por lo que se cree el todo, esta la ranura por la cual agoniza

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Por lo que se cree el todo , esta la ranura por la cual agoniza. En la clase pasada de Gunther Schupper, se introdujo la cuestión sobre la identidad de la cosa, y sus relaciones con el pensamiento griego, cuyo lenguaje supondría una cosmovisión bastante más precisa que la que podemos apreciar actualmente. Por decirlo así, para el griego (pre-aristotélico), lo bueno, lo verdadero, y lo bello no presentaban ni contradicción, ni antagonismo, ni similitud. A modo de ejemplo, Schuper nos planteo que para el griego el arte podía ser bueno, verdadero y bello: A= B V B En este intento, de buscar la identidad de la cosa, podríamos retraducir entonces, que el arte es igual a sí mismo: A=A 1=1 Vemos en esta concepción del arte, una falla, una imposibilidad por decirlo todo, ya que se nos presenta la tarea de elegir una definición del arte en acto, mientras que las demás definiciones potenciales, escapan al todo, formando su propio conjunto en la equivalencia: A= (1) (234) EN ACTO EN POTENCIA Es decir, pueden definir al arte como ustedes quieran, ya que no buscamos la concepción más adecuada. Lo que nos gustaría

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Ideas sobre la "identidad" aportadas por los debates analíticos en EDA.

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Page 1: Por Lo Que Se Cree El Todo, Esta La Ranura Por La Cual Agoniza

Por lo que se cree el todo , esta la ranura por la cual agoniza.

En la clase pasada de Gunther Schupper, se introdujo la cuestión sobre la identidad de la

cosa, y sus relaciones con el pensamiento griego, cuyo lenguaje supondría una cosmovisión

bastante más precisa que la que podemos apreciar actualmente.

Por decirlo así, para el griego (pre-aristotélico), lo bueno, lo verdadero, y lo bello no

presentaban ni contradicción, ni antagonismo, ni similitud.

A modo de ejemplo, Schuper nos planteo que para el griego el arte podía ser bueno,

verdadero y bello:

A= B V B

En este intento, de buscar la identidad de la cosa, podríamos retraducir entonces, que el

arte es igual a sí mismo:

A=A 1=1

Vemos en esta concepción del arte, una falla, una imposibilidad por decirlo todo, ya que se

nos presenta la tarea de elegir una definición del arte en acto, mientras que las demás definiciones

potenciales, escapan al todo, formando su propio conjunto en la equivalencia:

A= (1) (234)

EN ACTO EN POTENCIA

Es decir, pueden definir al arte como ustedes quieran, ya que no buscamos la concepción

más adecuada. Lo que nos gustaría recalcar, es que en esa empresa de buscar la identidad de la

cosa, agrupando en conjuntos las potencialidades, el devenir siempre les va a llevar la delantera:

El conjunto de los conjuntos “1” y “234”

1 234

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La equivalencia en acto es que el arte es igual a uno, mientras que en su equivalencia

potencial (lo que podría ser, pero no lo es todavía), es todo lo demás, es decir, 2, 3, 4, etc. El arte

solo podría ser definido en tanto es un conjunto, pero jamás mediante la total enumeración de los

elementos que lo hacen.

Hace poco leí una entrevista que le hacían a Germán García en el programa “Siempre

Libres” y simpatice mucho con la idea que cita sobre que con la venida de Cristo, Dios se historizo.

Yo me propongo jugar con el equívoco de que Cristo nos histerizo, que no es más que el

planteamiento que Zizek hace sobre que del pasaje de la religión judía, a la religión católica, se

juega el enigma del Che Vouy? Cristo, abre las puertas para preguntarnos qué es lo que quiere

Dios de nosotros, con la cual el nos responde con su único mandamiento: “Ámense entre ustedes,

como yo los he amado”.

Dios deja de ser esta figura aristotélica del acto puro (solamente), que no tiene igual, para

encarnarse en un hombre al cual podamos tomar aunque sea, solo un pedazo. Las misas donde

todos comemos un pedazo del cuerpo de Cristo, siempre y cuando hayamos reconocido nuestra

fe, nuestro lazo con la fe, nos dan una idea.

Se nos plantean dos cuestiones muy fructíferas para debatir: sobre el enigma que nos

atraviesa como parletres y la fragmentación de la identidad, despedazada en identificaciones, que

proponen ser semblantes de nuestro propio rasgo unario. ¿Pero no es acaso esta la única manera

en que podemos ser realmente nosotros mismos? ¿Aparentando?

En “Psicología de las Masas” Freud plantea esta identificación al rasgo, un grupo de amigas

compartiendo la misma miseria de la chica a quien acaban de dejar plantada. No es que ellas

“aparenten” y no puedan sentir empatía por este hecho, pero es claro que ellas no son a quienes

dejaron plantadas. Hay un imposible de decir lo que nos pasa, pero que el nombre del padre nos

habilita a estar en comunión con personas que también pasan por lo mismo.

Joyce no hace más que jugar con este enigma, lo que curiosamente le permite darse un

nombre, no por que los “joycianos” se rompan la cabeza tratando de mantener su nombre por 200

o 300 años, sino por el simple hecho de que él había encontrado su propia manera de hacer con el

enigma, tanto es así que lo publica, como su escabel “Finnegans Wake”, que para llegar tuvo su

tortuoso camino. No creo sinceramente que Joyce se haya interesado en legar algo para traducirse

o para entenderse, pero si para jugar con sus libros, bajo sus propias reglas. Lejos de hacer una

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psicologizacion de Joyce, podemos apreciar que sus textos progresivamente se dirigen al orden del

no-para-leer, no por qué no se pueda leer, sino que el lector advertido de la escritura del irlandés,

dará cuenta que no hay una sola historia ahí para contar, ni tampoco pueden contabilizarse las

historias que uno puede sacar de ahí.

Es una idea que Lacan ya trabajaba. Como nos orienta Miller, el condicional de un discurso

que no fuera del semblante, anuncia un límite que Lacan va intentar traspasar, con la clínica del

sinthome y la desarticulación diagnostica. Realmente, nos obliga a despojarnos de los elementos

dogmaticos de las herramientas analíticas, para forzarnos a prestar atención al sujeto que se

presenta. El rescate de la ética de la clínica, propuesto por Miller, lleva ese núcleo indestructible

que es el deseo del analista, interesarse por el detalle.

Es precisamente este detalle, lo que nos permite desarticular la idea de la Identidad como el

Todo, ya que, y siendo esto mas una crítica a las corrientes psicológicas que plantean el todo por el

todo, el Todo nos es inaccesible, y no en el sentido que hay que dar tiempo al raciocinio y a la

tecnología para librarnos del enigma, sino que es imposible decirlo todo sobre la cosa, que no sea

por medio del semblante.

Sin embargo, Lacan nos propone este desafío –aunque también bajo el consejo de Schuper,

habría que leer la fenomenología de Husserl, para entender esta idea de pensar sin prejuicios

haciendo un apoge- y es el de hacer estallar las significaciones, llevarlas al infinito, por que es la

única forma de dar cuenta de la imposibilidad de totalizar. No puede pretenderse que para

entender al hombre, uno debe saber todo de este y después explicárselo, si nuestra empresa

apunta justamente a encontrar lo que lo haría único.

La prueba de hacer estallar las significaciones es el “Finnegans”, un libro en el cual uno

puede naufragar durante toda su vida, si es que su goce lo lleva por ese lado.

La única manera de buscar la Identidad solo puede ser llevada a cabo por el no-todo,

aceptando la premisa de una imposibilidad lógica, un desafío planteado a cada sujeto en

particular, para que se enfrente con ello que mas desconoce, rechaza o niega, puesto que ahí está

el saber que da fe de su existencia, ello de lo cual solo puede parlotear.