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VIDAS ITINERANTES:Apuntes para una teología interreligiosa de la migración

Jaume Flaquer García, sj.

INTRODUCCIÓN .................................................................................................................

1. TRADICIÓN JUDÍA1. Inmigrante como hermano y no como extranjero .............................................2. Ser peregrino en la vida ....................................................................................3. Peregrinaciones horizontales y verticales ..........................................................

2. TRADICIÓN CRISTIANA1. Jesús liberador de los oprimidos .....................................................................2. El modelo de Jesús ..............................................................................................3. Movimiento ascendente y descendente .........................................................

3. TRADICIÓN ISLÁMICA1. Historias de acogida del islam originario .....................................................2. El musulmán, un caminante ...............................................................................3. La ascensión celeste del profeta .....................................................................

CONCLUSIÓN ..................................................................................................................... 30

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INTERNET: www.fespinal.com • Dibujo de la portada: Roger Torres • Edita CRISTIANISME IJUSTÍCIA • R. de Llúria, 13 - 08010 Barcelona • tel: 93 317 23 38 • fax: 93 317 10 94 •[email protected] • Imprime: Edicions Rondas S.L. • ISSN: 0214-6509 • Depósito legal: B-7490-07 • ISBN: 84-9730-180-3 • Depósito legal: B-44.550-07. Diciembre 2007. La Fundación Lluís Espinal le comunica que sus datos proceden de nuestro archivo histórico perteneciente a nues-tro fichero de nombre BDGACIJ inscrito con el código 2061280639. Para ejercitar los derechos de acceso, rectifica-ción, cancelación y oposición pueden dirigirse a la calle Roger de Llúria, 13 de Barcelona.

Jaume Flaquer es profesor de la Facultat de Teologia de Catalunya. Master en EstudiosIslámicos

Con la colaboración de:

El origen de este texto es la conferencia“Religió i immigració. Opció o deure”, organizadapor el Grup de Treball Estable de Religions, el 15de noviembre de 2006.

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INTRODUCCIÓN

La inmigración es uno de los princi-pales retos que tienen planteadas las so-ciedades occidentales y España en par-ticular. Tenemos entre todos el desafíode crear una nueva sociedad donde par-ticipen tanto inmigrantes como autócto-nos. No es suficiente que los inmigran-tes se esfuercen por integrarse nitampoco que el país receptor se preocu-pe por brindar una buena acogida a es-tos nuevos ciudadanos. Es preciso unaverdadera transformación social. El re-sultado no será la suma de los elemen-tos culturales de cada una de las cultu-ras que entran en relación. Las culturasno son “sumables” ya que algunos ele-mentos quedan yuxtapuestos en la nue-va sociedad, otros se mezclan tomandomatices de cada una de ellas y otros ele-mentos son opuestos o incompatibles,como es el caso de muchas leyes y nor-mativas de estructuración social y polí-tica.

Las migraciones son un reto para to-da la sociedad. No solamente para la co-munidad que acoge sino también paralos inmigrantes. Las escuelas y los ser-vicios sociales son normalmente los pri-meros en tener que adaptarse paraafrontar la nueva composición social.No podemos olvidar tampoco el retolingüístico que supone toda migración.

Primero para los inmigrantes, que sabenque la mayoría de sus nietos habrán per-dido su lengua original, si es distinta ala del país de acogida. Y segundo, parael idioma o los idiomas autóctonos por-que necesariamente quedarán colorea-dos por nuevas expresiones y fonemas.Para las lenguas minoritarias de un pa-ís puede planteárseles el reto de la su-pervivencia, puesto que los inmigrantesaprenderán primero la lengua mayorita-ria.

Después de los retos lingüísticos yde los planteados a los servicios socia-les y, a medida que las interrelacionesculturales entre los nuevos ciudadanosy los autóctonos se van multiplicando,van apareciendo retos para los sistemasde valores de los inmigrantes y de losautóctonos. Algunos de los valores que-dan confirmados y otros problematiza-dos o cuestionados ante el encuentro denuevas formas de ver y valorar el mun-do.

Pronto, le llega el turno a las reli-giones. Ante la nueva pluralidad reli-giosa no tienen más remedio que posi-cionarse. La relativa calma en la quevivían mientras eran hegemónicas ensus países respectivos queda brusca-mente alterada cuando tienen que vivirunas al lado de las otras a causa de la

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globalización. Los europeos ya sabe-mos desde hace generaciones que exis-ten diferentes religiones y sistemas devalores, pero este hecho no representaninguna dificultad ni cuestionamientointerno hasta que no se sabe por “expe-riencia”, es decir, hasta que no se expe-rimenta la convivencia con personas deotras culturas y religiones. La presenciade otros credos en el panorama social es,pues, un verdadero reto para las religio-nes. No solamente porque las otras “fes”ponen espontáneamente en cuestión lo“creído desde siempre”, sino porque espreciso crear y aceptar un espacio pú-blico religiosamente “neutro” sin queello signifique ni el laicismo ni el olvi-do de la importancia social de ciertoscredos y tradiciones religiosas.

Debido a todos estos desafíos, el in-migrante puede ser percibido como un“peligro” social, cultural o religioso. Yesto, a pesar de que el inmigrante pue-da ser, a su vez, bienvenido económica-mente, sobre todo si se regulan los flu-jos migratorios según las necesidadeseconómicas.

Mi intención en este escrito es abriruna perspectiva nueva donde el inmi-grante no sea visto ni como un peligroni como una oportunidad económica, si-no como un modelo de persona “libre”o “liberada”, que vive en búsqueda, queanda, que camina en esperanza hacia unfuturo incierto. Es la persona que es ca-paz de dejar “su mundo” para, de algu-na manera, “nacer de nuevo”, escogien-do –esta vez sí– un nuevo país, unanueva lengua y una nueva cultura.

La perspectiva del trabajo será tantosocial como religiosa y espiritual, demanera que pueda ser como una “teolo-gía interreligiosa de la migración”.Desde la perspectiva religiosa, el inmi-grante no es simplemente el pobre quehay que acoger, sino también un mode-lo de vida frente a la sociedad de acogi-da, que vive anclada y estática en su re-alidad. La sociedad de acogida seauto-sitúa normalmente en la perspecti-va del ideal y ve al inmigrante comoaquél que debe inculturarse a nuestra re-alidad, que debe asentarse y estabilizar-se. En cambio, desde otra perspectiva,el ideal no somos nosotros sino él, pues-to que el inmigrante es símbolo del quevive desapegado, des-centrado, y nos-otros los que vivimos anclados, y portanto esclavizados. Este hecho trastocalos papeles y las percepciones desde elnúcleo mismo de las religiones. El in-migrante pasa de ser rechazado a sermodelo de vida.

Analizaremos separadamente la tra-dición judía, cristiana y musulmana. Encada capítulo veremos primero cómocada religión fundamenta religiosamen-te la necesaria acogida del inmigrante.A continuación veremos cómo cada unade ellas tiene como modelo las vidas iti-nerantes, es decir, las vidas de aquellaspersonas que se “descentran”, que salende sí mismos, de su tierra... guiados porDios para ir hacia Dios. Finalmente, encada capítulo veremos cómo no sola-mente hay peregrinaciones horizontalessino también verticales, del mundo ha-cia Dios y de Dios hacia el mundo.

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La buena acogida al inmigrante noes, pues, algo simplemente recomenda-do al piadoso judío si quiere ser perfec-to. Es una cuestión que no está dejada ala buena voluntad del individuo sinoque es ordenada por ley. Por tanto, no sesitúa en el nivel de lo que luego se lla-mó caridad como algo supererogatoriosino en el de la justicia. Este manda-miento se encuentra además en el im-portante capítulo veintidós del libro delÉxodo, dentro de una recopilación le-gislativa llamada Código de la Alianza.Lo importante es que este mandamien-to no está fundamentado en un impera-tivo abstracto sino que queda enraizadoen la experiencia propia del pueblo de

Israel: también él fue extranjero y emi-grante.

Por eso, al apelar a la propia historiadel pueblo, el Dios judío está situandoal inmigrante no como aquel otro queviene a competir por los recursos de unatierra. Tampoco como aquel otro que vaa poner en crisis el sistema establecido.El inmigrante no es un otro sino unigual, porque es inmigrante como lo fueel pueblo de Israel. El inmigrante no esun otro, sino un hermano. Al ser unigual es un inmigrante porque viene delejos, pero no es un extranjero porqueno es un extraño. Es alguien que hablaal pueblo de Israel de su propia historiay a nosotros de la nuestra. El manda-

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1. TRADICIÓN JUDÍA

En el libro del Éxodo vemos que Dios da el siguiente mandamiento asu pueblo: “No explotarás ni oprimirás al inmigrante porque inmigran-tes fuisteis vosotros en Egipto” (Ex 22,20).

1. INMIGRANTE COMO HERMANO Y NO COMO EXTRANJERO

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miento de acoger al inmigrante es, pues,un mandamiento de fraternidad.

1.1. Migración hacia la esclavitudo hacia la liberación

La migración define esencialmenteal pueblo de Israel. No es solamente mi-grante desde que sale de Egipto, sinoque lo es desde el principio de su exis-tencia como pueblo, desde su salida deUr de Caldea. En el libro delDeuteronomio, Dios mismo define laidentidad del pueblo a partir de su his-toria migratoria. Esto es muy importan-te porque esta identidad está formuladasolemnemente por Dios para que seasiempre el referente del pueblo. En elDeuteronomio Dios pone en boca deMoisés estas palabras:

Cuando entres en la tierra que elSeñor, tu Dios, va a darte en heredad,cuando tomes posesión de ella y la habi-tes (…) recitarás ante el Señor, tu Dios:“Mi padre era un arameo errante: bajó aEgipto y residió allí con unos pocos hom-bres; allí se hizo un pueblo grande, fuertey numeroso. Los egipcios nos maltratarony nos humillaron, y nos impusieron duraesclavitud. Gritamos al Señor, Dios denuestros padres, y el Señor escuchónuestra voz; vio nuestra miseria, nuestrostrabajos, nuestra opresión. El Señor nossacó de Egipto con mano fuerte, con bra-zo extendido, con terribles portentos, consignos y prodigios, y nos trajo a este lugary nos dio esta tierra, una tierra que manaleche y miel” (Dt 26,1ss).

En este texto vemos cómo hay dosmovimientos en la migración: hay unoque lleva a ser esclavizado en tierra ex-tranjera, y otro que conduce a la libera-

ción. Se trata, pues, de dos experienciascontrapuestas que pueden vivir los in-migrantes en nuestra tierra, la de sentir-se liberados o la de sentirse esclaviza-dos. Ello depende de las condiciones deacogida que les proporcione nuestra so-ciedad. Se trata de una liberación cuan-do todos aquellos que salen de sus paí-ses huyendo del hambre, la guerra, lapersecución política, o de un futuro sinesperanza, encuentran aquí una tierra delibertad y de oportunidades. Sin embar-go, esta tierra es, para muchos, tierra deesclavitud cuando son explotados consalarios humillantes, se les niegan lospapeles para trabajar y no se les alqui-lan viviendas por ser extranjeros. Denosotros depende, pues, que los inmi-grantes vivan o bien la experiencia deesclavitud de los israelitas en Egipto obien la de los que están como en casa,es decir, en su tierra prometida.

1.2. La liberación debe llegar apobres y a inmigrantes

En otro texto del Deuteronomio en-contramos, de nuevo, el precepto desostener al inmigrante, al mismo tiem-po que a los levitas –tribu de Israel ca-rente de tierras–, a las viudas y a loshuérfanos:

Cuando termines de repartir el diezmode todas tus cosechas, cada tres años, elaño del diezmo, y se lo hayas dado al le-vita, al emigrante, al huérfano y a la viudapara que coman hasta hartarse en tus ciu-dades, recitarás ante el Señor, tu Dios:“He apartado de mi casa lo consagrado:se lo he dado al levita, al emigrante, alhuérfano y a la viuda, según el preceptoque me diste” (Dt 26,12-13).

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El israelita debe repartir sus bienesentre los pobres y, entre ellos, son men-cionados los inmigrantes. El levita, lacasta sacerdotal, es mencionado porqueno ha recibido una herencia de tierras alllegar a la tierra prometida (cfr. Dt14,27) y necesita ser sustentado por lasdemás tribus. Este reparto no debe sermezquino sino que permita que comanhasta hartarse. El deber de repartir losbienes proviene, por un lado, de que sonun don gratuito de la tierra que mana le-che y miel. Por tanto, no son una pro-piedad individual basada en los méritosdel trabajo personal. Y por otro lado,proviene de la voluntad divina de quetodos puedan disfrutar de este don uni-versal. La experiencia de la liberacióndebe alcanzar a todos. Es preciso, portanto, proteger los derechos de aquellos,que por ser pobres, tienen el peligro detener que venderse a sí mismos comoesclavos para poder sobrevivir.

La tierra es de todos. Por ello, y por-que la tendencia del pecado del hombrelleva a privatizar la propiedad común ya concentrarla cada vez en manos demenos personas, se establece la cele-bración del año jubilar cada 50 años, enel que hay una liberación de los escla-vos y una redistribución de los bienes.El libro del Levítico lo formula así:

Santificaréis el año cincuenta y pro-mulgaréis manumisión en el país para to-dos sus moradores. Celebraréis jubileo,cada uno recobrará su propiedad y retor-nará a su familia (Lv 25,10).

Los esclavos son liberados y las pro-piedades “esclavizadas” en manos dealgunos vuelven a sus propietarios. Estemandamiento es de tal radicalidad quese comprende que jamás fuese puesto en

práctica históricamente. El respeto porel inmigrante lleva también a asegurarque no es explotado en su trabajo y querecibe el merecido descanso igual quecualquier otro trabajador.

El día séptimo es un día de descansodedicado al Señor, tu Dios: no harás tra-bajo alguno, ni tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tuesclavo, ni tu esclava, ni tu ganado, ni elemigrante que viva en tus ciudades (Ex20,10).

El descanso obligatorio un día a lasemana es para el judío la garantía deque el trabajo no será esclavizante. Laliberación que Dios ofrece debe abarcara toda la creación, incluida la tierra y elganado.

Según una interesante interpretaciónjudía tradicional del descanso del sába-do, los treinta y nueve trabajos que noestán permitidos el sábado son aquellosque eran necesarios para la construccióndel Templo. Según esto, el hombre ju-dío trabajaba para el Templo durante lasemana y descansaba el sábado. Es de-cir, toda la semana estaba dedicada a laconstrucción del Templo y, paradójica-mente, el sábado quedaba liberado de él,de manera que ni la religión ni Dios mis-mo fuesen tampoco instrumentos de unanueva esclavitud. Dios liberaba así alhombre de Sí mismo.

1.3. Mandamiento comoagradecimiento

El Deuteronomio presenta la libera-ción de la esclavitud no como premiopor el cumplimiento de los mandamien-tos sino como argumento utilizado porDios para convencer a su pueblo de Sufidelidad. Por ello, los mandamientos de

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Dios no son condición de la salvaciónsino prueba y signo de ella. Los manda-mientos son dados a los que han sidosalvados de la esclavitud de Egipto. Porello, Dios espera que el pueblo los cum-pla como agradecimiento y signo de lasalvación. Es verdad que el Deuterono-mio incluye bendiciones y maldicionesa los que no cumplan los mandamien-tos; pero, más que como castigos, hayque entender las maldiciones como re-sultado de la ruptura unilateral de laAlianza.

De hecho, la estructura de la Alian-za sellada entre Dios y su pueblo inscri-ta en el Deuteronomio es la misma quela de las alianzas de los antiguos reyeshititas. El autor del quinto libro de laTorah se inspira en estos tratados paraaplicarlos a la relación del pueblo conDios. La estructura de estos tratadossiempre era la misma: después de la pre-sentación del nombre y los títulos de losdos reyes, había un prólogo histórico enel que se relataba la historia de las rela-ciones de fidelidad y ayuda mutua entrelos dos reinos. A continuación, se pre-sentaba el tratado propiamente dicho, esdecir, las estipulaciones y los acuerdosentre los dos reinos. Para sellar este pac-to, se invocaba a los dioses de cada rei-no como testigos del mismo, se recita-ban unas maldiciones si se transgredíael acuerdo, y se acababa con una fór-mula de bendición.

Siguiendo el mismo esquema, laalianza entre Dios y su pueblo delDeuteronomio no presenta tan sólo losmandamientos sino que va precedida deun prólogo en el que se relata la fideli-dad de Dios con su pueblo y su acciónliberadora (cfr. Dt 5,6). Dada la mono-

latría de Israel, los testigos presentadosno son dioses sino, normalmente, el cie-lo y la tierra (cfr. Dt 30,19). Las maldi-ciones no faltan ni tampoco la bendiciónprometida (cfr. Dt 27,15ss). Los trata-dos se inscribían en piedra, plata u oro,en dos copias idénticas, una para cadarey. Esta copia debía guardarse en eltemplo significando su sacralidad.Asímismo, Israel grabó en piedra (cfr.Dt 27,8) su Alianza, la guardó en el Arcay después en el Sancta Sanctorum delTemplo.

Los mandamientos hay que inter-pretarlos, pues, como si Dios dijese a losisraelitas: “Has sido liberado de la es-clavitud, ¡vive como hombre libre! Aquítienes los mandamientos como signo detu libertad”. Estos son la prueba de la li-beración y no su condición, puesto quela salida de Egipto ya se ha realizado.

1.4. Olvido de la liberación

El riesgo constante del emigrante is-raelita es el del olvido de que ha sido li-berado, de que la prosperidad de la quegoza en la nueva tierra es un don y noun fruto de sus propios méritos.

Guárdate de olvidar al Señor, tu Dios,(…) No sea que cuando comas hasta har-tarte, cuando te edifiques casas hermosasy las habites, cuando críen tus reses yovejas, aumenten tu plata y tu oro y abun-des de todo, te vuelvas engreído y te olvi-des del Señor tu Dios, que te sacó deEgipto, de la esclavitud. (…) Y no digas:“Por mi fuerza y el poder de mi brazo mehe creado estas riquezas” (Dt 8,11-17).

Dios advierte a su pueblo del olvidode haber sido liberado, de haber sidoemigrante. Este olvido es la tentación de

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cualquier emigrante. El pueblo españoltambién corre el riesgo de olvidar quefue emigrante hacia Europa y que tam-bién hubo migraciones masivas dentrode España misma. A veces nos sorpren-demos viendo que algunos de estos an-tiguos emigrantes rechazan con gran ve-hemencia a los nuevos inmigrantesllegados de otros países, olvidando quellegaron en las mismas condiciones depobreza. Si viviesen agradecidamentesu bienestar actual no afirmarían queellos sí se merecen lo que tienen frentea los recién llegados diciendo: “por mifuerza y el poder de mi brazo me he cre-ado estas riquezas” (Dt 8,17).

A veces, incluso, vemos a inmigran-tes que después de un esfuerzo de inte-gración en la nueva sociedad, rechazana los recién llegados de su propio país,por temor a ser confundidos con uno deellos y perder esa aceptación en su ám-bito social que tanto le había costadoconseguir.

1.5. El Dios guía del emigrante

El Salmo 23 es también paradigmá-tico de la relación de Dios con su pue-blo emigrante. Dios se presenta como elbuen pastor que guía a Israel hacia losbuenos prados, para que coma y repose.Igual que en los textos del Éxodo, Diosaparece aquí como acompañante y guíade su pueblo en marcha. Dios está, pues,principalmente con los pobres emigran-tes.

El Señor es mi pastor: nada me falta;/ en verdes praderas me hace recostar; /me conduce hacia fuentes tranquilas y re-para mis fuerzas; / me guía por el sende-ro justo haciendo honor a su nombre; /

aunque camine por cañadas oscuras, /nada temo, porque tú vas conmigo. / Tuvara y tu cayado me sosiegan.

Con la vara guía al rebaño y con elcayado lo protege. Este salmo está es-crito en un contexto de crítica a otrosguías que llevan el rebaño a la perdi-ción. La guía divina está delegada en elrey y éstos a menudo llevan al pueblo asu perdición. Las críticas las encontra-mos en todos los libros proféticos. EnEzequiel leemos lo siguiente:

Esto dice el Señor: ¡Ay de los pasto-res de Israel que se apacientan a sí mis-mos! ¿No son las ovejas lo que tienen queapacentar los pastores? Os coméis su en-jundia, os vestís con su lana; matáis lasmás gordas, y las ovejas no las apacen-táis. No fortalecéis a las débiles, ni curáisa las enfermas, ni vendáis a las heridas;no recogéis a las descarriadas, ni buscáisa las perdidas y maltratáis brutalmente alas fuertes. Al no tener pastor, se desper-digaron y fueron pasto de las fieras salva-jes. Mis ovejas se desperdigaron y vaga-ron sin rumbo por los montes y altoscerros; mis ovejas se dispersaron por to-da la tierra, sin que nadie las buscase si-guiendo su rastro. (Ez.34,2-6).

A partir de esta teología de las mi-graciones podemos interpretar estetexto desde la crítica a los gobernantesde tantos países que por sus políticasnefastas, dictaduras y corrupciones,provocan las emigraciones masivas,los refugiados políticos y los desplaza-mientos de población. Se aprovechande la gente, comen su enjundia y se vis-ten con su lana y desatienden las nece-sidades sociales, no curan a las enfer-mas ni vendan sus heridas. Por ello, losemigrantes y refugiados huyen como

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las ovejas que se desperdigaron y va-garon sin rumbo por los montes. Estoes exactamente lo que viven los africa-nos que suben por Argelia y vagan porMarruecos intentando pasar a Europa,escondiéndose de la policía.

Esas fieras salvajes, de las que sonpasto, son también esos proxenetas queobligan a prostituirse a las rumanas sindejarles nunca acabar de pagar su viaje,esos vendedores de pasajes hacia la tie-rra prometida que exigen cifras desor-bitantes, o esos estafadores de inmi-grantes que les prometen unos papelesfalsificados que nunca acaban de llegar.

1.6. El Dios acogedor

Este mismo Salmo 23 presenta acontinuación otra imagen de Dios en re-lación con su pueblo emigrante: el Diosacogedor del nómada del desierto:

Me preparas una mesa frente a losenemigos, / Me unges la cabeza con per-fume, mi copa rebosa.

Hay que imaginarse al beduino ca-minando por el desierto, huyendo de los

enemigos, sediento y hambriento, queencuentra la acogida, en una tienda, dealguien que prepara un banquete repa-rador, con buen vino, con agua y perfu-mes para lavarse del viaje.

1.7. Adán, el primer desplazado

Es interesante darse cuenta de quedesde que la humanidad existe hay des-plazados y que la causa no es otra que elpecado del hombre.

El Génesis lo explica simbólicamen-te con el relato de Adán y Eva. La ego-latría humana que está en la raíz de susalida del jardín del Edén, es la causa detodos los desplazados. Las injusticias,las búsquedas de poder, las corrupcionesy las guerras, son pecados que generandesplazados. Adán es, pues, el primerdesplazado. De igual manera, Caín ten-drá que vivir toda su vida vagando des-pués del asesinato de su hermano Abel.La segunda generación de la humanidadbíblica sufre también el desplazamientodebido al pecado del hombre, sea éstepropio o ajeno.

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2. SER PEREGRINO EN LA VIDA

Hasta aquí hemos hablado de lasmigraciones en busca de una vida me-jor y de migraciones causadas por lasinjusticias. Ahora vamos a cambiar laperspectiva mostrando cómo en laBiblia el peregrino es presentado comomodelo de vida en contra de la estabi-lización que supone el sedentarismo.

Sin duda, el emigrante concreto no vi-ve siempre su vida como peregrino, esdecir, desde una profundidad espiritualy una cierta mística. Pero esto no impi-de que pueda continuar siendo un sím-bolo de una vida sin anclajes ni atadu-ras, en permanente búsqueda. Así loentiende la tradición bíblica con las fi-

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guras de Abraham y de Moisés, espe-cialmente.

2.1. Abraham, en marcha haciaun futuro incierto

Abraham es el paradigma del emi-grante que vive su vida como peregrino.Vive desde la fe, desde la promesa, enesperanza, como la de tantos emigran-tes que buscan su tierra prometida. Lapromesa, sin embargo, no siempre pro-viene de alguien fiable y por eso mu-chos inmigrantes despiertan de su sue-ño al poco tiempo de llegar a Europa.Aquel paraíso terrenal anhelado se con-vierte en un duro desierto pedregoso. Esun desierto porque el emigrante se en-cuentra en radical soledad a pesar de es-tar rodeado por una muchedumbre cuyalengua no entiende ni comprende suscostumbres. Este desierto afectivo sóloqueda aliviado puntualmente por aquelfamiliar o amigo que le acogió los pri-meros meses de estancia o que le invitóa venir, pero pronto se da cuenta de quetendrá que buscarse su propio futuro. Esun desierto pedregoso porque no es fá-cil avanzar y todo parecen ser obstácu-los para poder labrar aquella tierra y recoger los frutos. Como Abraham, elemigrante vive en esperanza, confiadoen una promesa:

El Señor dijo a Abrán: Sal de tu tierranativa y de la casa de tu padre, a la tierraque te mostraré. Haré de ti un gran pue-blo, te bendeciré, haré famoso tu nombre,y servirá de bendición (Gn 12,1-2).

Abraham vive abierto al futuro, mi-rando hacia delante con fidelidad y enconfianza. A pesar de las dificultades,Abraham es firme en su fe. Tiene la

suerte de fiarse de la persona correcta,su Señor. Otros emigrantes, en cambio,no tienen tanta suerte y son engañadospor las mafias, como las que obligan aprostituirse a las jóvenes rumanas.

La figura de Abraham es modélicaporque no vive aferrado a su tierra ni asus costumbres, sino que vive su vidaen perpetuo movimiento y en perpetuabúsqueda. Es la actitud contraria a to-do tipo de fundamentalismos, que ab-solutizan textos fundadores, tradicio-nes religiosas –¡o civiles!–, lenguas,tierras, etc. Es cierto que todo esto hayque respetarlo y valorarlo porque el serhumano no existe nunca de maneraneutra culturalmente. Siempre vive in-serto en una cultura o en una síntesispersonal de elementos culturales dife-rentes. Esa cultura forma parte de laidentidad misma del individuo. Porello, atentar contra esa cultura es inter-pretado como un atentado contra eseindividuo o ese grupo social. El pro-blema es que cuando esta idea se llevaal extremo, surgen espontáneamentemovimientos de resistencia armadaque justifican su lucha como legítimadefensa de la cultura, de la lengua, dela tierra o de la religión, o de cualquierelemento cultural o religioso que seeleve a la categoría de absoluto y quese identifique a la vez con la esencia deun pueblo o nación.

2.2. Abraham acoge a los tresvisitantes

El relato de la acogida que Abrahamofrece a los tres misteriosos visitantes(cfr. Gn 18,2) ha sido también elevadoa paradigma de acogida del emigrante.

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Los tres hombres aparecen como men-sajeros de Dios junto al encinar deMambré. Al verlos de lejos, Abrahamno espera su llegada sino que corre a suencuentro, es decir, toma la iniciativa yatiende a estos hombres necesitados an-tes de que se lo pidan. También el padreen la parábola del hijo pródigo corre asu encuentro (cfr. Lc 15,20). Abrahamhace que les laven los pies, les da des-canso bajo el árbol y les ofrece pan pa-ra que recuperen las fuerzas. Esta acti-tud representa la actitud activa que debetener nuestra sociedad en su acogida delos inmigrantes.

Dios habla a Abraham a través de es-tos hombres como símbolo de que elDios peregrino de Israel está especial-mente con aquellos que marchan y semueven. Además, en una cultura nóma-da como la antigua judía, la sacralidadde la acogida del caminante que pasa sefundamenta en la presencia del mismoDios en el peregrino, que es considera-do como mensajero de Dios.

2.3. La peregrinación continúa

Los descendientes de Abrahamcontinúan viviendo desde la promesade la tierra, peregrinando de un país aotro. Abraham, antes de morir, hace ju-rar a su criado que no buscará paraIsaac, su hijo, a ninguna cananea pormujer, sino que irá a su tierra natal abuscar una mujer. Vemos aquí la acti-tud de muchos inmigrantes, especial-mente cuando hay diferencias cultura-les notables, que hacen lo posible paraque sus hijos se casen con mujeres desu país de origen y buscan intermedia-rios para que encuentren ahí una mujer

para sus hijos. En los procesos migra-torios, mientras no haya matrimoniosmixtos, las comunidades continuaránviviendo yuxtapuestas unas al lado deotras, pero sin integrarse realmente.

Según el relato bíblico, la peregrina-ción continúa, porque Jacob, el hijo deIsaac, ha de pasar su vida huyendo portemor a ser asesinado, hasta volver aCanaán. A pesar de emigrar con toda sufamilia a Egipto forzados por el hambre,querrá ser enterrado en Canaán, comotantos emigrantes de la primera genera-ción que desean descansar en su tierranatal, a pesar del alto precio que tienenque pagar por ello.

2.4. El Dios peregrino

El Dios bíblico es un Dios que pe-regrina con su pueblo peregrino. El no-madismo del pueblo se correspondecon el de Dios. Por eso sólo Yahvé po-día ser el Dios de Israel. Es un Dios quecamina a su lado. En el Génesis ya senos dice que Dios paseaba por el jar-dín tomando el fresco (Gn 3,8), cuan-do Adán y Eva estaban en el paraíso te-rrenal. También se nos dice que elSeñor bajó a ver la ciudad y la torre[de Babel] que estaban construyendolos hombres (Gn 11,5), y en elEclesiástico que la Sabiduría de Dioshabita entre su pueblo:

Por todas partes busqué descanso yuna heredad donde habitar. El creador deluniverso me ordenó, el creador estableciómi morada: Habita en Jacob, sea Israel tuheredad (Ecl 24,7-8).

En el Éxodo Dios asegura aMoisés que Yo en persona iré cami-

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nando para llevarte al descanso (Gn33,14). Este peregrinar de Dios juntoa su pueblo es el distintivo de Yahveh.

Moisés dice:

¿En qué se conocerá que yo y mipueblo gozamos de tu favor sino en el he-cho de que vas con nosotros? Esto nosdistinguirá a mí y a mi pueblo de los de-más pueblos de la tierra (Gn 33,16).

El peregrinar de Dios queda simbo-lizado por el Arca de la Alianza quesiempre acompañaba al pueblo. Laimagen del acarreamiento del Arca enla tierra se correspondía con la imagende los cuatro ángeles portadores delTrono de Dios en el cielo. Esta imagenes tanto judía como cristiana e inclusomusulmana.

En el Arca se guardaban las tablasde la ley, las palabras de la Alianza deDios con su pueblo. Estas palabras deDios eran Su Palabra y representabanSu presencia. El pueblo acarreaba elArca y la llevaba consigo incluso en al-gunas batallas como protección. Cadavez que se asentaba el pueblo en un lu-gar determinado, plantaba una tiendadel encuentro donde ponía el Arca. Unanube la cubría protegiendo su trascen-dencia, velando su presencia.

Dios se comunica a Moisés tras unanube, que también está presente en elTabor cuando Jesús se transfigura. Lanube, como un velo, oculta y revela ala vez. Oculta protegiendo a Dios, y lorevela a su vez, puesto que, como la luzdel sol, Dios no puede ser visto si no esa través de un velo.

El velo y la nube permiten distin-guir la forma del sol ocultándolo a suvez.

2.5. La tentación desedentarización

Una vez que el pueblo se ha conver-tido en sedentario, en la tierra prometi-da, intentará sedentarizar también aDios. Por eso David quiere construir unTemplo y Dios se opone al principio:

Así dice el Señor: “¿Eres tú quien meva a construir una casa para que habite enella? Desde el día en que saqué a los is-raelitas de Egipto hasta hoy no he habita-do en una casa, sino que he viajado deacá para allá en una tienda que me servíade santuario. Y en todo el tiempo que via-jé de acá para allá con los israelitas, ¿en-cargué acaso a algún juez de Israel, a losque mandé pastorear a mi pueblo, Israel,que me construyese una casa de cedro?”(II Sam 7,5-7).

A pesar, pues, de haber muchos tex-tos en los que se legitima la construc-ción del Templo de Salomón, no deja depresentarse en otros como una posibletentación de idolatrización de Dios. Lomismo ocurre con la institución de lamonarquía: el pueblo de Israel pide es-tar gobernado por un rey como los pue-blos vecinos y Dios no lo acepta másque a regañadientes puesto que el rey essímbolo de sedentarización.

Por todo ello, la institución delTemplo continúa siendo tan discutida entiempos de Jesús, rechazada por los ese-nios y criticada por los fariseos por ile-gitimidad de sus representantes. Jesúsmismo echa a los mercaderes delTemplo y profetiza su destrucción y re-construcción en tres días. Hoy en día,los judíos creen no tener potestad de edi-ficarlo de nuevo. Ésta será la tarea delMesías cuando venga al final de lostiempos.

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Este Dios, no solamente advierte aIsrael que debe continuar siendo pere-grino a pesar de establecerse y perma-necer en la tierra prometida, sino queprohíbe fijarlo, acotarlo y limitarlo enformas y espacios. En espacios, en cuan-

to que la presencia de Dios no está limi-tada al Templo, y en formas, en cuantoque ninguna forma le contiene. EsteDios peregrino prohíbe su representa-ción puesto que significaría fijarle y es-tablecerle en una forma determinada.

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3. PEREGRINACIONES HORIZONTALES Y VERTICALES

Hasta ahora, todos los movimientosde los que hemos hablado han sido “ho-rizontales”: de Ur de Caldea a Canaán,de Canaán a Egipto y de Egipto a Israel.Estos viajes se hacen desde Dios y conDios. Desde Dios ya que es éste quienordena comenzar el viaje para ir a otratierra y con Dios porque Dios acompa-ña a su pueblo en el caminar. Pero hayotros viajes: los viajes verticales, que sehacen hacia Dios, para entrar en su pre-sencia. Se trata de otras migraciones queson fundamentalmente peregrinacionesinteriores que se expresan con imágenesde ascensiones en cuerpo y alma.

La Biblia relata que algunos profe-tas han subido al cielo, Henoc y Elías,por ejemplo. En la escala de Jacob ve-mos a los ángeles subiendo y bajando.Este movimiento de ascensión del hom-bre sólo es posible porque Dios des-ciende primero para elevarnos hacia él.Por eso Isaías dice:

Como bajan la lluvia y la nieve del cie-lo y no vuelven allá sino después de em-papar la tierra, de fecundarla y hacerla

germinar (…) así será mi palabra, que sa-le de mi boca: no volverá a mí vacía (Is55,10s).

Esta misma experiencia es subraya-da aun mucho más en el cristianismo.En su ascensión, Jesús no vuelve con lasmanos vacías, sino llevándonos de lamano, a imagen de esos iconos donde seve a Jesús sacando del infierno a Adány Eva, tomándolos de las manos.

Dios es, pues, peregrino con su pue-blo en su movimiento horizontal y en sumovimiento vertical. Uno de los pasajesmás emblemáticos de esta ascensión pa-ra encontrarse con Dios es el de la re-velación en el Sinaí. En éste, como entantos otros relatos, el hombre asciendesolo para encontrarse a solas con Dios,pero esto no significa que se trate de unamística individualista. Estos encuentrosllevan siempre consigo una misión.Dios se comunica comprometiendo alhombre. Moisés no se queda en la mon-taña, sino que desciende para guiar a supueblo. Estas ascensiones hacia Diospermiten vivir el caminar por el mundo

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desde Dios y con Dios. El éxodo deEgipto hacia la tierra prometida tiene suraíz en una ascensión de Moisés al mon-te Horeb, donde es atraído por una zar-

za ardiendo. Dios le comunica en esemomento que ha visto la opresión de supueblo y que le elige para hablar alFaraón.

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Jesús concibe su misión como libe-rador de toda clase de oprimidos: po-bres, esclavos, ciegos, enfermos… En lasinagoga de Nazaret, Jesús se atribuyelas palabras de Isaías:

El Espíritu de Dios está sobre mí, por-que me ha ungido para anunciar a los po-bres la Buena Nueva, me ha enviado aproclamar la liberación a los cautivos y la

vista a los ciegos, para dar la libertad a losoprimidos. (Lc 4,18).

Los milagros de Jesús, más que sermanifestaciones del poder de Dios paraque la gente crea en él, son signos de quese empieza a crear una nueva sociedaden la que los pobres, oprimidos, inmi-grantes, enfermos, etc., tienen la prima-cía. Aunque el cristianismo sea una re-

2. TRADICIÓN CRISTIANA

La religión cristiana asume toda esta tradición judía anterior, lo cualsignifica que lo dicho hasta ahora vale también para el cristianismo. Porello, esta segunda parte será más breve que la anterior. La Pascua estambién una fiesta esencial en la fe cristiana y la Biblia judía es asumi-da en bloque como inspirada. Esto se hace cristificando la herenciajudía, es decir, a partir de ahora, el Dios que camina con y entre loshombres, la Sabiduría que planta su tienda en Israel (Ex 40,34-35; 1Re8,10-13) y la Palabra que sale de la boca de Dios y no vuelve a él vacía(Is 55,11), tiene un nombre: Cristo Jesús. Dios es Dios-con-nosotros enCristo. El Arca de la Alianza y el Templo en el que ésta se guarda, sondestruidos y reconstruidos en tres días en Cristo. Por eso, el Dios pere-grino de Israel, que caminaba con su pueblo al ser transportado en elarca, ahora camina humanamente, por Galilea, de pueblo en pueblo,anunciando el reino de Dios, llamando a una nueva manera de relacio-narse los hombres entre sí y con Dios.

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1. JESÚS LIBERADOR DE LOS OPRIMIDOS

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ligión sin una propuesta política con-creta, a diferencia del islam por ejem-plo, a partir de la interpretación clásicade aquel “dar al César lo que es delCésar y a Dios lo que es de Dios”, nosignifica en absoluto un espiritualismo.El cristianismo denuncia todas las rela-ciones de opresión y discriminación. Laseparación entre Dios y César, sobre to-do en el mundo antiguo, implica clara-mente que no se puede idolatrar ningúnpoder terreno... Por eso los cristianosfueron hasta el martirio por negarse aproclamar que “el César es Señor”.

Cuando Jesús se presenta como li-berador está asumiendo funciones divi-nas, las del Dios que libera a su pueblode Egipto. Por ello, Jesús es considera-do como blasfemo y tiene que huir de lasinagoga.

1.1. Jesús y los extranjeros

Jesús tiene un aprecio especial porlos extranjeros en cuanto a su condiciónde rechazados. Sin embargo, probable-mente, Jesús fue el primero en sorpren-derse e ir tomando conciencia de que sumisión no sólo se reducía a las ovejasdescarriadas de Israel sino que Diosllamaba también a los paganos a la con-versión. Jesús se sorprende varias vecesen el evangelio de la fe de los paganosy los pone como modelo ante los judí-os. Sólo dos veces alaba la fe de alguien,y se trata de dos paganos; en cambiomuchas veces reprocha la falta de fe delos “suyos”. Uno de los textos paradig-máticos es el de la cananea (Mt.15,22ss) donde ella le suplica que curea su hija pidiendo poder comer de lasmigajas que caen de la mesa de los

amos. La mesa de los amos se refiere alpueblo judío. La mujer pide, pues, par-ticipar de su mismo destino de salva-ción. Jesús queda también admirado dela fe del centurión que le pide la cura-ción de su criado, pero reconociendocon humildad y con fe: “No soy dignode que entres en mi casa sino que bastauna palabra tuya” (Mt 8,8). En el evan-gelio de Marcos es otro extranjero ycenturión el primero en confesar al piede la cruz que “verdaderamente estehombre era Hijo de Dios” (Mc 15,39).

Otro pasaje emotivo y significativoes el de la samaritana (Jn 4,1-42). Lossamaritanos, sin ser propiamente pa-ganos, tampoco son considerados ple-namente como judíos por su desvincu-lación del templo de Jerusalén. Lasamaritana acaba pidiendo el agua (delbautismo) (Jn 4,8ss) después de reci-bir un trato exquisito por parte deJesús.

Jesús no se detiene a predicar sola-mente en Israel sino que atraviesa ellago de Tiberíades en dirección aOriente. La otra orilla es tierra paganay Jesús realiza aquí milagros comosigno de que la fe es también ofrecidaa ellos. El evangelio de Marcos pre-senta incluso dos relatos de la multi-plicación de los panes, uno realizadoen la orilla judía (Mc 6,30-44) y el otroen la orilla pagana (Mc 8,1-9). En elprimer relato sobran doce cestas de pa-nes, que representan a los doce após-toles, y en el otro sobran siete, que re-presentan a los siete diáconosdedicados a la atención de la primitivacomunidad grecoparlante de Israel.

El cristianismo amplía, pues, elconcepto de pueblo a toda la comuni-

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dad de creyentes, sean éstos de cual-quier raza o nación. Este universalis-mo e igualdad radical de todas las ra-zas estará también presente en elislam. A pesar de ciertas realizacioneshistóricas deplorables del cristianismo

y del islam, estas religiones son esen-cialmente anti-racistas, aunque por sumisma teología puedan caer –y han ca-ído– en una tentación ausente en el ju-daísmo, que es el proselitismo irrespe-tuoso.

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2. EL MODELO DE JESÚS

2.1. Jesús como peregrinomodélico

Jesús vive su vida en constante pe-regrinar por la tierra de Israel. Va pa-sando por los pueblos anunciando laBuena Nueva del Reino. No permane-ce en cada sitio más que lo necesario.Se escabulle de los pueblos que le re-chazan, como cuando le intentan ape-drear después de su predicación en lasinagoga de Nazaret (Lc 4,28-30), ytambién desaparece cuando intuye quele quieren hacer rey. Después de lamultiplicación de los panes, en el rela-to de san Juan, Jesús rechaza ser coro-nado rey y continúa su vida de pere-grino junto con sus discípulos. Lagente le persigue para coronarlo por-que les ha alimentado. Dan la vuelta allago de Tiberíades intuyendo dónde ibaa desembarcar. Allí, Jesús empieza sudiscurso sobre el pan de vida (cfr. Jn6,26-58), en el que la multiplicación delos panes era sólo un prólogo a modode contraste con el discurso posterior.Pronto, la gente comprende que el sen-tido del pan de vida es la donación devida de Jesús.

Comer de ese pan, compromete alhombre a dar la vida como lo haceJesús. Por eso la gente empieza a aban-donarlo hasta dejarlo solo con los dis-cípulos.

Jesús aparece en los evangelios ro-deado de gente durante el día y comohombre que se retira a orar en lugaressolitarios al caer la tarde y al amanecer(Mc 1,35; Mt 14,23). La imagen queJesús tiene en la tradición mística mu-sulmana es precisamente la del pere-grino que vive en total pobreza y des-prendimiento. Los monjes y eremitasdel desierto, su vida austera y espiri-tualidad, conformaron la visión que latradición musulmana se fraguó de la fi-gura de Jesús. El punto de apoyo de losEvangelios es especialmente el relatode los cuarenta días de Jesús en el de-sierto (Mt ,1-11). Son también de unainfluencia decisiva los textos que criti-can a los ricos. El maestro sufí Hasânal-Basrî (s.VIII) dice lo siguiente:

Jesús vestía un hábito hecho de lanatosca, se alimentaba del fruto de los ár-boles y dormía en cualquier lugar dondela noche le sorprendía.

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La imagen de Jesús peregrino vienecorroborada por el desarrollo de la fra-se de Jesús: “Las zorras tienen guaridasy las aves del cielo nidos; pero el Hijodel Hombre no tiene dónde reclinar lacabeza” (Lc 9,58). Al-Ghazalî (s.XII)cuenta lo siguiente sobre Jesús:

Jesús tomó una piedra para hacerlaservir de cojín para dormir. El demonio sele acercó y le dijo: ¿No habías renuncia-do a este mundo a favor del otro? Jesúsrespondió: Sí. ¿Qué quieres decir? El de-monio dijo: Si tomas esta piedra como co-jín es disfrutar de este mundo. ¿Por quéno pones la cabeza sobre el suelo? Jesúslanzó lejos la piedra y recostó la cabezasobre el suelo.

Algunos autores sufíes ven este ras-go de Jesús como algo tan característi-co en él que llegan incluso a poner enrelación la palabra mesías –de origen in-discutiblemente hebreo– con el verboárabe masaha, que significa –según unade sus acepciones– “medir a palmos latierra”. Jesús, con tanto caminar, cono-cería las dimensiones de su tierra. Aúnmás significativo es haber relacionadoel término mesías con el de sâha, quesignifica “viajar”, “peregrinar”…Desde esta perspectiva, Jesús es masîh(mesías) porque es el sâ'ih, el peregrinopor excelencia.

2.2. Jesús como emigrante

Esta imagen de Jesús como viajerose apoya en varias indicaciones presen-tes en los evangelios canónicos. Una deellas es la huida de José, María y Jesúsa Egipto huyendo de Herodes (Mt 2,13-21). La tradición popular egipcia ha ido“alargando” este viaje cada vez más ha-

cia el sur creyendo ver indicios de supresencia mucho más al sur de El Cairo.Sea lo que fuera, los evangelios no ofre-cen ningún detalle de esta huida y tam-poco les interesa la historicidad del he-cho sino el significado teológico. Tansólo les interesa poner de relieve queJesús ha seguido el mismo camino delpueblo de Israel. Jesús Salvador quedaintrínsecamente relacionado con la libe-ración de Israel de Egipto. En la liturgiapascual se proclama: “Jesús es nuestraPascua”, es decir, en Jesús ha pasado elSeñor salvador, igual que pasó salvan-do al pueblo de las manos del Faraón.

Jesús, volviendo de Egipto, entra enla tierra prometida también como emi-grante. Una vez en ella, desde el princi-pio de su vida pública, vive recorriendovillas y pueblos anunciando la BuenaNueva, sin apenas tener tiempo paradescansar con sus discípulos. Además,los evangelistas sinópticos presentan suvida pública como un viaje haciaJerusalén, viaje en el que poco a pocotodo el mundo le va abandonando, a pe-sar del éxito inicial de su apostolado. Esun viaje, pues, hacia la soledad y la no-che de la cruz. En el evangelio de sanMarcos, Jesús está completamente soloen la cruz e incluso llega a gritar: “Diosmío, Dios mío, por qué me has abando-nado” (Mc 15,34). Es ésta también laexperiencia de no pocos emigrantes queviven su camino en soledad e incluso,en algunos momentos, pueden llegar adudar de si Dios les ha abandonado tam-bién. Empezaron el viaje confiados enla ayuda y soporte de un familiar o unamigo, pero en no pocas veces éstos lesfallan, o bien ellos mismos comprendenque no pueden depender de él indefini-

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damente y tienen que lanzarse a buscar-se la vida por su propia cuenta.

2.3. Envío de los discípulos

Jesús envía a los discípulos de dosen dos, en pobreza, sin dinero, sin bas-tón, ni dos túnicas.

No os procuréis oro, plata ni calderillapara llevarlo en la faja; ni tampoco alforjapara el camino, ni dos túnicas, ni sanda-lias, ni bastón, que el obrero merece susustento (Mt 10,9-10).

Este envío de los discípulos no es só-lo un hecho anecdótico y puntual sino lamanera de estar en el mundo de todoverdadero cristiano. Vivir como envia-do, en movimiento, en total desprendi-miento, perdiendo todo tipo de seguri-dad que no sea la firme roca de su fe.No puede ni siquiera poner la confian-za en su elocuencia y oratoria:

Cuando os entreguen no os preocu-péis por lo que vais a decir o por cómo lodiréis, pues lo que tenéis que decir se osinspirará en aquel momento; porque noseréis vosotros los que habléis, será elEspíritu de vuestro Padre quien hable porvuestro medio (Mt 10,19-20).

2.4. Los cristianos comomigrantes

Muchos son los textos que muestrancómo los primeros cristianos vivían suvida como emigrantes. En la carta a losHebreos, se definen a sí mismos comomigrantes:

No tenemos aquí ciudad permanentesino que andamos buscando la del futuro(Heb 13,14).

La primera gran crisis del cristianis-mo aparece a propósito de la “salida” desu entorno judío (hacia los paganos), demodo parecido a como el judaísmo co-mienza con la salida de Abraham de supatria. Más aún: antes de llamarse “cris-tianos”, cuando aún se sentían dentrodel mundo judío, los cristianos primerosse designaban a sí mismos como “se-guidores del Camino” (Hch 9,2) y elcristianismo se auto-denominaba como“el Camino” (Hch 18,25.26; 19,9.23;22,4; 24,14.22).

Esta existencia itinerante está expre-sada también en la Carta a Diogneto,uno de los textos cristianos más anti-guos. Se dice: “toda tierra extraña les espatria y toda patria les es extraña”.

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3. MOVIMIENTO ASCENDENTE Y DESCENDENTE

3.1. El ascenso convertido endescendimiento

En el evangelio de san Juan, Jesúsno solamente es un peregrino porPalestina –viajando a Jerusalén tres ve-ces–, sino que como Hijo de Dios, vie-

ne de Dios y a Él vuelve. Vemos aquíque Jesús realiza estos dos movimientosque antes señalamos a propósito de latradición judía: el movimiento horizon-tal y el movimiento ascendente. Cristo,al ser el Hijo de Dios, empieza descen-diendo. De esta manera, el descenso, la

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kénosis, el servicio a los más necesita-dos y el ocupar los últimos puestos,constituye el criterio de todo aquel quedice venir de Dios. Es el verificador detodo el que pretende haber tenido uncontacto con Dios.

A lo largo de la vida de Jesús, le ve-mos ascendiendo en diversas ocasiones.Jesús sube a una montaña para pronun-ciar el discurso de las bienaventuranzas(Mt 5,1-12; Lc 6,20-26), dando a estediscurso carácter de ley cristiana, igualque Moisés recibió la ley en la montañadel Sinaí y después la entregó a su pue-blo. Jesús sube también al monte Tabordonde se teofaniza su realidad divina. Alfinal de su vida sube al Monte de losOlivos a orar y finalmente al Gólgota,donde es crucificado. Jerusalén es, en símismo, un lugar elevado respecto al res-to de Israel. Por eso se dice que Jesússubía a Jerusalén. Su vida concebida co-mo subida a Jerusalén es paradójica-mente un descenso hacia las profundi-dades del dolor y del rechazo. Latradición cristiana lo ha representadocomo un descenso a los infiernos. Elmensaje crístico es claro: no hay ascen-sión sin descenso. El pecado consisteprecisamente en intentar ascender sinbajar hasta la pobreza, el sufrimiento yel dolor humano. Este pecado es tantoel intento de ascender en la escala socialy de reconocimiento mundano, como eldesarrollo de formas religiosas dema-siado gloriosas desprovistas de los ras-gos de descenso de Cristo.

Cristo acaba ascendiendo al Padre,¡pero con las marcas de la Cruz y, portanto, de descenso! Estas ascensionesson las que le permiten vivir su movi-miento horizontal desde Dios y hacia

Dios. En la tradición mística cristiana,se han interpretado los dos maderos dela cruz como símbolos de estas dos di-mensiones de Cristo, la horizontal y lavertical.

La mística cristiana ha utilizado amenudo la imagen de la ascensión haciaDios para describir el camino del místi-co. San Juan de la Cruz en la Subida alMonte Carmelo es un ejemplo paradig-mático. Lo importante es que esta as-censión del místico es siempre, a la vez,un descenso en cuanto que se trata de unvaciarse interiormente para llenarse deDios, y no un proceso de enseñoriza-ción, de acumulación de méritos, gloriasy dignidades entre los hombres. Es unproceso de descentramiento del yo, co-mo una revolución copernicana, dondeel centro, el yo, se desplaza hacia el pró-jimo y hacia Dios. Para evitar pensarque este proceso de ascensión y de di-vinización del ser humano tiene una es-tación final, Gregorio de Nisa, en suVida de Moisés, presenta una ascensióneterna, de manera que ni siquiera el cie-lo es una estación final sino que ésteconsiste en ascender siempre, en una pe-regrinación eterna hacia Dios, puestoque Dios se manifiesta siempre de ma-nera nueva: es el que está siempre másallá de toda imagen humana, es el siem-pre sorprendente.

3.2. El-Dios-con-nosotros-emigrantes

El cristianismo fundamenta la nece-saria acogida del inmigrante desde lapresencia misma de Dios en el emi-grante. La encarnación de Dios enJesús, es decir, en una vida marcada por

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el rechazo desde la cueva de Belén has-ta la colina del Gólgota y su compromi-so por los rechazados de este mundo, noes simplemente un acontecimiento indi-vidual y único, sino un acontecimientorevelador de algo universal: la presen-cia de Dios en todo rechazado y margi-nado. El Enmanuel, el Dios-con-nos-otros, lo es especialmente con lospobres y emigrantes. La parábola de Mt25 según la cual el juicio se hará segúnla actitud frente a los hambrientos, se-dientos, extranjeros, desnudos, enfer-mos o presos, confirma la mística delencuentro de Jesús en el servicio de lospobres:

Éstos replicarán: Señor, ¿cuándo te vi-mos con hambre y te dimos de comer ocon sed y te dimos de beber?, ¿cuándollegaste como extranjero y te recogimos o

desnudo y te vestimos?, ¿cuándo estu-viste enfermo o en la cárcel y fuimos a ver-te? Y el rey les contestará: Os lo aseguro:Cada vez que lo hicisteis con un hermanomío de esos más humildes, lo hicisteisconmigo (Mt 25,37-40).

La atención al extranjero es, pues,tanto un precepto moral indiscutible co-mo una manera mística de vivir todoacontecimiento de la vida como en-cuentro con Jesús. En la misma línea sesitúa la mística de la acogida en la re-gla de san Benito –patrón y reconstruc-tor de Europa– cuando dice: “hospes ve-nit, Christus venit”, es decir, cuandoviene un huésped es Cristo mismo quienviene. También el famoso portero jesui-ta, san Alonso Rodríguez, estando enMallorca, decía cada vez que llamabana la puerta: “ya voy Señor!”.

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1.1. Hospitalidad en el desierto

La acogida del extranjero, en el is-lam, está enraizada en tres experienciasfundamentales. La primera es la nece-saria solidaridad que se tiene que teneren el desierto para sobrevivir. La rude-za del desierto no sólo obligaba a la so-lidaridad dentro de una misma tribu, si-no que había propiciado el desarrollo dela acogida como principio ético funda-mental. Por ello, se elevó a categoría deprecepto la obligación de acoger duran-te tres días a todo aquel que estuviese decamino y solicitase hospedaje.

Esta acogida es tan importante quefue especialmente impuesta a los cris-tianos que vivían bajo dominio musul-mán, según los diversos tratados de ca-pitulación de los territorios cristianosfrente a los ejércitos musulmanes.

1.2. Acogida en Abisinia

Una segunda experiencia funda-mental del islam, que ha quedado en lamemoria de todos los musulmanes, es laacogida que brindó el Rey de Abisinia(Etiopía) a un grupo de musulmanes quehuían de la Meca. Abisinia era en el

3. TRADICIÓN ISLÁMICA

Llegamos a la tercera tradición monoteísta, el islam. Veremos aquítambién las dos dimensiones de la peregrinación, horizontal y vertical,así como la actitud del islam frente a los extranjeros y esclavos.

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1. HISTORIAS DE ACOGIDA DEL ISLAM ORIGINARIO

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tiempo del profeta Muhammad, un im-portante reino cristiano monofisita.Pocos decenios antes, había llegado atener bajo su poder al actual Yemen.Conocedor de la magnanimidad del rey,Muhammad envía a un grupo de sus pri-meros seguidores a la corte del reyNegus diciéndoles:

¿Qué os parece emigrar hacia la tie-rra de Etiopía, puesto que hay allí un reyque no hace mal a nadie y que Etiopía esuna tierra amiga, hasta que Dios os librede vuestro tormento? (Ibn Ishâq, Sirat al-nabawwiyya).

Los mismos musulmanes acogidospor el rey cristiano reconocieron que“cuando bajaron a Etiopía, [a la tierra]del Negus, [éste] nos protegía bien; nocorríamos ningún peligro por nuestra re-ligión; adorábamos al Dios altísimo sinser perjudicados en nada y sin oír nadaque detestásemos”. La tribu de Qurayshde la Meca, perseguidores de estos mu-sulmanes, envió una delegación aEtiopía para convencer al rey y a sus ge-nerales cristianos de que les entregasena sus refugiados. Les intentaron comprarcon los mejores regalos que jamás habí-an recibido. Pero el Negus quiso oír eltestimonio de los musulmanes refugia-dos que dijeron: “Oh rey, éramos un pue-blo no civilizado, que adoraba a los ído-los, comía los cadáveres, cometíaabominaciones, rompía los lazos natura-les, maltrataba a los huéspedes y el másfuerte se comía al más débil.[Muhammad] nos ha ordenado decir laverdad, ser fieles a nuestros compromi-sos, honrar los bienes de parentesco, ase-gurar unas buenas relaciones con los ve-cinos, evitar los crímenes y elderramamiento de sangre”. A continua-

ción, el rey les preguntó sobre qué pen-saban de Jesús. Éstos dijeron: “Es unsiervo de Dios, su enviado, su espíritu ysu palabra, que Él había proyectado so-bre la Virgen María”. A continuación, elrey tomó una caña y dijo: “Juro por Diosque lo que tu has dicho no se separa dela verdad sobre Jesús más que la longi-tud de esta caña”. En ese momento el reycristiano proclamó solemnemente laprotección de los musulmanes refugia-dos: “Vosotros, emigrantes, estaréis se-guros en mi país. El que os insulte pa-gará una multa. No quiero hacer mal anadie de vosotros ni a cambio de unamontaña de oro”.

Esta es, pues, la primera historia deencuentro de cristianos y musulmanes,y se dio siendo estos últimos refugiadosen un país cristiano. Es interesante vercómo, al cabo de un tiempo, cuando elrey Negus fue asediado por otro preten-diente al trono, todos los refugiados pi-dieron a Dios el triunfo para este reycristiano, y así fue. Incluso, según unatradición, cuando le llegó la muerte, elprofeta Muhammad rezó por él, paraque obtuviera el perdón de parte deDios. En contexto moderno toda estahistoria puede ser interpretada como uncaso exitoso de acogida y de posterioridentificación del inmigrante con sunuevo país. Esta acogida marcará parasiempre la percepción que tiene el islamdel cristianismo como la religión máscercana y apreciada. El mismo Corándice en relación con la acogida brinda-da en Etiopía:

Verás que (…) los más amigos de loscreyentes son los que dicen: “somos cris-tianos”. Es que hay entre ellos sacerdotesy monjes, y no son altivos (C.3,82).

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1.3. Acogida de los habitantes deMedina

Otra experiencia fundamental deacogida fue la hermandad que se esta-bleció entre los habitantes de la ciudadde Medina y los musulmanes que huye-ron hacia el norte de la Meca. Según latradición, cada medinense tomó comohermano a un musulmán, lo acogió y ledio refugio. Este hermanamiento de unautóctono con un inmigrante todavía si-gue vivo, por ejemplo, en uno de los ri-tuales religiosos de los alevís, un grupomusulmán turco de raíces chiítas y sufí-es de más de quince millones de fieles.En este ritual, cada musulmán aleví sehermana con otro recordando el herma-namiento de medinenses e inmigrantesmusulmanes. La tradición de Ibn Ishâqnos ofrece la lista de los hermanados,empezando por el profeta mismo. Enefecto, Muhammad había dicho:

Sed hermanos en Dios, de dos endos”. Después, tomó de la mano a ‘Alî IbnAbî Tâlib y dijo: “Este es mi hermano”.

En el pacto firmado entre Muham-mad, los emigrados de la Meca, los ha-bitantes de Medina y los judíos, se esta-blece una protección especial de losextranjeros que determina derechos ydeberes de éstos: “Yazrib (Medina) se-rá lugar de protección (haram) para lagente [firmante] de este escrito. El ex-tranjero que sea acogido bajo su protec-ción será como su protector: no se le ha-rá daño, y él no debe cometer ningúncrimen” (Ibn Ishâq, Sirat al-nabawiy-ya).

Estas tres experiencias de acogidafundamentan en el musulmán una nece-saria actitud de respeto y acogida de los

extranjeros, al menos si éstos son zoro-astros, judíos o cristianos, según la teo-logía musulmana. Esta justificación re-ligiosa se añade al valor connaturalárabe de la acogida del visitante.

Los musulmanes, como los judíos,fueron, pues, también emigrantes, enAbisinia y en Medina, y pervive en ellosuna actitud de agradecimiento. Por su-puesto, históricamente, también huboen el islam un olvido de la condición deemigrantes y peregrinos una vez llega-dos a su tierra prometida, es decir, al do-minio político y religioso de la Arabiaantigua. El tercer califa, Omar ibnJattâb, expulsó de Arabia una buena par-te de los cristianos de la ciudad deNajrân. Se le atribuye también una listade prescripciones relativas a los judíosy cristianos que vivían en tierra islámi-ca, del todo humillantes y segregacio-nistas. Muy probablemente, estas pres-cripciones se le han atribuidofalsamente, así como un presunto dichodel Profeta según el cual no debería ha-ber ni cristianos ni judíos en Hiyâz(Noroeste de Arabia). A pesar del ca-rácter probablemente apócrifo de estasdisposiciones, no han dejado de inspirarconsideraciones fundamentalistas.

La advertencia de Yahvé al pueblojudío antes de entrar en la tierra prome-tida, de no olvidar la condición de emi-grante aun asentándose en una tierra, es,pues, una advertencia universal, que to-do hombre y toda religión debe escu-char. No en vano, el término árabe quese traduce por infiel, “kuffâr”, tiene ensu origen un sentido de ser desagrade-cido, de tapar o cubrir la verdad y, porlo tanto, de olvidar el don de Dios.

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No sólo el judío y el cristiano vivensu vida como caminantes y peregrinos.En el islam no faltan elementos dinámi-cos en su tradición, a pesar de la estabi-lización que significa la fundación de unEstado islámico originario, primero entorno al Profeta y de los Califas después:su Reino sí parece ser de este mundo.

Esos elementos giran casi siempreentorno de la idea de “camino” que, sor-prendentemente, aparece en numerosostérminos fundamentales de la teologíaislámica. Todo ello hace del musulmánun caminante.

2.1. La ley islámica como camino

El Islam ha resaltado el hecho de queel término árabe para designar la ley is-lámica, la sharî’a, significa etimológi-camente camino. Las posibilidades queexisten de una consideración mística yespiritual de este hecho son múltiples,puesto que significa que la ley es pri-mordialmente el camino o la guía queconduce al hombre hacia Dios. El hom-bre musulmán debe, pues, vivir la vidacomo un caminante.

2.2. El “camino recto” (sirât al-mustaqîm) que hay que recorrer

En la oración que recita cinco vecesal día, la fâtiha, que abre el Corán, estátambién la idea de camino, al-sirât al-mustaqîm. El orante pide a Dios serguiado en este camino recto y no en el

camino de los que han enojado a Dios oel de los que se han extraviado. Este si-rât al-mustaqîm es también el caminoque hay que recorrer el día del juicio yque lleva directamente hacia el paraíso.Es como un puente suspendido encimadel infierno.

2.3. Hablar árabe comodesplazamiento

Por si fuera poco, la lengua en la queestá escrito el Corán, el árabe, se llamaasí en función de una idea de desplaza-miento. El término ‘araba significa ensu origen atravesar, ir de un lugar a otro.De aquí ha surgido el término que se uti-liza para decir “expresarse”. “Expre-sarse” (en árabe) significa etimológica-mente, cruzar, atravesar, tanto porque alhablar atravesamos los sentidos, comoporque nos desplazamos (en nuestramanera de pensar y de ser) al avanzar enla comprensión. Hablar árabe es, pues,cruzar, atravesar.

2.4. La cofradía sufí es tambiénun camino

Aún hay más. La palabra que losmísticos del islam utilizan para designara la cofradía, al grupo sufí que se reúnepara rezar, es el de tarîqa, que tambiénsignifica camino. El sufí vive en per-manente peregrinar por la vía mística,pasando de unas etapas o estaciones(maqâm) a otras. Incluso el sufismo ha

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2. EL MUSULMÁN, UN CAMINANTE

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puesto en relación la palabra “corazón”(qalb) con el verbo “transformarse” (odarse la vuelta), inqalaba. El corazón,siendo el lugar de la presencia de Diosen el hombre, se transforma constante-mente ya que Dios se le manifiesta deuna manera siempre nueva. Por eso, elestado espiritual (hâl) es infinitamentecambiante.

2.5. El mundo en eternomovimiento

Algunos pensadores místicos del is-lam, como Ibn Arabi, también concibenal mundo en eterno movimiento. A par-tir de una teoría de la creación medie-val, este autor murciano concebía a Diosa la manera de un ser vivo que respira.Cada exhalación de Dios significa unare-creación del mundo y, en cada inspi-ración, el mundo vuelve a su origen. Enla exhalación siguiente, el mundo vuel-ve a aparecer, normalmente tal como es-taba antes, dando la ilusión de continui-dad. No es lugar aquí de debatir

científicamente esta teoría medieval, si-no de hacer ver cómo esta teoría era in-terpretada místicamente: las cosas es-tán, también, en eterno movimiento yperegrinación. Ellas vienen de Dios y aÉl vuelven sin cesar.

2.6. Bienaventurados losextranjeros

Finalmente, existe un dicho delProfeta, no poco conocido entre los mu-sulmanes, que puede fundamentar tantola acogida de los extranjeros como laexperiencia de la vida como migración:“El islam empezó como extranjero(gharîb) y volverá a ser como empezó.Bienaventurados (tûba) los extranjeros”(Muslim, Imân, 232 ss). El Profeta se re-fería al rechazo que vivió el islam alprincipio. Por ello, siendo el extranjero(gharîb) el que es considerado como ex-traño y es rechazado por ello, podemostraducir cristianamente esta bienaven-turanza diciendo: “dichosos los perse-guidos” (cfr. Mt 5,10).

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3. LA ASCENSIÓN CELESTE DEL PROFETA

El islam, como el judaísmo y el cris-tianismo, ha elaborado también unamística de la peregrinación con sus dosdimensiones, la vertical y la horizontal,tal como hemos encontrado anterior-mente.

En su dimensión vertical, el para-digma es la ascensión nocturna del mis-mo profeta Muhammad. Este relato, queestá solamente apuntado en el Corán, hasido extensamente desarrollado y deta-llado por la tradición, y muy especial-

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mente por la corriente mística del islam,el sufismo. Según la tradición,Muhammad se desplazó corporalmentede la Meca hasta Jerusalén, donde tuvoun encuentro con los grandes profetasde la tradición bíblica, Jesús entre ellos.Después de rezar, en la explanada delantiguo templo de Israel, fue ascendien-do a través de los siete cielos –según lacosmología ptolemaica– hasta llegar ala presencia de Dios. Allí recibió elmandamiento de rezar cincuenta vecesal día. En el descenso, Muhammad en-cuentra a Moisés y conversan un rato.Moisés, conocedor de la frágil fidelidaddel pueblo en el desierto, anima aMuhammad a que vuelva a entrar en lapresencia de Dios y que pida una re-ducción del número de oraciones obli-gatorias: “La oración es una carga pesa-da y tu pueblo es débil”, le dice Moisés.El profeta recibe diversas rebajas hastallegar a las cinco obligatorias actuales,aunque con la promesa de que su valormeritorio será el mismo que el de lascincuenta.

El relato tradicional ha situado ungran profeta en cada uno de los siete cie-los, es decir, en cada una de las órbitasde los siete planetas en la cosmologíaantigua donde la Tierra estaba en el cen-tro. En el primero, la órbita de la Luna,mora el profeta Adán; en el segundo,Mercurio, está Jesús y Juan Bautista; enel tercero, Venus, José; en el cuarto, laórbita del sol, Idriss (Henoc); en el quin-to, Marte, habita Aaron; en el sexto, elcielo de Júpiter, Moisés; y finalmente,en el séptimo, el de Saturno, Abraham.

Lo importante de este relato es quela interpretación mística sufí lo haconvertido en el modelo de vida espi-

ritual de todo hombre que quiera vi-vir en profundidad su fe. El hombredebe seguir los pasos de Muhammaden su ascensión hacia Dios y encon-trarse también con todos los profetaspara recibir de ellos su sabiduría. Estaascensión, según el islam, confirma aMuhammad como el Sello de los pro-fetas, es decir, como la síntesis de to-das las revelaciones anteriores. Elmístico asciende también a medidaque va haciendo suya la sabiduría decada uno de los profetas. De esta ma-nera, el místico peregrina de revela-ción en revelación, de sabiduría en sa-biduría, sin anclarse en ninguna, sinlimitarse a ninguna. Su pasión porDios le hace buscarlo dondequieraque pueda haber rastros suyos. Asíentendió su vida el famoso místicomurciano, Ibn Arabi (s.XIII), cuandodijo que Jesús había sido su primermaestro y que al final había recibidola herencia de Muhammad, despuésde haber heredado de todos los profe-tas. Es interesante también ver cómoMuhammad no se quedó en presenciade Dios ni tampoco en ninguno de lossiete cielos, sino que bajó de nuevo ala tierra para comunicar su experien-cia, para guiar a los hombres, a la ma-nera de los Bodhisatvas que renun-cian a sumergirse en el Nirvana paraguiar a los hombres hacia la ilumina-ción.

Ya hemos mencionado antes que elJesús islámico es uno de los modelos deprofeta peregrino. También él asciendeal cielo –sin haber muerto según la doc-trina musulmana– y espera allí hastavolver de nuevo poco antes del fin delmundo. No es, sin embargo, el único

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profeta que vive en cuerpo y alma en loscielos. También se afirma eso de Idriss(Henoc) y de Elías.

Finalmente, en la tradición chiíta en-contramos la figura mesiánica delMahdi, el imán esperado del fin de los

tiempos, que es un eterno errante hastasu manifestación final. Éste fue el últi-mo de los grandes imanes chiítas que,misteriosamente, desapareció sin dejarrastro. Vive, pues, oculto, sin envejecer,esperando el fin de los tiempos.

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Este escrito pretendía ser un esbozode una teología de la migración. Hemosvisto cómo las religiones no sólo tienenelementos para situar como imperativola acogida del inmigrante. También per-miten un descentramiento de la socie-dad de acogida: ésta, que creía ser el ide-al cultural hacia el que tienen que tenderlos inmigrantes, se encuentra con que suestabilidad le hace perder la dimensiónperegrinante de la vida. El centro sedesplaza hacia aquél que ha dejado sutierra y su casa. No necesariamente elinmigrante vive su migración como pe-regrinaje. Puede hacerlo si lo vive en to-da su profundidad espiritual, como elque realiza una ascensión vertical haciaDios. Esta ascensión da el norte y el sen-tido a la peregrinación horizontal, comola ascensión al Horeb de Moisés dio el

norte y el sentido al éxodo de Egipto. Entodo caso, el inmigrante será siempresímbolo del que vive en búsqueda y mo-vimiento.

Esta sabiduría de vida no es exclusi-va de las tres religiones monoteístasaquí presentadas. Con igual fuerza estápresente en el peregrinaje del hombre através de las diversas reencarnacionesde las religiones orientales. En el hin-duismo hay algo incluso más bello: laperegrinación del hombre que, a travésde las diversas teofanías, busca a Diosen todas las cosas. El creyente orientallo vive todo como teofanía, como ma-nifestación de Dios. La experiencia mís-tica consiste, pues, en peregrinar de unaa otra para ascender en el conocimientode Dios y para lograr que todo pueda serocasión de encuentro con lo divino.

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CONCLUSIÓN

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Acabo con un precioso poema quesitúa al mismo Jesús como emigrante enel corazón de una patera. Podría ser elcanto de denuncia de todos los que sonobligados a huir de sus países.

A la nanita nana duérmete cielo, la patera es chiquitagrandes los sueños...,Que Jesús y María también se fueron,huyendo de un Herodes al extranjero... huyendo de un Herodes el Dios eterno..., nosotros por el hambre,Él por el miedo, nosotros en pateraÉl en jumento... Tu papá va remando y yo te velo..., los Herodes y el hambre quedaron lejos...,

que se duerme mi niño,se está durmiendo . Que lo arrullen la lunay los luceros, que se callen las olas,que calle el viento... Cuando lleguemos, niño,cuando lleguemos,comerás pan de trigoy hasta cordero, que es Navidad, mi vida,y el Dios del cielo sólo quiere una cosa: que nos amemos...,que Jesús y Maríatambién se fueron,huyendo de un Herodes al extranjero...,a la nanita, nana, duérmete, cielo.

Alfonso ValverdeNanas de la patera

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