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Quevedo y las antigüedades griegas: los Deipnosophistae en su obra Lía Schwartz Entre los 238 manuscritos que el siciliano Aurispa adquirió en la ciudad de Constantinopla y llevó a Venecia en 1422-3, se encontraba una versión incompleta de un texto adscripto al género de las misceláneas relacionadas generalmente con la sátira menipea: los Deipnosophistae, o «La cena de los sofistas» de Ateneo de Naucratis, originario de Egipto 1 . Ateneo vivió en Roma hacia fines del siglo II y comienzos del III de nuestra era. Puede colegirse este dato de la mención que hace el autor mismo del emperador Cómodo (161-193) como contemporáneo suyo en el libro XII de su obra. Carecemos, en cambio, de otras precisiones sobre la vida de Ateneo o sobre la fecha de composición de su obra, que se supone fue concluida hacia el 228, a. D 2 . La princeps de esta obra apareció en Venecia en 1514 en las prensas de Aldus, editada por Marcos Masurus. Éste es el texto que tradujo al latín Natale de Conti (Natalis de Comitibus) en 1514 y, reimpresa muchas veces, volvió a publicarse en Venecia en 1556 3 . De 1597 data la importante edición de Isaac Casaubon, acompañada, a partir de 1600, de unas «Animadversiones», que atestiguan el interés que los Deipnosophistae tenían para un estudioso de las antigüedades griegas. En el mismo volumen iba incluida, además, la traducción de Dalechamps, es decir, de Iacobus Dalechampis Cadomensis y los imprescindibles índices, que facilitarían la consulta de un documento fundamental para la comprensión de cuestiones lexicográficas e históricas 4 . Cfr. E. Kirk, Menippean Satire: An Annotated Catalogue o/Texts and Criticism, New York, Garland, 1980, «Introduction», X y ss., quien recuerda el viaje de Aurispa y los mss. que adquirió en Bizancio para los ricos patrones italianos que los solicitaban, entre ellos, los de Luciano y Ateneo; sobre el desarrollo de los estudios de griego en Italia y el proceso de recuperación de manuscritos griegos, cfr. K. Krumbacher, Geschichte der byzantinischen Literatur, München, 1891, L. Bréhier, La civilization byzantine, París, 1950 y los numerosos trabajos bibliográficos de Paul Oskar Kristeller, en particular, su monumental Iter italicum, Leiden, 1967. Cfr. Ahenaeus, The Deipnosophists, London-New York, W. Heinemann-Putnam, 1927, en siete tomos; prólogo y traducción al inglés de Charles Burton Gulick. Me referiré más adelante a las ediciones antiguas que circulaban en los siglos XVI y XVII y que debió conocer Quevedo. He consultado un ejemplar de la edición monolingüe griega en Baker Library (Dartmouth College): ATHENAIOY AEUTNOSOOIETAI...,/[colofón] VENETIIS APUD ALDUM, ET ANDREAM SOCERVM, /MENSE AUGUSTO, M. D. Xim. Se encuentra en la Biblioteca Nacional de Madrid: cfr. ATHENAIOY/AEimO£O<l>IZTON/BIBAIA nENTE/KAIAEKA/ATHENAEI/DEIPNOSOPHISTA/RVM Libri XVI./ISAACVS CASAVBONIS recensuit, et ex antiquis/membranis supplevit auxitque./Adiecti sunt eiusdem CASAVBONI in eundem scriptorem Animadversionum libri XV./Addita est et IACOBI DALECHAMPIS/ AISO. Actas V (1999). Lía SCHWARTZ. Quevedo y las antigüedades griegas: los «Dei...

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Quevedo y las antigüedades griegas:los Deipnosophistae en su obra

Lía Schwartz

Entre los 238 manuscritos que el siciliano Aurispa adquirió en la ciudad deConstantinopla y llevó a Venecia en 1422-3, se encontraba una versión incompleta deun texto adscripto al género de las misceláneas relacionadas generalmente con la sátiramenipea: los Deipnosophistae, o «La cena de los sofistas» de Ateneo de Naucratis,originario de Egipto1. Ateneo vivió en Roma hacia fines del siglo II y comienzos delIII de nuestra era. Puede colegirse este dato de la mención que hace el autor mismo delemperador Cómodo (161-193) como contemporáneo suyo en el libro XII de su obra.Carecemos, en cambio, de otras precisiones sobre la vida de Ateneo o sobre la fechade composición de su obra, que se supone fue concluida hacia el 228, a. D2.

La princeps de esta obra apareció en Venecia en 1514 en las prensas de Aldus,editada por Marcos Masurus. Éste es el texto que tradujo al latín Natale de Conti(Natalis de Comitibus) en 1514 y, reimpresa muchas veces, volvió a publicarse enVenecia en 15563. De 1597 data la importante edición de Isaac Casaubon, acompañada,a partir de 1600, de unas «Animadversiones», que atestiguan el interés que losDeipnosophistae tenían para un estudioso de las antigüedades griegas. En el mismovolumen iba incluida, además, la traducción de Dalechamps, es decir, de IacobusDalechampis Cadomensis y los imprescindibles índices, que facilitarían la consulta deun documento fundamental para la comprensión de cuestiones lexicográficas ehistóricas4.

Cfr. E. Kirk, Menippean Satire: An Annotated Catalogue o/Texts and Criticism, New York, Garland,1980, «Introduction», X y ss., quien recuerda el viaje de Aurispa y los mss. que adquirió en Bizanciopara los ricos patrones italianos que los solicitaban, entre ellos, los de Luciano y Ateneo; sobre eldesarrollo de los estudios de griego en Italia y el proceso de recuperación de manuscritos griegos, cfr.K. Krumbacher, Geschichte der byzantinischen Literatur, München, 1891, L. Bréhier, La civilizationbyzantine, París, 1950 y los numerosos trabajos bibliográficos de Paul Oskar Kristeller, en particular,su monumental Iter italicum, Leiden, 1967.Cfr. Ahenaeus, The Deipnosophists, London-New York, W. Heinemann-Putnam, 1927, en sietetomos; prólogo y traducción al inglés de Charles Burton Gulick. Me referiré más adelante a lasediciones antiguas que circulaban en los siglos XVI y XVII y que debió conocer Quevedo.He consultado un ejemplar de la edición monolingüe griega en Baker Library (Dartmouth College):ATHENAIOY AEUTNOSOOIETAI...,/[colofón] VENETIIS APUD ALDUM, ET ANDREAMSOCERVM, /MENSE AUGUSTO, M. D. Xim.Se encuentra en la Biblioteca Nacional de Madrid: cfr. ATHENAIOY/AEimO£O<l>IZTON/BIBAIAnENTE/KAIAEKA/ATHENAEI/DEIPNOSOPHISTA/RVM Libri XVI./ISAACVS CASAVBONISrecensuit, et ex antiquis/membranis supplevit auxitque./Adiecti sunt eiusdem CASAVBONI ineundem scriptorem Animadversionum libri XV./Addita est et IACOBI DALECHAMPIS/

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Aunque desconocido en la Edad Media latina, como las sátiras menipeas y otrasobras de Luciano, también recuperadas por Aurispa, el texto de los Deipnosophistae,que debía haber sido originariamente más extenso que los quince libros que ahora locomponen, fue ampliamente utilizado por los estudiosos bizantinos de la cultura griegaclásica, Suidas, por ejemplo. En efecto, en esta miscelánea, construida como un diálogo,además de la figura del autor, aparecen representados veinticuatro personajes de las másvariadas profesiones: gramáticos, músicos, filósofos, médicos, lexicógrafos y juristasromanos y sus nombres remiten a personas reales o ficticias. Ateneo reunió en susDeipnosophistae una serie de preciosos datos sobre la cultura culinaria de la Greciaantigua, sobre los vinos que se bebían y sobre la estructura del avyiKÓciov, la comida,xa Ssínva, la bebida, TÓ TCOTÓV, los interludios musicales de canto y baile que seofrecían hasta que, en un segundo momento, se daba lugar a que los comensalespronunciaran discursos e intercambiaran ideas sobre cuestiones filosóficas, literariasy culturales diversas. Platón estilizó el ritual del banquete clásico en su conocidodiálogo; Jenofonte nos legó el relato de un banquete celebrado durante la granPanatenea del 421, a. C ; Plutarco incluyó entre sus ensayos morales, Moralia, sus tanleídas Symposiaca (Quaestiones convivíales) en nueve libros; Luciano, su diálogo ElConvite o los Lapitas, que imita una obra del mismo nombre escrita por el cínicoMenipo. La menipea de Ateneo se inscribe, pues, en esta tradición temática pero suobra, de vocación enciclopédica, resume singularmente todo un universo de referenciashistóricas y artísticas sobre la vida en la Atenas del período clásico, en el mundohelenístico y en la época romana que proporcionó, tanto a los humanistas bizantinoscomo a los renacentistas, inestimable información sobre las costumbres, dichos yhechos de los griegos y los escritores greco-parlantes de la Antigüedad.

Los Deipnosophistae fueron leídos y consultados extensamente a lo largo de lossiglos XVI y XVII. Fernando Plata ha revisado una serie de ejemplares que seconservan en bibliotecas españolas, que llevan la firma de sus lectores: Ambrosio deMorales, Alonso Coloma, Bernardo José de Aldrete, Francisco de Moneada, Franciscode Calatayud. Sin embargo, muchos más deben de haber utilizado la obra de Ateneo,de Fernando de Herrera a Francisco de Quevedo. Los ejemplares que pertenecían abibliotecas de conventos y órdenes religiosas mencionados por F. Plata confirman queera un libro de referencia conocido en España5. En su Anacreón castellano, Quevedo

CADOMENSIS, Latina interpreta-/tio, cum notis marginalibus./cum necessariis indicibius./ApudHieronymum Commelinum./Anno M.D. XCVTII. Sobre las vicisitudes de la edición y el interés deCasaubon por publicar la obra de Ateneo, cfr. Charles Nisard, Le triumvirat littéraire au XVe siécle.Juste Lipse, Joseph Scaliger et Isaac Casaubon, París, Amyot, 1872, 361-379.Fernando Plata Parga enumera las ediciones que encontró, algunas expurgadas porque el«protestante» I. Casaubon ya aparece en el índice de Sandoval y Rojas de 1612 como «autorprohibido»; cfr. su artículo «Contribución al estudio de las fuentes de la poesía satírica de Quevedo:Ateneo, Berni y Owen», La Perinola (Universidad de Navarra), III, 1999, 225-247. Le agradezo elhaberme proporcionado una copia de este trabajo, que leí a mi regreso de Münster. Para Fernando deHerrera y sus citas directas e indirectas de Ateneo, véase ahora el estudio de Bienvenido Morros

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cita el texto de la traducción latina de Natale de Conti en varios pasajes, que traduceo parafrasea6. Bien puede haber consultado, sin embargo, la edición de Casaubon.Tenemos prueba de que conocía otras de sus importantes ediciones, la de los Caracteresethici de Teofrasto, por ejemplo, de conocida impronta en su obra satírica y doctrinal.Por otra parte, su amigo González de Salas probablemente poseía más de una ediciónde Ateneo. Gil Fernández recuerda que entre los 2424 volúmenes de su rica bibliotecase contaban, como era de esperar del editor de Perronio y autor de los famosos«Praeludia» sobre el origen de la sátira, ediciones y estudios del protestante IsaacCasaubon, a pesar de que su nombre figuraba entre los de los autores prohibidos7. QueQueyedo compartió otros libros con sus amigos lo señaló ya, años ha, HenryEttinghausen a propósito de la edición erasmiana de la obra de Séneca de 15558. Portanto, citar la traducción de Conti no implica que no conociera las ediciones bilingües.En todo caso, no creo que esto deba interpretarse como prueba de su ignorancia delgriego. A mi modo de ver, no es sorprendente y, menos aún, signo de incompetencia,que una persona interesada en entender los contextos referenciales de la literaturagriega, utilizara las versiones latinas de repertorios enciclopédicos, ya que el latín erala lingua franca de los estudiosos de la cultura clásica.9 Sabemos que Quevedo anotóotra miscelánea conectada con los Deipnosophistae, la IIoiKÍA/r) icrcopía (Variahistoria) de Eliano, también leída en versión latina. En un trabajo reciente hemos dadonoticia del hallazgo de un ejemplar que se encuentra en la Biblioteca Nacional deMadrid, que contiene notas manuscritas de Quevedo, entre las que no faltan algunascitas en griego10.

Si bien es cierto que la decadencia del estudio del griego en España durante el sigloXVII fue más general que en otros países, como lo ha señalado Gil Fernández, tampocoen Italia, donde se reintrodujo su estudio con la llegada de Manuel Chrysoloras (1350-1415), llegó a tener un papel central en el curriculum escolar y así lo ha demostrado

Mestres, ¿ai polémicas literarias en la España del siglo XVI: a propósito de Fernando de Herreray Garcilaso de la Vega, Barcelona, Quadems Crema, 1998.

6 Lo había indicado ya Sylvie Bénichou-Roubaud, «Quevedo helenista (El Anacreón castellano)»,Nueva Revista de Filología Hispánica, XTV, 1962, 51 -72, sobre quien se basa Michelle Gendreau ensu tesis doctoral Héritage et création: recherches sur l'humanisme de Quevedo, París, 1975, 43, ypara un comentario sobre el Anacreón, que parte del artículo de Bénichou, cfr. 38-52.

7 Gil Fernández, Luis, Panorama social del humanismo español (1500-1800), Madrid, Alhambra,1981, 717, con referencia a los estudios de Kamen y otros sobre el tema.

8 Ettinghausen, Henry, Francisco de Quevedo and the Neostoic Movement, Oxford, 1972.9 Cfr., para estas cuestiones, Sagrario López Poza, «La cultura de Quevedo: cala y cata», en Santiago

Fernández Mosquera (ed.), Estudios sobre Quevedo. Quevedo desde Santiago entre dos aniversarios,Santiago de Compostela, Universidad, 1995, 75.

10 Cfr. L. Schwartz e I. Pérez Cuenca, «Unas notas autógrafas de Quevedo en un libro desconocido desu biblioteca», Boletín de la Real Academia Española, LXXIX, 1999, 67-91.

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Paul Grendler". Contados fueron, pues, los humanistas europeos que leyeron losDeipnosophistae en edición monolingüe, entre ellos, Guillaume Budé, cuyasanotaciones escritas en el ejemplar que poseyó en tinta de distintos colores haexaminado nuevamente Anthony Grafton12. Grendler, por su parte, afirma que fueprecisamente en los colegios de jesuítas donde se intentó enseñar seriamente griego yasí lo indican las sucesivas versiones de la ratio studiorum". Quevedo, educado en elColegio de los Teatinos de Madrid (1592-1593) y en el convictorio de Ocaña (1594-1595), aunque no fue un humanista profesional, como el Brócense o González de Salas,mantuvo un innegable interés por expandir sus conocimientos de la cultura griega,especialmente en la primera década del XVII, cuando aun acariciaba la idea deacercarse intelectualmente a los filólogos o critici de la república de las letras enEuropa: Guillaume Budé, Jules-César Scaliger y su hijo, Juste Joseph, Henri Estienne,Isaac Casaubon y Justo Lipsio, el Brócense o Vicente Mariner, a quienes menciona ensus sátiras y en su obra filológica e histórica, mientras lee y estudia sus ediciones delos clásicos griegos y latinos, algunas de las cuales atesora en su biblioteca, como puedecomprobarse por los títulos correctamente identificados del inventario de sus bieneslevantado en Madrid el 18 de abril de 164614.

Uno de los códices scriptorii de Guillaume Budé que se ha conservado documentasu preferencia por frases y expresiones homéricas que habría acuñado en una lecturaposterior a la de la redacción de las notas escritas en la edición en que estudió la Ilíaday la Odisea. El proceso de apropiación de los textos clásicos por parte de los humanistasincluía, pues, un segundo momento, en el que el pasado se entretejía con el presentede la escritura. El uso reiterado de algunas citas griegas y latinas que encontramos enla prosa y en la poesía de Quevedo se origina, probablemente, en prácticas semejantes,mientras deja constancia de su curiosidad intelectual por la palabra, la opinión y lascostumbres de los antiguos.

11 Sobre la enseñanza del griego en Italia y su difusión en otros países europeos, cfr. Paul F. Grendler,Schooling in Renaissance Italy. Literacy andLearning, 1300-1600, Baltimore, Johns Hopkins, 1989,125 y ss. y 265 y ss. La gramática de Chrysoloras fue sustituida a partir de la tercera década del XVIpor el «Clenardus», escrita por Nicolaas Cleynaerts, el humanista de Brabante que vivió de 1495 a1542.

12 Cfh Anthony Grafton, «How Guillaume Budé Read His Homer», en Commerce with the Classics:Ancient Books and Renaissance Readers, Michigan, University of Michigan, 1997, 169.

13 Cfr. Grendler, Schooling in Renaissance Italy, cit., 125 y 268 y L. Gil Fernández, cit., 717 y ss. enparticular y passim.

14 Cfr. L. Schwartz e I. Pérez Cuenca, art. cit. supra y L. Schwartz; ««Las preciosas alhajas de losentendidos»: un humanista madrileño del siglo XVII y la difusión de los clásicos», Edad de Oro, 17,1998, 213-230, sobre algunos de estos libros. Con respecto a la voluntad de competir con loshumanistas europeos, que ya había señalado Raimundo Lida, ver su Prosas de Quevedo, Barcelona,Crítica, 1981.

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I. Ateneo y Quevedo según González de Salas

Ateneo aparece ligado a la obra de Quevedo en dos niveles. Por un lado, contamos conlas relaciones establecidas por el editor del Parnaso en sus discursos preliminares, entrealgunos poemas de Quevedo y textos poéticos o musicales analizados en losDeipnosophistae. Estos comentarios demuestran que una de sus funciones másimportantes fue la de ofrecer una auténtica antología bilingüe de textos de autoresgriegos para el consumo de los lectores cultos15. J. González de Salas cita entre losantecedentes de las composiciones quevedianas reunidas en la musa Terpsícore, unosbailes y canciones griegas referidos por Ateneo16. Afirma así que las letrillas satíricasde Quevedo, construidas en torno a «agudos» juegos de palabras, se asemejan, en lasprácticas de la agudeza, a la poesía yámbica de «Sotades Maronita, maldicientísimopoeta griego»17. Este poeta de Maronea que vivió en la época de Ptolomeo Filadelfoy fue inventor de un metro jónico menor, el ver sus sotadeus, que permitía grandesvariaciones estilísticas, es mencionado en el libro XIV, 620-62118. En efecto, Quevedopuede haber contaminado sus recreaciones de motivos y recursos estilísticos derivadosde los epigramas satíricos de la Antología griega, que conocía directamente y a travésde las reelaboraciones de Marcial, con otros, procedentes de los versos de poesíayámbica antologizados por Ateneo.

Con respecto a los bailes quevedianos incluidos en la musa Terpsícore, Gonzálezde Salas propone fuentes en los Ú7iopxtí|J.ata griegos, de los que da noticia Ateneo,también en el libro XIV, capítulo XII de las ediciones antiguas, titulado en la traducciónlatina de Conti, que imprime al margen el nombre griego: «De saltationibus earumquefiguris», es decir, en el libro XIV, 628 y ss. según las ediciones modernas19. El editordel Parnaso procede luego a describir estos bailes antiguos, siguiendo cumplidamenteel texto de los Deipnosophistae. Recuerda así «cómo los poetas no sólo eran los

15 Femando Plata ha estudiado algunos motivos satíricos de los poemas citados por Ateneo -enigmasobscenos, anécdotas escatológicas, topoi misóginos, etc.- en el art. cit, 226 y ss.

16 Pueden leerse estas observaciones también ahora en la edición de J.M. Blecua, Obra poética, Madrid,Castalia, 1969, tomo I, 12 y ss.

17 Las letrillas satíricas de Terpsíchore son las que llevan en la ed. de Poesía original y Obra poética losnúms. 642 («Sin ser juez de la pelota»), 643 («Viénense a diferenciar»), 644 («Después que de puroviejo»), 645 («Que el viejo que con destreza»), 646 («Santo silencio profeso»), 647 («Toda esta vidaes hurtar»), 648 («El que, si ayer se muriera»), 649 («Pues amarga la verdad»), 650 («Prenderánte site tapas»), 651 («Yo que nunca sé callar»), 652 («Las cuerdas de mi instrumento»), 653 («Deseadohe desde niño», 654 («Oyente si tú me ayudas»), 655 («La morena que yo adoro»), 656 («Este sí quees corredor»), 657 («Toda bolsa que me ve»), 658 («Solamente un dar me agrada), 659 («Vuela,pensamiento y diles»), 660 («Poderoso caballero»), 661 («Fui bueno, no fui premiado») y lasburlescas, los números 662 a 666.

18 La obra de Sotades puede leerse hoy también en la Anthologia Lyrica Graeca, de E. Diehl y en lasCollectanea Alexandrina, 238-245 de J. U. Powell.

19 Cfr. The Deipnosophists, ed. cit., tomo VI, 391 y ss.

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auctores de la composición de los versos, sino también de la arte y diferencias de sumúsica, y de la estructura de sus lazos y mudanzas, instruyendo a los que las habíande ejecutar, ansí cantando, como bailando, con imágenes, notas y figuras, para que desu forma delineada supiesen la que habían de seguir en todo distinctamente. De cuyasimágenes, la voz hyporchemata dice que tuvo su origen.»20 En efecto, el ímópx'HH.aera un baile cantado que no se distinguía de otras formas mélicas corales acompañadasde coreografía. Según Plutarco conectaba poesía y danza, en la medida en que el ritmoy los movimientos de quienes lo bailaban ilustraban o escenificaban las imágenes deltexto cantado21. Según Ateneo se trataba de bailes en los que la pantomima estabasubordinada al canto.

González de Salas recuerda luego a los lectores de las sátiras quevedianas en versoque Ateneo había conectado los bailes hiporchemáticos con la especie satírica delgénero, ya que «estos bailes jocosos y de ridículos meneos» eran «ejecutados siemprede personajes cómicos.» En este contexto, por tanto, cree que ningún lector competentede su época podía negar la conexión propuesta entre los bailes de la musa Terpsícoredel Parnaso y los descritos en los Deipnophistae:

Cuánto, pues, con estos bailes, celebrados de los griegos, referidosde Atheneo cuidadosamente y repetidos aquí más compendiosospor excusar el dilatarnos, los nuestros, que de música interlocucióncon propriedad nombramos, se conformen escritos y se semejenactuados, nadie puede haber ya hoy que lo dude.22

Tres son los antecedentes que González de Salas propone para los textos deQuevedo. En primer lugar, afirma que los ímopx f|paxa conocidos con el nombre depírricas cheironomías21', «porque también, con meneos jocosos de las manos, al compásy sentencia de los versos, se ejercitaban» están en el origen de dos o tres bailes de«valientes» y «valentonas» que publica en esta sección del Parnaso. Se refiere aquí eleditor al baile I, Blecua 865, titulado «Los valientes y tomajonas», que comienza:

Todo se lo muque el tiempo,los años todo lo mascan,poco duran los valientes,mucho el verdugo los gasta.

Asimismo, al baile II, Blecua 866 («Las valentonas, y destreza»):

20 Cfr. ed. cit., tomo I, 128 y Deipnosophistae, 628d.21 Cfr. Quaest. Symp. 9. 15. 2 (748 B), citado por Herbert Weir Smyth, en su edición de Greek Melic

Poets, London, Macmillan, 1900, lxx-lxxi.22 Ed. cit., 129.23 Cfr. XIV, 63 le: «KaA.EiTou 8 ' r\ Ttuppíxuv Kai

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Helas, helas por do vienenla Cornija y la Carrasca,a más no poder mujeres,hembras de la vida airada.

En esta composición la voz satírica que enuncia el poema va describiendo lavestimenta, la apariencia y las actitudes de los bailarines, así como la coreografía mismadel baile:

Una rueda se hicieron;¿quién duda que de navajas?Los codos tiraron coces;azogáronse las plantas;trastornáronse los cuerpos,desgoznáronse las arcas,los pies se volvieron locos,endiabláronse las plantas,(vv. 77-84)Tornáronse a dividiren diferentes escuadras,y denodadas de pies,todas juntas se barajan,(vv. 113-116)

En segundo lugar, González de Salas propone que «El (baile) de los pobres omendigos, su original tiene en el nombrado aleter». Se trata del baile VIII, «Boda depordioseros», Blecua 872, que se remontaría al áXr\xi\p, o «baile del viajero» de losSicionios, según lo define Ateneo, en XIV, 631: «apud Sicyones Aleter»:

A las bodas de Merlo,el de la pierna gorda,con la hija del ciego,Marica la Pindonga,en Madrid se juntaroncuantos pobres y pobrasa la Fuente del Piojoen sus zahúrdas moran,(vv. 1-8)

Finalmente, cree que «El (baile) de los galeotes», III, Blecua 867, tiene su origen«en el celeuste, con puntualidad summa». Su antecedente sería el que se denominabaKeA,EUCTTrí<;, que según Ateneo, XIV. 625, se bailaba con acompañamiento de flautas:«Saltabant cum tibiis Celeustae tripudium» (258, b, 17). Quevedo menciona en su poemasatírico varios bailes de la época, que protagonizaban aquí los condenados a galeras.

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Juan Redondo está en gurapas,lampiño por sus pecados,porque dicen que cogiótreinta doncellas su carro.Por bailarle, diez viudasse hicieron diez mil andrajos;empobreció mil barberos:dejaron barbas por saltos.24

Se detiene aquí González de Salas en su búsqueda de fuentes de los bailes, paraevitar ser calificado de prolijo por «el vulgo profano». En su presentación de la MusaV, sin embargo, en la que publica «poesías que se cantan y bailan; esto es, letrillassatíricas, burlescas y líricas, jácaras, y bailes de música interlocución» quiere señalarque, las composiciones satírico-burlescas de Quevedo no sólo dialogan con la poesíaautóctona de tipo popular sino que también se relacionan con las canciones y danzasgriegas de vieja estirpe, algunas de las cuales eran, a la vez, también de origentradicional.

Ahora bien, más allá de las conexiones establecidas por González de Salas, no cabeduda de que los Deipnosophistae transmitieron, asimismo, numerosos relatos sobrefiguras mitológicas e históricas que un escritor del XVII podía haber aprovechado parala escritura de sus propias composiciones. En su edición de la musa Polimnia y en suestudio sobre la poesía moral de Quevedo, Alfonso Rey también cita a Ateneo al tratarde reconstruir los contextos de algunos poemas. En efecto, en dos de sus poemasmorales, 78 y 79, Quevedo reelabora una anécdota sobre una estatua de oro, erigida enhonor de la cortesana Frine, que había sido calificada por Crates de ofrenda a la«incontinencia griega». Esta anécdota fue transmitida por varias fuentes en laantigüedad, entre las cuales se cuentan, por supuesto, los Deipnosophistae de Ateneo25.Las notas y comentarios del editor moderno de Quevedo confirman que, en muchoscasos, no es posible identificar con certeza una fuente única de un texto compuesto enel siglo XVII. En efecto, se está imponiendo ahora la idea de que la labor dereconstrucción de la cultura clásica en el Renacimiento fue un verdadero trabajo de«bricolage», que superponía la información de estos repertorios a la obtenida en lalectura directa de las ediciones de autores específicos o de colecciones antológicas. Porotra parte, la existencia de todo un ámbito de fuentes antiguas comunes de las quederivaban tanto los Deipnosophistae como la Varia historia, Stobaeus, Ravisius Textor

24 Blecua, 867, w . 1-8.25 Rey, Alfonso, Quevedo y la poesía moral española, Madrid, Castalia, 1995, 58, y su edición de

Poesía moral (Polimnia), Madrid, Támesis, 1992,235-236; se trata de los sonetos: «Si Venus hizo deoro a Frine bella,» y «Frine, si el esplendor de tu riqueza». La anécdota aparece en losDeipnosophistae, XIII, 591b, en los Moralia de Plutarco y en Diógenes Laercio, 6, 60, quien laatribuye a Diógenes el Cínico.

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y las polianteas en romance, complica aún más la filiación de estas obras quetransmitieron lo que se conocía del mundo clásico.

II. Ateneo, lexicógrafo e historiador de la cultura griega

Si, por un lado, González de Salas nos invita a buscar en Ateneo ilustres antecedenteshelénicos para la obra satírica de Quevedo, por el otro, las menciones directas de losDeipnosophistae, ponen de manifiesto la particular reconstrucción de la cultura griegaque circulaba en su época, tan diferente de la que se ha impuesto a partir de lasediciones, diccionarios y estudios producidos por los filólogos clásicos de nuestro siglo.Evidentemente, Quevedo no podía sino hacer suyas estas idees recues, que, de serjuzgadas con criterios contemporáneos nuestros, y por tanto anacrónicos, pareceríanperegrinas.

Dos son las obras en las que Quevedo cita y dialoga, a veces críticamente, con elautor de los Deipnosophistae: el Anacreón castellano, y la Doctrina estoica. Quevedoleyó cuidadosamente en los Deipnosophistae todos los pasajes en los que se hablabade la vida de Anacreón o se citaba y comentaba su obra, con lo que no podía sino entraren paradójico conflicto con la realidad de los textos. En efecto, sabemos que, aexcepción de Francesco Robortello, ningún otro humanista cuestionó abiertamente laautenticidad del descubrimiento de Henri Estienne, quien había adjudicado a Anacreónde Teos la autoría de esta colección de poemas tardíos, compuestos probablemente enla época romana y bizantina, que hoy conocemos con el nombre de Anacreontea26.Quevedo, sin duda, estaba convencido de la autenticidad de la atribución de Estienne.Por tanto, no puede sino incurrir en un error en una observación final de sus notas alpoema XVIII del pseudo-Anacreón, por ejemplo:

Con ingeniosa mano y nueva trazade plata fina lábrame una tazaartífice de ingenio soberano.27

Para explicar este poema simposiástico, Quevedo expone lo aprendido en Ateneosobre estas costumbres: el tipo de copas de vino que se usaban, el tamaño pequeño quetenían y cómo se lo bebía, puro o mezclado con agua y en qué proporción. Resume unafuente frecuentemente citada por Ateneo para el tema: el libro De ebrietate, deCamaleón de Heraclea. Más aún, haciendo alarde de independencia, Quevedo cuestionael argumento usado en Ateneo para explicar la borrachera del Cíclope en el canto IXde la Odisea, para lo cual traduce unos versos homéricos de los que se deduce que se

26 Cfr. L. Schwartz, «El Anacreón castellano de Quevedo y las Anacreónticas de Villlegas: lecturas dela poesía anacreóntica en el siglo XVII», de próxima aparición, donde cito los comentarios de JohnO'Brien sobre esta cuestión, Anacreón Redivivus. A Study of Anacreontic Translation in Mid-Sixteenth-Century France, Ann Arbor, Michigan, 1995, 17 y ss.

27 Cfr. Anacreón castellano, en Obra poética, ed. de J.M. Blecua, tomo IV, 289-293.

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embriagó porque había bebido más de una vez y no por el tamaño de la copa; por tanto,«no era el vaso grande; pues si lo fuera, no dijera Hornero que bebió tres veces (...)»(290)28. Sobre estos y otros datos se apoya Quevedo para entender, traducir y explicarla poesía simposiástica, que hoy sabemos fue compuesta en imitación de la de Anacreónde Teos, dato que escapaba a nuestros autores áureos. Por tanto, cuando Quevedo setopa con unos versos del auténtico Anacreón, transmitidos en los Deipnosophistae, nopuede sino suponer que se trata de un fragmento que no había sido recogido en lacolección de Estienne: «Y Anacreón, en otro fragmento que no está en sus obras, yrefiere Ateneo, dice...»29

El código literario de la poesía simposiástica sonaría foráneo en la España del XVII-basta recordar la tendencia a caracterizar de borrachos a los tudescos u otrosextranjeros y la crítica al cambio de costumbres en el propio país, del que decíaQuevedo que «ya los brindis del Tajo/no le deben nada al Rhin»30. Así puedeinterpretarse su defensa de Anacreón en la «Vida» que precede a su versión. Quevedoglosa en ella una de las biografías del escritor ferrarense Lilio Gregorio Giraldo, autorde una Historiaepoetarum tam Graecorum quam Latinorum dialogi decem, publicadaen 1545. Su actitud es, sin embargo, crítica. Apoyándose en los Deipnosophistae, libroX, cap. 9, por ejemplo, refuta la opinión de Giraldo, porque le parece que éste se basaen una interpretación biográfica de la poesía simposiástica ya superada:

No anduvo acertado Anacreón mezclando todos sus poemas conborracheras, que por esto le acusan que fue dado a regalos ydeleites, como quiera no entiendan que siendo cuerdo y templado,sin tener necesidad, se fingió ebrio.» Contigo habla tambiénAteneo, Lilio Gregorio, mas a tantos doctos fuiste sordo.

«Sospecho que el llamar borracho a Anacreonte» -prosigue Quevedo- « se ha deentender del modo que cuando dicen: «Vinosus Horneras», «Vinoso Hornero», puestodos concluyen que le dieron este epíteto por lo mucho que alabó el vino (...)».Quevedo defiende, así, el valor de la convención poética del género para salvaguardarla integridad moral del autor que traduce para sus lectores contemporáneos. De modoparalelo, intentará refutar toda interpretación biográfica de los amores homosexualesque modelan las anacreónticas, separando cuidadosamente al hombre del poeta «que

28 El libro XI enumera los nombres de los diferentes tipos de copas: cfr. en la ed. de 1556, 186a y b,cap. I: «De poculis antiquis».

29 Cfr. edición de 1556, 187a: «Suauis etiam Anacreón hace inquit: «Nullus amicus erit qui tecumpocula siccat,/Dum rixas, bella et sanguinolenta refert./Sed qui Musarum, Veneris qui muñeramiscet./Et qui laetitiae sit memor usque bonae.»»

30 Cfr. M. Herrero García, Ideas de los españoles del siglo XVII, Madrid, Gredos, 1966, 509 y ss.

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celebró a la naturaleza lo que hizo con perfeción», es decir, la hermosura del jovenBatilo. Así afirma Quevedo que

no porque Luciano alabó la mosca, se ha de entender que gustabadellas, y las buscaba; ni porque Ovidio alabó la pulga, que seentretenía con tenerlas en su aposento, y que no huía dellas.Asuntos son de valientes ingenios:[...].

Si Ateneo, Eliano y otros historiadores lo guían en su relato de la vida de Anacreón,el primero también le ayuda a entender la costumbre antigua de portar coronas, a lasque refieren las Anacreónticas^. En efecto en sus notas explicativas al poema IV desu edición: «Sobre estos mirtos tiernos,/y sobre verde loto», aclara nuestro traductorque se llamaba corona Naucratite, «quae composita est myrto una cum rosis, quamAnacreón gestare consueverat.» según había leído en el libro XV, capítulo 6 (278). Conrespecto al loto, que «según Teofrasto [es] yerba que con el sol se abre y se cierra»,también había leído en el libro III, cap. I, que lo usaban los amantes «pues era olorosay servía a las coronas de que tanto usaba mi Poeta.» (272) De modo semejante informaa su lector sobre las coronae calamorum, según el libro XV, cap. V, que tenían usomedicinal y sobre las coronas collares, hechas de loto, que se ponían alrededor delpecho: «Anacreón implexas collares ex loto circa pectora imposuerunt», decía laversión latina de 1556 (273).

Finalmente para aclarar los versos de la famosa anacreóntica V: xó pó5ov xó xwvEpomnv, «Mezclemos con el vino diligentes/la rosa dedicada a los amores», despuésde traducir unas líneas de la novela Los amores de Clitofonte y Leudpe de AcchillesStatius, Quevedo recurre a unos versos de Jenófanes Colofonio, transmitidos por Ateneoen el libro XI, cap. 1, para demostrar que los antiguos echaban en el vino «rosas ycoronas deshechas», según vuelve a confirmarlo su fuente en el libro XV, cap. VII, apropósito de la corona Hipoglotide.

Si las notas de su Anacreón no dejan lugar a dudas sobre su uso de Ateneo, la queaparece en la Doctrina estoica es, en cambio, indirecta y así lo había ya señalado HenryEttinghausen al analizar las fuentes de este capítulo32. En efecto, para explicar el origendel nombre de la secta de los estoicos, que se reunían en la Sxóa notKÍA.r|, Quevedorefiere a unas líneas del libro III de Ateneo, que figuraba ya en su fuente principal, laManuductio ad Stoicam philosophiam, I, xiv, de Justo Lipsio.

Léese en Atheneo, III: «Aquellas hablillas del vario Pórtico». Poresto en el propio Atheneo, libro XIII los llama un poeta cómico

31 Cfr. Anacreón castellano, 271: «Mejor es que bebiendo/me corones el rostro,/honrando miscabellos/con olores famosos».

32 Francisco de Quevedo and the Neostoic Movement, cit., 27.

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(burlando dellos) portaleros: «Oíd (dice el cómico) los portaleros,mercaderes de sueños, arbitros y censores de palabras.»33

Con todo, no se limita a estas dos la presencia de Ateneo en la obra de Quevedo.En los Deipnosophistae encontró, por ejemplo, la cita de Antífanes incluida en laDedicatoria al Conde-Duque de Olivares para su edición de la poesía de Fray Luis deLeón, que Elias L. Rivers ha anotado recientemente34. En el libro VI, 254 y ss. leyó,con toda seguridad, numerosas anécdotas sobre el vicio de la adulación en el mundohelénico que deben haberle permitido contextualizar el famoso retrato de ó KÓlai; deTeofrasto. Estos textos, unidos al ensayo de Plutarco sobre los aduladores, incluido ensus Moralia, el famoso adagio de Erasmo sobre el camaleón o los emblemas que locifraron, nos permiten hoy recuperar, con más profundidad, un par de conocidoscapítulos de la Fortuna con seso, que dialogan intertextualmente con un capítulo dePolítica de Dios y con pasajes de otras obras33.

Quedan aún otras referencias, que no puedo documentar en este breve trabajo. Sólorecordaré, a modo de conclusión, que para redactar la Defensa de Epicuro contra lacomún opinión, por ejemplo, Quevedo debe haber entretejido la información recogidaen Ateneo y Eliano, con la transmitida en las vidas de filósofos de Diógenes Laercio.Quevedo leyó probablemente el texto de Diógenes en la edición de Henri Estienne de1570 que, en reimpresiones posteriores a 1593, incluía las útilísimas notas de IsaacCasaubon36. Pero además, lo que se sabía en ese tiempo de Anaxarco y Anaximenes,de los filósofos de la Stoa antigua y media, cuyos escritos sólo conocemos gracias aintermediarios que los transmitieron, de Pitágoras y Protágoras, de Solón y Sosthenes,y Theognis y Zoilo también procedía de estos compendios griegos tardíos, queampliaron en el Renacimiento la historia de la literatura y de la filosofía griega trazadapor los escritores romanos, de Cicerón a Aulo Gelio y muchos otros que las difundieron.De ellos deberían partir quienes se interesan por recuperar, en su dimensión histórica,la deuda de Quevedo para con la cultura clásica.

33 Cfr. Deipnosophistae, III, 104 y XIII, 563, d-e.34 Cfr. Quevedo y su poética dedicada a Olivares, Pamplona, EUNSA, 1998, 48.35 Así lo indico en la edición anotada de La Fortuna con seso que estoy preparando para la de las obras

completas en prosa de Quevedo, dirigida por Alfonso Rey.36 Cfr. la edición de Eduardo Acosta Méndez, Madrid, Tecnos, 1986. Sobre las ediciones antiguas de

Diógenes Laercio, cfr. ahora la ed. de R.D. Hicks, Cambridge-London, Harvard-Heinemann, 1980.

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