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Polmicas Culturales de los 60

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Cuba y los dilemas del intelectual moderno.

Por Alberto Abreu

Desde su intento por iluminar los enmaraados parajes de un periodo cardinal en la historia intelectual de la nacin cubana Las polmicas culturales de los 60 constituye un libro seductor y un gesto de provocacin a nuestra mala memoria.

Graziela Pogolotti tuvo a su cuidado la compilacin de estos documentos. El trmino me parece un eufemismo frente a la peliaguda labor que supone escudriar en los anaqueles de las hemerotecas, revisitar las publicaciones del periodo, muchas de ellas fenecidas, en busca de textos ya olvidados o slo recordados por su aliento, una idea, una frasePero que, ahora, a la luz de las casi cuatro dcadas transcurridas (y las imprescindibles evocaciones y ajustes de cuenta con el pasado) cobran actualidad. Con el andar del tiempo la atmsfera de una poca parece irrecuperable. La memoria de los supervivientes se contamina con los andares de la vida. (Pogolotti: iX) Admite la ensayista en el prlogo que les propongo continuar leyendo.

Las imgenes ntidas flotan en el ancho territorio del olvido, con iluminaciones en un proceso de seleccin y descarte. Engaosamente tangibles, dispersos y devorados por el calor y la humedad, los documentos emergen como seales. (p.iX)

Lo rememorativo, sirven de acicate a este empeo de proponernos una cartografa; abrir un sendero que nos permita transitar a travs del caos, los cambios que movilizan la escena intelectual cubana y el espacio de las posiciones y toma de posiciones durante este perodo. Para, finalmente, transformar toda aquella papelera en un objeto de estudio, un libro de inestimables revelaciones, que perturba, volatiliza miradas y lecturas sacralizadas por el pensamiento cultural cubano en sus tibios acercamientos al perodo. Que nos aboca a nuevos horizontes e interrogantes.

Esto hace de Las polmicas culturales de los 60 un texto de lectura imprescindible para comprender un momento fundacional en la historia de las ideas, el campo intelectual revolucionario y los diferentes discursos que el mismo genera.

Volvamos a las lneas del prlogo reproducidas unos renglones antes. En ellas ha quedado claro que la autora de esta compilacin ha sido espectadora activa de estas contiendas. Esta condicin que, a primera vista, puede parecer una limitante; producto de la inevitable contaminacin del juicio crtico y del anlisis selectivo con lo biogrfico, los recuerdos perdurables de un momento vivido con intensidad y otras marcas vivenciales que el prlogo, en su escritura, no oculta. Han sido superados a travs de la pericia con que Graziela Pogolotti establece su posicionamiento y lugar de enunciacin con respecto a su objeto de estudio y el acto mismo de su revisitacin.

Me interesa describir este emplazamiento que abarca tres aos (1963_1966). Los que transcurren entre la aparicin del documento Conclusiones de un debate entre cineastas cubanos y las discusiones generadas en torno al mismo, pasando por las polmicas entre Jos A. Portuondo y Ambrosio Fornet sobre la novelstica de la Revolucin Cubana. Hasta los textos cruzados entre Jess Daz y Ana Mara Simo a partir de la Encuesta sobre las Generaciones realizada por La Gaceta de Cuba que, sin lugar a dudas, permiten explorar los intersticios y tramas de uno de los captulos injustamente silenciados de la historia literaria cubana: el grupo Ediciones El Puente.

La primera interrogante que emerge, tras percatarnos de la agudeza con que ha sido configurada (desde el encuadramiento temporal) la arquitectura externa de este libro, y la variedad de discursos que en el confluyen e intentan dirimirse. Es si detrs de esta construccin no subyace un intento de periodizacin del campo cultural revolucionario.

No lo creo. Estamos ante un acto que solo persigue hurgar en los recodos y silencios de nuestra memoria. Es decir, graficar un momento substancial de nuestra historia intelectual a travs de un grupo de documentos y la voz de sus protagonistas.

Lo que no impide que, por un momento, el prlogo deje entrever (a manera de impronta o huella escritural) estas pretensiones de demarcacin temporal, pero desde aspiraciones mucho ms amplia, que exceden a los propsitos del libro.

Le propongo al lector detenernos en el apartado que se inicia con esta afirmacin: La dcada estaba terminando en 1968. La aseveracin es demasiado lapidaria para pasar inadvertida o hacernos creer que se trata de una oracin o idea que ha quedado suspendida, sin asidero en el contexto de este prrafo. A continuacin la ensayista enumera una serie de eventos que van desde la cada del Che en Bolivia, el Congreso Cultural de la Habana, la primavera de Praga

Y unas lneas ms abajo concluye:

El conflicto surgido en torno al otorgamiento de los premios UNEAC a Fuera de juego, de Heberto Padilla, y Los siete contra Tebas, de Antn Arrufat, anunciaban confrontaciones que quebrantaron los vnculos con un sector de la izquierda intelectual y precipitaron los cambios en la aplicacin de la poltica cultural consagrados por el congreso de 1971. Una etapa haba concluido. Otros debates vendran despus, a lo largo de los aos 80 y 90. Pero, en circunstancias diferentes, se expresaran por otras vas. (p.XXiii)

Son las reflexiones finales del prlogo a Las polmicas culturales de los 60. Apenas treinta y una lneas de un acpite enmarcado en un ensayo de veintitrs cuartillas. Pero significativas por cuanto ensancha el mbito de posibles resonancias de este libro. Coloca su discusin y recepcin crtica dentro de esa zona de la comunidad interpretativa latinoamericana interesada en el estudio de los conflictos intelectuales de la escena cultural cubana durante la dcada del sesenta, y la creciente influencia la Revolucin Cubana, a travs de Casa de las Amricas, en la Comunidad Intelectual Latinoamericana. Un perodo donde se entrecruzan las expectativas revolucionarias, las afirmaciones nacionalistas, el jubileo tercermundista de la izquierda internacional.

Tendramos entonces que preconizar el acontecimiento que supone la reciente salida al mercado de Las polmicas culturales de los 60 ms all de lo estrictamente local. Ubicar el libro (sus posibles lecturas) en una postura de dilogo y confrontacin con las preocupaciones de una zona de la actual produccin del pensamiento terico latinoamericano: Entre la pluma y el fusil, de Claudia Gilman, Ocaso y cada de la Ciudad Letrada, Latinoamrica en la Guerra Fra, de Jean Franco, y algunos textos de autores como Horacio Gonzlez, Beatriz Sarlo[footnoteRef:1] consagrados a historiar y a auscultar las prcticas y discursos del intelectual latinoamericano. [1: Consultes adems a Nelly Richard: Un debate latinoamericano sobre la prctica intelectual y discurso crtico. Revista Iberoamericana. Vol. LXVI, no.193 octubre-diciembre 2000 pp. 841-850]

Las contiendas entorno a los principios de autonoma del arte, el realismo como normativa esttica; y otras sobre la identidad del intelectual, la funcin social del arte, las relaciones entre cultura y poltica; as como el tpico de las generaciones (donde el hecho de nacer o ser formado con la Revolucin se erige en un pasaporte, una especie de capital simblico); son algunos de los asuntos que desencadenan las pugnas, maniobras, polmicasque tensionan la escena cultural de la isla a todo lo largo de la dcada del sesenta. Y cuya finalidad es la lucha entre diversas fracciones, agentes sociales y sus respectivas cosmovisiones ideoestticas por el control de la representacin, por definir los cdigos, normas de produccin, recepcin, incluso circulacin de los textos dentro del campo cultural.

Estas polmicas, no exentas de pasiones personales, desmesuras, dogmatismo de todo tipo, ansias de legitimacin, no resultan una sorpresa si recordamos que el campo cultural cubano de los sesenta hereda, del decenio anterior, una conducta esttica heterclita, donde no exista bandera o canon emblemtico.

La llegada de la Revolucin, el contexto de la guerra fra unido a los afanes de ruptura de la tradicin, negacin del pasado, donde la mayora de las veces lo viejo est asociado a lo obsoleto; la bsqueda a toda costa de la novedad, celebracin de lo nuevo y otras conductas que distinguen a las vanguardias artsticas en su trnsito hacia la modernidad cultural, los nexos entre estas )las vanguardias artsticas) y las vanguardias polticas vienen alterar la dinmica y el sistema de relaciones del campo cultural cubano de los primeros aos del decenio de los sesenta, no slo en el mbito de la produccin de los textos culturales, sino tambin en el de su significacin y en el del rol concedido al artista como productor.

Por otra parte, la historia intelectual del siglo XX no tiene noticias de otro decenio como este donde los nuevos universos problemticos, a los que se aboca la cultura, llevan el signo de lo inconmensurable. Las publicaciones culturales de estos aos sirven de plpito al escritor, ahora devenido en intelectual, su voz adquiere una resonancia e incidencia en el espacio pblico que, lamentablemente, no volver a recuperar en dcadas posteriores.

En el caso de Cuba todava estn por explorar los registros y el complejo entramado con que la intelectualidad del perodo tom posesin de lo que Alvin Gauder llama la Cultura del Discurso Crtico. Las diferentes artimaas y estrategias enunciativas asumidas (en el contexto del sistema de relaciones intelectual-vanguardia revolucionaria) para explicitar sus prcticas, ideas, en sus empeos por el usufructo y la hegemona del capital simblico.

Las polmicas culturales de los 60 contiene ms de una incitacin para pensar la produccin y circulacin de los discursos dentro del campo intelectual del perodo a la manera de un comunidad lingstica o enunciativa donde los cdigos y normas que se establecen entre