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UNIVERSIDAD DE MEXICO 17 "Pi jJeclIliar canicler de .1/1. jJrovillcia" Por GltStav SIEBENMANN MIGUEL HERNÁNDEZ (1910-1942) RETRATO DE UN POETA ESPAÑOL ferencia de tono y eh: temas que existe C'ntre estos poetas C'xplica además por qué, a pesar de que el destino tendía a convertirlos a ambos en figuras legenda- rias, poseen tan distinta fuerza de irra- diación. A diferencia dc Antonio Macha- do y de Garda Larca, Hern;ll1dez fue una víctima que los vencedores hubieran podido salvar: tuvieron tiempo de sobra. A pesar de que por él abogaron varios personajes influyentes, y a pesar de su precaria salud, lo arrastraron durante tres años por las cúrceles españolas. Mu- ri{) el 28 de marzo de 1942 en Alicante. víctima de una tuberculosis pulll1onar. rmposible concebir un final más doloro- so para una vida que había llegado a co- nocerse a sí misma en el aliento de una firme volnntad creadora. En el extran- jero, en medio de las muertes en masa ocasionadas por la Segunda Guerra Mun- dial, su desaparición no suscitó C'scán- dala ni protestas. Sólo más tarde, con la creciente resonancia de su lírica, surgió la indignación y el pesar. LA VIDA El pastorcillo.-Frente al triste fin vemos, si remontamos el curso de su breve y azarosa vida, un comienzo ra- diante, a su vez amenazado por la leyen- da. Nació el 30 de octubre de 1910 en el pueblo de Orihuela (provincia de Ali- cante). Su padre era pastor y tratante en ovejas y cabras; la necesidad lo obli- a sacar a su hijo del colegio de je- suitas para que le ayudara a cuidar los Más tarde reconocería Miguel la influencia que sobre él ejerció tan ro- mántico origen. Vicente Aleixandre ase- gura en sus Encuentros que cuando Mi- guel le escribió por primera vez, pidién- dole tímidamente su libro La destruc- ción o el amor, completó su firma con la MUEHTE y FAMA P OCO A poco VA COMPREl\DIENDO la crítica española que ninguno de los poetas nacidos en España en los úl- timos cincuenta años supera en impor- tancia a Miguel Hernández. En la misma España no se reconoció su grandeza sino después de su muerte, y fuera de los paí- ses de habla española sigue siendo, toda- vía hoy, casi un desconocido. Ambos he- chos se explican fácilmente. Los poemas que justifican su fama se escribieron en la cárcel y apenas se publicaron, parcial- mente, en 1951 y 1952. Las poesías de Hernández impresas antes de la Guerra Civil no se encontraban por ninguna par- te: estaban prohibidas o habían desapa- recido. Cuando José María de Cossío, haciendo valer su influencia conciliadora publicó en la popular "Colección tral", el año de 1949, la segunda edición del volumen de poesías El rayo que no cesa (1936), brindó a los amantes de la literatura, y muy especialmente a los jó- venes, la oportunidad de conocer la poe- sía de ese excelso campesino. La nutrida selección que del conjunto de su obra publicó Arturo del Hoyo en la editorial Aguilar el año de 1952 está agotada des- de hace tiempo y se ha convertido casi en rareza de bibliófilo. Parece estarse preparando un cambio de gusto análogo a aquel que hizo que los amantes de la poesía pasaran de Juan Ramón Jiménez a Antonio Machado: los lectores parecen olvidar un poco la obra singular de Garda Larca en favor de la poesía humana y el grito indignado de Hernández. A ambos poetas les tocó el mismo fin trágico. Pero Garda Larca, cuando fue fusilado, gozaba ya de gran fama; Hernández, en cambio, sólo alcan- zó la grandeza plena gracias a su destino de reclusión y de sombra. La notable di- el deplorable ejemplo del cine mexica- no que descubrió el camino del éxito comercial en el recurso de dirigirse al público más primitivo e incitar sus pa- siones rudimentarias. Sin embargo, sin necesidad de apelar a razones artísticas o a cuestiones morales, quisicra recordar que nuestros lectores siguen leyendo no- velas inglesas, .norteamericanas, france- sas o italianas que no están hechas sino excepcionalmente de estos extremos pri- mitivos de lo humano, y se leen porque estos lectores, como los de todo el mun- do, buscan en la novela o en el cuento el interés y la seducción que nacen de lüs im;ígenes eficaces y persuasivas de la vida toda. Con todo, pese a cstas limitaúones y estos excesos, comprensibles en un arte que de pronto ha dejado de ser juego privado para convertirse en medio pú- blico de expreslOn, es necesario afirmar que la nueva prosa narrativa y el nuevo teatro constituyen la creación literaria mál) activa, renovadora y original de las letras mexicanas de hoy. Considerada en conjunto, la literatura mexicana actual da la impresión de en- contrarse en uno de los períodos más activos y fértiles en la historia de nues- tras letras. Herederas del lento y com- plejo esfuerzo que vino gestándose des- de la generación de 1910, las generacio- nes actuales parecen destinadas a llevar a cabo, al fin, el salto que libre a la literatura mexicana del provincianismo, del aislacionismo que no había podido superar hasta ahora -salvo en contadas excepciones- para existir y circular en en un clima universal. Bastaban los de- dos de una mano para contar a los es- critores mexicanos que habían sido tra- ducidos a lenguas extranjeras hasta 1950 o 1952; a partir de estas fechas, va siendo cosa normal que los libros me- xicanos importantes -novelas, teatro, poemas, ensayos, reportazgos- se traduz- can al inglés, al francés, la italiano, al alemán, al ruso, al japonés y al chino. Son numerosas, además, las antología que recogen versiones de nuestros poe- tas o las entregas de revistas extranje- ras consagradas a las letras mexicanas. y sin duda, esta conciencia de que lo que se escribe puede ser leído no sólo en :Vléxico sino en pueblos remotos, y aque- lla seguridad, también recientemente conquistada, de que muchos lectores van a leerlo, han dado una nueva seguri- dad, una responsabilidad y cierta sol- tura a las nuevas letras. No es tiempo aún de ponderar la significación y la trascendencia de la literatura joven me- xicana, pero puede asegurarse que, manteniendo un ritmo paralelo al del intenso desarrollo económico y 30cial que vive el país, la expresión literaria se encuentra en uno de sus momentos m;ís renovadores y fecundos.

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UNIVERSIDAD DE MEXICO 17

"Pi jJeclIliar canicler de .1/1. jJrovillcia"

Por GltStav SIEBENMANN

MIGUEL HERNÁNDEZ (1910-1942)

RETRATO DE UN POETA ESPAÑOL

ferencia de tono y eh: temas que existeC'ntre estos poetas C'xplica además porqué, a pesar de que el destino tendía aconvertirlos a ambos en figuras legenda­rias, poseen tan distinta fuerza de irra­diación. A diferencia dc Antonio Macha­do y de Garda Larca, Hern;ll1dez fueuna víctima que los vencedores hubieranpodido salvar: tuvieron tiempo de sobra.A pesar de que por él abogaron variospersonajes influyentes, y a pesar de suprecaria salud, lo arrastraron durantetres años por las cúrceles españolas. Mu­ri{) el 28 de marzo de 1942 en Alicante.víctima de una tuberculosis pulll1onar.rmposible concebir un final más doloro­so para una vida que había llegado a co­nocerse a sí misma en el aliento de unafirme volnntad creadora. En el extran­jero, en medio de las muertes en masaocasionadas por la Segunda Guerra Mun­dial, su desaparición no suscitó C'scán­dala ni protestas. Sólo más tarde, con lacreciente resonancia de su lírica, surgióla indignación y el pesar.

LA VIDA

El pastorcillo.-Frente al triste finvemos, si remontamos el curso de subreve y azarosa vida, un comienzo ra­diante, a su vez amenazado por la leyen­da. Nació el 30 de octubre de 1910 enel pueblo de Orihuela (provincia de Ali­cante). Su padre era pastor y tratanteen ovejas y cabras; la necesidad lo obli­gó a sacar a su hijo del colegio de je­suitas para que le ayudara a cuidar losanimales~ Más tarde reconocería Miguella influencia que sobre él ejerció tan ro­mántico origen. Vicente Aleixandre ase­gura en sus Encuentros que cuando Mi­guel le escribió por primera vez, pidién­dole tímidamente su libro La destruc­ción o el amor, completó su firma con la

MUEHTE y FAMA

POCO A poco VA COMPREl\DIENDO lacrítica española que ninguno de lospoetas nacidos en España en los úl­

timos cincuenta años supera en impor­tancia a Miguel Hernández. En la mismaEspaña no se reconoció su grandeza sinodespués de su muerte, y fuera de los paí­ses de habla española sigue siendo, toda­vía hoy, casi un desconocido. Ambos he­chos se explican fácilmente. Los poemasque justifican su fama se escribieron enla cárcel y apenas se publicaron, parcial­mente, en 1951 y 1952. Las poesías deHernández impresas antes de la GuerraCivil no se encontraban por ninguna par­te: estaban prohibidas o habían desapa­recido. Cuando José María de Cossío,haciendo valer su influencia conciliadorapublicó en la popular "Colección Aus~tral", el año de 1949, la segunda edicióndel volumen de poesías El rayo que nocesa (1936), brindó a los amantes de laliteratura, y muy especialmente a los jó­venes, la oportunidad de conocer la poe­sía de ese excelso campesino. La nutridaselección que del conjunto de su obrapublicó Arturo del Hoyo en la editorialAguilar el año de 1952 está agotada des­de hace tiempo y se ha convertido casien rareza de bibliófilo.

Parece estarse preparando un cambiode gusto análogo a aquel que hizo quelos aman tes de la poesía pasaran de JuanRamón Jiménez a Antonio Machado: loslectores parecen olvidar un poco la obrasingular de Garda Larca en favor de lapoesía humana y el grito indignado deHernández. A ambos poetas les tocó elmismo fin trágico. Pero Garda Larca,cuando fue fusilado, gozaba ya de granfama; Hernández, en cambio, sólo alcan­zó la grandeza plena gracias a su destinode reclusión y de sombra. La notable di-

el deplorable ejemplo del cine mexica­no que descubrió el camino del éxitocomercial en el recurso de dirigirse alpúblico más primitivo e incitar sus pa­siones rudimentarias. Sin embargo, sinnecesidad de apelar a razones artísticaso a cuestiones morales, quisicra recordarque nuestros lectores siguen leyendo no­velas inglesas, .norteamericanas, france­sas o italianas que no están hechas sinoexcepcionalmente de estos extremos pri­mitivos de lo humano, y se leen porqueestos lectores, como los de todo el mun­do, buscan en la novela o en el cuentoel interés y la seducción que nacen delüs im;ígenes eficaces y persuasivas dela vida toda.

Con todo, pese a cstas limitaúones yestos excesos, comprensibles en un arteque de pronto ha dejado de ser juegoprivado para convertirse en medio pú-

blico de expreslOn, es necesario afirmarque la nueva prosa narrativa y el nuevoteatro constituyen la creación literariamál) activa, renovadora y original delas letras mexicanas de hoy.

Considerada en conjunto, la literaturamexicana actual da la impresión de en­contrarse en uno de los períodos másactivos y fértiles en la historia de nues­tras letras. Herederas del lento y com­plejo esfuerzo que vino gestándose des­de la generación de 1910, las generacio­nes actuales parecen destinadas a llevara cabo, al fin, el salto que libre a laliteratura mexicana del provincianismo,del aislacionismo que no había podidosuperar hasta ahora -salvo en contadasexcepciones- para existir y circular enen un clima universal. Bastaban los de­dos de una mano para contar a los es­critores mexicanos que habían sido tra­ducidos a lenguas extranjeras hasta1950 o 1952; a partir de estas fechas,va siendo cosa normal que los libros me­xicanos importantes -novelas, teatro,poemas, ensayos, reportazgos- se traduz­can al inglés, al francés, la italiano, alalemán, al ruso, al japonés y al chino.Son numerosas, además, las antologíaque recogen versiones de nuestros poe­tas o las entregas de revistas extranje­ras consagradas a las letras mexicanas.y sin duda, esta conciencia de que loque se escribe puede ser leído no sólo en:Vléxico sino en pueblos remotos, y aque­lla seguridad, también recientementeconquistada, de que muchos lectores vana leerlo, han dado una nueva seguri­dad, una responsabilidad y cierta sol­tura a las nuevas letras. No es tiempoaún de ponderar la significación y latrascendencia de la literatura joven me­xicana, pero sí puede asegurarse que,manteniendo un ritmo paralelo al delintenso desarrollo económico y 30cialque vive el país, la expresión literariase encuentra en uno de sus momentosm;ís renovadores y fecu ndos.

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·'Ios vencedores·'

candorosa aposición "Pastor de Orihue­la". Más decisiva que esta condición depastor, tardía y más o menos refleja, fue,sin embargo, la profunda impresión quela naturaleza dejó en su espíritu y que,hasta el último momento, influyó en sumundo poético.

El autodidacto.-El camino que lo lle­vó a la lírica es notablemente directo. Selanzó a la lectura de los grandes clásicos.Los modelos cronológicamente más cer­canos hubieran sido para él rodeos oaun caminos errados. El centenario deGóngora en 1927, el homenaje a Garci­laso y a Bécquer en 1936: tales fueronlos impulsos externos -azarosos, sí, pe­ro hondamente significativos- para suformación. La fase inicial de su poesíaconsistió en la restauración de los mo­delos clásicos. Recordemos una vez máshasta qué punto la generación Guilén­Larca, inmediatamente anterior a la deHernández, se enriqueció con esa reno­vada vuelta al pasado. Por lo demás, labúsqueda de contenidos actuales y denuevas y vibrantes formas en la poesíadel Siglo de Oro perdura hasta nuestrosdías. La actitud de Hernández puedeconsiderarse, al menos en este aspecto,como típica de su generación lo mismoque de la más joven generación de poe­tas. Lope de Vega, San Juan de la Cruz,después Garcilaso, y, entre los modernos,Antonio Machado y Juan Ramón Jimé­nez, fueron quienes dejaron más hondahuella en ese muchacho de aldea, ansio­so de leer, a quien nadie guiaba en suslecturas. En el Horno de la familia Fe­noll se reunían los aficionados a la lite­ratura, y ahí fue donde Miguel conocióel valor de esas estimulantes tertulias, sin~as cuales no podemos concebir a Espa­na: esas veladas <]ue son a la vez expre-

Slon de la amistad y alta escuela de laconversación.

La rosa de los vientos.-Los años quevan de 1931 a 1934 habían de revelar laextraordinaria receptividad de Miguel.Husmeó impaciente los testimonios deincontables posibilidades de vida y sintióque su ambiente provinciano era dema­siado limitado v estrecho. De buenas aprimeras, a fi nés de 1931, va a Madrid,sin medios algunos. En una entrevistapublicada en la Gaceta Literaria se anun­cia la llegada de un "nuevo poeta pas­tor". Pero como Miguel no puede pre­sentar ningún poema de mayores dimen­siones ni nada impreso que justifique eseanticipo, no se le presta atención. Sustímidas peticiones no le reportan másque palabras de consuelo. El hambre y elfrío, y por', último el dinero que le envíande Orihuela para el viaje, lo deciden aregresar a su pueblo.

En la primavera de 1933 aparece suprimer libro, Perito en lunas. Típico tra­bajo de aprendiz, cuya hechura descubreal maestro: GÓngora. García Larca re­conoce, sin embargo, la casi impercepti­ble voz propia de Miguel y le escribeconsolándolo: "Los libros de versos, que­rido Miguel, caminan muy lentamente."De hecho, el tomito de versos no levantóruido alguno. Sin dejarse desalentar, yanimado quizá por los experimentos tea­trales de Larca con La Barraca, Miguelva de un lado a otro recitando sus metá­foras gongorinas, ilustrándolas, comocantor de feria, con carteles pintados porsu propia mano. Su amigo Ramón Sijé,que desde un principio ha apoyado lalabor poética de Miguel, lo atrae haciasu concepto neocatólico del mundo. Hon­damente impresionado por el teatro deCalderón, Hernández escribe un auto sa­cramental, Quien te ha visto y quien teve. y ocurre por este tiempo otro acon­tecimiento trascendental: su amor porJosefina Manresa, que penetra su obralírica hasta el último momento.

La dudad.-En 1934 Miguel Hernán­dez hace su segundo esfuerzo por con­quistar a Madrid. Y esta vez lo logra.Pablo N eruda, que por aquellos años eracónsul de Chile en Madrid y causabagran sensación en la sociedad madrileñacomo poeta y como comunista, vio enMiguel a un poeta prometedor; tambiénVicente Aleixanclre. Bergamín publicaen su revista Cruz y Ra'ya el mencionadoauto sacramental, que muy pronto le alla­na el camino para colaborar en diversaspublicaciones literarias, como el Caballoverde para la poesía de Neruda y la Re­vista de Occidente de Ortega. José Ma­ría de Cossío, que por ese tiempo prepa­raba su enciclopedia sobre los toros, ledio el puesto de secretario. Entre tantoel fiel amigo de Miguel, Ramón Sijé, ha~bía fundado en Orihuela una revista pro­vinciana de tendencia neocatólica (ElGallo Crisis, 1934), en la cual colaborabatambién Hernández asiduamente. Poraquellos año su poesía gira en torno algran tema único d~ su amor. Ya en 1934reúne veinticinco sonetos bajo el revela­dor título El silbo vulnerado, aunque sinpublicarlos. Diez de estos sonetos pasa­rán a formar parte, con algunos retoques,a su segundo libro de poesías, T:l 1"O\,O

que no cesa, publicado en 1936. .Con esta obra -tres años después de

sus primeros intentos- Hernández haencontrado su tono inconfundihlc. Juan

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Ramón Jiménez, que siempre tuvo (':cmuy fino para las nuevas voces, e::SL,ibpor entonces en El Sol; "En el últin­número de la Revista de Occidente, piblica Miguel Hernánclez, el extraordimrio muchacho de Orihuela, una loca el(gía a la muerte de su Ramón Sijé y seisonetos desconcertantes. Todos los amigas de la «poesía pura» .deben buscar:leer estos poemas vivos. Tienen su empaque quevedesco, es verdad, su herenci;castiza. Pero la áspera belleza tremendode su corazón arraigado rompe el paquete y se desborda como elemental naturaleza desnuda. Esto es lo excepcional poético, y i quién pudiera exaltarlo con tant<claridad todos los días! Que no SI

pierda. .. esta voz, este acento, est!aliento joven de España."

Si el gran Juan Ramón elogiaba en esaforma, era lícito confiar. Nunca volvió afaltarle a Hernández el valor de ser ca·mo era: es un regalo que le hizo la ciu­dad. Las vicisitudes por las cuales pasósu vida en la ciudad señalan claramenteel breve rodeo que finalmente lo condu­jo hacia sí mismo. En su primer intentode sentar pie en Madrid (1931) habíallegado vestido de "señorito", en vesti­menta de ciudad, esperando, sin duda.que la adaptación facilitaría las cosas. Lasegunda vez ( 1934) hizo valer plena­mente lo que tenía de extraño y no dejóescapar ninguno de los elementos quepodían convertirlo en ese "extraordina­rio muchacho". Con el tiempo, la mismasensación que causó le haría tomar gustoa las formas de vida urbanas. El lumino­so retrato que ha trazado la pluma deVicente Aleixandre nos permite recons­truir claramente el ánimo optimista, laalegre conciencia de ser diferente, del jo­ven intruso de Levante:

"Algo tenía en esas horas que le haciaaparecer como si siempre llegase de ba­ñarse en el río. Y muchos días de esollegaba, efectivamente. Mi casa estaba ellel borde de la ciudad. «¿ De dónde vie­nes, Miguel?» «j Del río !», contestabacon voz fresquísima. Y allí estaba, reciénemergido, riendo, con su doble fila dedientes blancos, con su cara atesada ysobria, su cabeza pelada y su mechonci­lIo sobre la frente. Calzaba entonces al­pargatas, no sólo por su limpia pobreza,sino porque era el calzado natural a quesu pie se acostumbró de chiquillo y queél recuperaba en cuanto la estación ma­drileña se lo consentía. Llegaba en man­gas de camisa, sin corbata ni cuello, casimojado aún de su chapuzón en la co­rriente. Unos ojos azules, como dos pie­d~as límpidas sobre las que el agua hu­biese pasado durante años, brillaban enla faz térrea, arcilla pura, donde la den­tadura blanca, blanquísima, contrastabacon violencia como, efectivamente unairrupción de espuma sobre una 'tierraocre."

Durante mucho tiempo siente Miguella nostalgia del paisaje de Orihuela vodia la inquietud, el ruido y el tráfico' d~la metrópoli. Pero muy pronto se hacesentir tam?ién, en las cartas a Josefina,su desprecIO por la estrechez de la vidaprovinciana. En 1935 parece querer, rom­per con su origen: se aparta totalmenteele Ramón Sijé!. su relig!oso ~migo y pro­motor, y tamblen Josef1l1a tiene motivospara dudar de su amor. Sólo el éxito al­canzado por la lírica nada ciudadana de:::El rayo que no cesa, esas variaciones so­bre su gran amor, lo hace volver a símismo. De pronto se siente extraordina-

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riamente fatigado por la vida en la me­trópoli. Lo superficial de las amistades,las mentiras del mundo literario, hacenestallar en él, violentamente, su tempe­ramento de hombre de la naturaleza. Sedefiende aislándose. Nada desea más ar­dientemente que volver a ver a su Ori­huela. "Me ahogo entre tanta gente", es­cribe a Josefina. A pesar de las diferen­cias de ambiente sociológico, existe unevidente parecido entre la formación deHernández v la del suizo C. F. Ramuz.I~ste descul;rió en París -como el le­vantino en Madrid- el peculiar carác­ter de su provincia y de su propia per­sonalidad. Hernández se liberó desde esemomento de todo clasicismo, y en lospocos años que le quedahan para escribirdectu() un cambio de estilo verdadera­mente sorprendente. En ello in fluyeron,de manera decisiva, los acontecimientos.

El militante.-En el mismo año de1936 estalló la Guerra Civil. Bajo el in­flu jo de Neruda, pero sin duda guiadotambién por su innata tendencia a la crí­tica social, Hernández se hizo comunistamilitante. Por un tiempo puso su poesíaal servicio de la causa. No hay duda deque su fe en un orden social mejor erasincera: su pieza teatral inédita, Los hi­jos de la piedra (1935), así parece ates­tiguarlo. El libro Viento del pueblo(1937), al lado de poemas de combaterebosantes de ira y de odio, contiene tam­bién poemas de profunda veracidad. Suscuatro piezas en un acto (Teatro en laguerra (1937) Y sobre todo El labradorde más aire (1937) constituyen intentosde crear un nuevo teatro popular. Estepropósito hace pensar en el teatro deGarda Larca, aunque no así el resultadoobtenido. En contraste con Larca, Her­nández nunca logró adquirir una expe­riencia práctica del teatro. A fines deagosto de 1937 el Segundo Congreso In­ternacional de Intelectuales Antifascistas,

celebrado en Valencia, le brindó la opor­tunidad de viajar a Rusia para estudiarel teatro de allá. Estocolmo, Moscú, Le­ningrado, Kiev, Londres, París, Barce­lona: he ahí las etapas del único viajeque Miguel hizo al extranjero. Pero bas­tan cinco semanas para convencerlo deque España es un país único. Lo quemás echa de menos es el paísaje español,en el cual, como dice, "sobra la luz".

La contribución de Hernández a lalucha defensiva de los repuhlicanos fueante todo de carácter ideológico. En ene­ro de 1937 fue nombrado comisario decultura de la Primera Brigada Móvil deChoque; más tarde trahajó en el Altavozdel Frente. 1)or razones de salud se leeximió varias veces del servicio. Duran­te esas pausas escrihía sus piezas teatra­les militantes. Al fracasar la resistencia,Miguel se encontraba en el Sur de Es­paña. Huyó a Portugal, pasando por Se­villa y Huelva. Burlándose del derechode asilo, las autoridades de la fronteraportug-uesa 10 entregaron a la guardiacivil.

En el laberil1to del hambre '\' de la lIli­scria.-En medio de la guerra (abril de1937), durante una inesperada licencia,se casó Miguel con Josefina Manresa. Suepistolario desde 1934 constituye unafuente insustituible de informaciones bio­gráficas. El primer hijo de este matri­monio murió a los diez meses de edad;el segundo, Manolín Miguel, aún vive.El milagro de la concepción, del naci­miento y del crecimiento, como luego eldolor por la muerte del hijo, impresiona­ron de tal modo la sensibilidad campe­sina de Hernández, que sus últimas poe­sías están totalmente bajo el hechizo deese gran tema. Al quedar separado de sumujer, su niño y su hogar por la guerray el presidio, su amor de padre y de hom­bre sufrió los tormentos de una nostalgiaindomable. Impresionante y conmovedor

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testimonio de ello son sus últimos poe­mas, sólo parcialmente editad~s por ~r­turo del Hoyo. En 1~:39 Hernandez mIs­mo había preparado para la imprenta lospoemas anteriores, bajo el título de 1::1hombre acecha. Entre ellos hay una senede poemas de combate, que lograron enor­me difusión en tarjetas postales y en ho­jas volantes y que motivaron su fama depoeta del puehlo.

Aún se percihe t'1I ellos la ira justa.pero el tono general es más grave y re­vela una profunda pena. En la cárcel.Hernández reunió los poemas ese'itosentre 1938 y 1941 en un Cancionero yrO/llallcero dc ausellcias. Aquí ya se hadespedido de toda retórica. Las formastradicionales ele la poesía de tipo popularvienen a ser el medio más adecuado paraplasmar los mensajes de su dolor. Conestas canciones ha creado Miguel Her­núndez algo duradero y definitivo. Suprecio fue una existencia en la sombra.tras las rejas, con hambre, frío, enferme­dad y un consumirse en la desesperada eimpotente conciencia de la miseria queabrumaba a sus seres queridos.

LA OI3I{A

Las modestas dimensiones de la obrade Miguel Hernández, su difícil acceso,su dramático entrelazamiento con las cir­cunstancias vitales tienen una explica­ción biográfica. La misma brevedad deesa curva vital exigía, aunque sólo fueraC0l110 testimonio sociológico e histórico,un examen detenido. Debemos, sin em­bargo, recordar que la gravedad de undestino no hace por sí sola al gran artis­ta. La vida de un poeta puede revelarnospor qué éste tuvo que decir ciertas cosas.Pero más interesa saber qué es lo quenos dice y cómo.

La conquista de las for1l1as.-Su obraprimeriza, Perito en lunas, lo avergonza-

"el tom acaba l)or cOl1l1ellitse en símbolo de la vida trágica"

".<il'nfe M i¡{l/el la lIo.</algia del j}{/i.<ajl' de Orihllela"

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ría más tarde. Es una serie de ensayospoéticos gongorinos sobre temas varia­dos, a menudo escritos artificiosamenteen clave, desfigurados por su afán con­ceptista. Son más soportables cuando elpatetismo se ve justificado por un autén­tico entusiasmo, como cuando trata el te­ma de las corridas de toros, o cuando elpostizo estilo desemboca inesperadamenteen una pointe cómica: cuando los montesparen un ratón. He aquí una octava enque el humor hace ver que entre el poetay el poema ha habido la necesaria dis­tancia:

Barb-ilIccho domingo: claros bo::os,labradores sin pies por paralelas:los codos van al cielo por candelas,al labio, al paladar, aistales, gozos.Ven por los anteojos de los pozos,cielo en moneda, luz con lentejuelas,a mirar a los hoy orinadores,C01/l.0 nunca de lm'gos, labradores.

Campesinos endomingados, que por unavez no necesitan pisar los surcos (para­lelas), se reúnen a beber amigablemente.Los ademanes tienen su poco de solem­nidad (candelas). Se invoca a la luz delcielo para que, por su redondo reflejo enel fondo del pozo -el polvo reverberaen los rayos de luz (lentejuelas)-, con­temple a los campesinos (Ven a mi­1'01' •.. ). Pero de pronto la fiesta desem­boca en el negocio excesivamente pro­longado de los bebedores. Se le ha to­mado el pelo al lector. El himno terminaen parodia. El chiste en sí mismo tienedentro de la lírica de Hernández el valorde lo raro, a pesar de que en ella no faltala vena cómica. Pero la octava no sólocontiene esa broma. La osada trasposi­ción del adjetivo inicial (hypallage), laevocación directa de los detalles meta­fóricos, la acentuación de los gestos, elespejismo del cielo, para no hablar de lasfiguras retóricas (asíndeton, zeugma) yde la colocación de las palabras, todoséstos son rasgos típicos del estilo barro­co. En el manejo de esas formas Hernán­dez suele hacer algo más que una meraimitación, logrando a veces un efectopersonal. Quien para ejercitar los dedosescoge tan difíciles études, es que quierellegar muy lejos.

, Primeros rasgos de la personalidad.­En vano buscaremos en la lírica de Her­nánde~ los fértiles huertos de su patria1~~antl11a. Es verdad que en su imagina­Clan los ~ec~rdará. ~iempre con n~stalgia:en ellos Jugo de nmo, por ellos se pasea­ba la amada. Pero el marco de su uni­verso metafórico sería más bien la de­sierta soledad ele Castilla. El tempranopoema La m-orada mnarilla coloca a Mi­guel Hernández al lado de los muchoscastellanos por adopción que ha dado laEspaña moderna (Machado, Unamuno,Ortega, etc.). Es importante hacer notaresta primera coincielencia temática conAntonio Machado.

Gradualmente va comprendiendo Her­nández que el mundo no está sano. Susufrimi,el.lto personal pugna por expre­s~rse ]¡ncamente, por encontrar sus pro­1;1<;>S temas. Aparecen primero la tierraanda y el stlbo del pastor. Hernándezllama "silbos" a cierto tipo de poemasbreves, de carácter popular, que compo­ne por entonces. La misma palabra co­I~O expresi?n de una pena aguda y 10ca­hza~~, servirá de título a la siguiente co­lecnon de poemas. El silbo vlIlnemdo.

Son veinticinco sonetos; el número XIV

comienza así:

La pen.a hace silbar, lo he comprendido.

El siguiente tema que elabora -hasta lapublicación de El rayo que no cesa,donde incluye diez de los sonetos ante­riores- es el del toro. En su interés poreste motivo influyó de manera decisivasu amistad con Cossío y su colaboraciónen la enciclopedia taurina. Puede obser­varse paso por paso -ya lo ha hechoG. R. Lind- en qué dirección se va des­arrollando el tema: el toro acaba porconvertirse en símbolo de la vida trá­gica:

Como el toro he nacido para el lutoy el dolor, como el toro estoy marcadopor un hierro infernal en el costado,y P01' varón en la ingle con un fruto.

C01//.0 el toro, lo encuentra di'minutotodo mi corazón desmesurado,y del rostro del beso enamorado,como el toro a tu amor se lo disputo.

Como el toro me crezco en el castigo,la lengua en corazón tengo baíiaday llevo al cuello un vendaval sonoro.

Camo el toro te sigo y te persigo,y dejas mi deseo en una espada,como el toro bUl'lado, como el toro.

La fuerza de las imágenes, su plasticidad,el poderoso dramatismo del desarrolloson rasgos comunes a la mayoría c1e lospoemas de ese volumen. También ellossiguen recordando a los modelos clási­cos: a Garcilaso en el tema de la dolorosanostalgia amorosa, a Quevedo en el temade la muerte. El temple básico es siem­pre el de tina queja vehemente, de unaamarga melancolía, rara vez sólo el deuna dulce tristeza. Entre los treinta poe­mas hay uno nada más que no está enprimera persona, y sólo once no van di­rigidos a una segunda persona. Una yotra. vez se lanza el poeta a cantar su do-

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lar, intenta nuevas metáforas, prueba losposibles efectos. También este volumenproduce la impresión de una serie de va­riaciones sobre un tema. Aunque no to­dos los poemas están igualmente logra­dos, la maestría formal merece siemprenuestra admiración. Hernández manejacon admirable agilidad la rigurosa formadel soneto. Casi nunca encontramos unapalabra vacía en la rima ni un ripio enla estructura estrófica. El éxito, segúnse nos dice, fue sensacional.

Bajo tan severa disciplina de la formase reconocen ya los grandes rasgos delpoeta posterior y definitivo. Ya aquí es­cribe lírica de confesión, sin anécdotas;ya aquí encontramos su rechazo de todolo dulce, su seriedad, sus presentimientossombríos. Como ha dicho Arturo delHoyo, Hernánc1ez lleva metida en loshuesos "la tristeza de ser hombre".

La fisonomía propia.-El comienzo dela Guerra Civil encuentra armado a Mi­guel Hernández. Ha elegido el campo ytiene lista la lanza. Pablo N eruda se laha forjado con su lema de "una poesíasin pureza". El patetismo humano de lapoesía sudamericana invade la suya araudales. Hernández sabe ahora cuál essu función. En tino de sus primeros poe­mas de la guerra se llama a sí mismoruiseñor de la desgracia yeco del infor­tunio. El libro Viento del pueblo contienepoemas "cívicos" destinados a ser leídosen el frente más que en círculos litera­rios. Pero su indignación le inspira com­posiciones tan vigorosas como la elegíaa la muerte de García Larca y el poemaSentado sobre los muertos. Emplea aho­ra -el hecho es decisivo- temas rela­cionados con su origen campesino. Desdeeste momento el carácter telúrico de suvisión del mundo se manifestará de ma­nera inequívoca. La semilla y el retoño,el recorrido de la savia, el dolor y labendición del fruto, la descomposición yel estiércol constituyen un ciclo honda­mente vivido. Ese ciclo, la vida, le pareceun baluarte contra la Nada. En un poe­ma se rebela contra la idea del polvo: noquiere hacerse polvo, sino tierra; la tie-

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rra es amor y puede conyertirse en árbol,en volcán, en fuente.

Dentro de esta exaltación de todo lovital, el fenómeno de la concepción y dela fertilidad adquiere especial relieve. Elvientre materno es para Hernández unsitio milagroso y sagrado. Uno de lospoemas más hermosos canta a la esposacuando se convierte en madre. El fértilYientre de la mujer llega a ser tellla fun­damental: su contenido suhjetivo va cam­biando. Comienza por ser el sitio en <[Ul'el amor conyugal crea nueva vida y su­pera así a la muerte; termina siendo ellugar donde ya es imposible refugiarse,donde el hombre desvalido quisiera bus­car abrigo. Hernández, sin embargo, hadesnudado estos temas, tan llenos de CÓI1­notaciones, de todo matiz idílico, ck todobucoli¡;mo azucarado. Veamos lUI l'jl'n!­plo de cómo obra aquí su arte:

CAKC¡Ó:--r úLTl M A

Pintada, 110 'uacía;pintada cstá 11Ii casadel color de las grandespasiones y desgracias.

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uruiselior de la dl'sgl"ftcia yeco dcl il1forlulIio"Regresará del llantoadonde fuc llevadacon su desierta mcsa,con su ruinosa caJIta.

Florecáán los besossobre las almohadas.y en torno de los cuerposelevará la sábanasu intensa enredaderanocturna, perfumada.

Su odio se amortiguadetrás de la ventana.

Será la garra suave.Dejadlllc la eslJeranza.

Comienza con una leve disonancia; lasemocíones se proyectan sobre el color delos muros y se transfiguran. Ese regre­sar "del llanto" esboza una geografíadel sufrímíento. Los objetos (mesa, ca­ma) anuncian simbólicamente el inhabi­tado vacío. Pero éste deja de ser súbi­tamente: ahí están el beso y el abrazo,traslada,dos al mundo vegetal. La casase convierte en espacio interíor; el odioy el l1!undo quedan afuera. La garra, osea la; 'nada, la muerte, pierde su fuerza.Hasta aquí no ha aparecido ningún serhumano. Lo personal ha estado todo estetiempo escondido en algún lugar del es­pacio o tras las cifras y las imágenes;pero al final -final en punta- aparecela esperanza. Para lograr su poderosoefe~:to, el- último verso ya sólo necesita sudesnudez :el hecho que de aquí el poetamismo se acerque a nosotros constituyepor sí solo, un contraste suficiente y arro­ja nueva luz sobre el conjunto. Se hasorteado el peligro de caer en el ademánpatético: la conmoción es sincera.

El espacio, la percepción espacial, re­sulta en Hernández un rasgo estructural.Por lo limitado y lo humano de su temá­tica -vida y muerte, amor y separa­ción-, su poesía estaba en peligro decaer en la sensiblería romántica y en ellugar común. El aumentar o, en todo ca­so, cambiar las dimensiones espacialesfue para él un importante medio de de­fensa contra ese peligro: el amor se con­densa en una envoltura protectora, se

concibe como búveda; el vienlre matcrnose agranda mÍticamente. La carne cldniño, símbolo de vida nueva, aletca y seremonta; los pájaros crean la altura y ladistancia; el viento, misterio del espacio,'adquiere fundamental importancia. Enuno de sus últimos poemas, Sepulturade la imaginacióu, un tenaz albañil cons­truye un monumento al viento; "piedratras piedra" levanta su osada abstracciónfantasmagórica; pero la materia se ven­ga, "yen su ohra fueron precipitados ély el viento". El tema de la madre, tanpróximo a todos los hombres, cobra di­mensiones astrales: la luna, símbolo defeminidad, está más cerca de él que elsol: "Lejos anda el sol, cerca la luna."En la cárcel recuenta sus palabras espa­ciales: "Todo Jo quc significa / golon­drinas, ascensión, / claridad, anchura,aire, / decidido espacio, sol, / horizontealetean te, / sepultado en un rincón." Es­te sentido de lo tridimensional incluyetambién la opresión del vacío: los zapa­tos desamparados son imagen de losmuertos. "Falta espacio. Se ha hundidola risa", dice en el tardío poema Eternasombra. Desde los abismos del desgarra­miento interior resuenan los tonos lim­pios y oscuros. He ahí el secreto de esetono inconfundible que escuchamos en lalírica de Hernánelez. Partiendd ele su rai­gambre telúrica, su gcnio aparta y en­sancha las fronteras empíricas hasta lle­gar a la irrealidad espacial. Así configu­rado, basta el propio corazón para unarte que vale aquí y hoy y que llega ha,taal menos versaelo en poesía.

A partir de 1937 ya no pudo Hernán­dez publicar sus poemas. Y ése fue j us­tamente el año clave a partir del cualencontró sus propias formas. Lo que es­cribió desde entonces, exceptuando algu­nas composiciones esparcidas en revistaso incluidas en Viento dcljmeblo, contras­ta fuertemente con su obra anterior. Lasmetáforas son ahora directas y a veces"oscuras", los ritmos suelen romperse, elcomlx1s verbal es breve, la frase se des­borda sobre el verso. Los soncto, sonahora la excepción; en cambio la poesiatradicional, con sus formas peculiares, se

convierte cn instrumcnto adecuado. Enel Canciouero V romancero de ausenciasmuestra JI crnftndez, como antes lo ha­bían mostrado Carcia J.orca y Alberti,hasta qué punto esa antigua lírica popu­lar de España po,ee un poder renovadory un valor de actualidad. Las proyeccio­nes mágicas hacia lo trascendental quecon tanto éxito emprendió Carda Larcacon la poesía de tipo popular sólo cons­tituyen, en realidad, una posible formade renovación: la andaluza. El levantino~y castellano- Hernández está máscerca del tema tradicional del sufrimientoamoroso y de la antiquísima lección deldesengaño. El fragmentarismo, lo lacó­nico, el girar en torno a un mismo versoconstante y varios otros rasgos estilísti­cos cmpleados a partir de Lop~ de Vega,y aun antes, se ajustan exactamente a lasensibilidad moderna. Llenos de júbilocomprobamos, con Hofmannsthal, que"la tradición ennoblece a la moda".. Sírvannos las conmovedoras Nanas de

la cebolla como ejemplo de esa transfor­mación creadora y ele esa "moderniza­ción" de la poesía tradicional. CardaLarca, como es sabido, deelicó un her­moso ensayo a las "nanas" o cancionesde cuna españolas. Recorelemos aquí queen Lspaña no es fácil encontrar la dulzu­l'a y el recogimiento con que las madresde la Europa central adormecen a susniños. Las nanas cantan el abandono, lamaldad y la magia. Miguel Hernándezcompnso este poema para su hijito, des­de la cárcel, cuando Joseiina le escribióque no comía más que pan y cebolla.

La cebolla es escarchacerrada y pobre.Escarcha de tus díasy de mis noches.J[a1Jlbre 'V cebolla,hielo negro y escarchagrande y redonda.

En la cuna del hambremi ¡¡iiio estaba.Con sallyre de cebollase amamantaba.Pao tu sangre,

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lValdo Frank conversando con Fidel Castro

Waldo Frank ca:nbi:¡ impresiones con C¡unilo CienCuegos'

Por Waldo FRANK

dn justo pero disciplinado, y si es nece­sario implacable. Pero todos con un ca­riilo a la vez que tierno y reposado,abrumador.

He visto cómo, cuando Fidel llega,sin anunciarse, a una ciudad o aldea,la voz corre de boca en boca: "¡Aquiestá Fidel!" Y la gente se lanza a lascalles, rodea el edificio en donde él confcrencia con los funcionarios públicos,y espera, con devoción y deleite, hastaque él aparece, cual si ante sus ojos tu­vieran pOI fin al creador de la vida.

LLAMADO A AMERICA HISPANA:LA VERDAD ESENCIAL DE CUBA

HE SIDO TESTIGO, durante las últimasllos semanas, del nacimiento deCuba. He convivido con la gente

del pueblo y con sus líderes: entre ellos,desde luego, el hombre a quien todosllaman Fidel. Unos aluden a él comohablando del hermano; otros mmo simencionaran al hijo que plasma en he­chos los caros suei10s de los padres; otroscomo cuando la novia se refiere al ena­morado, o la mujer al esposo. Otros más,como soldados que hablan de un capi-

IIi!

!~-,----

J)(!sperté de ser nirio:nunca despiertes.Triste llevo la boca:,-íete siempre.Sielnpre en la CUIla,

defendiendo la risapluma por Numa.

Ser de ~'uelo tan alto,tan extendido,que tu carne es el cie/orecién nacido.i Si yo pudieraremontarme al origende tu carrera!

Al octavo mes ríescon cinco a:::alwres.Con cinco diminutasferocidades.Cun cinco dientescomo cinco ja:::mincsadolcsccntes.

Es tu. ¡-isa la espadamás 'victoriosa,vencedor de las flores'\' las alondras.Rival del sol.PonJcllir de mis huesosy de mi amor.

Una 1Hujer 11I0re11an:suclta en hmase derrama hilo a hilosobre la Cl/l1a.Ríete, 11 irio,que te tragas la l/tilacuando es precisu.

Frontera de los besosserán marial/a.,cuando en la dentadurasientas un anua.5;iC'ntas un jUC'[jocorrC'r dientes abajobuscando el centro.

Tu risa me hace libre,me pone alas.Soledades me quita,cárcel me arranca.Boca que vuela,corazón que en tus labiosrelampaguea.

Alondra de 1I1i casa,,-íete 1/tucho.Es tu risa en los ojosla In::: del mundo.Ríete tantoque mi alma al oírtcbata el espacio.

La carne aleteante,súbito el párpado,el vi~'ir como nuncacoloreado.i Cuánto jilguerose re/nanta, aletea,desde tu cuerpo!

escarchada de a:::úcar,cebolla )' hambre.

¡'uela, niilo, en la doMeluna del pecho:él, triste de cebolla,tú satisfecho.No te derrumbes.lVu se/,as lo ql/I' /,0.1'0

ni lu <JI/e OCil/T,'.

(Traducci()¡¡ (iL' Jfaruit ¡:. •'/latarre)