¿presidente no entiende?, ¿presidente, no quiere entender?
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¿PRESIDENTE NO ENTIENDE? ¿PRESIDENTE, NO QUIERE ENTENDER?
Hugo Ernesto Perdomo Colina Sociólogo Universidad Nacional de Colombia
Magíster Intervención Social en Sociedades del Conocimiento –UNIR- España
No se necesita estar matriculado en partido político alguno; ni menos pertenecer a los
azules, a los rojos, a los verdes, a los amarillos; ni menos a los rosados: ¿acaso existen? En
fin, no se necesita estar envuelto en bandera política diferente a la de nuestra amada
Colombia, para sentir y claro, disentir frente a la saña de un puñado de irreverentes,
ególatras, brutos y claro: asesinos pertinaces y quienes matan en el juego de una guerra que
de rodillas les está pidiendo FIN.
El universo entero: entiéndase, el pueblo colombiano y desde hace un tiempo, el mundo
entero que ya sin resquemor alguno, pero de manera paradójica y a media palabra… Les
calcan, les refieren, les indican basta ya! No más!
Pero no es fácil que desciendan del pedestal a donde algunos gobiernos los han trepado con
la complicidad de muchos países, quienes ajenos a la maldad y al daño que por décadas le
han hecho al país, les circundan sus nefastos pasos; no, y de allí no se bajarán y menos
cuando un gobierno acepta sentarse a discutir la manera como puede volar una paloma de la
paz, que de por sí jamás podrá volar pues ¿cómo podrá hacerlo si está herida de muerte?
Esa mesa por supuesto es una mesa proclive no solo a dejar como resultados, a parte de un
anunciado fracaso, el sortilegio de que se sentaron a la desilusionada mesa de la paz, unos
personajes que hace rato dejaron de sentir el dolor de los campesinos, de las viudas, de los
niños, de las niñas, de los estudiantes; de los huérfanos de una guerra que ellos no quieren
terminar; claro que no lo harán pues acaso al mismo Zeús: dios de dioses, le importaba a
quién atravesaba la “valiente” lanza, o a quién degollaba la acerada daga en las tantas
guerras de los mortales… No! Pues, qué puede importar el dolor generado por las guerras
fratricidas, cuando el mismo dolor se ha marchado y solo queda es el eco que entre colores
sepia se despide vacío, sin quien lo llore.
Ese dolor recorre las calles, las veredas, las ciudades, los campos, las casas; solo ellos esos
asesinos que otrora pregonaban ser los Robín Hood, no entienden, no razonan y claro,
llenos de las ínfulas que da ese endiosamiento producto de un gobierno que en busca tal
vez, del ansiado Nóbel, pretende vendarle los ojos y taparle los oídos a una nación que por
la misma desesperanza, de la marchita esperanza ha sido cómplice; al lado de unos medios
comunicación que hilvanados por las ansias de “buenas noticias”, son los más descarados
testigos y jueces de los miles de artificios con que un gobierno como el de Juan Manuel
Santos han engañado a toda una nación con la esperanza de una paz, que a este precio,
nunca va a llegar ni menos se va a alcanzar.
Esa ínfulas cretinas de los asesinos de las Farc no tienen precedente alguno en la historia de
los movimientos insurgentes, pues de político nunca han tenido nada; ellos los que han
pretendido matar, asesinar no solo el presente de Colombia, sino el futuro, ellos los que a
diario manchan los ríos con la sangre de cientos, de miles de inocentes colombianos, pero
que con el descaro de siempre justifican todos sus criminales actos con acciones salvíficas
y/o políticas, sabiendo del rechazo y de la aberración que en general se les tiene, salvo por
algún puñado de alcahuetes dentro y fuera del país, quienes justifican su barbarie en pro de
una lucha popular.
¿Pero dónde está esa lucha? ¿Por quiénes luchan? ¿Quiénes les autorizó luchar por otros?
Al menos por mí, nunca les autoricé que lucharan… Esa lucha de unos asesinos, de unos
embebidos en el poder que da el dinero del narcotráfico, del robo, del secuestro, del asalto;
ni esa lucha, ni menos esos luchadores los quiero ni para mí, ni para una nación como
nuestra amada Patria.
Ellos para quienes ya no hay adjetivo que logre calificarlos, ni menos compararlos con las
fieras más asesinas, pues estas matan en defensa propia; matan para conseguir su alimento;
matan por supervivencia, en fin, no se hace justicia con la misma naturaleza pues al
compararlos con el más fiero de los animales, sobra.
Como quisiera que entendieran que “la vida misma es un milagro de amor”, de paz, de
alegría…
Como quisiera que Santos, entendiera que así no se negocia; como le hace falta leer a
Platón y lo que tiene que ver con la lucha de Palemos, pero que lo entendiera presidente, y
no que ud le diera un significado diferente.
Presidente Santos, no se da cuenta que la mesa está desbalanceada, que la mesa está
recargada a un lado, y ese lado no es precisamente para el lado suyo, que aparentemente
representa a toda una nación.
Presidente Santos, ¿hasta cuándo? ¿Qué hacer para que entienda? Presidente así no se
negocia; sálgase de la fila de los que esperan el tiquete para Nóbel de Paz, así no se
consigue. Señor presidente, no presione lo que Dios –porque Dios es padre también de ud-
asumo le ha indicado, le ha revelado: por esa vía, o al menos la vía hay que modificarla
para allegar al objetivo que ud busca.
No quiere entender presidente que hay millones de colombianos y colombianas que como
yo, quisieran gritarle no estamos de acuerdo como está llevando a cabo lo que se ha
convertido es un sofisma para tantos males que padecemos los habitantes de esta patria, y
ud lleva dos años aceptando, discutiendo, ofreciendo etc., pero sus interlocutores no están
interesados en su “sano” interés, y lo que siguen es haciéndole daño a una Patria que espera
de ud señor Presidente, que se ocupe de este país, de sus vicisitudes, de su problemas pero
que se ocupe, y que a los asesinos del amor, de la esperanza, de los sueños, de la vida
misma, combátalos presidente, y si es que sus desanimadas Fuerzas Militares, están
estaqueadas del estupor de sus acciones, convoque a los ciudadanos que como yo,
estaríamos dispuestos a pelear por esta patria, por un país que hace más de 6 décadas está
en manos del terrorismo, de unos desalmados que de rodillas han tenido a millones de
habitantes de este mi país, su país, nuestro país.
Pues dónde estuvo esa lucha popular, por ejemplo cuando por rememorar un capítulo
personal, los tiempos de la Universidad Nacional de donde egresé como Sociólogo y en
aquellos tiempos cuando marchábamos porque no nos quitaran las residencias
universitarias, o los pocos restaurantes que nos quedaban; o porque no nos subieran las
matrículas –especialmente a los estudiantes que veníamos de otras parte del país, y cuya
única comida segura era el almuerzo que pagábamos con servicio social-, yo me preguntaba
de la manera más inocente: si las Farc dicen defender a los pobres, y sus nobles intereses e
ideales, y claro sus sueños. Dónde están; por qué no luchan por estos ideales; pero en fin,
también caí en la trampa en que muchos colombianos han caído creyéndoles que con sus
flechas van a defender a un pueblo lleno de necesidades; eso fue y será historia.
Ahora llora la tristeza sobre el cielo de mi patria colombiana. Por eso como dice la
cantautora Mercedes Sosa: “quisiera visitar el silencio” de los comandantes de las Farc, y
en medio de pasos fantasmales, e indagar si las noches de ellos o el péndulo de la
cronología de la vida, no corre, o se ha detenido pues no es concebible que luego de tanta
sangre con la que han teñido el país, no entiendan que es hora de parar… Pero reitero,
lastimosamente no ocurrirá mientras haya un gobierno complaciente como el del señor Juan
Manuel Santos: así la esperanza continuará pereciendo en el desierto de las lágrimas
infecundas de la tierra que jamás será pisada…
Y estoy tan seguro que hasta el mismo cura Camilo Torres -defensor a ultranza de una
ideología donde los pobres eran los protagonistas-, si viviera se armaría también pero no
para luchar a favor de las Farc, sino contra sus acciones y todo lo que estas han
representado a través de la historia nacional: daño, muerte, lágrimas y desolación en una
nación que ya no solo los repudia, sino que clama justicia y más justicia…
¿No entiende presidente? Presidente no quiere entender?