poot, sara. sor juana nuevos hallazgos, viejas relaciones

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Literatuira Hispanoamericana; Barroco; Sor Juana

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Anales de literatura espaola, n 13, 1999

Sor Juana: nuevos hallazgos, viejas relaciones Sara Poot Herrera

University of California, Santa BarbaraA Enrique Martnez LpezHace ms de 300 aos muri sor Juana Ins de la Cruz. Y no slo renace de sus cenizas en calidad de ave fnix sino que -rara avis in terris- cobra magna relevancia en la ltima dcada de nuestro siglo. Poeta de gran fama en su poca -dentro y fuera de la Nueva Espaa- su obra rebasa su siglo y se instaura en las primeras lneas de inters de los estudios sobre el barroco espaol, la poesa novohispana, y qu decir de la literatura femenina del siglo XX de la que no slo se convierte en antecedente imprescindible sino que tiene en ella firme presencia y contemporaneidad. El inters actual sobre sor Juana Ins de la Cruz se enriquece con los recientes hallazgos que giran en torno de su vida y su obra. Varios de ellos son atisbos no de nuevas sino de viejas relaciones; algunas de estas relaciones se podran ver ahora de distinta manera a como se vieron durante muchos aos. A los inmediatos a la muerte de sor Juana -17 de abril de 1695-, a los que siguieron a la publicacin de la Fama y Obras psthumas en 1700 y a los que antecedieron precisamente a hallazgos recientes: piezas que junto con otros escritos dan lugar en s mismos y en su conjunto a nuevas lecturas e interpretaciones sobre la vida y la obra de sor Juana Ins de la Cruz. Entre esos escritos hay varios libros importantes publicados en este siglo. Anteceden a la efervescencia actual del inters por la Dcima Musa mexicana; 64

iluminan sobre su vida, su obra y el contexto donde vivi y escribi. Mencionaremos algunos de ellos. En 1910, Amado Nervo dio a conocer en Madrid su Juana de Asbaje. De mitad de siglo -1951-1957- es la excelente edicin de las Obras completas de Sor Juana Ins de la Cruz, iniciada y llevada a cabo en gran parte por Alfonso Mndez Plancarte y concluida por A. G. Salceda. En 1966 Francisco de la Maza fech su prembulo de Sor Juana Ins de la Cruz ante la historia (Biografas antiguas. La Fama de 1700. Noticias de 1667 a 1892), publicado en 1980. Sor Juana Ins de la Cruz o Las trampas de la fe de Octavio Paz y Humanismo y religin en Sor Juana Ins de la Cruz de Marie-Ccile Bnassy Berling inauguraron a principios de los ochenta una nueva poca en el mbito de los estudios de sor Juana y el siglo XVII. En el tercer centenario de su muerte se realizaron varios homenajes sobre sor Juana y su siglo, antecedidos en la poca actual por uno que pocos aos antes celebraba un aniversario ms de su nacimiento; me refiero al de noviembre de 1991 que organiz el Programa Interdisciplinario de Estudios de la Mujer de El Colegio de Mxico. Dio lugar al volumen colectivo Y diversa de m misma / entre vuestras plumas ando. Homenaje internacional a Sor Juana Ins de la Cruz. En 1995, sobre el siglo XVII y sor Juana en el centro, apareci Sor Juana y su mundo. Una mirada actual, y se publicaron las ediciones facsimilares de la Carta Atenagrica (1690), Inundacin Castlida (1689), del Segundo volumen de sus obras (1692) y de la Fama y Obras Psthumas (1700). A estos libros multiplicados asombrosamente se unen documentos que ofrecen nuevos aportes sobre tan afamada escritora novohispana. Son documentos que amplan la lista de inditos sorjuaninos anunciados por el editor de la Fama y Obras psthumas de Sor Juana Ins de la Cruz, cinco aos despus de la muerte de la escritora. Los ltimos treinta aos de este siglo, a los que nos vamos a referir, ofrecen testimonios reales a los estudios sobre la dcima musa mexicana debido a algunos documentos encontrados en Portugal, en Mxico, en los Estados Unidos y en Espaa. A partir de estos testimonios, los estudios sobre sor Juana y su poca cuestionarn y exigirn cada vez ms lecturas basadas sobre todo en documentacin histrica que es la que en los ltimos tiempos, y como una nueva etapa de estudios sobre la Nueva Espaa, proporciona bases ms firmes para el anlisis y la interpretacin. Ubico estos hallazgos entre 1968 -ao en que se dio a conocer un librito armado entre sor Juana, la condesa de Paredes y ocho monjas portuguesas, cuyo contenido eran veinte enigmas de autora sorjuanina- y 1997 -ao de publicacin del Catlogo de textos marginados. Inquisicin: siglo XVII, que ofreci fuentes y piezas de un proceso inquisitorial que haba involucrado el nombre de sor Juana Ins de la Cruz, y ao de la celebracin del coloquio Sor Juana & Vieira, trescientos aos despus, en el que se dieron a conocer relaciones interesantes alrededor de los ltimos aos de sor Juana. La publicacin de las actas de 65

este coloquio -1998- marca, entre otros, un momento importante de reflexin sobre los hallazgos en torno a sor Juana Ins de la Cruz. Los hallazgos de estos treinta aos constatan la presencia de personajes relacionados -para bien o para mal - con la monja novohispana, poeta de todas las pocas. Partamos de 1968. Los Enigmas ofrecidos a la discreta inteligencia de la soberana Asamblea de la Casa del Placer, por su ms rendida y aficionada Soror Juana Ins de la Cruz, Dcima Musa fueron localizados por Enrique Martnez Lpez en la Biblioteca Nacional de Lisboa. Los dio a conocer en el Tercer Congreso Internacional de Hispanistas celebrado en El Colegio de Mxico y los public en la Revista de Literatura de Madrid con el ttulo de Sor Juana Ins de la Cruz en Portugal: un desconocido homenaje y versos inditos. Con base en este hallazgo conocido en Mxico en 1968, Antonio Alatorre public 26 aos despus su edicin y estudio de sor Juana Ins de la Cruz, Enigmas ofrecidos a La Casa del Placer. A los dos manuscritos hallados por Martnez Lpez, Alatorre aadi otros dos que l localiz; los cuatro pertenecen a la Biblioteca Nacional de Lisboa56. Se trata de veinte Enigmas literarios escritos en forma de redondillas; los acompaa la Dedicatoria que, en un romance de 64 versos, dedica la monja jernima a las monjas portuguesas de varios conventos: A vuestros ojos se ofrece / este libro, por quedar / ilustrado a tanto sol / digno de tanta deidad (vs. 1-4). Despus del romance -que en tres versos se refiere textualmente al libro-, hay un soneto tambin de sor Juana, que funciona a manera de Prlogo: Este volumen, cuyo altivo aliento / -benvolo lector siempre invocado- (vs. 1-2). La dedicatoria que anuncia este libro y el prlogo que menciona este volumen advierten sobre un proyecto de publicacin entre las monjas portuguesas y la monja mexicana; proyecto que casi seguramente fue De la Excelentsima Seora Condesa de Paredes, Visreina que fue en Mxico, y particular aficionada de la autora. De ella es un romance de 56 versos -parte medular de los escritos que anteceden a las redondillas de la poeta-, en el que menciona como libro los enigmas de sor Juana: Amiga, este libro tuyo / es tan hijo de tu ingenio, / que correspondi, ledo / a la esperanza, el afecto; A ti misma te excediste, / pues este libro que veo / cuasi que sera malo, / si aun no fuera ms que bueno (vs. 1-4 y 9-12). La condesa, presente en el primer libro de sor Juana en Espaa, con un romance propio apareca ahora en Portugal en un libro que tal vez sera el ltimo fechado en vida de su amiga. A su romance lo acompaan otros poemas. Antes, unas endechas endecaslabas A la autora, por Soror Mariana de Santo Antonio, religiosa en el monasterio de Santa Clara, quien tambin en tres versos menciona el libro que A sagradas deidades se ofrece y que Tan alto amparo busca (vs. 21 y 25). Despus del 66

romance de la condesa, aparece un romance de arte mayor A la autora, de Soror Francisca Xavier, religiosa en el convento de la Rosa, quien menciona este corto libro y le dice a su autora: porque en tu auxilio logre felizmente / tan noble ofrenda, proteccin tan noble (vs. 39-40); y otras endechas endecaslabas A la Dcima Musa, de Doa Simoa de Castillo, religiosa en el monasterio de Santa Ana, quien se refiere tambin a tan alta proteccin (v. 24). Son sendos poemas en espaol de tres monjas portuguesas quienes, como la ex virreina, tambin aluden al ofrecimiento a sagradas deidades, deidades superiores, sacro numen y a sus altares; las religiosas y la condesa coinciden con la autora quien dedica el libro a tanta deidad. Sor Juana, antes que nadie y como siempre, marca las intenciones de sus escritos, en este caso, de los enigmas. Dice en su Dedicatoria: Divertiros slo un rato / es cuanto podr aspirar / que fuera mucho emprender / atrevrselo a ocupar (vs. 5-8). Y, as, ofrece a las monjas como ella un ingenioso entretenimiento literario, de saln, podramos decir. Y para que los Enigmas sean un libro con todas las de la ley, se avalan en Portugal con dos censuras y tres licencias, todas de autora femenina. Primero aparece la Censura da Senhora D. Feliciana de Milo, religiosa no convento de Odivelas. Sus primeras palabras son: Por soberano decreto li os enigmas que se incluiem neste breve e misterioso volumen; las firma la religiosa en Odivelas, 26 de Janeiro de 1695. La segunda es la Censura da Senhora D. Maria das Saudades, religiosa no convento de Vialonga, quien escribe: Posso juntamente dizer que ste livro, que me manda ler alto preceito... me parece que stes enigmas, principalmente afianados no menos que na proteo de tantas e to sup[e]riores divindades, so dignos de que na Casa do Prazer, esfera de mais luzidos astros, se leiam e se interpretem... mas as mesmas divindades que amparam a obra que indignamente censuro... Vialonga, 28 de Janeiro de 1695.

La censura de D. Maria das Saudades reafirma que el texto es un libro; que la lectura para su licencia se ha solicitado por alto precepto; que los enigmas de sor Juana afianzados nada menos que en la proteccin de tantas y tan superiores divinidades van a ser ledos en la Casa del Placer por las mismas divinidades que ahora los amparan. Despus de las dos censuras aparecen las tres licencias, escritas en dcimas poticas. La primera que toca f es de sror Mara Magdalena del convento del Calvario. La licencia explicita el carcter de divertimento adivinatorio en la lectura de los enigmas: Pode ste livro passar, / de todo o castigo isento, / que em justo divertimento / ao culpa adivinhar (vs. 1-4). La segunda licencia que compete Jurisdisao Real es de D. Maria do Cu, religiosa del convento de la Esperana: Pode ste livro correr, / que ao tem nenhum defeito, / pois da casa do respeito / passa Casa do Prazer (vs. 1-4). Dice su autora que el libro no necesita correccin, pois teve tanta ateno, / que s por ao fazer mal / jurisdio real, / 67

busca real proteo (vs. 7-10). La ltima licencia que pertence aos bons costumes es de D. Maria Guedes, religiosa de Santa Mnica. La dcima comienza con tanta a sua ateno / e dste livro o concrto, / que por ditado do acrto / o pode ser da razo (vs. 1-4). Las tres licencias aprueban este livro, refirindose a los Enigmas da freira de Mxico, em redondilhas, e so vinte. A excepcin del primer manuscrito de 1716, donde se localiza una copia de los enigmas, en los otros tres hay un Index dos sacrficios que oferece a Poesia aos sagrados orculos que ilustrarem as obscuridades dstes enigmas; son ttulos de veinte composiciones poticas distintas (un soneto, dos octavas, un romance de arte mayor...) que corresponden a cada uno de los enigmas y que responderan a las veinte preguntas que se inician de la misma manera: Cul es...?, Cul ser...?, Cul puede...?, Cules sern...?, Cul podr...?. Slo en un caso -enigma 14- aparece un sustantivo antes del verbo, Cul dolor puede ser?, para evitar el mismo principio del enigma 3, Cul puede ser el dolor?. Sor Juana en la Dedicatoria de sus enigmas solicita a las monjas no daros qu discurrir, / sino slo qu explicar (vs. 15-16). Y, al decir de Martnez Lpez, las respuestas a las veinte preguntas son definiciones sobre el amor. Los enigmas sern motivo de una y otra lectura, de propuestas, de un juego literario, un pasatiempo muy entretenido. Ms all del valor literario de estos enigmas -cuyo primer manuscrito conocido hasta la fecha es precisamente la copia de 1716, 21 aos despus de haber sido aprobados para su circulacin y 21 aos tambin de haber muerto sor Juana-, su importancia consiste sobre todo en saber que hubo relaciones literarias entre la monja mexicana y las monjas portuguesas. Religiosas de ocho conventos distintos -dos de ellas, sor Feliciana de Milo y Maria do Cu, de renombre en las letras lusitanas (Martnez Lpez 1968, p. 57)-, estn involucradas en este proyecto. A fines de enero de 1695 se fechan las dos censuras, eso es, a principios de ese ao estaba listo como libro -breve, s, pero redondo, completo: con dedicatoria, el romance de sor Juana; un prlogo, su soneto; cuatro agradecimientos como homenaje, los tres poemas de tres religiosas y el de la condesa de Paredes; las dos censuras en prosa y las tres licencias en dcimas, tambin de religiosas; las veinte redondillas -los enigmas de sor Juana, ncleo del libro- y el ndice de veinte nombres de composiciones poticas. Aunque breve, el libro se multiplica al leerse; un enigma dar que pensar, y stos son veinte. Cada participante en el juego propondr su propia respuesta; oir las propuestas de los otros participantes. Adems, hay veinte sugerencias para responder; habra que escribir un poema o encontrar uno ya existente -de la propia autora, por ejemplo- para cada respuesta? La poeta ha discurrido un juego potico y para jugarlo hay qu explicar cada disquisicin; habr que conocer o hacerse de reglas para participar. Es un juego para jugarse una y otra vez. La brevedad del 68

libro se multiplicar en su circulacin, en su lectura de esparcimiento individual y, sobre todo, colectivo. Es un libro para abrir, cerrar, volver a abrir; circulara en s mismo, entre las monjas, entre los conventos. Su carcter giratorio semejara un torno conventual57; que gira, que da vueltas, que da, que recibe, que vuelve a girar. Los Enigmas reuniran a su alrededor a las nobles y letradas freiras de La Casa del Placer, o a las de los distintos locutorios conventuales -sin que se vieran entre s las monjas de distintos lugares- adscritos a esa Casa del Placer, al que ahora los engarzaba ms un torno literario. Igual que sor Juana, cada monja particip desde su respectivo convento en el diseo del libro como tal; de la excelentsima condesa de Paredes se dice en ese momento que fue virreina de Mxico; o sea, son escritos posteriores a su estancia en la Nueva Espaa. Con los datos que se tienen no podra fijarse a ciencia cierta la fecha de autora de los enigmas; lo que s podra asegurarse es que sor Juana los escribi expresamente para las monjas portuguesas y casi podra asegurarse que la condesa de Paredes se los pidi para que fuera un libro con patente y factura femeninas. Los 20 poemas de nuestra monja, los poemas con los que le responden sus destinatarias, las aprobaciones para la publicacin de los textos, marcan un momento de filiacin femenina entre Portugal, Espaa y la Nueva Espaa, significativo en los ltimos aos de sor Juana. Sobre todo si tenemos en cuenta los problemas que tuvo con la publicacin de la Carta Atenagrica a fines de 1690. Es muy posible que en este proyecto tuviera que ver, aunque tcitamente, la duquesa de Aveiro nombrada -lo mismo que la ex virreina- en la Respuesta que la poetisa firm el primero de marzo de 1691. La genealoga femenina que construye sor Juana en su Respuesta deriva en sus amigas, la condesa de Paredes y la duquesa de Aveiro58; algunas de las monjas portuguesas de La Casa del Placer seran parte de tal genealoga. Estamos hablando de los aos que se aproximan a la fecha que figura en el libro: 1695, el ao del fallecimiento de su autora. Hasta sus ltimos das sor Juana mostrara el genio de su poesa. Los Enigmas son testimonio; la condesa de Paredes, de principio a fin, su aficionada nmero uno, la intermediaria Real e ideal entre la escritora y sus nuevos lectores. Se saba que la amistad entre ellas se haba iniciado a la llegada de la virreina a la Nueva Espaa en el marco de bienvenida del Neptuno Alegrico de noviembre de 1680, el grandioso arco triunfal ideado por la monja, ya autora en esos das de varios juegos de villancicos. Se saba tambin que la ex virreina dio a conocer a sor Juana al mundo de las letras al publicarle en Espaa su obra, en la que la escritora le ofreca inigualables piezas poticas de agradecimiento y amistad. Lo 69

que se sabe ahora -gracias primero a Enrique Martnez Lpez y despus a Antonio Alatorre- es que con los enigmas ofrecidos a La Casa del Placer sor Juana y la condesa de Paredes sellaban un lazo ms de compromiso y amistad. Fueron escritos exclusivamente para las monjas portuguesas por parte de la poeta mexicana; posibles gracias a la lealtad de la condesa espaola. Si la ex virreina promovi en Espaa la primera publicacin de las obras de sor Juana, estando la poeta viva, casi podramos afirmar que aos despus promovi en Portugal este libro que circulara selectivamente entre las monjas de La Casa del Placer, fuera sta un lugar fsico -un locutorio, un definitorio, una academia- de reuniones literarias o una asociacin cultural, y literaria tambin, a la que perteneceran desde sus respectivos conventos las monjas cultas de Portugal. Menos de tres meses despus de la aprobacin de los Enigmas, muri sor Juana. La discrecin de su escritura y de su recepcin inicial, y el desconocimiento posterior de esas redondillas persisti hasta nuestro siglo. Nadie dijo nada de ellos al publicarse en 1700 en Madrid la Fama y Obras psthumas de Sor Juana Ins de la Cruz. Tena razn Donna Feliciana de Milo, cuando en su censura de los Enigmas calific de breve e misterioso volume donde stos estaban incluidos. Ese misterio es parte de episodios no aclarados ni resueltos de la vida de sor Juana. Otros hallazgos seguiran a este que hace ms de treinta aos tuvo lugar en Portugal. Casi doce aos despus de que se dieran a conocer en la ciudad de Mxico esos Enigmas, el padre Aureliano Tapia Mndez encontr una copia de la Carta de la Madre Juana Ins de la Cruz escripta al R. P. M. Antonio Nez de la Compaa de Jess, de la que antes tampoco se saba absolutamente nada. El hallazgo ocurri en abril de 1980 en la Biblioteca del Seminario Arquidiocesano de Monterrey, Nuevo Len, Mxico. Por esta carta -uno de los ms extraordinarios documentos hallados en los ltimos aos- se supo que sor Juana fue quien despidi a su confesor, el padre Antonio Nez de Miranda; contrariamente a lo que siempre se haba sabido, o sea, que el jesuita se haba despedido de ella. La despedida ocurri alrededor de 1682 -precisin de Alatorre (uso su edicin)-, dos aos despus de que sor Juana ofreciera a los virreyes de la Laguna su mejor tarjeta de presentacin: el texto del arco triunfal de bienvenida, denominado Neptuno Alegrico (1680). Si a partir de ese momento se marc -y para siempre- la amistad entre sor Juana y la virreina, antes y durante ms de una dcada sor Juana estuvo relacionada con el padre Nez de Miranda, quien sera su confesor; jesuita de gran importancia de la poca, hombre de letras y de gran poder en la capital de la Nueva Espaa59.

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En 1669, el padre Nez celebr la entrada de sor Juana Ins al convento de San Jernimo -antes, comprendi que ella dejara la orden de las carmelitas en la que slo permaneci tres meses-, estuvo cerca de ella durante los aos setenta -poca de los primeros villancicos de sor Juana, algunos publicados en forma annima- y lejos de ella en los ochenta, la mejor dcada -al decir de Octavio Paz- de la creacin potica de sor Juana. La carta de Monterrey60 cambi la perspectiva de la relacin entre la monja jernima y el padre jesuita. Sor Juana le reclama en su carta que l -de gran autoridad y prestigio- est hablando mal de ella; la autoridad de las palabras del padre desacreditaba el nombre de la religiosa. Sor Juana le dice en su carta que primero decidi guardar silencio pero que ya es inadmisible su enojo, y todo -le dice- por la facilidad de los versos que todos saben que ella tiene. Concretamente se refiere al Arco de la Iglesia, esto es, al Neptuno Alegrico que compuso dos aos antes. Menciona los aplausos y celebraciones que recibe. Los solicit acaso?, pregunta. Se detiene en los particulares favores y honrras de los Excelentsimos Sres. Marqueses. Son su culpa? Acaso ella los ha buscado? Sor Juana defiende el derecho al estudio, su libertad, su libre albedro, el genio de su escritura. Agradece el apoyo del jesuita -pagarle, por ejemplo, las clases de latn- pero le recuerda que l no decidi su entrada al convento ni puede obligarla a seguir el camino de la santidad. Le dice tambin que l no es la nica va de relacin con Dios y que si no es para favorecerla que se olvide de ella. Sor Juana aclara muy bien que el enojo de Nez es por los versos, negros versos con los que el cielo la dot. Que la ayuda de Nez se ha convertido en vituperios. Que en las conversaciones de Nez slo salen las culpas de sor Juana y el celo de l por la conversin de ella. Sor Juana, ms all de las preguntas retricas que hace, pregunta textual y valientemente: Soi por ventura herege? (ls. 227-228); En qu se funda, pues, este enojo, en qu desacreditarme, en qu ponerme en concepto de escandalosa con todos? Canso yo a V. R. con algo? (ls. 236-238); Qu precisin ay en que esta salvacin ma sea por medio de V. R.? (ls. 294-295). Y va contestando sus preguntas quitando peso y autoridad a Nez quien no slo tena autoridad y peso sobre ella sino que tena voz y voto en el Santo Tribunal de la Inquisicin. Estamos hablando de la dcada de los aos ochenta. Sor Juana est muy bien relacionada con la corte; Nez, menos, pero s lo est con sus estudiantes de teologa -uno de ellos es Alonso Alberto de Velasco, con sede en catedral-, con 71

sus compaeros inquisidores -algunos de ellos, alumnos tambin, como el dominico Agustn Dorantes-, con otras autoridades eclesisticas; lanse personajes imprescindibles, nada menos que con el arzobispo de Mxico, don Francisco de Aguiar y Seixas, y el obispo de Puebla, don Manuel Fernndez de Santa Cruz. Un tringulo empez a cerrarse alrededor de sor Juana: Nez, que de ser su confesor en los setenta -corrector de algunos de sus villancicos- pas por su falta de caridad y discrecin, segn ella, a ser su ex confesor en los ochenta; quera que las monjas estuvieran muertas al mundo, y sor Juana estaba ms que despierta en el mundo iluminado de su poesa y conocimiento. Aguiar, de cuyo arzobispado -a partir de los ochenta- dependa el convento de San Jernimo y poda allanar -de haber querido- sus moradas interiores; fue famoso entre otras cosas porque odiaba el teatro, gnero en el que sor Juana era un portento; Fernndez de Santa Cruz, que -cobrando presencia en los noventa- aprob en Puebla la publicacin de la Carta Atenagrica; tom los hbitos trinitarios de Filotea de la Cruz y reprendi a sor Juana a la vista de todos. Tres personas distintas y una hija verdadera. El tringulo se estrechara en los noventa, ao que se cerrara con la publicacin de la Carta Atenagrica. Pero en los ochenta, despus de la llegada de la condesa de Paredes a la Nueva Espaa y despus de que sor Juana se despidiera de su confesor, se derramara miel sobre hojuelas, las hojas de la poesa de quien empezaba a ser dcima musa. Despus del arco triunfal, vendra el gran momento de sor Juana Ins de la Cruz. Lo recogi en Inundacin Castlida la ex virreina de Mxico, la condesa de Paredes, quien hizo llegar a Espaa el libro. Las relaciones literarias de sor Juana se ensancharon. Dio su aprobacin para que se publicara el libro quien le llam precisamente rara Avis in terris: el viejo cura premonstratense, fray Luis de Tineo Morales. Eso fue en Madrid el 20 de agosto de 1689; ese mismo ao y en ese lugar sali la primera edicin del primer libro de sor Juana. Es la primera relacin que encontramos entre sor Juana y fray Luis de Tineo. La segunda la proporciona otro de los hallazgos de los ltimos aos: Un soneto desconocido de Sor Juana, que Antonio Alatorre dedic a Octavio Paz en sus 70 aos. Se trata de un Soneto / de cierta seora, Dcima Musa, lase sor Juana, localizado en 1984 por Antonio Alatorre, al igual que el Soneto / en respuesta al soneto antecedente (Alatorre 1984, p. 12). Los dos fueron encontrados por Alatorre en el Gallardo de su propiedad: el Ensayo de una biblioteca espaola de libros raros y curiosos, formado con los apuntamientos de don Bartolom Jos Gallardo (Alatorre 1984, p. 4). El primer soneto es de la monja novohispana; el que contesta, del fraile espaol; los dos entraran en la nomenclatura de sonetos satrico burlescos, aunque ni se satiricen o burlen entre s. Eso s, son ingeniosos y estn llenos de gracia. Uno contesta al otro: si la primera lnea del soneto de sor Juana dice: rase un preste cara de testuz, la primera lnea del de Tineo contesta: Aunque preste, jams prest el testuz, y en ese tono y con las mismas 72

rimas continan los siguientes versos. A la ltima lnea del soneto de sor Juana, de Abades y de Prestes fiel espejo, Tineo contesta: bien que sois de Camila fiel espejo (Alatorre 1984, p. 12). Este verso que Tineo dedica a sor Juana, comparndola con la virgen guerrera virgiliana, cobrar ms relevancia a la luz de otros hallazgos ms recientes. El que le sigue a ste de 1984 es de naturaleza distinta. A diferencia de los dos aqu anotados, es una pieza teatral. Castorena y Ursa, al editar la Fama y Obras psthumas en 1700, se refiri al final de un poema de Agustn de Salazar y Torres, concluido por sor Juana, y que no apareca en este volumen: Un Poema, que dej sin acabar don Agustn de Salazar, y perficion con graciosa propriedad la Poetisa, cuyo original guarda la estimacin discreta de D. Francisco de las Heras [...], y por ser propio del primer Tomo, no le doy a la Estampa en este Libro, y se est imprimiendo, para representarse a sus Magestades.

(Fama, p. 125)

La obra inconclusa de Agustn de Salazar y Torres es El encanto es la hermosura y el hechizo sin hechizo. Con un final de Juan de Vera y Tassis fue publicada en 1681 y 1694. Con el nombre de La segunda Celestina se relaciona la obra con un final escrito por sor Juana; de l habla Castorena y Ursa. Esta versin, al parecer, en los ltimos aos nadie la haba encontrado; result despus que varios estudiosos tenan alguna suelta de La segunda Celestina, o sea, hay varias sueltas -fechadas y no- de la obra. Pues bien, entre junio de 1990 y abril de 1991 se suscit una polmica sobre si sor Juana era autora o no del final de una versin de La segunda Celestina localizada por Guillermo Schmidhuber en la Universidad de Pennsylvania y publicada en julio de 1990 por la editorial Vuelta; los problemas de autora giran sobre todo en relacin con la fecha que acompaa a la suelta y con los aos de su representacin en Espaa y en la Nueva Espaa. La versin de Schmidhuber -atribuida a sor Juana- impidi que otras segundas Celestinas aparecieran bajo coautora de quien se convertira en la gran dramaturga del siglo XVII novohispano. La suelta encontrada en Pennsylvania tiene la fecha de 1676; la loa que la antecede, la de 1675; Schmidhuber informa que hay otras dos sueltas en la Biblioteca Nacional de Madrid. De all es una suelta, sin fecha, encontrada por Antonio Alatorre en 1985 y otra encontrada por Georgina Sabat de Rivers; esta ltima tiene la fecha de 1676, o sea, la misma fecha de una suelta mencionada antes por Thomas Austin O'Connor. La contienda en la que participaron algunos estudiosos61 dur varios meses y poco a poco se dej de or sin que se llegara a un acuerdo sobre si la suelta -motivo de la 73

discusin- era o no de sor Juana62. Queda por lo pronto, y en el aire, sin definir si sor Juana escribi el final de la comedia antes o despus de 1680. O la hizo antes de conocer a la condesa de Paredes, cuando estaba cerca del padre Nez y empezaba a ser famosa por sus villancicos, o la hizo conociendo ya a la condesa de Paredes quien la relacion estrecha y literariamente con Espaa. A la indefinicin de este hallazgo, lo sigui un anuncio en 1993, cuando de nuevo Guillermo Schmidhuber public como hallazgo suyo la Protesta de la fee, y renovacin de los Votos Religiosos, que hizo, y dej escrita con su sangre la M. Juana Ins de la Cruz Monja Professa en S. Gernimo de Mxico, incluida en el Testamento Mstico de una alma religiosa, que agonizante de amor por su Divino Esposo, moribunda ya, para morir al Mundo, instituye su querido, voluntario Heredero de todos sus bienes. Dispuesto por el M. R. P. Antonio Nez, Prefecto que fue de la Congregacin de la Purssima. Se trata de un ejemplar del Testamento mstico de Nez, que Schmidhuber encontr en 1992 en la Universidad de Indiana63. Schmidhuber se refiere a tres ejemplares de esta edicin; dos -dice- estn en la Biblioteca de la Universidad de Indiana y otro en la Hispanic Society de Nueva York. Ha de ser la edicin de 1731, una de las reimpresiones conocidas del Testamento Mstico de Nez64. Schmidhuber relaciona esta Protesta de la fe de sor Juana con el breve documento de Ratificacin de votos de la monja, conservado en el Libro de Profesiones de San Jernimo65; es el documento 412 de las Obras completas de Sor Juana Ins de la Cruz (vol. 4, p. 522). Sugiere que la Ratificacin es sntesis de la Protesta de la fe. Sin embargo, esta Protesta de la fe de sor Juana parecera relacionarse ms con su nueva Protestacin, la protesta firmada el 5 de marzo de 1694 y conocida desde 1700, al publicarse la Fama y Obras psthumas (pp. 124-126). La Protesta de la fe recin localizada, ms que la versin ampliada de la Ratificacin (sin fecha), sera la sntesis de la Protesta, que rubricada con su sangre, hizo de su Fe, y amor a Dios la Madre Juana Ins de la Cruz, al tiempo de abandonar 74

los Estudios humanos, para proseguir desembarazada de este afecto, en el camino de la perfeccin; es el documento 409 del volumen 4 de las Obras completas de Sor Juana Ins de la Cruz (pp. 418-419). Y de ser la nueva Protestacin del 5 de marzo de 1694 -la incluida en la Fama y Obras psthumas- la versin ms amplia de la Protesta de la fe -la incluida en el Testamento mstico-, entonces en Madrid y no en Mxico se habra conocido primero oficialmente el documento. Sin ser realmente un nuevo hallazgo esta protesta -puesto que saban de ella y la conocan precisamente quienes conocen el Testamento mstico66-, su publicacin vuelve a juntar a Nez de Miranda y a sor Juana Ins de la Cruz. Aos haban pasado ya desde que la religiosa escribiera la carta a su confesor. Volveran a encontrarse la monja jernima y el padre jesuita en la dcada de los aos noventa? Ya sabemos que estuvieron cerca entre s -confesonario de por medio- en la dcada de los aos setenta; que sor Juana -carta de por medio- se despidi de l a principios de los ochenta; que ella estuvo lejos de l y cerca y muy apoyada por la virreina en los aos ochenta. S, se saba que s, que el jesuita volvi a ser su confesor (Oviedo 1702, p. 36) y que para esas fechas dijo de sor Juana: Es menester mortificarla, para que no se mortifique mucho, yndola a la mano sus penitencias, porque no pierda la salud, y se inhabilite, porque Juana Ins no corre en la virtud, sino vuela67. Los documentos de abjuracin de sor Juana contextuaran este comentario alrededor de 1694. Pero qu pasara con ella muy a principios de los noventa? Encuentro con qu personajes le deparara el destino? A fines de 1690 se dio a conocer su Carta Atenagrica, en la que sor Juana discurra sobre las finezas de Cristo y pona en crisis uno de los sermones del mandato del padre jesuita portugus Antonio Vieira. Papel protagonista tuvo en esta publicacin el obispo de Puebla, a quien sor Juana -por este motivo- le escribi su Respuesta el primero de marzo de 1691; de esta carta, fechada y firmada en San Jernimo, todos supieron al publicarse la Fama y Obras psthumas en 1700. Lo que no se saba era que, exactamente un mes antes de la Respuesta, otra carta se haba firmado en San Jernimo. Se supo en abril de 1995, en el tercer centenario de la muerte de sor Juana, cuando Elas Trabulse hizo pblica la Carta que aviendo vista la Athenagrica que con tanto acierto dio a la estampa Sor 75

Philotea de la Cruz, del convento de la Santssima Trinidad de la Ciudad de los ngeles, escriba Seraphina de Christo en el Convento de N. P. S. Gernimo de Mxico68. Publicada en edicin facsmile en 1996, y antecedida por otros escritos de Trabulse (1995a, b, c; 1996), se convierte en un documento importante respecto a las repercusiones de la Carta Atenagrica. Trabulse informa que en 1960 el padre jesuita Manuel Ignacio Prez Alonso adquiri la Carta de Serafina de Cristo en Madrid, en una librera de libros viejos; en 1982 form parte de una exposicin de manuscritos en la Biblioteca Francisco Xavier Clavigero de la Universidad Iberoamericana. All la encontr el historiador, habl varias veces de ella, la estudi, hasta que la hizo pblica en Toluca en abril de 1995. Se trata de una carta que retoma la Carta Atenagrica, a personajes en ella involucrados y a involucrados con esos personajes; habla de un soldado castellano que ha impugnado la Atenagrica; que ese soldado es el mismo que ha arremetido en contra de Camila: la doncella de Virgilio como referencia; la relacin con sor Juana hablando de Camila, bien que sois de Camila fiel espejo. El soldado sera un lobo; Camila, una cordera, sor Juana. Segn la carta, con Camila los Padres de la Iglesia -los de las finezas criticados en el sermn que sor Juana ha criticado- se han glorificado. Que fue un acierto publicar la Atenagrica, pero no el sermn de las finezas de Cristo porque su autor no haba sido el padre Vieira. La carta -entreverada, extraa, con equvocos, con erratas, con varios decires, con supuestos que han de haber entendido claramente quienes en ella participan como remitentes, como destinatarios, como destinatarios y como remitentes- est escrita en verso, en prosa, en espaol, en latn, de nuevo en prosa, por ltimo en verso. Como la Atenagrica se firma en San Jernimo. Y se firma con el seudnimo de Serafina de Cristo. Para Elas Trabulse, Serafina es sor Juana que le escribe a Fernndez de Santa Cruz; el soldado, el padre Nez. Para Trabulse, tambin, sor Juana aclara no haber criticado a Vieira en su Crisis sobre un sermn -lase Carta Atenagrica- sino a Nez. Con la noticia de la Carta de Serafina de Cristo aceptamos con Trabulse que Serafina fuera sor Juana; despus, otorgndole la misma importancia a su interpretacin y agradecindole la extraordinaria noticia, sugerimos que sor Juana podra ser autora material o intelectual de la carta; lo importante era -precisamente por la Carta de Serafina de Cristo, dada a conocer por Trabulse- que sor Juana no estaba sola, sino que tena amigos (Poot Herrera 1998a, b) y que stos la defenderan. En el muy reciente libro de Antonio Alatorre y Martha Lilia Tenorio (pp. 140-146), sus autores sugieren que Serafina de Cristo es Juan Ignacio Castorena y 76

Ursa, y la carta va dirigida a sor Juana. Castorena y Ursa -editor de la Fama y Obras psthumas- precisamente la haba defendido. No se sugiere quin pueda ser el soldado. Las noticias sobre la Carta de Serafina de Cristo coincidieron con otras noticias provenientes del Catlogo de textos marginados. Inquisicin: siglo XVII. Antes de su publicacin, apareci el trabajo de Ricardo Camarena -entonces investigador del proyecto- sobre un legajo de documentos que localizaron en el Archivo General de la Nacin. Se trata de La fineza mayor, sermn que, impreso el 10 de marzo de 1691, ley Francisco Xavier Palavicino -su autor- en San Jernimo el 26 de enero de 1691. Palavicino habl tambin del soldado que haba impugnado a sor Juana por su Carta Atenagrica. El enfrentamiento soldado vs. sor Juana fue consignado por el sermn de Palavicino y por la carta de Serafina en 1691. Lo supimos en 1995. Nuevas viejas relaciones fueron apareciendo alrededor de sor Juana. Se saba del sermn de Palavicino; lo que no se saba era que -en alabanza de sor Juana- haba sido acusado, censurado y prohibido por el Santo Tribunal de la Inquisicin. De eso nos inform Camarena en 1995. Con la publicacin del Catlogo de textos marginados. Inquisicin: siglo XVII -a mediados de 1997- se puso a disposicin de los lectores el legajo de documentos y firmas inquisitoriales que van de la denuncia a la prohibicin del sermn panegrico de Palavicino69. El sermn haba sido aprobado por el capelln de San Jernimo -el bachiller Juan de Grate, quien oy de viva voz a Palavicino- y por el fraile Rodrigo Galindo. Al primero le pidi la aprobacin el virrey conde de Galve; al segundo, Diego de la Sierra, cannigo de la catedral, provisor y vicario del arzobispado. No obstante, fue denunciado -tambin desde catedral- y prohibido por la Santa Inquisicin: lo denunci Alonso Alberto de Velasco y lo censur negativamente el dominico Agustn Dorantes, quien consign en su censura que el papel de un soldado haba salido en contra de sor Juana, autora de la Carta Atenagrica. A sor Juana Palavicino haba dedicado el sermn del que ahora l solicitaba que se prohibiera. La firma inquisitorial de Dorantes es del 25 de noviembre de 1691; un ao antes el obispo de Puebla haba dado su licencia para la publicacin de la Carta Atenagrica, contra la que se pronunci el soldado, del que se defendi Palavicino diciendo que l no era, al que nombr Serafina de Cristo, seguramente el mismo impugnador de la Atenagrica al que sor Juana se refiri en la Respuesta. A excepcin de la conjetura de Trabulse, Nez no aparece explcitamente en esos tejes y manejes de 1690 y 1691. Pero en el contexto social y personal sor 77

Juana y Nez estaban muy cerca; si sor Juana no es Serafina, podramos pensar en algo que ya hemos dicho antes: a no ser que en San Jernimo [...] se inventara el nombre para dejar un testimonio ms de que sor Juana -como Nez de Miranda- tampoco estaba sola (Poot Herrera 1998b, pp. 137-138). Entre las amistades de Nez, y no vamos a mencionar precisamente al arzobispo Aguiar y Seixas ni al obispo Fernndez de Santa Cruz, estaban sus dichosos alumnos (Oviedo 1702, p. 21): Alonso Alberto de Velasco y a Agustn Dorantes; uno -consultor del Santo Oficio- denunci el sermn de Palavicino en el que elogiaba a sor Juana; el otro -calificador inquisitorial- lo prohibi y se refiri a la monja ms famosa de la Nueva Espaa como una mujer introducida a theloga y escripturista. As estaban las cosas en 1691. Dejara de escribir sor Juana despus de su Respuesta de ese ao? Los textos publicados en la Fama y Obras psthumas dicen lo contrario; los Enigmas escritos a las monjas de La Casa del Placer podran reafirmarlo y qu decir del inventario que Teresa Castell Yturbide present en el Congreso Internacional Sor Juana y su mundo: una mirada actual, celebrado en la Universidad del Claustro de Sor Juana en noviembre de 1995. Es copia de 1843 de un inventario que se levant en San Jernimo despus de la muerte de la monja; en una cuartilla se consigna que la monja jernima sigui escribiendo versos msticos y mundanos -haba quince legajos de escritos- y sigui estudiando hasta poco antes de morir. El inventario registra 180 volmenes de obras selectas (vase Trabulse 1996, p. 26). Genio y escritura... Muri el domingo 17 de abril de 1695. Ya Nez haba muerto; hemos visto que su Testamento mstico incluye una Protesta de la fe de sor Juana; ambas de publicacin pstuma. Pues resulta que el 6 de junio de 1997, en el coloquio Sor Juana & Vieira, trescientos aos despus, Elas Trabulse habl de una Protesta de la fe de la Monja profesa Sor Juana Ins de la Cruz, impresa por doa Mara de Benavides que haca este tipo de trabajos al arzobispado. Inform Trabulse que esta protesta es una versin resumida de la del 5 de marzo de 1694; la primera fue hecha por mandato arzobispal; la segunda, impresa por el mismo mandato. Segn el historiador, fue publicada tambin en forma resumida -aunque ms amplia- en el Testamento Mstico de una alma religiosa del padre Nez. Se refiere Trabulse a la edicin de 1707, impresa por Miguel Ribera de Caldern, hijo de quien imprimiera la Protesta de la fe de 1695. Es decir, fue una adicin posterior al Testamento mstico de Nez (Trabulse 1998, pp. 150-152). Esta explicacin ampla y cambia lo que se haba dicho respecto a la protesta de 1731 -mismo documento, otra reimpresin-; es decir, la Protesta de la Fe del 5 de marzo de 1694 -segn Trabulse- fue hecha por sor Juana obligada por Aguiar y Seixas; Nez no est mencionado. Al morir sor Juana, se resume y se imprime; es la que hace circular Aguiar y Seixas entre las monjas para que se enteraran que la de San Jernimo haba claudicado. Aos despus -menos resumida que la del 78

95 pero menos amplia que la del 94- pasa a formar parte del Testamento mstico de Nez. Trabulse maneja la edicin de 1707, quien refiere tambin a la de 1731 que es la que encontr Schmidhuber y la que comentan Alatorre y Tenorio70. Aguiar y Seixas ya estaba en plena accin desde 1693 cuando, segn Trabulse, le confisc sus bienes a la contadora de San Jernimo y en 1694 la oblig a escribir los documentos de abjuracin. sta -hasta hoy- ltima informacin de Trabulse es parte de un proceso de investigacin que an no concluye; lo que el historiador ha informado en las publicaciones que recogen sus conferencias han de ser fundamentadas histricamente: sern un eslabn ms de sus ya tradicionales estudios sobre sor Juana. La Protesta de la fe del 5 de marzo de 1694 pudo haber sido escrita por mandato de Aguiar y Seixas, como opina Trabulse; tambin pudo haber sido escrita a peticin de Nez de Miranda que volvi a ser confesor de sor Juana y haber sido resumida e incluida en su testamento. Protesta y testamento se publicaron cuando los dos haban muerto: l el 17 de febrero de 1695; ella el 17 de abril de 1695. Una historia propia y comn hay detrs de este padre jesuita y su hija espiritual. Les toc vivir en la misma poca y no fue casual que estuvieran cerca y lejos entre s; en la misma ciudad que hicieron ms letrada. l escribi villancicos; ella, los ms famosos; l tena el derecho eclesistico de hablar de las finezas de Cristo, como nos lo informa Mara gueda Mndez (1998); ella habl de las finezas a lo largo de sus escritos. Hay, entre los documentos que no publica Castorena y Ursa en la Fama y Obras psthumas, Otros Discursos a las Finezas de Christo Seor nuestro (p. 125). Adems, corrieron riesgos similares. Por el proceso inquisitorial que se le hizo a Palavicino nos enteramos que el nombre de ella s fue mencionado en la sede de la Santa Inquisicin. Mara gueda Mndez tambin nos informa -y vaya hallazgo!- que Nez de Miranda fue un calificador calificado (1997 y 1998) al ser denunciados no uno sino varios de sus discursos religiosos. l sali ileso; el resultado inquisitorial que tuvo la fineza de Palavicino en su Sermn panegrico habla de cmo le fue a ella, y habra que seguir indagando. Pero, a diferencia de l, sor Juana estuvo a merced de otros prelados de la Iglesia, nada menos que el arzobispo de Mxico, el obispo de Puebla y el prefecto de la Congregacin de la Pursima Concepcin de la Virgen Mara, nadie menos que Nez de Miranda, jesuita de gran poder en Mxico. Este poder no lo tuvo sor Juana pero su obra trascendi a la Nueva Espaa, debido a su genio y a la suerte de haber tenido amistades dentro y fuera de all. Falta mucho por decir de esas relaciones; los hallazgos de los ltimos aos ofrecen ms relatos.

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University of California, Santa BarbaraA Sara Poot Herrera, maestra.[...] cabeza que es erario de sabidurano espere otra corona que de espinas.

Respuesta a Sor Filotea de la Cruz.

[...] digo que esto no es replicar, sinoreferir simplemente mi sentir.

Carta Atenagrica.

[las mujeres] no tienenalma racional como los hombres?

Carta al Padre Nez.

Los ltimos aos de sor JuanaCuando Dorothy Schons titul su seero artculo de 1926 Some Obscure Points in the Life of Sor Juana Ins de la Cruz identific para siempre al formidable adversario con el que se enfrenta la crtica sobre la Fnix de Mxico: esos puntos oscuros, esos segmentos de vida y obra reticentes que ponen en jaque o, por lo menos, en lista de espera las investigaciones e interpretaciones sobre la mayor figura literaria del siglo XVII americano. Los ltimos aos de su vida son 86

especialmente turbios: reclusin voluntaria o involuntaria?; vuelo hacia la virtud o trampas de la fe? Por esta razn, son, adems, objeto de controversia. Pero este apartado inicial no slo refiere al perodo 1690-95 sino tambin a la profusin de estudios crticos en los ltimos ocho aos (1990-98); son los ltimos aos sobre sor Juana. Tres factores principales contribuyen a tal inters. En primer lugar, aparecen las conmemoraciones de su natalicio (1648? 1651?) o de su fallecimiento (1695), junto con el aniversario de la publicacin de textos como la Carta Atenagrica (1690, en adelante CA) o la Respuesta a Sor Filotea de la Cruz (1691, en adelante RSF)72. Entre algunos de los libros ms importantes para el perodo sealado pueden mencionarse Feminist Perspectives on Sor Juana Ins de la Cruz (1991); Y diversa de m misma / entre vuestras plumas ando, homenaje organizado por El Colegio de Mxico en 1991 (1993); la Memoria del Coloquio Internacional Sor Juana Ins de la Cruz y el pensamiento novohispano (1995); el proyecto de la Universidad del Claustro de Sor Juana Sor Juana y su mundo: una mirada actual (1995); la edicin de Sor Juana Ins de la Cruz y sus contemporneos (1998) y el anejo de la revista Tinta, Sor Juana & Vieira, trescientos aos despus (1998). En segundo lugar, debe tenerse en cuenta la continua revisin crtica que sigue suscitando la obra. Entre los mltiples enfoques existentes, cabe sealar el libro de George H. Tavard, Juana Ins de la Cruz and the Theology of Beauty. The First Mexican Theology (1991); el de Alessandra Luiselli, El Sueo manierista de Sor Juana Ins de la Cruz (1993); el de Jos Pascual Bux, El enamorado de Sor Juana (1993); el de Margo Glantz, Sor Juana Ins de la Cruz: hagiografa o autobiografa? (1995); y tres volmenes muy recientes: la coleccin de artculos de Georgina Sabat de Rivers, En busca de Sor Juana (1998); la lectura que hace Jean-Michel Wissmer en Las sombras de lo fingido: sacrificio y simulacro en Sor Juana Ins de la Cruz (1998) y la monografa de Pamela Kirk, Sor Juana Ins de la Cruz: Religion, Art and Feminism (1998). La ltima escena en este panorama tal vez sea la ms decisiva. En 1980 los estudios sorjuaninos recibieron una fuerte sacudida con la Carta al Padre Nez (en adelante CPN), que se situara hacia 168273. Quince aos despus, Elas Trabulse da noticias de la Carta de Serafina de Cristo (en adelante CSC), otra carta en torno a sor Juana, firmada el primero de febrero de 1691. El historiador mexicano habla por primera vez de este documento en La guerra de las finezas. 87

La otra Respuesta a Sor Filotea en un manuscrito indito de 1691, ponencia leda en el Coloquio Internacional Sor Juana Ins de la Cruz y el pensamiento novohispano (Toluca, Mxico, abril de 1995)74. Trabulse, a partir de una secuencia de entregas parciales, elabora una serie de hiptesis -basadas en recientes hallazgos y datos histricos- que otorgan autora material de la carta a sor Juana y plantean nuevas relaciones (sospechadas en algunos casos, insospechadas en otros) con los personajes de su entorno. Este proceso culmina con su edicin de la CSC en 199675. Un ao antes, y gracias a la labor de Mara gueda Mndez y su equipo de investigacin que cataloga los textos marginados por la Inquisicin mexicana, aparece un artculo de Ricardo Camarena Castellanos sobre La fineza mayor, sermn ledo el 26 de enero de 1691 en el convento de San Jernimo, en la ciudad de Mxico. En esta oratoria, luego publicada, el clrigo Francisco Xavier Palavicino Villarasa elogia abiertamente a sor Juana76. El sermn fue requisado por la Inquisicin y su autor reprendido por adular a una mujer introducida a teloga y escriturista (Dorantes 1997, p. 64)77. Podra argirse que esta efervescencia crtica y estos nuevos aportes documentales ya no sugieren sino que obligan a una relectura de la vida y obra de la monja jernima para reanudar los nexos entre autor, texto, contexto y lector. Mi trabajo se inscribe en esta necesidad y, ms especficamente, en las diversas cartas que tienen a sor Juana como remitente o como destinataria. El planteamiento propone una estrategia de correspondencias, es decir, intenta identificar y analizar los cruces entre estos documentos que permitan trazar las coordenadas en las que aspira a moverse y moldearse el pensamiento sorjuanino. En esta ocasin, reparo en un aspecto poco explorado -la argumentacin de la fineza que propone 88

sor Juana en la CA- para, desde all y en relacin con las otras cartas, examinar la tensin entre ciertos paradigmas institucionales presentes en el contexto sociocultural de la poca y la pugna de sor Juana por construir un espacio fsico y textual propio que, a la vez, participe y se diferencie de este contexto.

Doble final: el post-scriptum de la Carta AtenagricaEl tema visible de la CA es el debate teolgico sobre cul fue la mayor fineza (favor) de Cristo para con los seres humanos. En la primera parte de la carta, sor Juana resume los argumentos que el famoso jesuita portugus Antonio Vieira haba urdido en su Sermo do mandato78 contra las posiciones de San Agustn, Santo Toms y San Juan Crisstomo, defiende las finezas propuestas por stos y refuta la tesis de Vieira. Aqu se mueve dentro del campo discursivo instaurado por las estructuras jerrquicas (la corte virreinal y los estamentos eclesisticos, por ejemplo) y los paradigmas ideolgicos oficiales de la sociedad novohispana del siglo XVII. En el terreno de la disquisicin teolgica, uno de estos paradigmas es la apelacin al argumento de autoridad para apoyar el propio razonamiento. El uso que hace sor Juana de este recurso es magistral ya que pone gran cuidado en basar su crtica en las palabras de los Padres de la Iglesia y en las Sagradas Escrituras. Por ejemplo, al detenerse en la posicin de San Agustn sobre la fineza de Cristo dice que ste justifica su posicin probndola con el texto de Juan 15:13 (maiorem hac dilectionem nemo habet, ut animam suam ponat quis pro amicis suis) y luego por discurso. Sor Juana utiliza la misma estrategia y la desarrolla con otros pasajes: Prubase no slo con el texto: maiorem hac dilectionem, etc., el cual se puede entender de otros amores; sino con otros infinitos. Sea uno en el que Cristo dice que es buen Pastor: Ego sum pastor bonus. Bonus pastor animam suam dat pro ovibus suis, donde Cristo habla de s mismo y califica su fineza con la muerte.

(Mndez Plancarte 1951-57, p. 415)79

Sor Juana pasa a distinguir dos trminos para una fineza (a quo y ad quem) y a elaborar su argumentacin en defensa de San Agustn, apoyndose constantemente en la autoridad del texto bblico; examina la Resurreccin, la Eucarista, la Encarnacin y los pasajes sobre Jacob y Ester, antes de refutar las razones del autor (ibid., p. 418). De esta manera, diferencia no slo su argumentacin sino tambin su mtodo del de Vieira, quien se jacta de no recurrir a la Biblia o la 89

Patrstica para probar su fineza80. La elacin de este procedimiento debe reprocharse81 ya que, segn la disertante, [...] cree el orador que puede aventajar su ingenio a los de los tres Santos Padres y no cree que puede haber quien le iguale (ibid., p. 435). Sor Juana sabe que es necesario que tanto su argumentacin como su estrategia discursiva se conformen de acuerdo con ciertos cnones de escritura y de comportamiento para no tener ruidos82 con nadie. Por eso, su disquisicin sigue los carriles ya sealados. En la conclusin de la primera parte, sor Juana pone lo dicho bajo la censura del destinatario y de la Iglesia catlica -como corresponde a una fiel y obediente monja respetuosa de las instancias superiores- y se despide con un vale. Pero hay una posdata: son nueve prrafos que ilustran la tesis de sor Juana sobre la mayor fineza de Cristo. Dice el inicio de esta segunda parte: Bien habr V. md. credo, vindome clausurar este discurso, que me he olvidado de ese otro punto que V. md. me mand que escribiese: Que cul es, en mi sentir, la mayor fineza del Amor Divino. Aqu hay un giro: la interpretacin propuesta no coincide con ninguna de las reseadas anteriormente: Como hablamos de finezas, dije yo que la mayor fineza de Dios, en mi sentir, eran los beneficios negativos; esto es, los beneficios que nos deja de hacer porque sabe lo mal que los hemos de corresponder. Sor Juana razona de la siguiente manera: Dios quiere hacernos finezas ya que va con el corriente natural de su infinita bondad, amor y poder. Pero los seres humanos pueden ser ingratos o usar mal los regalos divinos, dandose a s mismos. Ergo, cuando Dios no nos hace una fineza, nos est haciendo la mayor fineza. Es de notar la estructura paradjica (la palabra refiere etimolgicamente a contrario a la opinin comn) del argumento: por lo general se asume que Dios es generoso porque da finezas; aqu se adopta la posicin contraria.

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Inmediatamente, sor Juana, para proteger su argumentacin, apela a la Biblia y halla dos ejemplos de esta abnegada renuncia divina. Del Evangelio de San Mateo recoge la crtica que le hacen los habitantes de Nazareth a Cristo. A causa de esta ingratitud, el Hijo de Dios decide no hacerles finezas para, segn sor Juana, no darles la ocasin de cometer mayor pecado83. Del Gnesis toma el diluvio universal para demostrar las consecuencias de una fineza mal utilizada. Dios se ha regocijado en la creacin del mundo pero, ofendido por la maldad demostrada por sus criaturas, decide destruir a los seres humanos y sentencia: me arrepiento de haberlos hecho. Aparece luego en esta prueba un desvo que trata el tema de la envidia; a esto volver ms adelante. Hacia el final, sor Juana arguye que esta definicin negativa de fineza debe trascender el discurso especulativo y transformarse en servicios prcticos; de este modo, las finezas adquirirn una cualidad positiva. Sor Juana mantiene entonces la coherencia entre su definicin general de fineza (actos de amor, con el nfasis en actos) y la argumentacin con la que propone su propia fineza, ya que ambas postulan un pasaje de la reflexin teolgica a la ejecucin prctica (ibid., pp. 435-439)84. Dentro de la intrincada argumentacin de la CA, sor Juana intenta crear un espacio que nazca de la interseccin entre las diversas reglas (conventuales, inquisitoriales, de amistad y recelo) que regulan el discurso novohispano y la libertad de razonamiento a la que aspira su propia intelectualidad. En esta carta, que ha sido entendida bien como disertacin teolgica, bien como manifiesto poltico, la fineza propuesta por sor Juana incluye una dimensin personal cuya textualizacin apunta a la formacin de un pensamiento. Este pensamiento, presente en otros textos pero muy especialmente en las cartas que rodean a sor Juana, se basa en dos pilares centrales: la envidia y el libre albedro, elementos que examino a continuacin.

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En perseguirme, mundo, qu interesas?85El tema de la envidia es medular en la CPN. All, sor Juana se queja de su situacin y enarbola una defensa que pone en escena -con impecable humor- las contradicciones que resultan de la combinatoria de acusaciones que formulan sus detractores: De qu envidia no soy blanco? De qu mala intencin no soy objeto? Qu accin hago sin temor? Qu palabra digo sin recelo? Las mujeres sienten que las exceda. Los hombres, que parezca que los igualo. Unos no quisieran que supiera tanto. Otros dicen que haba de saber ms, para tanto aplauso. Las viejas no quisieran que otras supieran ms. Las mozas, que otras parezcan bien. Y unos y otros, que viese conforme a las reglas de su dictamen.

(Alatorre 1987, pp. 620-621; se moderniza ortografa)

Debe recordarse, sin embargo, que sor Juana se dirige a su por entonces confesor. Como observa Mabel Moraa: en este juego de apropiaciones y mscaras barrocas, Nez de Miranda es siempre el otro [...] Esta posicionalidad variable del otro requiere de la monja una similar capacidad de acomodacin retrica y pragmtica (Moraa 1998, p. 323). El padre Nez es uno de los personajes centrales, aunque no nico, para examinar la envidia como tema y problema en la obra de sor Juana. Lo que me interesa subrayar aqu es el uso insistente que hace sor Juana de este tpico que no ser materia para una carta, sino para muchos volmenes muy copiosos (Alatorre 1987, p. 621). A pesar de que no pueda elaborar un tratado sobre el asunto, sor Juana le da otro uso: argumenta con l. Es de notar que, en la CA, la prueba que utiliza para su fineza recorre un curioso camino: de una estructura de prebase por discurso-prubase por texto -es decir, enunciado que plantea una hiptesis-ejemplos que confirman la validez de la proposicin- a una diatriba (digresin?) contra la envidia86. En el Comulgador Penitente (la primera edicin de este volumen es de 1664; se vuelve a editar en 1690 en la misma imprenta que imprime la CA) Nez combina varios de sus intereses: la doctrina de la frecuente comunin, la regla 18 de la Congregacin de la Pursima y, por supuesto, la admonicin a las monjas. All exclama: Pues t, que eres hija de Dios, cmo no te desprecias, antes te precias de tan viles ejercicios; olvidada de ti misma de tu sobrenatural ser, de tus altas y (en realidad de verdad) divinas obligaciones? Dime, esos pensamientos en que 92

te devanas son dignos de una hija de Dios? Esas ocupaciones, esos divertimientos, esos designios, son dignos de una hija de Dios?

Esta exhortacin parece hecha para sor Juana (Trabulse 1995a, pp. 56-57). En la CA, podra ser sor Juana la que exhorta ahora a Nez cuando dice, como parte de esa diatriba contra la envidia: Envidiamos en nuestros prjimos los bienes de fortuna, los dotes naturales. Oh, qu errado va el objeto de la envidia, pues slo deba serlo de la lstima el gran cargo que tiene, de que ha de dar cuenta estrecha! Y ya que queremos envidiar, no envidiemos las mercedes que Dios le hizo, sino lo bien que corresponde a ellas, que esto es lo que se debe envidiar, que es lo que da mrito; no el haberlas recibido, que eso es cargo.

(Mndez Plancarte 1951-57, pp. 438-439; nfasis mo)

Son las maneras de hacer uso de las mercedes que Dios nos dio -y no las mercedes mismas, que son naturales y representan un agobio- las que deben ser objeto de envidia. Hay un error en la argumentacin de estos envidiosos. Si quieren envidiar, envidien bien, parece decir la monja jernima. Este uso de la envidia como herramienta argumentativa privilegiada reaparece en la RSF. Adems de la admirable narrativa sobre la inclinacin a las letras, hay en este texto tres pasajes definitorios. Dos de ellos son ya clsicos para los estudiosos de sor Juana: el catlogo de mujeres sabias (ls. 845-907) y la disquisicin sobre el dictum de San Pablo Mulieres in Eclesiis taceant (ls. 908-1259). El otro requiere atencin especial en este trabajo: las reflexiones sobre la envidia (ls. 527-714). All, sor Juana toma el motivo de aquel que se seala -o le seala Dios, que es quien slo lo puede hacer- [y] es recibido como enemigo comn y se hace eco de la mxima de Maquiavelo -aborrecer al que se seala porque desluce a los otros87- para equiparar sus pesadumbres con las sufridas por Cristo ante los fariseos. Sor Juana enfatiza lo inexplicable -lo irracional?- del sufrimiento del Hijo de Dios, condenado por hacer milagros: Cmo es posible que [...] no les arrebatara las almas, que no fuesen enamorados y elevados tras l?. La irritacin de sor Juana es tal que no puede dejar de sealar que as es, que cuando se apasionan los hombres doctos prorrumpen en semejantes inconsecuencias, un tiro por elevacin no demasiado elevado hacia sus crticos. Sor Juana luego dedica la parte final de su argumento a comentar crticamente la 93

corona de espinas que recibe Cristo de los soldados88 y el milagro de la resurreccin de Lzaro; es decir, hace una exgesis de nuevos pasajes bblicos para apoyar su argumentacin. Concluye que menos intolerable es para la soberbia or las reprensiones que para la envidia ver los milagros (Mndez Plancarte 1951-57, pp. 453-457). El tpico de la envidia en la CA y en la RSF le sirve a sor Juana para defender su infeliz habilidad de hacer versos (ibid., p. 452). La idea se relaciona con su perspectiva acerca del talento natural; en la RSF habla de este natural impulso que Dios puso en m (ibid., p. 444). Lgicamente, no podra criticarse algo dado por va natural (y no adquirida) porque no se ha participado en su eleccin; es ms, segn la monja jernima, es cargo. Renunciar (como quera Nez y tal vez otros personajes de su entorno) a este don sera contra natura y, dado que Dios dispone los bienes naturales, contra la voluntad divina.

Nac con [este genio] y con l he de morir89Esta determinacin de vivir y morir respetando sus propias convicciones alude al tema del libre albedro, el otro elemento clave en la formacin del pensamiento de sor Juana. Las estrategias argumentativas y la fineza propuesta en la CA hallan su fundamento en esta nocin. La autora no se basa en las Sagradas Escrituras al enunciar su sentir aunque, como se dijo anteriormente, s apoya su demostracin con algunos ejemplos bblicos. Su tesis habr escandalizado a muchos; la primera crtica conocida es la del obispo de Puebla Manuel Fernndez de Santa Cruz en la Carta de Sor Filotea de la Cruz (en adelante CSF), texto que servir de prlogo a la CA: Por ms que la discrecin de V. md. les llame finezas [a los beneficios negativos], yo los tengo por castigos: porque slo es beneficio el que Dios hace al corazn humano previnindole con su gracia para que le corresponda agradecido, disponindose con un beneficio reconocido, para que no represada, la liberalidad divina se los haga mayores.

(Mndez Plancarte 1951-57, p. 696)90

La apuesta de sor Juana por la libertad de accin era, si no radical, s arriesgada, aun dentro de la polmica que suscit el tema en su poca91. Para su 94

posicin de mujer (monja) e intelectual en el siglo XVII novohispano, lugar que requera un precario equilibrio entre obediencia debida y vocacin librepensadora, proponer que el regalo ms grande que nos hace Dios es sacrificar su propia libertad para dejarnos libres y poder manejar as nuestro propio destino era exponerse a reproches como los de Fernndez de Santa Cruz, e incluso ms serios. En la CSC se dice que ha salido no s qu soldado castellano a la demanda del valentsimo Portugus (Carta de Serafina de Cristo, p. 37)92. Si se lee demanda como defensa de Vieira -segn el DRAE, salir a la demanda es, en trminos forenses, mostrarse parte en un pleito, oponindose al que es contrario en l y, en su acepcin figurativa, hacer oposicin a otro o defender alguna cosa- es claro que haba oposicin a la postura de sor Juana y a su intromisin en asuntos teolgicos. Un lector contemporneo como Robert Ricard, por ejemplo, se quejaba de las complicaciones silogsticas que usa sor Juana para rebatir a Vieira y, en cuanto a la fineza que postula la poeta novohispana, comentaba: Quin no se juzgara defraudado? Esta carta, en la que una emocin sincera y un sentimiento profundo surgen a menudo debajo de la pedantera escolstica y la agudeza, a veces fuera de lugar, de una preciosidad sutil, acaba por un juego de espritu. En una obra anterior, la monja mexicana haba hecho de la Encarnacin la mayor fineza de Cristo; aqu, y aun teniendo en cuenta que no habla de Cristo encarnado, sino de Dios, puede decirse que la mujer de letras ha vencido a la religiosa.

(Ricard 1951, p. 70)

El argumento que presenta sor Juana no lo convence; a Ricard no se le escapa la posible analoga entre su reflexin y la carta del obispo de Puebla, escrita dos siglos y medio antes; incluso indica que sor Filotea no se equivocaba del todo (id.). En un artculo muy reciente Emil Volek, desde una mirada favorable hacia sor Juana y crtica hacia Fernndez de Santa Cruz, habla de la lgica algo torcida del suplemento de la CA y de su dialctica alucinante (Volek 1998, p. 339). Habra que examinar si esto realmente es as, si se considera el hecho que sor Juana labora para formar su pensamiento de acuerdo con los dos ejes que se han venido discutiendo en este trabajo y, por ende, construye su propia lgica. El mismo Volek entiende que, aunque sor Juana cuenta con instrumentos inadecuados (afirmacin discutible), en el escrito de la autora no se trata slo de teologa: su fin y su tema final es la libertad humana (ibid., p. 348).

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Como dice la monja jernima en la CA, es menester acordarse que Dios dio al hombre libre albedro con que puede querer y no querer obrar bien o mal, sin que para esto pueda padecer violencia, porque es homenaje que Dios le hizo y carta de libertad autntica que le otorg (Mndez Plancarte 1951-57, p. 431). Ese homenaje es la fineza mayor para sor Juana. La pregunta es: fue imprudente esgrimir esta carta en esta instancia, de esta manera? Lo que puede afirmarse sin temor al equvoco es que el concepto de libre albedro, esencial para entender la lucha por crear un discurso propio, es congruente con la apologa de la vocacin intelectual en la RSF y con la defensa armada en la CPN. Con este tpico sor Juana organiza un contraataque contra aquellos que impugnan sus actividades. En la CPN invoca el asunto para interpelar a Nez: Cul era el dominio directo que tena V. R. para disponer de mi persona y del albedro (sacando el que mi amor le daba y le dar siempre) que Dios me dio?; ms adelante pregunta, ya en tono de franca sorna: Restringise y limitse la misericordia de Dios a un hombre, aunque sea tan discreto, tan docto y tan santo como V. R.? (Alatorre 1987, pp. 623, 626). Ntese cmo se contrapone la figura divina -smbolo de libertad- a la figura de Nez, que evoca palabras como dominio, restriccin y lmite. Sor Juana reclama su derecho a elegir y a despedir, si fuera necesario, a su confesor espiritual. Sin embargo, en la Pltica doctrinal (1679) Nez seala que el voto de obediencia significa la renuncia de las monjas al libre albedro. Mara Dolores Bravo afirma que el Testamento mstico de Nez (publicado pstumamente) demanda de la religiosa una absoluta autoenajenacin, fsica, intelectual y anmica (Bravo 1993, p. 41); estos dos ejemplos provocaran una evidente friccin con la disposicin natural de sor Juana93. Con la CPN la monja jernima se despide de su confesor, pero los ltimos hallazgos apuntan hacia una continuidad en el hostigamiento o, al menos, un sostenido recelo por parte de Nez o de personajes asociados con l94. Cmo proceder frente a esta encrucijada? En la CA, para afirmar el derecho a rplica sor Juana plane una estrategia: contrast su humildad frente a la supuesta arrogancia de Vieira y, quizs, de sus crticos: A vista del elevado ingenio del autor aun los muy gigantes parecen enanos. Pues qu har una pobre mujer? (Mndez Plancarte 1951-57, p. 434). La extensin del trmino autor podra pasar de la mscara de Vieira (sor Juana no lo nombra en la CA; s aparece en la CSF, en la CSC y en la RSF) a Nez95 y a otros oscuros personajes. Sor Juana, pobre mujer, no slo inicia 96

con esta estrategia la defensa de su vocacin de escritora y pensadora -luego cristalizada en su brillante y valiente respuesta autobiogrfica- sino que tambin solidifica los ejes de su pensamiento. En la RSF la mayora de las referencias a la libertad de eleccin se enlazan explcitamente con la CA, ese crimen que ha cometido: Fue aquella ms que referir sencillamente mi sentir con todas las venias que debo a nuestra Santa Madre Iglesia? Pues si ella, con su santsima autoridad, no me lo prohbe, por qu me lo han de prohibir otros? Llevar una opinin contraria de Vieyra fue en m atrevimiento, y no lo fue en su Paternidad llevarla contra los tres Santos Padres de la Iglesia? Mi entendimiento tal cual no es tan libre como el suyo, pues viene de un solar? Es alguno de los principios de la Santa Fe, revelados, su opinin, para que la hayamos de creer a ojos cerrados?

(Ibid., p. 468)

Ay, la incorregible sor Juana y sus preguntas! Aqu el cuestionamiento parece personal pero no lo es: sor Juana opone al discurso oficial que calla la palabra del dbil, en trminos -no absolutos, por cierto- de Josefina Ludmer, el derecho (masculino y femenino) al disentimiento porque como yo fui libre para disentir de Vieyra, lo ser cualquiera para disentir de mi dictamen (ibid., 469). Este derecho, arguye la poeta novohispana, est protegido por la Santa Madre Iglesia -mxima autoridad- en tanto uno observe los procedimientos del caso (venias); a l recurre al despedirse de su confesor: Conque podr gobernarme con las reglas generales de la Santa Madre Iglesia mientras el Seor no me da luz de que haga otra cosa, y elegir libremente padre espiritual (Alatorre 1987, p. 626). Destaca el nfasis que sor Juana pone en el entendimiento para cimentar su posicin, rasgo que se repite en otros momentos y que sera clave para la conformacin de su pensamiento.

Un extrao gnero de martirio96La reflexin sobre la envidia y el libre albedro en las cartas que rodean a sor Juana (enfocada en estas pginas no tanto en su variante temtica sino en su utilizacin como estrategia argumentativa) ha tenido como objetivo analizar la tensin que se produce entre discurso institucional y espacio subjetivo, contexto y texto, paradigmas ideolgicos oficiales y paradigmas alternativos. En estas conclusiones, lo que planteo son una serie de hiptesis que esperan su demostracin; la idea es construir perspectivas que aspiren a identificar algunos de los puntos centrales del pensamiento sorjuanino.

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En el espacio personal que construye sor Juana para su discurso, la envidia, como se ha visto, tiene una funcin importante. Cul sera la correspondencia que subyace en el plano pblico? Podra postularse un paradigma de la competencia. Segn el padre Calleja, sor Juana, a los ocho aos, compite por un premio (un libro, por supuesto) y compone una loa; a los diecisiete aos ocurre el famoso examen ante los cuarenta sabios, aprobado con maysculo xito (Calleja 1980, pp. 141, 143). Luego sigue la competencia literaria imaginaria con Quevedo, Lope, Caldern y el magno Primero Sueo, de tintes gongorinos. En la Nueva Espaa, se enfrenta amistosamente con Carlos de Sigenza y Gngora en la composicin de arcos triunfales97 y no tan amistosamente con el padre Nez, tambin autor de arcos triunfales, villancicos y profuso tratadista religioso98. Cmo responde sor Juana a este paradigma de la competencia? Lo concibe como dilogo, como estmulo intelectual, como prueba de inteligencia y entonces su obra se transforma en el inextinguible sol del cielo literario novohispano99. ste sera el efecto positivo. Es aclamada; el motivo del aplauso no solicitado aparece en la CPN (los aplausos y las celebraciones vulgares los solicit? Alatorre 1987, p. 621) y en la RSF (quin no creer, viendo tan generales aplausos, que he navegado viento en popa y mar en leche? Mndez Plancarte 1951-57, p. 452). Y tanto el sermn predicado por Palavicino como la CSC demuestran que la competencia sobre ciertos asuntos (las finezas de Cristo, por ejemplo) poda ser peligrosa. Ahora bien, cmo responden los otros ante el ineludible protagonismo de la monja jernima? Con la envidia. Alatorre y Trabulse han tratado el tema de los celos profesionales que poda haber suscitado la fama de sor Juana en el padre Nez, por ejemplo (Alatorre 1987 y Trabulse 1995a). No sera el nico caso, seguramente. ste sera el efecto negativo. Pero lo que aparenta ser queja en sor Juana se convierte en estrategia de pensamiento y argumentacin: contra la envidia, defiende los dotes naturales y slo la justifica cuando stos se utilizan errneamente, es decir, cuando las acciones no corresponden a las mercedes que otorga Dios. Y aqu se produce un enlace significativo: en la RSF sor Juana habla de la fuerza de su inclinacin y de los problemas que ha tenido por ello:

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Entre las flores de esas mismas aclamaciones se han despertado tales spides de emulaciones y persecuciones, cuntas no podr contar, y los que ms nocivos y sensibles para m han sido, no son aquellos que con declarado odio y malevolencia me han perseguido, sino los que amndome y deseando mi bien (y por ventura, mereciendo mucho con Dios por la buena intencin) me han mortificado y atormentado ms que los otros.

(Mndez Plancarte 1951-57, p. 452)

En este pasaje se anan el motivo del aplauso no solicitado, el tema de la envidia, resultado del paradigma de la competencia, y tal vez haya que pensar en algo ms: no estar poniendo a funcionar sor Juana su teora sobre los beneficios negativos, aplicada a su caso? Se dira que es una exhortacin a sus ms amorosos detractores (vaya paradoja): no me hagan ms favores, que la mayor fineza es dejarme libre, parece decir sor Juana. En la competencia sor Juana funciona adecuadamente. El efecto nocivo de este paradigma (el discurso envidioso de los otros) perturba su espacio privado y por esto se apropia del tpico y lo convierte en estrategia de argumentacin. Con el libre albedro es al revs: la respuesta privada de sor Juana ante el paradigma pblico de la obediencia -uno de los cuatro votos, junto con el de castidad, pobreza y clausura, que hacan las religiosas al enclaustrarse- perturba el espacio oficial de las reglas religiosas y, en consecuencia, a sus intransigentes defensores. El tema es prevalente en las cartas de sor Juana. En la CPN, sor Juana aduce que haberse rehusado a componer el Neptuno Alegrico era inobediencia (Alatorre 1987, p. 619); en la CA repite constantemente que la escribe porque se lo han pedido y debe responder (Mndez Plancarte 1951-57, p. 412 y passim); en la RSF protesta que slo escribe por obedecer y habla de la reverencia que le debe a Fernndez de Santa Cruz (ibid., pp. 464, 474-475). Asuncin Lavrin, entre otras, ha incursionado e iluminado el terreno de la obediencia debida de las monjas hacia sus superiores. En Vida conventual: rasgos histricos dice que la RSF es una mezcla de desafo y atricin. Por eso concluye: el cuerpo de la Respuesta es una mezcla de expresin de libre albedro y de reiteracin de obediencia (Lavrin 1995, pp. 56-63). Recurdese la admonicin de Fernndez de Santa Cruz en la CSF: Letras que engendran elacin, no las quiere Dios en la mujer; pero no las reprueba el Apstol cuando no sacan a la mujer del estado de obediente (Mndez Plancarte 1951-57, p. 695). Sin embargo, se ha visto cmo sor Juana defiende su derecho a pensar libremente y cmo se vale de esa opcin en sus argumentaciones; cuando es necesario, slo declara obediencia a la Santa Iglesia. Habra que decir que este nfasis en la libertad de pensamiento es lo que permite a las lecturas feministas hablar de un reto al orden falocntrico literario en la obra de sor Juana (por ejemplo, Bergmann 1983, p. 182). Lo que destaca del anlisis de Lavrin y que sirve a nuestro enfoque es ese vaivn spero entre la presunta libertad del espacio literario y la camisa de fuerza instaurada en la vida de la mujer en el siglo XVII; esto tambin se convierte en 99

estrategia argumentativa para sor Juana. Uno no puede dejar de preguntarse sobre las causas del ocaso del libre albedro (lase la escritura)100 en la poeta novohispana y plantearse si no fue un exceso de obediencia (la redaccin de la CA)101 lo que provoca el colapso final. Frente a la tensin entre paradigmas pblicos (competencia/obediencia) y respuestas pblicas (brillo intelectual/cumplimiento formal) y privadas (argumentacin a partir de la envidia; argumentacin a partir del libre albedro), existe una tercera va, un atisbo de resolucin en la obra de sor Juana? En otro trabajo, me he ocupado de sealar las posibles direcciones de relectura de la CA102. Una de ellas propone concentrarse en la fineza que presenta sor Juana como condensadora de esos conflictos. Es en el post-scriptum de la carta donde sor Juana intenta, por un lado, mantener una arquitectura argumentativa que atiende tanto a los procedimientos retricos de la poca como a los paradigmas sealados (aun en un documento que, en principio, era de carcter privado) y, por el otro, rebatir ya no a Vieira sino a sus detractores a partir de ejes de pensamiento propios? En este delicado juego de proporciones, sor Juana no pierde nunca la razn. Una hiptesis posible es entonces construir un paradigma (marginal) para caracterizar el pensamiento de sor Juana: la racionalidad. En la RSF dice confesarse con la verdad y claridad que en m es siempre natural y costumbre; intenta justificar su inclinacin a las letras porque se lo indic la primera luz de la razn; al ocuparse de los sufrimientos de Cristo dice que la eminencia que ms padece la envidia es la del entendimiento (Mndez Plancarte 1951-57, pp. 443, 444, 455). La razn es natural en sor Juana; hasta el mismo Fernndez de Santa Cruz lo reconoce (y refuerza el argumento sobre los dotes naturales que alberga la monja jernima): ste [la claridad, compaera de la sabidura] es uno de los muchos beneficios que debe V. md. a Dios; porque la claridad no se adquiere con el trabajo e industria: es don que se infunde con el alma (ibid., p. 694). Esta claridad fundamentada en la razn y conjuntada con el nimo inquisitivo es quiz lo que irrita a algunos de sus lectores.

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En la CA, el contexto es diferente. Sor Juana se refiere primero al entendimiento humano, potencia libre y que asiente o disiente necesario a lo que juzga ser o no ser verdad. La libertad de pensamiento vuelve a aparecer, esta vez como calificadora de la razn103. Ms adelante, y teniendo en cuenta el asunto que la mueve a escribir, sor Juana no deja de recordar que a ella le interesa la argumentacin: All ver V. md. en el sermn lo elegante de esta prueba; que a m me importa, primero, averiguar la forma de este silogismo, y ver cmo arguye el Santo [Toms] y cmo replica el autor. La razn se liga aqu a la argumentacin silogstica: prubolo por razn, dice sor Juana (ibid., pp. 413, 420, 425). Y es justamente la argumentacin de la CA -la viveza de los conceptos, la discrecin de sus pruebas- lo que admira sor Filotea (ibid., p. 694). Como ejemplo de esta viveza no puede dejar de citarse el argumento que presenta sor Juana para refutar la proposicin de Vieira sobre el llanto de Magdalena por Cristo, ausente al pie de la cruz y presente ante el sepulcro. Vieira infiere que hay mayor dolor en la ausencia que en el momento de la muerte. Sor Juana contesta que un dolor muy grande inhibe nuestras acciones y movimientos; cuando se modera, se exhala el llanto, de donde se prueba, por razn natural, que es menor el dolor cuando da lugar al llanto [...] luego no son indicio de muy grave dolor las lgrimas, pues es un signo tan comn, que indiferentemente sirven al pesar y al gusto (ibid., pp. 418-419). Las pruebas textuales que permiten hablar de la racionalidad como rasgo central en el pensamiento de sor Juana estn ya condensadas en la CPN. All, dos veces aparece el conflicto entre fuerza y razn: Ojal y la santidad fuera cosa que se pudiera mandar, que con eso la tuviera yo segura. Pero yo juzgo que se persuade, no se manda. Sor Juana se reserva la capacidad de juzgar (razonar) la viabilidad de una proposicin. Ante el afn que muestra Nez por indicarle el camino de la salvacin, sor Juana hace una distincin clave: Si es mera caridad, parezca mera caridad y proceda como tal, suavemente, que el exasperarme no es buen modo de reducirme, ni yo tengo tan servil natural que haga por amenazas lo que no me persuade la razn (Alatorre 1987, p. 624; nfasis mo). Ms all de la leccin doctrinal que le da sor Juana a su confesor (la caridad es suav