prevejez · 2017. 3. 6. · 58 • siglo nuevo marcela pámanes // twitter: @mpamanes nuestro mundo...

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58 SIGLO NUEVO Marcela Pámanes / / / / Twitter: @mpamanes NUESTRO MUNDO Prevejez A manecí con nostalgia, evocando el pasado, me es prácticamente imposible estar en el presente, aun- que lo busque, aunque respire, aunque mi razón se em- peñe en decirme que la vida está aquí y ahora. Me rindo ante la debilidad de mi mente y me perdono por ello y casi de inmediato los recuerdos se encadenan y voy y vengo en el tiempo, es como si hubieran requerido el salvoconducto de la conmiseración a la parte controla- dora que rige mi ser. La casa de mi infancia, el rostro de mi madre, su olor, el vestido de mi primer baile, mis mie- dos, mis vergüenzas, la comida, el sonido de la licuadora, las mañanas de lunes de lavar todo lo lavable, las tardes de bolear los zapatos con la chinola blanca, las noches de poner las botellas y los cupones para amanecer con la le- che en la puerta, la bicicleta banana verde que compartía con mis hermanos; me doy cuenta de que no logro con- tarme con precisión ninguna historia, es como si hubiera olvidado los leitmotiv y se quedaran solo los “props ”. He visto morir a mi padre y a mi madre, la de ella una muerte más lenta, empeñada en que reconocié- ramos que sus tiempos no son los nuestros; la agonía acompañada de alucinaciones y visiones, de arañas, niños fantasmas y del clamor por sus propios padres. ¿Será verdad que al final ves tu vida como en una pelí- cula? ¿Será verdad que tu memoria de largo plazo pre- domina sobre la de corto plazo? ¿Moriré con la conscien- cia del último recuerdo o angustiada por la experiencia desconocida de la muerte? Trato de encontrar los motivos y los porqués de esta suerte de clavado al pasado que me remite también a la muerte, en principio no encuentro explicación, aunque especulo que pudiera ser un desaliento vinculado con un futuro incierto, o también pudiera estar en el cansancio que mi cuerpo experimenta recordándome la vulnerabi- lidad de mi ser físico. Hay recuerdos que tienen la suerte de tener largo aliento: una fotografía, un video, una grabación o algo que quedó escrito. Jamás hubiéramos conocido a Ana Frank si ella no se hubiera empeñado en escribir su dia- rio; o no hubiera podido acuñar la hermosa frase del inol- vidable Sergio Corona Páez si no existiera la grabación de su entrevista: “A veces me pregunto si viví la vida o si pensé la vida”. Sospecho que padezco la crisis de la prevejez. Me imagino que la vida ha sido una larga caminata por un valle donde las montañas parecían lejanas y en un sus- piro las veo frente a mí, sin posibilidad del retorno debo ascender solo para constatar que después de ellas no hay nada más. No hay tiempo de construir futuros recuerdos porque no habrá futuro. Aclaro que con el “no hay nada más” me refiero estrictamente a este mundo, la fe nos da aliento para confiar que la muerte es el inicio de una mejor vida. En medio de esta crisis veo un montón de oportuni- dades: Reconocer e identificar mis emociones, ¿qué las pro- voca?, ¿qué siento en mi cuerpo cuando hay enojo o ale- gría o miedo?, ¿qué hago con ellas? Me doy permiso de estar triste porque sé que esa emoción pasará. Me doy permiso de recordar con todos mis sentidos porque así como llega el recuerdo se va Hago recuentos y evaluaciones, sin maquillajes, sin querer ayudarme, más bien con la intención de la obje- tividad. Hay oportunidad de empezar a vislumbrar lo impor- tante de la vida: la salud, la tranquilidad, la satisfacción del bien actuar. Es más fácil reconocer los errores, disculparse por ellos y seguir adelante. Vivir para uno mismo sustituye el vivir para los de- más. Experimentemos la prevejez en lugar de ser ‘chavo- rrucos’, finalmente, aunque no queramos nos acercamos todos los días al pie de la montaña. Sospecho que padezco la crisis de la prevejez. Me imagino que la vida ha sido una larga caminata por un valle donde las montañas parecían lejanas y en un suspiro las veo frente a mí

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Page 1: Prevejez · 2017. 3. 6. · 58 • SIGLO NUEVO Marcela Pámanes // Twitter: @mpamanes NUESTRO MUNDO Prevejez Amanecí con nostalgia, evocando el pasado, me es prácticamente imposible

58 • S I G L O N U E V O

Marcela Pámanes ///// / / Twitter: @mpamanes

NUESTRO MUNDO

Prevejez

Amanecí con nostalgia, evocando el pasado, me es prácticamente imposible estar en el presente, aun-

que lo busque, aunque respire, aunque mi razón se em-peñe en decirme que la vida está aquí y ahora.

Me rindo ante la debilidad de mi mente y me perdono por ello y casi de inmediato los recuerdos se encadenan y voy y vengo en el tiempo, es como si hubieran requerido el salvoconducto de la conmiseración a la parte controla-dora que rige mi ser. La casa de mi infancia, el rostro de mi madre, su olor, el vestido de mi primer baile, mis mie-dos, mis vergüenzas, la comida, el sonido de la licuadora, las mañanas de lunes de lavar todo lo lavable, las tardes de bolear los zapatos con la chinola blanca, las noches de poner las botellas y los cupones para amanecer con la le-che en la puerta, la bicicleta banana verde que compartía con mis hermanos; me doy cuenta de que no logro con-tarme con precisión ninguna historia, es como si hubiera olvidado los leitmotiv y se quedaran solo los “props y se quedaran solo los “props y se quedaran solo los “ ”.

He visto morir a mi padre y a mi madre, la de ella una muerte más lenta, empeñada en que reconocié-ramos que sus tiempos no son los nuestros; la agonía acompañada de alucinaciones y visiones, de arañas, niños fantasmas y del clamor por sus propios padres. ¿Será verdad que al fi nal ves tu vida como en una pelí-cula? ¿Será verdad que tu memoria de largo plazo pre-domina sobre la de corto plazo? ¿Moriré con la conscien-cia del último recuerdo o angustiada por la experiencia desconocida de la muerte?

Trato de encontrar los motivos y los porqués de esta suerte de clavado al pasado que me remite también a la muerte, en principio no encuentro explicación, aunque especulo que pudiera ser un desaliento vinculado con un futuro incierto, o también pudiera estar en el cansancio que mi cuerpo experimenta recordándome la vulnerabi-lidad de mi ser físico.

Hay recuerdos que tienen la suerte de tener largo aliento: una fotografía, un video, una grabación o algo

que quedó escrito. Jamás hubiéramos conocido a Ana Frank si ella no se hubiera empeñado en escribir su dia-rio; o no hubiera podido acuñar la hermosa frase del inol-vidable Sergio Corona Páez si no existiera la grabación de su entrevista: “A veces me pregunto si viví la vida o si pensé la vida”.

Sospecho que padezco la crisis de la prevejez. Me imagino que la vida ha sido una larga caminata por un valle donde las montañas parecían lejanas y en un sus-piro las veo frente a mí, sin posibilidad del retorno debo ascender solo para constatar que después de ellas no hay nada más. No hay tiempo de construir futuros recuerdos porque no habrá futuro. Aclaro que con el “no hay nada más” me refi ero estrictamente a este mundo, la fe nos da aliento para confi ar que la muerte es el inicio de una mejor vida.

En medio de esta crisis veo un montón de oportuni-dades:

•Reconocer e identifi car mis emociones, ¿qué las pro-voca?, ¿qué siento en mi cuerpo cuando hay enojo o ale-gría o miedo?, ¿qué hago con ellas?

•Me doy permiso de estar triste porque sé que esa emoción pasará. Me doy permiso de recordar con todos mis sentidos porque así como llega el recuerdo se va

•Hago recuentos y evaluaciones, sin maquillajes, sin querer ayudarme, más bien con la intención de la obje-tividad.

•Hay oportunidad de empezar a vislumbrar lo impor-tante de la vida: la salud, la tranquilidad, la satisfacción del bien actuar.

•Es más fácil reconocer los errores, disculparse por ellos y seguir adelante.

•Vivir para uno mismo sustituye el vivir para los de-más.

Experimentemos la prevejez en lugar de ser ‘chavo-rrucos’, fi nalmente, aunque no queramos nos acercamos todos los días al pie de la montaña.

Sospecho que padezco la crisis de la preveje z. Me imagino que la vida ha sido una larga caminata por un valle donde las montañas parecían lejanas y en un suspiro las veo frente a mí