resención libro ser catequista, hacer catequesis

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1 UNIVERSIDAD PONTIFICIA DE SALAMANCA INSTITUTO SUPERIOR DE CIENCIAS RELIGIOSAS Y CATEQUÉTICAS SAN PÍO X Recensión del libro Ser catequista. Hacer catequesis de Álvaro Ginel, Editorial CCS, Madrid 2004 Alumno JUAN CARLOS PINTO SUÁREZ, SSP

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UNIVERSIDAD PONTIFICIA DE SALAMANCAINSTITUTO SUPERIOR DE CIENCIAS RELIGIOSAS Y CATEQUÉTICAS SAN PÍO XRecensión del libroSer catequista. Hacer catequesisde Álvaro Ginel, Editorial CCS, Madrid 2004 Alumno: JUAN CARLOS PINTO SUÁREZ, SSP PRESENTADO A: Óscar Ayerra

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Page 1: Resención Libro Ser Catequista, Hacer Catequesis

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UNIVERSIDAD PONTIFICIA DE SALAMANCA INSTITUTO SUPERIOR DE CIENCIAS RELIGIOSAS

Y CATEQUÉTICAS SAN PÍO X

Recensión del libro

Ser catequista. Hacer catequesis de Álvaro Ginel, Editorial CCS, Madrid 2004

Alumno

JUAN CARLOS PINTO SUÁREZ, SSP

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Álvaro Ginel, Ser catequista. Hacer catequesis, Editorial CCS, Madrid 2004

Ser catequista. Hacer catequesis es un libro que ha nacido de la

experiencia, de la praxis cotidiana. En efecto, las 180 páginas de esta obra

recogen, de manera ordenada y sistemática, las reflexiones y las chalas que su

autor, Álvaro Ginel, impartió a través de cursos y cursillos a diversas

comunidades cristianas. Por eso el libro respira experiencia en todas y cada

una de sus páginas. Además, refleja que su autor sabe bien todo lo que dice,

sabe muy bien de que está hablando, conoce por experiencia propia las

necesidades de los destinatarios a los que se dirige y sabe comunicarse con

ellos en un lenguaje sencillo, ágil, activo, sugerente, al alcance de todos,

ofreciendo pautas de comportamiento y de autoconocimiento para los

catequistas.

El libro consta de 15 capítulos divididos en dos partes, que definen bien su

contenido fundamental. En la primera parte: Ser catequista, que consta de 6

capítulos, el autor hace una interpelación a la vocación del catequista, es decir,

se centra en el “ser” del catequista. Ser catequista es una llamada, una

vocación, no un accidente que te puede ocurrir. El autor deja muy claro desde

el principio que no se puede ser catequista por razones que no sean las

estrictamente vocacionales.

En la segunda parte: Hacer catequesis, que consta de 15 breves capítulos,

se explica y detalla la tarea del catequista, es decir, el autor se centra en el

“saber hacer” del catequista. La preocupación natural de todo catequista, una

vez descubierta su vocación, es que las cosas funcionen, que la catequesis

marche bien, es decir, hacer catequesis de verdad, que la catequesis sea

eficaz, que todos aprovechen bien el tiempo. Por eso, cuanto el autor expone

en la segunda parte del libro: Hacer catequesis, es la tarea que se desprende

de lo tratado en la primera parte: Ser catequista. Álvaro Ginel junta en el libro

las dos realidades, pues ambas van muy unidas en la vida y en la realidad

concreta de todo catequista.

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Primera parte: SER CATEQUISTA

En el primer capítulo el autor recuerda al catequista que es un eslabón de

una larga y rica historia y que por tanto lo que para él puede ser nuevo resulta

ya muy antiguo, cuyo origen está en el imperativo de Jesús: “Id y anunciad”. Se

trata de anunciar, de comunicar, de testimoniar al pueblo la fe. La misión de

anunciar el evangelio es tarea de la Iglesia universal que se realiza en la Iglesia

particular y en comunidades concretas. Lo que anunciamos en la catequesis

es el evangelio, tratando de dar a los demás lo que hemos recibido, es decir, el

conocimiento del Dios de Jesús y nuestra amistad con él. ¿Por qué yo? es el

título de segundo capítulo en el que el autor interroga al catequista sobre la

llamada o vocación que Dios le quiere confiar, recordando que toda persona

llamada suele tener un primer momento de desconcierto en el que manifiesta

sus excusas. Cuando perdemos de vista que ser catequista es una llamada de

Dos y una respuesta a Dios, enseguida viene el cansancio y las ganas de

abandonar la misión. La respuesta tiene consecuencias, pues exige una gran

coherencia personal y u contacto más estrecho con Dios. Además, Dios habla

al catequista también por aquellos a los que él catequiza. Somos catequistas

porque nos sentimos llamados, ya sea a tiempo parcial o con dedicación plena.

Las raíces que dan consistencia al catequista están muy arraigadas en la

comunidad cristiana, viene a decir el autor en el capítulo tercero, pues es en la

comunidad donde el catequista celebra la fe en Jesús, donde comparte su

experiencia de Cristo y donde encuentra a otros creyentes que le ayudan y

avivan su fe. En efecto, el catequista no es un solitario y debe saber que el

origen, el lugar y la meta de la catequesis están en la comunidad cristiana. La

escucha y meditación de la palabra de Dios, la celebración de los sacramentos,

la oración personal y comunitaria y la formación continua del catequista son

elementos imprescindibles para ser un buen catequista.

El capítulo 4 pone de relieve que no es suficiente la formación en la fe para

ser un buen catequista, subrayando la importancia de la formación humana

integral para ser catequista. En definitiva no es nada más que continuar el plan

realizado por Jesús que se encarnó para hacerse cercano a todos. La tarea de

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un catequista no es otra que la de hacer catequesis, se pone de relieve en el

capítulo 5. Lo esencial de la catequesis es un momento importante del proceso

de evangelización. La catequesis está preparada por el primer anuncio y se

diferencia de otras actividades eclesiales por ser una formación básica,

orgánica y sistemática de la fe, por ser algo más que una enseñanza. La

catequesis es aprendizaje de toda la vida cristiana, una iniciación cristiana

integral.

El capítulo 6 entronca ya con la segunda parte del libro: Hacer catequesis.

En los 5 capítulos anteriores el autor pone los pilares básicos, es decir, lo que

hace referencia a la persona del catequista y las grandes líneas de lo que es el

catequista. Pero llega el momento en el que el catequista debe hacer

catequesis, debe dirigirse a sus destinatarios y consiguientemente debe

preparar adecuadamente cada una de las sesiones de la catequesis.

Segunda parte: HACER CATEQUESIS

La segunda parte de este libro se centra en el saber hacer catequesis. La

formación de los catequistas tiene que cultivar también esta importante

dimensión pedagógica resalta el autor desde el principio. Todo catequista que

se tenga por tal debe ser ante todo un educador que facilite o ayude a la

maduración de la fe que el catequizando realiza con la ayuda del Espíritu

Santo. En función de todo esto giran los 15 breves capítulos que Álvaro Ginel

nos ofrece en este libro. Se parte de la presencia, recordando que todas las

presencias no son iguales, pues las hay significativas e insignificantes. La

presencia es un valor evangélico puesto en marcha por el mismo Dios y

proporciona datos del otro y al oro para una mejor comunicación. Junto a la

presencia está la acogida. ¡Da gusto con esta persona! En la catequesis hay

que traducir las grandes palabras en pequeños gestos, en gestos concretos.

Acoger y ser acogido. La acogida es la primera catequesis.

En el capítulo 3 se subraya la importancia de la mirada. La primera palabra

que pronunciamos las personas no es una palabra verbal. El rostro, el

semblante, la mirada, es palabra antes que verbalicemos nada. Hablamos con

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los gestos y las miradas. Hay que saber mirar a los miembros del grupo y saber

leer la palabra que el rostro del otro está pronunciando. Mirar y ser mirado es

una forma de dialogar entre personas que precede siempre a la palabra verbal.

También me parece importante cuando se subraya en los capítulos 4 y 5 sobre

la empatía, el lugar y el ambiente. Educar en la fe comienza por ser educados,

es decir, por ser conscientes de los influjos que hemos recibido y nos han

hecho crecer –o no crecer– y realizar intervenciones que hagan crecer al otro.

Asimismo el lugar de la reunión tiene que llegar a ser acogedor por el espacio,

la ornamentación y el clima de grupo para poder compartir con familiaridad.

Los capítulos 6, 7 y 8 se centran en la reunión propiamente dicha como un

momento importante para el grupo, sabiendo que la vida del grupo no se

reduce a la reunión semanal, quincenal o mensual. La reunión es un momento

de aprendizaje para todos, para el catequista y para los miembros. Pero toda

reunión tiene un antes, un durante y un después que se complementan y que

hay que mimar. La presencia del catequista en su grupo no debe ser un frío

estar presente sino una presencia activa y que presta atención a cada una de

las personas del grupo.

La presencia del catequista en su grupo tiene que ser significativa y atenta a

todo lo que pasa, que modere y aporte comprensión de lo que se dice y

acontece en el grupo y en cada persona concreta, se subraya en el capítulo 9.

Además, en el capítulo 10 se destaca la importancia del catequista y su saber

hacer para discernir todo lo que se dice. El grupo se empobrece cuando el

catequista no realiza esta labor. Asimismo junto al discernimiento, se recuerda,

en el capítulo 11, que en catequesis las preguntas tienen la finalidad de ayudar

a buscar la verdad y a interrogar personalmente. El catequista no tiene por qué

responder inmediatamente, pero tampoco tiene que ignorar las preguntas de

los catequizandos.

El silencio, la disciplina y los materiales y las actividades o dinámicas son

objeto de los últimos 4 capítulos del libro. Hay silencios y silencios. El silencio

es la tierra donde germina la semilla del evangelio. La competencia y

coherencia del catequista es clave para que en el grupo haya disciplina. El

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buen catequista sabe utilizar adecuadamente los materiales disponibles y los

adapta con libertad a su propia realidad y a las posibilidades pedagógicas, a la

realidad del grupo, al espacio y al tiempo en el que se desarrolla la reunión

catequética. Finalmente, el autor subraya que un buen catequista sabe de

antemano lo que pretende cuando propone una actividad concreta o cuando

realiza una dinámica, pues de lo contrario muchas veces es posible que el

grupo se desoriente y pierda el tiempo.

Aporte personal y apostólico

He leído con atención e interés las dos partes de este libro de Álvaro Ginel:

Ser catequista. Hacer catequesis y tengo que confesar que me ha ayudado

muchísimo en todo, por su sencillez, por su claridad, por su lenguaje y por sus

sugerencias prácticas, conectadas con el mundo de hoy. Además, me he

tomado la lectura y la reflexión con mayor interés desde el momento en el que

me he dado cuenta que todas y cada una de sus páginas están llenas de

experiencia, de una persona que conoce bien la doctrina, que sabe lo que dice,

que conoce las necesidades reales y concretas de los destinatarios a los que

se dirige y que sabe comunicar todo en un lenguaje sencillo, sin grandes

discursos, con una pedagogía y con una metodología fáciles de seguir.

En primer lugar quiero destacar la solidez doctrinal del libro, con puntuales y

acertadas referencias al DGC en los capítulos y en los momentos, sobre todo

en la primera parte del libro, donde se prioriza el “ser” catequista. Asimismo me

ha llamado la atención el gran conocimiento que tiene el autor de la sociedad

española y de las distintas edades en las que se realizan las etapas o procesos

catequéticos de distintos niveles (niños, adolescentes, jóvenes, adultos,

formación permanente, grupos especiales, etc.).

De la primera parte: Ser catequista, quiero destacar que el autor no se

queda en las formulaciones ni en los principios teóricos, sino que va de la

teoría a la práctica. Por eso cada uno de los seis capítulos concluye implicando

al lector planteándole algunos cuestionamientos, atando cabos, añadiendo un

vocabulario básico y planteando algunas sugerencias prácticas.

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De la segunda parte: Hacer catequesis, me ha llamado la atención la

cantidad de información que el autor nos ofrece en tan poco espacio, así como

la buena estructuración pedagógica de cada capítulo, que concluye

resumiendo en dos o tres líneas su contenido básico, dándonos un flash

panorámico de la situación y ofreciéndonos algunas sugerencias muy prácticas

para la catequesis.

Finalmente, sin olvidarme de cuanto se dice de la formación inicial ni de la

formación permanente que debe acompañar la vida del catequista, quiero

destacar tres aspectos muy importantes del conjunto del libro, que me han

llamado la atención: el testimonio personal, la experiencia y el conocimiento de

los destinatarios. Los tres constituyen para mi una gran ayuda en mi trabajo

apostólico en la Editorial SAN PABLO. Siempre me ha parecido muy

importante, en todas las personas comprometidas con la Iglesia, y por tanto, en

los catequistas, el testimonio personal y la coherencia de vida, es decir, el vivir

lo que se cree y el predicar con el ejemplo. Asimismo, en segundo lugar,

también desde mi juventud me doy cuenta que la experiencia, la práctica, es

algo muy importante tanto para que “ser” un buen catequista como para “hacer”

una buena catequesis. No es lo mismo un catequista novato que el que va

acumulando años de experiencia.

Junto a la formación, el testimonio, la coherencia y la experiencia no

podemos olvidar el conocimiento de los destinatarios. Mi Fundador, el P.

Santiago Alberione, nos recuerda a los Paulinos que no podemos hacer

proyectos apostólicos dignos sin conocer previamente las necesidades de los

destinatarios. La lectura de este libro me ha reafirmado cuanto he leído de mi

Fundador, de que todo proyecto, si quiere llegar a buen término, debe

responder a unas necesidades concretas. Por eso, el conocimiento de los

destinatarios, ya formen parte de un grupo catequético o bien sean lectores de

un libro, visitantes de una librería o usuarios de internet, es fundamental para

responder adecuadamente a sus inquietudes.