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¿DÓNDE, CUÁNDO? RESPONDIENDO DESDE EL HABITAR Roberto Doberti – Liliana Giordano 1. PREGUNTAS Y RESPUESTAS SÓLIDO Y FLUIDO — Debo recuperar o construir pronto algunos principios sólidos o sucumbiré en un mar de dudas– dijo el filósofo. — Cuando las musas me inspiran yo instalo y demuelo los principios en cada poema, y si ellas muestran algún frenesí, en cada verso– le comentó el poeta. — Tienes suerte, puedes cumplir tu destino. — No te quejes, si lo que dices es cierto en breve alcanzarás el tuyo, que no es otro que sucumbir en un mar de dudas, emprendimiento nada fácil y tal vez necesario. Hay preguntas que tienen respuestas definidas sean ellas conocidas o ignoradas. Son preguntas simples y en cierto sentido son preguntas obturantes puesto que solo exigen un esfuerzo que puede ser mínimo o mayúsculo, pero totalmente direccionado por la interrogación Hay preguntas que admiten varias respuestas, y son más complejas e interesantes, exigen o habilitan seguir más de un derrotero y cotejar las respuestas no solo con la interrogación sino también con las otras contestaciones. Finalmente, hay otras preguntas, las más importantes, que se caracterizan por generar perplejidad. Suele no saberse a priori si son demasiado obvias o abstrusas. En ellas lo dudoso no es solo la respuesta sino la propia pregunta. El intento de responderlas –cuyo resultado es inevitablemente dudoso y precario por elaborado y brillante que sea- exige un esfuerzo que está destinado a reconocer o construir el significado que adquieren los términos de su formulación. No obturan sino que abren, no direccionan las contestaciones sino 1

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¿DÓNDE, CUÁNDO? RESPONDIENDO DESDE EL HABITARRoberto Doberti – Liliana Giordano

1. PREGUNTAS Y RESPUESTAS

SÓLIDO Y FLUIDO

— Debo recuperar o construir pronto algunos

principios sólidos o sucumbiré en un mar de dudas–

dijo el filósofo.

— Cuando las musas me inspiran yo instalo y demuelo los principios

en cada poema, y si ellas muestran algún frenesí, en cada verso–

le comentó el poeta.

— Tienes suerte, puedes cumplir tu destino.

— No te quejes, si lo que dices es cierto en breve alcanzarás el tuyo,

que no es otro que sucumbir en un mar de dudas,

emprendimiento nada fácil y tal vez necesario.

Hay preguntas que tienen respuestas definidas sean ellas conocidas o ignoradas. Son

preguntas simples y en cierto sentido son preguntas obturantes puesto que solo exi-

gen un esfuerzo que puede ser mínimo o mayúsculo, pero totalmente direccionado por

la interrogación

Hay preguntas que admiten varias respuestas, y son más complejas e interesantes,

exigen o habilitan seguir más de un derrotero y cotejar las respuestas no solo con la

interrogación sino también con las otras contestaciones.

Finalmente, hay otras preguntas, las más importantes, que se caracterizan por generar

perplejidad. Suele no saberse a priori si son demasiado obvias o abstrusas. En ellas lo

dudoso no es solo la respuesta sino la propia pregunta.

El intento de responderlas –cuyo resultado es inevitablemente dudoso y precario por

elaborado y brillante que sea- exige un esfuerzo que está destinado a reconocer o

construir el significado que adquieren los términos de su formulación. No obturan sino

que abren, no direccionan las contestaciones sino que son ellas las que deben buscar

su propia orientación. En rigor, en esos casos la cuestión se centra en la interpreta-

ción, o más precisamente en la construcción del sentido de la pregunta.

Sin mucha conciencia del caso cuando lo planteamos, pero haciéndose cada vez más

evidente al ir pensándolo y sobre todo al recoger las ponencias, el caso es que las pre-

guntas que dispara la temática de este Congreso Pre-ALTEHA se inscribe en este últi-

mo campo. Y ahora tenemos que hacernos cargo.

2. METODOLOGÍA CON VIOLENCIA EXPLÍCITA

GEOMETRÍA EN LAS ALTURAS

Después de leer en el diario el retroceso de los partidos de izquierda

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en las recientes elecciones francesas mi amigo me comentó:

– Si alguien retrocede es porque otro empuja, y esto

no es un solo propio de la política sino una ley natural.

El conocido y universal principio de acción y reacción de Newton–.

Lo miré y con ánimo de refutación le dije:

– Eso si solo piensas en línea recta. Si imaginas dos semicírculos

puestos en contacto ante cualquier movimiento no sabrías

cuál es el que empuja y cuál el que retrocede–.

– Tus geometrías no me convencen– me dijo algo molesto.

– La geometría no está para convencer;

la geometría demuestra y es irrefutable–.

Me miró con evidente irritación, entonces me acerqué

y con voz suave le dije que había métodos más

convincentes mientras con un ligero empujón

lo hice caer por sobre la baranda

del balcón de ese décimo piso.

Habitar el Tiempo y el Espacio es un tema convocante y apasionante. Pero como todo

lo apasionante conlleva un riesgo. El riesgo consiste en que la atracción que legítima-

mente ejercen el Espacio y el Tiempo, con sus variables y notables recorridos por la

Filosofía nos deje al Habitar un poco atrás, más bien desteñido o con papel de acom-

pañante secundario.

Para que el Habitar recobre el primer plano, o al menos uno destacado, vamos a reali-

zar una acción drástica, vamos a aplastar al Tiempo y al Espacio como conceptos, ca-

tegorías, o marcos referenciales. Aplastar implica en este contexto quitarles transitoria-

mente espesor, convertirlos en marcas o esquemáticas señales, dibujadas fantasma-

góricamente sobre una superficie. Cualquier asociación con las sombras en la caverna

imaginada por Platón es claramente pertinente.

Pero quizás sería más adecuada otra metáfora. Centrifugaremos los conceptos y cate-

gorías de Tiempo y Espacio; los centrifugaremos para quedarnos con el residuo, en ri-

gor, con lo destilado, con lo no susceptible de anulación. Todo lo demás, toda la cás-

cara, las semillas o el carozo, en definitiva todo el núcleo duro de los temas quedarán

alejados, provisoriamente dejados de lado. Esta recuperación o elaboración de un jugo

también primordial, mejor dicho vivencial, de la espacialidad y la temporalidad queda

desnudada, expuesta por la imperiosa necesidad de establecernos en un lugar y de re-

gistrar su anclaje histórico.

El resultado de esta impúdica violencia nos permite o nos obliga a quedarnos con el

planteo de dos interrogaciones directas y hasta aparentemente ingenuas: ¿dónde,

cuándo?

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No alarmarse, los conceptos, las categorías y los marcos referenciales reaparecerán,

a su debido tiempo y en el espacio adecuado.

3. POR AQUÍ, POR AHORA

AQUÍ

…estar escribiendo aquí, como atado a la letra, sin capacidad para

alejarme más que unos metros o unos minutos, y en seguida volver

aquí… aquí a describir lo que hago… pero si lo que hago es describir

lo que hago, la cuestión es, tal vez, complicada… puede tomar un

tono trágico y entenderse que cierro un círculo que voy apretando

hasta el ahogo… puede entenderse también como un banal y estéril

juego de palabras… juego cuya reiteración me paraliza y me ahoga

con la misma contundencia del círculo construido por el sofisma

lógico… en fin, sigo aquí, por ahora, atado a la letra…

Las respuestas a las preguntas ¿dónde y cuándo? Son aparentemente simples, apa-

rentemente demasiado simples. Bastaría decir aquí y ahora. La cuestión, toda la cues-

tión, consiste en establecer la extensión, el espesor y la densidad que cubre el aquí y

el ahora. El espesor mínimo, que anula todo desarrollo reflexivo y operativo, circunscri-

be el aquí a los límites precisos y escuetos de mi corporalidad y el ahora al momentá-

neo instante de la enunciación. El espesor máximo que también sofoca los desarrollos

extiende el aquí al universo y el ahora al lapso que media entre la eclosión inicial y la

extinción total. Será prudente, solo prudente, buscar algunas posiciones intermedias.

ESCALAS

— Usted sabe que no está bien.

— Sí doctor, creo que sí… no sé qué es lo que no está bien,

si es que realmente hay algo.

— Si no hubiera algo no estaría aquí… pero me parece que no me

está escuchando, que no me presta suficiente atención.

— Lo escucho doctor, pero también escucho el rumor de la ciudad,

formado con tantas voces y con los ruidos de los vehículos

y muchos otros, y también escucho el sonido del mar,

de las olas yendo y viniendo por el declive de la playa.

— ¡Qué le dije, no pone atención a lo que le digo!

— Entiéndame doctor, se trata de tres planos distintos. Su presencia

tan cercana, este examen momentáneo, esta relación personal.

Y más allá un espacio que nos circunda, que lleva siglos

constituyéndose, y los destinos de miles de hombres, mujeres,

niños, ricos, pobres, enamorados, desesperados.

Y todavía más allá la mirada hasta el horizonte, los sonidos

imperturbables desde hace millones de años, tan imperturbables

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como las arenas, las piedras y las aguas.

— Está bien, eso todo el mundo lo sabe pero usted, como todo el

mundo, debe atender a lo que le está ocurriendo aquí y ahora.

— Pero me está ocurriendo todo eso, no puedo renunciar a los otros,

ni a ese mar y ese cielo que siempre está. Lo que me preocupa es

que por momentos me parece que los planos, los tiempos y hasta los

componentes se superponen… que arman una sola cosa,

una sola cosa tan intrincada y tan fascinante que me quedo

deslumbrado… sin palabras, le diría que sin pensamiento.

— Veremos que podemos hacer, pero si no pone

más voluntad no le veo buen porvenir.

El psiquiatra mientras caminaba por los pasillos del hospital pensó

que si los planos –tal como los llamaba su paciente- se le

superponían, entonces la locura sería total e irreversible.

En fin, una buena solución

frente a ese hombre que le complicaba la vida.

Haremos un intento por poner el Espacio y el Tiempo de cara al Habitar. Es un intento,

uno de los posibles, que atiende a las preguntas ¿dónde, cuándo? desde el Proyecto.

Es un intento que trata de superar la coartada de la erudición, de lo tanto dicho y pen-

sado acerca del Espacio y el Tiempo, de lo dicho y pensado con tanta profundidad y

con miras tan altas, que algo de lo cercano y palpitante parece pasar desapercibido.

Si se pregunta ¿qué es el Espacio? o ¿qué es el Tiempo? En rigor se pregunta sobre

el significado de unas palabras, lo que no anula sino que posibilita que se alcancen los

conceptos. Pero de todos modos, primero se pregunta por el significado de una pala-

bra y eso depende del contexto en que sitúe la cuestión. Si se ubica en la simple me-

cánica del cálculo de la velocidad en el desplazamiento de un móvil, surge la fórmula:

[velocidad = espacio / tiempo]. Desde ahí se puede deducir: [tiempo = velocidad / es-

pacio] y también [espacio = velocidad x tiempo]. Es obvio que para un filósofo, o un

psicólogo o un escultor esas definiciones no les resultan ni siquiera pertinentes.

Por el contrario si se pregunta ¿dónde y cuándo? Las respuestas que pueden ser muy

variadas, tales como en "los confines del universo, a la vuelta de la esquina", o "hace

un rato, dentro de veinte mil años" son precisas, y lo son porque presuponen el Espa-

cio y el Tiempo, o tal vez debiéramos decir porque ponen el Espacio y el Tiempo.

Las preguntas por el dónde y el cuándo no atiende de manera directa al Espacio y al

Tiempo, por el contrario los desplazan a la visión periférica. La pregunta directa al in-

tentar mirarlos de frente se encuentra con su naturaleza mutable, escurridiza, evanes-

cente. Tal vez, en su presunta esencialidad solo pueden ser atisbados, mirados de

soslayo, casi adivinados.

El Habitar los hace suyos porque sin miramientos –la expresión cae como anillo al de-

do- los ejerce u opera directamente, los trabaja, los modela de mil maneras en las dis-

tintas prácticas en la que se escande su devenir y su presencia. Revolviendo el centri-

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fugado o re-volviendo a su residuo purificado resulta que es el Proyecto el que modela

las prácticas y nos sumerge en las espacialidades y las temporalidades, porque solo

así en su pluralidad, en su diversidad, en su polisemia, se perfila su sentido.

4. DÓNDE Y CUÁNDO CENTRIFUGADOS

APARICIONES

El artista ha dispuesto con prolijidad sus lápices, los ha afilado, ha

dispuesto también pinceles y pomos de pintura, tizas y carbones,

papeles y lienzos. Todo está preparado para elaborar otra de sus

precisas construcciones. Sin embargo, un trazo se desliga de su

voluntad, se extiende irrespetuoso. El artista lo sigue, lo persigue con

frenesí, poniendo y superponiendo, acicateado por el temor de

perder esa voluntad que ni siquiera sabe si es la suya.

Ha creado la creación.

Más tarde, ya agotado, puede mirar su trabajo y reconoce sin

angustia que es un amasijo sin sentido. La creación se anula

para el mundo pero seguirá repercutiendo en su espíritu.

El niño está jugando en el patio bajo la mirada complaciente del

padre resguardado en la galería. El niño está jugando con un globo,

el globo es difícil de asir para el niño pero precisamente eso es lo

que provoca sus risas, el globo se escabulle hacia arriba o hacia de-

lante, cae al suelo pero cuando el niño pretende tomarlo lo golpea,

sin darse cuenta, con el pie que ha adelantado; el juego continúa.

El niño ha creado la alegría.

De pronto la aguda punta de un alambre hiere al globo, que en un

instante se convierte en un retazo de goma ante su mirada atónita,

el niño y la alegría desaparecen del patio.

El general se pavonea ante su ejército que ha triunfado en la batalla.

La formación está suficientemente lejos del hospital de campaña

para que no se escuchen los ayes de dolor de los heridos ni el llanto

de los moribundos. El general se pavonea haciendo caracolear a su

caballo, recorre los escuadrones mientras con voz estentórea dice

las frases que ha estudiado para glorificar su victoria.

Sabe que muchos de los soldados no lo pueden oír, también sabe

que ha entorpecido sus frases, pero no le importa; el escribiente que

lo sigue a corta distancia conoce su oficio y las redondeará perfectas.

El general ha creado la vanidad.

Exigido en sus caracoleos el caballo resbala y el general cae en un

charco de barro y estiércol. Se levanta con pretendida dignidad pero

alcanza a vislumbrar los gestos apenas insinuados de la burla o la

ironía. El general se retira llevándose sin retorno su vanidad.

Y así.

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Tratamos de operar con el Espacio y el Tiempo con una inmediatez abrumadora, no

pensamos en la recaída en la inmediatez condenada por Hegel, queremos asumir una

presencia escabullida.

Desde el Habitar, y con apoyo en el Proyecto, pensamos en las prácticas sociales tan

diversamente ejercidas según las épocas, los pueblos, los grupos y hasta los indivi-

duos, y por otro lado recubiertas por la palabra que reduce las diferencias, que al nom-

brarlas las hace homogéneas o simples variaciones de una misma y supuesta esencia.

Las prácticas sociales deberán entenderse heterogéneas, múltiples pero no infinitas, y

siempre reguladas según el sentido que cada cultura determina. Dentro de este marco

cultural se desarrollan las diferencias que identifican a las comunidades y los distintos

matices que son propios de sus diversas clases y sectores.

En tanto seres humanos ya no devoramos sino que comemos, y esto implica o exige

rituales y artificialidad. Nos preguntamos dónde y cuándo comemos en una precisa co-

dificación del Habitar. ¿En la casa o fuera de la casa? Si es dentro de la casa ¿en un

lugar específico o "ponemos la mesa" en lugares variables? ¿en lugares asociados o

disociados de la preparación de los alimentos? Por otro lado, ¿cometemos el desatino

de comer cuando tenemos hambre o en horarios predeterminados?

Dónde y cuándo repican una y otra vez en nuestro comer –que ya en su etimología

exige hacerlo en compañía- sea de manera directa o metafórica. Así ¿nos sentamos

"a la mesa" y extendemos el lapso en la "sobremesa" o "comemos al paso"? ¿nos sen-

tamos pero sin mesa, pero la desplazamos a otras prácticas, haciéndola mesa de exa-

men, mesa de negociación, mesa de juego, mesa electoral? ¿ordenamos temporal-

mente los comestibles y las bebidas o los disponemos para su libre elección, los lap-

sos se corresponden con los necesarios para la ingestión, o también para la digestión,

aceptamos o rechazamos los banquetes que duran varios días, incorporando como

entremeses otros placeres o vicios según se los vea?

En tanto seres humanos ya no simplemente copulamos sino que nuestras prácticas

amatorias son enormemente variadas en actores, lugares, equipamiento, frecuencias,

duración y otras alternativas cuya detalle no nos proponemos explayar en este ámbito.

El caso es que cualquiera sea la práctica en que pensemos, sea la lectura, la escucha

o la ejecución de la música, las actividades deportivas, las múltiples modalidades del

trabajo, del ejercicio de la política y de la religiosidad, insisto sea la práctica que se

quiera, dónde y cuándo se ejercen se concretan de maneras diversas pero bien delimi-

tadas en cada caso.

El centrifugado nos ha dejado desnudo, expuesto, palpitante de vida el dónde y el

cuándo, y en el mismo proceso ha producido el desecamiento del Espacio y el Tiempo

no para anularlos sino para interpelarlos sin subterfugios, obligados a decirnos más.

Para ser precisos somos nosotros los que debemos obligarlos a decir más; veremos si

podemos.

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5. ASOCIACIÓN LÍCITA: HABLAR Y HABITAR

DIFÍCIL DE CREER

La batalla era extraordinariamente violenta y sanguinaria; ambos

bandos se iban diezmando con una saña pocas veces vista;

la sangre de hombres y caballos impregna esa recortada planicie.

Gornolfo, un oficial de mediano rango, estaba aterrado, más

precisamente estaba más aterrado que el resto de los combatientes.

Ya en el torrente de la desesperación decide desertar, huir, escapar

a la muerte que vislumbra cercana e inevitable. Enfila a toda carrera

su caballo hacia la retaguardia, pero es tal su confusión

que contradice su decisión. Sale, entonces, disparado y

a los gritos estentóreos de su terror, hacia las filas enemigas.

Ni sus compañeros ni sus enemigos pueden entender tamaña osadía.

Los suyos, envalentonados por el gesto heroico, deciden secundarlo y

lo acompañan en tropel, los contrincantes sucumben al miedo general

frente a quien no parece sentirlo y se repliegan en desorden.

Gornolfo es el héroe que ha ganado la batalla,

la tropa lo vitorea y lo lleva en triunfo a la ciudad.

El resto de la vida de Gornolfo es, pese a las apariencias, opaca y

triste. Comienza esa misma noche en la que mujeres de prosapia y

belleza le brindan placeres. Gornolfo solo quiere que ellas

le recuerden una y otra vez su hazaña en el campo de batalla.

Es el comienzo del esfuerzo sostenido e inútil de Gornolfo

para creer en ella. Utiliza todos los interlocutores y

no le incomodan las reiteraciones. Apela a las narraciones

de los borrachos de las tabernas, de las prostitutas de los suburbios,

de los comerciantes de la feria, de las matronas y los niños.

Gornolfo nunca llega a creer en esos testimonios que,

con algunas variantes y agregados, lo pintan heroico.

Descubre que es solo eso: un relato, una leyenda.

Sabe que ser el personaje de una historia

es un destino descarnado, casi fantasmal,

y para mayor desgracia no puede dejar de saber que

si la leyenda es un equívoco, entonces ese destino es una ignominia.

Escuchamos una voz que advierte: ¡no jueguen al oficio mudo! La voz tiene razón, se

trató de una maniobra o un desliz metodológico. Vamos a enmendarlo.

Las prácticas sociales requieren para su constitución tanto de comportamientos, diga-

mos de disposiciones u operaciones de la corporalidad, como de palabras; es lógico

entonces que lo escuchado haya sido una voz. La asociación lícita y necesaria se pro-

duce con la conjunción del Hablar y el Habitar. Todas las prácticas que hemos mencio-

nado suponen o requieren de ambas dimensiones.

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Dónde y cuándo se llenan de voces y de gestos, el aquí y el ahora se ejercen en las

coordenadas de los lugares y en el discurrir de las palabras. La Forma y el Nombre se

convocaron y se unieron, se entrecruzaron con la Imagen y el Canto.

Se recuperan, y modelan su sentido en el encadenamiento de la escritura y en desplie-

gue del dibujo.

Esto puede ser planteado de una manera precisa y escueta, en el siguiente gráfico

que estuvo de los orígenes de nuestra Teoría del Habitar.

Volvamos a las prácticas sociales, a las que otorgamos una dimensión o importancia preponderante. Volvamos para ponerlas en el centro, sabiendo que si algo está en el centro, debe haber otras cosas circundándolo.

Las prácticas sociales están contexturadas por las sistemáticas significativas del Ha-blar y el Habitar. Contexturadas en un doble sentido; por un lado, por constituir su ne-cesario contexto o marco y, por otro, por determinar su textura, es decir el carácter y modo de existencia específica que adquieren dichas prácticas.

El Hablar y el Habitar en tanto constituyen los dos grandes sistemas de significación que los humanos hemos construido y cuyo ejercicio nos determina, son también enten-dibles bajo otras dos caracterizaciones. Por un lado, pueden verse como las dos ma-croprácticas siempre operantes en la vida social, por otro, pueden leerse como codifi-caciones, como correlaciones específicas entre elementos de naturaleza heterogénea cuya vinculación es lo que les confiere la capacidad de significación, de organización histórica que nos incluye y nos separa del mundo natural.

Como hemos dicho en diversas ocasiones las prácticas sociales seleccionan o recor-tan segmentos del código del Hablar los que construyen los discursos propios de cada práctica. Del mismo modo se seleccionan segmentos del código del Habitar para confi-gurar las actuaciones específicas de cada práctica.

Quizás más interesantes sean los vínculos y las construcciones emergentes que sur-gen del contacto entre ambas sistemáticas. Con el nombre y la configuración se insti-tuyen las presencias, y con el concepto y el comportamiento adecuado se establecen las maneras o modalidades.

Las presencias son el resultado de un trabajo de la significación, del trabajo de hacer

presente, son el resultado de una necesaria y subterránea tarea de recorte y deshe-

cho. Presente es lo ostensible, es la figura relevante que se destaca del fondo indefini-

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sistema

delhablar

sistema

delhabitar

prácticassociales

conceptos

voces

comportamientos

conformaciones

maneras

presencias

discursos

actuaciones

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do. Se opondrá a lo ausente –lo que no está- y a lo desapercibido –lo que estando no

se ve, o mejor lo que estando parece no estar-.

Lo presente es tal porque su desaparición generaría una ausencia, un vacío que mar-

ca un requerimiento, lo presente se sostiene porque no solo es ostensible su perma-

nencia sino también su ausencia. Se recorta y manifiesta sobre el necesario fondo de

lo desapercibido, sin ese la presencia dejaría de ser una función para ser un hecho,

pasaría del campo del sentido para ingresar al del mero registro.

Las maneras o modalidades son también el resultado de un trabajo de la significación,

del trabajo de tener modales, son también la consecuencia de una necesaria y soterra-

da tarea de apropiación y descarte.

Modales, maneras, usos, costumbres son palabras bilaterales, instaladas en los dos

dominios que articulan y sostienen la cotidianidad. Se explayan en la Moral –esfera de

las modalidades privadas– y en el Derecho –esfera de las modalidades públicas-. En

la moral, modalidad es la moderación, es el límite que define lo pertinente y apropiado.

En el derecho, modalidad es la medida, es el módulo que posibilita coordinar o concer-

tar las acciones.

6. RELACIONES PRODIGIOSAS

LAS MESAS

Estamos en el Club Moderno, cuyo nombre era ya una mera

identificación o una suave y nostálgica ironía.

En sus pocos salones, desde el anochecer los hombres

se concentraban alrededor de mesas donde rodaban y chocaban

esferas blancas y rojas, o de otras mesas en las que la greca

de puntos y marfil del dominó

o las cartulinas de las barajas se depositaban o se recogían.

Nadie se pretendía eximio en estas

destrezas ni apostaba dineros importantes.

Sin embargo, algo los concitaba a esos rituales acompañados por los

aromas del tabaco y del café, que solía gustarse

con alguna copa de licor.

La causa, posiblemente no reconocida, no es menor.

Por unas horas, cada noche, el mundo volvía a ofrecer la

configuración precisa y tranquilizadora del plano rectangular y acotado.

En cada mesa –y solo en el encuadre de esa mesa- ocurrían las

cosas; más allá aunque presumibles, las cosas eran de dudosa

realidad. Multiplicada en diminutas regiones, otra vez volvía la

sensata interpretación que anula las vastedades infinitas,

las incómodas transformaciones y las aterradoras disipaciones.

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Empezaremos mostrando, o mejor construyendo, una similitud de organización entre

las sistemáticas del Hablar y del Habitar, un isomorfismo estructural para decirlo con

más precisión, mediante un esquema o modelo gráfico. Dicho esquema parte de una

interpretación bastante ajustada de la propuesta formulada por Ferdinand de Saussure

en el campo lingüístico.

Hay algo más que la similitud estructural; en el gráfico se dibujan áreas de bordes im-

precisos, intencionadamente imprecisos, a la manera de nubes o charcos. Esas áreas

son designadas masas -el término es de Saussure- y son distinguidas en: conceptual,

fónica, conductal y espacial. Cada una de estas masas está segmentada, separada en

partes o fetas. Se indica también la asociación entre un segmento de una masa y otro

de la otra. Este par asociado es el signo.

Este acoplamiento es el signo. El acoplamiento es resultado de una reflexión, de un

pensamiento que hasta conviene llamar teórico. Podemos vivir y convivir con cierta co-

modidad porque a nosotros se nos presenta, se nos da, el signo como unidad primaria

y completa, no exigente de explicación -o por lo menos de una explicación que bien

puede esperar- sino dispuesta para su ejercicio directo, unidad que es comprendida

como manifestación directa de lo socialmente compartido, es decir de la realidad.

El código es entonces, el conjunto de las correspondencias biunívocas entre las parce-

las en que se dividen las masas. Lo relevante es que cada cultura divide de manera

distinta las masas previamente amorfas, masas que así toman forma; en este caso,

quiero decir que así son estructuraciones alternativas de lo real. Tampoco son esta-

bles en el seno de cada cultura; como la nube o el charco, se configuran según ven-

gan las circunstancias o las voluntades, según como venga el viento o la lluvia.

A medida que se desarrollan las culturas, las segmentaciones son cada vez más nu-

merosas, se gesta un fileteado cada vez más fino. Por si fuera poco, ni la masa tiene

límites previamente establecidos -no están prefijados los conceptos, ni las articulacio-

nes fónicas, ni tampoco las conductas o las configuraciones espaciales- ni los signos

son más dóciles, puesto que la incorporación de otro nuevo mueve el valor, digamos la

significación de los demás, que valen o significan por diferencia con los otros.

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Hay algo sustantivo que ya fue puesto de manifiesto por Saussure en el campo lingüís-

tico: existen por un lado los hechos de habla, y por otro, la lengua. Los primeros son

los concretos ejercicios del Hablar pero ellos no serían posibles si la comunidad de los

hablantes no poseyeran en común el código general, la lengua, que permite decir y

comprender. Es obvio que ambas dimensiones se necesitan mutuamente y se remiten

e interfieren.

Pues bien, veamos la cuestión en el Habitar, donde los hechos concretos de su ejerci-

cio son directamente observables, pero también es imprescindible la existencia de una

codificación general reconocida por la comunidad de los habitantes que permita con-

certar sus comportamientos, ese código, ese saber, lo denominaremos urbanidad. La

urbanidad es entonces, el correlato de la lengua y es tan diversa como ella.

Esto da lugar a la creación de una disciplina –correlativa a la lingüística- que llamare-

mos urbanística y que constituirá parte importante de la Teoría del Habitar. La relación

entre urbanística y urbanismo –por cierto no se identifican pero tampoco son totalmen-

te ajenas- es compleja e interesante, pero no es este el momento de tratarla.

7. Y SIGUE LA HISTORIA O COMIENZA LA HISTORIA

CERTIDUMBRE

Escribir… escribir con una caligrafía precisa,

con un ritmo calmado y constante,

con una trama que conduzca las secuencias

de manera ordenada pero no obvia, detallar sin excesos ni escamoteos,

sostener la confianza en que el resultado será armonioso y profundo.

Ninguna de mis muchas páginas de escritura

las realicé con esas condiciones, ni siquiera de manera aproximada.

Escribo como un método para escribir con esa caligrafía,

ese ritmo, bajo esa trama, delineando esos detalles,

para así alcanzar esa seguridad en el resultado.

Sigo escribiendo porque sé que el método es infructuoso.

Hubo un primer nivel de generación de la espacialidad humana, un modo de estar que no

exigía adaptarse al medio sino que propone –para definirse como estar humano– adaptar el

medio, y en un sentido más acentuado, inventar el medio. Estos procesos de adaptación

fueron diversos y progresivamente más complejos, duraron muchos milenios, pero se acele-

raron con algunos saltos o irrupciones que implican etapas, o mejor dicho modalidades de

habitar, sustancialmente distintas.

Un salto o punto de inflexión fundamental es aquél que producen conjuntamente la Escritura

y la Arquitectura. Se lo suele caracterizar, con buenas razones, como el pasaje de la Prehis-

toria a la Historia.

Una de estas apariciones estará reforzando el sistema del Hablar, y la otra incidiendo en el

sistema del Habitar. Ambos desarrollos estarán vinculados con la estabilización, la perma-

nencia y la memoria. El Hablar, que se desvanecía después de la elocución haciendo inse-

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Atender a las nociones de urbani-dad y de urbanística que se in-corporan aquí a la es-tructura con-ceptual bási-ca de la teo-ría. Se explicita así el corre-lato con "lengua" y "lingüística".

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guro su exacto recuerdo, se fijará al asociarse con la espacialidad de los grafismos que se

predisponen para su permanencia.

La Arquitectura se constituye mutuamente con la Ciudad; esta constitución se establece me-

diante la relación de las imágenes que aseguran la diversidad y recíprocamente de la diver-

sidad que requiere de la imagen.

Porque solo hay verdadera Arquitectura y verdadera Ciudad cuando las construcciones se

especifican, cuando se multiplican las diferencias, y entonces alguna es templo, otra es pa-

lacio, otra cuartel, otra vivienda, y sus abiertas variaciones.

La diversidad de los ámbitos caracteriza el espacio de la Ciudad como lugar de los inter-

cambios. Habitar la Ciudad impone la necesidad de entenderla, de reconocer su código –su

urbanidad- como condición requerida o exigida para provocar, aceptar o rechazar las con-

certaciones.

Así, difiriendo de la aldea no simplemente por sus dimensiones sino por esas lógicas de la

imagen y la diferencia, la Ciudad demanda de la Arquitectura no solo para albergar y posibi-

litar las actividades sino especialmente para simbolizarlas e instituirlas. El príncipe no es tal

sin su palacio, el sacerdote se inviste en el templo, así como el artesano instala su lugar so-

cial en el taller.

¿En qué sentido Escritura y Arquitectura amplían o modifican la estructuración de los siste-

mas de Hablar y Habitar?

Hay que descartar la interpretación de la Escritura como una función sustitutiva de la escritu-

ra respecto del habla verbal. Para consecuencias de tal magnitud, no es suficiente pensar

que simplemente se dispone, con la Escritura, de una masa gráfica, equivalente a la masa

fónica, con similares segmentaciones, y cuya utilidad y sentido se limita a reemplazar a la

expresión verbal.

La Escritura no sustituye al decir, sino que lo incluye; la palabra escrita no remite o mencio-

na solo al concepto que le corresponde sino que alude conjuntamente a la voz y al concep-

to. Podríamos decir que codifica una codificación, que se trata de una sobre-codificación,

que su significado es ya un signo, una correspondencia estipulada entre voces y conceptos.

La Arquitectura en la Ciudad menciona, a la vez, una clase de conformaciones y una clase

de comportamientos. Las unidades arquitectónicas codifican una codificación, sobre-codifi-

can la sistemática del Habitar.

Esto nos permite reformular, o mejor dicho, ampliar el modelo o esquema gráfico que ya ha-

bíamos mostrado, dando cuenta así de la complejidad y potencia que ahora asumen los có-

digos del Hablar y el Habitar.

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8. ODISEA DEL ESPACIO Y DEL TIEMPO

SENSACIÓN ABSOLUTA

Una alegría plena, sin fisuras,

una alegría instalada en un presente con tal saturación

que anule cualquier intrusión de recuerdos o presagios.

Una alegría que ocupe el cuerpo y el espíritu

sin definir límites entre uno y otro; su lugar es aquí.

Una alegría que supere al motivo que la engendra,

no por debilidad de la causa

sino por la extrema fortaleza del sentimiento que produce.

Sin necesidad de compartirla ni impedimento para hacerlo.

Su tiempo es el ahora; aunque podría disiparse

en un instante o perdurar eternamente esas determinaciones

le son extrañas porque consiste

en presencia incontrastable y suficiente.

Es casi seguro que esa alegría no exista,

que esa experiencia sea imposible, pero esa configuración

es persistente, quizás imborrable.

Tal vez sea el narcótico que nos entorpece y opaca la visión,

tal vez el único marco que nos permite reconocer

nuestros retazos de realidad.

La Escritura y la Arquitectura, estos dos nuevos, potentes y complejos instrumentos

van a dominar la escena de los milenios que estamos viviendo, a partir de una parado-

ja. Van a movilizar por su capacidad para inmovilizar, para garantizar la permanencia.

Como ya anticipamos van a fijar, a estabilizar las estructuras del Hablar y del Habitar.

En otros términos, van a objetivar los sistemas de palabras y de formas, en un doble

sentido, por un lado los van a hacer objetos, y por otro lado los van a hacer objetivos

para la conciencia de los hablantes y los habitantes. Se irán fijando las determinacio-

nes objetivas de los límites de las letras, de las palabras, las frases, los párrafos, los

capítulos, los libros y más allá; y también se irán fijando las determinaciones de las sa-

las y su equipamiento, de los edificios, de los agrupamientos, los barrios, las ciudades

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y más allá. Si en los remotos orígenes fuimos caminantes y después, mucho después,

hablantes y habitantes, hoy somos urbanos y lectores.

Con la Escritura y Arquitectura será en la Ciudad donde se van a desplegar ante la co-

munidad las unidades del Hablar y del Habitar; hemos pasado de la disponibilidad del

signo a la disponibilidad del sistema, del fundamento de la humanización de la especie

al fundamento de la historicidad de la humanidad.

Se van, entonces, a entrecruzar las líneas de la temporalidad y la espacialidad. El Ha-

blar que se desenvolvía en el tiempo y se desvanecía cuando cesaba su enunciación,

va a perdurar, a sostenerse en el tiempo cuando recurra a la espacialidad de la Escri-

tura, cuando se convierta en cosa, en forma tangible: entonces será volumen o leyen-

da –esto último no como una forma menor del mito sino como inscripción pública dis-

puesta para su lectura-. El Habitar que se desarrollaba en el espacio, que se reconocía

en la interpretación de la espacialidad de las formas, se alineará en la dirección del

tiempo cuando sostenga la continuidad y regulación de su emplazamiento, cuando al

concretarse en Ciudad asegure el recuerdo, cuando conforme la memoria: entonces

entronizan monumentos y conmemoraciones.

La versión familiar de odisea –como lo penoso, doloroso- no deja de tener cierta justifi-

cación en los avatares del Hablar y el Habitar. Esto quiere decir que hubo que pagar

un precio. Hubo que restringir la palabra, establecer los libros sagrados, pero de modo

más general y anterior la prohibición de ciertas enunciaciones según quien y cuando lo

ejercía –el tabú que se llamó blasfemia-. También se definieron los lugares sagrados,

pero antes la distinción del dentro y el fuera que habilitaba o inhibía conductas y ac-

tuantes –el tabú de la profanación-.

9. DISTANCIAMIENTO Y RECONCILIACIÓN

PREGUNTA

— Si preguntas con insistencia y consistencia

finalmente hallarás la respuesta.

— Lo he hecho; después de muchas inquisiciones,

después de muchas contestaciones parciales o evasivas

le he preguntado al sabio acerca del fundamento

de sus conocimientos, le he preguntado al creyente acerca de la razón

de su fe, le he preguntado al canalla

la causa de maldad, le he preguntado al enamorado

el por qué de su devoción.

En todos los casos la respuesta fue la misma, me dijeron:

no lo sé.

— Entonces, si querías una respuesta ellos te la entregaron.

— Yo quise una respuesta pero no tuve la respuesta que quise.

— ¿Qué pretendías, un tratado

o acaso una fórmula simple y aclaratoria?

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— No, yo solo pretendo seguir preguntando,

y esas respuestas me obturan la interrogación.

Mis preguntas no buscan sino caminos para renovarse.

Tal vez debiera haber inhabilitado todo escape ¿no lo crees?

— No lo sé.

Toda esta exposición se sustentó, mejor dicho se desencadenó, en una metáfora.

Centrifugar los conceptos y categorías de Tiempo y Espacio; quedarnos con el jugo,

con lo que subsiste, con lo que no se disipa. Esto nos ponía de cara a las preguntas

directas e inapelables ¿dónde, cuándo? Lo fluido y escurridizo del jugo nos permitía fil-

trarnos entre la tosca inmediatez de esas preguntas.

Dijimos que todo lo demás, toda la cáscara, las semillas o el carozo, en definitiva todo

el núcleo duro de los temas quedarían alejados, postergados. Entrando así escorzada-

mente al Tiempo y el Espacio.

También nos cubrimos diciendo: "no alarmarse, los conceptos, las categorías y los

marcos referenciales reaparecerán, a su debido tiempo y en el espacio adecuado".

Bueno, ahora tenemos que hacernos cargo de esas imprudentes promesas.

Como esto es difícil empecemos por mostrar un modelo gráfico y tratar de explicarlo.

Están presente las Prácticas Sociales flanqueadas por las sistemáticas del Hablar y el

Habitar, ubicando además a las personas y las cosas, digamos una diferenciación bá-

sica de lo que hay. Desde ahí se dibujan arcos que determinan cuatro campos vincula-

dos por las Prácticas Sociales o generados por dichas prácticas.

Desde el Hablar, cuyos centros neurálgicos son el Ser y el Tiempo, se generan discur-

sos sobre las personas y discursos sobre las cosas. A esos discursos los denominare-

mos respectivamente Antropología y Cosmología. Palabras distorsionadas o amplia-

das respecto del campo disciplinar que les es asignado, pero de manera provisoria y

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solo en el contexto de esta presentación, los términos pueden entenderse en lo que

aquí se quiere decir.

Aceptado esto, la Antropología trata –es un tratado, un decir- acerca del ser humano, y

la Cosmología trata –es un tratado, un decir- acerca del consistir de las cosas.

Del otro lado, del lado del Habitar, cuyos focos son el Estar y el Espacio, se constitu-

yen dos campos de actividad sobre las personas y las cosas. Los podemos llamar res-

pectivamente Ética y Estética –otra vez disculpándome por violentar los usos habitua-

les de dichos términos- destinados al accionar de las personas y al estar de las cosas.

Aquí Ética y Estética son ejercicios concretos de interacción con lo que puebla el mun-

do.

Quizás lo más importante sean las ondas que en el modelo vinculan a la Antropología

con la Ética y a la Cosmología con la Estética. Si se rompiera esa relación, si se cedie-

ra a la tentación de incluirse en un lado y renegar del otro, si el decir y dilucidar el ser

de las personas se encapsula de tal manera que no atiende a su accionar o si las

prácticas directas vinculadas con ese accionar se consideran autosuficientes y no re-

cogieran las enunciaciones que las conceptualizan, entonces estaríamos en graves

problemas. Tan graves como quedarnos solo con un intelectualismo vacío o con una

operatividad ciega. Si miramos ahora hacia el área de las cosas la situación no difiere

y tampoco requiere mayor aclaración.

En este intento de reconciliar lo que habíamos separado nos falta todavía un paso de-

cisivo. Operemos sobre el modelo para completarlo sin pedir permiso.

Ahora ponemos del lado del Hablar, es decir del sustento en el Ser y el Tiempo, la re-

flexión sobre el mundo, un planteo general y primero sobre el ser y el consistir. A esa

reflexión la podemos llamar Metafísica, aunque eventualmente se definiera como ne-

gación y rechazo de toda Filosofía Primera y hasta se renegara del mundo para an-

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Concepto im-portante que elude o anula el idealismo y el empirismo. Por lo menos en sus versio-nes más sim-plistas, que son las más imperantes.

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clarse o refugiarse en su propio lenguaje. Para nuestra intención, y en el contexto de

esta tesis, eso también cabe bajo el nombre de Metafísica.

Simétricamente, del lado del Habitar, es decir de lo sustentado en el Estar y el Espa-

cio, la contención o amalgama de todos sus elementos, instituye una apropiación del

mundo, una posición para instalar el mundo y operar en él, establecer una regulación

del estar de las cosas y el accionar de las personas. A esa apropiación –hacerlo propio

y apropiado, es decir no ajeno ni inadecuado- la llamaremos Estrategia.

Aquí es necesario hacer una digresión aclaratoria. Es por muchos conocida y propala-

da la undécima y última de la Tesis sobre Feuerbach, escrita por el joven Marx; tesis

que dice "Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo,

pero de lo que se trata es de transformarlo". La frase podría hacer entrar en otra discu-

sión la distinción que hemos planteado. La frase es muy linda, es muy linda pero erró-

nea. Si el filósofo se dispone a apropiarse del mundo en lugar de reflexionar sobre él,

entonces deja de ser filósofo.

Para reflotar el sentido de la undécima tesis aclaremos también, que otra vez estas di-

ferencias entre la reflexión y la apropiación, es decir, entre la Metafísica y la Estrategia

están vinculadas por ondas, por ondas que atraviesan las sistemáticas significativas y

las prácticas sociales.

Dejándonos llevar por la metáfora, están vinculadas por ondas que ondulan al pasar

por esos constituyentes básicos o bien que en su movimiento le dan vida a dichas sis-

temáticas y dichas prácticas. En cualquier caso por ondas que hacen que todo lo de-

más sea lo que son: emergentes históricos en permanente recomposición.

Cuando decimos apropiación del mundo nos referimos a distintos modalidades que

van desde la apropiación perceptual, pasan por su proyección en medios simbólicos

de representación y alcanzan la modificación y distribución concreta de lo existente.

Esta etapa decisiva de la Estrategia es la Política, refutando ahora a Aristóteles que la

restringía a un campo discursivo que solo modificaba pensamientos pero no la efectiva

organización de lo real.

Tenemos que ir terminando porque habernos peleado con Marx y con Aristóteles en

tres minutos nos ha dejado algo cansados.

Pero no sin antes señalar que estas operaciones no se realizan sobre un mundo que

le preexista y que quedaría pasivamente dispuesto para su reflexión y su apropiación,

antes bien se realizan sobre un mundo que se constituye y se reformula continuamen-

te por medio de dichas operaciones.

Concluyamos entonces que Habitar es el Sistema de Significación que se monta sobre

la Estrategia, que la requiere y la habilita. Para ello intentamos a lo largo, lo ancho y lo

alto de estos minutos hacer presente con toda su potencia de desmontaje y de cons-

trucción un modelo general, un modelo conceptual que da la más profunda razón de

ser a la elaboración de una Teoría del Habitar.

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Aquí recupe-ración de la política ámbi-to específico de la transfor-mación, no rechazando la filosofía pero diferenciándo-se y recla-mando su sentido pro-pio.

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