre unas y otras no sólo es una responsabilidad de historiadores, politólogos, educadores o cualquier experto en la materia, sino que lo es también de todos los ciudadanos, de quienes han sido y educados en la historia de su nación.

Proponer a los educadores una crítica racional y una corrección moral, consiste en: a) la posibilidad de explicar los sesgos valorativos detectados en versiones estudiadas; b) la capacidad de discutir el sentido de la orientación moral; c) la necesidad de presentar justificaciones racionales: d) la obligación moral de sostener un diálogo en el que las versiones antiguas o nuevas debidamente justificadas transiten.

La génesis de la identificación con la nación es un proceso cognitivo, afectivo y fundamentalmente social en el que se articulan razones, sentimientos, motivaciones, imaginarios, creencias en la interacción social y en el aprendizaje de narrativas éticas del pasado.Una aproximación crítico-epistémica y un sentido de responsabilidad moral tanto en lo teórico como del educador habrán de ser favorables a la reflexión y deliberación de las verdades y bondades que gratuitamente se atribuyen a dicho hecho y a la idea del nosotros que de allí proviene.