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Redefinición del concepto de “Cultura de la Migración” a la luz del Enfoque Transnacional: la importancia de la Identidad Final Draft Junio 2005 Diana Mata Codesal e-mail: [email protected]

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Redefinición del concepto de “Cultura de la Migración” a la

luz del Enfoque Transnacional: la importancia de la

Identidad

Final Draft

Junio 2005

Diana Mata Codesal

e-mail: [email protected]

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INDICE

Introducción ................................................................................................................ 2

I. CULTURA DE LA MIGRACIÓN.......................................................................... 5

Los orígenes del término ......................................................................................... 5

Las teorías del sistema-mundo................................................................................ 8

El otro lado de la polémica: los desarrollistas o funcionalistas ............................. 9

El término se vacía de contenido .......................................................................... 11

Superando la confrontación: el enfoque transnacional ....................................... 13

Hacia una “cuarta realidad”................................................................................. 18

II. EL CONTACTO ................................................................................................. 21

El instrumento que genera contacto: las remesas ................................................ 21

Las interrelaciones ................................................................................................ 24

Hibridación............................................................................................................ 26

Globalización cultural........................................................................................... 27

Asimetrías.............................................................................................................. 29

Hegemonías culturales .......................................................................................... 30

III. LAS CONDICIONES PREVIAS: de identidades y otros constructos culturales

................................................................................................................................... 32

¿De qué depende que se dé un tipo de contacto u otro? ...................................... 32

La identidad .......................................................................................................... 34

Ejemplo: la identidad de los kichwa Otavalo....................................................... 36

Conclusiones (abiertas) y temas de discusión........................................................... 39

Términos claves......................................................................................................... 42

Bibliografía................................................................................................................ 43

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Introducción

En el momento actual se habla con insistencia de la cantidad creciente de remesas enviadas por los migrantes a sus lugares de origen. Remesas que surgen del trabajo agotador de estas personas y que suponen en muchos casos el principal sustento de muchas familias. Aunque recientemente se ha tendido a centrar la atención sobre este aspecto en particular de las migraciones internacionales, el interés en el tema no es ni mucho menos reciente. El establecimiento de nexos, tanto de tipo positivo como negativo, entre este proceso de recepción de remesas y el desarrollo1 de esos lugares se plantea cada vez con más insistencia, aunque el consenso académico sobre el tema esté lejos de haber sido alcanzado.

Así pues se puede apreciar un interés académico que va en aumento sobre las potencialidades que las remesas tienen para el desarrollo de los lugares de origen de los migrantes. Pero tras este interés subyacen una serie de presupuestos, casi nunca explícitos, que derivan en prácticas y acercamientos al tema determinados. En términos generales se puede hablar de la predominancia de enfoques de tipo economicista que se limitan a medir y analizar las remesas como un flujo de financiación externo más, eso sí, destacando su mayor calidad con respecto a otros de estos flujos. Las explicaciones que este tipo de estudios dan sobre el fenómeno están profundamente influidas por la concepción, ampliamente criticada incluso dentro del mundo académico, del hombre como ser racional maximizador de utilidad: el homo œconomicus2. De esta forma las remesas son únicamente un fenómeno económico que por lo tanto puede ser explicado en términos económicos. Se dan así razones o motivaciones para enviar remesas del tipo contrato familiar o egoísmo personal, que implican un reducionismo extremo de un fenómeno complejo multifacético. Porque es de rigor con la realidad admitir que no existe una única causa que motiva la decisión de enviar remesas3. En tal decisión intervienen factores de tipo no solo económico (como la diferencia de salarios en ambos países) sino también culturales (como la concepción imperante de la obligación de mantener a la familia), sociales (muchas veces es más esclarecedor estudiar algunos aspectos del fenómeno atendiendo a la situación que ocupaba el remitente en la escala 1 Un aspecto interesante pero apenas estudiado es el que relaciona las migraciones internacionales con los Objetivos de Desarrollo del Milenio de NNUU. Para un interesante recorrido por el tema ver Usher, 2005. 2 Para críticas sobre esta concepción desde el campo de la antropología: Bartra, 1997: El salvaje artificial. 3 Es muy típico de la economía y sobre todo de la corriente neoliberal hegemónica hacer este tipo de asunciones de unicausalidad fruto del reduccionismo al que someten a la realidad.

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social en el origen), políticos (la incertidumbre política, y por ende económica, ha demostrado ser muchas veces el factor de expulsión más fuerte, por encima de niveles de ingreso o consumo actuales)... Todo lo anterior es especialmente claro en el caso de la utilización de esos recursos enviados y los resultados emanados de esa utilización. Aquí es cuando la ciencia económica se queda sin explicaciones. Los estudios de este tipo nos dicen de que forma son gastados o utilizados esos recursos pero es incapaz de aventurar explicaciones fiables. Explicar un fenómeno no solo económico en términos exclusivamente económicos, es claramente falsear la realidad y el mejor camino para no llegar a aprenhenderla nunca. De todo lo anterior se desprende la necesidad de abandonar la pretensión de enfoques unicausales y la de introducir en el análisis variables de tipo sociocultural y político. Porque las remesas no son solo un flujo económico sino también, y complementado a este, un mecanismo de transmisión de elementos ideacionales.

Esta creencia en la importancia de los factores no económicos, lease socioculturales, para el desarrollo es el origen último del presente trabajo. Importancia ésta que no queremos reducir a los impactos positivos que sobre la actividad económica tienen los mismos, al estilo de los nuevos institucionalistas, sino que creemos poseen un valor per se. Lo anterior no viene más que a reafirmar las tesis del Desarrollo Humano, para las que el crecimiento económico (traduciéndolo al tema que nos compele, las remesas) no es más que un fin instrumental al servicio de un desarrollo integral del ser humano, donde los factores culturales si que son concebidos como un fin en sí mismo4.

La idea de realizar un trabajo sobre el concepto “cultura de la migración” surge

desde luego, motivado por la anterior creencia. Tras haber consultado multitud de trabajos sobre el tema de las potencialidades para el desarrollo de las remesas realizados por economistas, persistía la duda de la adecuabilidad del enfoque. Muchos de esos trabajos, para mi gusto, trataban de explicar el todo (el proceso migratorio) reduciéndolo a una de sus partes (las motivaciones económicas para emigrar, para regresar, para enviar remesas...), con lo que el resultado era, cuanto menos, miope. Parecía necesario ahondar en el “otro lado”, ver que se decía sobre el tema en otras disciplinas, y en especial en la antropología. Solo de esa forma, creía poder obtener el contrapunto intelectual sobre el tema, que me permitiera superar parte de la miopía que implica mirar sobre el tema de la vinculación remesas-desarrollo con un único punto de vista.

Hay que reconocer que la idea original sobre la “cultura de la migración” ha

sufrido innumerables modificaciones a lo largo de esta investigación, perdiendo en radicalismo para, creo yo, ganar en realismo. Las connotaciones iniciales sobre ese término poseían un aura casi revolucionaria. El término era cuanto menos atrayente, en el sentido de que se encontraba justo en el lado contrario del continuo desarrollo-dependencia, que había estudiado hasta entonces. A medida que profundizaba más sobre

4 Informe sobre el Desarrollo Humano, 2004: La libertad cultural en el mundo diverso de hoy.

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el tema, me he dado cuenta de la necesidad de redefinir el concepto de “cultura de la migración” porque en su formulación inicial caía en el mismo error que la mayoría de los estudios económicos sobre el tema de las remesas: el reduccionismo. Los datos empíricos muestran una riqueza tal de resultados asociados a lugares receptores de remesas en términos de desarrollo, que cualquier explicación maniquea en términos de bueno-malo es, como poco, inadecuada. Por otro lado el término poseía la virtud de centrar el interés justo en aquellos aspectos que la mayoría de los estudios económicos sobre el tema ignoran: los elementos simbólicos, ideacionales o inmateriales, que bajo este enfoque pasan a situarse en el centro del análisis. En este trabajo he pretendido unir las dos esferas, ya que la dicotomía esfera de lo económico-resto de las esferas, tiene poco que ver con la realidad migratoria. De hecho, como ya he mencionado, parece más acorde con la realidad conceptualizar las remesas no solo como envíos de dinero, sino también con envíos de elementos no materiales. Y si esto es así, parece inevitable que los cambios no solo se produzcan al nivel económico sino al cultural. Más aún, parece evidente que los cambios a ambos niveles se encuentran interrelacionados y se influyan mutuamente.

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“Cultura de la migración” ha sido un término recurrente en la literatura sobre remesas y migraciones. Para poder llevar a cabo la redefinición que se pretende del mismo, con el fin de adaptarlo a las nuevas características del fenómeno de las migraciones internacionales actuales, es ineludible hacer referencia a los orígenes y evolución del concepto de “cultura de la migración”. Solo tras este ejercicio se estará en condiciones de enfrentarse a una posible redefinición del mismo. I. CULTURA DE LA MIGRACIÓN Los orígenes del término

Este es un término acuñado por los dependentistas o estructuralistas de la década de los 70. Un nutrido grupo de autores, latinoamericanos en los inicios, desarrolló una crítica potente contra la teoría de la modernización, hegemónica en el momento. Frente a la dicotomía que esta última preconizaba entre los países desarrollados y los subdesarrollados, los dependentistas concebían el mundo como un todo, en el que el desarrollo y el subdesarrollo eran solo dos caras distintas de la misma moneda: solo existiendo el subdesarrollo, y fuerzas inherentes que lo perpetuasen, podía existir el desarrollo. Para Frank, máximo representante de la corriente en EEUU, el centro de atención debía centrarse en el lado rural, del continuo redfieldiano folk-urban (Kearney, 1986: 338). El “desarrollo del subdesarrollo” debía, según este autor, pasar a ser el campo de análisis5.

Para estos autores el término “cultura de la migración” describiría los cambios socioculturales generados por los procesos de migración masiva y la recepción de cantidades ingentes de recursos en forma de remesas. Según estos autores estos cambios generan y reproducen dependencias respecto a los países centrales. Se adoptan pautas de vida insostenibles para la estructura material de las comunidades de origen, que solo se perpetúan por acción de las remesas recibidas. Los desequilibrios entre la base productiva local y las necesidades y deseos de los autóctonos aumentan y solo las

5 Como en toda corriente de pensamiento, aún existiendo consenso acerca de los elementos de base, el anterior enfoque fue matizado al menos de tres maneras distintas que varían en cuanto al grado de radicalidad de sus propuestas. La más radical de las tres, correspondería a Paul Baran y sus seguidores (denominados por algunos como la escuela neomarxista de la dependencia), que defenderían las explicaciones de corte marxista más puro con tesis como la de la desconexión (Samir Amin, Dos Santos). En un nivel intermedio, autores como el ya citado Frank, Sunkel, Furtado o Anibal Pinto entre otros, hacen una reintrerpretación de las tesis imperialistas, para aplicarlas al contexto latinoamericano. Por último, nos encontramos con la tesis del “desarrollo dependiente” defendida por Cardoso. A pesar de esta diversidad de propuestas, la idea central de que las relaciones internacionales- a distintos niveles, también al de las migraciones- se constituyen en relaciones de poder asimétricas que tienden a perpetuar, e incluso acentuar, el status quo, se encuentra en la base de todas las propuestas anteriores.

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remesas actuando como una suerte de maquillaje permiten, al menos a corto plazo, el mantenimiento de la ilusión de mayores niveles de vida. Las dinámicas de dependencia puestas en marcha irremediablemente agudizan los desequilibrios iniciales que habían supuesto la salida de gran número de personas, ya que el crecimiento de la capacidad productiva (por las posibilidades de inversión productiva de las remesas) es notablemente inferior a la tasa de crecimiento de las necesidades (determinadas estas no solo en términos biológicos sino sobre todo socioculturales), expectativas y deseos de los habitantes. La emigración como única alternativa de futuro aceptable sale reforzada en este proceso, por lo que el círculo vicioso se cierra y agranda. Interpretando la anterior definición a la luz de la tesis básica de las relaciones asimétricas, la cultura de la migración se percibe como un producto del mencionado contexto internacional, constituyéndose a la vez como causa y consecuencia de subdesarrollo en las regiones de alta emigración. Consecuencia por su condición de producto de ese entorno de fuerzas asimétricas a favor de los países centrales. Su papel de causa está relacionado con su propia constitución como fuerza o inercia que incentiva esas asimetrías o dependencias. Una vez instaurada esta cultura de la migración, según estos autores, esta se constituye en una fuerza más, generadora de dependencias de las periferias respecto al centro. Es decir, cultura de la migración, tal y como fue inicialmente definida, es el término que hace referencia al conjunto de elementos de tipo social e ideacional que se generan en comunidades de tamaño micro y meso ante situaciones de emigración masiva, y posterior recepción de un volumen relativo considerable de remesas y cuya característica más destacada es la generación y perpetuación de desequilibrios crecientes que se traducen en dependencias respecto al centro del sistema mundo.

En este término, definido de la manera anterior, destacan dos cuestiones importantes. Por un lado el énfasis puesto en los aspectos no económicos que rodean no solo a lo económico, sino al concepto mismo de desarrollo y por otro su derivación de una macroteoría muy amplia que pretendía ofrecer una explicación alternativa a la falta de desarrollo en la gran mayoría de las regiones del planeta. Respecto al primer punto es clara la atención central que se pone sobre los procesos de tipo sociocultural que se desencadenan como consecuencia de la recepción de gran cantidad relativa de recursos en concepto de remesas. Eran del interés de los autores que defendían esta visión aspectos tales como la reorganización de la estructura social interna hacia formas de mayor desigualdad, la introducción de patrones de consumo occidentales sin ninguna vinculación con las tradiciones y capacidades productivas de la zona, lo que a su vez se traducía en un incremento de las importaciones y un empeoramiento de la situación en la balanza comercial, entre otros. Esta interredependencia entre factores económicos y no económicos ha pasado a ser recientemente un aspecto clave en los estudios económicos. Las instituciones han pasado de ser el entorno neutro en el que los agentes económicos interactuan, a convertirse en un marco con capacidad para incentivar o desmotivar esas actuaciones. Corrientes teóricas recientes dentro del campo del análisis económico han subrayado la importancia de lo “institucional” en los procesos económicos. Los neoinstitucionalistas, pervirtiendo la defensa que de las instituciones hacían los originales institucionalistas

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americanos y los antropólogos seguidores de Polanyi, han vuelto a introducir estas como una variable relevante en el análisis. Pero contra toda lógica racional, en vez de volver a “incrustrar”, en palabras de Polanyi, estos procesos en las relaciones socioculturales más amplias en las que tienen lugar y por las que se encuentran influenciadas, han puesto estas al servicio de los procesos económicos. Las instituciones se definen partiendo de una suerte de funcionalismo económico, donde la medición de su bondad se hace en función de sus aportaciones a las grandes cifras macroeconómicas6. De este modo se olvida que el origen y fin último de esos procesos económicos es la sociedad, que estos tienen lugar en contextos institucionales y que no son más que un medio para conseguir fines que han de ser establecidos socioculturales. El otro elemento importante que se desprende de la definición y utilización por los autores estructuralistas o dependentistas, del término de “cultura de la migración” está relacionado con el cambio que sufre el concepto de desarrollo en sus teorías. Frente al concepto de desarrollo como mero sinónimo de crecimiento económico, el concepto de desarrollo manejado por estos autores se hallaba profundamente imbuido de connotaciones culturales no solo por cuanto se defendía una suerte de relativismo cultural que dejaba en mano de los futuros “pacientes” del desarrollo un margen de definición del mismo, sino sobre todo por la importancia que se daba a los elementos culturales en el proceso de marcha hacia ese desarrollo7. Debido al este fuerte contenido cultural, el término caló más hondo en las disciplinas con más carga social (léase, sociología y sobre todo antropología social). Y fueron autores pertenecientes a estas disciplinas los que más profusamente utilizaron el término. A pesar de las numerosas críticas que este concepto ha recibido (muchas basadas en el carácter totalitarista del mismo), hay que defender la importancia que de manera retrospectiva tiene esa puesta del foco en los aspectos no económicos de la migración y las remesas. A raíz de los dependentistas, la faceta sociocultural, que había sido largamente olvidada en los estudios sobre el tema, empezó a ser introducida como variable relevante en posteriores análisis sobre el tema y permitió la aparición de numerosos estudios que sin defender posturas tan radicales introducían la variable sociocultural en el análisis como variable relevante8

6 El énfasis en las prácticas de “buen gobierno” y democracia, entre otros, que en la actualidad ponen las instituciones internacionales, hay que entenderlo en este contexto. 7 Este aspecto ha demostrado junto con el punto anterior del entorno sociocultural o institucional, una aportación valiosa de este enfoque. La creciente importancia de los aspectos culturales para conseguir el desarrollo y a la vez como parte integral del mismo han quedado reflejados en el Informe sobre el Desarrollo Humano del 2004 del PNUD: La libertad cultural en el mundo diverso de hoy, con frases tan jugosas como : “La libertad cultural constituye una parte fundamental del desarrollo humano puesto que, para vivir una vida plena, es importante poder elegir la identidad propia –lo que uno es– sin perder el respeto por los demás o verse excluido de otras alternativas.” (PNUD, 2004: 1). 8 Algunos elementos aislados de este enfoque han sido recogidos, y ligeramente adaptados, por los transnacionalistas en una suerte de visión articulacionista de las migraciones.

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Las teorías del sistema-mundo Los enfoques dependentistas y estructuralistas se inscriben dentro de un conjunto de teorías más amplio, las teorías de corte marxista del sistema-mundo con Immanuel Wallerstein como su máximo representante. La base de este enfoque se encuentra en la tesis de la presencia de un sistema de estratificación mundial, basado en una particular división del trabajo a escala internacional (Kerbo, 2003: 228). Existen unas estructuras del sistema-mundo, que se constituyen como el marco más adecuado de la orientación conceptual (Wallerstein, 1995: 5). Cada una de las partes que conforman ese sistema-mundo se encuentran determinadas por la propia estructura mundial. Es esa posición respecto al esquema global (centro9, periferia y semiperiferia) la que genera relaciones concretas entre las partes que tienden a mantener estable el sistema. Estas fuerzas actúan claramente en detrimento de las partes periféricas del sistema. Según la teoría del sistema-mundo es la específica división internacional del trabajo la que se constituye en la principal de las fuerzas asimétricas. Esta división hace que del intercambio resultante de la producción de diferentes mercancías en diferentes partes del mundo, se establezcan regiones específicas de consumo frente a regiones de producción (Kearney, 1986: 340). Los excedentes se transmiten de esta forma de las periferias hacia el centro.

En el s.XX, se han venido a unir a estos flujos de mercancías, los de mano de obra. De esta forma el marco conceptual que brinda la teoría del sistema-mundo, al situar la división internacional del trabajo en el centro del análisis, parece ser más útil que el de las visiones un tanto parciales10 de los autores dependentistas. Para el estudio de las migraciones internacionales esta última teoría ha sido más utilizada por esta mayor relevancia, ya que es capaz de dar una visión aún más global al introducir los flujos migratorios-o lo que es lo mismo, flujos de trabajadores- dentro del conjunto más amplio y problemático de los circuitos de capital y mercancías (Kearney, 1986: 340). Además del cambio anterior, se aprecian otros que ya han comenzado a ser conceptualizados e introducidos en esta teoría de amplio alcance.

La virtud fundamental de las teorías del sistema-mundo y similares en relación al tema de las migraciones internacionales, es que son capaces de introducirlas en un marco de relaciones más amplio, donde estas relaciones se refuerzan mutuamente. Los enfoques que tratan de explicar la realidad en términos de sistema, si son capaces de superar el peligro de las tendencias totalizantes, pueden ser muy útiles para proveer un marco conceptual de fondo en el que insertar diferentes piezas, a modo de puzzle. Los

9 La cuestión del centro ha sido reformulada por Sassen, que defiende la idea de que, a consecuencia de la globalización, ya no se puede hablar de uno sino de varios centros, que no se corresponden con la división tradicional de los Estados-nación sino con las nuevas metrópolis de la actualidad: las ciudades globales. “El auge de la información y el crecimiento de la economía global, inextricablemente entrelazados, han contribuido a una nueva geografía de la centralidad y la marginalidad”. (Sassen, 2001: publicación en línea). 10 Aunque después se modificaran sus hipótesis para poder ser aplicadas a todo el Tercer Mundo, no hay que olvidar que la evidencia empírica de la que habían bebido era únicamente la de situación de América Latina.

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enfoques que vamos a pasar a definir de tipo desarrollista o funcionalista adolecen por completo de esta falta de visión de conjunto. El otro lado de la polémica: los desarrollistas o funcionalistas

Frente a las corrientes anteriores que compartían una orientación ideológica crítica con el status quo mundial, y proveniente desde ya la década de los cincuenta y sesenta, se alzaba el pensamiento de aquellos que proclamaban las virtudes de la emigración y las remesas11, en gran medida en la línea del que sería después el pensamiento neoliberal.

Esta posición fue la que salió fortalecida de la polémica con los dependentistas y

estructuralistas y sus supuestos y presunciones llegaron a ser hegemónicos en la década de los 90, los que en parte siguen imperando hoy en día en la mayoría de los estudios llevados a cabo sobre el tema por economistas. Para estos autores12 que pueden ser definidos como funcionalistas o desarrollistas, economistas casi en su totalidad, la emigración implicaba toda una serie de ventajas para los países de origen. Se aplicaban casi mecánicamente los principios de la nueva economía liberal a situaciones muy dispares. La explicación de los fenómenos migratorios se podía explicar aplicando la ley de la oferta y la demanda de mano de obra a nivel internacional. De este modo si los países expulsaban mano de obra era únicamente porque existía una sobreabundancia de la misma. Esta se movía hacia lugares con déficit hasta equilibrarse. Esas diferencias en cantidades de trabajadores existentes se traducía en una desigualdad salarial. Y esta diferencia en los niveles de salarios era lo que empujaba a gran cantidad de personas a migrar. Las explicaciones poco a poco fueron haciéndose más complejas a medida que las originales eran manifiestamente incapaces de explicar nuevas realidades, como la pervivencia de altas tasas de inmigración en sitios con también altas tasas de desempleo. La teoría de la economía de trabajo dual vino a tratar de explicar esta aparente paradoja. A medida que la teoría adquiría pretensiones explicativas más amplias se iban incorporando nuevos factores de expulsión y atracción. A pesar de este evidente perfeccionamiento de los planteamientos estos adolecían de una falta clara de perspectiva sociocultural, y muchos de los estudios realizados en el marco de estas teorías desgajaban los fenómenos migratorios y de envío de remesas de los contextos socioculturales más amplios de los que formaban parte. Se falseaba así una realidad compleja.

11 Autores como Keely, Rubenstein, Stark o Taylor, entre otros. 12 Existen distintas denominaciones para esta corriente: desarrollistas, modernizadores o como ha propuesto Jones (Jones, 1998: introducción), funcionalistas. Denominación esta que nos parece la más adecuada, ya que sintetiza la idea de un todo armónico en el que cada parte realiza una función. De esta manera se eliminan los juicios de valor que caracterizaban a la postura contraria de los dependentistas o los autores del sistema-mundo.

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Descendiendo en el análisis hasta el nivel de las consecuencias de las remesas, en un primer momento el principal de los beneficios que se asociaba a las mismas era la posibilidad de su inversión productiva en las comunidades de origen de los migrantes. A partir de la constatación empírica de lo reducido del monto total de las remesas que se utilizaban para tal fin13, se introducen otros beneficios potenciales de las mismas con especial énfasis en los análisis que estudian los efectos acumulativos del gasto de las mismas. Las explicaciones que se siguen manejando en la actualidad sobre este fenómeno poseen tintes exageradamente economicistas. Es esa característica la que hace que estas teorías sean incapaces de explicar ciertos resultados empíricos, y en concreto el uso en destino de las remesas enviadas. Desde la lógica del ser humano racional maximizador de utilidad, esto resulta un aspecto oscuro imposible de explicar. Si no se atiende a variables de contexto, económicas, pero también socioculturales no se pueden entender las razones que subyacen a este fenómeno. El gran fallo de estas teorías ha sido tratar de explicar fenómenos multifacéticos en función de una sola variable ya que como defiende Newland

“The relatively small portion of remittances that are used for investment (apart from human capital investment through education and health spending) reflects not only the immediate consumption needs of poor families, but also the discouraging investment climate for the poor. Until such problems as poor infrastructure, corruption, lack of access to credit, distance from markets, lack of entrepreneurial skills, and disincentives to savings are tackled, it is unrealistic to expect remittances to solve the problem of low investment in poor communities. “ (Newland, 2003).

Los autores de esta corriente fueron muy críticos con el concepto de la “cultura de la migración” acuñado por la postura ideológica contraria. Si bien es cierto que este poseía un afán explicativo global muy criticable por lo ambicioso del mismo, es igualmente criticable las posturas excesivamente micro que adoptaron los estudios de la corriente contraria. Del mismo modo que reducir a las personas y comunidades a meros títeres de estructuras sociales más amplias de las que forman parte es una falta a la realidad, también lo es analizar a las personas como agentes, autónomos de cualquier contexto más amplio. Con la instalación hegemónica en el entorno académico del neoliberalismo, y la recogida y profundización que hace de muchas de las tesis defendidas por los funcionalistas, el término “cultura de la migración” cae en el desuso total y solo muy recientemente con el reconocimiento de la importancia que los factores no económicos tienen sobre los económicos, ha vuelto en cierta medida la cultura a volver a entrar en la ecuación del desarrollo.

13 Un estudio de la OIT de 1994 demuestra que para los casos de Tailandia y Bangladesch el porcentaje de las remesas recibidas que se invierte en cada país queda muy por debajo del porcentaje que va a consumo directo: 5,9% en Bangladesh se invierte en negocios -fuente Tingsabadh 1989- y el 13,3% para el caso de Tailandia -fuente Mahmud 1989. (citado en Altamirano, 2004:14). Cohen, establece que para la región mexicana de la Oaxaca rural, más del 50% de las remesas recibidas sirven para cubrir los gastos corrientes diarios (Cohen, 2004).

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El término se vacía de contenido

En la actualidad autores que suscribieron las connotaciones iniciales que poseía el término de “cultura de la migración” son mucho más tibios en sus planteamientos. Como consecuencia de una suerte de revisionismo bajo el que se encuentran los postulados dependentistas, el término se ha vaciado de significado14. Ya no existe un consenso tan claro acerca de lo que este connota y muchos autores se limitan a dar pinceladas que resaltan alguna característica en concreto.

Para Cohen, a pesar de ser antropólogo y dar gran importancia a los aspectos culturales en su explicación de la emigración en Oaxaca (México), la presencia de una “cultura de la migración” (presente según él en esta región mexicana) implica:

“[...]primero, que, la migración es penetrante- ocurre a lo largo de toda la región y tiene una fuerte presencia histórica [...]. Segundo, la decisión de migrar es tomada por la gente como una más de sus decisiones de la vida cotidiana. Tercero y final, la decisión de migrar es aceptada por la mayoría de los oaxaqueños como un camino hacia el bienestar económico” (Cohen, 2004: 5).

Como se puede apreciar en la anterior definición, lo que caracteriza según este autor a la cultura de la migración es su imbricación en las prácticas diarias de las personas que son partícipes de la misma. Estas personas han interiorizado de tal manera la posibilidad de migrar que existe, que esta llega a ser casi una imposición (en algunos estudios etnográficos sobre el tema en México se habla de esta experiencia migratoria temporal como un rito de iniciación a la vida adulta, tan introducida en el idearía colectivo se encuentra la emigración15). Se puede apreciar por tanto que tal y como define el término este autor, este se vacía de contenido crítico y se limita a definir una realidad presente en muchas regiones con una fuerte tradición migratoria16. Es interesante la descripción tan inocua que se hace de esta realidad, que evita establecer cualquier tipo de relaciones de causalidad. 14 Estamos, desde luego, hablando en términos generales, ya que autores como Guidi con su estudio etnográfico realizado en una comunidad mixteca a finales de los 80 suscribe al pie de la letra cada una de las tesis dependentistas en su versión original (Guidi, 1993). La motivación básica que persigue este estudio es analizar los mecanismos de tipo políticos e ideológicos a través de los cuales se construye una realidad que reproduce la desigualdad económica, que contribuye a reforzar en el ámbito rural la necesidad de migrar. 15Según Alarcón (1988: 349-350) y refiriéndose a una comunidad mexicana “[...] la migración a los Estados Unidos se ha convertido en una tradición y en un modo de vida que “obliga” a emigrar sobre todo a los jóvenes. Ir al “norte”ha venido a ser en los últimos años un rito de paso”. Citado en Moctezuma, publicación en línea. 16 México es el caso de estudio por excelencia, tanto de estudios de tipo más economicista como culturales, debido a que posee unas características que le hacen único a nivel mundial. A saber, su proximidad con EEUU, la longitud de la frontera entre ambos países que la convierte en un límite especialmente poroso y la antigüedad del proceso migratorio, entre otros.

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Rachel Murphy realiza un excelente análisis de las consecuencias de la emigración

laboral en la China rural actual, y centra parte de su análisis en el papel que juegan los valores, tanto en relación al establecimiento de las metas (goals) a conseguir como en la percepción de los medios que se poseen para alcanzar tal fin. Así pues los valores son introducidos en su definición de “cultura de la migración”. Definición esta que se acerca más al término original desarrollado por los dependentistas. Para esta autora:

“ […]particular combinations of environmental factors that generate economic imperatives have intertwined with existing cultural practices to generate a “culture of migration.” This means that migration becomes an endorsed and expected means of attaining economic goals and a rite of passage for young people. The culture of migration means that children grow up expecting to spend part of their lives in the cities, and young villagers who do not migrate are derided by their peers for being unadventurous and without ability.” (Murphy, 2002:17).

De nuevo queda de manifiesto el intento del término por englobar aspectos no económicos del proceso migratorio, lo que constituye su mayor riqueza. Pero aún siendo esta última definición más crítica que la de Cohen adolece de igual modo de un marco más amplio en el que inscribir relaciones de causalidad, de las que nuevamente se evita hablar17.

Como ha podido verse el término “cultura de la migración” se utiliza en la actualidad en muchas menos ocasiones y cuando se hace se le despoja de toda connotación peyorativa per se. Como consecuencia de lo anterior el término se ha hecho más operativo en el sentido de que es más aséptico y por tanto aplicable a un mayor rango de situaciones. Al mismo tiempo al perder su potente carga ideológica nos encontramos ante un término con afanes meramente descriptivos y sin pretensiones críticas.

En los estudios que se están realizando en este momento, las posiciones no están tan radicalizadas como en las décadas álgidas de la polémica entre dependentistas y funcionalistas, y los procesos de recepción de remesas no se entienden en términos de buenos o malos, sino como poseedores de potencialidades en ambos sentidos que han de ser realizadas. Ya no hay (casi) autores que a la vista de los datos empíricos defiendan a ultranza ninguna de las dos posturas extremas. El contenido del término “cultura de la migración”, con todo el carácter simplificador que sin lugar a dudas implica, se ha diluido y ha perdido en gran medida su carácter crítico. La disparidad en los resultados de las investigaciones empíricas llevadas a cabo ha sido el elemento que ha llevado al fin de las macro explicaciones monolíticas que explicaban todo el proceso migratorio y de recepción de remesas en función de una o dos variables relevantes y que obviaban el carácter multifacético de la realidad migratoria y los procesos asociados como el de recepción de remesas. 17 Los estudios de Cohen y Murphy son solo una muestra reducida que nos ha servido para ilustrar la tendencia presente a evitar tanto juicios de valor como referencias a marcos analíticos más amplios. Muchos otros autores escriben en la actualidad sobre el tema con un enfoque similar, entre ellos Esteve-Fabregat (2001), Altamirano (2004), Morán Quiroz (publicación en línea).

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Superando la confrontación: el enfoque transnacional

En la actualidad se impone una aproximación al tema más realista que ha venido a llamarse el enfoque transnacional18. Este enfoque introduce en el análisis nuevos actores que se interrelacionan entre si en multitud de formas y que generan a su vez nuevos contextos. Además de introducir la complejidad del fenómeno de las migraciones en el análisis, la principal virtud de este nuevo enfoque es el haber establecido un tercer espacio (no físico) de estudio: la dimensión transnacional del análisis.

Transnacional es un concepto de reciente creación, pero que en su corta vida ya ha sufrido modificaciones y ampliaciones de significado19.

El término transnacional proviene del campo de la Antropología Cultural. Fue primeramente usado por las antropólogas Nina Glick Schiller, Linda Basch y Christina Szanton Blanc en una Conferencia que tuvo lugar en 1990 y cuyas ponencias se publicaron bajo el título Towards a Transnational Perspective on Migration (Glick Schiller, Basch and Szanton Blanc 1992). Fue en el artículo introductorio de esa obra donde las citadas autoras describen transnacionalismo como una mirada innovadora sobre el fenómeno de las migraciones contemporáneas, ya que según ellas estos movimientos son cualitativamente diferentes de los que tuvieron lugar en el s.XIX y principios del s.XX20. Esta obra junto con Nations Unbound (Basch, Glick Schiller and Szanton Blanc 1994) pueden considerarse las obras fundadoras del enfoque (Kivisto, 2001: 4). Sin embargo es Alejandro Portes, sociólogo de la universidad de Princeton, quien lleva a cabo la tarea de popularizar y refinar el término21, hasta que este alcanza el status de teoría, al menos de teoría de rango medio, del que goza en la actualidad. Centrándose en los inmigrantes latinoamericanos en EEUU (Portes, 2004) ha llevado a cabo multitud de estudios sobre las economías de enclave étnicas, es decir nichos económicos que han sido copados por redes de migrantes que comparten una misma procedencia, y la forma

18 Como ejemplo de este interés académico baste mencionar el Programa sobre las Comunidades Transnacionales llevado a cabo entre 1997 y 2003 por el ISCA (Institute of Social and Cultural Anthropology) de la Universidad de Oxford, dirigido por Steven Vertovec: http://www.transcomm.ox.ac.uk/ 19 De hecho es un concepto que continua sufriendo cambios, en especial destinados a precisar su todavía ambiguo significado (Kivisto, 2001 ) y a tratar de establecer diferencias respecto a otros términos también muy utilizados, como puede ser el concepto de multiculturalismo (Vertovec, 2004). 20 La idea básica es que los nuevos migrantes ya no pierden sus raíces sino que las reproducen en el país de destino en contraposición a la visión académica que se tenía de sus antecesores de principio de siglo, como seres que perdían sus raíces y rompían el contacto con sus lugares de origen, en una suerte de “transplante social”. En los inicios del término este se circunscribía únicamente al ámbito de lo social. 21 El número de autores que centran sus investigaciones en este tema es creciente, y aunque la mayoría se encuentre en la órbita de los desarrollos de Portes y sus colegas, existen otros, críticos con el trabajo de éstos (Faist, 1999; Kivisto, 2001).

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en la que los recién llegados se integran en ese tejido. Son también dignos de mención sus estudios sobre las segundas generaciones de estos migrantes transnacionales. Para este autor el término transnacional describe aquellas actividades que implican continuidad de relaciones sociales que superan límites nacionales y que perduran a lo largo del tiempo (Kivisto, 2001: 12) Asimismo distinguen entre dos tipos de transnacionalismo: “desde abajo” y “desde arriba”, movimientos éstos, que se obstaculizan mutuamente (Portes, 1998: 19). El primero hace referencia a las comunidades y las familias. Los migrantes son los agentes centrales de este tipo, mientras que el capital y las empresas transnacionales generan un tipo de transnacionalismo “desde arriba”22.

Además de la distinción anterior entre transnacionalismo desde arriba y desde abajo, Portes distingue también los transnacionalismos en función de la esfera en la que éste se desarrolle. De este modo el adjetivo transnacional puede aplicarse a tres esferas diferentes: la económica, la política y la sociocultural. Dependiendo de a que faceta concreta del proceso migratorio se refieran los estudios, se tiende a enfatizar un aspecto u otro.

La esfera de lo económico fue la primera en ser percibida y conceptualizada. Las denominadas “economías étnicas”, nichos de trabajo ocupados por migrantes pertenecientes a una misma comunidad o región de origen, y en las que se insertaban los migrantes recién llegados también pertenecientes a la misma red, son desde luego el aspecto más visible de esta nueva era de “transnacionalismo desde abajo” (Portes, 2004; Logan, 2003; Morris, 2003).

Las diásporas étnicas, junto con las ONGs y diferentes agencias de las NNUU, son tomadas como los actores centrales en el campo del transnacionalismo político: “The ‘politics of homeland’ engage members of diasporas or transnational communities in a variety of ways” (Vertovec, 1999: 9). La relación entre las diásporas, las medidas de política interna y los políticos es una relación dinámica que se reconfigura a lo largo del tiempo. Lo anterior implica, más allá de su naturaleza eminentemente cambiante a lo largo del tiempo, la presencia de una arena nueva donde desarrollar el juego político, lo que a su vez implica el traspaso de los límites territoriales del Estado-nación23.

22 Como señala Portes al inicio del estudio, la característica del transnacionalismo que se encuentra presente en algunas comunidades de migrantes, ataca la base misma del principio capitalista que establece que “el capital es global, el trabajo es local” (1998:1). El transnacionalismo desde arriba es otra forma de designar la globalización del capital y la producción. 23 Hay multitud de estudios que tratan de explicar las causas y, sobre todo, las consecuencias, derivadas de la presencia de este nuevo “terreno de campo político”. Por citar solo dos ejemplos, para Portes (2004: 3): “No existe incentivo lógico para los gobiernos de los países emisores de tratar de reprimir vigorosamente la emigración y existen todo tipo de incentivos para mantener vínculos con sus diásporas en el mundo desarrollado que funcionan como un crecientemente importante recurso económico”. El trabajo de Levitt y de la Dehesa (2003) va más allá y trata de clasificar el tipo de políticas que en países como Brasil o México se están implementando al nivel de esa arena política transnacional, y a la vez relacionarlas con la redefinición que se está llevando en la actualidad de cuestiones como la soberanía, el rol de los estados fuera de sus límites territoriales o la noción de ciudadanía, entre otras.

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La tercera esfera24, la del ámbito de lo sociocultural, se perfila como un campo de estudio privilegiado. Este tercer espacio de análisis25 hace referencia al mundo de tipo ideacional, pero con procesos de materialización adscritos, en el que la vida de los migrantes actuales se desarrolla. Gracias a los modernos medios de comunicación y transporte en la actualidad se puede residir en un lugar sin perder el contacto con otros lugares lejanos, característica esta distintiva de las actuales migraciones internacionales. En épocas anteriores la salida de un país con el fin de trabajar y residir en otro implicaba casi inevitablemente el abandono de unos modos de vida y formas de concebir la realidad y la posterior adopción de los imperantes en el lugar de destino. De esta forma, al deshacer el inmigrante la “maleta cultural” que traía consigo desde su lugar de origen y abrazar casi incondicionalmente la nueva que se le daba ya hecha, se producía su integración26. La etapa actual ha implicado un cambio importante en este sentido. Si como se ha visto, tradicionalmente se consideraba la migración como una dejación de la cultura original por parte de los migrantes para pasar a integrarse en la cultura de destino, esto en la actualidad tiene poco que ver con la realidad. Por varios motivos, entre ellos aspectos de tipo técnico como los modernos medios de comunicación y transporte o la existencia de redes bien establecidas en los lugares de destino, la persona que emigra lleva consigo su legado cultural que en parte reproduce y adapta en el lugar de destino, conformando así en su seno una mezcla peculiar de elementos culturales de origen y destino27. Estas personas mantienen a la vez varias culturas y referentes ideacionales, lo que se ha venido a llamar transnacionalismo o transculturalismo en relación a elementos culturales. Así pues nos encontramos con personas que forman parte a la vez de varias realidades culturales. 24 A pesar de esta tripartición que hemos hecho y que comparten la mayoría de los autores, otros como Guarnizo se muestran críticos con ella y abogan por la unión de estos tres campos de estudio, bajo el epígrafe de lo que él denomina “las economías del vivir transnacional” (the economics of transnational living): “Este concepto evita las limitaciones asociadas con conceptualizaciones más estrechas que se centran en una o unas pocas actividades, o en una forma especifica de organización social. [Este concepto] recoge procesos más complejos que incluyen un conjunto más amplio de actividades: desde remesas, a mecanismos de reproducción cultural e interrelaciones sociales, hasta participación política” (Guarnizo, 2003: 671 ). 25 O tercera cultura como la denominan otros autores (Mantecón, 1993: 5) 26 El fracaso de las políticas de integración que se llevan a cabo en la actualidad en muchos países es visto por varios autores como la consecuencia de la aplicación de políticas desarrolladas para implementarse en una realidad que ya no existe: la de los migrantes internacionales que “adoptaban” los modos y usos de la sociedad de destino en detrimento de aquellos pertenecientes a la sociedad de la que provenían (Luca, 2004; Levitt, 2004, Vertovec, 2003). Enfoques como el del Informe Parekh (2005) suponen un gran avance y una barrera frente a visiones como las defendidas por Huntington (citado en Portes, 2004: 6), pero responden a una realidad que poco a poco está dejando de existir. De este modo las políticas de integración si es que quieren ser eficaces han de responder a esta nueva realidad de transculturalismo o transnacionalismo (convivencia en un mismo individuo de referentes culturales distintos, que se entremezclan pero que en cierta medida mantienen sus especificidades propias). 27 Lo anterior es especialmente visible en el caso de las prácticas alimentarias, en las que la presencia de redes y negocios de importación-exportación de foráneos (lo que a su vez forma parte de la “economía étnica”) permite el acceso a productos culinarios típicos del país de origen a precios asequibles, y de ese modo se permite también la pervivencia de tradiciones culinarias (Duran, 2004).

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El término redes o cadenas migratorias28 ha sido nombrado varias veces hasta ahora por lo que merece la pena dedicar unas líneas a tales conceptos. Las redes se perfilan como la vía preferencial a través de la que circulan flujos de diversa composición, tanto de ida como de vuelta. Es por eso, que este término ha alcanzado una gran importancia metodológica. En términos generales las redes son los instrumentos básicos generadores de transnacionalismo, ya que el concepto de “red”29 viene a representar los lazos establecidos entre realidades distantes, y por lo mismo se convierte en parte indispensable de ese tercer ámbito de estudio en el que se constituyen las comunidades transnacionales. Como establece Faist (1999:5) la reciprocidad, tanto en su forma de intercambio como de norma social, es el principal elemento distintivo de este tipo de estructuras.

Numerosos autores han trabajado sobre el concepto de red aplicándolo a diversos ámbitos30, que van desde el análisis de sistemas informales de transmisión de remesas-como el hawala-, a las redes de tráfico de personas pasando por estudios de formación de capital social dentro de las redes, las economías étnicas (Roberts y Morris, 2003; Logan y Stults, 2003), la antigüedad del proceso migratorio(Jones, 1998), etc. Uno de los desarrollos más conocidos del concepto de red es el de la “acumulación causativa” o los efectos multiplicadores de la migración (Binford, 2003: 11) de Massey y Durand. Según estos autores el propio proceso migratorio cobra vida aparte de los individuos, estableciendo sus propias reglas de actuación que generan una retroalimentación del mismo.

La bondad del enfoque transnacional que acaba de ser perfilado, reside en la defensa que hace de los procesos migratorios como fenómenos complejos que han de ser analizados a lo largo de todo su recorrido. Además de aportar riqueza conceptual y situar a los procesos migratorios en la agenda actual de muchos investigadores, hay que destacar que han abierto la posibilidad de la existencia de nuevas realidades sobre las que centrar el análisis. Es decir, la posibilidad de superar los límites territoriales del Estado-nación sobre los que se había estado trabajando hasta ahora en el tema de las migraciones.

28 Aunque ambos términos describen una misma realidad, no hacen referencia exactamente a lo mismo. En palabras de Pedone (2002: 59): “La cadena migratoria se refiere a la transferencia de información y apoyos materiales que familiares, amigos o paisanos ofrecen a los potenciales migrantes para decidir, [y estas] forman parte de una estructura mayor: las redes migratorias, las cuales son más extendidas y relativamente afianzadas, desarrollan una dinámica propia, pueden desprenderse incluso de los estímulos y desestímulos de la sociedad de destino”. 29 Este concepto está asociado con el de “capital social”. Término este que proviene de la sociología y la antropología (Mauss, Coleman, Putnam,...) y que se ha introducido en la economía (sobre todo de la mano de los neoinstitucionalistas como North), reconociéndose la importancia que los aspectos institucionales o socioculturales tienen sobre los procesos económicos. En la incorporación el término ha sufrido una mutilación ideológica y ha pasado de denotar la hegemonía de estos aspectos a constituirse en mero marco en el que se desarrollan los fenómenos económicos. De esta forma el término se ha “economizado” y su tarea ha dejado de ser “embridar” al mercado para pasar a convertirse en un mero lubricante del mismo. 30 El primer autor en proponer este enfoque fue Mines aunque los mayores desarrollos del mismo se los debemos a Massey.

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Elementos claramente provenientes de este enfoque transnacional han sido también incorporados a estudios sobre remesas (Orozco, 2002; ) aunque su alcance es todavía muy limitado y continúan predominando los estudios de corte economicista sobre el tema. Bajo el enfoque transnacional, las remesas se redefinen, dando cabida en su seno a elementos que antes quedaban excluidos. De esta manera las funciones que las remesas cumplen varían y se amplían, como vamos a pasar a ver.

Debido a la naturaleza del presente trabajo el énfasis será puesto sobre los

elementos que caracterizan la esfera de lo cultural en términos de transnacionalismo. Aún así, entendemos que no es posible explicar la esfera de lo cultural sin prestar atención a las demás. Las modificaciones que tienen lugar en su seno están a la vez motivadas o influidas por elementos y transformaciones pertenecientes a las otras dos esferas, y del mismo modo modificaciones de elementos culturales generan procesos de cambio en esferas ajenas a esta. En el caso que nos ocupa, y por poner solo un ejemplo, las remesas monetarias pueden ser entendidas a la vez como una consecuencia de cambios en el nivel político-cultural (cuestiones de expectativas o presencia de escenarios políticos inestables o que conllevan grandes dosis de incertidumbre)y a la vez como una causa de cambio a ese mismo nivel (los recursos monetarios obtenidos pueden propiciar cambios en el nivel político y a la vez cambios en costumbres o formas de percibir la realidad de las personas o comunidades que las reciben). Es, en todo punto, imposible establecer límites rígidos entre estas tres esferas, ya que todas ellas se encuentran en un proceso dinámico de influencias mutuas. Este es uno de los supuestos que subyacen tras este trabajo, pero aquí se omitirá en general la esfera de lo socio-político, y se centrará el análisis en el campo de lo económico y lo cultural, por cuestiones de espacio. La idea es por tanto, que cambios en el nivel cultural llevarán a cambios en el nivel económico y viceversa.

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Hacia una “cuarta realidad”

La hipótesis central de este trabajo se basa en la posibilidad de aplicar el enfoque transnacional a lo que ocurre en los lugares de recepción de remesas. Dicha aplicación permitiría dejar al descubierto los cambios en el entorno local que se producen como consecuencia del establecimiento de lazos entre los lugares de origen y destino y la recepción de remesas monetarias y sociales. Se pretende de tal forma redefinir el término de “cultura de la migración” haciendo referencia a una suerte de transnacionalismo en origen.

Parece probable que lo mismo que ocurre en destino, o algo similar, ocurra también en los lugares de origen de los migrantes31. La presencia de varias realidades de forma simultánea tenderá de igual modo a reproducirse en el origen, con las personas que quedan pero que mantienen vínculos, gracias a los medios de comunicación y el envío de remesas, con las personas que emigraron. De esta forma, los que se quedaron, entran en contacto con una nueva realidad, la de los lugares de destino de los que migraron. Realidad esta que previamente ha sido pasada por el tamiz mental de los propios migrantes32. De esta forma ellos también entran a formar parte de esa especie de transnacionalismo. Transnacionalismo éste que se genera por la llegada, absorción y adaptación de los elementos culturales transmitidos en el contexto sociocultural amplio existente. De este forma nos encontramos con el proceso inverso al que se produce en los lugares de destino. En éstos son los elementos traídos por los migrantes los que se inscriben dentro de un contexto más amplio, mientras que en el caso de las comunidades de origen es el contexto pre-existente el que se conforma como marco en el que se integran esos elementos extranjeros. La integración en ningún caso implica preponderancia del marco pre-existente. Como se defiende en el siguiente apartado es la forma en la que se haya producido el contacto la que en última instancia determinará el lugar y la importancia de cada uno de los elementos en juego.

De acuerdo con lo anterior podemos pues establecer que, bajo ciertas circunstancias, y sin ánimo de hacer juicios de valor, elementos culturales (entendidos éstos en sentido amplio, como el conjunto de elementos ideacionales que subyacen tras las motivaciones y acciones de las personas que participan de una cultura común) de orígenes distintos se superponen y generan una “cultura de la migración”. Esta nueva cultura es cualitativamente distinta de todas aquellas de cuya unión procede. En el proceso de superposición, absorción o adaptación los elementos originales las

31 Como establece Quiroz los procesos culturales asociados a la migración son de ida y vuelta aunque los mecanismos que los originen no sean los mismos: “Este aspecto de “ampliación” de la cultura implica al menos dos procesos, por un lado el de la cultura transportada hacia el lugar de destino en el extranjero, y por el otro el que está más directamente relacionado con las remesas: el de la conservación de los símbolos locales en el terruño y en su “ampliación” hacia otros aspectos de una vida cotidiana que se altera con la constante relación de los miembros de la familia y la localidad con la sociedad de destino” (Quiroz, 2003: 3). 32 Es importante esta puntualización porque dependerá de la forma en la que esos nuevos elementos culturales hallan sido aprehendidos e introducidos en las prácticas diarias de los migrantes, la forma en la que estos las transmitan a sus familiares en origen.

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estructuras más amplias en las que estos se inscriben mutan. Es sobre esta definición tan aséptica y carente de espíritu crítico sobre la que trabajaremos de ahora en adelante.

A pesar de lo aséptico de la anterior definición, cabe hacer un par de precisiones acerca de la misma. Aunque en la conceptualización que se ha hecho de “cultura de la migración” no aparezcan implicaciones expresas sobre la cuestión del desarrollo, siguiendo los supuestos que hemos establecido al inicio del trabajo33 , el surgimiento de nuevas realidades socioculturales ha de tener, inevitablemente, influencias en la cuestión del desarrollo. Aunque este tema no será desarrollado en este trabajo, parece conveniente señalar someramente la dirección en la que estas influencias operan. La base del anterior razonamiento se encuentra en la aceptación de que el desarrollo, o dicho de otro modo las metas deseables a conseguir, se configuran en términos socioculturales a partir de ciertos límites. Dejando de lado el argumento extremo mantenido por algunos antropólogos de que no existe un mínimo vital antropológico común a todos los seres humanos, si que creemos en la posibilidad de establecer mediante mecanismos de tipo sociocultural no solo que elementos que poseían la categoría de deseo o expectativa pasan a convertirse en necesidades de tipo secundario34, sino también los procedimientos más adecuados para alcanzar la satisfacción de las mismas. Con el establecimiento de una cultura de la migración determinada35 se desencadena un proceso paralelo de génesis y reformulación de necesidades. El resultado de tal proceso será por tanto una serie de necesidades cuya satisfacción se buscará, nivel éste mínimo a partir del cual puede comenzarse a hablar de bienestar o desarrollo del individuo. Del propio proceso de establecimiento de esas necesidades surgirá una relación jerarquizada en términos morales de mecanismos de obtención de satisfacción de las mismas.

Otro aspecto sobre el que merece la pena detenerse es la cuestión de la participación local en esa nueva realidad. Es necesario tener en cuenta que no todas las familias de una región o comunidad, por muy alta que sea la tasa de emigración en ese lugar, poseerán lazos con migrantes en el exterior, bien por no tienen familiares que hayan emigrado o bien porque estos aún habiendo migrado no envían remesas y han cortado los lazos36. A pesar de que exista un grupo a nivel local, que aún siendo

33 Básicamente las influencias de lo no económico sobre lo económico y la descripción del desarrollo en términos de Desarrollo Humano, superando las definiciones estrechas y economicistas del mismo. 34 Utilizamos aquí la denominación de necesidades secundarias en oposición a necesidades básicas siguiendo a Malinowski. Las segundas están determinadas por factores psicobiológicos, mientras que las primeras nacen como consecuencia de las instituciones y procesos puestos en marcha para satisfacer el otro tipo de necesidades, las básicas. 35 Decimos determinada porque bajo el enfoque que estamos tratando de desarrollar el concepto de cultura de la migración hace únicamente referencia a la presencia de contacto y mezcla. Esa presencia per se no tiene implicación ninguna para el desarrollo, sino se analiza el proceso mismo de toma de contacto e imbricación. Como cada proceso de este tipo es único debido a la gran cantidad de variables que intervienen en el mismo, cada cultura de la migración resultante es igualmente específica. A pesar de lo anterior pueden llegar a darse pautas o tendencias que se repitan con insistencia. 36 Caso este no muy abundante como muestra la investigación de Cohen en Oaxaca donde la cifra residual del 17% comprende tanto los hogares de la muestra que fueron incapaces de clasificar los usos

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reducido, no participe de esta nueva realidad, el establecimiento de la “cultura de la migración”, por comparación, va a extender sus efectos, bien positivos bien negativos sobre todos y cada uno de los integrantes de la comunidad. Será esta, la cultura de la migración específica de ese lugar, la que dicte las reglas del juego social a seguir por todos, ya que cuestiones como el prestigio o el status estarán determinadas por los resultados que del contacto se originen. Esto es así, como ya demostró Baudrillard aplicándolo al caso concreto del consumo37, por las implicaciones simbólicas que poseen todos los actos de la vida humana en sociedad. Sean las especificidades que sean pues las que resulten de la cultura de la migración imperante, se va a producir irremediablemente una dualidad entre quienes tienen mecanismos extras ajenos a la comunidad (léase información o recursos provenientes del exterior) y los que no. Por otro lado, y bajo ciertas circunstancias (como en el caso de los “kichwa Otavalo”) si que podría llegar a producirse un efecto “trickle-down” que reparta los beneficios de los que en principio solo podrían disfrutar aquellos con lazos con el exterior, por toda la comunidad, incluso entre los que no tienen familiares en el extranjero.

que daban de las remesas recibidas como los hogares que con migrantes en el exterior que no recibían remesas (2004: 31). 37 Como este autor defiende en su obra Critica de la economía política del signo (1974) los objetos que se poseen y consumen no son neutrales, están cargados ideológicamente, su mera posesión juega un papel de reconocimiento, integración y legitimidad social. Bourdieu ha llegado a similares conclusiones, en su caso relacionando gusto y pertenencia a clase social.

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El nudo gordiano pues del asunto se encuentra en la forma en la que elementos culturales de distinta procedencia, que entran en contacto a través de los envíos de remesas, monetarias y sociales, interaccionan. Será en el proceso mismo de contacto en el que nos fijaremos de aquí en adelante, aunque como se verá, para ser capaces de explicar el tipo de interacción que se produce se ha de retroceder en la escala temporal, ya que las variables que van a determinar ese tipo de contacto38, y por consiguiente los resultados del mismo, se corresponden con características específicas que pueden estar presentes o no en la cultura de recepción. II. EL CONTACTO El instrumento que genera contacto: las remesas

Las remesas pueden ser consideradas bien como el medio a través del cual se ponen en contacto elementos culturales de orígenes diversos o bien como el elemento extranjero en sí. Pero para llegar a jugar ese papel a nivel metodológico , la definición que de ellas manejamos ha de ser matizada.

Como establece Durand (citado en Goldring, 2003:6) parte del desacuerdo existente sobre los efectos de las remesas es consecuencia de diferencias en la concepción que cada autor maneja del concepto de remesa. Por otro lado, como consecuencia de la excesiva inclinación hacia lo económico que han sufrido los análisis que tratan de relacionar las remesas con el desarrollo, se ha llegado a una concepción totalmente economicista de este concepto. Muchos autores reservan el término para hacer referencia a los recursos monetarios que son enviados por los migrantes a sus países de origen. Esta definición se queda estrecha y no sirve para abarcar la realidad en su totalidad. Ya en los años setenta los autores de las escuelas estructuralistas y dependentistas hacían referencia al problema de la fuga de cerebros (“brain drain”). Si nos limitamos a utilizar una definición estrecha de los flujos de entrada y salida relacionados con la migración, fenómenos como este son difícilmente clasificables y por tanto analizables en relación al fenómeno global más amplio que los engloba: el de las migraciones internacionales.

Siguiendo a Goldring, hay pues dos imperativos que se hacen necesarios a nivel académico. Por un lado, sobrepasar los límites de lo económico39 y por otro utilizar desagregados del término. Ambas necesidades están relacionadas, ya que el dejar de considerar a las remesas como un paquete de contenido homogéneo ha de llevar irremisiblemente al manejo de versiones desagregadas del mismo si se quiere ser fiel a 38 O más en general la posición resultante del mismo en términos de jerarquía entre los distintos orígenes. 39 Recomendación esta que puede extenderse al campo de estudio amplio de las migraciones.

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la realidad y encontrar explicaciones válidas de la misma. Además, ha de comenzar a utilizarse una definición amplia de remesas que dé cabida en su interior a elementos no solo de tipo monetario o material que son transmitidos por los migrantes y recibidos en sus comunidades de origen. Multitud de elementos de tipo inmaterial o ideacional son a la vez transmitidos y pueden llegar a tener un gran impacto tras su recepción incluso en términos económicos. Si admitimos la importancia del entorno institucional o social para los procesos económicos, hemos de igualmente admitir que cambios en estos contextos han de llevar a cambios en los resultados o procesos económicos. Así que la llegada de gran cantidad de elementos ideacionales nuevos, puede llevar a su asimilación y en consecuencia a cambios en los contextos. Esto implica que el proceso de recepción de remesas es dinámico, ya que al cambiar el entorno receptor, cambio motivado por la propia recepción de las remesas, cambiarán futuras recepciones de las mismas. O lo que es lo mismo, como Durand defiende, las remesas no son un elemento sin relación con los contextos en las que estas se generan y se reciben; no son pues independientes del contexto (Durand, 1994)40.

Volviendo al tema de los recursos no materiales enviados, el debate no es nuevo. Ya durante los años de la polémica que enfrentó a dependentistas y funcionalistas, las nuevas capacidades y conocimientos (sobre todo de tipo técnico) que traían consigo los migrantes retornados, suponían un transvase de conocimientos con un gran potencial para el desarrollo41. Según estos autores era este un flujo de información (el técnicamente llamado how-know) que traía consigo el migrante cuando retornaba y que podía ser utilizado por éste para poner en marcha inversiones productivas42. De modo que el tema de las transferencias de tipo no material ya hace tiempo que estaba sobre la mesa, como flujos con potencial relacionados con la migración. El pasar a llamar remesas a estos envíos, visto de este modo, se convierte en un cambio meramente nominal, que sin embargo puede tener implicaciones importantes a la hora de establecer los efectos de las remesas. Varios autores han venido a centrarse en la cuestión anterior. Peggy Levitt (Levitt, 2004), por ejemplo, utiliza el término “remesas sociales” para referirse a la difusión de diferentes prácticas sociales y culturales por parte de los migrantes en el extranjero. Nichols, sin embargo, enfatiza el fenómeno ya mencionado de la importancia de los conocimientos y cualificaciones que los migrantes llevan consigo una vez deciden retornar, y que pueden ser denominadas “remesas técnicas”. Por último otros autores (Moctezuma, fuente electrónica; Goldring, 2003; Portes, 2004), utilizan el término “remesa política” para definir el proceso mediante el cual nuevas prácticas e identidades

40 Durand, Jorge. 1994. Más allá de la línea: patrones migratorios entre México y EEUU. México DF: Consejo Nacional para la Cultura y las Artes. 41 Los flujos de remesas no han de considerarse uni-direccionales. Autores como Besserer defienden la multidireccionalidad de estos flujos, que pueden ser en algunos casos incluso desde el país de origen al de destino. En este contexto, que permite una visión más diacrónica del fenómeno, se concibe el ejemplo de las cualificaciones llevadas consigo por los migrantes retornados. 42 Como luego se demostró, gran parte de este conocimiento era o inaplicables a los contextos de origen o bien su utilidad era muy reducida. La cuestión de la integración de los migrantes retornados continúa siendo un tema de gran interés, ya que lejos de haberse encontrado una solución satisfactoria para el mismo, este continúa suponiendo un desafío para muchos países expulsores de mano de obra.

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políticas son introducidas en los lugares de origen de los migrantes, por efecto de la aceptación y asimilación de esas mismas remesas políticas. Todo lo anterior es más coherente con una visión multifacética y multidisciplinar sobre el fenómeno de las migraciones, propia del enfoque transnacional, que las definiciones estrechas de remesas que suelen manejarse.

En este trabajo utilizaremos una definición de remesa que incluya tanto los elementos materiales como los ideacionales (sean estos del tipo que sean, políticos, sociales, culturales, técnicos...). Remesa será pues para nosotros, el envoltorio que aúne todos aquellos elementos, tangibles o no, que fluyen a lo largo de las cadenas migratorias. Sin descartar la existencia de flujos multidireccionales, en este trabajo nos centraremos en aquellos que son recibidos en las comunidades de origen de los migrantes. Del mismo modo, en los casos en los que fuera necesario se matizará el tipo de elemento que está siendo transmitido. Aún así, entendemos que el objeto central de análisis que nos ocupa es aquel que se refiere a los elementos de tipo ideacional transmitidos y que tienen influencias en el devenir político, económico y sociocultural de la comunidad receptora. Para nosotros las remesas de tipo material o monetario, sobre todo estas últimas, no son más que el medio o el instrumento cuyo uso está determinado por elementos ideacionales y de contexto, que surgen tras el proceso de contacto de ambas realidades: la de la comunidad y la transmitida por el migrante en el extranjero a través de los envíos que realiza.

En resumen, las remesas ideacionales son el instrumento que genera el contacto entre elementos culturales autóctonos y elementos importados desde el país de residencia de los migrantes que envían remesas. Esto implica en primer lugar la entrada en contacto con una nueva realidad o forma de percibir la realidad. A su vez la llegada de recursos o remesas materiales permite hasta cierto punto, la reproducción de esas formas de vida importadas.

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Las interrelaciones

Al centrar el análisis en el concepto de migración, tal y como lo hemos definido, como la mera presencia de interrelaciones a nivel cultural, podría parecer que entendemos que tales procesos de contacto entre formas culturales diversas han de ser objeto de estudio debido a su relativa escasez. Es decir, el objeto de estudio elegido podría sugerir que el caso en el que dos o más culturas se amalgaman o en la que elementos ideacionales de orígenes diversos entran en contacto y mutuamente se modifican es un elemento nuevo generado con las actuales migraciones internacionales y el envío de remesas. Si bien es cierto que los envíos de remesas actuales, tal y como los hemos definido, dan lugar a un tipo específico de interrelaciones, también es cierto, que la cultura misma ha sido sujeto de infinidad de estos contactos y continúa siéndolo.

Compartimos la creencia de multitud de autores (Wolf, 1987; Moreno, 2004; Matecón, 1993) de que este proceso se ha dado a lo largo de toda la historia de la humanidad, y que el contacto y posterior hibridación están en la base originaria de todas las culturas. No defendemos ningún concepto que pudiera estar mínimamente relacionado con la pureza de las culturas, ni desde luego el argumento de que estas hayan de permanecer aisladas unas de otras para conservar la especificidad de sus elementos. La historia de la humanidad ya nos ha proveído de suficiente evidencia como para descartar sin miramientos esta hipótesis. De hecho, contactos ocurridos siglos atrás entre distintas culturas generaron elementos que han llegado a ser totalmente asimilados por nuestra cultura y que en la actualidad percibimos como “normales”43 en las sociedades receptoras. Wolf en su obra Europa y la gente sin historia sintetiza de manera magistral la idea de las culturas como producto de interrelaciones en constante cambio. A pesar de la longitud parece conveniente citar aquí las palabras finales de esta obra:

"Ya no podemos pensar en las sociedades como sistemas aislados automantenidos; ni tampoco podemos imaginar a las culturas como todos integrados en los que cada parte contribuye al mantenimiento de un todo organizado, autónomo y duradero. Solo hay conjuntos culturales de costumbres e ideas, que entran en juego por determinados actores humanos bajo condiciones determinadas. En el curso de su operación estos conjuntos culturales se arman, se desarman y se vuelven a armar, llevando consigo en diversos acentos sendas divergentes de grupos y clases. estas sendas no hallan su explicación en las decisiones egoístas de individuos que interactúan. Provienen del despliegue del trabajo social, movilizado para dar cuerpo al mundo de la naturaleza. El modo en que ocurre este movilización establece los términos de la historia, y en estos términos, los pueblos que han hecho valer una relación privilegiada con la historia y los pueblos a quienes se les ha negado la historia encuentran un destino común" (Wolf, 1987:472).

43 Por poner un ejemplo claro, la utilización habitual de alimentos en nuestra dieta como el tomate o el maíz propios de América. Para más ejemplos ver: Europa y la gente sin historia, E. Wolf (introducción).

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O dicho de otro modo, todas las culturas son fruto de interrelaciones pasadas. Respecto a la cultura de la migración interpretamos la misma como un subcaso específico en el cual confluyen elementos específicos derivados del contexto especial en el que esta se desarrolla. Pero de algún modo el proceso no termina con la mera confluencia de esos elementos, ya que con el paso del tiempo dejamos de poder percibir dos culturas o elementos culturales diferentes. Las personas acaban introduciendo unos en su cotidiano a expensas de otros previamente existentes, lo que en última instancia genera, por interrelación como la mayoría de los elementos culturales, unas pautas o guías de comportamiento diferentes a las previas de cuya unión proceden. El todo (la nueva cultura que hemos venido a llamar cultura de la migración y que constituye el cuarto contexto de análisis en nuestro enfoque) deja de ser explicable por la suma de las partes (la cultura autóctona y la importada). El proceso mediante el cual estas últimas se amalgaman es casi tan importante como las propias culturas originales. La forma en que hayan interrelacionado ambos elementos será crucial a la hora de entender el resultado final, la cultura de la migración específica generada en un lugar en concreto (ya que en nuestro análisis el término carece de significado peyorativo a priori). Aquí es importante destacar que interrelacionar no es otro proceso inocuo, ya que podía parecer que es un proceso de contacto entre iguales. Este es, desde luego, uno entre muchos tipos de interrelaciones, pero no hay que excluir del análisis las interrelaciones (más abundantes en el mundo real) de tipo asimétrico, en las que el contacto se produce en detrimento de una de las partes que acaba adaptando patrones ajenos. Cuando nos encontramos en una situación de interrelación asimétrica, nos encontramos a la vez ante una suerte de imposición o dominación. Aún en este contexto parece adecuado seguir hablando de interrelaciones porque aunque el flujo de influencia sea claramente desigual, esto no quita para que los elementos (o las prácticas y elementos culturales, en el caso que nos ocupa) situados en la posición desventajosa ejerzan cierto tipo de influencia sobre los dominantes. La misma entrada en contacto nos asegura esa influencia mutua, solo que las jerarquías originales serán las que nos darán la explicación de la fuerza de esas influencias ejercidas y también, y sobre todo, la capacidad de absorción y readaptación de esos nuevos elementos al contexto previo existente44 Hemos de abandonar por tanto toda pretensión de originalidad en el fenómeno a estudiar, y reconocer la persistencia de este tipo de situaciones a lo largo de la historia. El interés, por tanto, de estudiar estos procesos de contacto entre culturas motivados por las migraciones internacionales, deviene no del hecho del contacto en si, que como se ha visto no es en modo alguno nuevo, sino de las características especiales que los actuales procesos de contacto a través de las remesas, que constituyen el objeto de estudio de esta investigación, poseen. El entorno social y tecnológico permite en la actualidad que

44 Hasta el hecho de tratar de poner mecanismos que eviten la posibilidad de recibir influencias tras los inevitables contactos culturales, es en si una consecuencia del propio contacto, ya que la cultura de partida se ha visto modificada. Tenemos, pues, en mente un enfoque dinámico del que se desprenda que los contactos entre distintas culturas es lo que ha generado la especificidad de las mismas bien por reacción, por omisión o por asimilación (Wolf, 1987).

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estos contactos se lleven a cabo con mayor profundidad y rapidez que en épocas anteriores45, pero es necesario ponerlos en relación a un contexto más amplio. La globalización es el contexto más extenso al que nos referimos, pero antes de relacionarlo con nuestra cultura de la migración, parece conveniente hacer un pequeño apunte acerca del término “hibridación”, término este que comienza a citarse de forma recurrente. Hibridación El término hibridación es frecuentemente utilizado para transmitir esa idea de que las culturas se entrelazan y generan un todo diferente a las partes. Pero la utilización de este concepto implica ciertos problemas conceptuales. El término hibridación46 proviene del campo de la Antropología Social y Cultural, donde ha sido utilizado para designar los procesos de difusión y adopción de pautas culturales entre áreas culturales diversas. Con el surgimiento de los estudios transnacionales se ha convertido en una especie de leitmotif, con un significado no bien definido. En términos generales la cuestión de la hibridación puede entenderse de dos maneras complementarias. Primeramente, como el proceso mediante el cual las culturas tienen contactos de los que surgen nuevas formas culturales distintas a las originarias y que son adoptadas por las personas partícipes en sus imaginarios colectivos diarios. Otra interpretación del término es aquella que se refiere a la capacidad reactiva que poseen estas formas culturales “marginales”47 ante imposiciones externas. Esta definición se constituiría como inherente al propio proceso homogeneizador, pudiéndose explicar en términos de fuerzas de acción-reacción asociadas. A nivel académico el mayor problema concerniente a la utilización de este término proviene de su extendida utilización en la primera de las acepciones mostradas. Medici nos plantea sucintamente los dos escenarios posibles atendiendo a cada una de las acepciones del término. O bien

“[un] mundo formado de mundos inconmensurables y cuya interacción creciente en el marco de los procesos de la globalización, solo puede salvarse por el dominio de la cultura occidental, el conflicto y la resultante homogeneización y subordinación de la diversidad cultural, [o bien] una sinergia creativa entre culturas entendidas como espacios dinámicos y abiertos, como conjuntos borrosos y no mundos cerrados, que se hibridan y pluralizan, a partir de los cuales generar un verdadero universalismo “a posteriori”, dinámico, nunca igual

45 La gran mayoría de los autores están de acuerdo en la anterior afirmación aún cuando no exista consenso acerca de la presencia de esta realidad en oleadas migratorias anteriores (Portes, 1999; Faist, 2000). 46 El de hibridación es el término más utilizado pero no el único. Términos como criollización, sincretismo, bricolage, traducción cultural (Vertovec, 1999: 452) denotan también el proceso de amalgamiento descrito. 47 Estos procesos reactivos son descritos por Hannerz, con su concepto de corrupción periférica, es decir, la historia de los continuos contactos entre centro y periferia ha proporcionado a las creativas culturas locales una amplia formación en la asimilación y reformulación de las ofertas metropolitanas (citado en Mantecón, 1993: 85).

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a sí mismo, en el que quepan distintas concepciones y prácticas de dignidad humana” (2004: 205).

Hibridar, en la acepción que da lugar al segundo de los escenarios mostrados por Medici, , parece transmitir la idea de la igualdad de posiciones e influencias, algo que en general no es más que un constructo mental muy alejado de la relación de fuerzas imperantes en la actualidad, especialmente falso en los procesos que estamos estudiando de transmisión de elementos culturales de orígenes diversos. Anthias (2001: 619) nos previene contra el significado potencial que se puede sobreentender de la utilización de tal término: el riesgo de infravalorar la presencia de jerarquías culturales y prácticas hegemónicas. A favor de este término se encuentra la idea que transmite de imbricación, es decir, de transformación de los elementos preexistentes que se convierten en algo nuevo y diferente a las partes que lo forman. A pesar de esta última virtud mencionada del término, y debido al riesgo ideológico de dar una idea de igualdad jerárquica, hemos preferido utilizar el término, a nuestro entender, más descriptivo y aséptico de “procesos de contacto” y establecimiento de interrelaciones. Globalización cultural

Todo este conjunto de relaciones, imbricaciones, hibridaciones y demás vienen a ser las formas concretas en las que se manifiesta un fenómeno de alcance más amplio: la globalización. Sucede que de tanto uso como se ha hecho del mismo este ha perdido cualquier consistencia interna, y puede ser enarbolado como símbolo de muy distintas ideas. Los términos demasiado manidos como este acaban, de tanto significar, no significando nada. Por este motivo parece necesario bosquejar las características que, a nuestro entender, definen el actual marco de la globalización en el cual tienen lugar los fenómenos de recepción de remesas que estamos intentando analizar48.

Sin querer entrar en el debate existente respecto al término, entendemos, siguiendo a Moreno (2004) que la globalización actual implica una profundización en las interrelaciones a todos los niveles: económico, político, cultural49... donde muchas

48 La globalización es el marco en el que tienen lugar los envíos de remesas pero de algún modo es también la causa de esos envíos. Sin las condiciones específicas que esta ha generado no habría sido posible la aparición y crecimiento de los actuales flujos materiales e ideacionales generados por los migrantes. 49 A pesar de los cambios importantes que también en la esfera de la cultura se están produciendo, los esfuerzos investigadores en este terreno son menores. Por lo general estos se limitan al trabajo de antropólogos como Marshall Sahlins, Marvin Harris, Ulf Hannerz, Guillermo Bonfil, Néstor García Canclini, entre otros, que en general han tendido a poner en tela de juicio la supuesta homogeneización cultural producida por la globalización. Del mismo modos e han dedicado al develamiento de los nuevos modos de construcción de la hegemonía de este modelo de estructuración mundial, al análisis de las repercusiones del contenido y dirección de los flujos culturales. (Mantecón,1993: 2).

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de ellas ya hacía tiempo que existían, y desde luego, donde han aparecido otras nuevas. Pero estas interrelaciones no se hacen de forma inocua para todas las partes implicadas.

De acuerdo al sentir general, la globalización al nivel cultural implicaría la aparición de una cultura global sin vínculos territoriales. A grandes rasgos estaríamos asistiendo a un proceso de desterritorialización de la cultural estadounidense que se erigiría en la cultura hegemónica, poseedora de una potente fuerza homogeneizadora que extendería sus brazos por todo el planeta. En este sentido puede entenderse la homogeneización como una fuerza que viene desde arriba50, desde los centros, y que tiene el afán de englobar todas y cada una de las formas o especificidades culturales presentes en el mundo actual. Si este fuera el panorama presente, nuestro concepto de “cultura de la migración” no sería más que un eufemismo para la noción de imperialismo cultural. En esa situación no sería adecuado hablar de contacto e interrelaciones sino que sería mejor hablar de procesos de fagocitación cultural. Pero, como muchos otros autores, críticos con la idea del fin de las culturas, entendemos que frente a esta homogeneización se alza una contrafuerza que implica la revitalización de culturas locales. Para algunos autores esto implica una re-territorialización mientras que para otros este proceso de afianzamiento tiene características que lo hacen diferente, no estando la adscripción territorial entre las centrales. A pesar del énfasis de muchos estudiosos sobre la potencialidad revitalizante inherente al propio proceso de asimilación, es necesario no perder de vista los estragos en el nivel cultural que la tendencia homogeneizadora está produciendo. De igual modo no es adecuado dar por sentados los procesos de reacción o resistencia, porque aunque la propia fuerza homogeneizadora contenga en sí misma la semilla de la reacción, es necesaria la presencia de mecanismos de oposición a nivel local. Aquellos grupos culturales que carecen de los mismos están condenados a ser absorbidos, neutralizados y sustituidos por la corriente general uniformizante.

Podemos entender, el proceso de contacto a través de las remesas, definidas

éstas en sentido amplio, como encarnación de la lógica totalizante de la globalización. El intento de absorción de diversas realidades. Pero la posibilidad de reacción se haya presente. A partir de aquí trataremos se fijarnos en procesos de contacto con un fuerte contenido de asimetría, que puedan resultar clarificadores en términos de variables determinantes subyacentes.

50 La desterritorialización de las expresiones culturales es para autores como Appadurai la principal de las características de la “cultura global” en formación. Es decir, este conjunto cultural no se haya adscrito a ninguna región concreta ni circunscrito a límites territoriales.

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Asimetrías

El elemento clave pues en el análisis, una vez descartada la posibilidad de “no contacto” entre culturas o modos de vida, está relacionada con la posición inicial de la que parten esas culturas.

Llegados a este punto trazar una analogía entre las culturas y las economías puede ser muy clarificante. Según la teoría económica ortodoxa en la etapa de la globalización, las distintas economías nacionales, regionales o locales tienen grandes beneficios que obtener. Su integración en la economía mundial es el camino más rápido y seguro para participar de las ventajas de la misma. La apertura comercial, la liberalización de sus mercados internos y otras medidas en la misma línea preconizadas por las instituciones financieras internacionales son las medidas a tomar para llegar a conseguir la integración en el sistema global. Ahora bien, como la experiencia ha demostrado, tales medidas no son suficientes para desarrollar a un país, antes bien en algunos casos los países que las han adoptado han obtenido resultados más bien contrarios. Así pues las predicciones teóricas aparecen fuertemente contestadas por la realidad. La razón por la que muchos países periféricos han empeorado tras aplicar tales recetas hay que buscarla en el punto de partida de tales economías. La posición de partida de cada una de estas economías es la que determinará su tipo de integración posterior en el sistema global. Y el lugar inicial no es para nada simétrico. La globalización no ha venido más que a acentuar unas desigualdades que ya existían. La jerarquía a nivel mundial se está reorganizando pero los mecanismos que regían, siguen imperando: las economías o países que ocupaban (y siguen ocupando) las posiciones inferiores eran (y son) dependientes de las decisiones tomadas en las que se encontraban (y encuentran) en el tramo superior. Es una falacia el argumento tan extendido de que la falta de apertura exterior y la ausencia de integración global de ciertas regiones sean la causa de su situación de subdesarrollo. Es más bien la integración que ha tenido lugar, dependiente de los deseos y necesidades de los centros la causante de tal situación de falta de desarrollo. Del mismo modo que la asimetría en las posiciones de partida es el elemento clave a la hora de analizar posteriores desarrollos a nivel económico, esta es tan bien la característica que nos dará la llave para entender los contactos que se están produciendo entre culturas a causa de las migraciones. Conviene aclarar en este punto que la analogía que acabamos de trazar tiene únicamente fines ilustrativos, porque de hecho la analogía entre la economía y la cultura no es tal. En lugar de paralelismo, entre estas dos esferas lo que en realidad encontramos es una relación de causa-efecto que se retroalimenta. Es porque existe una asimetría en la esfera de lo económico por lo que existe una asimetría de índole cultural, pero a su vez, esta última viene a reforzar a la primera, entrando así en una espiral creciente de causas-efectos mutuos.

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Hegemonías culturales

El argumento que defendemos respecto a la cultura de la migración es similar. El contacto, unión, mezcla o asimilación de elementos culturales de orígenes diversos no es desde luego malo per se. El elemento malvado de todos esos procesos viene relacionado con la falta de simetría de las culturas de origen de esos elementos. Cuando, por mecanismos diversos51, una cultura se muestra hegemónica sobre la otra (hegemonía asentada sobre una anterior hegemonía económica) el resultado final es una sobrevaloración de la cultura hegemónica, o lo que es lo mismo una infravaloración del resto de las culturas, que lleva a la imposición de elementos culturales (y que a su vez se relacionan con elementos materiales) de la primera sobre las segundas. La tan hablada “globalización cultural” es la materialización de la presencia de fuertes asimetrías a nivel ideacional que perpetúan viejas jerarquías. La desterritorialización de la que algunos hablan (es decir la ruptura entre la cultura y la sociedad, definiendo esta en términos de espacio o territorio) muestra solo parte de la situación actual. Es cierto que se podría considerar que el elemento diferencial de la “globalización cultural” es la hegemonía de una cultura que no se adscribe a unos límites territoriales concretos sino que es más bien patrimonio de unas élites con ciertas características entre las que no se encuentra su pertenencia a tal o cual nación. Pero por otro lado los estudios tienden sistemáticamente a evitar poner el punto de mira en las “otras” culturas, las que son subsumidas dentro de esta corriente homogeneizadora, donde, gracias a la posición hegemónica que ostenta la cultura occidental52 esta anula y destruye el resto de concepciones del mundo y formas de ver de realidad con las que entra en contacto53.

51 Los modernos medios de comunicación- o en palabras de Bourdieu de “propaganda”- juegan un papel destacado en este establecimiento de asimetrías. La misma idea es defendida por Appadurai cuando dice que: “el nuevo poder de la imaginación en la fabricación de las vidas ya está inevitablemente ligado a las imágenes, las ideas, y a las oportunidades que llegan de otras partes, con frecuencia producidas y puestas en circulación por los medios de comunicación de masas” :(Appadurai Ibid.: 68; citado en Goycoechea, 2002: 37). 52 Sobre todo el denominado “way of life” estadounidense, que ensalza valores como “la libertad, el igualitarismo, el individualismo, la capacidad de seducción y la visión laissez-faire del gobierno” (Kerbo, 2003: 252) 53 Lo anterior no es del todo cierto, ya que como veremos, bajo ciertas condiciones esa tendencia a la homogeneización lleva implícitas las reacciones contra la tendencia dominante. Los procesos de resistencia pueden considerarse como inherentes a la propia corriente uniformadora. Como señala Moreno (2004: 507-508) “es inexacto que el avance de la homogeneización cultural [...] sea total y no tenga contradicciones. Su propio avance ha tenido, entre otras, dos importantes consecuencias: el surgimiento de la conciencia de que el modelo cultural euronorteamericano no es la culminación de un proceso teleológico al que deben necesariamente incorporarse todos los pueblos, sino una entre múltiples formas culturales que ha desplegado la humanidad, y la aparición de la conciencia de que el multiculturalismo es precisamente la característica central de la especie humana [...] junto a fenómenos que parecerían apuntar hacia una única “cultura mundial” y una única “identidad planetaria”, vivimos también una época de reafirmación, [...], de los referentes culturales de las identidades colectivas diferenciadas”.

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Este proceso perverso ya fue descrito por los estudiosos de la teoría de la articulación54, que fueron pioneros a la hora de poner de manifiesto la presencia de posiciones de partida desiguales que generan luchas de poder desiguales entre elementos culturales diversos55. Así pues el análisis de la existencia o no de una cultura de la migración ha de hacerse desde el prima anteriormente descrito. Es decir, no considerándola mala en sí misma sino atendiendo a las situaciones que de la misma resultan. De este modo esta puede ser entendida como un mecanismo que facilita la realización exitosa de nuevos intentos migratorios, los que a su vez generan recursos que se envían a los lugares de origen permitiendo niveles de consumo y vida aceptables a los receptores56. Por otro lado también podría entenderse como el elemento que empuja irremediablemente a las personas de ciertas regiones a emprender la migración ya que la presencia de una cultura de la migración ha generado una brecha insalvable entre las expectativas de las personas y la capacidad material del entorno para satisfacerlas. De esta manera la migración se ve como la única de las opciones posibles. Visto lo anterior parece claro que no se puede hablar de la bondad o maldad de la presencia de una cultura de la migración en abstracto, sino que es necesario relacionarla con un contexto sociocultural y económico concreto. Y son las características del entorno en el que esta tiene lugar, las que en última instancia determinan los resultados que generará dicha cultura de la migración.

54 Es preciso salvar las distancias tiempo-espacio con estos autores ya que muchos de ellos escribieron para países africanos en pleno período de imperialismo europeo. 55 La teoría de la articulación presentada por Melliassoux, bien podría resumirse en la cita siguiente:” Los modos de producción precapitalista, al menos en un primer momento, no se destruyen sino que se reconstituyen y subordinan a las necesidades del capitalismo. Muchas veces la articulación entre el modo capitalista y precapitalista sirve para reproducir el modo de producción dominante, reforzando a la vez la reproducción del modo subordinado. Esto implica que los modos de producción están articulados los unos con los otros dentro de formaciones socioeconómicas o sociedades, de tal manera que de un modo general se podría afirmar que hay un modo dominante que tiene un poder de control sobre los modos subordinados: el modo de producción dominante somete a los otros a las necesidades y lógica de su propio funcionamiento y los integra, en mayor o menor medida, a los mecanismos de su propio funcionamiento” (Meillassoux, 1978:.421). 56 Esta sería la postura defendida por autores que destacan procesos dinámicos de causación acumulatica y establecimiento y desarrollo de redes, que aún sin hacer referencia a la presencia de “culturas de la migración”, si que destacan la importancia de elementos de tipo no económico en el proceso migratorio. Douglas Massey podría ser considerado el autor pionero y el que más ha escrito sobre el tema.

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Hasta aquí, y a modo de breve resumen, hemos planteado una definición flexible de cultura de la migración que da cabida en su seno a multitud de formas de contacto. Ahora bien, esta definición que defendemos no dice nada acerca de los resultados, ni en términos de desarrollo ni crecimiento económico ni ninguna otra variable relevante. Se hace pues necesario investigar en el entorno en el que esos contactos tienen lugar para tratar de establecer algún tipo de guía que nos muestre las posibles variables relevantes a la hora de producirse las interrelaciones. El postulado que defendemos a continuación es que la variable identidad, aún sin ser suficiente, si que parece mostrarse como necesaria en el caso de procesos de contacto que generen después resultados positivos en términos de desarrollo. III. LAS CONDICIONES PREVIAS: de identidades y otros constructos culturales ¿De qué depende que se dé un tipo de contacto u otro?

Si analizamos la más sencilla de las ecuaciones posibles en la que solo dos configuraciones o elementos culturales entran en contacto, en la que solo hay dos elementos sobre los que posar nuestra atención, nos damos finalmente cuenta de que la diversidad de resultados a nivel mundial ha de depender más de características de la cultura autóctona que de la importada, ya que si las prácticas culturales importadas vienen a ser similares en todo el planeta, las posibles variables explicativas, o compensadoras de los desequilibrios de poder existentes, han de residir en el entorno de la cultura de recepción. Prestando primeramente atención a la cultura que llega desde fuera, transmitida en y a través de esas remesas desagregadas de las que hemos hablado, es fácil establecer que en la mayoría de los casos lo que se transmite es lo mismo: unos elementos configurados en los centros del sistema mundial, con matizaciones dependiendo del lugar exacto de los que procedan, pero que comparten gran cantidad de características comunes en todo el globo (lo que hemos descrito como American way of life). Todo lo anterior es cierto si tomamos como situación de análisis aquel tipo de migraciones internacionales con origen en algún país periférico y destino en uno central, que son el tipo específico de migraciones a las que nos hemos venido refiriendo. Por lo tanto, la mayor capacidad explicativa de las peculiaridades del proceso de contacto e interrelación en los casos de formación de una cultura de la migración ha de recaer sobre los elementos socioculturales previamente existentes en la cultura de recepción. Solo así puede explicarse la variedad de resultados a nivel local, regional e incluso nacional (medidos en términos de desarrollo) obtenidos como consecuencia de procesos de recepción masiva de remesas, que se da a nivel planetario. Debemos pues identificar los elementos de tipo sociocultural, político o económico cuya presencia en espacios que se orientan hacia una estrategia de desarrollo que pasa por la emigración masiva de trabajadores, se constituyen en el germen de ese desarrollo buscado. Del mismo modo que la mera presencia de la semilla, no lleva inevitablemente

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a la aparición de la planta, solo la presencia de esa semilla puede conducir a que ésta germine. Podría parecer que el número de estos factores, debido a la multitud de campos a los que pueden pertenecer, haya de acercarse al infinito, cuestión que queda refutada por los resultados empíricos. Como se ha visto el número de comunidades receptoras de remesas que consiguen establecer el marco o la “cultura de la migración” propensa para poner las bases de un desarrollo sostenible a largo tiempo (es decir, que no sea totalmente dependiente del proceso de expulsión de nuevos trabajadores y los envíos monetarios de los mismos) es bastante limitado. Lo anterior nos da que pensar que las condiciones son más restrictivas de lo que podría pensarse en un primer momento.

Sin afán de exhaustividad, y por supuesto sin negar la existencia de otras variables con influencia destacada a la hora de determinar los resultados del proceso de contacto, pasemos a centrarnos en la identidad como la variable a nuestro entender clave en tales resultados. Es necesario aclarar, volviendo al símil de la semilla, que la presencia de esta variable parece fuertemente necesaria, aunque debido a la falta de estudios empíricos sobre el tema57 no podemos concluir que sea suficiente, para la obtención de una cultura de la migración propensa al desarrollo sostenible (en términos no tanto ecológicos como socioeconómicos). La hipótesis básica es que aquellas comunidades, regiones o incluso países que no posean una identidad fuerte, compartida por la gran mayoría de sus habitantes, han de tener mayores dificultades a la hora de establecer un desarrollo duradero. Esto es así en la medida en que esa identidad actúa como una suerte de pegamento social que genera valores superiores al individuo por los cuales éste está dispuesto a realizar algún sacrificio personal58. Esa identidad además supone una fuerza centrípeta que ata al migrante a su región de origen, fuerza que permanece aunque el horizonte temporal o espacial se amplíe. El mito de Ulises59 será en consecuencia especialmente fuerte entre los migrantes de comunidades con identidades grupales fuertes. Teniendo pues la intención firme de retornar, y reconociendo a sus conciudadanos como iguales, el interés de este migrante en enviar recursos, del tipo que sean para promover el desarrollo de su comunidad de origen, será especialmente fuerte.

La presencia de una identidad (tal como la definiremos a continuación) común fuerte, se presenta en casos (como el de los kichwa Otavalo) como importante (más concretamente como necesaria, aunque no suficiente60) para que a raíz de los contactos

57 Los estudios sobre redes, capital social, capital simbólico... son relativamente recientes en el campo de las migraciones (la gran mayoría a raíz del enfoque transnacional). 58 Dicho de otro modo, esta viene a ser la tesis matizada del desarrollo mañana a costa del hambre hoy. 59 El “mito de Ulises” es la expresión utilizada para expresar el ansia de volver a casa del migrante (la ilusión del retorno). Para un repaso sobre algunas cuestiones concernientes a la temática del retorno ver Cavalcanti, 2004. Para algunos datos estadísticos sobre los inmigrantes de la comunidad murciana, ver García y Nieto, 2005: 15. 60 Esto es así porque creemos que existen otras variables relevantes en la ecuación. Por ejemplo podríamos entender que las comunidades o identidades indígenas o autóctonas que incentivan o mitifican ciertos valores, acordes con los subyacentes tras el capitalismo globalizador actual, tienen más probabilidades de salir beneficiadas con el contacto que otras. Aún así, el proceso no se desencadena a no ser que exista la conciencia de esa identidad, que es la hipótesis que proponemos.

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producidos por medio de las remesas, se instaure una cultura de la migración específica que implique a su vez mejoras en la vida de las personas que son partícipes de la misma. Se bosqueja la variable identidad como aquella, que habiendo previamente existido, genera las condiciones de contacto adecuadas para que la cultura de la migración concreta resultante tenga consecuencias positivas en términos de desarrollo. Esto es, el mecanismo a través del cual la cultura de origen consigue nivelar la relación de fuerzas, respecto a la hegemónica a nivel mundial, que por defecto le son adversas. De esta manera se enfrenta a la situación de contacto habiendo superado las asimetrías que la actual globalización impone en el nivel cultural. Antes de exponer el ejemplo probablemente más ilustrativo de lo anterior que existe, el de los kichwa Otavalo61, parece conveniente hacer algunas aclaraciones sobre el término identidad, debido al debate al que está sujeto el mismo. La identidad

Al intentar encontrar una definición consensuada del término nos encontramos con que éste está sujeto a una gran polémica. Con la aparición del enfoque transnacional muchos términos están en proceso de ser reformulados a la luz de esta nueva visión de las migraciones internacionales. Pero este proceso, a tenor de algunos autores no ha sido convenientemente realizado, o ni siquiera comenzado, en el caso del concepto de identidad. Kivisto (2001: 555), en esa línea, establece que se hace necesaria cierta discusión acerca de conceptos relacionados con el nacionalismo, la raza, la clase o la identidad. Del mismo modo establece que en los trabajos de transnacionalismo en los que se cita este concepto, no se precisa si con identidad se hace referencia a una identidad al nivel nacional o étnico62. Otros autores llegan incluso a negar la aplicabilidad del mismo al momento actual, debido a los procesos de desterritorialización que están sufriendo las culturas. Pero en general se cree que tras el conveniente estudio y debate, que desemboque en una redefinición del término, este puede continuar teniendo una capacidad explicativa importante respecto a situaciones actuales. Mantecón (1993:88) viene a resumir la anterior necesidad cuando, citando a Giménez (1987) establece que

“el concepto tradicional de identidad ha de ser reformulado en términos dinámicos para que sea capaz de dar cuenta de nuevas realidades tales como el multiculturalismo o la presencia de grupos y espacios transnacionales, sin vinculación territorial”.

61 Como Torres hemos decidido utilizar el término “los kichwa Otavalo” (como nombre del pueblo indígena) para diferenciarlo de “los otavaleños”, el gentilicio de los habitantes de la ciudad de Otavalo y que no necesariamente han de ser indígenas de esa etnia. 62 Para nuestra discusión este punto es irrelevante, en tanto en cuanto, exista la conciencia de pertenencia y posesión de algo valioso, no importa a que nivel, si al nacional o al comunitario o étnico. Aún así entendemos que la existencia del sentimiento de adscripción ha de ser indudablemente más sencilla en el segundo de los casos, de forma general.

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Aún con camino por andar, el concepto de identidad ya ha sufrido ciertas modificaciones importantes. “Las nuevas conceptualizaciones sobre la identidad (Giménez, 1987) reconocen que el sentido de pertenencia a un grupo se desarrolla sobre la base de compartir un universo simbólico común (una representación colectiva que define una relación entre nosotros y los otros) que puede tener asiento sobre muy diversos fenómenos, no necesariamente territoriales. Por otra parte, existe la posibilidad de compartir con diferentes grupos sus respectivos universos simbólicos, por lo que una persona puede adscribirse a varias identidades” (Mantecón, 1993:88).

Entrar en el debate mencionado anteriormente supera los límites de este trabajo, así que nos conformaremos con establecer una definición operativa para nuestros propósitos del concepto de identidad. Para los fines de este trabajo identidad es la presencia de un ideario simbólico (que genera formas materiales concretas) compartido (a modo de un conjunto de intersubjetividades), y la conciencia de los propios actores de su existencia y de su participación del mismo. Ponemos como requisito necesario además, que los sujetos y objetos de tal conjunto de representaciones, las cuales motivan una forma concreta de clasificar, descifrar y entender la realidad, sientan aprecio por la misma y la conciban como un algo merecedor de ser perpetuado63. Así definido, puede entenderse que la identidad deriva de la cultura más amplia al implicar que individuos que se reconocen como “idénticos”, es decir poseen una identidad común, son partícipes de una cultura también común, por oposición a individuos “diferentes”64, sobre todo son conscientes de esa pertenencia (al grupo social) y esa participación (a las formas culturales o ideario simbólico).

De lo anterior, y por sentido común, se sigue que solo si se posee una identidad fuerte, tal y como la hemos definido con las implicaciones de conciencia y orgullo, se situará la cultura originaria en una posición ventajosa al inicio del proceso de contacto. De esta manera el marco general (la cultura originaria) será lo suficientemente potente como engarzar en el mismo, tras la conveniente adaptación, los elementos ideacionales importados a través de las remesas. Así, y hablando en abstracto, será en cierta medida la cultura originaria la que fagocitará a los nuevos elementos y los pondrá a su servicio. Dicho de otra manera, la base ideacional profunda, es decir la que delimita el qué se ha de conseguir, permanece invariable, y solo parte de la cuestión del cómo es respondida por los nuevos elementos. Traducido esto al caso de las remesas, estas se concebirán con un gran potencial pero solo de tipo instrumental, es decir como los medios para conseguir fines que ya han sido previamente trazados por la cultura autóctona. Es esta la que en última instancia ha de establecer lo que es bueno y deseable, y por tanto lo que se ha de constituir como fin a alcanzar por aquellas personas que son partícipes de la misma. 63 En cierto modo las culturas solo puede sobrevivir si las personas que participan de las mismas se sienten superiores, en el sentido de estar convencidos de que la suya es la mejor. Lo anterior no ha de implicar inevitablemente ningún tipo de menosprecio por las otras culturas. Únicamente el reconocimiento de la diversidad 64 La identidad es la respuesta a la pregunta de ¿quiénes somos? por oposición a ¿quiénes no son nosotros?. Es decir“Lo Uno gana identidad solo en contraste con lo Otro” (Tamayo Arango, 2004: 13).

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En el caso contrario, en el que no se tiene esa conciencia, bien de la existencia de unas formas culturales específicas que se materializan de una manera coherente y con consistencia interna, o bien porque se ha procedido a un proceso de desprestigio de las mismas, entonces las remesas se convertirán en un mecanismo de reproducción de las pautas culturales hegemónicas externas, que no solo no se imbricarán con las existentes, sino que aliándose con el desprecio que existe hacia las mismas, conseguirán su desaparición. En este último caso las remesas se configuran como fin, y es por ello que inevitablemente han de generar dependencias. solo se siente que se tiene algo valioso digno de ser preservado, existirán las posibilidades de reacciones potentes ante la tendencia homogeneizadora65. La cuestión del consumo es el ámbito donde más claramente se aprecian estas diferencias (Beal, 2001; Braudillard, 1974).

La variable identidad que hemos definido hasta aquí es utilizable tanto al nivel étnico, como comunitario e incluso nacional. En el caso de migrantes pertenecientes a grupos indígenas con características peculiares (Sánchez, 2005) esta es más visible y más probable, lo que no quita para la posibilidad de identificaciones basadas en variables de índole espacial, tanto de nivel inferior (el pueblo, la ciudad, la comunidad) como superior, básicamente la nación o estado-nación (Portes, 2004: 13-16). De este modo la variable identidad que en un principio podría parecer operativa únicamente para grupos raciales o étnicos diferenciados, adquiere también significación para el total de los migrantes, ya que las posibilidades de identificación de las personas son infinitas, bien basándose en criterios lingüísticos, simbólicos o meramente territoriales66.

Ejemplo: la identidad de los kichwa Otavalo

Los kichwa Otavalo, uno de los grupos étnicos más importantes de Ecuador, se agrupan mayoritariamente en comunidades que se sitúan cerca de la ciudad de Otavalo, localizada en la provincia de Imbabura, a 90 km al norte de la capital del país, Quito (Torres, 2004: 1). Según algunas estimaciones se calcula que existen unos 60.000 kichwa Otavalo repartidos en unas 70 comunidades de muy distintos tamaños (Kyle, 1999: 430). El éxito empresarial y los niveles de desarrollo que disfrutan muchas comunidades otavalas es difícil de explicar sin acudir a variables de corte cultural, y en especial a la cuestión de la identidad. Estos indígenas son afamados comerciantes y productores de artesanías-y recientemente también, músicos- pioneros en el establecimiento de una comunidad transnacional que alcanza tanto al resto de los países latinoamericanos, como, sobre todo, a EEUU y más recientemente Europa. Debido a lo abrumador de su

65 Medici mantiene una postura, a nuestro entender, demasiado halagüeña, en el sentido de creer que la reacción de las culturas o identidades “marginales” es inevitable debido a la exacerbación producida por el papel dominante de la cultural occidental (2004: 196). 66 Como señala Gascó, la realidad actual de las migraciones implica la posibilidad de convergencia de multitud de identidades en una misma persona, lo que resalta por un lado el carácter no excluyente de las mismas, y por otro la diversidad de elementos generadores de identidad (Gascó, 2005: publicación en línea).

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éxito han sido sujeto de análisis en múltiples estudios sobre migraciones, llegando a convertirse en el referente de los estudios sobre comunidades transnacionales.

Lo paradigmático de su situación se vuelve aún más asombroso cuando se tiene en cuenta el contexto estatal en el que se encuentran inmersos. Ecuador es un país que ha sido incapaz de generar una identidad común debido a cuestiones históricas (IIG, 2005:14), de ahí el reto de la construcción de una identidad nacional desde fuera, esfuerzo este liderado en gran medida por familias ecuatorianas con aspiraciones políticas residentes en EEUU. La estampida migratoria ecuatoriana, especialmente hacia España, debido a las trabas de entrada al destino tradicional, EEUU, tuvo lugar como consecuencia de la crisis de finales de los 90, que sumó la presencia de incertidumbres a una situación ya de por sí complicada. Sin embargo a pesar del número de ecuatorianos en el extranjero y el monto de remesas enviadas, las posiciones del país en cualquier ranking (bien en términos de Desarrollo Humano, o simple crecimiento económico) continúan entre las más bajas de Latino América.

Volviendo a los kichwa Otavalo, es innegable la existencia de una identidad indígena fuerte, que es a su vez determinante a la hora de explicar la creación por este grupo de una comunidad transnacional ya desde finales de la década de los 60 (Kyle, 1999: 437). Existen una serie de acontecimientos históricos que han propiciado el establecimiento y mantenimiento de esa identidad colectiva fuerte. Para empezar a pesar del racismo presente en Ecuador hacia los indios, los otavalo parecen gozar de mayor consideración entre los blancos y población mestiza, consideración ésta que deviene incluso de la época de la conquista. Esa concepción existente entre el resto de la sociedad ecuatoriana fue posteriormente utilizada por las élites comerciantes otavalas para reforzar el “espíritu de la comunidad”, capital simbólico sobre el que se asienta su éxito actual.

Resumiendo, en el caso de los indígenas otavalos existen una serie de circunstancias históricas que han generado esa alta autoestima como pueblo, la que a su vez ha derivado en un fortalecimiento de su identidad grupal, uno de los pilares sobre el que se apoya su éxito como emprendedores empresarios de artesanías localmente producidas, a un nivel transnacional67. Otro de los pilares tiene que ver con la adecuación de algunas de sus características distintivas y valores sociales a los imperativos del capitalismo actual, como su larga tradición comerciante.

Por el contraste anterior se puede apreciar el papel destacado que juega la

variable identidad a la hora de explicar la situación resultante de procesos de alta migración y posterior recepción de remesas. Desde luego que cualquier fenómeno socioeconómico no puede ser explicado en términos de una única variable debido a la

67 A pesar de lo halagüeño de la situación actual de este grupo algunos autores han mostrado su preocupación acerca de la posibilidad de que “mueran de éxito”, es decir se integren tanto en la lógica capitalista que pierdan sus referentes tradicionales. Como señala Kyle, en el mantenimiento de esa identidad distintiva se apoya el futuro de su éxito, ya que más que artesanías o música, lo que este grupo está vendiendo en las principales ciudades occidentales es su identidad.

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complejidad de los mismos, pero eso no significa negar la existencia de variables con un gran potencial explicativo. Poder éste que indudablemente se ha de ver incrementado en la medida en que se introduzcan en el análisis otras variables secundarias. Por lo que aquí respecta, la comparación entre los kichwa Otavalo y Ecuador como nación, ha quedado probado que las diferencias de resultados están cuanto menos relacionadas con la presencia o ausencia de identidades grupales fuertes: en el primer caso ésta existe, lo que motiva los positivos resultados de esta etnia, mientras que el segundo se encuentra en un lento y nada seguro proceso de creación de esa identidad.

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Conclusiones (abiertas) y temas de discusión

Los dos fines que han motivado este trabajo han sido, por un lado destacar la importancia de los factores no económicos en el tema de las migraciones internacionales y el envío de remesas. Y por otro lado, y relacionado con el anterior, destacar la falta de estudios existentes sobre los cambios, a todos los niveles, que se están produciendo en los lugares de origen de los migrantes como consecuencia de procesos de recepción masiva de remesas. Por lo tanto en este apartado no se concluye nada en firme, más allá de la necesidad de más estudios que ahonden en las anteriores cuestiones.

El concepto de “cultura de la migración” se vislumbraba como especialmente atractivo al unir en su seno las dos motivaciones anteriores. Sin embargo, todo el posterior desarrollo del trabajo no tendría sentido alguno si se utilizase una definición estrecha, por economicista, de las remesas. Así que para comenzar, se ha matizado la definición de remesa a utilizar, prefiriéndose expandir este concepto para que llegara a abarcar todos aquellos flujos que van desde los lugares de destino de los migrantes hasta sus lugares de origen, ya fueran estos envíos de elementos materiales o inmateriales -las denominadas remesas sociales. De esta manera el proceso de recepción de remesas puede pasar a ser considerado como un proceso de toma de contacto entre elementos ideacionales (con, obviamente, las expresiones materiales asociadas a los mismos) de orígenes diversos.

Una vez definidas las remesas de la anterior manera, y fijándonos en la parte ideacional o cultural de las mismas, el concepto de “cultura de la migración” pasaba a tener cierto poder explicativo al ser aplicado a los cambios que se están produciendo en los lugares de recepción de remesas. Sin embargo, bajo la formulación original que le habían dado los dependentistas, la realidad del proceso de recepción de remesas actuales claramente desbordaba las capacidades explicativas del mismo. De ese modo se procedió a reformular el mismo a la luz del enfoque transnacional.

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Como se ha visto, el transnacionalismo es una forma relativamente reciente de aproximarse al tema de las migraciones. En el centro del análisis se sitúan las comunidades transnacionales que superan los límites tradicionales de los estados-nación. La realidad de los migrantes transnacionales es distinta tanto de la existente en el país de destino como de aquella imperante en sus lugares de origen. Estas personas tienden a reproducir formas culturales de sus lugares de origen en los nuevos lugares en los que se asientan, de tal forma que generan una nueva realidad, con características de las dos realidades que confluyen pero que resultan en características que la hacen diferir de ambas. Esa nueva realidad, con la importancia que las redes migratorias tienen en su formación y mantenimiento, es el objeto de estudio preferencial del transnacionalismo.

A pesar de la gran virtud de este enfoque, que es la reivindicación que hace de la complejidad de los fenómenos migratorios y de envío de remesas, al introducir en el análisis de los mismos variables de tipo sociocultural, su aplicación a los cambios que suceden en los lugares de origen de esos migrantes como consecuencia de la recepción de remesas ha sido más bien escasa.

La reformulación del concepto de “cultura de la migración” guiada por los desarrollos del transnacionalismo ha consistido en considerar a esta como una cuarta realidad de análisis, a modo de figura espejo de la realidad transnacional. De esta manera el término ha pasado a designar el resultado de procesos de contacto e interrelación entre elementos ideacionales importados y elementos locales. Lo anterior implica que el término ha perdido la carga peyorativa con la que le habían cargado los dependentistas, para pasar a describir asépticamente esa nueva cuarta realidad. Sin embargo, se reconoce, que bajo el actual contexto internacional, la globalización, no es probable que esas interrelaciones se den entre elementos que ostentan igual posición jerárquica. Se asume que, por defecto, son los elementos enviados en concepto de remesas sociales los que se sitúan en una posición privilegiada respecto a los previamente existentes. De esta manera el resultado sería una cultura de la migración que reproduce y agrava los desequilibrios iniciales que forzaron la salida de muchas personas, resultando en dependencias, que permanecen ocultas mientras el flujo de remesas, esta vez materiales, no se agote.

Pero existe espacio para el optimismo ante ejemplos de grupos como los kichwa Otavalo. Estas situaciones en las que los elementos recibidos a través de las remesas se han readaptado y han sido asimilados por la cultura de recepción, dando lugar a un florecimiento local no solo a nivel cultural sino también económico, implican que bajo ciertas condiciones esas posiciones asimétricas pueden llegar a equilibrarse. En este estudio sugerimos que la existencia previa de ciertas variables en la cultura de recepción puede explicar esas situaciones. En esas situaciones la cultural local ha reaccionado ante esa postura hegemónica que por defecto posee la cultura que se recibe, y de este modo se han situado en una posición ventajosa en el proceso de toma de contacto. Es esa posición ventajosa la que habría permitido la aparición de una “cultura de la migración” favorable al desarrollo sostenible de la comunidad receptora. Entre esas variables, la identidad parece situarse en una posición destacada, cumpliendo un papel más de variable necesaria que de suficiente.

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Este trabajo pretendía mirar el fenómeno de las remesas desde el ángulo cultural, convirtiéndose así en una especie de contrapunto a explicaciones únicamente economicistas de las mismas. Se ha intentado así ahondar en el fenómeno multifacético que son las remesas. A modo de conclusión global, parece haber quedado claro que, posiblemente, ambas visiones de las remesas, siempre que trabajen separadas, no puedan llegar a producir más que explicaciones parciales de las mismas. Esa parcialidad contribuye a falsear esa realidad. De algún modo se ha de tender hacia explicaciones globales que atiendan a todas y cada una de las facetas del proceso. Donde ambas visiones, tanto la cultural como la económica, estén presentes, complementándose la una a la otra.

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Términos claves

◦ Migraciones internacionales

◦ Remesas sociales

◦ Transnacionalismo

◦ Multiculturalidad

◦ Asimilación

◦ Hibridación

◦ Globalización cultural

◦ Cultura de la migración

◦ Identidad

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