raspacupos y bachaqueros ochenta anos de historia por tomas straka

5
 1 Prodavinci  Raspacupos y bachaqueros: ochenta años de historia; por Tomás Straka Tomás Straka · Monday, July 20th, 2015 Contemplo la imagen mientras espero a que abran las puertas de una farmacia. Se trata de una de esas cadenas cuyos establecimientos se parecen más a un supermercado que las viejas boticas que sólo vendían medicinas, por lo que a un cuarto de hora para las ocho de la mañana ya se ha formado una fila de gente aguardan a que coloquen algo de lo regulado (y, por lo tanto, escaso) en los anaqueles. Quienes vamos directamente a comprar medicinas no tenemos que hacer la cola y por eso aguardamos directamente en la puerta. Rondando está una señora con dos termos de café. Aparentemente su negocio es venderle un guayoyo o un con-leche a los que hacen la cola, pero pronto comprendo que su labor es de inteligencia. Le pregunta a otra señora qué han puesto en un determinado supermercado que está a pocos kilómetros. “Arroz y café”, le responde. De inmediato la vendedora toma su celular y Prodavinci - 1 / 4 -  22.07.2015

Upload: diego-de-la-vega

Post on 02-Nov-2015

216 views

Category:

Documents


0 download

DESCRIPTION

Artículo de opinión del Profesor e Historiador Tomás Straka sobre el fenómeno del "bachaqueo" en Venezuela.

TRANSCRIPT

  • 1Prodavinci

    Raspacupos y bachaqueros: ochenta aos de historia; porToms StrakaToms Straka Monday, July 20th, 2015

    Contemplo la imagen mientras espero a que abran las puertas de una farmacia. Setrata de una de esas cadenas cuyos establecimientos se parecen ms a unsupermercado que las viejas boticas que slo vendan medicinas, por lo que a uncuarto de hora para las ocho de la maana ya se ha formado una fila de genteaguardan a que coloquen algo de lo regulado (y, por lo tanto, escaso) en los anaqueles.Quienes vamos directamente a comprar medicinas no tenemos que hacer la cola y poreso aguardamos directamente en la puerta. Rondando est una seora con dos termosde caf. Aparentemente su negocio es venderle un guayoyo o un con-leche a los quehacen la cola, pero pronto comprendo que su labor es de inteligencia. Le pregunta aotra seora qu han puesto en un determinado supermercado que est a pocoskilmetros. Arroz y caf, le responde. De inmediato la vendedora toma su celular y

    Prodavinci - 1 / 4 - 22.07.2015

  • 2le avisa a otra persona de lo que debe ser una organizacin relativamente grande, lanoticia. Se trata de la industria del bachaqueo, una enraizada tradicin de variasdcadas.

    En efecto, nunca se imagin el ministro de Interior Pedro Tinoco (padre) cuando firmel convenio que pas a la historia con su nombre que tal sera desenlace bochornoso,distpico, de un sistema que sin darse cuenta estaba ayudando a formar. El ConvenioTinoco, firmado el 28 de agosto de 1934 entre el Estado, las compaas petroleras y labanca, es considerado la primera intervencin directa del gobierno en el mercadocambiario y, por eso, segn algunos es la partida de nacimiento del rentismo petrolero,al menos del puro y duro. Tinoco trataba de darle respuesta, dentro de los estrechosmrgenes institucionales y tcnicos de la Venezuela de entonces, a un problema queamenazaba con destruir el cuarto de siglo de estabilidad gomecista que ya llevbamosandado: la crisis de la agricultura, en especial del caf, en un pas que an erafundamentalmente campesino. En contra de nuestro cultivo bandera se haba creadola tormenta perfecta de la devaluacin del dlar, decretada en los Estados Unidospara enfrentar la Gran Recesin, con la llegada de enormes cantidades de divisas aVenezuela producto de la inversin en la industria petrolera, lo que revalu el bolvarde unos siete por dlar a 3,06. Esto significaba, entre otras cosas, que los productosvenezolanos no tenan posibilidad de competir en el exterior.

    Ante el clamor de los agricultores en quiebra, el Estado decidi, en contra de suescrupulosa poltica de no intervenir en el mercado, generar un acuerdo para llevar eldlar a un precio ms razonable para nuestras exportaciones. Se trat del primerensayo de un artilugio en el que hemos insistido una y otra vez desde entonces: ladecisin poltica de ponerle un precio conveniente al dlar distinto al dictaminado porlos mercados. Dicho de forma extremadamente simplificadora, se acord que lascompaas petroleras les venderan a los bancos los dlares a una tasa de 3,90 porbolvar, y a su vez los bancos se los venderan al gobierno a 3,93. Con ello lascompaas necesitaban vender menos dlares para obtener los bolvares querequeran, con lo que se evitaba la sobreoferta, mientras los bancos obtenan undiferencial cambiario para invertir en la agricultura. Aunque aparentemente sedevalu la moneda, en realidad se trat de un paliativo puntual dentro del contexto deuna gran revaluacin (recurdese que para 1930 el dlar estaba a 5,50 bolvares) yque los agricultores, como lo remach su portavoz Alberto Adriani una y otra vez,aspiraban a una devaluacin, cuando menos, a cinco bolvares por dlar (es decir, losprecios de finales del siglo XIX).

    Tal vez para el venezolano contemporneo aquello parece un universo radicalmentedistinto al de los bachaqueros actuales: un pas cuyo principal problema era queentraban demasiados dlares y cuya moneda, para consternacin de muchos, sefortaleca todos los das. Sin embargo, si vemos las cosas con calma, los vnculos sonmucho ms estrechos con la catstrofe que actualmente vivimos. De hecho,histricamente podemos decir que se trata de dos momentos de un mismo fenmeno.En primer lugar, porque, frente a la aspiracin de hombres como Adriani, en realidadla decisin fue la de mantener al bolvar fuerte. Entre aumentar la produccin ymaximizar la renta se prefiri lo segundo. Un dlar a 3,93 permite absorber unporcentaje de la renta mucho mayor que un dlar a cinco o a seis. De hecho, casi eldoble. En momentos en los que los impuestos a las compaas eran relativamente

    Prodavinci - 2 / 4 - 22.07.2015

  • 3bajos, la mejor manera de captar la renta era a travs de una tasa de cambio quepermitiera echar mano a la mayor parte de sus dlares posibles. Por otra parte, comolos impuestos que pagaban las compaas los cancelaban en bolvares, mientras msvalieran stos, ms dlares podran obtenerse con ellos.

    En segundo lugar, porque el Estado comenz un sistema que se ha mantenido, con lasexcepciones del caso, hasta hoy: mantener el bolvar muy fuerte, inclusosobrevalundolo si hiciese falta, para financiar al resto de la sociedad. Recurdese queun mes antes del Convenio ya se haba aplicado una solucin para los agricultores:una ayuda por diez millones de bolvares, decretada patriticamente el 24 de julio.Con ello no se solucionaba el problema estructural, pero se calmaban los nervios, seatajaba los disgustos e, incluso, en algunos casos se tenda un puente para que nopocos dejaran que sus haciendas terminaran de naufragar mientras se cambiaban aalgo ms rentable, como los bienes races o la importancia de cualquier cosa. Nodecimos con esto que los miembros de la Junta General de Subsidio a la Agricultoreshayan sido deshonestos, al menos no todos; sino que los incentivos para hacer algodistinto a especular con un cambio muy favorable eran enormes, en realidadirresistibles. As, como ha demostrado Diego Bautista Urbaneja en un libro tanreciente como importante (La renta y el reclamo, Caracas, Editorial Alfa, 2013), todala sociedad termin por organizarse en torno al reclamo de un pedazo de la renta.Primero fueron los agricultores, despus otros sectores, hasta llegar a las mayoras.Conseguir dlares baratos para importar y vender cosas, y despus convertir laganancia en ms dlares ser, a partir de entonces, uno de los grandes negocios deVenezuela. Del mismo modo que con la Junta, esto no significa que no huboempresarios dispuestos a generar valor agregado con su sudor, o que la inversinpblica, gigantesca entre 1950 y 1970, no haya creado industrias e infraestructuras degran valor. Slo significa que la lgica del raspacupo y del bachaqueo se afincan muyhondo en la vida venezolana y que a lo sumo son una expresin decadente (aunque, sise la ve bien, tambin democrtica, porque la practican personas que antes noparticipaban directamente en la fiesta) de una tradicin inveterada.

    Cuando, hacia mediados de los aos ochenta, la renta dej de ser suficiente parasatisfacer a todos, cuando hubo de ponerse un control de cambios para direccionarla,es decir, cuando el sistema desplom, aparecieron, como siempre en las decadencias,expresiones ms patticas, manieristas, del fenmeno. Eludidos los intentos decorrectivos de los noventas por sus altos impactos polticos y sociales, el chavismoestir el sistema hasta el extremo de sus posibilidades. Tinoco, al cabo, logrestabilizar la moneda, ataj el naciente mercado negro e inici tres dcadas de 3,30por dlar. Adems, trabaj mano a mano con los actores econmicos, oy suspropuestas y represent a un gobierno tendencialmente escrupuloso en el manejo delos presupuestos. Ni la Junta de Centralizacin Cambiaria (1937), ni el primer controlde cambios (1941) ni ninguna de las polticas posteriores fueron tan lejos, durarontanto tiempo ni trataron de suprimir al mercado como lo que hemos vivido desde el2003. Por eso las distorsiones son mucho mayores. En esto, como en casi todo, losresultados fueron exactamente los contrarios a los proclamados (y al menos deseadospor los ms doctrinarios y honestos en sus ideas, como Jorge Giordani). El nuevohombre socialista result ser un especulador cambista mucho mayor que cualquierade los que hubo antes. Una especie de fase superior del rentismo.

    Prodavinci - 3 / 4 - 22.07.2015

  • 4De tal modo que el raspacupo que en 2013 que atiborraba las salas de espera deMaiqueta, que inventaba viajes con toda la familia a los destinos que permitieran elcupo ms grande, no buscaba, en pequeo, otra cosa que lo que en grande buscTinoco en 1934: obtener unos bolvares que valieran muchos ms de lo queusualmente valan, para conseguir la mayor cantidad de dlares posibles, lo que enVenezuela significa la tajada ms grande posible de la renta petrolera. La ecuacinresultaba fcil: con cuatro o seis bolvares contenidos en una tarjeta de crdito podasobtener un dlar, mientras con los que se tena en efectivo en el bolsillo, haba quedesembolsar ocho o doce. Es decir, con unos bolvares (los de la tarjeta) tenas msacceso a la renta que con los otros. El bachaquero hace exactamente lo mismo: en lacola, los bolvares que en otra parte valen mucho menos, porque compran muchomenos, permiten hacerse con una mayor porcin de renta. Esa que el gobiernotransfiere con los sobrevaluadsimos bolvares con los compra los dlares paraimportar productos de primera necesidad. Y no hablemos de los super-bachaqueros,de los que de verdad se han hecho super-ricos, de los que logran bicicletear un dlarobtenido a 6 para venderlo a 600: desde los das de los rescates, como llamaban losespaoles al trueque de tiras de tela y espejos por oro y perlas con los indgenas, no sehaba visto un negocio tan lucrativo en estas tierras.

    Obviamente que el problema es mucho ms complejo y posee aristas e implicacionesque se escapan para quien no es un especialista, pero dibujado de esta manerapodemos verlo en su dimensin y gravedad histrica. Especialmente porque an nopodemos afirmar que el manierismo y patetismo de las colas y las fabulosasganancias que producen (como las produca el raspar cupos) signifiquen, comocabra esperar, el final de una etapa. Tal vez a la pesadilla le toque un rato ms. Casiun siglo de historia no se borran de un plumazo. Y si no, hay que preguntarle a lavendedora de caf, a la que ya no veo cuando salgo de la farmacia en la que noconsegu (en esta tampoco!) las medicinas que buscaba. Ella muy probablemente nosepa qu fue el Convenio Tinoco o la manera en la que unos paales a preciocontrolado expresan la renta petrolera, pero s sabe algo muy claro: hacerse de ellos(es decir, de la renta contenida en ellos) es un estupendo negocio.

    This entry was postedon Monday, July 20th, 2015 at 8:30 am and is filed underYou can follow any responses to this entry through the Comments (RSS) feed. You canleave a response, or trackback from your own site.

    Prodavinci - 4 / 4 - 22.07.2015

    ProdavinciRaspacupos y bachaqueros: ochenta aos de historia; por Toms Straka