relaciÓn entre ruido, salud, aprendizaje y lenguaje

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Autor: Néstor Pardo, Fonoaudiólogo

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RELACIÓN ENTRE RUIDO, SALUD, APRENDIZAJE Y LENGUAJE

Por: Néstor Antonio Pardo Rodríguez* INTRODUCCIÓN

Arthur Schopenhauer (1788-1860) expresaba que "la inteligencia es una facultad humana inversamente proporcional a la capacidad para soportar el ruido".

Hoy en día la OMS afirma que el ruido es el "riesgo laboral" de mayor prevalencia en el mundo y un verdadero problema de salud pública. Los daños producidos por el ruido pueden traducirse en distintas clases de respuestas reflejas que, si se mantienen generan en el sujeto patrones de inadaptación psicofisiológica con repercusiones neurosensoriales, endocrinas, vasculares y digestivas. También son causa de trastornos del equilibrio, sensación de malestar y fatiga psicofisiológica que puede alterar los niveles de rendimiento. Muchos niños y jóvenes de hoy están comenzando a sufrir trastornos auditivos. Esto se ve reflejado en la necesidad que tienen de subir el volumen al televisor, hablar en voz más alta de lo normal y solicitar a menudo que les repitan las instrucciones. Por otra parte, los niños que duermen en ambientes ruidosos pueden estar excesivamente cansados para rendir en el colegio al día siguiente y serán incapaces de realizar adecuadamente sus tareas cotidianas. Si la situación se prolonga, el equilibrio físico y psicológico se ven seriamente afectados. En ciertos casos las consecuencias serán duraderas, por ejemplo, los niños sometidos a altos niveles de ruido durante su edad escolar no sólo aprenden a leer con mayor dificultad sino que también tienden a alcanzar grados inferiores de dominio de la lectura. Uno de los papeles más importantes que debe jugar el Fonoaudiólogo en la actualidad es la prevención, por lo cual en el presente artículo trataremos sobre las consecuencias que trae el ruido para nuestra salud en general, el aprendizaje y el lenguaje. I. EL RUIDO Y SUS EFECTOS Cuando estamos expuestos al ruido durante nuestros períodos de sueño no descansamos como sería deseable -no llegamos a conciliar un sueño profundo- y nuestro organismo no puede realizar de forma efectiva las tareas de

* Terapeuta del Lenguaje / Fonoaudiólogo, titulado por la Universidad Nacional de Colombia. 27 años de

experiencia en los campos de Educación (regular, especial e inclusiva), Salud (prevención y rehabilitación),

Promoción Comunitaria y Cooperación Internacional: 15 años en Colombia, en instituciones

gubernamentales y privadas de nivel nacional, departamental y municipal y 12 años de experiencia

internacional en Bolivia, Nicaragua y Perú.

Ha sido Secretario de Educación Municipal, Asesor de Concejo Municipal en el tema de Educación, Creador

de Programas de Educación Especial, Promotor de ONGs relacionadas con la temática de la Educación y

Terapeuta del Lenguaje (sectores Público y Privado) en Colombia. Cooperante de la ONG de Cooperación

Internacional Británica CIIR / Progressio en Nicaragua y del Servicio Internacional Británico en Bolivia,

Docente Universitario y Conferencista. Actualmente Maestrante de Educación Superior en la Universidad San

Francisco Xavier de Chuquisaca y de Gerencia Social en la Pontificia Universidad Católica del Perú.

Actualmente Coordinador del Programa de Optimización Comunicativa para Niños y Niñas menores de 6

años en el Municipio de Cobija (Amazonía Boliviana)

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autorrecuperación, de ahí que al día siguiente "no nos encontremos bien" sin saber por qué. Por regla general una persona adulta requiere de siete a nueve horas diarias de descanso nocturno y los niños un poco más. Sin embargo, los escolares comúnmente se quedan levantados hasta las 10:30 de la noche o más, viendo la televisión, y muchos de ellos han de levantarse a las 5 ó 6 de la mañana para ir a la escuela o colegio. Se ha demostrado que la falta de sueño puede causar incremento en la latencia para responder a estímulos, disminución de la coordinación motora para la marcha o actividades dígito - manuales, desubicación temporo - espacial momentánea, mayor índice de fatigabilidad ante tareas intelectuales, irritabilidad, somnolencia y lapsos involuntarios de sueño diurno; es decir, periodos de uno a diez segundos de duración en los cuales el individuo se queda dormido con los ojos abiertos. ¿Serán éstas las mejores condiciones para asistir a clase? Un informe internacional publicado en el 2001 por el Instituto Nacional de Salud Pública de Dinamarca con el título "Efectos del ruido en la salud de los niños e impresiones de los riesgos del ruido" y en el que participaron expertos daneses, holandeses, suecos y portugueses pone de manifiesto que en los niños el ruido produce estrés y afecta negativamente a su capacidad de concentración además de entorpecer su aprendizaje. Algunos efectos del ruido sobre la salud en general son: - Constricción de vasos sanguíneos. - Alta presión sanguínea. - Contracción muscular. - Ansiedad y estrés. - Problemas de sueño. - Zumbido en los oídos. - Pérdida Auditiva Progresiva Por otro lado, los estudios demuestran que los docentes están afectados excesivamente respecto a otras profesiones por disfonías y otras alteraciones de la voz, debido a estas malas condiciones acústicas, superando hasta el 25% del total de los casos clínicos de voz (Titze et al, 1997; Rammage, 2004, 2006), caracterizados por problemas crónicos como la tensión muscular, ronquera y nódulos vocales. II. RUIDO Y APRENDIZAJE

El dominio de la expresión y comprensión de mensajes por medio de las modalidades oral y escrita constituye el eje central de todo aprendizaje escolar y aún más allá, un elemento esencial del ejercicio de la ciudadanía. El desarrollo de competencias lingüísticas es un factor determinante en la elaboración de procesos de comunicación y conceptualización. Este hecho literalmente debe ser el objeto de una atención particular por parte de los padres, así como de profesionales y educadores, interesados en la educación de los niños.

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En efecto, toda dificultad persistente presentada por un estudiante en su expresión y comprensión lingüística es susceptible de generar consecuencias perjudiciales para su desarrollo personal, escolar y social. Esta es la razón por la cual, desde el preescolar o inicial, la manifestación de dificultades requiere la vigilancia y el ajuste de la acción pedagógica. Durante una conferencia de prensa en Parliament Hill, la Asociación Canadiense de Patólogos y Audiólogos de Habla y del Lenguaje (CASLPA) alertó a los padres de que un ruidoso salón de clase puede afectar a la capacidad de un niño para aprender. Un estudio publicado recientemente encontró que había muchas aulas con mala calidad acústica y que los niños a menudo trabajan en éstas con niveles de ruido superior a lo permitido y lo conveniente (Rubin, Flagg-Williams Russell y Aquino, 2007). Los resultados de un estudio canadiense de la Red de Investigación sobre la Alfabetización muestran que una de cada seis palabras no es comprendida por el estudiante promedio debido a un exceso de ruido de fondo y la mala acústica en las aulas de Canadá. Más información en: http://www.caslpa.ca

Es necesario saber que los niños pequeños, que aún no comprenden bien los mensajes lingüísticos, son extremadamente sensibles a la manera en que estos mensajes son expresados. Así pues, la entonación y la inflexión de la voz se vuelven muy importantes. La misma información puede ser "traducida" por el niño en formas muy distintas de acuerdo a cómo fue dicha. "Dame eso", puede ser dicho de muchas maneras; algunas invitan a que el niño obedezca alegremente, y otras, en cambio, pueden provocar un rechazo total. El ambiente sonoro tiene mucha influencia sobre la capacidad de escuchar, porque el niño "se entrena" a escuchar los sonidos que percibe o sea a enfocar su atención sobre lo que desea. Si el medio sonoro es demasiado fuerte, el niño se ve obligado a protegerse y deja de escuchar. El efecto negativo de los sonidos fuertes es independiente de la calidad del receptor. Muchos niños de nuestra actual era presentan limitaciones en sus capacidades para aprehender la información auditiva, debido a la interferencia del ruido en los hogares, las guarderías, los centros de estimulación y colegios. Más allá de los obvios problemas asociados con la pérdida auditiva, están aquellos que involucran el procesamiento de la señal del habla (abstracción u organización de la información). Parece que tales niños adquieren el lenguaje más lentamente y por lo general experimentan también dificultades al aprender a leer (deHirsch, 1961; Menyuk, 1976). En la mayoría de salones de clase de América Latina, la clasificación de la inteligibilidad de la voz es del 75% o menos inclusive. Esto quiere decir que los estudiantes con capacidad auditiva normal sólo entienden el 75% de las palabras escuchadas y leídas. Es decir, una de cada 4 palabras que emite el profesor, 1 no se capta, ni se entiende. Está es la realidad que enfrentan los estudiantes de un alto porcentaje de colegios, escuelas y universidades en todo el país. Cuando un profesor habla en una clase normal, existe un alto porcentaje de consonantes que se entienden incorrectamente. Esto se conoce como el Porcentaje

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de Pérdida de Articulación de Consonantes (%AC). Un Porcentaje de Pérdida de Articulación de Consonantes (%AC) del 10% se considera razonable para iglesias, y aeropuertos para poner un ejemplo; sin embargo para un Salón de Clase el %AC ideal es del 5% para que los estudiantes puedan escuchar, entender y aprender la información que les está siendo suministrada. De 100 consonantes escuchadas por un alumno idealmente debería entender mínimo el 95% para tener un %AC del 5%. La realidad es que el %AC es del 26% en escuelas y centros de estimulación o guarderías. De 100 consonantes escuchadas, 26 no son entendidas. Esto también puede ser aplicable al ambiente acústico en el hogar o la guardería donde el niño aprende sus primeras palabras. Observamos que los salones que dan a la calle tienen un factor dispersante importante y los niños presentan una mayor inquietud, incidiendo directamente en el área educativa, ya que se altera la comunicación, sobre todo con los ruidos de impacto, tales como bocinas, caños de escape libres, propaganda callejera, etc. Los estudiantes también elevan el volumen de su voz, los maestros deben repetir reiteradas veces su mensaje, con el consiguiente esfuerzo vocal y pérdida de tiempo. Otro informe indica que los maestros en las escuelas ruidosas también tienen más dificultades para motivar a los niños en sus tareas escolares. Los niños a menudo tienen menos tolerancia de la frustración. Evans y Maxwell (1997) identificaron un vínculo entre la exposición al ruido crónico y de la lectura. Los niños en una escuela ruidosa presentaban destrezas más pobres de lectura que los niños y niñas en una escuela tranquila. Un estudio en un entorno residencial encontró que niños y niñas de 12 meses de edad nacidos en hogares ruidosos exhibían menos dominio en la conducta orientada a jugar con sus juguetes que sus homólogos en los hogares más silenciosos. III. AUDICIÓN Y HABLA

Uno de los elementos indispensables para los procesos normales de la audición y el habla es el sonido. Este, en sí es una onda mecánica longitudinal que se propaga a través del aire. Entre sus características específicas se encuentran la frecuencia y la intensidad, que son objeto de estudio de la acústica, una rama de la física (Cromer, 1978; Miller, 1979). El oído humano en situaciones normales puede captar sonidos de una frecuencia entre 16 y 20.000 ciclos por segundo (vibraciones dobles por segundo o hertz), aunque es más sensible a las diferencias entre un tono y otro cuando se hallan 50 dB (decibeles) por encima del umbral de audición y en gama de los 500 a los 4.000 ciclos por segundo (zona de la discriminación auditiva del habla). Entre mayor sea el número de hertz (Hz) de la onda sonora, más agudo será el sonido según la sensación subjetiva del individuo, y mayor será la frecuencia. Es de anotar que los sonidos del habla, al igual que todos los que se producen en la naturaleza no son tonos puros, sino complejas mezclas que se congregan en un espectro, por lo cual el oído debe ser capaz no sólo de captarlos, sino de analizarlos y enviarlos al cerebro para que éste identifique los mensajes que portan.

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Para Cromer (1978), Di Nicola (1979) y otros, siguiendo un proceso evolutivo, los órganos del hombre destinados primariamente a la respiración y a la alimentación han desarrollado la función adicional de proferir una rica sucesión de sonidos, cuyo uso es aprendido desde la más temprana infancia y se utilizan simbólicamente con otras personas que tienen la misma lengua y están en capacidad de percibirlos y comprenderlos. Por esto, al habla se la conoce algunas veces como “función superpuesta”. Así, la producción de la expresión oral, en su fase mecánica, se divide en dos etapas: la emisión de un sonido audible cuando las cuerdas vocales vibran, produciendo una frecuencia fundamental (F0 = 125 - 250 Hz); y la constitución de un fonema concreto por medio de modificaciones adaptativas del aparato articulador, el cual tiene algunas estructuras que pueden cambiar de posición. Según la concepción de Bloomfield (1933), los fonemas de una lengua no son sonidos, sino conjuntos de rasgos sonoros que los interlocutores se hallan adiestrados en producir y reconocer dentro de la corriente sonora del habla. Esto ha sido comprobado por diferentes autores, entre ellos Bailey (1983), para quien los diferentes fonemas se distinguen acústicamente por la envoltura del espectro, y particularmente por la frecuencia de los picos espectrales. Estos surgen de las resonancias del tracto vocal y se denominan formantes, identificados por medio de un número (f1, f2, f3, f4, etc.), siendo el primer formante el de más baja frecuencia. Es decir, que el conjunto de formantes (rasgos sonoros) conforma un espectro cuyo corpus o envoltura es en sí lo que constituye el fonema. Buena parte del problema del uso de la discriminación auditiva para aprender a leer es una cuestión de desarrollo cognoscitivo. El ser humano debe desarrollar el concepto de fonema como unidad del sonido oral y el oído es capaz, entonces, de captarlo y discriminarlo según este aspecto, su duración y el intervalo temporal entre la aparición de éste y otro fonema contrastante. IV. PÉRDIDA AUDITIVA Y HABLA Según la colega Analida Pitty de Arango (comunicación personal), Audióloga de la Clínica Crespo, S.A. en los Consultorios Médicos Paitilla y Fundadora del Programa de Detección Temprana de las Pérdidas Auditivas en el Centro de Atención para el Desarrollo Infantil del Centro de Especialidades Médicas en San Fernando., de Panamá: “Las consecuencias de un impedimento auditivo pueden ser muchas y dependerán del grado y tipo de la pérdida, de la edad en que se inicie el tratamiento adecuado y de los

métodos de reeducaciòn, los cuales deberán ser constantes a través de los años de desarrollo del niño y exigirán un trabajo en conjunto de los padres, médicos,

terapeutas, maestros y de todas las personas que pertenecen al ambiente que rodea al niño. Estas consecuencias pueden abarcar desde leves hasta severos

compromisos tales como:

Retraso en la aparición y/o adquisición pobre del habla y del lenguaje. Retraso en el desarrollo del pensamiento-lenguaje.

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Trastornos fonológicos y de pronunciación de los sonidos del habla. Irregularidades en las características de la voz.

Dificultades de atención- concentración secundarias. Dificultades del aprendizaje escolar.

Dificultades en las adquisiciones de los aprendizajes superiores. Dificultades en la adaptación psicológica y social.”

Los niños con pérdidas auditivas, sean permanentes o intermitentes por un largo tiempo, no se benefician suficientemente de la estimulación normal del lenguaje para mantenerse dentro de los parámetros temporales normales para la adquisición de éste. Diversos investigadores han reportado que el aprendizaje se retrasa en niños con estas patologías (Eisen, 1962; Holm y Kunze, 1969; Kaplan, Fleshman y Bender, 1973; Katz y Ullmer, 1972; Needleman, 1977). Esto podría explicarse teniendo en cuenta los estudios de Werker (1982), Werker, Gilbert, Humphrey y Tees (1981); Werker y Tees (1984) los cuales han demostrado que durante la segunda parte del primer año, los infantes pueden gradualmente perder capacidad para distinguir contrastes sonoros no usados en su idioma nativo. Imaginemos que en ese primer año el bebé ha presentado episodios de otitis media. Obviamente escuchará el habla de manera distorsionada y se conformarán engramas auditivo - articulatorios igualmente distorsionados. Una vez tratada farmacológicamente y curada la otitis, le será muy difícil al niño reestructurar esos engramas, según los parámetros dados por el medio lingüístico circundante y se registrará posiblemente un retraso en el desarrollo del lenguaje. Ya sabemos cómo repercutiría tentativamente esto en la adquisición de la lecto - escritura. De otro lado, la presencia de un agente extraño dentro del oído medio podría ampliar la latencia entre la producción del sonido por la fuente sonora y la recepción del mismo en el oído interno, lo cual desequilibraría la asociación visuo - auditiva de la corriente del habla y la percepción rítmica, que afectaría con seguridad el aprendizaje del habla en una forma adecuada. De otro lado, Stark (1988) estudió el desarrollo fonológico de 45 bebés, con edades entre los 2 y los 18 meses, aparentemente normales de acuerdo con los reportes del nacimiento y antecedentes pediátricos. Ella examinó a 30 de éstos cuando estaban en segundo grado y concluyó que las subsecuentes dificultades en la lectura podrían predecirse sobre la base de la identificación temprana de un retraso en el desarrollo fonológico. BIBLIOGRAFÍA BERGLUND, B. y otros. (1995). "Community Noise. Document prepared for the World Health Organization". Archives of the Center for Sensory Research, Stocholm University and Karolinska Institute Volume 2, Issue 1.

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