tejada gomez

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1 ARMANDO TEJADA GÓMEZ Su Biografía Nace en Mendoza, el 21 de abril de 1929, a orillas del zanjón Guaymallén. Hijo de Lucas Tejada, tropero (llevaba ganado de Mendoza a San Juan y Chile, a través de la cordillera), y de Florencia Gómez, casada a los 14 años. Hijo anteúltimo de 24 hermanos. Canillita, lustrador de zapatos, luego obrero de la construcción. A la muerte de su padre, con cuatro años, vive algunos meses en el campo, con su tía Fidela Pavón, quien le enseña las primeras letras en un breviario. Es esa la única instrucción que recibió. A los quince años adquiere un Martín Fierro y a partir de allí comienza a leer fervorosamente toda clase de lecturas, instruyéndose por su cuenta. Comienza a despertarse su inquietud social, participando de jornadas de protesta, luchas obreras y políticas al mismo tiempo que comienza a expresarse a través de su poesía.

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ARMANDO TEJADA GÓMEZ

Su Biografía

Nace en Mendoza, el 21 de abril de 1929, a orillas del zanjón Guaymallén. Hijo de Lucas Tejada, tropero (llevaba ganado de Mendoza a San Juan y Chile, a través de la cordillera), y de Florencia Gómez, casada a los 14 años.

Hijo anteúltimo de 24 hermanos. Canillita, lustrador de zapatos, luego obrero de la construcción. A la muerte de su padre, con cuatro años, vive algunos meses en el campo, con su tía Fidela Pavón, quien le enseña las primeras letras en un breviario. Es esa la única instrucción que recibió. A los quince años adquiere un Martín Fierro y a partir de allí comienza a leer fervorosamente toda clase de lecturas, instruyéndose por su cuenta. Comienza a despertarse su inquietud social, participando de jornadas de protesta, luchas obreras y políticas al mismo tiempo que comienza a expresarse a través de su poesía.

1950 - Ingresa a la Radiotelefonía en LV.10 Radio de Cuyo, como locutor profesional. Comienza su tarea autoral junto a Oscar Matus, su comprovinciano.

1954 - Obtiene su Segundo Premio del V Concurso Literario Municipal de Mendoza, por su obra PACHAMAMA.

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1955 - Obtiene el Premio Juan Carlos D'Accurzio, patrocinado por la Sociedad Mendocina de Escritores por TONADAS DE LA PIEL, con prólogo de Jaime Dávalos

1958 - Comprometido en las luchas gremiales y políticas es electo diputado provincial por la U.C.R.I., por un período de dos años. Publica ANTOLOGIA DE JUAN, con ilustraciones de Carlos Alonso.

1959 - Abandona el bloque de la U.C.R.I. y forma un bloque independiente. Integra una delegación de parlamentarios e intelectuales argentinos en una visita a la República Popular China en su 100 aniversario, la U.R.S.S., Checoslovaquia y Francia. A su regreso se afilia al Partido Comunista.

1960 - Terminado su mandato vuelve a su trabajo de locutor, siempre en L.V. 10.

1961 - Obtiene la Primera Recomendación del II Concurso Latinoamericano de Literatura "Casa de las Américas", La Habana, Cuba, Por su libro LOS COMPADRES DEL HORIZONTE.

1963 - Funda el Movimiento del Nuevo Cancionero junto a Oscar Matus, Mercedes Sosa, Eduardo Aragón y otros. Publica AHI VA LUCAS ROMERO, con dibujos de Enrique Sobisch.

1964 - Se radica en Buenos Aires y se dedica íntegramente a su tarea artística. Monta su primer espectáculo, en el Teatro I.F.T., con Mercedes Sosa, Oscar Matus y Tito Francia. Edita su primer disco con sus Poemas, SONOPOEMAS DEL HORIZONTE.

1967 - Publica TONADAS PARA USAR. Se edita su disco LOS OFICIOS DE PEDRO CHANGA, con Los Trovadores. Funda una peña 'Folklore '67"

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(Talcahuano 360), presentando "Resurrección y Canto de la copla", donde actúa junto con Los Nocheros de Anta, Marián Farias Gómez, César Isella, José Adolfo Gaillardou y Martha Serra. Allí se presentan también invitados como: Dino Saluzzi, Rodolfo Mederos, Cuarteto Zupay, Tito Segura y Otros.

1968 - Publica PROFETA EN SU TIERRA, antología de sus primeros libros.

1969 - Primer Premio Ciudad de Buenos Aires, en el Primer Festival Ibero-Americano de la Canción y la Danza con CANCION DEL CENTAURO, música de Iván Cosentino.

1971 - Publica AMANECECER BAJO LOS PUENTES, donde relata su infancia como canillita y sus comienzos con la poesía.

1972 - Premio Festival de la Patagonia en Punta Arenas, Chile, por FUEGO EN ANIMANA, con música de César Isella. Gran Premio Sadaic, por su canción ELOGIO DEL VIENTO, con música de Gustavo "Cuchi" Leguizamón, Finalista Festival Agustín Lara de México.

1974 - Gana el Premio Poesía "Casa de las Américas", La Habana, Cuba, con su libro CANTO POPU-LAR DE LAS COMIDAS. Viaja nuevamente a la U.R.S.S., invitado al Festival Pushkin, Georgia. En septiembre integra junto a César Isella y Los Trovadores la primera delegación artística Argentina que viaja a Cuba, después del levantamiento del bloqueo por parte del gobierno de Cámpora. Cuando la Triple A da a conocer su listado de artistas amenazados de muerte, y se inicia el éxodo de decenas de ellos a España y México, ellos vuelven. Un poco más tarde es amenazado de muerte junto a sus familiares y llama a una conferencia de prensa en la sede de la S.A.D.E. donde manifiesta que no abandonará el país.

1976 - El gobierno militar publica un listado de composiciones y autores prohibidos para su difusión en todo el ámbito de la república, donde figura su nombre y algunas de sus canciones más Celebres: Canción con Todos y Fuego en Animaná. Es declarado persona no grata por el gobierno de facto de la

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provincia de Santa Fe y "deportado" a la provincia de Buenos Aires, en medio de la noche, luego de una frustrada actuación en la sala de la Lotería Provincial de dicha ciudad, en un festival a beneficio. Comienza un largo periodo do oscurecimiento y ostracismo, prohibidas sus representaciones, la publicación de sus libros y la difusión de sus canciones.

1978 - En los primeros meses del año viaja a España, a intentar suerte. Vuelve lleno de nostalgia hacia fines de noviembre y recibe apenas llegado la noticia de que su novela DIOS ERA OLVIDO se había hecho acreedora al Premio Internacional de Novela, en Bilbao, España. Vuelve a España a recibir el Premio y a intentar una vez más su inserción en ese país, aprovechando la difusión de su nombre gracias al premio recibido, pero se inicia el conflicto del Beagle en enero del '79, y regresa a Buenos Aires. Comienza a utilizar el seudónimo Carlos de Mendoza para registrar sus temas nuevos y que puedan pasarse por las radios.

1979 - Viaja a México para participar de la grabación del disco CORAL TERRESTRE, con el grupo vocal Sanampay, que dirigía Naldo Labrín. Se publica en España su biografía de Horacio Guarany, de Ediciones Júcar, colección Los Juglares.

1980 - Participa en la edición de La VI Feria Internacional del Libro del Autor al Lector de Buenos Aires, donde se presenta su novela ganadora y firma ejemplares en el stand de Espasa Calpe, a despecho de La prohibición que todavía pesaba sobre él. Recibe la primera distinción de honor de La Fundación Dupuytren, en la Tercera Bienal de Letras "Cuarto Centenario de la 2º Fundación de la Ciudad de Buenos Aires", por su novela DIOS ERA OLVIDO.

1981 - Finalista del Premio Plaza y Janés de Novela Argentina, por su novela "Cuatrocientas sudestadas", con el seudónimo de Marcos Zonda, posteriormente editada como EL RIO DE LA LEGUA.

1982 - Toma parte del Primer Foro y Festival Latinoamericano do La Nueva Canción, en México. Se desata la guerra de Malvinas y vuelve.

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1983 - Viaja a Managua, Nicaragua, para participar del Festival por La Paz, junto a Mercedes Sosa, el Quinteto Tiempo, y el compositor Naldo Labrín. Participa del Festival de La Canción Bolivariana en Venezuela. Viaja al Festival de Baradero, Cuba. Junto con el advenimiento de la democracia vuelve a presentarse en festivales, actuaciones unipersonales y a montar espectáculos con diversos artistas.

1984 - Participa del Encuentro Internacional de Escritores por la Paz, Sofía, Bulgaria. Publica TODA LA PIEL DE AMERICA, cancionero.

1985 - Nominado para el Premio Konex, entre las cinco mejores figuras de la Historia de la Música Popular Argentina en La disciplina Autor de Folklore. Publica HISTORIA DE TU AUSENCIA.

1986 - Gran Premio SADAIC, por el conjunto de su obra cancionera. Publica BAJO ESTADO DE SANGRE, poemas escritos entre

1974 y 1983. Gran Premio de Honor de la Fundación Argentina para La Poesía, en su 20º Aniversario.

1991 - La Cámara de Diputados bonaerense declara su obra de "interés educativo'. Publica COSAS DE NINOS y EL RIO DE LA LEGUA.

1992 - Fallece en Buenos Aires, el 3 de noviembre. En 1994, se edita su libro póstumo LOS TELARES DEL SOL.

OBRA LITERARIA

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1954 - Segundo Premio Concurso Literario Municipal de Mendoza, por su obra PACHAMAMA. Publicado por Editorial "La Avispa", con ilustraciones de Juan Carlos de La Motta y Enrique 0. Sobisch, en 1955.

1955 - Premio Juan Carlos D’Accurzio, patrocinado por La Sociedad Mendocina de Escritores, por TONADAS DE LA PIEL. Prólogo de Jaime Dávalos.

1957 - CAPITAN DEL SUR, inédito.

1958 - Primera edición de ANTOLOGIA DE JUAN, con ilustraciones de Carlos Alonso.

1958 - LOS COMPADRES DEL HORIZONTE. Primera recomendación II Concurso Latinoamericano de literatura "Casa de las Américas", La Habana, Cuba, 1961.

1963 - AHI VA LUCAS ROMERO, con dibujos de Enrique Sobisch.

1963 - LUZ DE ENTONCES (inédito).

1967 - TONADAS PARA USAR.

1968 - PROFETA EN SU TIERRA, antología. Con ilustraciones de Omar Sobisch.

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1971 - AMANECER BAJO LOS PUENTES.

1974 - CANTO POPULAR DE LAS COMIDAS. Premio Poesía Casa de las Américas, La Habana, Cuba, 1974.

1978 - DIOS ERA OLVIDO, Premio Internacional de Novela, Bilbao, España.

1979 - HORACIO GUARANY, biografía. Ediciones Júcar, España.

1984 - Cancionero TODA LA PIEL DE AMERICA.

1985 - HISTORIA DE TU AUSENCIA.

1986 - BAJO ESTADO DE SANGRE (1974-1983).

1991 - EL RIO DE LA LEGUA.

1991 - COSAS DE NIÑOS.

1994 - LOS TELARES DEL SOL (póstumo).

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OBRA DISCOGRÁFICA

1959 - LA VOZ DE LA ZAFRA, Mercedes Sosa. RCA.

1964 - SONOPOEMAS DEL HORIZONTE, su voz. Edit. Juglaría.

1965 - TESTIMONIAL DEL NUEVO CANCIONERO, su voz, con Oscar Matus. Edit. El Grillo-Juglaría.

1965 - POEMAS Y CANCIONES EN DIRECCION DEL VIENTO, su voz, con Ramón Ayala. Edit. Estudio.

1966 - CANTORAL DE MI PAIS AL SUR, su voz. Edit. Juglaría.

1967 - LOS OFICIOS DEL PEDRO CHANGA, su voz con Los Trovadores. Edit. CBS Columbia.

1972 - CANTATA POPULAR DE LAS COMIDAS, con Cuchi Leguizamón, inédita.

1972- LAS COPLERAS DEL VIENTO, con Horacio Guarany.

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1972 - LOS POETAS QUE CANTAN EN COSQUIN, con H.L Quintana y otros, Azur.

1973 - AMERICA EN VILO, con Kilapayum y César Isella, inconclusa, Chile.

1973 - CANCION CON TODOS, con Rosa Rodríguez Gerling, Trova.

1974 - ISELLA CON TODOS, con César Isella y Cantoral.

1980 - CORAL TERRESTRE, con el conjunto Sanampay, México.

1984 - TONADA LARGA PARA EL PAlS DEL SOL, con Nacencia.

1986 - HISTORIA DE TU AUSENCIA, su voz, CBS

Poeta de la legua

Cantando por ahí, se ha sentado a mi mesa

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el cantor, el rufián, el ángel, el guerrero,

el empresario, el lúcido, el loco, la ramera:

gente de bravas índoles y de modales feos.

Juntos hemos bebido del vino del escándalo

y le hemos bajado los calzones al tiempo.

Alguna vez la copla arde en sus corazones

y recorre sus aguas y sale por sus ojos

con el sigilo junco de un niño abandonado

que ha visto a un dios de sal, pero lejos y solo.

Y yo, que tengo sitio de laurel en mi pueblo,

mientras esto no cambie, bebo y canto con todos.

Canción de un peso

Hoy, al salir de casa,

me encontré una moneda.

Un peso. Un sol

mondo y lirondo de metal.

Bueno, yo sé que nada

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se compra con un peso:

ni un fósforo

ni un barco

ni una espiga

ni un pan,

pero dije: es mi día

de suerte. Hermoso día!

y con el sol delante

me puse a caminar...

Llamé a todas las puertas

y no encontré trabajo

ni un fósforo

ni un barco

ni una espiga

ni un pan;

el día, como siempre,

retiraba sus redes

y, con la tarde a cuestas,

tuve que regresar.

La gente de mi pueblo

apenas gana un peso.

Un peso. Un sol

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mondo y lirondo de metal.

Sabe que poco y nada

puede comprar con eso:

ni un fósforo

ni un barco

ni una espiga

ni un pan.

Sin embargo mi gente,

la gente de mi pueblo,

con todo el sol delante

se ha puesto a caminar...!

El bienaventurado

Aquel hombre de enfrente,

simple de corazón,

agonizó sus años

corriendo a tres empleos.

Un día, simplemente,

su simple corazón

le estalló en una esquina

y despertó en el cielo.

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Dios, bonachón y antiguo,

le dio la bienvenida,

palmeándolo y diciendo:

Qué cuenta de la vida?

Y aquel hombre de enfrente,

simple de corazón,

se quedó boquiabierto

y preguntó: qué vida?

***

La noche quedó atrás

Esta es la vida nueva:

trabajar seriamente en tu oficio, vivir

algunas inquietudes y despuntar el vicio

de pintar, de cantar, de pescar, de reír

o cantar seriamente o pescar

seriamente

o pintar seriamente

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y despuntar el vicio de vivir

y vivir

y vivir.

Este es el nuevo oficio

de la vida del hombre.

Es simple como el hombre:

se trata de vivir.

Pero al que no trabaja

quítale el pan y el agua,

al guerrero las armas

y al avaro el botín.

Mas luego,

seriamente,

como quien suelta pájaros,

a construir la alegría,

a vivir con lo puesto,

a vivir, simplemente,

simplemente,

a vivir!

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***

EXPLICACIÓN DEL VIENTO

Amigo, ciudadano del viento y las esquinas: sólo cuatro palabras antes de conocernos. No hablaremos de mí, precisamente.

En fin, qué le diré, sólo del ciento. Sólo de usted y el viento. A todo riesgo, siempre quise para mis poemas el destino del viento. Me dolía en la poesía su cautiverio de anaqueles, la polvosa gloria de la solemnidad, su alineación del hombre innumerable de mi Patria y América, usted comprende. Me urgía rescatarla de los oscuros aquelarres de iniciados, para ponerla, como le digo, en dirección del viento a todo riesgo. Y todo porque entiendo que la poesía está en la entraña de la condición humana. Simplemente por eso. Esa es, pues la razón de ser de este disco en el que, por supuesto, ningún Buda de las ganancias creía. Sólo yo, los míos y mi Juan de siempre, que anda por el mundo con su silbido a cuesta, esperando que los poetas se bajen del caballo y le den contenido a su instinto sonoro. Y usted sabe, Juan, que es empinado el rumbo y que va a ser difícil devolverle a la gente ese patrimonio también enajenado: el canto, la bendita costumbre de soñar y esperanzarse, el viejo oficio de la maravilla, con el que la humanidad se ha abierto camino por la vida y la historia.

Y es que los sueños crecen.

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Cualquiera, un Juan, un hombre, se sueña primavera y de repente, un día, avanza entre jardines. Después es muy difícil sustraerle el aroma. Pone la vida en eso. Juega la muerte en eso. Es que la poesía es un asunto heroico: el más hermoso riesgo de la sangre. Por lo demás ni hablar de mis imperfecciones! Esa no es la cuestión, precisamente. Hay que buscarle el hueso a lo que canto, penetrar en las zonas donde a usted le concierne mi guitarra, de este modo o el otro. Yo sé qye usted es cantor de sus silencios. Vaya si lo sabré! No de balde lo atajo con poemas, cuando usted cruza el viento, de prisa, en las esquinas, suponiéndose lejos de mi viento y mi prisa.

Armando Tejada Gómez

Canción de largas calles

Los dos sabíamos que no era cierto, pero a mí me encantaba contárselo y a él, al Toto, le encantaba escucharme.

¿De dónde podía haber tenido yo su hermano, un caballo que se llamaba Marcial y que tenía una estrella entre los ojos de enorme lucidez como dos noches? ¿De dónde podía tener yo la casa, de puro y pleno sol que no teníamos? Pero nos gustaba a morir tener un caballo que se llamaba Marcial con una estrella y una casa de sol grandote, tamañazo, revés más bien violento de la madriguera de abajo del puente donde dormíamos con el solo calor de nuestros cuerpos y el pedazo de trapo o arpillera que habíamos robado andá a saber adónde, porque hacía ya rato que andábamos alzados, huyendo a la ternura furiosa con que la Mamá nos azotaba, a manotones con la miseria que llegó con cuatro velas y sin sopa el día que se llevaron al Papá, totalmente dormido como lo recuerdo, los cuatro peones de la Municipalidad, porque no había cómo ni quién entre nosotros.

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Desde entonces -o de antes, según la versión de mis hermanos mayores- para comer había que aviarse o procurarse o como se dijera al modo nuestro, toda vez que no había nada que comer de una manera absolutamente seria y definitiva. Por lo que cada cual, allí donde estuviera, se las tenía que arreglar con las dos manos, las diez uñas, los dos pies, las rodillas, los codos o la mismísima madre querida que nos trajo al mundo, sólo para verse sola con nosotros delante, ocho que quedábamos de los veintitrés que parió, sin contar a Manuel y Nazario que eran, fueron, asuntos de mi padre que debe haber tenido también su mediodía en medio de la cueca o acaso, si cantaba, su caliente abriboca para después del vino como siempre sucede cuando uno es disponible.

Así es que yo, penúltimo, número veintidós, casual, inevitable como cualquier resfrío, debía procurarme. Y el Toto, como yo, casual, inevitable, a patas por la calle, procuraba conmigo. Pero a él le encantaba acortar el camino, escuchándome hablar. Así es que conveníamos lo que yo le contaba. Era un pacto de honor. Jamás se le ocurrió hacerme zancadillas ni exigirme las pruebas de los hechos contados. Me dejaba mentir en su provecho. Y yo inventaba cosas: milagros, maravillas, le contaba películas partiendo del afiche aunque los dos sabíamos que ninguno sabía y ferozmente menos que existiera un caballo Marcial con una estrella y una casa solar con jamones y sol, como decía. Pero quiero jurar que nos hacía bien. Pero puedo llorar por estas cosas. Fueron años enteros: de los seis a los doce o algo así. Toda nuestra inocencia supongo que sería.

El Toto me llevaba un año y medio. Raúl, un poco más. Lucas, toda una vida. Lucas fue de linyera y volvió proletario, condición que aprendimos por el cuarenta y cinco, después, cuando Perón prendió fuego en nosotros y llamó a los bomberos. Caso que ahí quedamos: del trabajo a la casa, de la casa al trabajo, pero esta es otra roncha como dijo el mosquito. Cuento que yo contaba, que le contaba al Toto historias con caballos, que íbamos a la Imprenta, que sacábamos diarios con la muerte del Papa, creo que Pío X, creo que Pío XI. Entonces ardió España de su luz y su sombra, pero ganó la sombra, es decir la ceniza, según me fui enterando por Pablo y por Vallejos. Un día de esos días deben haber sitiado de muerte a Federico. El sería noticia en ese entonces. ¿Habré voceado yo su muerte enorme? No recuerdo en mi voz esa agonía. Juro que no recuerdo y que me duele, como suele pasar en las peleas: después viene el dolor, después se hincha. Después puedo gritar: ¡Y fue en Granada! ¡Carajo, fue en Granada! ¡Qué sabía... Ay, don Antonio, abajo del ciruelo; ay,

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padre de mi voz, puedo jurarle que yo recuerdo que tenía frío, que no recuerdo si grité esa muerte, que no puedo acordarme del olvido!

Pero todo era así: feroz y hermoso, vital, canalla, límpido, grosero; alucinante, duro, sustancioso; soez, maligno, espeso, miserable; todo era iniquidad, nazi, jocundo; asesino, Guernica, Alcazar, canto; miedo, trepidación, zarpa en la sangre; concentración, Ejército del Ebro; era la chispa, el grito que no vuelve, París, aliados Londres, bombardeos; tremaba el Rider Digest por manteca y supe Praga, Maginot, Dunkerke; todo quemaba como Stalingrado y dije Partisanos o Salernos, un fuego súbito en el que todo ardía en tanto yo tenía un hambre ciego, particular, insomne, permanente, un hambre mío en medio del infierno, un hambre de siete años cabalgando sobre un Marcial caballo y sobre un cuento, que al Toto le gustaba que contara, aunque supiéramos que no era cierto.

***

Fe de búsquedas

El primer deslumbramiento que tuve con el tema de las comidas en la poesía, fue en mi niñez leyendo nuestro poema nacional Martín Fierro:

Venía la carne con cuero,

la sabrosa carbonada,

mazamorra bien pisada,

los pasteles y el buen vino

pero, ha querido el destino

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que todo aquello acabara...

Me inoculó cierta nostalgia esa sentencia, nostalgia por un menú que creí irrecuperable y que, creciendo, rescató la mano del pueblo, pues ninguno de esos platos habían caído al olvido como creía don José Hernández. Más acá y ya lector infatigable, advertí en mis andanzas de cantor de ranchos y boliches, las innumerables referencias a los alimentos, su preparación y sus bondades que hay dispersas tanto en la copla popular anónima como también en el cancionero folclórico no sólo de nuestro país, sino también en el de España y la América Latina.

Allá por 1950, conocí fragmentos de la chilenísima Epopeya de las comidas y bebidas de Chile del gran Pablo de Rokha, precursor colosal -como a él le gustaba decir- de la poesía latinoamericana de masas. Luego, en cientos de libros perseguí las ocasionales alusiones a las comidas y celebré largamente el abordaje del tema por el otro Pablo inmenso, Neruda, en sus sensuales y bellísimas odas al caldillo de congrio, al ajo, a la cebolla. También me deslumbré de encontrar el olor a cocina en algunos textos sagrados de distintas religiones y, fundamentalmente, en esa catedral de conocimiento antropológico que es La rama dorada de Sir James Frazer.

No obstante, y como todos saben, la literatura sobre el tema es por demás exigua, y mis búsquedas, sobre todo históricas, han sido mayormente infructuosas. Tan es así, que al disponerme a escribir un Cancionero nacional de las comidas, origen de esta obra, con el músico salteño Gustavo Leguizamón, me encontré con un territorio inexplorado en nuestro país desde el punto de vista de la poesía. Todo lo que pude hallar está en la literatura de investigación folclórica, y los textos, casi siempre antiguas ediciones, son muy difíciles de consultar.

Tema tan subestimado por nuestro interés cultural ha provocado el asombro de la mayoría cuando se supo que yo estaba escribiendo sobre un asunto aparentemente tan distante de la poesía, según esta es entendida por nuestras costumbres mentales. Durante los dos últimos años he amolado la paciencia de amigos y desconocidos urgiéndoles datos, comentarios, alusiones, notas y cualquier material escrito, literario o no, que me ayudara a penetrar el cerrado mutismo en que hemos mantenido un hecho de tal categoría vital y tan lleno de connotaciones subyugantes.

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En la tarea he descubierto cosas tan sorprendentes como que la comida regional es el único elemento folclórico vivo, pues nadie puede preparar plato alguno partiendo de los habituales recetarios de cocina, sino por la tradición oral y la práctica directa. En fin, que, como siempre, no sólo he ido escribiendo el poema, sino también aprendiendo, a medida que entraba en el tema.

Se advertirá claramente que, al contrario de los gigantes que me preceden -De Rokha, Neruda-, yo he dado menos materia poética al mundo de las sensaciones del paladar, porque me ha importado mas expresar la relación dialéctica que las comidas tienen en la vida del hombre y de los pueblos, ajustándome a una geografía necesariamente limitada: lo que podemos definir como civilización de Tiahuanaco, esa zona de influencia cultural que va desde el alto Perú al Río de la Plata, acentuando el contenido nacional de que se nutre mi poesía y a insoslayable regionalidad argentina de mi palabra.

Por último, y ya con la obra terminada delante, estoy cierto de que este poema no es sino un punto de partida. Me he preguntado también si en lugar de un poema a las comidas, no he escrito una especie de geopoética del hambre en nuestro continente, y se me ha impuesto la obligación de dedicarlo al brasileño Josué de Castro, cuyos libros han dado a este poema ese estado de conciencia de lucha contra el subdesarrollo en nuestro Continente, vértebra de una lucha política y cultural contra el imperialismo donde la epopeya no se cuente sólo por los héroes, sino por la presencia de las masas populares en la transformación de la vida histórica.

Armando Tejada Gómez

Menú del día

1

El lunes se despierta labrador, metalúrgico,

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ferroviario, bracero, pintor, oficinista;

avanza tumultuoso con todos los oficios

y simple, como un silbo, va a buscarse la vida.

Dicen que el lunes es padre. Pero también es madre.

Yo canto que también es muchacho y muchacha.

Madruga en las azules brújulas del planeta

y anda de campanero por los gallos del alba.

El lunes se conduele del que no tiene lunes,

del lunes sin semana de los desocupados,

pasa frente a sus casas como una estrella errante

donde hace cola el odio con los puños cerrados.

Yo suelo ver al lunes a eso del mediodía

en la fonda, en los bares, en las grises cantinas,

celebrando un puchero de rabo sustancioso

donde un coro de choclos sinfoniza la risa.

Pienso que si los lunes se pusieran de acuerdo,

como ya sucedió y sigue sucediendo,

todo amanecería violentamente hermoso

y en todas las cantinas cantaría el puchero.

2

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Si uno ríe los martes, debe llorar los viernes

y mirarse las manos a la luz de una vela,

porque el martes, desnudo, como un niño, padece

de las admoniciones de la luna perversa.

Los martes tiene ruidos en todos los rincones

y suelen nominarse con un trece tridente,

por lo que el martes es ese muchacho de catástrofe

que rompe las ventanas de los adolescentes.

Haga el martes arroz, fideos con manteca,

una sopa liviana, churrasco vuelta y vuelta:

hay que evitar el íncubo que oficia a media noche

y las convocatorias rojas de la pimienta.

Los martes se discute. Hay plenario en la casa.

El viejo se levanta. Deja el puño en la mesa.

Sus hijos dicen: armas, dicen Che, dicen basta

y sobre nuestra bronca pasa ardiendo la huelga.

-Madre, no llore. Madre, no estamos contra el viejo.

-Estamos contra el mate del paro dominguero.

-El cree que la huelga es cosa de parar

y nosotros creemos que es pueblo en movimiento.

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***

Dios era olvido es la primera novela de Armando Tejada Gómez, escritor y poeta nacido en Mendoza, cuya vasta obra literaria se ha encauzado hasta hoy por los caminos de la poesía y de la canción popular. En la primera línea destaca su Canto Popular de las Comidas, galardonado con el primer premio de poesía de Casa de las Américas, de La Habana, en 1974. Como folklorista fundó en 1963 el movimiento Nuevo Cancionero que dio origen a la nueva canción argentina. Sus composiciones las cantan los más egregios representantes del folklore sudamericano.

En la novela Dios era olvido, premio Villa de Bilbao 1978, desarrolla una estremecedora historia sobre el origen social de la violencia, en un medio primario y sobrecogedor como es la vida de los marginados que habitan las Villas Miseria de Argentina. A través de un lenguaje de riquísima originalidad, plantea una inquietante interrogación sobre qué es la realidad en realidad; los seres vivos y palpitantes de la narración hacen brillar de vez en cuando el amor, la ternura y la alegría de vivir, como diamantes brutales en medio de la ciénaga que los circunda. La novela ofrece además otro fenómeno tan inquietante como su trama: el ensanchamiento continental del idioma castellano hasta el límete de crear un idioma dentro del propio idioma.

La novela que presenta Ediciones Albia, supone la aparición en todo el mundo de habla hispana de un nuevo hito de la narrativa en nuestra lengua.

Tonada de la calle larga

Con mucho, la Calle Larga, era la más vieja calle de esa añosa provincianía que había empezado cuatrocientos años atrás, en las tierras del Cuyunque, que en la desaparecida lengua Huarpe quería decir lo contrario de lo que vino a ser: arenal, país o lugar de los arenales, tierra árida, vasto desierto que debió testimoniar don Charles Darwin describiendo con los ojos ardiendo el colosal viento

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zonda, ese incendio de polvo que lo hostigó cuando anduvo por aquí, tanto, como para que su recuerdo esté escrito al pie de la cruz del Paramillo, a la entrada sobrecogedora de la Quebrada del Toro, bajando de Uspallata con el silencio encima. Cuyum, sonando a tambor áfono o trutruca y que por formación o deformación del uso, ha terminado siendo la palabra: Cuyo, un inmenso valle hecho a mano en medio del medanal de medanales, gracias al aprovechamiento de las aguas del deshielo cordillerano por los indios Huarpes señores que fueron de aquí, ingenieros desnudos que aprovechando una grieta volcánica construyeron el canal legendario, ahora llamado Canal-Zanjón Guaymallén y bifurcaron los cauces, fundando, cientos de años antes de la llegada de los Conquistadores desde la Capitanía General de Chile, la civilización del riego, donde creció el maíz y parpadeó, siglo tras siglo, el ojo azul rocío de la flor de la papa.

Pero la Calle Larga nació, debió haber nacido, con la conquista, como la Plaza de Armas y toda esa nomenclatura desarrapada que muestra el viejo mapa del primer emplazamiento de la ciudad capital por Don Pedro del Castillo, Capitán de sus muy reverendísimas Majestades Católicas que, al mando de sesenta familias encomenderas, vino de la capitanía General a consolidar el poder de algunas de las facciones políticas que pululaban en las trapacerías coloniales, lejos de Dios y a un tiro de arcabuz de esta plaza como dice el Acta de Fundación, pero muy cerca de los apetitos terrenales. Pues que la primera fundación se secó al sol, entonces más infernal que cualquier otro verano, por lo que debió acudir, años después, a la Segunda Fundación, otro Capitán, Don Juan de Jufré y le dio, al fin sometiendo a los Huarpes, el hombre que lleva: Mendoza. No por el primer Adelantado del Río de la Plata, don Pedro, sino por Hurtado de Mendoza, a la sazón Capitán General de Chile. Ahí nació, debe haber nacido, la calle, ya que en el antiguo Cuyum no había calles ni límite alguno, porque la tierra, la sembrada y la yerma, era de todos, pues entonces la única propiedad que existía -si acaso hubieran tenido noción de ella- era la vida, y todo se repartía, según se sabe por dichos y consejas, en puñados iguales. Desde los Capitanes, la calle está ahí y no hace aún cien años la trajinaban las caretas que venían del Este trayendo vidas y milagros del mítico y lejanísimo Río de la Plata, desde donde traían los embelecos relucientes con destino a las familias pudientes de los primeros encomenderos y de vez en vez, a algún Corregidor de la Real Audiencia con órdenes precisas que todos olvidaban puntualmente en medio de los vientos de agosto o los solazos del verano que, ya entonces, daban la impresión de no irse nunca como que recién se pone a las nueve y media, pasado meridiano y el crepúsculo no es otra cosa que un bostezo de la luz y la sombra, pero borracho de color. La entera historia de lo que es -y no es- el país, pasó por esa calle, desde los aleluyas de la

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Emancipación de la Corona hasta las Intervenciones Federales de la República, periódicas, precisas, puntuales, crónicas, de ayer nomás. Por esa calle entró el Tropero Sosa, habiendo hecho el camino desde Buenos Aires con su tropa en 23 jornadas, trayendo al Cuyum el grito de Mayo, el día en el que enloquecieron las campanas y los criollos salieron a abrazarse en medio de la Plaza.

***

EL CANTO QUE NOS UNE

Cuando pude escuchar por primera vez al Grupo Sanampay, me pregunté dentro de qué estilo podrían enmarcar a esta excelente formación. El tiempo y la experiencia (para ellos y para mí) me han dado la respuesta: en ésta, su más reciente obra, el Sanampay se me define como la integridad que hace años espera oir en grupos de este mismo formato. En esta obra que nos espera, que no es propiamente una cantata, que no es sólo las formas sencillas y bellas del samba, el choro, rin, cueca, galopa, milonga, guarania, candombe, huella, malambo y chaya, he podido admirar cada parte en sí y al mismo tiempo recrearme en una sólida estructura, que me ha llevado de la mano por toda la América del Sur, pregonando un cierto futuro. Si el tratamiento orquestal, utilización de determinadas células clásicas en este tipo de obras y limpia ejecución, me asombraron, Armando Tejada Gómez me convenció otra vez de que es un poeta mayor de nuestra América, silenciado por las distancias y las cada día más absurdas fronteras continentales. Pero hay un logro que más me compensa y es este resultado final de Argentinos y Mexicanos que tocan, cantan y hablan de Brasil, Paraguay, Bolivia, Chile, Argentina, Uruguay y Perú, anunciando el múltiple diálogo del toque y el canto que nos unió en el origen y que hoy, a pesar de todo, nos une.

Pablo Milanes, La Habana, Cuba, 1980.

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OBRA TERMINADA

En el mes de mayo de 1979, fui invitado por el Grupo Argentino-Mexicano SANAMPAY a viajar a México para escribir el texto de una obra integral en base a los géneros más populares de nuestra América del Sur. Sabía que viajaba hacia una nueva y gran experiencia: la realización, tal vez imposible, de un tema tan vasto, como era la de aprehender en un discurso diverso y totalizador este Cono subcontinental desgarrado por una realidad alucinante, por un destino común dramatizado por el sismo político del siglo, cuyo epicentro en nosotros, hace imposible la mera apelación a sus formas musicales y poéticas, a sus deslumbrantes paisajes, a sus enceguecedores colores locales, a usu potentes idiosincracias. Al abordar la obra, se nos hizo insoslayable la imposición de formas y contenidos indivisibles. Había que contar y cantar desde nuestros orígenes, hasta la urgente y lacerante realidad de ya mismo, eludiendo por un lado el panfleto y por el otro, la vacuidad. Dirá el oyente, si algo de semejante desafío, se ha logrado. Queda, para nuestra aventura artística personal, el regocijo de lo que fueron aquellos fecundos sesenta días, trabajando en equipo, enmendando partituras y textos, polemizando fraternalmente en cada tramo de la obra, encerrados en el fervor colectivo de crear un testimonio vivo y palpitante, que sirva a la honda reflexión sobre nosotros y nuestro destino, que deberá ser común y uno, en el seno de esta América nativa cuya conciencia de liberación acaba de estallar entre nosotros.

Armando Tejada Gómez

Buenos Aires, Argentina, 1982

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EL RÍO DE LA LEGUA

A Dorita,

que caminó conmigo

esta legua de sueños

Armando Tejada Gómez terminó su novela El Río de la Legua a fines de 1979.

Fue presentada en los concursos Editorial Planeta, Barcelona, España, 1980 y Plaza y Janés, Argentina, 1982, y en ambos fue finalista, no mereciendo el logro de su publicación.

Por cierto que entonces pesaba sobre el autor una absoluta prohibición de toda su obra literaria y musical, así como la mención de su nombre en los medios de difusión del país.

Esta novela indaga, profundamente, en nuestros orígenes, en nuestro espíritu, en nuestra cultura.

En ella, todos nosotros nos sentimos representados.

Don Cleto

Don Anacleto Aznar entró a la sala aún bufando y dio orden de cerrar -tapiar, dijo- todas las puertas y ventanas -y cualquier otro resquicio, agregó- de su mansión solariega de la calle de la Catedral y bufó fulmíneo, tonante, ante toda su familia y la servidumbre atónitas:

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-Ni el aire. ¡Que no entre ni salga ni el aire de esta casa, nunca más!

Y sus hermanas solteras se llevaron, como siempre, las manos a la cara y la servidumbre inclinó su impasible reverencia y la Lela, su Ama de Llaves, chancleteó hasta la poltrona donde don Cleto se había dejado caer y comenzó a sacarle las polainas y a desabrocharle los botines de capellada alta de charol, mientras una de su hijas, también soltera, lo abanicaba para que no fuera darle un soponcio.

Como tantas veces había salido esa mañana con don Bartolomé Mitre de la casa del general, discutiendo ese asunto de la guerra con el Paraguay y cuando ya iba a hacerle una seña a su cochero, quedó clavado en la palabra: inconcebible -que venía diciendo-, al oír un como trueno de todo el averno y ver venir desde el fondo de la calle de la Florida un tronco de percherones arrastrando una carrindanga monstruosa y el toque a rebato de una corneta estridente de sonido grotesco, admirado de cómo la gente se apartaba presurosa y de que hasta algunas damas tuviera que saltar a la vereda para ponerse a salvo del paso irresoluto de esa guarangada que pasó ante su asombro levantando una nube de polvo. A su confusión la terminó de confundir la carcajada del general que, además había dicho:

-Es el Tranway, don Cleto. ¡Es el progreso que avanza!

Furibundo, don Cleto había mirado al general y con un ademán olímpico, ordenado a su cochero que se acercara a la acera para partir empacado en su dignidad herida, con apenas una leve inclinación de cabeza a Mitre, que se quedó riendo ya moderadamente, despidiéndolo divertido porque, al fin, esta no era más que otra manía del maduro patriarca, pero sin sospechar hasta dónde llegaría la ofensa del tranvía a caballos, verdaderamente atronador, que había incorporado a la ciudad un ritmo que, raudamente, la alejaba de la Gran Aldea para siempre.

Ahí iba don Cleto, en el recinto recoleto de su carroza, sabiendo que ese era su último paseo por las calles ya atestadas de un Buenos Aires procaz, insolente, infestado de gringos que parloteaban una jerigonza bárbara, donde ya no se podía vivir. De ahí que parentela y servidumbre, tardarían mucho tiempo en comprender qué quiso decir cuando dijo, ordenó, decretó:

-¡Ni el aire!

***

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Pago Lejos

(Los desterrados)

1

Por años, los escasos años suyos que ya servían para algún recuerdo, el tren había sido el único suceso de Pago Lejos, como le llamaban los lugareños a Coronel Cevallos, como rezaba el cartel de la Estación, o las guías o remitos a los lejanos consignatorios -Bunge y Born-, a cuyo destino iba el grano embolsado o la leña o el algodón, según fuera la siembra del año; nombre éste del oscuro coronel que ganara estas tierras en un tiempo ya tapado por los polvaderales y que algunos, ya muy viejos para saber a qué se referían, llamaban la Campaña del Desierto, una como guerra que alguna vez hubo o debió haber, no precisamente en esta desolación sino que vaya a saber dónde, pero el caso es que aunque ya no quedaran ni cenizas del coronel se seguía llamando así, Coronel Cevallos, para fijar un punto de partida a los Bunje y Borges, como les llamaban los lugareños, que, al parecer, eran los únicos cristianos que aún recordaban a Pago Lejos o tenían algo que ver con este confín algunas veces al año. Ni ellos. Porque como decía el tío Benito: este es un pueblo de irse. El único que vuelve aquí, cuando se va, es el sol.

El Panza, todavía andaba muy borracho de chicharras a los diez años, la honda colgada al cuello, los bolsillos negros de moras, agujereados de piedras, las alpargatas reventadas en los dedos gordos de los pies, bigotudas, deshilachadas, para ponerse a entender otra cosa que ese portento de pitadas lejanas, ese renovada acontecimiento de ver pasar, aunque más no fuera, a ese toro negro con un penacho de humo grueso sobre la testuz que arrastraba tras de sí quince, veinte vagones, haciendo temblar el aire quieto de los atardeceres con sus terribles bufidos que lo precedían desde mucho tiempo antes de que se lo divisara y la gente volviera a jugar a la eterna adivinanza: ¿parará? ¿no parará? Que para, te digo; cuánto de jugás. Hasta que, parara o no, el tren seguía arrastrando su misterio, interrumpiendo el bostezo de aquella monotonía de la que, claro, nadie se daba cuenta, si no pasaba el tren por Pago Lejos.

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De nuevo, nada. Que el turco vino como todas las veces que hacía lo que él llamaba la travesía y paró el carro frente al rancho, pero de nuevo, nada. Las muchachas alborotadas, también como siempre, ante los cortes de telas estampadas que les hacían relampaguear los ojos y palparlas en el tacto áspero de sus dedos hechos a las duras tareas del campo y de la casa, plegarlas contra sus cuerpos, imaginando cómo les quedarían ya cortadas y cosidas, hablar y reír, chanceando con el Turco, que no era turco sino italiano, pero que le decían el Turco, como a cualquiera que recorriera el campo vendiendo baratijas, ropas, espejos, jabones, toscos zapatos, botas, alpargatas y el módico tendal de objetos que los campesinos renovaban después de cada cosecha y que, si acaso había sido un poco más abundante que otros años, les hacía llegar hasta el derroche de un frasco de perfume para las mujeres y otro de agua de colonia para los graves hombres silenciosos que compraban de lejos, a cierta distancia de las alharacas del hembraje y el regateo tenaz de las curtidas madrazas insobornables a la palabrería del Turco que, fuera turco, alemán o escandinavo, desplegaba un mismo oficio de seducción por la palabra a fin de despertar el entusiasmo que facilitara la venta y los precios verdaderamente falaces con los que, a la larga, cerraban los tratos.

Todo venía igual, tal cual había sucedido temporada tras temporada y el Panza, aún lejos de la edad de presumir, alternaba su curiosidad con los juegos del perro, excitado por el revuelo del color de los trapos y pensando que de todo ese jaleo él saldría favorecido con algún par de alpargatas nuevas, como siempre, o alguna tricota, porque el resto de sus ropas las heredaba siempre, también de su padre, aunque esa vez, la rueda de los hechos iguales se le empantanó en un: vení, muchacho, de su padre; probate estos zapatos y, súbitamente, se encontró sorprendido por toda una sucesión de medias, pantalones, camisa y una chaqueta que lo sujetó por los hombros y lo ató de los brazos, mientras su madre se la tiraba de atrás y le ordenaba: enderezate y fue ahí, en medio de su embarazo, cuando vio la guitarra colgada del techo de la carrindanga del Turco y se dejó hacer y deshacer, totalmente absorto ante el milagro.

***

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CANCIONERO TODA LA PIEL DE AMÉRICA

LAS RAICES

En mi región, mezclado con muchas voces quechuas, se hablaba el mapuche, el idioma de ese antiguo país que fue la Araucanía y que comprendía totalmente a Chile y a gran parte de la actual región sur de nuestro país. Los araucanos fueron una tribu de guerreros y cazadores, de la que en algún momento la comunidad huarpe se separó para vincularse más con el Inca, a quien tributaron. Así, los huarpes se hacen depositarios de la milenaria civilización del riego, introduciendo el labrantío en el oeste de lo que es hoy la República Argentina.

HISTORIA DE TU AUSENCIA

HISTORIA DE ESTA HISTORIA

De un modo pertinaz y casi inexplicable, este libro, cuya primer versión tomó forma allá por 1960, nunca fue publicado. Algunos poemas sueltos han circulado en revistas y alguna que otra antología de magra difusión como casi todas ellas. Ahora mismo no sabría explicar por qué no lo di a editar. Acaso sea debido a una reserva interior de hacer pública cierta intimidad de estos sentimientos y sensaciones tan personales y recónditas.

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Acaso, también, porque entonces pensara que el amor que las mujeres aludidas aquí dejaron en mi vida, era cosa estrictamente mía -y de ellas, claro- y no lograba vencer la absurda resistencia a ventilar estos estremecimientos, dolores, deslumbramientos que han pasado, como un viento dulce o terrible, por mi corazón. Absurda resistencia porque, precisamente, los libros de poesía son en general testimonios de este asunto inextinguible del hombre y la mujer de todos los tiempos. A salvo ya de ese largo pudor por mis asuntos personales, los doy a la luz con el mismo título del original, si bien que engrosados con los poemas que sobre el tema he ido pergeñando en distintos momentos y lugares, durante estos últimos 22 años. Muchos de estos últimos han circulado como canciones en la última década y más de uno ha alcanzado enorme popularidad gracias a los modernos medios de difusión y al auge de la canción popular tanto en nuestro país como en el exterior.

En verdad, pienso que entrego a los lectores que siguen mi obra -salvadas sean las prohibiciones de mis libros y canciones- un costado novedoso de mi escritura y de mi ser interior. Apenas asoma aquí el poeta rebelde, entregado en cuerpo y alma a la lucha por el destino de los desposeídos, las fracturas históricas de mi patria y el destino de los pueblos de América Latina y el mundo, que protagonizan de un modo insoslayable el contenido de mi obra total, ya extensa, discutible -¡y vaya cuanto!-, controvertida, como toda obra humana.

Serán transparentes al lector los desniveles de lenguaje, estilo, tono, tratamiento temático y actitudes espirituales ante las mujeres que he amando sin olvido durante estas casi tres décadas de mi vida. Debo a ellas la mitad más hermosa del hombre que soy. Ellas, todas, han compartido todos los riesgos de mi lucha por el pan, la tierra y la libertad. En homenaje a ellas, este libro ve luz del día.

Que el amor sea con vosotros.

Armando Tejada Gómez

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La Cancionera, Guernica,

Provincia de Buenos Aires,

El 13 de julio de 1982.

La Barca

A imagen de mí,

a semejanza

de cuánto y tanto sueño desvelado,

te vi llegar,

atravesar la ausencia

con la proa lunada de tu barca.

Y a imagen de ti,

a semejanza

de un antiguo profeta destinado,

salí a nombrarte niños,

a fundarte,

a ser tu territorio y tu habitante.

Pongo una historia aquí,

fecho tu arribo,

inauguro en tu voz mi calendario:

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tú has de explicarme el alba cuando llegue

rodeada del rito de los pájaros.

Destino tu lugar.

Este es el sitio

donde fui diariamente solitario.

Siembro una estrella aquí para que crezca

su luz enamorada por tu sangre.

Fundo tu casa aquí,

sostengo el día

y su paloma sideral sin margen

para que andes vestida de alegría

tan húmeda de azul como el verano.

Debes decirme tú cómo la tarde

se te vuelve horizonte en el regazo,

cómo la noche es tu materia y tiembla

ceñida por tu piel y por mis brazos.

Cuéntame como canto cada rama,

cada viento que pasa, cada olivo

y aprenderás a verme en mis silencios,

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maduros de memoria, como el vino.

Pongo tu nombre aquí.

Este es mi modo

de amarrarte la barca con la vida,

mi manera inocente de ser hombre,

la costumbre terrestre de mi espiga.

Escúchame crecer.

Multiplicarme.

La muerte queda lejos todavía.

Punta del Este, Uruguay, 1959

***

Sencillo exilio

Paso frente a esa casa

que alguna vez fue un nido,

donde a esperanza y sueños

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jaqueamos al olvido,

echamos la tristeza

y limpiamos el tedio

del patio a la cocina,

porque la soledad,

al fin, se había ido.

Volvió un Golpe de Estado

con fanfarrias y edictos

y la noche, ya bruja,

pasó borrando amigos;

yo fui a las catacumbas

de las que salgo y entro

y al regresar a casa

aún estábamos vivos.

Empezamos de nuevo.

Cantó la cacerola

y la escoba barrió

el silencio del piso.

Huyó el moho. Abrimos

el sol de las ventanas

y entró, otra vez, la voz

del niño del vecino.

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A poco, mi guitarra,

recuperó el sonido.

Después, no sé en qué espejo

un día no nos vimos.

Empezó la tristeza

y comenzó el olvido.

Las valijas partieron

por distintos caminos

y ahí quedó la casa

que alguna vez fue nido.

Hoy pasé frente a ella

con mis pasos perdidos:

recordé tus sollozos

y me lloré el exilio.

Buenos Aires, noviembre 11 de 1982

BAJO ESTADO DE SANGRE

Dedicatoria:

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A Alberto Burnichón

y Lucho Torres Agüero

que quisieron para mí

una palabra sin olvido.

A Pablo y Gabriel,

porque por ellos veo

el día de mañana.

A cada uno.

Armando

Cuestionario en la Legua

La Juglaría que he ejercido y ejerzo en todos los rincones de mi país, América y el mundo exterior que he podido recorrer -desde -China al Estrecho de Magallanes-, ha sido y es un intento de convertir a mi poesía en un género popular, en un pan cotidiano del espíritu de los seres humanos. He buscado conseguirle espacio junto al canto, del que es fundadora; el teatro, el cine, la danza, todos los géneros, en fin, de participación colectiva. Por eso, hace como treinta años ya, renuncié a cantar. Tomé la palabra y me fui con ella por la legua. La metí en las canciones sin desmedro de ella. Escribí libros de danzas para los bailarines de nuestro folklore. La tramé en espectáculos y

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cantatas. La puse a caminar todas las calles, las aldeas y los pueblos de la vida. Usted dirá si lo he conseguido.

Le advierto que no sólo las canciones me siguen en el canto de otras voces: recitales, emisoras de radio y TV, socavones donde se macera la Nueva Canción. Con la misma frecuencia, mis poemas salen a encontrarme en la voz de la gente en sitios inimaginables. Ya sabe usted que el pueblo tiene más memoria que uno. Con y por mis poemas y canciones he entrado y salido de las prisiones. Han sido mi premio y mi castigo. Todas las dictaduras nos han prohibido. De ahí que yo tenga como evidencia -y acepto su opinión en contrario- de que esto ha sido así, porque encarnaron en mi prójimo, al punto de que, a las puertas de este nuevo libro, voy a dialogar con él, es decir con usted, tratando de recordar el cuestionario de la legua, ese reportaje sin fin que el pueblo me hace, sin agua va, allí donde me encuentra.

-¿Qué quiere decir: BAJO ESTADO DE SANGRE?

-Hasta diciembre de 1973 -y desde 1930- habíamos vivido bajo Estado de Sitio; a partir de ahí comenzamos a vivir bajo Estado de Sangre.

-Siempre hubo matanzas: la Semana Trágica, la represión sangrienta en la Patagonia, los asesinatos políticos aquí y allá, los fusilamientos de José León Suárez, la masacre de Ezeiza...

-Cierto. Pero eran horrores aislados. Dolorosas anécdotas del espanto. Es a partir del golpe militar de 1976, que el Estado de Sitio ya no basta. Ahí comienza el Estado de Sangre. La Doctrina de Seguridad Nacional del Pentágono. El terrorismo de estado. La guerrilla, lo que llamaron «la subversión» estaba ya en dispersión en lo rural y lo urbano. Fue el gran pretexto para imponer por el terror una economía de total dependencia al imperialismo yanqui. El otro objetivo fue el vaciamiento cultural: exilios, prohibiciones, muertes. Pensar y escribir el pensamiento fue un delito. El otro, ser joven.

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-¿Este libro es una especie de reflexión sobre lo que pasó?

-No. Estos poemas fueron escritos bajo Estado de Sangre en su mayoría, durante la Resistencia. Son hojas de la clandestinidad. Hacía montones de copias y las distribuía en las casas del pueblo, por si me llevaban o me mataban. Donde podía los grababa. Fueron difundidos uno por uno, por debajo. Dispersos, claro. En todo el país alguien tenía uno dicho o escrito.

-¿Usted no se exilió?

-No. Siempre quise tener una hendidura, un resquicio para volver a entrar al país. Si me asilaba ya no podía volver. A todo riesgo, yo volvía.

-¿Muchas veces?

-Dos fundamentales: cuando el conflicto del Beagle, 5 de enero del 79, y el 7 de abril del 82, cuando la Guerra de las Malvinas. Esta vez, desde México.

-¿Por qué no publicó este libro antes?

-Porque entonces estaba prohibida hasta la mención de mi nombre. Era un muerto en vida dentro de mi patria. Todos lo saben. Es obvio. Sólo aparecieron dos libros bajo el Estado de Sangre, no, tres: mi biografía de Horacio Guaranv, en Gijón, Asturias; Dios era olvido, en Madrid, en editorial Albia, subsidiaria de Espasa Calpe que presentó

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en la Feria del Libro esa novela y Toda la piel de América, gracias al coraje de Lucho Torres Agüero.

-¿Qué hay de su obra anterior?

-Está agotada. Ahora irá reeditándose.

-Hay una generación entera que no lo conoce, o conoce alguna de sus canciones.

-Cierto. Para ellos soy un poeta nuevo. Es una propuesta hermosa del surrealismo latinoamericano.

-¿Cuántos libros ha publicado?

-Más de veinte.

-¿Cuántas canciones ha escrito?

-Ni idea. Como mil.

-¿Cuál es la diferencia entre un poema y una canción?

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-Sólo que el poema canción lleva música adicionada al texto.

-¿El poema propiamente, o tradicionalmente dicho, tiene música?

-Es lo que tiene. Por eso no es prosa.

-¿La prosa puede tener música?

-Si el escritor quiere, sí.

-Cuando usted estaba prohibido a cal y canto, un compadre suyo me dijo que había mucha gente viviendo de su silencio.

-Ahora están agonizando.

-Aparte de poesía, ¿qué otra cosa hace usted?

-Hijos. Vamos, poemas con patitas

-Usted vive de la poesía.

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- Por y de mi poesía.

-¿Bien?

-Decorosamente. Pero gracias a ustedes que compran discos, pagan entradas a mis recitales, compran, cuando hay, mis libros. De ese modo. Yo estoy rentado por el pueblo hace añares.

-¿Cómo es su vida política?

-Política.

-¿Qué le diría a los jóvenes?

-Que hay que soñar la vida para que sea cierta.

Oración a la bandera

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Quédate en el cielo, amor,

no bajes.

Aquí abajo, los grises

son tan grises

que, de algún modo gris,

van a ultrajarte.

Y sos tan linda allá,

tan nomeolvides,

-simple ademán de madre

por el aire-

que si caes, amor,

con la ternura

conque caen las hojas

de los árboles;

si llegas a caer,

acaso nunca

vuelvas a ser tan cielo

ni tan madre.

Déjanos a nosotros,

los humildes,

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los que nunca te usamos

ni abusamos de tu inmenso

silencio planetario,

que cuidemos la altura

donde habitas,

celestemente hermosa,

como el aire.

Déjanos a nosotros.

De los otros,

es piadoso no hablarte.

Buenos Aires, 1977

***

Segundo informe para ausentes

Es increíble: he muerto

y ando por mi casa.

Vienen amigos. Beben

y, minuciosamente,

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se acuerdan del pasado.

Me recuerdan: ¿te acuerdas

de aquello que cantabas?

-¿Cómo era esa del niño?

-¿La del laurel es tuya?

-Yo le oí esa canción

a la Mercedes Sosa.

Hablaba de la tierra...

(puta, si me acordara!)

Era una que decía

que el que no cambia todo

no cambia nada.

Hacé memoria. Dale!

(Puta, mi me acordara!)

Insepulto, le agrego

más brasas al asado.

Pienso en ustedes.

Echo más leña al fuego.

Digo: el humo bombero

me ha mojado esta lágrima.

Pienso a lo lejos. Sé

que no debo llorarlos.

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Aunque esté muerto

y ande como Juan por su casa.

***

COSAS DE NIÑOS

Estas Cosas de niños que les entrego ahora son las reincidencias intermitentes a un paraíso que siempre intento recuperar y que siempre, en mágicos lugares, sorprendo en los niños. No tengo más que pensarme para saber que el hombre es el hijo del niño que fue, como leí en un artículo del mexicano Carlos Fuentes.

El material que les brindo es casi inédito, salvo Cita en la misma Esquina, Hay un niño en la calle, autobiográfico y La Vida Dos Veces, que por la popularidad que alcanzaron y tienen, van en letra cursiva, expresamente.

Es obvio que este es un libro para adultos, para que hacia adentro, no sigan adulterándose y terminemos adúlteros de ese patrimonio único y último que no conoce la traición, la mentira ni la desesperanza, porque está y estará siempre disponible para empezar la vida.

Salgo siempre con el niño que fui y suelo preguntarle si aún me le parezco.

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Armando Tejada Gómez ....

"Sin memoria no se puede escribir", dijo Ernest Hemingway poco tiempo antes de su muerte. Pero no se refería exclusivamente a la memoria que almacena los conocimientos adquiridos sino también, y especialmente, a la memoria de los ancestros, aquella yacente en los meandros y recovecos de la subconciencia, así como a la más combatida por los poderes dominantes: la memoria popular.

A todas estas memorias, que en su conjunto constituyen La Memoria, rescata Armando Tejada Gómez en Los Telares de Sol, último libro -es de presumir que inconcluso- que ahora se edita después de su reciente fallecimiento. Allí transcurren las tragedias y los sucesos de la conquista y avasallamiento de América de una manera, diría, mágica.

Rescata voces, palabras, todo un pensamiento cosmogónico del aborigen, elementos que han quedado aprisionados, apretados contra el horizonte o en el último recodo de la memoria ancestral. Creencias, mitos hasta lo profundo del pensamiento religioso, punto de partida de la vida social de los distintos asentamientos tribales americanos.

Es mucha y muy densa la obra de Armando Tejada Gómez donde nada sale de contexto: todo tiene una unidad monolítica.

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Como siempre ha sido en la historia del arte, en la tarea de los grandes creadores.

Los Telares del Sol es un libro que se inscribe en las más altas cumbres de la poesía americana, llega, duele, conduele, lucha y enciende una esperanza en este dolido continente o, si se prefiere, en este desmantelado subcontinente

Hamlet Lima Quintana

El Telar del Sol

Urdimbre de los siglos,

unas terrosas manos tejen

hilo por hilo

la vida permanente,

las guardas, los colores

de totales crepúsculos

y el milagro rocío

del día adolescente.

Hace quinientos años

el asombro fue mutuo:

¡Dí con el paraíso!,

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escribió el Almirante

en su nao de niebla.

No supo, ni en la muerte,

que chocó con Andinia.

El oro encegueció

la búsqueda de Especias

y comenzó la muerte

su lóbrega tarea,

la conquista, el incendio

de las depredaciones,

pero el telar urdía

la vida que no cesa.

De Las Casas clamó

junto al padre Victoria.

Umbrosos capitanes

clavaron la Encomienda.

Desde la España clara

llegó la España negra.

El telar, tinto en sangre,

siguió con su tarea.

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***

El Telar de los Mapas

Las naos abordaron

por distintas corrientes,

milenios tras milenios

las costas de mi sangre,

las bahías azules,

las penínsulas ciegas,

el resuello del mar.

Los hombres no vinieron

de distantes galaxias,

llegaron de la vida,

la misma vida y única

que aquí se vio llegar.

La vida que ya estaba

donde vive la vida.

La vida allende el mar.

La vida aquende el mar.

Al telar de los mapas

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los ha borrado el tiempo,

los robos, los naufragios,

el lento deterioro

de toda antigüedad.

¿De dónde vino entonces

esa vida que vino?

¿Y esta vida que estaba

adónde fue a parar?

Nos han llamado Indios

los que iban a las Indias,

obsesos mercaderes,

oscuras faltriqueras,

torpes cartografías,

frailes de íncubo y súcubo

que dieron de narices

con mi tierra opulenta,

se dijeron: no existe.

Y que no se hable más.

Y al telar de los mapas

lo arrojaron al mar.

***

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10 ANOS DESPUES, EN BUENOS AIRES...

Nota Revista Folklore

Julio de 1972

Armando Tejada Gómez,

vanguardia visible del Nuevo Cancionero, mostró su plataforma conceptual,

sus antecedentes y también su futuro:

Una nota de Luís Córdoba.

ARMANDO TEJADA GÓMEZ

"Nunca se podrá evitar que las nuevas

generaciones pidan la palabra y la guitarra".

Hablar del Nuevo Cancionero y asociar como cabeza visible del mismo a Armando Tejada Gómez, es todo uno. Por eso nuestro dialogo con ese uno que lo simboliza en cuerpo y palabra

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¿Cuál es la originalidad del Nuevo Cancionero?

Al plantear una renovación de forma y contenido de la canción de raíz folklórica, nos propusimos darle a esa canción, no sólo una estructura musical y literaria que supone un nuevo lenguaje, sino también un contenido que exprese al hombre

argentino de hoy y aquí.

¿Por qué en 1962?

Porque entonces la canción se debatía entre un nuevo costumbrismo y una agónica alusión a. un pasado ilusorio.

¿No creés que mucho antes de la aparición del Manifiesto del Nuevo Cancionero, existieron otros cultores de esos mismos principios allí enunciados?

Sí. En su momento, nosotros señalamos como tales a Buenaventura Luna y Atahualpa Yupanqui en la canción folklórica y en tango a Carlos Gardel, Le Pera, Pugliese, Celedonio Flores y, funda-mentalmente, a Discépolo.

Ellos solos, de por si, podrían haber representado un Movimiento y por ende haber creado una conciencia...

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8í, pero no te olvides que a pesar de esos predecesores, la juventud artística de hace una década no tenía, si no en casos aislados, una conciencia de este fenómeno.

¿Cuáles eran, entonces; los errores de esa generación?

Por ejemplo en lo musical un abuso del dominante y tono, así como una elaborada elementalidad. En cuanto a poesía, cierta general frivolidad folklórica.

¿Había confusión en ese momento?

En general se confundía la autenticidad con el analfabetismo artístico. Muchos folkloristas al uso, no eran tales.

¿Con qué obra nace la continuidad del movimiento?

Desde "La de los humildes" toda nuestra obra mantuvo idénticos caracteres.

Ustedes mencionan como enrolados en el movimiento a quienes no suscribie-ron siquiera el manifiesto.

Ramón Ayala y Gustavo Cuchi Leguizamón no formalizaron su adhesión en aquel momento, pero si lo integraron por la continuidad de su labor, íntima-mente ligada a los preceptos del manifiesto.

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¿Fueron los únicos?

No. Fijate que cuando elaboramos este espectáculo quisimos nombrarlos a. todos, el número, son alrededor de 60, nos lo impidió por razones de tiempo.

¿Entre ellos figuraría el nombre de Ariel Petrocelli, por ejemplo?

¡Ariel es fundamental como presencia!

El movimiento se inició con la participación de diez artistas, entre poetas, músicos y cantores, hoy declaran ser 60 ¿qué incorporaron los otros 50 en bene-ficio del movimiento?

Mirá, justamente, hemos pensado hacer una asamblea del Nuevo Cancionero para recibir el aporte de los nuevos.

Tal ves muy pronto concretemos esa idea.

¿El movimiento tiene proyección únicamente dentro del país?

No. En nuestra declaración firmada en Mendoza, ya anunciábamos nuestra vinculación con América y el mundo.

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¿Cuá1es fueron los primeros contactos?

En 1964 tuvimos vinculación con Daniel Viglietti y la juventud artística del Uruguay.

Oscar Matus y Mercedes Sosa fueron los primeros en ocuparse de esas relaciones internacionales de las cuales me tocó participar durante una residencia de 6 meses en el país vecino. Fue el momento en el que incorporamos al repertorio Canción para mi América, el tema con el cual Mercedes debutara en Cosquín.

¿A qué otros poetas americanos consideran integrados con el movimiento?

Al peruano Nicomedes Santa Cruz, Patricio Mans y Pablo Neruda, de quien soy amigo personal.

¿Cuál es el éxito mayor que se adjudica el movimiento durante este tiempo?

Nosotros en estos diez años de labor hemos destruido el mito que suponía como comercial lo malo.

Demostramos también que lo óptimo también es comercial.

¿El movimiento está identificado con alguna corriente política en especial?

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Ciertos sectores interesados en el comercio de la canción le atribuyeron veladas intenciones partidistas.

El movimiento tenía y tiene conciencia política. Sólo los animales no tienen conciencia política.

Nuestro grupo cree que en su seno deben existir, como coexisten, todas las opiniones.

Especialmente las de izquierda...

¡El movimiento admite el vuelco hacia la izquierda, como lo admiten todas las grandes masas populares argentinas! Recordá que si está expresado por el pueblo, estaremos al lado del pueblo.

Perdoná, me suena demasiado demagógico...

No hay demagogia. Tenemos una conducta que el pueblo conoce, como conoce todas las persecuciones que hemos sufrido, las leales y las desleales también.

¿Té inquieta la censura?

Hemos sido prohibidos en diversos momentos de la vida política del país.

Como hijos del pueblo debemos correr los mismos riesgos que el pueblo afronta.

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¿Qué futuro le ves al Movimiento?

Depende de las nuevas generaciones. Toda vez que el artista entienda que él es parte de la conciencia colectiva, estará afirmando los postulados del nuevo cancionero.

¿Por qué?

Porque el arte como la vida, están en permanente transformación a través de los siglos.

Nunca se podrá evitar que las nuevas generaciones pidan la palabra y la guitarra.

Reflexivo, pero con énfasis, Armando Tejada Gómez fue respondiendo una a una las preguntas u observaciones que fueron surgiendo de esta charla que transcribí para usted, caro lector, sin otra intención que representarlo ante las dudas que a veces, seguramente, llegaron a asaltarlo.

Nota Diario La Ciudad

Venado Tuerto, marzo 31 de 1982 - Año IV - Nº 170

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ARMANDO TEJADA GÓMEZ

No he padecido ningún privilegio; eso me avergonzaría mucho

Una nota de Juan Carlos Rodríguez

Fotos de Omar Raúl Nepote

-¿Cómo nace su vinculación con Pablo Neruda?

La pregunta formulada por Roberto Ledesma rompió el fuego, y fue el puntapié inicial para un reportaje que no empezaba por la sencilla razón de que la sobremesa se hacía agradable, llevadera, cálida.Es que la charla con ARMANDO TEJADA GÓMEZ nutre, proporciona conocimientos, da vida. Por eso se disfruta y se estira.

Y el poeta respondió entonces, contó cómo lo conoció a Neruda, lo que el gran poeta chileno dijo de él, narró sus emociones, y así empezó un tome y traiga que se prolongó por varias horas más. Que sirvieron, lógicamente, para poder formarse una idea acabada acerca de la personalidad del inmenso poeta argentino. Este ARMANDO TEJADA GÓMEZ que llegó hasta nuestra ciudad, gracias a las gestiones de la Biblioteca Juan B. Alberdi, a presentar el libro de su amigo, el venadense Ricardo San Esteban, con quien también charlamos y conocimos su pensar.

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Este ARMANDO TEJADA GÓMEZ que demostró no sólo la fuerza y potencia de su canto, no sólo la vitalidad y valentía de su mensaje, sino también la bellísima poesía que alimenta sus escritos. Quienes quisieron gozar el mensaje de un poeta con mayúsculas, pudieron hacerlo. Quienes quisieron encontrarse con aquel que, hace tantos años, por gritar verdades fue injustamente silenciado, también pudieron hacerlo.

Los que estuvieron la noche del sábado 20 en la Biblioteca Alberdi, difícilmente olviden la plenitud de ese poeta, la magia inocultable de sus palabras, la inconfundible ternura de sus imágenes poéticas. En cada aplauso, en cada gesto de admiración, quedó reflejado el sentimiento que TEJADA GÓMEZ supo despertar.

Y para quienes tuvimos el privilegio de compartir sus horas, de beber de su filosofía, hecha a golpes y a poesía, nos queda la inmensa satisfacción de saber que en su alma abriga la coherencia necesaria para defender con hechos lo que pregonan las palabras.

La síntesis obligada, por razones de espacio, refleja igualmente la esencia de su sentir. Aquí están sus pensamientos, sus convicciones -que defiende a muerte-, sus creencias.

Aquí está este valiente ARMANDO TEJADA GÓMEZ, que pelea diariamente a puño abierto contra la mediocridad, contra las zonceras, contra la complacencia. Aquí está este hombre de la respuesta rápida, profunda, inteligente. Aquí está -nada menos- la palabra de uno de los mayores poetas de la lengua castellana.

No tiene desperdicio.

¿Por qué empieza a cantar, y a crear? ¿Por contagio?

El hombre siempre deja hechas cosas para los demás. Con el sentido de eternidad con que se hacen las cosas para que perduren, se hace todo. Nuestros padres intentaron un techo, un campo labrado, un

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molino, cosas que después a nosotros nos han servido, de modo que todo se hace por una necesidad de expresión universal. Yo comencé a cantar de la manera más espontánea e inocente. Empecé cuando era un niño, antes de la edad de la razón. Escuchaba cantar y repetía el canto. Como parece ser que yo he venido dotado para eso, para comprender y sentir el canto, he cantado toda mi vida, y la canción, para mí, era una donación: si yo cantaba, la gente se sentía alegre, contenta, en los obrajes, en la viña, cuando yo cosechaba. Nos juntábamos esperando el camión que venía a llevar la uva y yo cantaba, cuecas, tonadas...

La creación comenzó después, en rueda de amigos, ya que siempre me pedían a mí que dijera algo, que hiciera algo. Allí por los 5 o 6 años yo escuchaba las guitarras de los que le iban a dar serenatas a mis hermanas; todo eso era un mundo mágico, un mundo hermoso que me ganó para siempre. Después fui descubriendo la literatura y fui aprendiendo a expresarme de una manera más independiente. En aquella época, los poetas cultos desdeñaban este modo. No se concebía que un poeta hiciera una zamba; un poeta estaba llamado a las voces altas del Olimpo, y esa creencia llevó a una lucha muy larga. Yo tengo una mala prensa en la prensa culta del país, precisamente por mi popularidad, que me viene de las canciones. Nadie me perdona la popularidad. Nadie.

La prensa suele dividir a la poesía o a la canción, en testimonial o de protesta. ¿Usted cómo calificaría a su canto?

Es poesía. Yo trato de que sea poesía. Ya Horacio se metía con las cuestiones del mundo: se metía Homero: se metía el Dante, que escribió La Divina Comedia en el destierro. La verdadera tradición de una poesía perdurable está en que se ocupa de los asuntos del mundo, y no que se despreocupa. Mi poesía no es testimonial ni es de protesta. Eso va por cuenta de los que sienten que les cae el sayo. Ya dice el dicho popular que al que le cae el sayo que se lo ponga; si yo me conmuevo hasta las lágrimas por una gota de rocío ¿cómo no me voy a conmover ante el dolor humano? ¿Cómo no voy a tener sensibilidad ante un hombre caído? Para mí la poesía es el hecho poético perdurable que un hombre apresa en sus palabras, ya sea cuando llora o ve llorar, o cuando vuela y ve volar.

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¿Por qué hubo tanto silencio estos años? ¿Por qué Tejada Gómez no llegaba al pueblo?

Yo creo que esa pregunta se la tendría que hacer al gobierno. Pero no sólo he estado prohibido con éste gobierno con el cual la cosa ha sido atroz. En cada cambio de gobierno me prohibieron; y tuve detenciones. Me privaron la libertad, pero la física, porque la otra libertad no me la puede privar nadie. Ni la muerte. Me han prohibido letras, libros, espectáculos, actuaciones. Me han prohibido casi consecuentemente todos los gobiernos, menos uno: el de Illia, de quien se dice que tenía mis discos y escuchaba mis poemas. Pero desafortunadamente en una fiesta nos detuvieron a todos los que estábamos, que éramos 180 personas. Así que aún con el gobierno de Illia estuve preso. Ahora, usted me pregunta por qué. Debe ser porque se gangrena la calificación. En un país pequeño como éste, cuando uno es calificado, nadie se ocupa de descalificarlo. O sea que al que mata perros una vez, le llaman siempre mataperros. Y le voy a decir más: a veces uno mata perros Yo quisiera saber que estoy prohibido por matar los perros del odio.

¿Usted cree que hay lugares más aptos que otros para la creación?

Un creador tiene que crear en cualquier lugar, en cualquier situación. Aún cabeza abajo. Yo a veces he hecho poemas de memoria, porque hay lugares en que a uno no le dejan lápiz ni papel. La coplera del prisionero está hecha de memoria.

¿Por qué cree que ahora puede cantar, puede llegar al pueblo? ¿Hay una mayor apertura?

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Yo no he dejado de cantar ninguna vez en todo este largo tiempo. Si así hubiera sido, cuando era un muchacho de 24 años y escribí la Copla a Guatemala, y me llevaron preso por primera vez, con ese asunto no hubiera cantado nunca más. Ya es imposible matar lo que canté; se podrá matar lo que voy a cantar en el futuro, si es que no me queda futuro, pero de todos modos, el futuro es la dignidad hoy.

Hay gente que inocentemente ignora que usted esta prohibido.

Es que oficialmente no se ha dicho que estoy prohibido. No se dice oficialmente. Se sugiere. Y guarda con no escuchar la sugerencia. Pero de todos modos, esto tenía que terminar. Acá no era que estaba prohibido yo; aquí estaba prohibido el ejercicio pleno de los derechos; aquí estaba prohibida la Constitución Nacional. ¿Quién soy yo por encima de esa letra sublime y maravillosa para no estar prohibido? Si un pueblo está prohibido, lo están sus poetas. Qué mal me sentiría yo de haber tenido todas las prerrogativas cuando todo mi pueblo no se ha podido expresar. Sería triste; sería como cómplice. Por suerte no he padecido ningún privilegio; eso me avergonzaría mucho; yo he gozado de las dificultades de mi pueblo, lo que me hace quererlo más y entenderlo más. Pero no tengo rencores; yo lo que tengo es una madura actitud para enfrentar las dificultades que tiene la Nación.

¿Cómo lucha usted contra la censura?

Yo soy miembro de la Sociedad Argentina de Escritores, soy socio de Argentores; y soy socio conspicuo de SADAIC; y participo de las luchas populares de mi pueblo a lo largo y lo ancho de la nación. De ese modo lucho contra la censura; no contra mi censura, sino contra la censura del pensamiento nacional; mi lucha está entroncada con la del pueblo argentino por su libertad plena.

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¿Qué siente el poeta cuando escribe algo con amor, con sentimiento, y después se entera que no se puede escuchar, difundir?

Se siente lo que sienten todos los artistas argentinos en este momento. Se siente la esterilidad del destino del esfuerzo. Se siente una frustración, una desvalorización dramática de la personalidad nacional. Todo eso y algunas cosas más que en este momento no atino a expresar. Yo no he caído en la desesperación porque sabía que más temprano que tarde, el camino de los prohibidores carecía de futuro. Yo sabía que todas estas oscuridades tenían los días contados. Tienen los días contados, porque nosotros no sabemos existir si no es en la convivencia democrática.

Esto es lo hemos recibido de nuestro mayores, esto es lo que afirma el mejor programa político que tienen los argentinos, que es la Constitución Nacional. Cada uno a lo suyo para que el país crezca; en la diversidad está la grandeza de nuestro país, porque no se puede hablar de un ser nacional en un país hecho con todas las sangres de la tierra. El ser nacional será la tarea a construir, pero nadie puede excluir a otro porque se crea más argentino que el otro. Institución o persona quien cometa este acto es un criminal lisa y llanamente. Somos un crisol y una enorme levadura; lo dice un huarpe. La Constitución convocó a todos los hombres de la tierra de buena voluntad que quisieran habitar este suelo; no se los puede estafar un siglo después. Es la peor de las estafas, porque no nos pueden cercar el país y hacernos prisioneros de la arbitrariedad y de las dictaduras, y de la soberbia y la mediocridad. Nuestros padres hicieron el país y las leyes, las obras, las novelas, los poemas y las canciones; nosotros nos atenemos a esa tradición y el ser nacional lo vamos a buscar entre todos, lo vamos a construir entre todos el día en que sin desmedro, TODOS nos podamos mirar a la cara.

Con las manos limpias.

Es importante ver qué a pesar de los golpes o de los silencios, no se ha modificado la forma de ver o de sentir la música popular en usted...

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Yo creo que no se puede tapar el sol con un harnero, como decía mi madre. Lo hecho está hecho; es muy difícil desarraigar del corazón de la gente lo que entró sin imposición. En estos últimos años ustedes han visto que nos han querido hacer cantar por decreto, pensar por decreto, escribir por decreto, soñar por decreto. Sin embargo, todo lo que se nos impone con jingles de cada 25 minutos, ni lo silbamos, y acudimos a aquello que ha consagrado nuestra sangre y nuestro corazón.

Las canciones que nos representan, los poemas que son verdaderamente parte de nuestra forma de sentir la vida: no se pueden imponer en el alma de un país modelos, sentires ajenos a la fuerza intrínseca de ese país. Sólo un delirante cree que con un decreto va a prohibir una canción, porque una canción es inasible; aun en la prisión, los prisioneros cantaban mi Canción con todos. El alma de ellos estaba libre.

¿Y qué pasa, Armando, con la música folclórica?

Le voy a contestar con un proverbio chino: Si usted tiene un jardín y comienza a crecer la maleza, y usted ve que crece y no acude a limpiarlo, eso ya no es un jardín. En el jardín del canto nacional, prohibieron lo que eran las flores cultivadas, lo que venia de una tradición cierta, lo que se había ganado el derecho de existir por propia gravitación e impusieron una maleza híbrida, hecha de malheridas serenatas, mal cantados boleros e infinitas zonceras. Y un pueblo inteligente como este no lo ha aceptado. Los cantores de zonceras están enfermos de muerte, porque el pueblo les ha dado la espalda. No existe la decadencia del folclore; existe la decadencia de ellos. Nada ha muerto; a medida que el silencio no resiste más y se deshiela, la vieja flor del jardín vuelve a recuperar la lozanía, y los jóvenes están apretando la maleza, en todo el país.

Ortega y Gasset dijo que el folclore es un rumor que va de casa en casa y de padre a hijo ¿Qué piensa de esa definición? ¿Coincide con ella?

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Es linda la frase de Gasset, pero lo que él dice yo lo aplicaría más a la música popular argentina. El folclore está hecho; el folclore se produce en la etapa primaria de una cultura, cuando aún no existe la escritura, de manera que el folclores es el yacimiento hacia el cual hay que ir para extraer la veta que hace un alma nacional, que hace una identidad. Cuando hacemos canciones, estamos haciendo tradición cultural; que puede tener un signo popular si el pueblo participa en ella; si el pueblo no participa es una cultura muerta, estéril y seca; sin destino. La cultura se nutre de la vida popular, y es el texto protagónico de un pueblo. Es imposible hacer el folclore: mienten los que se dicen folcloristas porque tocan la guitarra y rasgan zambas. El folclores está hecho, es irrenunciable a la identidad nacional; lo que estamos haciendo nosotros es música popular argentina.

Se dice que el folclore ha muerto y hay quienes intentan resucitarlo. ¿A quien rescata usted, de esos que luchan dignamente y con talento por nuestro folclore?

San Martín ha muerto, pero la herencia de San Martín está viva; Sarmiento, Echeverría han muerto; sus herencias no. Este es un tema difícil; esto es para preguntarse qué cosa es la muerte exactamente; decir que el folclore ha muerto es como decir que el jazz ha muerto. Sólo muere lo que es baladí, lo que no tiene perdurabilidad; y a propósito de la segunda parte de la pregunta, yo nombraría a Manuel Acosta Villafañe, Julio Gerez, Andrés Chazarreta, Buenaventura Luna, Marta de los Ríos, Los Hermanos Abalos, Los Chalchaleros, el Cuchi Leguizamón.

Le estoy hablando de todos los que hicieron algo por que esto estuviera en pie. En Europa se llenan los lugares donde se toca nuestra música; en México hay una eclosión de la música sudamericana, que se apoya en la Argentina y en la chilena.

Por lo tanto le digo que el folclores está más vivo que nunca.

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Usted me contaba hoy de un periodismo que mutilaba sus conceptos o no los difundía. En este caso, en que le aseguro que lo dicho se difundirá ¿qué me puede agregar?

Lo que tenía que decir se lo he dicho.

En algunos momentos lo vi irritado...

Es que por ahí me caliento. Y es porque me caliento que puedo escribir. ¿Sabe lo que sería escribir en frío? ¿Qué se puede escribir en frío? Un aviso de licitación...

Un comunicado...

No, un comunicado no, porque ya no es en frío; ya es en avieso. En frío se puede escribir un edicto, una ordenanza municipal. No estacionar frente a esta acera. Eso se puede escribir en frío; lo demás está lleno de sangre. Y muchas veces, desgraciadamente, llena de sangre inocente. Esta ha sido una hermosa charla; no sé si se publicará o no; la vida dirá. En estos últimos años, he sido entrevistado varias veces; he dicho esto mismo, no más ni menos, y luego no aparecía nada. Hay como un no querer nombrarme, hay miedo...

¿Cuál es su mayor deseo, Armando?

La libertad de mi pueblo.

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Diario La Voz

Buenos Aires, Domingo 20 de marzo de 1983. Páginas 12 y 13

Armando Tejada Gómez, poeta militante que el Proceso militar pretendió condenar al silencios

Aquí estoy de vuelta con mi voz, aunque nunca me fui...

Yo nací en Mendoza, nací en la confluencia del zanjón Frías y el Guaymallén. Ahí alquilábamos una casa. En ese lugar murió mi padre, al que prácticamente no lo conocí, era muy pequeño. El recuerdo que tengo de él fue cuando me alzaron a verlo, estaba en el féretro y lo recuerdo dormido, con un rostro tranquilo y grandes bigotes, ese es el único y real recuerdo que tengo de mi padre. Después, con los años, sus antiguos amigos, los lugareños me lo fueron contando. Mi padre era tropero y tenía una larga leyenda de sus andares por los caminos, él llevaba tropas de carros. Algo así como el famoso capataz de tropa del libro de Sarmiento, el Facundo. Tenía carros propios y además le encargaban carros otros productores para que integrara la caravana de los mismos. Ese fue el oficio fundamental de mi padre, el gaucho don Lucas Tejada.

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Mi madre provenía de una familia chilena, uno de mis abuelos, don Domingo Gómez era chileno y todos somos de origen araucano o huarpe y por los dos lados de la familia no teníamos europeos hasta nosotros que ya sí nos casamos con muchachas hijas de europeos. Y todos los antepasados habían sido agricultores. De chico nuestra zona de residencia era Panquehua, al norte de Mendoza y recuerdo que había trigales en aquella época y algunos de los trigales que aparecen en mis poemas me han sido contados por mi madre. Bueno, yo crecí en el desamparo ya que cuando murió mi padre éramos muchos, 23 Tejada Gómez. Yo era el número 22, ocho éramos muy pequeños y fuimos repartidos entre la familia. Yo por suerte fui a parar al campo, a una finca que administraba el tío Aniceto. De él tengo un recuerdo imborrable: me llevó al corral y me dejó elegir caballo y elegí un caballo con estrella en la frente que se llamaba Marcial.

Allí, una tía vieja, que se llamaba Fidela Pavón que murió a los 109 años me enseñó a leer en el catecismo, para que yo leyera en la novena que ellos hacían. ¡Me emociona acordarme de esto! Bueno, ahí fui a la escuela por primera y única vez, era una escuelita rural y estuve tres meses y ya sabía leer y escribir. Y es extraño pero tengo la impresión que siempre supe leer, es que tenía cuatro años cuando leía el catecismo con mi tía Fidela. De ahí recuerdo la mirada de un campesino viejo, analfabeto que se asombraba que pudiera leer en el pequeño libro negro. Después mi madre me reclamó. Ya se había establecido en la ciudad y ahí hubo que ayudar y comenzaron mis oficios de intemperie. Comencé a vender diarios, a lustrar zapatos y a los doce años ingresé al gremio de la construcción. Eramos muy pobres...

Vivíamos en la calle todas las vicisitudes sin ningún beneficio. Eran muy pocos entonces los que tenían zapatos. En la construcción mojaba ladrillos y me fui formando con los viejos italianos albañiles, encofradores, de quienes aprendí el orgullo de terminar un trabajo bien hecho. Eso me lo clavaron en la conciencia para siempre y también las ideas. Ahí comienzo a saber que existe la clase obrera, como clase y se hablaba de la necesidad del sindicalismo y que quien no se metía allí era un cagón. También te enseñaban la solidaridad y

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mi primo Julio Villanueva y los compañeros me fueron acercando a la militancia sindical y de ahí a las lecturas políticas.

Puedo decir que mi contacto con la poseía se produce a través del Martín Fierro, y por casualidad. A mí me atraía un dibujo que había en la tapa del libro, era el dibujo de un duelo criollo y como eso tenía que ver con la historia de mi padre, de nosotros mismos, un día mi madre me dio para el cine y con eso compré el libro y lo leí de un tirón aquella tarde. Llegué a saberlo casi de memoria. Eso me ayudó después en los obrajes cuando en las noches o en los domingos después de comer, eran los únicos momentos de descanso en los obrajes de la alta cordillera, hacíamos fogones, recitaba y comprendí la importancia de la poesía en medio de nuestra soledad. Les contaba la payada con el negro o la vida de los hijos de Fierro y les hacía bien a todos esos duros hombres que venían de todas partes del olvido: los ojos encendidos por la compañía de un poema. De ese modo también aprendí a cantar y la guitarra era como la radio o el televisor ahora, un guitarrista suscitaba a todos y se aprendía a cantar coreándolo, de una manera natural.

¿Qué pasó con mi familia? Nos dispersamos. Mis hermanos mayores se fueron por el camino a buscar trabajo. Siembre faltaba trabajo y cuando había parate en el gremio de la construcción acudíamos a levantar las cosechas. Ibamos a la vendimia, a la cosecha de durazno o de manzana y los patrones nos trasladaban de un punto a otro de la provincia. ¡Mi familia...!, algunos y algunas se casaron, otros partieron buscando piqui, trabajo y recorrieron el país. Mi hermano Lucas que me impactó mucho con sus historias cuando volvía de estos viajes y nos contaba el enorme país, un continente desconocido. Después le siguió el rumbo mi hermano Raúl que se hizo marinero y recorrió el mundo. Mi mamá a la sazón era cocinera de un gran hotel de Mendoza. En esa época tuvimos cierta prosperidad. Recuerdo que vivíamos en el barrio de las latas a la orilla del canal y anualmente venían las grandes crecientes y se llevaban el barrio y ahí teníamos que juntar las latas y reconstruir la casa...

Esa es la historia de los Tejada Gómez, ¿pero a quién pude interesar esto? Tienes que comprender que el canto y la poesía son recurrentes

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en el pueblo, están incorporados y cuando había un espacio en la vendimia ya estaba la guitarra. Mira, me contaba mi madre de don Elías Molina, un cantor que según ella sabía alrededor de cuatrocientas tonadas y solía aparecer por Panquehua para los casamientos, las fiestas. El no trabajaba de otra cosa, tampoco el pueblo quería que se dedicara a otra cosa, lo querían para el canto, para las serenatas, como trovador a domicilio. Costumbres de nuestro pueblo, ¿no? Esta nacencia me dio una noción de lo latinoamericano y nunca he podido pensar de otra manera que como latinoamericano. Y por ahí nace el malentendido que pueda tener con la cultura porteña. Creo que por esas raíces no he sido admitido en el staff cultural porteño. Pretextan que ando cantando, pretextan que soy folklorista y soy por esa razón un marginal -no un automarginado- de la literatura. Y soy reconocido detrás de nuestra fronteras y en ningún lado llegan a confundirme tan tenazmente con un folklorista. Tengo 25 libros editados, pero la cultura porteña no me ha perdonado las canciones.

Como todos los pobres, entonces teníamos dos alternativas, el box y el fútbol. Fui boxeador amateur hasta que encontré los libros. Quería saber y no era la poesía una de mis pasiones. Creo que di con la poesía de frente el día que mataron a mi hermano, el Toto, allá, cuando tenía unos 15 años. El sacudón fue tan tremendo, con este hermano habíamos compartido eso de dormir bajo los puentes, defendernos entre los dos, sacar los diarios y de pronto me lo sacaron. Y de esta soledad feroz, este arrancón que fue la muerte de mi hermano, emergí días después como quien dice una oración, pero era un poema lo que estaba haciendo. Además me hice esta reflexión, el cayó porque además de pobres, somos ignorantes y aquí está al trampa, esta es la valla que hay que cruzar. Desde ese día me fui a las bibliotecas y empecé por e primer estante hasta que llegué al fondo. ¡Claro!, leía todo mezclado, Fisiología del placer de Mantegazza con La Divina Comedia. Eran bibliotecas de barrio y no estaban ordenadas. El objetivo era dejar la ignorancia...

Son cosas casuales, sorpresivas y son como para agrandar la anécdota, pero así suceden las cosas, como una acumulación de casualidades. Después por estas casualidades fui desenterrando el tesoro de nuestra lengua, de nuestra cultura. Quevedo, Tirso de Molina y tantos otros que la padecieron, la cantaron y lloraron. Luego los latinoamericanos, Darío, Gutiérrez Nájera y la suerte de vivir cerca de Chile de donde nos llegaba la literatura del Pacífico. Mira, la

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primera vez que vine a Buenos Aires caminé todas las librerías buscando a César Vallejo que nosotros conocíamos y bien en Mendoza. Aquí no era conocido ni por los libreros. Aunque había un libro editado por Losada, creo que era Trilce. Pero nosotros recibíamos la influencia de Huidobro, de Neruda, de don Pablo de Rokha, un poeta injustamente acallado y ya me apasioné con la poesía.

Cuando me preguntan por las influencias -que todos quieren que sean de Neruda-, se equivocan, la mayor influencia es la de José Hernández. El que lea atentamente mi poesía, comprende rápidamente que la intención es cantar opinando. De esos troncos vengo y uno se larga con las influencias sobre los hombros intentando encontrar su propia voz, es continuar contando la historia de nuestros mayores y agregar un espacio propio. Y fui ganado premios, vas editando, te convertís en adulto mientras buscás aprender a vivir, buscando que alguien diga ahí va el poeta. Y no quiero aparecer como petulante, pero las raíces mismas te van llevando, te surgen nuevos desafíos y hace unos años me puse a escribir en prosa (aquella novela que luego fue premiada en España). Después también están las persecuciones. En el 74 gané el premio de la Casa de las Américas, en Cuba, y ya comenzó la persecución feroz y desde todos los ángulos, los culturosos donde un crítico sacó un brulote que me acusaba de comentador y me aconsejaba que me hiciera poeta, bueno, ataques de todos lados que por malicia asocio a la poesía militante que tanto molesta, ¿no?

La verdad es que no comprendo dónde adquirí este sortilegio que la cultura porteña se ponga tan nerviosa conmigo. Casi no hay una línea escrita sobre mis veintitantos libros, hasta no he recibido crítica literaria o esas gacetillas que se acostumbran a hacer en forma de critica literaria. Son cosas de amigos, el amigo que comenta el libro del amigo. Mira, si yo hubiera tenido que vender un libro por las críticas, no hubiera vendido uno solo. Por suerte no fue así. Y en esto coincidieron con los sucesivos gobiernos que me prohibieron, sobre todo este último que me condenó al silencio y persiguieron todo lo que tuviera que ver conmigo, hasta estaba prohibido mencionarme. Pasaban mis canciones sin mencionar al autor, por ejemplo. Y estuvo muerto estos últimos siete años. Y es una experiencia increíble estar muerto y vivo.

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Entonces estás ahí, viendo tu propia sobrevivencia para ver el horror y no poder gritarlo. El horror a diario, cotidiano y no poder más que verlo y de ahí vienen los exilios. La mayoría para salvar la vida y otros porque teníamos que trabajar. Cuando me quedé sin un solo contrato, cuando me detuvo el ejército en Santa Fe rodeando toda la manzana con automóviles y cuando me sacaron con metralletas de adentro del teatro, ¿qué empresario iba a arriesgarse en el futuro? ¿Quién me iba a contratar cuando volaron el local de Villa Mercedes donde iba a actuar? Y bueno, ya quedé mirando el techo de mi casa, envuelto en una tenacidad suicida de no irme del país, de no hacerle caso a las amenazas de las Tres A... en todo caso, que me mataran. Luego el hambre me hizo partir hacia España y otros países...

Son consecuencias de la militancia política. Creo que mi militancia era insoslayable, no pude evitarlo dado las condiciones en que crecí, los trabajos en que he ocupado mi vida me dieron un concepto de la solidaridad desde muy niño. La primera militancia fue en el gremialismo y de ahí a la conciencia política del hombre de trabajo hay menos que un paso. Uno advierte que esta lucha de clases está establecida en términos políticos y eso te va llevando a ubicarte en los movimientos sociales de un modo natural. Cuando quise acordarme me encontré militando en la UCRI, era un grupo radical que recogía la doctrina de Lebenson, unos veníamos del campo obrero, otros eran universitarios o profesionales. El partido lo lideraba Frondizi. Aunque tenía muchos amigos comunistas, creo que quise cortar camino y es un error que después siguieron muchos. En cambio de seguir estrictamente a través de mi necesidad de clase una ideología de mi clase. Entonces comencé a militar en la UCRI, era la época de la Revolución Libertadora (ponelo entre comillas ya que no fue revolución ni libertadora de nada). Ya había aparecido el poema Hay un niño en la calle, Antiguo Labrador, donde coincide con un desprendimiento de lo anterior. Recuerdo que mi hermano Lucas, que tenía una trayectoria gremial dentro de la construcción un día me felicitó por un libro, Qué lindo es -dijo-. Bueno, ¿qué te voy a poder decir? Pero sabés lo que pasa, que dicen los muchachos que no se te entiende, que ellos no te entienden, ¿por qué no escribís más sencillo? Eso fue una astilla en la conciencia y tenía razón, éramos hijos de la clase, éramos obreros, ¡cómo era posible que escribiera cosas que los míos no comprendían! Entonces comencé a escribir esas experiencias que eran de todos nosotros, de ahí salió Hay un niño en la calle, La coplera del prisionero (Esa la escribí en prisión y

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de memoria, ¡si no te dejan ni el cinturón!) y me fui haciendo conocido entre mi gente.

Bueno. Me aparté un poco de lo que venía diciendo. Pero ahí estaba ubicado cuando vino la campaña electoral y en los actos políticos cuando subía a la tribuna no hablaba, decía poemas y esto me hizo electo diputado de mi provincia por la UCRI. Recuerdas, fue cuando el peronismo decidió apoyar a Frondizi. A los seis meses se firmaron los contratos petroleros con las compañías norteamericanas y entramos en una colisión que no terminó más. Y de ahí nos separamos. Yo fui a parar al partido que debió ser siempre el mío, el partido de mi clase, el Partido Comunista. Después fui invitado a visitar China Popular. Para esa época bajó definitivamente Fidel de la Sierra. En China, era el décimo aniversario de la revolución, conocí a La Pasionaria, Dolores Ibarruri, a Patricio Lumumba, a Guillén y fue una experiencia definitiva. También, años después viajé a la Unión soviética, pero esto está cerca en esta especie de reseña...

Después Latinoamérica, pero eso es como andar por casa, uno siempre está.

Ahora me estoy por ir a México, al Festival de la Nueva Canción. Tenemos una reunión plenaria porque estamos alentando la creación de festivales en los distintos países donde hay Nueva Canción. Fijate que este movimiento ha cobrado tal importancia: la canción como elemento de la cultura contemporánea.

Antes la canción ea considerada la hermana menor de la poesía y de la música, pero este siglo ha producido el fenómeno que entre los bienes culturales de la humanidad, es la canción, parte inseparable del arsenal cultural del hombre y la mujer de este tiempo.

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Y así el hombre solitario, este agregado al olvido, se conecta con el mundo, toma conciencia de lo que está sucediendo. Por eso la canción es un instrumento de avance cultural revolucionario, inédito. Por supuesto que muchos lo niegan, las elites culturales niegan o reducen la nueva canción a hermana bastarda. Esto lo atribuyo a una costumbre mental, se nos ha formado en los valores culturales europeos y como Europa no había asimilado ni incorporado este fenómeno, entonces no tuvo franquicia entre nuestros pensadores de la cultura. No tenía pase. Pero como ahora allí le han dado un calificativo cultural, es posible ver que ya está siendo aceptado. Los europeos se deslumbraron ante este mundo, de ahí que el fenómeno Yupanqui, Mercedes Sosa, Quilapayún, Viglietti, Serrat o la evolución de Alberto Cortés que pasa de cantar el Sucu-Sucu a un repertorio verdaderamente poético. Es el fenómeno de la nueva canción argentina, que es la pionera, que la fundamos en 1963 en la provincia de Mendoza, con Tito Francia, Mercedes Sosa, yo, donde firmamos un manifiesto donde reconocíamos como precursores a Atahualpa Yupanqui, a Buenaventura Luna y a Gardel...

Bueno, soy un poeta, he padecido estos siete años de oscuridad y quiero suponer que si tanto moleta mi voz es porque está dirigida a mi pueblo. He padecido como trabajador, como los compañeros hambreados en las fábricas o dejados sin trabajo. Todavía uno tiene el privilegio de poder escapar al exilio, ver otros horizontes y escaparle al hambre al que nos condenó la dictadura. Estoy de vuelta pero nunca me fui, tengo el corazón clavado en cada trabajador, en cada compañera que lucha por la fertilidad de sus hijos y no tengo otra ambición que ayudarlos por esa simple interrelación que existe entre el poeta y su pueblo. Yo sin ellos no existo y somos socios en esto de marchar hacia una patria liberada.

Es la función del poeta, luchar junto a su pueblo pero cargando la vanidad que alguna vez al pasar, una mujer diga, ahí va el poeta.

Creo que es todo lo que tengo para decir...

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Nota de Patagonia / poesía. Año IV - Nº 11 - Marzo 2001

Armando Tejada Gómez

La literatura es una rebelión permanente

En Agosto de 1987 sale publicado en el periódico El cronopio del Movimiento de Escritores por la Liberación de la provincia de Córdoba, bajo el título, En lo diverso se resuelve la vida, este repor-taje a Armando Tejada Gómez del que extraemos un fragmento, gracias a la participación en el mismo de nuestro colaborador Sergio Pravaz.

Somos hombres de pensamiento escrito, que es la más alta forma del pensamiento. Es insoslayable, que; la posición de un hombre o mujer, que escribe en este continente, sea de una posición a partir del hambre de libertad total. La libertad total consiste en que yo no soy libre, si tú no lo eres. Porque si yo soy libre y tú no, tú eres un peligro latente para mí. Porque me acusas a mí de esclavitud. Ese es el tema también de la riqueza. ¿Qué pasa con los ricos? El rico necesita tener candados y puertas con alarmas y al final se convierten en prisioneros de esa tonta ilusión de la riqueza. Sus hijos tienen que ir con guardaespaldas al colegio. ¿Eso es un mundo para vivir? Es la anticultura. Entonces caen por la propia ansiedad del lucro y acumulación de poder, que creen que el dinero da. Caen en una situación verdaderamente lamentable, de la que son prisioneros. ¿Qué escritor de este continente, qué pensador, qué poeta, qué pintor; no se va a plantear en primer lugar a quién va dirigido lo que está haciendo? Sin embargo hay que insistir. Pero lo quiero dejar aquí. Vamos a entrar en estos temas por la estética. Yo no soy un dirigente político, si lo fuera sería candidato a algo. Ya fui diputado, de esa estoy de vuelta. ¿Qué artista no va a contener en su

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cosmovisión, todas las urgencias del subdesarrollo, de toda la postergación en que vivimos? Estos problemas están planteados en toda la tierra. Son comunes a todos los idiomas. Y es difícil. Por ejemplo, una vez en China, en reunión con los escritores de la U.E.C pregunté si se podía escribir un libro contra el marxismo. Y un chino, como buen chino contestó: mire, si Ud. tiene un jardín y deja crecer la maleza, eso ya no es un jardín.

- Hablemos del tema estético, que vos querías hablar.

El sentido de la expresión estética es el prójimo; el objeto es el prójimo. ¿Quién esta del otro lado? Vos, el prójimo. Toda predicación tiene un prójimo como destinatario. Toda obra de arte, es una apelación al otro. Y esto es así, y será así cuando ninguno de nosotros, ni nuestros nietos, queden en la tierra. El arte tiene esa finalidad, el sentido estricto de la palabra final. El destino final de la obra de arte, es el otro. Cuando uno parte desde esa perspectiva de finalidad en la labor estética, trata y busca de que finalidad se cumpla. A partir de cumplir todas las expectativas que el otro tiene, (con respecto a la vida, a la muerte, a la lucha, al dolor, a todo), el mensaje sube en calidad, y a medida que produce el hecho estético, sube en categoría de conciencia, de comprensión a la vida. Porque se trata de la vida. Se sube en calidad, en la medida en que uno sube en la categoría de conciencia. De que admites la crisis, la contradicción y la superas. ¿Entonces? ¿cómo mejoro mi mensaje, mi discurso, mi apelación? Porque paso a otra categoría de conciencia. ¿Por qué escribís? Este es uno de los temas que tenemos que hablar. Porque la política nos tiene enfermos. He hablado de política todo el día, sin eludir la cosa política para nada, asumiéndola bien, frontalmente. Hay que hablar del discurso estético, de las categorías estéticas, del poder de síntesis del objeto del arte. Del arte como consumo, de alimento espiritual del pueblo, de la gente. Porque yo, no dejo de leer nada de lo se escribe. Nunca excluyo a un escritor, a un poeta, un músico, a un cantante, porque sea reac-cionario. Me los he comido a todos leyéndolos. También a todo el Renacimiento, pero todavía no nos podemos comer la Cultura de América Precolombina, estamos absolutamente desinformados y no tenemos una información correcta. Una de las tareas de los escritores por la liberación es acudir a esa cultura; desenterrarla e interpretarla, según su tiempo, su época, su circunstancia. Con los mismos métodos científicos que ahora ya conocemos. Nosotros, no tenemos una idea correcta de lo

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que fue la cultura Chaco - Calchaquí, Diaguita; como fue que la cultura del Incario llegó hasta la Tucumanía. O cuáles eran las relaciones entre los habitantes de los valles y el Incario. ¿Y esto quién lo ha hecho? Los europeos. El 90 % de la bibliografía y la investigación sobre lo que fue nuestro pasado histórico, esta hecho por europeos.

- En la presentación de El Cronopio, se dio una discusión sobre militancia y creación. Si el que se plantea las cuestiones estéticas es un elitista o no.

Yo escribí mi primer libro, Pachamama, que lo premiaron en Mendoza; digamos que me dieron ese premio creyendo que era uno de ellos y en realidad yo era un obrero de la construcción. El segundo que escribí, se llamaba Tonadas de la piel, mi hermano Lucas, el mayor, obrero de la construcción, lee el libro en donde yo busco un lenguaje, hago un canto a la arena, un canto al carbón. Era cantar la materia, porque yo decía: los escritores tradicionales, Capdevila, Lozano, etc. fotografiaban el paisaje, lo describían. Entonces yo sentía como un rechazo, de que me describieran el paisaje como si fuera una tarjeta postal. Alamos, álamos, álamos/ cónicos, serenos/ álamos, álamos, álamos/ centinelas del viento. Vos mirabas y decías: perfecto, que maravilla! Pero a mí me chocaba. Busco adentro mío, indago y llego a esta conclusión estética: El paisaje no se describe, hay que ser el paisaje! Frente al paisaje ¿cuál es tu conducta?, lo describís o lo habitás y desde ahí lo expresás, mi posición era, hay que ser el paisaje. Mi hermano Lucas cuando leyó el libro, dijo: no entiendo nada ¿por qué no escribís para el pueblo, por qué no escribís más simple? ¿Te imaginás? ¡Mi hermano! me dijo eso; imagínate lo que podía decirte el resto de la población. No le contesté inmediatamente, yo era un pibe. Y me dejó la preocupación. Al tiempo me fui a verle de nuevo y le dije: Luquitas, mirá, ¿sabes qué? Ellos tienen todo, incluso hasta el idioma, tienen incluso hasta el lenguaje, con el que nos someten. ¿Sabes lo que estoy haciendo Luquitas? Aprendiéndoselos para hacerlos mierda! Esto es lo que quiero dejarles dicho compañeros, colegas escritores. Me costó toda esta vida aprender el idioma de tal modo, de tal irreprochable modo, que el idioma es en mis manos, arcilla pura. Cuando subo a cantar a Tosco, sé todo lo que tengo que saber. Para transmitirlo a mi pueblo, acá y allá lejos, a Fidel. La Canción con Todos, está traducida a 30 idiomas, incluido el danés y el hebreo, por si querés algo raro.

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- En definitiva es apropiarse del método de penetración del enemigo, para liberarnos.

Primero, es el idioma del conquistador. Segundo, es el idioma del eclesiástico, de la evangelización genocida de América. Tercero, lo posee Borges. Cuarto, lo vende Sábato. Quinto... mierda! ¿y yo qué? ¿qué hablo? ¿senegalés? Entonces, venga el idioma. Venga para acá. Venga, póngase aquí! lo voy a estudiar, no voy a morir hasta aprenderlo. Y ahora que lo sé: Canto Tosco, mierda! Desde ahí para arriba. Ahora no pueden decir, qué torpe! No sabe lo que está escribiendo. Mirá cómo escribe, ¡mirá! Deciles que vengan, a todos esos señores que tienen en cana al idioma, en anaqueles, que lo encierran. Deciles que vengan. Que los Latinoamericanos hemos aprendido, por fin! El idioma del conquistador. ¿Y sabés lo que dicen...? Con el premio que me dieron en la Villa del Bilbao. Un integrante de la Real Academia Española, dijo: Está haciendo un idioma dentro del idioma! Se creen que lo estoy haciendo yo. Los latinoamericanos lo están haciendo! Lo que yo hago, no es nada más que traducir, lo que el pueblo habla. Entonces esto. Allá en Europa, es el boom, la bomba. ¿Ustedes, se dan cuenta que hablan metafóricamente?

- Vos hablas de eso en Dios era Olvido. Cuando recordás imágenes, que son el lenguaje natural del hombre provinciano, que habla del vino. Y decís: que el vino está verde.

Tiene el gusto verde. Mirá la metáfora, que lo parió! No es que el vino sea verde, sino que tiene el gusto verde. ¿El gusto cómo va a tener color? Decile a André Bretón que venga. ¿Quién inventó el surrealismo? No vengan a joder! Decile a André Bretón, que lo quiero mucho, que lo admiro y todo eso; ¿pero sabés qué? ¿quién inventó el surrealismo? El pueblo!

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- La confusión de sentidos, de la que hablara Baudelaire.

Claro. Tráelo a Baudelaire también. Que se siente aquí y le vamos a explicar. Es interminable el río de metáforas que el pueblo dice en el colectivo. Desde la categoría de conciencia que estamos, somos escritores para la liberación, pero no nos olvidemos que la palabra libera y que el dominio de la palabra es el camino de nosotros. Ser los mejores. Ser mejores que todos. Ganarles ahí, en su terreno.

- El fondo concreto de lo que vos trasmitís, tiene un contenido que apunta a transformar la conciencia, pero te encontrás, en última instancia, con un lenguaje. Llegás a la conclusión, que escribís para tus pares, a pesar de que el contenido de lo que decís apunta a un hecho trascendental como la liberación.

Asturias, tiene un lenguaje. El propio Rulfo. Escriben para una población que tiene entre 70 u 80 % de analfabetos.

No. Es real que los tiene, pero no es real que escriban para esa población. Escriben para 300 millones de latinoamericanos. Cambia la perspectiva! Eso es lo que tenés que tener delante de la nariz. Tu no escribes para los cordobeses, ni los mendocinos, ni para los tucumanos, ni para los paraguayos, solamente. Tú escribes en un continente que tiene hambre y sed de justicia y cultura, que va de acá, hasta el río Bravo. Y tu lenguaje me tiene que ayudar a mí, a subir, a ascender, a crecer. No me hagas la concesión que por qué yo soy analfabeto, desgraciadamente, me vas a tener que decir : mi ma- má- me- mi- ma. No señor, hacéme la metáfora mas loca. Mirá, a mi pueblo de América y del mundo le he dicho: Salgo a caminar, por la cintura cósmica del sur. Ningún pueblo del mundo sabe, qué mierda quiere decir! Nunca bajes el nivel de tu lenguaje, porque lo revolucionario para un escritor liberador, es usar un lenguaje que libere. Yo sólo escribo cuando amo y cuando odio, no puedo escribir en frío. Como dice la Biblia: ¡porque no eres ni frío ni caliente, no te mereces un carajo!

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Calentémonos. Si vos no me das un lenguaje que me levante en la categoría de conciencia, de la situación en la que estoy, ¿para qué te quiero? Levantáme ahí, haceme subir un centímetro, con tu poema, con tu libro, con tu cuento, con tu imaginación. Ascendeme. Yo estoy a tu disposición. Yo quiero que me subas.

Cuando me cantes, cántame para levantarme. No me tires para abajo. No me escribas huevadas. Eso me hunde en el fangal de la mierda, a mí, como pueblo.

Cuando me escribas una canción, levántame, por favor. Dejá de joder, vamos para arriba! Vamos con el pueblo para arriba!

- Armando, tu ejemplo de vida es muy importante. ¿vos, te consideras un autodidacta?

No soy otra cosa, porque no pude serlo; ¿qué tal si hubiera tenido colegios, y que tal si hubiera tenido maestros? Me dicen que hubiera sido otro adocenado. ¿seguro? No. Porque eso es la ruleta rusa. Que mis hijos no estudien, total son genios. El cuento del genio es un soborno. Hay que estudiar, hay que tener maestros, ¿qué hace el maestro? Te ahorra todo el camino que él hizo. Vos partís del maestro. Yo partí de mí.

-¿Cómo evalúas la información académica, cuando está enmarcada dentro del colonialismo cultural y nuestra universidad deformada?

¡Hubiera tenido yo esa universidad! Porque hay juicio crítico. Uno no es una ovejita que va a recibirlo todo. ¡Pero qué bueno haber tenido universidad! ¡Cuánto camino hubiera ahorrado! ¡Cuánto padecimiento! Yo no sabía nada. No sabía el idioma. Leía con un

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diccionario al lado. Así era la soledad de no tener un maestro, un colegio. A veces me han dicho, pero vos te salvaste de la docencia argentina. Es como decirte... vos sos libre de morirte de hambre de cultura. Tú única libertad, es cagarte de hambre! Eso es lo que le pasa a nuestro pueblo.

Subite lo más alto que puedas y desde ahí larga la luz. No de abajo, porque abajo no llega la luz, va a ras del suelo, no te hagas el popular. Popular quiere decir: compromiso con el pueblo. Yo altero el orden, soy subversivo por naturaleza y el arte es esencialmente subversivo. Debo cambiar los colores, vine a la tierra y esto era un carajo, no me voy a ir dejando el basural como estaba. Esto es un manifiesto, lo que yo quiero, es alentar la capacidad de crear, no de anquilosarla.

La literatura, es una rebelión permanente. Esto es lo que somos; la alteración del orden. En lo diverso se resuelve la vida.

Acá estamos sabiendo. Uno no es; va haciendo.

Diario Sur

Jueves 25 de mayo de 1989

Tejada Gómez

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Hay que soñar la vida para que sea cierta

Ayer, Armando Tejada Gómez cumplió 60 años y la vida entera con la poesía. Al principio era cantor pero después tomó la palabra y se fue con ella por la legua. Desde ese momento, es intérprete de su propia escritura, un decidor de versos que no cree en los recitadores. Por estos días, también se cumplen 20 años de la creación de Canción con todos que Tejada Gómez compuso junto a César Isella y que rememora en la charla con Sur.

El domingo terminó de escribir otro libro de poemas, Cosas de niños, un raconto desde la memoria, de esos primeros años de lustrabotas, vendedor de periódicos y avidez autodidacta. Epocas en que su primera biblioteca fue un kiosco de diarios y revistas. Epocas en Mendoza, su cuidad natal, de la que sufrió su primer exilio cuanto tuvo que viajar a Buenos Aires, y el que hoy juzga como "el más doloroso".

De esos primeros años surge mi vinculación con la canción -cuenta-. Cuando volvía de trabajar me paraba en la puerta de los boliches, para calentarme un poco y correr hacia otro, si no, me congelaba. Aunque no podía entrar, allí escuché coplas y canciones que no olvidé jamás. Me quedaba hasta cerca de las diez de la noche, cuando en el bar sólo había jubilados jugando a la generala con un ruido a hueso que helaba la sangre.

Tejada Gómez hace memoria y explica la historia de Canción con todos. El Encuentro Nacional de los Argentinos nos había pedido un tema para este acontecimiento, un poco queriendo imitar al Canto Programa que habían grabado los Quilapayún o Inti Ilimani, bien no

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recuerdo. Un día, cuando caminaba por la calle Alsina rumbo a la casa de César (Isella) se me ocurrieron las primeras estrofas. Era mediodía, entré a un bar y pedí un café, lápiz y papel.

Ese fue sólo el comienzo, porque faltaba el estribillo. Lo escribimos en casa de mi amigo Mauro Masi, en La Plata, en vísperas de un viaje de César con el Quinteto Tiempo a un festival en Chile durante el gobierno de Allende, explica.

Sin embargo, la canción fue rechazada por el Encuentro porque no contenía los puntos del programa en movimiento. Querían una declaración de principios como Canto Programa. Víctor Heredia fue el primero en grabarla: después, Tejada Gómez junto con Rosa Rodríguez Gerling, y luego la versión más conocida, Mercedes Sosa en dúo con César Isella.

Para el autor de Bajo estado de sangre, Los compadres del horizonte y Canto popular de las comidas, Canción con todos es un himno latinoamericano. ¿Qué propósito tenía? Postular poéticamente la unidad latinoamericana. Me parece que toda proposición política, social, económica, geográfica y estética pasa, en primer lugar, por la conciencia de que habitamos un inmenso país que es América latina. Esa es la entraña de mi filosofía y de mi obra.

Justamente, Canción con todos le abre el camino en toda América, donde tanto Isella como él eran prácticamente desconocidos. Del himno dice que hemos vuelto al punto de partida, ni siquiera a la gente le importa quién lo escribió, lo cual es verdaderamente consagratorio desde el punto de vista de la perdurabilidad de la obra.

Consciente de cantar cosas de fundamento como quería José Hernández, Tejada Gómez se siente marginado. ¿Por qué? Aquí se ignora la verdadera índole de la cultura de América, que se elaboró

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con tanto dolor y dificultad. Yo soy un nativo de la tierra que entiende al país como tal, y no como gran ciudad portuaria y cosmopolita. Esta es la contradicción más grande que padezco en Buenos Aires.

Y se queja de la falta de críticas a sus libros. El año pasado salió Bajo estado de sangre y no tiene una sola línea que anoticie de la edición, explica. Así también con el Canto popular de las comidas, Premio Casa de las Américas 1974, que mereció un brulote feroz de (Luis) Gregorich contra la literatura de testimonio, en el que me llama comentador de la poesía de Neruda.

El hoy de Tejada Gómez se llama Cosas de niños, un libro de poemas influenciado por su hijo Gabriel, de cuatro años, que le hizo reindagar en su propio mundo infantil. Es como pasar de nuevo la película, dice.

Película que él conoce y que manifestó en el Cuestionamiento de la legua, reportaje que precede su último libro publicado Bajo estado de sangre:

- ¿Qué le diría a los jóvenes?

- Que hay que soñar la vida para que sea cierta.

Daniel Fernández Quinti

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Manifiesto del Nuevo Cancionero

La búsqueda de una música nacional de contenido popular, ha sido y es uno de los más caros objetivos del pueblo argentino. Sus artistas, desde los albores de una expresión popular propia han intentado, con distinta suerte, incorporar la diversidad de géneros y manifestaciones de que disponían a su sensibilidad con el propó-sito de cantar al país todo.

Ya Carlos Gardel, en los inicios de los modernos medios de difusión, incursionó como autor e intérprete tanto en el género nativo, donde empezó su relevancia, como en el género típico ciudadano, que encontró en el tango su forma más completa de expresión. Otros géneros, populares entonces, como el vals, la polka, etc., no resultaron tan eficientes para traducir el modo de ser y sentir de las amplias capas populares del país creciente.

En la búsqueda de su expresión, el artista popular adoptó y recreó los ritmos y melodías que, por su contenido y su forma, se adaptan más totalmente al gusto y los sentimientos del pueblo.

Esa inter-relación entre el artista creador y el pueblo destinatario de sus obras,

dio nacimiento al tango que, penetrado de la circunstancia viva de las masas, sería desde entonces la canción popular por definición, dada la preeminencia que en lo cultural, político, social y económico tendría, también desde entonces, Buenos Aires sobre el resto del país. La deformación geosociológica que este hecho político provocó

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en todos los ordenes de la vida del país, debía alcanzar también a la música nacional de inspiración popular.

Se relega al interior, hombre, paisaje y circunstancia histórica, y el país acentúa su fachada portuaria, unilateral, y por lo tanto, muchas veces epidérmica. Porque durante muchas décadas el país fue eso: un rostro sin alma, aunque el tango, con su palpitante crónica dolorosa (Contursi, flores, De Caro, Los Caló, Discépolo, Manzi y tantos otros fácilmente identificados) reclamará desde sus noches insomnes por el cercenamiento del espíritu nacional y por la amputación feroz del país total.

Es que el tango, merced a su buen suerte, ya había caído del ángel popular a las manos de los mercaderes y era divisa fuerte para la exportación turística. Fue entonces cuando lo condenaron a repetirse a sí mismo, hasta estereotipar un país de tarjeta postal, farolito mediante, ajeno a la sangre y el destino de su gente.

Entonces, se perpetró la división artificial y asfixiante entre el cancionero popular ciudadano y el cancionero popular nativo de raíz folklórica. Oscuros intereses han alimentado, hasta la hostilidad, esta división que se hace más acentuada en nuestros días, llevando a autores, intérpretes y público a un antagonismo estéril, creando un falso dilema y escamoteando la cuestión principal que ahora está planteada con más fuerza que nunca; la búsqueda de una música nacional de raíz popular, que exprese al país en su totalidad humana y regional.

No por vía de un género único, que sería absurdo, sino por la concurrencia de sus variadas manifestaciones, mientras más formas de expresión tenga un arte, mas rica será la sensibilidad del pueblo al que va dirigido.

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No hay pues, para el hombre argentino, un dilema entre tango y folklore, música ciudadana o música regional, tipismo o nativismo. El dilema real del hombre argentino es, en este plano de sus intereses, o desarrollo.

Muchacha

Recuérdame esta noche y nómbrame en tu idioma,

amor mío, muchacha, territorio de pájaros,

nómbrame en las ciudades donde trepas los trenes

con la amapola herida de tu vestido diario.

No conozco tu nombre, pequeñito y apenas,

tu mínimo poema de una sola palabra,

pero voy pronunciándote cuando digo esperemos

o cuando me transitas hacia dentro del alma,

porque sé que tus rostros tienen un mismo rostro

y tu sonrisa un aire de pétalo del aire,

conozco, sé tu modo de salvarnos la vida,

vencedora inmutable, con un niño en la sangre.

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Yo te he visto muchacha plural, en las ciudades,

gastándote la magia con la prisa del alba.

Las oficinas públicas, públicamente áridas,

la tienda estrepitosa, la planilla a mansalva,

esas fábricas rojas de devorar, el sueldo,

lamentables rutinas de alquilarte hasta el sábado

y tú, tu nuca tibia, trizada luz, flor pálida,

resistes esa estrecha disposición de enanos

apoyada en tus sueños como en una ventana.

Y el moscardón horario zumbándote el absurdo

para matarte adentro la condición de pájaro.

Las ciudades son turbios demagogos, son esas

celestinas anónimas de la moda, sensuales

como una gelatina de sexo pegajoso,

espesas son, a gotas, turbiamente sensuales.

Las ciudades son fríos hoteles transitorios.

Debe se espantoso morir en las ciudades.

Porque no han hecho nada por amor, tantas cosas,

porque no figurabas en los planos, muchacha.

Y ya has nacido risa, has nacido tumulto,

has nacido de pronto con un golpe de alas.

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Y ahora que has venido, que ya estás, que has llegado,

hay que cambiarlo todo, decir amor y amarnos,

clausurar las planillas, postergar las ganancias,

ahora que has llegado con tu fragante risa

qué han de hacer los señores de destino contable. . .

En horas de oficina, bajará mi poema,

a decirte en la oreja: territorio de pájaros. . .

Pero sigue guardando flores en la cartera,

la última dulce carta, un poema de Pablo,

sigue guardando signos de combatir el moho,

subversivos panfletos de construir la esperanza.

Muchacha, estrella nuestra, amor en todas partes,

los poetas cantamos para tu pie desnudo,

para tu sangre diaria,

porque somos la vida y esa sonrisa tuya,

nada más que la vida,

la vida y tú,

muchacha. . .

ANTIGUO LABRADOR

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La tierra estaba de antes, señor.

Iban los ríos

como niños potentes ciñéndole el regazo,

lamiéndole la tierna caparazón de greda

con su campana líquida,

sus sales planetarias,

iban los ríos solos subiéndose a los árboles,

mojándoles la sombra, procreando los pájaros.

Y la tierra era un ancho territorio, señor,

porque entonces la tierra no era buena ni mala.

Solamente camino.

Luna de la distancia.

Porque entonces la tierra no terminaba nunca

y el pan era un velero de la espiga lejana.

Pero el viento lo sabe,

siembra su siembra unánime,

la desata de noche con los dedos del aire,

su tránsito caliente le deshace los límites,

la libera de tantos oscuros propietarios.

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Yo sé, señor,

yo he visto la noche sobre el campo,

su condición de estrella, su silencio pesado

y digo que no es cierto que puedan alquilarla,

que le alambren el torso, que le vendan la espalda,

porque la tierra entera pertenece a la noche,

al universo entero, al sudor de la azada

que mueve la fatiga campesina del mundo,

la voluntad labriega como una enorme pala.

Pertenece al que sabe

celebrar la alegría de ver crecer las plantas,

al cómplice del sol, al sembrador callado

que pone la semilla como un semen dichoso

y espera, lentamente, el milagro del agua.

Porque sin esta frente,

sin este rudo brazo,

sin el tiempo a destajo de gastarnos las manos,

quién dará testimonio de la vida en la tierra,

quién ha de prepararnos la primavera, el vino,

el fermento gredoso de donde viene el canto.

Por eso yo pregunto, señor: ¿cuándo es el día,

a qué hora, justamente, vamos a rescatarla,

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qué hombres vendrán conmigo,

qué canción cantaremos,

qué flores sembraremos dónde está la alambrada?

Digo que este mensaje debe saberlo América,

que no sólo nosotros,

que cada uno lo sepa,

porque hay un continente de tierra sometida,

gordos concesionarios,

carbón comprometido,

hay zonas donde el hambre tutea la agonía

y esclavitud de estaño

y cobre de miseria,

hay trigo condenado a los precios siniestros,

petróleo al que amenazan su primavera negra,

naranjas exportadas con todo el sol a cuestas,

hay niños que no encuentran al hombre,

caen antes,

se van, sonrisa abajo, muerte abajo,

se pierden entre lo destructivo que cae y se disgrega.

Que no sólo nosotros.

Que cada uno lo sepa.

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Golpeo esta guitarra elemental: América,

hasta cavarle al medio un pozo de sonido,

hasta ponerle adentro una zamba furiosa,

mi percusión de sangre, señor, este latido

tan pariente del aire,

tan sol,

tan repartido

entre una antigua música de azúcar en nosotros,

para que desde el hombre continental subamos,

almíbar solitario, familia amanecida,

a empujar la esperanza pobrecita,

mestiza,

a desatar las manos de América nativa.

La tierra estaba de antes, señor.

Iban los ríos,

luz con la lengua húmeda,

iban árbol arriba,

a besar el tumulto donde empieza la vida.

Por eso yo pregunto, señor

¡cuándo es el día!

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Canción de las simples cosas

Uno se despide insensiblemente de pequeñas cosas,

lo mismo que un árbol que en tiempo de otoño se queda sin hojas.

Así la tristeza es la muerte lenta de las simples cosas,

esas cosas simples que quedan doliendo en el corazón.

Uno vuelve siempre a los viejos sitios donde amó la vida,

entonces comprende cómo están de ausentes las cosas queridas.

Por eso muchacho, no partas ahora soñando el regreso,

que el amor es simple y a las cosas simples las devora el tiempo.

Demórate aquí, en la luz mayor de este mediodía,

donde encontrarás con el pan al sol la mesa tendida.

Por eso muchacho, no partas ahora soñando el regreso,

que el amor es simple y a las cosas simples las devora el tiempo.

Uno vuelve siempre a los viejos sitios donde amó la vida.

Letra: Armando Tejada Gómez

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Música: César Isella

Hay un niño en la calle

por Armando Tejada Gómez

A esta hora, exactamente,

hay un niño en la calle.

Le digo amor, me digo, recuerdo que yo andaba

con las primeras luces de mi sangre, vendiendo

una oscura vergüenza, la historia, el tiempo,

diarios,

porque es cuando recuerdo también las presidencias,

urgentes abogados, conservadores, asco,

cuando subo a la vida juntando la inocencia,

mi niñez triturada por escasos centavos,

por la cantidad mínima de pagar la estadía

como un vagón de carga

y saber que a esta hora mi madre está esperando,

quiero decir, la madre dl niño innumerable

que sale y nos pregunta con su rostro de madre:

qué han hecho de la vida,

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dónde pondré la sangre,

qué haré con mi semilla si hay un niño en la calle.

Es honra de los hombres proteger lo que crece,

cuidar que no haya infancia dispersa por las calles,

evitar que naufrague su corazón de barco,

su increíble aventura de pan y chocolate,

transitar sus países de bandidos y tesoros

poniéndole una estrella en el sitio del hombre,

de otro modo es inútil ensayar en la tierra

la alegría y el canto,

de otro modo es absurdo

porque de nada vale si hay un niño en la calle.

Dónde andarán los niños que venían conmigo

ganándose la vida por los cuatro costados,

porque en este camino de lo hostil ferozmente

cayó el Toto de frente con su poquita sangre,

con sus ropas de fe, su dolor a pedazos

y ahora necesito saber cuáles sonríen,

mi canción necesita saber si se han salvado,

porque sino es inútil mi juventud de música

y ha de dolerme mucho la primavera este año.

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Importan dos maneras de concebir el mundo.

Una, salvarse solo,

arrojar ciegamente los demás de la balsa

y la otra,

un destino de salvarse con todos,

comprometer la vida hasta el último náufrago,

no dormir esta noche si hay un niño en la calle.

Exactamente ahora, si llueve en las ciudades,

si desciende la niebla como un sapo del aire

y el viento no es ninguna canción en las ventanas,

no debe andar el mundo con el amor descalzo

enarbolando un diario como una ala en la mano,

trepándose a los trenes, canjeándonos la risa,

golpeándose el pecho con un ala cansada,

no debe andar la vida, recién nacida, a precio,

la niñez, arriesgada a una estrecha ganancia,

porque entonces las manos son dos fardos inútiles

y el corazón, apenas una mala palabra.

Cuando uno anda en los pueblos del país

o va en trenes por su geografía de silencio,

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la patria

sale a mirar al hombre con los niños desnudos

y a preguntar qué fecha corresponde a su hambre

qué historia les concierne,

qué lugar en el mapa,

porque uno Norte adentro y Sur adentro encuentra

la espalda escandalosa de las grandes ciudades

nutriéndose de trigo, vides, cañaverales

donde el azúcar sube como un junco del aire,

uno encuentra la gente, los jornales escasos,

una sorda tarea de madres con horarios

y padres silenciosos molidos en las fábricas,

hay días que uno andando de madrugada encuentra

la intemperie dormida con un niño en los brazos.

Y uno recuerda nombres, anécdotas, señores

que en París han bebido

por la antigua belleza de Dios, sobre la balsa

en donde han sorprendido la soledad de frente

y la índole triste del hombre solitario,

en tanto, sus señoras tienen angustia y cambian

de amantes esta noche, de médico esta tarde,

porque el tedio que llevan ya no cabe en el mundo

y ellos son accionistas de los niños descalzos.

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Ellos han olvidado

que hay un niño en la calle,

que hay millones de niños

que viven en la calle

y multitud de niños

que crecen en la calle.

A esta hora exactamente,

hay un niño creciendo.

Yo lo veo apretando su corazón pequeño,

mirándonos a todos con sus ojos de fábula,

viene, sube hacia el hombre acumulando cosas,

un relámpago trunco le cruza la mirada,

porque nadie protege esa vida que crece

y el amor se ha perdido

como un niño en la calle. . .

La vida dos veces

Miren cómo sonaba allá en mi barrio agreste

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este nombre caído de los mares lejanos:

Toddy Deussán. Un chico alimentado a lirios.

Una flor de su madre que soñaba otra vida.

Supe que no querían que jugara conmigo

porque yo era la forma del pánico y el hambre

y la más descarada miseria por el mundo.

Pero Toddy, esa gracia hecha de mimbre y aire,

vivía hipnotizado por mi gran aventura.

Cuando huía del ojo celoso de su madre

se acercaba a mi sombra con cierto desenfado,

me mostraba sonriendo sus ignotos tesoros

y me buscaba el lado más pájaro del alma.

El descubrió en mis ojos cierto país del sueño

donde se desnudaba un ángel con harapos,

algunos yacimientos de enterrada inocencia

y un gran rompecabezas de ternura en mis manos.

Un día, ya vencidos por nuestra resistencia,

los padres me dejaron entrar en el santuario,

nos sirvieron un río de leche y medialunas

y yo los deslumbré dibujando caballos.

Después, siguió la vida, como siempre sucede,

volvió el viento de agosto y crecieron los árboles;

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sus padres, que tenían el sueño de otra vida,

una tarde ceniza se mudaron de barrio.

Yo olvidé al canillita en un cruce de esquinas,

entré al jornal violento del vino y los obrajes,

vestí los portentosos pantalones del viento

y descubrí mi oficio de fábula y guitarra.

Toddy, se llama Alfredo Deussán, vive en Mendoza,

casó con otro mimbre hace muchos veranos,

seguramente tiene un puñado de niños

y es una pajarera su comedor de diario.

Acaso, un año de estos, cuando vuelva al oeste,

llame a su puerta clara y despierte sus pájaros,

sólo porque un amigo es la vida dos veces

y desde aquella tarde no dibujo caballos.

Armando Tejada Gómez

La rara vigencia deTejada Gómez

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Por Jorge Marziali

¿Cómo saber si el título de un libro se corresponde con su contenido? Hay títulos lineales, obvios, directos; y los hay metafóricos, de esos que obligan a leer, entre líneas, el metamensaje del texto para dar con la correspondencia del nombre impreso en la portada.

Es en eso en lo primero que se piensa al enfrentarse con el volumen más original que haya aparecido en los últimos años, en lo que se refiere a ediciones discográficas nacionales. Es tanta la obviedad que nos rodea (por ejemplo, pensar en el sustantivo "música" ni bien se habla de un disco compacto) y hay tantos miedos comerciales acumulados en los productores discográficos, que el rubro asiste a uno de sus instantes más patéticos. En estos ya largos días de anemia creativa en el mundo de la edición, ha aparecido el volumen denominado "Armando Tejada Gómez/Vigencia".

¿Pero qué es la vigencia cuando, por el uso del término, se aleja de sus acepciones principales, más bien referidas a las leyes y costumbres en vigor? La vigencia -en el universo del arte- podría ser el grado de encastre entre un mensaje de formato bello, de algún modo conmovedor, y la realidad tangible, cotidiana. Y si se quiere, una relación aceptable entre la obra y el concepto de belleza de turno.

A decir verdad, nadie está todo el día pensando en cuánta vigencia pueda tener un texto escrito en otros tiempos, otro país. Pero ante este acontecimiento (provocativo en cierto modo), uno se ve tentado a no dejar pasar la provocación. Entonces la enfrenta con tediosas preguntas, para no verse obligado a compartir definiciones sin, por lo menos, encasquetar un punto de vista personal, libre de influencias.

Tejada Gómez escribió hace apenas cuarenta años en un país que llevaba el mismo nombre que éste que habitamos hoy. Pura coincidencia: aquel país ya no está. Hemos tomado su nombre, algunos de sus símbolos; hemos invadido aquel territorio abandonado; hemos comprado la razón social. Desde esa

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mirada, cuarenta años es una eternidad, si convenimos en que los profundos cambios sociales determinan arbitrariamente la sensación sobre el tiempo transcurrido entre una sociedad y otra. Tejada Gómez debería ser considerado un poeta antiguo y, quizá, sin vigencia, aun cuando el arte no es un producto que pueda ser puesto en valor con el almanaque en la mano.

Entonces: ¿"Vigencia" es un término caprichoso de los editores o ellos han calculado que en este país (que lleva el nombre de aquel que fue) la poesía de Tejada Gómez tiene alguna posibilidad de encastrar con la realidad tangible y cotidiana?

Aquí, después de esa pregunta, debería comenzar el banquete de los iniciados -amadores de la poesía en cualesquiera de sus vertientes- rumbo al postre de la duda disipada. Deberían sentarse a "escuchar" la poesía de Tejada Gómez, no ya para calificarla de bella, pueril, académica o popular, sino para coincidir o no con su posible vigencia. Podrá decirse, en un análisis fino, que si una obra no es bella y conmovedora, importa poco si es o no vigente; que, simplemente, carece de interés. De acuerdo. Ese parece ser uno de los desafíos que plantea esta edición tan cuidada y extemporánea, dicho esto no en el sentido de inoportuno, sino en el de impropio del tiempo en que sucede.

En la década del sesenta abundaban los registros fonomecánicos de poesía en aquel país que llevaba el nombre del nuestro. Hubo un par de sellos dedicados casi exclusivamente a esta rama de la literatura. Tejada Gómez -recién llegado a Buenos Aires- logró editar en 1964 "Sonopoemas del horizonte", un disco con varios de sus textos en su propia voz. Una síntesis de ese primer registro, más poemas de "Canciones en dirección del viento" (1965), "Cantoral de mi país" (1966), "Poeta de la legua" (1969) y "Sonopoemas del horizonte" (2da. Edición-1969), integran el primero de los cuatro discos compactos incluidos bajo el título de "Su palabra" en el volumen que nos ocupa.

El compadre

Cualquiera que haya nacido en Cuyo o se haya adentrado en el jardín de su vocabulario, nutrido de palabras como flores (o flores de palabras, si se prefiere), que arrastran un pasado profundamente castizo mixturado en el Pacífico y filtrado por la cordillera a través de los años, sabe qué es lo que se

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dice cuando se dice "compadre". El término supera la nominación del señor que se vuelve padrino de bautizo de un niño y por lo tanto es con-padre de los progenitores. Tejada -al menos para la literatura- arrancó el término del entorno familiar y lo puso en el terreno del amigo, del compañero de ruta. Por lo tanto el devenir del amigo, del compañero, pasó a ser su propio devenir. El futuro incierto, la angustia callada de los compañeros al pie del surco (al fin y al cabo la historia de la tierra no es mucho más que el ordenamiento cronológico de los surcos) era su propio futuro, su misma angustia. Y, como poeta, puso sobre el tapete la lenta degradación de los "compadres" que en la tierra han sido y que intuyeron el perverso designio de sembrar, aporcar, conducir las aguas a cambio de una vida sin demasiado mañana.

Al compadre, "la luna lo tumbó lo puso muerto/ y lo dejó caer como un hachazo./ Aquí cayó el compadre a su silencio/ agregado a la arena fue olvidándose /quedó cara a la luz semblante al cielo/ de espaldas al olvido rostro al alba/ cuando regresó el viento -sur y ríos /pasó sobre su rostro duro y áspero/ aquí lo absorbió el río (...)/ Su piel volvió a la tierra lentamente/ lo reunió la sal lo fue apagando/ con su lengua de frío transparente/ hasta ponerle el corazón de plata/ el cobre minucioso, el hierro negro,/ la arcilla mineral, el liquen bárbaro/ le exprimieron el zumo..." (de "La verdadera muerte del compadre")

Entonces: ¿tiene la poesía de Tejada Gómez alguna posibilidad de encastrar con la realidad tangible y cotidiana del presente? No debería alegrarnos una respuesta en positivo. Desearíamos festejar la vigencia de los términos, de las formas pero no la de los contenidos, cuando -como puñales- caen los adjetivos sobre la inocencia de sustantivos que nos nombran, nos permiten reconocernos. Sin embargo -y al decir de León Felipe- una amplia carcajada viene sobrevolando las patrias nuestras desde que por vez primera se escuchó la palabra "justicia" en las llanuras manchegas.

Y qué decir de la mujer de trabajo, a la que Tejada Gómez bautizó Florencia Arboleda, para sintetizar la belleza en un nombre y un apellido disparados desde la fuerza fecundadora de la tierra.

A la Florencia Arboleda "de tanto padecer gobernaciones/ ya la esperanza se le ha vuelto hueso/ pero para durar para que aguante traiciones y promesas, milagreros, ya no le que dan rumbos/ que no sepan la paciencia sin llanto de su empeño/ donde el país es padre, campesino, suburbio numeroso viento nuevo/ ¡Cómo van a voltearle la esperanza/ si es lo más arbolado de su

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sueño..!/ (...) Nada puede olvidarla, nada la olvida/ escúchenla tutearse con el tiempo/ ¡Ay Florencia arboleda madre nuestra/ cogollito del aire sol por dentro/ tu condición de cobre me da vueltas/ como un río de aromas por el pecho/ Quédate en el lugar donde los vientos/ se ponen milagrosos de copleros/ guárdale la tonada que en tus labios/ tienen pájaros míos prisioneros/ porque hay mucho que andar y andar cantando/ en tanto viene el aire y dice andemos". (de "Tregua del día")

Este primer disco compacto cierra con ese poema-noticia que, desde que fuera publicado, puso el nombre de Armando Tejada Gómez en cada ciudad de la América morena: "Hay un niño en la calle". En 1964 ya habíamos conocido algunos intentos institucionales por desmentir, pacientemente, la dolorosa verdad de esa noticia.

Sin embargo, dos años después sabríamos que "señores que en París han bebido/ por la antigua belleza de Dios sobre la balsa/ en donde han sorprendido la soledad de frente/ y la índole triste del hombre solitario/ en tanto sus señoras tienen angustia y cambian/ de amantes esta noche, de médico esta tarde/ porque el tedio que llevan ya no cabe en el mundo..." vendrían a ratificar -a sangre y fuego- proyectos que, por lo visto, necesitan "la vida recién nacida, a precio" (...); necesitan "un mundo con el amor descalzo, enarbolando un diario como un ala en la mano/ trepándose a los trenes, canjeándonos la risa/ mirándonos a todos con sus ojos de fábula". Los necesitan porque, según descubre el poeta, "ellos son accionistas de los niños descalzos".

El nuevo cancionero

El segundo disco avanza sobre el nuevo cancionero, aquel movimiento del que Tejada Gómez fuera motor y guardia. Ya en Buenos Aires, en 1965, y con el apoyo de su "hermano" Oscar Matus, aparecieron con el sello de "El grillo" y "Juglaría" testimonios de la obra en marcha.

Esta recopilación de hoy ofrece al poeta anunciando que "con tres abuelos puedo tocarme el nacimiento/ volver a mayo, andarlo campana por campana/ irrumpir con lo acústico el sayal del silencio/ y abrir de par en par un cabildo de sangre/ pero, ¡ay, mi Patria duele!/ delante de los ojos del que la mira

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amándola/ viviéndola sin pausa/ el que la lleva adentro herida por el odio/ lastimada en la boca de su tierna guitarra/...(..)./ Quise verla en las cumbres donde el color la asedia/ y en las hondas quebradas donde comienza el viento/ para volver sabiendo su mineral memoria/ y ser memoria suya, todo Patria por dentro" (de "Ay de la Patria") Y ofrece también el canto de Oscar Matus, aparcero del poeta con sus melodías que anunciaban una avanzada en el cancionero popular.

Todo ahora remite a la poesía puesta al servicio de la canción. Cada uno de los textos aquí elegidos se ajustan al universo cancionero, no porque hayan sido musicalizados, sino porque cualquiera de ellos ("La vida dos veces", "El aprendiz de brujo", "Peatón diga no") tienen la rara virtud de funcionar como puertas para la canción que entrará. Esa canción puede ser "Zamba de la distancia" (por Matus), "Cueca del Tomero" (por el grupo "Nacencia") o, directamente, "Quien te amaba ya se va", ese himno cuyano cantado aquí por el propio Tejada Gómez. Este segundo disco cierra con una conferencia dada a propósito de los quinientos años de la conquista de América.

Tejada inédito

Desde " El libro del viento" ("mi canción es un libro que se escribe en el viento/ y una imprenta indeleble/ la guitarra del pueblo/ a lo largo de América lo imprime a cielo abierto/ luego y de boca en boca, santo y seña del sueño/ va entre los hombres/ cruza las fronteras del miedo/ y nombra al olvidado en su padecimiento") hasta "Mirar y ver" ("transparente, transparente/ el corazón transparente/ por si te busca la vida/ por si te encuentra la muerte/ la cosa es ir y venir/ transparente, transparente"), el tercer disco de esta edición nos trae al Tejada del camino; el que fue dejando grabaciones por el país en cintas profesionales y de las otras. Una verdadera perla para coleccionistas y, quizá, por lo inédito, una metáfora de la actitud que tanto los medios cuanto las dictaduras de la literatura amanerada esgrimieron frente al huracán nombrador de Tejada Gómez.

Se lo puede ver y oír en el cuarto disco del álbum. Los brazos en alto para el énfasis y las manos hechas nido para la apelación a la ternura. Diciendo y haciendo. Entonces se adivinará en su rostro el deseo enorme de trasponer las tempestades de un siglo "problemático y febril", soñando con hombres nuevos, con reconocimientos a los ignotos hacedores de lo cotidiano y haciendo la vindicación de la alegría y el trabajo. Hay algunos amigos dando testimonio,

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artistas, las que fueron sus compañeras, en un multimedia no vacío de emociones para quienes lo conocimos.

Y para los que no, una inmensa pregunta recurrente: ¿hasta cuándo tendrá vigencia el arte que se ocupa de los asuntos trascendentes de la humanidad? A juzgar por las estadísticas del hambre y los misiles, del sueño y la avaricia, una vigencia rara que retrasa el reencuentro nos tira el salvavidas de palabras escritas en un libro de vientos; porque hay mucho olvidado para nombrar sin miedos.