pre facio

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 Prefacio [a la pri mera edici ón]  Tod os se pre g un t arán antes deleer es t e libr o q ués ig nifica en este caso utopía . Y o mismo lo hice des de el inicio demi inves tigación, y mis lec tur as me lle varon a des cubri r una impr e sionante cantidad de publicaciones sobre el tema. Unas eruditas, otras literarias, algunas decepcionantes, pero casi todas asombrosamente inte- resadas en establecer una engañosa continuidad entre La repú- blica  de Pla tón y  El capital de K arl Marx. La i nte nción, en algunos insisto—, e s mos trar que e sa s e moc ione s utópica s, c onve rti das e n libros, programas políticos, actitudes colec tivas o movimientos sociales, son consustanciales a la romántica aspiración humana de e ncontrar un paraíso, una tierra sin mal, e n l a profana s uperfi cie terrestre. S i r T homas More public ó su  Utop ía  en 15 16y desde e nt onces, inventando una palabra y un colorido concepto, se pone en mar- cha e ste nero de te xtos l ite rari os: e l re lato de utopías. En Europa, generalmente escritos y formulados en épocas de grandes cam- bi os, e xpre sa n es peranzas c ole ctivas , pri me ro conse rvadoras y lue- go re volucionarias. Hasta e l si glo XVII, cuando el hombre e ur opeo soña ba con la utopí a, l o hac ía proponi e ndo l a re instalación i mpo- sible de l paraíso e n la tierra, o predica ndo l a c onstrucc ión de s ocie - dade s i de ale s profundame nte iguali tari as , justa s y cristiana s. Es l a é poca e n que, para for mul ar l a utopí a, se mir ab a hacia el pasa - do. De spués el hombre e uropeo, c on el apoge o de l rac ionalismo, com e nzará a pres entar la utopía c omo una racional ización alcan- zable e n e l futur o a travé s de soc iedades que inclan innovación,

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    Prefacio[a la primera edicin]

    [15]

    Todos se preguntarn antes de leer este libro qu significa en estecaso utopa. Yo mismo lo hice desde el inicio de mi investigacin, ymis lecturas me llevaron a descubrir una impresionante cantidadde publicaciones sobre el tema. Unas eruditas, otras literarias,algunas decepcionantes, pero casi todas asombrosamente inte-resadas en establecer una engaosa continuidad entre La rep-blica de Platn y El capital de Karl Marx. La intencin, en algunosinsisto, es mostrar que esas emociones utpicas, convertidasen libros, programas polticos, actitudes colectivas o movimientossociales, son consustanciales a la romntica aspiracin humanade encontrar un paraso, una tierra sin mal, en la profana superficieterrestre.

    Sir Thomas More public su Utopa en 1516 y desde entonces,inventando una palabra y un colorido concepto, se pone en mar-cha este gnero de textos literarios: el relato de utopas. En Europa,generalmente escritos y formulados en pocas de grandes cam-bios, expresan esperanzas colectivas, primero conservadoras y lue-go revolucionarias. Hasta el siglo XVII, cuando el hombre europeosoaba con la utopa, lo haca proponiendo la reinstalacin impo-sible del paraso en la tierra, o predicando la construccin de socie-dades ideales profundamente igualitarias, justas y cristianas. Esla poca en que, para formular la utopa, se miraba hacia el pasa-do. Despus el hombre europeo, con el apogeo del racionalismo,comenzar a presentar la utopa como una racionalizacin alcan-zable en el futuro a travs de sociedades que incluan innovacin,

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    desarrollo material, progreso y revolucin. En suma, la nocin deutopa sirvi como un instrumento para poder pensar el futuro ypara negar las sociedades imperfectas de entonces.

    Pero cmo encontrar o aprehender esta categora, o represen-tacin mental colectiva, en las sociedades andinas del siglo XVII,sin acceso generalizado al lenguaje escrito, a los libros y bajo unadura dominacin colonial? La travesa en el territorio de las men-talidades andinas ser riesgosa, mas no imposible. La utopaandina es un conjunto de actitudes y comportamientos socialesque buscan la restauracin de la sociedad indgena derrotada yconquistada por los espaoles. Pero no slo actitudes y comporta-mientos; tambin se expresa en libros, en rituales, en la pintura, enla religin sincrtica, en la fiesta popular, viviendo de preferenciaen la imaginacin, en el inconsciente colectivo de las poblacionesque soportaron la explotacin colonial. As como las utopas delhombre medieval europeo surgieron como esperanzas cristianasinspiradas en textos bblicos, en los Andes la utopa tendr la par-ticularidad de surgir como consecuencia de una original interpre-tacin de la historia indgena dentro de un contexto colonial.

    El telogo ingls Nicholas Lash, en una reunin de trabajo enel Wilson Center, me indic que las ideas utpicas son propias deconciencias que conciben la historia como un proceso lineal, irre-versible y progresivo, no compatible tericamente con las mentali-dades andinas, que ordenaban cclicamente el tiempo, sin nocinde irreversibilidad, unicidad y progreso. Mi libro dar respuesta aesta interesante observacin. En la tercera parte, al hablar de larevolucin en las mentalidades, muestro que los indgenas se ale-jan de sus mitos, de sus divinidades, pero no pueden dejar susrituales, sus ordenamientos polticos, ni los viejos principios bsi-cos que normaban el funcionamiento de sus sociedades. Lo andinose conservar por debajo de un barniz cristiano. Utilizarn la es-critura (Garcilaso, Guaman Poma), los rituales (la fiesta patronal),los cnones artsticos, la religin cristiana y el mismo idioma tra-dos de Europa por los conquistadores: con ellos formularn la uto-pa andina.

    Cmo denominar milenarismos o mesianismos a los mo-vimientos sociales y a las corrientes de opinin que se apoderande las conciencias indgenas en el siglo XVII? Los movimientos

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    milenaristas son producto de mentalidades judeocristianas obse-sionadas por la idea del juicio final y por el temor popular al fin deun milenio. En pocas de grandes dificultades, de crisis, la prolife-racin de la muerte, los empobrecimientos colectivos o los fenme-nos naturales rutinarios son interpretados como signos de la mul-tiplicacin del pecado y la hegemona del demonio. Por eso surgenlos anunciadores del fin del mundo y del advenimiento del reinode Dios, el milenium. El milenarismo viene acompaado por la otraidea, tambin muy cristiana, de salvacin colectiva, de ingreso alparaso terrestre. En los Andes no creo que debamos hablar demilenarismos o mesianismos cuando nos referimos a movimientossociales, religiosos o simplemente a mitos. Todos ellos expresanms bien diversas formas de nativismos o apegos a las tradicionesindgenas.

    Esos viajes fantsticos de los indgenas tupi-guaranes del estehacia el oeste, en busca de una tierra sin mal, nos muestran la origi-nalidad latinoamericana para evadir el presente insoportable. Loseuropeos no necesariamente nos ensearon milenarismo, ni me-sianismo. No nos ensearon a tener ansias por sociedades mejoresporque no podan negar el sistema que ellos mismos haban cons-truido. Por eso prefiero la nocin de utopa, inventada sin preten-siones cientficas por Sir Thomas More, pero que sirve muy bienpara ordenar dentro de una estructura global todos esos elementosdispares, comportamientos anticoloniales, fantasas literarias, ape-go a lo indgena o idealizacin de la historia propia.

    Esta investigacin es adems un ejercicio que ensaya unaaproximacin novedosa a la historia peruana. ste es, evidente-mente, un libro de etnohistoria andina. Pero no la clsica discipli-na que busca descubrir lo peculiar, lo no-occidental, lo inalterableen las estructuras y ordenamientos de un pueblo andino sin escri-tura. He querido ms bien mirar lo nuevo, lo cambiante, la formaaunque parezca paradjico en que la aculturacin impuestaconduce a una revolucin en las mentalidades. O cmo los hom-bres andinos revolucionan sus ideas colectivas para animar y de-sarrollar una identidad que los mantenga vivos, creativos y orgu-llosos de su condicin de indios, frente a los espaoles y criollos.Es ms bien un libro de antropologa poltica, como la concibe LeGoff (1985), porque me intereso por el poder tnico, lo simblico y

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    el ritual. De alguna manera, esta investigacin me ha llevado aidentificarme con aquella frase de Lucien Febvre: No hay historiaeconmica e historia social. Hay simplemente historia, en toda suunidad.

    Tambin debo confesar que he intentado realizar un serio es-tudio de la produccin intelectual, para el perodo y temas queinteresan en este libro, de lo que se suele denominar la tradicionalhistoriografa peruana. He buscado asimismo retomar los logros yresultados alcanzados por especialistas en etnohistoria andina,sean peruanos o extranjeros, para proponer una lectura diferentede la historia peruana de los siglos XVI y XVII. He querido demostrarcmo un pueblo se vuelve creativo dentro de la miseria. HenriqueUrbano, en 1977, propuso una lectura del discurso mtico andinomoderno en funcin de la utopa. As, los milenarismos omesianismos indgenas debamos o podamos entenderloscomo variantes de un discurso utpico andino. Este libro, de algu-na manera, contina esta reflexin y podra ser ledo igualmentedesde el punto de vista de la emergencia del discurso utpico enlos Andes y como otra comprobacin de que las situaciones demiseria revitalizan las utopas sociales.

    Sin embargo mis lecturas me llevaron tambin por otros derro-teros metodolgicos. El siglo XVII, en los Andes peruanos, comoreproduciendo la conducta ortodoxa de represin e intoleranciade la Contrarreforma europea, es la centuria en que los religiosos ylos administradores coloniales bregan incansablemente por impo-ner una cultura oficial cristiana. Un espaol deba restituir lousurpado, respetar el dogma religioso, practicar la liturgia catli-ca, fundar capellanas y amar al prjimo para morir como buencristiano. En cambio, para un indgena ser cristiano significabarenunciar a sus dioses, sus mitos, sus costumbres y su propia mo-ral. Lo nuevo y lo antiguo, lo oficial y lo clandestino, lo europeo y loandino, comienzan a vivir en permanente contradiccin dialcti-ca. No se poda, dadas las caractersticas de la Iglesia de entonces,ser cristiano sin reprimir lo andino. E, igualmente, no se podacontinuar con las prcticas tradicionales sin amenazar a la cultu-ra oficial y al orden colonial. Este enfrentamiento entre culturaespaola y cultura indgena, entre cultura de las lites y cultura

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    popular, se convierte en la contradiccin que conduce a la creacinde una cultura sincrtica.

    Los criollos, los hijos de espaoles, en tanto disfrutaron deprivilegios y beneficios que procedan del sistema colonial, no pu-dieron desarrollar una independencia intelectual para pensar elPer como una nacin diferente de Espaa. Ellos se nutran de lacultura oficial y se esforzaban por imponerla. Los indgenas, in-dios nobles o del comn, los que sufran la dominacin colonialcomo mitayos, tributarios o yanaconas, pensando con categorasoccidentales revolucionarn sus mentalidades para convertir supropia historia, la historia inca, antes odiada y rechazada, en unode los ingredientes fundamentales de sus conciencias y expectati-vas. Mikhail Bakhtin, con su magistral estudio sobre Rabelais, meabri la posibilidad de entender que este proceso conducira alnacimiento del Per moderno.

    Los hombres andinos no vivieron este proceso el nacimien-to de la utopa andina como revolucin, exaltacin o como unaforma dirigida y organizada de lucha anticolonial, sino ms biencomo una fiesta colectiva, como una alegra de vivir, recordar y desentirse diferentes a los espaoles. La risa, la fiesta popular, laalegra profana, como lo ha demostrado Bakhtin para la Europarenacentista, tambin tuvieron en los Andes un valor semejantepara enfrentar a la cultura impuesta por el sistema colonial.Ruggiero Romano, en una carta de noviembre de 1984, me plantea-ba una sugerente pregunta en esta direccin: Si algunos hablandel desgano vital de las poblaciones indgenas como uno de losfactores que explican la cada demogrfica luego de la conquista,acaso podramos hablar de utopa andina como una fuerzacontraria que impulsa un proceso de recuperacin demogrfica?.Desgano vital en el XVI y utopa andina en el XVII es una conclusinque se puede desprender de este libro, pero una estrecha relacinentre mentalidades y demografa como se sugiere en la preguntaanterior queda an como un problema por estudiar.

    Finalmente, debo indicar que la utopa andina constituye unaestructura estable de representaciones colectivas en el Per. Cadagrupo social, cada sector de la sociedad, hace su propia interpreta-cin y su correspondiente representacin de esta utopa. Los cam-pesinos indgenas la han convertido en inkarr, los nobles rebeldes

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    en el regreso del Tahuantinsuyo, los polticos modernos en la pr-dica de una identidad cada vez ms indgena del Per y aun lostcnicos actuales la traducen en programas de recuperacin detcnicas, plantas y animales propios de las ecologas andinas.

    Por eso debo indicar que este libro traduce tambin la coyun-tura social del Per actual. Hay una urgencia por descubrirnos,por descubrir y definir al Per que anmalamente ingresa a otroperodo de modernizacin. Agrnomos, ingenieros, tecnlogos,genetistas han comenzado a dialogar fructferamente conarquelogos, antroplogos e historiadores. La crisis profunda queconmueve al pas, una crisis de los sistemas y modelos occidenta-les, ha lanzado a muchos estudiosos a mirar nuestra propia reali-dad y desde all proponer soluciones. Lo indgena estereotipadoen esa vieja civilizacin prehispnica que pudo alimentar a diezmillones de habitantes, conquistar agrcolamente las regiones dealtura, perfeccionar el cultivo del maz, construir colcas en todaspartes, mantener grandes caminos longitudinales y dar vida a unaorganizacin poltica imperial, es un misterio para muchos estu-diosos y por eso se promueve este dilogo. Vivimos de alguna ma-nera un ambiente utpico, de cambios, desajustes y anomalas so-ciales. Mi libro es tambin un producto de este ambiente. En l, contoda seguridad, se expresan esas angustias, esperanzas y deseospor devolver a las mayoras andinas toda la singularidad de sufuerza creativa en la formacin de la nacin peruana.