reforma inacabada

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“LA TIERRA BALDÍA” JAIME SEPTIÉN Reforma inacabada O ctavio Paz, en El arco y la lira, comenta una anécdota sencillamente maravillosa: En el libro XIII de los Anales, Tzu-Lu pregunta a Confucio: “Si el Duque de Wei te llamase para administrar su país, ¿cuál sería tu primera medida? El Maestro dijo: La reforma del lenguaje.” Extraña respuesta para políticos mexicanos. Ellos –por exceso o por defecto— sostienen que el lenguaje nada tiene que ver (o muy poco) con la realidad. Mucho menos con la verdad. La reforma del lenguaje sería, en todo caso, un adorno. Pero no es así. La idea de fondo es doble: desvirtuar el lenguaje para hacerlo un arma política o ideológica, desvirtúa de forma directa la convivencia humana y, por lo tanto, al hombre mismo. Además, desvirtuar el lenguaje (separándolo de la adecuación entre el pensamiento y la realidad) lo convierte más que en el modo privilegiado de entendimiento, en el modo de operación del poder. La verdadera revolución sería la revolución del lenguaje: que las palabras significaran lo que son y no se escondieran en su referencia a la verdad. Lo que se suele decir: “llamar al pan, pan; y al vino, vino”. El lenguaje humano, lo propio, lo que le pertenece a él, es dar a conocer la realidad mediante palabras. Cuando hay desajuste entre lo que se dice y aquello que se hace, sobreviene el engaño, el ninguneo (hacer del otro “ninguno”). La política y la democracia mexicanas se han convertido en el arte del eufemismo. Si una reforma se necesita es, ya, ahora, la reforma del lenguaje. 45

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La reforma del lenguaje

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Page 1: Reforma inacabada

“LA TIERRA BALDÍA”

JAIME SEPTIÉN

“LA TIERRA BALDÍA”

Reforma inacabada

Octavio Paz, en El arco y la lira, comenta una anécdota sencillamente

maravillosa: En el libro XIII de los Anales, Tzu-Lu pregunta a Confucio: “Si el Duque de Wei te llamase para administrar su país, ¿cuál sería tu primera medida? El Maestro dijo: La reforma del lenguaje.” Extraña respuesta para políticos mexicanos. Ellos –por exceso o por defecto—sostienen que el lenguaje nada tiene que ver (o muy poco) con la realidad. Mucho menos con la verdad. La reforma del lenguaje sería, en todo caso, un adorno. Pero no es así. La idea de fondo es doble: desvirtuar el lenguaje para hacerlo un arma política o ideológica, desvirtúa de forma directa la convivencia humana y, por lo tanto, al hombre mismo. Además, desvirtuar el lenguaje (separándolo de la adecuación entre el pensamiento y la realidad) lo convierte más que en el modo privilegiado de entendimiento, en el modo de operación del poder. La verdadera revolución sería la revolución del lenguaje: que las palabras signi� caran lo que son y no se escondieran en su referencia a la verdad. Lo que se suele decir: “llamar al pan, pan; y al vino, vino”.El lenguaje humano, lo propio, lo que le pertenece a él, es dar a conocer la realidad mediante palabras. Cuando hay desajuste entre lo que se dice y aquello que se hace, sobreviene el engaño, el ninguneo (hacer del otro “ninguno”). La política y la democracia mexicanas se han convertido en el arte del eufemismo. Si una reforma se necesita es, ya, ahora, la reforma del lenguaje.

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034-44_45_CULTURA_alta 45 4/15/2013 12:07:19 PM