resumen del cuento de iqbal

34

Upload: chimichurri-rico

Post on 12-Jan-2016

1.986 views

Category:

Documents


175 download

DESCRIPTION

Narra el resumen del Cuento de Iqbal del escritor Francesco d' Adamo en breves capítulos.

TRANSCRIPT

Page 1: Resumen Del Cuento de Iqbal
Page 2: Resumen Del Cuento de Iqbal

2

Iqbal

Escrito por Francesco D'Adamo

Traducido por Ann Lenor

Ilustrado por Roel Wielinga

Atheneum Books for Young Readers

Nueva York, Londres, Toronto, Sidney, Singapur

Atheneum Books for Young Readers

Una colección de Simon & Schuster Children's Publishing Division

Page 3: Resumen Del Cuento de Iqbal

3

Introducción

A lo largo de la historia de todo el mundo los niños han sido una fuente de mano

de obra. Siempre han hecho su parte de trabajo. En sus casas o en los campos, han

contribuido a la supervivencia de sus familias o al bienestar de la comunidad. En países

que pasan de la agricultura a la fabricación, la mano de obra infantil ha sido siempre

considerada como esencial para el éxito y el desarrollo y los niños han estado presentes

en prácticamente cada campo, cada taller, cada fábrica.

En la actualidad más de doscientos millones de niños entre cinco y diecisiete años

de edad están ―económicamente activos‖ en el mundo. Unos setenta y tres millones

aproximadamente de éstos son menores de edad y casi seis millones están trabajando en

condiciones de ―trabajo forzado y en préstamo". El trabajo en préstamo es un sistema en

que una persona trabaja durante un período de tiempo previamente establecido para

liquidar una deuda. Muchos de los primeros colonos de América empezaron su vida aquí

como sirvientes obligados, recibiendo su pasaje a las colonias a cambio de un número de

años de trabajo, después de los cuales adquirían su libertad y la concesión de tierra.

En muchos países, la mano de obra infantil forzada está considerada como una

parte indispensable del sistema económico. Cuando las familias tienen deudas,

―alquilan‖ o prestan a sus hijos, con edades mínimas de cuatro o cinco años, para trabajar

para ―amos‖ que tienen un control completo sobre la vida de los niños hasta que la deuda

queda saldada y quienes incluso pueden traspasar a los niños a otros amos. En Pakistán,

donde tiene lugar la historia de Iqbal, industrias como las de hacer ladrillos y alfombras,

dependen de la mano de obra infantil. La industria de ladrillos emplea a familias enteras

con sus hijos pequeños trabajando junto a sus padres en condiciones peligrosas.

La industria de alfombras depende especialmente de los niños y de su dexteridad

manual: los dedos pequeños pueden ser enseñados a trabajar con rapidez para atar los

miles de nudos necesarios para hacer una alfombra. Las condiciones de trabajo suelen

ser siempre muy pobres. Los niños, normalmente desnutridos, trabajan desde el amanecer

hasta el anochecer, sentándose durante largas horas en banquetas frente a sus telares,

respirando polvo y pelusas. Muchos de ellos están encadenados a sus telares. No tienen

tiempo para jugar y muy poco para descansar. Son invisibles al mundo exterior.

Page 4: Resumen Del Cuento de Iqbal

4

Capítulo 1 – El Taller

La casa de nuestro amo, Hussain Khan, se encontraba a las afueras de Lahore, no

muy lejos del polvo y la aridez del campo. Era una casa grande frente a un patio sucio.

Al otro lado del patio había un edificio largo, la fábrica de alfombras, donde catorce de

nosotros trabajábamos en préstamo a Hussain Khan para saldar las deudas que nuestras

familias habían contraído con prestamistas locales. Hacía calor en el verano y frío en el

invierno.

El trabajo empezaba media hora antes del amanecer, momento en que la esposa

del amo nos traía una barra de pan chapati y algo de sopa de lentejas. Comíamos juntos,

mojando ansiosamente nuestro pan en la gran fuente que había en el suelo mientras

hablábamos de los sueños que habíamos tenido durante la noche. Yo no había soñado en

muchos meses. Sospecho que muchos de nosotros habíamos dejado de soñar. Nos

sentíamos muy solos por la mañana.

Después pasábamos, uno por uno, detrás de la sucia cortina que escondía el retrete

turco. Los primeros en ir eran los que habían dormido con sus tobillos encadenados a sus

telares. El amo les llamaba zoquetes porque trabajaban despacio y mal. Ellos mezclaban

equivocadamente las lanas de colores o cometían errores, o lloraban demasiado por las

ampollas de sus dedos. Los zoquetes no eran muy inteligentes. Normalmente eran los

trabajadores nuevos que todavía no habían aprendido que la única forma de ser libres era

trabajando duro y rápido para borrar cada línea de nuestras pequeñas pizarras de cuentas

hasta que no quedara ningún apunte y pudiéramos regresar a casa.

Al igual que los demás, yo tenía una pizarra propia que colgaba del telar en el que

trabajaba. El día que llegué, Hussain Khan puso algunas marcas en una pizarra nueva.

―Este es tu nombre. Esta es tu pizarra. ¿Entiendes? "

―Sí, señor‖.

Después dibujó muchas otras líneas. Hussain Khan dijo, "Esta es tu deuda. Cada

línea equivale a una rupia. Yo te daré una rupia por cada día de trabajo que hagas. Todo

el mundo dirá que Hussain Khan es un amo justo que te da lo que mereces. Cada día al

anochecer, borraré una de estas líneas". Yo estudié esas líneas misteriosas pero no podía

distinguir mi nombre de las líneas de la deuda.

"Cuando todas las líneas hayan quedado borradas," Hussain Khan añadió,

"entonces serás libre y podrás regresar a casa".

Yo nunca llegué a ver una pizarra limpia, ni la mía ni las de mis compañeros.

Después de regresar los zoquetes del retrete, nos tocaba el turno a nosotros.

Había un ventanuco colocado en la parte alta de la pared. Cada mañana yo intentaba

impulsarme para poder llegar y mirar afuera. Tenía diez años en ese tiempo; era de

pequeña estatura y de cuerpo delicado y nunca pude llegar al borde de la ventana. Cada

día pensaba que había logrado acercarme un poquito más – Estaba segura de que muy

pronto podría alzarme yo sola y sacar el cuerpo lo suficiente como para tocar la corteza

del almendro que se veía afuera.

Llevaba tres años trabajando para Hussain Khan y nunca había sido metida en la

Tumba. Algunos de los otros niños sentían envidia y decían que yo era la favorita de

Hussain Khan y que por eso no me castigaba. No me había castigado nunca porque

trabajaba con rapidez y precisión. Comía lo que me daban sin quejarme y cuando el amo

nos miraba, yo guardaba silencio. Lo que sí hizo el amo fue acariciar mi cabeza y

Page 5: Resumen Del Cuento de Iqbal

5

llamarme, "Mi pequeña Fátima" pero me sentía aterrorizada. Hussain Khan era un

hombre gordo, con una barba negra y ojos pequeños. Sus manos eran grasientas y

dejaban su huella de grasa en todo lo que tocaba.

Al amanecer empezábamos a trabajar de forma rítmica, atando nudos,

aplastándolos. Nos estaba prohibido parar o hablar. Sólo podíamos mirar los

innumerables hilos de colores de entre los que teníamos que elegir para seguir el patrón

del trozo de papel que el amo nos había asignado a cada uno.

En el curso de la mañana el aire se llenaba de calor, de polvo y de pelusas que

revoloteaban a nuestro alrededor y el sonido de los telares casi bloqueaba el murmullo de

la ciudad que apenas empezaba a despertarse – los motores de los autos, el rebuznar de

los burros y los gritos de los vendedores. Mis brazos y mis hombros empezaban a doler y

no sabía cuánto tiempo quedaba para mi única pausa del día. Mis manos trabajaban por

hábito, eligiendo hebras y tirando de los nudos una y otra vez.

Esa noche Hussain Khan mediría mi trabajo. Juzgaría si cumplía sus normas y

después borraría una de las líneas de mi pizarra. Había estado borrando esas líneas

durante tres años y todavía seguían estando allí, o por lo menos así me lo parecía a mí.

Paramos para comer nuestro chapati con verduras y tomar agua porque nuestras

gargantas estaban secas y llenas de pelusas. Nuestro período de descanso duraba una

hora, nuestra hambre mucho más. Después volvíamos al taller para trabajar unas cuantas

horas más. No había necesidad de supervisión; nadie tenía el valor de escaparse.

Por la noche el metro del amo mostraría cómo habíamos pasado el tiempo. No

trabajo suficiente, no rupia. Esta fue mi vida durante tres años. Los primeros meses

pensaba mucho en mi familia, en nuestro hogar y en el campo. Pero según fue pasando el

tiempo estos recuerdos se iban desvaneciendo como las alfombras viejas y gastadas.

Hasta el día en que apareció Iqbal.

Page 6: Resumen Del Cuento de Iqbal

6

Capítulo 2 – La Llegada

La historia de momento: Un grupo de niños pakistaníes están trabajando como

esclavos en una fábrica de alfombras para saldar las deudas que habían contraído sus

familias. Las condiciones de trabajo son terribles. Un nuevo niño, Iqbal, acaba de llegar.

Iqbal llegó una mañana justo a punto de comenzar el verano. El sol estaba alto y

caliente y encontró la forma de hacer presencia en el taller con sus largos rayos de luz

que captaban el remolino de polvo. Dos rayos se cruzaron justo en el medio del dibujo de

mi alfombra acentuando la brillantez de los colores. Uno era la espada del héroe bueno; el

otro era la de un granuja diablesco. Uno de los niños, Karim, dijo que había ido al cine

dos veces y que las películas trataban de historias como la mía: Después de gran

tribulación, el héroe siempre triunfaba. Después se ponía su hermoso traje de seda de

color y pedía la mano de su doncella favorita. El padre no podía negarse. No, él estaba

feliz porque el héroe había arriesgado su vida. El bien había derrotado al mal. Karim, que

tenía casi diecisiete años y cuyos dedos habían crecido gordos y de una forma rara para

hacer los nudos delicados y delgados de las alfombras, se había convertido en una especie

de capataz para nosotros los niños.

Yo pensé que me gustaría ir al cine alguna vez. Mi padre y mi madre no habían

ido nunca, ni tampoco mis hermanos y hermanas. Eran demasiado pobres. El cine era un

lujo limitado a la gente de ciudad, igual que la televisión. Los amos tenían una

televisión. A veces, durante la noche, cuando intentábamos dormir, podíamos escuchar

esas voces extrañas que procedían de la sala de Hussain Khan y veíamos las luces de

colores que atravesaban la estera que cubría la ventana. Karim fanfarroneaba de que una

vez se había acercado sigilosamente a una de las ventanas y que había podido ver casi

cinco minutos de un partido de cricket.

"¿Qué es cricket?" había preguntado yo.

"¡Cállate, estúpida!" había contestado él.

Sin embargo si quieren mi opinión, todo era una gran mentira. Es verdad que

Karim hacía todo lo que el amo quería y que nos supervisaba porque, de otra manera, no

habría tenido ningún lugar adonde ir ni nada que comer, pero nunca habría tenido el valor

de mirar a escondidas por la ventana del amo. Eso suponía grandes problemas para

cualquier persona que se acercara a la casa.

De repente me di cuenta de que tenía que reanudar mi trabajo. Mi mente se había

distraído. Justo a tiempo de volver a capturar una hebra que había estado a punto de

perder. Entonces los rayos del sol se vieron bloqueados y las dos espadas de luz dejaron

de luchar. Nos volvimos todos para ver al amo de pié en la puerta. Su cuerpo llenaba

todo el espacio. Iba vestido como si fuera a viajar, con un largo abrigo que casi le llegaba

hasta los pies y con botas cubiertas de polvo rojo. Con su mano izquierda sostenía una

bolsa y con su derecha sujetaba con mano de hierro el brazo de un muchacho. El

muchacho era delgado y de piel oscura y no era muy alto; parecía tener dos años más que

yo.

Mi primera impresión fue que era atractivo. Después pensé, "No, ese muchacho

no es guapo". Pero tiene unos ojos dulces, con una mirada profunda que no tiene

temores. El niño estaba de pie en la entrada del taller con su brazo atrapado por las

enormes garras de Hussain Khan y todos nosotros le mirábamos. Los catorce niños

Page 7: Resumen Del Cuento de Iqbal

7

esclavos que éramos observando a otro esclavo, uno de los muchos que habían ido y

venido durante los años pero pensando que este niño era diferente de alguna manera. El

niño nos miró estudiando a cada uno. Parecía triste, por supuesto, como cualquiera que

haya estado alejado de su hogar durante mucho tiempo, como cualquiera que sea poco

más que un esclavo, como cualquier persona que no se pueda imaginar lo que va a ser de

su vida. Pero créanme cuando les digo que el muchacho no tenía miedo. Hussain Khan

nos miró y gruñó ―¿qué creéis que estáis mirando? Volver al trabajo".

Volvimos a nuestros telares pero entonces miramos furtivamente sobre nuestros

hombros. Hussain trajo al niño nuevo a un telar vacío en la fila próxima a la mía, sacó

una argolla oxidada y la colocó alrededor del tobillo del niño.

"Este será tu lugar, aquí es donde harás tu trabajo" dijo. "Y si lo haces bien --"

"Ya lo sé," respondió el niño.

Hussain sacó la pizarra de rigor ya cubierta con líneas. "Esta es tu deuda,"

comenzó, "y cada noche yo--"

"Ya lo sé," dijo el niño nuevo.

"Está bien entonces," dijo Hussain, "Bien Sr. Sábelo-todo. Tu viejo amo me dijo

que eres obstinado y orgulloso. También me dijo sin embargo que nadie conoce el trabajo

mejor que tu, cuando quieres… Ya veremos, ya veremos".

Hussain se encaminó hacia la puerta. Una vez allí se paró y apuntó su dedo gordo

hacia Karim. "¡Y tú, ponle ojo!" Karim asintió inciertamente.

El nuevo niño se sentó frente a su telar y empezó a trabajar. Nosotros le miramos

en silencio, con nuestras bocas abiertas. Nadie era tan rápido y ni habilidoso como él,

nadie sabía cómo apretar los nudos con tanta precisión y delicadeza. Sus dedos volaban,

aún cuando el patrón que Hussain le había asignado era uno de los más difíciles. Una

cosa era cierta: El no estaba encadenado porque era un zoquete. No, no. Era por otra

causa.

"¿Cómo te llamas?" preguntó Karim, intentando hacer que su voz sonara ruda.

"Iqbal," respondió él. "Iqbal Masih."

Page 8: Resumen Del Cuento de Iqbal

8

Capítulo 3 – La Deuda

La historia de momento: Iqbal puede hacer alfombras mejor y con más rapidez

que cualquier otro niño esclavo. Él parece muy diferente de los demás también.

Esa misma noche el pequeño Alí hizo guarda frente a la puerta mientras unos

cuantos de nosotros nos acercamos poco a poco a conocer al nuevo niño. Salman, un

niño de diez años se aproximó; la piel de su cara y de sus manos estaba picada después de

tres años de trabajo en una fábrica de ladrillos cerca de Karachi. María también quería

conocer al nuevo niño. Ella era menor que yo y su cuerpo era pequeño como un pájaro.

Nadie la había oído mentar una palabra. No sabíamos si era muda.

Iqbal estaba despierto. Podíamos oír el rechinar de su cadena en la oscuridad.

―Ten cuidado, Alí‖ dijimos. El amo se enojó mucho la última vez que nos encontró

despiertos por la noche.

Iqbal empezó, "Mi padre solía salir temprano por la mañana para atar a nuestro

búfalo al arado. Yo iba con él llevando la botella de agua y las verduras que mi madre

preparaba para él. El sudor le corría por la cara y por el pecho y el polvo rojo cubría su

cabello. Entre el medio día y las tres de la tarde el sol batía sin piedad y hacía demasiado

calor para trabajar. Por ello nos resguardábamos a la sombra de un árbol, comiendo y

bebiendo agua. 'Esta tierra es sagrada,' solía decir mi padre, 'Mira cómo crece todo.'"

'Sí, Padre,' respondía yo. Pero nunca había abundancia en nuestra casa. Nunca

había suficiente comida y mi hermano mayor estaba enfermo. Una vez pregunté a mi

padre por qué era eso.

―'Porque todo esto pertenece al amo,' respondió mi padre '¿Y eso está bien?'‖

"Mi padre siempre decía la misma cosa", interrumpió Salman, "pero también

decía que el amo era avaricioso y malvado".

Salman era un chico difícil. Era un rebelde. Había estado en la Tumba una vez

durante dos días y cuando salió reseco del calor y picado por los escorpiones, dijo "Eso

no es nada". Para él nada era tan malo como trabajar en el horno de ladrillos.

"Mi padre es un hombre bueno", continuó Iqbal. "Aún cuando mi hermano

empeoró, mi padre no maldijo a nadie. Llamó al doctor. El doctor habló con mi padre y

partió. Mi madre lloraba. Ella ya había perdido otros niños. Mi padre me dijo que el

doctor regresaría con una medicina que podría salvar a mi hermano. El doctor sí volvió

pero había otro hombre con él, bien vestido, que habló con mi padre. Sacó algo de dinero

y se lo mostró a mi padre quien solo decía, 'No'".

"Mi hermano no mejoró. Mi padre habló con mi madre durante largo rato. Él me

dijo que un hombre le prestaría una gran cantidad de dinero, 'veintiséis dólares', dijo él.

Con ese dinero la familia podría sobrevivir hasta la próxima cosecha y mi hermano

recibiría más medicina y se curaría. Él dijo que yo debería trabajar para ayudar a la

familia a liquidar la deuda y que no nos veríamos durante muchos meses pero que yo

aprendería a hacer alfombras y que esto me podría ayudar en la vida".

"Mi padre también tenía una deuda", susurré yo en la oscuridad", un hombre vino

a hablar con él y después Hussain vino a por mí y me trajo aquí."

Iqbal prosiguió, "el alfombrero vino a la mañana siguiente. Vino en auto y era

muy agradable. 'Te llevo a la ciudad', dijo. Yo miré por la ventana del auto y lo último

que pude ver al alejarme fue a mi padre dar de latigazos al pobre búfalo".

Page 9: Resumen Del Cuento de Iqbal

9

"Bueno," dijo Karim, "no tardarás mucho en liquidar la deuda de tu padre. Nadie

trabaja tan rápido ni tan bien como tu".

"La deuda no se borra nunca", dijo con suavidad. "No importa lo bueno que seas".

"¡Estás loco!" gritó Salman". Cada día el amo borra una línea y cuando no quede

ninguna, iremos a casa. Era así también con los ladrillos. Teníamos que hacer mil

ladrillos cada día y recibíamos cien rupias por cada mil".

"¿Y cancelaste tu deuda?" preguntó Iqbal.

"No," gruñó Salman, "pero ¿qué significa eso? Algunos días llovía. A veces la

arcilla era demasiado arenosa..."

"¿Has visto alguna vez que alguien pague su deuda?" preguntó el niño nuevo.

Yo podía sentir junto a mí a María, rodeando su cuerpo con sus brazos en forma

de abrazo. Nadie sabía si era capaz de oír y de entender lo que estábamos diciendo. Yo lo

entendí demasiado bien. Quería gritar ―¡estás equivocado, mentiroso! Pero él no parecía

ese tipo de persona.

"No," dijimos todos uno tras otro", nunca hemos visto a nadie pagar su deuda".

Regresamos todos sigilosamente a nuestras camas. Yo intenté conciliar el sueño

pero no podía. Después de un rato me arrastré otra vez por el piso sucio. Iqbal seguía

despierto también. Le hablé al oído.

"¿Qué quieres decir", le pregunté enojado, "al decir que nunca saldremos de aquí?

¿No vamos a regresar jamás a casa?"

"¿Quién eres tú?" preguntó él.

"Me llamo Fátima."

"¿Puedes guardar un secreto, Fátima?" susurró.

"Por supuesto que puedo".

"Entonces te lo puedo decir", dijo él. "Vamos a escaparnos de aquí".

"Tu dijiste que era imposible saldar la deuda".

"Lo es pero así no es cómo vamos a irnos".

"¿Cómo entonces?"

"Nos escaparemos. Tu vendrás conmigo".

Yo no lo conocía. Podría haber sido un fanfarrón, o quizás un loco, pero aún así

le creía.

Page 10: Resumen Del Cuento de Iqbal

10

Capítulo 4 – El Artista

La historia de momento: Fátima, la narradora de la historia, cree en Iqbal y en su

promesa de sacarles a todos de la fábrica de alfombras, aunque sus deudas no se paguen

nunca.

Durante más de un mes desde la llegada de Iqbal, el calor se hizo más fuerte y

nosotros trabajábamos más. Hussain Khan se movía nervioso por el taller, distribuyendo

amenazas y promesas, caricias grasientas y palmadas. Los más veteranos sabíamos que

estaba esperando la visita de clientes. A nuestro amo le preocupaba que las alfombras

que estábamos haciendo no fueran lo suficientemente perfectas para satisfacer a estos

ilustres clientes. Él nos recordó que nos había librado de una vida de hambre y de

miseria. Nos amenazó con los castigos más horribles. Karim era uno de los que más

temían la ira de Hussain Khan. Si le echaba, ¿qué podría hacer sin un hogar ni familia a la

que regresar?

Si nos atrevíamos a levantar nuestra cabeza por un segundo, éramos víctimas de

los estallidos de ira y de las amenazas de Karim. Sin embargo después se apiadaba de

nuestras lágrimas y de nuestras manos torturadas y nos daba pomada para curar nuestras

heridas.

Aunque muchos de nosotros fuéramos castigados por los chivatazos de Karim,

tengo que decir que no era tan malo. Él había sido vendido a Hussain Khan cuando tenía

poco más de siete años. Ahora que era tan grande e inútil para trabajar en el telar, tenía

miedo de ser desechado como un par de zapatos viejos que ya no valen. Le odiábamos

cuando hacía que nos castigasen pero también entendíamos que su destino bien pudiera

ser el nuestro algún día.

El único que permanecía inmóvil ante la tormenta de amenazas de Hussain era

Iqbal. Él no dejaba que su atención se desviara de su trabajo. Él no lloraba. Él no se

quejaba. Ni siquiera hacía caras o gestos a espaldas de Hussain.

"¿Lo ves? Las cadenas le han domado", dijo con aire despectivo uno de los

muchachos.

"No, no", dijo otro, "quiere convertirse en el monigote del amo".

Yo sabía que estas cosas no eran verdad. Cualquiera diría que estaríamos todos

más unidos al tener que compartir la misma suerte, pero sin embargo nos peleábamos y

nos dividíamos en grupos.

"Limítate a ignorarle", decía Iqbal.

Un día Karim empezó a adquirir un aire de misterio, como que estaba a punto de

contarle al amo algún secreto.

"Tenemos que tratar a nuestro nuevo amigo con respeto", decía él apuntando

hacia Iqbal. "Él es especial. Escuché a Hussain Khan decirle eso al dueño de otra fábrica

de alfombras. La alfombra que está tejiendo es una Bukhara Azul. Solo se hacen dos cada

año. Una alfombra como esa vale mucho dinero y no cualquiera puede tejer una. Se

necesita un artista para hacer una alfombra como esa. Nuestro amigo aquí presente es un

artista".

Todos los ojos se tornaron sobre Iqbal.

"¿Es verdad eso?" preguntamos nosotros.

Iqbal respondió, "Sí, he hecho una alfombra como esa".

Page 11: Resumen Del Cuento de Iqbal

11

"¿I tu, Karim, sabes por qué sus amos le vendieron si es tan bueno como dices?"

"Por supuesto que lo sé pero no os lo puedo decir. El amo confía en mi".

Un niño de piel oscura dijo, "Si la alfombra vale tanto, el maestro cancelará tu

deuda".

"Hussain no cancelará la deuda", dijo despacio Iqbal. "Mis otros amos no lo

hicieron. La deuda no se cancela nunca".

¿Entonces, qué esperanzas tenemos? ¿Por qué entonces tenemos que trabajar de

sol a sol?

"¡Eres un mentiroso!" gritó Alí casi llorando.

Al día siguiente muchos de nosotros empezamos a resentir a Iqbal, diciendo que

era arrogante y que se había puesto del lado de Karim y de Hussain Khan. Yo intenté

defenderle pero sólo era una niña pequeña. Había caído en el hábito de deslizarme junto

al camastro de Iqbal para hablar con él casi todas las noches antes de irnos a dormir. Nos

sentábamos en la oscuridad y escuchábamos los ruidos de la ciudad: el sonido del tráfico

que nunca cesaba pero que por la noche se apagaba y hasta aburría. Iqbal tenía muchos

recuerdos de las ciudades porque había cambiado de un amo a otro. Una vez vio

docenas de cometas revoloteando en un baile en el cielo primaveral.

El dijo, "Me gustaría subir a uno de esos autobuses multicolores y sentarme junto

a una de las ventanas para pasear por toda la ciudad dos veces".

"No, no," exclamé yo, "sería más divertido ir al cine y ver una de esas historias de amor

de las que Karim nos habla".

A veces hablábamos sobre nuestras familias, lo que todavía recordábamos de

ellas, o incluso de lo que ya se nos había olvidado y que jamás recordaríamos. Yo no

tenía ningún recuerdo de mi padre y tan sólo una vaga imagen de mi madre, pero Iqbal

recordaba todos los detalles. Se acordaba de sus familiares y de su pueblo. Incluso se

acordaba de dónde estaban las cosas colocadas exactamente en la choza en la que vivía.

Iqbal confesó que solía repasar sus recuerdos antes de dormir para no olvidarlos.

"¿Qué haces con ellos?", pregunté yo.

"Me ayudan", respondió él.

"¿A qué?"

"A escaparme de aquí".

"No tiene nada de malo que Iqbal sueñe con ser libre algún día", pensaba yo. Y

también pensaba ―¡Si pudiéramos escapar…!‖

Pero escapar significaba tener un lugar adonde ir y, ¿qué podía hacer yo en una

ciudad que no conocía y que me asustaba? ¿Y por qué alguien como Iqbal—alguien que

estaba a punto de recibir su libertad tras pagar su deuda – por qué querría escaparse? Eso

no tenía ningún sentido para mí. Así que me mantuve callada. Pero tres días más tarde,

justo antes de la llegada de los compradores extranjeros, Iqbal interrumpió la paz.

Page 12: Resumen Del Cuento de Iqbal

12

Capítulo 5 – La Venganza

La historia de momento: Los otros niños trabajadores estaban fascinados con la

creencia de Iqbal de que quedarían todos libres de la fábrica de alfombras algún día. Cada

noche Iqbal y Fátima se sentaban juntos y compartían sus sueños.

Era una mañana especial. Cuando los clientes extranjeros llegaron, Hussain Khan

No nos podía intimidar demasiado en su presencia. Él tuvo que convencerles de que nos

trataba bien.

"Estos son mis aprendices", diría él, distribuyendo palmadas afectuosas.

"Aquí aprenden una profesión honesta que les asegurará un futuro mejor.

Son como de la familia". La verdad es que no sé si los extranjeros le creyeron o no.

Esa mañana nos dio un desayuno más abundante de lo normal y nos permitió

reírnos y platicar mientras esperábamos a pasar por la mugrienta cortina para ir al baño.

Los zoquetes ya habían terminado y, gracias a los extranjeros, no serían encadenados a

sus telares ese día.

"¡Portaros bien!" gritó la ama, pero no sonó como su desagradable aviso usual.

Incluso Hussain, quien normalmente solía aparecer a mitad de la mañana, ya estaba

despierto y agitado. Sudaba y hablaba sin parar.

Karim estaba aterrorizado por la idea de que algo pudiera ir mal y Hussain le

echara la culpa a él. Las alfombras hechas estaban listas en el cuarto de almacén y las que

se estaban haciendo nuevas colgaban de los telares. Estaba esperando mi turno, con la

pequeña María colgada de mi falda, mientras intentaba evitar los codazos de Alí y los

pellizcos de Salman. Tuve un presentimiento y estaba segura de que podía saltar muy

alto para alcanzar por fin el borde de la ventana. Por su puesto nadie podía imaginar lo

que estaba a punto de ocurrir.

No había nadie prestándole atención a Iqbal. Generalmente la mayoría de las

personas le evitaban porque le tenían envidia. Además él tendía a ser reservado, como si

le ocuparan pensamientos serios. Hussain, nervioso y excitado, se paseaba por el taller.

De repente dejó de caminar y se puso blanco. Recuerdo que sus ojos se le tornaron

blancos y su mirada estaba horrorizada; su boca se le fue abriendo lentamente dejando

entrever los dientes ennegrecidos por el tabaco. Nunca se me olvidará lo que mis ojos

vieron a continuación. Iqbal estaba de pie junto a su telar. Detrás de él quedaba su

alfombra, esa maravillosa alfombra con su complicado diseño y con un azul que jamás

había sido visto antes. Era perfecta. Iqbal había trabajado mejor y más rápido que

cualquier otra persona hubiera podido hacerlo. Los extranjeros se volverían locos por

una alfombra así.

Iqbal empalideció también pero no tanto como Hussain Khan. Tomó el cuchillo

que usábamos todos para cortar el sobrante de los nudos, se volvió con mucha calma y

empezó a rajar la alfombra de arriba abajo, justo por la mitad.

"No," pensé yo, "¡no. . .!"

En el silencio que había caído sobre el taller escuchamos el distintivo sonido que

se hace al cortar los hilos. Hussain Khan gritó como un cerdo atrapado. El ama gritó. Les

vimos salir corriendo por la sala levantando una nube de polvo y de pelusas, tropezando

el uno con el otro, maldiciendo e insultando como no deberían hacerlo los verdaderos

creyentes. Antes de poder agarrarle y quitarle el cuchillo, Iqbal había hecho dos cortes

Page 13: Resumen Del Cuento de Iqbal

13

más y la alfombra más bella del mundo había quedado en trozos sobre el piso de tierra

roja.

El silencio que abatió la sala pareció durar una eternidad. La cara de Hussain se

enrojeció y las venas inflamadas de su cuello parecían estar a punto de estallar. Sujetaba

el cuchillo que le había arrebatado a Iqbal y durante un momento terrible, todos

pensamos "¡Le va a matar!".

El ama lloraba y recogía las piezas de alfombra del suelo, sacudiendo el polvo

rojo de la tela como si un milagro fuese a unirlas de nuevo.

"¡Niño del infierno!" dijo entre dientes Hussain". Me dijeron que eras un rebelde,

un traidor. Me dijeron, '¡Hussain, no confíes en él! Es una víbora. Una serpiente

venenosa. Un ingrato'.

Pero yo, ciego y estúpido, pensé. . . Me las vas a pagar, por supuesto que me las

va a pagar".

"¡A la Tumba!", aulló el ama, "¡y no le vuelvas a dejar salir jamás!"

Le agarraron por los brazos y le arrastraron hacia el patio. Nosotros fuimos tras de

ellos como un grupo de pollitos asustados. Vimos cómo las rodillas de Iqbal se arañaban

con las piedras del piso, su brazo golpeando contra el borde del pozo. El amo paró ante la

puerta de hierro oxidado y tiró lentamente de ella, deslizándose sobre sus ásperas

bisagras. Nosotros le vimos desaparecer por los peldaños adentrándose en la oscuridad,

tirando bruscamente de Iqbal. Después oímos el horrible y aterrorizante sonido que

angustiaba nuestro sueño: la rejilla de la Tumba al ser elevada y después, un ―Bang‖ al

cerrarse. El sonido hizo eco en el pesado calor del patio.

Hussain Khan regresó del sótano. Escuchamos sus pasos lentos y pesados.

Cuando emergió al sol, guiñó los ojos. Cerró la puerta con un empujón final y se acercó

adonde nos encontrábamos nosotros abrazados los unos a los otros a la entrada del taller.

"¡A trabajar!", gruñó él.

Regresamos a nuestros telares y reanudamos nuestro trabajo. Hussain se paró

detrás de nosotros en silencio. Podíamos sentir su presencia atravesándonos con la

mirada.

Alí, que trabajaba a mi derecha, articuló los labios para decir: "¿Por qué lo hizo?"

Yo gesticulé rápidamente, "No lo sé".

Mientras estaba siendo arrastrado por las piedras del patio, justo un segundo antes

de desaparecer, Iqbal volteó la cabeza y me miró. Quería decirme algo. No estaba segura

de haberle entendido. Pero hubo una cosa que noté claramente: Iqbal estaba tan

atemorizado como el resto de nosotros. Pero de cualquier forma lo había hecho.

Page 14: Resumen Del Cuento de Iqbal

14

Capítulo 6 – La Tumba

La historia de momento: Para sorpresa de todos Iqbal agarró el cuchillo y cortó la

bella alfombra que había tejido antes de que el amo, Hussain Khan, pudiera venderla.

Como castigo, Khan arrojó a Iqbal a la Tumba.

La Tumba era una vieja cisterna, enterrada debajo del patio y cerrada por una reja

al pie de una escalerilla húmeda que llevaba a la puerta de hierro. No había luz allí abajo

a no ser que unos cuantos rayos de sol se las arreglaran para filtrarse por los agujeros.

"No se puede respirar", dijo Salman, "Se siente un gran sofoco y piensas que te

estás volviendo loco: Se tiene la sensación de que alguien te está agarrando de la garganta

y te la está apretando. Y encima está todo oscuro".

"Hay escorpiones", dijo otro niño. "Te pinchan y te pican y son venenosos".

Esa noche estábamos todos completamente despiertos a pesar de la fatiga y del

hambre que sentíamos. El amo no nos había dado nada para cenar.

"Me las vais a pagar todos vosotros", había dicho Hussain, "todos fuisteis

cómplices".

Estábamos todos preocupados.

Yo dije "¿Cómo podrá sobrevivir él allí?"

El sol había sido imperdonable esa tarde. Nosotros estábamos cubiertos de sudor;

incluso ahora que era de noche.

"He visto a alguien salir de la Tumba", dijo Karim. "Un niño que se negó a

trabajar. Hussain le dio latigazos y él mordió repetidamente a Hussain".

"¿Y por eso le puso el amo en la Tumba?"

"Cinco días le tuvo allí. Cuando le sacaron parecía estar muerto. Estaba todo

quemado por el calor. Su piel se le había pelado del cuerpo. Quedó postergado en cama

durante una semana. Después se levantó y se puso a trabajar, pero nunca fue el mismo".

"Iqbal no será así", exclamé.

"Se rendirá también", dijo Karim. "Probablemente ha desafiado a todos los amos

que ha tenido y por eso es que le venden constantemente. Pero Hussain, él sabe lo que

debe hacer con él".

"Iqbal no se rendirá", repetí "y tenemos que ayudarle".

Salman añadió, "Yo he guardado algo de pan".

"Y yo tengo algo de agua", dije yo. "Vamos".

"Estás loca", gritó Karim, "Te prohíbo que...‖

"Él tiene las llaves de la puerta", dijo Salman apuntando hacia Karim. "¡Ábrela!

¡Rápido!"

"¡Olvídalo!"

"Hagámoslo de esta forma. Tú abres la puerta y vienes con nosotros. Si el amo te

descubre, dices que estábamos intentando escapar y que tú nos estabas persiguiendo. Pero

si no ayudas, juro que. . ."

Karim era más mayor pero su cuerpo era delgado y débil y no era muy valeroso

mientras que Salman era fuerte como un buey y le temíamos todos.

"¡Maldición!" dijo Karim al ver que no tenía apoyo. Sacó las llaves y se dispuso a

abrir la puerta.

Page 15: Resumen Del Cuento de Iqbal

15

Era poco después de la medianoche cuando salimos. Sabíamos que Hussain

dormía como un toro pero el ama oyó cada sonido. El camino de la puerta de hierro que

conducía a la Tumba no ofrecía lugar donde esconderse y pasaba justo debajo de la

ventana de una de las habitaciones de Hussain. Yo temía que fuera imposible pasar a

escondidas por allí sin despertar a la ama. Salman empezó a gatear, cargando el pan entre

sus dientes.

Yo tuve que gatear sujetando la botella de agua que amenazaba con derramarse

con cada movimiento. Me repetía a mi misma una y otra vez que no quedaba muy lejos

para llegar a la puerta oxidada pero, si era descubierta, me pondrían en la Tumba

también. Por último me topé con Salman.

"¡Has tardado demasiado!"

"¿Adónde está Karim?"

Le vimos aparecer de entre las sombras como si fuera un fantasma. Caminaba

con normalidad con sus manos metidas en los bolsillos.

Salman dijo, "¡Agáchate, tonto!"

Fue muy difícil abrir la pesada puerta de hierro sin hacer ruido. Sus bisagras

estaban corroídas. Intentamos abrirla pero ni se inmutó.

"¡Tira con más fuerza!"

La puerta se movió sobre sus bisagras con un chirrido terrible que pareció partir la

noche en dos. Se encendió una luz. Nos quedamos inmóviles, paralizados como animales

sorprendidos por un cazador. La mano de Salman bloqueaba mi brazo.

"¡No te muevas!", dijo él entre dientes.

La ventana de la habitación se abrió. Un pequeño haz de luz iluminó el patio. El

ama asomó la cabeza.

"He oído un ruido. Deben ser esos malditos niños".

Se asomó todo lo que pudo y miró en nuestra dirección. Sólo nos separaban unos

cuantos metros de ella. Yo podía sentir sus ojos sobre mí pero ella no nos vio. Balbuceó

algo, cerró la ventana de un portazo y apagó la luz. Esperamos un rato que nos pareció

una eternidad. Eventualmente mi corazón dejó de latir a marchas forzadas. Bajamos por

unos peldaños resbaladizos y empinados. Nos movimos con cuidado intentando

agarrarnos a la pared cubierta por el moho. El techo de metal de la Tumba se encontraba

debajo de nuestros pies. Paramos cerca de la rendija.

"Iqbal", llamé silenciosamente.

Karim sacó una caja de cerillas. Podíamos ver a Iqbal en la luz titilante de la

cerilla. Sus labios se le habían cortado por la sed. La cisterna que nosotros llamábamos la

Tumba era ancha, pero tan baja que cualquier persona erguida podía tocar la rendija con

la punta de los dedos. Pasé la pequeña botella de agua a Iqbal entre los barrotes. Él bebió

ansiosamente y después se echó el resto por su pobre cara. Verle sufriendo me conmovió

y me confundió. Recordé que éste era tan solo su primer día en la Tumba. Salman estaba

nervioso. Karim se conducía como si estuviera de paso y no tuviera nada que ver con

aquello.

"Regresaremos cada noche", dije yo.

"Tengo que admitir que eres muy valiente", dijo Salman.

"De eso nada", dijo Karim. "Yo no pienso arriesgarme".

"Gracias amigos", dijo Iqbal con voz ronca. Su voz se parecía a un cable delgado.

Ni qué decir tiene que regresamos – cada noche.

Page 16: Resumen Del Cuento de Iqbal

16

Capítulo 7 – La Huída

La historia de momento: Después de que Iqbal fuera arrojado a la Tumba, los

otros niños bajaban allí a escondidas todas las noches para darle comida y agua. Se

preocupaban de que no pudiera sobrevivir este duro castigo.

Iqbal fue puesto en libertad tres días más tarde. Cuando lo vimos caminar

atravesando el patio con piernas temblorosas, cegado por la luz y con sus brazos

cubiertos por picaduras de insectos, nosotros nos apiadamos de él pero nos sentimos

orgullosos también. El amo dio a Iqbal un día y una noche de descanso. Nosotros nos

turnamos para velar por su salud, dándole baños de agua fría con una esponja. Podíamos

ver que Iqbal se iba a recuperar pronto, gracias a nuestras visitas nocturnas y a las

naranjas que Alí había robado del jardín y que le llevaba.

"Hermano", dijo Salman, "nadie ha tenido jamás el valor de hacer algo así a

Hussain Khan. Pero también fuiste un idiota. ¿Qué has ganado con destruir la alfombra?

Tres días en la Tumba es lo único que has conseguido".

"Todos vosotros os arriesgasteis", replicó Iqbal. "Si el amo os hubiera

descubierto, ¿qué habríais sacado vosotros de vuestra hazaña?"

"¿Qué tiene que ver eso?", preguntó Salman. "Lo hicimos por ti".

"Pues yo lo hice por vosotros y también por mi‖ dijo Iqbal. ―Este tipo de vida no

está bien. Deberíamos regresar con nuestras familias; no deberíamos ser forzados a vivir

como esclavos".

"A mi también me gustaría ir a casa", dije yo, ―pero no podemos".

"¿Por qué no?"

"Porque. . ." saltó Salman, "... el amo es más fuerte que nosotros. No le

importamos a nadie".

"Encontraremos a alguien que nos ayude".

"¿Qué estás pensando‖".

"No lo sé", dijo Iqbal.

"Se te han frito los sesos en la Tumba".

Salman agitó su cabeza.

"Todos aquí estamos muy asustados".

"Eso no es verdad", dijo Iqbal riendo. "Tu ya no tienes miedo. Y tampoco Fátima,

ni el pequeño Alí, ni incluso Karim. Yo creo que los otros tienen menos miedo", dijo

Iqbal.

La vida transcurrió como de costumbre durante el próximo mes. Los días

pasaban, el verano llegó a ser menos caluroso; las lluvias se acercaban. Llegó un nuevo

niño, alto y delgado. Inmediatamente empezamos a llamarle Twig. Después de dos días se

hizo daño en la mano y Hussain tuvo que vendarle, lamentándose de la mala suerte que le

había empujado a tan mala inversión. Twig fue encomendado la limpieza del taller y

levantaba más polvo del que eliminaba.

Ese mes un ataque de disentería nos obligó a usar el pequeño lugar detrás de la

cortina con más frecuencia de la que nos gustaba. Cada noche mirábamos al amo borrar

con un trapo una de las marcas de nuestra pizarra personal pero notamos que las marcas

permanecían igual que siempre. Sin embargo el ambiente dentro del taller había

cambiado.

Page 17: Resumen Del Cuento de Iqbal

17

Nadie trabajaba igual que antes. Después de comer volvíamos a entrar en el taller

tan lentamente como nos era posible, arrastrando los pies y hablando entre dientes. Nos

distraíamos con facilidad. Empezamos a hablar y a veces hasta nos reíamos. Solo

tardaban unos minutos para que las voces y las amenazas de Hussain Khan devolvieran la

aparente calma.

Un día se rompió un telar: Mohammed, un niño de las montañas, lo usó y Hussein

Khan estaba convencido de que había sido saboteado. En otro telar se enredaron todos

los hilos y tardamos horas en hacerlo funcionar otra vez.

Iqbal estaba tranquilo. El amo le había ordenado que comenzara a tejer otra vez la

alfombra y trabajaba con cuidado y precisión, como si nada hubiera pasado. Hussain

Khan le vigilaba constantemente. Hussain parecía nervioso, como si temiera algo.

Y cuanto más crecía la alfombra, más nervioso e irritable se ponía.

"Hussain tiene miedo de que destruya esta alfombra también", dijo Iqbal, "y sería

una pérdida muy seria para él".

"¿No harás nada estúpido, verdad?", pregunté ansiosamente.

"¡No, no! No pienso hacer nada parecido" me aseguró él.

Por ahora nuestras reuniones nocturnas se habían convertido en una rutina. Tan

pronto como Hussain cerraba con llave la puerta, nosotros abandonábamos nuestras

camas y nos sentábamos en un círculo. Twig, que era algo extraño y gracioso, se unió a

nuestro grupo y a veces también lo hacían uno o dos de los otros niños.

"Deberíamos escaparnos todos", decía Twig". Hussain es peor que el amo que

tuve antes. Convirtámonos en bandoleros y ataquemos a los camiones que van a la

ciudad. Llevan mucha comida".

Nos contábamos todo lo que sentíamos pero seguíamos temiendo que nuestra vida

no cambiaría nunca. Hablábamos de las cosas que nos gustaría hacer y del día en que

pudiéramos cancelar nuestra deuda. Pero nadie realmente se lo creía. Era más como una

letanía, una forma de animarnos. De lo contrario, ¿qué otra cosa nos quedaba? Iqbal

había sido el primero en mostrar el valor suficiente de decir en alto y con voz clara que la

deuda nunca queda saldada. Y fue el único que habló concretamente sobre el futuro.

Una noche mientras las lluvias del otoño aporreaban el tejado, Iqbal y yo nos

sentamos juntos. Siempre éramos los últimos en ir a la cama.

"Fátima, la próxima primavera tu y yo vamos a hacer volar un cometa. Recuerda

eso no importa lo que pase‖.

Yo no dije nada. Solo tuve la sensación de que estaba a punto de hacer algo

precipitado y de que no iba a poder pararle. Era tan pequeño y sin embargo tan valiente.

Yo dije lo único que podía decir, "Ten cuidado Iqbal, por favor".

A la noche siguiente, Iqbal encontró la manera de salir por el ventanuco colocado

detrás de la mugrienta cortina, en la parte trasera del taller. Corrió por el jardín del

vecino, trepó por un muro, llegó hasta la calle y desapareció.

Page 18: Resumen Del Cuento de Iqbal

18

Capítulo 8 – El Ajuste de Cuentas (El Soborno)

La historia de momento: Después de haber prometido que algún día él y Fátima

harían volar cometas, Iqbal huyó de la fábrica de alfombras.

No tuvimos noticias durante dos días. Tan pronto como Hussain descubrió que

Iqbal había huido, organizó a sus amigos y familiares. Cuando regresó Hussain, vino al

taller.

"De ahora en adelante", dijo él, "vais a trabajar todos una hora más al día".

Mientras trabajaba yo pensaba en Iqbal. Quizás seguía escondido en algún lugar de la

ciudad. ¿Dónde dormiría? ¿Qué estaría comiendo?

"Él es inteligente", me repetía yo. ―Sabrá arreglárselas".

Entonces recordé su promesa, ―En la primavera tu y yo haremos volar una

cometa".

Quería que fuese verdad pero intenté no engañarme. Hablé con la pequeña María

como si ella pudiera entenderme, responderme y confortarme.

"¿Sabes lo que es una cometa, María? Es maravilloso. Tu corres y la cometa sube

cada vez más alto por el cielo".

La mañana del tercer día Hussain vino al taller y nos indicó que dejáramos las

cosas tal cual estaban. Abrió la puerta de hierro oxidado de la Tumba y nos obligó a que

nos juntáramos todos en los peldaños.

"Quedaos aquí", ordenó Hussain.

Alguien estaba aporreando el portón grande de afuera, dos policías, gordos y con

enormes bigotes negros, que llevaban uniformes grasientos y arrugados. Iqbal estaba

parado entre los dos.

Hussain actuó de forma humilde, haciendo una leve reverencia con la cabeza.

Yo vi cómo Iqbal levantaba su mano y apuntaba hacia el taller. Los policías

caminaron por el patio hacia la puerta y echaron un vistazo adentro. Se hablaron entre

ellos y preguntaron algo a Hussain.

Yo dije, "Creo que Iqbal ha acusado al amo".

Hussain tomó a Iqbal de la mano y tiró de ella mientras Iqbal se resistía,

frenándose con los pies. Hussain dijo algo más a los policías, entregó a Iqbal a su esposa

y le hizo gestos para que le llevara adentro de la casa.

Yo podía ver a Iqbal gritando y escurriéndose para intentar liberarse de las garras

del ama. Hussain sacó un gran fajo de billetes. Contó una pequeña cantidad y se la dio a

los policías. Ellos asintieron satisfechos y se guardaron el dinero en los bolsillos. El ama

vino a enviarnos de nuevo al trabajo. No vimos a Iqbal salir de la casa pero oíamos

demasiado bien el retumbar de la puerta de la Tumba al cerrarse tras de él. La eterna

pesadilla de nuestras vidas volvió a reanudarse. Iqbal estaba en la Tumba y esta vez no

íbamos a poder ayudarle. Yo temía que muriera.

Hussain Khan partió en viaje de negocios. ―Cuando regrese, mediré el trabajo de

cada uno. Y en cuanto al que hay ahí abajo, dejadle ahí. Queréis arruinarme‖, dijo, ―pero

no os dejaré. ¡A trabajar! ¡A trabajar!"

Page 19: Resumen Del Cuento de Iqbal

19

Perdí la cuenta del tiempo. ¿Cuántos días habían pasado? ¿Cuatro? ¿Cinco?

¿Seis? Iqbal seguía estando allá abajo.

"Sé que morirá. Estaré más sola que nunca".

Dejamos de reunirnos por la noche. Nadie quería hacerlo ya y de todas formas

¿de qué servía?

Hussain Khan regresó un viernes, el día sagrado de descanso para todos –excepto

para nosotros. Dijo con firmeza que después de comer se pondría a medir el trabajo que

habíamos hecho. Después se fue a comer. A nosotros no se nos permitía tener nuestro

período de descanso habitual; yo estaba cansada; estaba desesperada. El amo entró y sacó

su metro y un trozo de papel donde había escrito la longitud de nuestro trabajo antes de

partir. Después tomó la pizarra y decidió: borrar tres marcas, borrar cuatro marcas o no

borrar ninguna porque el trabajo no había sido hecho bien. Nadie se atrevió a quedarse.

Hussain Khan se paró en seco frente al telar de la pequeña María y sus ojos se

salieron de las órbitas.

"¿Y qué es esto?" rugió Hussain Khan.

María siempre tenía los patrones más fáciles que no requerían ninguna habilidad

especial. La niña no parecía muy lista, quizás a causa de su sordera o de cualquier otra

cosa que pudiera ser el problema. Se había aprovechado del hecho de que nadie le

prestaba atención nunca y había cambiado el patrón de la alfombra en la que había estado

trabajando. En el medio de la alfombra, en vez de simples rallas rojas y amarillas, había

ahora un dibujo.

Era una cometa grande y blanca con largas plumas atadas a la cola, revoloteando

en el viento. Era muy bella.

La boca de Hussain Khan se quedó abierta de par en par. Sólo fue capaz de

balbucear algunas palabras que conocía para decir con voz nerviosa. "¡Vete a la Tumba!"

María era demasiado débil y delicada para sobrevivir un solo día dentro de la

Tumba y Hussain lo sabía tan bien como nosotros. Hussain extendió la mano para agarrar

a María.

Salman se abrió paso hasta el frente del grupo.

"Si la envías", dijo él intentando mantener la voz firme, "entonces envíame a mí

también".

A pesar de su piel picada y de sus manos ásperas, Salman aparecía bello en ese

momento.

Yo dije, "Castígueme a mi también".

Mohammed empezó a tartamudear de la emoción, "¡Envíeme a mi también!"

Llegó un momento en que todos teníamos las manos levantadas y gritábamos,

"¡Envíeme! ¡Envíeme a mi también!"

Hussain Khan intentó gritar por encima de nuestras voces pero no lo consiguió. Se

podía apreciar el odio que sentía por nosotros y que le habría gustado vernos a todos

muertos. Y después de un ratito, se rindió. Nuestros ojos no podían creer lo que estaba

ocurriendo. Diciendo entre dientes algunas amenazas, Hussain Khan se retiró.

Iqbal regresó con nosotros una hora después tras seis días de encierro en la

Tumba. Estaba agotado, pálido y hambriento pero seguía vivo.

Page 20: Resumen Del Cuento de Iqbal

20

Capítulo 9 – La Sorpresa

La historia de momento: Después de su valiente huida, dos policías trajeron a

Iqbal de regreso a la fábrica de alfombras. Hussain Khan sobornó a los policías para que

no le denunciaran por abuso de mano de obra infantil.

Esa noche había un gran grupo de niños congregados en torno al camastro de

Iqbal.

"Llegué a la ciudad justo antes del amanecer", comenzó a contar Iqbal. "Estaba

lloviendo. No sabía adonde ir. Por fin llegué a una calle muy larga que llevaba hacia las

afueras de la ciudad y pensé que quizás me podría llevar a casa. Estaba planeando

subirme a escondidas a un camión o a un autobús cuando me di cuenta de que Hussain

Khan iría a la casa de mis padres y les forzaría a entregarme a él nuevamente. Así que

busqué la plaza del mercado. Nos os podéis imaginar lo grande que es. Hay cientos de

mesas de madera todas colocadas en fila y pilas de cajas y de alfombrillas donde los

vendedores colocan sus utensilios, montañas de frutas y verduras, cestas de especias de

distintos colores. ¡Y los puestos del carnicero! En ellos se vende de todo lo que os podáis

imaginar. Anduve durante largas horas. Pensé que si me mezclaba con la muchedumbre

sería más difícil para Hussain Khan encontrarme. Había gran multitud de cosas para ver,

un malabarista y un encantador de serpientes. Se vendía comida por todas partes, grandes

ollas de arroz basmati y de pollo tandoori. Olía muy bien y yo estaba hambriento".

"¿Y qué hiciste?"

"Trabajé. Ellos están allí también".

"¿Quienes?"

"Los niños. Trabajando. Ellos son los que descargan los camiones y transportan

las cajas. Encontré un carnicero que me dejó descargar un camión lleno de patas traseras

de cordero viejo. Me dio un saco de arpillera para colocarme sobre la cabeza y sobre los

hombros para no mancharme de sangre. Tuve suerte porque tapado con el saco Hussain

no habría podido reconocerme nunca".

"¿Pero qué pensabas que ibas a hacer?"

"Pensé que podía esconderme unos cuantos días en el mercado y que encontraría

algo. Trabajé hasta el final de la tarde y usé la rupia que me dio el carnicero para comprar

comida. Tenía miedo y no sabía qué hacer. Os echaba de menos a todos y pensaba que

quizás había sido una estupidez haber huido. Me escapé pensando que alguien me

ayudaría a mi y a todos y allí estaba, solo completamente".

"¿Y qué hiciste entonces?"

"Vi un autobús, de los que son grandes con colores y con montones de luces y de

bocinas. Me subí a él y me llevó por la ciudad hasta que el conductor me echó. Acabé en

un lugar desconocido para mí. Casi había caído la noche y me quedé dormido en una

puerta, enrollado como una bola para no sentir el viento en el cuerpo. Por la mañana el

portero me echó a palos de allí. Regresé al mercado donde descargué dos camiones llenos

de sandías, siempre alerta a que pudiera encontrarme Hussain Khan. Entonces esa tarde

llegaron los hombres. Incluso había algunas mujeres. Colocaron una plataforma y un

gran cartel con muchos símbolos. Desde luego yo no sabía lo que había escrito en él.

Inmediatamente se formó un gran revuelo de gente y la policía vino y les rodeó. Un

Page 21: Resumen Del Cuento de Iqbal

21

hombre con una barba bien cortada y una camisa blanca comenzó a hablar con un

micrófono. Yo pensé que debía ser un buen hombre".

"¿Y qué decía él?"

"Decía, 'Somos del Frente de Liberación del Trabajo Forzado de Pakistán'"

Decía que era un crimen explotar a los niños y hacerles trabajar como esclavos en

talleres de alfombras o en fábricas de ladrillos. Decía que los amos son ambiciosos y que

ahora hay una ley en Pakistán – La gente que explota a los niños tienen que ir a la

prisión".

"¡Eso es estupendo! ¡Es justo!"

"Sí pero la mayoría de la gente que había allí no estaba de acuerdo. Los

mercaderes le insultaban y le arrojaban verduras podridas. Gritaban, '¡Vete de aquí!

¡Traidor!' El hombre con la camisa blanca se las compuso para gritar más alto aún. Los

vendedores de alfombras fueron los más feroces; parecía como si quisieran atacar la

plataforma.

Yo pensé, 'Este es alguien que nos puede ayudar a mi y a mis amigos'. Intenté

acercarme a él pero los policías rodearon la plataforma. Así que yo pensé, 'Hablaré con

un policía'. Me acerqué al agente más cercano y le dije, 'Mis amigos y yo somos esclavos

de un mercader de alfombras'.

'¿Y cuál es el nombre de tu amo?'

'Hussain Khan, señor'.

'Ven conmigo'.

'¿Adonde?'

'A la comisaría. Te daremos algo para comer. Y mañana por la mañana iremos a

ver a este tal Hussain'.

'¿Le meterá en la cárcel?'

'Nosotros sabremos lo que tenemos que hacer'.

"En la comisaría me dieron un plato de arroz y me dejaron dormir sobre un

camastro en una celda. Pero no estaba preso; podía irme si quería.

"Al día siguiente Hussain les informó que somos trabajadores, que nos paga

regularmente. Y ellos le creyeron".

"No le creyeron; aceptaron un soborno", expliqué yo. "Si no podemos confiar en

la policía, ¿quién nos puede ayudar?", pregunté yo.

"Los hombres del Frente de Liberación", respondió Iqbal. "Ellos nos ayudarán".

"¿Pero cómo podremos encontrarles?"

Iqbal sonrió y sacó un trozo de papel de su bolsillo.

"Estaban distribuyendo esta circular. Debe haber algo escrito que nos diga cómo

llegar hasta ellos".

"Si, hermano", dijo Salman, "Pero te olvidas de que nadie aquí sabe leer".

Entonces se oyó una voz pequeña, una voz que no habíamos oído nunca antes.

Sonaba oxidada. ―Eso no es verdad. Yo si puedo leer"

Boquiabiertos por la sorpresa, nos volteamos todos hacia María.

Page 22: Resumen Del Cuento de Iqbal

22

Capítulo 10 – La Circular

La historia de momento: Durante sus días de libertad, Iqbal conoció a miembros

del ―Frente de Liberación‖ que ayudan a los niños que son esclavos. Él tenía una de sus

circulares informativas pero pensó que ninguno de los niños podía leer.

Aparentemente muda antes, la pequeña María nos sorprendió a todos al hablar por

primera vez y decir que ella podía leer.

La llegada de las brisas de la primavera nos hizo sonreír. Mohammed se tumbaba

bajo los rayos del sol y tartamudeaba simplemente de felicidad. Karim también

descansaba bajo el sol y refunfuñaba porque temía que el amo estuviera enojado con él.

La mano de Twig había sanado y tenía que trabajar como el resto de nosotros. El

pequeño Alí había crecido como un champiñón.

Habíamos trabajado durante el invierno. Cada noche, alumbrados por la luz de

varios trozos de velas que Karim y Twig se las arreglaban para robar de la casa del amo,

María nos reunía y nos enseñaba a leer. Incluso el dudoso Salman y el vago Karim eran

objeto de su determinación para enseñarles. Nuestra pizarra era la tierra del suelo, alisada

con nuestras manos. Nuestro lápiz era un palito que utilizábamos para dibujar las letras

del abecedario. La niña nos enseñaba a leer y nosotros la enseñábamos a hablar otra vez.

El padre de María era maestro en la provincia de Faisalabad. Su madre había muerto

cuando la niña era aún muy pequeña y siempre había jugado con libros ilustrados viejos y

llenos de polvo. Había aprendido a leer prácticamente por si sola. Su padre era casi tan

pobre como los granjeros pobres que esporádicamente enviaban a sus hijos a él.

"Sus hijos no deben ser ignorantes", explicaba siempre el maestro, ―de lo

contrario acabarán siendo tan pobres y oprimidos como ustedes‖.

Ellos respetaban al maestro. Pero los niños tenían que ayudar en casa o en los

campos o como servicio al amo y no había tiempo para ir a la escuela.

"Vaya a enseñar a los niños de los ricos", sugerían los granjeros". La escuela es

para los ricos".

Pero el padre de María nunca quería ir con los ricos. Es decir, no hasta que por

fin tuvo que pedir ayuda al prestamista del pueblo. Y entonces tuvo que pedir otra vez.

La segunda vez vino a casa y no dijo una palabra y a la mañana siguiente algunos

hombres llegaron para llevarse a María. A partir de ese momento María dejó de hablar y

de leer.

"¿Cuál es tu verdadero nombre?" le preguntamos inmediatamente.

"Mi nombre es María", respondió ella. "Vosotros me nombrasteis. Sois mi

familia".

Pasó un año desde la llegada de Iqbal y algo había cambiado: Antes éramos un

grupo de niños enfrentados a la misma suerte, cada uno de nosotros intentando sobrevivir

por separado. Ahora estábamos unidos, éramos fuertes, amigos y algo más. Los

esfuerzos de María se vieron rápidamente premiados una noche, cuando por fin pudimos

descifrar la circular que había traído Iqbal de su primera huida. Pareció que como por un

milagro todas esas marquitas que habíamos dibujado sobre la arena hubieran cobrado

significado. Vimos una oración en el papel, por si sola. La entendimos y nos dijo cosas.

Recuerdo que mi corazón latía como loco. Esto era entonces leer: Miré a algo muerto y

Page 23: Resumen Del Cuento de Iqbal

23

de repente recobraba vida y me hablaba. Leímos la circular tantas veces en voz alta que

todavía puedo recordar lo que había escrito en ella.

Decía:

¡PAREMOS LA EXPLOTACIÓN DE LA MANO DE OBRA INFANTIL!

En Pakistán más de 700,000 niños viven como esclavos, forzados a trabajar en los

campos, en los hornos de ladrillos y en las fábricas de alfombras para amos avariciosos y

sin escrúpulos.

Son encadenados, apaleados, torturados en todas las formas posibles.

¡Trabajan de sol a sombra!

¡Sus amos se enriquecen vendiendo sus preciadas alfombras a compradores extranjeros!

¡La policía sabe lo que está pasando y no intervienen por ser unos corruptos!

Pero ahora hay una ley en nuestro país que significa que estas fábricas clandestinas

cerrarán y sus dueños serán arrestados.

¡Obliguémosles a cumplir la ley!

¡Pongamos fin a esta vergonzosa práctica que deshonra a nuestro país!

¡Nuestros niños tienen el derecho de ser niños!

¡UNANSE A NUESTRA LUCHA!

FRENTE DE LIBERACION DE LA MANO DE OBRA FORZADA DE PAKISTAN

Y al final de la hoja estaba la dirección que buscábamos también. Ahora el

problema era cómo llegar hasta allí. Pensamos en la forma y trazamos un plan

cuidadoso.

La pelea irrumpió sin aviso mientras todos disfrutaban en calma los rayos del sol.

Al explicar el motivo de la pelea a Hussain, algunos dijeron que Mohammed se topó

contra Salman, derramando su sopa de lentejas. Otros dijeron que Salman, que tendía a

molestar a la gente, empezó a provocar a Mohammed y que éste se enojó.

Cualquiera que fuera la causa, en un minuto seguían todos peleándose y antes de

que Karim pudiera decir "¡Parad!" la pelea había atraído a todos los niños. Algunos se

pusieron de parte de Salman; otros de Mohammed. Hussain Khan apareció en la puerta,

su boca y su bigote llenos de grasa de la comida.

"¡Parad!", gritó él.

Tomó más de diez minutos calmar a todo el mundo y Hussain sentenció a

Mohammed y a Salman a pasar un día en la Tumba y los arrastró hacia los familiares

peldaños mientras continuaban insultándose en voz alta. Después regresó a su

interrumpida comida mientras el resto de nosotros limpiábamos el patio. Cuando

acabamos, Karim nos hizo ponernos en fila como un puñado de soldaditos para marchar

hacia el taller.

Después de reanudar nuestro trabajo, Karim caminó despacio por el patio y llamó

a la puerta del amo. Después, ante un asombrado y enojado Hussain Khan, anunció la

noticia de que faltaba uno de los trabajadores. Iqbal se había aprovechado de la

confusión para trepar el muro trasero del patio y se había escapado otra vez. Llevaba muy

poca delantera a sus perseguidores pero sería suficiente.

Page 24: Resumen Del Cuento de Iqbal

24

Capítulo 11 – La Libertad

La historia de momento: Después de saber que el Frente de Liberación ayuda a los

niños esclavos, Iqbal se escapó otra vez y se propuso encontrarlos para pedir su ayuda.

Iqbal regresó al día siguiente pero no venía solo. Nosotros reconocimos al

hombre de la camisa blanca que Iqbal había descrito del Frente de Liberación de Trabajos

Forzados. Su nombre era Eshan Khan. Era alto, delgado, bien arreglado y siempre llevaba

esas ropas blancas impecables. Había dedicado su vida a liberar a niños esclavos. Había

sido amenazado, apaleado y encarcelado pero le impulsaban el entusiasmo y la

perseverancia. Nunca habíamos conocido una persona adulta como él.

Cuando llegó Eshan Khan con los dos hombres del Frente de Liberación de

Trabajos Forzados de Pakistán a la casa de Hussain Khan, nos dimos cuenta de que nada

iba a interponerse en su camino. Había un policía con ellos también pero éste tenía un

uniforme limpio. También había un hombre alto con mirada seria y severa que era un

magistrado. Y después estaba Iqbal, saltando y haciendo grandes señas con sus brazos.

Hussain amenazó, discutió, rogó, intentó mostrar el fajo de billetes que tenía

escondido en su faja. Nadie le prestó atención.

Eshan Khan dijo al magistrado, "Mire lo delgados que están estos niños. Mire

esos cortes y esas ampollas. Y las cadenas".

Los policías se llevaron a Hussain Khan, abrieron el portón de la fábrica de par en

par y dijeron, ―Sois libres. Ya os podéis ir‖.

"No sabemos adónde ir", dijo alguien por fin.

"Llevémosles a la Central", dijo Iqbal a Eshan Khan.

Al alejarnos de allí en los autos vi cómo iban disminuyendo de tamaño la casa de

Hussain y el taller en el polvo que quedaba atrás.

"¿Crees que volveremos a verla otra vez?", pregunté yo.

"¡Nunca!", respondió Iqbal.

La Central del Frente de Liberación de Trabajos Forzados de Pakistán se

encontraba en una casa colonial grande y vieja de dos pisos. Nos paramos en la puerta de

una sala llena de mesas, sillas y pilas de periódicos. Podíamos ver libros, circulares,

carteles y señales apiladas aquí y allá. Mientras los teléfonos sonaban sin cesar, hombres

y mujeres hablaban en alto, agitando sus brazos para dar énfasis a lo que decían. Al pasar

adentro todos quedaron en silencio y empezaron a aplaudir.

"Esta es la sede del Frente de Liberación", explicó Iqbal, "Son nuestros amigos.

No debéis temer".

"¿Por qué están aplaudiendo?"

"Nos aplauden a nosotros".

En el segundo piso había muchas habitaciones. Podíamos ver mujeres trabajando

en una enorme cocina que despedía unos olores irresistibles. Tres mujeres se apresuraron

a abrazarnos.

"Mira estas pobres criaturas. . ."

"Qué delgados están. . ."

"Mira sus manos. . ."

"¿Y qué decís de sus pies?"

"Y están cubiertos de piojos..."

Page 25: Resumen Del Cuento de Iqbal

25

Nos lavaron, nos restregaron por todas partes y nos quitaron los piojos. Las

mujeres nos dieron ropa limpia, nos dieron de comer hasta saciarnos y nos prepararon

camas en habitaciones cercanas. Esa noche por primera vez en mi vida, disfrute la

sensación de tener el estómago lleno, de oler a limpio y del aroma de la frescura de las

sábanas.

A la mañana siguiente me desperté al amanecer y mi primer pensamiento fue,

"Mas vale que vaya al telar. Pero salí a un pasillo vacío, sin telares, sin amo, sin trabajo.

Me senté sobre el último peldaño de las escaleras y rompí en llanto. Hacía tanto tiempo

que no había llorado. No había llorado cuando me sentía sola y presa en el taller de

Hussain. No había llorado cuando pensé que Iqbal moriría en la tumba. Pero ahora no

podía dejar de hacerlo. Una de las mujeres me rodeó entre a sus brazos.

"No te asustes, pequeña", dijo ella. "Todo ha terminado‖.

Poco a poco fueron despertando todos. Desayunamos y después nos

desperdigamos por la planta baja y por el jardín.

La mujer que me había confortado dijo", ¡Jugar niños! ¡La mañana es vuestra".

Nos dividimos en pequeños grupos sintiéndonos raros. No habíamos jugado en años.

Eshan Khan se acercó a nosotros,"Podréis ver a vuestros padres otra vez", dijo él.

La mayoría de los niños gritaron con gran entusiasmo.

La pequeña María se acercó junto a mí y susurró a mi oído, "Temo que descubran

que mi padre ha muerto. Solo te tengo a ti. ¿Adonde irás, Fátima?"

Sí, ¿adonde podría ir? Yo no estaba tan segura de poder recordar el nombre de mi

pequeño pueblo y solo tenía el más lejano recuerdo de mi familia. Iqbal se me acercó.

"¿Te vas a ir, verdad?", pregunté yo recordando su determinación por mantener

vivos sus recuerdos.

"Supongo que sí", dijo él entre dientes.

"Querrás ver a tus padres".

"Sí", contestó de nuevo.

"¿No estás contento?"

"No lo se", respondió. "Me gustaría mucho ver a mi familia pero no quiero vivir

su vida".

Quedamos de pie allí en silencio, desanimados. Después Iqbal extendió sus manos

hacia María y hacia mí.

"Salgamos. No debemos estar tristes".

"¿Salir? ¿Podemos?"

"¡Por supuesto que sí! ¡Somos libres!"

"¿Qué vamos a hacer?", preguntamos a la vez.

Iqbal sonrió de forma misteriosa. "Eshan Khan me ha dado un regalo. Y yo os

hice una promesa que debo cumplir".

Iqbal sacó un paquete de debajo de su camisa. Desenrolló algo blanco y de

colores sobre la hierba. Después empezó a correr, gritando; "¡Ahora ya podéis mirar!"

La cometa ya se había elevado mucho en el cielo y bailaba con el viento. La pasamos de

mano en mano hasta que el viento rompió el cordel y la vimos desaparecer.

"Haremos otra", prometimos todos.

Al regresar cuesta abajo, Iqbal dijo: "Me voy a quedar con Eshan Khan y vosotras

dos también".

Page 26: Resumen Del Cuento de Iqbal

26

Capítulo 12 – El Aviso

La historia de momento: Después de ser puestos en libertad los niños esclavos de

la fábrica de alfombras, Iqbal le ha dicho a Fátima y a María que ellos tres se van a

quedar con Eshan Khan, el hombre que los ha salvado.

Esa misma noche Iqbal hizo una declaración solemne, "Quiero quedarme y

ayudarle a liberar a todos los niños que estén esclavos en Pakistán."

Eshan Khan le miró y sonrió. "Tuviste mucho valor pero no puedes quedarte aquí

con nosotros. Tu lugar está con tu familia".

"¿Qué hay de bueno en regresar a casa si dentro de un año volveré a ser un

esclavo? ¿Cuántos niños hay por ahí trabajando como nosotros?"

"No lo sabemos con certeza. Hay esclavos en las fábricas de alfombras, en los

hornos de ladrillos, en las minas, en las granjas, cientos de miles, quizás. . ."

"Usted quiere liberarlos", dijo Iqbal. "Y yo también".

Uno de los hombres dijo, "El muchacho es listo y podría ser útil. Iqbal podría

meterse a escondidas a los talleres y hablar con los niños, quienes confiarían en él. Puede

encontrar las pruebas que necesitamos".

Eshan Khan continuó moviendo negativamente la cabeza. "Es demasiado

peligroso. Todos los que estamos aquí hemos sido amenazados y perseguidos".

"Yo no tengo miedo", dijo Iqbal. Quiero ser un abogado famoso y liberar a todos

los niños de Pakistán." Le creyeron.

Menos de un mes después de haber sido rescatados, Iqbal se las compuso para

meterse a escondidas a una fábrica de alfombras y encontró a treinta y dos niños

cubiertos de sarna y de heridas, tan delgados que sus costillas casi podían cortar la piel

que las cubría. Iqbal habló con ellos y sacó fotos de las cadenas y de los telares. El lugar

fue redado tres días más tarde por un magistrado y por un policía que arrestaron al

propietario y liberaron a los niños.

Toda esa noche y a lo largo del día siguiente María y yo trabajamos a la par de las

otras mujeres, llevando ollas de agua caliente para los baños y haciendo camas para los

recién llegados. ¡No os imagináis lo sucios que estaban! Costaba creer que nosotros

hubiéramos estado igual que ellos cuando llegamos por primera vez.

Durante los meses siguientes, Iqbal ayudó a cerrar once fábricas más. Casi

doscientos niños fueron liberados. Se les cuidó y después se les envió junto a sus

familias. Todos los niños contaban la misma historia, "nuestra" historia. Pero Iqbal

anhelaba más.

"Tenemos que meternos contra los prestamistas", decía Iqbal.

Para ahora ya asistía a las reuniones de los adultos, hablando con autoridad.

Una noche no regresó a casa y temíamos que algo le hubiera pasado. A la mañana

siguiente regresó con un ojo morado y con un corte en la mejilla.

"He encontrado otro taller‖, dijo él, "pero me descubrieron. Esperemos unos

cuantos días y después volveremos".

Eshan Khan estaba orgulloso de él y le trataba como si fuera un hijo. A María y a

mí nos trataba como a hijas. No nos faltaba de nada.

Entonces vino el episodio del mercado. Periódicamente los activistas del Frente

de Liberación iban al mercado y construían una pequeña plataforma desde la que dirigirse

Page 27: Resumen Del Cuento de Iqbal

27

a la gente. Colgaban un cartel que decía "No Más Mano de Obra Infantil". Los

voluntarios distribuían circulares exactamente iguales a la que Iqbal nos había traído a la

fábrica de Hussain Khan. Los hombres daban discursos breves, usando un aparato grande

con forma de trompeta al que llamaban megáfono. Siempre se reunía un pequeño grupo

de personas. Los mercaderes, especialmente los ricos, ridiculizaban e insultaban a los que

hablaban; incluso arrojaban cosas hacia ellos.

Ese día Iqbal habló también. Se paró precariamente sobre una caja de fruta e

intentando no caerse sujetó el pesado megáfono. A pesar de los gritos, de los silbidos y

del ruido que hacía la gente, se las arregló para hablar sobre su experiencia. Habló sobre

la fábrica de alfombras, sobre los niños encadenados a sus telares. Pronunció todos los

nombres que había oído en las reuniones de la Central, los nombres de los prestamistas,

de los hombres ricos, importantes y misteriosos que vivían en el lujo. Les llamó

mercaderes de carne, explotadores, buitres. Se formó una revuelta en la plaza y la policía

tuvo que intervenir.

A la mañana siguiente Eshan Khan vino con una pila de periódicos debajo del

brazo. Había artículos en todos ellos. Dos incluso mostraban fotos de Iqbal parado sobre

la plataforma. Uno de los periódicos le llamaba ―el niño valiente que ha denunciado a

sus opresores".

"Esto es una buena cosa, ¿no crees?", preguntó a Eshan Khan. "Dijiste que su

poder crece cada vez más gracias a la ignorancia y al silencio".

"Sí, Iqbal", respondió Eshan Khan, "esto es bueno para nuestra causa". Pero

parecía preocupado.

Recuerdo bien esa etapa. Iqbal se sentía feliz y entusiasmado por todo,

hambriento y sediento por cualquier novedad. Estábamos empezando a acostumbrarnos a

nuestra nueva vida, a la libertad. Podíamos salir siempre que quisiéramos… casi. Vimos

una película india y lloré todo el tiempo. Descubrimos la televisión. Escuchamos una

música extraña procedente de un lugar lejano—América.

Iqbal estaba lleno de planes para el futuro. Nos los contaba a María y a mí. No

tenía miedo de todas las cosas nuevas. Pero yo temía que el sueño feliz llegaría a su fin.

Un día una persona vestida con una ropa algo rara vino a la Central. Dijo que era

un periodista americano. Entrevistó a Iqbal y a Eshan Khan durante dos horas.

"Cuando la gente de otros países conozca nuestra causa, nos ayudarán y estaremos

más seguros‖, dijo Eshan Khan.

Una noche una fuerte explosión nos despertó. Podíamos oír gritos y ver las

llamas elevándose hasta las ventanas del segundo piso. Alguien había arrojado dos

bombas incendiarias contra la Central. Un hombre estaba herido y tuvo que ir al hospital.

Habían enviado un aviso.

Page 28: Resumen Del Cuento de Iqbal

28

Capítulo 13 – La Fábrica de Ladrillos

La historia de momento: Después de ser liberados de la fábrica de alfombras,

Iqbal, Fátima y María han estado viviendo y trabajando con la gente del Frente de

Liberación.

Un día de otoño, el Frente oyó algo sobre una fábrica de ladrillos y fue a

investigar. Iqbal fue con ellos y al día siguiente nos contó lo que vieron.

"Viajamos más de una hora en la oscuridad. La noche era fría así que tomamos cubierta

bajo la carpa de la camioneta en la que viajábamos. Después de un rato abandonamos la

carretera principal para continuar viaje sobre una carretera de tierra llena de socavones.

No tengo la menor idea de dónde estábamos. Llegamos ante el horno justo antes del

amanecer. Había una explanada grande llena de piedras y de barro. La gente ya estaba

trabajando porque pueden producir la mayor cantidad de ladrillos durante las primeras

horas del alba. Más tarde el sol, el calor y la fatiga les arrebatan toda la fuerza de sus

brazos. Cuando llegamos nadie hizo una pausa para mirarnos. Estaban esparcidos por

toda la explanada, casi como fantasmas. Cada familia tenía su propio agujero, donde

mezclaban la arcilla con el agua para hacer pequeñas bolas redondas de barro. Las niñas

sacaban agua del pozo que está a casi un kilómetro de distancia y la llevaban en

botellones de plástico grandes de 20 litros. Los niños tiran las bolas de arcilla a sus

madres para que las amasen como si fuera pan y después se las devuelven al padre. Éste

coloca cada una en un molde de madera, elimina el exceso de arcilla y después voltea el

molde y pone los ladrillos en el suelo para que se sequen al sol. Los ladrillos descansan

en largas filas que cruzan la explanada y crecen por minuto".

"Así que familias enteras trabajan allí".

"No tienen más remedio. Tienen que hacer mil doscientos ladrillos para ganarse

cien rupias"

"¡Cien rupias! Eso es mucho dinero".

"Eso es lo que yo pensaba también. Pero escucha. Abandonamos los camiones y

nos acercamos a una familia y Eshan Khan les dijo quienes éramos y el motivo de nuestra

presencia. El hombre ni siquiera levantó su cabeza. Estaba agachado en el suelo y cada

treinta segundos producía un ladrillo. Estaba sucio. Su cabello y su barba estaban

cubiertos de arcilla. El hombre no nos miró en ningún momento ni dejó de trabajar".

"Yo hablé con los niños pero al principio no querían responderme, como su padre.

Entonces el más mayor, un muchacho de mi edad, empezó a hablar mientras cavaba con

su azada y echaba agua. Le cubría el barro de pies a cabeza".

"¿Qué te dijo?"

"Que eran seis de familia y que cuando les acompañaba la suerte podían producir

mil quinientos ladrillos. Cuando la arcilla no estaba demasiado dura. Cuando había agua

en el pozo. Cuando tan solo unos pocos ladrillos se rompían por el calor del sol. Que

algunos días ganaban ciento veinte rupias pero que no era suficiente".

"¿Por qué no?"

"Porque tenían que pagar alquiler por la choza en la que vivían. Cada familia

tiene una choza de tres por tres metros, con un pequeño hornillo para cocinar, algunos

camastros y una ventana sin cristal. Tienen que pagar al amo por todo. Tienen que pagar

el carbón que queman y la comida que comen. Todo cuesta mucho. Una vez que han

Page 29: Resumen Del Cuento de Iqbal

29

comprado harina para hacer pan y algunas verduras, no les queda nada de las ganancias

del día. La familia tenía una deuda enorme pero no podían devolver ni una sola rupia. El

muchacho me dijo que él heredará la deuda de su padre y que sus hijos la heredarán de

él".

"Yo no sabía qué decir. Entonces me fijé en sus pies y en los de sus hermanos y

miré hacia otro lado de inmediato. Las plantas de sus pies tenían dos pulgadas de callos

negros que estaban agrietados. Cuando se enciende el horno, tienen que trepar hasta su

parte superior, cargando cestas de carbón para echarlo por el agujero que hay en el medio

para encender el fuego".

―'El horno es como un dragón', explicó el muchacho‖. ―'Come y come pero no

queda satisfecho nunca. Ruge y escupe llamas… quema'".

Nunca había visto a Iqbal tan deprimido.

"¿Entonces qué pasó?", le pregunté.

"El munshi – el director – llegó en un gran auto. Cuando nos vio hablando con los

trabajadores se enojó mucho. Nos gritó para que nos fuéramos. Eshan Khan explicó

quienes éramos y le dijo que teníamos derecho de hablar con estas personas, que eran

libres. El munshi corrió a su oficina y salió sujetando algo oscuro con su mano, una

pistola. Escuchamos el primer tiro mientras nos desperdigábamos por la explanada,

mientras buscábamos la forma de alejarnos de allí. Disparó y disparó y gritó insultos

hacia nosotros. Es un milagro que nadie resultara herido. Regresamos a los vans y a las

camionetas y nos alejamos rápidamente de aquel lugar".

Más tarde, cerca del anochecer, Iqbal y yo esperábamos la hora de cenar.

"Esto no ha cambiado nada, Iqbal", le dije.

"Ya lo sé. Seguiremos trabajando".

Había algo más que quería decirme.

"Yo me sentía asustado, Fátima. Pero por favor, no se lo cuentes a nadie".

Extendí mi mano para tocar su hombre pero enseguida la retiré porque me dio

pena.

"No te preocupes", dije suavemente, "No se lo diré a nadie".

Esa fue una de nuestras últimas conversaciones porque unas semanas más tarde

Iqbal se marchó y yo me fui a casa. Ojala hubiera tenido el valor suficiente para tocarle.

Page 30: Resumen Del Cuento de Iqbal

30

Capítulo 14 – El Premio

La historia de momento: Iqbal ha estado ayudando al Frente de Liberación a

investigar los abusos de la mano de obra infantil. Fátima y María están trabajando con

ellos también.

Un día lluvioso y aburrido a principios de noviembre, Eshan Khan nos llamó a

Iqbal y a mí a su despacho personal.

"Cada año una compañía llamada Reebok, de la ciudad de Boston en los Estados

Unidos, concede un premio que se llama 'Youth in Action', Jóvenes en Acción. El premio

es concedido a un joven que ha hecho algo meritorio en cualquier país del mundo".

"Yo conozco Reebok", insistió Iqbal. "Hacen zapatillas. He querido un par

durante meses pero son demasiado caras".

"El premio es quince mil dólares".

"¿Cuántas rupias es eso?", inquirí yo.

"Más de lo que podemos imaginar. Este año el premio ha sido otorgado a Iqbal.

Ahora eres famoso en todo el mundo y todos conocen nuestra lucha contra la mano de

obra infantil. Es una victoria, Iqbal, y todo gracias a ti. Tú y yo viajaremos a Boston para

recibir el premio. Pero primero deberemos parar en otro país, Suecia", dijo él. "Va a

haber una conferencia internacional sobre los problemas laborales. Asistirá gente de todo

el mundo que quiere oírte hablar".

Era como un sueño. Era difícil para nosotros creer que personas lejanas conocían

nuestro sufrimiento. Solo un año antes estábamos trabajando en nuestros telares, algunos

de nosotros encadenados a ellos. ¡Y ahora todas esas personas querían escuchar a Iqbal!

"Hay más", dijo Eshan Khan. "Una universidad cerca de Boston te ha concedido

una beca. Eso significa que podrás obtener el título para convertirte en un abogado. Hoy

también tengo buenas noticias para Fátima. Hemos encontrado a tu familia. Regresarás a

casa".

Mi corazón dio un vuelco. ¡A casa! Ya casi no me acordaba de ella, ni de mi

madre ni de mis hermanos y hermanas. De repente sentí ganas de llorar de pura felicidad.

Las dos semanas siguientes parecieron volar. La casa se desbordaba de actividad, todo el

mundo corriendo de un lado a otro, preparando las cosas del viaje.

Tengo recuerdos de Eshan Khan hablando en tres micrófonos. De un desconocido

paseando por los alrededores, tomando fotos de todos nosotros. Debería haberle pedido

que me diera una—por lo menos ahora me quedaría eso.

Un día me encontré a Iqbal solo practicando el discurso que iba a dar en Suecia y

en Boston. Se estancaba cada seis palabras y entonces decía, "¡Anda, Fátima, ayúdame!"

así que tomé el discurso escrito y le di las pistas correctas.

"Cada día en Pakistán siete millones de niños se levantan antes del amanecer, en

la oscuridad. Trabajan todo el día hasta la noche. Hacen alfombras, hacen ladrillos,

trabajan los campos, se adentran en las minas. Estos niños no juegan ni corren ni gritan.

Nunca se ríen. Son esclavos y llevan cadenas alrededor de sus pies..."

Y terminaba el discurso diciendo:

" . . . Mientras haya un niño en este mundo que esté desprovisto de su niñez, un

niño desvencijado, violado, nadie puede decir 'eso no es mi problema'".

Page 31: Resumen Del Cuento de Iqbal

31

Algún tiempo después, en una de esas raras tardes en la que reina el silencio, la

esposa de Eshan Khan me rodeó entre sus brazos y dijo "pobre niñita". Entonces me

explicó que mi madre había muerto y que ahora mi hermano Ahmed era el jefe de la

familia. Que estaba impaciente por verme porque tenía planes de viajar muy lejos, a

Europa. Quería llevarnos a mi hermanito menor Hasam y a mí con él. Por fin iba a

regresar a casa con mi familia después de la partida de Iqbal. María prometió tenerme

informada de todo lo que sucediera.

La última noche que Iqbal y yo pasamos juntos, hablamos igual que soliéramos

hacer en el taller de Hussain. Hablamos de muchas cosas. Al amanecer del día siguiente

me dejaron acompañar a Iqbal y a Eshan Khan en un auto al aeropuerto. Con un gran

rugido de los motores el avión despegó y se elevó más y más alto. Iqbal había volado en

la cometa más grande.

Unos días después me llevaron a casa. Mi hermano Ahmen era un hombre ahora

y Hasam, el más pequeño, era más alto que yo. Poco a poco empecé a reconocer los

objetos que en el pasado me habían sido familiares. Me dediqué a limpiar, a cocinar y a

ayudar en el campo lo mismo que había hecho mi madre. Yo no conocía los planes de mi

hermano. Los días y las semanas pasaron. Por fin recibí una carta de María. Corrí

afuera para leerla.

La carta decía, "Todo va bien aquí". María había hablado con Iqbal quien

también estaba bien. Él le contó lo relacionado con el discurso que había dado en una

gran ciudad llamada Estocolmo. No se había equivocado ni una sola vez. Todas esas

personas bien vestidas se habían puesto en pie y le habían aplaudido. Le habían acogido

con mucho cariño también en America. En Boston todo el mundo quería conocerle.

María dijo que escribiría otra vez. "Besos, María."

Pasó el invierno y no llegó ninguna carta.

"Partiremos pronto", decía mi hermano Ahmed.

"Me han olvidado", pensaba yo.

Mi mente regresó a las cometas, a Iqbal parado con orgullo junto a la alfombra

que había cortado en trozos; a la noche que fuimos arrastrándonos hasta la Tumba para

ayudarle. Dos días antes de tener que salir para Europa, vi en la distancia al hombre que

trae el correo. Le observé mientras se acercaba lentamente. No voy a decir que tuve un

presentimiento sino simplemente que, en un momento dado, mis ojos empezaron a llorar.

Page 32: Resumen Del Cuento de Iqbal

32

Capítulo 15 – La Carta

La historia de momento: Fátima ha regresado a vivir con su hermano. Estaban a

punto de mudarse a Europa cuando recibió esta carta de María.

Fátima, hermana mía, querida hermana,

Cómo deseo que estuvieras cerca de mí en estos días para poder hablar contigo y

llorar rodeada por tus brazos. ¿Recuerdas cuántas veces hice esto en el pasado? Tú

siempre encontraste la mejor manera de consolarme y protegerme. ¡Si tan solo pudiera

ser yo la que encontrara las palabras adecuadas esta vez! Sé que no he escrito durante

mucho tiempo. Quizás pensabas que te había olvidado, que el afecto que me une a ti

había desaparecido. Mi silencio se ha debido a que no quería ser yo la portadora de las

noticias. Disculpa mi cobardía. No debes recibir las noticias de otras personas--¿quién

sabe lo que dirían?

En Semana Santa, Iqbal regresó a casa a visitar a su familia. Iba a pasar un mes

con sus padres y después volver con nosotros para continuar su cruzada. Dijo que había

hecho una promesa frente a todas esas personas en América y que tenía que cumplirla.

Dicen que el pueblo le recibió con mucha alegría, como a un héroe. Todos sabían lo que

había hecho y le admiraban y le respetaban. Todos los vecinos del pueblo visitaron su

casa, le llevaron regalos y le preguntaron si era verdad que había volado en avión. Dicen

que después de dos días, Iqbal estaba harto de todo esto y que empezó a evitar a la gente.

Que prefería levantarse al amanecer para ir a los campos con su padre. Por las tardes

paseaba en bicicleta o volaba cometas. Dicen que se sentía feliz y tranquilo y que tenía

muchos planes para el futuro.

Ese domingo hacía un día maravilloso, lleno de sol. Había una gran fiesta, con

canciones y baile e Iqbal comió suficiente laddu para causarle un dolor de estómago.

Dicen que alrededor de las tres de esa tarde un auto apareció justo donde la carretera se

desvía hacia el pueblo, levantando una gran nube de polvo. Era un auto negro grande,

cubierto de barro que removía la gravilla a su paso con sus enormes ruedas.

Algunas personas dicen que en ese preciso momento se levantó una repentina

tormenta de truenos y que gotas del tamaño de monedas empezaron a caer sobre la tierra

y que los truenos hacían temblar los tejados de las casas. El auto negro se deslizaba

lentamente por la ciudad y después volteó en una calle estrecha que lleva a los arrozales.

La lluvia y el agua de los arrozales se convertían en una sola imagen.

Dicen que Iqbal iba por la misma calle, parado para poder pedalear mejor, con su

camiseta revoloteando contra el viento. Nadie sabe lo que ocurrió, Fátima, hermana mía.

Un hombre murmuró que a través de la cortina de agua que caía vio a Iqbal pasar cerca

del auto. La ventanilla bajó un poquito y se vieron tres, cuatro, cinco resplandores--

¿quién sabe cuántos? Antes de que nadie pudiera aprehender a los hombres y correr a

buscar ayuda, el auto había desaparecido. El cuerpo de Iqbal yacía allí y el agua bajo su

cuerpo se teñía de rojo. Esto es lo que me han dicho.

Pero escucha, Fátima. Yo sé que no es verdad. Me repetí una y otra vez "No es

verdad, sabes cómo son las personas, cómo se imaginan cosas, cómo confunden una cosa

con otra". Todo el mundo estaba convencido de que la noticia era verdad. Yo era la

única que no lo creía. Entonces una tarde hace dos semanas, alguien tocó a la puerta del

jardín. Era un niño, sucio y con moratones de las cadenas que rodeaban sus tobillos. Nos

Page 33: Resumen Del Cuento de Iqbal

33

dijo que había estado trabajando en una fábrica de alfombras, que se había escapado y

que había venido a nosotros en busca de ayuda para denunciar a su amo. Y entonces,

¿sabes lo que dijo?

"Yo no tengo miedo".

Le miré con cuidado, Fátima. Era Iqbal. ¡Te juro que era idéntico a él! La misma

voz, los mismos ojos. Tres días más tarde apareció otro niño.

Entonces en el mercado otro niño se rebeló contra su amo, uno de los más ricos

mercaderes. Yo les vi también. Eran Iqbal.

Intenta no ponerte triste, Fátima. Algo ocurrió que hizo cambiar sus vidas, algo

que permanecerá siempre con nosotros. Yo seré la que estudiará e irá a la universidad. Yo

seré abogado, lucharé para liberar a todos los esclavos de Pakistán y de todo el mundo.

Por primera vez en mi vida tampoco tengo miedo. Hermana mía, ignoro hacia dónde te

diriges o cómo podré comunicarme contigo o ni tan siquiera si volveremos a

encontrarnos. Solo te ruego que no te olvides de nada. Ni siquiera del detalle más

pequeño e insignificante. Cuéntale nuestra historia a alguien para que no se pierdan los

recuerdos. Esa es la única forma de mantener a Iqbal junto a nosotras para siempre.

Abrázame.

Tu hermana María

Page 34: Resumen Del Cuento de Iqbal

34

Epílogo

Iqbal Masih fue asesinado un domingo de Semana Santa de 1995, en Muritke, un

pueblo a unos treinta kilómetros de Lahore, Pakistán. Tenía unos trece años. Sus

asesinos y los poderes que les respaldaban nunca fueron descubiertos.

"Fue asesinado por la Mafia de las Alfombras", declaró Eshan Khan.

El nombre de Iqbal se ha convertido en un símbolo de la batalla para liberar a

decenas de miles de niños de todo el mundo de la violencia y de la esclavitud.