raymond carver - recopilacion

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  • 8/6/2019 Raymond Carver - Recopilacion

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    Raymond Carver

    Vecinos

    Bill y Arlene Miller eran una pareja feliz. Pero de vez en cuando se sentan quesolamente ellos, en su crculo, haban sido pasados por alto, de algunamanera, dejando que Bill se ocupara de sus obligaciones de contador y Arleneocupada con sus faenas de secretaria. Charlaban de eso a veces,principalmente en comparacin con las vidas de sus vecinos Harriet y JimStone. Les pareca a los Miller que los Stone tenan una vida ms completa ybrillante. Los Stone estaban siempre yendo a cenar fuera, o dando fiestas ensu casa, o viajando por el pas a cualquier lado en algo relacionado con eltrabajo de Jim.Los Stone vivan enfrente del vestbulo de los Miller. Jim era vendedor de una

    compaa de recambios de maquinaria, y frecuentemente se las arreglaba paracombinar sus negocios con viajes de placer, y en esta ocasin los Stoneestaran de vacaciones diez das, primero en Cheyenne, y luego en Saint Louispara visitar a sus parientes. En su ausencia, los Millers cuidaran delapartamento de los Stone, daran de comer a Kitty, y regaran las plantas.Bill y Jim se dieron la mano junto al coche. Harriet y Arlene se agarraron por loscodos y se besaron ligeramente en los labios.- Divertos! dijo Bill a Harriet.- Desde luego respondi Harriet Divertos tambin.Arlene asinti con la cabeza.Jim le gui un ojo.- Adis Arlene. Cuida mucho a tu maridito!- As lo har respondi Arlene.- Divertos! dijo Bill.- Por supuesto dijo Jim sujetando ligeramente a Bill del brazo Y gracias denuevo.Los Stone dijeron adis con la mano al alejarse en su coche, y los Miller lesdijeron adis con la mano tambin.- Bueno, me gustara que furamos nosotros dijo Bill.- Bien sabe Dios lo que nos gustara irnos de vacaciones dijo Arlene. Le cogidel brazo y se lo puso alrededor de su cintura mientras suban las escaleras a

    su apartamento.Despus de cenar Arlene dijo:- No te olvides. Hay que darle a Kitty sabor de hgado la primera noche Estaba de pie en la entrada a la cocina doblando el mantel hecho a mano queHarriet le haba comprado el ao pasado en Santa Fe.

    Bill respir profundamente al entrar en el apartamento de los Stone. El aire yaestaba denso y era vagamente dulce. El reloj en forma de sol sobre latelevisin indicaba las ocho y media. Record cuando Harriet haba vuelto acasa con el reloj; cmo haba venido a su casa para mostrrselo a Arlenemeciendo la caja de latn en sus brazos y hablndole a travs del papel del

    envoltorio como si se tratase de un beb.Kitty se restreg la cara con sus zapatillas y despus rod en su costado pero

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    - S, de verdad dijo ella.- Tuve que ir al bao dijo l.- Tienes tu propio bao dijo ella.- No me pude aguantar dijo l.Aquella noche volvieron a hacer el amor.

    Por la maana hizo que Arlene llamara por l. Se dio una ducha, se visti, yprepar un desayuno ligero. Trat de empezar a leer un libro. Sali a dar unpaseo y se sinti mejor. Pero despus de un rato, con las manos todava en losbolsillos, regres al apartamento. Se par delante de la puerta de los Stone porsi poda or a la gata movindose. A continuacin abri su propia puerta y fue ala cocina a por la llave.En su interior pareca ms fresco que en su apartamento, y ms oscurotambin. Se pregunt si las plantas tenan algo que ver con la temperatura delaire. Mir por la ventana, y despus se movi lentamente por cada una de lashabitaciones considerando todo lo que se le vena a la vista, cuidadosamente,

    un objeto a la vez. Vio ceniceros, artculos de mobiliario, utensilios de cocina, elreloj. Vio todo. Finalmente entr en el dormitorio, y la gata apareci a sus pies.La acarici una vez, la llev al bao, y cerr la puerta.Se tumb en la cama y mir al techo. Se qued un rato con los ojos cerrados, ydespus movi la mano por debajo de su cinturn. Trat de acordarse qu daera. Trat de recordar cuando regresaban los Stone, y se pregunt siregresaran algn da. No poda acordarse de sus caras o la manera cmohablaban y vestan. Suspir y con esfuerzo se dio la vuelta en la cama parainclinarse sobre la cmoda y mirarse en el espejo.Abri el armario y escogi una camisa hawaiana. Mir hasta encontrar unospantalones cortos, perfectamente planchados y colgados sobre un par depantalones de tela marrn. Se mud de ropa y se puso los pantalones cortos yla camisa. Se mir en el espejo de nuevo. Fue a la sala y se puso una bebida ycomenz a beberla de vuelta al dormitorio. Se puso una camisa azul, un trajeoscuro, una corbata blanca y azul, zapatos negros de punta. El vaso estabavaco y se fue para servirse otra bebida.En el dormitorio de nuevo, se sent en una silla, cruz las piernas, y sonriobservndose a s mismo en el espejo. El telfono son dos veces y se volvi aquedar en silencio. Termin la bebida y se quit el traje. Rebusc en el cajnsuperior hasta que encontr un par de medias y un sostn. Se puso las mediasy se sujet el sostn, despus busc por el armario para encontrar un vestido.

    Se puso una falda blanca y negra a cuadros e intent subirse la cremallera. Sepuso una blusa de color vino tinto que se abotonaba por delante. Consider loszapatos de ella, pero comprendi que no le entraran. Durante un buen ratomir por la ventana del saln detrs de la cortina. A continuacin volvi aldormitorio y puso todo en su sitio.

    No tena hambre. Ella no comi mucho tampoco. Se miraron tmidamente ysonrieron. Ella se levant de la mesa y comprob que la llave estaba en laestantera y a continuacin se llev los platos rpidamente. l se puso de pieen el pasillo de la cocina y fum un cigarrillo y la mir recogiendo la llave.- Ponte cmodo mientras voy a su casa dijo ella Lee el peridico o haz algo

    Cerr los dedos sobre la llave. Pareca, dijo ella, algo cansado.Trat de concentrarse en las noticias. Ley el peridico y encendi la

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    televisin. Finalmente, fue al otro lado del vestbulo. La puerta estaba cerrada.- Soy yo. Ests todava ah, cario? llam l.Despus de un rato la cerradura se abri y Arlene sali y cerr la puerta.- Estuve mucho tiempo aqu? dijo ella.- Bueno, s estuviste dijo l.

    - De verdad? dijo ella Supongo que he debido estar jugando con Kitty.La estudi, y ella desvi la mirada, su mano estaba apoyada en el pomo de lapuerta.- Es divertido dijo ella Sabes, ir a la casa de alguien ms as. - Asinti conla cabeza, tom su mano del pomo y la gui a su propia puerta. Abri la puertade su propio apartamento.- Es divertido dijo l.Not hilachas blancas pegadas a la espalda del suter y el color subido de susmejillas. Comenz a besarla en el cuello y el cabello y ella se dio la vuelta y lebes tambin.- Jolines! dijo ella Jooliines cant ella con voz de nia pequea

    aplaudiendo con las manos Me acabo de acordar que me olvid real yverdaderamente de lo que haba ido a hacer all. No di de comer a Kitty niregu las plantas. Le mir -No es eso tonto? - No lo creo dijo l Esperaun momento. Recoger mis cigarrillos e ir contigo.Ella esper hasta que l haba cerrado con llave su puerta, y entonces se cogide su brazo en su msculo y dijo:- Me imagino que te lo debera decir. Encontr unas fotografas.l se par en medio del vestbulo.- Qu clase de fotografas?- Ya las vers t mismo dijo ella y le mir con atencin.- No estars bromeando sonri l - Dnde?- En un cajn dijo ella.- No bromeas dijo l.Y entonces ella dijo:- Tal vez no regresarn - e inmediatamente se sorprendi de sus palabras.- Pudiera suceder dijo l Todo pudiera suceder.- O tal vez regresarn y - pero no termin.Se cogieron de la mano durante el corto camino por el vestbulo, y cuando lhabl casi no se poda or su voz.- La llave dijo l Dmela.- Qu? - dijo ella Mir fijamente a la puerta.

    - La llave dijo l T tienes la llave.- Dios mo! dijo ella Dej la llave dentro.- l prob el pomo. Estaba cerrado con llave. A continuacin intent mover elpomo. No se mova. Sus labios estaban apartados, y su respiracin eradificultosa. l abri sus brazos y ella se le ech en ellos.- No te preocupes le dijo al odo Por Dios, no te preocupes.Se quedaron all. Se abrazaron. Se inclinaron sobre la puerta como si fueracontra el viento, y se prepararon.

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    El padreEl beb estaba en una canasta al lado de la cama, y llevaba puesto un pelele yun gorro blanco. La canasta de mimbre estaba recin pintada, acolchada conpequeos edredones azules y sujeta con cintas de color azul claro. Las treshermanitas y la madre, que se acababa de levantar de la cama y an no se

    haba despertado del todo, y la abuela rodeaban todas al beb y observabancmo miraba con fijeza y de cuando en cuando se llevaba el puo a la boca.No sonrea ni rea, pero a veces parpadeaba y mova la lengua entre los labioscuando una de las nias le pasaba la mano por la barbilla.El padre estaba en la cocina y les oa jugar con el beb.-A quin quieres t pequen? - dijo Phyllis-, y le hizo cosquillas en la barbilla.-Nos quiere a todos - dijo Phyllis-, pero al que quiere de veras es a pap,porque pap tambin es chico!La abuela se sent en el borde de la cama y dijo:-Mirad su bracito! Tan gordo. Y esos deditos! Igualitos que los de su madre.-No es una preciosidad? -dijo la madre-. Tan sano, mi niito. -Se inclin sobre

    la cuna, bes al beb en la frente y toc la colcha que le tapaba el brazo-.Nosotros tambin le queremos.-Pero a quin se parece, a quin se parece? -exclam Alice, y todas ellas seacercaron a la canasta para ver a quin se pareca.-Tiene los ojos bonitos -dijo Carol.-Todos los bebs tienen los ojos bonitos -dijo Phyllis.-Tiene los labios del abuelo -dijo la abuela-. Fijaos en esos labios.-No s...-dijo la madre-. No sabra decir.-La nariz! La nariz! -grit Alice.-Qu pasa con su nariz? -pregunt la madre.-En la nariz se parece a alguien -dijo la nia.-No, no s... -dijo la madre-. No creo.-Esos labios...- dijo entre dientes la abuela-. Esos deditos... - dijo, destapandola mano del beb y extendindole los menudos dedos.-A quin se parece este nio?-No se parece a nadie -dijo Phyllis. Y todas se acercaron an ms a la canasta.-Ya s! Ya s! - dijo Carol-. Se parece a pap! -Todas miraron al beb demuy cerca.-Pero a quin se parece su pap? - pregunt Phyllis.-A quin se parece pap?- repiti Alice, y entonces todas ellas miraron a lavez hacia la cocina, donde el padre estaba en la mesa, de espaldas a ellas.

    -Vaya, a nadie! -dijo Phyllis, y se puso a lloriquear un poco.-Calla -dijo la abuela, apartando la mirada. Luego volvi a mirar al beb.-Pap no se parece a nadie! -dijo Alice.-Pero tendr que parecerse a alguien -dijo Phyllis, secndose los ojos con unade las cintas. Y todas salvo la abuela miraron al padre, que segua sentado enla cocina.Se haba dado la vuelta en su silla y tena la cara plida y sin expresin.

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    Llama si me necesitas

    Los dos habamos estado involucrados con otras personas esa primavera, perocuando lleg junio y terminaron las clases decidimos poner en alquiler nuestracasa en Palo Alto y trasladarnos a la costa ms al norte de California. Nuestrohijo, Richard, pasara el verano en casa de la madre de Nancy, en Pasco,Washington, donde podra trabajar y ahorrar algo de dinero para la universidad.Ella estaba al tanto de la situacin en casa y ya estaba buscndole un empleopor la temporada. Haba hablado con un granjero que acept tomar a Richardpara que juntara heno y arreglara alambrados. Un trabajo duro, pero Richardestaba conforme. Lo llev a la terminal el da despus de su graduacin y mesent con l hasta que anunciaron su mnibus. Su madre ya lo habadespedido llorando y le haba dado una larga carta que l deba entregar a la

    abuela en cuanto llegara. Prefiri quedarse terminando las valijas y esperandoa la pareja que alquilara nuestra casa. Yo compr el pasaje de Richard, se lodi y me sent a su lado en uno de los bancos de la terminal. En el viaje hastaall habamos hablado un poco de la situacin.Van a divorciarse? haba preguntado l.No, si podemos evitarlo le contest. Era un sbado por la maana y habapoco trnsito. Ninguno de los dos quiere llegar a eso. Por eso nos vamos; poreso no queremos ver a nadie durante el verano. Y por eso te enviamos con laabuela. Para no mencionar el hecho de que volvers con los bolsillos llenos dedinero. No queremos divorciarnos. Queremos estar solos y tratar de solucionarlas cosas.An amas a mam? Ella dice que te sigue queriendo.Por supuesto que la amo. Deberas saberlo a esta altura. Slo que hemostenido nuestra cuota de problemas, y necesitamos un poco de tiempo juntos, asolas. No te preocupes. Disfruta el verano y trabaja y ahorra un poco de dinero.Considralo unas vacaciones de nosotros. Y trata de pescar. Hay muy buenapesca por all.Y esqu acutico. Quiero aprender.Nunca hice esqu acutico. Haz un poco de eso tambin. Hazlo por m.Cuando anunciaron su mnibus lo abrac y volv a decirle:No te preocupes. Dnde est tu pasaje?

    l se palme el bolsillo de su campera. Lo acompa hasta la fila frente almnibus, volv a abrazarlo y le di un beso en la mejilla. Adis, pap, dijo l y medio la espalda para que no viera sus lgrimas.Al volver a casa, nuestras valijas y cajas estaban junto a la puerta. Nancyestaba en la cocina tomando caf con los inquilinos, una joven pareja deestudiantes de posgrado de matemtica, a quienes haba visto por primera vezen mi vida pocos das antes, pero igual les di la mano a ambos y acept unataza de caf de Nancy mientras ella terminaba con la lista de indicaciones de loque ellos deban hacer en la casa en nuestra ausencia y adnde debanenviarnos el correo. Su cara estaba tensa. La luz del sol avanzaba sobre lamesa a medida que pasaban los minutos. Finalmente todo pareci quedar en

    orden, y los dej en la cocina para dedicarme a cargar nuestro equipaje en elcoche. La casa a la que bamos estaba completamente amueblada, hasta los

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    utensilios de cocina, as que no necesitbamos llevar ms que lo esencial.Haba hecho los quinientos kilmetros desde Palo Alto hasta Eureka tressemanas antes, y alquilado entonces la casa amueblada. Fui con Susan, lamujer con la que estaba saliendo. Nos quedamos en un motel a las puertas delpueblo durante tres noches, mientras recorra inmobiliarias y revisaba los

    clasificados. Ella me vio firmar el cheque por los tres meses de alquiler. Mstarde, en el motel, tirada en la cama con la mano en la frente, me dijo: Envidioa tu esposa. Cuando hablan de la otra mujer, siempre dicen que es la esposaquien tiene los privilegios y el poder real, pero nunca me lo cre ni me import.Ahora, en cambio, entiendo qu quieren decir. Y envidio a Nancy. Envidio lavida que tendr a tu lado. Ojal fuera yo la que va a estar contigo en esa casatodo el verano. Cmo me gustara. Me siento tan gastada. Yo me limit aacariciarle el pelo.

    Nancy era alta, de pelo y ojos castaos, de piernas largas y espritu generoso.Pero ltimamente vena baja de espritu y de generosidad. El hombre con el

    que estaba vindose era colega mo, un divorciado de eterno traje con chalecoy pelo canoso, que beba demasiado y a quien a veces le temblaban un pocolas manos durante sus clases, segn me contaron algunos de mis alumnos. ly Nancy haban iniciado su romance en una fiesta, poco despus de que elladescubriera mi infidelidad. Suena aburrido y cursi; es aburrido y cursi, pero asfue toda aquella primavera, nos consumi las energas y la concentracin alpunto de excluir todo lo dems. hasta que, en algn momento de abril,comenzamos a hacer planes para alquilar la casa e irnos todo el verano, losdos solos, a tratar de reparar lo que hubiera para reparar, si es que haba algo.Los dos nos habamos comprometido a no llamar, ni escribir, ni intentar elmenor contacto con nuestros amantes. Hi-cimos los arreglos para Richard,encontramos los inquilinos para nuestra casa y yo mir en un mapa y enfilhacia el norte desde San Francisco hasta Eureka, donde una inmobiliaria meencontr una casa amueblada en alquiler por el verano para una respetablepareja de mediana edad. Creo que incluso us la expresin segunda luna demiel, Dios me perdone, mientras Susan fumaba y lea folletos tursticos en elauto estacionado fuera de la inmobiliaria.Termin de cargar las cosas en el coche y esper que Nancy se despidiera porltima vez en el porche. Yo salud desde mi asiento y los inquilinos medevolvieron el saludo. Nancy se sent y cerr su puerta. Vamos, dijo y yoarranqu. Al entrar en la autopista vimos un coche con el escape suelto y

    arrancando chispas del pavimento. Mira, dijo Nancy y esperamos hasta que elcoche se sali de la autopista y fren, antes de seguir viaje.Paramos en un caf cerca de Sebastopol. Estacion y nos sentamos a unamesa frente a la ventana del fondo. Pedimos sandwiches y caf, yo encend uncigarrillo mientras Nancy deslizaba el dedo por las vetas de la madera de lamesa. Entonces not un movimiento por la ventana y al mirar en esa direccinvi un colibr en los arbustos all afuera. Sus alas vibraban en un borroso frenesmientras su pico se internaba en una de las flores.Mira, un colibr dije, pero antes de que Nancy levantara la cabeza el pjaroya no estaba.Dnde? No veo nada.

    Estaba ah hasta hace un momento. Ah est. No; es otro, creo.Nos quedamos mirando hasta que la camarera trajo nuestro pedido.

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    Buena seal dije. Los colibres traen suerte, no?Creo haberlo odo en alguna parte dijo Nancy. No podra decir dnde peros, no nos vendra mal un poco de suerte.Una buena seal. Me alegro de que hayamos parado aqu.Ella asinti, dej pasar un largo minuto y prob su sandwich.

    Llegamos a Eureka antes del anochecer. Pasamos el motel en la ruta dondehaba estado con Susan dos semanas antes, nos internamos por un caminoque suba una colina que miraba al pueblo y pasamos frente a una estacin deservicio y un almacn. Las llaves de la casa estaban en mi bolsillo. A nuestroalrededor slo se vean colinas arboladas y praderas con ganado pastando.Me gusta dijo Nancy. No veo el momento de llegar.Estamos cerca dije. Es ms all de esa loma. Ah y enfil el coche por uncamino flanqueado de ligustros. Ah la tienes. Qu opinas? Esa mismapregunta le haba hecho a Susan cuando hicimos el mismo camino para ver lacasa por primera vez.

    Me gusta; es perfecta. Bajemos.Miramos a nuestro alrededor en el jardn del frente antes de subir los escalonesdel porche. Abr la puerta con la llave que traa y encend las luces adentro.Recorrimos los dos dormitorios, el bao, el living con muebles viejos ychimenea y la cocina con vista al valle. Te parece bien?Me parece sencillamente maravillosa dijo Nancy y sonri. Me alegra que lahayas en-contrado. Me alegra que estemos aqu. Abri y cerr la heladera,luego pas los dedos por la mesada de la cocina. Gracias a Dios est limpia.Ni siquiera hace falta una limpieza.Nada. Hasta nos pusieron sbanas limpias. La alquilan as.Tendremos que comprar algo de lea dijo Nancy cuando volvimos al living.Con noches as debemos usar la chimenea, no?Maana. Podemos hacer unas compras tambin. Y recorrer el pueblo.Nancy me mir y dijo nuevamente:Me alegra que estemos aqu.Yo tambin dije y abr los brazos y ella vino hacia m. Cuando la abrac sentque temblaba. Le alc el mentn y la bes en ambas mejillas.Me alegra que estemos aqu repiti ella contra mi pecho.

    Durante los das siguientes nos instalamos, recorrimos las calles del pueblomirando vidrieras y dimos largos paseos por el bosque que se alzaba atrs de

    la casa. Compramos provisiones, yo encontr un aviso en el diario que ofrecalea, llam y poco despus aparecieron dos muchachos de pelo largo en unacamioneta que nos dejaron una carga de aliso en el garaje. Esa noche nossentamos frente a la chimenea y hablamos de conseguir un perro.No quiero un cachorro dijo Nancy. No quiero nada que implique ir limpiandoa su paso o rescatando lo que quiere mordisquear. Pero me gustara un perro.Hace tanto que no tenemos uno... Creo que podramos arreglarnos con unperro aqu.Y cuando volvamos, cuando termine el verano? dije yo y entoncesreformul la pregunta: Ests dispuesta a tener un perro en la ciudad?Ya veremos. Pero busquemos uno, mientras tanto. No s lo que quiero hasta

    que lo veo. Revisemos los clasificados y veamos qu pasa.

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    Aunque los das siguientes seguimos hablando de perros y hasta sealando losque nos gustaban frente a las casas por las cuales pasbamos, no llegamos anada y seguimos sin perro. Nancy llam a su madre y le dio nuestra direccin ytelfono. Richard ya estaba trabajando y pareca contento, dijo la madre. Y ellase senta bien. Nancy le contest:

    Nosotros tambin. Esto es como una cura.Un da bamos por la ruta frente al ocano y, desde una loma, vimos unaslagunas que formaban los mdanos muy cerca del mar. Haba gente pescandoen la orilla y en un par de botes. Fren a un costado de la ruta y dije:Vamos a ver qu estn pescando. Quiz valga la pena conseguirnos unascaas y probar.Hace aos que no vamos de pesca. Desde que Richard era chico, aquella vezque fuimos de campamento cerca del monte Shasta, recuerdas?Me acuerdo. Y tambin me acuerdo de cunto extrao pescar. Bajemos a verqu estn sacando.Truchas dijo uno de los pescadores. Trucha arcoiris y algn que otro

    salmn. Vienen en el invierno, cuando el mar horada los mdanos. Y, con laprimavera, cuando se cierra el paso, quedan atrapados. Es buena poca, sta.Hoy no pesqu nada pero el domingo saqu cuatro. De lo ms sabrosos. Danuna batalla tremenda. Los de los botes creo que sacaron algo hoy, pero yotodava no.Qu usan de carnada? pregunt Nancy.Lo que sea. Lombrices, marlo de choclo, huevos de salmn. Basta tirar lalnea y dejarla reposar hasta el fondo. Y estar atento.Nos quedamos un rato pero el hombre no sac nada y los de los botestampoco. Slo iban y venan por la laguna.Gracias. Y suerte dije al fin.Que tengan suerte ustedes tambin. Los dos contest el hombre.A la vuelta paramos en una casa de artculos deportivos y compramos unascaas baratas, unos rollos de tanza y anzuelos y carnada. Sacamosunalicencia tambin y decidimos ir de pesca la maana siguiente. Pero esanoche, despus de la cena y de lavar los platos y poner unos leos en lachimenea, Nancy dijo que no iba a funcionar.Por qu dices eso? A qu te refieres?No va a funcionar, enfrentmoslo dijo ella sacudiendo la cabeza. No quieroir a pescar y no quiero un perro. Creo que quiero ir a lo de mi madre y estar conRichard. Sola. Quiero estar sola. Extrao a Richard -dijo y empez a llorar. Es

    mi hijo, es mi beb, y est creciendo y pronto se ir. Y lo extrao. Lo extrao.Tambin extraas a Del, a Del Schraeder, tu amante? Lo extraas a ltambin?Extrao a todo el mundo. A ti tambin. Hace mucho que te extrao. Te heextraado tanto durante tanto tiempo que te he perdido. No s cmo explicarlomejor. Pero s que te perd. Ya no me perteneces.Nancy dije yo.No, no dijo ella y neg con la cabeza. Sentada en el sof de frente al fuegosigui negando y negando y luego dijo: Voy a tomar un avin para allmaana. Cuando me haya ido puedes llamar a tu amante.No voy a hacer eso. No tengo la menor intencin de hacer eso.

    S, lo hars. Vas a llamarla en cuanto me haya ido.Y t vas a llamar a Del dije. Y me sent una basura por decirlo.

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    Haz lo que quieras dijo ella secndose las lgrimas con la manga. Lo digoen serio. No quiero parecer una histrica, pero me ir maana. Mejor me ir aacostar ahora; estoy exhausta. Lo lamento. Lo lamento mucho, por los dos.Pero no vamos a lograrlo. Ese pescador, hoy. Nos dese suerte a los dos. Yotambin nos deseo suerte. Vamos a necesitarla.

    Entonces se encerr en el bao y dej correr el agua. Yo sal a los escalonesdel porche y me sent a fumar un cigarrillo. Estaba oscuro y silencioso, apenasse vean las estrellas en el cielo. Jirones de niebla del ocano ocultaban el valley el pueblo all abajo. Me puse a pensar en Susan. O que Nancy sala delbao y o que se cerraba la puerta del dormitorio. Entonces entr y puse otroleo en la chimenea y esper hasta que se avivara el fuego. Luego fui al otrodormitorio. Abr la colcha y me qued mirando el estampado floral de lassbanas. Me di una ducha, me puse el pijama y volv frente a la chimenea. Laniebla ya llegaba a las ventanas del living. Fum mirando el fuego y, cuandovolv a mirar por la ventana, cre ver algo que se mova en la niebla.Me acerqu a la ventana. Un caballo estaba pastando en el jardn, entre la

    niebla. Alz la cabeza para mirarme y volvi a su tarea. Vi otro cerca del auto.Encend la luz del porche y me qued mirndolos. Eran caballos grandes,blancos, de largas crines, seguramente de alguna granja de los alrededorescon algn alambrado cado y vaya a saberse cmo haban llegado hastanuestra casa. Parecan estar disfrutando inmensamente su escapada. Pero selos notaba un poco nerviosos tambin: poda verles el blanco de los ojos desdela ventana. Sus orejas iban y venan al ritmo de sus mordiscos. Un tercercaballo apareci entonces y luego un cuarto, todos blancos, pastando ennuestro jardn.Fui al dormitorio a despertar a Nancy. Tena los ojos enrojecidos y los prpadoshinchados, y se haba puesto ruleros y haba una valija abierta a los pies de lacama.Nancy, tienes que venir a ver esto. No vas a creerlo. Vamos, levntate.Qu pasa? Me ests lastimando. Qu pasa.Querida, tienes que ver esto. No voy a lastimarte. Perdona si te asust. Perotienes que levantarte y venir a ver esto.Pocos minutos despus estaba a mi lado en la ventana, atndose la bata.Dios, son hermosos. De dnde vienen? Qu hermosos son.De alguna granja vecina, supongo. Voy a llamar al sheriff para que ubique aldueo. Pero quera que los vieras antes.Mordern? Me gusta acariciar a aqul, el que acaba de mirarnos. No creo

    que muerdan. No parecen esa clase de caballos. Pero ponte algo encima sivamos a salir. Hace fro afuera.Me puse la campera encima del pijama y esper a Nancy. Abr la puerta ysalimos y nos acercamos caminando hasta ellos. Todos levantaron suscabezas. Uno resopl y retrocedi unos pasos, pero volvi a tironear del pastoy mascar como los dems. Apoy mi mano entre sus ojos y le palme losflancos y dej que su hocico me oliera. Nancy estaba acariciando las crines deotro, mientras murmuraba: De dnde vienes, caballito? Dnde vives y quhaces aqu en medio de la noche?, mientras el animal mova su cabeza comosi entendiera.Ser mejor que llame al sheriff dije.

    Todava no. Un rato ms. Nunca veremos algo igual. Nunca, nunca tendremoscaballos en nuestro jardn. Un rato ms, Dan.

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    Poco despus, mientras Nancy segua yendo de uno a otro, palmendolos yacaricindolos, uno de los caballos comenz a rumbear hacia la ruta, ms allde nuestro auto y supe que era momento de llamar.

    En pocos minutos vimos las luces de dos patrulleros en la niebla y poco

    despus lleg una camioneta con un acoplado para caballos, de la que baj untipo con gamuln, que se acerc a los caballos y necesit un lazo para lograrque entrara el ltimo en el acoplado.No le haga dao! dijo Nancy.Cuando se fueron volvimos al living y yo dije que iba a hacer caf y pregunt aNancy si quera una taza.Te dir lo que quiero dijo ella. Me siento bien, Dan. Me siento comoborracha, como... No s cmo, pero me gusta. No quiero dormir; no podradormir. Haz un poco de caf y a ver si encuentras algo de msica en la radio ypuedes avivar el fuego.As que nos sentamos frente a la chimenea y bebimos caf y escuchamos

    viejas canciones por la radio y hablamos de Richard y de la madre de Nancy ybailamos. Ninguno aludi en ningn momento a nuestra situacin. La nieblasegua all, detrs de las ventanas, mientras hablbamos y ramos gentiles eluno con el otro. Hasta que, cerca del amanecer, apagu la radio y nos fuimos ala cama e hicimos el amor.

    Al medioda siguiente, luego de que ella terminara su valija, la llev alaerdromo desde donde volara a Portland y de all hara el trasbordo que ladejara en Pasco por la noche.Saluda a tu madre de mi parte. Y dale un abrazo a Richard. Y dile que loextrao. Y que lo quiero.l tambin te quiere. Lo sabes. En cual-quier caso, lo vers despus delverano. Yo asent. Adis dijo ella. Y me abraz. Yo le devolv el abrazo.Me alegro por anoche. Los caballos. La charla. Todo. Ayuda. No lo olvidaremosy empez a llorar.Escrbeme, quieres? dije yo. Nunca pens que fuera a pasarnos. En todosestos aos. Nunca lo pens. Ni un sola vez. No a nosotros.Te escribir. Mucho. Las cartas ms largas que hayas visto desde las que meenviabas en el secundario.Las estar esperando.Ella me mir largamente y me acarici la cara. Entonces me dio la espalda y se

    alej por la pista rumbo al avin.Ve, mi ms querida, y que Dios est contigo.Ella abord el avin y yo me mantuve en mi lugar hasta que se encendieron losmotores y la nave empez a carretear por la pista y despeg sobre la baha yse convirti en una mancha en el horizonte.Volv a la casa, estacion el coche y mir las huellas que haban dejado loscaballos la noche anterior, los trozos de pasto arrancado y las marcas deherraduras y los montones de bosta aqu y all. Entonces entr en la casa y,sin sacarme el saco siquiera, levant el telfono y marqu el nmero de Susan.

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    Qu te gustara ver?

    bamos a cenar con Pete Petersen y su mujer, Betty, la noche antes demarcharnos. Pete tena un restaurante con vistas a la autopista y al ocanoPacfico. A comienzos del verano le habamos alquilado una casa amuebladasituada a unos cien metros detrs del restaurante, justo al lado delaparcamiento. Algunas noches, cuando soplaba el viento desde el mar,abramos la puerta delantera y nos llegaba el olor de los filetes que se hacan ala parrilla en la cocina del restaurante, y veamos la columna gris de humo queascenda desde la pesada chimenea de ladrillo. Y siempre, da y noche,vivamos con el zumbido de los ventiladores del gran congelador de la partetrasera del restaurante, un sonido al que llegamos a acostumbrarnos.

    La hija de Pete, Leslie, una mujer delgada y rubia que nunca haba sido muysimptica, viva al lado, en una casa ms pequea que tambin perteneca aPete. Se ocupaba de los negocios de su padre y ya se haba pasado parahacer un rpido inventario de todo -habamos alquilado la casa con muebles ytodos los accesorios necesarios, hasta la ropa blanca y un abrelatas elctrico-,nos haba dado el cheque de la fianza y nos haba deseado suerte. Estabasimptica esa maana. Recorri la casa con su anotador y el inventario, eintercambiamos cumplidos. No tard mucho con el inventario, y el cheque ya lotena preparado.

    -Mi padre os va a echar de menos -dijo-. Es curioso. Bueno, es un hombre durode roer, pero va a echaros de menos. Eso ha dicho. No soporta la idea de queos marchis. Betty tampoco.

    Betty era su madrastra y cuidaba a los hijos de Leslie cuando sta tena unacita o se iba a pasar unos das a San Francisco con su novio. Pete y Betty,Leslie y sus hijos, Sarah y yo, todos vivamos detrs del restaurante a la vistaunos de otros, y yo haba visto a los nios de Leslie ir y venir desde su casitahasta la de Pete y Betty. A veces se acercaban a nuestra casa y llamaban altimbre y se quedaban en la puerta esperando. Sarah los invitaba a entrar y lesdaba galletas o bizcocho y los sentaba a la mesa de la cocina y les preguntaba

    qu tal les haba ido el da y se interesaba por sus respuestas.Nuestros hijos se haban ido de casa antes de que nos mudsemos a la costanorte de California. Nuestra hija, Cindy, viva con unos cuantos jvenes en unacasa situada en varias hectreas de terreno rocoso en las afueras de Ukiah, enel condado de Mendocino. Tenan abejas y criaban cabras y gallinas, y vendanhuevos y leche de cabra y tarros de miel. Las mujeres hacan edredones ytambin colchas de retales que vendan cuando podan. Pero no quierollamarlo comuna. Me costara ms, por lo que haba odo de las comunas, si lollamase comuna, donde todas las mujeres eran propiedad de todos loshombres, cosas as. Digamos que viva con unos amigos en una pequea

    granja donde todos compartan el trabajo. Pero, hasta donde nosotrossabamos, no pertenecan a una religin organizada ni a ningn tipo de secta.

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    No habamos tenido noticias suyas desde haca casi tres meses, salvo por untarro de miel que lleg un da por correo, y un retal de una gruesa tela roja,parte de un edredn en el que estaba trabajando.

    Haba una nota alrededor del tarro de miel que deca: Queridos pap y mam:

    He cosido esto yo misma y he recogido esta miel yo misma. Aqu estoyaprendiendo a hacer cosas. Un abrazo, Cindy.

    Pero dos de las cartas de Sarah no recibieron respuesta, y entonces ese otoopas lo de Jonestown y, a pesar de todo lo que sabamos, estuvimos comolocos un da o dos pensando en que podra estar all, en la Guyana britnica.Slo tenamos el nmero de un apartado de correos en Ukiah. Llam a laoficina del sheriff de all y le expliqu la situacin, y l se fue hasta la casa parahacer un recuento y llevar un mensaje de nuestra parte. Cindy llam esa nochey primero habl Sarah con ella y llor, y despus habl yo con ella y llor dealivio. Cindy llor tambin. Algunos de sus amigos estaban all, en Jonestown.

    Dijo que estaba lloviendo, y que estaba deprimida, pero que se le pasara ladepresin, dijo; estaba donde quera estar, y haciendo lo que quera hacer. Nosescribira una carta larga y nos mandara una foto pronto. As que cuando losnios de Leslie venan a visitarnos, Sarah siempre se interesaba por ellosmuchsimo y en serio y los sentaba a la mesa y les haca cacao y les servagalletas o bizcocho y se interesaba realmente por sus historias.

    Pero bamos a mudarnos; habamos decidido separarnos. Yo me iba a Vermonta dar clases durante un semestre en una pequea universidad y Sarah iba aalquilar un apartamento en Eureka, una ciudad cercana. Cuando acabaran loscuatro meses y medio, cuando acabara el semestre en la universidad,veramos lo que hacamos. No haba nadie ms por parte de ninguno de losdos, gracias a Dios, y no habamos bebido nada durante cerca de un ao ya,casi el tiempo que habamos estado viviendo juntos en la casa de Pete, y dealgn modo haba dinero suficiente para que yo volviera al este y para queSarah se instalase en su apartamento. Ella ya estaba haciendo trabajos deinvestigacin y de oficina para el departamento de historia de la universidad deEureka, y si conservaba el mismo trabajo, y el coche, y slo tena quemantenerse a s misma, podra arreglrselas perfectamente. Viviramosseparados durante el semestre, yo en la costa este, ella en el oeste, y despusharamos balance, veramos qu hacer.

    Cuando estbamos limpiando la casa, yo las ventanas y Sarah la tarima, losrodapis y los rincones, a gatas, con un cacharro de agua jabonosa y unacamiseta vieja, Betty llam a la puerta. Para nosotros era una cuestin dehonor limpiar esta casa y limpiarla bien antes de marcharnos. Incluso habamosrestregado con un cepillo de alambre los ladrillos de alrededor de la chimenea.Nos habamos marchado de demasiadas casas con prisas, dejndolas condaos o patas arriba, o incluso sin pagar el alquiler, y a veces habamos tenidoque sacar nuestras cosas en mitad de la noche. Esta vez era una cuestin dehonor dejar esta casa limpia, dejarla inmaculada, dejarla mejor incluso quecomo la encontramos, y despus de fijar la fecha en que bamos a marcharnos,

    nos habamos puesto a trabajar con pasin para borrar cualquier seal nuestraen esa casa. Por eso cuando Betty lleg a la puerta y llam estbamos

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    trabajando con ahnco en diferentes habitaciones de la casa y al principio no laomos. Entonces llam otra vez, un poco ms fuerte, y solt las cosas delimpiar y sal del dormitorio.

    -Espero no interrumpir -dijo, con las mejillas encendidas. Era una mujer

    pequea y compacta y llevaba unos pantalones azules y una blusa rosa porfuera. Tena el pelo corto y castao y cuarenta y muchos aos, era ms jovenque Pete. Trabajaba como camarera en el restaurante y era amiga de Pete yde su primera mujer, Evelyn, la madre de Leslie. Un da, nos haban contado,Evelyn, que slo tena cincuenta y cuatro aos, volva a casa de hacer unascompras en Eureka. Nada ms salir de la autopista para entrar en elaparcamiento de detrs del restaurante, y cuando empezaba a atravesarlocamino de la entrada de su casa, se le par el corazn. El coche siguiandando, despacio, pero con suficiente impulso para derribar la pequeabarandilla de madera, atravesar el macizo de azaleas y detenerse contra elporche, con Evelyn desplomada tras el volante, muerta. Unos meses despus,

    Pete y Betty se haban casado, y Betty haba dejado de trabajar comocamarera para convertirse en la madrastra de Leslie y en la abuela de sushijos. Haba estado casada anteriormente y tena hijos mayores que vivan enOregn que venan de vez en cuando a visitarla. Betty y Pete llevaban casadoscinco aos, y por lo que podamos observar, eran felices y parecan hechos eluno para el otro. -Pasa, por favor, Betty -dije-. Slo estbamos limpiando unpoco.

    Me apart y sostuve la puerta.

    -No puedo -dijo-. Hoy estoy cuidando a los nios. Tengo que volver enseguida.Pero Pete y yo nos preguntbamos si podrais venir a cenar antes de iros.

    Hablaba con calma y timidez, y sostena un cigarrillo entre los dedos.

    -El viernes por la noche? -dijo-. Si podis.

    Sarah se cepill el pelo y vino hasta la puerta.

    -Betty, pasa, que hace fro -dijo. El cielo estaba gris y el viento empujaba lasnubes desde el mar.

    -No, no, gracias, no puedo. He dejado a los nios coloreando unos dibujos,tengo que volver. Pete y yo slo nos preguntbamos si podrais venir a cenar.Tal vez el viernes por la noche, la noche antes de marcharos?

    Esper y pareca cohibida. Su pelo se levant con el viento y dio una calada alcigarrillo.

    -Me encantara -dijo Sarah-. Te parece bien, Phil? No tenemos ningn plan,creo. Te parece bien?

    -Es un detalle por vuestra parte, Betty -dije-. Nos encantara ir a cenar.

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    -Sobre las siete y media? -dijo Betty.

    -A las siete y media -dijo Sarah-. Nos hace mucha ilusin, Betty. Ms de lo quepuedo expresar. Es muy amable y muy considerado por vuestra parte.

    Betty movi la cabeza y se sinti violenta.

    -Pete dijo que siente que os marchis. Dijo que ha sido como tener ms familiaaqu. Dijo que es un honor teneros como inquilinos.

    Comenz a bajar los escalones. Segua teniendo las mejillas encendidas.

    -El viernes por la noche, entonces -dijo.

    -Gracias, Betty, en serio -dijo Sarah-. Gracias otra vez. Significa mucho paranosotros.

    Betty salud con la mano y movi la cabeza. Luego dijo:

    -Hasta el viernes, entonces -y la forma en que lo dijo me puso un nudo en lagarganta. Cerr la puerta cuando se dio la vuelta, y Sarah y yo nos miramos.-Bueno -dijo Sarah-, esto es un cambio, no? Que nos invite a cenar nuestrocasero en vez de tener que desaparecer del mapa y escondernos en algunaparte. -Me cae bien Pete -dije-. Es un buen hombre.

    -Betty tambin -dijo Sarah-. Es una buena mujer, y amable, y me alegro de quePete y ella se tengan el uno al otro.

    -A veces las cosas suceden -dije-. Las cosas salen bien.

    Sarah no dijo nada. Se mordi el labio inferior durante un momento. Despusvolvi al cuarto de atrs para terminar de restregar. Yo me sent en el sof yme fum un cigarrillo. Cuando termin, me levant y volv al otro cuarto y a micubo.

    Al da siguiente, viernes, terminamos de limpiar la casa y recogimos la mayorade las cosas. Sarah volvi a pasar un trapo por la cocina, puso papel de

    aluminio bajo los quemadores, y le dio una ltima pasada a la encimera.Nuestras maletas y algunas cajas de libros estaban en un rincn de la sala,listos para nuestra partida. Esa noche bamos a cenar con los Petersen y al dasiguiente nos levantaramos y desayunaramos fuera. Luego volveramos ycargaramos el coche; no quedaban tantas cosas despus de veinte aos demudanzas y desorden. Iramos hasta Eureka y descargaramos el coche yguardaramos las cosas en el pequeo apartamento de Sarah, que habaalquilado unos das antes, y despus, antes de las ocho de la noche, ella mellevara al pequeo aeropuerto donde yo emprendera mi viaje hacia el este,con intencin de hacer conexin con un vuelo nocturno de San Francisco aBoston, y ella comenzara su nueva vida en Eureka. Un mes antes, cuando

    empezamos a hablar de estas cosas, ella ya se haba quitado la alianza, notanto con ira sino con tristeza, una noche en que habamos estado haciendo

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    estos planes. No haba llevado nada durante unos das, y luego se habacomprado un pequeo anillo barato con una mariposa de turquesa porque,como dijo, ese dedo se senta desnudo. Una vez, algunos aos antes deeso, en un ataque de rabia se haba sacado la alianza del dedo y la habatirado al otro lado del saln. Yo estaba borracho y me march de la casa y

    cuando hablamos sobre esa noche unos das despus y le pregunt por sualianza, dijo:

    -Sigo tenindola, slo la he puesto en un cajn. No pensaras en serio quehaba tirado mi alianza, no?

    Poco despus se la volvi a poner y sigui llevndola, incluso durante lasmalas pocas, hasta haca un mes. Tambin dej de tomar la pldora y se pusoun DIU.

    As que trabajamos ese da por toda la casa y terminamos de empaquetar y de

    limpiar y, poco despus de las seis, nos duchamos y limpiamos otra vez laducha y nos vestimos y nos sentamos en el saln, ella en el sof, sobre laspiernas dobladas, con un vestido de punto y un pauelo azul, y yo en la sillagrande junto a la ventana. Poda ver la parte de atrs del restaurante de Petedesde donde estaba sentado, y el mar unos kilmetros ms all del restaurantey los prados y los bosquecillos de rboles que haba entre la ventana del frentey las casas. Permanecimos sentados sin hablar. Habamos hablado y habladoy hablado. Ahora estbamos sentados sin hablar y mirbamos cmo oscurecafuera y la pluma de humo que sala de la chimenea del restaurante.

    -Bueno -dijo Sarah, y estir las piernas en el sof. Se baj un poco la falda.Encendi un cigarrillo-. Qu hora es? A lo mejor deberamos ir. Dijeron a lassiete y media, no? Qu hora es?

    -Son las siete y diez -dije.

    -Las siete y diez -dijo-. Es la ltima vez que podremos sentarnos as en el salny mirar cmo oscurece. No quiero olvidarlo. Me alegro de que tengamos unosminutos.

    Un momento despus me levant a por mi abrigo. Camino del dormitorio me

    detuve en el extremo del sof donde estaba sentada ella y me inclin y la besen la frente. Ella alz los ojos hasta los mos despus del beso y me mir.

    -Treme tambin mi abrigo -dijo.

    La ayud a ponerse el abrigo y despus salimos de la casa y atravesamos elcsped y la parte de atrs del aparcamiento hasta la casa de Pete. Sarahllevaba las manos en los bolsillos y yo fumaba un cigarrillo mientrascaminbamos. Justo antes de llegar a la puerta de la pequea valla que rodeala casa de Pete, tir el cigarrillo y tom del brazo a Sarah.

    La casa era nueva y haban plantado una resistente enredadera que se habaextendido por toda la valla. Haba un pequeo leador de madera clavado en la

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    barandilla del porche. Cuando soplaba el viento, el hombrecillo empezaba aserrar su tronco. No estaba serrando en ese momento, pero yo poda sentir lahumedad en el aire y saba que pronto llegara el viento. Haba tiestos conplantas en el porche y macizos de flores a ambos lados de la acera, pero sihaban sido plantadas por Betty o por la primera esposa, no haba forma de

    saberlo. En el porche haba algunos juguetes de los nios y un triciclo. La luzdel porche estaba encendida, y justo cuando empezamos a subir losescalones, Pete abri la puerta y nos salud.

    -Pasad, pasad -dijo, sosteniendo la puerta mosquitera. Tom las manos deSarah entre las suyas y despus estrech la ma. Era un hombre alto ydelgado, de unos 60 aos, con la cabeza cubierta de pelo canosocuidadosamente peinado. Sus hombros daban la impresin de mole, pero noera un hombre pesado. Llevaba una camisa Pendleton gris, pantalones oscurosy zapatos blancos. Betty sali tambin hasta la puerta, saludando con lacabeza y sonriendo. Tom nuestros abrigos mientras Pete nos preguntaba qu

    queramos tomar.

    -Qu os sirvo? -dijo-. Pedidlo. Si no lo tengo iremos al restaurante a por ello.

    Pete era un alcohlico en proceso de recuperacin, pero tena vino y licor en lacasa para los invitados. Una vez me haba dicho que cuando compr su primerrestaurante y cocinaba 16 horas al da beba litro y medio de whisky duranteesas 16 horas y era severo con los empleados. Ahora haba dejado de beber;haba estado hospitalizado, nos haban dicho, y no haba bebido nada en seisaos, pero como muchos alcohlicos, segua teniendo alcohol en casa.

    Sarah pidi una copa de vino blanco. La mir. Yo ped una coca-cola. Pete megui un ojo y dijo:

    -Quieres alguna cosilla en la coca-cola? Algo que ayude a quitarte lahumedad de los huesos?

    -No, gracias, Pete, pero si pudieras echar un trozo de lima, te lo agradecera-dije.

    -Buen chico! -dijo-. Para m ya es la nica forma de volar.

    Vi que Betty mova una ruedecilla en el microondas y pulsaba un botn. Petedijo:

    -Betty, tomars vino con Sarah o qu quieres, cario?

    -Tomar un poco de vino, Pete -dijo Betty.

    -Phil, aqu tienes tu coca-cola -dijo Pete-. Sarah -dijo, y le dio una copa devino-. Betty. Hay mucho ms de todo. Vamos a sentarnos y a ponernoscmodos.

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    -El hombre que se sienta a la cabecera de la mesa paga la cuenta -dijo Pete, yse ri.

    Fue una cena estupenda: ensalada de lechuga con camarones frescos, sopade almejas, cola de langosta y churrasco. Sarah y Betty bebieron vino, Pete

    bebi agua mineral, yo segu con la coca-cola. Hablamos un poco sobreJonestown despus de que Pete sac el tema, pero me di cuenta de que esaconversacin pona nerviosa a Sarah. Sus labios palidecieron, y consegu quecambisemos a la pesca del salmn.

    -Siento que no tuviramos oportunidad de ir -dijo Pete-. Pero los pescadoresdeportivos no estn sacando nada todava. Slo estn pescando algo los tiposcon licencias comerciales, y estn yendo lejos. Puede que en una o dossemanas hayan llegado los salmones. En cualquier momento a partir de ahora,en realidad -dijo Pete-. Pero para entonces vosotros estaris al otro lado delpas.

    Asent. Sarah cogi su copa.

    -Ayer le compr a un tipo 75 kilos de salmn fresco, y eso es lo que voy aponer en el men ahora. Salmn fresco -dijo Pete-. Lo met en el congelador ylo congel fresco. El tipo lleg con l en su camioneta, un indio, y le preguntcunto peda por l y dijo que 7 dlares el kilo. Yo dije que 6,5 y dijo que tratohecho. As que lo congel fresco y ya lo he puesto en el men.

    -Bueno, ste estaba estupendo -dije-. Me gusta el salmn, pero el que hemoscomido aqu esta noche no poda estar mejor. Estaba delicioso.

    -Nos ha alegrado tanto que pudierais venir -dijo Betty.

    -Esto es maravilloso -dijo Sarah-, pero creo que nunca he visto tanta langosta ychurrasco. Creo que no puedo comrmelo todo.

    -Lo que sobre os lo pondremos en una bolsa -dijo Betty, y se sonroj-. Igualque en el restaurante. Pero dejad sitio para el postre.

    -Tomemos el caf en la sala -dijo Pete.

    -Pete tiene algunas diapositivas que tomamos en nuestro viaje -dijo Betty-. Sios apetece verlas, habamos pensado que podamos montar la pantalladespus de cenar.

    -Hay brandy para los que quieran -dijo Pete-. Betty tomar un poco, lo s.Sarah? T tomars un poco. Buena chica. No me molesta nada tenerlo aqu yque lo beban mis invitados. Beber es divertido -dijo Pete.

    Habamos vuelto al saln. Pete montaba la pantalla y charlaba.

    -Siempre tengo un poco de todo a mano, como habris observado, pero yo nohe tocado una bebida de nada alcohlico desde hace seis aos. Ahora bien,

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    eso fue despus de beber ms de un litro al da durante diez aos despus delicenciarme en el ejrcito. Pero lo dej, Dios sabe cmo, pero lo dej, lo dejsin ms. Mir a mi mdico y le dije: Aydeme, doctor, puede ustedayudarme? Bueno, hizo un par de llamadas. Dijo que conoca a algunos tiposque tenan problemas con la bebida, dijo que hubo una poca en la que l

    tambin haba tenido problemas. Lo siguiente que s es que iba camino de unaclnica cerca de Santa Rosa. Estaba en Calistoga, en California. Pas all tressemanas. Cuando llegu a casa estaba sobrio y ya no tena ganas de beber.Evelyn, o sea, mi primera mujer, sali hasta la puerta cuando llegu a casa yme bes en los labios por primera vez en aos. Ella odiaba el alcohol. Su padrey un hermano haban muerto por la bebida. Tambin puede matar, no loolvidis. Bueno, me bes en los labios por primera vez esa noche, y no hevuelto a beber desde que fui a ese sitio de Calistoga.

    Betty y Sarah estaban recogiendo la mesa, yo me sent en el sof y me puse afumar mientras Pete hablaba. Despus de montar la pantalla, sac un

    proyector de una caja y lo puso en una mesa. Enchuf el cable y apret unbotn. La luz brill sobre la pantalla y se puso en marcha un pequeoventilador.

    -Tenemos diapositivas suficientes para estar viendo fotos toda la noche y ms-dijo Pete-. Tenemos diapositivas de Mxico, Hawai, Alaska, Oriente Medio,frica tambin. Qu os gustara ver?

    Sarah entr y se sent en el otro extremo del sof donde estaba yo.

    -Qu te gustara ver, Sarah? -dijo Pete-. Dilo...

    -Alaska -dijo Sarah-. Y Oriente Medio. Estuvimos all una temporada, haceaos, en Israel. Siempre he querido ir a Alaska.

    -No llegamos hasta Israel -dijo Betty, entrando con el caf-. bamos en unrecorrido que slo inclua Siria, Egipto y Lbano.

    -Es una tragedia lo que ha pasado en el Lbano -dijo Pete-. Era el pas mshermoso de Oriente Medio. Estuve all cuando era un chaval, en la marinamercante en la segunda guerra mundial. Pens en aquel momento, me promet

    a m mismo que volvera all algn da. Y entonces tuvimos la oportunidad,Betty y yo. No es as, Betty? Betty sonri y asinti.

    -Veamos algunas fotos de Siria y el Lbano -dijo Sarah-. sas son las que meapetece ver. Me apetece verlas todas, claro, pero si tenemos que elegir... Asque Pete empez a pasar diapositivas, y Betty y l hacan comentarios amedida que se acordaban de los lugares.

    -All est Betty intentando subirse a un camello -dijo Pete-. Necesit un poco deayuda del tipo de la chilaba.

    Betty se ri y sus mejillas enrojecieron. Brill otra diapositiva sobre la pantalla yBetty dijo:

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    -Aqu est Pete hablando con un funcionario egipcio.

    -Donde est sealando, esa montaa detrs de nosotros. A ver si puedoacercarlo ms -dijo Pete-. Los judos estn atrincherados all. Podamos verloscon los prismticos que nos dejaron. Judos en toda esa colina. Como

    hormigas -dijo Pete.

    -Pete cree que si no hubieran llevado sus aviones al Lbano, no se habraorganizado todo ese folln all -dijo Betty-. Los pobres libaneses.

    -All -dijo Pete-. All est el grupo en Petra, la ciudad perdida. Era una ciudadde caravanas, pero despus se perdi sin ms, se perdi y qued cubierta dearena durante cientos de aos y luego fue descubierta de nuevo y fuimos hastaall desde Damasco en Land Rovers. Mirad lo rosadas que son las piedras.Esas tallas de piedra tienen ms de dos mil aos, dijeron. Vivan all veinte milpersonas. Y luego el desierto la enterr y fue olvidada. Eso es lo que le va a

    pasar a este pas si no tenemos cuidado.

    Tomamos ms caf y vimos algunas diapositivas ms de Pete y Betty en loszocos de Damasco. Luego Pete apag el proyector, y Betty fue a la cocina yvolvi con peras al caramelo de postre y ms caf. Comimos y bebimos, y Petedijo otra vez lo mucho que nos iba a echar de menos.

    -Sois buena gente -dijo Pete-. No soporto la idea de que os marchis, pero sque es lo mejor para vosotros, porque en otro caso no os marcharais. Bueno,querais ver algunas diapositivas de Alaska. Eso dijiste, Sarah?

    -Alaska, s -dijo Sarah-. Una vez hablamos de ir a Alaska, hace aos. No,Phil? Una vez tuvimos todo preparado para ir a Alaska. Pero en el ltimominuto no fuimos. Te acuerdas, Phil?

    Asent.

    -Ahora irs a Alaska -dijo Pete.

    La primera diapositiva mostraba a una mujer alta, esbelta y pelirroja de pie enla cubierta de un barco con una cordillera nevada a lo lejos detrs de ella.

    Llevaba un abrigo blanco de piel y miraba a la cmara con una sonrisa.

    -sa es Evelyn, la primera esposa de Pete -dijo Betty-. Muri.

    Pete proyect otra diapositiva en la pantalla. La misma mujer pelirroja con lamisma parka y dndole la mano a un esquimal sonriente con otra parka. Unosgrandes pescados secos colgaban de cuerdas detrs de las figuras. Haba unaextensin de agua y ms montaas.

    -sa es Evelyn otra vez -dijo Pete-. stas se tomaron en Point Barrow, enAlaska, la poblacin que est ms al norte de los Estados Unidos.

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    Despus haba una foto de la calle principal, pequeos edificios bajos contejados inclinados de metal, carteles que decan Caf Rey Salmn, Tarjetaspostales, Licores, Habitaciones. En una diapositiva sala un restaurante depollo frito Colonel Sanders con un cartel afuera en el que apareca el coronelSanders con una parka y botas de piel. Todos nos remos.

    -sa es Evelyn otra vez -dijo Betty, cuando otra diapositiva brill en la pantalla.

    -stas se hicieron antes de que Evelyn muriera -dijo Pete-. Siemprehablbamos de ir a Alaska, tambin -dijo Pete-. Me alegro de que hiciramosese viaje antes de que muriera.

    -Muy oportuno -dijo Sarah.

    -Evelyn era una buena amiga -dijo Betty-. Fue como perder a una hermana.

    Vimos a Evelyn subiendo a bordo de un avin para regresar a Seattle, y vimosa Pete, sonriendo y moviendo la mano, saliendo del mismo avin despus deque aterrizara en Seattle.

    -Se est calentando -dijo Pete-. Voy a tener que apagar el proyector un ratopara que se enfre. Qu queris ver despus? Hawai? Sarah, es tu noche; tdecides. Sarah me mir.

    -Creo que deberamos pensar en irnos a casa, Pete -dije-. Maana va a ser unda muy largo.

    -S, deberamos irnos -dijo Sarah-. En serio, supongo.

    Pero sigui sentada con el vaso en la mano. Mir a Betty y despus mir aPete.

    -Ha sido una noche maravillosa para nosotros -dijo-. De verdad que no scmo daros las gracias. Ha significado muchsimo para nosotros.

    -No, somos nosotros los que tenemos que daros las gracias -dijo Pete-, y saes la verdad. Ha sido un placer conoceros. Espero que la prxima vez que

    estis en esta parte del pas os pasis por aqu a saludarnos.

    -No nos olvidaris, verdad? -dijo Betty-. Verdad que no?

    Sarah movi la cabeza.

    Despus nos levantamos y Pete nos dio los abrigos. Betty dijo:

    -No os olvidis la bolsa de las sobras. Ser un buen tentempi maana.

    Pete ayud a Sarah a ponerse el abrigo y despus sostuvo el mo para que

    metiera el brazo.Nos estrechamos la mano todos en el porche.

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    -Est llegando viento -dijo Pete-. No nos olvidis. Y buena suerte.

    -No os olvidaremos -dije-. Gracias otra vez, gracias por todo.

    Nos dimos la mano una vez ms. Pete cogi a Sarah de los hombros y la bes

    en la mejilla.

    -Cuidaos mucho. Este tipo tambin. Cudalo -dijo-. Sois buena gente. Nos caismuy bien.

    -Gracias, Pete -dijo Sarah-. Gracias por decir eso.

    -Lo digo porque es verdad, porque si no no lo dira -dijo Pete.

    Betty y Sarah se abrazaron.

    -Bueno, buenas noches a los dos -dijo Betty-. Y que Dios os bendiga a ambos.

    Bajamos por la acera delante de las flores. Sostuve la puerta para Sarah yatravesamos la grava del aparcamiento hasta nuestra casa. El restauranteestaba oscuro. Era ms de medianoche. El viento soplaba entre los rboles.Las luces del aparcamiento estaban encendidas, y el generador situado en latrasera del restaurante zumbaba y haca girar el ventilador del congeladordentro del mueble.

    Abr la puerta de la casa. Sarah encendi de golpe la luz y entr en el bao. Yoencend la lmpara situada junto a la silla frente a la ventana y me sent con uncigarrillo. Pasado un rato sali Sarah, con el abrigo an puesto, y se sent en elsof y se toc la frente.

    -Ha sido una velada agradable -dijo-. No la olvidar. Tan diferente de tantas denuestras marchas -dijo-. Imagnate, cenar y todo con tu casero antes demudarte -movi la cabeza-. Hemos recorrido un largo camino, creo yo, vistasas las cosas. Pero queda an mucho trecho. Bueno, sta es la ltima nocheque vamos a pasar en esta casa, y estoy tan cansada despus de esa enormecena que se me cierran los ojos. Me parece que me voy a la cama.

    -Yo tambin -dije-. En cuanto termine esto.

    Permanecimos tumbados en la cama sin tocarnos. Entonces Sarah se volvidesde su lado y dijo:

    -Me gustara que me abrazaras hasta que me durmiera. Slo eso, que meabraces. Echo de menos a Cindy esta noche. Espero que est bien. Rezo paraque est bien. Que Dios la ayude a encontrar su camino. Y que Dios nos ayudea nosotros -dijo.

    Al cabo de un rato su respiracin se hizo lenta y regular y me volv a alejar de

    ella. Me qued boca arriba y mir fijamente al techo oscuro. Tumbado yescuchando el viento. Entonces, justo cuando empezaba a cerrar los ojos otra

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    vez, o algo. O, ms bien, dej de or algo que haba estado oyendo. El vientosegua soplando, y poda orlo bajo los aleros de la casa y silbando entre loscables fuera de la casa, pero faltaba algo, y no saba qu era. Permanectumbado un rato ms y escuch, y despus me levant y sal al saln y mirpor la ventana delantera hacia el restaurante; el filo de la luna asomaba a

    travs de las nubes, que se movan con rapidez.

    Permanec de pie en la ventana e intent comprender qu era lo que andabamal. Segu mirando el reflejo del mar y luego otra vez el restaurante a oscuras.Entonces ca en la cuenta de qu era ese silencio tan extrao. Se habaapagado el generador del restaurante. Estuve all un rato ms preguntndomequ deba hacer, si deba llamar a Pete. Quiz se arreglara solo en un rato yvolvera a encenderse, pero por alguna razn saba que eso no iba a ocurrir.

    l debi de darse cuenta tambin, porque de repente vi encenderse una luz encasa de Pete, y luego apareci en los escalones una figura con una linterna. La

    figura que llevaba la linterna se dirigi a la parte de atrs del restaurante y abrila puerta con la llave y despus empezaron a encenderse luces en elrestaurante. Un momento ms tarde, despus de fumarme un cigarrillo, volv ala cama. Me dorm enseguida.

    A la maana siguiente tomamos caf instantneo y fregamos las tazas y lasempaquetamos. No hablamos mucho. Haba un camin de electrodomsticosdetrs del restaurante, y pude ver a Betty y a Leslie saliendo y entrando por lapuerta trasera del restaurante, llevando algo en los brazos. No vi a Pete.

    Cargamos el coche. Podramos llevarlo todo a Eureka en un solo viaje,despus de todo. Me acerqu al restaurante para dejar las llaves, pero cuandollegu a la puerta de la oficina, sta se abri y sali Pete con una caja.

    -Se va a pudrir -dijo-. El salmn se ha descongelado. Estaba empezando acongelarse, luego empez a descongelarse. Voy a perder todo este salmn.Voy a tener que regalarlo, quitrmelo de encima esta maana. Y tambin lossolomillos y las gambas y los ostiones. Todo. El generador se quem, malditasea.

    -Lo siento, Pete -dije-. Tenemos que irnos. Quera devolverte las llaves.

    -Qu? -dijo y me mir.

    -Las llaves de la casa -dije-. Nos vamos. Ahora mismo.

    -Dselas a Leslie -dijo-. Leslie se ocupa de los alquileres. Dale a ella las llaves.

    -Eso har, entonces. Adis, Pete. Siento todo esto. Pero gracias otra vez portodo.

    -Claro -dijo-. Claro, no hay de qu. Buena suerte. Que os vaya bien.

  • 8/6/2019 Raymond Carver - Recopilacion

    25/25

    Salud con la cabeza y sigui hasta su casa con la caja de solomillos. Le di lasllaves a Leslie, me desped de ella, y volv al coche donde esperaba Sarah.

    -Algo va mal? -dijo Sarah-. Qu ha pasado? Pareca como si Pete no tuvieratiempo ni para darte la hora.

    -El generador del restaurante se quem anoche y el congelador se apag yparte de la comida se ha estropeado.

    -Eso ha pasado? -dijo-. Qu horror. Lo siento. Les diste las llaves, no? Yanos hemos despedido. Creo que podemos irnos.

    -S -dije-. Eso creo.