quevedo y el gran señor de los turcos: ¿exotismo o historia? · montaigne, paris, 1980, p. 481,...

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Quevedo y el Gran Señor de los Turcos : .exotismo o historia? por Josette RIANDIERE LA ROCHE (Universidad de Lille III) El capítulo consagrado a los Turcos de Constantinopla, en La HoAa de. todo4, es uno de los más largos de la obra, y también uno de los más complejos y difíciles de entender. Recordemos rápida- mente la trama de la anécdota. El Gran Señor de los Turcos ha mandado juntar a todos "los cadís, capitanes, beyes,—o "reyes", según se lee en las primeras edi- ciones (1)—, visires, morabitos, capitanes generales, bajaes", es decir todas las "personas de cargos preeminentes de su Puerta", y —por un capricho raro y digno de su tiranía— los esclavos cristia- nos. Todos tienen que oír el arbitrio de un Morisco "de los expulsos de España" que, agradecido al Gran Turco por haberle acogido, le acon- (1) La Hora de todos, éd., introd. y notas de Luisa López Grigera, Clá- sicos Castalia, 67, Madrid, 1975, p. 161 y nota 512.(Citaré según esta edición). Véase también Bourg, Dupont, Geneste, éd. bilingüe Aubier- Montaigne, Paris, 1980, p. 481, nota 480. (Estudiaré infra esta doble grafía y los problemas que plantea).

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Quevedo y el Gran Señor de los Turcos :

.exotismo o historia?

por Josette RIANDIERE LA ROCHE(Universidad de Lille III)

El capítulo consagrado a los Turcos de Constantinopla,en La HoAa de. todo4, es uno de los más largos de la obra, y tambiénuno de los más complejos y difíciles de entender. Recordemos rápida-mente la trama de la anécdota.

El Gran Señor de los Turcos ha mandado juntar a todos "loscadís, capitanes, beyes,—o "reyes", según se lee en las primeras edi-ciones ( 1 ) — , visires, morabitos, capitanes generales, bajaes", esdecir todas las "personas de cargos preeminentes de su Puerta", y—por un capricho raro y digno de su tiranía— los esclavos cristia-nos. Todos tienen que oír el arbitrio de un Morisco "de los expulsosde España" que, agradecido al Gran Turco por haberle acogido, le acon-

(1) La Hora de todos, éd., introd. y notas de Luisa López Grigera, Clá-sicos Castalia, 67, Madrid, 1975, p. 161 y nota 512.(Citaré según estaedición). Véase también Bourg, Dupont, Geneste, éd. bilingüe Aubier-Montaigne, Paris, 1980, p. 481, nota 480. (Estudiaré infra esta doblegrafía y los problemas que plantea).

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seja que dote Universidades y estudios, adopte el derecho y leyesde los Romanos, decrete la sustitución del alfanje por la espadaen las batallas, y fomente el uso del vino. El renegado Sinán bey— o "rey"— se opone al Morisco y denuncia su traición, más peligrosapara los Turcos que don Juan de Austria, los "Persianos" o el duquede Osuna jalaba la barbarie y la ignorancia del pueblo, que permitenal soldado pelear con valor y en las que "está seguro el dominio delpríncipe". Se opone a que se adopte el derecho romano, en nombre dela tradición de los Turcos, y por ser mala la justicia cristiana :"las leyes por sí buenas son y justificadas; mas habiendo legistas,todas son tontas y sin entendimiento". Tampoco acepta que se adoptela espada ni el uso del vino, aquélla porque afecta a la tradicióny "lo que siempre se hizo", éste porque lo prohibe el Alcorán. Losesclavos cristianos, interrogados por el Primer Visir, se niegan acontestar por no ser traidores a su monarca y no faltar a su religión.Cogido de la Hoza, el Gran Señor da libertad a los esclavos cristianos,condena al Morisco a la hoguera y elige "ser llamado bárbaro vencedor".

En estas páginas, es obvio que Quevedo trató temas propia-mente españoles : en este sentido, los críticos han subrayado con mucharazón que Constantinopla le proporcionó un cuadro geográfico exótico,gracias al que pudo exponer unos juicios de valor sobre España, o dealcance filosófico más general, como son la sátira de los letrados yde la justicia española o el debate de las letras y las armas.

Según Use Nolting Hauff, por ejemplo, este capítulo propor-cionó a Quevedo la ocasión de "hacer una polémica indirecta contralos moriscos" y dar "una pintura, en parte patriótica, en parte satíri-ca, de situaciones españolas y europeas en general". Destaca tambiénel esfuerzo de Quevedo por "lograr un colorido local" (2). Albert Masinterpreta idénticamente la evocación de Constantinopla como un pretex-to para escribir sobre otros asuntos, aunque subraya que Quevedo esuno de los pocos escritores que dieron a la capital otomana su nombreturco de Stambwt (3). Según Bourg, Dupont y Geneste, Quevedo utilizóel cuadro del Imperio otomano por su colorido local, sin vincular lostemas tratados con los acontecimientos del reinado de Murad IV, y se

(2) Use Nolting Hauff, Visión, sátira y agudeza en los "Sueños" deQuevedo, Madrid, Gredos, 1974, p. 51 y p. 52.

(3) La Hora de todos, p. 165 :"... se aseguraban las barcas desde Estam-bor a Pera". Véase Albert Mas, Les Turcs dans la littérature espagnoledu Siècle d'Or, Paris, Institut d'Etudes Hispaniques, 1967, 2 vol.,tomo II, pp. 159-160 y p. 424.

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deben las inexactitudes y errores de Quevedo en estas páginas al cono-cimiento superficial, de segunda mano, que éste tuvo del mundo turco,tanto como al interés menor que le mereció el tema turco, el cual nosería más que un pretexto hábil para tratar temas propiamente españo-les —sátira de la España decadente y alabanza de la España tradicio-nal (4). Fernando Lázaro Carreter, por fin, adopta un punto de vistasemejante al examinar la opinión expresada por Quevedo, en este texto,a propósito de la "función de los intelectuales en el gobierno de losEstados" o de la utilidad de la "ilustración del pueblo". Subrayandola contradicción de un discurso en el que Quevedo puede sucesivamentecondenar la barbarie y la ignorancia —alabadas por el renegado Sinán—y aprobar, al parecer, la idea de que "en la ignorancia del pueblo estála seguridad del príncipe", interpreta la oscuridad del texto como una"precaución ante peligros enormes (que acabaron llevándolo a prisión)",y explica la contradicción del discurso como la manifestación del pro-fundo desengaño político de Quevedo al final de su vida (5).

Me propongo examinar aquí en qué medida se puede atribuirla presencia del tema turco en La Hofia. exclusivamente a un interés me-ramente exótico,—o por decirlo así, estético y literario—, o si noentra en este interés una preocupación más propiamente histórica, cuyaelucidación quizás permita dar del texto una explicación coherente ysatisfactoria.

Tnadícíón LLWUXAÍO. y actua.JlA.dad política.

La utilización del marco y del disfraz turco, con intenciónde lograr un colorido local, no era nueva en la época en la que Quevedoredactó La HOACL de todoA; de hecho, parece entrar aquí en una tradiciónliteraria bien establecida. Así, Albert Mas pudo estudiar en la litera-tura española del Siglo de Oro la evolución de los sentimientos españolesfrente a los Turcos, desde la indiferencia de los primeros años del si-glo XVI al rencor de los años 1530-1550 y a la curiosidad apasionadanacida a raíz de la victoria cristiana de Lepanto (6). En el siglo XVII,el interés de los Españoles por los Turcos se manifiesta por la presen-cia del tema turco en obras que inspira a veces la experiencia directade sus autores, las de Cervantes por ejemplo. Se manifiesta también

(4) La Hora de todos, éd. Bourg, Dupont, Geneste, p. 481, nota 480.

(5) Fernando Lázaro Carreter, Quevedo y el Gran Turco, en El País, mar-tes 2 de septiembre, 1980 (artículo de vulgarización, escrito con oca-sión del cuarto centenario del nacimiento de Quevedo).

(6) Albert Mas, op. cit., tomo I, 1a parte, cap. 1o.

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en la utilización, por su colorido local, del tema y del disfrazturco en las obras de dramaturgos como Lope de Vega, o en las fiestasy "entradas reales" de los reinados de Felipe III y Felipe IV (7).

Pero además, tal curiosidad se nutre con la difusión de lasgacetas y Rz¿a.c¿oneA, con cuya lectura los Españoles se van familiari-zando con ciertos aspectos muy reales del imperio otomano, conservandotodavía el sentimiento de que sigue intacto el antagonismo religioso ypolítico que suscita su oposición a los Turcos (8). Estas relaciones,en las que se cuentan en tono épico las batallas donde se enfrentantodavía Turcos y Cristianos, contribuyen a mantener la ilusión de quetales combates, que nos parecen ahora ínfimos en la realidad histórica,son importantes-victorias, pruebas de la superioridad cristiana frentea los Turcos. Es obvio que en la realidad vivida de entonces — y parti-cularmente en España, cuando todavía parecía incontestable la hegemoníaespañola— parecía importantísimo lo que se jugaba en estas batallasen las que España se oponía a su adversario más temible. Era pues nor-mal que los Españoles se sintiesen atraídos por ese mundo con el que

(7) Ibid., p. 516.

(8) Robert Mantran, Istanbul dans la seconde moitié du XVIIème siècle.Essai d'histoire institutionnelle, économique et sociale, Paris, Mai-sonneuve, 1962. En su introducción, R. Mantran estudia los grandesrasgos de la historia del imperio otomano en sus relaciones con Euro-pa. Afirma que, en los primeros años del siglo XVII, "les Occidentauxcommencent à être informés par les récits de voyageurs, par différentsjournaux et gazettes, de ce que représente l'Empire Ottoman" (p. 5 ) .

• Cf. Albert Mas : "Un grand nombre de ces "Relations" se rap-portent à des opérations anti-turques et l'on a l'impression que lesEspanols continuent à penser aux Turcs avec autant d'intensité que parle passé. S'ils ne les attaquent pas comme autrefois, il leur arrivede les rencontrer au hasard de quelques combats insignifiants, le plussouvent maritimes qui, de nos jours, avec le recul des ans, n'ont queles proportions de minuscules escarmouches, ou de coups d'épingles.Mais ces combats, démesurément grossis par les narrateurs du XVIIèmesiècle, font figure d'événements de premier plan. Presque toutes ces"Relations" contiennent le mot "victoire". La plus grande part d'entreelles concernent des Espagnols; pourtant, de plus en plus, elles évo-quent des actions anti-turques, menées par d'autres chrétiens, telsles Vénitiens, les Chevaliers de Malte, les Autrichiens, comme si lesEspagnols, retenus sur d'autres fronts, confiaient leur mission anti-turque à d'autres peuples, et s'y intéressaient de loin". (Op. cit.,tomo I, p. 516) .

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chocaban y frente al cual trataban de afirmarse como los mejores ymás fuertes (9).

Hay motivos valederos, pues, para afirmar que Quevedo quisoutilizar un tema tomado de la actualidad de su tiempo, tema preocupan-te y no sólo objeto literario de una moda (10).

Sea lo que fuere, podemos preguntarnos además si es legí-timo atribuir a una moda incluso de tipo literario el interés deQuevedo por el mundo turco, y limitar su conocimiento del mismo a lasola documentación indirecta y de segunda mano de las relaciones ygacetas. Y es que algunas de estas relaciones tienen mucho que ver conun momento de su vida, de particular importancia para él y al que serefiere indirectamente en el capítulo de La. HoKa. que nos interesa. Enefecto, al mentar explícitamente y de modo hiperbólico al duque deOsuna, Quevedo nos remite a unos acontecimientos autobiográficos — l o sque señalaron los años de su estancia en Sicilia y en Ñapóles, dondefue amigo, confidente y consejero político del duque durante el virrei-nato de éste—, adoptando así un punto de vista resueltamente históri-co, y no sólo literario y estético (11).

(9) là., ibid. , tomo II, pp. 154-155 : " ¿_ Les Espagnols_/ durant toutle XVIèrae siècle et la première partie du XVIIème ont conscience deleur supériorité politique et considèrent les Turcs comme leurs seulsadversaires possibles ( ) . En 1652, alors que les désastres nationauxet extérieurs se sont abattus sur l'Espagne, cette idée de supérioritépolitique est encore fortement ancrée dans la plupart des esprits (...)."Les Espagnols cherchent donc à comprendre la nature et l'importanced'une puissance qui contrebalance la leur. La curiosité documentairesur les Turcs correspond non à un souci d'exotisme mais avant tout aubesoin de connaître un ennemi qui, en si peu de temps, s'est imposéavec une telle force".

(10) En los primeros años del siglo XVII, la preocupación por el Turcoformaba parte de la vida de cada día. Véase Albert Mas, op. cit.,tomo II,p. 160 : "On s'intéressait surtout aux mouvements de la flotte turquepour essayer de prévoir les attaques éventuelles d'un ennemi aussi re-douté. Il régnait ainsi en Espagne, au retour de chaque printemps, unehantise du Turc qui se résumait dans cette formule bien connue et sou-vent répétée dans les oeuvres de fiction : baja el Turco". Podemos pre-guntarnos por lo tanto si es legítimo hablar de moda para caracterizarla literatura inspirada entonces en el tema turco, como se podrá hacera propósito de obras mucho más tardías.

(11) Con mucha razón, Luisa López Grigera destaca que "el enemigo común

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Esto nos obliga a preguntarnos cuál pudo ser la informa-ción de Quevedo a este respecto, comparada con la información corrien-te en su época, y en qué sentido la utilizó para fines satíricos po-sibles.

Quevedo, al principio del discurso que atribuye al renega-do Sinán, evoca la gran victoria cristiana de Lepante, con su vence-dor, don Juan de Austria (12). Esta evocación, en sus mismos términos,recuerda los relatos de los testigos de Lepanto, y particularmenteel de Girolamo Diedo, en el que se da la misma visión —aunque menosmetafórica— de un mar enrojecido por la sangre de cadáveres sin núme-ro (13); tal visión concuerda con las fuerzas puestas en acción en Le-panto —quinientas naves, setenta mil hombres—, como con las pérdidasde ambos campos —unos 7.500 muertos y 20.000 heridos entre los Cris-tianos; entre 20.000 y 30.000 víctimas, muertos o heridos, entre losTurcos (14).

Pero no vacila Quevedo en cantar en seguida, con idénticotono, la gloria del duque de Osuna, al que evoca como "el terror delmundo", "horrendo en galeras y naves y infantería armada", infundiendotemor hasta Estambul y Pera, borrando con su nombre la gloria de laslunas turcas (15).

de toda Europa, contra el que tanto había combatido el duque de Osuna,ocupa uno de los tres capítulos más largos de La Hora. Quevedo conocíabien el mundo turco : debían conocerlo todos los españoles cultos delsiglo XVI : la literatura sobre ellos era nutrida como lo prueban laspapeletas teunidas por Simón Díaz. (...). Pero además, Quevedo contócon otra fuente muy reservada : Miguel Herrero cita una carta de Osunaa Felipe IV sobre los espías que tiene entre los turcos : 'En Constan-tinopla y en otras partes de Levante tengo personas muy seguras e in-teligentes que irán escribiendo con mucha puntualidad lo que hubiere..."

(12) La Hora de todos, p. 165 : "No pretendió con tan último fin donJuan de Austria acabar con nuestras fuerzas, cuando en Lepanto, derra-mando las venas de tantos genízaros, hizo nadar en sangre los peces ya nuestra costa dio competidor al mar Bermejo".

(13) Texto citado por Michel Lesure, en Lepante, la crise de l'empireottoman, Paris, Juillard, 1972 : "La mer est entièrement couverte, nonpas tellement de mâts, d'antennes, de rames et d'épaves brisées, qued'une quantité innombrable de cadavres qui la rendent comme du sang"(p. 141).

(14) _Id., ibid., p. 144.

(15) La Hora de todos, p. 165.

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Quevedo alude aquí a unos acontecimientos histo'ricos, comoel que cuenta una relación publicada en 1616 en Sevilla y en Málaga.El título de esta relación da buena idea del tono en que está escrita.En Málaga se titulaba : Ro.laci.On vZAdadzAa de la victoAÁa quz dizzgalerna del duquz de Oaana en que zntAaba.n algunas de. Nápolz* y Mal-ta. tuwizAon contAa. doze de TUACO¿> en que vzrúa pon. GznzAal un renega-do, de nación calabKiz. VOAZ cixznta. de. la. miZAtz dzl renegado y captÁ-UZAÍO de do-i h¿jo¿> -ÓIU/O-Ó con otAaA COMA d&l mL&mo pAopóA-üto. En Se-villa, su título era más hiperbólico aún : Re.lac.-ion de. la, v-ictoAiaque e.1 ExczlzntÁAimo Vuquz de O-buna alcancó de Klmohazzn GznzAal dzlTUACO, tomándole quatAo galeJiaj,, ca.utiua.ndo du.z¿znto¿> TtuicoA con mwZA-te. dzl GznzApJL y mucho* Totco-ó pKhicJ.pa.lzt> y llbejitad de roU de txz-zizntoi ChAJAtLanoA, con otAOi ¿ucz¿04, dz eAtz \>¿ctoA¿o¿o PA-ínc-ipz(16).Estos dos títulos, que se completan, permiten comparar las fuerzasmilitares puestas en 1571 bajo el mando de don Juan de Austria conlas del duque de Osuna en 1616 : Quevedo encarece los afrontamientosdel siglo XVII equiparándolos con otros Lepantos, recordando como unhecho de mismo alcance político el terror que infundía en los Turcosel duque de Osuna.

Además, Quevedo, en el discurso que atribuye al renegado Si-nán, trae a colación otros hechos históricos, menos fa'ciles de fechar,pero no por esto de menor interés. Entre la evocación de don Juan deAustria y la del duque de Osuna — a los que separan unos cincuentaaños—, alude a los Persas, enemigos temidos de los Turcos durante to-da la primera mitad del siglo XVII, como lo sugiere con razón el tex-to de Quevedo. Ahora bien : la amenaza persa fue mucho más fuerte bajoAhmed I (sultán de 1603 a 1617) que en los. últimos años del reinadode Murad IV (1623-1640). Este último emprendió, con un éxito que loshistoriadores modernos aprecian diversamente (17), una lucha encarniza-da contra los Persas; en 1635, organizó una expedición en la que logróconquistar Erivan, prefigurando la conquista de Bagdad en 1639 : asíse manifestaba el nuevo vigor militar de los Turcos —lo que podía in-quietar a los Españoles más clarividentes y más al tanto de la coyuntu-ra política mundial de aquellos años.

(16) "Relaciones" citadas por Albert Mas, op. cit.,tomo I, p.518,nota 37,y p. 517,nota 30;tomo II, bibliografía, p. 496, relaciones n°5 y n° 6.

(17) Véanse Robert Mantran, op. cit., p. 250 :"... ce fut en 1635, l'ex-pédition d'Erivan et de Tébriz, expédition coûteuse et aux résultats li-mités puisque peu après les Persans s'emparaient d'Erivan"; Michel Mour-re, Dictionnaire encyclopédique d'Histoire, Paris, 1978, art. "Mourad IV:(...) (il) mena avec succès la guerre contre les Perses, s'assura la pos-session de Tabriz (1629) et s'empara de Bagdad (1640)...".

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La ausencia de referencia precisa a la conquista de Eri-van en La. HoAa permite suponer que Quevedo o bien no se enterd de es-ta noticia, o bien redactó anteriormente el texto en que alude a laamenaza persa. Sin embargo, su alusión a la política de conquistasincesantes del imperio otomano bien podría corresponder a este tipode situación (18). Por otra parte, la afirmación de que sigue actualpara los Turcos la amenaza de los Persas deja suponer que España ha de-jado de ser temible, y ello a raíz de la desaparición del duque de Osu-na : en este sentido, bien es verdad que Quevedo utiliza el tema turcopara ensalzar a la España tradicional, con la que se confunde según éleste personaje (19).

Así pues, no se debe sólo a una tradición literaria ni auna moda la evocación de los Turcos en La HoJia. de. £odo¿, sino a unacoyuntura histórica que en cierta medida actualiza Quevedo, presentán-dola como una continuación lógica de Lepanto, continuación en la queocupa el duque de Osuna un puesto de primer orden.

Por los mismos motivos, cabe pensar que si Constantinoplaproporciona a Quevedo un cuadro exótico, éste le atribuye rasgos co-rrespondientes a la información que tiene sobre el imperio turco, y asus convicciones a este respecto. Por esto no será de mucha eficacia,para entender el capítulo que nos interesa, partir de la idea de un"disfraz" turco mediante el cual, según afirmaron ciertos estudiosos,Quevedo no hiciera sino una crítica más o menos solapada de la sociedadespañola en general, y más particularmente, la sátira irónica de algúnministro de Felipe IV (20). Tal explicación no toma en cuenta por elpoder imaginativo de Quevedo, ni la atención que durante su estancia

(18) El discurso entero de Sinán pone de relieve este afán de guerrearpor guerrear y lograr conquistas : véase el elogio de la Roma antigua,por ejemplo, o la fórmula : "nosotros deseamos que entre nuestros con-trarios haya muchos que sepan, y entre nosotros, muchos que venzan;porque de los enemigos queremos la victoria, no la alabanza" (La Horade todos, p. 169; el subrayado es mío).

(19) Ibid., p. 165 :"No con enemistad tan rabiosa el persiano con tur-bante verde solicita la desolación de nuestro imperio" : el presentedel verbo contrasta con el pretérito de "No pretendió con tan últimofin don Juan de Austria..." y el de "No don Pedro Girón procuró con taneficaces medios...". Véase también supra, nota 8, fin de cita de AlbertMas.

(20) La Hora de todos, en Clásicos castellanos, 34, Los Sueños, II, p.201, nota 20 : "Todos estos períodos anteriores, continuada ironía, sá-

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italiana pudo prestar al imperio otomano, cuya actuación en el Medi-terráneo tenía suma importancia, económica y políticamente, para Es-paña (21).

No se trata aquí de negar la voluntad de Quevedo, muy claraen estas páginas, de denunciar, haciendo que la alabe un renegado,la ignorancia en la que cualquier Príncipe tirano mantiene a su pue-blo : en este sentido, bien es verdad que la sátira del Gran Señores para Quevedo un pretexto para exponer una doctrina política de al-cance más general. Pero también es verdad que el Príncipe tirano alque se atribuye la doctrina escandalosa expuesta por el renegado Sinánes el Gran Señor de los Turcos. Vale la pena, pues, estudiar el textocomo lo propone Quevedo : aceptando la idea de que el renegado no esningún español disfrazado de turco, sino un renegado como los que vi-vían en la realidad otomana; considerando que el retrato del Gran Señor

tira sangrienta contra los ministros de Felipe IV, deben contener talvez las opiniones políticas, las máximas de alguno de ellos, a quiense puso el apodo de Sinán Bey, y aquí se presentan como sentencias,como verdades incontrovertibles, para herir el ánimo del lector, des-pertar su juicio y armarle en contra de doctrina tan desaforada".

(21) Henri Lapeyre, Simón Ruiz et les "asientos" de Philippe II, Paris,Armand Colin, 1953, p. 15 : "On pourrait croire qu'il y avait, pourrésoudre le problème des'provisions'de Flandre une solution bien sim-ple, acheminer directement le numéraire pour le compte du Roi; commechaque année on faisait venir directement par les flottes des Indesl'or et l'argent qui revenaient au trésor royal. Longtemps la routemaritime de l'Atlantique resta libre (...). A partir de 1568, l'Angle-terre devint hostile : des navires porteurs d'argent furent saisis dansles ports anglais (...). Les relations normales rétablies avec l'Angle-terre, c'est avec la piraterie néerlandaise qu'il fallut désormaiscompter, après la prise de La Brielle par 'les Gueux de la Mer' (1572).La Manche devint une mer fermée. Il fallait chercher d'autres itinérai-res (...). Quand la troisième route des métaux précieux, de Barceloneà Gênes, devint prépondérante, dans les années postérieures à 1578, lesrenseignements se multiplient sur les expéditions pour le compte du Roi".Véase también la p. 17 : "L'argent du Roi d'Espagne qui, en fin de com-te, rendait des services à l'économie des Pays-Bas, était, avant tout,de l'argent "politique" et servait à solder des_dépenses de guerre (...)•L'itinéraire classique des renforts espagnols [_ étaitj/ : par mer, deBarcelone à Gênes, et par voie de terre à travers la Savoie, la Franche-Comté et la Lorraine".

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corresponde a la manera como Quevedo imagina al Gran Señor Murad IV;aceptando, por así decirlo, la idea de que Quevedo no hace sólo la sáti-ra de la España de su tiempo, sino la del imperio otomano.

El mando de. loi TuAcoi, 4&gún Qu.ive.do

El mundo turco evocado por Quevedo puede estudiarse segúnvarios puntos de vista : examinando la personalidad de los personajesque lo integran en la imaginación de Quevedo —Gran Señor, Morisco,renegado, esclavos cristianos; observando el funcionamiento del imperiootomano según se transparenta en el texto, en alusiones que reflejanla opinión común y/o hechos históricos más o menos precisos— costum-bres, administración, acontecimientos precisos; estudiando el papel fun-cional de todos estos elementos en la trama narrativa de la anécdota,para revelar así rasgos ideológicos propios de Quevedo.

El Gran Señor es Principe; impone su sello al mundo sobreel que reina, y le comunica su propia identidad, hasta confundirsecon él y "significarlo". De su retrato se desprende una impresión depoderío temible (22), con la que se transparenta la idea implícita delpeligro que sigue representando el poderío otomano para el occidentecristiano, en tiempos de La. HoAa. dz todoi. Esta impresión cobra másfuerza aún al multiplicar Quevedo los términos turcos que designan car-gos y oficios, pero que tienen una fuerte connotación militar —cadís,capitanes, beyes (o reyes), visires, morabitos, capitanes generales,bajaes. Se notará que Quevedo no da de estos términos la menor explica-ción : contará sin duda con el conocimiento que tienen de ellos suslectores. No podemos controlar si Quevedo sabe a qué corresponden exac-tamente; tampoco podemos afirmar que no lo sabe.

Desde las primeras líneas, Quevedo intenta despertar en ellector menosprecio e indignación contra el Gran Turco, "Emperador porlos embustes de Mahoma" (23), y contra cuantos le rodean, que son "to-dos, o la mayor parte, renegados" (24). En la fórmula que tradicional-mente designa esta Corte escandalosa —"Puerta excelsa""—, con la queQuevedo juega irónicamente, se manifiesta la vana presunción del Gran

(22) La Hora de todos, p. 161 : "El Gran Señor, que así se llama el Em-perador de los Turcos, monarca (...) en la mayor grandeza unida que seconoce...".

(23) Ibid.

(24) Ibid., p. 162.

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Señor, puesta también de relieve por el modo de vida de los esclavoscristianos. En el Consejo juntado por el monarca turco, en efecto, lapresencia insólita de éstos (25) desempeña un doble papel funcional :por una parte, Cristianos heroicos, fieles a su fe y a su rey, con-trastan fuertemente con los renegados que rodean al Gran Señor; porotra parte, ponen de relieve la crueldad y el orgullo desmesurado deéste (26). Además, Quevedo acusa al monarca turco de disimularse a lavista de sus vasallos, más preocupado de infundir temor que amor, paradominarlos mejor (27).

Cierto es que tal retrato no carece de valor pintoresco;pero los rasgos que lo integran no son nada gratuitos, pues concuerdancon los que tradicionalmente caracterizan al tirano —orgulloso, cruel,idólatra de sí mismo. Examinando Cerdán de Tallada, en su VeAiZoquuLum enn.e.qZa¿> de Estado,los rasgos con que se diferencian el príncipe y el ti-rano, también afirma que

&Z jiL&to gu¿ta de <&eA viAto de ¿wi VCUMJLZOA, da.ndoZ.QAaudie.nc.ia. gnata a -íttó que.j<U>; y zZ tyna.no en huyn.,y ucondeAAt, como M. {ueAan znzmigoi, a {¡in de tzneA-loi, ¿iu>pe.n¿04, y con n&zeJLo. El jtv&to hazi mucho caudaZy estimación deJL amon. do. m¿> VCLACLIZOA, y de -dix pueblo :y zl tyka.no, de. t,ex tañido pon. opn.imiA.Zo4. (28)

(25) Ibid., p. 162 :"Fue por eso ¿_ por la presencia de los esclavos cris-tianos^ grande el concurso y mayor la suspensión de todos viendo unacto en aquella forma, sin ejemplar en la memoria de los más ancianos".Se ve que Quevedo, muy consciente de este carácter insólito, se adelan-ta a las críticas posibles, tomando en cuenta las exigencias de la ve-rosimilitud histórica. Esto también llama la atención sobre el papelfuncional exacto de estos esclavos en la anécdota.

(26) Ibid.:"... en perpetuo cautiverio, padecen muerte viva en las Torresde Constantinopla, sin esperanza de rescate, por la presunción de aque-lla soberbia majestad, que tiene por indecente el precio por esclavos,Y por plebeya, la celestial virtud de la misericordia".

(27) Ibid. : "El Gran Señor, que juzgaba a desautoridad que sus vasallosoyan su voz y traten su persona aun con los ojos, estando en trono su-blime cubierto con velos que sólo daban paso confuso a la vista...".

(28) Tomás Cerdán de Tallada, Veriloquium en reglas de Estado, según de-recho divino, natural, canónico y civil, y leyes de Castilla...juntamentecon segunda impression de la "Visita de Cárcel"..., Valencia, 1604,p.23.

40 Josette RÏÂWPIERE LA ROCHE CliUcón, 18, 1982

Es pues perfecta la lógica de Quevedo al calificar al GranSeñor de "emperador tirano". Será necesario toda la fuerza de la HoAa.de la verdad para que, de manera muy simbólica, el Gran Señor apartelos velos que le cubren y se tansforme en el instrumento de la justicia,castigando al Morisco, dando libertad a los esclavos cristianos. Al des-cubrirse, además, se revela tal como es, pues elige la barbarie y laignorancia.

Aunque de manera indirecta, el discurso del renegado Sináncompleta el retrato del Gran Señor, en la medida en que éste la aprue-ba. En este discurso, el renegado expone lo que es el mejor gobierno,fundado en las leyes de la tradición más estrictamente otomana. Se per-cibe aquí claramente cómo Quevedo utiliza este tipo de discurso, en elque buen número' de los argumentos del renegado son otras tantas acusa-ciones indirectas formuladas contra el gobierno del Gran Señor. Sinembargo, la identidad del renegado, aunque desacredita gran partede su discurso, no lo destruye totalmente. Hemos visto ya que su mismaidentidad de renegado — d e la que se jacta al proclamar "yo soy rene-gado, cristiano fui" (29)— explica su experiencia de todo lo que enel mundo cristiano merece ser criticado. Así Quevedo logra matar dospájaros de un tiro, satirizando a la vez al mundo cristiano y al turco.Es evidente, por ejemplo, que Quevedo nace suya la crítica del parasi-tismo judicial, tantas veces denunciado por él, incluso en La HoAa. efetodoi, y con términos muy parecidos (30).

La dificultad del texto está precisamente, más que en su am-bigüedad, en su ambivalencia, una ambivalencia que otros elementos del

(29) La Hora de todos, p. 170.

(30) Se puede comparar el discurso de Sinán ("... al que condenan enel pleito, le condenan en lo que le pide el contrario y en lo que no lepide, pues se lo gasta la defensa, y nadie gana en el pleito sin per-der en él todo lo que gasta en ganarle, todos pierden y en todo se pier-de...", p. 170), con el capítulo XIX de La Hora ("... en los pleitos,lo más barato es la "parte contraria, porque ella pide lo que pretendeque le den, y lo pide a su costa y V.M. por la defensa pide y cobra ala nuestra; el procurador lo que le dan, el escribano y el relator loque le pagan; (...) al cabo nosotros podemos tener justicia mas no di-nero" p. 106) , o con el capítulo XIII) ("Un gran señor fue a visitarla cárcel de su corte, que le dijeron servía de heredad y bolsa a losque la tenían a su cargo, que de los delitos hacían mercancía y de losdelincuentes, tienda, trocando los ladrones en oro y los homicidas enbuena moneda", p. 86).

QUEVEVO y EL GRAN SEÑOR VE LOS TURCOS 41

texto permiten aclarar (31). Así es como la conclusión que sacan losesclavos cristianos permite apreciar los argumentos de Sinán que Que-vedo desaprueba sin duda alguna :

Ello*, vÁ.znd.0 la. czguzdad dz aquzlla. znga.na.da.nación, y que. amaban la. ban.baA.idad y ponían -óu conAZA-vadón zn la tOiarúa y Zn la. ignoKantia., aboxJizcÀzndola glotia dz leu, lztn.au, y la jiuticia dz la¿ Izyzi,hicizAon quz pon todoi AZipondizAZ un ax.baJUzn.0 z¿pa-ñol (...!. (32)

Lo que Quevedo rebate es la idea de que las leyes son malasporque es mala su aplicación : no confunde las leyes con la prácticade los legistas. Se equivoca gravemente el renegado al decir que : "ha-brá más pleitos no porque habrá más razón, sino porque habrá más le-yes" (33). El daño no está en el número de las leyes, sino en la maldadde los hombres y de los legistas que ponen al revés el mundo perfectoque hizo Dios. Y el mismo Sinán afirma con razón que : "las leyes porsí buenas son y justificadas (...)" (33 bis). De este modo puede elrenegado, a. la. vez, enunciar críticas irrefutables y sacar de ellasconclusiones erróneas, porque él también eligió, al renegar de su feprimera, ser bárbaro e ignorante.

Y es que la ignorancia en la que le Gran Señor mantiene a supueblo para gobernarle es una de las acusaciones más violentas que Que-vedo formula contra él : es la falta más grave del renegado, de la quese derivan todas las demás, y de la que éste se jacta como si fuese unmotivo de gloria y una condición de la superioridad militar de los Tur-cos. Sin embargo, tampoco en este punto parece totalmente clara la opi-nión de Quevedo : otro pasaje oscuro del discurso de Sinán es precisa-mente el dedicado al debate de las letras y las armas. Por una parte,se hace difícil admitir que Quevedo apruebe las afirmaciones del rene-gado cuando declara que son inconciliables las armas y las letras ycondena rotundamente las últimas. Y podría preguntarse uno si Quevedono quiso, al contrario, a consecuencia de la descalificación del locu-

(31) Sobre el problema de la ambigüedad del texto, véase R.M. Price,Fiction and False testimony in "La Hora de todos", en Romanic review,LXVI, number 2, march 1975.

(32) La Hora de todos, p. 171.

(33) Ibid., pp. 169-170.

(33 bis) Ibid. , p. 170.

42 JoAZttz RIAWDIERE LA ROCHE OiUicón, 18, 1982

tor renegado, exaltan la superioridad de las l e t ras sobre las armas.Pero, por otra parte, no es ilógico suponer que comparte Quevedo lacondenación de la ascensión social de los letrados ta l como aparecesin ambigüedad al evocar el mismo Sinán el ennoblecimiento, graciasa las l e t ras , de gente de humilde estirpe :

. . . micha gznte. baja *Z ha vz*tido de. nzgKo en lo*tint&to*, dz mucho* *on toi algodonz* *OÍOAZ*, mucho*t¿tu¿o-!> y z*tado* deMUzndzn dzl buMajíat. (34)

Dos pasajes del MOACO BAuto permiten aclarar esta duda (35)y valorar exactamente el funcionamiento del discurso de Sinán en estepunto. El renegado expresa el antagonismo fundamental de las le t ras ylas armas con las palabras siguientes :

/ Quizn ¿lomó hzxm.no* la* Iztna* y la* atona* pocoiabia dz *u* abolonio*, puz* no hay mi* d¿izAZntz* Li-na jz* quz hazzn. y dzclK. (36)

En el Maleo EKuto, Quevedo declara inseparables en el solda-do valeroso las le t ras y las armas :

Puede zl hombKZ con aAdimiznto y con bondad *ZKvatiznte. y v¿n.tuo*o; ma* lattdndolz zl &*tud¿o, no *a-bná *ZK vvitixoAo ni vati&nte.. Mucho &alta al quz z* louno y lo otxo ¿í no lo *abz *ZA. (37)

En lo* mú> ¿Jbi*tA.z* y QIOK¿O*O* cap¿tanz* y zmpzna-doAZ* dzl mundo, zl z*tud¿o y la gtiZMa han con*Z*vadola vzcÁndad, y la aAts. m¿LLtaA Ae. ha con^zdzAado con laIzccíón. No ha dz*dzñado en talz* ánimo* la upada a lapluma ( . . . ) . 38)

VOK mucho* *zan zjemplo KlzjandAo zl GAandz. y JulioCé*aA, AlzjandA.0 oyzndo la. Ilíada de HomZAo *z amaba

(35) En un sentido parecido, véase Pierre Dupont, Cohérence et ambigiii-té de la pensée quévédienne dans "La Hora de todos", en La contestationde la société dans la l i t t é ra ture espagnole du Siècle d'Or, Toulouse,Université de Toulouse-Le Mirail, 1981, p. 126 e t p . 134.

(36) La Hora de todos, p. 169.(37) Vida de Marco Bruto, ed. Felicidad Buendía, Madrid, Aguilar, 1961,p . 826 b.(38) Ibid. , p . 829 b.

QUEVEVO V EL GRAN SEÑOR VE LOS TURCOS 43

&l átúmo y zl coAazón I... ), Julio CZAOA pe.lza.ba yZACAibia : ZAto ZA hacZA y dzcix. En igual pAtcio tuvoAu ZAtudio y Au vida (...). (39)

Son éstas las mismas expresiones del renegado :"estudio-guerra","arte militar-lección", "espada-pluma", "hacer-decir"; pero en vez deoponerlas, Quevedo las reúne en el MaACO ñtiuto, para hacer de la prácti-ca conjunta de ambas la condición de cualquier valor militar auténtico.Para Quevedo, las letras no se oponen a las armas, son su complementonecesario.

Así que, al denunciar el daño que según él traen consigolas letras, el renegado Sinán niega su propio valor. Además, esta conde-na alcanza, aunque indirectamente, al mundo turco en su totalidad, sien-do también denuncia indirecta el ejemplo de Roma en el discurso de Si-nán :

Roma, cuando dzAdz un ¿oteo quz no cabía doA czlz-minzA de AzmbAaduAa AZ CAZCÍÓ en Azpública inmznAa., nogastaba doctoiz* ni ZíbAOA, iino ¿oldadoA y aAmu> 1...).Luzgo quz CiczAón, y BAuto, y HoA.te.niio, y C Í M A , inüto-dujZAon la paAola y la. dzclamacion, zZlo* pAopioA tatwibaAon zn Azdición. (40)

Ahora bien, en otro capítulo de La HOACL, Quevedo da de la de-cadencia de Roma una explicación muy diferente, con la que condena ro-tundamente las guerras de conquista, las de los Holandeses, de los Tur-cos, tanto como las de Roma :

LOA gíotonZA de pAovincia-i ¿izmpAZ han nuZAto deahito : no hay pzoA Azplzción que ia dz dominio*. (41)

Se puede también percibir cierta ambigüedad en la denunciapor Sinán del poder dañino de la palabra :

EntonczA, puzA, loA ZAtixdioA &uzAon aKmzAÍaA contAaleu aAmcu, laA oAaciowLA Aant¿¿icaban dzlitoA y condena-ban viAtiidzA, y, Azinando la Izngua, lo A tAiun^oA yacían

(39) Ibid.

(40) La Hora de todos, p. 167.

(41) Ibid., p. 133.

44 JoAZtte. RIAWPIERE LA HOCHE Criticón, 18, 1982

.40 el podex de. ùu> patabAcu>. (41 bis)

Quevedo formuló esta acusación en otras obras suyas. En elUaAC.0 Bfiiito, por ejemplo, atribuye una importancia de primer plano ala fuerza de los discursos en la conjura contra César, y condena aCasio, primer responsable de la conjura, porque : "se atrevió" a empe-zar la plática y a envenenar con tales razones a sus confidentes (...)",y por ser el discurso de éste una "peste bien razonada" (42).

En este caso, una vez más, el renegado, al condenar la pala-bra, se equivoca confundiendo su poder con el uso que se hace de ella :el daño que puede causar un discurso no puede justificar que se abando-ne el estudio, y menos que se prohiba, porque sería elegir la ignoranciay la barbarie, que Quevedo condena sin ambigüedad.

Ignorancia y barbarie son las que elige y ensalza el renega-do Sinán, que gusta de guerrear por guerrear, sin preocuparse por sabersi la guerra que hace es justa o no. La guerra le gusta en sus aspectosmás odiosos, como lo podemos comprobar al leer su alabanza de la Romaantigua : "Arrebataba las mujeres que había menester, sujetaba lo quetenía cerca, buscaba lo que tenía lejos (...)" (43). Si le gusta laguerra, desprecia la gloria : poco le importa la infamia en la que vi-ven los Turcos y en la que él mismo vive (44). Más que todo, rechaza elestudio y el saber del pueblo (45). Por esto condena la imprenta, quecompite con la artillería y trae consigo la sabiduría.

Al aprobar el Gran Señor este discurso, proclama su dominiosobre un pueblo de esclavos. La definicio'n que da Quevedo del tirano enel MaAco Bluto se aplica perfectamente a este personaje :

T-üiano e4 aquzl pxíndpe. que., -Uindole., quita tacomodidad a. la paz, y ta gZoAía a ta QueJUia., a 4U4 va-

II leu mujeJieA, y a lot¡ hmb>iej> ta vida; que. obzdz-

(41 bis) Ibid., p. 167.

(42) Vida de Marco Bruto, éd. cit., p. 842 b.

(43) La Hora de todos, p. 167.

(44) Ibid., pp. 167-168 : "Dices que hoy, por sus grandes autores, vivenlos varones grandes que tuvieron (...). Más valiera la Monarquía, muday sin lengua, que vivir la lengua sin la Monarquía".

(45) Ibid., p. 166.

QUEVEVO Y EL GRAN SEÑOR VE LOS TURCOS 45

ce al (vpo.tA.to, y no a la. Kazan; que. adicta con lacAueldad ¿>eA aboA.Ae.dda., y no amado (...). (45 bis)

El ÁjmpeAio otomano de "La HoKa de todo-i" y la. Kea.lA.dad hÁAtóKica.

Hemos visto ya que, a pesar de la multiplicidad de términoscon los que Quevedo evoca cargos y oficios del gobierno otomano, laausencia de cualquier definición deja entero el problema de su infor-mación en este dominio.

Más fácil será, por ahora, examinar hasta qué punto talinformación corresponde, si no a una realidad comprobada, a la opi-nión común. En efecto, dos de las propuestas del Morisco correspondena la opinión común : el uso por los Turcos del alfanje, y el consumodel vino. Corresponden también a la realidad histórica, pero de maneraque será interesante precisar.

La primera propuesta —dejar el alfanje por la espada— per-mite a Quevedo poner de relieve por una parte la superioridad del ar-mamento cristiano sobre el turco, superioridad que reconoce implícita-mente tanto el Morisco como el renegado Sinán, y por otra parte la es-trechez de miras del renegado que rechaza, sin reflexionar siquiera,lo que podría representar un progreso técnico para las tropas otomanas.Esta propuesta tiene pues, esencialmente, una función narrativa másque "sociológica" o histórica. Recordemos además que el mismo Quevedose declara, en otras obras suyas, tan opuesto a las novedades como elrenegado Sinán. Así es como al principio del UaJiC.0 BKuto, para ensal-zar a Bruto, lo presenta como el defensor de la tradición y el enemigode las novedades (46). Lo que le sirve para alabar al héroe a quienadmira, se vuelve motivo de desprecio cuando se trata del enemigo rene-gado y turco. Pero esta contradicción aparente se resuelve si recorda-mos que para Quevedo las costumbres turcas son en su esencia malas yodiosas, mientras las del mundo cristiano —por lo mismo que es cris-tiano— pueden siempre ser un modelo para los infieles : más allá dela sátira se transparenta la propaganda.

En cuanto al consumo del vino, parece absurdo a primera vistaque lo proponga al Morisco, en la medida en que va en contra de una

(45 bis) Vida de Marco Bruto, éd. cit., p. 869 b.

(46) Ibid., p. 827 a : "Lo que más le autorizó el seso, es afianzarleen que aborrecía las novedades".

46 Joittta R1ANVJERE LA ROCHE Criticón, 18, 1982

de las prohibiciones más firmes y más conocidas del Alcorán. Sin em-bargo, corresponde por una parte a la opinión que los contemporáneostienen de los Turcos, a quienes acusan de ser glotones y borrachos(47),y por otra a una realidad histórica : en la segunda mitad del sigloXVII —pero también antes— el comercio del vino constituía una enormefuente de ingresos para el Gran Señor (48). No obstante un estudiomás atento de la historia otomana permite concluir que Quevedo debíade estar, a diferencia de la opinión común, al corriente de las prag-máticas circunstanciales y a veces contradictorias del poder otomano :el 15 de agosto de 1634, un {¡ÁAiMLn de Murad IV decretaba la clausurade todas las tabernas de Estambul, recordando la prohibición del Alco-rán (49). Al privar posiblemente al Gran Señor de los ingresos corres-pondientes, tal decreto desdice, por cierto, con un rasgo del carácterde Murad IV, subrayado por los embajadores de la época : su sed deloro (50); ésta, sin embargo, sigue siendo elemento importante en laargumentación del Morisco destinada a

aumzntaA leu, Azntcu, del GACLYI Se.no*. y de. MU>con e.1 tn.a.Q¿no, zl teAOKo móu> numeAao pon. ¿ex IOJ> v¿ñcu>aAt¿i¿c&A de. mucho* LÍCOAZA d¿f¡eAznt&* con. -ÓU-Ó &Auta¿y en todo eJL mundo mejiamcía. ̂ OKZOM. I...). (50 bis)

(47) Albert Mas, op. cit., tomo II, pp. 318-321.

(48) Robert Mantran, op. cit., p. 207.

(49) J.Hanunerflistoire de l'Empire ottoman, tome IX, (1623-1640), Paris,1837, p. 235. Se sabe también que, a pesar de la prohibición del Alcorán,el mismo Murad IV gustaba de beber vino. Es posible que Quevedo estuvie-se enterado de este hecho, tanto como de la clausura de las tabernas,como permite suponer la formula que atribuye a su renegado : "En cuantoal postrero punto, que toca en el uso de las viñas y del vino, alláse lo haya la sed con el Alcorán. No es poco lo que en esto se permitedías ha; pero advierte que si uni versa lmente se da licencia al bebervino y a las tabernas, etc." (p. 171; el subrayado es mío).

(50) J. Hammer, op. cit.; el retrato de Murad IV está en las p. 280 sq.Véase también Leopold Ranke, L'Espagne sous Charles Quint, Philippe IIet Philippe III ou les osmanlis et la monarchie espagnole pendant lesXVIème et XVIlème siècles, Paris, 1845. Retrato de Murad IV p. 96 sq.Como Hammer, Ranke destaca la crueldad de Murad IV y su pasión deloro.

(SObis) La Hora de todos, p. 164.

QUEVEVO V EL GRAN SEÑOR VE LOS TURCOS 47

Además, si se toma en cuenta el papel funcional del Moris-co en la anécdota —como vínculo entre España y Constantinopla—, seve que Quevedo funda su argumentación en otra realidad histórica : larealidad económica española. El vino español, producto de exportacióntanto como de consumo interior, proporcionaba entonces a la Coronaespañola los ingresos importantes del almorajifazgo y de la alcabala.Además, el elogio del vino correspondía a creencias españolas comunes :se le consideraba como un alimento energético necesario para la salud.Así se manifiesta en el Morisco la marca indeleble de su pasado español,y en este punto también es para Quevedo un instrumento de propaganda.

Sin embargo, otros aspectos del mundo turco de La HoKa. co-rresponden a creencias comunes y concuerdan con lo que se lee en lasrelaciones de viajes de la época. Particularmente interesantes son lascorrespondencias del texto de Quevedo con el relato de Otavio Sapien-cia, sacerdote, siciliano de nacimiento, que vivió varios años cautivosen Constantinopla, logró la protección del embajador de Francia y huyópor fin de Constantinopla, en 1615, marchándose primero a Sicilia yluego a Madrid. Otavio Sapiencia publicó sus recuerdos de cautivo enMadrid, en 1622, con el título de Muevo tKa.ta.do de JüJiquJjx. Sin quesepamos de manera cierta si Quevedo pudo leer este tratado, tenemosbuenos motivos para pensar que pudo interesarse por este personaje ypor su obra (51).

En su capítulo IV, por ejemplo, Sapiencia trae a colaciónuna declaración del Gran Señor :

Vo que ¿oy [poA la infinita, QAacia del jtuito,gAandz, y omrU.pote.nte. cAiadoA, pon. la obe.d-ie.ncAa dim¿lagAo¿, de loi mayoAeA de mi pAoleta), EmpeAadoA de.EmpeJiadoAiA, dadoA de. la¿ coAonaA y mayoA VAincípe.<?<xe aiy ¿obAZ la haz de. la tiexAo. (...). (52)

(51) otavio Sapiencia, Nuevo tratado de Turquía, con una descripcióndel sitio, y ciudad de Constantinopla, costumbres del gran Turco, desu modo de gobierno, de su palacio, consejo, martyrios de algunos mar-tyres, y de otras cosas notables, Madrid, 1622.

Sapiencia era sacerdote; según él mismo cuenta, "clérigopresbytero de la ciudad de Catania en el Reyno de Sicilia,(...) estu-vo cautivo en Turquía cinco años, y siete con libertad". Su obra Euebien conocida de Lope de Vega. Véase A. Mas, op. cit., passim.

(52) Id., ibid., f° 18 r.

48 Josette RIAWPIERE LA RflCtfE Ci-itLcón, 18, 1982

Se puede ver una parodia de esta declaración en la presentación porQuevedo del Gran Turco "monarca por los embustes de Mahoma, en lamayor grandeza unida que se conoce" (52bis). Del mismo modo, Quevedoal denunciar la idolatría del Morisco "postrado en el suelo a lospies del emperador tirano, en adoración sacrilega" (53), recuerda unafrase con la que Sapiencia afirma que "todos sus subditos /"del GranSeñorJ7 son como sus esclavos, y le tienen tan grande obediencia quele adoran como a Dios" (53bis). Rasgo éste, por lo demás, que confirmanlas investigaciones más recientes, aunque lo entienda y exprese Queve-do en términos religiosos característicos de la mentalidad y del pensa-miento político del siglo XVII. Se sabe en efecto que el Gran Señor reu-nía en sí los poderes políticos y religiosos, y que todos los vecinosde su imperio eran como sus esclavos (54).

La idea de que los ministros del Gran Turco se reclutan entrelos renegados también se encuentra en Quevedo y en Sapiencia, el cualexplica que

poAqtiz loi hÁjoi de. Sultancu dziczndlzntzi dz iangie.KeaJL no puzdzn ÍZA Ba.xa.zi, ni loi TUACOÍ Izg-Ltimoi ninatataZzi pon Kazan de. Estado, loi qaz QOuÁZKnnn loiZitadoi dzl GACW Toteo ion Aznzgadoi, y hija de. Aznz-gadoi. (55)

La realidad histórica es apenas diferente : los miembros de las minoríasreligiosas de Constantinopla no tenían acceso a ningún cargo u oficio.En cambio, los hijos de familias cristianas reclutados en los Balcanessegún el sistema de leva llamado "devshirmè" —gracias al que se re-cogía, separándolos definitivamente de sus familias, a niños de menosde cinco años que parecían hermosos y con buena salud—, después de vi-vir algunos años en familias musulmanes donde se convertían al Islam,podían, con arreglo a sus aptitudes y méritos, ascender a los cargosmás elevados, incluso al cargo de Gran Visir (56). Se ve que la inter-

(52bis) La Hora de todos, p. 161.

(53) Ibid., p. 162.

(53bis) O. Sapiencia, op. cit., ff° 18 v.-19 r.

(54) Robert Mantran, La vie quotidienne à Constantinople au temps deSoliman le Magnifique et de ses successeurs (XVIème et XVIIème siècles).Paris, Hachette, 1965, pp. 83-84.

(55) Otavio Sapiencia, op. cit., f° 30 v.

(56) Robert Mantran, La vie quotidienne..., op. cit., pp. 84-85 : "Mais

QüEVEVO y EL GRAN SEÑOR VE LOS TURCOS 49

pretacidn de Quevedo, en su conjunto, concuerda con la realidad his-tórica, y corresponde con la documentación que se tenía sobre el im-perio otomano en su época.

En cuanto a la personalidad del renegado Sinán, Quevedo pudotomarla del retrato bien conocido de Kodja Sian Pasha : éste, probable-mente cristiano de nacimiento, fue varias veces Gran Visir; era famosopor su crueldad, su egoísmo, su ignorancia (57). También pudo Quevedo,sencillamente, dar a su personaje un nombre que llevaron varios bajaesdel siglo XVI, y que todos los lectores podían reconocer como turco.Sin embargo, el personaje no lleva el título de bajá.

comment parvient-on à graviter dans l'entourage du Sultan ? Il y a toutd'abord ceux qui bénéficient, en quelque sorte, de la position de leurpère : si celui-ci est déjà bien introduit dans le palais et dans lesfaveurs du souverain, il peut faire entrer son fils parmi les pagesou parmi les fonctionnaires du sérail. Cependant le cas est assez peufréquent (...). La notion de noblesse, au sens européen du terme, avectout ce qu'elle entraîne, est inconnue chez les Turcs, ou, en tout cas,n'aboutit pas à créer chez les musulmans une caste privilégiée, déten-trice des principales fonctions de l'empire (...). En dehors de cettevoie, malgré tout limitée, il est un autre moyen très particulier. De-puis la seconde moitié du Xivème siècle, après la conquête d'une partiede l'Europe balkanique, les Ottomans ont utilisé, en vue d'assurer lerecrutement régulier d'une armée dont la puissance et le nombre allaitsans cesse croissant, un système qui a profondément heurté les conscien-ces chrétiennes, mais qui a rendu, pendant longtemps, de grands servicesaux Turcs : il s'agit de la devshirmè ou "ramassage". Ce système con-siste dans le prélèvement annuel ou bisannuel, dans un certain nombrede foyers chrétiens des Balkans, d'enfants âgés, en général, de moinsde cinq ans. Séparés totalement de leurs parents et de leur milieu,ces enfants sont envoyés en Anatolie, dans des foyers musulmans : onfait d'eux des musulmans, on leur apprend la langue turque et on lesinitie aux coutumes et traditions turques et islamiques. Vers l'âge dedix, onze ans, on les rassemble dans ces maisons d'éducation que sontles palais d'Andrinople, les uns sont dirigés vers l'armée, les autresvers le palais où ils deviennent pages (...). Là ils suivent une filiè-re qui les fait progresser, au choix, de poste en poste et, s'ils peu-vent attirer sur eux les regards du souverain, d'une sultane ou de quel-que favori, rien ne les empêche d'accéder aux plus hautes fonctions, ycompris celle de grand visir".

(57) Encyclopédie de l'Islam, éd. 1932, art. Sinan Pasha.

50 Jo-ie-tte RÏANDIERE LA ROCHE Oiitlaón, 18, 1982

Detengámonos un momento, precisamente, en el título quelleva el renegado Sinán : ¿Bey ? ¿Rey ? Esta lectura ambigua apare-ce en tres pasajes del capítulo XXXV de La Hola. d& todo* : primero,en la enumeración de los personajes juntados por el Gran Turco y queforman parte de su Puerta; luego, en el discurso del Morisco, al de-clararse éste deseoso de ensalzar la gloria de los "invencibles capita-nes y reyes /"turcos 7"; por fin, para acompañar el nombre del renega-do Sinán. Quien optcTprimero por la grafía bey-box/HA fue Fernández-Guerra, que señald en nota que todos los impresos anteriores llevanKey-Km<U> (58). Fernandez-Guerra precisa además que "Bey equivale a¿eño-t, y se da el nombre de bey (escríbese bzgh o befe) a los goberna-dores de ciertos territorios o ciudades marítimas de Turquía", y que"el Gran Visir primer ministro de Guerra y Estado en la corte otoma-na (...) preside a otros seis visires inferiores, y llevan el peso delos negocios" (59). En las ediciones modernas, también se encuentranlas dos lecturas : Luisa López Grigera adopta la lectura A.e.-AZyZA,recordando que corresponde a la lectura de las primeras ediciones, perosin justificar más su elección. Bourg, Dupont y Geneste escogen b<Uj-bexf&ó, e interpretan la palabra como una reducción de bQjjimúxLSj, títu-lo que llevaban los gobernadores de Rumelia,Anatolia y Bosnia —queformaban parte de la Puerta o Diván—, generalmente llamados "virreyes"por los Españoles, lo que a su vez explicaría la lectura /teí/e-4 porbzy&4 de las primeras ediciones (60).

Sin embargo, el hecho de que tx>doA las primeras edicioneslleven Adij-AUjU llama la atención. De hecho, existe un título turcocon el que se explicaría, tan bien como el de b<U¿, buena parte del ca-pítulo XXXV de La. Hola y al mismo tiempo daría al discurso del renegadoSinán mayor coherencia : el de -texi, del que el español Aey-AQjyu seríauna transcripción fonética "hispanizada", como tantas veces ocurre enlas obras de Quevedo (61). La palabra AZ-Li (mod. -ta-óó) significa "jefe".Puede designar a los capitanes de naves que hacen, numerosos, su car-

(58) Obras de Don Francisco de Quevedo y Villegas, ed. de AurelianoFernandez-Guerra, B.A.E., tomo XXIII,p. 4O6 a, nota 1, y p.4O7 a,nota 1.

(59) Ibid.

(60) La Hora de todos, éd. Bourg,Dupont,Geneste,p.480,nota 482;ed. LuisaLópez Grigera,p.161,nota 512,p.163,nota 522, p. 164, nota 528.

(61) Cf_. por ej. las grafías Sexos-Sexios^Seggios del capítulo XXIV deLa hora, las de Bangui-Banchi del capítulo XXXIII. Véase J. Riandièrela Roche, Nota para una mejor comprensión de un texto de Quevedo ; "LaHora de todos", en Hommage des Hispanistes français à Noël Salomón,Barcelona, Ed. Laia, 1979.

QUEVEVO Y EL GRAN SEÑOR VE LOS TURCOS 51

gazón en Constantinopla. También KQ.ÍM se llaman los capitanes de co-sarios berberiscos : esta interpretación conviene perfectamente a los"invencibles capitanes y reyes" a los que alude el Morisco. Tambiénpuede corresponder con la personalidad de Sinán. Pero la palabra tieneotro sentido : varios dignatarios del imperio otomano, y especialmenteel primer secretario de Estado y del Despacho — o ministro de AsuntosExteriores— llevaron este título. En sus orígenes, así se llamabamás precisamente el KíLd uJL kuttab (llamado también más tarde X.2ÁAemendó), o "jefe de los copistas", que dependía directamente del GranVisir y dirigía la Cancillería del Diván imperial; acompañaba al GranVisir en todas las audiencias que daba el Gran Señor, y en las que da-ba el mismo Gran Visir a los embajadores. Le incumbía minutar las me-morias y relaciones dirigidas al Gran Señor por el Gran Visir; ejercíauna como jurisdicción sobre todos los funcionarios civiles, y bajo susórdenes se conservaban los originales de los reglamentos civiles ymilitares (62).

Si se admite que tal podía ser el título llevado por el rene-gado Sinán, se ve cuánta coherencia cobra el capítulo de La. tíoHa. quenos interesa — y más particularmente los discursos respectivos de Sinány del Morisco al tratar asuntos tan diversos y específicos, tan de laincumbencia del xe.-U>, como son las leyes, el armamento, el uso del vino,o el fomento de los estudios y la introducción en Constantinopla de laimprenta. Al mismo tiempo, aparece bajo una luz nueva el problema dela información de Quevedo con respecto al imperio otomano : una informa-ción que hasta parece precisa, coherente; incluso cobra sentido nuevola fórmula ya citada de "todos, o la mayor parte, renegados", muchomás prudente y conforme a la realidad otomana que la afirmación peren-toria de Otavio Sapiencia, pues se sabe que, aunque el caso fue pocofrecuente, algunos Turcos pudieron beneficiarse de la posición de supadre para introducirse en la corte otomana (62bis).

(62) Robert Mantran, Istambul..., op. cit., p. 488 : "A Constantinoplemême, nombreux sont les capitaines, les reis à l'affût d'un chargement,d'une occasion de transport". Ibid., p. 162, note : "le reis ül-küttab(ou reis efendi) chef des secrétaires et rédacteurs du gouvernementottoman". Grand Larousse Encyclopédique, art. reis : "Titre de plusieursofficiers ou dignitaires de l'Empire ottoman, notamment le secrétaired'Etat et ministre des affaires étrangères". Las explicaciones más com-pletas (importancia del reis en el Diván, carrera administrativa, etc.)está en la Encyclopédie de l'Islam, éd. cit., art. reis ul-kuttab.

(62bis) Véase supra, nota 56.

52 Josette. RIANPIERE Í.A ROCHE CAÍUcón, 18, 1982

a. e. ¿deoloaXa

Veamos ahora en qué medida el retrato del Gran Turco concuer-da con la realidad histórica. Hemos estudiado ya en parte la acusaciónformulada por Quevedo de que el Gran Señor se disimula a la vista desu pueblo para parecerle inasequible y dominarlo mejor. Una acusaciónparecida es la de que tampoco el Gran Señor quiere que oigan su voz,y habla por "señas mudas" (63).

La primera acusación ha sido formulada por otros autorescontemporáneos según los que el Gran Señor presenciaba invisible lasreuniones del Diván (63bis). Se sabe en efecto que no participaba di-rectamente en ellas, sino que podía seguir los debates desde un cama-rín que daba a la sala de sesiones, mirando por una celosía. Sin embar-go, la acusación de Quevedo es más grave, al afirmar que "el Gran Señorjuzga a desautoridad que sus vasallos (...) traten su persona aun conlos ojos" y al presentarlo "en trono sublime cubierto con velos quesólo daban paso confuso a la vista" (64), como si se tratara de un modode gobierno sistemático. Contradicen tal afirmación otros autores de re-laciones de viajes, según los que, si no se admite al vulgo en el Serra-llo, no por esto el Gran Señor no se deja ver del pueblo. Muy al contra-rio, uno de los espectáculos más solicitados es el que ofrece el GranTurco con su séquito camino de la Mezquita de Santa Sofía, como lo cuen-ta Pietro della Valle (65); y Sapiencia explica, por su parte, que

tinne. obligation el Quan Toteo de dexaue \¡ex del puzbiouna vez a. la ¿emana, o en la maA, o zn la. tÁJLKKa., a¿¿¿ej>ta.ble.cldo HsicJ poA -ÓU lei¿. (65bis).

Y si el Gran Turco no participa directamente en las reuniones del Diván,sin embargo recibe en persona a los embajadores, aunque sin hablar pa-labra, pues en su nombre responde el Gran Visir (66).

(63) La Hora de todos, p. 162.

(63bis) R. Mantran, La vie quotidienne..., op. cit., p. 88.

(64) La Hora de todos, p. 162.

(65) Pietro della Valle, El Pellegrino..., scritte dell'anno 1614 sinal anno 1626, Roma, 1650. Texto citado por R. Mantran, en La vie quoti-dienne. .., éd. cit., p. 189.

(65bis) O. Sapiencia, op. cit., f° 21.

(66) Id., ibid;, cap. XVII, "Del modo que el gran Turco recibe los emba-

QUEVEVO Y EL GRAN SEÑOR VE LOS TURCOS 53

Podemos sospechar que Quevedo, convencido de antemano dela tiranía del Gran Señor, y deseoso de convencer a sus lectores, leatribuyó todas las características del tirano que aparecen en los tra-tados de filosofía política.

En cuanto al silencio que, según Quevedo, el Gran Señorguarda siempre, se puede relacionar con un hecho curioso de las costum-bres del Serrallo, citado por Sapiencia :

Toda la conuzAiacion dzl Gn.an Toteo <u> con mudoi,zna.no.ii y tn.uha.nzi, y zn Va.ux.do todo* hablan a lo mudo,hazizndo dzllo paAtÁculaA. pKo^zAAion, y no quÁZJiz otxaconuzAM.cA.on, ii.no dzl dicho gznzAo de g&nte., y de mu-Q<¿A<U>. (67)

Confirman esta aserción otros relatos de la época, y a proposito deMurad IV, Hammer escribe que "la necesidad de no expresarse sino porseñas en presencia de Murad IV llevo" el lenguaje de los mudos al gradomás elevado de su desarrollo : el guiño de ojos, el chasquido de dien-tes había sustituido a la palabra" (68).

Sea lo que sea, la imprecisión relativa de los conocimientosque se tenían sobre el Serrallo y el modo de vida que llevaba el GranSeñor deja a Quevedo amplia libertad para apreciar de manera originallos pocos rasgos conocidos y utilizarlos en contra del Gran Turco.Desde luego, todos los rasgos citados por él pertenecen a un fondo comúnde conocimientos, lo que le permite transformarlos en símbolos y organi-zarlos en una doctrina coherente : la denuncia del gobierno tiránico.

Muy parecido a éste es el procedimiento con el que denunciala ignorancia en la que el Gran Señor mantiene a su pueblo, dando porprueba de ello su rechazo de la imprenta. Curiosamente, una vez más,este hecho corresponde a una anécdota histórica contada por Sapiencia :

En TuAquÁa. no ay zmptizvita alguna ni -se impKimzn ÍUÍpZAo zi muy gHandz zl numZAo de loi ZiOiixxanoi

xadores de los Príncipes christianos sus amigos", f° 44 v. : "/_ Losembaxadores_/ piden justicia al Turco : el qual no responde palabra :pero en su nombre responde el primer vecir, el qual está cerca del Reyrecibiendo la embaxada...".

(67) Ibid., f° 19.

(68) J. Hammer, op. cit., tomo IX, p. 281.

54 3o*zt£e RIÁIWIERE LA ROCHE CA.itic.6n, 18, 1982

ya dichos, y viuzn todo-í> de copiaA lo* voluminz* que.componen loi m.z*tAO* de *u ley, y otAo* papzlz*, ycomo tan baAbaAO* no tiznen coKAZctoAZ* que coAAijan*u* z*cAÍto*, a cuija cau*a qualquizAa intZApizta. a*u alazdAio (...). Uon*iwi de BAZUZ*, que. e*tuao quin-ce año* poA zmbaxadoA de fAancia en Con*tantinopla,*abiendo bizn la. lengua tuACa, compuso mucho* libAo*zn ella, y quando *e boluio a Francia llzao conmigoalguno* TUACO* de lo* dicho* •mxz*tAO*, con cuya ayudaimprimió en coJiactZAZ* tuAquz*co* quinze cueApo* diazA-*04, y lo* embio a. Con*taníinopla al EmbaxadoA quzauia quzdado zn -óu lugaA paAa quz *z vzndiz**zn a lo*TUACO*, quz e*peAaua OUZA de ¿eA gAata aquzlla nouzdad.y aulzndo ya h&cho la* diligencia* con mucho* TUACO*quz vinizAon a \JZA lo* dicho* libAo*, no kuuo quiznqui*iz**z compAaA vno *iquiZAa, poA *ex impAZ**o* demano de ChtiAtiano*, Azczlando *izmpAZ algún zngaño.Lo* Vzne.cia.no* le* o&Azciznon embioAlz* empAznta*, yimpAZ**OAZ* a Con*tant¿nopla : pzAO ni zl GAan TUACO,ni *a Con*zjo qvJu>o, dizizndo, quz *i aczptoAa. el o{,AZ-cimiznto, todo* ¿o* z*cAÍbano* de lo* dicho* libAo*nwiizAan de hambAZ, y a**i pzA*zuzAan zn la, boAbaAidaddicha, como zn *u ob*tinada czguzdad, y a**i no u*anlibAo*, *ino ¿o* m.nu*cAito*. (69)

Si Quevedo conoció esta anécdota y se refiere a ella enLa HoAa, es evidente la distancia que le separa de Sapiencia : éste,al denunciar la ignorancia y la barbarie de los Turcos, atribuye sudecisión a la desconfianza que les infunden los Cristianos, y a la preo-cupación legítima del Gran Señor de no quitar su trabajo a los copistasde Constantinopla; según Quevedo, tal ignorancia no es más que le blan-co al que apunta el Gran Señor, como un medio para dominar mejor a supueblo.

Sin embargo, la realidad histórica proporcionaba a Quevedolos mejores motivos para transformar en símbolos acusadores lo que po-día no ser más que hechos ocasionales, pues corrobora su teoría lo quese sabía, y se sabe hoy,del Gran Señor Murad IV, el "Nerón de los oto-manes" (70), hombre orgulloso e implacable, que a partir de 1632 redu-jo a los rebeldes del imperio haciendo correr ríos de sangre, al cabo

(69) O. Sapiencia, op. cit.,cap.VIII,"Del modo de libros que usan losTurcos, y de sus escritores", f° 27 r.-v.

(70) J. Hanuner, t. IX, p. 109.

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de nueve años de anarquía. Las anécdotas abundan, en las relacionesde los embajadores, que ilustran el carácter feroz y sanguinario delSultán : hombres empalados o degollados por los más débiles motivos,embajadores maltratados, sin que pudiera ninguno ampararse con lostratados de paz firmados con los príncipes de quienes dependían (71).Del mismo modo, si Cervantes, como Sapiencia, pudo alabar la justiciarápida y eficaz de los cadís de su época, es imposible criticar a Que-vedo cuando denuncia la ausencia de leyes del imperio de Murad IV :ya se trata de otros tiempos, y los historiadores del imperio otomanosubrayan el declive de la administracio'n judicial del reinado de Mu-rad IV, sobre todo en los diez primeros años de su reinado, en losque prevalecen la venalidad y la corrupción.

Así se ve cómo la sátira que Quevedo hace de España acompañaa otra sátira : la del imperio turco, hecha siempre con referencia aEspaña, presentada como mejor que éste y como un modelo posible paraéste. En este sentido, la sátira del imperio otomano es un medio de pro-paganda pro-española. Para esto tienen un papel fundamental además delMorisco, los esclavos cristianos de Constantinopla.

LOA ej>cla.vo¿ cA¿¿tiano¿ y MI íunc¿c'n en la anzadota

Quevedo evoca la situación de estos esclavos de manera algo abs-tracta, sustituyendo los posibles rasgos concretos por una antítesis vi-gorosa: "En perpetuo cautiverio padecen muerte viva en las torres de Cons-tantinopla" (72). Se nota aquí la única alusión al cuadro geográficodonde viven los cautivos; además, al citar sólo, de la capital otomana/las torres donde están encerrados los esclavos, la reduce a un lugardestacado del cautiverio cristiano, con valor de símbolo.

La presencia de estos esclavos en la junta reunida por el GranSeñor permite suponer que, en la imaginación de Quevedo, ocuparon antesde su cautiverio un rango social de cierta altura; apoya esta hipótesisla nobleza de uno de ellos al menos : la del caballero español que res-ponde al Gran Turco en nombre de sus compañeros. Sea lo que fuere,comparada con los relatos de Cervantes o de Sapiencia, su presentaciónno deja de ser abstracta. En un primer momento, su función esencial esponer de relieve la crueldad despiadada y la presunción del Gran Turco.Así, es de notar la manera como Quevedo sistematiza hechos reales, pre-sentando como manifestación de su orgullo sacrilego y de su maldadfundamental el rechazo por el Gran Turco de los rescates de esclavos.

(71) I¿., tomo VIII, pp. 280-281.

(72) La Hora de todos, p. 162.

5é Jo-ieííe RUNDIERE LA HOCHE CnUxcôn, 18, 1982

También Sapiencia cita este hecho, pero dándole un significado biendistinto :

El GKOLn Twico no ¿utle. dan. Uhzjitad a uclauo-ipoA. d¿n<uio Mno de QKamia., poK aiiiA t,<uwJLdo bitn., opoK fyw.e.qu.2. de. algun TuAco, que. ¿w OAclaao de la.cki'Utia.ndad. (73)

Es verdad también que la personalidad que Quevedo presta a los escla-vos cristianos les quita cualquier posibilidad de conseguir su liber-tad mereciendo la gracia del Gran Turco, pues se niegan a servirle.

Sin embargo, este detalle sólo se evidencia al final delcapítulo, al revelarse plenamente, por el mismo hecho, el sentido enla anécdota de la presencia de los esclavos cristianos. En efecto, silas reacciones que les atribuye Quevedo son para el lector, como lohemos visto, datos indispensables para la comprensión correcta deldiscurso del renegado (74), explican además otros elementos ambiguosdel capítulo entero. Al subrayar su clarividencia, Quevedo los carac-teriza con rasgos no solo psicológicos, sino más bien "sociológicos";su lucidez en materia de gobierno, su afición a las letras y a la jus-ticia hacen suponer que pertenecen a un grupo social culto (75). Además,al hacer que hable por todos un caballero español "de treinta años deprisión", Quevedo sugiere que son cautivos de guerra, y más particular-mente españoles (76). El discurso del caballero español constituye puesun como "autorretrato". Por fin al proclamar que permanecerán fielesa su rey y a su fe,negándose a dar a los Turcos el menor servicio, lo-gran los cautivos reunirse simbólicamente con la comunidad españolay cristiana, poniendo de relieve la ambigüedad fundamental de su condi-ción de cautivos.

(73) 0. Sapiencia, op. cit., f° 43 v.

(74) Véase supra, p. 39.

(75) La Hora de todos, p. 171 : "Ellos viendo la ceguedad de aquellaengañada nación, y que amaban la barbaridad y ponían su conservaciónen la tiranía y en la ignorancia, aborreciendo la gloria de las letrasy la justicia de las leyes...".

(76) Ibid."Nosotros españoles no hemos de aconsejaros cosa que os estébien, que sería ser traidores a nuestro monarca y faltar a nuestra re-ligión; ni os hemos de engañar, porque no necesitamos de engaños paranuestra defensa los cristianos : dispuestos estamos a aguardar la muer-te en este silencio inculpable".

QUEVEVO y EL GRAN SEÑOR VE LOS TURCOS 57

En efecto, Quevedo evidencia aquí los limites de la auto-ridad que los Turcos pueden ejercer en contra de los Cristianos, aun-que éstos sean esclavos, con motivo de su misma cristiandad. Se colo-ca aquí en la tradición senequista y cristiana según la que la liber-tad del alma supera a la del cuerpo. En una Ep-dtola. a. LucíLLo (77),Séneca afirmo ya que la esclavitud no era un hecho de naturaleza, se-gún decía Aristóteles, sino un accidente de fortuna. Estableció tam-bién una distinción fundamental entre el hombre "libre" esclavo desus pasiones, y el hombre esclavo por derecho y "libre" en su alma.Esta doble afirmación destacaba la igualdad fundamental de los hombresfrente a la moral y a la razón, a pesar de las diferencias, accidenta-les y no esenciales, de las condiciones sociales. La idea de Séneca en-contró un eco en los Padres de la Iglesia, y particularmente en SanJuan Crisóstomo, el cual proclamó además que el cristianismo era lo quedaba al esclavo su verdadera libertad (78).

Llama la atención la semejanza entre el pensamiento de Queve-do y el de San Juan Crisóstomo en este punto : si en La HoJia no encon-tramos esta idea explícitamente expresada, se desprende de la anécdotacon la fuerza de la evidencia que caracteriza cualquier tradición bienestablecida. Además, aunque denuncia como algo insufrible la imposibi-

(77) Séneca, Epístola XLVII.

(78) Saint Jean Chrysostome, De Lázaro. Citado por el Dictionnaire deThéologie catholique, art. "esclavage". "Esclavage et liberté sont desmots. Esclave, qu'est-ce à dire ? Un mot. Combien de maîtres enivrés gi-sent sur leurs lits, et les esclaves sobres sont là debout. Qui appelle-rai- je esclave ? L'ivrogne ou le tempérant ? L'esclave d'un homme ou lecaptif d'une passion ? L'un,a l'esclavage au dehors; l'autre a sa chaî-ne au dedans. A quoi bon posséder les biens extérieurs si on ne s'appar-tient pas à soi-même ?". "Le Christ ne laisse pas l'esclave être escla-ve, ni l'homme qui est réduit à la servitude. Comment donc un esclavedemeurant esclave peut-il être libre ? Quand il est débarrassé des pas-sions et des maladies de l'âme, quand il méprise les richesses, la co-lère et les autres convoitises... Et au contraire, quand un homme libredevient-il esclave ? Quand il s'assujettit pour les hommes à quelquemauvaise servitude, soit cupidité, soit amour des richesses et de lapuissance. Voilà le christianisme : dans l'esclavage il confère la li-berté. Et comme un corps vulnérable se montre tel quand il reçoit untrait sans rien souffrir, ainsi l'homme vraiment libre, se montre librelorsque, ayant des maîtres, il n'est pas asservi. Aussi le christianis-me ne défend pas de rester esclave".

58 Jaie-fcte RIÁWPIERE LA ROCHE OiiUaón, 18, 1982

lidad de que el cautivo se rescate por dinero, y aunque pone de relieveel heroísmo de los cautivos y la injusticia personal de su suerte. Que-vedo en ningún momento se subleva contra la institución de la esclavi-tud propiamente dicha, consecuencia comúnmente aceptada de los revesesde fortuna de la guerra. Así, en la perspectiva de la plena libertadespiritual de los cautivos cobra todo su sentido, funcional en la anéc-dota y no solo documental e histórico, la afirmación de que es imposiblesu rescate : su situación no tiene salida, y mayor es su mérito; peroa la inversa, no es imaginable en ellos el menor fallo, la menor flaque-za, y también de este modo se oponen radicalmente al Morisco y al rene-gado Sinán. Su entereza en su fe, su conformidad con su suerte de cauti-vos son el mayor título de gloria de España, y son señales de su liber-tad espiritual esencial.

En este capítulo XXXV de La. Hoha. de. todoi, de estructurafundamentalmente antitética, la oposición política de España a losTurcos cobra un sentido religioso y espiritual, puesto de relieve porla forma de lucha de los cautivos cristianos frente a sus amos.

Sin embargo, la lucha de España contra el imperio otomanotenía implicaciones claramente políticas y económicas (79). Se sabe quela expansión de los Turcos hacia el oeste comprometió durante todo elsiglo XVI las actividades comerciales de Italia, y que en el siglo XVIIseguía amenazando los territorios de Venecia, del imperio austriaco yde España —donde la rebelión de los Moriscos en 1568 había dado nuevosmotivos de inquietud. En 1609, uno de los motivos de la expulsión de losMoriscos fue precisamente la sospecha de su acuerdo con los Turcos (80).Quevedo no ignoraba estos hechos, ni las consecuencias económicas deldominio de los Turcos en el Mediterráneo : en el Lince, de. itaJLLa., queredactó en 1628, animaba al rey de España a buscar un acuerdo con losTurcos, recordando precisamente los motivos económicos por los queVenecia tratara de mantener a toda costa sus relaciones comerciales conel imperio otomano (81).

(79) Véase supra, nota 21.

(80) Fernand Braudel, La Méditerranée et le monde méditerranéen à l'épo-que de Philippe II, Paris, Armand Colin, 1966, tomo II, pp.118-131; Hen-ri Lapeyre, Géographie de l'Espagne morisque,Paris,SEVPEN,1959,pp.130-133.

(81) Se notará que Quevedo estaba entonces perfectamente enterado de unhecho histórico : en 1628, la Corona española hizo en Constantinopla loimposible para conseguir tal acuerdo. Véase J. Hammer, op. cit., tomo IX,p. 115.

QUEVEVO V EL GRAN SEÑOR VE LOS TURCOS 59

En La HoAa, pasa por alto todos los motivos políticos yeconómicos de la rivalidad hispano-turca, poniendo tan sólo de real-ce su aspecto espiritual y religioso : Islam contra Cristiandad, sis-tema de falsos valores islámicos contra valores cristianos auténticos,de los que son campeones en Europa y en el mundo entero los fielesvasallos del Rey Católico de las Españas.

En esta perspectiva, se ve el papel desempeñado en La HoAapor los cautivos cristianos, que contrastan fundamentalmente con elMorisco y el renegado. Éstos para gozar de una "libertad" ilusoria—también ellos son esclavos del Gran Señor—, al renegar de su feprimera hicieron renuncia del Bien. El fracaso del Morisco en su es-fuerzo por introducir los valores occidentales propios de la razón po-ne de relieve la incompatibilidad del Bien y del Islam. Al revés, loscautivos cristianos, herederos fieles de los valores cristianos, renun-cian a una libertad jurídica ilusoria y trascienden al mismo tiempo sucautiverio para acceder a la libertad espiritual esencial.

La HoAa de la verdad viene muy lógicamente a resolver estasituación contradictoria : la libertad de los cautivos cristianos, queinesperadamente les concede el Gran Señor, es a la vez señal de que seles reconoce su mérito, y afirmacio'n simbólica de la superioridad espa-ñola.

Puede parecer sorprendente que los personajes más culpables,el Sultán y el renegado, en los que se concreta el mismo Mal, no seandebidamente castigados. Pero Quevedo, al respetar así la mera verdadhistórica, abre al lector ricas perspectivas. En efecto, al escoger labarbarie y la ignorancia, y por lo tanto la tiranía, estos personajesponen de manifiesto la esclavitud de su alma, según una opinión bienestablecida. En su obra anteriormente citada, Cerdán de Tallada procla-ma, como Quevedo y de manera más explícita aún, que

íl hombAZ ignorante. z¿ enclavo, y aun pzoA quz zl z¿cla-txo que. z¿ta atacado a \>na cadzna : poKquz zl Ziclaaoz-ita pA.iua.do dz la libzAtad coA.poA.al, mznoA pKincipaldz laii potznciai dzl alma, que e-ó la voluntad, poAz&taA ¿uboAdinada al pAopio duzño; zmpzAo tiznz libIOA otAaA do¿ potznciaA mou, pAindpalzí, dzl zntznd-imizn-to y mzmoAia; y zl ignoAantz z¿> al AZUZA, quz tÁznzcautiuaA poA la ¿gnoAanc-ia loi dicha* do* potzncia* dzlzntzndimiznto y dz la mzmoAia, poA no podzA apAoazchaA-¿z dzllai, y como quzda con ¿ola la voluntad, la quoidz ma¿ quz z¿ Azpugnantz a la Aazon, vt plurimum, acom-paflada. con la ignoAancia., z¿ta MjZto y zntAzgado a la¿zniualidad y a -óu pAopAia natuAolzza, quz ¿i aclzAta

60 Josette RIANOTERE LA ROCHE Criticón, 18, 1982

a izn. mala, Vio i, no¿ tibie, del daño quz z¿tz tal paz-de hazex. (82)

Tal es el castigo que les impone la HoKa : el renegado y elGran Turco encaminan al imperio otomano hacia su pérdida; ignorandolas leyes del entendimiento y de la razón, entregado a sus pasiones, eltirano reina sobre un mundo bárbaro, un pueblo de esclavos, y no puededejar de perderse. Quevedo escribe en el Mateo BAuto :

LOA tutano A -ion tan malo*,, que -tai viKtudzA ¿on-óu KÍZAQO. Si pAo-iiguzn en la violencia, ÍZ despeñan;M. -óe KzpoKtan, lo* despeñan. (83)

Tópico común de los tratados de política de la época, expresado clara-mente por Diego de Ribadeneyra :

mumoA tóianoi, pon. zl tizmpo quz Vio & t>equiexz tñJwih. de zlloí,,^ Azynan, mandan, amulan y OAAUÍ-nan -4o¿ Rei/no-ó y Señoiioi : y en acabándoiz aquzl tizm-po limitado dzl Szñox. 4e acaban ellot, in&zlic-Cbimamente.,y pagan con deAoótnadoA ¿inz¿ loi, de¿>aiueAo<¡, y violencia*quz hiciexon. (84)

Se presiente pues que de la oposición de los dos sistemas devalores, y de la lucha del Bien y del Mal, brotará en rigor el triunfofinal de España y de la Cristiandad, siendo el Sultán y su consejerorenegado los instrumentos divinos de la ruina otomana.

Sin embargo, cuando Quevedo redacta La ÜOKa de todo¿, el pode-río otomano, bajo el mando de Murad IV, amenaza de nuevo al mundo cris-tiano. Se tiene la impresión de que Quevedo trata de conjurar un peli-gro muy real mediante un discurso simbtílico y como profético. ¿ Seráésta la señal de un pensamiento mágico ? Por lo menos así se manifies-tan las obsesiones de una época, materializadas en una visión maniqueadel mundo.

(82) Cerdán de Tallada, op. cit. , cap. IV, p. 55.

(83) Marco Bruto, p. 832 a.

(84) Diego de Ribadeneyra, Tratado de Xa religión y virtudes que debetener el príncipe cristiano, Madrid, 1788, p. 503;(1a éd., Amberes,1597).