platica sobre discernimiento

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DISCERNIMIENTO Etimológicamente viene del latín “cernere”, que significa cribar, separar. Por eso, el significado actual de la palabra discernimiento es distinguir algo de otra cosa, señalando la diferencia que hay entre ellas. ¿Qué significa el discernimiento con relación a la experiencia espiritual? Discernimiento es la capacidad de elegir, de decidir desde unos criterios evangélicos. Es necesario porque el amor necesita concretarse en la complejidad de la vida y de las circunstancias. Pero además, pensar en esta posibilidad de discernimiento, presupone una convicción básica: Dios se deja alcanzar; Dios es accesible, se pone en comunicación con los seres humanos para dar a conocer su voluntad. Ignacio tiene esa convicción nacida de su experiencia personal. En los EE, lo que hace es ofrecer orientaciones a quien quiere buscar y hallar la voluntad de Dios. Los pasos que propone son, en realidad, la sistematización de lo que ha vivido y experimentado durante largo tiempo. Con relación al discernimiento, vale la pena conocer lo que él expresa en su Autobiografía, núm.8. Había todavía esta diferencia: que cuando pensaba en aquello del mundo, se deleitaba mucho; mas cuando después de cansado lo dejaba, hallábase seco y descontento; y cuando en ir a Jerusalem descalzo, y en no comer sino yerbas, y en hacer todos los demás rigores que veía haber hecho los santos; no solamente se consolaba cuando estaba en los tales pensamientos, mas aun después de dejando, quedaba contento y alegre. Mas no miraba en ello, ni se paraba a ponderar esta diferencia, hasta en tanto que una vez se le abrieron un poco los ojos, y empezó a maravillarse desta diversidad y a hacer reflexión sobre ella. Cogiendo por experiencia que de unos pensamientos quedaba triste, y de otros alegre, y poco a poco viniendo a conocer la diversidad de los espíritus que se agitaban, el uno del demonio, y el otro de Dios. Este fue el 1

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Pastoral Religión Vocación Espiritualidad ignaciana

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Page 1: Platica Sobre Discernimiento

DISCERNIMIENTO

Etimológicamente viene del latín “cernere”, que significa cribar, separar. Por eso, el significado actual de la palabra discernimiento es distinguir algo de otra cosa, señalando la diferencia que hay entre ellas.

¿Qué significa el discernimiento con relación a la experiencia espiritual? Discernimiento es la capacidad de elegir, de decidir desde unos criterios evangélicos. Es necesario porque el amor necesita concretarse en la complejidad de la vida y de las circunstancias.

Pero además, pensar en esta posibilidad de discernimiento, presupone una convicción básica: Dios se deja alcanzar; Dios es accesible, se pone en comunicación con los seres humanos para dar a conocer su voluntad.

Ignacio tiene esa convicción nacida de su experiencia personal. En los EE, lo que hace es ofrecer orientaciones a quien quiere buscar y hallar la voluntad de Dios. Los pasos que propone son, en realidad, la sistematización de lo que ha vivido y experimentado durante largo tiempo.

Con relación al discernimiento, vale la pena conocer lo que él expresa en su Autobiografía, núm.8.

Había todavía esta diferencia: que cuando pensaba en aquello del mundo, se deleitaba mucho; mas cuando después de cansado lo dejaba, hallábase seco y descontento; y cuando en ir a Jerusalem descalzo, y en no comer sino yerbas, y en hacer todos los demás rigores que veía haber hecho los santos; no solamente se consolaba cuando estaba en los tales pensamientos, mas aun después de dejando, quedaba contento y alegre. Mas no miraba en ello, ni se paraba a ponderar esta diferencia, hasta en tanto que una vez se le abrieron un poco los ojos, y empezó a maravillarse desta diversidad y a hacer reflexión sobre ella. Cogiendo por experiencia que de unos pensamientos quedaba triste, y de otros alegre, y poco a poco viniendo a conocer la diversidad de los espíritus que se agitaban, el uno del demonio, y el otro de Dios. Este fue el primero discurso que hizo en las cosas de Dios; y después cuando hizo los ejercicios, de aquí comenzó a tomar lumbre para lo de la diversidad de espíritus.

En este párrafo, podemos advertir el efecto que tuvo en Ignacio (y que él mismo observa) una diversidad de pensamientos: los relacionados con la lectura de las vidas de santos; los que tenían que ver con sus recuerdos y sus fantasías como caballero… Son pensamientos que provocan una diversidad de emociones o estados de ánimo, “diversidad de espíritus”. Ignacio reflexiona sobre ello. Este será el comienzo de su experiencia personal de discernimiento.

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Hoy, nosotros podemos vernos agitados por una diversidad de voces que acampan en nuestra interioridad: los medios de comunicación, la conversación, la lectura, la fantasía… Todo esto provoca en nosotros pensamientos y afectos. El afecto, mueve los deseos… Los deseos se convierten en propósitos y decisiones de la libertad.

El discernimiento presupone un “yo” que mira lúcidamente lo que ocurre dentro de sí mismo. Por tanto, que es capaz de establecer cierta distancia para hacerse tres preguntas:

- ¿Qué movimientos interiores siento? (Emociones, afectos, pensamientos…)- ¿De dónde vienen?- ¿A dónde me llevan?

Hay sentimientos que no son conscientes hasta que el yo no mira lúcidamente lo que ocurre en sí mismo. Pero eso no es suficiente: hay que caer en la cuenta de a dónde me llevan esos sentimientos. (En el caso de Ignacio, algunos seguían tirando de él hacia la corte… es decir, mantener todo como estaba; otros empiezan a tirar de él hacia Jerusalén…) Hasta que no se da esta percepción de la propia interioridad no puede haber discernimiento.

Por ejemplo, puedo encontrarme con una realidad que interiormente me afecta: un trabajo, una responsabilidad que me han confiado, una relación con una persona, una propuesta de apostolado, un modo de pasar el tiempo libre… El discernimiento empezaría por la capacidad de reconocer cantidad de discursos figurados, tramas de pensamiento… “películas” que uno se monta en su interior. Observa tu fantasía. ¿Cómo te afecta imaginarte a ti mismo de una forma o de otra?

El discernimiento requiere lucidez y libertad interior. ¿Por qué? Porque puede haber objetos muy buenos en sí mismo, que no son para mí ahora. Hay cosas buenas en sí mismas, pero ¿me llevan realmente a Dios, a la identificación con Jesús, a la fraternidad?

Por ejemplo, un deseo de generosidad… que finalmente me lleva al estrés, al agotamiento y a situarme un punto por encima de los demás.

Cuando tengas dudas, hazte la pregunta por la humildad… Esto, ¿me hace más humilde? ¿Facilita en mí la apertura hacia los demás? Y compártelo con un acompañante espiritual.

Un ejemplo de la misma vida de Ignacio. Él deseaba ser como los santos, más que los santos… Poco a poco, fue descubriendo que Dios no le pedía eso, sino buscar su propio camino de seguimiento de Jesús. Obstinarse en su deseo inicial, nos habría privado de un camino espiritual en la Iglesia.

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Ignacio no habla de discernimiento, sino de “reglas para de alguna manera sentir y conocer las varias mociones de que causan en el alma”. ¿Cuál es la finalidad de esas reglas? Ayudar a conocer las mociones, porque son como el código a través del cual el Señor nos habla y se nos hace presente.

Ignacio, en toda persona, presupone tres actores: el Buen espíritu, el Mal espíritu, mi libertad. Discernir es iluminar, distinguir la relación entre los tres.

Para comenzar, hemos de considerar que el lenguaje de Dios es distinto según sea el momento de la persona:

314. Cuando la persona todavía no está orientada hacia Dios, el M.E. tiene vía libre para proponerle planes atractivos; San Ignacio habla de “deleite”. Me siento bien, pero separado de Cristo. En cambio, en esta etapa el B.E. actúa discretamente, como un murmullo en la conciencia que inquieta, trata de llamar la atención.

315. Cuando la persona ya está orientada hacia Dios, ocurre al contrario. El B.E. actúa dando ánimo, consolación, fuerzas, quietud, facilitando… de modo que la persona queda animada para seguir obrando bien. El M.E. actúa en sentido contrario: entristeciendo, entreteniendo e inquietando con falsas razones.

¿Cómo son estas falsas razones? Uno comienza con ilusión, se traza un plan de vida según el evangelio, se propone compartir con los demás… y, de repente… una vocecilla empieza a inquietarte y entristecerte con pensamientos de este tipo: “¿Cuánto tiempo vas a aguantar en estos propósitos? Los demás no lo hacen… ¿por qué lo vas a hacer tú? No ves que no merece la pena…”

316: lo más propio de Dios al relacionarse con el ser humano es la consolación.

Consolación es una experiencia de amor de Dios, una alegría interna… Muy importante es ver a dónde me lleva: a un aumento de fe, esperanza y caridad; a una creatividad en el amor, a un ajuste del ser humano como criatura capaz de amar y ser amada.

“Cuando ninguna cosa criada puede amar en sí, sino en el Criador de todas ellas” (tiene que ver con la contemplación para alcanzar amor). La experiencia del amor de Dios es la que me hace amarlo todo. El que vive en consolación percibe el mundo habitado por el amor de Dios.

Pero, en ocasiones, la consolación se relaciona con experiencias de dolor, con lágrimas que, en último término, están motivadas por el amor (o porque caigo en la cuenta de que me he alejado, porque me duele haber actuado contra el amor… o porque me conmueve la pasión del Señor o de otros hermanos… ) El reajuste del yo es doloroso. Es decir, la consolación no siempre coincide con un sentimiento agradable. Lo que da criterio de estar en consolación es la experiencia de Dios y el

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ánimo para seguir viviendo conforme al querer de Dios ¿Cómo calificaríamos la oración del Huerto? Para Jesús es una experiencia muy dura, pero Él sale animado y firme, diciendo “vamos”. Es consolación.

La experiencia de Dios me lleva a ser feliz, complicadamente feliz.

¿Qué hacer con la consolación? Vivirlo con agradecimiento y humildad. Es un don.

317: La desolación es la experiencia de distancia respecto del Señor. Es la tentación de imaginarte separado de tu Criador; considerar que no cuentas para Dios, que la vida no tiene sentido.

318: “En tiempo de desolación, no hacer mudanza”. Tomar una decisión bajo la influencia de la desolación, nos puede llevar a graves errores. Permanece firme en los propósitos de seguimiento que habías hecho. Sin embargo, lo que sí que hay que hacer es “mudarse contra la desolación” (319), es decir, dinamizar tu libertad, sacudirse la pereza, poner medios para hacerle frente.

326: Retrato del mal espíritu. Utilizando las imágenes de su época, Ignacio previene de un peligro: vivir las cosas solo. Lo mejor que se puede hacer frente a la desolación es la conversación espiritual, la comunicación… Hay desolaciones que se desvanecen cuando uno las objetiva, cuando uno es transparente y las comparte con una persona que realmente te puede ayudar.

En definitiva, Ignacio tiene una visión positiva del ser humano, ya que es capaz de conocer e interpretar el lenguaje de Dios dentro de sí mismo. Confía en su capacidad de autoconocimiento, en la libertad interior y lucidez que le permite tomar cierta distancia de sí mismo y hacer conscientes los propios límites y engaños. Confía también, de manera muy especial, en el acompañamiento.

Todo esto, en la práctica no es solo un método, no es la aplicación de una teoría. Es una disposición, una actitud interna, un modo de estar en la vida: el hábito de hacerse preguntas y hacérselas delante del Señor, cuyo lenguaje es el amor.

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