reflexionando castoriadis

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    JOAS, HONNETH Y HABERMASFRENTE AL PROYECTO DE AUTONOMA

    Javier L. Cristiano1

    Universidad Nacional de Crdoba, Argentina

    El objetivo que me propongo en este trabajo busca una modesta utilidad: presentar y

    sopesar las crticas que el proyecto de autonoma recibi de voces largamente

    autorizadas de la filosofa y la teora social crtica alemana. Digo presentar y sopesar

    porque mi intencin es estimar y calibrar cada una de esas crticas, en base a la

    respuesta explcita de Castoriadis, cuando existe, y de lo contrario en base a lo que

    podra decirse desde su propuesta terica en trminos amplios y generales, a modo no

    de respuesta, sino de inicio o segundo paso de la discusin. Va de suyo que siendo ladimensin prctico normativa de Castoriadis un elemento indisociable de su

    pensamiento conjunto, se trata de hablar no slo del proyecto de autonoma sino

    tambin de su teora social sustantiva. Y vale lo mismo para los otros tres autores, que

    formulan sus objeciones desde el locus de sus propios empeos conceptuales. No se

    trata ms en definitiva que de presentar una discusin, abrindose camino en medio de

    textos cuyo intertexto y cuyo contexto, precisamente por ese anclaje filosfico, resulta

    fcil de perder de vista. Habida cuenta del inters inmediatamente prctico y poltico del

    asunto, se sobreentiende que no se trata de una discusin ni exclusiva ni centralmente

    terica, y que envuelve las exigencias y desafos ms inmediatos de la actual agenda

    poltica.

    I

    Voy a pasar por alto una descripcin detallada de lo que Castoriadis entiende por

    proyecto de autonoma2. Puede el lector no familiarizado acudir a textos muy

    conocidos, entre los que destaco el de Nicholas Poirier3, y mejor an los propios

    trabajos de Castoriadis, que ofrecen en un nmero manejable de pginas una

    presentacin coherente y sistemtica4. Ir al grano con las objeciones alemanas,

    empezando por las que posiblemente sean menos conocidas, las de Hans Joas.El lugar desde el que habla Joas es un tanto curioso desde el punto de vista

    filosfico, pero al mismo tiempo no muy extrao en trminos polticos. Filosficamente

    su proyecto consiste en una recuperacin del primer pragmatismo, especialmente el de

    1 Consejo Nacional de Investigaciones Cientficas y Tecnolgicas (CONICET), Argentina; Centro de

    Estudios Avanzados U.E. CONICET (Universidad Nacional de Crdoba, Argentina).

    [email protected] Una definicin breve para ubicarse en la temtica se encuentra en el sitio web www.magma-net.com.ar,

    que incluye un glosario terminolgico de Castoriadis preparado por Y. Franco.3 Poirier, N. (2004). Castoriadis: el imaginario radical, Buenos Aires, Nueva Visin. Especialmente loscaptulos tercero y cuarto.4

    Castoriadis, C. (1983). La institucin imaginaria de la sociedad, Vol 1: Marxismo y teorarevolucionaria, Barcelona, Tusquets: Captulo II. Vase tambin Castoriadis, C. (1999a). Hecho y por

    hacer, enHecho y por hacer. Pensar la imaginacin, Buenos Aires, Eudeba. Pp. 72 99.

    1

    mailto:[email protected]://www.magma-net.com.ar/http://www.magma-net.com.ar/mailto:[email protected]
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    Dewey y Mead, en algunos de cuyos escritos, sobre todos los menos conocidos,

    encuentra las bases de una reconstruccin de la teora de la accin que acenta, en

    contra de los acentos clsicos en la racionalidad y las normas (utilitarismo y kantismo),

    un nfasis en la apertura, la contingencia y la capacidad creativa de los seres humanos.

    Polticamente esa teora se proyecta sobre la idea de una democracia creativa, que

    ms all de sus detalles prcticos se interesa ms en la dinmica del aprendizajecolectivo y la resolucin imaginativa de problemas, que en cuestiones de

    fundamentacin normativa5. El interlocutor polmico evidente de todo esto es

    Habermas. Pero en trminos prcticos termina abogando por instituciones democrticas

    abiertas, no muy alejadas en su espritu de los lugares comunes de un cierto progresismo

    aggiornado que, frente lo inviable de los proyectos revolucionarios, se contenta con una

    cierta intensificacin de la democracia que destrabe capacidades no estimuladas de los

    actores, en este caso su creatividad.

    La primera objecin que dirige a Castoriadis para precisamente por ah, por su

    confinamiento a la revolucin como camino primario hacia la autonoma. Cmo

    podemos seguir abrigando e impulsando el proyecto de autonoma una vez que ha

    muerto el mito de la revolucin?6 es en su opinin la principal pregunta que deja sinrespuesta y que de algn modo (aunque no lo dice expresamente) nos conduce a las ms

    modestas y realistas ambiciones del neopragmatismo. Su segunda objecin es ms

    terica y se refiere a la relacin entre las dos autonomas, la individual, que convoca

    al sujeto en trminos psicoanalticos, y la colectiva, que interpela a los grupos y a la

    sociedad en su conjunto. Para Joas, Castoriadis no desarrolla esta relacin con el detalle

    que cabra esperar, y nos deja ante el dilema de por dnde empezar, si es cierto que las

    dos autonomas se implican mutuamente. La tercera crtica lleva un poco ms de agua al

    molino del pragmatismo: dice que Castoriadis no tematiza adecuadamente la cuestin

    de las condiciones de la creatividad, y concretamente no atiende al hecho de que la

    presencia de problemas es uno de sus impulsos, algo que desdea, segn su

    interpretacin, como consecuencia de su rechazo a las explicaciones funcionales o

    adaptacionistas de la imaginacin. La autonoma y su despliegue son tambin en suma

    cuestin de condiciones, y la identificacin de situaciones problemticas es una de ellas,

    decisivamente importante, que requiere una tematizacin especial. Vamos a abrir en lo

    que sigue la discusin sobre cada una de estas tensiones.

    II

    En un autor filosficamente tan refinado como Joas no puede pensarse que la palabra

    mito sea un accidente. Y hablar de la revolucin como mito encierra como mnimo laidea de un impulso no racional que subtiende las energas colectivas y que remite en lo

    esencial a condiciones simblicas que nadie puede crear a voluntad. Lo que quiere decir

    que la existencia de la idea misma de autonoma como marco cultural -lo que en

    trminos de Castoriadis llamaramos la significacin imaginaria autonoma- no es la

    nica condicin para su despliegue y que necesita, la autonoma, de una significacin

    imaginaria ms, por lo menos una, la idea de revolucin. En este sentido la crtica es

    ms aguda de lo que parece a simple vista y puede proyectarse bastante ms lejos,

    planteando qu otras significaciones son necesarias para que el proyecto pueda

    despuntar, significaciones que adems no tienen por qu ser universales y que bien

    5

    Joas, H. (2005). The Creative of Action, Chicago, University of Chicago Press. Captulo 4.6 Joas, H. (1998). La institucionalizacin como proceso creativo: acerca de la filosofa poltica de

    Castoriadis, enEl pragmatismo y la teora de la sociedad, Madrid, CIS: Pp. 164.

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    pueden dilucidarse a escalas ms locales. En general Castoriadis se concentra en la

    principal y quizs universal de esas condiciones, la significacin-autonoma, pero el

    comentario de Joas lleva la discusin un poco ms all.

    Distinta es la cuestin de si es cierto que para Castoriadis la revolucin es el

    medio por excelencia de la autonoma. El argumento de Joas fue elaborado en el

    momento mismo en que se demola el muro de Berln7

    , y es evidente que en los ochoaos que pasaron de ah hasta la muerte de Castoriadis vemos en sus escritos no slo

    una desaparicin del trend revolucionario sino tambin un giro mucho ms abstracto del

    problema de la autonoma8

    y aportes evidentemente ms mesurados e incluso

    pesimistas en la discusin poltica prctica9. En este sentido la lectura de Joas es

    incompleta por razones contextuales, pero plantea un problema de vital importancia

    como es el de las relaciones conceptuales, ms all de las opiniones personales del

    autor, entre autonoma y revolucin. Sin pretender agotar semejante discusin, digamos

    solamente un par de cosas:

    Primero, que las condiciones de posibilidad para el despliegue efectivo del

    proyecto de autonoma presuponen un piso mnimo de funcionalidad sistmica que es

    incompatible con las circunstancias efectivas de un nmero abrumador de sereshumanos y de sociedades en las actuales condiciones del capitalismo. Castoriadis no

    slo reconoce esto como parte de su diagnstico de poca10

    , sino que considera esa

    plataforma mnima como parte de las condiciones triviales del proyecto de

    autonoma11

    . La pregunta que surge entonces es si la revolucin, ms que un medio para

    alcanzar la autonoma, no es el medio para crear las condiciones de su despliegue

    efectivo, por lo menos all donde esas condiciones alcanzan los lmites mismos de la

    reproduccin de la vida como es el caso (y no el ms extremo) de las sociedades de

    Amrica Latina. Esto remite a su vez al problema de si la poltica revolucionaria es el

    nico medio o el ms idneo para ese objetivo, y obviamente al problema tambin de

    sus condiciones de posibilidad actuales, incluida la muerte o la supervivencia de la

    revolucin como mito (digamos de paso que Joas da por muerto el mito sin ms

    argumentacin, cosa que dependiendo del sentido preciso que demos a la palabra mito

    puede o no ser un hecho obvio, pero que en cualquier caso parece una afirmacin

    profundamente eurocntrica y provinciana desde el punto de vista histrico. Un libro de

    hermoso ttulo y mejor contenido escrito por Andrs Rivera se titula La revolucin es

    un sueo eterno, y lejos de sugerir un aserto voluntarista alude a uno de los posible

    sentidos de la palabra mito, el que vemos aparecer por ejemplo en otras perspectivas

    acerca de lo imaginario, como la de Gilbert Durand o J. J. Wunemburger12

    . La vigencia

    7 El texto fue publicado originalmente en el nmero 94 (1988-1989) de laAmerican Sociological Review,

    y reeditado en el mismo ao 89 tanto en un nmero especial dedicado a Castoriadis de la Revueeuropene des sciences sociales (el n 96) como en un volumen editado en Ginebra por la editorial Droz

    bajo el ttulo (en francs) Autonoma y autotransformacin de la sociedad: la filosofa militante de

    Cornelius Castoriadis. En una nota introductoria de su artculo Joas agradece al propio Castoriadis, que

    de palabra y por escrito le hizo llegar sus comentarios. Lamentablemente el texto no se ha hecho

    pblico.8 Por ejemplo: Castoriadis, C. (2005a). La lgica de los magmas y la cuestin de la autonoma, en Los

    dominios del hombre, Barcelona, Gedisa. Pp: 212 218.9 Vase por ejemplo: Castoriadis, C. (1996). El avance de la insignificancia, en El avance de la

    insignificancia, Buenos Aires, Eudeba.10 Vase sobre todo los artculos compilados enEl avance de la insignificancia, Op. Cit.11 Castoriadis, C. (1998a). Poder, poltica, autonoma, en Ferrer, C. [Comp.]. El lenguaje libertario.

    Antologa del pensamiento anarquista contemporneo, Buenos Aires, Altamira. Pp. 140.12

    Rivera, A. (1987).La revolucin es un sueo eterno, Buenos Aires, Anagrama; Durand, G. (2004).Lasestructuras antropolgicas de lo imaginario, Mxico, FCE; Wunnenburger, J. (2008).Antropologa de lo

    imaginario, Buenos Aires, Ediciones del Sol.

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    de la revolucin en tanto significacin imaginaria es por lo dems palmaria en una

    multiplicidad de procesos polticos actuales, por lo menos fuera del mundo europeo).

    La segunda cuestin se ubica en otro nivel, si se quiere ms especulativo, y

    alude a las relaciones formales entre autonoma y revolucin. En este plano parece

    evidente que el proyecto de autonoma precede lgicamente no slo a la revolucin sino

    a cualquier materializacin estratgica y prctica concreta. Precisamente lo que la definees la puesta en discusin de cualquier cristalizacin, de modo que la idea de revolucin,

    por lo menos en la acepcin moderna de la palabra, no es ms que una de las opciones

    posibles que quedan sometidas a su despligue contextual. Joas pone con razn la

    discusin sobre la autonoma en el marco de la discusin sobre la praxis. Y el despligue

    del proyecto de autonoma es praxis en el sentido esencial de la palabra: un hacer

    abierto a la contingencia que, en palabras de Castoriadis, no puede garantizar

    racionalmente ni sus fundamentos ni de sus resultados13

    .

    III

    La relacin entre las dos autonomas es en efecto un tema poco profundizado en los

    escritos de Castoriadis, ms all de la afirmacin, que obviamente no es arbitraria, de

    que no puede haber autonoma individual sin autonoma social y viceversa. La pregunta

    de Joas acerca depor dnde empezarpuede procesarse en dos niveles, uno prctico (por

    dnde empezar all donde la autonoma no existe), y uno terico: por dnde empezar a

    desatar la madeja conceptual que vincula las dos autonomas. El primer Castoriadis, el

    que est afincado todava en la nocin de praxis en un sentido prximo al de Marx,

    discutira de buena gana esta distincin y dira que la teora se desarrolla precisamente

    en y por la experiencia prctica. Retomo esa unidad en un momento, pero por ahora

    tratemos ambas cosas por separado.

    Desde el punto de vista prctico hay en efecto poco en los textos de Castoriadis,

    ms all de expresiones como sta: crear las instituciones que, interiorizadas por los

    individuos, faciliten lo ms posible el acceso a la autonoma individual y su posibilidad

    de participacin efectiva en todo poder explcito existente en la sociedad14

    .

    Expresiones que remiten a otros tantos problemas prcticos (el quin de esa creacin,

    sus condiciones de posibilidad, etctera) y que adems no son programticas sino

    normativas (nos dicen dnde deberamos llegar, no de qu manera). Ms all de la

    ancdota de si Castoriadis tiene o no tiene un programa, la cuestin de fondo es cmo

    se relaciona la idea de autonoma con la idea de una programtica. Si en efecto la

    autonoma es unproyecto, y si es un proyecto que se reelabora en funcin de situaciones

    cambiantes, no hay ni puede haber por definicin una respuesta a la preguntaestratgica, sino en todo caso respuestas particulares, contextualmente situadas, tambin

    cambiantes y esencialmente creativas, colectivamente creativas para ser ms precisos.

    Lo que no quita que sobrevuele -y quizs sea el verdadero trasfondo de la crtica

    de Joas- una cierta sospecha acerca de la viabilidad. Puestos en un contexto en que la

    autonoma es la excepcin ms que la regla, tanto a nivel individual como colectivo, la

    cuestin de por dnde empezar se refiere esencialmente a cmo es posible y si en efecto

    lo es. En este punto volvemos a las condiciones mnimas y a lo mejor triviales para la

    autonoma, pero est claro que, sean cuales sean esas condiciones, no hay despliegue del

    proyecto de autonoma, en general y sobre todo en condiciones adversas, sin poltica en

    el sentido agonal de la palabra, sin acumulacin de poder y sin ejercicio del poder. El

    13 Castoriadis, C. (1983).La institucin imaginaria, Op. Cit. P. 127.14 Castoriadis, C. Poder, poltica, autonoma, Ob Cit: Pp. 141-2

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    cuatum y los modos dependen tambin de variables contextuales, pero la dimensin de

    la lucha es consubstancial al proyecto. Que Castoriadis haya dicho ms o menos sobre

    el asunto es en tal sentido una cuestin secundaria.

    En cuanto a la segunda entrada del asunto, la terica, hay que ampliar quizs un

    poco la objecin de Joas y decir que el refinamiento y la precisin con que Castoriadis

    desarrolla cada una de las autonomas es diferente, ms detallado y sutil en el caso de laautonoma individual, y ms vago y general en el caso de la colectiva. Las razones

    son claras y estn en cierto modo de su parte: la autonoma individual tiene una historia

    mucho ms larga de discusin y una tradicin concreta, el psicoanlisis, en que

    afirmarse. La colectiva compromete en cambio el dficit que segn el propio

    Castoriadis atraviesa la historia del pensamiento occidental: su imposibilidad de hacer

    pensable una entidad como la sociedad, modalidad especfica del para s, ser creador

    de formas capaz de poner en discusin su propia regla de formacin. En favor de

    Castoriadis uno puede decir que ya es mucho haber desentraado esa perplejidad

    ontolgica, pero tiene razn Joas en requerir un enlace ms preciso entre ambas cosas.

    Sin embargo, si releemos a Castoriadis desde esa inquietud surgen rpidamente

    pistas conceptuales, y varias. Una, por ejemplo, pasa por el desarrollo del proceso desocializacin. Castoriadis mismo reconoce que se ha limitado a los primeros pasos, y

    que queda en gran trabajo por hacer referido a las etapas del proceso correspondientes a

    la vida adulta. Los detalles del modo en que la institucin social moldea un individuo

    comprometido con determinadas significaciones sociales (particularmente, la

    significacin autonoma) es una clave terica concreta para pensar las mediaciones

    entre autonoma individual y colectiva. Otra pista se apoya en la idea de reflexin, que

    Castoriadis discute con mucho detalle y que es el punto de llegada de una institucin

    social concreta que se orienta a la autonoma. Qu significa exactamente reflexionar, en

    qu condiciones tiene o puede tener lugar la reflexin, y muy especialmente cmo se

    vincula la reflexin con las significaciones imaginarias cristalizadas en una institucin

    social, en trminos de dependencia y de crtica, son algunos de los caminos para la

    aclaracin del vnculo.

    Separadas como las he formulado las cuestiones prcticas y tericas

    corresponden respectivamente a la praxis poltica en sentido restringido y a la filosofa

    en sentido amplio. El dctum de que ambas cosas pueden y deben ir juntas no se limita a

    la simple peticin de principio acerca del deber ser de la vida poltica y/o de la vida

    intelectual. Se refiere antes bien a la circunstancia de que el proyecto de autonoma

    presupone que la autonoma avanza creativa, y por tanto impredeciblemente, en y por

    los colectivos, grandes o chicos, movilizados en esa direccin. De lo que se sigue que la

    respuesta por las mediaciones tericas entre autonoma individual y colectiva viene

    tambin inspirada por esos colectivos y por sus movimientos. Se sabe que Castoriadispractic activamente este principio entre las dcadas de los aos cuarenta y setenta, y

    que perdi parte de sus energas al respecto en la ltima etapa de su vida. Pero tambin

    aqu las vicisitudes de una vida personal son menos importantes que las implicancias

    lgicas de una idea.

    IV

    Aunque su calado es tambin profundo ser ms breve en la consideracin de la ltima

    objecin de Joas, teida como vimos de su propia perspectiva neopragmatista. Esindiscutible que la cuestin de las condiciones de la autonoma, y ms ampliamente de

    5

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    la creatividad social, no han sido tematizadas por Castoriadis con detalle y precisin,

    por lo menos en una escala que podemos llamar histrica y sociolgica. El lugar en que

    Castoriadis sita esa discusin es estrictamente ontolgico, y consiste en afirmar que la

    creacin social es un fenmeno ex nihilo, si bien no in nihilo ni cum nihilo. Lo que

    quiere decir que la creacin, precisamente por ser tal, slo puede ponerse parcialmente

    en conexin con lo que estaba antes, puesto que es algo nuevo en el sentido sustantivo,algo que no era y que llega a ser. Preguntarse por las condiciones es en este sentido

    preguntarse ms bien post facto, tratando de apreciar de qu modo lo viejo se recupera

    en lo nuevo y de qu modo lo creado se proyecta a su vez sobre lo antiguo. Cuando trata

    expresamente el problema de las condiciones, adems de estas consideraciones

    generales remite a las condiciones ontolgicas de la creacin, aquella que cualquier

    creacin, la autonoma incluida, debe cumplir para poder afirmarse como instancia del

    ser15

    . Ciertamente que sobre esto puede y debe construirse todava una sociologa de las

    condiciones de la creatividad, que permita deslindar contextos en que su emergencia

    resulta ms o menos probable. Sobre lo cual es indispensable sin embargo hacer un par

    de precisiones. Una, que ninguna sociologa de esta naturaleza puede pasar por alto el

    hecho de que la creacin histrica y social no se explica en el sentido clsico de lapalabra. Reducir la creatividad colectiva a una cuestin de condiciones de posibilidad

    sera ni ms ni menos que despojarla de su naturaleza y tambin de su potencialidad

    crtica; en una palabra, domesticarla y procesarla en trminos de la misma racionalidad

    formal que niega. La segunda cuestin es que la presencia de situaciones

    problemticas no tiene por qu ser el nico impulso de la creatividad social, ni

    siquiera el principal, afirmar lo cual sera precisamente establecer una especie de

    principio general. En todo caso, la presencia evidente de situaciones sociales vividas

    como problemticas que no generan respuestas creativas, y a la inversa la irrupcin

    inesperada de la creatividad histrica en apariencia despojada de razones, dan cuenta

    empricamente del asunto.

    En resumen, s que deben las condiciones de la creatividad ser mejor estudiadas

    en trminos histricos y sociolgicos, estudio que debe cuidarse sin embargo de no

    violentar la naturaleza del ser social a partir de cuyo esclarecimiento llegamos al

    problema de la creatividad.

    V

    Las siguientes dos objeciones provienen de un mismo mbito institucional y de una

    misma poca. Las formulan desde Frankfurt Axel Honneth, entonces sucesor ya

    consagrado de Habermas, y el propio Habermas, en textos de mediados y principios delos ochenta respectivamente16. Los argumentos de Honneth estn impregnados de los

    supuestos de la empresa frankfurtiana en general y de la habermasiana en particular,

    pero pueden resumirse en dos objeciones centrales. La primera hace referencia al

    carcter simplemente metafrico de la idea de magma, sobre la que descansa toda la

    empresa intelectual de Castoriadis, incluido el proyecto de autonoma, y adems de

    metafrico, hablando ya sustantivamente, metafsico. En otras palabras, la idea de

    magma slo resulta comprensible en los trminos elpticos de un lenguaje figurativo, o

    15 Castoriadis, C. (1999b). Imaginacin, imaginario, reflexin. En Hecho y por hacer: pensar la

    imaginacin, Buenos Aires, Eudeba. Pp. 311 - 320.16

    Honneth, A. (1986). Rescuing the Revolution with an Ontology: On Cornelius Castoriadis Theory ofSociety, Thesis Eleven, N 14; Habermas, J. (2008). Excursus sobre Castoriadis: la institucin

    imaginaria, en Habermas, J.El discurso filosfico de la modernidad, Buenos Aires, Katz.

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    en trminos de una cosmologa metafsica que apenas puede ser hoy discutida con

    argumentos cientficos17

    . La segunda objecin es la que da nombre a la monografa de

    Honneth: Castoriadis pretende salvar la revolucin mediante la construccin de una

    ontologa. Afirmacin que en el contexto desde el que escribe Honneth debe traducirse

    en los siguientes trminos: no es posible elaborar hoy una ontologa, por las razones que

    ya se expusieron ampliamente en distintas vertientes de la tradicin de Frankfurt, y porel lugar que ocupa actualmente la ciencia emprica en la empresa filosfica, que hace de

    la elaboracin de una filosofa primera una tentativa viciada desde su mismo comienzo.

    VI

    Si bien no respondiendo expresamente a Honneth, Castoriadis ha reconocido la apora

    que implica intentar dar cuenta de un fenmeno magmtico a travs de un medio

    ensdico como el lenguaje. En las primeras pginas del captulo de cierre de La

    institucin imaginaria habla expresamente por ejemplo de acumular metforas

    contradictorias y de forzar el lenguaje hasta el mximo de su expresividad, para pensarpor ejemplo en una multiplicidad que no es una en el sentido del trmino que hemos

    heredado, sino a la que nosotros nos referimos como una, o en un haz indefinidamente

    embrollado de tejidos conjuntivos, hechos de materiales diferentes y no obstante

    homogneos18

    etctera. En la medida en que el magma es un tipo de ser que

    desborda lo ensdico, y que por lo tanto desborda a la institucin social, incluido el

    lenguaje precisamente como realidad instituida, no hay modo de referirse al magma que

    no sea metafrico sin entrar en la discusin, en la que tampoco entran Honneth y

    Castoriadis, acerca del sentido preciso en que la metfora puede o no ser un medio del

    conocimiento.

    El asunto importante pasa a ser entonces el de la verosimilitud de las razones por

    las cuales tenemos que postular la existencia de algo ascomoun magma en el orden

    de lo histrico y lo social. Honneth da al respecto casi como al pasar la derecha a

    Castoriadis, afirmando que sus argumentos en esta materia le resultan esencialmente

    convincentes. Concesin que es mucho ms que una gentileza protocolar, puesto que si

    Castoriadis en verdad nos convence de la necesidad de postular la existencia de una

    entidad magmtica ha dado el paso ms importante de su empresa, ms all de la forma

    en que podamos y debamos hablar de ello.

    Muy diferente es el trasfondo de la acusacin de cosmologa metafsica

    encerrada en la idea de magma, acusacin que se complementa con una especie de

    segunda y ms sutil acusacin, que consiste en comparar el magma con el elan vital de

    Henri Bergson

    19

    . Lamentablemente para nosotros, ni Honneth en su monografa, niCastoriadis en su brevsima y elptica respuesta20, entran a fondo en la cuestin de lo

    que significa recuperar algo de la filosofa de la vida a favor o en contra de la tesis del

    magma, ni ms ampliamente en lo que significa la idea de una cosmologa y de una

    metafsica, ni tampoco en el lugar que le cabe a los argumentos cientficos en este tipo

    de empresa. Nos corresponde a nosotros en conscecuencia aclararnos un poco esta

    cuestin, aunque sin perder de vista el contexto de la discusin.

    17 Honneth, A., Ob. Cit., Pp. 77.18 Castoriadis, C. (1989).La institucin imaginaria de la sociedad. Vol. II: La institucin y lo imaginario,Barcelona, Tusquets: Pp. 289.19

    Honneth, A. Op. Cit., Pp. 74.20 Castoriadis, C. (1999a). Hecho y por hacer, en Hecho y por hacer: pensar la imaginacin, Buenos

    Aires, Eudeba: Pp. 62 y 65.

    7

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    En primer lugar, si una cosmologa significa algo as como una teora general

    de lo dado, es en efecto el objetivo de la empresa de Castoriadis, que se propone

    expresamente asumir la totalidad de lo pensable, volviendo en esto al sentido inicial

    de la filosofa clsica y contraponindose expresamente a las filosofas actuales21

    . Hay

    al respecto poco que discutir, a no ser la posibilidad de semejante empresa a la luz de

    los argumentos por los cuales ha sido desacreditada, argumentos que Castoriadis nodiscute y que tampoco Honneth subraya expresamente. En cualquier caso es cierto que

    asumir la totalidad no es el signo de la poca, y que la carga de la prueba parece

    corresponder a quien propone la empresa. La estimacin general del valor de la filosofa

    de Castoriadis es el medio ms adecuado de todos modos para saldar esta cuestin.

    Ahora bien, que un cometido de esa naturaleza sea metafsico es algo

    esencialmente inevitable, por lo menos en el sentido de que corresponde al mundo de

    las postulaciones tericas ms abstractas en cuyo respaldo o en cuya crtica slo cabe

    convocar argumentos ms o menos convincentes de acuerdo con el estado del saber y de

    la discusin de poca. Postular por ejemplo, como lo hace Castoriadis, que el orden del

    ser vivo es distinto del orden histrico social no es algo que puede ser demostrado ms

    que con lo convincente o no de los argumentos de los que habla Honneth en su crtica.Sera injusto sin embargo no reconocer que en esos argumentos estn muy

    presentes las ciencias y las informaciones cientficas, sobre todo las de la fsica y de la

    biologa, adems por supuesto del psicoanlisis e indirectamente, por va de la crtica,

    las ciencias sociales. Que la cosmologa metafsica de Castoriadis apenas pueda

    discutirse con argumentos cientficos no significa que no tenga como referencia algunos

    postulados centrales de la ciencia contempornea, como la fisica de las partculas

    elementales y del campo csmico, y muy especialmente las ciencias de la complejidad y

    la biologa de la autopoiesis, caminos que en el mismo momento en que Honneth

    escriba su crtica Castoriadis empezaba a transitar en forma mucho ms explcita22

    .

    VII

    Esta discusin hace a la empresa global de Castoriadis y toca indirectamente al proyecto

    de autonoma pero lo toca. A eso alude justamente la segunda objecin de Honneth,

    que endilga a Castoriadis querer salvar la revolucin con esa teora general que

    acabamos de discutir. Todo lo que se diga en contra de esa empresa, o lo que se plantee

    como duda respecto de su valor, repercute sobre el proyecto poltico de Castoriadis que,

    en la lectura de Honneth, consiste en volver a la vida la eclipsada idea de revolucin. La

    lectura es coincidente en este punto con la de Joas, a propsito de la cual ya vimos que

    la revolucin no es en Castoriadis la meta poltica evidente, por lo menos si se observasu obra en la perspectiva histrica que faltaba a sus crticos de los ochenta. En este

    sentido, la idea de que el objetivo esencial de Castoriadis consiste en salvar la

    revolucin casi no admite discusin a la luz de su evolucin posterior, pero s que es

    importante el vnculo ms amplio entre ontologa y poltica, que la crtica de Honneth

    plantea en ltima instancia.

    Castoriadis respondi enfticamente esa crtica afirmando que la idea de que la

    filosofa puede fundar una opcin poltica es caracterstica precisamente de los

    21 Vale la pena leer sobre este asunto el breve ensayo de Escobar, E. & Vernay, P. (2004). Si hay unfilsofo llamado Castoriadis, Postfacio de Castoriadis, C. Sujeto y verdad en el mundo histrico-social,

    Mxico, FCE.22 Castoriadis, C. (2005c). Alcance ontolgico de la historia de la ciencia, enLos dominios del hombre,

    Barcelona, Gedisa; Adams, S. (2007) Castoriadis and Autopoiesis, Thesis Eleven, n 88.

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    hegelianos como Honneth. Por el contrario, la postulacin de una ontologa de la

    creatividad es tan compatible con la creacin del Gulag o los campos nazis como con la

    creacin de las formas ms autnomas de democracia obrera o las ms elevadas y

    perdurables creaciones artsticas. No hay relacin directa y de fundamentacin entre una

    filosofa primera a una opcin prctica y poltica, y querer buscar esa relacin es uno de

    los errores palmarios de perspectivas como las de Frankfurt en su versin habermasiana.Enseguida volvemos sobre esto.

    Sin embargo, la respuesta de Castoriadis resulta insatisfactoria a la luz de sus

    propios escritos, y ms concretamente de lo que habita en ellos como espritu y

    orientacin general. En la medida en que, como l mismo dice, no estamos aqu para

    decir lo que es, sino para hacer ser lo que no es (a lo cual el decir de lo que es pertenece

    como momento)23

    , la laboriosa construccin de una ontologa que desande el camino

    de veinticinco siglos de filosofa occidental s que tiene un estricto, concreto y

    fundamental objetivo poltico, que parece minimizarse en la respuesta a Honneth.

    Aunque la ontologa de la creatividad y del magma no puedan fundamentar la opcin

    moral por la autonoma, estn ah precisamente para mostrar que la autonoma tiene un

    sustento en el modo de ser de las cosas, y especficamente de las cosas humanas, de lohistrico y de lo social. De otra manera carecera de sentido toda la empresa, o ms

    precisamente se volvera una tpica empresa artificial, fuera del mundo efectivo e

    incapaz de esa encarnacin histrica y social que Castoriadis, siguiendo en esto a Marx

    hasta el final, busc a lo largo de su vida. La ontologa del magma y de lo imaginario

    encuentran su sentido poltico en el proyecto de autonoma, al que no fundan pero s

    respaldan, alientan y alimentan.

    VIII

    La cuestin de la fundamentacin, de por qu queremos la autonoma, es el centro de la

    crtica de Habermas, la ltima estacin de nuestro recorrido. Es una crtica tramada en

    sutilezas que hay que desentraar, con ms cuidado sin duda que en los textos de

    Honneth y de Joas24

    . Tambin siendo aqu muy esquemticos, puede desdoblarse en los

    siguientes argumentos:

    Apunta en primer trmino a la desconexin entre dos aspectos de la teora de

    Castoriadis: la concepcin de la praxis como actividad poltica creadora, y el carcter

    tambin creador del colectivo annimo, de la sociedad entendida como un todo y

    como una forma del para s. En ambos planos propone Castoriadis que existe

    creacin, dice Habermas, slo que en uno, el del colectivo annimo, se trata de la

    manifestacin espontnea de un ser virtualmente inaprehensible que los sujetos nopueden controlar, y en el otro se trata de la creacin poltica colectiva que s est en sus

    manos, por lo menos hasta cierto punto y dependiendo de las condiciones. El problema

    que surge entonces es el de cmo pensar una praxis que se oriente a la autonoma, si es

    que lo seres encargados de producirla son, como dice el propio Castoriadis, fragmentos

    ambulantes de la institucin social, producto de la sociedad en tanto forma del para s,

    23 Castoriadis, C. (1983). La institucin imaginaria de la sociedad. Vol. 1: Marxismo y teora

    revolucionaria, Barcelona, Tusquets: P. 284 285.24 El artculo de Habermas forma parte de un anlisis ms amplio de pensadores franceses cercanos al

    postestructuralismo. Como es propio de Habermas, no se trata slo de un anlisis sino del despliegue desu propia reflexin en dilogo con otras propuestas, lo que hace de su escritura una trama en la que por

    momentos se hace irreconocible la voz de sus interlocutores, que adopta sin embargo, por eso mismo, unadensidad de implicancias mucho mayor (En esta concepcin [la de Castoriadis] el ltimo Heidegger

    entabla una relacin marxista con el primer Fichte: P. 390).

    9

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    consecuencia en suma de significaciones que no han creado ni estn en condiciones de

    crear. Este es un primer aspecto de la pregunta de por qu queremos la autonoma: quin

    puede quererla y hasta qu punto es posible quererla si es que las significaciones

    centrales de la sociedad son un producto espontneo y no de la praxis intramundana.

    El segundo aspecto del problema es directamente normativo y se pregunta por

    las razones que desde la propia concepcin de Castoriadis pueden esgrimirse a favor dela autonoma como valor. En la medida en que la sociedad es un cosmos de significados

    que da orden y valor al mundo, y en la medida en que no hay desde dnde afirmar que

    un cosmos es ms atinado que otro, el proyecto de autonoma se convierte en la

    manifestacin de una simple decisin existencialista25

    , que puede compartirse o no

    pero que no tiene en la filosofa de Castoriadis ninguna fundamentacin posible.

    Sintetizando esta objecin ha dicho Habermas que la posicin de Castoriadis no permite

    distinguir entre sentido y validez.

    El trasfondo de la crtica es por supuesto la apuesta de propio Habermas por

    elaborar una filosofa en que las decisiones normativas puedan fundarse desde

    principios tericos como la pragmtica universal. De ah surge tambin el tercer aspecto

    de la objecin: Castoriadis carece para Habermas de una teora de la intersubjetividadcapaz de tematizar la produccin del consenso normativo en torno de los valores

    polticos, por ejemplo la autonoma. Puesto que habla de la psique y de la sociedad

    como entidades dependientes pero a fin de cuentas irreductibles, termina postulando una

    suerte de polaridad entre la mnada privada y el todo social como cosmos de sentido.

    No hay lugar en ese marco para la actividad intersubjetiva que allane las voluntades

    polticas, que construya consensos y que prefigure la accin creadora de colectivos

    concretos, y no ya del colectivo annimo.

    IX

    La cuestin de las mediaciones entre creatividad de la praxis y creatividad del colectivo

    annimo es posiblemente la primera que interpela la sensibilidad no filosfica sino

    poltica del lector de Castoriadis. Nos presenta por un lado, en efecto, la vocacin

    poltica ms o menos clsica de una intervencin activa en el mundo, en su caso

    orientada normativamente hacia la autonoma, y por otro una teora de lo histrico

    social que, desde el punto de vista ontolgico, lo define como una forma del para s

    cuya propiedad principal es la de crearse a s mismo incluidas sus partes, los actores

    de la praxis. La apora ha sido reconocida por el propio Castoriadis, por ejemplo cuando

    analiza el contexto de las actuales sociedades de modernidad tarda26

    y se pregunta de

    dnde pueden surgir en semejante sociedad, aptica y transida de valores anticolectivos,el tipo de sujeto capaz de procesar su crisis y encarar su transformacin. La apora -y

    debiramos decir mejor la paradoja27

    - no debiera sorprendernos sin embargo en un

    planteo que busca precisamente romper con la lgica y la ontologa tradicional, que

    denuncia como impensables en su marco cuestiones esenciales de lo histrico social, y

    que nos obliga a reconocer el carcter lgica y ontolgicamente extrao de su

    25 Habermas, J. (2008b). Otra manera de salir de la filosofa del sujeto: razn comunicativa versus razn

    centrada en el sujeto,El discurso filosfico de la modernidad, Madrid, Akal: P. 377.26 Castoriadis, C. (1996). El avance de la insignificancia, Op. Cit.27 Como ha sostenido R. Ramos, lejos de ser un obstculo excepcional las paradojas irrumpen, a poco quelas busquemos, en el corazn mismo de los principales problemas de la ciencia social. La filosofa de

    Castoriadis puede leerse como la aclaracin del trasfondo ontolgico de lo que detecta Ramos en un planosociolgico. Ramos, R. (1993). Una aproximacin a los paradojas de la accin social, en Lamo de

    Epinosa, E. & Rodrguez Ibez, J. Problemas de teora social contempornea, Madrid, CIS.

    10

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    naturaleza. En ese contexto no encontrar paradojas o impensablescomo el que denuncia

    Habermas sera ms una debilidad que una fortaleza. Lo que no quiere decir que

    tengamos que constatar la paradoja y nada ms: es un desafo, debe ser pensado, pero

    las races de la dificultad son sustantivas y no accidentales, y no pueden superarse

    volviendo hacia atrs la crtica ontolgica.

    Distinta y ms convencional es la cuestin de cunto y hasta dnde puede lapraxis en relacin al colectivo annimo y a su fuerza creadora (o destructora). En

    trminos ontolgicos, Castoriadis ha afirmado que si a la pregunta de cunto de uno

    mismo puede ponerse al margen de los condicionamientos del sentido creado por la

    sociedad pudisemos responder un uno por ciento seramos el ser humano ms

    original que haya existido jams28

    . Traducido, esto significa que si bien somos a la vez

    fragmento ambulante de la institucin social y subjetividad reflexiva y deliberante, la

    proporcin que ocupa cada cosa desde el punto de vista antropolgico es

    abrumadoramente desigual. De lo que resulta que el lugar que le cabe a la praxis en

    constitutivamente acotado respecto de un fenmeno, lo social y lo histrico, que nos

    supera abrumadoramente no slo en trminos prcticos sino tambin cognoscitivos

    (tambin ha dicho Castoriadis que cuando nos acercamos a una sociedad arcaicatenemos la impresin vertiginosa de que un equipo de psicoanalistas, economistas,

    socilogos, etctera, de capacidad y saber sobrehumano, trabaj por adelantado sobre el

    problema de la coherencia y legisl proponiendo reglas para asegurarla29

    ; en este

    aspecto es estrictamente durkheimiano y tambin rigurosamente antihegeliano, en el

    sentido de que no hay sntesis posible de la razn universal y la razn singular; asume

    expresa y decididamente una intuicin que buena parte de la sociologa ha rondado a su

    manera y con sus propios conceptos: el carcter no slo complejo sino tambin

    misterioso de lo social que es no obstante el medio y el objeto de nuestra actividad

    poltica).

    Ahora bien, esto es as desde el punto de vista antropolgico. En una perspectiva

    histrica nos toca en suerte una sociedad en la que la autonoma existe como

    significacin imaginaria. Y adems de ser esto la condicin de posibilidad para que se

    plantee una discusin como la que sostenemos (esto es, reflexionar sobre la autonoma,

    sobre la praxis y sobre la sociedad y su transformacin) es tambin la condicin de

    posibilidad de su propio despliegue, y en consecuencia un incremento (histrico, no

    antropolgico) del poder de la praxis frente al colectivo annimo. Si bien Habermas

    alude a la distincin entre sociedades autnomas y heternomas no parece darle la

    importancia que tiene, o por lo menos la que le da Castoriadis. La presencia de la

    autonoma como significacin imaginaria plantea la tambin paradjica situacin que un

    ser que, crendose a s mismo, crea la posibilidad de cuestionar su propia regla

    constitutiva, fenmeno que no tiene equivalente en el universo que conocemos y queplantea la cuestin poltica de la praxis en un universo por completo distinto al de las

    sociedades heternomas. La capacidad de reflexionar crticamente sobre las

    significaciones heredadas y de empujar voluntariamente la creacin de otras nuevas es

    tambin producto de significaciones que como tales no pueden crearse pero que una vez

    creadas permiten el juego poltico de ese modo distinto e indito que es la democracia

    en un sentido sustantivo. La distincin entre sociedades autnomas y heternomas es un

    enlace conceptual, en suma, uno de los posibles, entre los polos colectivo-annimo y

    poltico-deliberativo de la creacin social.

    28

    Castoriadis, C. (2005). La creacin en el dominio historicosocial, en Los dominios del hombre,Barcelona, Gedisa. P. 67-8.29 Castoriadis, C. (1983).La institucin imaginaria Op. Cit, P. 80.

    11

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    Dicho esto, hay que decir tambin que la relacin entre ambas cosas no se

    reduce a estas condiciones generales y requiere, como lo requera la relacin entre las

    dos autonomas (apartado III), un amplio procesamiento sociolgico que todava est

    pendiente. La relacin entre ambos niveles de creacin es de hecho una traduccin

    especfica del problema accin/sistema que atraviesa la historia del pensamiento social.

    Castoriadis se limita en este sentido a sentar las bases desde las que elaborar eseproblema desde otros parmetros y bajo supuestos distintos de los tradicionales no

    menos, pero tampoco ms que eso30.

    X

    El segundo envite de Habermas era la pregunta normativa concreta, por qu queremos la

    autonoma, en el sentido de cmo puede fundamentarse desde una filosofa que parte de

    la inconmensurabilidad de los mundos de sentido que crea cada sociedad y que no se

    plantea la cuestin de su validez. Aqu contamos con una respuesta muy explcita de

    Castoriadis, que ms all de su riqueza de aristas e intertextos31 puede resumirse en unafrase: es Habermas quien cree que tal fundamentacin puede existir, cosa de por s ms

    que dudosa y que en cualquier caso l mismo no demuestra.

    Somos en efecto, en ese noventa y nueve por ciento de que hablamos recin,

    fragmentos ambulantes de la institucin social. Y es la propia institucin la que instaura

    la distincin, que por ende no puede eliminar ningn filsofo, entre sentido y validez, es

    decir, entre lo que tiene y no tiene significado, y lo que es y no es aceptable. Ocurre por

    lo tanto que habitamos un tipo de sociedad que adems de esta diferencia esencial,

    presente en todas las sociedades, ha formulado la distincin entre validez de hecho y

    validez de derecho, o lo que es lo mismo: ha formulado la pregunta acerca de por qu

    las cosas son vlidas y ha invitado a reflexionar y a argumentar al respecto. Habermas y

    su proyecto filosfico son en este sentido tan fragmento ambulante de la institucin

    como cualquier otro ser humano y como cualquier otra filosofa, y no tiene desde dnde

    afirmar que la razn, el dar razones y el argumentar las instituciones y los valores sea

    algo preferible a no hacerlo. La vuelta de tuerca que propone, la de fundar la razn en

    una estructura antropolgica y lingstica determinada, es un intento que no puede

    menos que convencer a los convencidos32

    . Y ello por la razn simple pero profunda de

    que, en el momento mismo en que aceptamos argumentar, reflexionar y responder por

    qu, hemos asumido como incondicional un valor, el de la reflexin y la razn, que es

    tan instituido imaginariamente como cualquier otro y que no puede imponerse

    precisamente por la razn. El hecho de que estimemos concretamente la autonoma, y la

    elijamos frente a la heteronoma, ms que la consecuencia de una reflexin filosfica essu punto de partida. En el momento en que empezamos a pensar, y lo hacemos racional

    y no caprichosamente, tratando de convencer y abiertos a ser convencidos, nos hemos

    situado ya en el proyecto de autonoma y por ende lo hemos valorado. No hay nada ms

    que hacer al respecto y en este sentido, as como dijimos antes que era durkheimiano,

    hay que decir que Castoriadis es weberiano y nietzcheano: el decisionismo que se le

    30 Cristiano, J. (2009). Imaginario instituyente y teora de la sociedad,Revista Espaola de Sociologa,

    N 11. P. 107 y ss.31 Castoriadis, C. (1999a). Hecho y por hacer, Op. Cit., Pp. 53 78.32 La tribu de los filsofos sera tan corrupta, estpida y envidiosa como para que el descubrimiento de

    un fundamento racionaly fecundo de la razn en Francfort, digamos, no pasara de ser un acontecimientolocal, confinado a algunos seminarios, en lugar de provocar una maera mundial de entusiasmo y acuerdo

    unnime? (Castoriadis, C. Hecho y por hacer, Op. Cit., P. 64).

    12

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    adjudica no es ms que la asuncin de una condicin irrebasable, que tampoco

    Habermas puede rebasar ni demuestra con su obra que sea rebasable.

    Sin embargo, la crtica de Habermas admite una lectura en otro plano, mucho

    ms prximo a la poltica prctica y que nos conduce adems a la tercera de sus crticas.

    La cuestin de por qu queremos la autonoma tiene tambin el trasfondo prctico de la

    necesidad de argumentarla en un contexto sociohistrico en que no es dominante nipodemos contar con un acuerdo espontneo en torno a ella. De ah que la cuestin de

    por qu queremos la autonoma sea no slo un problema filosfico sino un problema

    poltico, del mismo tipo de los que discutimos al principio, en los puntos III y IV. Nada

    parece indicar de todos modos que una discusin filosfica como la que acabamos de

    revistar sea ni un medio indispensable ni evidentemente efectivo en la resolucin de ese

    problema prctico, aunque es cierto que el problema de la fundamentacin de las

    instituciones democrticas requiere de esa clarificacin.

    Habermas, como hemos visto, da un giro nuevamente filosfico al asunto,

    enjuiciando en Castoriadis la ausencia de una teora de la intersubjetividad. En sus

    manos esta palabra tiene un trasfondo que implica como mnimo la crtica a la filosofa

    de la conciencia, la asuncin de una cierta forma del giro lingstico, y ciertamente laidea de que la intersubjetividad slo puede procesarse adecuadamente en trminos de

    lenguaje. No es necesario seguirlo en todo ese lastre, pero no debe perderse de vista si

    se quiere sopesar la justeza de la objecin. Como se sabe, ni los cantos de la muerte del

    sujeto ni el giro lingstico forman parte de las asunciones activas de Castoriadis, ms

    bien al contrario. Escribi y ms de una vez en favor de la categora de sujeto, y

    rechaz el giro lingstico como una moda filosfica de la que no particip 33. Esto no

    quiere decir que retome la nocin de sujeto tal como se dibuja, o ms bien se

    caricaturiza, en algunas de las crticas a la nocin, como una suerte de mnada

    ahistrica, fuera del tiempo y del mundo, que viene a fundar la reflexin y las tomas de

    posicin. El sujeto de Castoriadis es en lo esencial un sujeto no kantiano, encarnado

    completamente en el mundo, transido de la institucin social (en ms de un noventa y

    nueve por ciento) y muy especialmente es el sujeto del psicoanlisis, el que no es amo

    de su propia casa y el que est escindido en una conciencia trabajosamente construida

    en relacin a y en dependencia con el subconsciente.

    Si por intersubjetividad se entiende simplemente la pluralidad de sujetos en

    este sentido, o ms precisamente la coexistencia de este sujeto transido de historia y

    sociedad con otros sujetos, la intersubjetividad, lejos de ser desconocida por

    Castoriadis, es un punto de partida que por obvio no requiere remarcacin explcita.

    Todo el proceso de socializacin, y en consecuencia de construccin del sujeto,

    presupone la existencia de un otro que tiene primero la forma de una madre, despus de

    un padre como representante abstracto de la sociedad, y finalmente de los pares comocoexistentes y copartcipes en la institucin social. Sin esa otredad simplemente no hay

    sujeto, y en este sentido la intersubjetividad es constitutiva de la subjetividad.

    Ahora bien, la intersubjetividad tiene en Habermas el sentido complementario de

    intercambio, comunicacin y acuerdo, y plantea en consecuencia la cuestin de lo que

    fenomenolgicamente podramos denominar reciprocidad de perspectivas. Tal

    reciprocidad no existe de suyo, y la cuestin de su construccin es decisiva no slo para

    una teora del sujeto sino tambin para un proyecto poltico orientado a la autonoma.

    Ciertamente Castoriadis presta una atencin desproporcionadamente menor, en relacin

    a Habermas, a este problema. Y acierta Habermas en detectar un exceso de

    sociologismo en su concepcin del sujeto, en el sentido de que exagera el carcter

    33 Castoriadis, C. (1998b). El estado del sujeto, hoy, en El psicoanlisis: proyecto y elucidacin,

    Buenos Aires, Nueva Visin. Castoriadis, C. (1999a) Hecho y por hacer, Op. Cit., P. 41.

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    homogeneizante sin ms de la institucin social. La pregunta decisiva es si las bases

    conceptuales de Castoriadis permiten un desarrollo de este problema, o si por el

    contrario es necesario, como sugiere Habermas, un golpe de timn y un replanteamiento

    estructural. Mi tesis, con la que concluyo, es que nada parece indicar que este ltimo sea

    el caso, a no ser que se quiera equiparar teora de la intersubjetividad a teora de la

    fundamentacin de los acuerdos intersubjetivos.

    XI

    En efecto: pasa con la intersubjetividad, el intercambio y la comunicacin lo mismo que

    pasa en Castoriadis como muchos otros temas: su propuesta es un esbozo sobre el que

    debe construirse densidad sociolgica e histrica ms precisa y de alcance emprico ms

    inmediato. El hecho de que, en efecto, exagere en muchos puntos el carcter homogneo

    de las significaciones sociales, y por ende de las instituciones y de sus sujetos, no

    significa que no puedan pensarse en su mismo marco instituciones heterogneas,

    escindidas, dispares y conflictivas. En muchos momentos da la sensacin de queCastoriadis piensa ms en trminos de antropologa cultural que de sociologa, ms en

    sociedades pequeas y arcaicas que en las modernas y complejas sociedades escindidas

    en las que es ms difcil, por ejemplo, encontrar significaciones imaginarias centrales

    nicas y homogneas. Pero eso no significa que su teora impida abordar esas otras

    realidades. La eventual heterogeneidad de los sujetos fabricados por la institucin puede

    ser discutida en principio desde el mismo punto de partida, a condicin de sociologizar

    la ontologa y afinar empricamente su aparato conceptual.

    La cuestin ms especfica y complementaria de cmo se llega a la reciprocidad

    all donde no existe admite en Castoriadis una entrada especfica que es su concepto de

    reflexin34

    . Como se sabe, hay una diferencia entre el pensamiento en la acepcin

    simple y reflexin en sentido pleno. Pensamiento hay siempre, en toda sociedad y en

    todo ser humano, en el sentido de capacidad para razonar y para argumentar. La

    reflexin es en cambio el rasgo institucional que despliegan algunos tipos de sociedad,

    aquellas en las que existe la autonoma como significacin imaginaria y que, en mayor o

    en menor medida, invitan a un cuestionamiento activo y reflexivo de lo heredado en

    trminos de instituciones, saberes y valores. La constitucin de una subjetividad

    reflexiva y deliberante es eso, una construccin, que tiene como condicin de

    posibilidad la existencia de la significacin-autonoma, pero que tiene como tarea el

    desarrollo, en trminos polticos, del proyecto de autonoma. Esa subjetividad orientada

    a cuestionar y a dar razones es la base filosfica de una intersubjetividad en tanto

    acuerdo y en tanto allanamiento de la heterogeneidad producida por la propiainstitucin.

    La pregunta de hasta qu punto y cmo esa subjetividad reflexiva puede

    asegurar acuerdos vlidos es ya propia del universo de Habermas y nos reenva a la

    cuestin de la fundamentacin de que hablamos hace un momento (IX). Vimos ah que

    Castoriadis niega cualquier intento de fundar la razn en funcin de la aportica

    circularidad de que pretender fundarla es ya darla por vlida. En este sentido acuerdo

    intersubjetivo y acuerdo intersubjetivo vlido no pueden distinguirse ms que al

    interior de la institucin social y su cosmos de sentido, el rebasamiento del cual es un

    objetivo filosficamente imposible y polticamente estril.

    34 Castoriadis, C. (1999b). Imaginacin, imaginario, reflexin, Op. Cit., Pp. 320 331.

    14

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    XII

    De muchas cosas referidas al proyecto de autonoma no dicen nada las crticas que

    acabamos de comentar. En la lista de silencios pueden incluirse cuestiones tericas (qu

    lugar ocupa el concepto de poder en el proyecto de autonoma; qu relacin concretatiene la autonoma con la creacin), cuestiones prcticas (se supone que el proyecto

    crece y se perfecciona tambin a la luz de la praxis que lo realiza), pero muy

    especialmente cuestiones diagnsticas, entendiendo por tal el reajuste de la percepcin a

    lo que es caracterstico de una poca y de un tipo de sociedad. Muchos autores han

    destacado que el suelo del que surge el proyecto de autonoma es el de las sociedades

    todava industriales del capitalismo todava clsico del perodo de postguerra. De ah

    por ejemplo que la temtica marxista de la alienacin ocupe un lugar tan importante en

    las formulaciones de Castoriadis, precisamente como contracara de la autonoma y

    como trasfondo negativo de su despliegue35

    . La proliferacin de hiptesis acerca del

    surgimiento de un nuevo tipo de sociedad (flujos, redes, riesgo, postdisciplinamiento,

    descentramiento, policontexturalidad) no puede pasar desapercibida al proyecto deautonoma, ni en trminos prcticos ni en trminos tericos. En el debate que hemos

    reseado estas cuestiones estn casi completamente ausentes, en parte por razones

    histricas pero en parte tambin por el talante filosfico de los crticos. Con lo que

    queda pendiente, como el ms importante de los silencios, la cuestin de la actualidad

    del proyecto de autonoma en el contexto de una sociedad que ya no es, segn todas las

    evidencias, la misma que inspir la formulacin de Castoriadis. Frente a semejante

    asunto, que obviamente excede los lmites de un artculo, puntualizo para terminar unas

    pocas cosas, las ms generales.

    La primera en favor del proyecto de autonoma: a diferencia de otros horizontes

    poltico-normativos es l, precisamente por su apertura y su indeterminacin prctica,

    un principio ms resistente a la transformacin histrica de las instituciones, en el

    sentido de que no se opone a una forma especfica de institucin sino al tipo genrico

    que llamamos heteronoma. Por lo menos en trminos formales, el proyecto de

    autonoma sigue siendo vlido simplemente all donde existe heteronoma.

    El cambio de las formas de heteronoma sin embargo -segunda cuestin- no

    puede ser desatendido ni por el ejercicio prctico ni por la reflexin terica acerca de la

    autonoma. Y de que la heteronoma se ha (i) diversificado, (ii) complejizado, (iii)

    flexibilizado y (iv) dinamizado en sus formas cabe poca duda, lo mismo que del hecho

    de que sus manifestaciones son plurales, an cuando puedan reconocerse formas ms

    extendidas y seguramente generalizables. Un reconocimiento de la pluralidad de lgicas

    de heteronoma parece ser el punto de partida lgico de una puesta al da del proyecto,que tanto en la propuesta de Castoriadis como en las objeciones que comentamos parece

    remitir a un nico trasfondo negativo, sentado como evidente.

    En tercer lugar, el proyecto de autonoma no puede ignorar ni la multitud de

    politicidades que han proliferado en la ltima dcada, ni las inspiraciones tericas que,

    muchas veces apelando a otras nociones de autonoma, las han orientado, informado y

    significado. Los aos ochenta y noventa en que transcurre el debate son con bastante

    evidencia los del final de una poca de las luchas polticas de la izquierda europea. Pero

    ni entonces fuera de Europa, ni despus en diversas regiones del mundo, Europa

    incluida, la lucha poltica ha dejado de existir. En la medida en que el proyecto de

    autonoma asuma su carcter de praxis en el sentido marxista inicial de la palabra, y en

    35 Ingrassia, F. (2007). Autonoma y dispersin, en Franco, Y; Freire, H: & Loreti, M.Insignificancia y

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    la medida en que acepte que su verdad no est en su trazo filosfico (no solamente) sino

    en la prctica efectiva y creadora de colectivos concretos, la actualizacin filosfica del

    proyecto a la luz de la praxis resulta indispensable e inevitable.

    Por ltimo, si la autonoma es la forma de liberar las energas creadoras del

    colectivo social, y un llamado a reconocer la potencia instituyente de la imaginacin, es

    difcil encontrar un momento histrico en que la tarea haya sido ms urgente que hoy.Por decirlo brevemente, la invencin de lo nuevo se ha vuelto cuestin de

    supervivencia, por lo menos a escala de poltica macro y de lo que Castoriadis llamara

    la institucin de la sociedad como un todo. Ms urgente por lo tanto que en el

    contexto clsico de la alienacin, se vuelve tambin ms difcil precisamente por la

    urgencia y por la magnitud de lo an por inventarse.

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