REFLEXIONES SOBRE EL SENTIDO ESPIRITUAL

Dios se nos hace presente, nos habla y actúa a través de la vida de los santos, testigos y seguidores suyos.

Y también sigue haciéndose presente, hablándonos y actuando a través de ellos después de su muerte terrenal.

Las reliquias son frágiles signos que nos conectan con Dios.

Las reliquias de un santo son vestigios de una vida que se consumió amando a Dios con toda el alma y al prójimo como a sí mismo.

La Iglesia afirma su fe en Jesucristo Resucitado, verdadero Dios y verdadero Hombre. En Él, la historia de cada persona adquiere una cualidad nueva: la de la eternidad.

Vivir eternamente es vivir en y para el Amor que es Dios mismo en persona: “El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo le resucitaré el último día. Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí, y yo en él” (Juan 6, 54-56).

Los mártires han sido los primeros testigos de la excelencia del amor de Cristo frente a cualquier otra cosa, inclusive respecto al bien que es la propia vida. Más valía sacrificar la propia vida que desentenderse o traicionar la propia adhesión de fe a la Persona y al modo de vida de Jesucristo.

Por eso que los restos mortales de los mártires son cuidados con veneración, porque habían sido testigos de una fe y adhesión inquebrantable a Jesucristo que supo enfrentar y vencer a la misma muerte.

Los santos, haciéndose imitadores de Jesucristo, han hecho de su paso histórico por la vida, una renovada escena del paso del Señor. Los restos mortales de los santos son “reliquias”, es decir, restos que señalan con claridad el éxito de un vida de fidelidad a Jesucristo, a su Evangelio y a la Iglesia.

Es que, bautizados, sus cuerpos habían recibido a Jesús Resucitado en la eucaristía, y habían tenido una presencia y experiencia especial de Él.

Y así, todo lo que entra en contacto con ellos, principalmente sus vestidos y objetos de su uso.

La veneración a los santos, en este caso de San Juan Bosco, y de sus despojos mortales, no es un culto a un cadáver, no nos distraen de Dios, sino que más bien nos acercan a Jesús, del cual el santo estaba repleto.

Como narran los Hechos de los Apóstoles de Pablo durante su estadía en Éfeso que los pañuelos y vestidos “que habían tocado el cuerpo de Pablo”, curaban a los enfermos y liberaban a los endemoniados por voluntad de Dios. (Hch. 19, 12).

Las reliquias de los santos son signos del seguimiento incondicional al Señor Jesús que los santos realizaron durante su vida. El Señor transfigurará el cuerpo mortal de los santos, y nosotros esperamos compartir el mismo destino, transformados en un cuerpo glorioso semejante al Suyo.

Y por las reliquias nos remontamos a la persona de Don Bosco, y a través de esta memoria, a su testimonio, a sus palabras, a su oración e intercesión.

Esta memoria viva nos pone en relación con el Señor a Quien Don Bosco siguió con amor exclusivo y radical; término de todos nuestros desvelos y afanes de felicidad, de consuelo, prosperidad y dicha.

La reliquia de Don Bosco nos recuerda y enseña que si él pudo llevar una vida acorde con la Voluntad de Dios e inspirado por su Espíritu supo decir que sí, ¿por qué no vamos a poder hacerlo nosotros, que somos seres mortales, caducos y peregrinos igual que él?.

El Perú te espera con el corazón en la mano!!!