refelexión sobre la tradición edagógica
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Ayuda a reflexionar sobre la tradición de prácticas de enseñanzaTRANSCRIPT
Un examen a la tradición pedagógica1
Gastón Sepúlveda E.
El propósito de este taller es reconocer cómo las preconcepciones que subyacen a nuestras prácticas y acciones son determinantes para el carácter de éstas últimas. El trabajo es reflexionar sobre las creencias más profundas en las que se fundan nuestras prácticas.
“Todo lo dicho es dicho por alguien” Maturana, H. y Varela, F. El Arbol del Conocimiento
Todos nosotros nos hemos formado, sobre todo los profesores, con la idea
que conocemos y actuamos en nuestras prácticas mediante la aplicación de
principios y métodos y que, en la medida que tenemos a éstos muy claros,
podemos controlar y evaluar adecuadamente lo que hacemos. La creencia es que
podemos hacer totalmente explícito nuestro quehacer cotidiano en la medida que
estamos plenamente conscientes de los principios que lo gobiernan. Esta forma
de pensar la hemos heredado de la tradición racionalista en la que se funda todo
el desarrollo científico y tecnológico de occidente a partir del siglo XVI.
Esta concepción no sólo se expresa como un planteamiento especializado,
sino que ha colonizado prácticamente casi todo nuestro sentido común. Hemos
llegado a estar tan profundamente convencidos de esto que es difícil que alguien
discuta la imagen que percibimos y conocemos el mundo "tomando" ítemes de
información de lo que nos rodea y que después los procesamos de algún modo
para obtener un "cuadro" de esa realidad que nos permita intervenirla, mediante
un cálculo de medios y fines.
Desde esta perspectiva, una profesión se concibe como una práctica
orientada a la resolución de los problemas que surgen en dominios especializados
1 Documento preparado para el Taller de Profesores de la Licenciatura en Educación Intercultural Bilingüe de la Universidad Mayor de San Simón, Cochabamba, Bolivia, 24.02.97. El documento es un borrador de trabajo.
(salud, leyes, ingeniería, educación, etc.), realizada rigurosamente mediante la
aplicación de una teoría o técnica científica. Los problemas con los cuales se
enfrenta un profesional son resueltos mediante la selección de lo mejor que se
puede encontrar en las fuentes científicas disponibles. Así, nuestra imagen de un
profesional es la imagen de un "experto" que es capaz de escudriñar el
conocimiento científico para solucionar los problemas con los que se enfrenta. Por
ejemplo, los problemas de aprendizaje que presenta un alumno pueden
resolverse aplicando los principios de la sicología o los problemas de la institución
educativa aplicando los principios de la ciencia de la administración.
No obstante, si uno reflexiona un poco sobre lo que realiza cotidianamente
en su trabajo puede percatarse que éste está compuesto en su mayor parte de
una "rutina" que se ejecuta dentro de un rango reducido de conciencia. Algo
parecido a lo que ocurre con las acciones que se acostumbran a realizar a diario:
caminar, esperar movilización, conducir un automóvil, hacer clases, entre otras.
Cuando se hace una clase, difícilmente se tienen presentes principios
pedagógicos o sicológicos para orientar las interacciones con los alumnos. Más
bien éstas siguen determinadas pautas estereotipadas, formas de decir y de
actuar que se repiten sin que podamos tener conciencia cabal de ellas.
Nuestras prácticas, en tanto que son destrezas que ponemos en
funcionamiento cotidianamente en dominios compartidos con otras personas y en
los cuales somos socializados, proveen las condiciones necesarias para que
podamos reconocer los objetos, comprender como sujetos y, en términos más
generales, podamos dotar de sentido al mundo en el que nos movemos. El
conocimiento que subyace a estas prácticas, no es algo que podamos hacer
explícito, del mismo modo como no estamos totalmente conscientes de la
gramática de la lengua que hablamos. Todo lo que hacemos cotidianamente se
basa en algo difuso que no podemos definir totalmente, pero que determina
poderosamente lo que hacemos.
Así, por ejemplo, cuando, nuestra acción se orienta por la experiencia que
poseemos en manejar tales situaciones, experiencia que ha sido
fundamentalmente construida en la socialización que hemos hecho en ese ámbito
de prácticas. Casi en ninguna oportunidad "aplicamos" principios pedagógicos o
sicológicos para orientar lo que hacemos. Es más, reconocemos que muchos de
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estos principios son cuestiones de teoría y que la práctica tiene otras exigencias
que éstos no alcanzan a satisfacer. En otras palabras, lo que hacemos
profesionalmente no siempre consiste en aplicar un conocimiento "sistemático" de
pedagogía, más bien mucho de ello es la reproducción de las imágenes que nos
hemos formado de tales desempeños a través de las relaciones sociales que
establecemos en nuestro trabajo.
Nuestras prácticas, lo que hacemos en un ámbito de desempeño
profesional: hacer clases, dirigir un establecimiento, organizar y supervisar el
funcionamiento de una escuela, etc. tienen como base un trasfondo de
comprensión que las orienta y que condiciona todas nuestras interpretaciones.
Este conocimiento indeterminado que sirve de base a nuestras prácticas recibe el
nombre de tradición. Dichos en otros términos, vivimos dentro de una tradición
que condiciona las interpretaciones que hacemos en nuestras prácticas y éstas, a
su vez, legitiman tales interpretaciones en la medida que se hacen efectivas en
ellas.
El proceso a través del cual una tradición se aprende está íntimamente
ligado a nuestra socialización, a la historia que construimos con otras personas en
los dominios en los cuales interactuamos con ellas. En cierto sentido, una
tradición está constituida por una historia que, a su vez, produce más historia.
Una práctica se estructura como saber de lo que hacemos con otros y ese saber
que incorporamos en esa práctica nos permite asegurar su permanencia en el
tiempo como una tradición. En este sentido una práctica nunca es neutra porque
refleja la tradición en la cual se construye.
Este punto es particularmente importante considerarlo cuando se enfrenta
un proceso de cambio. El cambio no puede concretarse en la medida que uno lo
conciba como un conjunto de estímulos informacionales que desencadenan
cambios en nuestras conductas profesionales. Nuestras prácticas profesionales
no son ámbitos de desempeños "vacíos" que se llenan con uno u otro
conocimiento experto; más bien, son un tipo de conocimiento que está
íntimamente "soldado" con nuestro cuerpo. De hecho podemos decir que nuestras
prácticas son conocimiento "in-corporado" y que están en nuestro cuerpo; en la
medida que nuestras formas de pararnos, de ocupar y comprender el espacio, de
orientar nuestro cuerpo con respecto a nuestros interlocutores se expresa de un
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modo determinado que sólo es posible en nuestras prácticas.
Nuestras prácticas están también constituidas por el lenguaje, pero no el
lenguaje entendido como la transmisión instructivas de determinadas
informaciones sino como coordinaciones de acciones en las cuales construimos
conjuntamente con otros el sentido de lo que hacemos. Así, por ejemplo, cuando
hablamos de enseñanza y aprendizaje no hablamos de un modo puramente
abstracto. Hablamos de ello refiriéndonos a las formas concretas como
enseñamos (y no como decimos que lo hacemos), a las formas como esperamos
que los profesores actúen, a cómo se debe organizar la institución educativa, etc.
Es gracias a esas conversaciones que podemos orientar nuestras prácticas y
coordinarlas con nuestros colegas.
Hemos dicho que nuestras prácticas constituyen, además, historia en el
sentido que surgen de un trasfondo que compartimos y en el que se hacen
presentes las distinciones de los dominios en los cuales actuamos: escuela,
universidad, familia, comunidad, etc. Es sobre ese trasfondo compartido que
surgen las ideas que tenemos respecto de tales distinciones y que orientan
nuestro actuar en ellos. Es en esos dominios de practica (ser profesor, ser
director, etc.) en donde son reconocidas las posibilidades nuevas de nuestra
comprensión. Así, por ejemplo, es sólo en la comprensión del ser profesor que
surgen las posibilidades concretas del cambio de nuestras prácticas. Es en esa
comprensión que es posible imaginar una nueva forma de enseñar o de organizar
la institución educativa para cambiar las condiciones de la enseñanza. Es en la
historia que constituyen nuestras prácticas donde se abren posibilidades para
modificar esa historia.
Todo lo que se ha dicho hasta aquí quiere destacar el hecho que no es
posible introducir un cambio desconociendo nuestra tradición, desconociendo la
comprensión que surge del hecho de ser como somos. En este sentido el cambio
no puede entenderse sino como una transformación en esa comprensión que sólo
es posible planteándoselo desde dentro de esa misma comprensión. De modo
que la tradición, como trasfondo de nuestras prácticas, no es un obstáculo para el
cambio sino una oportunidad cognoscitiva para abrir las posibilidades de construir
nuevas comprensiones.
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Teniendo esto en cuenta es posible iniciar una reflexión sobre la práctica
de enseñanza. Toda reflexión tiene que ver con un esfuerzo consciente de mirar
lo que hacemos desde una perspectiva distinta a cómo uno ve estas acciones
habitualmente inmerso en su rutina cotidiana. La reflexión es algo parecido a lo
que nos ocurre cuando mirando una vitrina de improviso nos vemos reflejados en
un espejo. En este punto nuestra experiencia cambia y de observadores pasamos
a ser observados por nosotros mismos. Cuando esto ocurre lo que nos ha
parecido familiar, se nos aparece como extraño, al comienzo hasta nuestro rostro
se nos presenta como “otro” y sólo después de algunos instantes nos
reconocemos en esa imagen.
Reflexionar implica romper el círculo que nos amarra a nuestra tradición y
hacer explícito el trasfondo de creencias y supuestos que subyace a nuestras
prácticas. En otras palabras para replantear la enseñanza se requiere esta visión
de espejo que es la reflexión, puesto que si no examinamos conscientemente
nuestra tradición lo más probable es que la reproduzcamos sin darnos cuenta.
La tradición objetivista
Mucha de nuestra práctica de enseñanza está enraizada en la tradición
objetivista. El objetivismo sostiene que el mundo está completa y correctamente
estructurado en términos de entidades, propiedades y relaciones. La experiencia
juega un papel insignificante en la estructuración del mundo; el significado es algo
que existe en el mundo independientemente de nuestra experiencia. De este
modo, el propósito de la comprensión es conocer las entidades, atributos y
relaciones que existen. La perspectiva objetivista concede que las personas
tienen diferentes comprensiones que están basadas en diferentes experiencias y,
de hecho, es por causa de las experiencias previas que es difícil que las
personas tengan comprensiones idénticas. Sin embargo, el impacto de la
experiencia previa es vista como la causa que genera comprensiones parciales y
sesgadas.
Este supuesto básico del objetivismo ha tenido una influencia determinante
en la enseñanza. El mundo, de acuerdo a este punto de vista, puede ser descrito
por un conjunto de modelos teóricos (por ejemplo, los modelos proposicionales de
muchas de las teorías cognoscitivas actuales). El propósito de la enseñanza es
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ayudar a los aprendices a adquirir las entidades y relaciones y los atributos de
ellas para construir “la” estructura proposicional correcta. Un enfoque objetivista
enfrenta el análisis de cualquier campo disciplinario, enfatizando la identificación
de las entidades, relaciones y atributos que el aprendiz “debe” conocer. Una
perspectiva objetivista de la enseñanza puede demandar un aprendiz activo, pero
el propósito de esa actividad es hacer que el estudiante ponga una cuidadosa
atención a los eventos de estímulo, a la práctica y al dominio que puede
demostrar de ese conocimiento. La cuestión estriba, en el diseño de la enseñanza
objetivista, en la profundidad y cantidad de procesamiento de los estímulos que se
proporcionan.
Considerando que se sostiene que el conocimiento existe
independientemente de la enseñanza, la enseñanza objetivista no se preocupa
necesariamente de las actividades de enseñanza para generar aprendizaje. Más
bien se practican mediciones separadas de la enseñanza para establecer el
conocimiento informacional que se ha adquirido y el dominio del aprendizaje se
refiere al hecho de haber adquirido la misma información básica que en estas
condiciones se supone lista para ser utilizada.
El conductismo no es la única de las teorías objetivistas. Una epistemología
objetivista también subyace a las teorías cognoscitivas de procesamiento de
información. En efecto, la sicología cognoscitiva objetivista es aun más explícita
en cuanto a la existencia independiente de la información y a la adquisición de
ella. La comprensión se concibe compuesta de una base de conocimientos en la
forma de un modelo mental experto (que consiste de reglas de procedimientos,
marcos metodológicos, etc.) Los estímulos, ya sean internos o externos, gatillan
producciones particulares. En este sentido, el aprendizaje comprende la
adquisición de los marcos de información o las reglas de producción, de modo
que la comprensión de una persona puede ser especificada por estas
descripciones exógenas.
El constructivismo: una tradición alternativa
El constructivismo proporciona una base epistemológica alternativa a la
tradición objetivista. El constructivismo, al igual que el objetivismo, sostiene que
existe un mundo real que experimentamos. No obstante, el argumento
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fundamental es que nosotros imponemos el significado al mundo y que éste no
existe independiente de nosotros (de nuestra historia de interacciones). Hay
muchas formas de estructurar el mundo y, consecuentemente, hay muchos
significados o perspectivas de cualquier evento o concepto. De esta forma, no hay
un significado correcto que tengamos que establecer.
El significado se concibe, en esta perspectiva, enraizado e “indexado” por
la experiencia (Brown, Collins y Duguid 1989). Cada experiencia con una idea -y
el contexto del cual esa idea es parte- viene a ser parte del significado de esa
idea. La experiencia en la cual está incluida una idea es crítica para la
comprensión del individuo y para la habilidad de usar esa idea. Por tanto, la
experiencia debe ser examinada para comprender el aprendizaje que se lleva a
efecto. Muchos de nosotros podemos estar de acuerdo que la experiencia que
tenemos con conceptos y relaciones en la escuela es bastante diferente a la
experiencia que tenemos con ellos en el mundo real.. Muchos estudiosos señalan
que este hecho es el factor principal que subyace a la dificultad de transferir el
aprendizaje escolar a situaciones de la vida real.
Por tal razón los constructivistas (sobre todo la tendencia social) enfatizan
las experiencias cognoscitivas “situadas” en actividades auténticas. Por ejemplo la
enseñanza interactiva (“cognitive apprenticeship”) es una estrategia de enseñanza
particularmente apropiada para proveer experiencias auténticas (Brown et al
1989). Otros, amplían muchos de estos mismos temas, prestando atención a la
distinción entre el aprendizaje dentro y fuera de la escuela. Se advierte la falta de
transferencia entre los dos entornos y se sugiere que esto es el resultado de la
descontextualización del aprendizaje, un tema determinante para el
constructivismo.
Si aceptamos que la comprensión está indexada por la experiencia y que
está se construye en contextos de interacción, cuál es rol de los “planes”.
Conocemos de muchas conductas exitosas que se atribuyen a un plan que las ha
guiado y de hecho mucho de la enseñanza está basado en la idea que podemos
establecer planes individuales de acción. Suchman (1987) sostiene que los planes
son simplemente recuentos proyectivos o retroproyectivos de la acción. Cuando
una persona entra a una situación con un plan, el aspecto crítico del desempeño
es la habilidad para responder a las restricciones situacionales: ser capaz de
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construir nuevos planes basados en las demandas y restricciones cambiantes de
una situación. Desde esta perspectiva, los planes (los principios, reglas,
procedimientos que enseñamos) son parte del tema de la acción con propósito y
no algo que puede ser meramente transformado en teorías axiomáticas de la
acción.
La enseñanza, desde esta perspectiva, no debería transmitir planes a los
aprendices, sino más bien desarrollar sus destrezas para construir y reconstruir
planes en respuesta a demandas y oportunidades situacionales. La enseñanza
debería proporcionar los contextos y asistencia que pudieran ayudar a las
personas a darle sentido a los escenarios donde les corresponderá
desempeñarse. Un plan es una parte de esa construcción de sentido y, en
consecuencia, los planes deben ser construidos, probados y revisados como una
función de los particulares encuentros que las personas tiene con situaciones
determinadas.
Un componente crítico del constructivismo que está explícito en tales
argumentos es que no hay una realidad definitiva, sino que más bien la realidad el
el resultado de un proceso constructivo. De este modo cuando dos personas
están discutiendo sobre algún tema, hay siempre incertidumbre de parte de la
persona B si la persona A realmente comprende el argumento que está dando. No
importa que A diga que comprende, siempre B va a tener esa incertidumbre de si
A realmente a captado el punto. De acuerdo a los constructivistas (Suchman
1987) siempre habrá incertidumbre. A está construyendo una comprensión que no
puede ser idéntica a B. Cada uno de ellas ha construido una comprensión que
revisan tanto como sea necesario para llegar a ciertos acuerdos (la discusión),
pero esto no garantiza que las comprensiones sean idénticas. En una escala
mayor, Suchman da el ejemplo de dos personas que están caminando en una
habitación. Cada una de ella construye un plan para actuar en esa habitación y
este plan es básicamente un intento de imponer orden en ese complejo de
estímulos y eventos (más que de encontrar “un” orden). Cada una de ellas revisa
y discute su plan para negociar su interpretación del entorno (lo que incluye
negociación social y física). Lo importante es que cada una tiene su propia
construcción, su propia comprensión, más que una realidad común objetiva.
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Winograd y Flores sostienen que puesto que la conducta está
situacionalmente determinada, uno no puede construir máquinas (o
procedimientos) que muestren o modelen exitósamente la conducta inteligente.
Esto presenta un argumento fuerte en contra de los modelos computacionales de
la mente. El razonamiento estriba en el argumento que la conducta está
situacionalmente determinada. Cada acción es la interpretación de la situación
actual basada en la historia total de nuestras interacciones. No hay
representaciones almacenadas en nuestras mentes, sino que la representación
está construida “in situ” basada en nuestra historia previa que no está formalizada
y estructurada.
Los modelos computacionales o expertos de la mente están basados en la
formalización del conocimiento que debe ser presentada en alguna forma
proposicional. Sin embargo, cualquiera proposicionalización es simplemente la
representación de alguna experiencia previa. El individuo (y no los procedimientos
expertos) puede reconceptualizar, reconstruir y reproposionalizar su experiencia
en una variedad de formas. Los computadores o los diseños expertos no pueden
almacenar las experiencias (en un trasfondo no formalizado). Es este trasfondo el
que le da a las personas la habilidad de construir nuevas comprensiones y
representaciones basadas en sus experiencias.
De este modo, la enseñanza comprende el proveer a los estudiantes con los medios para experimentar “la historia de interacciones”; esto es, construir el trasfondo “no formalizado” que puede ser usado para construir representaciones en el futuro. Al proporcionar estas historias el propósito es apoyar las actividades constructivas de los aprendices, de modo que los esfuerzos en construir comprensiones -usando nuestras herramientas cognoscitivas- lleguen a ser trasparentes, disponibles y a la mano.
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