presentaciÓn de la obra “el signo intelectual de francisco elÍas de tejada”

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Palabras del Excelentísimo Sr. D. Sabino Fernández Campo

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  • PRESENTACIN DE LA OBRAEL SIGNO INTELECTUAL

    DE FRANCISCO ELAS DE TEJADA

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    Presentacin del libro el 25 de febrero de 2008.

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  • Palabras del ExcelentsimoSr. D. Sabino Fernndez Campo

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    Seores Acadmicos.Seoras y seores.

    Constituye un honor para esta Real Academia y, desde luego, para m, quehoy se conmemore en ella el trigsimo aniversario de la muerte del profesor Fran-cisco Elas de Tejada, y se celebre en nuestra sede la aparicin de la obra comple-ta digital en las Bibliotecas Virtuales Ignacio Larramendi.

    Muchas gracias a todos por vuestra presencia en este acto.

    Me satisface mucho que nuestra Real Academia, aparte de sus sesionesordinarias, donde se exponen interesantes temas y se delibera despus sobre ellospor todos los miembros de la Institucin, se incremente esta actividad interior, pro-yectando tambin hacia el exterior l presentacin de libros u otros actos culturalesdestacados que sin duda enriquecen la actividad de esta Academia.

    En esta ocasin vamos a escuchar las destacadas intervenciones de losseores don Miguel Ayuso Torres y don Luis Hernando de Larramendi, as como delos excelentsimos seores don Pablo Lucas Verd y don Juan Vallet de Goytisolo,que despertarn nuestro inters y admiracin.

    Por ello, sin ms prembulo, concedo la palabra a don Miguel Ayuso Torres.

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  • Palabras del Sr. D. Miguel Ayuso Torres

    1 En mi La filosofa jurdica y poltica de Francisco Elas de Tejada, Fundacin Elas de Tejada, Madrid1994, he trazado ampliamente perfil biogrfico y bibliogrfico

    2 Miguel Ayuso (ed.), Elas de Tejada, digital, Biblioteca de Pensadores Tradicionalistas Hispnicos,Madrid 2008.

    3 Gonzalo Fernndez de la Mora, Elas de Tejada, el hombre y sus libros, en Francisco Elas de Tejaday Spnola (1917-1977) (sic). El hombre y la obra, Real Academia de Ciencias Morales y Polticas, Madrid 1989, pp. 7y ss.

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    1. HOMBRE, OBRA Y LIBROS

    Hace ahora treinta aos mora Francisco Elas de Tejada y Spnola (1917-1978), nacido en Madrid, pero de patria extremea, catedrtico de Derecho Natu-ral y Filosofa del Derecho de las Universidades de Murcia, Salamanca, Sevilla yMadrid. Autor de tres centenares cumplidos de monografas y artculos, en sedede filosofa prctica, derecho pblico e historia de las ideas polticas, se halla pro-bablemente entre sus ms destacados cultores durante la segunda mitad del sigloXX1. Por eso, la Fundacin que lleva su nombre, en colaboracin con la que hacelo propio del de su amigo Ignacio Hernando de Larramendi, empresario de raza,ponen a disposicin de los cultivadores de la ciencia hispana su obra completaen versin digital2.

    Cumple ahora tan slo, en esta docta Corporacin que alberga su nutriday rica biblioteca3, ofrecer una breve caracterizacin de su obra al tiempo que unsumario balance de las actividades desarrolladas por quienes custodian su legado.

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  • 2. VERAM, NISI FALLOR, PHILOSOPHIAM

    En filosofa jurdica, amn de abordar las relaciones del derecho con lamoral y la poltica dej eruditas consideraciones sobre los saberes jurdicos, en lalnea de afirmar la supremaca de la prudentia iuris (jurisprudencia entendida comosaber filosfico) respecto de los saberes tcnicos y puramente cientficos4.

    Es verdad, de un lado, que su definicin del derecho como norma polti-ca de contenido tico bordea la sima del normativismo5, aunque en ltima instan-cia le salven de despearse el proceso que le conduce a la misma y la secuenciade desarrollos coetneos y consiguientes en que se inserta6. En tal sentido, de otrolado, revisten particular importancia sus reflexiones metodolgicas sobre los sabe-res humanos y, dentro de stos, los jurdicos7.

    Por todo ello, el horizonte del derecho natural clsico, tomista, enriquecidopor la segunda escolstica, y ajeno al iusnaturalismo racionalista es el que enmarcasu ejecutoria. Pinsese, por si duda hubiere, en esta otra descripcin, menos cercanaal prurito sistemtico cuanto ms ligada al plpito ntimo y cordial: Un derecho natu-ral resultado de la conjugacin del podero divino del Creador con la libertad de lascriaturas racionales en la tensin dramtica de un destino trascendente entendido porconquista de la naturaleza que razona, que decide y que asume responsabilidad per-sonal ultraterrena en su accin de decidir dentro de unos lmites propuestos por larazn que capta el orden universal por Dios querido8.

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    4 Francisco Elas de Tejada, Tratado de filosofa del derecho, 2 vols., Universidad de Sevilla, Sevilla 1974y 1977.

    5 Id., Introduccin al estudio de la ontologa jurdica, Victoriano Surez, Madrid 1942, p. 129.6 Francisco Puy, El tpico del derecho en Francisco Elas de Tejada, en AA. VV., Francisco Elas de Teja-

    da y Spnola. Figura y pensamiento, Servicio de Publicaciones de la Facultad de Derecho de la Universidad Complu-tense, Madrid 1995, pp. 207 y ss., polemizando con el autor de esta nota, lo ha interpretado de otro modo. Estanis-lao Cantero, por su parte, ha venido en cambio a coincidir con mi explicacin en Sobre una interpretacin de ladefinicin del derecho de Elas de Tejada, Anales de la Fundacin Elas de Tejada (Madrid), ao II (1996), pp. 145y ss.

    7 Resultan en extremo pertinentes las observaciones complementarias ms que crticas de Juan Vallet deGoytisolo, tanto en Metodologa jurdica, Civitas, Madrid 1988, pp. 68 y ss., como en Metodologa de las leyes, Eder-sa, Madrid 1991, pp. 660 y ss.

    8 Francisco Elas de Tejada, La cuestin de la vigencia del derecho natural, en Francisco Puy (ed.), Elderecho natural hispnico. Actas de las I Jornadas Hispnicas de Derecho Natural, Escelicer, Madrid 1973, pp. 17-42.

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  • 3. NACIN Y TRADICIN

    En teora poltica y derecho pblico se le debe la indagacin de las cau-sas de diferenciacin entre los pueblos9 y el desarrollo del modelo institucional dela monarqua tradicional, catlica y representativa10.

    Desde bien pronto advirti la necesidad de superar el nacionalismo peroslo en el trecho final anot con rigor que los pueblos no son naciones sino tra-diciones, aqullas apenas el segmento presente de una continuidad que en stasrefulge: El lenguaje actual emplea el vocablo nacin para distinguir los pueblos,definiendo a la nacin por rasgos fsicos o como expresiones de voluntad: la geo-grafa, la raza, el idioma, el plebiscito cotidianamente renovado... Frente a estasexplicaciones, la tradicin define a los pueblos como historia acumulada, conside-rando dichos factores fsicos en la medida en que hayan repercutido en la trayec-toria histrica por lo que son: mas nunca como elementos vlidos por s, directa yexclusivamente. Tal discrepancia en el vocabulario no es balad. Tiene sus races enalgo muy importante: que el pensamiento tradicional arranca de la concepcin cris-tiana del hombre, mientras que el decir vulgar est impregnado de ideologa posi-tivista. La tradicin se funda en la doctrina de las Espaas clsicas. El positivismoen los desquiciados planteamientos ideolgicos del siglo XIX. Por eso manejan sola-mente el concepto de nacin el derecho y la ciencia poltica en boga, ignorando loque la tradicin significa como asuncin de la historia viva en las problemticaspolticas (). La tradicin nace de la vida. Es, en palabras de Enrique Gil Robles,la continuidad de la vida misma. Toda vida, en efecto, cuaja en un conjunto deexperiencias y de obras que perduran cuando el hombre que las realiz y cosechdesaparece de la escena de los vivos. Toda existencia humana labra un tesoro trans-misible a los hombres que vendrn despus, siendo cabalmente la cualidad deherederos del tesoro acumulado por las generaciones anteriores lo que distingue alhombre de los animales racionales. Cuando nacemos, no nacemos desnudos y abs-tractamente. Antes, al contrario, nacemos poseyendo frmulas vitales transmitidaspor nuestros padres y que integran lo que decimos nuestra cultura y nuestra tradi-cin. Por eso dijo soberbiamente Donoso Corts que los pueblos sin tradiciones sehacen salvajes11.

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    9 Id., Las causa diferenciadora de las comunidades polticas: tradicin, nacin e imperio, Revista Gen-eral de Legislacin y Jurisprudencia (Madrid), tomo LXXXVII/ 2 y 4 (1942), pp. 113 y ss. y 342 y ss.

    10 Id., La monarqua tradicional, Rialp, Madrid 1954, pp. 163 y ss.11 De las primeras formulaciones, ir pasando a una terminologa progresivamente ms acerada y valien-

    te. Vanse, as, en primer trmino, el preliminar a la Historia de la literatura poltica de las Espaas, 3 vols., Real Aca-demia de Ciencias Morales y Polticas-Fundacin Francisco Elas de Tejada, Madrid 1991, publicada pstumamentepero concluida en los aos cincuenta, como explica Juan Vallet de Goytisolo en la presentacin (pp. 13-14 del pri-mer volumen). Y, para concluir, el libro colectivo, pero por l concebido, dirigido y ejecutado en su parte mayor, Ques el carlismo?, Escelicer, Madrid 1971, pargrafo 61.

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  • Por eso, no debe exasperarse la importancia de raza o lengua la prime-ra en el mbito de lo puramente fsico, la segunda desenvuelta ya a travs del tamizde lo espiritual en la configuracin de los grupos humanos12. La propia religin,de indudable trascendencia en el caso espaol, no posee sin embargo tal centrali-dad en otros13. Y la empresa o el proyecto, para evitar el voluntarismo nihilista, slopuede admitirse y en forma parcial a partir de la dimanacin de otros factores pre-cedentes ontolgica y cronolgicamente14. Por eso, la primaca corresponde a la tra-dicin, que implica vitalidad sociolgica para prolongarse en el tiempo, aunque sesubordine a la depuracin tica de sus contenidos. Tradicin, que viene detradere, y que presupone la entrega a los herederos y no a los enemigos15.

    Esa tradicin de la monarqua catlica y representativa a la que, juntamen-te con otros destacados conmlites del pensamiento tradicionalista de la poca, die-ron nombre, aunque no contenido, impuesto por otros mistificado cuando no des-naturalizado16. Y que, aunque en su secuela institucional pueda parecer hoyimposible, no debe echarse al olvido en cuanto a los principios que alientan en lamisma porque, puestos convenientemente al da, podran servir de ropaje exteriora una comunidad espiritualmente renovada.

    4. LA INQUISICIN SOBRE LA ESENCIA DE LO HISPNICO

    Finalmente, en historia de las ideas polticas, persigui afanosamente laindagacin de lo hispnico, en el sentido amplio pre-estatal que expresa la voz, porl relanzada, de las Espaas17, con el fin de levantar la traza de su ejecutoria enel tiempo; as como verti sus muchos saberes por los universos culturales msvariados (Escandinavia, Extremo oriente, frica negra, etctera.)18.

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    12 Puede verse la denuncia de la conexin entre racismo y positivismo materialista en Francisco Elas deTejada, El racismo. Breve historia de sus doctrinas, Pace, Madrid, s. d. [1944].

    13 Lo explic a las claras Manuel Garca Morente en Ideas para una filosofa de la historia de Espaa, Uni-versidad de Madrid, Madrid 1942.

    14 Aqu la explicacin ms fina la hallamos en otro autor coetneo de Elas de Tejada de la escuela tradi-cionalista, Rafael Gambra. Vase su Tradicin o mimetismo, Instituto de Estudios Polticos, Madrid 1976. pp. 207 y ss.

    15 En mi estudio Transmisin, inculturacin y tradicin, Verbo (Madrid) n 453-454 (2007), pp. 265 y ss., herepasado el acervo del ltimo pensamiento tradicionalista hispano a propsito del vnculo entre tradicin y transmisin.

    16 Represe en los ttulos de dos libros aparecidos muy prximos uno del otro y antes de que se acogie-sen sus trminos en la legislacin. Son La monarqua tradicional, ya citada, de Elas de Tejada, y La monarqua socialy representativa en el pensamiento tradicional, de Rafael Gambra, este ltimo editado tambin por Rialp, Madrid, enel mismo ao de 1954.

    17 Esa dimensin pre-estatal, ha sido ponderada con singular vigor, dentro del tradicionalismo hodierno,por lvaro dOrs. Cfr., del mismo, por ejemplo, Una introduccin al estudio del derecho, 8 ed., Rialp, Madrid 1989,pp. 118-119. En un marco doctrinal no tan acotado puede colacionarse igualmente el empeo de Dalmacio Negro,por ejemplo, en Gobierno y Estado, Marcial Pons, Madrid-Barcelona 2002, o en El Estado en Espaa, Marcial Pons,Madrid-Barcelona 2007.

    18 En la primera parte de mi libro citado sobre el maestro se ofrece un balance ponderado sobre sus aportes.

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  • Esta ltima parte, asombrosa por lo extenso y al tiempo preciso de lavisin, y facilitada por su legendaria pero no menos real poliglota, cede en cam-bio a la primera. Lo escribe apasionadamente, blicamente: La tradicin de lasEspaas naci en la lucha, en la guerra santa. La reconquista arrull su cuna concrujidos de espadas y la Contrarreforma cans sus bros mellando las picas de losnuevos cruzados en los Flandes de los cinco continentes. Es una tradicin de com-bate militar, de puro sentido misionero, nacida contra la morisma agarena y perfi-lada contra la hereja protestante19.

    De tal hecho capital se siguen, a su juicio, sus dos caractersticas bsicas:una histrica y otra doctrinal.

    La primera la disemina generosamente bajo la rbrica Crisol de pueblos:Histricamente, la tradicin de las Espaas es el haz unitario, el clido crisol don-de se integran y sintetizan los conjuntos de las tradiciones de cada uno de los pue-blos componentes. O sea, es la tradicin nica, pero variada y multiforme, en susexpresiones sociales e histricas a tenor de la idea de los fueros. En la PennsulaIbrica comprende las tradiciones particulares de Asturias, Galicia, Len y Portugal;de Castilla, Navarra y Vascongadas; de Catalua, Aragn, Valencia y Baleares; deExtremadura, la Mancha y Murcia; de Jan, Crdoba, Sevilla y Granada; de Cana-rias. En Amrica comprende la de todos los pueblos que hay desde el Ro Grandedel Norte y las misiones de Florida, Tejas y California, hasta los estrechos descu-biertos por Fernando de Magallanes. En Oceana, la de Filipinas y otras ms menu-das. En Asia y frica, las de las provincias portuguesas en ambos continentes. Y enEuropa, la Europa geogrfica, los pedazos que un tiempo fueron hispanos en ple-nitud de gestas, de ideas y de sentires, como Npoles y el Franco-Condado, Cerde-a y Flandes, Sicilia y el Milanesado, Malta y el Finale. Todos ellos, pueblos part-cipes en la empresa universal que capitane Castilla y sostuvo Len, la soadora deimperios. Tal variedad era el aspecto interno de una solidsima unidad exterior,cimentada en la fuerza inquebrantable de la vigencia de la fe religiosa y de lapasin monrquica, del sentido catlico misionero y e la lealtad al rey comn delas Espaas. La variedad foral fue posible porque cristalizaba en realidades de his-toria cuajada en culturas y en instituciones aquella ciclpea ilusin de servir man-comunadamente al mismo Dios y al mismo rey20.

    Mientras que la segunda la liga al reinado social de Cristo: Ideolgica-mente, la tradicin de las Espaas es el establecimiento de los mandatos de Cristocomo leyes para el vivir social, restableciendo en las circunstancias de hoy aquelespritu arraigadamente cristiano que en la cristiandad medieval hubo. Lo cual sig-

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    19 Qu es el carlismo?, cit, pargrafo 78.20 Ibid., pargrafo 79.

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  • nifica la pretensin de establecer el reinado social de Cristo, como coronacin desu reinado individual en las almas. Por eso no es la tradicin de las Espaas un sim-ple afn conservador o restaurador, sino instaurador. Porque el orden cristiano hade establecerse como la creacin de las libertades concretas que ahora exigen lasnovedades sociolgicas planteadas por la necesidad de encauzar el fenmeno delas masas en el escenario social, por las resultas de la industrializacin econmicay por las aspiraciones originales que las mudanzas del vivir comn traen consigo21.

    5. EMPRESAS HERCLEAS

    Su obra qued incompleta con su muerte temprana, pues del gran tratadoiusfilosfico apenas, eso s, en un par de miles de pginas, pas de las primeras lec-ciones. Y en la magna historia de la literatura poltica en las Espaas slo lleg a com-pletar los tiempos medios y de modo fragmentario algunas de las piezas correspon-dientes a la edad moderna. Su forja terica, empero, queda como uno de losarquetipos del tradicionalismo hispano, de raz catlica, matriz tomista y afirmacinforalista, distante de los desvaros europeos regalistas, ontologistas y centralistas.

    Y sus empresas, hercleas, lo presentan como uno de los campeones dellegitimismo espaol carlista. Pues a su quehacer objetivado en la obra escrita, sesuma su escuela universitaria y su red de contactos a lo largo de todo el mundo, ali-mentada por sus viajes incesantes. As, en los aos cincuenta anim la revista Recon-quista, publicacin de gran calidad y originalidad, puente hacia los hermanos lusita-nos, con la colaboracin del inolvidable profesor paulista Jos Pedro Galvo deSousa, tratadista del derecho poltico en clave realista. Tambin, con las edicionesMontejurra, que l pag, contribuy a rehabilitar intelectualmente el carlismo espa-ol, reagrupando a sus plumas histricas y doctrinales ms cotizadas, y abriendo elhorizonte a otras afines. Tarea que prosigui en los aos sesenta, con el Centro deEstudios Histricos y Polticos General Zumalacrregui, a travs de la convocatoriade diversos congresos y jornadas, en particular los dos grandes Congresos de Estu-dios Tradicionalistas, de 1964 y 196822. En los aos setenta, finalmente, la AsociacinInternacional de Iusnaturalistas Hispnicos Felipe II, nacida tras las I Jornadas His-pnicas de Derecho Natural, reuni a buena parte de sus discpulos y amigos de todoel mundo, especialmente hispnico, y en particular hispanoamericano y napolitano23.

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    21 Ibid., pargrafo 80.22 Los Apuntes y documentos para el historia del tradicionalismo espaol (1939-1966), Editorial Catlica

    Espaola, 28 tomos, Madrid-Sevilla 1979-1991, de Manuel de Santa Cruz, estn plagados de referencias a los empeosde nuestro hombre.

    23 Las vicisitudes de la Felipe II, desde el ngulo italiano, han sido reflejadas por Pino Tosca en Il cam-mino della Tradizione, Il Cerchio, Rimini 1995. Tambin en mi monografa sobre Elas de Tejada he dejado algunos tra-zos generales sobre el asunto. Hoy ha renacido en el recin constituido Consejo de Estudios Hispnicos Felipe II.

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  • 6. LA HERENCIA DE UN EMPEO

    Su escuela universitaria se volatiliz con la desaparicin del maestro, enparte por la evolucin de los discpulos, hurfanos de su orientacin, y tambin porla adaptacin de buena parte de ellos al signo del cambio acelerado que a la saznsufra Espaa. Sin embargo, la Fundacin que l proyect y que slo la muerterepentina le impidi crear, pero que su viuda, la distinguida Gabriella Prcopo24,puso por obra, si bien no con los medios que parece l hubiera deseado, ha veni-do a perpetuar no slo su nombre sino su universo conceptual, sus empresas y aunsus colaboradores.

    Al eximio jurista Juan Vallet de Goytisolo, con una importantsima obratambin a sus espaldas, y con una red propia de iniciativas y amigos, en parte coin-cidente con la de Elas de Tejada, y en parte distinta, se debe en gran medida talprolongacin. Pues, al frente de un patronato que han integrado tambin entreotros el filsofo navarro (ya fallecido) Rafael Gambra y el historiador del carlismoque firma como Manuel de Santa Cruz, amn del modesto autor de estas lneas, hadiseado una poltica cultural y editorial que ha permitido, por ejemplo, respecto ala segunda, recuperar importantes textos no publicados del fundador; dar a lasprensas las tambin inditas Narraciones histricas de Francisco de Castellv, oficialaustriacista, que desnudan los manejos historiogrficos del catalanismo separatista;colaborar con Ediciones Encuentro en poner al alcance de los lectores la versincastellana de las obras del gran hispanista francs, recientemente fallecido JeanDumont; dar vida a un anuario que consiente contar las actividades de la Funda-cin al tiempo que agavillar ensayos de profesores y estudiosos de una veintena depases, que son sus corresponsales; y ltimamente, con Marcial Pons, iniciar unacoleccin de breves ensayos de filosofa jurdica y derecho poltico, escritos en cla-ve problemtica, ante las transformaciones postmodernas de los paradigmas hastahace poco intocables. Si sumamos las lneas de investigacin fomentadas por laFundacin, en cuanto al derecho natural hispnico, que ha dado lugar a unas II Jor-nadas, cuyas actas han visto la luz, y a programar unas III Jornadas, o en cuanto ala constitucin histrica del mundo hispnico frente al constitucionalismo liberal-racional, tambin entre otros, podemos alcanzar una idea de cmo con medios bienmodestos un equipo entregado y homogneo puede alcanzar frutos bien grana-dos25.

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    24 Cfr. Gonzalo Fernndez de la Mora, loc. cit.25 En las presentaciones de los trece volmenes de los Anales editados por la Fundacin a partir de 1995

    se encuentra la memoria de actividades de sta.

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