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SEMANA 6
Procesos Psicológicos Básicos
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2 UNIVERSIDAD DE LAS COMUNICACIONES
MOTIVACIÓN Y EMOCIÓN: LA PERSPECTIVA
AFECTIVA
Introducción Desde el campo de la psicología, han sido ampliamente estudiadas la motivación y
la emoción. En términos generales se entiende la motivación como la necesidad o
deseo que activa y orienta la conducta. En ese sentido, los seres humanos, para
lograr una meta (ya sea cubrir una necesidad básica o una realización personal),
deben forjar un objetivo claro, contar con energía y disposición para mantenerla
durante un período de tiempo y así alcanzar o lograr dicha meta.
En el caso de la emoción, se trata de una reacción subjetiva al ambiente, que
posee una base biológica (hormonal y neuronal), influida por la experiencia y que
permite adaptarse adecuadamente al entorno. Es así que en el ser humano, la
experiencia de una emoción involucra un conjunto de cogniciones, actitudes y
creencias sobre el mundo, utilizadas para valorar una situación concreta e influyen
en el modo en el que se percibe dicha situación.
Respecto a la relación entre motivación y emoción, la literatura especializada ha
sugerido que una puede ser precursora de la otra, e igualmente teorías más
actuales las consideran inseparables para poder entender la conducta de los seres
humanos y que, dependiendo de la situación, una imperaría sobre la otra. Una
aseveración bastante aceptada en la actualidad es la inclusión de otros procesos
dentro de esta relación, como por ejemplo la cognición.
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I. Introducción al concepto de emoción
El ser humano posee una capacidad innata de emocionarse. Dentro de la
clasificación de emociones, algunas han sido denominadas “emociones primarias”,
tales como el miedo, la rabia, la alegría, la tristeza, el disgusto, entre otras. Son
emociones que van acompañadas de patrones conductuales distinguibles tales
como expresiones faciales, motoras, vocales, endocrinas y autonómicas y que son
fácilmente reconocibles (por encima de diferencias culturales y raciales) en los
seres humanos. Por otro lado, existen las llamadas “emociones secundarias”,
como la envidia, la vergüenza, la culpa, entre otras. Estas poseen un alto
componente psicológico y cognitivo y, en general, van asociadas al
establecimiento de vínculos afectivos y relaciones interpersonales. Unas y otras
constituyen sin duda parte esencial de la naturaleza humana y se despliegan
cotidiana y habitualmente en los sujetos (Bermonte, 2007)
El concepto de “emoción” abarca también desde la experiencia subjetiva (el
sentimiento) hasta las reacciones que llamamos vegetativas (sudoración, temblor,
palidez) y motoras (gestos, posturas)..
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El autor LeDoux, citado en Bermonte, 2007, enuncia algunos principios
elementales respecto de las emociones. Estos son:
La emoción no es un proceso cerebral separado e independiente. Es el
resultado de múltiples mecanismos cerebrales que pueden ser distintos en
emociones diferentes. Algo similar a lo que ocurre con los procesos
psicológicos como “la memoria” o “la inteligencia”. En tal sentido debe
tenerse en cuenta también que los componentes conscientes de las
emociones (como la alegría, el miedo, entre otros), no son cualitativamente
diferentes de las percepciones cognitivas como podrían ser la resolución de
un problema lógico-matemático o la percepción de que el objeto en el que
viajamos es un avión o un automóvil.
Los mecanismos cerebrales de conducta emocional aparecen en estadios
muy primitivos de la evolución animal -que incluye al hombre- y se han
conservado. Las emociones conscientes se darían en aquellas especies
animales que poseen consciencia. No es posible deducir si la emoción
consciente provocada por una situación de miedo es percibida de modo
igual por el hombre y un animal. Sin embargo, si los patrones de conducta
que se evocan en tal situación, en el hombre y en otra especie animal son
iguales o muy semejantes, es posible concluir que una parte importante de
los procesos cerebrales que determinan tal conducta son iguales en ambas
especies. Por otro lado, los mecanismos neurales de las emociones se
ponen en marcha de manera inconsciente y de un modo más inmediato que
los procesos cognitivos. De ahí que los procesos cognitivos estén más
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sometidos a las emociones que a la inversa y que puedan, en determinadas
circunstancias, verse sometidos por éstas. Asimismo, las emociones juegan
un papel importante en la determinación de conductas futuras y sus
perturbaciones pueden dar lugar a graves alteraciones del comportamiento,
de carácter patológico.
Con respecto a la evolución de los seres vivos y con ello los mecanismos
cerebrales vinculados a las emociones, es importante mencionar que
buscan la supervivencia de la especie a través de la evitación del peligro de
lesión corporal o muerte, la consecución del alimento y la reproducción
sexual. En tal dirección, tan importante o más son la taquicardia o las
actitudes motoras defensivas que se ponen en marcha con la emoción de
manera automática, y que ayudan decisivamente a la huida o la lucha del
animal, como las percepciones conscientes de miedo. Es así que el uso de
modelos animales puede ser de gran utilidad para explicar el
funcionamiento de los mecanismos cerebrales asociados a las emociones
en el ser humano, puesto que en una parte muy importante de sus bases
cerebrales no parecen existir diferencias cualitativas esenciales entre un
caso u otro.
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II. Teorías de la motivación
La psicología ha investigado la motivación dada la importancia que tiene el
concepto a la hora de explicar las causas del comportamiento. A lo largo de los
siglos XIX y XX, la psicología ha desarrollado múltiples teorías de la motivación
humana.
La motivación está constituida por todos los factores capaces de provocar,
mantener y dirigir la conducta hacia un objetivo determinado.
A continuación se presenta una de las clasificaciones más difundida en los libros
de introducción a la psicología (Coon y Mitterer, 2010):
1. La motivación como proceso psicofisiológico
En este caso, la fuente de la motivación es fisiológica, como el hambre, la sed, etc.
En este sentido, los conceptos de activación de impulsos serían parte de la
conceptualización de la motivación como un proceso físico. Los estados
motivacionales (hambre, sed, sexo, dolor) “persisten hasta que el individuo realiza
las conductas necesarias para reestablecer la autorregulación alterada” (Reeve,
1994).
2. La motivación extrínseca
En este caso, la fuente que activa y moviliza son los incentivos y las recompensas
que emanan del exterior.
Se entiende por incentivo la estimulación externa que actúa o influye sobre el
comportamiento. En este sentido, un incentivo es un objeto ambiental que hace
que un individuo realice o no realice una conducta. Asimismo, los incentivos
producen expectativas respecto a las consecuencias que pueden ser atractivas o
no atractivas (Reeve, 1994; Cofer, 2000).
El concepto de reforzador permite prescindir de conceptos motivacionales, ya que
explica la conducta en función de lo que ocurre después de que se emita esa
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conducta. Reforzador es cualquier estímulo, que entregado contingentemente
después de una conducta, aumenta la probabilidad de la misma en el futuro
(Pérez y otros, 2005). Es decir, un ejemplo de reforzador es una recompensa
(pero no todos los reforzadores son una recompensa).
Existen dos diferencias entre el concepto de reforzador y el de incentivo, la
primera es que ocurren en momentos diferentes y la segunda es que tienen
funciones diferentes; el reforzador ocurre después de que se emite la conducta, en
cambio, el incentivo ocurre antes de la misma. La función del incentivo es activar
fisiológicamente al organismo o energizar la conducta, en cambio la del reforzador
es fortalecer la conducta (Cofer, 2000).
Los principales procesos de aprendizaje que subyacen a los conceptos de
incentivos y de reforzador son el condicionamiento clásico y el condicionamiento
operante.
En el condicionamiento clásico y en marco del estudio de la motivación, un
incentivo le informaría al organismo sobre la posibilidad de ocurrencia de algún
otro estímulo, es decir, le permiten predecir si va a ocurrir o no, pero además, le
permite vaticinar el valor hedónico de ese estímulo, si es agradable o no (Reeve,
1994).
Para el caso del condicionamiento operante, el organismo aprende que una
conducta será seguida, contingentemente, por la presencia o la ausencia de
ciertos eventos (es decir, de modo relacionado, no al azar). Con esto, la conducta
aumentará o disminuirá, en el futuro, según el valor de esa consecuencia para el
organismo.
3. La motivación intrínseca
En este caso, la fuente es psicológica. Es fácil definir la conducta intrínsecamente
motivada, pues es aquella que se realiza únicamente por el interés y el placer de
realizarla. Sin embargo, el placer y/o la satisfacción obtenida en esas conductas,
no implica motivación intrínseca. Solo si las personas actúan en base a ciertas
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necesidades psicológicas bien específicas, como la causación personal (auto-
determinación), la efectividad (competencia) y la curiosidad, se dice que actúan
por motivación intrínseca (Reeve, 1994).
Textos de consulta general, no especializados en motivación, plantean que la
motivación intrínseca hace referencia a “cuando la persona está motivada por la
naturaleza inherente de la actividad, del placer de dominar algo nuevo” (Lahey,
1999). No efectúan la especificación que hace el autor Reeve de que no es el
placer lo que define a la motivación como intrínseca, sino una necesidad
psicológica definida.
Según Reeve (1994), las actividades intrínsecamente motivantes son aquellas con
formas nuevas e imprevisibles, que atraen la atención y la curiosidad y que
representan retos óptimos y feedback de rendimiento. Es decir, por un lado están
las variables de la actividad misma, por otro, las variables cognitivas del individuo.
a) Variables cognitivas
El interés por la motivación se relaciona con la causación de la conducta. Se ha
buscado en la fisiología, en lo ambiental y en lo psicológico (cognitivo) la causa
motivacional de la conducta, es decir, lo que mueve al individuo a comportarse de
tal o cual manera. Según White (1959), las personas se involucran en ciertas
actividades debido a dos variables centrales, las autopercepciones de
competencia y de auto-determinación, las cuales son la base de la motivación
intrínseca como se mencionó anteriormente (Reeve, 1994):
Autopercepción de competencia. La retroalimentación que recibe una
persona respecto a su desempeño en una actividad desafiante permite que
la persona, al verse enfrentada a un nuevo desafío, evalúe su nivel de
competencia previo, además de iniciar y dirigir los eventos de su vida en
concordancia con dicha evaluación (Bandura, 1982, citado en Reeve,
1994). En general, un cambio en la percepción de competencia genera
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cambios en la motivación intrínseca de modo directamente proporcional
(Reeve 1994).
Autodeterminación. Richard de Charms propuso, en 1968, que los
individuos intentan ser ellos mismos quienes controlan su conducta, ya sea
en términos de iniciación o de causación. Si la percepción de
autodeterminación es reducida experimentalmente, la motivación intrínseca
también se reduce. A la inversa, ambas variables, también cambian de
modo directamente proporcional (Reeve, 1994).
Fisher (1975), sin embargo, mostró que no es la percepción de competencia ni la
autodeterminación por sí sola la que afecta la motivación intrínseca, sino que la
interacción entre ambas. Específicamente, cuando la persona se percibe
competente en un contexto de autodeterminación (percibida), entonces aumenta
su motivación intrínseca, en cambio, no ocurre cuando percibe el control de la
decisión como externo (Reeve, 1994).
b) Motivos
De acuerdo con lo revisado, se aprecia que lo que interesa en una teoría de la
motivación es que explique la conducta: qué la inicia y la mantiene (activa) hacia
un fin, qué le da su intensidad y qué la hace variar entre persona y persona. La
respuesta general, del lego, es que los motivos dan las razones de por qué las
personas hacen lo que hacen. Por lo tanto, parte de la psicología ha seguido este
patrón cultural, buscando la explicación de la conducta en los antecedentes de la
misma, introduciendo constructos, como el de “motivo”, que muchas veces se
vuelven tautológicos (Reeve, 1994). Sin embargo, es importante revisar, como
parte del estudio de la motivación, lo que implica un motivo.
Algunas características de los motivos de acuerdo con Reeve (1994):
1. Un error corriente es creer que más motivación es siempre mejor. Es decir,
estar motivado es mejor que no estarlo, sin embargo, se olvida que la
motivación también tiene una contraparte aversiva, como el dolor, el
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hambre, la angustia, todo lo cual puede ser fuente de motivación. La parte
positiva de la motivación corresponde a la búsqueda de satisfacción de
curiosidad, de afiliación, de metas y planes, entre otros motivos. Por lo
tanto, “los motivos crean tendencias tanto de aproximación como de
evitación”.
2. La motivación es un proceso de retroalimentación, que se inicia con la
anticipación, en que el individuo tiene una expectativa, luego viene la
activación y dirección de la conducta, merced a un evento. En la siguiente
fase de realización y feedback, se dan las respuestas de acercamiento o
alejamiento y según los esfuerzos realizados y el feedback sobre lo efectivo
del enfrentamiento, el individuo evalúa ese resultado. Finalmente, en el
resultado la persona experimentará “las consecuencias de la satisfacción
del motivo”.
3. “La motivación puede ser autorregulada o regulada por el ambiente” (p. 5),
esto significa que la conducta puede ser regulada por motivos intrínsecos,
como curiosidad, o por motivos extrínsecos, como un ascenso.
4. La intensidad de un motivo cambia a lo largo de la vida y de las situaciones.
Una persona puede tener múltiples motivos, y uno central afectando su
conducta. Éste puede variar en su fuerza para dirigir su conducta. Por
ejemplo, el motivo central puede ser una carrera, pero cuando surge un
problema familiar, las prioridades cambian.
5. Algunos autores, como Maslow (1943), plantean que los motivos son
jerárquicos y que mientras no se cumplan los del nivel más básico o
inferiores, los motivos del peldaño siguiente en la pirámide no aparecen.
Esto ha recibido poco apoyo empírico, sin embargo, es ampliamente
utilizado en el ámbito laboral, probablemente por su sencillez.
Clasificación de motivos
Se resumen a continuación motivos primarios, estimulares y sociales.
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Los motivos humanos surgen de una necesidad. En el caso de los motivos
primarios son innatos y se relacionan con la satisfacción de necesidades
biológicas de supervivencia. Los motivos básicos son (Lahey, 1999):
1. Hambre: se relaciona con la ingesta de alimento. Activado, en mayor
medida, por la estimulación interna debido a las horas sin comer.
2. Sed: se relaciona con la ingesta de agua. Su activación es análoga al
anterior, pero esta vez producto de horas sin beber agua.
3. Sexo: se relaciona con la sexualidad.
Morris (1992) hace una clasificación de motivos estimulantes, los cuales son
innatos pero, a diferencia de los anteriores, no son necesarios para la
supervivencia y están activados por estímulos externos.
Motivo de actividad: se relaciona con la capacidad de moverse. Se activa frente a
la restricción de movimiento.
Motivo de exploración y curiosidad: se relaciona con conocer las cosas. Se activa
frente a lo nuevo y a lo desconocido.
Motivo de manipulación: se relaciona con tocar y manejar los objetos. Se activa
frente a lo desconocido y frente a la tensión.
Motivo de contacto: se relaciona con la interacción física con otros integrantes de
la misma especie que va más allá del contacto de manos, implica todo el cuerpo,
además puede ser pasivo, como el permitir que otros nos toquen. Su forma pasiva
se activa al nacimiento: es la necesidad del bebé de ser acunado, con lo cual logra
un buen desarrollo emocional en su edad adulta.
Además, existen motivos sociales o secundarios, los cuales son aprendidos y se
relacionan con la satisfacción de una necesidad psicológica. Los motivos sociales
son (Cofer 2000):
1. Motivo de logro: “expectativa de placer por haber cumplido con una tarea
de manera que alcanza cierto grado de excelencia” (McKeachie y Doyle,
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1973). La definición de éxito puede estar relacionada con la tarea, con uno
mismo o con otros.
2. Motivo de afiliación: tiene un énfasis más negativo o más positivo
respecto a la ansiedad, según el autor. Lo positivo o negativo se refiere a si
la afiliación se produce en función de emociones agradables o emociones
desagradables. Es decir, si la persona X se afilia debido a que perdió algo,
a que teme o a que quiere recuperar o conseguir algo de lo cual carece.
Eso involucraría un valor hedónico negativo. Si la persona X se afilia debido
a que se siente bien, a que le gusta el grupo o le produce placer la afiliación
en sí misma o sus consecuencias, eso implicaría emociones agradables. En
la teoría, la versión negativa la expresan Atkinson, Heyns y Veroff (1954),
planteando que este motivo implica establecer, mantener e incluso
recuperar, si es necesario, una relación interpersonal (Reeve, 1994).
Frente a esta definición, Boyatzis (1973) hizo notar el factor negativo de ansiedad
frente al rechazo. En cambio, la versión positiva se refiere a este motivo como una
necesidad de establecer relaciones cálidas, armoniosas y significativas (Reeve
1994).
3. Motivo de poder: es “el deseo de hacer que el mundo material y social se
ajuste a la imagen o plan de uno” (Winter y Stewart, 1978 en Reeve, 1994,
p. 284). Las personas con necesidad de poder ejercen conductas de
liderazgo y agresividad. El liderazgo ejercido no necesariamente es
beneficioso, porque puede no recoger el aporte grupal (Fodor y Smith, 1982
en Reeve, 1994). Por otra parte, la conducta agresiva no siempre es
ejercida gracias a los controles sociales, si este control no existe la
conducta se expresará (Reeve, 1994).
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III. Teoría de la motivación de Herzberg
Frederick Herzberg es un autor importante en el desarrollo de la motivación, en el
contexto de la psicología organizacional; sus investigaciones y las de sus
seguidores han formulado la denominada Teoría Bifactorial o de los Dos factores
sobre la motivación y con este aporte el enfoque de la Jerarquía de las
Necesidades de Maslow ha sido considerablemente modificada.
En su artículo «Una vez más: ¿Cómo se motiva a los empleados?» Frederick
Herzberg (1994) plantea que la psicología de la motivación es tremendamente
compleja y reconoce que lo descifrado con un cierto grado de seguridad es
realmente poco, que existe una enorme desproporción entre conocimiento y
especulación, requiriéndose «ideas que han sido puestas a prueba en numerosas
empresas y otras organizaciones», y este enfoque es su aporte.
Lo descubierto por sus estudios en el ámbito de las organizaciones, corroborado
por muchas otras investigaciones que utilizaron procedimientos diferentes, sugiere
que los factores implicados en producir satisfacción (y motivación) en el trabajo
son algo separado y distinto de aquellos que llevan a la insatisfacción en el
trabajo. Puesto que tenemos que considerar factores separados, dependiendo de
si analizamos la satisfacción o la insatisfacción en el trabajo, se deduce que estos
dos sentimientos no son opuestos entre sí. Lo opuesto a satisfacción en el trabajo
no es insatisfacción sino, en cambio, falta de satisfacción y, de forma pareja, lo
opuesto de insatisfacción no es satisfacción, sino falta de insatisfacción.
La teoría bifactorial de Herzberg afirma que la motivación se genera por la
búsqueda de una satisfacción óptima de ciertas necesidades, las que producen
satisfacción laboral.
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Una concepción más actual relacionada con esta teoría, es el enfoque de Calidad
de la Vida Laboral, éste contiene una propuesta sistémica aplicada al diseño de
puestos, combinada con una cimentación en el enfoque socio técnico, que como
hemos indicado anteriormente combina psicología y sociología industriales y de la
organización, diseño industrial, teoría y desarrollo de organización, teoría de la
motivación y liderazgo y relaciones industriales. Este es un enfoque interesante,
actualmente hay cientos de estudios modelos y programas prácticos,
principalmente en Gran Bretaña y Escandinavia.
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IV. Relación entre emoción, motivación y cognición
A lo largo de la historia de la cultura, cognición y emoción han sido considerados
procesos independientes y en cierta medida contrapuestos. Cada uno de ellos, en
realidad engloba a muchos otros. Dentro de lo que se llama de modo genérico ‘la
cognición’ se incluyen la percepción, la memoria, la atención o la acción.
Solo en tiempos más recientes y gracias a las influyentes aportaciones de
científicos y neurólogos como Joseph LeDoux y Antonio Damasio, se ha aceptado
considerar que la consciencia no es el único elemento que ocupa la mente o,
dicho de otro modo, que el cerebro, cuya operación produce lo que se llama el
pensamiento consciente, es igualmente el origen de las emociones (Belmonte,
2007). Aunque pueda parecer que, en el caso de la cognición, el soporte físico del
cuerpo es irrelevante, mientras que para las emociones resulta fundamental, cada
vez se acepta más la interpretación de que tanto en la emoción como en la
cognición, tras los componentes conscientes subyacen e interaccionan toda una
serie de mecanismos cerebrales no conscientes (lo que Freud llamó
premonitoriamente “el inconsciente”), que determinan de manera decisiva las
características conscientes del pensamiento y la emoción.
Uno de los argumentos que se ha utilizado para comprender la relación entre
ambos procesos ha sido considerar que la motivación se encuentra asociada a las
tendencias de acción que son inducidas por los estados internos del organismo,
mientras que la emoción también podría ser considerada como una especie de
preparación para la acción, inducida en este caso por objetos o estímulos
externos al organismo (Öhman, Flykt y Lundqvist, 2000, citados en Palmero y
otros, 2004). Es decir, existiría una dimensión esencial que podría ser el
denominador común para la motivación y la emoción esencial que podría ser el
denominador común para la motivación y la emoción: la aproximación-evitación.
Sin embargo, a pesar de coincidencias y similitudes entre ambos procesos, son
muchos los aspectos que se han considerado en busca de resaltar las diferencias
entre ellos. Una de las características es la relativa a la periodicidad de algunos
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motivos básicos, frente a la dudosa regularidad de las emociones. Las emociones
son respuestas a los estímulos que aparecen, y el sujeto no controla. En cambio,
en los motivos (al menos en los motivos básicos), es necesaria la activación de
los mismos cada cierto periodo de tiempo, pues hay necesidades esenciales que
satisfacer. Otro de los aspectos frecuentemente considerados para proponer
diferencias entre ambos procesos tiene relación con la duración, ya que la
motivación es un proceso que se prolonga en el tiempo, con incesantes
actividades dirigidas a la obtención de un objetivo y la emoción, por definición, es
un proceso corto, que es más intenso que el proceso motivacional, pero breve.
De acuerdo a Palmero y otros (2004), parece indispensable plantear la interacción
entre los procesos motivacionales, los procesos emocionales y los procesos
cognitivos. El comportamiento del ser humano se desarrolla en la interacción
social, se dirige a la obtención de una meta determinada, implica la ejecución de
análisis y valoraciones, se generan expectativas de éxito en función de la
dificultad de la tarea y de los recursos disponibles, participan las emociones, o el
afecto en general, influyendo de forma importante siempre, y en muchas
ocasiones decisiva, a la hora de seleccionar la meta y de llevar a cabo todos los
procesos cognitivos referidos. Finalmente, nace la decisión motivacional de
intentar la consecución de dicha meta.
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Conclusión La emoción es una respuesta que incluye: sensación (fisiológica), procesos
cognitivos, reacciones fisiológicas (sistema nervioso autónomo) y elementos
conductuales. Teóricamente pueden diferenciarse cuatro tipos de modelos:
Biológicos: evolucionista, psicofisiológica y neurológica.
Conductuales: condicionamiento.
Cognitivos: teoría de la cognición-excitación, teorías basadas en la
valoración cognitiva
Modelos sociales: sociales constructivistas.
La motivación puede ser clasificada como psicofisiológica, extrínseca o intrínseca;
lo cual define el motivo de la conducta. Los motivos han sido clasificados según
psicobiológicos (nutrición y sexualidad), estimulares y sociales (logro, afiliación y
poder)
Respecto a la relación entre la motivación, emoción y cognición es posible
apreciar que, aunque existen diferencias entre los procesos, éstos son
complementarios entre sí a la hora de entender la dinámica conductual. La
tradición en el estudio de los procesos de motivación y emoción pone de relieve la
existencia de dos posturas: por una parte, la consideración de ambos procesos
como entidades individuales, y, por otra parte, desde el plano de la interacción que
existe entre ellos. Sin embargo, en la actualidad, se está abriendo paso una
orientación integradora que propone que son las tres dimensiones imprescindibles
para entender la relación que establece el ser humano con su entorno.
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19 UNIVERSIDAD DE LAS COMUNICACIONES
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Si usted desea referenciar este documento, considere:
UNIACC (2016). Motivación y Emoción: La Perspectiva Afectiva. Procesos
Psicológicos Básicos. Lea esto primero (Semana 6).
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