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Rafael Quirosa-Cheyrouze y Muñoz [Ed.] La sociedad española en la Transición Los movimientos sociales en el proceso democratizador BIBLIOTECA NUEVA o () CD () () I V> o ...., o

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Rafael Quirosa-Cheyrouze y Muñoz [Ed.]

La sociedadespañolaen la TransiciónLos movimientos sociales enel proceso democratizador

BIBLIOTECA NUEVA

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COLECCIÓN HISTORIA BIBLIOTECA NUEVADirigida por

Juan Pablo Fusi

BIBLIOTECA NUEVA

Rafael Quirosa-Cheyrouze y Muñoz (Ed.)

LA SOCIEDAD ESPA~OLAEN LA TRANSICION

Los movimientos socialesen el proceso democratizador

•••

salto de página, s. 1.AlMAGRO, 38,

28010, MADRID, ESPAÑA

WJNJ.saltodepagina.ccm

biblioteca nueva, s. 1.ALMAGRO, 38,

28010, MADRID, ESPAÑA

'IoNNJ.bibhotecanueva.es

~ grupo editorial~ siglo veintiunosiglo xxi editores, s. a. de c. v.ce=o DEL AGUA, 248, ROMERO DE 1ERRffiQS,

04310, MExICO, DF

www.sigIoxxiedrtores.rom.mx

siglo xxi editores, s. a.GUATEMAlA, 4824,

e 1425 BUP, BUENOS AIRES, ARGENTlNA

WMN.sigloxxieditores.com.ar

Cubierta: A. Imbert

La edición de este libro ha recibido una ayuda del Ministerio de Educación y Ciencia, por elCongreso Internacional «Historia de la Transición en España. Sociedad y Movimientos Sociales»,a través de su programa de Acciones Complementarias (referencia HAR2009-07859-E).

© Los autores, 2011© Editorial Biblioteca Nueva, S. L., Madrid, 2011

Almagro,3828010 Madrid (España)[email protected]

ISB : 978-84-9742-211-6Depósito Legal: M-36.086-2011

Impreso en Lável Industria Gráfica, S. A.Impreso en España - Printed in Spain

Queda prohibida, salvo excepción prevista en la ley, cualquier forma de reproducción, distribu-ción, comunicación pública y transformación de esta obra sin contar con la autorización de lostitulares de propiedad intelectual. La infracción de los derechos mencionados puede ser consti-tutiva de delito contra la propiedad intelectual (arts. 270 y sigs., Código Penal). El Centro Es-pañol de Derechos Reprográficos (www.cedro.org) vela por el respeto de los citados derechos.

Índice

EL PROTAGONISMO DE LA SOCIEDAD EN LA CONQUISTA DE LA DEMOCRACIA, Rafael Quirosa-Cheyrouze y Muñoz ,. 13Una sociedad ¿ilusionada o desencantada? 13Una propuesta de conjunto 19

PRIMERA PARTE

PLANTEAMIENTOS GENERALES

CAPiTULO l. Y LA SOCIEDAD MARCÓ EL CAMINO. O SOBRE EL TRIUNFO DE LA DEMOCRACIA EN

ESPAÑA (1969-1978), Ismael Saz Campos 29Cuatro interpretaciones y media 31La conquista de la democracia en España 37Epílogo 41

CAPiTULO 2. MOVIMIENTOS SOCIALES Y TRANSICIÓN A LA DEMOCRACIA: EL CASO ESPAÑOL,

Sebastian Balfour y Óscar J. Martín García 43La Transición. Un objeto de estudio controvertido 43Conflictividad social y presión obrera 47Revuelta estudiantil y disenso profesional............................................................ 51Otros actores en movimiento 56La lucha por la democracia 58

CAPiTULO 3. Los MOVIMIENTOS SOCIALES Y LA TRANSICIÓN A LA DEMOCRACIA EN ESPAÑA,

Enrique Laraña Rodríguez-Cabello 63Transición política y modernización social........................................................... 63La visión clásica del cambio social....................................................................... 64La irrupción de nuevas formas de acción colectiva 67Los conceptos como lentes 68De la lucha por las libertades al surgimiento de la sociedad civil......................... 70Ciclos y períodos de movilización 71

[7]

El periodo premodemo y la hostilidad hacia la política parlamentaria 73La subordinación a los partidos políticos 73Emociones y organizaciones políticas 75Conclusiones 76

CAPiTULO 4. NA REVOLU(:AO: CONFLICTOS SOCIALES EN LA REVOLUCIÓN PORTUGUESA (1974-75),Raquel Varela 79Crisis y revolución 79La democratización del poder 81La tensión social del verano de 1974 84Camino del 11 de marzo 86Doble poder, las victorias de los trabajadores y las nacionalizaciones 87La crisis revolucionaria 89Conclusión 92

CAPÍTULO 5. CLAVES SOCIALES DE LAS TRANSICIONES DEMOCRÁTICAS EN LA EUROPA DEL ESTE,

Ricardo Martín de la Guardia 93La sociedad civil, ¿motor del cambio en la Europa sovietizada? 93El movimiento CÍvico y el final de la República Democrática de Alemania 98La Polonia de Solidaridad 101La ausencia de la sociedad civil en la transición rumana 104

CAPÍTULO 6. MOVILIZACIONES y MOVIMIENTO SOCIAL EN LA DEMOCRATIZACIÓN POLÍTICA

CHILENA, Manuel Antonio Garretón .. 107La perspectiva socio-política 107

Movimiento social y sociedad civil 108Democratización política y transición 109Movimientos sociales y democratización: fases y sentidos 111

Movimientos sociales, dictadura y democratización en Chile 111La constitución de movimientos sociales en Chile 111La instalación y consolidación de la dictadura 112La crisis del modelo económico y las movilizaciones sociales 113La movilización social para la transición 115Movimientos sociales post-democratización política 116

Conclusión 118

SEGUNDA PARTE

EL ÁMBITO SINDICAL Y EMPRESARIAL

CAPÍTULO 7. LA CONVERSIÓN DEL REFORMISMO SINDICAL EN RUPTURA, Alvaro Soto Carmona 123El primer Gobierno de la Monarquía: la reforma imposible 124XXX Congreso de UGT en Madrid: el éxito de la presión 127La reforma sindical que condujo a la ruptura (el proyecto Enrique de la Mata).... 129La legalización de los sindicatos 132

CAPÍTULO 8. LAS RELACIONES ENTRE LOS SOCIALISTAS Y LOS SINDICATOS: DEL ANTIFRANQUISMO

AL GOBIERNO, Abdón Mateos López 139Unidad socialista y modelo de partido 143El comienzo de la desavenencia entre UGT y los gobiernos del PSOE 145

[8]

-CAPÍTULO 9. COMISIONES OBRERAS: DE LA LUCHA ANTIFRANQUISTA A LA ACCIÓN SINDICAL

EN UN NUEVO ESCENARJO ECONÓMICO y POLÍTICO, Carme Molinero Ruiz 147Movimiento de los trabajadores e infantería del antifranquismo durante los primeros

años setenta 148Nuevos retos: transición política y sindical 151La dificil consolidación sindical 156

CAPÍTULO 10. LA DIFÍCIL APUESTA DE LA UGT POR UN SINDICALISMO DE CORTE SOCIALDEMÓ-

CRATA (1975-1985), Manuel Redero San Román 161La lucha por ganar presencia como organización 162El aprovechamiento de las nuevas condiciones políticas 166La búsqueda de la iniciativa 171Conclusiones 173

CAPÍTULO 11. CONTRA CORRlENTE. EL SINDICALISMO RADICAL EN LA TRANSICIÓN, Rubén VegaGarcía 175Entre la historiografía y la literatura de combate 176Crisis política y protesta obrera 178La continuidad del sindicalismo radical: prácticas y organizaciones 184Una cuestión recurrente: el ocaso de la CNT 188

CAPÍTULO 12. LA ESTRATEGIA DEL PACTO SOCIAL. LA CEO E ANTE LA TRANSICIÓN ESPAÑOLA

A LA DEMOCRACIA, Angeles González Fernández 193Los empresarios y la estrategia del pacto social 194Los Pactos de la Moncloa 197El pacto como estrategia frente al modelo portugués 199

TERCERA PARTE

LOS «NUEVOS» MOVIMIENTOS SOCIALES

CAPÍTULO 13. EL MOVIMIENTO VECINAL: LA LUCHA POR LA DEMOCRACIA DESDE LOS BARRJOS,

Rafael Quirosa-Cheyrouze y Muñoz y Mánica Fernández Amador 207El barrio como generador de identidad y conciencia 208De la defensa de una vida digna a la exigencia de democratización 214

CAPÍTULO 14. «¿Y NOSOTROS, QUÉ?» EL MOVIMIENTO ESTUDIANTIL DURANTE LA TRANSICIÓN

POLÍTICA ESPAÑOLA, Alberto Carrillo-Linares 221Aproximación historiográfica 223Movimiento estudiantil y Nuevos Movimientos Sociales 225Movimiento estudiantil y Transición .. 228

CAPÍTULO 15. Luz y SAL: MOVIMIENTO CATÓLICO EN TIEMPOS DE CAMBIO, Juan ManuelGuillem Mesada 237El mensaje católico en la construcción de la Nueva España 238Tensiones en sintonía, los primeros católicos críticos 240La reorientación del mensaje y su recepción 244Las acciones concretas . 250Los últimos, los obispos: tensiones sin voluntad de acuerdo 254

[9]

e 1..O 16. EL .IO\1MlENTO FEMINlSTA EN LA TRANSICIÓN DEMOCRÁTICA, Montserrat DuchPlana ,"""""""""""""""""""""""""""""""" .."",""""'" 257Lo «nuevos» movimientos sociales en la transición a la democracia en España. 257El movimiento feminista: tres tiempos (1975-1982) , 261

Madrid, 1975 "", ,................................................................. 261Barcelona, 1976 , ', '" ,................................ 263Tercer tiempo: Granada """"."" "" .." ..,......................................................... 267

Balance de resultados de la agenda feminista 268

CAPíTULO 17, EL MOVIMIENTQ PACIFISTA EN LA TRANSICIÓN DEMOCRÁTICA ESPAÑOLA,

Pedro Oliver Olmo "",., ", """" "" , ,."", , ,.."", ", 271La peculiar radicalidad del movimiento pacifista desde la Transición 271El inicio del pacifismo como nuevo movimiento social y sus problemas de enfoque 272Pacifismo militante y pacifismo sociológico: el movimiento pacifista en el cambio

social ", .." " ..,..,..'"""" .."""",.,., "" .., , "", " ,.", 274La primera red de grupos pacifistas 276El primer mapa del pacifismo en construcción 279En conclusión: un movimiento pacifista y antimilitaristaque se gesta en la Transición 284

CAPíTULO 18. No DIGAS QUE NO SE PUEDE. LUCHAS DE GRUPOS MARGINADOS EN LA TRANSICIÓN,

Gonzalo Wilhelmi Casanova """,., "",., '",' ..'..... 287La Coordinadora de Grupos Marginados 287Presos comunes organizados y sus apoyos en el exterior 288Los primeros colectivos homosexuales en Madrid 291Los primeros colectivos de minusválidos 294Los colectivos de base como motor de cambios sectoriales 297

CUARTA PARTE

LOS MOVIMIENTOS SOCIALES EN LAS AUTONOMÍAS

CAPÍTULO 19, MOVIMIENTOS SOCIALES Y CAMBIO POLÍTICO EN CATALUÑA, ¿UN CASO

PARTICULAR?, Pere Ysas Solanes 303

CAPíTULO 20, Los MOVIMIENTOS SOCIALES Y ELABER7ZALISMO RADICAL DURANTE LA TRANSICIÓN

EN EL PAÍS VASCO, Raúl López Romo y José Antonio Pérez Pérez 317El marco de la Transición en Euskadi 318Estado de la cuestión 319El abertzalismo radical y el movimiento obrero 321El abertzalismo radical y el movimiento vecinal , 324El abertzalismo radical y el movimiento antinuclear 326El abertzalismo radical y el movimiento feminista 328Conclusiones , , ,.............................................................. 329

CAPÍTULO 21. MOVIMIENTOS SOCIALES Y CONSTRUCCIÓN DE LA DEMOCRACIA EN ANDALUCÍA,

1958-1983. PROPUESTAS PARA UN DEBATE, Francisco Cobo Romero 331El legado historiográfico y el apego predominante a las interpretaciones clásicas... 331Discurso, lenguaje, simbolización de la experiencia y teoría social del conocimiento.

La exégesis de la acción colectiva desde una perspectiva culturalista 333Culturas Políticas, Identidades Colectivas y Marcos de la Experiencia. Una aproxima-

ción al análisis constructivista de los movimientos sociales 335

[10]

Un estudio de caso. La movilización de los jornaleros andaluces y la lucha por lademocracia en el mundo rural 338Los comunistas, la teorización de las luchas obreras y la construcción simbólica

de la «identidad democrática de los trabajadores» 339El Partido Comunista y la construcción del «Imaginario de la Reforma Agraria».

La persistencia del discurso anti-latifundista y la «cuestión agraria» duranteel tardofranquismo. 340

Los comunistas y el sindicalismo jomalero andaluz. La interpretación simbólicade la «Reforma Agraria» y los discursos de movilizaciónjomalera en losaños de la Transición a la Democracia 343

CAPíTULO 22. MOVILIZACIÓN SOCIAL Y ACCIÓN COLECTIVA EN ASTURlAS, 1975-1982: UNA

APROXIMACIÓN, Francisco Erice Sebares 351El marco económico y político: algunas peculiaridades de Asturias 351El protagonismo determinante del movimiento obrero 353Eclosión y dificultades del movimiento campesino 354La democracia como estímulo de los nuevos movimientos sociales. El (relativo)

éxito del asturianismo cultural 356Desarrollo y crisis de los movimientos culturales y ciudadanos 359Fin de ciclo: el desencanto del antifranquismo militante 362

CAPiTULO 23. Los MOVlMlENTOS SOCIALES EN LA RECUPERACIÓN DE LA DEMOCRACIA: CASTILLA-

LA MANCHA, 1962-1983, Manuel Ortiz Heras 365La conquista de la democracia por la sociedad civil 366El cas"ode Castilla-La Mancha: protesta y represión 371

CAPíTULO 24. LA TRAl'lSICIÓN EN MURCIA. MOVIMIENTOS SOCIALES Y PODER POLíTICO. NUEVAS

PERSPECTIVAS DE INVESTIGACIÓN, Carmen González Martlnez y Fuensanta EscuderoAndújar 383Presentación: los estudios sobre la Transición en Murcia 383Movimientos sociales y poder político: la dialéctica acción colectiva/represión 385Renovación del poder político y nueva institucionalidad democrática 392Nuevas perspectivas de investigación: pasado y presente, represión y memoria 395

NOTA SOBRE LOS AUTORES 401

BIBLIOGRAFíA . 411

ÍNDICE ONOMÁSTICO 419

[11]

PEDRO OLIVER OLMO

Universidad de Castilla-La Mancha

CAPÍTULO 17

El movimiento pacifistaen la transición democrática española

LA PECULIAR RADICALlDAD DEL MOVIMIENTO PACIFISTA DESDE LA TRANSICIÓN

Desde 1975, con las nuevas oportunidades que generaban las expectativas y las rea-lidades del cambio político, se fue creando una red de colectivos cuyo repertorio deacciones y mensajes políticos eran los propios de un movimiento pacifista. No obstante,en un país que dejaba atrás una larga dictadura resultante de un golpe militar y unaguerra civil, necesariamente el pacifismo iba a desarrollar algunas características muypeculiares.

En el catálogo de peculiaridades del pacifismo militante que emerge en la Transición,en principio básicamente integrado por grupos de No Violencia, antimilitaristas y objeto-res de conciencia, destacan dos que se complementan para retratarlo de cuerpo entero eilustrar el perfil que iba a adquirir desde muy temprano. La primera de las singularidadesnos sitúa ante un movimiento pacifista ideológicamente radicalizado, en dos vertientestrascendentes para la época y para el futuro: por un lado, el uso de la desobediencia civilfrente al servicio militar obligatorio, cuyo significado, de por sí radical y provocador, seamplificaba aún más de manera circunstancial porque se ejercía frente al Ejército here-dado de la dictadura; y por otra parte, el hecho de que ganara un peso tan importante laimpronta antimilitarista del pacifismo, un rasgo que en otros países nunca adquirió esa re-levancia. La segunda peculiaridad importante nos muestra a un movimiento pacifista quetuvo que crecer en solitario pero dentro del imaginario de la izquierda política, algo que nodebe interpretarse como sinónimo de aislamiento (buena parte del movimiento pacifistanunca dejó de estar entramado con otros movimientos sociales). El desencuentro estaba

[271]

servido. La izquierda moderada no se sentía concemida por aquel radicalismo pacifista'.y la izquierda revolucionaria no lo entendía'.

EL TNlCIO DEL PACIFISMO COMO NUEVO MOVIMIENTO SOCIAL Y sus PROBLEMAS DE ENFOQUE

La experiencia del movimiento pacifista en la Transición ya había sido abordada enlos años ochenta por investigadores ligados a ese movimiento". Pero en gran medida siguesiendo un tema pendiente de la historiografía'. La sociología se ha empleado más a fondo.Son muy útiles los análisis que han realizado Jaime Pastor y Enrique Laraña, aunque susinterpretaciones sean discutibles'. Igualmente hay estudios sociológicos que, al observarel movimiento de objeción e insumisión, arrojan luz sobre la formación de la primera redde grupos pacifistas". Y por último, en la escasa historiografía que aplica las teorías delos nuevos movimientos sociales, destacan los modelos interpretativos propuestos por losprofesores Pérez Ledesma y Álvarez Junco. Es útil el enfoque de Pérez Ledesma sobre larelación entre partidos políticos y movimientos sociales en la Transición, porque incide en

[272]

1 Mientras que el PCE apoyaba la mili obligatoria como una forma de evitar el golpismo y conectar con lajuventud, el PSOE, aún con mensajes anti-imperialistas y neutralistas, preparaba una nueva «teoría de Defensa»para ofrecerse como alternativa de gobierno y alejarse de su propia tradición «pacifista» y «antimilitarista».Véase A. Guerra (ed.), XXVII Congreso del Partido Socialista Obrero Español, Barcelona, Avance, 1977 (en lapág. 291 se dice: «La historia de nuestro partido está llena de muestras de una ideología teñida de antimilitarismoy pacifismo») .

• 2 Para quienes sopesaban la posibilidad de la vía armada y anteponían el ideal de un ejército del pueblo,el pacifismo aún no gozaba de la buena prensa que tendría más tarde, al calor del éxito político de los Verdesalemanes y de las movilizaciones contra los euromisiles. Recuerda Vicenc Fisas que «[ ... ] en los años 75, 76Y 77, algunos miembros de los grupos [del movimiento por la paz] de Barcelona mantuvimos reuniones secre-tas con los responsables de temas "militares" de algunos partidos (PSUC, Bandera Roja, Partido del Trabajo,PSAN, etc.), y sólo Dios sabe lo que nos costó entendemos mínimamente». V. Fisas, «Anotaciones sobre elmovimiento por la paz en España durante los años setenta», Estudis sobre Pau y Conflictes, núm. 1, Barcelona,1985, pág. 15.

3 Ibíd.; AAVV, «El movimiento pacifista en España», Dossier Estudis del CIDOB, Barcelona, 1984. Véasetambién J. Lederach, La no violencia a l'Estat espanyol, Barcelona, La Magrana, 1983.

4 El estudio más elaborado, aunque limitado a Cataluña, lo ha realizado el historiador E. Prat, Moviéndosepor la paz. De Pax Christi a las movilizaciones contra la guerra, Barcelona, Hacer, 2006, caps. 1-3.

5 En realidad, sólo Jaime Pastor valora el pacifismo de la Transición, por su importancia, como precedentedel movimiento pacifista de los ochenta, una estimación positiva que, sin embargo, desenfoca el papel iniciadordel movimiento por la paz que se crea en los setenta (por cierto, también movilizado contra la OTAN). Por suparte, la interpretación de Laraña, a pesar de la solidez de su marco teórico de cara a estudiar unos nuevos mo-vimientos sociales que hundían sus raíces en el antifranquismo, no nos ayuda a hacer inteligible la emergenciadel pacifismo como nuevo movimiento social desde 1975. Si supeditar los marcos de acción colectiva a unmarco dominante (master frame) no siempre ha de ser el patrón analítico más apropiado, en este caso pareceinadecuado. Quizás por eso la interpretación de Laraña sobre el marco anti-régimen «unitario» descuida unaspecto empírico-histórico capital en la experiencia pacifista española: su peculiar radicalidad -entendidacomo dinámica constituyente del propio movimiento (y no como un mero referente ideológico)- chocó conla cultura política de la izquierda a lo largo de la Transición, porque en el imaginario de ésta ---quizás tambiénradical, pero de otra índole- no cabían ni el pacifismo, ni el antimilitarismo, ni mucho menos la no violencia.Véase J. Pastor Verdú, «El movimiento pacifista (1977-1997)>>, M. Ortiz Heras, D. Ruiz González, 1. SánchezSánchez (coords.), Movimientos sociales y Estado en la España contemporánea, Universidad de Castilla-LaMancha, 2001, págs. 457-472, y E. Laraña, La construcción de los movimientos sociales, Madrid, Alianza,1999, págs. 275-330.

6 V. Sampedro, Movimientos sociales: debates sin mordaza. Desobediencia civil y servicio militar, Madrid,Centro de Estudios Constitucionales, 1997; X. Aguirre, R. Ajangiz, P. Ibarra y R. Saínz de Rozas, La insumisión,un singular ciclo histórico de desobediencia civil, Madrid, Tecnos, 1998; R. Ajangiz, «Objeción de conciencia,insumisión, movimiento antimilitarista», Mientras Tanto, núm. 91-92, 2004.

un aspecto clave del movimiento pacifista: la independencia de objetores y antimilitaristasrespecto de los partidos políticos".

A pesar de estos tratamientos, y quizás en parte por culpa de su escasez, se produce yreproduce una narrativa convencional sobre el movimiento pacifista español que arrastraalgunos problemas de enfoque. O no se tiene en consideración su existencia histórica y seelude o menosprecia (lo que casi siempre ocurre con el período de transición de la dicta-dura a la democracia), o sólo se recogen los episodios que tuvieron cierto impacto políticoy mediático. Indudablemente, hubo bastante más. Cuando aplicamos las herramientas dela sociología de los nuevos movimientos sociales colegimos que el movimiento pacifistaha sido y sigue siendo mucho más que grandes o pequeñas reacciones, algo más que opor-tunidades para las grandes movilizaciones''. El movimiento pacifista es una experienciahistórica de décadas, con estructuras de movilización construidas, con grupos esporádicosy con recursos y compromisos perdurables, desde el ejemplo vivo de las largas militanciasa los grupos de referencia para el resto del movimiento, o las fundaciones (una formade institucionalizar lo informal), los centros de investigación, las revistas o las páginasweb. Incluso las movilizaciones ritualizadas". Así han dado sentido a la movilización suspropios activistas. Con marcos de referencia compartidos, lugares de la memoria, figurashistóricas, emblemas, músicas ... Quizás no sea fácil calibrar el impacto sociocultural deun nuevo movimiento social, pero es imposible no percibirlo. El movimiento pacifista hacreado cultura política. En ella conviven tendencias (como la noviolencia y el antimilita-rismo) que interactúan con otras sub culturas alternativas -el ecologismo, el feminismoo la contrainformación-, e influyen en los programas de los partidos y en las agendasinstitucionales (no sólo como grupos de presión hacia instancias de decisión política, sinocomo dinamizadores de valores y estilos de vida).

Por todo ello sería un error explicar el devenir del movimiento pacifista dejándoseencandilar por su eclosión en el período 1983-1986, cuando tomó cuerpo la CoordinadoraEstatal de Organizaciones Pacifistas (CEOP). Así no contemplaríamos como iniciadoresa grupos que empezaron a luchar por la paz y contra la OTAN mucho antes que muchoscolectivos de la campaña «OTAN No, Bases Fuera» (la cual tampoco descuidó el plus delegitimidad que añadía a la protesta anti-OTAN ese pacifismo -digamos, con todos losrespetos- «más genuino» de los grupos de No Violencia y antimilitaristas organizados en

7 En cambio, la sugerente periodización de ciclos de protesta que realiza Álvarez Junco (la que inspira aLaraña su enfoque constructivista de marcos de acción colectiva en el movimentismo antifranquista y en laemergencia de los nuevos movimientos sociales), pierde brillo cuando el autor, obviando todo un caudal deexperiencias pacifistas que irían ganando intensidad hasta la eclosión de la movilización anti-OTAN, afirma sinmatices que en España no se produjo «un fenómeno de movilización pacifista paralelo al que recorrió Europaa comienzo de los ochenta». Hubo peculiaridades españolas pero también paralelismos, en tiempos casi inme-diatos y en todo caso complementarios. Indudablemente en la España de los primeros ochenta hubo una granmovilización pacifista que no debe desagregarse de la movilización pacifista que sacudió Europa en ese mismoperíodo. Véase M. Pérez Ledesma, «''Nuevos'' y "viejos" movimientos sociales», C. Molinero (ed.), La transi-ción, treinta años después, Barcelona, Península, 2006, págs. 117-151; J. Álvarez Junco, «Movimientos socialesen España», E. Laraña y J. Gusfield (eds.), Los nuevos movimientos sociales. De la ideología a la identidad,Madrid, CIS, 1994, págs. 413-442.

8 Se consideran distintas tendencias de la sociología de los nuevos movimientos sociales, en las que nosinician muy bien, entre otros: E. Laraña, La construcción ... , ob. cit.; P. Ibarra, «¿Qué son los movimientossociales?», E. Grau y P. Ibarra (coords.), Anuario de Movimientos Sociales. Una mirada sobre la red, núm. 1,Barcelona, 2000.

9 N. Bergantiños y P. Ibarra, «Eco-Pacifismo y antimilitarismo. Nuevos Movimientos Sociales y Jó-venes en el Movimiento Alterglobalizador», http://www.ínjuve.mtas.es/injuve/contenidos.downloadatt.action?id=52513724.

[273]

r--------------------------------------------------------------------------------- ------------~.

[274]

los setenta)!", Y tampoco entenderíamos el papel del movimiento pacifista en el cambiosociocultural (en la transición social), en la dinamización de valores de paz y en la cons-trucción de una cultura política pacifista.

PACIFISMO MILITANTE Y PACIFlSMO SOCIOLÓGICO: EL MOVIMIENTO PACIFISTA EN EL CAMBIO SOCIAL

En los primeros años ochenta la sociología académica se atrevió a medir con rigorlos trazos gruesos de lo que categorizó como «pacifismo social», y ya no pudo dejar dehacerlo durante mucho tiempo. Al escrutar las encuestas realizadas desde los años de laTransición, el perfil del pacifismo socialmente aceptado también tenía unos rasgos cierta-mente peculiares ".

Por aquel entonces, cuando aún estaba muy fresco el recuerdo del 23-F y todavíabrotaban noticias oficiales y oficiosas acerca de supuestas tramas golpistas, al tiempo quearreciaba el movimiento pacifista y anti-OTAN, crecía una honda preocupación entre losmandos militares y los responsables gubernativos del Ministerio de Defensa. En las en-cuestas de esos años la opinión pública no sólo mostraba un claro «rechazo de la guerra»y una vívida oposición a la OTAN y a las bases americanas. Lo que se hacía evidente eraun fondo de desafección mucho más profundo que había ido creciendo desde los años dela Transición y ahora obligaba tanto a desterrar defmitivamente las viejas retóricas milita-ristas, como a pulir el tono de los nuevos discursos civilistas acerca del papel democráticode las Fuerzas Armadas y su nacionalismo constitucional. Era un problema que debía serreconocido con un crudo enunciado: «la defensa nacional no preocupa» a los españoles.No obstante, en el estudio del profesor Díez Nicolás se lee otra forma más benévola dedescríbir y atemperar la preocupación principal: el pacifismo español «no es militante»,«el pacifismo de los españoles no es antimilitar»:".

Algunos análisis de aquel pacifismo sociológico, más aún los que fueron tenidos encuenta por los nuevos altos mandos militares, adolecían, cuando menos, de falta de pers-pectiva histórica, y en todo caso, no iban bien dotados de crítica historiográfica. Descon-sideraban la trascendencia de dos factores que hubieran completado el diagnóstico delproblema y quizás también su tratamiento: por un lado se soslayaba el descrédito de unEjército que seguía recordando a la Guerra Civil y al golpismo reciente, cuando todavía en

10 Rafael Sainz de Rozas, miembro y abogado del KEM-MOC de Bilbao durante los años ochenta y noventa,recuerda bien quién estuvo en la gestación de la gran movilización pacifista de los primeros ochenta. Aunquehabla del País Vasco, la información es representativa y extrapolable a la realidad de otros territorios: «En el82-83, coincidiendo con el boom pacifista europeo al hilo de la crisis de los euromisiles, aparecen una serie deiniciativas por el desarme nuclear, y ya en el 83 participamos en reuniones internacionales como la que se cele-bró en Berlín, la European Nuclear Desarmament (END). Yo estuve allí, y pude comprobar que quienes asistíandesde Euskadi eran, además de gente de grupos de No Violencia y antimilitaristas en tomo al MOC, los impul-sores de plataformas y campañas promovidas por los elementos más lúcidos de [a izquierda extraparlamentaria,además de aquel intento de renovación de [a izquierda que en su día quiso ser Euskadiko Ezkerra». Entrevistaescrita remitida el 13-9-2009 ..

11 l, Díez Nicolás, «La transición política y la opinión publica española ante los problemas de la defensay hacia [as Fuerzas Armadas», Reis: Revista española de investigaciones sociológicas, núm. 36, Madrid, 1986,págs. 13-24 (también en Internet: http://www.reis.cis.esIREISWebIPDFIREIS_036_04.pdf. véase sobre todo [aspágs. 15-18).

12 Hubo otros análisis de encuestas que indagaban en la conexión del pacifismo militante con la concienciaantibelicista de una mayoría social. Véase A. Izquierdo, «La conciencia pacifista española: un aporte estadístico»,Anuario sobre Armamentismo en España 1986, Barcelona, Fontamara-Centro de Investigación para [a Paz, 1986.

los cuarteles permanecían las señales de su pasado franquista; y por otro, se despreciabala capacidad de influencia del pacifismo militante en la nueva estructura de oportunidadesque ofrecía el sistema democrático, entre otras cosas, porque aquel pacifismo social (alfin detectado y explicado) indicaba un fuerte desapego juvenil hacia el sistema de recluta-miento, el que poco más tarde iba a sufrir una crisis sin parangón, azuzada por activistasque, evidentemente, sí profesaban un pacifismo «antimilitar», más bien antimilitarista.Hay estudios sociológicos que valoran el papel proactivo de los nuevos movimientos so-ciales en la gestación y desarrollo de ese conflicto social y en la construcción de identida-des pacifistas!'.

Comprender el origen histórico de aquel pacifismo sociológico no hubiera exigidoechar la vista demasiado atrás. Al recordar o al analizar los años centrales de la transicióndel franquismo a la democracia es prácticamente imposible negar la importancia de losasuntos relacionados con la paz y la seguridad y, más aún, con la función política que lasFuerzas Armadas ejercían de jacto. Antes y aún después de 1977 la «cuestión militar» pe-saba demasiado. La presencia imaginaria del Ejército de Franco en el proceso de cambiopolítico nunca pudo obviarse. Ni ante el auge gigantesco de la protesta laboral, ni en elvertiginoso proceso político de reforma institucional impulsado por Suárez, ni mucho me-nos cuando se afrontó la legalización del PCE (junto a la no legalización de otros partidosrepublicanos y de izquierda), ni tampoco después, ya traspasado el umbral legitimadorde las primeras elecciones democráticas, cuando bajo el influjo del «partido militar» sefueron sobrellevando algunos de los debates, acuerdos y pactos (a veces abiertos, a vecessoterrados) que dieron a luz la Constitución de 197814•

En todo aquello que afectaba a la escala de valores que los militares franquistas y susmentores consideraban propios del ámbito de competencia del Ejército se les hubo detener directa o indirectamente en cuenta. Lo que conmovía al sentimiento militar, lo quetrastocaba la cultura militar del momento, rápidamente se convertía en material políticoaltamente sensible: la conciencia enquistada de un creciente autonomismo militar queidealizaba al Ejército como fiel vigilante de la integridad de la Patria y de la unidad nacio-nal; y la representación de los enemigos internos de España y del propio Ejército, aunquealgunos fueran muy minoritarios (desde comunistas a separatistas, pasando por la UMD,los objetores, los pacifistas o los antimilitaristas, sin olvidar a las organizaciones de solda-dos que protestaban en los cuarteles).

En definitiva, bajo el sobrepeso de la cuestión militar brotaron posiciones políticas yactitudes socioculturales de todo tipo, entre las que destacó la emergencia de un peculiarpacifismo social-digamos- a la española. Al mismo tiempo, a pesar de (y frente a) lapresión de la cuestión militar, también se fue tejiendo un nuevo movimiento social pacifis-ta que, en gran medida por esa misma razón, desarrolló las dos importantes peculiaridadesya señaladas: el sentido que atribuyeron a la radicalidad de la desobediencia civil y el pesoideológico del antimilitarismo. Evidentemente, aquel pacifismo sociológico, convertidoen un rasgo inteligible de la cultura política del momento, soplaba a favor de la moviliza-ción pacifista.

13 R. Ajangiz, Servicio militar obligatorio en el siglo XXI: cambio y conflicto, Madrid, CIS, 2003. Véasetambién 1. Riechmann y F. Fernández Buey, Redes que dan libertad. Introducción a los nuevos movimientossociales, Barcelona, Paidós, 1984; C. Barroso, L. Rio yA. Santacara, «¿Dónde están los pacifistas? Notas sobreel pacifismo en España», Papeles para la Paz, núm. 45, 1992, págs. 237-247.

14 P. Oliver Olmo, «El nacionalismo del ejército español: límites y retóricas», C. Taibo (dir.), Nacionalismoespañol. Esencia, memoria e instituciones, Madrid, Los Libros de La Catarata, 2007, págs. 213-230.

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LA PRlMERA RED DE GRUPOS PACIFISTAS

La formación de una primera red de grupos pacifistas hundía sus raíces en algunas ex-periencias colectivas que tuvieron lugar durante los últimos años del franquismo, al menosdesde 1971, con la campaña de apoyo a Pepe Beunza, el primer objetor de conciencia queno era testigo de Jehová y defendía su actitud desobediente por motivos éticos y políti-COSI5. Además de algunos actos de solidaridad llevados a cabo en capitales europeas, losprimeros objetores recibieron muestras públicas de apoyo en Valencia, Barcelona y San-tander, lo que nos permite trazar un primer mapa de la incipiente movilización pacifista,sin olvidar Alcoy, donde vivía Jordi Agulló, un militante de la JOC que también se declaróobjetor en 1971. Pero será ya en el período 1974-75, y sobre todo en 1976, cuando losprimeros grupos de No Violencia y de apoyo a los servicios civiles alternativos al serviciomilitar obligatorio tomaron un impulso palpable y significativo. Así se estructuró concierta entidad la movilización pacifista, la que de una u otra forma nunca dejaría de estaractiva, aunque su red de grupos se fuera renovando, a veces creciendo, o estancándose, eincluso desapareciendo y reapareciendo en localidades concretas".

La primera red del movimiento por la paz en España empezó a tejerse desde la décadade los sesenta con grupos y asociaciones de católicos pacifistas -estamos hablando dePax Christi y Justicia y Paz- y con los promotores de la educación para la paz (los queorganizaban el Día Escolar por la No Violencia y la Paz cada 31 de enero, fecha que con-memora el asesinato de Gandhi). Junto con ellos llegaba la irradiación desde Francia delas llamadas Comunidades del Arca fundadas por Lanza del Vasto, un discípulo cristianode Gandhi, cuyo compromiso vivencial con la paz y la no violencia inspiró a los primerospacifistas franceses (objetores y refractarios a la guerra de Argelia), y poco después tam-bién a los que promovieron la objeción de conciencia en España. En el camino, y ya en losinicios de la década de los setenta, fueron creándose grupos específicos de No Violencia,muchos de ellos también con una fuerte inspiración católica, destacando entre su militan-cia curas obreros y miembros de comunidades cristianas populares (como Pope Godoy enGranada, entre otros).

Todo aquello se fue entramando. Creció casi desde la nada, con impulsos a vecesdemasiado voluntaristas e individuales. Hasta que empezó a hacerse algo más visible apartir de 1974, cuando Gonzalo Arias y Pepe Beunza, con la cobertura de una organi-zación eclesial como Justicia y Paz, recorrieron España dando charlas para impulsar elllamado Voluntariado para el Desarrollo, en realidad, la primera gran campaña colectiva afavor de la objeción de conciencia al servicio militar obligatorio, que llegaron a suscribirpúblicamente más de 1.200 personas (400 de ellas, mujeres), y que de jacto sirvió comopantalla y también caldo de cultivo de la preparación de la desobediencia civil colectiva a

15 P. Oliver Olmo, La utopía insumisa de Pepe Beunza. Una objeción subversiva durante el franquismo,Barcelona, Virus, 2002, y «Los iniciadores del movimiento de objetores de conciencia (1971-1977)>>, M. OrtizHeras (coord.), Culturas políticas del nacionalismo español. Delfranquismo a la transición. Madrid, Los Librosde La Catarata, 2009, págs. 219-243.

16 Siempre hubo colectivos que dieron a la red una cierta estabilidad, convirtiéndola en «red fundamental»,y nunca faltaron tampoco ese tipo de iniciativas puntuales o testimoniales, en todo caso menos militantes y com-prometidas, que son las propias de una «red instrumental». Pedro Ibarra observa dentro del movimiento pacifistay antimilitarista una «red fundamental» de grupos permanentes de activistas y una «red instrumental» de gruposque actúan de forma más coyuntural. Véase P. !barra, Manual de sociedad civil y movimientos sociales. Madrid,Síntesis, 2005.

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Estábamos bien organizados y coordinados en 1975. Viaj ábamos mucho y nos reunía-mas con frecuencia. Había grupos en Barcelona, Tarragona Vic, Valencia, Bilbao, Pam-plana, Madrid, Málaga, etc. También nos reuníamos con grupos franceses. Nos jugába-mos mucho y por eso dedicábamos mucha energía a preparar grupos de apoyo".

través de un «servicio social» alternativo, al mismo tiempo que se presionaba al Gobier-no, al que presentaron la propuesta y las firmas en mayo de 1975. El Ejecutivo de AriasNavarro contestó pidiendo a los objetores que esperaran. Pero la desobediencia ya estabaen marcha. Pepe Beunza, al recordar aquel ambiente de activismo, nos dibuja la red de lamovilización a la altura de 1975:

Fruto de aquellas iniciativas coordinadas sería el servicio civil alternativo del barriode Can Serra en L'Hospitalet de Llobregat (Barcelona) entre 1975 y 1976, la primera ex-periencia de objeción de conciencia colectiva. Sin perder el sentido de la mesura podemosafirmar que Can Serra fue un verdadero hito en la pequeña historia española del movi-miento por la paz. En los mensajes de los objetores de Can Serra se relacionaban los valo-res de la no violencia y el antimilitarismo con la reclamación de libertades democráticas ycon el rechazo del capitalismo por sus efectos injustos, empobrecedores y alienantes".

El pacifismo en España se impulsó desde el principio en gran medida a golpes de he-terodoxia y desobediencia, gracias al compromiso de los primeros objetores de concienciay de los grupos de apoyo que se creaban cuando aquéllos eran encarcelados, así como alrespaldo de las plataformas que se organizaban en asociaciones de vecinos con el fin deapuntalar el reto que lanzaban al Estado quienes, no sólo no acudían a los cuarteles parahacer la mili, sino que hacían pública su desobediencia y su presencia en los barrios donderealizaban servicios civiles alternativos. El radicalismo de la desobediencia civil exigíafuertes dosis de sacrificio personal pero asimismo obligaba a evitar el aislamiento, a bus-car la comprensión social. A pesar de las distancias con el PSOE y con el PCE, o con laizquierda revolucionaria (que rechazaba la objeción y promovía la lucha de los soldadosdentro de los cuarteles), los primeros objetores mantuvieron contactos con todas las fuer-zas que empujan a favor del cambio político y democrático:

Creo que fue ya en el 75 cuando comenzó a conocerse que había un cierto movimientoaperturista también en el Ejército ... muy pronto nos pusimos en contacto con los líderesde la UMD, con quienes llegamos a tener una relación muy franca y respetuosa",

Poco a poco, pero desde muy pronto, a aquella primera red de grupos y de gente quese identificaba con ellos, cuyo signo cristiano cercano a la Teología de la Liberación erabastante palpable, se fue uniendo una serie de colectivos antimilitaristas de orientación

17 Entrevista realizada a Pepe Beunza, 15-7-2009.18 Los objetores de Can Serra elaboraron un libro colectivo, Los Objetores: Historia de una acción, y un

reportaje que ilustra su compromiso con un pacifismo no violento, antimilitarista y anti-OTAN que se coordinaracon otros movimientos sociales. Véase Can Serra: la objeción de conciencia en España (1976), Cooperativade Cinema Alternatiu (disponible on line: http://www.archive.org/details/objetorescanserra). En la cinta puedeoírse la voz de Pepe Beunza -entonces comprometido con la Comisión nacional Justicia y Paz- defendiendoun servicio civil que fuera «una contribución a las luchas que desde diferentes sectores (la lucha obrera, la luchacampesina, los colegios profesionales, la lucha de barrios) trabajan en este país desde hace más de treinta añospara conseguir unas estructuras justas y democráticas que nos permitan vivir como personas».

19 Esteban Zabaleta Cestau, del grupo de objetores de Can Serra. Entrevista escrita remitida el 11-10-2009.

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libertaria y de izquierda, junto a algún que otro grupo de feministas pacifistas y ecopaci-fistas o activistas antinucleares, todo lo cual se engarzaba con campañas colectivas y pu-blicaciones que relacionaban el pacifismo y el antimilitarismo con otras luchas sociales.

No faltaba tampoco el capital político acumulado por ciertas personas, como los yacitados Pepe Beunza, Gonzalo Arias y Pope Godoy, o el sacerdote catalán Lluís M" Xiri-nacs (candidato al Nobel de la Paz, precisamente, entre los años 1975 Y 1977), todos ellosconvertidos en referentes morales del pacifismo por su labor pionera de agitación y por sufuerte compromiso con la no violencia política durante el tardofranquismo. La red pacifis-ta fue creciendo e incluso creó estructuras específicas con un potencial movilizador másalto, sobre todo cuando -con el antecedente de la creación en 1974 del llamado GOCE(Grupo de Objetores de Conciencia del Estado Español)-, en enero de 1977 se fundó elMOC, cuyo decidido activismo a través de la desobediencia civil, al interactuar con lapresión que en sentido contrario ejercían unos mandos militares que seguían viendo a losobjetores como un peligro para la defensa nacional, debe valorarse como una contribucióndecisiva en el proceso de «transición militar», pues, aunque la objeción de conciencia noacabara siendo considerada un derecho constitucional (sino un motivo de exención delservicio militar), logró impedir la regulación legal de la misma y de esa manera ayudó acrear un campo de fuerzas favorable para el MOC20•

A la reunión de fundación del MOC acudieron miembros de grupos que mostrabanuna gran variedad de valores alternativos: cristianos pacifistas y no violentos, antimili-taristas y libertarios, o nacionalistas partidarios de la autodeterminación de los pueblos einternacionalistas promotores de la solidaridad Norte-Sur y la mediación para la soluciónpacífica de los conflictos. Procedían de las tres capitales vascas, de dos capitales andaluzas(Córdoba y Málaga), del País Valenciano (Valencia, Alicante y Alcoi) y de Cataluña (CanSerra en L 'Hospitalet de Llobregat, Vic y Tarragona), además de Mallorca, Madrid, Zara-goza, Valladolid y Oviedo. Pero el movimiento de objeción ya hervía en otros tantos sitios,desde Barcelona a Sevilla, pasando por Pamplona y por otras zonas en las que muy prontotambién estaría activado (Cáceres, Salamanca, Murcia, Galicia, Canarias, etc.).

Desde luego que no ha de perderse de vista la estructura propia del MOC en el mapa te-rritorial del pacifismo que emerge durante la Transición (del que se hablará en el siguienteapartado), pero para entender su inevitable presencia tampoco es necesario detallar suhistoria específica, entre otras cosas porque cuenta ya con una importante bibliografíaque indaga en sus orígenes y en su primera movilización, y con estudios que abarcan unciclo de tres décadas de protesta y desobediencia". Aunque la cuestión de la objeción deconciencia fuera con mucho la más destacada en la agenda del movimiento pacifista du-rante la Transición, hubo otras que también generaron opinión y movilización. Los gruposdel incipiente movimiento por la paz, y los mismos objetores, no dejaban de lado otrasvertientes del trabajo pacifista, desde un rosario de iniciativas encaminadas a la educación

20 R. Sainz de Rozas, «Objeción de conciencia al servicio militan>, J. R. Capella (coord.), Las sombras delsistema constitucional español, Barcelona, Trotta, 2003, págs. 249-292; C. Gordon-Nogales, «La transición desar-mada: objetores, política y prensa en la transformación de las Fuerzas Armadas en la España democrática»,@mnis: Revue de Civilisation Contemporaine de l'Université de Bretagne Occidentale EUROPES-AMÉRIQUES(http://www.univ-brest.fr/amnis/); P. Oliver Olmo, «Los iniciadores del movimiento de objetores ... », ob. cit.

21 A la bibliografia que venimos citando habría que añadir el libro colectivo que fuma el propio MOC parahacer balance de su trayectoria: Movimiento de Objeción de Conciencia, En legítima desobediencia: tres déca-das de objeción, insumisión y antimilitarismo, Madrid, Traficantes de Sueños, 2001 (para completar la informa-ción referida al antimilitarismo durante la Transición, véase el capítulo firmado por R. Carratalá, págs. 91-135).

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por la paz (por ejemplo, las campañas contra el juguete bélico) hasta acciones callejeras(como los encartelamientos que denunciaban la violencia de los grupos armados de laizquierda) y los encierros y ayunos públicos (a veces en silencio) contra las causas delhambre, pasando por los saltos de la verja de Gibraltar (que impulsó Gonzalo Arias desdeLa Línea), y otras muchas tareas de concienciación contra la carrera de armamentos, la po-lítica de bloques militares y las causas de los conflictos bélicos, incluida la investigaciónsistemática de los mismos, como la que desde 1974 empezó a realizar el Centre d' Analiside Conflictes (CAC) bajo el impulso de Vicenc Fisas, uniéndose a la labor que en 1968había empezado a realizar el Institut Víctor Seix de Polemología.

A la altura de 1977-78 aquél era ya un movimiento pacifista cada vez más variopinto,pero identificable como tal. Su irradiación era estatal, y también su pretensión de influen-cia política, aunque la movilización hubo de estructurarse siempre desde abajo, en ciuda-des, barrios y pueblos. Nunca tuvieron una amplia repercusión mediática, pero tampocoen eso fueron irrelevantes. No obstante, usaron su propios medios o se sirvieron de mediosamigos (desde Cuadernos para el Diálogo a las radios libres y las revistas anarquistas,como Bicicleta y en menor medida Alfalfa y Ajoblanco, pasando por El Ecologista y ElViejo Topoy", Además de utilizar las actas y otros documentos internos y publicacionespuntuales (por ejemplo, las que difundía Justicia y Paz para hacer pública su postura sobrela necesidad de regular el derecho a la objeción de conciencia), algunos grupos crearonfanzines y revistas que se distribuían o se difundían a nivel estatal (dos de ellas, La Pucai el General y Oveja Negra, acabarían siendo casi míticas para la militancia pacifista yantimilitarista).

No es dificil encontrar señales del prestigio y el respeto que se iban ganando los pri-meros pacifistas y antimilitaristas al interactuar con otras culturas políticas, más allá delos desacuerdos y los desencuentros con los partidos de izquierda y las organizacionesanarquistas, no pocas veces sorteados a base de buena relación personal y experienciacompartida, incluso en momentos o en espacios de represión. Esto se comprobó muypronto, con motivo de las muestras de solidaridad que llegaron a los objetores represalia-dos de Can Serra, porque algunas desvelaban un fondo de permeabilidad entre disidenciasde muy distinto signo, incluso en las que provenían de esa izquierda que estaba lejos deasumir el ideario de la no violencia.

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EL PRIMER MAPA DEL PACIFISMO EN CONSTRUCCIÓN

Si hacemos un recorrido breve por el primer mapa estatal del movimiento pacifista,para entresacar las claves más importantes de su estructura de movilización y de su iden-tidad militante, en primer lugar hay que destacar, desde luego, la pluralidad y cantidad degrupos y personas que se organizaron en Barcelona. A finales de los sesenta ya se realiza-ban algunas actividades públicas gracias a Pax Christi, donde militaban jóvenes pacifistascomo Arcadi Oliveres. El activismo subió de nivel hacia 1975 y 1976, con la contribuciónde Justícia y Pau. Pero el momento fundacional del pacifismo estructurado en Barcelona(y en cierta manera, también en Cataluña) llegó cuando en 1976 se creó el Casal de la

22 Durante la dictadura algunas revistas de la Iglesia, como Vida Nueva y El Ciervo, ya habían servido comorefugio y soporte del mensaje y de la práctica desobediente de los primeros objetores de conciencia. Véase P.Oliver Olmo, «Los iniciadores del movimiento de objetores ... », ob. cit.

1Pau, un lugar y una de las experiencias más fructíferas para el encuentro entre tendenciaspolíticas pacifistas y otros movimientos sociales. Prueba del peso creciente del antimili-tarismo en el pacifismo organizado y movilizado fue el ingreso, también en el año 1976,de buena parte de los grupos pacifistas de Barcelona en la Internacional de Resistentesa la Guerra, desde el Equip O. c., los Servicios Civiles, pasando por el CAC, la libreríal' Are de Santa Maria, el Grupo Anti-Centrales Nucleares y el Grup de Dones Pacifistes".Con el empuje de Xirinacs, aquel ánimo coordinador de la protesta pacifista, no violenta,antimilitarista, antinuclear y feminista se plasmaría en la creación del CANVI (Co-lectiud' Acció No-Violenta).

Poco después, al panorama del antimilitarismo catalán llegarían el MOC, fundadoa nivel estatal en enero de 1977, aunque en Barcelona al principio se llamaba COLLO(Comité Llibertat Objectors). Después, desde la primavera de 1978, hubo que añadir ladecisiva presencia del GANVA (Grup d' Acció No Violenta Anti-OTAN), cuya influenciaideológica irradiaría con el tiempo a otros colectivos antimilitaristas del Estado, ayudan-do a que se incorporara a la movilización gente proveniente del anarquismo e incluso deun marxismo completamente heterodoxo. El GANVA también agregó a su repertorio deacciones antimilitaristas la lucha contra la OTAN y las bases militares norteamericanas através de protestas colectivas celebradas en 1978, 1979 Y 1980. Publicaba la revista LaPuca i el General y a partir de 1981 (reconvertido en GAMBA, Grupo Antimilitarista deBarcelona), además de continuar coordinándose con el MOC a nivel estatal, también lo-graría influir en el cambio de postura de la izquierda extraparlamentaria, sobre todo MC yLCR, partidos que pocos años después impulsarían los colectivos Mili KK24. Quico Porret,al recordar los objetivos que se plantearon alcanzar con la creación del GANVA destacatres: «movilizar a gente, grupos, partidos, etc., para impedir la entrada en la OTAN; de-nunciar las Bases norteamericanas en el Estado español y exigir su desmantelamiento; einiciar un debate sobre temas como la defensa, la existencia del Ejército, alternativas a ladefensa ... ». También nos recuerda cómo resolvieron el problema de las diferencias ideo-lógicas sobre la cuestión de fondo entre violencia y no violencia, una solución que usaríanmuchos grupos antimilitaristas en otros lugares, a veces de forma recurrente:

Aunque en el grupo había gente que se definía «no-violenta» también había otra gente(yo mismo) que pensábamos que todas las formas de lucha pueden ser útiles y legítimas,por lo tanto, llegamos al acuerdo de no definimos «no-violentos» pero sí partidarios dela acción directa no-violenta, entendida como acción radical contra el sistema y propo-niendo actuaciones como la desobediencia civil, la no-cooperación y especialmente todotipo de intervención directa en la calle (teatro de guerrilla, pasacalles, etc.)".

Muy ligados a Cataluña, los pacifistas del País Valenciano se organizaron en las capi-tales de Valencia y Alicante y en el pueblo alicantino de Alcoi. No era ajeno a todo elloel hecho de que, precisamente en esos sitios hubieran nacido, allá por 1971, las primerasiniciativas individuales de objeción de conciencia por motivos no religiosos, la de PepeBeunza y la Jordi Agulló, y que en años posteriores también fuera en Valencia donde

23 E. Prat, Moviéndose por la paz ... , ob. cit., pág. 51.24 Más habría que decir sobre la experiencia pacifista catalana, y por ello remitimos al lector al libro citado

de E. Prat.25 Entrevista escrita realizada a Quico Porret, remitida el 13-12-2009.

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desarrollara su actividad Rafael Rodrigo, objetor de conciencia desde 1973, muy liga-do después a las propuestas de Luís M" Xirinacs, a los grupos de objetores de Valenciay a otras iniciativas (algunas de ellas con carácter comunal) que se impulsaron en esacapital, como la librería Agredolc, especializada en anarquismo y contracultura y lugarde animación, encuentro y debate sobre temas alternativos, que acabaría siendo cerradadespués de ser incendiada dos veces por grupos fascistas. Recuerda Rafael Rodrigo queen Valencia y en otros puntos del Estado, durante la Transición, además de las distintasformas de abordar la violencia y la no violencia o el antimilitarismo, o de los debates quese suscitaron acerca de si realizar o no servicios civiles, y de las polémicas internas sobreotras cuestiones aparentemente menores (como la de legalizar o no legalizar el MOC),hubo una curiosa pluralidad a la hora de armonizar la manera de pensar y la manera devivir: por un lado, estaban los grupos de objetores que vivían en comunas rurales, y porotro, los objetores que crearon comunas urbanas". En Valencia, a partir de 1975-76,juntoa las comunas de objetores (la de la librería Agredolc y otra más en la calle Blanquerías),también se organizaron servicios civiles (en el barrio del Cristo y en Nazaret) y se realiza-ron acciones (las de 1977 estuvieron coordinadas con CANVI, el grupo pacifista catalánya citado, para pedir la libertad de los objetores)". En Alicante, con gente interesada enla no violencia desde los primeros setenta, también hubo un buen caldo de cultivo parala creación del MOC, y para otras iniciativas pacifistas, como la revista La Oca (editadadesde 1981).

Desde Valencia al País Vasco y Navarra pasando por Barcelona (donde el GANVAtambién se convirtió en una especie de comuna urbana), durante los setenta se desarrollaentre la militancia de la no violencia y el antimilitarismo una suerte de ethos vivencial quepretende dar sentido (radical y alternativo) a la lucha política. Precisamente, en el PaísVasco, y en uno de sus grupos más activos, el de Bilbao (con gente tan relevante dentrodel ámbito estatal del MOC como Mabel Cañada), el arraigo de esa actitud colectiva -noexenta también de discrepancias internas- animó a una parte de sus integrantes a dejarla ciudad en la primavera de 1980 para ocupar un pueblo navarro llamado Lakabe y for-mar allí una comunidad rural. Tal y como ya se ha destacado, en Bilbao hubo actividada favor de la no violencia y la objeción de conciencia desde finales del franquismo, yen la asamblea de fundación del MOC hubo grupos de objetores bilbaínos junto a otrosprovenientes de Guipúzcoa y Álava. Ya desde finales de 1975 y principios de 1976, conel nombre de Bakearen Etxea (Casa de la Paz), los grupos de No Violencia y objeciónde conciencia estrenaron sede tanto en Bilbao como en Pamplona. Desde entonces y enadelante, además de la puesta en marcha de algunos servicios auto gestionados, no cesaronlas acciones organizadas por grupos de No Violencia en el País Vasco y en Navarra, conencarteladas, encierros o ayunos, casi siempre para airear temas propios -las primerasmanifestaciones contra la mili se convocaron en San Sebastián en otoño de 1977-, perootras veces para relacionar la no violencia y el antimilitarismo con otros movimientos,como el vecinal, el antinuclear o el obrero (de lo que da fe el encierro y ayuno de veintepersonas en marzo de 1976 dentro de la parroquia de San Antón de Bilbao, para protestarpor la represión del 3 de marzo en Vitoria y hacer un llamamiento en pro de los métodos

26 Entrevista escrita realizada a Rafael Rodriga Navarro, remitida el 1-11-2009.27 Agradezco a AA-MOC de Valencia la consulta del documento titulado «Memoria Histórica del MOC de

Valencia (1970-2000)>>, elaborado en diciembre de 2000. Ahí se detalla la información referida a los setenta,recabada con fuentes orales y documentales producidas por el propio MOC (actas, notas, panfletos, etc.).

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de lucha no violenta)". Además de aquellos primeros grupos de No Violencia, tambiénel antimilitarismo vasco comenzaría muy pronto a organizarse como tal, concretamente,desde 1977, con el nacimiento de los llamados Comités Antimilitaristas". Sabino Ormaza-bal, que estuvo en su creación, recuerda algunas de sus reuniones, como la que se celebróen Tolosa en abril de 1977, con una alta participación de gente y colectivos que acudíandesde muchos pueblos:

se trataba de un organismo autónomo, cuyos integrantes eran antimilitaristas con unaamalgama que iba desde el apoyo a la deserción hasta la no violencia ( ... ) Las principaleslíneas de actuación (de los Comités Antimilitaristas) se dirigían no sólo contra la miliobligatoria sino contra el Ejército y la sociedad militarista y autoritaria en la que vivimos.Si bien anualmente las campañas se centraban en las tallas y los sorteos, en los que seconvocaban todo tipo de actos y movilizaciones, también había una labor pedagógicaque incluía publicaciones, semanas antimilitaristas, charlas, etcétera, coincidente con ladenuncia que hacían los Comités Antinucleares de la ocupación del espacio y de las ma-niobras militares.

El antimilitarismo avanzaba y al mismo tiempo el valor de la no violencia políticacontinuaba estando presente, incluso en iniciativas posteriores, como la creación de laAsamblea de No Violencia de Euskadi, ya en 1981. Por su parte, el peso específico y elprestigio político del KEM (las siglas en euskera del MOC), junto con algunas personasy unos pocos colectivos (Txustarra, Begi Haundi ... y en los ochenta Kakitzat), fue unfactor decisivo en el tránsito hacia la movilización pacifista de los primeros ochenta, loque explica su capacidad de liderazgo en un mapa de tendencias fuertemente mediatizadopor el peso de la izquierda extraparlamentaria y por la impronta de la izquierda abertzale,cuyo apoyo a la lucha armada siempre estuvo en abierta contradicción con la objeción deconciencia, entre otras razones porque, en el paisaje político vasco, la presencia de colecti-vos antimilitaristas como el KEM ayudaba a cuestionar de raíz el militarismo de ETA. Nohubo de ser fácil difundir ese tipo de valores en una tierra en la que adquiría tanta fuerza lapráctica de la violencia política, incluso cuando (ya en la década de los noventa) los jóve-nes de Herri Batasuna y Jarrai cambiaron de actitud y abrazaron la causa de la insumisión.Sin embargo, tampoco son irrelevantes las acciones colectivas que durante la Transiciónse inspiraron en métodos no violentos para impulsar otros nuevos movimientos sociales,sobre todo las protestas contra el polígono militar de las Bardenas Reales (a veces reprimi-das muy duramente) y las campañas antinucleares contra la central de Lemóniz, en las quese utilizaron métodos inspirados en la no cooperación, el boicot no violento y la desobe-diencia civil (como el impago masivo de recibos de electricidad a la empresa Iberduero y,desde el otoño de 1979, los apagones de luz coordinados a la misma hora)".

Madrid no sólo estuvo en la lista de los primeros sitios de la movilización por la paz yla no violencia. Tampoco se limitó a seda capital de la coordinación estatal, aunque esterasgo siempre le otorgó una relevancia evidente. Con el impulso y la experiencia de Ovi-

28 S. Ormazabal, 500 ejemplos de no violencia. Otra forma de contar la Historia, Bilbao, Manu Robles-Arangiz Institutua, 2010, pág. 59.

29 Entrevista escrita remitida por Sabino Ormazabal el 21-10-2009. También nos recuerda que, en 1978, laorganización juvenil Gaztedi Abertzale Iraultzaileak (OAI) ya babía publicado un monográfico antimilitarista.

30 S. Ormazabal, 500 ejemplos de no violencia ..., ob. cit., págs. 64 y sigs.

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dio Bustillo (objetor del primer grupo de Can Serra) y con algunos otros nuevos objetoresse organizó un servicio civil en el barrio de Tetuán. Además de enlazar la lucha por la pazcon el trabajo de base que se desarrollaba tanto en la parroquia como en la asociación devecinos (con fuerte implantación del PTE y la ORT), aquella experiencia serviría de «cam-pamento base» para el trabajo por la desmilitarización social, la no violencia y la objeciónde conciencia. Desde allí se coordinaban campañas y se planificaban acciones, a veceslocales (circunscritas a Madrid), a veces con proyección estatal (hacia el ámbito MOC).Crearon el CAN (Colectivo de Acción No Violenta) y, hacia 1980, editaron la revista Ove-ja Negra (muy influyente en el movimiento antimilitarista), y organizaron movilizacionespúblicas, como las «sentadas de los sábados en la Plaza de Ópera contra el militarismoy la OTAN», lo que introducía un matiz de hondura política y de cierta distancia con lacampaña «OTAN No, Bases Fuera» que impulsaba la izquierda".

En Andalucía, donde en los últimos años del franquismo fueron procesados algunossacerdotes jesuitas que, alegando motivos pacifistas, se negaron a jurar bandera (únicaobligación militar que se les imponía), durante la Transición cobraron importancia losgrupos de No Violencia en Almería, Granada, Málaga, Cádiz, Algeciras, Córdoba, etc.".Dentro de esos grupos siguió siendo importante la presencia de las comunidades cristianaspopulares, esa «Iglesia no jerárquica» que durante aquellos años de cambio y aperturis-mo, además de lo que ella misma fue capaz de organizar, se convirtió en una suerte derecurso vital para muchos jóvenes cristianos, los cuales, operando dentro del imaginarioheredado (el católico, en el que se habían socializado desde la infancia), se encontraroncon un modelo alternativo de Iglesia de base que les ayudaba a adquirir conciencia socialy, en la práctica, a construir un nuevo imaginario político normalmente escorado hacia laizquierda transformadora, incluso hacia sus opciones más revolucionarias. Así también seexplica el impulso que dieron a la idea de noviolencia como filosofia de vida y de acción,por ejemplo, en Málaga (donde ·se creó el Grupo de Acción Noviolenta), pero también anivel andaluz, en el seno de la Asamblea Andaluza de Noviolencia:

En los años setenta había en todos estos movimientos una fuerte influencia de laIglesia no jerárquica, a través de los curas obreros que ponían a nuestra disposición, deuna manera no oficial, las ínstalaciones de las parroquias, y se conjugaba bastante bien laideología de izquierda revolucionaria de aquel momento, con el uso de las ínstalacionesde la Iglesia Católica y el mensaje evangélico".

Además, la apertura ideológica del MOC hacia otros nuevos movimientos sociales(manifiestamente a partir de su primer congreso estatal celebrado en 1979), también ex-plica algunas experiencias comunes y no pocas dobles militancias": Todo un trasvase de

31 Entrevista oral realizada a Ovidio Bustillo García en Madrid el 28-11-2009.32 Pope Godoy, destacado participante en las célebres protestas de la albañilería en la Granada de 1970,

recuerda que organizaron un grupo de No Violencia con el que, además de cuestiones específicas relacionadascon la paz y la objeción de conciencia (aunque no tuvieron objetores en su seno), en la práctica dedicaron susesfuerzos a causas sociales muy concretas, como la lucha contra la subida de los billetes del transporte urbano.Asimismo no se obviaba la dimensión más personal de la no violencia como filosofia de vida. Entrevista reali-zada el 14-11-2009.

33 Son palabras de Antonio Ruiz Zamora, militante de los grupos de No Violencia y del movimiento antinu-clear en Andalucía. Entrevista escrita remitida el 5-11-2009.

34 Lo explica May Ruiz de la Rosa con su experiencia, la que es extensible a otras mujeres que militaban enel MOC: «Mi militancia empezó en el año 79 en el Grupo de Objetores de Conciencia de Sevilla. En paralelo,

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energías y valores en el activismo de base que no debe soslayarse. Según viene a decirAdrián Collado, militante del MOC desde la década de 1980 y participante en muchasacciones de solidaridad con otros movimientos sociales, el movimiento pacifista y antimi-litarista ha discurrido en Andalucía desde la Transición claramente entramado con otrasexperiencias radicales y populares, como la del movimiento jornalero autónomo, cuyorepertorio de acciones siempre ha sido sustancialmente no violento".

Evidentemente, aunque en el repaso territorial destaquen Cataluña, País Vasco, PaísValenciano, Andalucía y Madrid, habría que dibujar con más detalle ese primer mapa delpacifismo y el antimilitarismo para no excluir otros sitios, a veces aislados y efímeros, aveces en recurrente agitación pero poco o menos estructurados. Además de las primerasiniciativas de los objetores de Zaragoza en 1975, se puede hablar, y por cierto con muchaentidad, del movimiento por la paz en Aragón, con un fuerte auge del antimilitarismo enla capital zaragozana desde fínales de los setenta". Por otro lado, Extremadura fue pioneraen la organización de campamentos de No Violencia, en los que se formó la mayor partede los activistas de todos los territorios durante décadas. Y asimismo se debería añadir elrelato de los orígenes del movimiento por la paz en Murcia (con irradiación hacia Alba-cete), en Valladolid y en otras zonas castellanas, sin olvidar la extensión del MOC haciazonas como El Ferrol, Santiago, Badajoz, Santa Cruz de Tenerife, etc. Por último, tambiénlas islas figuran en el mapa de las primeras etapas del movimiento pacifista, a veces conreivindicaciones muy específicas. Cristino Barroso, al secuenciar la evolución del pacifis-mo canario, distingue un «primer período» que abarca de 1976 a 1986, en el que los temascentrales fueron «la objeción de conciencia al servicio militar, la presencia de la Legión;la OTAN, las bases militares y campos de tiro; la situación del Sahara»>'.

EN CONCLUSIÓN: UN MOVIMIENTO PACIFISTA Y ANTIMILITARlSTA

QUE SE GESTA EN LA TRANSICIÓN

Es verdad que se ha podido hablar de la existencia del movimiento pacifista desde1975 porque ya había colectivos que promovían la no violencia y la objeción de concien-cia, a los que se fueron uniendo otros con una orientación básicamente antimilitarista;y sobre todo porque se movilizaron personas que se identificaban como miembros del«movimiento por la paz», como activistas por la paz y el desarme, por la desmilitariza-ción y la no violencia, o con otras fórmulas equivalentes. Pero, para concluir, reparemosen un detalle de la identidad militante que resulta ser altamente significativo: no pocosintegrantes de ese tipo de colectivos rechazaron el término pacifismo para anteponer elde antimilitarismo; mientras que otros, los que preferían la no violencia como principal

participaba en el Movimiento Feminista Estatal desde el Grupo Feminista de Sevilla». Entrevista escrita remitidael 15-11-2009.

35 Para Adrián Collado Elías no es pura casualidad que en la lista de apoyos a los objetores de Can Serrafigurara un maestro andaluz que firmaba como Juanmanué (véase Los Objetores. Historia de una acción, ob.cit., pág. 117). Al parecer, era Juan Manuel Sánchez Gordillo, el futuro alcalde de Marinaleda, uno de los líderescarismáticos del SOC (Sindicato de Obreros del Campo), fundado en agosto de 1977, en el que militaron tambiénalgunos curas obreros, como el emblemático Diamantino García. Entrevista escrita remitida por Adrián Collado.

36 Zaragoza rebelde. Movimientos sociales y antagonismo 1975-2000, Zaragoza, Colectivo ZGZ Rebelde,2009.

37 C. Barroso Ribal, «El movimiento pacifista en Canarias», Disenso, núm. 45, Santa Cruz de Tenerife,2004, págs. 14-17.

seña de identidad, empezaron a eludir términos como no-violencia para poner en su lugarnoviolencia (con las dos palabras juntas), demostrando así que su rechazo radical de laguerra y la violencia en absoluto podía ser asimilable a conformidad, pasividad o sumisiónal orden establecido". Paradójicamente, el hecho de que aquellos activistas no quisieranidentificarse como pacifistas a secas, al menos sin que se les concediera la oportunidadde matizar el concepto, a la luz de las categorías que aplican las teorías sociológicas delos nuevos movimientos sociales, se convierte en el mejor indicador de la existencia delmovimiento pacifista y de su orientación radical, porque esa actitud, aunque expresada ennegativo, ayudaba a construir un valor compartido y una identidad colectiva".

Conforme fueron encontrándose en los mismos locales y viviendo las mismas expe-riencias, los no violentos y los antimilitaristas trazaron un mismo camino. Cobró fuerza-en palabras de Rafael Sainz de Rozas- «la perspectiva unificante en que se insertan elantimilitarismo y la noviolencia, entendida ésta tal y como la trabajamos y la entendimosen nuestra teoría y nuestra práctica, que no es sino la forma en que la trabajaron y enten-dieron tantos otros/as en la línea de la tradición gandhiana, la nonviolent revolution de laque habla la Internacional de Resistentes a la Guerra». Unos y otros jamás discursearonsobre un pacifismo acrítico que no rechazara la guerra y las causas de la misma, que noasociara el valor de la paz al de la justicia, que no objetara al servicio militar sin contrade-cir la idea misma de Ejército y defensa militarizada, y que no promoviera la desobedienciacivil como herramienta de acción política. Eran, pues, militantes de un pacifismo genuino,y se movilizaron por y para ello. De esa forma crearon una identidad perdurable, un marcoreferencial que, aunque trasformándose, siempre ha inspirado al movimiento por la pazdesde entonces. En la práctica los discursos ofrecían una orientación ideológica con signosinequívocos, lo que nos permiten concluir que en España el movimiento pacifista devieneantimilitarista desde la Transición.

Enfocar correctamente la historia del movimiento pacifista exige verlo en toda esa tra-yectoria, desde que comenzó a desarrollarse a partir de 1975, no sólo para comprender laenvergadura y el interés de sus propias peculiaridades radicales, sino para explicar la per-durabilidad cambiante de sus valores, estructuras de movilización y repertorios de acción.Así también podremos explicamos algunos desarrollos posteriores de ese movimentismo,etapas en las que, muy a las claras, seguían reverberando los ecos de sus inicios. El mo-vimiento pacifista ha necesitado una y otra vez reconocerse en los valores que lo habíandinamizado y constituido, desde la no violencia a la no colaboración con la preparaciónde la guerra, lo que seguía dando sentido al rechazo antimilitarista de los ejércitos, losimpuestos militares, la industria armamentística, el comercio de armas y, por supuesto, elreclutamiento. No es otra cosa lo que ocurrió cuando, con el declinar de la movilizaciónpor la paz tras el fiasco del referéndum de la OTAN -además de que muchos activistasanti-OTAN y de otros movimientos sociales o de una izquierda radical cada vez más trans-formada encontraron en el movimiento de objeción e insumisión una suerte de movimientorefugio-, el movimiento pacifista continuó construyendo cultura política y siguió enla-zándose todavía más con el ecologismo político, la investigación para la paz, el enfoque

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38 1. Castañar Pérez, Breve historia de la noviolencia, Madrid, Ediciones Pentapé, 20 l O.39 Dice Ramón Carratalá (comprometido durante décadas con la no violencia y la objeción de conciencia)

que en los años setenta «no nos gustaba llamamos pacifistas), y que no recuerda que hubiera grupos, partidos,plataformas, coordinadoras o asociaciones que se autodenominaran de esa manera. Entrevista escrita remitidael 22-2-20 l O.

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feminista del militarismo y la guerra, la denuncia de los gastos militares y de la industriabélica, y el rechazo de todos aquellos proyectos y normativas que fomenten la militariza-ción, la violencia punitiva institucional y los mecanismos de exclusión y control social.

Los grupos y personas del movimiento pacifista de la Transición no fueron el prece-dente de nada. Estuvieron en el inicio de todo.

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conferenciante invitado por diversas instituciones como el Real Instituto Elcano de Es-tudios Estratégicos e Internacionales, el Instituto Cervantes de Bucarest o la BibliotecaValenciana. Entre su amplia producción destacan los libros La Unión Soviética: de laPerestroika a la desintegración; Historia de la Integración Europea; La Unión Europeay España; La URSS contra las Comunidades Europeas. La percepción soviética del Mer-cado Común (1957-1962); La batalla de Budapest. Historia de la insurrección húngarade 1956); Los Derechos Humanos, sesenta años después (1948-2008) YLa Europa bálti-ea. De repúblicas soviéticas a la integración en la Unión Europea (1994-2004).

Abdón Mateos López es catedrático de Historia Contemporánea en la UniversidadNacional de Educación a Distancia en Madrid, investigador principal de su Centro deInvestigaciones Históricas de la Democracia Española y director de la revista Historiadel Presente. Es presidente de la Asociación de Historiadores del Presente y, desde 2007,es codirector en la UNED de la Cátedra del Exilio. Ha realizado estancias en el Institu-to Internacional de Historia Social de Ámsterdam, Universidad de Oxford, UniversidadIberoamericana, Colegio de México y ha sido profesor visitante en la Universidad LibreInternacional de Estudios Sociales de Roma. Su principal línea de investigación es lahistoria del socialismo español, siendo también especialista en las relaciones hispano-mexicanas durante el siglo xx o la historia del antifranquismo. Sus últimos libros son:De la guerra civil al exilio. Los republicanos españoles y México; Historia y memoriademocrática, Historia de UGr Contra la dictadura franquista, La batalla de México.Final de la guerra civil y ayuda a los refugiados, 1939-45; e Historia del antifranquismo.Historia, interpretación y uso público. Recientemente, ha coordinado las obras IndalecioPrieto y la política española, La España de los cincuenta y Ay de los vencidos. El exilioy los países de acogida.

Carme Molinero Ruiz es catedrática de Historia Contemporánea en la UniversidadAutónoma de Barcelona. Ha sido directora del Centre d'Estudis sobre les Époques Fran-quista i Democrática (CEFID) y coordinadora del Grupo de Recerca sobre I'Epoca Fran-quista (GREF). Su investigación se ha centrado en la historia social y política españoladesde la instauración del régimen franquista y en la etapa de la Transición. Además de losartículos publicados en revistas especializadas, ha participado en más de ochenta obrascolectivas. Es autora de La captación de las masas. Política social y propaganda en elrégimen franquista (2005). Entre los últimos libros y en colaboración con Pere Ysás, hapublicado La anatomía del franquismo. De la supervivencia a la agonía (1945-1977)(2008), y Els anys del PSUc. El partit de l'antifranquisme (1956-1981) (2010). Asimis-mo, en colaboración también con José M: Marín ha publicado Historia política de Es-paña, 1939-2000 (2001). Entre los trabajos de edición se pueden destacar los libros Unainmensa prisión. Los campos de concentración y las prisiones durante la guerra civil y elfranquismo (2003 y 2006); Nou Estat, nova política, nou ordre social (2005) y La transi-ción, treinta años después (2006).

Pedro Oliver Olmo es doctor en Historia por la Universidad del País Vasco (con latesis La cárcel y el control del delito en Navarra entre el Antiguo Régimen y el Estadoliberal) y profesor de Historia Contemporánea en la Universidad de Castilla-La Mancha.En sus investigaciones ha abordado la Segunda Republica, la Guerra Civil y el franquis-mo; la historia social de las instituciones punitivas, sobre todo la prisión contemporánea

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y la pena de muerte; y el impacto de los nuevos movimientos sociales, fundamentalmenteel pacifismo, el antimilitarismo y el movimiento de objeción de conciencia e insumisión.Entre sus libros destacan: Cárcel y sociedad represora. La criminalización del desordenen Navarra (siglos XVI-XIX) (Bilbao, 2001); La utopía insumisa de Pepe Beunza. Unaobjeción subversiva durante el franquismo (Barcelona, 2002; y La pena de muerte enEspaña (Madrid, 2008). Asimismo, ha coordinado junto a Santiago Castillo Las figurasdel desorden: heterodoxos, proscritos y marginados (Madrid, 2006).

Manuel Ortiz Heras es profesor titular de Historia Contemporánea en la Facultadde Humanidades de Albacete de la Universidad de Castilla-La Mancha. Es autor de lasmonografías Las Hermandades de Labradores en el franquismo. Albacete 1943-1977(Albacete, 1992) y Violencia política en la 11República y el primer franquismo (Ma-drid, 1996). Asimismo, ha coordinado varias obras colectivas, entre las que pueden se-ñalarse La Guerra Civil en Castilla-La Mancha (Madrid, 2000); Memoria e historiadel franquismo (Cuenca, 2005); Movimientos sociales en la crisis de la dictadura y latransición: Castilla-La Mancha, 1969-1979 (Ciudad Real, 2008); Culturas políticas delnacionalismo español. Del franquismo a la transición (Madrid, 2009) y Claves interna-cionales en la Transición española (Madrid, 2010). También ha publicado diversos artí-culos, entre los que figuran «Movimientos sociales y sociabilidad en Castilla-La Manchadurante el segundo franquismo» (Madrid, 2006) y «La historiografía de la Transición»(Anabad Castilla-La Mancha, 2004). Es el coordinador del Seminario de Estudios deFranquismo y Transición (SEFT).

José Antonio Pérez Pérez es miembro del Instituto de Historia Social Valentín de Fo-ronda, doctor en Historia Contemporánea y profesor de las Aulas de la Experiencia de laUPV/EHU. Es especialista en el mundo laboral bajo el franquismo y ha publicado diver-sas investigaciones sobre el movimiento obrero y la oposición a la dictadura de Francoen el País Vasco. Durante los últimos años ha trabajado en diversas investigaciones confuentes orales. Entre sus obras más destacadas se encuentran: Los años del Acero (2001),Los espejos de la memoria (2004), Ramón Ormazábal: biografia de un comunista vasco(2005, junto con Norberto Ibáñez) y Del hogar a la huelga (2007), una obra colectiva encolaboración con otra serie de historiadores sobre el trabajo femenino y las protestas enel franquismo. Ha publicado diversos artículos en revistas especializadas y ha presentadoponencias y comunicaciones en numerosos congresos y jornadas. Actualmente formaparte del grupo de investigación del sistema universitario vasco dirigido por el catedráti-co de Historia Contemporánea de la UPV /EHU Luis Castells Arteche y coordina variosproyectos sobre la represión franquista.

Rafael Quirosa-Cheyrouze y Muñoz es profesor titular de Historia Contemporáneay responsable del Grupo de Investigación «Estudios del Tiempo Presente» de la Univer-sidad de Almería. Ha dedicado gran parte de su actividad investigadora a la etapa de lacrisis de los años treinta del siglo xx, sobre la que ha publicado monografías como Alme-ría, 1936-37. Sublevación militar y alteraciones en la retaguardia republicana (1996),Represión en la retaguardia republicana (1997) y Católicos, monárquicos y fascistas enAlmeria durante la Segunda República (1998). Además de dirigir varios proyectos de in-vestigación en el marco de la política de recuperación de la memoria histórica de la Juntade Andalucía, ha realizado una minuciosa biografía sobre Gabriel Morón. Por otra parte,