rahner y ratzinger

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2-123 Antes que obispo, cardenal prefecto de la Congregación para la Doctrina de la fe y Papa (Benedicto XVI), Joseph Ratzinger ha sido y sigue siendo un teó- logo. Nació el 16 de abril de 1927 en Baviera, Alemania. Estudió en la Facul- tad de Teología de Freising y en la Uni- versidad de München, escribiendo unos libros básicos sobre san Agustín, san Buenaventura y sobre la fraternidad cristiana. Enseñó Teología Fundamental en Freising y después en Bonn. Desde 1963 fue Catedrático de Dogmática e Historia del dogma en Münster, pasando en 1966 a Tübingen, donde formó parte de uno de los claustros de teología más importantes del siglo XX. En esta reseña de su obra teológica y eclesial, quiero destacar sus relaciones con Karl Rahner, que ha sido quizá el teólogo católico más significativo del siglo XX, utilizando generosamente las noticias que ofrece H. VORGRIMLER, en su obra ya clásica: Karl Rahner. Experiencia de Dios en su vida y en su pensamiento (Sal Terrae, Santander 2004). Rahner había nacido en 1904 y era, por tanto, veintitrés años mayor que Ratzinger. Ambos se conocieron en una reunión de teólogos del año 1956 (J. RATZINGER, Aus meinem Leben. Erinne- rungen, München 2000, p. 82). Michel Schmaus, profesor de dogmática de München, había suspendido el escrito de habilitación de Ratzinger (un tipo de te- sis doctoral para la docencia universita- ria) y Rahner le ayudó a superar la crisis (a que le aprobaran la habilitación), de manera que con su ayuda Ratzinger pudo convertirse en Catedrático de Teo- logía. A partir de ello se produjo un pri- mer acercamiento entre ambos teólogos. Por otra parte, K. Rahner estaba muy sa- tisfecho de los artículos que el joven Rat- zinger había escrito para su Lexikon für Theologie und Kirche, especialmente por su espléndido trabajo sobre el infierno, en el que Ratzinger superaba una visión objetivista de la condena eterna, abriendo un camino por el que se puede aceptar la salvación final de todos los hombres (sin negar por ello la justicia de Dios ni la seriedad del pecado). Ambos tenían una misma visión de la colegialidad de la iglesia, de forma que escribieron juntos un famoso libro titu- SIGNOS DE LOS TIEMPOS Rahner y Ratzinger Encuentro y desencuentro de un simple teólogo y de un teólogo-papa * Ex catedrático numerario de Teología Dogmática. Universidad Pontificia de Salamanca. Xabier Pikaza *

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Antes que obispo, cardenal prefectode la Congregación para la Doctrina dela fe y Papa (Benedicto XVI), JosephRatzinger ha sido y sigue siendo un teó-logo. Nació el 16 de abril de 1927 enBaviera, Alemania. Estudió en la Facul-tad de Teología de Freising y en la Uni-versidad de München, escribiendo unoslibros básicos sobre san Agustín, sanBuenaventura y sobre la fraternidadcristiana. Enseñó Teología Fundamentalen Freising y después en Bonn. Desde1963 fue Catedrático de Dogmática eHistoria del dogma en Münster, pasandoen 1966 a Tübingen, donde formó partede uno de los claustros de teología másimportantes del siglo XX. En esta reseñade su obra teológica y eclesial, quierodestacar sus relaciones con Karl Rahner,que ha sido quizá el teólogo católicomás significativo del siglo XX, utilizandogenerosamente las noticias que ofreceH. VORGRIMLER, en su obra ya clásica:Karl Rahner. Experiencia de Dios en suvida y en su pensamiento (Sal Terrae,Santander 2004).

Rahner había nacido en 1904 y era,por tanto, veintitrés años mayor que

Ratzinger. Ambos se conocieron en unareunión de teólogos del año 1956 (J.RATZINGER, Aus meinem Leben. Erinne-rungen, München 2000, p. 82). MichelSchmaus, profesor de dogmática deMünchen, había suspendido el escrito dehabilitación de Ratzinger (un tipo de te-sis doctoral para la docencia universita-ria) y Rahner le ayudó a superar la crisis(a que le aprobaran la habilitación), demanera que con su ayuda Ratzingerpudo convertirse en Catedrático de Teo-logía. A partir de ello se produjo un pri-mer acercamiento entre ambos teólogos.Por otra parte, K. Rahner estaba muy sa-tisfecho de los artículos que el joven Rat-zinger había escrito para su Lexikon fürTheologie und Kirche, especialmente porsu espléndido trabajo sobre el infierno,en el que Ratzinger superaba una visiónobjetivista de la condena eterna,abriendo un camino por el que se puedeaceptar la salvación final de todos loshombres (sin negar por ello la justiciade Dios ni la seriedad del pecado).

Ambos tenían una misma visión de lacolegialidad de la iglesia, de forma queescribieron juntos un famoso libro titu-

SIGNOSDE LOS TIEMPOS

Rahner y RatzingerEncuentro y desencuentrode un simple teólogo y de un teólogo-papa

* Ex catedrático numerario de Teología Dogmática.Universidad Pontificia de Salamanca.

Xabier Pikaza *

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lado Episcopado y primado (1961; trad.española Herder, Barcelona 1965), po-niendo de relieve el carácter colegiado yfraterno de la comunión de las iglesias;ése es un libro que ha marcado de algúnmodo todas las reflexiones posterioressobre el tema. Más tarde, en el tiempode la primera sesión del Concilio, el año1962, colaboraron también en la redac-ción del documento sobre “Las fuentesde la revelación”, publicando despuésun libro famoso, titulado Revelación ytradición (1965; trad. española en Her-der, Barcelona 1971).

Esos dos libros, dedicados a unos te-mas que fueron centrales en el concilioVaticano II, han marcado y siguen mar-cando la convergencia del Rahner ma-duro y del joven Ratzinger en el des-pliegue de la teología y de la vida de laIglesia católica. En este contexto debe-mos recordar que Ratzinger, que aún nohabía cumplido cuarenta años, era elteólogo favorito del cardenal Frings, unode los actores más significativos delConcilio. Estrictamente hablando, Rat-zinger no formaba parte del “grupo deRahner”, que estaba constituido, sobretodo, por otros dos jesuitas: Otto Sem-melroth (1912-1979) y Alois Grillmeier(1910-1998). Pero Rahner y los otrosjesuitas se reunían a menudo con Rat-zinger (y con H. Volk y G. Philips etcé-tera), especialmente para fijar los te-mas de la eclesiología conciliar, de talmodo que su colaboración fue decisivaen este campo. De todas formas, en ellibro de Recuerdos (“Erinnerungen”,München 1997, p. 131), Ratzinger afir-ma que sus visiones teológicas de fondoeran ya distintas:

“En el trabajo que realizamos encomún percibí claramente cómo, apesar de que podíamos coincidir enmuchas resoluciones y deseos,Rahner y yo habitábamos teológica-mente en dos planetas distintos. Élestaba, lo mismo que yo, a favor dela reforma litúrgica, a favor de unanueva función de la exégesis en laiglesia y en la teología y a favor demuchas otras cosas, pero por razo-

nes totalmente distintas de lasmías. Su teología –a pesar de queen sus primeros años había leído alos Padres de la iglesia– se hallabatotalmente modelada por la tradi-ción de la escolástica suareciana yde su nueva recepción a la luz delidealismo alemán y de Heidegger.Era una teología especulativa y fi-losófica, donde la Escritura y los Pa-dres de la Iglesia no jugaban en úl-timo término ninguna función im-portante y en la que, sobre todo, ladimensión histórica resultaba demenor importancia”.

Ciertamente, la evolución posterior deRatzinger ha mostrado que ellos termi-naron habitando “en dos planetas teo-lógicos distintos”. Pero cuando Ratzingerañade que la teología de Rahner “se en-cuentra `totalmente´ (ganz) modeladapor la tradición de la escolástica suare-ciana” está diciendo algo que no con-cuerda con los hechos. Ciertamente,Rahner ha sido un teólogo especulativo,pero afirmar, como sigue haciendo Rat-zinger que “la Escritura y los Padres nohabrían jugado en último término ningu-na función importante” en su teología esfalso y caricaturesco. Lo menos que sepuede decir en este campo es que el Rat-zinger triunfante no ha sido galante consu viejo amigo y protector, que no pasónunca de ser un simple teólogo discutido.

Esta crítica de Ratinzger en contra deuno de sus mentores teológicos sueleser común en un campo académico y depoder eclesial hecho de contrastes yexageraciones. Pero estoy seguro deque ahora, convertido ya en Papa Bene-dicto XVI, Ratzinger no la suscribiría.Por otra parte, el mismo Ratzinger habíadedicado una recensión muy positiva ala obra enciclopédica de Rahner, CursoFundamental sobre la fe (Herder, Barce-lona 1979) en Theologische Revue (74(1978), pp. 177-186) y había valoradopositivamente los principios de su teo-logía, en un trabajo-homenaje, publica-do en 1979, cuando Rahner cumplió los75 años (cf. K.-H. Neufeld, Die BrüderRahner, Freiburg i. Br. 1994, p. 344).

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De todas formas, a partir de los añossetenta, las posturas teológicas (o,quizá mejor, eclesiales) de Rahner yRatzinger se fueron distanciando de unaforma considerable. El año 1979 la Fa-cultad de Teología de München quisonombrar a J.B. Metz como sucesor de H.Fries, para la cátedra de Teología Fun-damental. Pero Hans Maier, ministro decultura de Baviera, y Joseph Ratzinger,arzobispo de München, se opusieron aese nombramiento, oponiéndose de esaforma a lo que Metz, quizá el discípulomás creativo e independiente de Rah-ner, significaba dentro de la cultura eu-ropea, por su apertura a los problemassociales y por su diálogo con el mundo,en la perspectiva de una teología políti-ca, que será asumida y recreada por lateología de la liberación. Rahner pro-testó de un modo público, en contra delministro y del arzobispo, que defendíanlos poderes de la iglesia y sociedad es-tablecida de Alemania.

En esa línea se fueron agrandandolas distancias. Rahner se declaró cadavez más favorable al diálogo con elmundo (en especial con el comunismo),al encuentro de las religiones y al com-promiso social, en una perspectiva cer-cana a la teología de la liberación. A par-tir de los años en los que fue miembrode la Comisión Teológica Internacional(1969-1974), Rahner colaboró activa-mente en los diversos movimientos deapertura eclesial y política, vinculados ala revista Dialog y a las propuestas de laPaulus-Gesellsachaft, poniendo su teo-logía y su vida (su prestigio personal ysu pensamiento) al servicio de la pazmundial y de la justicia, a favor de losoprimidos y sufrientes de la tierra, enuna línea que muchos tacharon de “iz-quierdista”, porque no concordaba conel modelo social de la Democracia Cris-tiana de Alemania y con una visión casiintegrista de la Iglesia católica, que seiba imponiendo en algunos ambientesdespués de la conclusión del Vaticano II.

En esta línea son significativos losdos trabajos eclesiológicos de Rahner,

que pueden tomarse como una conti-nuación de los que años atrás había es-crito con Ratzinger. Uno se titula Vorfra-gen zu einem ökumenischen Amt-verständnis (“Preguntas previas parauna comprensión ecuménica de los mi-nisterios”, 1974), en el que expone deuna forma detallada la teología católicatradicional, de tipo escolástico, paramostrar a sus compañeros protestantesque también a partir de la tradición sepuede seguir preguntando y avanzando,en una línea de fuerte compromisoecuménico. El otro libro, publicado conHeinrich FRIES (1911-1988), profesor deteología fundamental de München, se ti-tula Einigung der Kirchen – Reale Mö-glichkeit (“La unión de las iglesias. Unaposibilidad real”, 1983), y va exponien-do, en forma de tesis comentadas, unoscaminos concretos de unidad –no deunificación– entre las comunidadesevangélicas (luterana y reformada) y laiglesia católica romana. En ese momen-to, el cardenal Joseph Ratzinger, Prefec-to de la Congregación para la doctrinade la fe, rechazó duramente las pro-puestas de Rahner y de Fries, pre-sentándolas como “una acrobacia teoló-gica artificial que por desgracia no res-ponde a la realidad”, como una forma desaltar por encima de la pregunta por laverdad “a través de un par de operacio-nes de política eclesial” (cf. K. RAHNER,Schriften XVI [1984], p. 7).

Desde ese fondo se entiende el juicioposterior de Ratzinger:

“El encuentro con Balthasar sig-nificó para mí el comienzo de unaamistad que debía durar toda suvida, una amistad para la cual yosólo puedo mostrar gratitud. Yonunca he vuelto a encontrar hom-bres con una formación teológica ycultural tan extensa como Balthasary De Lubac y no sería capaz de de-cir todo lo que debo a mi encuentrocon ellos. Congar, respondiendo asu espíritu conciliador, intentabamediar siempre entre las posturasopuestas y con esa paciente aper-tura él cumplió sin duda una misión

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importante; era un hombre de unainmensa laboriosidad y, a pesar desu enfermedad, mantenía siempreuna intensa disciplina de trabajo.

Por el contrario, Rahner se habíadejado dominar cada vez más por laconjura de las retóricas progresis-tas y se había dejado insertar den-tro de unas posturas políticas detipo aventurista, que en realidad re-sultaban difícilmente conciliablescon su teología trascendental. Lascontroversias sobre aquello que no-sotros, como teólogos de este tiem-po, podíamos y debíamos hacer re-sultaban inmensamente vivas yexigían además una gran dosis deresistencia física. Rahner y Feiner,el ecumenista suizo, abandonaronfinalmente la Comisión que, a sujuicio, no servía para nada, porqueesa Comisión no estaba dispuesta aasumir sus tesis, que en la mayoríade los casos eran de tipo radical” (J.RATZINGER, Aus meinem Leben. Erin-nerungen, München 2000, p. 156).

Evidentemente, las posturas puedenmatizarse. Rahner pensaba que la COMI-SIÓN TEOLÓGICA INTERNACIONAL ya nocumplía sus objetivos, porque estabacontrolada por Ratzinger, de maneraque no era ya lugar de un diálogo librey abierto entre teólogos de tendenciasdistintas. Ratzinger, en cambio, afirmaque Rahner abandonó la Comisión por-que ésta (la Comisión) no aceptaba sustesis radicales, en las que se expresaba“la conjura de las retóricas progresis-tas”; estas palabras expresan el miedode Ratzinger ante la posibilidad de unateología crítica que cuestione desde elevangelio o desde la libertad del hom-bre unos principios eclesiásticos que élconsideraba intangibles. En este con-texto resulta muy significativa la actitudque tomaron ante la Teología de la Libe-ración.

Rahner tomó partido a favor de ella,ante todo por su servicio en América La-tina. “Una vez escribí un trabajo sobrela ‘Teología de la Revolución’. Yo lo pre-senté incluso ante la Comisión TeológicaInternacional de Roma, fundada por el

Papa. Ciertamente, allí lo tiraron muypronto al cesto de papeles, pero yo lohe publicado. Esta teología y la “Teo-logía de la Liberación”, que ha surgidoen América Latina, tienen también cier-tos puntos de contacto conmigo ya porel hecho de que, por ejemplo Scannone,un teólogo argentino que escribe sobreesos temas, fue mi alumno en Inns-bruck. He tenido algunos contactos conGutiérrez, que es el auténtico fundadorde esa Teología de la Liberación, puesnosotros nos relacionamos a través dela revista teológica internacional Conci-lium, de la que soy co-fundador” (An-zeiger für die katholische Geistlichkeit,marzo de 1979, p. 78). En este contex-to se sitúa un hecho emocionante. En-fermo ya de muerte, a principios del año1984, Rahner se enteró de que la Con-gregación de la Doctrina de la Fe, dirigi-da por Ratzinger, quería obligar a quelos obispos peruanos condenaran a Gus-tavo Gutiérrez, llamándoles para ello aRoma. Pues bien, el 9 de marzo de 1984Rahner tuvo que ser trasladado a unhospital, cerca de Innsbruck. Allí dictótodavía algunas cartas, entre otras unescrito dirigido a la Conferencia Episco-pal de Perú a favor de Gustavo Gutié-rrez. Fueron casi sus últimas palabrasescritas. A los pocos días, el 29 de mar-zo falleció como había vivido: con la fe-licidad de ser hijo de Dios, con el gozode haber vivido a su luz (cf. H. VORGRIM-LER, Karl Rahner, Sal Terrae, Santander2004, pp. 168-169).

La actitud de Ratzinger fue muy dis-tinta. No logró que los obispos de Perúcondenaran a Gustavo Gutiérrez, peropublicó dos documentos básicos en con-tra de la Teología de la liberación.

Así se consumó una ruptura que si-gue siendo significativa.

Ratzinger terminó rechazando aRahner por pensar que era “aventurista”y, en el fondo, poco serio, es decir, por-que no aceptaba unos principios teológi-cos y eclesiales seguros y bien defini-dos, conforme a una línea de tradiciónfijada por el Magisterio. De esa manera,

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Ratzinger consumó un tipo de evoluciónteológica, que le llevó de la búsqueda ydiálogo de las primeras obras a la de-fensa de una fe bien establecida. Actua-ba, sin duda, con la responsabilidad quele daba el ser Prefecto de la Congrega-ción para la Doctrina de la fe.

Por el contrario, Rahner siguió sien-do hasta el final un “simple teólogo” ilu-sionado por la búsqueda del sentido dela fe y por los valores evangélicos delhombre. En esa línea se mantiene sudefensa de la libertad de la teología, talcomo aparece en uno de sus últimos es-critos, que podemos recordar como“manifiesto” a favor de la independenciacreadora del teólogo cristiano: “¿Cómopodremos nosotros realizar aún progre-sos, que son absolutamente necesariospara la eficacia de la fe y de la iglesia, sies que cada progreso empieza siendodesautorizado de un modo positivo porlas autoridades de Doctrina de la fe deRoma que, sin embargo, al menos has-ta el momento presente, en muchos ca-sos, mantienen una opinión que es ob-jetivamente falsa? ¿Cómo se podíanmantener en los tiempos de Pío X unasposturas que hoy defiende toda la exé-gesis católica del Antiguo y Nuevo Tes-tamento, si es que ellas sólo se hubie-ran aceptado tras una aprobación previade la Comisión Bíblica? ¿Cómo se podríahaber introducido en la iglesia aquellaenseñanza, aún condenada por Pío XII,que defiende la continuidad biológicaentre el hombre y el reino animal, si esque todos los teólogos y biólogos entreDarwin y la mitad del siglo XX hubierantenido que pedir primero el permiso deRoma? Lo que sucede es simplementeesto: que el Magisterio eclesiástico sepuede equivocar y que de hecho se haequivocado muchas veces, incluso ennuestro siglo [siglo XX]; y que esoserrores concretos, que dañan el mensa-je del Cristianismo, sólo se pueden su-perar cuando resulta posible una críticaabierta en contra de esos errores, pormuy prudente y respetuosa que una crí-

tica como esa deba ser” (Schriften XV[1983], p. 364).

Y con eso puede acabar esta pe-queña historia de encuentro y desen-cuentro entre Rahner y Ratzinger, queempezaron siendo muy parecidos, quehan terminado siendo muy distintos.

Rahner murió en 1984 siendo sólo un“pobre” teólogo del que desconfiaba lacúpula eclesiástica de Roma, porque se-guía manteniendo la libertad evangélicay humana de sus primeros años, madu-rada con los sufrimientos y experienciasde una larga vida al servicio de la reve-lación de Dios en Cristo que es salvacióny libertad para los hombres.

Por el contrario, Ratzinger asumió lasposturas oficiales de un Magisterio que,según Rahner, se sigue equivocando to-davía cuando impone sus criterios. Asu-mió las posturas del Magisterio y se haconvertido ahora en representante su-premo de ese Magisterio, como PapaBenedicto XVI. Sería fácil desconfiar deél y afirmar que su pontificado va a sernegativo para la teología y para el con-junto de la iglesia. Pero no tenemos nin-guna razón para desconfiar y pensar deesa manera: Benedicto XVI conserva lasraíces teológicas y cristianas de su li-bertad primera; es un hombre de expe-riencia larga y de gran inteligencia y suencuentro con hombres creadores y li-bres como Rahner, podrá servirle de im-pulso en el camino de la libertad cristia-na, a pesar de los desencuentros poste-riores.

En esa última línea queremos apos-tar aquí por el Ratzinger-Benedicto XVI,el cristiano de Episcopado y Primado, elteólogo de Revelación y tradición. Que-remos recordar al pensador de las me-jores páginas de Introducción al cristia-nismo y de otros libros llenos de liber-tad cristiana. Tras las dos etapas ante-riores de su vida (Teólogo y Prefecto dela Congregación para la Doctrina de lafe) puede venir y vendrá, si Dios loquiere, una tercera etapa que puede serde fuerte creatividad eclesial.

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