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1 Título: ¿Quién paga el pato?: Vaticinio posmoderno de un ciborg contemporáneo Seudónimo: Valentino Categoría: Categoría 1 Texto Largo ¿Quién paga el pato?: Vaticinio posmoderno de un ciborg contemporáneo Naves espaciales, viajes en el tiempo, ciborgs y robots con sentimientos humanos, armas súper poderosas, alienígenas hostiles, inventos tecnológicos impensables, experimentos genéticos, catástrofes en las grandes ciudades y el Apocalipsis con a mayúscula son solo algunos de los temas más comunes en las películas ultra taquilleras de los últimos años. Desde grandes clásicos como Alíen, Blade Runner, Terminator, El Quinto Elemento, la trilogía de Matrix y El día de la Independencia, hasta producciones más recientes como Inteligencia Artificial, 2012, Oblivion, Prometeo (la precuela de Alien) o Her, el público se ha maravillado con un género tan viejo como el mismo cine que no deja de impactar al público y a la industria cinematográfica: La Ciencia Ficción. A pesar de que este género mantuvo un bajo perfil durante sus primeros años de vida, ha cobrado importancia apenas hace algunas décadas especialmente por el desarrollo de la tecnología en cuanto a efectos especiales. En contraste con las actuales producciones los primeros largometrajes de ciencia ficción mantenían una constante de mediocridad y deficiente ingenio que dejaba al género muy lejos de la escena cinematográfica mundial en la que cobraban valor el drama, el terror, el suspenso y el western americano. Ya acotaba José Luis Martínez Montalbán a finales del siglo pasado en uno de los artículos más arriesgados sobre el tema titulado Entre la ciencia y la ficción que “las películas del género se planteaban como productos de relleno para los Le Voyage dans la Lune (Viaje a la Luna) 1902. Una de las primeras películas de ciencia ficción de la historia.

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Título: ¿Quién paga el pato?: Vaticinio posmoderno de un ciborg contemporáneo

Seudónimo: Valentino

Categoría: Categoría 1 – Texto Largo

¿Quién paga el pato?: Vaticinio posmoderno de un ciborg contemporáneo

Naves espaciales, viajes en el tiempo, ciborgs y robots con sentimientos humanos, armas súper

poderosas, alienígenas hostiles, inventos tecnológicos impensables, experimentos genéticos,

catástrofes en las grandes ciudades y el Apocalipsis con a mayúscula son solo algunos de los

temas más comunes en las películas ultra taquilleras de los últimos años. Desde grandes clásicos

como Alíen, Blade Runner, Terminator, El Quinto Elemento, la trilogía de Matrix y El día de la

Independencia, hasta producciones más recientes como Inteligencia Artificial, 2012, Oblivion,

Prometeo (la precuela de Alien) o Her, el público se ha maravillado con un género tan viejo como

el mismo cine que no deja de impactar al público y a la industria cinematográfica: La Ciencia

Ficción. A pesar de que este género mantuvo un bajo perfil durante sus primeros años de vida, ha

cobrado importancia apenas hace algunas décadas especialmente por el desarrollo de la tecnología

en cuanto a efectos especiales.

En contraste con las actuales producciones los

primeros largometrajes de ciencia ficción

mantenían una constante de mediocridad y

deficiente ingenio que dejaba al género muy

lejos de la escena cinematográfica mundial en la

que cobraban valor el drama, el terror, el

suspenso y el western americano. Ya acotaba

José Luis Martínez Montalbán a finales del siglo

pasado en uno de los artículos más arriesgados

sobre el tema titulado Entre la ciencia y la

ficción que “las películas del género se

planteaban como productos de relleno para los

Le Voyage dans la Lune (Viaje a la Luna) 1902. Una

de las primeras películas de ciencia ficción de la

historia.

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programas dobles, lo cual hace que industrialmente se consideraran un subproducto, en donde

trabajan directores, actores, etc. de segunda fila. Eran obras en las que el planteamiento

económico de las mismas las obliga a utilizar miniaturas, decorados, maquetas o trucos que no

eran capaces de superar una crítica mínimamente exigente.”1

De aquel panorama a la actualidad las cosas han cambado sustancialmente, al punto que a lo largo

de las últimas décadas la ciencia ficción se ha consolidado como el género por excelencia de las

masas ávidas de emociones y entretenimiento, gracias al desarrollo tecnológico, al trabajo

creativo de los directores, a la reinterpretación de procesos históricos y a los diversos discursos

que se han generado en torno a las diferentes problemáticas mundiales. Las producciones que han

nacido en bajo este nuevo panorama se han convertido rápidamente en íconos, cuestionando la

sociedad contemporánea y poniendo a disposición del público de manera visionaria el devenir de

la humanidad, reinterpretando la realidad económica, las problemáticas sociales y toda suerte de

patologías y manías propias del hombre moderno.

A pesar de este creciente interés no todas las producciones de ciencia ficción son obras maestras,

pues muchas han caído en el vicio del vacío de contenido generado por la preeminencia otorgada

a los efectos especiales, lo que ha terminado en el detrimento de otros aspectos como la

construcción psicológica de los personajes, la creatividad de las situaciones o la profundidad de

las historias. Así las cosas las películas de ciencia ficción preferidas por el público se han

convertido en aquellas que desbordan en efectos especiales, animación computarizada, realismo y

recreación de las escenas de acción, desplazando sustancialmente el valor del argumento, lo que

se refleja por supuesto en el recaudo de las taquillas. Otra cosa pasa con el nivel de exigencia del

público que ha llegado a tal punto que nada parece sorprenderlo; con cada película se espera que

se represente la ficción como realidad, que se superen los errores anteriores y que se pueda ver a

través de la pantalla grande otros mundos, el espacio exterior e incluso al futuro con tanta claridad

como la vida real.

1 José Luis Martínez, “Entre la ciencia y la ficción: avatares de un género cinematográfico”, En: Arbor: Ciencia,

Pensamiento Y Cultura, Vol. 145 no. 569 (May. 1993) Pág. 45

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En este marco complejo y gastado por el uso que es

la ciencia ficción nos encontramos con una de esas

joyas perdidas y olvidadas por la memoria del cine

colombiano, un claro ejemplo de esos intentos de

hacer ciencia ficción con buen argumento y pocos

recursos: Bogotá 2016 (2001). Esta producción fue el

resultado de la convocatoria Bogotá en el Umbral

1999 realizada por la Alcaldía Mayor de Bogotá, el

Instituto Distrital de Cultura y Turismo (IDCT), la

Cinemateca Distrital y el Fondo Mixto de Producción

Cinematográfica Proimágenes en Movimiento. En

ella se explora el panorama de lo que los directores

creyeron en su momento sería la ciudad del 2016,

basándose en preceptos como la discriminación

social, la escasez de agua, la irrupción de la

tecnología, el desarrollo de los medios de

comunicación, la expansión del SIDA y los adelantos en el estudio de la genética humana.

La cinta está compuesta por tres historias cortas de no más de media hora de duración cada una

tituladas ¿Quién paga el pato?, La Venus virtual y Zapping, y puede decirse que juntas conforma

el primer intento de hacer cine de ciencia ficción en nuestro país. En sí mismo el hecho de no

hacer un largometraje sino reunir tres cortometrajes en Bogotá 2016 resulta interesante, pues un

formato de corta duración fue ideal para explorar un género completamente nuevo en Colombia,

no solo por el ahorro en recursos para el despliegue de efectos especiales sino también porque

permitió mostrar diferentes escenarios futuristas. Mediante esta estrategia con doble resultado, la

producción logró superar una de las más grandes dificultades y es que el “el género de la ciencia

ficción [ha entrado] por el callejón sin salida de la producción espectacular, su futuro se

ensombrece día a día. Los elevadísimos costes que se ponen en juego para la realización de una

película del género restringe la producción de las mismas a Hollywood, con las inevitables

Cartel publicitario de Bogotá 2016 (2001)

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consecuencias que eso tiene. La mecánica en la que el género está metida hace abortar posibles

proyectos en cinematografías periféricas, en donde la imaginación supla la falta de dinero.”2

Así las cosas en Bogotá 2016 las limitaciones en cuanto al despliegue de efectos especiales se

suplen con la enorme riqueza en cuanto a contenido y creatividad. El desarrollo de las historias es

claro y ordenado sin subestimar al espectador permitiéndole sacar sus propias conclusiones y

opiniones sobre las situaciones que ponen en escena. Y es precisamente el contenido uno de los

fuertes de la producción, pues en él se evidencia en todo momento la estrecha relación que existe

entre los realizadores con el contexto social de la capital colombiana a finales del siglo XX.

Pasa entonces lo que pasa con el cine de ciencia ficción de grandes ligas, donde la memoria

colectiva y “los acontecimientos históricos que vive el mundo, como el final de las Segunda

Guerra Mundial con el lanzamiento de la bomba atómica, la guerra fría, las experiencias nucleares

en la atmósfera”3 se cuelan en la pantalla y se convierten en elementos imprescindibles para los

creadores al momento de plasmar su particular visión del futuro de la ciudad. Sin embargo lo que

vale la pena rescatar en Bogotá 2016 es que estas visiones del futuro no narran la historia de

grandes héroes, de batallas épicas, ni de seres fantásticos sacados de cuentos de hadas; por el

contrario es la historia de la realidad más inmediata que se vive en la ciudad a finales del siglo

XX: la escasez del agua, el temor al SIDA, a la manipulación genética y la pérdida de los límites.

Bajo esta premisa se concibió ¿Quién paga el pato?, la primera de las historias sobre la ciudad en

el año 2016 en la que se materializan las inquietudes, angustias y anhelos de la sociedad bogotana

de finales del siglo XX. Esta narración pone en escena no solo una visión futurista de la ciudad

que se acerca inquietantemente a la realidad actual, sino también toda una forma posmoderna de

concebir y hacer cine, además de ser el primer intento exitoso de ciencia ficción en el país. A

continuación y partiendo de estos tres postulados se estudiará en detenimiento este primer corto

de Bogotá 2016, haciendo el esfuerzo de retroceder en el tiempo e imaginarse en la realidad

tecnológica y cultural de Bogotá en 1999, con el fin de acercarse un poco a la visión del director

sobre la ciudad y sus problemas.

2 José Luis Martínez, “Entre la ciencia y la ficción..., Pág. 53

3 José Luis Martínez, “Entre la ciencia y la ficción..., Pág. 43

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Título: ¿Quién paga el pato?

Dirección: Pablo Mora Calderón

Producción: Federico Durán Amorocho

Reparto: Cristina Umaña (Frica), John Alex Toro (El Pato y Juan Pérez)

Sinopsis:

Frica es una reportera bogotana del año 2016

cuya mayor pretensión es hacer televisión real

transmitiendo en vivo, para lo cual cuenta con

dos implantes tecnológicos: un lente de contacto

que cumple la función de cámara de video y un

brazalete instalado en su brazo a manera de

prótesis que le permite transmitir en directo. Su

gran trabajo es la entrevista que pretende hacer a

Juan Pérez, un personaje simple que vive en el

barrio Antanas (Antiguo Teusaquillo) en compañía de su madre. La historia se desarrolla

normalmente hasta que El Pato secuestra a Juan Pérez y suplanta su identidad, pues ambos son

idénticos físicamente, mientras la policía captura a Pérez convencidos que es El Pato.

Frica nota el cambio de actitud de Pérez y gracias a Nono su amiga virtual descubre el engaño de

El Pato. Simultáneamente Juan Pérez es interrogado por la policía y declara que El Pato lo ha

suplantado y que su identidad ha

sido modificada en el sistema pues

sus huellas dactilares aparecen

asociadas a las del último gamín de

la ciudad. Frica convencida de la

suplantación visita la casa de Juan

con el empeño de desenmascarar el

fraude, momento cuando la historia

llega a su punto máximo, pues es

capturada por El Pato y presencia el

asesinato de la madre de Juan transmitiendo en directo el crimen. En la estación de policía las

Frica. Bogotá 2016 Min. 4:18

Juan Pérez (Izq.) Min. 6:05 El Pato (Der.) Min. 3:17

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imágenes son proyectadas en el televisor y se destapa el engaño; Frica se salva en el último

momento, El Pato es capturado y Juan Pérez es puesto en libertad.

Luego de esto Frica vuelve a su vida cotidiana pero su visión ha cambiado, está asqueada de la

realidad y en medio de su reflexión llega Juan Pérez a su puerta para realizar la nombrada

entrevista. Cuando comienzan a transmitir en vivo se descubre que todo había sido una elaborada

estrategia de Juan Pérez para asesinar a su madre: él había contratado a El Pato para que lo

secuestrara, había cambiado su identidad y Frica era la cuartada perfecta para llevar a cabo su

macabro plan. Finalmente Juan Pérez asesina a Frica mientras ella trasmite en directo su propia

muerte.

En ¿Quién paga el Pato? el director Pablo Mora Calderón mediante una narración cargada de una

alta dosis de suspenso, drama y algo de terror, cuenta una historia sobre hechos comunes de la

sociedad capitalina del año 2016. Con una trama envolvente que gira en torno a una reportera que

haría cualquier cosa por mostrar la realidad en directo, se entretejen varios elementos de la visión

de un futuro no muy distante a la realidad de finales de la década de 1990. En esta supuesta

sociedad futura, además de complejas problemáticas sociales como la escases de agua o la perdida

de los valores nacionales, el espectador se encuentra frente a una ciudad en la que la realidad ha

sido desplazada por la virtualidad, en la que la tecnología irrumpe de plano en la vida diaria y en

la que el ciudadano vive fragmentado.

Lo que más llama la atención en el

escenario futurista elaborado por el

creador es la irrupción de la tecnología

vista como algo cotidiano, con un papel

protagónico que va a determinar el

desarrollo de la historia. Como ya lo ha

propuesto Hal Foster en El Retorno a lo

Real, lo que se da un es cambio

determinante entre “la era de la

revolución cibernética en los sesenta y la

era de la tecno-ciencia o la tecno-cultura en los noventa (cuando la investigación y el desarrollo, o

la cultura y la tecnología no pueden separase)... Las nuevas tecnologías virtuales son quirúrgicas:

Intercambio de identidades entre El Pato y Juan Pérez, Min. 11:20.

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revelan el mundo en nuestras representaciones, conmueven al observador con nuevas

percepciones.”4 Así las cosas Frica es el personaje, pero la Tecnología es la verdadera

protagonista del corto y alrededor de quien gira el desarrollo de la narración. Elementos como los

monitores en los que se proyecta la imagen de Nono la amiga virtual, el identificador de huellas

digitales usado por el policía en el interrogatorio a Juan Pérez o el pequeño comunicador

mediante el cual la reportera habla con su “virtualita” frente a la casa del barrio Antanas (antiguo

Teusaquillo), hacen pensar que la tecnocultura llegue a tal nivel en el futuro que es imposible

desprenderse de ella: está en los parqueaderos de bicicletas, al interior del hogar, en el bici–taxi,

en la vida diaria.5

Existe pues una relación explícita entre el hombre y la máquina modificada sustancialmente por la

irrupción tecnológica, en palabras de Eduardo Pérez Soler

“El hombre ya no es considerado tanto el objeto de un proceso de desarrollo

esencialmente biológico como un organismo sometido a la lógica evolutiva en la que

también intervienen los instrumentos tecnológicos artificiales... Las máquinas han

servido para optimizar las funciones corporales humanas: los ordenadores nos

permiten realizar operaciones lógicas a gran velocidad, las redes electrónicas de

comunicación nos permiten comunicarnos a distancia, los medios audiovisuales de

reproducción de la realidad amplían nuestra capacidad de percepción... Ya no

pensamos en el hombre futuro como un gran cerebro indiferente al mundo sensorial;

ahora no lo imaginamos como un ser conectado a sofisticados aparatos técnicos por

medio de múltiples interfaces que, gracias a la nanotecnología, pueden llegar a

operar a una escala minúscula. Es este un ser en el que se experimenta una disolución

gradual de las barreras que separan lo humano de lo maquinal, lo natural de lo

4 Hal Foster, El Retorno de lo Real. La vanguardia de finales de siglo, Akal, Madrid, 2001, pp. 222-223

5 En este punto como lectores del futuro (2014) debemos hacer una pausa y meditar lo siguiente: estamos hablando de

la visión del mundo de un director de finales de 1990, colombiano y bogotano; de hace quince años cuando los

computadores apenas si hacían una tercera parte de lo que hacen actualmente, cuando los monitores no eran tan

delgados como lo son ahora, ni los teléfonos eran tan pequeños, ni el internet tan rápido; cuando las pantallas táctiles

existían solo en las mentes de los soñadores, el reconocimiento biométrico apenas se desarrollaba, la trasmisión de

video en streaming ni siquiera se concebía y plataformas como Youtube, Facebook o WhatsApp existían si acaso

precisamente en el cine de ciencia ficción. En este momento como lectores del futuro debemos pararnos en 1999 y

pensarnos en un mundo sin tecnología. De cierta forma con Bogotá 2016 estamos leyendo la manera en que nos

pensaban los visionarios de finales del siglo XX.

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artificial. Este hombre mutante, que comienza a ocupar un lugar importante en el

imaginario contemporáneo, recibe el nombre de ciborg.6

Con esta óptica Frica es un ciborg de la Bogotá del año 2016, conectada por medio de

dispositivos desarrollados gracias a la nanotecnología como el lente de contacto y la manilla con

los cuales puede trasmitir desde cualquier parte. Lleva incorporado a su cuerpo la cámara y el

trasmisor que le permite comunicar lo que pasa en la ciudad, que registran la realidad e incluso le

permiten sentir placer simplemente conectándose por medio de un cable al monitor en el que se

proyecta la imagen de su amiga virtual. Otra perspectiva que resulta apenas perceptible en nuestra

sociedad actual pero que manifiesta la visión futurista de los creadores colombianos de finales de

siglo XX es la conexión-desconexión que viven los ciudadanos en un mundo invadido por la

virtualidad. Foster lo deja en claro y plantea que “este

cableado [Internet, fotografía, televisión, cine] lo que

nos conecta y nos desconecta simultáneamente, nos

hace a la vez psicotecnológicamente inmediatos a los

acontecimientos y geopolíticamente remotos de

ellos.”7 En la actualidad estos elementos se han

convertido en pan de cada día, pero viendo un poco

hacia atrás resulta sorprendente que uno de los

precursores del cine de ciencia ficción colombiano

haya pensado en una ciudad virtual, conectada y

desconectada usando los términos de Hal Foster, muy

similar a la que de hecho se vive hoy en día.

Tanto la amiga virtual de Frica como el lente–cámara

son apenas dos ejemplos en los que se puede identificar cómo los habitantes de la ciudad están

físicamente lejos de lo que ven en las pantallas de sus televisores, pero a la vez están conectados

con la realidad que se vive en las calles de la ciudad del futuro. Sin duda la mirada de Pablo Mora

Calderón sobre el devenir de Bogotá está fuertemente mediada por la influencia de la cultura

tecno de finales de los noventa y muestra una intrincada red de relaciones entre la máquina y el

6 Eduardo Pérez Soler, “El arte frente a las nuevas tecnologías: Metáforas del Ciborg” En: Lápiz. Revista

Internacional de Arte, Vol. 17, no. 147 (Nov. 1998) Pág. 39 7 Hal Foster, El Retorno de lo Real... Pág. 226

Frica transmitiendo con el lente-cámara. Min.

22:22

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hombre, a quien no solo lo transforma sino que también lo somete. Así pues la aparente libertad

ofrecida por la tecnología se convierte en cárcel y subordinación mediante la dependencia de las

prótesis, de las cámaras, de la comunicación, de los monitores, de los sistemas de seguridad, de

los cables con los que se conecta.

Ligado a la virtualidad y la irrupción de la tecnología está la simultaneidad de tiempos en el

manejo de la narración, el tiempo en parallax bautizado por Foster y definido bajo la premisa que

“la modernidad y la Posmodernidad están constituidas de un modo análogo, en la acción diferida,

como un proceso continuo de futuros anticipados y pasados reconstruidos. Cada época sueña la

siguiente, pero al hacerlo revisa la anterior. No hay ningún simple ahora; cada presente es

asíncrono, una mezcla de tiempos diferentes; así que no hay transición entre lo moderno y lo

posmoderno.”8 Con el tiempo en parallax Mora Calderón muestra como en el futuro no hay una

ruptura con el pasado ni una transición entre periodos sino todo lo contrario, tanto el pasado y el

presente, que viene siendo el futuro del director (y que vendría siendo nuestro presente actual), se

mezclan, interactúan y crean híbridos atemporales: al lado de apartamentos tecnológicos persisten

antiguas casas como las del barrio Antanas (Antiguo Teusaquillo), conservadas desde la mitad del

siglo XX, junto a personajes anacrónicos como Juan Pérez conviven amigos virtuales y ciborg-

reporteros:

“- Ese es Nono, ¿viste? tan anacrónico. ¿Qué tal ha? Ese es el gaycito del que te hablé, se llama

Juan Pérez... ¡ha! Es que es demasiado simple ¿o

no? Y esa pinta del siglo pasado, ¡ha! Me encanta.

En este país nadie quiere conservar la tradición,

viven frenéticos con el futuro; bueno no los culpo

después de todo lo que hemos tenido que soportar”9

Otra de las características que hace tan especial el

primer corto es la inclusión de elementos propios del

género del terror. Martínez Montalbán se ha referido

al tema en varias ocasiones y ha señalado que en las

últimas décadas, desde películas como Alíen, el

8 Hal Foster, El Retorno de lo Real... Pág. 211

9 Conversación entre Frica y Nono, ¿Quién paga el Pato?, Bogotá 2016, distribuido por Centauro producciones,

Bogotá, 1999.Min. 7:21.

Frica secuestrada y torturada por El Pato. Min, 22:00

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octavo pasajero, se ha dado una “dosificada e inteligente fusión de géneros, el de la ciencia

ficción y el de terror, los cuales se interrelacionaban y enriquecían, dando lugar a una excelente

película.”10

En ¿Quién paga el pato? si bien la historia parte de la ciencia ficción es posible

identificar componentes tomados del género del terror que entran en juego: un psicópata que

asedia al personaje principal, un escenario lúgubre, oscuro y desconocido para la víctima,

elementos misteriosos como las sombras, el gato o las escaleras y en general factores que

interrelacionados exacerban la tensión del espectador.

Esta tensión, este juego psicológico que hace contrapunto a un reducido despliegue de efectos

especiales, hace pensar inmediatamente en el espacio mental expandido de Douglas Crimp

propuesto en su artículo Pictures (Imágenes). En éste el autor se remite a la característica de las

obras posmodernas de tener una “temporalidad de origen psicológica: la corazonada, la

premonición, la sospecha, la ansiedad”. Así mismo “la resonancia psicológica de estas obras no

corresponde con el tema de sus imágenes, sino con la forma en que esas imágenes se presentan, se

escenifican; es decir, es una función de su estructura.”11

En el corto este espacio mental es

evidente, pues el director juega constantemente con la ansiedad y tensión de la audiencia. En

escenas como la entrada de Frica en la casa de Juan Pérez, con un ambiente lúgubre que

transmite el temor y

vulnerabilidad de la reportera

frente al sujeto fragmentado y

esquizoide, se abre la puerta del

espacio mental del espectador

quien siente en carne propia la

angustia, la corazonada y la

sospecha.

Son precisamente este tipo de

personajes fragmentados de los

que se vale el director para

generar los sentimientos

10

José Luis Martínez, “Entre la ciencia y la ficción..., Pág. 50 11

Brian Wallis ed., Arte después de la Modernidad. Nuevos Planteamientos en torno a la Representación, Akal,

Madrid, 2001, Pág. 180

Juan Pérez antes de asesinar a Frica el prototipo de personaje fragmentado

Min, 27:30

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inquietantes, ominosos y lúgubres que desea transmitir al espectador; esos personajes que se han

hecho amigos del público y que luego transmutan su identidad para volverse en contra de los

protagonistas. Esta característica no del todo fácil de interpretar ha sido ha denominado por

Sigmund Freud con el término de Umheimlich, que literalmente traduce inesperado, extraño o

asombroso y hace referencia a “todo aquello que debía permanecer secreto, oculto... pero se ha

puesto de manifiesto. Este concepto tiene sin embargo una significación ambigua, pues heimlich

remite a dos campos semánticos que si bien no son exactamente antagónicos guardan una buena

distancia: por un lado, lo familiar, confortable, y por otro, lo oculto, encubierto, extraño.”12

Dicho

en otras palabras Umheimlich es lo familiar, aquello que se consideraba cercano pero que guarda

un secreto y que en el momento menos esperado se transforma, muestra su cara oculta que se

convierte en algo desconocido y aberrado.

En ¿Quién paga el pato? dentro del juego mental que se mantiene con el observador existen

elementos que despiertan este tipo de sentimientos de incomodidad y angustia. Un claro ejemplo

de ello es la escena en que Juan Pérez asesina a Frica. El personaje interpretado por John Alex

Toro se presenta durante el recorrido del corto como alguien familiar al espectador, es la víctima

de las circunstancias pues ha caído en la trampa tendida por El Pato (el último gamín de Bogotá)

además es quien sufre la perdida de su madre y ve su muerte por televisión. No obstante, cuando

se revela la verdadera esencia del filme, el personaje se convierte en algo ajeno al espectador, en

algo extraño y perturbador, mucho más cuando se intuye cual será el desenlace fatal de Frica

quien ya cuenta con cierta cercanía al público. Así las cosas lo Umheimlich dentro de la narrativa

del corto no es el personaje de Juan Pérez como tal, sino su conducta psicópata y su

comportamiento que en principio resulta amigable pero luego se convierte el algo siniestro cuando

manifiesta su verdadera cara oculta.

Para acotar el análisis que se ha hecho sobre el primer corto de ciencia ficción colombiano, resta

dar una mirada a la imagen futurista que se presenta de la Bogotá del año 2016. La estética logra

combinar lo tradicional con lo moderno y atemporal de manera que se evidencia la pluralidad de

las manifestaciones sociales en la ciudad del futuro. Igual ocurre con los espacios, pues así como

se encuentran ambientes amplios y minimalistas como el apartamento de Frica que remiten a esa

imagen posmoderna de un futuro luminoso e impecable, también hay espacios lúgubres y oscuros

12

Sigmund Freud, “Lo Siniestro”, En: Julia Kristeva, Compiladora, La Hora de los Monstruos: Imágenes de lo

prohibido en el arte actual, Revista de Occidente, No 21(febrero 1998) pp. 101–102

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como la casa de Juan Pérez, que de cierta forma son alegorías a la modernidad que ya hace parte

del siglo pasado.

Algo similar ocurre con los

espacios de la ciudad

ejemplificados a través de las

referencias al barrio “Antanas” o

Antiguo Teusaquillo y la

inconfundible imagen del domo de

Maloka Centro Interactivo, que

hacen que el espectador se sienta en

la ciudad, pero en una ciudad del

futuro, transformada por diversas

problemáticas y procesos

históricos, todo ello sin necesidad de recurrir a efectos especiales elaborados. Con ello el director

muestra esa parte de Bogotá que permanece y esa otra que evoluciona con las nuevas tecnologías,

muestra que la ciudad del futuro no está muy lejos su realidad del 1999, pues la ciudad no crece

de un día para otro sino que evoluciona gradualmente.

Conclusiones

Como primer intento de hacer cine de ciencia ficción en Colombia, Bogotá 2016 es sin duda una

experiencia positiva, pues pone en escena historias creativas y transgresoras que invitan al

espectador a reflexionar sobre un futuro lleno de problemas. Y es que el género de la ciencia

ficción es uno de los más interesantes en la historia del cine, pues ha permitido a lo largo de

décadas mostrar los anhelos, sueños e inquietudes de los realizadores sobre el devenir de la

humanidad. En este caso en particular muestra no solo la imagen del futuro sino también las

huellas del pasado, pues las historias de Bogotá 2016, y en particular ¿Quién paga el pato?, no

son más que el reflejo de una Bogotá de finales de siglo abatida por la enfermedad, la invasión de

los medios y la incertidumbre.

Como ejemplo de cine posmoderno la producción no se queda corta, todo lo contrario, resulta una

muestra perfecta que ejemplifica la forma en que el hombre se convierte en un ser fragmentado

Imagen de Bogotá en el 2016. Min. 5:30

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desconectado de su realidad, en esclavo de la tecnología, en un ciborg que huye de su pasado pero

crea su futuro con base en aquello que supuestamente ha dejado atrás. Los personajes, y

específicamente Frica, persiguen reconectarse con esa realidad que se ha perdido, por medio de

una televisión que transmite en vivo o por medio de implantes y prótesis, pero al final ambos solo

logran reconectarse brevemente para luego volver a su estado de desconexión habitual. La

realidad es entonces un espacio que se vuelve más intangible y esquivo, por la tecnología y la

virtualidad sí, pero también por la dependencia misma del hombre hacia la máquina.

Claramente esta problemática inquietaba a los creadores colombianos del final del siglo XX

voceros de toda una sociedad, pues la irrupción de la tecnología y la dependencia de la prótesis

han convertido a los hombres y mujeres en ciborgs que con el paso del tiempo se alienarán a tal

punto que se diluirán los límites entre realidad y la virtualidad. Estas inquietudes nos ponen frente

a directores actuando como etnógrafos de la sociedad en la que vivieron, quienes mediante la

representación de una sociedad futurista criticaron las problemáticas sociales que experimentaron.

Es una voz de protesta que habla por el otro, pero no un otro salvaje o externo, sino un otro

urbano víctima de una ciudad inequitativa e injusta.

Finalmente como visión de futuro de Bogotá en el 2016 la producción deja una sensación

inquietante, pues si nos salimos de nuestro presente y nos situamos en 1999, sin computadores

ultra-inteligentes, cámaras de video portátiles, transmisiones de video en directo y con una red de

internet ultra-lenta, parece increíble que los creadores tuvieran una visión tan acertada de lo que

sería el futuro. Pocos aspectos se les han escapado y en otros se han adelantado, incluso

vaticinando investigaciones en las que apenas se está incursionado. Esto nos deja un doble

mensaje, primero que la mente de los creadores es precisamente una máquina del tiempo que nos

lleva a escenarios remotos que inspiran a los investigadores y jalonan la ciencia; segundo que es

posible hacer ciencia ficción con bajo presupuesto, buenas ideas, buenos argumentos, personajes

complejos y sin subestimar al espectador.

Por último resta decir que gracias al apoyo recibido por la Alcaldía Mayor de Bogotá, el IDCT y

Proimágenes en Movimiento, propuestas como Bogotá 2016 han visto la luz, convirtiéndose no

solo en importantes expresiones artísticas, sino también en documentos invaluables para la

historia. No está de más decir que en Colombia el cine es una industria que ha tenido poco

desarrollo y apoyo, sin embargo ésta marcada carencia se ha visto compensada en gran parte por

Page 14: ¿Quién paga el pato?: Vaticinio posmoderno de un ciborg … · 2014-06-15 · 2 programas dobles, lo cual hace que industrialmente se consideraran un subproducto, en donde trabajan

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la producción de cortometrajes, campo que no se ha explorado todavía desde disciplinas como la

historia o la historia del arte. Así pues queda abierto el camino para nuevos estudios y por qué no

para hacer una historia del cortometraje colombiano. Día a día productores independientes, grupos

de trabajo y estudiantes universitarios hacen cientos de propuestas que no han sido reconocidos e

incluso que no han visto la luz, pero que al igual que Bogotá 2016 tienen una valiosa historia que

contar. Sobre estos trabajos es preciso volcar la mirada, como historiadores, como críticos, como

observadores.

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