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  • 7/23/2019 Prologo - Giovanni Mendoza

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    Prologo - Giovanni MendozaPrologo ( Christof )

    Europa Camino Sarnath, Febrero 8 de 1712

    La luna se abra paso entre las nubes grisceas justo cuando Christof llegaba alo alto de la colina. El viento de la noche le atravesaba los huecos de laarmadura, helando su cuerpo acalorado. Los miembros le dolan como nunca ypedan a gritos un descanso. Pero no haba rezado en todo el da y no podadescansar antes de hacerlo.

    Los cruzados de la Hermandad de la Espada deban avanzar sin parar desde elamanecer, persiguiendo a unos brbaros con armadura ligera que podan marcharms deprisa. Sir Cuthbert slo les permiti detenerse, y a regaadientes, cuandoal caer la noche fue imposible continuar el camino.

    Tras montar las tiendas, los cruzados se derrumbaron agradecidos sobre losjergones de paja. Christof, sin embargo, tena una necesidad an mayor que elsueo. Las enrgicas oraciones de fraile Bertrand contra los brbaros eranconmovedoras pero ofrecan poco consuelo a este cruzado de dieciocho aos. ElSalvador haba decretado que los cristianos deban rezar a solas, y Christofhaba seguido diligentemente dicho precepto desde su niez. Pero en las tierrasbaldas de Moravia no haba cmaras privadas, por lo que deba subir a ladesolada colina azotada por los vientos para disfrutar de un poco de soledad.

    Christof se detuvo en la cumbre y mir hacia abajo. Desde all poda ver todo elcampamento bajo la plida luz de la luna. Una docena de hogueras aseguraba elpermetro, protegindolos contra los terrores de la noche. La mayora de loscruzados dorman extenuados tras el da de marcha forzada. Incluso algunos delos vigas dormitaban en sus puestos. Todo estaba en calma a excepcin dealgunos siervos que corran por el campamento, transportando sacos de grano,cavaban zanjas que haran las veces de pozo negro y preparaban el desayuno.

    Por primera vez en todo el da, Christof se senta a salvo. Se quit el pesadoyelmo abollado y lo dej caer estrepitosamente en el suelo. El viento fro de lanoche le agitaba enmaraado pelo largo y castao, empapado. Se frot los ojospara secarse el sudor mezclado con la herrumbre y la tierra del camino con elpuo enfundado an en el guantelete. Su armadura estaba llena de abolladuras y

    era necesario repararla. La tnica blanca que cubra su cota de malla estabahecha jirones y manchada con sangre reseca de un tono rojo amarronado. Pero lacruz roja que blanda en el pecho segua tan brillante y orgullosa como elprimer da. Sus miembros se resentan de las semanas de marcha, pero Christofan no estaba listo para descansar.

    Desenvain la espada ancha, y hundiendo la punta en la tierra seca, se arrodillfrente a ella. Apoy la frente febril en el puo, cerr los ojos y rez en vozbaja.

    Padre nuestro que ests en los cielos

    Pero no pudo concentrarse en la oracin. La tensin que se acumulaba en su

    espina dorsal de guerrero iba desapareciendo poco a poco. Y entonces sedesencaden un torrente de recuerdos nada gratos.

    ***

    A los diecisis aos, Christof an no haba golpeado a nadie con verdaderafuria. En su pequeo pueblo francs de St. Claire haba competido, haba luchadoy se haba batido en duelo con todos los muchachos y hombres robustos. Habaganado la mayora de los combates y sala siempre ileso, como si lo protegierandesde lo alto. Hasta que un da un jabal salvaje atraves el prado donde se

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    encontraba el pueblo.

    El jabal arremeti contra los aldeanos, que se dispersaron como gallinas,gritando aterrorizados. Los dos vigilantes huyeron despavoridos y dejaron caerlas hachuelas mientras se abran paso entre los aldeanos. Christof sac ventajaal verraco con facilidad, pero un grito desgarrador que sobresala entre losdems lo detuvo en seco. Se volvi y vio que el jabal haba pisoteado a un niopequeo, que lloraba tendido en el suelo. Una furia incandescente ardi en supecho. Se detuvo y esper, mientras los aldeanos ms lentos pasaban junto a l.En un instante, en el prado slo quedaban el nio, el jabal y Christof.

    El verraco se volvi como si quisiera comprobar el dao causado. Buf consatisfaccin y baj sus colmillos amarillos para arremeter de nuevo contra elnio que lloraba. Entonces advirti la presencia de Christof, completamente soloen el prado. Embisti en su direccin para desafiar a esa criatura imprudenteque no haba huido ante su furia. Christof se apart rpidamente hacia unachoza, esquivando por muy poco al animal. El jabal pas velozmente a su lado yse dirigi de nuevo al prado, satisfecho de que Christof se hubiera retirado,para concentrar su atencin en el nio que chillaba.

    Christof agarr una estaca afilada de la choza y se acerc al nio. El jabalbuf con ira, pisote la hierba y arremeti contra Christof, determinado acastigarlo por su desafo. Christof se agach, clav el palo en el suelo, secoloc frente a la bestia e inclin la parte afilada hacia la mandbula que se

    acercaba.Mientras el jabal lo volteaba y golpeaba su hombro derecho, el palo se rompicomo un mondadientes. La bestia gru con frustracin y exhal una bocanada deaire caliente al darse cuenta que se haba clavado algo en la boca. Embisti denuevo contra el pecho de Christof y estuvo a punto de hendirle el rostro con loscolmillos. Pero el palo le haba atravesado la boca y se le haba incrustado enlas vrtebras del cuello. La monstruosa cabeza echaba chispas de impotencia,bramando con incredulidad mientras la luz se desvaneca lentamente de sus ojos.

    Los aldeanos se dirigieron al prado, vitoreando. Levantaron al monstruo cadodel cuerpo ensangrentado del jadeante Christof. Los patriarcas de la aldea

    celebraron un festival durante una semana en su honor, y durante esos siete dasfue tan admirado como el rey David.Christof, Dios te ha otorgado el grandioso don de la valenta dijeron lospatriarcas. Has sido designado para una gloria mayor que la de ser panadero ozapatero! Quizs deberas convertirte en el patriarca ms joven del pueblo.Los halagos eran dulces, pero tambin lo avergonzaban. Las muchachas lo adorabany prodigaban elogios melosos: Christof, eres el hombre ms valiente de toda lacristiandad! Bendita ser la mujer que tomes por esposa!Los muchachos tambin lo admiraban: Christof, deberas luchar por la gloria deDios! Vete! Marchate lejos de St. Claire! nete a las cruzadas y trae gloriaa nuestro pueblo!Pero Christof apenas los escuchaba. Slo vea frente a s el rostro opresivo yenorme de la bestia rozando su cara. Con furia, con odio, con fuego en sus ojos

    muertos.

    ***

    Christof sacudi la cabeza para disipar el recuerdo y se concentr de nuevo enla oracin. Estaba ansioso por acabar y echarse a dormir. Continu calladamente:

    Perdnanos nuestras deudas, como nosotros tambin hemos perdonado a nuestrosdeudores...

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    ***

    Christof tena diecisiete aos y an no haba matado a nadie. El sol ardiente secebaba en l y los gritos taponaban sus odos, ahogando el choque furioso delmetal contra la carne. Las chispas volaban ante sus ojos y la cabeza le dabavueltas cuando el hacha de un brbaro golpe su yelmo por la derecha.

    Tuvo la certeza de que haba muerto. Rez para que el Seor encontrase su almaen mitad del campo de batalla y dio a ciegas un ltimo mandoble con la espada.El puo vibr entre sus manos dolorosamente al atravesar la carne y chocar conel hueso. El brbaro se derrumb como los espantapjaros en la fiesta de lacosecha y se qued inmvil.

    El tintineo de los odos de Christof se calm y su visin se hizo ms clara.Tir con fuerza de la espada, que haba atravesado el corazn del brbaro. Perono se movi. Estaba clavada en la columna y no ceda. Christof agarr con fuerzael puo con ambas manos y dio un tirn brusco. El cuerpo del brbaro se alzcomo si se hubiera levantado de entre los muertos. Las costillas hechas aicossonaron como los goznes del infierno y se abrieron, liberando la espada. Elcuerpo destrozado se precipit sobre la tierra, se estremeci y qued inmvil.Slo una mano segua levantada, como suplicando la absolucin de Christof.

    Christof mir fijamente los ojos vacos del cadver. Las penetrantes pupilasnegras le devolvieron la misma mirada acusadora e incrdula del jabal. Apart

    la vista, pero supo que aquella visin no lo abandonara durante el resto de susdas.

    ***

    Christof intent librarse de los malos recuerdos y se centr de nuevo en laoracin. Pero no poda evitar el malestar, y los rezos no lo consolaban.Y no nos metas en tentacin, si no lbranos del inicuo...

    Su atencin se desvi de la oracin, pero no hacia otro recuerdo. Abri los ojosy observ cmo dorman las tropas colina abajo. El campamento estaba en calma,interrumpida slo por algunos siervos que estaban terminando sus tareas.Llevaban paquetes que pesaban tanto como las armas y armaduras de los cruzados,

    pero se esperaba de ellos que trabajaran mientras las tropas dorman. Todopareca marchar bien.

    Christof estaba cerrando los ojos de nuevo cuando se dio cuenta de que un guardaen el exterior de la tienda de Sir Cuthbert se tambaleaba ebrio en su puesto.Abri los ojos y observ cmo un pequeo siervo ataviado con una tnica concapucha susurraba algo al odo del enorme guarda. ste cay hacia atrs y apunto estuvo de derribar la tienda de Sir Cuthbert. Pero el siervo apart algran hombre sin esfuerzo y dej su cuerpo sobre la tierra. Acto seguido sedirigi al guarda que estaba en la entrada de la tienda.

    Christof levant la espada del suelo mientras se pona en pie. Intent gritar

    pero no pudo emitir ningn sonido. Se lanz colina abajo mientras el pequeosiervo derrumbaba al segundo guarda. Los cruzados fatigados miraban malhumoradosa Christof mientras pasaba a toda prisa entre ellos. Cuando el siervodesapareci en el interior de la tienda de Sir Cuthbert encontr la voz al fin.

    Alarma!, alarma!grit sin aliento, irrumpiendo en el interior de la tienda.

    El siervo se encontraba ya agachado sobre Sir Cuthbert, que estaba acostado

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    sobre el jergn de paja, ciego y sordo al mundo. La espada de Christof brill ala luz de las antorchas y se estrell en la cabeza del siervo, donde se hundiprofundamente con un crujido. El crneo cedi, y un montn de huesos ycartlagos sali despedido por la tienda. Pero el siervo no cay, sino que sevolvi y mir a Christof con unos ojos negros inundados de odio. Christof sequed helado. Durante un instante todo se detuvo mientras el siervo clavaba susojos en l. Ojos de muerte. Llenos de odio.

    Entonces, el siervo gru y le clav las uas mugrientas. Christof no se diocuenta de que la espada caa a sus pies, sobre el duro suelo, y sinti, derepente, el brazo derecho fro y ajeno. El siervo se detuvo para apartarse delos ojos la sangre que flua por la herida que Christof le haba hecho en lacabeza. Contrajo su rostro ceniciento en una mueca de maldad. Sus finos y secoslabios se apartaron para mostrar una ristra de brillantes dientes amarillos. Loscolmillos brillaron a la luz de las antorchas mientras se acercabansilenciosamente al rostro desprotegido de Christof.

    La quietud se hizo aicos por el estruendo de las voces y las armaduras de loshombres que irrumpieron en la tienda. El siervo solt el brazo de Christof y loempuj contra los cruzados que entraban. Christof cay hacia atrs, bloqueandoel camino. El siervo dej escapar un alarido agudo y atroz, se volvi y, con unzarpazo con sus garras afiladas, rasg la parte trasera de la tienda. Salt porel agujero y huy derribando a un cruzado que se interpuso en su camino.

    Christof se dio cuenta de que poda moverse de nuevo y persigui al siervo.Corri precipitadamente en la oscuridad, entre las tropas aturdidas que sedespertaban de su sueo profundo y atormentado. El alboroto se extendi por elcampamento. Al final, Christof se detuvo. Escudri la oscuridad en vano. Lacriatura se haba desvanecido en el fro de la noche.

    El terror sustituy al cansancio en el corazn de los hermanos de la Espada, yla esperanza de sueo reparador se desvaneci mientras se propagaba el rumor dela existencia de un demonio devorador de sangre entre los hombres. Dos oficialesde Sir Cuthbert encontraron a Christof tembloroso y lo condujeron de vuelta a la

    desgarrada tienda que ondulaba en el viento nocturno, a pesar de los esfuerzosde varios siervos para remendarla. La tienda estaba rodeada por varios criadosde Cuthbert que discutan entre s sobre el castigo ms apropiado para el siervocuando lo capturasen. El ayuda de cmara de Sir Cuthbert los apart y hizo seasa Christof para que entrase. Los criados se retiraron unos pasos para dejarpasar a los oficiales, pero miraron con desconfianza a Christof, que apenas sedistingua de cualquier otro soldado joven de primera lnea.

    En el interior de la tienda, el mdico de la compaa, un hombre de pelo canoso,estaba examinando a Sir Cuthbert, que pareca fatigado pero slido como elgranito. Al cabo de un rato el anciano anunci de repente:

    Por voluntad de Dios Sir Cuthbert ha sobrevivido al abrazo del diablo! Sigue

    de una pieza!

    Los oficiales resoplaron con alivio y brindaron por su salud. Pero el impacienteSir Cuthbert pas entre ellos y sali de la tienda. En el exterior, las tropasrompieron en vtores. Con un brusco movimiento de la mano, Sir Cuthbert losdetuvo en seco y en el campamento se hizo el silencio. Sir Cuthbert examin asus hombres durante un momento antes de empezar a hablar.

    Salvarlo vocifer con voz ronca, por la gracia de Dios! Las tropas

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    vitorearon nuevamente, con ms bro.

    Christof intent seguir a Sir Cuthbert al exterior de la tienda, pero el mdicose interpuso en su camino. El anciano le apart la malla empapada de sangre delantebrazo derecho y apret el msculo para restaar el flujo de sangre. Oblig aChristof a sentarse en un tonel.

    El demonio te ha provocado una fuerte hemorragia en el brazo lo reprendi elanciano, mientras verta vino sobre las irregulares marcas de las garras. Tuvida se pierde gota a gota en el suelo sin que se le preste atencin! Enjuagcon cuidado la suciedad de la herida y la vend fuertemente con lino fresco. Note quites el vendaje le advirti severamente. Cuando hubo terminado, ledevolvi la espada que an estaba en el suelo. El anciano frunci el ceo, yentregndole el arma, le dijo: Cuando te sientas inclinado a perseguir a unengendro del infierno... no olvides llevar tu espada! Justo en aquel momento,Christof crey ver una sonrisa desdibujada en el rostro agrio del anciano, quedeba de haber presenciado demasiada muerte y sufrimiento.

    En el exterior de la tienda, fraile Bertrand recitaba: En nombre de nuestroSeor y Dios Jesucristo, por su Gloria y por la exaltacin de su sagrada fe.Amn. Esos perros brbaros han sentido el aguijn de la clera de Dios ennuestras espadas y nos temen. Huyen como cobardes! Como no han podido ganarhonradamente por medio de las armas, nos han enviado un demonio al campamentopara que asesine a nuestro seor y maestro, Sir Cuthbert. Pero el Seor estaba

    con nosotros en este da y ha alejado al demonio de la presencia de hombreshonrados!

    Los cruzados vitorearon de nuevo estrepitosamente; mientras fraile Bertrandsegua con su letana, Sir Cuthbert volvi al interior de la tienda. Se acerc asu ayudante y le dijo: Dales a los hombres un trago extra de brandy esta nocheo no descansarn.

    Seguro que es adecuado? pregunt el ayuda de cmara. Tenemos quelevantarnos antes del amanecer! Si nos retrasamos ms, seguro que la hordabrbara...

    Hemos perdido a esos chacales dijo Sir Cuthbert con brusquedad. Podramos

    recorrer estas colinas durante semanas y no encontraramos su pista. Esosmugrientos llevan armaduras de pelaje que les permiten correr como ciervos yesconderse como ratones. Pero no los protegern ms que a las bestias a las quedespellejaron! Hizo una pausa y se tranquiliz. No. Dejemos que los hombresduerman un poco ms. Les hemos exigido demasiado durante esta semana.

    Adnde iremos tras el amanecer? pregunt el ayuda de cmara.

    Al campamento de suministros de los brbaros Lo buscaremos en estas montaas deMoravia. Sin duda, se debe de ser el destino de la horda. Y estamos cerca, porDios, o su amo demonaco no se habra arriesgado a entrar en nuestro campamento,ni an de noche.

    S, mi seor! replic el ayuda de cmara. Pero intentarn asesinaros denuevo!

    S. Mi squito me proteger, si es la voluntad de Dios. Ahora llevad a loshombres su brandy. Maana exploraremos estas colinas. Quiero a los hombresvigorosos y con fuerzas cuando encontremos el campamento de los brbaros.

    As ser asinti el ayudante, girando para marcharse.

    Sir Cuthbert mir a Christof.

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    Quin es este muchacho? pregunt a su ayudante.

    El mismo que hiri al demonio y lo alej de esta tienda.

    Sir Cuthbert observ a Christof durante un momento y despus le indic que seacercase. Christof dio unos pasos hacia delante, intentando contener el temblorde sus rodillas. Nunca haba estado tan cerca del gran cruzado. Envaintorpemente la espada y se arrodill.

    Cmo te llamas, muchacho? pregunt Sir Cuthbert.

    Christof Romuald, de St. Claire.

    Eres un muchacho valiente y leal, Christof Romuald de St. Claire. Ams a Dios?

    S, mi seor.

    Buscas la salvacin de tu alma pecadora?

    De todo corazn, mi seor.

    Ests preparado para morir por el reino de Dios?

    S, mi seor.

    No tendrs que luchar ms en las filas. Te unirs a mi squito y aniquilaras atodo el que intente matarme.

    Christof se sinti un poco mareado. Le obedezco, mi seor dijo sin aliento.

    Haz partido en dos el crneo del diablo y haz vivido para contarlo.

    Christof asinti lentamente.

    Dios te ha sonredo. Te salv de una muerte segura porque tiene un propsito

    ms grandioso para ti. As que no temas en la batalla y da al demonio sumerecido, porque haz sido bendecido!

    S contest Christof aunque distaba mucho de estar tranquilo.

    Christof durmi aquella noche, arrastrado por el cansancio y el vino, y ya no loatormentaban los ojos muertos del jabal ni los del brbaro. Slo vea los ojoscon vida, llenos de odio, de un hombre muerto.

    ***

    Christof se lanzo con furia contra el brbaro, arrancndole el brazo derecho deuna estocada, se volteo y miro a un brbaro de espaldas tomo la espada con ambas

    manos y de un solo movimiento corto la cabeza del bastardo la cual cayo a suspies, lo que distrajo su mirada por un momento...

    Christof cuidado!!! grito un cruzado.

    Despus todo fue oscuridad.