por lo que se cree el todo, esta la ranura por la cual agoniza
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Ideas sobre la "identidad" aportadas por los debates analíticos en EDA.TRANSCRIPT
Por lo que se cree el todo , esta la ranura por la cual agoniza.
En la clase pasada de Gunther Schupper, se introdujo la cuestión sobre la identidad de la
cosa, y sus relaciones con el pensamiento griego, cuyo lenguaje supondría una cosmovisión
bastante más precisa que la que podemos apreciar actualmente.
Por decirlo así, para el griego (pre-aristotélico), lo bueno, lo verdadero, y lo bello no
presentaban ni contradicción, ni antagonismo, ni similitud.
A modo de ejemplo, Schuper nos planteo que para el griego el arte podía ser bueno,
verdadero y bello:
A= B V B
En este intento, de buscar la identidad de la cosa, podríamos retraducir entonces, que el
arte es igual a sí mismo:
A=A 1=1
Vemos en esta concepción del arte, una falla, una imposibilidad por decirlo todo, ya que se
nos presenta la tarea de elegir una definición del arte en acto, mientras que las demás definiciones
potenciales, escapan al todo, formando su propio conjunto en la equivalencia:
A= (1) (234)
EN ACTO EN POTENCIA
Es decir, pueden definir al arte como ustedes quieran, ya que no buscamos la concepción
más adecuada. Lo que nos gustaría recalcar, es que en esa empresa de buscar la identidad de la
cosa, agrupando en conjuntos las potencialidades, el devenir siempre les va a llevar la delantera:
El conjunto de los conjuntos “1” y “234”
1 234
La equivalencia en acto es que el arte es igual a uno, mientras que en su equivalencia
potencial (lo que podría ser, pero no lo es todavía), es todo lo demás, es decir, 2, 3, 4, etc. El arte
solo podría ser definido en tanto es un conjunto, pero jamás mediante la total enumeración de los
elementos que lo hacen.
Hace poco leí una entrevista que le hacían a Germán García en el programa “Siempre
Libres” y simpatice mucho con la idea que cita sobre que con la venida de Cristo, Dios se historizo.
Yo me propongo jugar con el equívoco de que Cristo nos histerizo, que no es más que el
planteamiento que Zizek hace sobre que del pasaje de la religión judía, a la religión católica, se
juega el enigma del Che Vouy? Cristo, abre las puertas para preguntarnos qué es lo que quiere
Dios de nosotros, con la cual el nos responde con su único mandamiento: “Ámense entre ustedes,
como yo los he amado”.
Dios deja de ser esta figura aristotélica del acto puro (solamente), que no tiene igual, para
encarnarse en un hombre al cual podamos tomar aunque sea, solo un pedazo. Las misas donde
todos comemos un pedazo del cuerpo de Cristo, siempre y cuando hayamos reconocido nuestra
fe, nuestro lazo con la fe, nos dan una idea.
Se nos plantean dos cuestiones muy fructíferas para debatir: sobre el enigma que nos
atraviesa como parletres y la fragmentación de la identidad, despedazada en identificaciones, que
proponen ser semblantes de nuestro propio rasgo unario. ¿Pero no es acaso esta la única manera
en que podemos ser realmente nosotros mismos? ¿Aparentando?
En “Psicología de las Masas” Freud plantea esta identificación al rasgo, un grupo de amigas
compartiendo la misma miseria de la chica a quien acaban de dejar plantada. No es que ellas
“aparenten” y no puedan sentir empatía por este hecho, pero es claro que ellas no son a quienes
dejaron plantadas. Hay un imposible de decir lo que nos pasa, pero que el nombre del padre nos
habilita a estar en comunión con personas que también pasan por lo mismo.
Joyce no hace más que jugar con este enigma, lo que curiosamente le permite darse un
nombre, no por que los “joycianos” se rompan la cabeza tratando de mantener su nombre por 200
o 300 años, sino por el simple hecho de que él había encontrado su propia manera de hacer con el
enigma, tanto es así que lo publica, como su escabel “Finnegans Wake”, que para llegar tuvo su
tortuoso camino. No creo sinceramente que Joyce se haya interesado en legar algo para traducirse
o para entenderse, pero si para jugar con sus libros, bajo sus propias reglas. Lejos de hacer una
psicologizacion de Joyce, podemos apreciar que sus textos progresivamente se dirigen al orden del
no-para-leer, no por qué no se pueda leer, sino que el lector advertido de la escritura del irlandés,
dará cuenta que no hay una sola historia ahí para contar, ni tampoco pueden contabilizarse las
historias que uno puede sacar de ahí.
Es una idea que Lacan ya trabajaba. Como nos orienta Miller, el condicional de un discurso
que no fuera del semblante, anuncia un límite que Lacan va intentar traspasar, con la clínica del
sinthome y la desarticulación diagnostica. Realmente, nos obliga a despojarnos de los elementos
dogmaticos de las herramientas analíticas, para forzarnos a prestar atención al sujeto que se
presenta. El rescate de la ética de la clínica, propuesto por Miller, lleva ese núcleo indestructible
que es el deseo del analista, interesarse por el detalle.
Es precisamente este detalle, lo que nos permite desarticular la idea de la Identidad como el
Todo, ya que, y siendo esto mas una crítica a las corrientes psicológicas que plantean el todo por el
todo, el Todo nos es inaccesible, y no en el sentido que hay que dar tiempo al raciocinio y a la
tecnología para librarnos del enigma, sino que es imposible decirlo todo sobre la cosa, que no sea
por medio del semblante.
Sin embargo, Lacan nos propone este desafío –aunque también bajo el consejo de Schuper,
habría que leer la fenomenología de Husserl, para entender esta idea de pensar sin prejuicios
haciendo un apoge- y es el de hacer estallar las significaciones, llevarlas al infinito, por que es la
única forma de dar cuenta de la imposibilidad de totalizar. No puede pretenderse que para
entender al hombre, uno debe saber todo de este y después explicárselo, si nuestra empresa
apunta justamente a encontrar lo que lo haría único.
La prueba de hacer estallar las significaciones es el “Finnegans”, un libro en el cual uno
puede naufragar durante toda su vida, si es que su goce lo lleva por ese lado.
La única manera de buscar la Identidad solo puede ser llevada a cabo por el no-todo,
aceptando la premisa de una imposibilidad lógica, un desafío planteado a cada sujeto en
particular, para que se enfrente con ello que mas desconoce, rechaza o niega, puesto que ahí está
el saber que da fe de su existencia, ello de lo cual solo puede parlotear.