reporte de lectura la ciudad de dios
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En esta obra de San Agustín que escribió ya en su vejez a lo largo de 15 años de
su vida desde el 412 al 426, observamos el pensamiento acabado de un gran escritor:
aunque los motivos que llevaron al autor a escribirlo sean una contestación o critica a los
paganos de su época, de ahí el nombre completo de la obra que es “De civitate Dei contra
paganos”, es decir La ciudad de Dios contra los paganos. En los primeros libros, luego de
la caída de Roma ante los godos, este evento es interpretado como castigo divino y se
culpa a los cristianos de ello; de ahí que San Agustín inicia haciendo una crítica puntual de
los dioses paganos que son incapaces de proteger a Roma, así los primeros 5 libros; los
siguientes 5 van en la línea de contradecir a aquellos que confían en estos dioses y cifran
en ellos sus esperanzas de felicidad; del libro 11 en adelante, se hace la distinción entre
las dos ciudades y explica sus orígenes y destino final; es en esto último que se enmarca
el libro XX que trataremos de sintetizar en este reporte.
Este libro que es el antepenúltimo sintetiza de manera sorprendente las ideas que
San Agustín tenía sobre el destino último del hombre, y en especial hace esta explicación
desde los textos contenidos en las Sagradas Escrituras, principalmente los del Nuevo
Testamento, en los evangelios; considera mas importante el texto del nuevo y comienza
con ellos por ser una visión mejor del Juicio final; después se adentra en los textos del
antiguo principalmente los de Isaías y Daniel, que prefiguran la visión de los últimos días
así el contenido del libro se estructura primero haciendo una exegesis de los textos
sagrados sobre los juicios de Dios y la existencia de dos juicios; de alguna manera, los
primeros capítulos hace una explicación puntual de las dudas que siempre acompañan al
hombre y las diversas concepciones que se tienen de el.
Grupo: 2o. Cuatrimestre de Filosofía
Materia: LECTURA HERMENEUTICA DE
TEXTOS ANTIGUOS Y MEDIEVALES
Alumno: Francisco Villatoro Pascacio
Fecha: 5 de marzo de 2013
Reporte de lecturaLibro XX, El Juicio Final, de La Ciudad de Dios, San Agustín
En el primer capítulo, se dirige a quienes lo leerán, apelando a la conciencia y al
buen juicio de los mismos; hace una distinción de términos al equiparar “día” con “tiempo”,
y en ese capítulo presenta los diversos seres que participan o son sujetos de este juicio
final, de ahí que mencione a los vivos, a los muertos, a los ángeles y a los demonios;
indica que los hombres han de pagar por sus acciones dejando claro que es la providencia
divina la que ayuda al hombre, ya que como dice el apóstol: "en Dios no cabe injusticia".
Concluye el capítulo aclarando que no abordará en este libro los juicios actuales sino
especialmente lo referente al juicio final, momento en el cual se consolidará la felicidad
auténtica de los buenos.
El segundo capítulo reflexiona sobre las diversas opiniones que los hombres de su
tiempo tienen sobre la injusticia que parece imperar en el mundo, cuando hombres buenos
parecen sufrir mucho y en cambio hombres malos pasan una vida feliz; explica san
Agustín que una demostración de que ésta no es una regla general, existen también
personas buenas que tienen días felices, y de la misma manera existen personas malas
que no se la pasaron muy bien en esta vida. De ahí que el deduzca, que este aparente
desnivel y desproporción de los hechos actuales debe tener algún tipo de compensación o
nivelación en el futuro. Aunque esta realidad se torne inescrutable e incomprensible, los
juicios de Dios y su suma sabiduría han de dar explicación de todo esto.
En el capítulo tres, el autor, refiriéndose al libro del Eclesiastés, que es atribuido a
Salomón, vuelve a mencionar sobre este aparente sinsentido de la vida; sin embargo, el
sabio rey reflexiona que en última instancia todos los males de este mundo tienen su
origen en la desobediencia humana al no poner a Dios en el centro de sus actos. El sabio
menciona en el sagrado texto: "teme a Dios, y guarda sus mandamientos, porque todo
esto es el hombre". Culmina esta reflexión dándole a cada rato humano, por más
despreciable que sea, un valor trascendente desde los juicios de Dios los cuales no
despreciaran ni olvidarán estos.
En este capítulo, el cuarto, San Agustín nos explica la forma en que ira llevándonos
por el libro iniciando la exégesis con los textos del nuevo testamento ya que en estos ve
mayor autoridad que los antiguos, siendo los antiguos un preludio de los nuevos. Es
curioso cómo explica el texto de Cristo menciona: "el doctor bien instruido en lo tocante al
reino de Dios es semejante a un padre de familia que va sacando de su repuesto cosas
nuevas y viejas"; el doctor explica la razón por la que menciona primero cosas nuevas y
no como sería el orden correcto las cosas viejas; aquí justifica pues el primero aborde el
nuevo testamento.
En el quinto capítulo, San Agustín varios de los textos donde Jesús hace referencia
al juicio final, dejando claro como el concepto del juicio final para Jesucristo tenía para él
una importancia vital, fundamental en su mensaje, reflexiona que, en lo referente al juicio
final, Jesucristo no matiza ni suaviza las consecuencias de no seguir a Dios por parte de
los hombros. En otro texto donde Jesucristo habla de la convivencia de buenos y malos, la
parábola de la cizaña, no está precisamente expresado el juicio, pero queda claro que éste
vendrá al final de los siglos. Sobre la manera en que se realizará el juicio, menciona que
esto llevará a cabo Jesucristo con sus apóstoles, sin embargo, aclara que no debemos
considerar del todo, el número 12 refiera sólo a sus discípulos, sino más bien debe ser
entendido como signo de totalidad. Y aquí, Agustín hace un juego de operaciones
aritméticas para volver a la tradición exegética de entender a los números como conceptos
mucho más amplios que ellos mismos, y así habla del 3, del 4, del 7, del 12 o de 1000, etc.
culmina este capítulo con una explicación sobre la manera en que se hara la separación
de los buenos y los malos, en el último juicio de Cristo.
En el capítulo sexto, nos aborda las dos clases de resurrección, que atañe a los
cuerpos y a las almas; en referencia al texto del Evangelio, habla de una resolución
segunda o sea la de los cuerpos, y una resurrección primera que se obra ahora y es la de
las almas, las cuales tienen también su muerte, que consiste en la impiedad y en el
pecado. Es así que distingue que ahora se opera una resurrección de los hombres que
consiste en la creencia en Jesucristo, en su adhesión hacia él, de esta manera se opera la
resurrección primera.
Así se da pues, dos regeneraciones: la primera según la fe, que vivimos ahora por
el bautismo, y otra según la carne, que es la que se obrará en el juicio final; la primera, es
la de las almas y no nos permite incurrir en la muerte segunda que vendrán al fin del
mundo y es la de los cuerpos en su forma incorruptible e inmortal.
En el capítulo siete, San Agustín aborda un tema antiguo y que ha sido siempre
motivo de discusiones e in e incluso divisiones y cismas. Ese tema de los 1000 años y que
en especial es narrado en los textos del apocalipsis. Aquí se refiere al texto que dice
"descender del cielo un ángel que tenía la llave del abismo y una gran cadena en su
mano. Y agarró al dragón, al diablo y Satanás, y lo condenó por el 1000 años y lo precipitó
en el abismo", es a partir de este texto y lo que sigue, que el autor desarrolla toda una
exégesis relacionada con los 1000 años, cuestionando a algunos que consideran estos
1000 años como la continuación del sábado Santo y es así como deduce que los 6000
años de historia humana ha de culminar con los 1000 años donde se llevará a cabo el
juicio final; él considera que este milenarismo puede entenderse de dos maneras, como
los últimos años que han de pasar antes del reposo de los santos puede entenderse como
designación de una duración del mundo, como la plenitud del tiempo; aquí de nuevo
recurre a la numerología, que ve en los números cerrados un indicativo del plenitud o
totalidad.
El capítulo ocho, nos explica cómo debería entenderse el texto que habla del atar y
el soltar del diablo. Es así como va desmenuzando en qué forma el diablo estará o
participará del juicio final, de si este estará libre por un poco tiempo, o solamente al final
del tiempo; sonreí pues también como al final en un periodo de tres años y seis meses, el
diablo y sus secuaces volcarán toda su saña sobre el hombre, concluye que en el tiempo
actual el cielo está atado y que sólo será soltado al final de los tiempos para probar la
malicia por la lealtad de los últimos hombres; sin embargo el autor deja en duda sobre si
este razonamiento es correcto, ya que los últimos hombres al ser parte de los santos han
sido probados ya, y no sería justo, probarlos nuevamente.
En el capítulo nueve, hace una exposición de las diferencias del reino de Cristo con
los santos durante los mil años y el reino eterno, dejando claro que este pertenece al
mundo futuro que ya no habrá maldad; en cambio el reino de Cristo con los santos estará
lleno de mucha tribulación y situaciones no acabadas, es así como en referencia a la
parábola de la siega, dejé claro que este tiempo del reinado de Cristo con los santos que
es la Iglesia, será un tiempo en que los ángeles recogerán la cizaña y la quemarán el
fuego; a orden del rey que es Cristo los ángeles arrancarán de su reino por los
escándalos.
En el capítulo diez, el autor hace una disertación muy interesante contradiciendo a
los que opinan que la resurrección afecta sólo a los cuerpos y no a las almas; fiel a su
tradición escolástica, pero principalmente a su dialéctica, cuestiona con los textos de la
Biblia, estas diferencias y menciona que no es posible hablar sólo del caer como privativo
de los cuerpos, ya que en el evangelio leemos: “no os apartéis de él, no sea que caigáis”, “
el caer o el mantenerse en pie pertenece a su señor”, “el que cree estar en pie, mire bien
no caiga”, de ahí que deduce que estas caídas previenen mas bien al alma que al cuerpo.
En el capítulo once, nuestro autor desglosa contexto apocalíptico que habla de él
ataque de Satanás a las naciones, y nos dice que debe entenderse por naciones tanto a la
Iglesia Santa próxima al juicio final que estará extendida en todas las naciones de ahí que
el ataque se lleve a cabo a la Iglesia.
El capítulo doce es una narración sobre el último suplicio de los impíos mediante el
descenso del fuego del cielo, en donde debemos entender el término, como la fortaleza y
firmeza de los santos; esta firmeza les viene de Dios porque es su gracia la que l en os
hace santos invencibles.
En el capítulo trece, contesta la pregunta sobre si los 1000 años incluyen el tiempo
de la persecución del anticristo; volviendo a la cuenta de tres años y seis meses en este
apartado concluye si estos años están dentro de los 1000 ya referidos o se pueden decir
de ellos que suceden después; aquí hace una reducción basándose en los textos
apocalípticos y se mete en un embrollo sobre cómo fijar el reinado de los santos, y mas
bien quiere concluir que deberán ser muchos más los años que reinara los santos que los
tres años insignificantes de la destrucción del diablo.
En el capítulo catorce, nos habla de la condenación del diablo con los suyos, la
resurrección de los muertos y el juicio final; en referencia a los hechos apocalípticos de
San Juan, describe de manera es precipitado el diablo, la bestia y el falso profeta; uno de
los textos que recuerdan cualquier final hollywoodense, en el que el diablo a ser
atormentado día y noche por los siglos de los siglos; también una visión divina habla del
trono grande reluciente en el que se sentará el señor, desapareciendo el cielo y la tierra;
esto es dejará de existir el cielo en la tierra y comenzará existe un conocido nuevo y una
tierra porque este mundo no pasará por aniquilación, sino por mutación.
También es importante la referencia al “libro” entendiendo este como un signo de la
vida de cada uno, de los hombres que serán juzgados con la lectura del libro de su vida en
el cual está escrito cada uno de los actos humanos; a cada uno le será asignado un ángel
que relatara su vida. Al texto "el mar presentó sus muertos, y la muerte y el infierno
entregaron los suyos”, se refiere a los hombres que habitan esta tierra, tanto los buenos
presentados por el mar como los malos presentados por el infierno.
En el capítulo quince, San Agustín aclara que tenemos que entender por el texto
anterior, dejando claro que en este pasaje el mar hace las veces del mundo; así se puede
decir que el mundo presentó a los hombres que existían en él, porque aún no habían
muerto; y al decir la muerte y el infierno, se refiere a los hombres que ya han muerto y que
son devueltos para que participen pues del juicio final; una vez los hombres presentados
ante el señor cada quien será juzgado según sus obras. No es que Dios no conozca las
acciones de los hombres ni que se haya olvidado; sino más bien es que su presencia
infalible es el libro de la vida, en el que están escritos y conocidos desde antes todos los
hombres.
Es a partir del capítulo dieciséis, que San Agustín empieza a hablar no solo del
juicio a los malos, sino también del juicio de los buenos; una vez realizado el juicio y
atendiendo al orden de los sucesos como escribimos arriba en el cielo la tierra
desaparecieron y se instituyeron cielos nuevos y tierra nueva, pasando la figura de este
mundo, la sustancia gozará de las cualidades conformes con los cuerpos inmortales en
virtud este maravilloso cambio; cuando habla también del mar, parecería indicar que ya no
existirá y sólo quedará cielo y tierra, sin embargo debe entenderse entonces que al decir
ya no habrá mar habla más bien de aquel mar que presentó a sus muertos; es decir que
no existirá este mundo turbulento que es la vida de los mortales y quedará un mar
semejante al cristal, se entiende pues hombres transparentes y claros.
A partir de este punto, y para no hacer extenso este reporte, la reflexión del autor se
centra en describir aspectos de los eventos futuros en orden a la glorificación eterna de la
Iglesia, el juicio final concebido desde el pensamiento de San Pablo, todo esto respaldado
por abundante referencia de los textos bíblicos; resalta en especial su conceptualización
del anticristo, que aunque no entendiendo del todo la idea, comenta lo que en su momento
se creía de él, empezando con equipararlo con Nerón, o que no fue matado, sino mas bien
raptado, o por extensión da este título al Imperio Romano.
En lo referente a la resurrección de los muertos, hoy como ayer la confusión sobre
este particular sigue siendo grande, principalmente en cuando sucederá y de qué manera;
aunque San Agustín tiene claro que esta se dará al final del tiempo, quedan dudas sobre
si se dará el arrebatamiento o si solo serán observadores de la tribulación los que
resuciten para la vida eterna.
Es mas esperanzador el texto del profeta Isaías, y aquí el autor resalta el punto de
la salud que atribuye a los resucitados, y lo compara con la salud perfecta, la que no tiene
necesidad ni de alimentos ni de remedios. Refiriéndose a como saldrán los santos a ver
los suplicios de los malos, habla de un cielo y una tierra que serán tribulados, pero existe
un cielo superior que es como lo que llama “entrar en el gozo del Señor”; los atormentados
no sabrán lo que pasará ahí, porque no les será permitido conocerlo.
Analiza el autor los salmos, donde se encuentran varias referencias sobre lo que
sucederá en el juicio final. En Malaquías, sus profecías también hacen referencia del
Juicio final y sobre la purificación por la penas.
San Agustín culmina haciendo la observación de la obscuridad que el antiguo
testamento tiene sobre la persona de Cristo, principalmente en su carácter de Juez en el
último juicio. Es el nuevo testamento el que tiene clarificado y expresado con exactitud lo
relacionado al Juicio final.