relaciones. estudios de historia y sociedad una ... · una consideraciÓn de los umbrales...
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Relaciones. Estudios de historia y sociedad
ISSN: 0185-3929
El Colegio de Michoacán, A.C
México
Weigand, Phil C.
UNA CONSIDERACIÓN DE LOS UMBRALES ETNOGRÁFICOS Y LAS ENFERMEDADES
EPIDÉMICAS EN EL NUEVO MUNDO: UN ESTUDIO DE CASO DE LA EXPEDICIÓN DE
VERRAZZANO EN 1523
Relaciones. Estudios de historia y sociedad, vol. XXIV, núm. 95, verano, 2003, pp. 235-266
El Colegio de Michoacán, A.C
Zamora, México
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CCIÓN
Cuando los primeros hom
o sapienscruzaron de Siberia a A
laska paraaparecer en el N
uevo Mundo, hace alrededor de 20 000 y 12 000 años,
viajaron en grupos pequeños a través de los paisajes Ártico y sub-Á
rti-co. Es m
uy probable que esta travesía eliminara a la m
ayoría de las en-
U En su aspecto temporal, los um
brales etnográficos en el Nuevo M
un-do suelen fijarse en el m
omento del prim
er contacto de europeos conlos nativos am
ericanos. En algunas situaciones este marco perm
ite es-tablecer una línea adecuada. Em
pero, en otras, la línea es distorsiona-da por los efectos de “la gran frontera” de M
cNeil: las consecuencias
del contacto que suelen anteceder a la presencia física de los euro-peos; efectos reflejados en la extensión de la “frontera de enferm
e-dad” que precede al contacto físico y en los efectos secundarios de laconquista, com
o el colapso de patrones de intercambio. Se analizan
estos puntos mediante un estudio de caso que com
bina arqueologíacon etnohistoria, con base en el explorador italiano, Verrazzano, y lasvisitas de su expedición al área de Long Island.
Epidemias, um
brales etnográficos, “la gran frontera”, Verrazzano,Long Island (N
ueva York).
* wisarika@
aol.com El presente estudio no hubiera sido posible sin discusiones con
la comunidad de antropólogos, arqueólogos e historiadores de Long Island. M
is conver-saciones con Lynn Ceci y Bert Salw
en siempre fueron estim
ulantes. La colaboración deEdw
ard Johannemann, Laurei Schroeder, Robert K
alin, Gretchen G
wynne, G
eraldine Ed-
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mesticación de anim
ales en el Viejo Mundo ocurrieron después de las
principales migraciones al N
uevo Mundo y, ya que los experim
entos se-m
ejantes en el Nuevo M
undo fueron claramente m
ás modestos que los
del Viejo Mundo, las coinfecciones –o el desarrollo sim
biótico de comu-
nidades de enfermedad– tam
bién fueron de menor escala (W
eigand2000).
Así, durante al m
enos 10 000 a 20 000 años en el Nuevo M
undo, loshum
anos vivieron sin encontrar estas enfermedades y, por lo tanto, per-
dieron –o jamás tuvieron– los anticuerpos capaces de brindarles alguna
protección. Ya que la “comunidad de enferm
edad” del Viejo Mundo
abarcó casi toda Europa, África y A
sia (cfr. Ewald 1994; Tw
igg 1984),sólo el N
uevo Mundo, A
ustralia (con Tasmania y N
ueva Zelanda) yO
ceanía quedaron fuera de sus fronteras. Las últimas m
igraciones alN
uevo Mundo –de grupos paleosiberianos usualm
ente referidos como
“esquimales”– no trajeron consigo la “com
unidad de enfermedad” del
Viejo Mundo, com
o tampoco lo hicieron los m
igrantes nórdicos de Is-landia en sus abortados intentos de colonización alrededor del año 1000d.C. en el área de Terranova (Canadá). En contraste con los esquim
ales,es seguro que este últim
o grupo había sido expuesto cuando menos a
parte de dicha “comunidad de enferm
edad”, ya que era frecuente elcontacto entre Islandia y algunas áreas del Viejo M
undo. Empero, según
parece, la colonia en Terranova tuvo muy poco contacto sistem
ático conlos nativos norteam
ericanos y fueron mínim
as las oportunidades detransm
itir enfermedades. Incluso, aunque se hubieran introducido al-
gunas aflicciones entre la población indígena en esta época en Terra-nova, el alcance dem
ográfico de dicha colonización fue tan efímero y
disperso que un contagio más am
plio nunca ocurrió o fue, desde unprincipio, m
uy improbable.
Los indígenas norteamericanos, por lo tanto, crecieron y prospera-
ron en un ambiente aislado de enferm
edades. No obstante, cuando se
reanudaron las inevitables migraciones del Viejo M
undo, estas pobla-ciones se hallaban en una situación de alto riesgo, debido a su propiacondición natural. El llam
ado “intercambio colom
biano” introdujo enesa población inexperim
entada una “comunidad de enferm
edad” quedio lugar a una “pandem
ia en suelo virgen” (Crosby 1972 y 1976). Lam
ortalidad que sucedió enseguida del contacto con la población euro-
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fermedades que portaban. En sus orígenes y por lo general, las enferm
e-dades hum
anas dependían de tres factores para conservar su existenciaen sus anfitriones: 1. Regím
enes climáticos tem
plados y/o tropicales;2. G
rupos biológicos bastante grandes para sostenerlas (la “masa críti-
ca”); y 3. Una cercana asociación con anim
ales adecuados coinfectadoscon varias de las enferm
edades, los cuales servían como un tipo de “de-
pósito” (McN
eill 1998)A
unque siguen las dudas respecto de las fechas, e incluso el origen,de los prim
eros migrantes (cfr. D
illehay y Meltzer 1991, M
eltzer 1993,Bonnichsen y Turnm
ire 1999, Dillehay 1997, Chatters 2001), estos deba-
tes no afectan los tres puntos que acabo de mencionar: que los m
igran-tes al N
uevo Mundo establecieron com
unidades prácticamente libres de
enfermedades, al m
enos en comparación con las de sus herm
anos de laszonas tem
pladas y tropicales que empezaron a experim
entar con la do-m
esticación de animales en el H
oloceno temprano y m
edio. No quiero
sugerir que el Nuevo M
undo era un paraíso sin enfermedad, porque se-
guramente no lo fue. Sólo quiero afirm
ar que las enfermedades que m
ástarde arrasaron en estas latitudes no existían allí con anterioridad; unaausencia que es explicada por la ausencia de una “com
unidad de enferme-
dad” compuesta de hum
anos y animales dom
esticados (Weigand 2000).
En otras palabras, cuando se concluyó la larga y paulatina serie dem
igraciones mediante las cuales los prim
eros humanos llegaron al N
ue-vo M
undo, la ausencia de climas apropiados, de una “m
asa crítica” bio-lógica y de anim
ales coinfectados había dejado a esos grupos aisladosde la m
ayoría de los padecimientos del Viejo M
undo. Adem
ás, es muy
probable que la mayoría de las aflicciones m
ás potentes de ese grupoaún no habían entrado en una relación epidém
ica con los seres huma-
nos, ni siquiera en el Viejo Mundo. Por ejem
plo, McN
eill (1998), entreotros, presenta un caso convincente para el tardío contagio de la pesteentre los hum
anos. Incluso los más tem
pranos experimentos con la do-
wards, Elice G
onzález, Kent Lightfoot y G
aynell Stone durante breves periodos de traba-jo de cam
po en la isla fueron esenciales. Las organizaciones SCAA
y LIAP
apoyaron mi
trabajo. Por supuesto, las interpretaciones aquí presentadas no son compartidas por to-
dos los individuos mencionados, y cualesquiera errores son responsabilidad del autor
únicamente.
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etnográfico” suele ser definido como la etnografía de un grupo o de un
área sociocultural en sus últimos m
omentos de existencia antes de en-
trar en contacto con los europeos, pero este concepto no debe confun-dirse con una supuesta etnografía “prístina”, ya que en toda la historiadel m
undo han existido muy pocos escenarios de este tipo. La m
ayoríade las poblaciones del N
uevo Mundo existieron en m
edio de redes siste-m
áticas de contacto demográfico, social y cultural con sus vecinos y, por
lo tanto, no pueden ser consideradas como “prístinas” en este sentido.
Ahora bien, los contactos con las poblaciones euroafricanas que co-
menzaron en los siglos xv
y XVIfueron de un tipo totalm
ente distinto.En cuanto a la introducción de la “com
unidad de enfermedad” del Viejo
Mundo, sólo hay contados casos de un contagio directo. Ejem
plos deesto podrían ser el contacto de Cristóbal Colón con los pueblos araw
aky carib, la expedición de Cortés al M
éxico central, y la incursión de De
Soto en el sureste de los Estados Unidos. En la m
ayoría de los casos, sinem
bargo, la frontera de enfermedad se extendió m
ás rápido y más lejos
que la situación de contacto “cara-a-cara” entre los nativos norteameri-
canos y las poblaciones euroafricanas. Esto significa que en realidad elcontagio antecedió al contacto directo en sí m
ismo. Está claro que éste
fue el caso en el occidente de Mesoam
érica (Weigand 1993), y probable-
mente en el suroeste (U
pham 1982) y sureste de Estados U
nidos tam-
bién (Swanton 1985).
Así, cualquier investigación que pretende establecer un um
bral et-nográfico, con el fin de captar la naturaleza de alguna sociedad nativanorteam
ericana antes de su contacto con la población euroafricana enalguna localidad específica, prim
ero debe determinar si el área fue afec-
tada por una “frontera de enfermedad” antes de entrar en la fase de
contacto directo y, segundo, contextualizar la cambiante situación socio-
económica del caso según la im
portancia de la variable de la “fronterade enferm
edad”.Por ejem
plo, la conquista del México central y la incipiente pande-
mia que apareció allí alteró totalm
ente el ambiente político y económ
i-co del occidente m
esoamericano. La región occidental estaba plenam
en-te integrada en rutas com
erciales a larga distancia de bienes de estatuscom
o metales, turquesa y conchas, así com
o en las rutas de tránsito deescasos recursos utilitarios, com
o la obsidiana y el algodón, rutas que
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pea-africana varió de una región a otra, pero algunas zonas sufrieron ín-dices de 90%
, especialmente en las regiones tropicales y subtropicales
(Cook y Borah 1971-73; May 196; M
cNeill 1982 y 1998). En conjunto, los
primeros siglos después del renovado contacto con el Viejo M
undo ates-tiguaron los casos de colapso dem
ográfico más extrem
osos que el mun-
do haya conocido. Los efectos demográficos y sociales de las pandem
iasy epidem
ias sobre las poblaciones del Viejo Mundo están m
uy bien do-cum
entados en muchos países porque para entonces ya estaban firm
e-m
ente establecidas las tradiciones historiográficas, especialmente en el
continente europeo (véanse, por ejemplo, H
orrax 1994; Gottfried 1983;
Herlihy 1997; Platt 1997; Cantor 2002; Bow
sky 1981, y Cohn 1992, entrem
uchos otros). Empero, los tipos de observación histórica en boga, por
ejemplo, durante las epidem
ias en Europa no siempre eran conocidos
en el Nuevo M
undo, donde normalm
ente se registraban sólo las reaccio-nes europeas a los efectos de las enferm
edades, mientras que las de los
nativos norteamericanos brillan por su ausencia o fueron m
uy escasas.A
l igual que la disparidad tecnológica entre los primeros euroafrica-
nos y los nativos norteamericanos, la adaptación epidem
iológica deaquella población tam
bién fue muy superior en el encuentro entre estos
dos mundos. A
largo plazo, esta adaptación resultó definitiva y decisi-va. Las inexperim
entadas poblaciones nativas norteamericanas “[…
] re-sultaron vulnerables a la destrucción m
asiva desde el primer encuentro
con estas infecciones” (McN
eill 1982, 16). Adem
ás del despoblamiento
del Nuevo M
undo, hay otras consecuencias comunes entre las epide-
mias en suelo virgen: 1. La reestructuración de grupos sociales en form
ade sociedades “com
puestas”; 2. La desmoralización, y la consecuente
receptividad a nuevas ideologías; 3. La interrupción de los tradicionalesciclos estacionales que causa la desnutrición; y 4. U
n ciclo de mayor sus-
ceptibilidad debido a los tres puntos anteriores.H
ubo, entonces, una interacción entre factores biológicos y cultura-les, la retroalim
entación entre los cuales generó una situación aun más
grave.El concepto de la “G
ran Frontera”, definido por McN
eill (1982), in-cluye un aspecto que precisa de un m
inucioso estudio de parte de his-toriadores y etnógrafos para definir los “um
brales etnográficos” (eth-nographic base-lines). En los estudios del N
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ríos Mississippi y O
hio, los grandes complejos de pirám
ides, conocidoscom
o las tradiciones socioculturales Mississipi m
edio y culto del sur–que en alguna época habían tenido configuraciones densas, casiurbanas– estaban abandonados y sus poblaciones desaparecidas. Todoesto ocurrió hacia finales del siglo XV
I; es decir, justo después de la visi-ta de D
e Soto.En todo el oriente de Estados U
nidos, los europeos que llegaron más
tarde solían interpretar esta regresión del medio am
biente equivocada-m
ente como representativo de una situación “natural”; es decir, se tra-
taba de un lugar con pocos indios pero muchos árboles y venado: un
espacio vacío donde ellos podían desarrollar su propio patrón de asen-tam
iento (cfr. Cronon 1983). Está claro que la variable que explica estecontraste fue la pandem
ia en suelo virgen introducida por la expediciónde D
e Soto, una pandemia que creó una “frontera de enferm
edad” queen la m
ayoría de las zonas antecedió por varias generaciones al contac-to sostenido con los europeos. D
icha “frontera de enfermedad” nunca
fue postulada para el caso de Long Island, y mucho m
enos para el pe-riodo justo anterior a la colonización europea.
El propósito de este estudio, entonces, es fundamentar en la m
edidade lo posible, el siguiente argum
ento, consistente en seis afirmaciones:
1.Q
ue la población indígena norteamericana de Long Island fue bas-
tante más densa que lo que sugieren los prim
eros documentos colo-
niales;2.
Que los nativos norteam
ericanos de la isla explotaban casi toda lavariada zona ecológica con creciente intensidad y sofisticación queincluía varias configuraciones de asentam
ientos sedentarios basa-dos en la horticultura, la agricultura y una intensificada explotaciónde m
oluscos, peces, recolección y cacería;3.
Que el aparente (y quizá creciente) desacuerdo entre los datos ar-
queológicos y los análisis etnohistóricos del temprano periodo colo-
nial tiene explicación;4.
Que es probable que en los cien años que transcurrieron entre los
primeros contactos con los europeos y la colonización europea en sí,
las enfermedades epidém
icas del Viejo Mundo entraron y “prospe-
raron”;
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colapsaron súbitamente. A
demás, algunas zonas del oeste habían esta-
do sujetas a ataques y enfrentamientos m
ilitares en que los purépechasy los m
exicas culhuas combatieron violentam
ente a lo largo de buenaparte de su frontera, y la zona transtarasca
estuvo sujeta a asaltos siste-m
áticos (así como, quizá, a intentos de conquista) desde M
ichoacán,etcétera. Sin em
bargo, estas presiones militares cesaron repentinam
entey, así, las esferas sociopolítica y económ
ica de toda el área fueron afecta-das por el colapso del M
éxico central (Weigand 1993; W
eigand y García
de Weigand 1996). A
hora bien, respecto de la tarea de fijar un “umbral
etnográfico”, la tesis de la “Gran Frontera” nos obliga a adoptar una
perspectiva rigurosamente social y no sólo epidem
iológica.
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entar el contacto con los europeos, varias áreas del este en loque ahora son los Estados U
nidos, 1que alguna vez albergaron grandespoblaciones con extensos centros cerem
oniales y residenciales rodeadosde am
plias zonas de tierras de labranza, se revirtieron –en tan solo unaspocas generaciones– a zonas boscosas m
ezcladas con sabanas, pobladaspor dispersos asentam
ientos cuyos habitantes vivían en el nivel de al-dea. En este respecto, el clásico estudio de Sw
anson del sureste de Esta-dos U
nidos (1985, primera publicación, 1922), es el caso m
ás sólido queconocem
os. Swanson analizó la com
plejidad sociopolítica observada enprim
era instancia por el explorador español, Hernán de Soto (1539-43),
la comparó con lo que los ingleses, franceses y españoles encontraron
más tarde, y docum
entó los contrastes en términos dram
áticos. 2Porejem
plo, en la época en que los franceses exploraron los valles de los
1La parte oriental de los Estados Unidos es definida com
únmente com
o el área aleste del río M
ississippi. Esta extensa región abarca cuatro subáreas: Nueva Inglaterra, el
noreste, el sureste y el medio oeste.
2Otros ejem
plos de este contraste en el Nuevo M
undo pueden encontrarse en los es-tudios del A
mazonas de Roosevelt (1991), del O
ccidente de México de W
eigand (1993),del M
éxico central y el Caribe de Cook y Borah (1971-73), y de Baja California de Cook(1937).
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siglo XVII, pues afirm
a que la ausencia de patrones de vida “complejos”
en el mom
ento en que los europeos establecieron su presencia perma-
nente significa que dichos patrones jamás pudieron haber existido antes. 5
La excepcionalmente bien docum
entada y estimulante tesis de Lynn
Ceci (1977; publicada después [1990], es el mejor ejem
plo del acerca-m
iento mencionado para el caso de Long Island. Ceci escogió com
o suum
bral etnográfico la situación documentada por los colonizadores de
mediados del siglo XV
II, y a partir de allí desarrolló un modelo descripti-
vo de la demografía y del patrón de asentam
iento norteamericanos en
la época pre-europea. Su modelo no contem
pla un periodo postcontac-to/precolonial y, por lo tanto, da poco crédito a los argum
entos arqueo-lógicos a favor de una m
ayor densidad demográfica y com
plejidadsociocultural. Ceci sostiene que entre los nativos norteam
ericanos el es-tilo de vida sedentario llegó tarde y com
o una consecuencia del estímu-
lo comercial con los europeos y el desarrollo de grandes “fábricas” de
wam
pum(cuentas de conchas usadas am
pliamente en el noreste com
oun m
edio de intercambio). A
firma, adem
ás, que el suelo era muy pobre
para sostener la agricultura siste-mática y que la poca labranza practi-
cada carecía de importancia. Según esta visión, entonces, la vida indí-
gena tenía su base en buena medida en la recolección estacional, un he-
cho reflejado en el reducido perfil demográfico que los colonizadores
encontraron.A
unque Ceci ha defendido su argumento con cierta pasión, espe-
cialmente a la luz de las duras críticas de Silver (1980-81), su afirm
aciónen el sentido de que los nativos norteam
ericanos de Long Island vivie-ron un solo periodo de sedentarism
o que coincidió con la época de lacolonización requiere un salto de lógica que ni siquiera su propia evi-dencia sustenta. Los principales puntos del argum
ento de Ceci son:
1.Vivían pocos nativos norteam
ericanos en Long Island (3 000-6 000en toda la isla);
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5.Q
ue la introducción de estas enfermedades y, posiblem
ente, la pri-m
era fase de la pandemia que afectó el noreste de los Estados U
ni-dos, incluida el área de N
ueva Inglaterra, ocurrió de manera inad-
vertida por los hombres de la expedición de Verrazzano
3que visitóla ribera norte del Canal de Long Island en 1524. D
e ser cierto, en-tonces la bien docum
entada epidemia que azotó a toda N
uevaInglaterra en 1617-1619 quizá no fue la prim
era; y…6.
Que estas circunstancias nos obligan a reconocer un periodo post-
contactopero precolonización
que duró más de cien años (1524-
1640) 4y, entonces, a reconsiderar el “umbral etnográfico” de la zona.
Tradicionalmente, el um
bral etnohistórico y etnográfico presentadopara describir a los nativos norteam
ericanos de Long Island ha coinci-dido con la llegada de los prim
eros colonos europeos. Para 1640, se sabeque había una clara disensión religiosa en las colonias puritanas enN
ueva Inglaterra, incluidas las del moderno estado de Connecticut. Por
esta razón, en ese mism
o año se estableció una colonia en Southold enLong Island (H
iggins 1976; Ceci 1977 y 1990). La ribera norte de esta islahabía sido explorada durante varios años antes de la fundación de estacolonia, pero los contactos con los nativos norteam
ericanos que vivíanallí fueron tan escasos y fortuitos que casi no generaron docum
entación.Los escasos registros del periodo son m
ás bien de índole geográfica, ygran parte es de m
ala calidad, pero está claro que había pasado un siglocom
pleto entre la expedición de Verrazzano y el umbral etnográfico
establecido para Long Island, y fijado en el año 1640.Por definición, este supuesto um
bral ignora o desdeña totalmente la
posible existencia de patrones demográficos y socioculturales m
ás com-
plejos antes de esa fecha. Adem
ás de cometer el error de no reconocer el
periodo postcontacto/precolonial de más de un siglo de duración, hay
una incongruencia lógica implícita en fijar este um
bral a mediados del
3El deletreo del apellido Verrazzano sugerido por Hakluyt (1582) es el que se utiliza
en el presente texto, ya que aparece así en casi todas las fuentes secundarias, aunque sunom
bre completo y correcto fue G
iovanni da Verazzani.41524 es la fecha de la expedición de Verrazzano a N
ueva Inglaterra; 1640 es la fechaen que se estableció la prim
era colonia europea en Long Island.
5Este tipo de razonamiento ha dejado al análisis antropológico e histórico de otras
áreas del Nuevo M
undo en una camisa de fuerza conceptual. Ejem
plos son: el occidentede M
éxico (Weigand 1994); el suroeste de los Estados U
nidos (Upham
1986, Riley 1982),y el A
mazonas (Roosevelt 1991).
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2.Vivían en un patrón de asentam
iento altamente disperso, estacional
y simple;
3.Sus asentam
ientos no mostraron indicación alguna de la intensifica-
ción ni de jerarquías (como construcciones especializadas);
4.Su sistem
a social tampoco m
ostró indicaciones de intensificación nide jerarquía;
5.La agricultura jugó un papel m
odesto (o, quizá, ningún papel), en laestructura económ
ica y el poco cultivo que había sería mejor
describirlo como horticultura (Ceci 1979 y 1990); y,
6.Los tem
pranos documentos coloniales brindan evidencia adecuada,
aunque escasa, del contexto demográfico de los sistem
as sociocultu-rales que reportan.
El punto que quiero establecer aquí no es que la descripción queCeci presenta de la situación a m
ediados del siglo XVIIsea incorrecta, al
contrario, su retrato es muy atinado para ese periodo. Sin em
bargo, apli-car estos argum
entos acríticamente al periodo precontacto es otro asun-
to, ya que respecto de este periodo contamos con dos fuentes de evi-
dencia: la narrativa de Verrazzano y la base de datos arqueológicos, loscuales sugieren claram
ente que las proyecciones de Ceci deben modifi-
carse dramática y sustancialm
ente.Prim
ero, sin embargo, sería bueno contar con cierta contextualiza-
ción de la arqueología pre-europea de Long Island. Las escuetas ver-siones “estándares” de los pueblos indígenas de Long Island y susrelaciones regionales en los periodos arqueológicos precolonial y tem
-prano histórico, y en el contexto del sur de N
ueva Inglaterra y el Estre-cho de Long Island (véase la figura 1), siguen siendo los que fueron pu-blicadas en el H
andbook of North A
merican Indians(vol. 15, 1978: Salw
en,pp. 160-176; Conkey, Boissevain y G
oddard, pp. 177-189; y Simm
ons,pp. 190-197), pero estas descripciones arqueológicas son m
uy viejas yuna serie de proyectos m
ás recientes, especialmente en el condado de
Suffolk6y la parte sur de N
ueva Inglaterra, hacen necesario reexaminar
sus interpretaciones. Una nueva serie de m
onografías y otros artículospublicados por la “A
sociación Arqueológica del Condado de Suffolk”
FIG
URA
1. Mapa de Long Island y N
ueva Inglaterra que muestra los territorios “tribales”, ca.
1630. Tomado de Salw
en (1978, 161).
6El condado de Suffolk abarca las dos terceras partes del lado este de Long Island.
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ducción de cal en el periodo histórico ha reducido la mayoría de los de-
pósitos de conchas (middens) en la región a sólo una fracción de su anti-
guo tamaño y m
enguado considerablemente su potencial contribución
a la investigación arqueológica. En este contexto, incluso los mínim
osrestos de m
aíz (y de otros cultivos) encontrados representan un mayor
potencial de intensificación.A
unque el cultivo de maíz llegó m
ás bien tardíamente a la zona de
Nueva Inglaterra en general (ca. 1 000 d.C. es la fecha indicada por prue-
bas de C-14), y no tuvo el mism
o impacto en todas partes, sí llegó a afec-
tar la organización social de toda la región. Como Benison ha observa-
do con relación al sur de Nueva Inglaterra en general: “El gradual
crecimiento del com
promiso con sistem
as económicos que incluían el
maíz y otras plantas portadoras de sem
illa condujo a mayores niveles
de complejidad en la organización del trabajo y en las prácticas del uso
del suelo” (1997, 1).Este com
entario puede aplicarse asimism
o a Long Island, donde losprim
eros y más grandes cam
bios, incluso con sólo un ligero compro-
miso con la agricultura, están reflejados en la com
petencia por tierras decultivo adecuadas, tanto en el interior de los grupos sociales com
o entreunos grupos y otros. A
sí, la tendencia hacia la jerarquía social y/o unaincipiente estratificación recibió un fuerte estím
ulo. Estos cambios sur-
gen claramente en los datos arqueológicos de sitios del tardío periodo
Woodland en el bajo valle del río Connecticut y en otras áreas (cfr. Ben-
dremer y D
ewar 1992). El osario en Indian N
eck muestra un m
ayor ni-vel de com
plejidad en el ceremonialism
o funerario en la zona (McM
a-nam
on et al., 1984). El cultivo de maíz, frijol y calabaza no reem
plazó ala anterior explotación de sem
illas (como quenopodio, nogales, avella-
nas, zumaque y bellotas), sino que se sum
ó a estos recursos nutriciona-les ya conocidos. Incluso, hay evidencia de una extensa tala de los bos-ques después de 1 000 d.C., docum
entada primero por D
ay (1953), quebien podría reflejar la preparación de tierras para sem
brar.D
espués de 1 000 d.C., la combinación de los recursos m
arítimos,
forestales y fluviales con los que se derivaban de la agricultura dio lugara un aum
ento tan dramático del nivel de com
plejidad sociocultural queciertos investigadores han hablado de “sociedades sem
iestratificadas”(cfr. Benison 1997, 14). Claram
ente, el nivel de organización política que
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(Suffolk County Archaeological A
ssociation) 7, ha presentado suficientes da-tos para sugerir la urgencia de esta revisión, aunque aquí sólo podem
ospresentar un resum
en de los frutos más im
portantes de estas indaga-ciones.
Los trabajos de Tveskov (1997), Bernstein (1993), Benison (1997) yM
cManam
on (1984), concentrados en el litoral sur de Nueva Inglaterra
(en los actuales estados de Massachussets, Rhode Island y Connecticut),
y las islas de la costa (Martha’s Vineyard, la isla Block, la isla N
antucket,y las islas Elizabeth), son los m
ás indicativos, ya que aducen que en esasáreas patrones sedentarios quizá com
enzaron hacía el año 1 000 a.C., sino antes. Com
o afirma Tveskov: “[…
] la costa estaba ocupada por gru-pos relativam
ente grandes a lo largo del año, a menudo sin el beneficio
del cultivo de maíz” (1987, 343).
Como varios investigadores han argum
entado a detalle, en un am-
biente marítim
o la variable que afecta la densidad de población no es laagricultura, sino la presencia (obvia) de patrones de una sistem
ática ex-plotación de los recursos del m
ar, incluidos los moluscos, los peces y las
algas marinas. Si a esta base se le agrega alguna actividad agrícola
(aunque menor), entonces existe un perfil de la m
aximización de pro-
ducción que en el área en general posibilitó perfiles demográficos aún
más densos. N
o fue tanto la agricultura, sino los recursos marítim
os, losque en prim
er lugar brindaron la oportunidad de intensificación demo-
gráfica y sociocultural; un aspecto que Ceci pasa por alto en su análisis.A
lgunos de los montículos de conchas reportados en la literatura histó-
rica de esta zona fueron realmente inm
ensos. Christenson describió unode los m
ás grandes en Dam
ariscotta, y calculó que antes de su destruc-ción tenía quizá 1 270 000 m
etros cúbicos de restos de concha; material
que se acumuló durante un largo periodo de tiem
po (1985, 234). La pro-
7La Asociación A
rqueológica del Condado de Suffolk (SCAA) ha publicado unas
quince monografías desde finales de la década de 1970, que tratan de tem
as de arqueo-logía, etnohistoria, historia y lingüística. La m
ayoría ha sido editada o patrocinada porG
aynell Stone. Muchos inform
es de investigación del llamado Proyecto A
rqueológico deLong Island (LIA
P, por sus siglas en inglés), una iniciativa arqueológica orientada a tra-bajos de rescate y codirigida por W
eigand y Johannemann, han sido publicados por la
SCAA, aunque la m
ayoría existe sólo en manuscrito.
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cas agrícolas prehistóricas en la costa de Nueva York (Long Island) no
se encuentra en el estudio de la evidencia documental [tem
prano colo-nial]” (1980-81, 126).
La respuesta de Ceci (1982) a la crítica de Silver es más bien una po-
lémica. En vez de em
prender un examen m
inucioso de los nuevos datosque tenía a su disposición, la autora sim
plemente reiteró su postura an-
terior. Sus últimas presentaciones se han vuelto m
ás extremosas m
edi-ante com
entarios sobre la demografía y la confiabilidad de los datos ar-
queológicos, en que califica a estos trabajos como ejem
plos de “orgulloregional” y no de investigación científica. En su publicación de 1982, in-cluso redujo su anterior estim
ado demográfico de una población de
6 000 habitantes (sugerido primero por M
ooney 1928), a sólo 3 000 entoda la isla. Com
o ya mencionam
os, nunca ha examinado sistem
ática-m
ente la variable crucial para el estilo de vida sedentario, que en el casode Long Island consiste en los recursos m
arítimos y fluviales, pues sim
-plem
ente insiste en la relación entre la escala demográfica y la agricul-
tura. Así, todo el peso de su argum
ento recae en su percepción de laaparente ausencia del cultivo y en un um
bral etnográfico inadecuada-m
ente concebido.A
demás, Ceci descarta el m
apa de Nausett com
o una pequeña e in-significante agrupación de w
igwam
s(pequeñas chozas de paja), aun
cuando el dibujo muestra edificios de cierto tam
año, incluida la ya cita-da casa larga (long-house). Respecto de la clara presencia de m
aíz en eldibujo de Cham
plain, Ceci sostiene que refleja la temprana influencia
de los europeos y, por lo tanto, su versión del comercio de w
ampum
,aunque en 1605 los europeos aún no habían establecido ninguna pre-sencia perm
anente en esta zona, y no la tendrían sino hasta 15 años des-pués en la bahía Plym
outh. Entonces, no es posible que hayan ejercidoun im
pacto significativo en la producción de subsistencia antes de esafecha. Ceci tam
bién descarta como “caduca” la evidencia de archivo ci-
tada por Day (1953), respecto de las extensas áreas en la zona donde se
talaron árboles, aunque no puede presentar ninguna razón ni citar nin-gún trabajo contem
poráneo que apoya su afirmación. Silver (1980-81)
debatió acaloradamente con Ceci por su rechazo de la evidencia directa
del cultivo de maíz (consistente en polen y m
azorcas carbonizadas) enLong Island y en el sur de N
ueva Inglaterra en general. Cierto es que ex-
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se ve reflejado en toda la zona por el uso del vocablo sachem(m
ás o me-
nos “cacique”), podría estar asociado con esta estrategia de subsistenciacom
pleja y combinada. O
bviamente, no fue el resultado de contacto con
los europeos y del desarrollo de las fábricas de wam
pum. U
n mapa traza-
do por Champlain en 1605 del pequeño puerto de N
ausett (figura 2),m
uestra una versión del tipo de pueblo que se encontraba generalmente
en esa área: se nota la presencia de una casa larga (long-house), probable-m
ente la residencia del sachemde esta localidad m
enor.Com
o ya dijimos, la explicación de Ceci (1977, 1979-80 y 1990) de la
ausencia de la agricultura y de la poca productividad del suelo tampoco
ha escapado a comentarios críticos. En una crítica de su perspectiva,
Silver (1980-81) presenta abundante evidencia de que los suelos dispo-nibles para la agricultura no estaban tan reducidos com
o Ceci afirma.
Señala las extensas zonas con suelo fértil en toda la isla, especialmente
el suelo clasificado como H
aven Loams (que cubre de 36 a 47%
de lasuperficie). Silver concluye su reseña crítica de la obra de Ceci con la si-guiente afirm
ación: “Sugiero que la solución a la cuestión de las prácti-
Figura 2. Detalle del m
apa del puerto de Nauset de 1605 (Cabo Cod, M
assachussets), de Samuel
de Champlain, m
ostrando granjas y campos. Tom
ado de McM
anamon
et al., (1986, 26).
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En su re-evaluación de los datos arqueológicos más tem
pranos, Light-foot tam
bién sugiere que el cercano sitio de Muskeeta Cove #2 (Salw
en1968) revela una larga historia de ocupación cuya naturaleza cam
bió de“periódica” en las fases tem
prana y media del periodo W
oodland, a “re-sidencia perm
anente” en la fase tardía de este último periodo; es decir,
aproximadam
ente en la época en que el cultivo de maíz llegó a la zona.
Respecto de Long Island, Lightfoot señala con cautela que la evidenciaque resum
e apoya el argumento a favor de una ocupación perm
anente,y de cierto grado de densidad dem
ográfica, con o sin el cultivo de maíz.
Sondeos más recientes y lim
itadas excavaciones en las bahías deShoreham
y Wading River, en la costa del estrecho de Long Island al
este de Mt. Sinai, tam
bién apoyan las conclusiones que surgen del esterodel m
ismo nom
bre (Weigand m
s; Johanneman y Schroeder m
s). Los ex-tensos perfiles descubiertos durante excavaciones para la planta nuclearde Shoreham
(ahora abandonada) mostraron una larga historia de ocu-
pación. Aunque los restos de concha y hueso no han sido analizados por
su estacionalidad, los artefactos son prácticamente idénticos a los des-
critos por Gw
ynne, Gram
il y Wisniew
ski, citados arriba.Este tipo de poblam
iento cerca de esteros con recursos marítim
os yfluviales ha sido docum
entado para una amplia gam
a de regiones enN
orteamérica con escenarios bastante distintos (ejem
plos incluyen:Stark 1977; Scott 1985; Broyeles y W
ebb 1970; cfr. Caldwell 1958). N
osorprendería, entonces, que hubiera existido tam
bién en Long Island, enparticular, y en el sur de N
ueva Inglaterra, en general. Este conjunto deevidencias arqueológicas que proviene de Long Island sugiere que allíse alcanzó un alto grado de sedentarism
o en torno a los esteros, con elcorolario dem
ográfico que esto implica, independientem
ente de la va-riable del cultivo de m
aíz.¿Pero, qué hay de las zonas en el interior de la isla? A
unque ningúnlugar en la isla está m
uy lejos del océano Atlántico o del estrecho, el exa-
men de los sitios en el interior resulta m
ás problemático. A
llí, los recur-sos hidrológicos son com
unes y permanentes. H
ay muchos lagos pe-
queños, pantanos y estanques en esas zonas, especialmente en el área
entre las morenas glaciales que atraviesan la isla sobre un eje este-oeste.
La mesa de agua está tan alta en el valle del río Peconic y a lo largo del
litoral sur (Atlántico) que el desagüe es un problem
a común. Silver ha
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cavaciones y análisis de polen subsecuentes han brindado un fuerte sus-tento al argum
ento de Silver y, de hecho, la evidencia directa del culti-vo de m
aíz en todo el área en el tardío periodo Woodland es ahora
innegable (cfr.Benison 1997). Por otra parte, la postura de Ceci de mini-
mizar la presencia indígena en Long Island ha influido en discusiones
que pretenden negar la necesidad de resolver las interminables disputas
por tierras de los pocos nativos norteamericanos que aún viven.
Entre los sitios de la isla, la mejor evidencia de sondeos y excavacio-
nes recientes proviene de la bahía de Mt. Sinai (M
t. Sinai Inlet) en lacosta norte, que vierte sus aguas en el estrecho de Long Island. Este tra-bajo perm
ite ver que en efecto ciertos tipos de zonas ecológicas teníanla capacidad de sostener asentam
ientos permanentes y que es m
uy pro-bable que lo hayan hecho. A
quí, hablamos de un sedentarism
o basadoen una m
ás intensa explotación de los esteros (Gw
ynne 1982). Otros
sitios, como los de Englebright (G
ramil y G
wynne 1979) y Tiger Lily
(Wisniew
ski y Gw
ynne 1982), arrojan evidencias similares. En el sitio de
Mt. Sinai en particular, G
wynne pudo dem
ostrar que un importante
porcentaje del litoral del estero estaba cubierto de materia arqueológica,
a pesar de los extensos daños que habían sufrido los depósitos de con-cha en el periodo histórico debido a la extracción de cal. El asentam
ien-to en M
t. Sinai duró largo tiempo, era intensivo y extensivo y abarcó
desde el periodo Arcaico hasta el tardío periodo W
oodland (un lapso deunos 4 000 años). U
n análisis minucioso de los restos de concha reveló
evidencia de la explotación de este recurso durante las cuatro esta-ciones, lo que indica que el estero pudo haber estado habitado durantetodo el año. La evidencia de la fauna, con sus indicadores de crecim
ien-to m
ensual, apoya esta mism
a conclusión. Lightfoot (1985) ha examina-
do el tema de la diversidad de los depósitos de concha en el sur de N
ue-va Inglaterra, y considera que los casos de M
t. Sinai y Cape Cod(G
wynne 1982 y M
cManam
on 1984, respectivamente), son los m
ejores–aunque no los únicos– ejem
plos de asentamientos sedentarios ocupa-
dos durante todo el año. Si bien el análisis de Ritchie (1959) de los sitiosvecinos en W
ading River Inlet y Stony Brook fue más superficial, su
material es m
uy parecido al de Mt. Sinai. En su trabajo, Ritchie caracte-
riza el sitio como un cam
pamento nóm
ada, aunque un nuevo examen
de los materiales de fauna y de las conchas sugiere otra interpretación.
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no destruyeron los depósitos arqueológicos y dejaron al alcance de losarqueólogos depósitos en superficies erosionadas bastante visibles e in-teligibles. Si bien los sitios expuestos de este m
odo contienen más bien
materia lítica dispersa, son num
erosos, extensos y muy cercanos entre
sí. Pudieron haber fungido –además de cam
pamentos para la recolec-
ción intensiva de bellotas y la cacería de ciervos– como com
ponentesagrícolas de los asentam
ientos permanentes en los esteros, com
o Mt.
Sinai. Aquí m
ás bien hay poca evidencia de una ocupación permanente;
la mism
a conclusión a que llegaron los trabajos más extensos en la isla
Shelter.Com
o ya mencionam
os, fue en estas regiones donde algunos de losprim
eros colonos notaron los espacios abiertos que interpretaron como
praderas, aunque los pocos nativos norteamericanos que aún vivían en
la isla los recordaron como antiguos cam
pos agrícolas. En general, lossondeos y las excavaciones em
prendidos en la antigua propiedad de laRCA, en la isla M
iddle (Lightfoot, Moore y K
alin 1985) y el valle del ríoN
issequogue (Johanneman 1982) tam
bién apoyan ciertas revisiones dela m
anera en que habíamos entendido las econom
ías y la organizaciónsociocultural del interior de Long Island antes del periodo de contacto.Las investigaciones hechas en la isla Shelter (en la bahía Peconic entredos proyecciones en el sector extrem
o oriental de la isla), son las más ex-
tensas logradas hasta este mom
ento en cualquier componente de los
asentamientos del interior (Lightfoot, K
alin y Moore 1987). U
na granextensión de la Reserva N
atural Mashom
ack fue sondeada mediante la
técnica de muestreos del subsuelo conocida com
o “pruebas con pala”(Lightfoot 1986). A
unque esta técnica ha sido duramente criticada en el
contexto específico de este trabajo (Shott 1989), de cualquier manera es
el primer sondeo/excavación com
binado de su tipo que se ha realizadoen la isla. Por esta razón, y a pesar de las críticas, nos da al m
enos unavista parcial de un sitio o de un sistem
a de sitios del interior. Aunque
ninguna zona de la isla Shelter está muy alejada de la bahía Peconic,
este proyecto encontró una adaptación básica en el interior con base enla ocupación periódica de sitios claram
ente usados para la cacería y larecolección. Este patrón está lo suficientem
ente bien documentado por
estas investigaciones como para sugerir que es probable que esos sitios
fueron campam
entos que formaron parte de un sistem
a de asentamien-
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mostrado que en realidad los m
ejores perfiles se encuentran en los ris-cos m
ás elevados de esta zona, entre las morenas. Fue en esta zona que
los primeros colonos encontraron áreas que consideraron praderas,
pero que más bien fueron antiguos cam
pos de cultivo de los nativosnorteam
ericanos. En una descripción detallada de las dificultades queencontró al tratar de sondear en áreas con densos bosques y/o m
aleza–una descripción apta para buena parte de la isla– Lightfoot (1986) na-rra la perspectiva desequilibrada que los arqueólogos (y, por lo tanto,los historiadores), tienen del sistem
a de asentamientos en el interior, ya
que 80% de los sitios localizados en la isla hasta ahora están en las cos-
tas. Esto se debe totalmente a la m
enor visibilidad en la zona interiorcom
parada con la costa, y no a alguna situación de distribución real.A
demás, 90%
de los sitios en el interior han sido descubiertos por ma-
quinaria pesada que trabaja en la construcción de carreteras, en la nive-lación de terrenos o en excavaciones para los cim
ientos de casas, siste-m
as de drenaje o tuberías de agua, etcétera. Esta situación muestra
claramente que los sitios en el interior están enterrados y, por lo tanto,
difíciles de localizar mediante sondeos de la superficie.
Los sitios en todo el condado de Suffolk sugieren usos muy especia-
lizados: la extracción de piedra en la isla Shelter(Lightfoot, Kalin, Lin-
dauer y Wicks 1985), cam
pamentos de cacería en los riscos de las zonas
del interior (Johanneman y Schroeder 1978), etcétera, lo que sugiere la
existencia, a lo largo del tiempo, de un alto grado de sim
biosis de recur-sos entre distintas subregiones de la isla, con algunas indicaciones deuna jerarquía de localidades. A
lgunos sitios tierra adentro, especialmen-
te los que están cerca de lagos y estanques permanentes –com
o SunkenM
eadow y secciones de la otrora propiedad de la RCA
(Weigand m
s./a)–fueron verdaderos pueblos de tam
año sustancial. La antigua propiedadde la RCA
brindó una de las áreas más favorables para el análisis de un
sitio interior, debido a la naturaleza de su reciente uso. Tenía variaszonas que habían sido dram
áticamente alteradas por m
aquinaria pesa-da que rem
ovía el suelo para construir las bases de grandes antenas deradio
8, y caminos de acceso. Estos trabajos, a m
enudo descubrieron pero
8Incluida una que usó el mism
o Marconi para las prim
eras transmisiones radiofóni-
cas a través del océano Atlántico.
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to, el informe de Verrazzano (H
aklyut 1582) constituye el verdadero“um
bral etnográfico” para esta área en general, aun cuando es un docu-m
ento escueto. Su viaje comenzó en 1523 y quedó registrado en D
ieppeen 1524. Todo el m
undo está de acuerdo en que Verrazzano alcanzó lascostas de N
ueva York y del sur de Nueva Inglaterra, que desem
barcó yque tuvo un fugaz encuentro con nativos norteam
ericanos en el estre-cho de aquel lugar, adem
ás de una visita de quince días en algún lugarde la bahía de N
arragansett (probablemente en la isla A
quidneck en elm
oderno estado de Rhode Island). Morrison (1971, 303ff) ha publicado
la reconstrucción más convincente de la ruta seguida por Verrazzano y
de los lugares que visitó. Es preciso recordar que la apertura de la bahíade N
arragansett está a escasos 40 km por agua de la punta oriental de
Long Island y que el punto más cercano de la costa de N
ueva Inglaterraestá a sólo 18 km
de ese lugar. De hecho, en ningún punto del estrecho
desaparece de vista ni la costa sur de Nueva Inglaterra ni la costa norte
de la isla (figura 1). Lejos de constituir una barrera, este estrecho fue elpunto central de un tránsito intenso y de una com
unicación constante.D
urante su estancia de quince días en la bahía Narragansett, Verraz-
zano describió lo que él y sus hombres encontraron (H
aklyut 1582, 64-69). A
continuación resumim
os ocho puntos tomados de las observa-
ciones escritas en el inglés del siglo XVI
de Haklyut que contienen
comentarios que quizá hablen de cierta com
plejidad social y dan deta-lles sobre el uso del suelo y el patrón de asentam
ientos:
1.D
e posibles emblem
as de cargos o de status: “Alrededor del cuello
llevaba una larga cadena, adornada con diversas piedras de varioscolores […
]” (p. 65); 10
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tos más grande, una parte del cual –la de los litorales o bahías de la isla
Shelter– quizá fueran más perm
anentes y parecidos al sitio de Mt. Sinai.
Sin embargo, estos sectores de la isla Shelter no fueron investigados tan
minuciosam
ente como las zonas del interior, así que la cuestión de sim
-biosis perm
anece sin respuesta hasta la fecha. Por otra parte, esos traba-jos lograron dem
ostrar una larga historia de ocupación periódica queduró hasta el tardío periodo W
oodland. Adem
ás, existió una considera-ble densidad de ocupación durante un periodo de tiem
po en particular,lo que sugiere fuertem
ente cierta abundancia de recursos. Si bien la ocu-pación parece estar orientada en buena m
edida hacia la costa, también
refleja el uso regular y sistemático de recursos del interior, com
o son lacacería y la recolección.
En resumen, m
uchos de los proyectos citados arriba han documen-
tado relativamente bien la densidad de ocupación, especialm
ente paralas fases m
ás recientes, comúnm
ente subsumidas en la designación
“Woodland tardío”, aunque cierta com
plejidad cultural también es evi-
dente en fechas más tem
pranas. 9De hecho, esta relativa densidad de
asentamientos, especialm
ente alrededor de los esteros, empieza a surgir
como la regla y no la excepción aunque, claro está, nunca se desarrolló
ni la centralización política ni sociedades estratificadas. Sea cual fuere laverdad respecto de las características específicas de los patrones deasentam
iento y, por lo tanto, de la demografía de Long Island, es obvio
que el modelo desarrollado por Ceci, basado en fuentes que provienen
de mediados del siglo XV
II, ya no es adecuado para explicar la situaciónprecontacto en la isla.
Entonces, ¿qué es lo que explica la aparente disyuntiva entre lastem
pranas referencias históricas acerca del carácter del asentamiento de
los nativos norteamericanos en Long Island –resum
ido muy bien en la
tesis doctoral de Ceci– y la evidencia arqueológica citada en los párrafosanteriores? A
l parecer, la explicación depende de las características delperiodo postcontacto pero precolonial, com
o sugerimos arriba. En efec-
9Las áreas costeras del noreste de los Estados Unidos no fueron afectadas fuerte-
mente por el desarrollo de los avances culturales conocidos com
o “Mississipi M
edio” y“Cultos Sureños” y, por lo tanto, perm
anecieron en la tardía tradición Woodland hasta
entrar en contacto con los europeos y su subsecuente colonización.
10Adem
ás, Verrazzano menciona algunos objetos que quizá ayuden a definir el con-
texto arqueológico de las épocas postcontacto y precolonial: “Las cosas que más estim
a-ban de todo lo que les dim
os, fueron las campañas, los cristales de color azul y otros ju-
guetes, que podían colgar de sus orejas o alrededor de sus cuellos. No deseaban la tela
de seda ni el oro, mucho m
enos de otros tipos, y tampoco les interesó cosas hechas de
acero y hierro que a menudo les enseñábam
os en nuestra armadura, las cuales no les es-
timuló ninguna adm
iración, ya que al observarlas sólo preguntaban sobre el arte de sufabricación: com
o también hicieron con nuestros vasos, que al verlos de repente reían y
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Con base en las descripciones de Verrazzano no es posible cuanti-ficar m
uchos aspectos específicos de la demografía, la organización so-
cial o el patrón de asentamientos, ni postular sobre ellos. Sin em
bargo,con toda la debida precaución, podem
os generalizar sobre varios pun-tos de relevancia social respecto de la naturaleza de las econom
ías y delorden social de los nativos norteam
ericanos. Verrazzano encontró pue-blos dependientes de la agricultura que estaban organizados, con todaprobabilidad, en linajes extendidos encabezados por varones distingui-dos con em
blemas (los sachem
de los documentos posteriores). Los pue-
blos no estaban aislados ni completam
ente independientes el uno delotro, sino estuvieron organizados en sistem
as de actividades estaciona-les que, adem
ás de la agricultura, incluyeron la cacería, la recolección yla pesca.
Ciertamente, las lenguas com
unes facilitaron la comunicación a tra-
vés de dispersas zonas de la región. En la época de las expediciones yde la colonización europeas, la parte oriental de Long Island y la zonasur de N
ueva Inglaterra estaban pobladas sólo por grupos de habla al-gonkiano. Fuentes posteriores, com
o las del explorador holandésA
driaen Block (1614) y del inglés William
Rogers (1636) –resumidas por
Simm
ons (1978) y Gookin (1972)– m
encionaron el grado de influenciapolítica y económ
ica que gozó Narragasett en esta región. Conform
e losingleses y holandeses llegaron a interesarse en cuestiones del com
ercioregularizado, colonización y territorio, sus observaciones se tornaronm
ás agudas. Como resultado, y gracias a las fuentes nom
bradas arriba,sabem
os que el sachem de N
arragasett, con sus grupos subalternos y dealiados, dom
inó un área muy extensa que abarcó toda la bahía de Rho-
de Island, partes del actual estado de Connecticut, el sur del moderno
estado de Massachussets, N
antucket Island, Block Island y partes deLong Island, y que se extendió al sureste hasta M
ontauk. No se trata
de un área pequeña, aunque buena parte consiste de agua abierta; perode aguas que no representaron –en lo absoluto– una barrera al com
ercioo al control social. D
e hecho, parecía haber facilitado estos contactos. Ensu apogeo, entonces, el sachem
de Narragasett estaba centrado en el es-
trecho de Long Island y, como ya se dijo, en su punto m
ás álgido abar-có partes de la isla. U
na razón por la ascendencia de Narragasett, ade-
más de la riqueza de los recursos de su estero y sus buenas tierras
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2.D
el uso de cobre y, por lo tanto, el comercio a larga distancia: 11“En-
tre quienes vimos m
uchas placas de cobre martillado […
]” (p. 65).3.
De las concentraciones de población: “Llegaron en grandes partidas
de sus pequeños botes […]” (p. 66);
4.D
e probables unidades domésticas consistentes en fam
ilias extendi-das o linajes: “El padre vive junto con toda la fam
ilia en una solacasa en grandes núm
eros: en algunas de ellas vimos 25 o 30 perso-
nas” (p. 68);5.
De una cierta estacionalidad en los asentam
ientos asociada con losrecursos: “Trasladan las casas m
encionadas antes de un lugar a otro,según los recursos del lugar y de la estación […
]” (p. 68);6.
De las am
plias extensiones desforestadas y la ubicación de los cam-
pos agrícolas: “[…] a m
enudo nos encontrábamos en tierras a 5 o 6
leguas, que encontramos tan placenteras com
o es posible decir, muy
aptas para cualquier tipo de labranza, de maíz, de vino, y de aceite:
para eso existen praderas de 25 o 30 leguas de ancho, abiertas y sinningún im
pedimento de árboles [,] de tal fecundidad, que cualquier
semilla arrojada allí, producirá los m
ás excelentes frutos” (p. 67);7.
Menciones claras de la agricultura: “Se alim
entan como los otros ya
mencionados, de pulse, que crece en ese país con m
ejor orden de la-branza que en los dem
ás” (p. 68); y,8.
De la agricultura orientada al calendario lunar y estelar: “O
bservanen sus siem
bras el curso de la luna y la salida de ciertas estrellas[…
]” (p. 68).
nos los devolvieron” (pp. 65-66). Morrison (1971) sugiere que los “cristales de color azul”
fueron en realidad cristales de Venecia.11U
na presuposición común entre los arqueólogos es que el cobre utilizado en N
ue-va Inglaterra y N
ueva York provenía del intercambio o trueque con el área de los G
ran-des Lagos, especialm
ente de la península baja del actual estado de Michigan, a través de
las sociedades del “Mississipi M
edio” en el medio oeste. Si bien es probable que esta pre-
suposición sea cierta hasta algún punto, no ha sido comprobada por técnicas analíticas
avanzadas, tales como la activación de neutronas (cfr. Veakis 1979). H
ay otras fuentes decobre en el este del m
oderno estado de Tennessee y –tal vez más relevante para el área
discutida aquí– la región Cape d’Orde N
ueva Escocia. Estos últimos depósitos fueron de
fácil acceso y su cobre se utilizaba entre los indios micm
ac para hacer ornamentos en el
mom
ento del primer contacto europeo (M
cGee 1974).
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4.Los pueblos agrícolas fueron bastante num
erosos y de un tamaño
considerable, además de estar integrados en relaciones sim
bióticas,con base en el intercam
bio de bienes locales que incluían –quizá dem
anera preferencial– alimentos;
5.Las relaciones de intercam
bio a larga distancia fueron importantes
para obtener recursos básicos, como la argilita y los m
arcadores destatus. Se extendieron al noreste de los Estados U
nidos y a partes deCanadá tan alejadas com
o Cot d’Or;
6.Long Island fue parte íntegra del sistem
a sociocultural del sur deN
ueva Inglaterra y no puede ser vista como un lugar aislado o m
uydistinto al área circundante, ya que los contactos fueron frecuentes,sistem
áticos e importantes en térm
inos sociales y culturales a lo lar-go de la región;
7.El balance del poder entre m
uchos de los sachem en el sur de N
uevaInglaterra fue socavado por la am
plia presencia de europeos en lazona, reflejada especialm
ente en la tardía (postcontacto) expansiónde N
arragasett hacia el oeste (y la eliminación de los indios poquet
y mohicanes en el actual estado de Connecticut). Esta expansión al
oeste señala la desintegración del original y más am
plio sistema in-
dígena, así como el inicio de una respuesta que operaba cada vez
más en el contexto del incipiente dom
inio europeo colonial, caracte-rizado en buena m
edida por el florecimiento de las fábricas de
wam
pum y el com
ercio;8.
Es probable que la influencia de Narragasett y su expansión hacia el
este (Block Island, Nantucket Island, la parte sur del actual estado
de Massachussets, el área de la bahía de los Buitres –Buzzards Bay–
y partes del oriente de Long Island, incluida Montauk), refleje en
gran medida la situación precontacto, aunque es posible tam
biénque el sistem
a se desarrolló originalmente a partir de alianzas entre
diferentes sachem y no tanto de iniciativas abiertam
ente militares; 12
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agrícolas, quizá haya sido su control de los únicos salientes de argilita(Strauss 1989). Si bien esa roca de color verde grisáceo no fue de la m
ejorcalidad, era suficientem
ente valiosa para ser comerciada a lo largo de
una región muy extensa que incluía Long Island. A
demás, los habitan-
tes de Narragasett pudieron haber sido interm
ediarios en el comercio
de cobre crudo en el estrecho de Long Island y probablemente en el de
artefactos de cobre elaborados con metal de los yacim
ientos canadien-ses en Cot d’O
r.En el tem
prano periodo colonial, las guerras entre grupos de nativosnorteam
ericanos siguieron. Los europeos solían apoyar primero a un
bando y luego al otro. En fecha tan tarde como 1643, y en el contexto
general del continuo y cada vez más rápido colapso social y cultural
debido, en buena medida a las enferm
edades, la población indígena deN
arragasett siguió creciendo y eliminó, prim
ero, los indios pequot yluego los m
ohicanos en el oeste del actual estado de Connecticut. Su or-ganización se derrum
bó durante las secuelas de la guerra del rey Felipe,guerra que fue la últim
a expresión de la independencia de los nativosnorteam
ericanos en la región. Incluso, manifestó algunas características
de un movim
iento de revitalización. En 1676, la ejecución de su último
sachem, Canonchet, a m
anos de los colonos marcó el fin absoluto.
¿Hasta qué punto se debió la expansión de N
arragasett al desequili-brio introducido por el contacto inicial con los europeos, a partir de lavisita de Verrazzano? o ¿hasta qué punto fue una sim
ple continuaciónde dinám
icas políticas y económicas iniciadas antes de ese contacto? Es-
tas interrogantes aún son materia de debate entre los arqueólogos e his-
toriadores. Sea cual fuere el desenlace, podemos afirm
ar varios hechosim
portantes:
1.El estrecho de Long Island nunca fue una barrera geológica en elcontacto entre la isla y la región de N
ueva Inglaterra, sino que facili-tó el contacto a lo largo de una am
plia región;2.
Los sistemas políticos y económ
icos en el área no fueron ni difusosni concentrados sólo en el nivel del pueblo;
3.Se ejercía el control político a través de la institución del sachem
,quien, al m
enos en épocas posteriores, accedía al cargo por herenciay dom
inaba territorialmente a sachem
menores;
12Es interesante notar que las epidemias de 1617-1619 no tuvieron efectos tan serios
entre los nativos de Narragasett com
o entre sus vecinos. Si estos indígenas habían sidoel punto de entrada para la epidem
ia en el periodo de Verrazzano, postulado en esteartículo, entonces quizá tuvieron una generación m
ás que ellos para desarrollar cierta in-m
unidad.
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informe fechado a m
ediados del siglo XVII
no puede representar unum
bral etnográfico adecuado, y es necesario reconsiderar este umbral a
la luz del periodo intermedio. U
n umbral etnográfico tardío de este tipo
–no importa qué tan bien docum
entado esté– nunca debe emplearse
como un “determ
inante” en la evaluación de configuraciones sociocul-turales anteriores, especialm
ente si la evidencia arqueológica no con-cuerda. Ciertam
ente, la analogía es una herramienta im
portante en dis-cusiones históricas de este tipo, y ya hem
os mencionado las situaciones
en el occidente de México (W
eigand 1993), en el sureste norteamericano
(Swanton 1985), y en el suroeste de los Estados U
nidos (Upham
1986). Eneste m
omento las palabras de U
pham son particularm
ente pertinentes:
Primero, y m
ás importante, es la noción am
pliamente acogida entre los an-
tropólogos del suroeste de que las poblaciones [de esta zona] fueron extre-m
adamente pequeñas durante los periodos protohistórico y tem
prano con-tacto […
] Segundo, el tamaño de las poblaciones nativas del suroeste está
relacionado directamente con los tipos de interpretación de los sistem
as so-ciopolíticos y económ
icos que se generan […] M
uchas de estas interpreta-ciones han sido extrapoladas al periodo prehistórico sin consideración al-guna de los posibles efectos del contacto con los españoles y la reducciónde la población (p. 126).
Respecto de Long Island, no se trata de una situación en que Ceci(1977, 1990) está en lo correcto y el registro arqueológico está m
al, niviceversa. Ceci describe y analiza exacta e incisivam
ente la etnografíaque surgió en el periodo posterior a 1640, justo com
o los arqueólogos es-tán em
pezando a describir y analizar un escenario demográfico y socio-
económico distinto, que se refiere al periodo precontacto. En cuanto a
sus respectivos periodos, ambas descripciones son correctas. A
l parecer,el contraste entre las dos tiene que ver de alguna m
anera con los proce-sos sugeridos por el concepto de M
cNeill de la “G
ran Frontera”; esta“frontera”, que estuvo presente de alguna m
anera en todos los contac-tos entre los europeos y las poblaciones del N
uevo Mundo, y que con-
sistió en una compleja m
ezcla de factores biológicos y culturales. LongIsland no fue la excepción.
Traducción de Paul C. Kersey Johnson
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l parecer, no fue ningún accidente el hecho de que Verrazzanohaya escogido a la bahía de N
arragasett para su estancia de quincedías, ya que es casi seguro que el sachem
allí era el más destacado
en la región en ese mom
ento; y,10.
Lo descrito en varios de los incisos anteriores representa los resi-duos sociales que quedaron después de la visita de Verrazzano. To-davía es m
uy posible que la situación sociocultural de la épocaprecontacto fuera m
ás compleja –y ciertam
ente diferente– especial-m
ente en Long Island con su menor dependencia en el uso de la
fuerza y una mayor dependencia en las alianzas y su construcción,
que, por su propia naturaleza, incluían el intercambio regularizado
de indicadores de status.
CO
NCLU
SION
ES
Está claro que las sociedades alrededor de Long Island no estaban ver-daderam
ente estratificadas y distaban mucho de m
ostrar la organiza-ción de incipientes estados. En la term
inología de la literatura evolucio-nista, parecen haber sido del tipo “jefatura tem
prana con rangos”. Un
evento como el contacto con Verrazzano las habría afectado a todas,
independientemente del lado de la isla en que vivían, m
ientras que laintensa visita directa de quince días de Verrazzano a los N
arragasett ha-bría bastado para introducir las enferm
edades europeas. Adem
ás, esevidente que en el periodo precontacto las poblaciones del sur de N
ue-va Inglaterra y Long Island estuvieron lo bastante grandes y concen-tradas –fuesen, o no, sedentarias– para proveer la m
asa crítica necesariapara sostener una epidem
ia, como nos m
uestra también la situación
colonial de 1617-1619.Sea o no correcta esta hipótesis acerca de una epidem
ia en LongIsland en el periodo postcontacto/precolonial, la creciente discrepanciaentre el em
ergente perfil arqueológico y las descripciones provenientesde la prim
era mitad del siglo XV
IIrequiere una explicación. El factor ex-plicativo m
ás lógico es el de una epidemia. Entre el contacto con Verraz-
zano y la aparición de los primeros docum
entos con contenido etnohis-tórico transcurrió todo un siglo. Por esto, en el caso de Long Island, un
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