psicología social y cultura (individualismo - colectivismo)

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(De Psicología Social y cultura. Capítulo 3) 1. INTRODUCCIÓN Históricamente, el estudio de la cultura se ha venido realizando desde tres grandes movimientos: la Psicología de los pueblos, cultura y personalidad y los estudios transculturales, pero recientemente han surgido nuevos planteamientos desde la Psicología evolutiva, la Psicopatología y la Psicología social. La perspectiva de la Psicología de los pueblos, en cierto modo, sigue siendo actual a través del estudio de la identidad cultural y las migraciones. Así mismo, hemos de tener en cuenta la importancia que ha adquirido el movimiento de cultura y personalidad en los estudios antropológicos de la Antropología psicológica y en los psicólogos de la Psicología cultural. Así, los antropólogos siguen realizando un análisis transcultural comparando el desarrollo, la Psicopatología y la conducta social de los diversos pueblos y el mundo occidental. Mientras que los psicólogos culturales llevan a cabo estudios centrados en las sociedades urbanas, con referencias comparativas a “otras culturas” (Aguirre, 2000). Los estudios transculturales han puesto de manifiesto el debate sobre la universalidad de la cultura. Dentro de la Psicología, nos encontramos el proyecto interdisciplinar dirigido por Harry C. Triandis en el Handbook of Cross- Cultural Psychology (Manual de Psicología Transcultural), donde se plantea el análisis de las principales áreas de la Psicología, desde los procesos básicos y del desarrollo hasta la Psicología Social (Triandis y Lambert, 1980). A esta obra seguirán otras que iremos revisando a lo largo del capítulo. 2. ¿QUÉ ES LA CULTURA?

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(De Psicología Social y cultura. Capítulo 3)

1. INTRODUCCIÓN

Históricamente, el estudio de la cultura se ha venido realizando desde tres grandes movimientos: la Psicología de los pueblos, cultura y personalidad y los estudios transculturales, pero recientemente han surgido nuevos planteamientos desde la Psicología evolutiva, la Psicopatología y la Psicología social.

La perspectiva de la Psicología de los pueblos, en cierto modo, sigue siendo actual a través del estudio de la identidad cultural y las migraciones. Así mismo, hemos de tener en cuenta la importancia que ha adquirido el movimiento de cultura y personalidad en los estudios antropológicos de la Antropología psicológica y en los psicólogos de la Psicología cultural. Así, los antropólogos siguen realizando un análisis transcultural comparando el desarrollo, la Psicopatología y la conducta social de los diversos pueblos y el mundo occidental. Mientras que los psicólogos culturales llevan a cabo estudios centrados en las sociedades urbanas, con referencias comparativas a “otras culturas” (Aguirre, 2000).

Los estudios transculturales han puesto de manifiesto el debate sobre la universalidad de la cultura. Dentro de la Psicología, nos encontramos el proyecto interdisciplinar dirigido por Harry C. Triandis en el Handbook of Cross-Cultural Psychology (Manual de Psicología Transcultural), donde se plantea el análisis de las principales áreas de la Psicología, desde los procesos básicos y del desarrollo hasta la Psicología Social (Triandis y Lambert, 1980). A esta obra seguirán otras que iremos revisando a lo largo del capítulo.

2. ¿QUÉ ES LA CULTURA?

Antes de analizar uno de los términos más explorados dentro de la Psicología social, es necesario señalar la dificultad que conlleva proporcionar una definición precisa. Así, un buen ejemplo de esta situación es el artículo publicado por Jahoda en 1989 sobre la necesidad del concepto de cultura, el cual afirma que “cultura es indiscutiblemente el término más escurridizo, además de general, dentro del fluido vocabulario de las Ciencias Sociales (Jahoda, 1989. P. 140). A continuación se presentan algunas de las definiciones de cultura de mayor importancia.

Definición de Kroeber y Kluckohn (1952)

Tras revisar más de ciento cincuenta acepciones, estos autores plantean que: “La cultura consiste en patrones, explícitos o implícitos, de y para a conducta adquiridos y transmitidos mediante símbolos, constituyendo el logro distintivo de los grupos humanos, incluyendo su representación en artefactos; el núcleo esencial de la cultura consiste en ideas tradicionales –es decir, derivadas y seleccionadas históricamente- y en sus valores (Kroeber y Kluckhohn, 1952, p.

180). En este contexto señalan la existencia de seis tipos de definiciones que se muestran a continuación:

Definiciones Descriptivas: Intentan definir todos los aspectos de la vida humana que, a juicio de los autores, ilustran la idea de cultura. Por ejemplo, tratan de definir la cultura como el compendio de conocimientos, producciones artísticas, lenguaje, política y una amplia lista de aspectos humanos.

Definiciones Psicológicas: Se centran en aspectos psicológicos como la socialización o el aprendizaje individual.

Definiciones Históricas: En lugar de intentar aumentar todos los aspectos importantes, enfatizan la acumulación de tradiciones. En este enfoque podemos encuadrar aportes como los planteados por Knutson: “Cultura es un modo de vida que el hombre adquiere como herencia social, el cual comprende el conocimiento almacenado –en la memoria de los hombres, en los libros y objetos- para un uso futuro”. (Knutson, 1965, p. 95).

Definiciones estructurales: Hacen hincapié en la propia organización de la cultura. En este caso se pretende estudiar la disposición estructural de los elementos que la componen, reflejando su interrelación. Esta clasificación es, para Berry, Poortinga, Segall y Dasen (1992), el punto de partida de su planteamiento del término cultura como el conjunto de condiciones compartidas que limitan el repertorio de conductas disponibles para los miembros de un grupo. Estas condiciones limitadoras para la conducta incluyen los condicionantes internos de la transmisión genética y los externos de los contextos ecológicos, socioeconómicos, históricos y situacionales.

Definiciones normativas: Hacen referencia a las reglas que gobiernan las actividades de las personas; dichas reglas no han de ser necesariamente explícitas. Nos encontramos ante la propia ideología de la cultura. A este respecto, Duveen y LLoyd (1990) diferencian entre valores, que ejercen bligaciones imperativas, y normas, que ejercen obligaciones contractuales; por lo tanto, los valores obligan de alguna manera a todos los miembros del grupo, mientras que las normas tan sólo obligan a aquellos miembros que tienen un determinado rol o papel social.Definiciones genéticas: Resaltan en origen de la propia cultura, la cual puede crearse como algo adaptativo al hábitat de las personas, como fruto de la interacción social, o como resultado de un proceso creativo humano.

Definición de Segall (1984)

Ante estas definiciones que tratan de especificar diferentes elementos, este autor matiza que existe el peligro de excluir fenómenos importantes. Los sociólogos definen la cultura como el conjunto de valores, creencias y actitudes, que constituyen el modo de vida de una sociedad. En la definición de Segall se incluyen los modos de pensar, de actuar, de relacionarse con otros y con el mundo

exterior. La cultura es así un puente que nos comunica con el pasado, pero también una guía hacia el futuro (Maciones y Plumier, 1998).

Definición de Geertz (1995)

Define al ser humano como “un animal suspendido en una telaraña de significados”, con la particularidad de que dicha telaraña la ha tejido él mismo. Pero es que, además, “la cultura son esas telarañas”. Por eso, según este autor, el análisis de la cultura ha de hacerse a base de interpretaciones, de la descripción de los resultados.

La cultura subjetiva y la Psicología social

Una vez expuestas las definiciones anteriores, llega el momento de señalar que, para comenzar a entender qué es una cultura, hay que distinguir entre sus componentes objetivos y subjetivos, es decir, entre lo que se denomina cultura material o tangible y cultura inmaterial o intangible. La cultura material/objetiva haría referencia a los patrones de producción y consumo, y a las características ecológicas de las sociedades. En cambio, la cultura no material/subjetiva guardaría relación con el mundo intangible (las ideas, valores, percepciones del mundo y similares) que crean los miembros de una sociedad.

A modo de esquema, los componentes de la cultura subjetiva, según Triandis (1995) serían los que se presentan en el siguiente cuadro.

Creencias Roles o Papeles Normas Valores

Las características que las personas asocian a la cultura.

Las conductas esperadas y prescritas para las persona con posiciones definidas en la estructura social.

Reglas y expectativas que regulan las conductas, creencias y emociones deseables e indeseables para los miembros de la cultura.

Los fines y principios relevantes en la vida, con lo que las personas evalúan lo que es deseable, bueno o bello y que sirven de guía de la conducta diaria o como enunciados acerca de cómo deben ser las cosas.

Fuente: Triandis (1995).En la misma línea, Bond plantea que psicológicamente la cultura es: “Un sistema compartido de (1) Creencias (Lo que se considera como verdad), (2) Valores (Lo que se considera como orientación o guía de conductas), (3) Expectativas (especialmente en lo que dice relación con los guiones conductuales y su significado). Este sistema está hecho para satisfacer (4) Las Necesidades básicas de subsistencia (Comida y bebida, protección contra los elementos, seguridad y pertenencia), apreciación social y el ejercicio de las propias habilidades, todo ello en un nicho geográfico particular. Este sistema compartido refuerza la

comunicación de significados, así como una coordinación de acciones entre los miembros de una cultura. De esta forma reduce la incertidumbre y la ansiedad, ya que consigue que la conducta de sus miembros resulte predecible, entendible, aceptable y valiosa” (Bond, 2005, p.35).

A. P. Fiske (2002) afirma que la cultura es lo que socialmente se transmite, o lo que socialmente se construye, es la constelación de prácticas, competencias, ideas, esquemas, símbolos, valores, normas, instituciones, metas, reglas constitutivas, artefactos y las modificaciones en el ambiente físico.

La contribución más reciente de Trindis (2005) en el libro editado por Sorrentino, Cohen, Olson Zanna, y que viene a confirmar lo hasta ahora expuesto, insiste en el carácter compartido por los miembros de una sociedad de “actitudes, creencias, categorizaciones, auto-definiciones, normas, roles y valores”, sin olvidar las prácticas sociales. Se podría hablar de un “modelo cultural”, cuya identificación vendría dada por el lenguaje situado histórica y geográficamente.

El aspecto subjetivo, que define los significados compartidos por los miembros de un grupo, es el componente de la cultura que más interesa a la Psicología social. Esto es así porque hace referencia a las creencias, norma, actitudes y representaciones sociales, que dan sentido a la respuesta del individuo y grupos.

Aspectos objetivos de la cultura y Psicología social

La cultura, sin embargo, no reside únicamente en las creencias comunes de una sociedad, sino que generalmente está inscrita en costumbres, rituales y escenarios de conducta institucionalizados.

Además, el hecho de concebir la cultura como el conocimiento subjetivo compartido no permite, en modo alguno, pasar por alto las formas objetivadas (conocimiento inserto en técnicas, instrumentos y textos) del conocimiento social. El conocimiento cultural no sólo está presente en la mente, también lo está en las situaciones y rituales institucionales. Es cierto que la cultura reside en las creencias comunes y distribuidas en una sociedad, pero también lo es que no reside sólo en ellas, ya que se inscribe también en costumbres, rituales y escenarios de rituales institucionalizados (Páez y González, 2000).

De forma similar, si bien la cultura incide en nuestras acciones, ayuda a la vez a formar nuestra personalidad, eso que a veces, y de modo impreciso, llamamos la naturaleza humana. Así, por ejemplo, en la cultura china y europea tradicionales se valora el esfuerzo y el trabajo; pero mientras que en Europa lo que se estima es el esfuerzo personal y la ética protestante del trabajo, en China se valora más el trabajo dentro de un grupo de parentesco y el respeto al grupo humano al que uno pertenece. Por lo tanto, la cultura es una expresión de las diferencias en valores sociales, que serán inculcados en la socialización.

En esta línea de pensamiento se encuentra la consideración de que no todos los patrones de conducta regulares que son visibles en una sociedad son el producto de elecciones valorativas de las personas de esa sociedad. Un buen ejemplo lo constituyen los tacos del tránsito. Estos se produce a pesar de que las personas valoran la rapidez y la conducción adecuada. Este patrón regular colectivo (tacos) es, sin duda, un efecto, perverso si se quiere, de las decisiones individuales racionales que, al agregarse, dan lugar a lo contrario de lo que se deseaba. Además, las constricciones situacionales (ecológicas, económicas, de estructuras de poder, de comunicación y de división del trabajo) producen cambios de patrones conductuales independientemente o contrarios a algunos valores culturales. Un ejemplo clásico es la incorporación de las mujeres al mercado laboral en tiempo de guerra, en aquellas culturas que valoran la segregación de género.

Es preciso insistir también en que la cultura, lejos de ser un fenómeno homogéneo y estático que se imponen a seres pasivos, emerge de la interacción social, es decir, es un producto de adaptación a condiciones pasadas que se enfrenta continuamente a los desafíos del presente.

En resumen, en las definiciones revisadas de cultura hay una serie de elementos claramente identificables: una determinada construcción del ser humano, una especificación de modos de vida, el hecho de su transmisión a través de generaciones sucesivas, su interiorización por parte de los miembros de una sociedad y, finalmente, su susceptibilidad a los cambios.

3. LOS COMPONENTES DE LA CULTURA

La cultura se concibe como un conjunto de componentes de conocimiento: Denotativo (lo que es) y Connotativo (lo que debía ser). Estos indicadores son compartidos por un grupo de personas que tienen una historia común y participan de una estructura social. Así, en todas las culturas, podemos distinguir símbolos, normas, valores y creencias. Este apartado tratará de profundizar en estos aspectos, presentando investigaciones recientes al respecto.

Los símbolos

Los seres humanos no vemos ni experimentamos el mundo a nuestro alrededor igual que otros seres vivos; creamos una realidad propia, un mundo de significados. Y esto lo hacemos transformando los elementos de la vida social en símbolos, es decir; todo aquello que para los que comparten una cultura tiene un significado determinado y específico. Usamos y dependemos tanto de los símbolos que nunca nos detenemos a reflexionar sobre ellos, simplemente los damos por supuestos. Pero cuando visitamos una sociedad distinta a la nuestra, entonces sí que nos damos cuenta de su importancia. En esas condiciones experimentamos lo que se llama un choque cultural, que no es más que nuestra

sorpresa o incapacidad de interpretar adecuadamente el significado de los símbolos y prácticas culturales que se emplean en una sociedad diferente.

Así, las prácticas culturales visibles incluyen diversas manifestaciones con un carácter simbólico. Entre estas pueden destacarse los símbolos, es decir, las palabras, gestos, imágenes y objetos; los héroes, personas vivas o muertas, reales o imaginarias y los rituales o actividades colectivas como la manera de saludar y mostrar respeto a los demás, las ceremonias sociales y religiosas, las reuniones políticas, de negocios, etc.

Por su parte, el lenguaje, es un factor fundamental del universo cultural. Podemos definirlo como cualquier estructura abstracta que permite a los miembros de una sociedad comunicarse simbólicamente y que tiene interpretaciones semánticas. Esta definición engloba tanto las lenguas naturales como la comunicación animal, aunque usualmente el término se refiere al sistema de símbolos que los seres humanos utilizan para comunicarse. En todos los rincones del mundo, el lenguaje es el mecanismo más importante de reproducción cultural, que asegura la transmisión de una cultura de generación en generación.

En definitiva, los símbolos permiten a las personas entender la sociedad y también dar la imagen que quieren dar de sí mismos.

Las normas

Las normas son reglas y expectativas sociales a partir de las cuales una sociedad regula la conducta de sus miembros. Algunas normas son Prohibitivas, es decir; prohíben ciertas cosas. En algunas sociedades, por ejemplo, una mujer casada no debe salir sola a la calle. Otras normas son Prescriptivas, es decir; indican qué es lo que se debe hacer. Por ejemplo, un joven debe ceder el asiento del metro a una mujer embarazada.

En las culturas es frecuente que coexistan aspectos contradictorios que tratan de regular normativamente situaciones conflictivas. Por ejemplo, la cultura individualista de los Estados Unidos de Norteamérica valora la independencia personal, aunque al mismo tiempo inculca en las personas la conveniencia de a adaptarse a muchos grupos y relaciones sociales diversas, por lo que el individuo se acompaña de una fuerte tendencia a la adaptación al entorno social (Block, 1994, p. 93).

Estas normas contradictorias (individualismo versus adaptación flexible al entorno social) se refleja en el hecho que las personas de cultura anglosajona individualista puntúan más alto que los colectivistas asiáticos en autoobservación. Las personas de alta autoobservación se caracterizan por una enorme variabilidad conductual debido a una orientación de adaptación al entorno social. Regulan la forma de expresarse y de presentarse a sí mismas ante los demás para cubrir las apariencias y son muy sensibles a las claves sociales e interpersonales que

indican lo que es apropiado hacer en cada situación. En otras palabras, estas personas funcionan de acuerdo con el lema “allí donde fueres, haz lo que vieres” (Church, 2000).

Finalmente, en las culturas colectivistas, dada la importancia que se otorga a los grupos adscritos, las personas suelen interactuar con menos gente y sus relaciones son más prolongadas en el tiempo. Al mismo tiempo, su conducta pública sigue normas claras, es poco relevante y afecta menos a su imagen privada. En cambio, en las culturas individualistas las personas deben relacionarse con miembros de diferentes grupos y la conducta pública se supone que es una expresión del sí mismo privado real (Goodwin, 1999).

Los valores y las creencias

Los valores son modelos culturalmente definidos con lo que las personas evalúan lo que es deseable, bueno o malo, bello o feo y que sirven de guía para la vida en sociedad. Desde el punto de vista de la cultura, los valores son enunciados acerca de cómo deben ser las cosas. Para la Psicología social, los valores son constructos psicosociales que expresan la relación estable e integral entre el individuo y la sociedad (Ros, 1993).

En general, los valores son principios amplios y generales que sirven de base a las creencias. Éstas, por su parte, son manifestaciones específicas que las personas consideran como ciertas. Así, los valores son proposiciones más abstractas acerca de cómo deben ser las cosas, mientras que las creencias hacen referencia a asuntos más específicos, sobre lo que se emite un juicio acerca de su verdad o falsedad. Rokeach (1973) definió los valores como metas individuales, creencias personales interrelacionadas, jerárquicamente estructuradas e internamente consistentes.

Los valores culturales son normativos, designan lo deseable o cómo se espera que sea la realidad. Describen los ideales de una sociedad. Ahora bien, dichos ideales pueden coexistir a pesar de no ser cumplidos por la mayoría de las personas. Así, por ejemplo, aunque las relaciones prematrimoniales estaban prescritas en los años 50, desde el siglo pasado, en España los embarazos prematrimoniales eran numerosos.

Los valores, en cuanto se plasman en normas sociales, se aplican en todas las áreas. Por ejemplo, en el dominio de la familia, una cultura que legitima las diferencias de estatus se reflejará en el alto grado en que los adultos controlan y castigan a los niños, es decir, en lo que se denomina conductas del rol (Pérez y Zubieta, 2003).

En la actualidad, los países desarrollados comparten valores de igualdad social y universalistas, es decir; se entiende que las normas son aplicables a todo el mundo por igual, y que todos los ciudadanos son dignos de los mismos derechos.

Pero uno de los conflictos actuales más importante que atraviesa toda Europa es cómo se compagina la igualdad con la diversidad. Por ejemplo, cada país enfoca de distinto modo la cuestión de la libertad y la educación religiosa. En Gran Bretaña, el Estado financia escuelas anglicanas, católicas y judías, pero hasta muy recientemente se ha negado a subvencionar escuelas musulmanas (permite su existencia pero no las financia). En Francia, el gobierno concede importante subvenciones al sistema privado de escuelas católicas, pero niega financiamiento público a judíos, musulmanes y otras escuelas cristianas no católicas. Lo mismo sucede en España, donde se financian los colegios religiosos católicos y se oferta obligatoriamente la religión católica, aunque esta oferta no se generaliza al resto de confesiones religiosas (Parekh, 2005).

4. Dimensiones de valores que definen las culturas

A continuación se presentarán una serie de teorías y líneas de investigación que se han centrado en el intento de solucionar una cuestión central en el estudio de las culturas, en concreto, la forma de clasificarlas para poder compararlas entre sí.

Modelo de Hofstede

Los valores culturales centrales se han reflejado en trabajos como el de Inkeles y Levinson (1969). Estos autores señalan una serie de problemas que son básicos en cualquier cultura y deben recibir algún tipo de solución por parte de las personas que conforman dichas sociedades. Estas problemas son:

a) La relación con la autoridad.b) La concepción de sí mismo, que incluye la relación entre la persona y la

sociedad y las diferencias entre hombres y mujeres.c) Cómo afrontar el conflicto, controlar la agresión y la expresión de las

emociones.

Las culturas se diferenciarán de acuerdo a la forma como respondan a estas preguntas básicas.

Hofstede (1999, 2001), en su investigación sobre valores, ha identificado empíricamente (por medio del análisis factorial) una solución factorial de cuatro dimensiones que coinciden con los problemas sociales planteados por Inkeles y Levinson (1969). Tales dimensiones son: Distancia jerárquica, Individualismo-Colectivismo, Masculinidad-Feminidad y Evitación de la incertidumbre.

Hofstede (1991) definió la cultura como la programación cultural de la mente que diferencia unos grupos de otros. Aplicó a trabajadores de IBM, de distintos estratos profesionales, en ciencuenta países y tres regiones, una escala de valores asociada al trabajo (Hofstede, 1991). Posteriormente, en 2001, publicó datos referidos a 74 naciones y regiones del mundo. Estas incluyen Europa del

Este, Central, Norte y Sur, Norteamérica y Latinoamérica, Australia, Asia, Países Árabes y África. En su muestra, el mundo desarrollado (Europa y América del Norte), está sobrerepresentado, mientras que África está infrarepresentado. Pese a todo, su base de datos es la más completa entre las publicacadas hasta la fecha (Hofstede, 2001).

Las dimensiones culturales que encuentra están basadas en un análisis colectivo. La media de cada país es la unidad de análisis que se utiliza para describir cómo se posiciona en el conjunto de dimensiones (Páez, Fernández, Ubillos y Zubieta, 2003). Dichas dimensiones son las siguientes:

La distancia jerárquica, o hasta qué punto los miembros menos poderosos de los grupos aceptan las desigualdades de poder. Podemos distinguir entre países de baja distancia jerárquica como, por ejemplo, Dinamarca o Nueva Zelanda y países de alta distancia jerárquica como, entre otros, Malasia y Guatemala.

Individualismo-Colectivismo, o la prioridad dada a la persona o al grupo (colectivo, con frecuencia, la familia extensa). Países colectivistas son Guatemala, Indonesia y Taiwán, y naciones individualistas son Estados Unidos y los países de Europa Occidental. Los asiáticos confucianos son los que más se diferencian del individualismo occidental, mientras que los latinoamericanos muestran un perfil mixto y menos distante de los individualistas europeos y anglosajones.

Masculinidad-Feminidad, o grado en que las culturas marcan la distinción entre hombres y mujeres. Las culturas masculinas enfatizan las conductas estereotípicas de género y los valores masculinos dominantes como el éxito, el dinero, la competición y la asertividad. Las culturas femeninas marcan menos las diferencias de rol de género, no son tan competitivas y valoran la cooperación y el cuidado de los débiles. Países masculinos son Japón, Austria y México; naciones femeninas son los países escandinavos, Países Bajos, Chile y Costa Rica.

La evitación o control de la incertidumbre, o grado en que la gente se siente amenazada por las situaciones ambiguas o por el miedo a lo desconocido, que intentan evitar por medio del miedo o creencias estrictas. Las naciones de alta evitación de la incertidumbre, como Grecia o Portugal, buscan la inseguridad y son intolerantes ante la incertidumbre. Las culturas con países con baja evitación de la incertidumbre, como Jamaica o Dinamarca, son más relajadas y aceptan más los riesgos. Además, no tienen una necesidad de reglas formales que regulen la actuación en cada momento.

Características del individualismo-Colectivismo.

Individualismo bajo (o Colectivismo) Individualismo alto Todos son dependientes de grupos

adscritos, familias más numerosas. Alta consciencia de Nosotros. El patrón de valores que se aplica al

propio grupo no se aplica al resto de los grupos.

Alto particularismo, o preferencia excesiva que se le da al interés particular sobre el general.

Interdependencia voluntaria de relaciones elegidas.

Alta consciencia del Yo. El patrón de valores que se aplica al

propio grupo se extiende al resto de los grupos.

Universalismo o tendencia a la comprensión, aprecio, tolerancia y protección para el bienestar de todas las personas del mundo y la naturaleza.

Valores Valores Materialismo. Conservación: Tradición, conformidad y

seguridad. Lealtad al grupo, responsabilidad

compartida, estatus adscritos.

Hedonismo, postmodernismo, bienestar. Autonomía afectiva e intelectual,

compromiso igualitario. Responsabilidad individual, relación

negociada con el grupo, meritocracia.Fuente: Páez y cols. (2003, p. 57).

A pesar del hecho que las encuestas a los empleados de IBM se realizaron ya hace más de tres décadas y de que algunas naciones han cambiado su posición en estas dimensiones (por ejemplo, Chile cambia su puntuación de feminidad), las puntuaciones de Hofsted muestran una alta validez concurrente con la investigación transcultural actual (Bond y Smith, 1996; Fernández. Carlso, Stepina y Nicholson, 1997).

El capítulo sobre aspectos transculturales de la 4ª edición del Handbook of Social Psychology también concluye que el individualismo y la distancia jerárquica serían dos dimensiones culturales muy importantes que influyen sobre los procesos psicológicos (Fiske, Kitayama, Markus y Nisbett, 1998). Otros autores encuentran empíricamente que la feminidad cultural (Arrindell, Hatzicgristou, Wensink, Rosenberg, van Twillert, Stedema y Meijer, 1997; Páez y Vergara, 1995) y la evitación de la incertidumbre (Lynn y Martin, 1995) son dos dimensiones que afectan fuertemente a la afectividad.

Modelo de Triandis: Individualismo y colectivismo (vertical y horizontal)

Triandis (1995) plantea también una tipología. En ella se combina el individualismo y colectivismo con la jerarquía, es decir, con la dimensión vertical-horizontal. De hecho estos conceptos configuran las dos dimensiones más importantes y

contrastadas que sirven para definir las culturas. A continuación se resume la tipología propuesta por Triandis en el siguiente cuadro.

Cuadro: Individualismo y colectivismo (vertical y horizontal), según Triandis.

Individualismo horizontal:UNICIDAD

Tener espacio propio. Identidad propia. Ser diferente a los demás.

Individualismo vertical:Orientación hacia el LOGRO

Valorar el triunfo. Hedonismo.

Colectivismo horizontal:COOPERACIÓN

Prestar atención a las relaciones con los iguales dentro del grupo.

Valorar la armonía grupal.

Colectivismo vertical:CUMPLIMIENTO

Respeto y obediencia al poder.

Modelo de Schwartz

La investigación de Schwartz (1994) proporciona información sobre los valores humanos que caracterizan a las culturas. Este autor estudia los valores desde los dominios individual y colectivo, proponiendo una estructura universal de dichos valores (Ros y Gouviera, 2001).

Valores colectivos de Schwartz

Según este autor, existen diferentes tipos de culturas individualistas y colectivistas. De hecho existen una serie de dimensiones culturales colectivas capaces de diferenciar unas culturas de otras. Así, las culturas individualistas pueden enfatizar valores de dominio (potencian la ambición, el éxito y la competitividad y el riesgo), autonomía intelectual y afectiva. Por su parte, las culturas también pueden reafirmar valores colectivistas como el compromiso igualitario (las personas cooperan voluntariamente en la búsqueda del bienestar), el conservadurismo (promueven el mantenimiento del estatu quo) y la jerarquía (enfatizan las diferencias de estatus y poder entre roles). Véase el siguiente cuadro.

Conservación versus autonomíaGrupo versus individuo

Conservación

Intereses de la persona iguales a intereses del grupo.

Mantener el orden social. Seguridad, conformidad, tradición.

Autonomía afectiva e intelectual

Persona como ente autónomo, búsqueda de intereses individuales.

Autonomía afectiva: estimulación y hedonismo.

Autonomía intelectual: auto-dirección.

Jerarquía y Competencia versus Compromiso igualitario y ArmoníaFormas legítimas de buscar los intereses personales o grupales versus Supeditar el interés personal a la igualdad y la armonía social.

Jerarquía

Adscripción de roles y recursos. Poder social, autoridad, influencia Colectivismo jerárquico. vertical

Competencia

Prioridad: autoafirmación. Ambición, éxito, riesgo.

Compromiso igualitario

Preocupación por el bienestar de los demás.

Igualdad, justicia social. Responsabilidad, honestidad.

Armonía

Armonía con naturaleza. Un mundote paz, ser útil.

Nota: Este cuadro es el resultado del análisis de las respuestas de participantes de 38 naciones, 86 muestras, con un método de análisis denominado SSA (Smallest Space Análisis), que es un análisis de escalonamiento multidimensional, donde los valores se sitúan como puntos en un espacio multidimensional.Fuente: Adaptado de Schwartz (1994).

Shalom Schwartz, de la Universidad Hebrea de Jerusalén, es en la actualidad Presidente de la Asociación de Psicología Transcultural. Las diferencias en valores, entre Europa y los Estados Unidos de Norteamérica, según Schwartz y Ros (1996), consisten en que en Europa Occidental se otorga prioridad a la autonomía personal entendida como independencia y responsabilidad social hacia los demás. En Estados Unidos de Norteamérica se valora la autonomía personal entendida como búsqueda de placer y del éxito, y seguridad y orden social.

Valores individuales de Schwartz

Schwartz y Bilsky (1987, 1990) proponen que los valores humanos tienen una estructura una estructura universal. Clasifican los valores como tipos motivacionales, donde cada valor refleja metas y objetivos a perseguir y se agrupan en función del tipo de objetivo que se pretende lograr. Las diez motivaciones básicas se describen a continuación. Así, estas motivaciones se agrupan, a su vez, en cuatro objetivos básicos y en tres orientaciones generales.

Cuadro Tipos motivacionales de los valores humanos y los objetivos básicos.

Tipos motivacionales

1. Poder: búsqueda de la posición y el prestigio social.2. Logro: el perseguir el éxito personal.3. Hedonismo: placer y gratificación sensual para la persona.4. Estimulación: Excitación, variedad, novedad y desafíos en la vida.5. Autodirección: independencia en la acción y el pensamiento.6. Universalismo: Comprensión, aprecio, tolerancia y protección para el bienestar de toda

la gente y para la naturaleza.7. Benevolencia: preocupación por el bienestar de la gente próxima.8. Tradición: respeto de las costumbres y la religión.9. Conformidad: Limitación de las acciones.10. Seguridad: Búsqueda de seguridad, armonía y estabilidad en la sociedad.

Objetivos generales Tipos motivacionales correspondientes a los objetivos generales

Trascendencia. Promoción personal. Conservación.

Universalismo y benevolencia. Poder, logro y hedonismo. Tradición, conformidad y seguridad.

Fuente: Zlobina, en Páez y cols. (2003, pp. 73-82)

Por lo que se refiere a las orientaciones generales, Schwartz las concretas en tres fundamentales: Valores personales de orientación individualista (formada por valores de poder, logro, hedonismo, estimulación y autodirección), valores de orientación colectivista (benevolencia, tradición y conformidad) y valores de orientación mixta (seguridad y universalismo).

Modelo de A. P. Fiske

Alan Page Fiske realiza una revisión de los estudios sociológicos y antropológicos (Fiske, 1991, 1992) y propone la existencia de cuatro elementos claves en las relaciones sociales. Estos serían el compartir social o comunal. La jerarquía de autoridad. La equidad (igualdad) y la tasación (coste-beneficio).

Así, los dos primeros guardarían relación con las dimensiones de colectivismo y distancia jerárquica, en la línea de Hofstede, y a las que ya se hizo alusión. La equidad se refiere a la igualdad en las relaciones, es decir, tiene lugar cuando cada persona de la relación contribuye por igual en una interacción social. La importancia de medir todo por su valor material, por su parte, se asociaría más con la instrumentalidad. Por lo tanto, estos dos conceptos se vincularían con la feminidad y la masculinidad (respectivamente) que postulaba Hofstede.

Posteriormente, Fiske y colaboradores (1998) realizan un examen detallado de datos transculturales y constatan que la imagen de independiente no se puede equiparar a la competitividad. De la misma forma, la interdependencia no está exenta de motivaciones orientadas al beneficio grupal (Morales, 2000).

Modelo de Trompenaars

El estudio de Fons Trompenaars (1994) plantea que la cultura es la manera en que un grupo de personas resuelve los problemas. Estos problemas se pueden estructurar en torno a tres categorías:

En primer lugar, tendríamos aquellos que se derivan de nuestras relaciones con otras personas. Por ejemplo, en Norteamérica, las relaciones laborales son típicamente instrumentales y están centradas en la consecución de objetivos; sin embargo en Latinoamérica dichas relaciones se basan más en la expresividad.

En segundo lugar, contaríamos con aquellas dificultades que provienen de las actitudes ante el factor tiempo. Por ejemplo, en naciones como Suecia u Holanda, el tiempo se percibe como una línea recta, una sucesión de eventos. Por el contrario, en ciertos países africanos, piensan en el tiempo más como un círculo, en el que pasado y presente se unifican con las acciones futuras.

Finalmente, tendríamos aquellos dilemas relacionados con el entorno. Así existirían culturas que ven que lo que afecta a sus vidas reside dentro de la persona. Aquí se derivan motivaciones y valores desde dentro de uno mismo. En oposición, otras culturas perciben que el control del mundo es más externo y por consiguiente no puede dominarse.

Además, Trompenaars sostiene que nuestros valores determinan la definición de lo bueno y lo malo, y se relacionan estrechamente con los ideales compartidos por un grupo. Estos valores se estructuran, siguiendo al sociólogo Pearson, en torno a las siguientes cinco orientaciones:

1. Universalismo versus particularismo.2. Individualismo versus colectivismo.3. Neutra versus afectiva.4. Específico versus difuso.5. Logro versus atribución.

Trompenaars realizó un estudio sobre dilemas de elección, con empleados de multinacionales en 50 países, en los años 1980-1990 (Trompenaars, 1994; Smith, Dugan y Trompenaars, 1996). Sus análisis con técnicas de escalonamiento multidimensional, extrajeron dos dimensiones principales (nivel cultural o entre países):

Conservación (particularismo y estatus adscrito) versus Compromiso igualitario (universalismo y estatus por mérito). El universalismo es la posición que afirma que todos somos iguales en recursos u justicia. Universalismo es similar al

compromiso igualitario de Schwartz y al individualismo que se da en un contexto de baja distancia jerárquica, es decir, al individualismo horizontal. Mientras que el particularismo es equivalente al valor de conservación postulado por Schwartz y al colectivismo que se da en un ambiente de alta distancia jerárquica, vales decir, al colectivismo vertical.

Compromiso leal versus compromiso utilitario. Se basa en cómo las personas definen sus relaciones con los grupos (lealtad a las relaciones adscritas versus lealtad libremente elegida. Esta dimensión es similar al individualismo-colectivismo de Hofstede.

Así, China, puntúa alto en compromiso leal (la lealtad familiar es obligada), mientras que Rusia y otros países de Europa del este puntúan en el polo del compromiso utilitario (además de ser particularistas, es decir, deben priorizar las relaciones particulares, elegidas de manera voluntaria, como por ejemplo, los amigos).

En sociedades individualistas todo el mundo debe ser tratado por igual (universalismo); por ejemplo, dar un trato preferente a un cliente por encima de otros se considera un mal método comercial y una falta de ética. En sociedades colectivistas sucede lo contrario; la distinción entre nuestro grupo y los otros grupos está profundamente enraizada, tratar a los amigos mejor que a os demás es lo natural y ético, y una buena práctica comercial (particularismo) (hofstede, 1999). Para las personas con una mentalidad colectivista-particularista “se debe establecer una relación de confianza para poder hacer cualquier negocio con otra persona”, entonces el otro será admitido en el grupo y será objeto de un trato preferente. Para una mente colectivista sólo las personas físicas son dignas de confianza, y a través de ellas, sus amigos, pero no así las entidades abstractas como las empresas u organizaciones.

Afectiva

Difusa

Latinos Árabes LatinoaméricaSur de EuropaAMOR / ODIO

Usa (Costa Oeste)CanadáSIMPATÍA / ULTRAJE

EspecíficaJapónSureste AsiáticoÁfrica orientalRESPETO/NO RESPETO

USA (Costa este)EscandinaviaNorte de EuropaAPROBACIÓN/DESAPROBACIÓN

Neutra

Trompenaars (1994, p. 88).

Culturas neutras – Relaciones específicas Culturas neutras – Relaciones difusas

Norte de Europa y Escandinavia

Desaprobación de la comunicación emocional intensa y separación privado vs. público

Colectivistas asiáticas

Desaprobación de la comunicación emocional intensa. Mezcla de lo laboral y lo social.

Culturas Afectivas - Específicas Culturas Afectivas - Difusas

Estados Unidos de Norteamérica, Canadá, Australia, Nueva Zelanda (anglosajones inmigrantes)

Expresión de emociones de forma específica en cada espacio o rol

Sur y Este de Europa, Iberoamérica y África

Relaciones globales y espacios entremezclados, afectos extremos

Trompenaars (1994).

Modelo de Inglehart

Inglehart ha analizado el cambio cultural en las sociedades contemporáneas, valiéndose de los resultados suministrados por las encuestas europeas y mundiales (World Value Survey). Una de sus hipótesis plantea que las sociedades industriales avanzadas se caracterizan por el predominio de valores postmaterialistas frente a valores materialistas. Los valores postmaterialistas están representados por ítems como desear el bienestar subjetivo, no dar importancia al trabajo duro, valorar la tolerancia social y confiar en la gente, mientras que en el polo opuesto se sitúan los valores materialistas, caracterizado por el rechazo a los grupos diferentes, el respeto a los padres, la importancia del trabajo y creer que las mujeres deben tener hijos para realizarse. (Inglehart, 1998).

Según este autor, el cambio social está estrechamente vinculado al nivel de desarrollo socioeconómico y al bienestar social de las sociedades postmodernas. A esto hay que añadir que hay un efecto de cohorte dentro de cada sociedad, de manera que las personas de mayor edad comparten en mayor medida valores materialistas que los jóvenes. Las viejas generaciones han vivido en su juventud la pobreza y las guerras, mientras que las generaciones jóvenes (en los países desarrollados) han crecido en sociedades prósperas económicamente y estables política y socialmente.

Convergencia de los valores de Hofstede, Schwartz, Fiske y Trompenaars

En este apartado se analizarán las relaciones entre las dimensiones pertenecientes a los diferentes modelos expuestos hasta ahora. Comenzaremos presentando en los cuadros siguientes las posibles relaciones entre los constructos que permiten estructurar las diferencias culturales.

Hofstede Schwartz Fiske

Individualismo

Colectivismo

Alta distancia jerárquica

Baja distancia jerárquica

Baja evitación incertidumbre

Masculinidad

Feminidad

Autonomía afectiva

Conservación

Jerarquía

Compromiso igualitario

Autonomía intelectual

Dominio

Armonía

Bajo compartir social

Alto compartir social

Alta jerarquización

Baja jerarquización

Tasación (costes-beneficios)

Equidad (igualdad)

Relaciones entre conceptos de Hofstede, Schwartz y Fiske.

Valor Dominante Colectivismo Autonomía

Jerarquía Colectivismo vertical(Naciones asiáticas)

Particularismo

Igualdad Colectivismo horizontal(Naciones del sur de Europa,

Costa Rica)

Universalismo

Smith y Bond (1998, p. 59).

Las correlaciones ecológicas o colectivas, es decir, las que obtienen a partir de las puntuaciones medias por país o nación como unidad de análisis, sobre las que hay estimaciones de los indicadores de Hfstede, Schwartz y Trompenaars, muestran que las puntuaciones de individualismo de Hofstede tienden a converger positivamente con los valores de Trompenaars y Schwartz (Basabe y Ros, 2005; Hofstede, 2001; Páez y cols., 2003).

Convergencia entre Hofstede y Schwartz

El individualismo de Hofstede se asocia a la autonomía intelectual y afectiva, así como al compromiso igualitario de Schwartz. Estas dimensiones contemplan un conjunto de rasgos del individualismo instrumental y expresivo: contienen ítems que se refieren a desear una vida variada y placentera, y a valorar la creatividad, la igualdad, la libertar y la responsabilidad. En su extremo opuesto estaría el colectivismo, es decir, el predominio del grupo sobre la persona, la lealtad al endogrupo y la responsabilidad colectiva.

El compromiso igualitario implica una baja distancia jerárquica; de hecho los indicadores de individualismo se relacionan negativamente con los indicadores de jerarquía (Basabe y Ros, 2005). El individualismo de Hofstede también se vincula negativamente a los valores de conservación de Shwartz, es decir, el colectivismo laboral se asocia a valores de orden y seguridad, auto-disciplina e importancias de las relaciones públicas.

Convergencia entre Hofstede y Trompenaars

La autonomía personal en el trabajo de Hofstede se asocia fuertemente con el predominio de la meritocracia y de las normas universalistas en el estudio de Trompenaars. Sin embargo, el particularismo puede reflejar distintos tipos de colectivismo: los chinos son particularistas porque priman la lealtad familiar, mientras en Rusia y otros países europeos del Este son particularistas, pero eligen respecto a quienes lo son (los lazos no están predeterminados). Por el contrario, en las culturas individualistas universalitas priman las relaciones formales con criterios de trato universal (a todos igual).

El individualismo de Hofstede también se asocia al compromiso igualitarista de Trompenaars. El colectivismo en el trabajo de Hofstede, vinculado a una relación estable a largo plazo con la empresa y la satisfacción de necesidades materiales, se asocia al estatus adscrito, a las relaciones particularistas, a la responsabilidad compartida y a una relación de lealtad a largo plazo con los endogrupos (Basabe y Ros, 2005; Páez y cols., 2003).

Otras dimensiones culturales relevantes

Como señalaba Eward T. Hall (1959), en su libro El lenguaje silencioso, comunicarse no significa lo mismo para todas las culturas, la cultura decide a qué

prestamos atención y qué ignoramos. Este autor popularizó la idea de que en cada contexto cultural existe una forma particular de estructurar la distancia física y el tiempo. Atendiendo a esta premisa, a continuación analizaremos las dimensiones de alto-bajo contexto, tiempo monocrónico y culturas de alto-bajo contacto.

Contexto alto versus bajo y estilo de comunicación directo e indirecto

Gudykunst (1994), Páez y cols. (2003) y Trompenaars (1994) han hecho hincapié en esta dimensión.

Culturas de alto contexto: La mayor parte de la información está en el contexto físico o en la persona, hay muy poco contenido en la parte explícita verbal del mensaje. En las naciones colectivistas asiáticas, por ejemplo, el estílo de comunicación es indirecto e implícito, las afirmaciones suelen ser relativas y se emplea la insinuación, todo ello para mantener la armonía y evitar las confrontaciones directas. En Japón (también el Latinoamérica), cuando se dice “sí”, no siempre significa “sí” o “estar de acuerdo”, sino que puede ser una simple forma de cortesía hacia la otra persona.

Culturas de bajo contexto: aquí, la mayor parte de la información es explícita y verbal. En las culturas individualistas la comunicación es directa y explícita, es decir, está centrada en el mensaje, se exponen directamente los puntos de vista, ya que se pretende ser claro y sincero.

Los estilos directo e indirecto están relacionados con cómo hacemos las preguntas a nos dirigimos a otro. Por ejemplo, los filipinos veían a los norteamericanos (pertenecientes a los cuerpos de paz) como rudos y sin tacto. Los chinos emplean estructuras ambiguas como formas educadas de “salvar la cara”. En los países asiáticos se utiliza poco el “no” y el “sí” puede significar “no” o “tal vez”. Así, respecto a las formas de invitación, en occidente consideran la respuesta afirmativa como confirmación, y se enfadan cuando el visitante asiático no acude a una cita cuando con anterioridad ha dicho que lo haría (Ward, Bochner y Furnham, 2001, p. 53).

Noción del tiempo

Ha sido, sobre todo, Trompenaars (1994), quien ha hecho hincapié en esta dimensión.

Tiempo policrónico: significa hacer varias cosas a la vez, manteniendo los compromisos. Por ejemplo, los vendedores atienden a varias personas a la vez; hay que hacer el trabajo, pero también ser amable, cortés y sociable.

Tiempo monocrónico: consiste en hacer una cosa tras otra; normalmente existe una agenda que anticipa los eventos, el horario implica un compromiso

ineludible, la puntualidad es norma. Por ejemplo, en las tiendas o paradas de autobús se sigue un orden riguroso de llegada.

Trompenaars ilustra con un ejemplo el choque cultural que puede producirse en relación con esta dimensión: un surcoreano explica la impresión que le causó una cita de trabajo con su jefe holandés: “Él estaba al teléfono. Yo entré en su despacho y me saludó con la mano (…) Luego continuó hablando como si yo no estuviera en la habitación. Sólo cuando acabó de hablar, cinco minutos más tarde, se levantó y me dijo de forma muy entusiasta, pero falsa, -Kim qué alegría verte después de tanto tiempo-“ (Trompenaars, 1994, p. 111).

Alto versus bajo contacto

Esta dimensión se encuentra fundamentalmente en la obra de Hall (1959).

Culturas de alto contacto: Poca distancia entre las personas y elevado contacto físico. Es característico de mediterráneos, latinos y árabes, aunque con algunas diferencias de matiz. Por ejemplo, aunque los contactos físicos entre personas de diferente género están regulados en el caso de mediterráneos y latinos, en el caso árabe existe una segregación más marcada, si bien entre los árabes se permite un alto contacto físico entre hombres. En general, la cultura latina posee más proximidad física, contacto y gestualidad e interacción paralingüística, es decir; “leer entre líneas”.

Culturas de bajo contacto: Alta distancia y poco contacto físico. Culturas con estas características son las individualistas, es decir, anglosajones, europeos del norte y centro. Y las culturas de bajo contacto colectivistas: China, Japón, Tailandia, Indonesia, Filipinas y Vietnam. Sin olvidarnos de que las personas con un bajo estatus social deben guardar la distancia, por ejemplo, los “intocables” en la India.

5. Factores predictores de variabilidad cultural

Las dimensiones culturales que hemos expuesto a lo largo del capítulo, están asociadas a variables ecológicas, económicas y sociodemográficas, así como a indicadores macrosociales. A continuación trataremos de describir algunas de estas variables e indicadores. En concreto, analizaremos el clima y la latitud como variables ecológicas, el índice de desarrollo humano (IDH) como factor sociodemográfico y la religión como indicador macrosocial.

Variables ecológicas: clima y latitud

Comprenden los indicadores que definen la estructura geográfica y climática de los países. Entre ellos destacan la latitud. En el siguiente cuadro, se presentan algunos resultados de estudios que han utilizado estos indicadores.

Influencia del clima y la latitud en las diferencias culturales.

1. El estudio de Pennebaker, Rimé y Blankenship (1996), en el que se utilizaba la latitud en valor absoluto (distancia entre el país de estudio y el Ecuador). Encontró que, cuando se comparaba dentro de cada país las personas del norte con las del sur, el clima cálido se relacionaba con una mayor emoción.

2. En el estudio de Hofstede, ya citado anteriormente, la latitud geográfica predice el 43% de las diferencias entre culturas en distancia jerárquica: una alta latitud (por ejemplo climas fríos) se asocia a la menor distancia jerárquica, junto con el alto poder adquisitivo.

3. El individualismo está fuertemente relacionado, tanto con el desarrollo económico como con la alta latitud geográfica, de forma que, por ejemplo, los países con climas fríos y moderados, tienden a ser culturas individualistas, mientras que los países con climas cálidos, tienden a ser colectivistas.

No se debe deducir de aquí que el clima sea un factor explicativo de las diferencias emocionales. Así, una revisión de metaanálisis, con los datos colectivos de países mostró que los factores socioeconómicos y culturales eran predictores más importantes de las experiencias emocionales hedonistas (el bienestar subjetivo y el equilibrio emocional) que el clima, y los efectos del clima desaparecen cuando se controlan otros factores socioeconómicos y culturales (Basabe, Páez, Valencia, González, Rimé y Diener, 2002).

Variables socioeconómicas

El Índice de Desarrollo Humano (IDH) combina tres componentes básicos: longevidad (esperanza promedio de vida de la nación), educación (tasa de alfabetización y población escolarizada) y nivel de vida (producto nacional bruto por persona). El IDH es la mejor medida de desarrollo, mejor que otras más limitadas, como el producto interior bruto o la renta per cápita. Las puntuaciones de IDH de cada nación son publicadas periódicamente por NACIONES Unidas-Programa para el desarrollo (PNUD). Estos datos pueden obtenerse en la página web de las Naciones Unidas.

Tanto Hofstede (2001) como Triandis (1995) postulan qué factores causales postulan qué factores causales del individualismo han sido el desarrollo socioeconómico, la baja densidad de la población, la urbanización, las migraciones y el cambio de la familia extensa a la familia nuclear. Todos estos cambios han aumentado la posibilidad de elección de las personas, así como los recursos y han promovido la autonomía personal respecto a los grupos adscritos, como la familia. Inglehart (1998) también sugiere que el desarrollo socioeconómico incrementa el bienestar y los valores postmaterialistas y promueve valores autoexpresivos (Basabe y Ros, 2005). Así mismo, el individualismo está vinculado históricamente y al protestantismo a la tradición democrática republicana, de respeto a los derechos humanos, tal como lo planteaba Weber, 19001).

Con respecto a la influencia del desarrollo económico en la experiencia subjetiva de las emociones, dos estudios muestran que los ingresos económicos altos se

relacionaban con el bienestar subjetivo o con la experiencia emocional placentera cuando se controlan otros factores socioculturales (Arrindell y cols., 1997; Diener, Diener y Diener, 1995). Sin embargo, el efecto del IDH (PUND, 1999) no es tan consistente. Se relaciona con el bienestar subjetivo, pero no con el equilibrio de afectos (positivos y negativos); el efecto más consistente es el del individualismo sobre las experiencias emocionales (Basabe, 2002).

Una revisión de la relación entre valores (según los modelos de Hofstede, Schwartz y Trompenaars) y factores macrosociales (en Basabe y Ros, 2005) encontró que el desarrollo socioeconómico se asocia a mayores valores individualistas, y que el bienestar refuerza el individualismo cultural (Hipótesis de Inglehart) y los valores postmaterialistas. Esto último supone un declive de la ética protestante del trabajo y del individualismo utilitarista, que parecen ceder ante el empuje de un individualismo expresivo en aumento. Es digno de subrayar que estos valores de la ética protestante son ahora más comunes en las sociedades colectivistas y jerárquicas, ya que en ellas hay una mayor presencia de las actitudes competitivas.

Como sugiere la revisión de Oyserman, Coon y Kemmelmeier (2002), las actitudes competitivas y de logro no se relacionan con el individualismo cultural. Una revisión reciente (Basabe y Ros, 2005) ha encontrado que la competición y el logro son más comunes en sociedades jerárquicas y de menor desarrollo socioeconómico. En línea con lo anterior, nuestros estudios (véase Basabe, Zlobina y Páez, 2004) encuentran que las actitudes competitivas de Triandis están más presentes entre inmigrantes extranjeros que en españoles, y son especialmente altas entre los inmigrantes ecuatorianos en España (recordemos que los ecuatorianos son procedentes de una cultura fuertemente jerárquica).

Las sociedades con menor desarrollo económico, menor educación, menor esperanza de vida y menores ingresos, menos urbanizadas y con grandes diferencias sociales entre ricos y pobres (según el Índice de Gini), comparten valores más jerárquicos y autoritarios, es decir, valores que justifican las diferencias de estatus.

A diferencia del individualismo y de la distancia jerárquica, la feminidad-masculinidad cultural y la evitación de la incertidumbre no están relacionadas con el nivel de desarrollo económico del país o con la latitud geográfica. La feminidad cultural es independiente de la latitud: se encuentran culturas femeninas en países con climas cálidos (por ejemplo, Costa Rica), moderados (Chile) y fríos (Holanda), lo que significa que la influencia de la feminidad cultural y la evitación de la incertidumbre en el conocimiento y la experiencia emocional es relativamente independiente de los factores económicos y ecológicos. (Hofstede, 1991).

Indicador macrosocial: la religión

Durkheim sostiene que la religión trata de las cosas que sobrepasan los límites de nuestro conocimiento. Además, es una institución social que incluye creencias y prácticas basadas en una concepción de lo sagrado, manteniendo el control y la cohesión social (Durkheim, 1912-1982).

La enciclopedia Salvat (1998) define el término religión como “un conjunto de creencias y prácticas relativas a lo que un grupo humano, o individuo, considera como sagrado”. Asimismo, plantea que la religión es un producto de diversos grupos humanos, y sus características y evolución se encuentran íntimamente ligadas a la de la cultura en cuyo seno florece. De aquí la dificultad de hallar una definición universalmente válida y, en consecuencia, la inadecuación de las diversas clasificaciones que se proponen.

Clasificar las religiones significa más bien enumerar ordenadamente sus diversas formas objetivas. De modo muy genérico pueden dividirse en religiones de la naturaleza y del espíritu, naturales y positivas, fundadas y reveladas. Tomando por fundamentos datos más históricos y sociológicos se han sugerido tres divisiones.

Una posible clasificación de las religiones a partir de datos históricos y sociológicos.

Clasificación de las religiones

1. Las grandes religiones monoteístas del Mediterráneo (Judaísmo, Cristianismo, Islamismo), son, al mismo tiempo, reveladas.

2. Las grandes religiones orientales (Budismo, Brahmanismo, Confucionismo, Taoísmo), no son monoteístas y constituyen más bien sistemas filosófico-morales sobre la base de una religiosidad primitiva.

3. El conjunto de las doctrinas religiosas nacidas de la reforma promovida por Lutero, el llamado Protestantismo; cuyas principales ramas son: el Luteranismo (Norte de Europa), el Calvinismo (Suiza, Francia), el Presbiterianismo (Escocia y Estados Unidos de Norteamérica) y el anglicanismo (Gran Bretaña)

América Latina es predominantemente cristiana y católica. Los datos indican que, frente al 57% de Europa, un 87% de los creyentes de la religión son católicos. De la misma manera, los católicos representan un 35% en América del Norte, otro 35% son protestantes, un 12% cristianos de otro tipo, un 2,6% anglicanos y un 2% ortodoxos (Kotak, 1994). En Asia, las religiones más profesadas son el budismo, el islamismo y el hinduismo, seguidas por el confucionismo, taoísmo, sintoísmo, judaísmo y animismo. En el norte del continente africano, tiene una presencia dominante el islamismo, y en Oceanía predomina el protestantismo, seguido del catolicismo.

Triandis plantea que para los colectivistas la religión toma forma de adoración grupal; la salvación personal está frecuentemente unida a lo que les sucede a los parientes. Por el contrario, los individualistas perciben las creencias religiosas y la salvación como personales; ellos no necesitan unirse con los demás, y no requieren ningún intermediario como la iglesia y los sacerdotes. En definitiva,

describe que entre los estadounidenses, los protestantes son menos colectivistas que los católicos (Triandis, 1995).

El protestantismo luterano, tal como explicó Weber (1901) está vinculado al capitalismo y las sociedades modernas. Actualmente los valores individualistas (tanto de Hofstede como de Schwartz) están más presentes en las sociedades que tienen un origen predominantemente protestante (frente a las católicas, confucianas, judías o islámicas) (Basabe y Ros, 2005). Sin embargo, como ya se ha expuesto, los valores de logro y competición (valores típicos de la Ética Protestante) son ahora menos compartidos por las culturas individualistas e igualitarias.

Las sociedades de origen confuciano comparten valores colectivistas y jerárquicos. El confucionismo enseña la obediencia y la lealtad a la familia y al Emperador, reforzando el orden social basado en relaciones desiguales.

Las supuestas relaciones entre el predominio del Islam y la existencia de unos alores más jerárquicos y colectivistas, que se explicarían por una organización social teocrática basada en la creencia en la obediencia a Dios, que es quien define el destino independientemente de las acciones del individuo, no se sustentan con los datos disponibles en el nivel colectivo (Basabe y Ros, 2005). Lo cual puede explicarse por la gran variabilidad cultural entre las religiones del mundo de origen islámico desde el punto de vista histórico, si bien hay que matizar que los datos disponibles son limitados por el hecho de que no existen indicadores de la valores como los manejados por Hofstede o Schwartz, para la mayoría de los países africanos o para muchas zonas de Asia.

6. Matizaciones sobre el análisis de la cultura

Cuando realizamos el análisis sobre una cultura no debemos caer en el error de equiparar una determinada cultura con una nación, ya que dentro de una misma nación pueden coexistir diferentes culturas (por ejemplo, la cultura indígena mapuche y la chilena mestiza en el caso de Chile o la cultura gitana en España). La cultura tampoco se puede atribuir a una homogeneidad o componente racial, ya que existe mayor variabilidad genética dentro de los grupos que entre ellos (véase el capítulo sobre factores psicosociales desde la perspectiva evolucionista), y la base genética del concepto de raza se ha ido abandonando progresivamente desde mediados del siglo XX (Páez, González y Aguilera, 2000).

Otro aspecto relacionado con la cultura que hemos de evitar es el del fundamentalismo cultural, es decir, la cultura no es una entidad inmutable e inconmensurable. Una cultura no es un ente estable y equilibrado, es un sistema en tensión, dentro del cual existen normas contradictorias (Ross y Nisbett, 1991). Por ejemplo, en individualismo norteamericano (caracterizado por la autoconfianza y prioridad de los fines individuales) se asocia simultáneamente con un gran conformismo, maleabilidad y una gran capacidad de adaptación a los otros (Bellah, Madsen, Sullivan, Swidler y Tipton, 1989).

Otro riesgo que se corre al analizar las culturas es el antropomorfismo, es decir, concebir a las sociedades como personajes y a la historia como a los hechos biográficos de los individuos. La cultura de una nación no consiste en una personalidad, actitud, emoción, o constructos por el estilo; es decir, no es una personalidad, actitud o emoción de tamaño gigante (Bock, 1987; Hofstede, 1991). No debemos creer que una cultura es igual a un “carácter nacional”, pueste que este último se define como “las características perdurables de la personalidad y de los estilos de vida que se encuentran en poblaciones de naciones particulares” (Godoy, 1975).

Además, ha de realizarse una comparación cultural que integre aspectos emic y etic. Estos términos tratan de distinguir entre aspectos que son específicos de cada cultura (emic) y aquellos que son comunes a todas ellas (etic) (Leung, 1989; Triandis, 1972). Las propuestas emic y etic, además de sugerir que la conducta humana debe ser considerada, ante todo, en relación con su entorno (ecológico, cultural y social), exigen que se le preste atención a la posibilidad de que un constructo pueda variar en su significado, estructura y medición para diferentes culturas.

A este respecto, Triandis (1972) propuso la siguiente estrategia para construir instrumentos culturalmente valiosos.

Propuesta de Triandis para construir instrumentos válidos para el estudio de las culturas.

1. Desarrolla, en primer lugar, un instrumento emic en diferentes culturas.2. Poner a prueba, a continuación, en cada cultura, una combinación del

instrumento emic correspondiente junto con ítems potencialmente etic de otras culturas.

3. Por último, buscar las invarianzas panculturales en los datos, es decir; la estructura universal compartida por las diferentes culturas.

La comparación viable entre las culturas implica una serie de requisitos previos. Entre ellos destacan los que se presenta en la siguiente tabla.

Requisitos que debe cumplir la comparación entre culturas.

1. L establecimiento de la equivalencia lingüística de los instrumentos.2. Garantías de que el significado conceptual es el mismo.3. La misma unidad métrica y origen escalar de las escalas empleadas.4. Una distribución idéntica de respuestas, de forma que un valor en la escala ha

de corresponder al mismo grado, intensidad o magnitud del constructo.

Fuente: van de Vijver y Leung, 1997; van de Vijver y Poortinga, 1982.

Antes de concluir con las matizaciones, se presentan en el siguiente cuadro, elaborado por Elena Gaviria Stewart, cuál es el origen de la cultura.

¿Cuál es el origen de la cultura? (Elena Gaviria Stewart).

La capacidad para a cultura, como todas las capacidades mentales, tiene su origen en la evolución biológica. Por otra parte, la cultura moldea esas capacidades para que adopten expresiones concretas. Aquí reside uno de los aspectos más interesantes, y menos estudiados, del fenómeno cultural: la combinación universalidad y diversidad. A primera vista parecen dos características incompatibles, pero en realidad son complementarias y la comprensión de los procesos psicológicos y culturales se vería muy enriquecida si se diera importancia a esa combinación.

Puesto que también se ha abordado con detalle la diversidad cultural, daremos aquí sólo algunas breves notas sobre la faceta universal. Para empezar, la cultura no sería posible sin una serie de capacidades psicológicas que los seres humanos, y algunas otras especies, poseemos, como la imitación (o la capacidad para el aprendizaje social en general) y la comunicación. Pero hacen falta también mecanismos que elaboren y seleccionen los contenidos (las creencias, normas, valores, etc.) y que permitan difundirlos entre los miembros de una sociedad y transmitirlos de generación en generación. Estos mecanismos tienen que ver con la cognición social, la motivación social y la interacción social, entre otras, cuyos procesos estudia la Psicología social.

Según los psicólogos sociales que adoptan un enfoque evolucionista, estas capacidades y mecanismos que hacen posible la cultura, han evolucionado debido a los beneficios que representaban a los individuos de cara a su supervivencia y reproducción a través de la actividad grupal coordinada. En este sentido, sería de esperar que existieran elementos universales, comunes a odas las culturas.

Por ejemplo, diversos autores defienden que un amplio abanico de normas morales, como las que regulan la reciprocidad, el cuidado de los demás, la obediencia, la solidaridad grupal o la responsabilidad social, pueden ser consecuencia de mecanismos que evolucionaron para resolver problemas adaptativos concretos generados por la vida en grupo (Krebs y Janicki, 2004).

Esos elementos universales pueden rastrearse incluso en un fenómeno cultural paradigmático abordado con cierto detalle anteriormente: La religión. Al margen de la diversidad entre las diferentes religiones existentes en el mundo, y de los distintos criterios que pueden emplearse para clasificarlas, hay una serie de aspectos que todas, o casi todas, comparten:

- Creencias en agentes sobrenaturales (dioses, espíritus, etc.).

- Que suelen existir sacrificios costosos (expresiones públicas de sacrificios).

- Y que controlan lo que nos produce ansiedad existencial, como la muerte, la falta de esperanza o la pérdida de sentido en la vida.

Desde este punto de vista, la religión sería la coordinación de estos elementos de forma ritualizada, de manera que las creencias y los rituales serían manifestaciones, en el nivel de la población, del “paisaje evolucionista” que moldeó las tendencias cognitivas y motivacionales individuales, como la tendencia a antropomorfizar el mundo natural o la de expresar de forma inequívoca nuestro compromiso con el grupo (Atran y Norenzayan, 2004).

Por supuesto, las creencias, valores, normas y demás componentes específicos de cualquier cultura son, por definición, compartidos por sus miembros. Puestos que no aparecen en las mentes de las personas como saber revelado, es necesario un proceso de comunicación. Y esa comunicación es selectiva, tanto por parte del emisor como del receptor.

Los psicólogos sociales evolucionistas que estudian la comunicación selectivas de creencias, historias y otras formas de conocimiento, han encontrado que lo que la gente transmite y comparte con otros muchas veces releja mecanismos adaptativos (como la preocupación por ser aceptado por los demás, que influye en lo que decimos y en lo que callamos, o la motivación de autoprotección, que inspira muchos de los estereotipos grupales), y estas cosas son las que suelen convertirse en parte de la cultura popular (Schaller y Conway, 1999; Schaller, Faulkner, Park, Neuberg y Kenrick, 2004).

Con frecuencia, la diversidad cultural eclipsa la presencia de universales y lleva a pensar en la existencia de fenómenos independientes cuando en realidad se trata de uno solo bajo diferentes formas. Un caso donde esto se ve de forma muy clara es el de la búsqueda de autoestima positiva. Se trata de un ejemplo prototípico de lo que ha aportado la investigación transcultural en la denuncia del “culturocentrismo” de Estados Unidos, donde se realizaban la mayoría de los estudios sobre procesos psicológicos y psicosociales. Según estos estudios, las personas estamos motivadas para buscar una visión positiva de nosotros mismos, para lo cual recurrimos a diversas estrategias, como, por ejemplo, la autopromoción, aireando nuestros logros y ocultando nuestros fallos. Este es un resultado ampliamente contrastado en Estados Unidos y en otros países occidentales, por lo que se consideró que era generalizable a todos los seres humanos. Sin embargo, los estudios de ese mismo fenómeno en otras regiones del planeta no obtuvieron los mismos resultados, lo que llevó a pensar que la búsqueda de autoestima positiva es una motivación característica de las culturas individualistas, mientras que en las colectivista, como Japón o los demás países del este asiático, lo que predomina es la búsqueda del perfeccionamiento personal. De ahí que para un estadounidense sea más estimulante que le elogien por sus éxitos y para un japonés lo sea más que le critiquen los fallos (Heine, Lehman, Marcus y

Kintayama, 1999).

Ahora bien, si nos movemos en un nivel de abstracción algo mayor, es posible encontrar una motivación universal que engloba la búsqueda de autoestima y la de autoperfeccionamiento. Sería una tendencia básica, presente en el ser humano como especie, a “ser un buen miembro dentro de su cultura”, ya sea como individuo (en el caso de los individualistas) o como integrante de un grupo (si es colectivista) (Heine y col., 1999). Esta propuesta tiene bastante sentido dada la importancia que la aceptación por parte del grupo tuvo sin duda para la supervivencia de nuestros ancestros.

Por lo tanto, ni la existencia de mecanismos psicológicos universales excluye la posibilidad de que esas adaptaciones se expresen de diferentes formas en distintas poblaciones, ni a la inversa. Al fin y al cabo, el cerebro ha evolucionado para adaptarse al ambiente, y para funcionar en grupos sociales respondiendo a otras mentes presentes en ese medio concreto. Por otra parte, la cultura es la responsable de que la evolución de nuestro cerebro se haya disparado desde la aparición de nuestra especie, al permitir que los cambios se difundan y se estabilicen a una velocidad mucho mayor de lo que sería posible a través de la transmisión genética.

7. Una visión alternativa sobre el individualismo-colectivismo

Hasta ahora hemos analizado, desde una perspectiva cultural, los constructos individualista y colectivista, así como la masculinidad y feminidad cultural. Ahora bien, dichos conceptos, también pueden ser abordados desde el plano individual. Así, desde esta óptica, Hui (1988) postula que el individualismo y el colectivismo coexisten también como una tendencia o predisposición individual. La masculinidad-feminidad igualmente se puede estudiar desde una perspectiva personal, es decir, existe variabilidad entre individuos pertenecientes a una misma cultura respecto a la imagen expresiva o instrumental de sí mismos.

Esta distinción entre las perspectivas cultural y psicológica debe tenerse en cuenta con el objeto de no intentar equiparar el plano individual con el colectivo, es decir, el hecho de que una persona pertenezca a una cultura colectivista no la califica automáticamente como expresiva e interdependiente.

En los siguientes epígrafes iremos exponiendo los modelos teóricos y las escalas sobre las actitudes y autoconceptos individualistas-colectivistas. Además, trataremos de desmitificar la vinculación que se presupone entre individualismo versus colectivismo cultural y la imagen independiente versus interdependiente de uno mismo.

Individualismo-colectivismo, actitudes y autoconceptos

Según Triandis (1995), los rasgos definitorios del individualismo personal son la competición, el desapego emocional y la distancia hacia los endogrupos. Las conductas están reguladas por las actitudes personales, por cálculos de coste-beneficio y por la aceptación de la confrontación. Además, los objetivos personales tienen primacía sobre los grupales.

El autoconcepto, o la manera en que una persona se ve a sí misma, y el estilo de interacción social serán independientes. Es decir, las personas que muestran un autoconcepto independiente se caracterizarían por ser autónomas y por la búsqueda de recompensas individuales (Singelis, 1994).

Como consecuencia, se socializa a las personas en la autosuficiencia y en la independencia. Es decir, su estatus y los roles que desempeñan no están adscritos, sino que vienen definidos por sus logros. Su interacción con los demás se basa en principios universales y racionales, como igualdad, equidad y no interferencia. Los individuos con objetivos similares participan en sus respectivos grupos. Las personas deben desarrollar buenas capacidades de interacción social, ya que tienen relaciones con muchos y variados grupos. La soledad, la depresión, un menor apoyo social, un mayor estrés, y mayores tasas de divorcio, suicidio y de enfermedades vinculadas al estés serían los costos del individualismos.

Por su parte, los atributos del colectivismo personal son la integridad familiar y la solidaridad. La conducta está regulada por las normas, se valora la armonía y la jerarquía del endogrupo, los endogrupos se perciben como más homogéneos y se actúa de forma diferente ante personas pertenecientes al endogrupo y al exogrupo. El autoconcepto será interdependiente o relacional, flexible y variable.

Las consecuencias de estas actitudes y autoconcepto interdependientes serán la socialización de las personas en la obediencia y el deber, se valorará el sacrificio por el endogrupo, se focalizará el pensamiento en lo que es común a los miembros del grupo, la conducta reflejará la jerarquía, la orientación personal será la de mantener la apariencia y la buena imagen pública, así como la de dar apoyo social. Una mayor corrupción, dificultades para el crecimiento económico y el tradicionalismo serían los cosos de colectivismo (Kagitcibasi, 1997; Triandis, 1995).

Ahora bien, como se puede constatar en el estudio transcultural de Fernández (2001), sobre los constructos individualismo-colectivismo y la imagen de sí independiente e interdependiente, la evidencia empírica es mixta y obliga a matizar muchas de estas afirmaciones. De hecho, las personas socializadas en cultura colectivistas comparten más intensamente atributos independientes, mientras que los individualistas serían menos dependientes del grupo, pero más relacionales (Páez, Fernández, Basabe y Grad, 2002).

Lo que acabamos de exponer es coherente con lo argumentado con Kagitcibasi (1994) y Morales (2000). Así, Kagitcibasi propone una categoría que es una combinación de las orientaciones autónomas y relacional, y la define como

coexistencia; es decir, este modelo implica independencia a lo largo de la dimensión material dependencia en lo que se refiere a lo emocional. Por su parte, Morales postula que aunque el individualismo y la interdependencia se han mostrado históricamente como dos constructos diametralmente opuestos, ambos pueden ser compatibles.

En general, las naciones individualistas de Norteamérica puntúan más alto que los países asiáticos colectivistas en el constructo de independencia. No obstante, en la investigación de Matsumoto se ha encontrado que los canadienses puntúan más alto que los japoneses en interdependencia y, en esta misma línea, también se ha hallado que los japoneses puntuaban más alto que los estadounidenses en independencia (Matsumoto, 2000).

Un ejemplo de estudio transcultural sobre autoconceptos y actitudes

A continuación se presenta un estudio transcultural realizado por Fernández (2001), en el que se aplicaron versiones reducidas de las escalas de autoconcepto independiente-interdependiente de Singelis (1994) y de actitudes individualistas-colectivistas de Triandis (Morales, López y Vega, 1992, p. 72) a muestras de estudiantes universitarios de Alemania, Argentina, Bélgica, Bolivia, Brasil, Colombia, Chile, China, Estados Unidos, El Líbano, El Salvador, España, Francia, Ghana, Grecia, Guatemala, Irán, Italia, México, Nigeria, Panamá, Perú, Portugal, Rusia, Singapur, Suiza, Taiwán, Turquía y Venezuela. Estos 29 países fueron agrupados en nueve zonas en función de su similitud lingüística, geográfica y cultural (véanse los siguientes dos gráficos).

El primer gráfico presenta los datos recogidos por la autora a partir de cuatro ítems del cuestionario de Triandis, específicamente:

Creo que triunfar es importante tanto en el trabajo como en el juego. A la larga, la única persona con la que puedes contar eres tú mismo. Triunfar lo es todo. El éxito es lo más importante en la vida.

Los participantes en la investigación (N = 5.328) contestaban a los cuatro ítems con una escala de 1 (en desacuerdo) a 4 (de acuerdo).

Actitudes de éxito-competición

Zona PuntajeÁfrica Subsahariana 2.98Asia Occidental 2.81Rusia 2.69América Latina 2.56Asia Oriental 2.51Europa Francófona 2.18

Estados Unidos 2.14Europa del Sur 2.13Alemania 2.11Fernández (2001).

Tal y como podemos observar en el gráfico, las actitudes de éxito-competición se dan en mayor medida en los países con un índice de desarrollo humano más bajo, es decir en contextos con un bajo desarrollo socioeconómico. Mientras que la competición es menor en Europa del Sur y Alemania.

El segundo gráfico presenta los datos recogidos por la misma autora a partir de cuatro ítems del cuestionario de Singelis, estos son:

Es importante mantener la armonía grupal. Mi felicidad depende de los que estén cerca de mí. Sacrificaría mis intereses por los del grupo. Es importante respetar las decisiones del grupo.

Los mismos participante en la investigación anterior contestaban a los cuatro ítems con una escala de 1 (en desacuerdo) a 4 (de acuerdo).

Autoconcepto interdependiente

Zona PuntajeEuropa del Sur 3América Latina 2.93África Subsahariana 2.88Estados Unidos 2.88Asia Oriental 2.88Alemania 2.85Europa Francófona 2.78Asia Occidental 2.78Rusia 2.78Fernández (2001).

Acá vemos que el autoconcepto interdependiente es más elevado en Europa del Sur y en América Latina. Ambas zonas muestran, también, puntuaciones elevadas en el indicador cultural de feminidad de Hofstede.

En general, con este estudio se pretendía analizar la relación entre los elementos de las actitudes individualistas y las variables culturales (individualismo-colectivismo, masculinidad-feminidad, distancia jerárquica, evitación de la incertidumbre, índice de desarrollo humano y posmaterialismo), así como las asociaciones entre dichos indicadores contextuales y el autoconcepto interdependiente.

En el siguiente cuadro se muestran las asociaciones observadas entre las actitudes individualistas y el autoconcepto interdependiente con los indicadores contextuales.

IDV MAS PDI UAI IDH PMr r R r r r

Actitudes individualistas

Creo que triunfar es importante tanto en el trabajo como en el juego.

-0.62*** -0.17 0.53*** 0.10 -0.63*** -0.55*

A la larga, con la única persona que puedes contar eres tú mismo.

-0.20 0.06 0.33* -0.26 -0.44* -0.17

Triunfar lo es todo. -0.34* -0.07 0.50** -0.02 -0.56*** -0.27

El éxito es lo más importante en la vida.

-0.50** 0.01 0.52*** -0.26 -0.72*** -0.65**

Actitudes deéxito-competición

-0.60*** -0.07 0.61*** -0.04 -0.73*** -0.54*

IDV MAS PDI UAI IDH PMr r R r r r

Autoconcepto interdependiente

Es importante para mí mantener la armonía dentro de mi grupo.

-0.20 -0.04 0.15 0.23 0.02 0.08

Mi felicidad depende de mi felicidad de aquellos que están cerca de mí.

0.04 -0.34* 0.07 0.30 0.12 0.04

Sacrificaría mi propio interés por el beneficio del grupo del cual formo parte.

-0.48** -0.27 .0.5 -0.23 -0.56*** -0.50*

Es importante para mí respetar las decisiones tomadas por el grupo.

-0.34** -0.17 0.09 0.24 -0.02 -0.11

Autoconcepto interdependiente

-0.24 -0.30 -0.09 0.01 -0.20 -0.28

Correlaciones de Pearson *p<.05; **p<.01; **p<.001

IDV = Individualismo-colectivismo.MAS = Masculinidad-feminidad.PDI = Alta versus baja distancia jerárquica)UAI = Alta versus baja evitación de la incertidumbre (Hofstede, 1991, 2001).IDH = Índice de Desarrollo Humano de Cordelier y Didiot, 1997)PM = Posmaterialismo (Inglehart, 1998).

Fernández (2001).

Las asociaciones entre las actitudes individualistas y las puntuaciones de Hofstede (1991, 2001), Cordelier y Didot (1007) e Inglehart (1998) son estadísticamente significativas para los indicadores de individualismo, distancia jerárquica, desarrollo humano y posmaterialismo.

Por lo que respecta a la correlación entre el autoconcepto interdependiente y los indicadores contextuales, los resultados corroboraron que los elementos que guardan relación con el autoconcepto interdependiente definido por “sacrificaría mi propio interés en beneficio del grupo” y “es importante pata mi respetar las decisiones tomadas por el grupo” son característicos de las culturas colectivistas. Además, el sacrificio personal por el endogrupo es distintivo de las sociedades con bajo desarrollo socioeconómico y materialistas, mientras que el indicador “mi felicidad depende de la felicidad de aquellos que están cerca de mí” es característico de las culturas femeninas.

En síntesis, son las culturas colectivistas, con alta distancia jerárquica, con un bajo nivel socioeconómico y materialistas las que presentan actitudes de éxito-competición. Estos resultados, y al contrario de lo que cabría esperar, muestran que las actitudes individualistas no son frecuentes de las culturas individualistas, sino que serían más características de las sociedades donde existe escasez de recursos. Además, la importancia de ellos para sobrevivir materialmente va a imponer una mayor competitividad.

Respecto a los indicadores del autoconcepto interdependiente, las naciones cooperativas (femeninas) que plantean la importancia de los objetivos sociales sobre los individuales (colectivistas) van a ser más dependientes del grupo. Además, estos datos reflejan que, si bien la interdependencia se explica por el colectivismo, como proponía Markus y Kitayama (1994), también estaría descrita por la pertenencia a sociedades igualitarias que enfatizan la cooperación social (Fernández, 2001).

CONCLUSIÓN

La cultura, según la disciplina que la aborde, posee varias acepciones. Así, los psicólogos sociales coinciden en definirla como un conjunto de patrones socialmente adquiridos de pensamiento, sentimiento y acción. Además, cuando se

habla de cultura ha de tenerse en cuenta tanto el componente objetivo como el subjetivo.

Se han mostrado diferentes modelos sobre valores que ayudan a entender las diferencias culturales. En concreto, los de Hofstede, Triandis, Schwartz, Fiske, Trompenaars e Inglehart. También se han podido examinar algunos de los factores más relevantes, ecológicos, socioeconómicos y macro-sociales que se vinculan a la variabilidad cultural en las investigaciones transculturales.

Luego se abordaron una serie de consideraciones sobre el análisis teórico y metodológico de la cultura. Así, hemos de tener en cuenta que no se puede equiparar cultura a nación. Además la cultura, evoluciona y, por lo tanto, no es estática. Por último, se hace mención a los aspectos emic y etic.

También se ha mostrado el individualismo como un concepto complejo. Para ilustrar dicho fenómeno, se ha analizado el individualismo-colectivismo en función de las actitudes individualistas-colectivistas y de la imagen de sí independiente-interdependiente, ya que estos constructos pueden desmitificar ideas preconcebidas sobre las personas pertenecientes a culturas individualistas. Así, los resultados del estudio transcultural llevan a concluir que los habitantes de países individualistas son menos competitivos actitudinalmente que las personas de culturas colectivistas, lo que probablemente se explique por el mayor nivel de recursos socioeconómicos, por la mayor igualdad social característica de las sociedades individualistas y la baja distancia jerárquica, así como por la cultura del posmaterialismo.

RESUMEN

En este apartado se ha tratado de exponer el análisis de la cultura desde la perspectiva de la Psicología social. Así, en primer lugar, se han mostrado las diferentes definiciones que se han realizado sobre el concepto de cultura, examinando, además, cuáles son los componentes de este constructo.

Luego, se han presentado las dimensiones de valores que definen la cultura. Para ello, nos hemos basado en los modelos de Hofstede, Triandis, Schwartz Fiske, Trompenaars e Inglehart.

Por último, se analizaron los factores psicosociales implicados en la variabilidad cultural. Además, se abordó el modo como deben realizarse las comparaciones culturales. En este sentido, hemos mostrado los resultados de estudios transculturales sobre actitudes y autoconceptos.