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¿Por qué tú eres chavista, Dilia Waicarán? Far ruco Sesto

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¿Por qué tú eres chavista,

Dilia Waicarán?

Farruco Sesto

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Farruco Sesto

Instituto de Altos Estudios del Pensamiento del Comandante Supremo Hugo Rafael Chávez Frías

Final de la Avenida Panteón, Foro Libertador, Edificio Arte y Memoria, Diagonal

al Mausoleo de El Libertador, Parroquia Altagracia, Municipio Libertador del Distrito Capital.

Teléfono: (0212) 377.95.21

Correo electrónico:[email protected]

Deposito legal:

Consejo Directivo Carmen Bohórquez.

Pedro Calzadilla.

Farruco Sesto.

Ana María Oviedo.

Edwin Díaz Muzaly.

Presidente: Adán Chávez Frías.

Vicepresidente: Yadira Córdova.

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¿Por qué tú ereschavista,

Dilia Waicarán?

Colección Conversas en el Instituto

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Farruco Sesto

Equipo de Grabación y Edición:Xavier Sarabia

Joe GalueOrlando Márquez

Walter Acosta

Trascripción:Felisa Casals

Corrección:Evelyn Rodriguez

Héctor Padrón

Fotografía de Portada:Joe Galue

Diagramación y Diseño:Nina G. Vásquez S.

¿Por qué eres chavista, Dilia Waikarán ?

Una entrevista realizada en diciembre del año 2017

© Farruco Sesto

Instituto de Altos Estudios del Pensamiento del Comandante Supremo Hugo Rafael Chávez Frías

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¿Por qué tú eres chavista, Dilia Waicarán?

Nota introductoria

Conversar con Dilia es siempre un gran placer. Pero hacerlo para escuchar las razones y motivaciones profundas con las que ella explica su condición de chavista, lo es en sumo grado.

Como lo es descubrir, más allá de la artista extraordinaria, y de la mujer singular nacida en un humilde caserío del oriente venezolano, a la luchadora política y social, que actuó frente a los regímenes de Pérez Jiménez y de Rómulo Betancourt y que siente un orgullo especial al calificarse a sí misma como de izquierda, revolucionaria y chavista.

De modo que lo disfruté mucho, como lo podrá disfrutar cualquier lector de esta conversa que duró aproximadamente una hora, y que tuvo lugar en un pequeño local del Centro Nacional de Historia, el día 7 de diciembre de 2017.

Farruco Sesto

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Farruco Sesto: bienvenida, Dilia. Es un placer, como siempre, verte y hablar contigo. Me interesa fundamentalmente hacerte dos preguntas. La primera es si tú te consideras chavista. Y la segunda, que viene inmediatamente, porque sé que me vas a decir que sí, es ¿por qué eres chavista?, que nos hables un poco de eso.

Dilia Waicarán: bueno, de la primera te puedo decir: yo soy chavista. Todo el mundo sabe que Dilia Waicarán está frontal con este proceso que trajo aquí el Comandante Chávez. Ya te respondí la primera, te voy a responder a la segunda. Soy chavista porque yo soy militante de la izquierda desde 1956. O sea que tengo sesenta años, ya casi sesenta y uno en eso. Y durante todo el período de Pérez Jiménez, lo que quedaba de Pérez Jiménez hasta el cincuenta y ocho, y cuando arrancamos ya con la Cuarta República (que yo considero que en realidad viene desde mil ochocientos y pico, cuando Páez asume la presidencia, yo creo que desde ahí comenzó la Cuarta República), entonces Dilia Waicarán estuvo en la lucha. Cuando tuvo que aplacarse se aplacó, porque había que hacerlo, porque nos necesitaban en otros lugares para apoyar en ese proceso de los setenta, ochenta, noventa todavía, y cuando llega este hombre, Chávez, no es que nosotros, la gente de izquierda, hubiéramos perdido la esperanza, no… un revolucionario nunca pierde la fe de que va a llegar, a lo mejor nunca llega, pero como somos muy soñadores los revolucionarios, y yo predico y practico, que los seres humanos debemos perseguir nuestros sueños, con los pies en la tierra, luchando, trabajando, buscando ese sueño convertirlo en realidad. Si no lo logramos no fue porque no hicimos la lucha, no se dio…

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pero siempre perseguíamos ese sueño de que algún día llegase a nuestro país una persona que tuviese la misma visión amorosa de lo que significa ser socialista, de lo que significa la hermandad, la solidaridad, de que fuera valiente para enfrentar el monstruo de cuatrocientas mil cabezas que teníamos nosotros encima, que desafortunadamente ha ido resurgiendo, resurgiendo, porque ha habido gente que lo ha alimentado, pero que ahora nosotros estamos más preparados para enfrentarlo… Y cuando aparece Chávez… me impactó muchísimo el “por ahora”, pero sus palabras siguientes cuando dijo que llegaría el momento en que Venezuela podía enrumbarse hacia un destino mejor, eso se me quedó grabado como con fuego…

Farruco Sesto: nos sedujo a todos…

Dilia Waicarán: a todos. Es verdad, estamos atravesando unas dificultades terribles… a lo mejor nosotros somos un poco culpables. Esto es un proceso que nadie se lo sabía, es como cuando una sale embarazada, que el médico le dice: “estás embarazada”, y una va y le dice al marido, que es otro carricito como nosotros: “mira, estoy embarazada”. A los dos se les cae la ropa al piso, porque inmediatamente se les presenta el panorama, ¿cómo lo educo, cómo trabajo, cómo lo mantengo, qué le voy a decir, cómo lo voy a guiar? Esa es una película que se le pasa a uno rapidísimo por la cabeza…

Farruco Sesto: eso es en la vida en general, siempre es así, con todo…

Dilia Waicarán: entonces, esto es un proceso que ha ido madurando por ensayo y error, como todos los procesos. Los que inventan inyecciones, los que inventan medicamentos, o la bomba atómica, los satélites, lo que sea, todo, ensayo y error. No, a la primera no sale todo perfecto. Y como afortunadamente todo es perfectible, absolutamente

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todo, porque hasta la fisonomía de los seres humanos se perfecciona habida cuenta del bisturí, este proceso también es perfectible. Entonces cuando llegó Chávez, en Dilia Waicarán despertó otra vez esa pasión patria, esa pasión de lucha, frontal, yo soy una mujer frontal, tú ya me conoces, tú sabes quién soy… Todo el mundo sabe quién es Dilia Waicarán, yo no ando con subterfugios, yo no soy una mujer que… no, yo hago las críticas y las hago donde las tengo que hacer…

Farruco Sesto: sí.

Dilia Waicarán: ¿Qué tengo críticas que hacer? Sí, muchas críticas. Y como yo, cientos de venezolanos que han abrazado este proceso, pero los trapitos de la familia se lavan en casa, no se salen a sacudir por las ventanas…

Farruco Sesto: mira, Dilia, entonces tú dices que desde muy jovencita estabas conectada con el pensamiento y la práctica de izquierda y que ese camino te llevó hasta Chávez… ¿por qué no nos hablas un poquito de eso, que es tan interesante?... porque la gente no lo sabe.

Dilia Waikarán: yo nací a la orilla de un camino real en un rancho de bahareque y techo de teja, la casa sin puerta en un caserío campesino. Mi madre, una mujer muy hermosa, muy hermosa y con unos valores bien cimentados, que gracias a Dios me los transmitió a mí, me crió, madre soltera... y yo trabajo desde los cinco años. Y esa edad, como aprendí a leer y a escribir, y empieza a llegarte a tus manos ese alimento, esa nutrición maravillosa que son los libros... que ojalá este proceso de lectura se diera masivamente como fue el propósito del Comandante Chávez, y como es el propósito de Nicolás y de muchos de nosotros, que estamos ganados para ir a las comunidades, para ir a los caseríos, a abrir bibliotecas, a explicar cómo es... a mí me enseñaron a leer y a escribir con un diccionario, porque

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me iba a encontrar con palabras que yo no manejaba y, obviamente, si tú no las manejas no vas a saber lo que significan.

Farruco Sesto: ¿qué hacía tu mamá?

Dilia Waicarán: mi mamá, soltera, primero, a los nueve años andaba con seis burros cargados de tortas de casabe, llevándolas de la llanada de Rio Caribe a Carúpano, una niña de nueve años con una primita suya y después... mi primer trabajo fue un contrabando, pasar un contrabando, porque yo soy de una zona que toda su vida fue muy contrabandista, por la cercanía de Trinidad...

Farruco Sesto: si, Trinidad, allí van y vienen las cosas...

Dilia Waicarán: así que, bueno, Dilia Waicarán fue contrabandista cuando era niña, pero entonces... mi madre me mandó a la calle a vender de todo, me puso en las manos un niño cuando me faltaban unos días para cumplir siete años: “tienes que criarlo porque yo tengo que trabajar para mantenerlos”... eso te despierta... cuál es tu situación, cuál tu posición en la vida.

Farruco Sesto: ¿sientes tú que eso te dio una conciencia de clase.

Dilia Waicarán: desde todo el tiempo...

Farruco Sesto: ...de lo que es la pobreza, de lo que es el pueblo...

Dilia Waicarán: de lo que es la separación de clases...

Farruco Sesto: ... el pueblo trabajador.

Dilia Waicarán: sí, como no. En mi caso...

Farruco Sesto: o sea que lo viviste.

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Dilia Waicarán: lo viví. Yo hablo con propiedad, y todo el mundo sabe que yo soy una mujer sincera y honesta. Porque yo lo viví. Así como... yo estuve ahí, no, yo lo viví. A los pocos años mi madre me mandó a vender a la calle todo lo que se podía vender, desde pescado salado, verdura, fruta, todo, después chorizos que hacía ella, maravillosos, pasteles, las famosas hallacas, empanadas, aceite de coco porque rayaba cien cocos con un paludismo terrible, rayaba cien cocos y sudaba la fiebre y se paraba a exprimirlo para sacarle el aceite... o sea que a mí nadie me puede contar historias, porque yo me sé la global, toda, me la sé.

Farruco Sesto: la tienes metida en el alma.

Dilia Waicarán: metida en el alma, que no me frustró, gracias a Dios. Eso fue más bien un acicate para mí, para yo crecer, porque los seres humanos debemos nacer con el espíritu... con el instinto de superación.

Farruco Sesto: y te permitió además que no te desclasaras.

Dilia Waicarán: sí, que no me desclasara. Y eso que nos manejábamos con gente de clase, porque a mi mamá todo el mundo la trataba muy bien y todo eso, pero mi mamá clarito te ponía en el camino y te decía “bájate a tierra... ni tienes apellido porque hija de madre soltera, ni tienes dinero. Pero hay una cosa que es valiosísima que tú no puedes perder y tienes que defenderla con la vida...” Y yo me quedaba así como en babia, ¿no?... “tu dignidad”. Y la dignidad es lo que te permite darte cuenta de donde está tu ubicación…

Farruco Sesto: un tema muy de Chávez, la dignidad.

Dilia Waicarán: ...donde está tu ubicación, porque en la escuela... o sea, la escuela era para pobres y ricos, una

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de niñas y otra escuela de varones, pero en esa escuela de niñas donde no había separación de clases para inscribirte, las maestras sí hacían la separación de clases. Porque no te olvides que en esta escuela de esa vida de nosotros aquí en Venezuela, las “niñas bien” eran las que iban a los colegios a aprender, y esas eran las que daban las clases, no eran maestras graduadas en esto o en aquello, no, no, eran las niñas que se educaban en Suiza, que venían a Caracas a educarse en los grandes colegios, en colegios de monjas y todo aquello, que te enseñaban valores, te enseñaban a comportarte y todo... ¡pero te hacían la separación!... Esto es anecdótico: yo tengo... el apellido mío realmente es Rojas, el de mi mamá, y yo tenía una avidez muy grande de aprender, con los ojos grandísimos así, me quería tragar el mundo, porque los libros me abrían espacios que yo no conocía, yo quería engullirme todo aquello porque era un mundo distinto, diferente, mi mundo era como muy pequeño, muy limitado ¿no?.

Y obviamente en la escuela, cuando le llevaban las niñas con su apellidote y sus cosas, si no se sabían la clase que la maestra había puesto, entonces las dejaban para el día siguiente... y yo me paraba, porque siempre fui contestataria, siempre, además la injusticia me revienta, entonces yo me paraba: “señorita, yo me sé la clase”. Y de ahí me mandaban para la Dirección, y eso era todos los días hasta que la directora me dijo “¿qué es lo que pasa, que usted siempre está aquí, que le pregunto a la maestra y dice que usted es muy atrevida y tal y que se yo? Entonces yo le dije: “no, es por esto y por esto y por esto”. Entonces, claro delante de mí no, pero la llamó a ella y le dijo: “mira, ella tiene la razón porque tú le vas atrasando el programa a estas niñas, porque fulana y fulana no se la sepan, no, no, aplícales la ley a estas para que estudien...” Entonces eso a mí me hizo saber que había clases sociales. Nunca me fastidió eso, jamás me fastidió, porque las carencias que pude tener no me parecieron carencias. ¿Por qué? Porque

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yo nunca había tenido otras cosas que no fueran esas. Por lo menos el niño Jesús nunca tuvo la dirección de mi casa, jamás pasó por allá, pero tuve una madre muy amorosa, muy trabajadora... pero yo a los siete años, mi madre me levantaba a las cuatro y media de la mañana para ir a una vega a levantar a los vegueros para que ordeñaran las vacas, para yo llevar cuatro galones de leche, de cinco litros cada uno, uno en cada mano y dos en un mapire... Entonces ¿de dónde vengo yo? Cuando aparece Chávez, la cabra tira pa'l monte, yo tengo que ir hacia el que viene a ofrecerme a mí, a mi pueblo, que lo va a sacar del ostracismo, de que le maten los carajitos cuando vienen bajando del cerro de noche, o se mueren de mengua o los matan... la educación... yo por ejemplo estudié bachillerato cuando ya estaba casada y mi hija de catorce años, estudié el bachillerato, porque no pude acceder antes a ese privilegio de sacar el bachillerato. Y obviamente no pude estudiar una carrera en la universidad porque tenía muchas obligaciones familiares, porque tenía muchas cosas que hacer....Y por eso soy chavista.

Farruco Sesto: mira, de todas esas vivencias, y esa conciencia, digamos, extraída de la vida misma, de observar con sensibilidad, con inteligencia, ya que tú eres una persona bien valiosa, bien especial... entonces, muy rápidamente, has dicho tú que te conectas con la política. ¿Cómo es eso? ¿Cómo es que te conectas con la militancia? Estamos en la época de la dictadura...

Dilia Waicarán: ...de Pérez Jiménez. Pero, fíjate tú, yo fui revolucionaria desde que nací... Los niños grandes maltrataban a los niños chicos. Y ahí salía Salvador con el arpa, a caerles a trompadas a los niños grandes para defender a los pequeños. Y era la líder del juego de pelota, de las caimaneras esas que decía el Presidente Chávez muy a menudo, y era la líder del volibol, y de esto... me daban numerador y denominador, porque siempre tuve una dicción que no parecía que fuera del pueblo mío, que

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nosotros hablamos... cada región tiene su manera de ser, su idiosincrasia... pero yo no sabía nada de cosas políticas... eso era una cuestión mía, innata, que me salía de aquí adentro...Pero cuando yo llego a trabajar al Servicio Portuario de la Guaira, me conecto, en plena época de Pérez Jiménez, esto fue en el cincuenta y cinco, yo me vine de allá de Oriente el año antes, y en el cincuenta y cinco me fui a trabajar a La Guaira, y allí llego a ser la secretaria privada del jefe de los Servicios Portuarios, que era tío de Flor de Pérez Jiménez, y me conecto, y mi novio que también estaba trabajando allá, con los obreros adecos, que fueron los que entonces hicieron la lucha. Nosotros tenemos que ser justos y decir las cosas, adecos y comunistas se embraguetaron con el problema de la dictadura de Pérez Jiménez. Entonces yo empiezo a escucharlos, me hablaban, porque yo siempre los apoyaba, que si con las medicinas, que si... porque siempre fui como una trabajadora social desde los seis años a tiempo completo, me encanta hacer cosas por la gente, me encanta ayudar a la gente y lamento profundamente no haber estado en una posición buena para apoyar, para ayudar... pero ayudar y hablar y concienciar, porque todo tiene que tener su carga, su morral: “te doy esto pero te voy a decir como tienes que hacer para que tú te ganes eso, como lo vas a cuidar”, eso yo se lo tengo que decir, no sé lo puedo dar por aquello de que la conciencia de... no, eso no me costó nada, me lo regalaron y si se perdió se perdió. ¿Se entiende? Sí, yo tengo mis bemoles ¿no?... Y a mí no se me ocurrió otra cosa, y a mi marido, que inscribirnos en el Partido Comunista, en la clandestinidad. Ya tú me dirás.

Farruco Sesto: en La Guaira

Dilia Waicarán: en La Guaira. Y en el Servicio Portuario yo tenía un cargo que me permitía quedarme hasta altas horas de la noche, sacando panfleticos, sacando hojitas, en multígrafos, la famosa bateíta... que ahora todo son grandes litografías, grandes cosas, no... nosotros hicimos la lucha

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así, pintando, en las calles, en las paredes, de noche, con los espray... Bueno, y allí estuve yo instalada, y mi esposo, y estábamos en la lucha, y recibíamos el adoctrinamiento... y vino La Madre, y vino Así se templó el Acero, y vino todo eso, el Manifiesto Comunista, y la explicación de lo que significaba ser socialista, y la solidaridad... que yo he sido toda mi vida una mujer solidaria, una mujer apoyadora, compañera, siempre tengo el hombro... por eso será que me duele tanto, porque siempre pongo el hombro... entonces, bueno...

Farruco Sesto: ¿esa era la juventud comunista?

Dilia Waicarán: esa era la juventud comunista, sí, hasta que llegó el momento en que el jefe me llamó y me dijo: “mira, carricita, yo sé que tú estás conspirando... yo te voy a salvar, yo no te voy a dejar morir, pero sé prudente, sé prudente” y me llevó a la ventana: “¿tú ves a aquella gente que está allá, aquellos hombres con los lentes negros y las chaquetas de cuero? (tú sabes, ese era el uniforme del esbirro, ¿no?), bueno, todos esos son de la Seguridad Nacional que están vigilando a los trabajadores de este Servicio Portuario, porque ellos saben que aquí se conspira”. Y yo dije: “bueno, cada quien hace su lucha como puede”. Y cuando cayó Pérez Jiménez, yo tuve que salir del Servicio Portuario porque la persona que fue a la oficina donde yo trabajaba... porque ya el jefe me había cambiado para que ganara más dinero, porque yo era una secretaria ejecutiva, yo ganaba más dinero estando abajo en la oficina de operaciones que estando arriba con él siendo su secretaria privada, era diferente, mi trabajo abajo era mucho más exigente de conocimientos... Y entonces ahí llegó una gente que, bueno, empezó con un acoso sexual y hubo unos problemas muy extraños... y voy a parar al Comando de Escuadra, que lo dirigía Manuel Rodríguez Olivares, que era comandante de la Marina, capitán de navío, y su jefe de Estado Mayor se llamaba Manuel Ponte

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Rodríguez, el capitán de navío Manuel Ponte Rodríguez. Y Wolfang Larrazábal, que era el Presidente de la Junta iba allá, semanalmente, una o dos veces...

Farruco Sesto: ¿cómo era esa institución donde estabas?

Dilia Waicarán: el Comando de Escuadra, en Macuto

Farruco Sesto: ¿eso es de la Armada?

Dilia Waicarán: de la Armada, sí.

Farruco Sesto: ya había caído Pérez Jiménez.

Dilia Waicarán: sí, ya había caído, eso fue en el cincuenta y ocho, el 23 de enero. Y yo en abril ya estaba allá instalada.

Farruco Sesto: tú una vez me contaste de esa relación con Manuel Ponte Rodríguez y con Larrazábal. ¿Cómo fue?

Dilia Waicarán: bueno, Larrazábal era carupanero, y conocíamos a la familia y él sabía que yo cantaba y además... allí en Carúpano yo era la cantante de la Comandancia de la Marina, ellos tenían un conjunto y yo era la cantante, cantaba en la radio, entonces tú sabes...

Farruco Sesto: ¿no hay grabaciones de aquello?

Dilia Waicarán: no, tú sabes que eso... eso era puro romanticismo, puro amor, bonito, era bonito, éramos muy inocentes, muy ingenuos, éramos una gente muy entregada a las cosas bellas sin... no, nada de plata, ¿qué es eso?, nada de eso... yo lavaba y planchaba ajeno, para estudiar mi secretariado ejecutivo lavaba y planchaba ajeno, y cargaba cincuenta kilos de arroz aquí en el hombro y me ponía cincuenta kilos de maíz aquí en la rodilla, pilado, y cargaba las latas de manteca Los Tres Cochinitos, y cargaba el Jabón Las Llaves y cargaba el azúcar...

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Farruco Sesto: y por eso eres chavista. Esa es la vida del pueblo.

Dilia Waicarán: ¡Por eso soy chavista! Yo me reía mucho, cuando Chávez decía, “no, porque yo nací en un rancho”... lo único es que mi casa era de teja y la de él era de palma, “...y vendí de todo” y yo me reía y decía: “ay, mi amorcito, si tú supieras que el 95% de los venezolanos hemos vendido de todo, de todo...” porque teníamos que ayudar a la familia. Y si ese hijo, de esa familia pobre, era el hijo mayor, siempre era el que salía fregado, porque ese era el que tenía que arrear y arremangarse las mangas para apoyar a la familia.

Farruco Sesto: sí, claro...

Dilia Waicarán: ya me entiendes, y eso fue la parte que me tocó a mí. Pero, fíjate, Farruco, mi amigo, yo me siento tan feliz de todo eso, tan feliz, porque mira, yo he ayudado a mi madre a levantar una familia de hombres y mujeres buenas, de nobles sentimientos, somos unidos, somos una piña, podemos estar uno allá y el otro acá, pero a la hora de un problema ahí estamos todos metiendo el hombro, apoyando, cuidando, bueno, nunca de cárcel, ni droga, ni robo, nada, y todos los valores que nosotros tenemos, nos los inculcó nuestra madre cuasi analfabeta. A mí me enseñó a ser la persona que es Dilia Waicarán hoy en día, una mujer frontal, valiente, corajuda, que no le tiene miedo a nada, sino a Dios, para poder andar derecha porque soy una mujer cristiana, una mujer solidaria como lo era mi madre que cuando cocinaba, los primeros platicos, la primera ollita, salía para casa de los vecinos, que estaba pendiente de la que no tenía la familia para mandarle la sopa y la arepita con el pedacito de pescado y plátano que era la comida más habitué, como dicen los franceses... Todas esas cosas a mí me fueron nutriendo y como te dije antes, que aprendí a leer a los cinco años, los libros fueron

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completando, madurando esos valores, que son los que yo imparto, aliñados por supuesto, cuando doy mis talleres...

Farruco Sesto: estábamos en lo de Larrazábal.

Dilia Waicarán: sí, entonces cuando yo consigo el cargo para que me vaya para el Comando de Escuadra... pues yo me tuve que salir casi corriendo del Portuario, me hicieron la prueba porque andaban buscando una secretaria ejecutiva y no la encontraban, porque las niñas bien eran las que trabajaban pero era como por hobby, acuérdate como era antes la cosa... entonces me hicieron la prueba y me dejaron de una vez. Y mi conocimiento con Larrazábal... porque la sorpresa de él fue cuando me encuentra, él cantaba, tocaba el cuatro, y yo cantaba y él sabía de mí de la Marina, porque él iba y todo aquello... Y ahí, bueno, retomamos ese contacto de gente afín, paisana. Eran unos muchachos muy buenos, Carlos, él, su hermano, todos eran muy buenos... Y un día, él me dijo... ya el Partido Comunista estaba tú sabes, legal, que no duró nada porque el romance se acabó rapidito... entonces él me dijo: “mira, dile a tus camaradas que no te manden a vender la Tribuna Popular al mercado de Punta de Mulato los domingos”. A mí el corazón se me quería salir por la boca, porque no pensaba sino en el empleo, me van a quitar el empleo...

Farruco Sesto: claro...

Dilia Waicarán: porque yo además manejaba asuntos secretos de operaciones de la Marina Venezolana, maniobras, corbetas, todo eso, chalecos salvavidas, menaje, todo... eso yo lo manejaba. La combinación de la caja no la sabía nadie sino yo, era un archivo secreto... Y él me dice: “tú tienes un cargo aquí de confidencialidad, es importante, entonces si esta gente descubre que tú estás en esas andanzas te van a botar”, me dice él, ¿no? Mi jefe estaba en su camarote... porque tú sabes que en

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la Marina las oficinas y todas las cosas de tierra llevan el nombre que llevan los barcos internamente... estaba en su camarote descansando, y Larrazábal estaba acostado en una cheslong, porque esa era una quinta con muebles bellísimos, todo de época, de estilo... y entonces cuando se fue el almirante sale él...

Farruco Sesto: Ponte Rodríguez

Dilia Waicarán: ...y me dice, vamos a llamar al señor López (el señor López era un mayordomo español divino, un caballero) y entonces viene y nos sirvió un cafecito y a mí me sirvió un té… no, yo no quiero café, yo quiero un té, pues él como buen español cultivaba hierbas y hacías unos tés maravillosos... Y yo estaba temblando porque pensaba: este hombre escuchó lo que estaba diciendo el otro. Porque él me dice “no me mientas porque mi chofer es de aquí, de La Guaira, y te ve con su señora, todos los domingos en el mercado de Punta de Mulato, a las cinco de la mañana vendiendo la Tribuna Popular, ¿es que tú eres comunista?” Me dice él, ¿no? Y yo le dije: “sí”. Entonces él: “cará, esta muchachita, qué muchachita”, me dice. Él era muy lindo, muy lindo. Entonces me dice: “mira, cuéntame la historia esa de la Tribuna Popular”. Había estado oyendo todo. Entonces yo le conté. Y luego: “bueno, yo quiero leer una Tribuna Popular, yo quiero que tú me traigas una”. Y yo se la llevé. Y estuvimos viendo los artículos, porque era un articulado, imagínate, toda esa pléyade... Argelia Laya, Olga Luzardo, toda esa gente maravillosa, Gustavo Machado, Eduardo, todos, aquella efervescencia porque estábamos por fin legalizados, aun sabiendo que la luna de miel iba a durar poquito... Y entonces me dice: “bueno, ¿y después de esto, qué? Yo, bueno: “tengo unos libritos, tengo La Madre, de Máximo Gorki, ese es el abecedario”, le digo yo, “de la gente del Partido Comunista, ese es el abecedario, el libro Mantilla le digo... el libro Mantilla donde aprendíamos las letras”. Entonces se lo presté. Y después: “¿qué más?, ya

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me lo leí.” Bueno, y lo discutimos. Lo que significaba esa madre, que era la solidaridad, el cobijo para todos... tú sabes lo que es La Madre, una obra maravillosa. Entonces después le llevé Así se templo el acero, para remacharlo... Bueno, eso pasó... yo realmente salí después de la Marina porque ellos no tenían el Seguro Social para pagarme el mes y medio antes, el mes y medio después, y salí.... pero en ese ínterin hubo un golpe de Estado de Castro León, el general Castro León que había sido el ministro de la Defensa. Y ese día estaba Wolfang Larrazábal inaugurando unos puentes por allá, por Cumanacoa, y llama ese hombre, Carlos, que estaba en Playa Grande y estaba furioso porque le habían dicho que el hermano estaba herido y que se yo... total que a mí me fueron a buscar a las cinco de la mañana porque eso fue un dia domingo... y bueno, hablé con él y le dije que se quedara tranquilo porque Wolfang estaba inaugurando unos puentes, porque esos eran unos hermanos así, y él era como el papá. Él a Wolfang lo tenía como que... era el más chiquito de la casa y él era el papá. Eso lo arropaba, era un hombre maravilloso, Carlos. Esa es una familia muy buena. Entonces tuve que hablar con la gente de Avensa, mandar a buscar a Wolfang allá a Cumanacoa, ya todo el mundo estaba, Edecio La Riva, Santaella, todo el mundo estaba en el Comando de Escuadra haciendo los comunicados, no sé cuanto... Entonces a Wolfang se le ocurre que tiene que irse a pie desde la salida de la autopista hasta Miraflores, y había francotiradores y había de todo porque eso era, eso fue un golpe de Estado que se pudo abortar porque el tipo supo hablarle al hombre y decirle: “tú eres mi hermano (le decía de allá cuando hablaron) tú eres mi hermano, tú eres como un padre para mí... ¿cómo tú vas a hacer eso con el pueblo venezolano?, porque yo no voy a entregarte la presidencia para que tú campees por tus fueros en lo mismo que lo que acabamos de derrumbar”. Fue una cosa fuerte. Todas esas cosas me fueron nutriendo, a mí, me fueron llenando la sangre de revolución ¿ves? me fui nutriendo

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de revolución ¿entiendes? Y cuando hubo el Carupanazo me allanaron la casa en San José del Ávila, porque nos vinimos huyendo a raíz de que mi marido con el grupo de obreros ganaron las elecciones del sindicato portuario, y los adecos, que esa es su costumbre, entrar con camiones o con jeeps, con cabillas envueltas en trapos, con tiros, con piedras y todo, asaltantes, porque ellos tienen que quedarse con la cuestión. Hirieron al secretario general, le pegaron un tiro por aquí, a mi esposo le cayeron a palos, le dieron palo hasta por el cielo de la boca, me avisaron a mí, yo debía, yo le había dicho que no fuera pero él me dijo “no, mi deber es estar allí, yo tengo que estar allí solidario con mis compañeros”...Es una historia grande, yo tengo una historia política muy rica...

Farruco sesto: sí, eso tiene... tendría que recogerse en unas memorias...

Dilia Waicarán: bueno, todo el mundo me dice lo mismo.

Farruco Sesto: o ir registrando como estamos haciendo ahora, pero esta es más corta... porque uno se queda con las ganas de oírte la narración de toda esa vida ¿no?

Dilia Waicarán: sí, son décadas, porque yo estoy hablando de esa parte cuando estaba trabajando y al botar a mi esposo, eso me costó muchísimo para sacarlo de la prefectura allá, en un sótano de La Guaira, que por el nivel freático del mar que entraba, estaba con el agua hasta aquí y le dio una bronconeumonía y casi se muere. Y tuve que mover PTJ, que antes se llamaba así, y el jefe era una persona maravillosa, el doctor Olivares Bosque, entonces... bueno, buscó el médico forense, porque el hombre estaba, bueno, muriéndose... Al final de tanto luchar me lo pasaron para el Seguro Social del José María Vargas, el hospital que quedaba al lado de la prefectura. Entonces nos tuvimos que venir para Caracas y ya yo estaba trabajando en el

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Banco Nacional de Descuento, y allí estaba Felipe Malaver, el secretario general de Sutrabán, el sindicato único de trabajadores bancarios y que era el jefe de los comunistas, y estaba el papá de Rafael Ramírez, también allí... Y entonces nos reuníamos en mi casa de San José del Ávila, y esa casa me la allanaron el día del Carupanazo. Y no me rompieron todo y no me hicieron desastres, porque había un capitán de fragata que cuando me vio peló los ojos y se pasó la mano por la boca y yo entendí la seña, como que no nos conocíamos. Y él entró, se dio cuenta de todo, porque estaban los muchachos de la Técnica Industrial, tirando las bombas molotov, apoyando a los muchachos...

Farruco Sesto: ¿tú tenías cosas en tú casa que te incriminaran?

Dilia Waicarán: claro, tenía pistolita, balitas... y cosas...

Farruco Sesto: ¿hasta qué año militaste en el Partido Comunista?

Dilia Waicarán: mira, después que nos allanaron, tuvimos que cambiar de sitio, entonces nos reuníamos en las plazas, con el periódico, leyendo, para recibir las instrucciones, después nos reuníamos en la casa de una amiga que la mamá yo la llevaba para el cine y nos dejaba allá subiendo hacia El Calvario, después nos reuníamos en el banco donde trabajaba él, pero llego un momento en que ya no era conveniente, porque nos andaban persiguiendo... y entonces nosotros con la mujer de él, llamada Reina...

Farruco Sesto: ...tú viviste todo el período represivo de Betancourt y la insurgencia...

Dilia Waicarán: claro, yo viví todo eso y entonces nos quedamos nosotros... cuando agarran a Felipe, que lo agarran con Andrés Pasquier, que no aparecieron más

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nunca ninguno de los dos... yo tengo un libro en mi casa que la mujer y su primo de allá de Margarita hicieron, y lo bautizamos en Pdvsa, y ella me nombra ahí... Entonces yo le digo a ella: ¿por qué pusiste amigos? Me contestó: “porque uno no sabe las vueltas que da el mundo”. “Ay, Reina, todo el mundo sabe que Dilia Waicarán es de izquierda. ¿No estuve en el Sindicato de Radio y Televisión buscando ametralladoras para enfrentar a los cubanos gusanos que llegaban a quitarle el sueldo a los trabajadores y a venderle las novelas y a no darle ni un centavo? No, chica, eso ya está descubierto...” Entonces me dice: “Dilia, tú no cambias”. No, yo soy una mujer de compromiso...

Farruco Sesto: una guerrera.

Dilia Waicarán: entonces, ya cuando eso, que los agarraron a ellos y estaba la guerrilla en el monte y la guerrilla urbana... yo estaba con un médico, también carupanero, que me voy a permitir reservarme el nombre porque su hermano está también en esas luchas y, tú sabes, no conviene... Y ahí era el centro de acopio, en esa clínica famosa donde trabajaba, el centro de acopio de medicamentos, de ropa, de comida, de todo, y ahí estaban Dilia Waicarán y el marido llevando eso...

Farruco Sesto: estamos hablando de los años sesenta y tres, sesenta y cuatro...

Dilia Waicarán: sí, exactamente, porque en el sesenta y dos fue el Carupanazo...

Farruco Sesto: después viene la derrota.

Dilia Waicarán: todo eso, sí. Y nosotros haciendo la lucha con las bombas planfetarias, tú sabes, ahí donde está el Ministerio de Finanzas, ahí...

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¿Por qué tú eres chavista, Dilia Waicarán?

Farruco Sesto: ¿tú sigues en el Partido Comunista, entonces, todo ese período?

Dilia Waicarán: no, no, nosotros ya estábamos en la desbandada, ya no había como... pero siempre en la izquierda, siempre en la izquierda luchando por...

Farruco Sesto: y en tu vida ya artística, profesional...

Dilia Waicarán: claro, yo lo primero que hago al llegar a la televisión, el sesenta y cinco, es que me llama, me convoca, el sindicato de radio, que Alberto Álvarez sabía de algunas andanzas mías. Me convoca para que yo sea directivo, que no iba a quedar, que no sé cuanto... Y yo digo, bueno, si no es para hacer un plebiscito, sino para hacer una plancha correcta, contra la otra plancha y la otra plancha.... y quedé. Y entonces me decían: “bueno, tú puedes renunciar”. “No, yo no renuncio a mi compromiso”. Y ahí me quedé, luchando por los trabajadores del Sindicato de Radio y Televisión. Y haciendo trabajo social, que siempre lo he hecho, con los ancianos... tengo una asociación de artistas amigos de los ancianos, la tengo en estambay ahí, pero tengo fotos de todas las fiestas, de todas las cosas lindas que hicimos... O sea, mi vida ha sido una vida muy rica en mis sentires, en lo que yo siento, en lo que yo soy. Nada ni nadie a mí me va a hacer cambiar, de ser una revolucionaria total, total. Yo milito en la izquierda.

Farruco Sesto: ¿Y cómo sientes tú, Dilia, el desprecio que hay, ya no digo desde la burguesía porque la burguesía está en su propio universo, sino de sectores de la clase media que deberían estar más bien ligados a un proyecto de transformación del país? Ese desprecio hacia el pueblo, hacia los pobres, con racismo, con desprecio cultural, con desconocimiento de lo que son las raíces. ¿Cómo tú lo vives, eso?

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Farruco Sesto

Dilia Waicarán: yo te voy a decir algo. Cuando tú le haces un favor a una gente, con todo tu corazón... yo llego aquí donde tú estás, Farruco, mira, tengo este problema, apóyame, porque la verdad es que si no me ayudas no sé que voy a hacer, y tú con tu corazón me ayudas. En vez de yo agradecerte eso toda la vida, lo que siento es como un odio, es como un resentimiento, porque me vi obligada a molestar a este señor para que... en vez de agradecer y pedirle a Dios que te ayude para que puedas ayudar a otros...eso pasa con nuestra clase media. Pero ¿cuál clase media? Nosotros no somos sino una clase profesional trabajadora. Una clase media es la que se puede ir de vacaciones con su familia, estar un mes viajando por el mundo sacado sus doradas, sus platinadas, sus cosas, y después llega a revisar sus cuentas para ver que mordisquito le pegó a eso, para ver como especula al trabajador, porque generalmente son empresariado, para llenar ese huequito. Dilia Waicarán, y como yo mucha gente, va a durar todo el año reuniendo para llevar a los nietos a pasar unas vacaciones en un lugar, por lo menos cuando los muchachitos salgan del colegio. Entonces, como yo nunca me ubiqué en eso de la clase media, a mí no me afecta eso. Pero entonces, para responder tu pregunta con esa metáfora que te puse... esa clase media es la clase que fue apoyada, que comenzó a surgir, cuando el Presidente Chávez empezó a crear misiones, pudiendo hacer aquello, estudios, no sé cuanto... eso se lo deben a la Revolución. Y entonces desde arriba, desde la posición que ellos creen que están ocupando, miran a los demás para abajo como si fuéramos unos gusanos. Entonces le aplican a la clase obrera, a la clase trabajadora, al pueblo pueblo, lo que en su época la burguesía les aplicaba a ellos. Y no se dan cuenta de que ellos no son burgueses, que ellos son el instrumento que está usando la burguesía para fastidiar este proceso y después, si te he visto no me acuerdo. ¿Dónde están los líderes de la derecha que están apoyando a todas esas familias que salieron perjudicadas con sus

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¿Por qué tú eres chavista, Dilia Waicarán?

guarimbas? aunque eso, el nombre de guarimba no le va, sino terrorismo, a las cosas hay que darle su nombre.

Farruco Sesto: ¿tú tuviste posibilidad de intercambiar con el Comandante Chávez?

Dilia Waicarán: mira, el Comandante me conocía más a mí que yo misma. Nunca me dieron una cita para hablar con él y yo siempre andaba con el papelito de la esperanza... a mí me encanta cuando Nicolás dice “el papelito de la esperanza”, porque es verdad. ¿Tú sabes por qué pasa lo del papelito? Y se lo digo a Nicolás. Porque somos un país presidencialista, y si la gente que nombramos para las gobernaciones, para las alcaldías, para las concejalías, para las diputaciones, no cumplen con el trabajo que tienen que cumplir, vamos a donde está la cabeza: Mamá, Papá, ayúdame porque, mira, mi hermanito no me quiere ayudar con la tarea... Ese es el papelito de la esperanza, para que el Presidente dé la orden y diga: “la casita para fulana, el arreglarle la cloaca a yo no sé quien”, un trabajo que no le corresponde él. Entonces eso es aumentar más su carga que lleva a cuestas, y a él le ha tocado la carga más dura. Entonces, esas son las cosas que ocurren... Toda esta gente, Farruco, no se quiere dar cuenta de que si alguna vez, que eso no va a pasar jamás, esa gente llegase a ocupar la silla de Miraflores, aquí desaparece todo lo que Chávez hizo, privatizan... bueno, ya llegaron con las ínfulas de privatizar la vivienda, porque la familia de Borges es dueña, como inmobiliarios que son, de más de media Venezuela…

Farruco Sesto: si ellos regresaran entonces...

Dilia Waicarán: acabarían con todo. Entonces a esa clase media yo quisiera hacerle un llamado, porque si ella se ubica con el proceso revolucionario, entonces sí va a llegar a ser una clase media, porque entonces sería una clase media ascendente y cuando tú eres una clase media ascendente

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llega un momento en que tienes tu techo, pero estás bien, con tu empresa bien cimentada, con tu cosa... pero si tu le sigues haciendo el juego a la burguesía...

Farruco Sesto: es muy interesante, eso que dices. Mira ¿Y qué imagen tienes tú de Chávez?

Dilia Waicarán: Ah, lo que tú me preguntabas de Chávez, mira. Nosotros nos encontramos en los actos, que si en el Teatro Teresa Carreño, que si no sé donde... y nos abrazábamos y ahí nos decíamos de todo, porque yo jugaba mucho con él, porque él me decía mi muchachita, “mi muchachita, ¿cómo estás? ¿Y cómo están las cosas? Y tal y que se yo...

Farruco Sesto: era muy cariñoso.

Dilia Waicarán: muy cariñoso, de una ternura infinita.

Farruco Sesto: un ser...

Dilia Waicarán: infinito, extraordinario... Entonces, yo hasta le echaba bromas. Y le decía: “mira, a veces me provoca ser tu mamá, para darte unos cuantos correazos”. Y él decía: “¿Por qué?” “Por qué dijiste eso en el Aló Presidente”...muchas cosas. Una vez tuvimos un chancecito, que estábamos hablando así apartados y él estaba serio y yo le dije: “mira, el corazón tuyo es muy grande, tienes un deseo inmenso de hacer, todo lo que sientes aquí se te viene para acá, pero lo debes alojar un tiempo, para analizar un poco los pros, los contras, antes de decirlo...

Farruco Sesto: no lo dejaba reposar.

Dilia Waicarán: no lo dejaba reposar... entonces estás abriendo muchos frentes de guerra, porque lo sentía, lo pensaba y, lo soltaba.

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¿Por qué tú eres chavista, Dilia Waicarán?

Farruco Sesto: es así. Te cuento. Una vez me dice a mí: “te voy a comentar algo, pero no se lo digas a nadie”. Y yo, claro, silencio total. Y al día siguiente ya lo estaba diciendo él en público... Entonces, ¿para qué me dice a mí que no se lo cuente a nadie?...Era así...

Dilia Waicarán: entonces, teníamos esos acercamientos. Incluso cuando hubo lo de Radio Caracas, que a mí me invitó nuestro amigo William Lara, tremenda ficha de la Revolución, tremendo compañero..

Farruco Sesto: muy valioso...

Dilia Waicarán: valioso, sí. Hemos perdido a unos compañeros muy valiosos... Bueno, entonces hicieron una asamblea abierta en la Asamblea Nacional y William me da la palabra a mí y , bueno, yo hablé, yo dije lo que tenía que decir... Entonces el Comandante me vio y me manda a invitar para que esté el 2 de junio, porque fue el 28 que salió la señal, en la avenida Bolívar, en una concentración que él convocó para hablar eso de Radio Caracas y la nueva emisora y tal... Y bueno, me invitaron a mí. Y yo les dije, “mira si es para marchar o para estar en concentración, no puedo porque tengo un aparato en la columna vertebral, tengo muchas limitaciones en mis piernas y yo no puedo”. No, no, es para estar en la tribuna. El Presidente quiere que usted esté en la tribuna. Bueno, si es para estar en la tribuna… Me buscaron, me llevaron, y estuve en la tribuna. Cuando él llegó, me viene con la cosa… “mi muchachita…” yo no sé cuánto…. Y yo siempre le decía… “eso son mentiras tuyas porque yo te he visto con un poco de viejas” El decía: “yo te quiero mucho”. Pero ese día me dice él, “ya te he visto por ahí, defendiendo al proceso, y defendiendo a Chávez”. Y le dije: “no, defendiendo el proceso, no a Chávez. Defiendo la idea. La puesta en práctica de la idea. Si tú te llamaras Pedro, yo sería pedrista. Si te llamaras Luis, sería luisista”.

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Farruco Sesto: ¡qué bonito!, claro.

Dilia Waicarán: el nombre que tú tuvieras, yo sería de ese. No importa cómo te llames, es lo que pienso con el corazón. Y ¿sabes lo que me dice? Me aparta así, me dice: “esta carajita”. Me dice él: “a mí mucha, gente que te conoce, me ha dicho que tú eras una carajita bien jodida”. Y yo le dije: “sí lo soy”. “No, si no me lo jures, no me lo jures que te lo creo”. Para yo atreverme a decirle eso. Cuando estábamos juntos yo le decía Hugo. Cuando estábamos en público, yo le decía Presidente. A Nicolás si… no, no, no encuentro la manera de decirle Presidente porque es que a Nicolás yo lo conocí cuando andaba corriendo por allá por el Valle con la melena, con la música, y echando lavativa también, porque Nicolás empezó muy tempranito en la lucha política

Farruco Sesto: siendo niño, casi.

Dilia Waicarán: sí, muy niñito, niño de siete, doce años. Ya de pocos años él andaba por allá… Bueno, son recuerdos muy hermosos. Esa, esa ternura de Chávez, de sus manos… Ahora me acuerdo de algo que hice yo ungiéndole la cabeza con aceite cuando él se iba para Cuba el 24 de febrero, el 23 de febrero, que invitaron a los intelectuales, a los cultores para que estuviesen con él en el Teatro Teresa Carreño, y yo fui. Me invitaron pues, y yo estuve. Y hubo una amiga de Titina Azuaje, que era cristiana, que le mandó un aceite, y Titina no sabía para que era. Yo le dije: “yo sí sé, esto es para ungirle la cabeza al Presidente por su enfermedad….” “¿Yo? como le voy a tocar yo la cabeza al Presidente, tú estás loca”, me decía Titina… De verdad, es que yo puedo ser como su mamá, yo sí… Ay! Pensaba yo, Dios mío, que me vea, que me vea, porque yo sabía que si me veía… abandonaba todo y se iba derechito para donde estaba yo. Siempre era igual… Me vio, y se fue derechito, en línea recta. Él estaba a la derecha del

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escenario, yo estaba a la izquierda. Me abrazó. Yo le hice broma, y le dije: “¿mi amor, tú me permites ungir tu cabeza con aceite de nuestro Señor?” Con aquella ternura, me dijo: “úngeme mi amor, úngeme”. “Pero tenemos que orar”, le digo yo. Y empecé a ungirle la cabeza y él empezó a orar, y cuando terminamos… de eso hay una foto que cuando la tomaron yo no me di cuenta. Cuando terminamos de eso, él me agarra la mano. La energía que ese hombre desprendía de su cuerpo era una cosa…. la mirada… y me miraba… eso era un temblor en todo el cuerpo. Era una cosa… y no me soltaba hasta que iba saludando a todo el mundo como arrastrándome a mí. Hasta que llegó un momento… claro, él con la mano izquierda trabajaba bien porque era zurdo, pero llegó un momento en que yo hice presión con la mano para que me soltara. Me soltó y… bueno… y empezó a salir en las redes eso, yo no lo había visto. Una amiga me lo mandó y yo dije “¿cuándo fue esta foto?, pues no me acordaba…” y después empiezan los sobrinos míos a mandarme mensajes desde el interior. “Tía, hay unas vallas grandísimas contigo poniéndole una cosa en la cabeza al Presidente Chávez...” En la campaña del 2012 se usó mucho esa foto. Con el Gran Polo Patriótico. Me invitan para el Consejo Socialista de Mujeres, en Valencia y cuando llego me dice Blanca Eekhout: “mira donde estás”… en una gigantografía donde estaba todas las obras, tractores, médicos, siembra, todas las cosas que estaban haciendo, y él en el centro y yo ungiéndole la cabeza. Con esa foto se hizo. Después se hicieron cuñas de El Amor Mayor, de los niños discapacitados, de todo. Y eso para mí fue muy bonito, muy bonito. Yo con él no tuve la oportunidad de hablar siquiera una media hora, pero él ya sabía de mí.

Farruco Sesto: pero eso, la intensidad de esos contactos, eso te queda, nadie te lo quita.

Dilia Waicarán: mucha gente me decía, diputados y todo me decían: “usted es muy amiga del Presidente ¿verdad?” y

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yo preguntaba: “¿por qué?” “Es que en todas las reuniones él la nombra. Dice que la admira mucho, públicamente, en los Aló Presidente, en los discursos” Y yo les decía: “bueno sí, somos muy amigos”.

Farruco Sesto: se nos van a quedar muchas cosas. El tiempo pasó demasiado rápido. Yo creí que llevábamos veinte minutos y ya cumplimos el tiempo

Dilia Waicarán: ¡Ay, Dios mío!

Farruco Sesto: pero es que oírte es muy interesante. Lo que es una vida, una autentica vida. Una vida vivida con amor y con compromiso.

Dilia Waicarán: con compromiso.

Farruco Sesto: mira, una última pregunta, en este tiempo de dificultades. ¿Cómo está tu ánimo?

Dilia Waicarán: sufro por la gente que está sufriendo, incluida yo, incluida mi familia. Porque estas calamidades las estamos sufriendo una gran mayoría de los venezolanos. Y sufro, porque no puedo remediarlo, porque no puedo hacer nada para remediarlo. Porque no es una persona que necesita una operación y que yo puedo movilizarme para ayudar… es que son miles y miles de cosas. Porque son las medicinas, porque son los pensionados, porque son las viviendas, porque es aquello… agravado entonces con esta guerra económica, con este problema tan grave de la comida y los medicamentos. Eso es lo peor, la comida y los medicamentos.

Farruco Sesto: es muy cruel, ¿verdad?

Dilia Waicarán: es muy cruel y de una crueldad, además, refinada. Ha sido un plan elaborado con refinamiento. Yo

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supongo que tienen un laboratorio muy grande, de grandes cerebros malditos, viendo cómo llevar esto…

Farruco Sesto: y atacando mucho a la mujer y a la familia…

Dilia Waicarán: esta es una guerra contra la mujer.

Farruco Sesto: sí.

Dilia Waicarán: porque sobre los hombros de la mujer venezolana, y que los caballeros no se inmuten por lo que digo, descansa esta Revolución. Porque ya el Presidente declaró feminista a esta Revolución. Y que nuestras mujeres son mujeres echadas pa'lante, embraguetadas con todo. Crían a los hijos solteras, los mandan a la universidad, trabajan, lavan, planchan, cocinan, los atienden, les hacen la comida, salen a hacer la compra… eso solo lo hacen las heroínas. Entonces nuestras mujeres son heroínas, y ellos, los enemigos, saben que sobre los hombros de la mujer venezolana descansa esta Revolución, porque si la familia es la célula de la sociedad, la mujer es el pilar del hogar, es la ductora del hogar, porque el hombre en su rol de proveedor va dejando en manos de la mujer todas las demás cosas que debía compartir. Entonces la mujer es la que tiene que hacer la cola cuarenta horas para comprar los alimentos, ahí está ya abandonando las cosas del hogar. La mujer es la que tiene que venir a procurar la comida para los niños. Tiene que ir al colegio a la otra cuestión, tiene que… ¿entiendes? Y una cosa todavía muy delicada, que es que la mujer venezolana es muy pulcra, muy limpia, le gusta estar bien para su pareja, para ella misma, de su intimidad, todo. Entonces al negarle los productos con que ella, como ser humano, se nutre, se nutre, su vanidad, su ego, que todo el mundo tiene, su espiritualidad. Ahí, ahí están desmembrando eso, están intentando cansar. Ellos

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creen que la mujer se va a rendir. La mujer venezolana no se rinde….

Farruco Sesto: no, que va… Mira, para finalizar. A un posible lector o lectora de cualquier edad de esta entrevista, que la vamos a publicar en digital. ¿Qué le dirías ahora, en este momento?

Dilia Waicarán: que aquí no hay cobardes y que aquí nadie se rinde. Ana Karina Rote. Aquí nadie se rinde, y el que no esté claro, el que esté pensando que va a la Chamba Juvenil a aprender un oficio para luego, como es la moda, irse, que se vaya bajado de la nube, porque esa no es la intención del gobierno venezolano. La intención es que sus hombres y sus mujeres estén preparados para que cuando llegue la bonanza y la prosperidad, sepamos como manejar eso. Porque nosotros vamos rumbo al país potencia, y eso no lo va a parar nadie. Porque, y Dios nos lo está diciendo a cada rato, a esos que no creen… ahora el coltán. “¿Coltán? cónchale, ¿y eso qué es?” La mayoría no sabían, yo entre ellas y después a los quince días, certificación de diamantes de yo no sé cuánto… caramba. No los diamanticos que cogían aquí, el orito que se llevaban de aquí para Brasil, para allá, para acá, no. Estamos pudiendo sacar una moneda, el Petro, la criptomoneda respaldada por barriles de petróleo, que tenemos para regalar, por diamantes, por oro. Yo quiero que me digas cuánto hay, si el Señor nos va poniendo todos los días más cosas, más cosas, más cosas. Pero no es que nos lo va poniendo porque es así de lindo, no, también nos está probando a nosotros. ¿Cuán capaces somos de manejarnos con todas esas riquezas? Entiendo que ahorita hay un poco de descorazonamiento y desesperanza por lo que está pasando con la corrupción, con esos problemas de Psvsa, porque para nosotros Pdvsa es como el corazón de la patria, entonces… hay descorazonamiento, es verdad, hay desesperanza pero eso va a pasar. Por primera vez, se está metiendo presa a gente

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de alto coturno que está incursa en la corrupción, y… yo les mando el mensaje a todos, sobre todo a los jóvenes, porque los jóvenes, quizás ellos no lo sepan del todo, no lo hayan concienciado bien, pero en los jóvenes está la vida republicana de la siguiente década que nos va a tocar vivir. Después del 2030, si los jóvenes de ahorita, de dieciocho, de veinte, no se han preparado, no se han concienciado, o no los hemos concienciado nosotros… Nosotros tenemos que hacerlo, sí. Hacerlo a partir de nuestra experiencia. Hablarles a los jóvenes con la realidad, hablarle con la realidad a la juventud y te van a entender. Por todo lo que hemos vivido.

Farruco Sesto: toda esa experiencia…

Dilia Waicarán: no se puede perder.

Farruco Sesto: así es.

Dilia Waicarán: ¿de qué me vale a mí que mañana cuando me muera, digan: “¡ay! Dilia Wuaicarán, esa mujer si sabía… mira, tú hablabas con ella y te embelesaba y tú querías seguirla escuchando… ¿y a quién trasmitió los saberes?

Farruco Sesto: los años de la dictadura, después los de la Cuarta República…

Dilia Waicarán: yo te puedo hablar a ti desde el gobierno de López Contreras, desde que murió Gómez, yo nací un año después que murió Gómez

Farruco Sesto: pendientes entonces para otro día.

Dilia Waicarán: pero desde ahí te puedo hablar, de la historia contemporánea, de mis raíces allá en mi pueblo, en mi Oriente

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Farruco Sesto: y como ahora el ser humano puede llegar a ciento diez, ciento veinte años, dentro de veinte o treinta años nos reunimos a hacer los retoques de todo esto. Bueno, muchas gracias.

Dilia Waicarán: yo te quiero añadir una cosa, Farruco, sobre Nicolás Maduro. Alguna gente no ha dimensionado al Presidente que tenemos en el poder. Han sido tan mezquinos en no reconocer que lo de la Constituyente fue una jugada maestra. Si Nicolás…

Farruco Sesto: es genialidad política…

Dilia Waicarán: …política. Si Nicolás no se acoge a ese artículo de la Constitución para convocar la Asamblea Constituyente, aquí estaríamos contando los muertos en camiones…

Farruco Sesto: además, que fue muy interesante porque colocó el más alto poder de la República en manos del pueblo.

Dilia Waicarán: bueno, fue allá a poner su cargo a la orden… Eso tiene al mundo asombrado. Ellos no quieren dar su brazo a torcer, porque no quieren aceptar que están equivocados oyendo las sirenitas esas que les están hablando aquí, que no son… Lo primero fue saliendo de la OEA. Almagro no se esperaba esa jugada, no se la esperaba, ninguno se esperaba eso. Ok, todavía tienen que pasar unos meses, no sé cuánto… pero eso de la Asamblea y lo del petróleo... alguna la gente no le reconoce. Alguna gente no se da cuenta de la clase de Presidente que tenemos. Yo admiro a Nicolás, lo admiro profundamente. Esa gente se alegró cuando se murió el Presidente Chávez porque creía que se acabó la Revolución.

Farruco Sesto: claro, los escuálidos…

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Dilia Waicarán: pero este pueblo de nosotros está siempre ahí. Este pueblo de nosotros que bueno, protesta y… protesta en grupo y… cónchale la comida tan cara, que no sé cuánto... pero que está siempre ahí.

Farruco Sesto: así es. Bueno, estamos listos, gracias. ¿Te gustó?

Dilia Waicarán: ¿qué dice la audiencia?

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Publicación digital del Instituto de Altos Estudiosdel Pensamiento del Comandante Chávez

Diciembre 2017