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Hace veinte años, tras perder en poco tiempo a casi toda su familia, el médico y psicólogo Hugo Dopaso empezó a acompañar terapéuticamente a pacientes terminales. Hoy, a sus 78 años, lanza conceptos interesantes

y polémicos sobre la forma en que entendemos ese último viaje.

“Ante la muerte volvemos a ser niños otra vez”

[ entrevista ]

Por Manuel RuizFoto Sergio Goya

Alegre, colorida, elegante y seduc-tora, así es la muerte para los mexicanos. O al menos, así es “La

Catrina”, el ícono popular de la muerte en ese país. El personaje creado por José Guadalupe Posada y popularizado por Diego Rivera, no pasa desapercibido ni en Méxi-co, ni en el consultorio de Hugo Dopaso en Buenos Aires.

su padre, a una tía, a un sobrino y finalmente a su hermano, al que acompañó durante seis meses lue-go de que le diagnosticaran un cán-cer linfático. Esta seguidilla lo de-vastó por completo y lo sumió en un pozo de dudas existenciales.

Buscando respuestas viajó a la India, donde vivió un año, y allí co-menzó a entender a la muerte como algo natural y la desvinculó de la tragedia y el drama. Dopaso regre-só de la India con otra mirada y de-cidió ponerse a trabajar de lleno en la problemática del final de la vida. En los primeros años conoció

Hugo Dopaso

>>>>

Pero la estrecha relación que tie-ne este médico y psicoterapeuta en-trerriano con el fin de la vida no pasa por una escultura de “La Ca-trina” apoyada en la repisa de su consultorio, sino por los más de veinte años que lleva acompañan-do pacientes terminales. En los ini-cios de su carrera jamás imaginó que acabaría dedicándose a esto, pero a comienzos de la década de 1980 su vida dio un giro inespera-do. Entre el 80 y el 86 la muerte es-tuvo más cerca que nunca de Dopa-so. En ese breve período de tiempo, “La Catrina” se llevó a su madre, a

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Horacio Sourrouille, ex fis-cal de Ushuaia, nunca se había sentado frente a un psicólogo en su vida. Pero, en sus últimos años, sus hi-jos lo convencieron para que empiece una terapia y así se transformó en el pa-ciente al que más tiempo atendió Dopaso.Los médicos le habían dado dos años de vida luego de que le diagnosticaran un cáncer terminal. Finalmen-te, Sourrouille vivió tres años y medio, lo que le dio tiempo de viajar con sus hi-jos, reencontrarse con su hermano y despedirse de todos sus seres queridos. El ex fiscal en Ushuaia fa-lleció en febrero pasado a los 77 años, luego de un año y ocho meses de trabajar sobre su muerte junto con Dopaso. Su hijo, Ignacio Sourrouille, cuenta: “Hugo nos permitió aprovechar el tiempo, fuimos a una casa en Santa Clara del Mar co-mo tres meses. No nos que-dó nada por decirle y dentro de toda la tristeza que im-plica la muerte de un padre, fue una manera de morir bastante positiva. Me hizo muy bien acompañar a mi padre hasta el final, pero nunca estás preparado pa-ra afrontar semejante do-lor”, concluye Ignacio.

DISFRUTAR, VIAJAR, AMAR...

las etapas por las que pasa un paciente terminal. Cuando el pa-ciente necesita asumir esa situa-ción es cuando entra en escena Do-paso y trabaja para que el éste se re-concilie tanto con su vida como con la cercanía del final.

¿Cómo es llegar e insertarse en un hogar donde un familiar o un ser que-rido se está muriendo?Suele ser como una obra de teatro con tres personajes principales: el paciente, la familia y el médico. Y la evolución del proceso está en rela-ción al vínculo que hay entre los tres personajes. Puede que el pa-ciente lo asuma y su familia no y lo presione para seguir luchando, o que la familia lo tenga asumido y él lo niegue. Pero luego está la clásica actitud del médico que es luchar con la mayor tecnología para darle una sobrevida de por lo menos un día más. Lo único que le interesa al médico es sostener la vida biológica del organismo. Como tiene los re-cursos lo va a hacer, y cuando se le agoten los recursos lo derivará a te-rapia intensiva. Muchos médicos creen que su tarea es prolongar la vida del cuerpo. Por lo tanto, en ese clima de caos donde lo único que se busca es mantener un cuerpo vivo, me ocupo de la persona.¿En qué piensa una persona que ya asumió su muerte?Al paciente terminal se le acabaron todos los roles, ya no puede trabajar ni hacer la mayoría de las cosas que le gustan. Por lo tanto se encuentra con su verdadera persona y entra en una revisión de su vida. Recuer-da cómo era de niño, las situacio-nes difíciles por las que atravesó y a veces el resultado del balance no es positivo porque tiene la sensación de que le hubiera gustado vivir otra vida. Muchas veces pasa que re-cuerda lo que no pudo hacer y se queda con una sensación amarga. Si eso ocurre, mi tarea es ayudarlo a que vea y revisite las cosas que sí pudo hacer, para darle equilibrio a ese balance. En ocasiones hay pa-cientes que hace muchos años que no ven a un familiar porque se pe-

>>>> Pero el sentimiento de “vida con-cluida” al que se refiere podría aparecer en otras edades más jó-venes y ¿cómo se determinaría quién está apto o no para tomar esa decisión? Es diferente. Una persona joven en la mitad de la vida que considera que su tarea ya está cumplida es un síntoma de depresión encubierta o que no está pudiendo solucionar problemas de su vida y necesita ayuda terapéutica. No es genuino el sentimiento del fin de la vida en personas jóvenes, a no ser que ten-ga una enfermedad terminal o un desorden psicológico. ¿Qué ha reflexionado sobre su pro-pia muerte?Tengo 78 años y todavía disfruto de hacer las cosas que me gustan. Pero estoy trabajando personalmente con mi propia muerte. Ya siento un

agotamiento que antes no sentía. Ya no tengo el entusiasmo que te-nía antes ni la energía vital de hace unos años. Mi vida se va cerrando y siento que está terminando bien, mi tarea en el mundo ya está cum-plida hace rato. ¿A qué situaciones no le gustaría ex-ponerse antes de morir? Tengo una enfermedad pulmonar por haber fumado mucho durante mi juventud y si me expongo al frío corro el riesgo de generar una neu-monía. Con ese diagnostico, el mé-dico me va a mandar a terapia inten-siva. O si me hacen un diagnostico de Alzheimer no me voy a exponer a perder la dignidad ni la libertad con una enfermedad que podés tener una sobrevida de 10 o 15 años en un estado de inconsciencia total. En ese momento me plantearé que hasta ahí llegué y me dispondré a morir en mi casa junto a mis amigos y mi familia, y que sea una celebración dejar este mundo. •

que, al contrario de México o la In-dia, en la Argentina “todos viven como si no se fueran a morir nunca. Esa negación implica una lucha in-consciente para rechazar esa idea y nadie puede estar abierto a la vida si tiene un enemigo que lo acecha. No queda otra que dejar de temerle, aceptarla y amigarse con ella”.

Cuando en mayo de este año el Senado aprobó la “ley de muerte digna” que implica evitar los trata-mientos invasivos en pacientes ter-minales y respetar la voluntad del paciente, Dopaso lo vivió como un triunfo luego de su militancia de tantos años y una forma de ponerle un freno al abuso de la terapia in-tensiva. Pero afirma que esa ley pu-do ser aprobada porque quedó completamente excluido el tema de la eutanasia. “El derecho de dispo-ner de nuestra propia muerte sigue

siendo un tema tabú. Cuando ten-gamos una sociedad civilizada, se-guramente habrá lugares para que personas vayan y sin muchas pre-guntas se las pueda acompañar y ayudar a morir”, opina. ¿Hace falta un debate serio sobre la eutanasia en Argentina?Es un tema crucial para debatir en nuestra sociedad, hoy estamos obligados a vivir y esto quiere decir que no podemos disponer el mo-mento de cuándo morir. Vivir tiene que ser un derecho y no una obliga-ción. Un enfermo terminal sabe que sus complicaciones van a ir creciendo, entonces, si desea po-nerle fin a su vida, no tiene ese de-recho. La persona está obligada por ley a seguir sosteniendo su situa-ción hasta el final. Otro caso por ejemplo es un anciano de 85-90 años, que está bien físicamente pe-ro siente que es suficiente, que su vida ya está concluida, está en paz y no tiene interés en seguir viviendo.

learon y entonces en ese momento se reencuentran. Cada día y cada momento se valoran con una inten-sidad inusual y todo tiene un ma-yor significado. Es un estado de mucha intensidad, que genera tam-bién momentos muy hermosos.¿Cómo influye en una enfermedad terminal el estado anímico?La mejoría antes de la muerte no es un mito, tiene que ver con un esta-do de aceptación profundo donde el paciente no se pelea con nada y cerró sus asuntos inconclusos. El bienestar emocional hace que pien-sen que van a tener más vida y eso a veces pasa. Un deceso previsto para dos o tres meses, puede duplicarse o triplicarse en el tiempo si la perso-na no está tensionada o asustada y logra un estado de plenitud. ¿Existe algun tipo de señal que an-ticipe que la muerte del paciente es inminente?Hay algo que es un clásico, cuando un paciente te cuenta que estuvo en un sueño con su madre o su pa-dre que murió hace muchos años es una señal de que se está muy cer-ca del final. Te cuentan que el sue-ño fue tan vivido que hasta se con-funden y no saben si lo vivió, si lo imaginó o si lo soñó. Es muy fre-cuente que entren en un estado de conciencia modificado donde se ponen en contacto con una reali-dad diferente.

El debate de la eutanasiaDopaso establece un vínculo con los pacientes full time, los visita en su casa y está disponible para hablar telefónicamente con ellos a cual-quier hora. Trabaja con solamente dos pacientes por vez, para tener el tiempo y la lucidez necesarios para atenderlos.

Y también coordina los grupos de “Terapia del último año”, una experiencia terapéutica en la cual una serie de personas que no pade-cen enfermedades terminales vi-ven un año como si fuera el último para así corregir lo que consideren necesario y estar en paz consigo mismas antes de que ese año ima-ginario termine. Dopaso afirma

“Mi vida se va cerrando, mi tarea en el mundo ya está cumplida hace rato. Siento que ya puedo retirarme en paz.”