peter burke - formas de hacer historia

Upload: fred-colin

Post on 06-Jul-2015

1.038 views

Category:

Documents


1 download

TRANSCRIPT

  • 5/7/2018 Peter Burke - Formas de Hacer Historia

    1/50

    __ ... n este final de siglo, el panora-ma historiografico aparece como un universo en continua expansi6n y frag-mentaci6n. Asi, la selecci6n de artfculos que conforma el presente libra pa-rece demostrar la diversidad de FORMAS DE HACER HISTORIA. Frenteal para

  • 5/7/2018 Peter Burke - Formas de Hacer Historia

    2/50

    Alianza Universidad Peter Burke, Robert Darnton, Ivan Gaskell,~ Giovanni Levi, Roy Porter, Gwyn Prins,~ Joan Scott, Jim Sharpe, Richard TuckJ:;; y Henk Wesselings~

    Formas de hacer Historia

    Version espanola deJose Luis Gil Aristu

    (.1I :: ,.,,

    ;-_'Alianza~ Editorial: __

  • 5/7/2018 Peter Burke - Formas de Hacer Historia

    3/50

    Titulo original: New Perspectives on Historical Writing. Es ta obra ha s idopublicada en ingles por Polity Press en 1991 por acuerdocon Basil Blackwell

    Primera edicion en "Alianza Unive rsidad": 1993Segunda re irnpre sion en "Alianza Univer sidad": 1996

    Reservados todos I ' derechos. EI contenidu de esta obra esra prorcgido pur la Ley, queestab lece penas de pri sion y/o multas , adernas de las correspondientes indernnizacioncspor dafios y per ju icios , par a quienes reprodu je ren, p lagiar en , d ist ribuye ren 0 cornuni-car en p iibl icarnente, en todo 0 en parte, una obra l it era ri a, a rt ist ica 0 cientifica, 0 sutransformacion, interpretacion 0 e jecucion a rt fs ti ca fi jada en cualqu ie r t ipo de soporte 0cornunicada a t raves de cualqu ier medio , sin la precept iva autorizacion .

    This co ll ec tion . Po li ty Pr es s 1991Capltulos 1 y 11 Peter Burke; capit ul o 2 Jim Sharpe; capitulo 3 Joan Scott;cap itulo 4 Henk Wesseling; capitulo 5 Giovanni Levi; capitulo 6 GwynPrins; cap itulo 7 Australian Journal of French Studies 1986; capitulo 8 IvanGaske ll ; cap itulo 9 Ri chard Tuck; capitulo 10 Roy Porter. Ed. cast.: Alianza Edi torial, S. A., Madrid, 1993, 1994, 1996Calle Juan Ignacio Luca de Tena, 15; 28027 Madrid; tclef. 393 88 88ISBN: 84-206-2765-8Deposito legal: M. 30.686-1996Compuesto en Fernandez Ciudad, S. L.Cata lina Sua rez, 19; 28007 MadridImpreso en Lave!. C/ Gran Cana ria, 12. Hurnanes (Madrid)Printed in Spain

    INDICE

    Colaboradores 9

    \1 l. Obertura: la nueva historia, su pasado y su futuro .PeterBurke~ 2. Historia desde abajo .

    J im Sh ar pe

    11

    38

    3. Historia de las mujercs ..Joan Sco tt

    59

    8 9Historia de ultrarnarI I enk :W esset ing4 .

    . .

    Sobre microhistoriaG io va n ni L ev i

    . . 1195.

    6. Historia oral ..Gw yn P ri ns144

    Historia de la lecturaRobe rt Dar nt on

    . . 17 77.7

  • 5/7/2018 Peter Burke - Formas de Hacer Historia

    4/50

    88. Historia de las imageries ..I v an Gas ke ll

    Indice

    20 9

    24 0

    255

    307

    COLABORADORES

    Peter Burke es Reader de Historia Cultural en la Universidad deCambridge y Fellow del Emmanuel College.Jim Sharpe es Senior Lec turer de Historia en la Universidad de York.Joan Scott es catedrarica de Ciencias Sociales del Institute for Advan-ced Study de Princeton.Henk Wesseling es catedratico de Historia de la Universidad de Lei-den y director del Insti tute for the History of European Expansion.Giovanni Levi cs catedratico de Historia de la Universidad de Venecia.Gwyn Prins es director de estudios de Historia y Fellow del Emma-nuel College.Robert Darnton es catedratico de Historia de la Universidad de Prin-ceton.

    9. Historia del pensamiento politico .R ic ha rd T u ck

    Ivan Gaskell es Margaret S . Win th ro p Cu ra to r o f P a in ti ng s del Museo deArte de la Universidad de Harvard.Richard Tuck es Lecturer de Historia de la Universidad de Cambrid-ge y Fellow del Jesus College.Roy Porter es Sen io r L e ct ur er de Historia de la Medicina del Wellco-me Insti tute de Londres.

    10. Historia del cuerpoRo y Po rt er ..................................................

    9

    11 . Historia de los acontecimientos y renacimiento de 1a na-rracion . . . . .. . . . . . . . .. . . . . . . . . .. . . . . . . . .. . . . . . . . .. . . . . . . . . .. . . . . . . . .. 2 87Peter Burkefndice ternatico -...............................................................

  • 5/7/2018 Peter Burke - Formas de Hacer Historia

    5/50

    LapltUIO 1OBERTURA: LA NUEVA HISTORIA,SU PASADO Y SU FUTUROPe te r Bu rk e

    En la ultima generacion, aproximadamente, el universo de loshistoriadores se ha expandido a un ritmo vertiginoso I. La historianacional, predominante en el siglo XIX, ha de competir ahora, paraatraer la atencion, con la historia mundial y la local (confiada enot ros t iempos a anticuarios y aficionados). Hay muchos campos nue-vos, sostenidos a menudo por revistas especializadas. La historia so-cial, por ejemplo, se independizo de la econornica para acabar frag-men tandose, como algunas nuevas naciones, en derncgrafia histories,historia del trabajo, historia urbana, historia rural , e tc .

    A su vez, la historia econornica se escindio en antigua y nueva.La nueva historia de la economfa de las decadas de 1950 y 1960 (ac-tualmente de una edad adulta, si no provecta) es demasiado bien co-nocida como para que necesitemos examinarla aqui 2. Tarnbien se haproducido un desplazarniento en el interes de los historiadores de laeconomia desde la produccion al consumo, desplazamiento que difi-

    1 Este ensayo t iene mucho que agradece r a las conve rsaciones mantenidas duran-te muchos afios con Raphael Samuel, a Gwyn Prins y a varias generaciones de estu-diantes del Emmanuel College de Cambridge y, mas recientemente, a Nil o Odalia y alos interesados oyentes de mis clases en la Universidade Estadual de Sao Paulo enAraraquara, en 1989.

    2 Un ejemplo famoso (y discutible) en R W. Fogel y S. Enge rrnan , T im e on theCross (Boston, 1974) [hayed. cast. , T ie mpo e n 10 c r uz . L a e c on omia e s cl a ui st a e n l o sE s t a do sUnidos, Madrid, 1981)' D. C. Coleman, H Is to ry a n t he E co no m ic P as t (Oxford, 1987)haec una evaluacion juicios a de la posicion de la h istor ia econorn ica en la aetua lidad.11

  • 5/7/2018 Peter Burke - Formas de Hacer Historia

    6/50

    12 Peter Burke 13

    culta cada vez mas la separacion entre historia econornica e historiasocial y cultural. La his tori a de la gestion empresarial es objeto de unnuevo interes que desdibuja e incluso berra las fronteras entre histo-ria econornica y administrativa. Otra especializacion, la historia de lapublicidad, tiene un pie en la historia de la economia y otro en la dela comunicacion. Hoy en dia, la identidad misma de la historia de laeconomia se ve amenazada por los envites lanzados por un ernpefiojoven pero ambicioso, la historia del medio ambiente, conocida a ve-ces con el nombre de ecohistoria .

    La division afecta tam bien a la historia poli tica, escindida no soloen las lIamadas escuelas al tas y bajas, sino tarnbien entre los historia-dores preocupados por los centros de gobierno y los interesados porla politica del hombre de la calle. EI territorio de 1 0 polit ico se ha ex-pandido en eI sentido de que (siguiendo a teoricos como MichelFoucault) los historiadores tienden cada vez mas a analizar la luchapor el poder en el plano de la fabrica, la escuela 0, incluso, la familia.EI precio de semejante expansion es, sin embargo, una especie de cri -sis de identidad. Si la politics esta en todas partes, (que necesidadhay de historia polftica? 3 Los historiadores de la cultura se enfrentana un problema similar al alejarse de la definicion estrecha, pero preci -sa, de cultura en cuanto arte, literatura, musica, etc, y acceder a unadefinicion de su

  • 5/7/2018 Peter Burke - Formas de Hacer Historia

    7/50

    14 Peter Burke

    posibles. Por razones de sencillez y claridad podriarnos resurnir ens iete puntos la oposicion entre historia vieja y nueva.

    1. Segiin el paradigma tradicional , el objeto esencial de la histor iaes la polit ica. De acuerdo con la concluyente frase victoriana de s ir JohnSeeley, Catedratico Regio de his toria en Cambridge, la his toria es la po-l inea del pasado; lapoli tica es la his toria del presente. Se suponia que lapolitica se interesaba fundamentalmente por e l Estado; en otras pala -bras, era nacional e internacional, mas que local. Sin embargo, tambienincluia la historia de la Iglesia en cuanto institucion y 1 0 que e l teorico, mil itar Karl von Clausewitz definia como [a continuacion de la polit icapor otros medics, es decir , la guerra. Aunque el paradigma tradicionalno excluyera del todo otros tipos de historia -como, por ejernplo, lahistoria del arte 0 la de la cienc ia-, e ran relegados en e l sentido de con-siderarlos perifericos a los intereses de los autenticos historiadores.

    La nueva histo ria , por su parte, ha acabado in teresandose por casicualquier act ividad humana. Todo tiene una his toria, escribia en cier-ta ocasion el cientifico J . B. S. Haldane; es dec ir, todo tiene un pasadoque, en principio, puede reconstruirse y relacionarse con el resto del pa-sado 7. De ahi la consigna de historia total, tan cara a los histor iadoresde los Annales. La primera mitad de este siglo fue tes tigo de la aparicionde la historia de I , ideas. En los ultimos tre inta afios hemos visto unrnimero notable d

  • 5/7/2018 Peter Burke - Formas de Hacer Historia

    8/50

    Ubertur a: l a nueva h is to ria, su pasado y su fu tu ro 17

    los examinadores le pregunto: (Par que se preocupa Ud. par esosbandidos? 10Par otra parte (segun rnuestra Jim Sharpe en el capitulo Il), cierto

    mirnero de nuevos historiadores se interesan por la historia desdeabajo, es decir, por las opiniones de la genre corriente y su expe-riencia del cambio social. La historia de la cultura popular ha sidoobjeto de considerable atencion, Los historiadores de la Iglesia co-mienzan a examinar su historia tanto desde abajo como desde arri-ba II. Igualmente, los historiadores del pensarniento han desviado suatencion de los grandes libros 0 las grandes ideas -e1 equivalente alos grandes hombres-, dirigiendola a la historia de las mentalidadescolectivas 0 a la de los discursos 0 lenguajes, por ejemplo, al len-guaje del escolasticismo 0 del derecho consuetudinario (d. el ensayode Richard Tuck, capi tulo IX, infra) 12.

    Ivan Gaskell y Gwyn Prins en los capitulos VIII y VI). Existe tam-bien la prueba estadistica: las cifras del comercio, de poblacion, devotantes, etc. EI apogee de la historia cuantitativa se dio, probable-mente, en las decadas de 1950 y 1960, cuando algunos entusiastaspretendieron que los unicos metodos fiables eran los cuantitat ivos.Se ha producido una reaccion contra estas pretensiones y, en ciertamedida, tambien contra sus metodos, pero el interes por una historiacuantitativa mas modesta sigue aumentando. En 1987 se fundo, porejernplo, en Gran Bretana una As soc ia ti on f or H i st or y and Comput in g .

    4. En cuarto lugar, segun el paradigma tradicional la historiadeberia basarse en documentos. Uno de los mayores logros de Rankefue su exposicion de las limi taciones de las Fuentes narrativas -l Ia-memoslas cronic as- y su insistencia en la necesidad de basar la his-toria escrita en documentos oficiales procedentes de los gobiernos yconservados en archivos. EI precio de este logro fue el olvido deotros tipos de pf!eba. EI periodo anterior a la invencion de la escri-tura quedo descartada como prehistoria. Sin embargo, eI movimien-to de la historia desde abajo presento, por su parte, las Iimi tacionesde este tipo de docurnentacion. Los regist ros of iciales expresan, por1 0 general, el punto de vista oficial . Para reconst rui r las acti tudes deherejes y rebel des, tales registros requieren el complemento de otrasclases de fuentes.

    En cualquier caso, si los historiadores se interesan por una diver-sidad de actividades humanas mayor que la que ocupo a sus prede-cesores, habran de examinar una variedad tarnbien mayor de prue-bas. Algunas de estas seran visuales; ot ras, orales (ver 1 0 escrito por

    5. Segun el paradigma tradicional, expuesto de forma memora-ble por el historiador y filosofo R. G. Collingwood, cuando un histo-riador pregunta (Por que Bruto apufialo a Cesar?", quiere decir(En que pensaba Bruto para decidirse a apufialar a Cesar?" 13 Estemodelo de explicacion histories ha sido cri ticado por historiadoresmas recientes por varios motivos, principalmente porque no consiguedar razon de la variedad de cuestiones planteadas por los historiado-res, interesados a menudo tanto por movimientos colectivos comopor acciones individuales, tanto por tendencias como por aconteci-mientos.Por poner un ejemplo, (por que subieron los precios en la Espa-na del siglo XVI? Los historiadores de la economia no coinciden ensus contestaciones a esta pregunta, pero sus diversas respuestas (enIuncicn de las importaciones de plata, crecimiento dernografico, etc. )estan muy lejos del modele de Collingwood. En el famoso estudio deFernand Braudel sobre el Mediterraneo en el siglo XVI, aparecido en1949, solo la tercera y ultima parte, dedicada a la historia de losacontecimientos, plantea cuest iones remotamente parecidas a la deCollingwood, e inc1uso alii el autor ofrece un tipo de respuestas muydiferente al hacer hincapie en las cortapisas a que estaba sometido suprotagonista, Felipe I I, y~en la falta deinfluencia del rey sobre la his-toria de su tiempo 14.

    6. De acuerdo con el paradigms tradicional, la historia es obje-tiva. La tarea del historiador es ofrecer al lector los hechos 0, comodecia Ranke en una frase muy citada, con tar como ocurrio real rnen-

    10 EI nombre del exarninador era Lewis Namier. R. Cobb, T he P ol ic e a nd th e P eo -pl e (Oxford, 1970), pag, 81.IIE. Hoornaert et 0 1 . , H i s/ a ri a d o l gr e ja n o B r as il : e n sa io d e i nt er pr e ta c do a p a rt ir d opovo (Petropolis, 1977).

    12 J . G. A. Pocock, The Concept of a Language, en: A. Padgen (ed.) T h e L a ng u a-ge 0 / Po l it ic a l T h eo ry (Cambridge, 1987) . Cfr . D. Ke lley , Hor izons of In te ll ec tual His-tory, Journal 0/ t h e H i s to r y 0 / Ideas, 48 (1987), pags, 14369, y What i s Happening tothe History of Ideas? J o ur n al a / th e H i st or y a / Id e as , 51 (1990), pags. 325. I) R. G. Collingwood, T he I de a o j llistory (Oxford, 1946), pags. 213ss.14 Braudel (1949).

  • 5/7/2018 Peter Burke - Formas de Hacer Historia

    9/50

    III Peter Burke Obertura : l a nueva h is to ria, su pasado y su futuro 19te. Su humilde rechazo de cualquier intencion filosofica fue inter-pretado por la posteridad como un orgulloso manifiesto en favor deuna historia no sesgada. En una famosa carta a su equipo internacio-nal de colaboradores en la Cambridge Mod er n H is to ry , publ icada apartir de 1902, el director de la edicion, lord Acton, Ie pedia encare-cidamente que nuestro Water loo sati sfaga por igual a franceses e in-gleses, alemanes y holandeses y que los lee to res no puedan decirdonde puso su pluma uno de los colaboradores y donde la retireotro 15.

    En la actualidad este ideal se considera, en general, quirnerico.Por mas decididamente que luchemos por evitar los prejuicios aso-ciados al color, el credo, la c1ase social 0 el sexo, no podemos evitarmirar al pasado desde una perspectiva particular. EI relativismo cul-tural se aplica, como es obvio, tanto a la historiografia misma como a1 0 que se denominan sus objetos. Nuestras mentes no reflejan la rea-lidad de manera directa. Percibimos eI mundo solo a traves de unared de convenciones, esquemas y estereotipos, red que varia de unacultura a ot ra. En tal situacion, nuestra comprension de los conflictosse ve aumentada por la presentacion de puntos de vista opuestos, masque por eI intento de expresar un acuerdo, como en el caso de Ac-ton. Nos hemos desplazado del ideal de la Voz de la Historia a la he-teroglosia , defir ida como un conjunto de voces diversas y opuestas(infra pag. 296) i6. Era, por tanto, muy pertinente que eI presente vo-lumen tomara forma de obra colectiva y que sus colaboradores ha-blaran distintas lenguas maternas.

    La historia rankeana fue eI terri torio de los profesionales. EI sigloXIX fue un tiempo de la profesionalizacion de la historia, con sus de-partamentos universitarios y sus publicaciones, como la HistoriscbeZeitscbrift y la Eng li sh H i st o ri ca l Re v iew . La mayoria de los principalesnuevos histor iadores son tam bien profesionales, con la destacada ex-cepcion del difunto Philippe Aries, a quien gustaba definirse comoun historiador dominguero. Una de las maneras de describir los 1 0 -gros del grupo de los Annales consiste en decir que han mostrado co-mo las his t ori a s economica, social y cultural pueden estar a la altura

    " Citado en F. Stern (ed.), Vari e ti es o f Hi s tory (Nueva York, 1956), pag. 249. .16 Torno el t errnino del famoso critico ruso Mijail Bajti n, en su Dialogi c lmagina-tion (t rad . ing l. , Aust in, 1981), pags. xix, 49, 55,263, 273 . Cfr. M. de Certeau , Heterolo-g i es :D i s cou r se on t he O t he r (trad. ingl., Minneapolis, 1986).

    de las exigentes pautas establecidas por Ranke para la historia po-litica.

    AI mismo tiempo, su interes por toda la gama de la actividad hu-mana les estirnula a ser interdisciplinarios, en el sentido de aprenderde antropologos sociales, economistas, cri ticos literarios, psicologos,sociologos, etc., y colaborar con ellos. Los historiadores del arte, la l i-teratura y la ciencia, que solian atender a sus intereses aislandose enmayor 0 menor medida del grupo principal de los historiadores,mantienen en la actualidad un contacto mas habitual con ellos. EImovimiento de la historia desde abajo refleja tamb ien una nueva de-cision de adoptar los puntos de vista de la gente corriente sobre supropio pasado con mas seriedad de 1 0 que acostumbraban los his to-riadores profesionales 17. Lo mismo vale para algunas formas de his-toria oral (infra, pag. 144). En este sentido, la heteroglosia es tambienesencial para la nueva historia.II~Hasta que punto es nueva la Nueva Historia?

    ~Quien invento -0 descubrio-> la nueva historia? La expres ianse utiliza a veces para aludir a procesos ocurridos en las decadas de1970 y 1980, periodo en que la reacci6n contra el paradigma tradi-donal se exterrdio a todo el mundo afectando a historiadores del Ja-pan, la India, Amer ica Latina y cualesquiera ot ros lugares. Los ensa-yos recogidos en este libro se centran en ese periodo particular. Noobstante, es indudable que la mayoria de los cambios ocurridos enhistoriografia en ambos decenios forman parte de una tendencia maslarga.

    Para muchos la nueva historia esta asociada a Lucien Febvre yMarc Bloch, que' fundar.on en 1929 la revista Annales para prornocio-nar su enfoque, y a Fernand Braudel, en la generacion siguiente. Dehecho seria dificil negar la importancia del movimiento encabezadopor estas personas en la renovacion de la historia. Sin embargo, en surebelion contra los rankeanos no estuvieron solos. En la Gran Breta-fia de la decada de 1930, Lewis Namier y R. H. Tawney rechazaronla narracion de sucesos en cualquier tipo de historia estructural. Entorno al afio 1900, Karl Lamprecht se hizo impopular en Alemania

    17 Ver casi cualqu ie r nurnero de Hi st o ry Work shop . J ou rna l .

  • 5/7/2018 Peter Burke - Formas de Hacer Historia

    10/50

    20 Peter Burke Ober tu ra: l a nueva h istor ia , su pasado y su fu tu ro 21

    entre la profesion por su desafio al paradigma tradicional. La frasedespectiva de bistoire evenementielle , historia centrada en los aconte-cimientos, se acufio en ese tiempo, una generacion antes de la cpocade Braudel, Bloch y Febvre 18. Expresa las ideas de un grupo de estu-diosos en torno al gran sociologo frances Emile Durkheim y su revis-ta, el Annee Sociologique, publicacion que contribuyo a inspirar losAnnales.

    La misma expresion nueva historia tiene su propia historia. Por1 0 que yo se, la mas antigua del terrnino data de 1912, cuando eI aca-dernico James Harvey Robinson publico una obra con este titulo.Los contenidos estaban a la al tura de su etiqueta. La historia, escri -bia Robinson, incluye todo rastro y vestigio de cualquier cosa hechao pensada por eI hombre desde su aparicion en la tierra. En otraspalabras, Robinson creta en lahistoria total:En cuanto al rnetodo, laNueva Historia -cito otra vez a Robinson- se valdra de todos losdescubrimientos sobre el genero humano real izados por antropolo-gos, economistas, psicologos y sociologos 19. Este movimiento en fa-vor de una nueva historia no tuvo exito en aquel momenta en losEstados Unidos, pero el mas reciente entusiasmo norteamerica no parlos Annales se entiende mejor si record amos este trasfondo local.No hay nin&tI.nabuena razon para detenernos en 1912, ni tan si-quiera en 1900.1Iltimamente se ha defendido que la sustitucion deuna historia vieja por otra nueva (mas objetiva y menos literaria) esun motivo recurrente en la historia de la historiografia 20. Este tipode exigencias fueron planteadas par la escuela de Ranke en el sigloXIX, por el gran estudioso benedictino Jean Mabillon, que en el sigloXVII formulo nuevas metodos de crftica de las fuentes, y par el histo-riador griego Polibio, quien ciento cincuenta an as antes del naci-miento de Cristo denuncio a algunos de sus colegas tach and alas demeros retoricos, En el primer caso, al menos, las pretensiones de no-vedad eran conscientes. En 1987 el gran historiador holandes RobertFruin publico un ensayo titulado La nueva historiografia, dondedefendia la historia cientifica, rankeana 21.

    18 Cfr. P. Burke, The F ren ch Hi s to r ic a l R e vo lu t io n (Cambridge, 1990) , pag. 113.19 J . H. Robinson, T he N ew H is to ry (Nueva York, 1912) ; dr.]. R. Pole , The NewHistory and the: Sense of Social Purpose: in American Historical Writing (1973,reimpreso en: id., P a th s t o t he Am e ri ca n P a st (Nueva York, 1979, pags. 271-98) .20 L.Orr , "The Revenge of Literature, New L i te ra ry H i s to r y 18 (1986), pags, 1-22.21 R. Fru in , De niuwe histor iograph ie , re impreso en : l d. , V e rs p re zd e G e sc b ri ft en 9(La Haya, 1904) , pags, 410-18.

    EI ernpefio par escribir una historia que fuera mas alia de losacontecimientos polit icos se remonta tarnbien muy arras. La historiaeconornica se ascnto en Alemania, Gran Bretafia y otras partes afinales del siglo XIX como alternativa a la historia del Estado. En1860 el erudito suizo Jacob Burckhardt publico un estudio sabre Lac io il iz ac io n d el R e na cimi en to e n l ta li a, centrado en la his tori a cultural yque, mas que narrar sucesos, describe tendencias. Los sociologos delsiglo XIX, como Auguste Comte, Herbert Spencer -par no mencio-nar a Karl Marx- se interesaron en extrema por la historia, aunquedespreciaran a los historiadores profesionales. EI objeto de su intereseran las est ructuras y no los acontecimientos y la nueva historia tienecan ellos una deuda que frecuentemente no se reconoce.

    Aquellos, a su vez, son acreedores, a menu do sin aceptarlos, dealgunos predecesores suyos: los histori adores de la Ilustracion, entreelias Voltaire, Gibbon {a pesar de la observacion anteriormente cita-da par rni), Robertson, Vico, Moser y ot ros. En el siglo XVIII se produjoun movimiento internacional favorable a un tipo de historiografia nolimitada a los acontecimientos mili tares y poli ticos sino interesadapar las leyes, el comercio, la man te re de pense r de una determinada so-ciedad, sus habitos y costumbres, el espiritu de la epoca, En Ale-mania, en especial, surgio un vivo in teres par la historia universal 22.EI escoces William Alexander y Christoph Meiners, profesor de laUniversidad de Gotinga (cent ro de la nueva historia social de finalesdel siglo XVIII), publicaron estudios sabre historia de las mujeres 23.

    Asi, la historia alternativa anal izada en la presente obra tiene unaalcurnia razonablemente antigua (por mas que sus tatarabuelos nopudieran, quiza, reconocer a sus descendientes). Lo nuevo no es tan-to su existencia cuanto el hecho de que quienes la practican seanahara extremadamente numerosos y rechacen ser marginados.

    Problemas de definicionEI proposito de este volumen no es hacer el panegmco de la

    nueva historia {apesar de que sus colaboradores coincidan en la val i -

    22 M. Harbsmeier, World Histories before Domestication, C u lt ur e a n d H i st or y 5(1989) pags. 93I1.

    2} W. Alexander, The Hi st o ry 0/ Women (Londres, 1779); C. Meiners, Gescbi c bt e d e sWeib l ichen Geschlechts (4 vols., Hannover, 1788-1800).

  • 5/7/2018 Peter Burke - Formas de Hacer Historia

    11/50

    22 Peter Burke Obertura: la nueva historia, su pasado y su futuro 23

    dez 0, de hecho, en la necesidad de al menos algunas de sus Iormas),sino evaluar sus fuerzas y debilidades. EI movimiento en favor de uncambio ha nacido de un amplio sentimiento de 1 0 inadecuado del pa-radigma tradicional. Este sentimiento de inadecuacion no se puedeentender si no se mira, mas alia del gremio de los historiadores, a lastransformaciones producidas a 1 0 ancho del mundo. La descoloniza-cion y el feminismo, por ejemplo, son dos procesos que han tenido,como es obvio, una gran repercusion en la historiografia reciente, se-gun dejan cumplidamente claro los capi tulos escritos por Henk Wes-seling y Joan Scott. En el futuro, el movimiento ecologista tendra,probablemente, una influencia creciente en la manera de escribir lahistoria.

    De hecho, ya ha inspirado cierto nurnero de estudios. Al publi-carse, en 1949, la famosa monografia de Brandel sobe el Mediterra-neo llarno la atencion por el espacio dedicado al entorno Fisico -t ie-rra y mar, monrafias e islas-. Hoy, sin embargo, el cuadro deBraudel resulta curiosamente estatico, pues su autor no tuvo seria-mente en cuenta la forma en que se modifica el medio ambiente porla presencia, por ejemplo, del hombre como destructor de bosquespara construir las galeras que ocupan un lugar tan destacado en laspaginas de El Medi temineo.

    Algunos elritores nos han ofrecido una ecohistoria mas dinarni-ca. William Ctonon ha escrito un excelente estudio de la Nueva In-glaterra colonial centrado en los efectos de la l legada de los europeossobre las comunidades vegetales y animales de la region, sei ialando ladesaparicion de castores y osos, cedros y pinos de Weymouth y lacreciente importancia de animales europeos de pas t o. En una escalamuy distinta, Alfred Crosby ha analizado 1 0 que el denomina la ex-pansion biologica de Europa entre el 900 y 1900 y la influencia delas enfermedades europeas en abri r camino al exito de la instalacionde Neoeuropas, desde Nueva Inglaterra a Nueva Zelanda 24.

    Por razones tanto internas como extern as, no es disparatado ha-blar de la crisis del paradigma historiografico tradicional. Sin embar-go, el nuevo paradigma tiene tarnbien sus problemas: problemas dedefinicion, de fuentes, de metodo y de exposicion, Estos problemas

    24 W. Cronon, C ha ng es i n th e L an d (Nueva York , 1983) ; A. W. Crosby, EcologicalImperialism (Cambridge, 1986) [hayed. cast. , lmperia l i smo ecol6gico , Barcelona, 1988].

    reapareceran en los capitulos especificos, pero podria ser util anali-zarlos brevemente aqui,

    Se dan problemas de definicion porque los nuevos historiadoresse estan int roduciendo en un terri tor io desconocido. Como acostum-bran a hacer los exploradores de otras culturas, comienzan con unaespecie de imagen en negativo de 1 0 que buscan. La historia deOriente ha sido considerada por los historiadores occidentales como1 0 opuesto a la propia, eliminando diferencias entre Oriente medio ylejano, China y japon, etc. 25. Como seiiala Henk Wesseling mas aba-jo (capitulo IV), la histor ia universal ha sido vista -por los occiden-tales- como el estudio de las relaciones entre Occidente y el restodel mundo, ignorando las interacciones entre Asia y Africa, Asia yAmerica, etc. A su vez, la historia desde abajo fue concebida en ori-gen como la inversion de la historia desde arriba, poniendo la culturabaja en ellugar de la alta cultura. No obstante, a 1 0 largo de sus in-vestigaciones, los estudiosos se han ido dando cuenta mas y mas delos problemas inherentes a esta dicotomia.

    Asi, por ejemplo, si la cultura popular es la cultura del pueblo,(quien es el pueblo? (Lo son todos, los pobres, las clases inferiorescomo solia llamarlas el intelectual marxista Antonio Gramsci? (Loson los iletrados 0 las personas sin educacion? Podemos dar por su-puesto que las divisiones econornicas, politicas y culturales coincidennecesariamente en una sociedad dada. Pero, (que es la educacion?(Es solo la preparacion proporcionada enciertas instituciones oficia-les, como escuelas 0 universidades? La gente corriente, (carece deeducacion 0, simplemente, tiene una educacion diferente, una cultu-ra dist inta de la de las elites?

    No deberiamos suponer, desde luego, que todas las personas co-rr ientes tiene identicas experiencias, y la importancia de distinguir lahistoria de las mujeres de la de los hombres queda subrayada porJoan Scott en e l capitulo III. En algunas partes del mundo, de Italiaal Brasil, la historia de la gente corriente se suele denominar la his-toria de los vencidos, asimi lando asi las experiencias de las c1ases in-feriores de Occidente con la de los colonizados 26. Sin embargo, lasdiferencias entre estas experiencias requieren tambien un anal isis.

    2l Algunos comentarios agudos sobre es te problema . en E. Sa in , Orientalism (Lon-dres, 1978).

    26 E. De Decca, 1930 : a s il e nc i o d o s v enc i do s (Sao Paulo, 1981) .

  • 5/7/2018 Peter Burke - Formas de Hacer Historia

    12/50

    24 Peter Burke Ober tu ra : l a nueva h is to ria, su pasado y su fu tu ro 25

    La expresion historia desde abajo parece ofrecer una salida aestas dificultades, pero genera sus propios problemas. En contextosdistintos, su significado cambia. Una historia politica desde abajo,

  • 5/7/2018 Peter Burke - Formas de Hacer Historia

    13/50

    26 Peter Burke

    complicada de 1 0 que parece. Elias distingue ocho signif icados en elterrnino, desde la vida privada hasta el mundo de la gente corrien-te 35. En 1 0 cotidiano entran acciones -Braudel 1 0 define como elreino de la rutina- y tamb ien actitudes que podriamos lIamar habi-tos mentales. Podria incluir hasta 1 0 ritual. Lo ritual, un hito de lasocasiones especiales en la vida de individuos y comunidades, se defi -ne a menudo por oposicion a 1 0 cotidiano. Por otra parte, los visitan-tes forasteros advierten en la vida de toda sociedad ritos cotidianos-formas de comer, de saludarse, etc.- que los habitantes locales nologran percibir en absoluto como rituales.

    Igual dificultad entrafia la descripcion 0 eI analisis de la relacionent re estructuras de cada dia y cambio cot idiano. Visto desde dentro,1 0 cotidiano parece intemporal. EI reto planteado al historiador sociales mostrar como el relacionar la vida cotidiana con los grandes suce-sos -como la Reforma 0 la Revolucion francesa- 0 con tendenciasa largo plazo -como la occidentalizacion 0 el nacimiento del capita-lismo- forma, de hecho, parte de la historia. EI famoso sociologoMax Weber acufio un terrnino, tarnbien famoso, que pod ria uti lizarseaqui: rutinizacion (Verallttiglichung, literalmente cotidianizacion).Uno de los focos de atencion de los historiadores sociales pod ria serel p~oceso de ~teraccion entre acontecimientos y tendencias de ma-yor ImportancJt, por un lado, y estructuras de la vida cotidiana, porotro. (Hasta donde, por que medios y durante que periodo la revolu-cion francesa 0 la rusa imbuyeron (por asi decirlo) la vida diaria delos distintos grupos sociales, hasta que punto y con cuanto exito seles opuso resistencia?

    Problemas de fuentesSin embargo, los mayores problemas de los nuevos historiadores

    son, sin duda, los de Fuentes y metodos, Se ha sugerido ya que, cuan-do los historiadores comenzaron a plantear nuevas cuestiones sobreel pasado, a elegir nuevos objetos de investigacion, hubieron de bus-car nuevos tipos de Fuentes que complementaran los documentos of i-ciales. Algunos se volvieron hacia la historia oral, analizada en el ca-

    n N. E lias , Zum Begri ff des Al lt ags , en: Ma te ri el le n z ur S o zi ol og ie d e s A l lt ag s , K.Hammerich y M. Klein (eds.) (Opladen, 1978) , pags. 229.

    I\ Obertur a: l a nueva h istor ia, su pasado y su futuro 27pi tulo VI; otros, hacia las pruebas figurativas (capitulo VIII); otros,hacia las estadisticas. Tambien se ha demost rado posible releer cier-tos tipos de documentos oficiales de una manera nueva. Los historia-dores de la cultura popular, por ejemplo, han hecho gran uso de losregistros judiciales, en especial de los interrogatorios de sospechosos.Dos famosos estudios de historia desde abajo se basan en aetas in-quisitoriales: el Montail lou de Le Roy Ladurie (1975), analizado en elcapitulo II) y E l q ue so y lo s g us an os , de Ginzburg (1986).

    Sin embargo) todas estas Fuentes suscitan problemas engorrosos.Los historiadores de la cultura popular procuran reconst rui r las ideasordinarias y cotidianas partiendo de registros de sucesos que fueronextraordinarios en las vidas de los acusados: interrogatorios y juicios.Intentan reconstruir 1 0 que la gente corriente pen saba en funcion de1 0 que los acusados, que pod ian formar un grupo no tipico, estabandispuestos a decir en la si ruacion inusual (por no deci r ter rori fica) enque se hallaban. Es, por tanto, necesario leer los documentos entre li-neas. Este intento de lectura ent re lineas es per fectamente correcto,sobre todo cuando 1 0 lIevan a cabo historiadores de la sutileza deGinzburg 0 Le Roy Ladurie.

    A pesar de todo, los principios en que se basa esta lectura no sonsiempre claros. Es justo admit ir que retratar a los social mente invisi-bles (por ejemplo, las mujeres trabajadoras) 0 escuchar a quienes nose expresan (la mayoria silenciosa, los muertos) es un cometido queimplica mayores riesgos que los habituales en la historia tradicional(si bien resulta necesaria como parte de la historia total). Pero nosiempre es asi. La historia politica de la epoca de Carlomagno, porponer un caso, se basa en Fuentes tan escasas y poco fiables, al me-nos, como las de la historia de la cultura popular en el siglo XVI 36.

    Las pruebas orales han sido objeto de gran atencion, por ejemploen ciertos casos de historiadores de Africa como Jan Vansina, preo-cupados por la fiabilid~d de las tradiciones orales mantenidas duran-te siglos, y en algunos ot ros de historiadores conternporaneos, comoPaul Thompson al reconst rui r la experiencia vital en la era eduardia-na. Se ha debatido el problema de la influencia del historiador-en-trevistador y de la si tuacion de entrevista en las declaraciones del tes-tigo 37. Sin embargo, hay que tener la honradez de admitir que la

    .I

    )6 Cfr. P. Burke, P o pu la r C u lt ur e i n E a rl y Mo d er n E u ro p e (Londres, 1978) , cap, I II .J7 R. Samuel y P. Thompson (eds.), T he M Yl hs W e L iv e B y (Londres, 1990),

  • 5/7/2018 Peter Burke - Formas de Hacer Historia

    14/50

    28 Peter Burke

    critica de lo s t est imonios orales no ha alcanzado la complej idad de lacritica documental, practicada por los historiadores desde hace siglos.Podernos hacernos cierta idea de la distancia recorrida en un cuar to desiglo -y del trecho que aiin queda por andar- comparando la primeraedicion del estudio de Vansina sobre la t radicion oral , publicado porprimera vez en 1961, con laversion completamente reescrita de 198538.

    La situacion es bastante similar en el caso de fotografias, image-nes y, mas en general, pruebas de la cultura material. Algunas obrasrecientes sobre fotografia (y cine) han puesto en evidencia la preten-sion de que la camara es un regist ro objetivo de la realidad, haciendohincapie no solo en la seleccion realizada por el Iotogralo de acuerdocon sus intereses, creencias, valores, prejuicios, etc., sino tam bien sudeuda, consciente 0 inconsciente , con las convenciones pictoricas, Sialgunas fotografias victorianas de la vida rural se parecen a los paisa-jes holandeses del siglo XVII , podrfa ser muy bien porque los Iotogra-fos conocian esa pintura y situaban sus personajes en consonancia, afin de producir, como decia Thomas Hardy en el subtitulo de Underthe Greenwood Tree, uri cuadro de la escuela holandesa. Los Ioto-grafos, como los historiadores, no ofrecen un reflejo de la real idad si-no representaciones de la misma. Se han dado algunos importantespasos hacia la crftica de Fuentes de las imagenes Iotograficas, perotarnbien acJf queda un largo t recho por recorrer 39.

    En el taso de las imageries pictoricas, analizado mas abajo porIvan Gaskell, al clirna de entusiasmo de la decodificacion de su ico-nografia 0 iconologfa a mediados del siglo XX , la epoca de virtuososcomo Erwin Panofsky y Edgard Wind, Ie ha sucedido un periodo deglaciacion de relativo escepticismo. Los criterios para la interpreta-cion de significados concretos latentes son real mente di ficiles de for-mular 40. Los problemas de la iconografia se hacen mas penososcuando los historiadores de otras materias intentan ut ilizar la pintura

    )8 P. Thompson, T he V oic e o f tb e P as t, 1978 (ed. revisada, Oxford, 1988) [hayed.cast., La uoz de l pasado, Valencia, 1988];]. Vansina, Ora l T rad it io n (trad. ingl., Londres,1965) y Ora l T rad it io n a sH i s t o ry (Madison, 1985).)9 P. Smith (ed.) , T he H is to ria n a nd F il m (Cambridge, 1976) ; A. Trachtenberg, Al-bums of Wan), Representat ions 9 (1985) pags, 1-32;]. Tagg, T he B ur de n 0 / Representa-t io n : Es sa ys on Pbotograpbies and Hi s t or i es (Amherst, 1988).~o E. Panofsky, E s sa y s i n I co n ol og y (Nueva York , 1939) [ hay ed. cas t. , Estudios so -bre i conologia , Alianza Editorial , Madrid, 19898]; E. Wind, P ag an M y st er ie s i n t he R e-naissance (Londres , 1958) [hay ed . ca st ., Misterios paganos de l Renacimiento, Barcelona,1972]. Un punto de vista mas esceptico aparece expresado por E. H. Gombrich,Aims and Limits of Iconology, en su obra S ymb o li c Im ag e s (Londres, 1972) , pags.122 [hayed. cast. , lmdgenes s imbol i cas , Alianza Editorial , Madrid, 1990)].

    Ohe rtura : In nueva h is to ria, su pasndo y su futuro 29

    para sus propios propositos como prueba de actitudes religiosas 0pol iticas. Es muy facil caer en una argumentacion circular, leyendo(por poner un caso) una imagen de Alberto Durero como sfntoma decrisis espiritual y presentando luego la imagen como una prueba dela existencia de la crisis 41.

    La cultura material es, por supuesto, el territorio tradicional delos arqueologos que estudian epocas carentes de documentos escri-tos. Sin embargo no hay ninguna buena razon para restringir los me-todos arqueol6gicos a la prehistoria y los arqueologos han comenza-do de hecho a estudiar la Edad Media, la primera revolucionindustrial y, mas recientemente, un ambito temporal mas amplio, des-de la America colonial hasta la actual sociedad de consumo 42.

    Los historiadores comienzan a emularlos, si no excavando el pa-sado (Versalles y otros edificios importantes de la Edad Moderna nonecesitan, por suerte, ser excavados), sf al menos prestando mas aten-cion a los objetos fisicos. Los debates en torno al nacimiento del in-dividualismo y la privacidad en la Edad Moderna se basan actual-mente no solo en las pruebas suministradas por los diarios sinotambien en cam bios como la aparicion de vases individuales (en lu-gar de jar ras comunes) y sillas (en lugar de bancos) y en eI desarrollode habitaciones especialmente destinadas a dormitorio 43.

    En este caso, sin embargo, es dificil no preguntarse si la culturamaterial no esta siendo utilizada como mera confirrnacion de una hipo-tesis fundada en primer lugar en pruebas literarias. (Puede aspirar aalgo mas la arqueologfa del periodo posterior a 1500 (al menos, en Oc-cidente)? EI difunto sir Moses Finley insinuo en cierta ocasion quecier tos tipos de docurnentacion hacen de la arqueologia algo mas 0menos innecesario, arrojando asi con una frase la arqueologfa indus-t rial al cubo de la basura 44. Su crftica merece una respuesta seria , perotodavia esta por hacer una est irnacion a fondo del valor de las pruebasde la cultura material para la historia posterior a la Edad Media.

    41 C. Ginzburg, Da Aby Warburg a E. H. Gornbrich, S t ud i m ed ie oa li 8 (1966), Iags. 1015,65. Su critica iba dirigido en particular contra Fritz Saxl. Sobre la i cono-graf ia para los h istor iadores de las mental idades, ver M. Vovel le (ed. ), l c onog raph ie e tbistoire de s mentalites (Aix , 1979).

    42 K. Hudson, The A rcha eo l ogy of t b e Con sume r So c ie ty (Londres, 1983).4) ]. Deetz, I n S m al l T hi ng s Forgotten; t he Archaeology 0 / Ea rl y Am e ri ca n L if e (NuevaYork, 1977).44 M. I. Finley, T he U se a nd A bu se 0 / History (Londres, ]975), pag . 101 [hayed .cast., Uso ) ' a bu so d e l a b is to r ia , Barcelona, 19842].

  • 5/7/2018 Peter Burke - Formas de Hacer Historia

    15/50

    30 Peter Burke Ober tu ra: l a nueva hi storia, su pasado y su fu tu roCuriosamente, la historia de la cultura material, un campo que en

    los iiltimos afios ha atraido un notable interes, se basa menos en e Iestudio de los artefactos mismos que en fuentes l iterarias. Los his to-riadores interesados por 1 0 que se ha lIamado la vida social de lascosas -0, mas exactamente, por la vida social de grupos reveladapor su uso de las cosas- confian en gran parte en pruebas como lasdescripciones de viajeros (que nos dicen mucho sobre la localizaciony funciones de objetos particulares) 0 inventarios de bienes, suscepti-bles de analisis por metodos cuantitativos 45.

    La maxima innovacion metodologica -y la mas controvertida-en la ultima generacion ha sido, seguramente, la aparicion y expan-sion de los metodos cuantitativos, descritos a veces ironicarnentecomo Cliornetrica, es decir, las medidas de la diosa de la historia.Naturalmente, este enfoque t iene una larga existencia entre los histo-riadores de la economfa y los dernografos historicos. Lo nuevo, en-tonces y ahora, es su extension a otros tipos de historia en las deca-das de 1960 y 1970. En EE UU, por ejemplo, existe una nuevahistoria polit ica cuyos cultivadores cuentan los votos emitidos en laselecciones 0 en la actividad parlamentaria 46. En Francia la historiaserial ibistoire serie l le; lIamada asi porque sus datos se disponen enseries cronol.icas, se ha extendido gradualmente del estudio de losprecios (en l: idecada de 1930) al de la poblacion (en la de 1950) y aldenominado tercer nivel de la historia, eI de las mental idades rei i-giosas 0 seculares 47. Un estudio famoso de la lIamada descristian~~a-cion de la Francia moderna deduce el meollo de su dernostraciondel descenso de las cifras de la com union pascual. Otro, centrado enla Provenza del siglo XVIII, investiga el cambio de actitudes ante lamuerte segiin se revelan en tendencias expresadas en las formulas de30.000 testamentos, observando la disrninucion de referencias a lacorte celestial, 0 en los legados para celebrar f4nerales complica-dos 0 misas de difuntos 48.En los til timos afios, las estadisticas, realizadas con ayuda de or -denadores, han penetrado incluso en la ciudadela de la historia ran-

    4 ' A . Appadurai (ed.), T he S oc ia l L ij e o f T bi ng s (Cambridge, 1986). .46 W. Aydelotte, Qu an ti /i ca ti on i n H is to ry (Reading, Mass. , 1971) ; A . .Bogue, Cl IOand t he B i tc h Godde s s: Quant i/ i ca ti on i n Ameri can Po li ti ca l H i st o r: : ((Beverly Hill,s, 1983)..47 P. Chaunu, Le quantitatif au 3.< niveau (1973; reimpreso en: id. Histoire

    q u an t it a ti ], b i st o ir e s e ri e ll e (Paris, 1978). ., ,.8 G. le Bras, b tud es d e so ci ol o gi e r e li gi eu s e (2 vols. , Par is 1955-6) ; M. Vovelle , Pletebaroque et decbri s ti an isa t ion (Paris, 1973).

    31

    keana: los archivos. Los Amer ican National Archives, por ejemplo,cuentan ahora can un Departamento de datos de lectura mecanicay los archiveros comienzan a lamentarse por la conservacion y alma-cenamiento no s610 de rnanuscritos sino tambien de cintas perfora-das. En consecuencia, loshistoriadores tienden mas y mas a conside-rar los archives antiguos, como los de la Inquisicion, como bancosde datos que pueden explotarse mediante metodos cuantitativos 49.

    La introduccion en el discurso historico de una gran profusion deestadisticas ha lIevado a polarizar a los profesionales en incondicio-nales y oponentes. Ambas partes han tendido a exagerar la novedadde los problemas planteados por la utilizacion de cifras. Se puedenfalsificar las estadisticas, pero 1 0 mismo ocurre con los textos. Es Iacilmalinterpretar las estadisticas, pero sucede otro tanto con los textos.Los datos de lectura mecanica no son de utilizacion grata, pero pasaexactamente 1 0 mismo con much os manuscritos casi ilegibles 0 apunto de desintegrarse. Lo que se necesitan son medios para discri-minar, para descubrir que tipos de estadisticas son mas de fiar, enque medida y para que fines. La nocion de serie, fundamental en lahistoria serial , requiere ser tratada como algo problematico, en espe-cial cuando se estudian cam bios a largo plazo. Cuanto mas largo seael periodo, menos probabilidades habra de que las unidades de. lasseries -testamentos, li stas de cumplimiento pascual 0 cualesquieraotras- sean hornogeneas. Ahora bien, si elias mismas estan someti-das a cambio, (como pueden utilizarse como medida de otros cam-bios?

    En otras palabras, 1 0 que necesitamos es una nueva diplornati-ca (como en el caso de las fotograffas y dernas nuevas fuentes yaanalizadas). Este fue e I terrnino empleado por Jean Mabil lon, el estu-dioso benedictine, en su gufa para la utilizaci6n de documentos of i-ciales en un momenta (finales del siglo XVII) en que el recurso a esetipo de pruebas era novedoso y despertaba las sospechas de his~o: ia-dores mas tradicionales 50. (Quien sera el Mabillon de la estadist ica,la fotograffa 0 la historia oral?

    49 G. Hennigsen, EI "Banco de datos' de l Santo Of icio , B ol et in d e fa Real A cade -mia de Historia 174 (1977), prigs. 547-70.'0 ]. Mabillon, De rcd ip lomati ca (Paris, 1681).

  • 5/7/2018 Peter Burke - Formas de Hacer Historia

    16/50

    32 Peter Burke

    Problemas de explicacionYa hemos insinuado que la expansion del terreno del que se ocu-

    pan los historiadores impl ica repensar la expl icacion de la historia,pues las tendencias culturales y sociales no pueden analizarse de lamisma manera que los acontecimientos pol iticos y requieren una pre-sentacion mas estructural. Los historiadores, quieran que no, han deocuparse en cuestiones que han interesado desde mucho tiempoatras a sociologos y otros cientif icos sociales. (Quienes son los verda-deros agentes de la historia, los individuos 0 los grupos? (Puedenoponerse con exito a las presiones de las estructuras sociales, polit i-cas 0 culturales? (Son estas estructuras meras t rabas de la l ibertad deaccion 0 permiten a los; agentes efectuar un mayor nurnero de elec-ciones? '1 ~

    En las decadas de 1950 y 1960 los historiadores de la economiay la sociedad se sintieron atraidos por modelos de explicacion hist6-rica mas 0 menos deterministas, tanto si daban primacfa a los facto-res econornicos, como los marxistas, a la geograffa , como Braudel, 0 alos movimientos demograficos (como en el caso del denominadomodelo malthusiano de cambio social), Hoy, sin embargo, segunsugiere Giovanni Levi en su capitulo dedicado a la microhistoria, losmodelos mas atrayentes son los que hacen hincapie en la libertad deelecci6n de la gente corriente, sus estrategias, su capacidad para sacarpartido a las inconsecuencias e incoherencias de los sistemas socialesy polit icos, para descubrir rendijas por donde introducirse 0 intersti-cios donde sobrevivir (efr. pags. 287 ss. , infra).

    La expansion del universo historico ha tenido asf mismo repercu-siones en la historia politica, pues los acontecimientos pol iticos pue-den explicarse tamb ien de varias maneras. Los historiadores que es-tudian la Revoluci6n francesa desde abajo, daran probable mente untipo de explicaciones bastante diferente a las de quienes se centranen los actos e intenciones de los dirigentes. Incluso estos ultimos es-tudiosos divergen a veces de los modelos tradicionales de explica-cion historica al apelar a los mot ivos tanto conscientes como incons-cientes de los .dirigentes, fundandose en que dichos modelossobreestiman la importancia de la conciencia y la racionalidad.,I C. Lloyd, Explanation in Social History (Oxford, 1986) ofrece una vis ion general .Mas accesible a los no filosofos es S. James, The Content 0/ Social Explanation (Cam-bridge, 1984).

    Obe rtura : l a nueva h is to ria, su pasado y su fu tu ro 33

    Asi, por ejemplo, un grupo de los denominados psicohistoriado-res, la rnayoria de los cuales residen en EE.UU. (donde el psicoanali-sis ha impregnado la cultura mas profundamente que en cualquierotra parte) han intentado incorporar las intuiciones de Freud a lapractica de la historia. Estas personas van desde el psicoanalista ErikErikson, que cause sensacion en la decada de 1950 con su estudiode los problemas de identidad del joven Lutero, hasta eI historia-dor Peter Gay, quien predica y practica la psicohistoria . Diffcilmentesorprendera descubrir que su manera de abordar la cuestion hayaprovocado controversia y que se les haya acusado de ernpequefiecerla historia, es decir, de reducir las complejidades de un adulto (o deun conflicto entre adul tos) a la relacion de un nino con sus padres n.

    Para ilustrar las actuales controversias sobre la explicaci6n histo-rica podr ia ser util tomar e I ejemplo de Hitler. Los debates anteriorescomo el mantenido por H. R . Trevor-Roper y A . J . P. Taylor acercade la importancia relativa de los objetivos de Hitler a largo y cortoplazo, daban por supuesta la validez del modelo tradicional de expli-cacion histories en funcion de la intencion consciente. Sin embargo,en fechas mas recientes, el debate se ha ampliado. En primer lugar,unos pocos historiadores, como Robert Wai te, han ofrecido interpre-taciones de Hitler en funci6n de las intenciones inconscientes e, in-c1uso, de la psicopatologia, subrayando su sexualidad anormal, e Itrauma de la muerte de su madre (despues de ser tratada por un me-dico judie), e tc 53.

    Otro grupo de historiadores dejan por completo de lado 1 0 quelIaman intencionalismo, en el sentido de tratar el problema de losmotivos 0 tendencies de Hitler como algo relativamente marginal. Se-gun estos funcionali stas, como se les ha denominado (o historia-dores estructurales, como preferir ia describirlos), las explicacioneshistoricas de la poli rica del Tercer Reich exigen centrarse en las per-sonas que rodearon a Hitler, en la maquinaria del gobierno y de losprocesos de toma de decisiones y en el nazismo como movimientosocial 54. Hay tam bien historiadores que combinan los enfoques es-

    52 E. Erikson, Young Man Luther (Nueva York , 1958); P. Gay , Freud/or Historians(Nueva York, 1985) ; D. Stannard, Shrinking History (Nueva York, 1980) .

    5) R. G. L. Waite, The Psychopathic God: Ado/fHitler(Nueva York, 1977).,. Torno la distincion entre intencionalistas y funcionalistas de T. Mason, In tent ion and Explanat ion , en: The Fuhrer State , Myth and Reali ty , G. Hirtschfeld yL. Ket tenacke r ( eds. ) (Stut tgart , 1981), pags, 2340. Agradezco a Ian Kershaw por ha -berme l Iamado la a tencion sobre es te a rt iculo.

  • 5/7/2018 Peter Burke - Formas de Hacer Historia

    17/50

    34 Peter Burke

    tructurales can los psicohistoricos y se cent ran en explicar que habiaen los nazis para empujarlos hacia Hitler 55.

    Lo interesante y, al mismo tiempo, perturbador en el debate entorno a Hitler -como muchos otros debates historicos de los ulti-mos afios- es que ya no se atiene a las reglas. Se ha roto e I consensotradicional sobre 1 0 que consti tuye una buena expl icacion his torica.~Se trata de una fase pasajera, que sera reemplazada por una nuevaconformidad, 0 es e I caracter que adoptaran en e I futuro los debateshistoricos?

    Si se ha de producir un acuerdo de ese tipo, e I area de 1 0 que po-drfa lI~arse psicologfa historica (psicologfa colectiva) [legara a serde especial importancia al vincular , probable mente, los debates sobrela rnotivacion consciente e inconsciente con los de las explicacionessobre 1 0 individual y 1 0 colectivo. Resuha estimulante observar un in-teres progresivo en este terre no. Un pufiado de recientes monograffasse centra en la historia de la arnbicion, la coleta, la angustia, el mie-do, la culpa, la hipocresfa, el amor, el orgullo, la seguridad y otrasemociones. A pesar de todo, estan lejos de haber sido resueltos losproblemas metodologicos que supone perseguir objetos de estudiotan esquivos como estos 56.

    AI intentar evitar el anacronismo psicologico 0, en otras palabras,la hipotesis de que las personas del pasado pensaban y sentfan 1 0mismo que nosotros, existe el pel igro de caer en el extrema contrarioy desfamiliarizar el pasado tan completamente que resulte ininteli-gible. Los his tori adores se enfrentan a un dilema. Si explican las dife-encias del comportamiento social en diversos period os mediantediscrepancias en las actitudes conscientes 0 las convenciones sociales,corren e I riesgo de la super ficialidad. Por otro lado, si explican las di -ferencias del comportamiento por la diversidad de la estructura pro-funda del caracter social, corren e I riesgo de negar la libertad y la fle-xibilidad de los agentes individuales en el pasado.

    Una posible manera de eludir esta di ficul tad es ut ilizar la nocionde habi to de un determinado grupo social expuesta por el sociolo-

    ~~ P . Lowenberg, The Psychohistorical Origins of the Nazi Youth Cohort,Amer ic an Hi st o ri c al R e v iew 76 (1971), pags. 1457502.~6 } . Delumeau, La p e ur e n O c ci de n t (Paris, 1978) [hayed. cast. , EI m ie d o e n o c ci de n -te: siglos XIVXVlll, Madrid, 1989]; y R a ss u re r e t proteger (Paris, 1989); P. N. y C. Z.Stearns, Emotionology, Amer ic an Hi st o ri c al R e v iew 90 (1968), pags, 81336; c. Z. y P.N. Stearns, Anger (Chicago, 1968); T. Zeldin, France 1848-1945 (2 vols., Oxford, 19737).

    Obertura: la nueva hi storia, su pasado y su [uturo 35

    go Pierre Bourdieu. Con el terrnino habito de un grupo social, IqBourdieu se refiere a la propension de sus miembros para seleccionar It k~d.respuestas de entre un repertorio cultural particular de acuerdo conlas dernandas de una situacion 0 campo concretos. A diferencia delconcepto de regia, el habito po see la gran ventaja de permitir aquien 1 0 utiliza reconocer elarnbito de la libertad individual dentrode ciertos limites impuestos por la cultura 57.

    No obstante, los problemas subsisten. En mi opinion, los nuevoshistoriadores -desde Edward Thompson a Roger Chartier- han te-nido un ampl io exito en desvelar la inadecuacion de las t radicionalesexplicaciones material ista y determinista de la conducta individual ycolectiva a corto plaza y en mostrar que en la vida cotidiana, y tam-bien en momentos de crisis, 1 0 que cuenta es la cultura 58. Por otrolado, no han puesto muy en duda la importancia de los factores rna-teriales, del medio fisico y sus recursos, a largo plazo. Todavfa pareceuti! considerar que estos factores materiales determinan 1 0 que se hade haccr, los problemas a los que los individuos, los grupos y, meta-foricamente hablando, las culturas intentan adaptarse 0 responder.

    Problemas de sintesisAunquc la expansion del universo de los historiadores y e I dialo-

    go creciente con otras discipl inas, desde la geograffa a la teoria li tera-ria, deberan ser, sin duda, bien recibidos, estos procesos tienen suprecio. La disci pi ina de la historia esta ahora mas fragmentada quenunca. Los historiadores de la economfa son capaces de hablar ellenguaje de los economistas; los historiadores del pensamiento, el delos filosofos, y los historiadores sociales, los dialectos de sociologos yantropologos sociales. Pero a estos grupos de historiadores les co-mienza a resultar cada vez mas dificil conversar entre sf. ~Tendremosque sopor tar esta situacion 0 existe alguna esperanza de sfntesis?

    Es imposible ofrecer algo mas que una opinion parcial y personaldel problema. La mfa propia puede resumirse en dos puntos opues-tos, mas complementarios que contradictorios. En primer lugar, laproliferacion de subdisciplinas es virtualmente inevitable. Este movi-

    57 P. Bourdieu, Outline 0 / a T h eo r y c f P r ac ti ce (trad. ingl., Cambridge, 1977).58 EI argumento es insol it amcnte expl ici to en G. Side r, C ul tu re a nd C la ss in A n th -r opol og yand Hi st o ry (Cambridge y Par is , 1986) .

  • 5/7/2018 Peter Burke - Formas de Hacer Historia

    18/50

    36 Peter Burke

    miento no se Iimi ta a la historia. La profesion histories ofrece, simple-mente, un ejernplo entre muchos de la division creciente del trabajoen nuestra sociedad industrial (0 postindustrial) tardia. La prolifera-cion tiene sus ventajas: aumenta el conocimiento humano y fomentametodos mas rigurosos y niveles mas profesionales.

    Se producen tanto costos como beneficios, perc debemos haceralgo para mantener estos costos intelectuales 1 0 mas bajos posible. Laincornunicacion entre disciplinas 0 subdisciplinas no es inevitable .En el caso especifico de la historia, hay signos estimulantes de acer-camiento y hasta de sintesis,

    Es ciertosque, en el primer arrebato de entusiasmo por la historiaestructural, la historia de los acontecimientos estuvo a punta de serarrojada por la borda. De manera similar, el descubrimiento de lahistoria social se asocio a veces a un desjirecio por la historia politi-ca, una inversion del prejuicio de los historiadores politicos tradicio-nales. Algunos nuevos campos, como el de la historia de las mujeresy de la cultura popular, se trataron en ciertos casos como si fueranindependientes de la historia de la cultura erudita y de la historia delos hombres (y hasta opuestos a elias). La microhistoria y la historiade la vida cotidiana fueron reacciones contra el estudio de las gran-des tendencias sociales, de la sociedad sin rostro humano.

    Actualmente es posible observar en todos los casos citados unareaccion contra esta reaccion, una busqueda del centro. Los his tor ia -dores de la cultura popular se interesan mas y mas por describir yanalizar las re1aciones cambiantes entre 1 0 alto y 1 0 bajo, la intersec-cion de la cultura popular con la de las personas instruidas 59. Loshistoriadores de las mujeres han extendido su interes hasta inc1uir lasre1aciones entre sexos en general y la const ruccion historica tanto dela feminidad como de la masculinidad 60. La oposicion tradicional en-tre acontecimientos y estructuras esta siendo susti tuida por una preo-cupacion por sus interrelaciones y algunos historiadores experimen-tan con formas narrativas de analisis 0 formas analiticas de narracion(ver infra, pags. 287 ss.).

    Lo mas importante de todo ello es, quiza, la eliminacion final dela vieja oposicion ent re historiadores pol iticos y no pol iticos. La co-nocida definicion de la historia social dada por G. M. Trevelyan

    59 A . Gurevich, Medieval Popu lar Cu l ture , (trad. ingl., Cambridge, 1988).60 Editor ia l colec tivo , Why Gender and His to ry? , Ge nd e r a nd H is to ry 1 (1989),

    pags. 16.

    Obcrtur a: l a nueva h istor ia, su pasado y su fu tu ro 37

    como historia al margen de la politicas es rechazada en la actuali-dad casi por todos. En carnbio, descubrimos un interes por el com-ponente social en la polit ica y por los elementos politicos en la soc ie-dad. Por un lado, los historiadores politicos no se limitan a la altapolit ics , a los dirigentes, a las eli tes . Analizan la geografia y la sociolo-gia de las elecciones y la republica en la aldea 61. Examinan lasculturas poli tic as, las ideas sobre poli tics que forman parte de la vi-da cotidiana pero difieren arnpliarnente de un periodo 0 region aotra. Por otro lado, sociedad y cultura se consideran ahora terrenode juego de las tomas de decision y los historiadores debaten la po-lit ica de la familia, la polit ica del lenguaje 0 la manera en que elritual puede expresar poder y hasta, en algtin senti do, crearlo 62. EIhistoriador norteamericano Michael Kammen podrfa tener razon alproponer que el concepto de cultura en su sentido amplio y antro-pologico, sirva de posible base para la recornbinacion de los di-versos enfoques de la historia 63.

    Todavfa estamos lejos de la historia total preconizada porBraude!. De hecho, no seria realists creer que este objetivo pueda seralcanzado alguna vez; pero se han dado algunos pasos mas hacia el.

    61 M. Agulhon, L a R ep ub liq ue a u v il la ge : le s p o pu la ti on s d u V as , d e la Revolutiona la 2 eR e p u b li que , Seuil, 1979.62 M. Segalen, L ov e a nd P ow er i n t he P ea sa nt F am ily ( trad, ingl, Cambr idge, 1983) ;O. Smith, Th e Po li ti c s 0 / Language 1791-1815 (Oxford, 1984); D. Cannad ine y S. Price(eds.), Rituals 0 / Royalty (Cambridge, 1987).6) M. Kammen, Extending the Reach of American Cult ural History, AmericanStudies 29 (1984), pags, 19-42.

  • 5/7/2018 Peter Burke - Formas de Hacer Historia

    19/50

    Capitulo 2HISTORIA DESDE ABAJOJ im S ha rp e

    EI 18 de junio de 1815 se libro una batalla cerca del pueblo bel-ga de Waterloo. Como sabra cualquiera que haya estudiado la histo-ria britanica, el resultado de esta batalla fue que un ejercito aliado alas ordenes del duque de Wellington, con un apoyo tardio aunquedecisivo de las fuerzas prusianas dirigidas por Blucher, derroto alejercito frances mandado por Napoleon Bonaparte, decidiendo asi lasuerte de Europa. En los dias que siguieron a la batalla, uno de quie-nes contribuyeron a determinar el destino del continente, el soldadoraso Will iam Wheeler, del 51 regimiento de infanterfa britanico, es-cribio varias cartas a su mujer:

    La batalla de tres dias ha concluido. Est oy sana y salvo, que ya es bastante. Aho-r a, y en cualqu ie r oportun idad , pondre por escr ito los detal le s del g ran acon tecimien-to, es decir , 10 que me fue dado observar ... La manana del 18 de junio arnanecio 50-bre nosotros y nos encontro cal ados de lluvia, entumecidos y tiritando de frio . .. EIana pasado me refiiste muchas veces por fumar en casa, pero debo decirte que, si nohubie ra ten ido una buena provi sion de tabaco esa noche, habria muerto I

    Wheeler continuaba ofreciendo a su mujer una descripcion de labatalla de Waterloo desde una posicion peligrosa: la experiencia de

    1 The Letters 0 / Private Wheeler 1809-1828, B_ H. Liddel l Har t ( ed .) (Londr e s, 1951),pags. 168-72.38

    Historia desde abajo 39

    soportar el fuego de la art illeria francesa, la dest ruccion de un cuerpode coraceros cncmigos por una dcscarga de su regimiento, el especta-culo de montones de cadaveres de guardas britanicos quemados enlas ruinas del castil lo de Hougournont, e l dinero saqueado al cadaverde un oficial de los husares franceses, muerto por los disparos de unmiembro del destacamento mandado por Wheeler. Los libros de his-toria nos dicen que Wellington gano la batalla de Waterloo. En cier-to sentido, William Wheeler y miles como ella ganaron igualmente.Durante las dos decades pasadas, varios histor iadores que traba-jaban sobre una gran diversidad de periodos, pafses y tipos de histo-ria se die ron cuenta de la posibilidad de explorar las nuevas perspec-tivas del pasado que les ofrecfan Fuentes como la correspondenciadel soldado Wheeler con su esposa y se han sentido atraidos por laidea de indagar la historia desde eI punto de vista, por asi decirlo,del soldado raso y no del gran comandante en jefe. Del Clasicismoen adelante, la his tori a se ha contemplado tradicionalmente como unrelata de los hechos de las grandes personalidades. En el siglo XIX sedesarrollo cierto intercs par una historia social y economics de ma-yor alcance, pero el principal tema de Ia historia siguio siendo la ex-posicion de la polftica de las eli tes. Hubo, por supuesto, cierto mime-ro de individuos descontentos con esta situacion y ya en 1936Bertolt Brecht, en su poema Preguntas de un trabajador que lee,declaraba, probablemente de la manera mas directa hasta el dia dehoy, la necesidad de una perspectiva distinta de 1 0 que pod ria califi-carse de historia de las personas principales 2. Pero quiza sea justodecir que una afi rrnacion seria de la posibi lidad de convert ir en reali-dad esta opcion -no llego hasta 1966, cuando Edward Thompson pu-blico en Th e T im e s L it er ar y S up pl em ent un artfculo sobre La historiadesde abajo 3. A partir de ese momenta el concepto de historia des-de abajo se introdujo en la jerga comun de los historiadores. En1985 se publico un volumen de ensayos t itulado His to ry f rom B e low 4 ,mientras que en 1989 una nueva edicion de un libro dedicado a la

    2 Bertolt Brecht, Poems, John Willet y Ralph Manheim (eds.) (Londres, 1976),pags.252-3.) E. P. Thompson , History from Below, The Times Literary Supplement, 7 abr il1966, pags. 279-80. Para un analisis del t ras fondo de las ideas de Thompson, ver Harvey]. Kaye, The British Marxist Historians: an Introductory Analysis (Cambridge, 1984) [hayed.cast., L o s b i st or ia d or e s m a rx ts ta s b ri td n ic o s: u n a n dl is is i nt ro d uc t or io , Zaragoza, 1989).

    4 His tory f rom Be low: S tudies in Popu lar Pro te st and Popu lar Ideology, FrederickKantz (ed.) (Oxford, 1988). Se trata de la edicion ingl esa de una coleccion publicadnprimeramente en Mont real en 1985_

  • 5/7/2018 Peter Burke - Formas de Hacer Historia

    20/50

    40 Jim Sharpe Historia desde abajo

    EI objeto de este ensayo sera explorar, refiriendome en la medi-da de 1 0 posible a 1 0 que podrfa considerarse un conjunto de publi-caciones clave, algunas de las posibilidades y problemas inherentes ala escritura de la historia descle abajo, AI hacerlo asf debere tener encuenta dos ternas diferentes, aunque en gran medida inext ricables. EIprimero de cllos es eI de introducir al lector en la absoluta diversi-dad de asuntos expuestos por las obras dedicadas a 1 0 que podriadescribirse , en terrninos amplios, como tratamiento de la historia des-de abajo. Esta diversidad abarca desde la reconst ruccion de las expe-riencias de los pastores del Pirineo en la Edad Media a las de los an-cianos que t rabajaron en la industria, cuyos recuerdos consti tuyen lamateria prima de [a historia oral. EI segundo es el de aislar algunasde las cuestiones rcferentes a pruebas, conceptos e ideologia suscita-das por eI estudio de la historia desde abajo. La idea de abordar lahistoria de este modo resulta muy atrayente, pero, como suele ocu-rrir, la complejidad de los problemas que implica el estudio del pa-sado aumenta con mas rapidez de 1 0 que podrfa parecer a primeravista.

    La perspectiva de escribir la historia desde abajo, de rescatar lasexperiencias pasadas de la mayorfa del olvido total por parte de loshistoriadores 0 de 10 que Thompson denominaba el ai re de enormecondescendencia de la posteridad es, pues, muy atractiva. Pero,como ya heinsinuado, el intento de estudiar la historia de esta mane-ra implica ciertas dificultades. La primera se refiere a las pruebas.Basta con leer el ' estudio de Thompson sobre los an os de forrnacionde la cIase trabajadora inglesa para darse cuenta de que, al margende las criticas que se puedan plantear a su interpretacion del tema,no hay muchas dudas de que el material en que se bas a constituyeun cuerpo de Fuentes masivamente amplio y rico. Sin embargo, por 1 0general , cuanto mas at ras se remonten los historiadores en la recons-t ruccion de la experiencia de las cIases bajas, tanto mas se reducira elambi to de las Fuentes disponibles. Segiin veremos, se ha realizado untrabajo excelente con materiales como los que quedan de period osantiguos, pero el problema es bien real: antes de los ultimos afios delsiglo XVIII escasean los diarios, memorias y manifiestos polfticos apartir de los cuales poder reconstruir las vidas y aspiraciones de lascIases bajas, con la excepcion de unos pocos periodos (como las de-cadas de 1649 y 1650 en Inglaterra). En segundo lugar, existen varios

    41

    historiograffa de las guerras civiles inglesas y sus consecuencias titula-ba un capitulo sobre los i iltimos trabajos dedicados a los radicales deesa epoca Historia desde abajo 5. De este modo, en los ultirnosveinte afios, mas 0 menos, se ha encontrado una etiqueta para estaperspectiva del pasado que nos ofrecen las cartas de William Whee-ler.

    Dicha perspectiva ha resultado de inmediato atrayente para loshistoriadores ansiosos por ampliar los lirnites de su discipl ina, abrirnuevas areas de investigacion y, sobre todo, explorar las experienciashistoricas de las personas cuya existencia tan a menudo se ignora, seda por.eupuesta 0 se menciona de pasada en la corriente principal dela historia. Aun hoy, una gran parte de la historia ensefiada en GranBretafia en cursos preuniversitarios y universidades (y sospecho quetarnbien en insti tuciones similares de-otros paises) contempla la expe-riencia de la masa de la poblacion del pasado como algo inaccesibleo carente de importancia 0 no consigue considerarla como un pro-blema historico 0, en el mejor de los casos, ve a la gente corrientecomo uno de los problemas que el gobierno ha tenido que afron-tar 6. En 1965 Edward Thompson planteo vigorosamente el puntode vista opuesto en el prologo a una de las principales obras de lahistoria de Inglaterra:I In tento re scatar a 1acalce ter a pobre , a1campesino lud it a, al t ejedor an ticuadoque t raba ja con un telar manua l, a l a rt esano utop ico y has ta a los segu idore s burla-dos de Joanna Southcott del aire de enorme condescendencia con que los contemplala posteridad. Sus oficios y tradici ones pueden haber sido agonicos. Su hostilidad a laI nueva indust ri al izacion fue, t al vez , re tr ograde. Sus ideales comuni ta ri st as f uer on qui -iI za pura f an ta sia; sus conspi raciones sed ic iosas , posiblemente temera rias . P er o e llos v i-I vier on en esas epocas de ext rema inquietud soc ia l y nosot ros no 7 .

    Thompson, por tanto, no solo discernia el problema general de lareconstruccion de la experiencia de un conjunto de personas co-rrientes, sino que, ademas, cornprendia la necesidad de intentar en-tender a esta gente en el pasado, en la medida en que el historiadormoderno es capaz de llevar a cabo tal experiencia a la luz de la suyapropia y de sus reacciones personales.

    ~ R C. Richardson, The Debate on the English Revolution Revis ited (Londres, 1988),cap. X, The Twentieth Century: "History f rom Below".6 Thompson, History f rom Below, pag. 279.7 E. P. Thompson, The Making 0 / the English Working Class (Londres, 1965), pags.12-13.

    . ,

  • 5/7/2018 Peter Burke - Formas de Hacer Historia

    21/50

    42 Jim Sharpe Hisroria dcsde abajo 43

    problemas de conceptualizacion. (Donde se ha de situar, exactamen-te, ese abajo y que habrfa que hacer con la historia desde abajo,una vez escrita?

    Las complicaciones inherentes a la cuest ion de quienes son aque-1I0s cuya historia se hace desde abajo queda claramente ilustrada enuno de los terrenos de crecimiento de la historia social de los ul timosafios: el estudio de la cultura popular en la Europa de la Edad Moder-na. Por 10que yo se, aparte de considerarla una especie de categorfa re-sidual , ningiin historiador ha logrado dar todavia una def inicion queabarque plenamente 10 que era en realidad la cultura popular en eseperiodo 8. La razon fundamental de el lo es que el pueblo, incluso re-montanJ~mos al siglo XVI, era algo mas bien variado, dividido por la es-trati ficacion economic a, la cultura de sus ocupaciones y el sexo. Talesconsideraciones invalidari cualquier noeion simplista de 10 que podrfaquerer decir abajo en la mayorfa de circunstancias historicas 9.

    Igual importancia tiene la cuestion relativa al significado 0 propo-sitos mas generales de un tratamiento de la historia desde abajo. Qui-za, la mejor manera de ilustrar estos problemas sea refer irse a la obrade los historiadores que escriben desde la t radicion marxista 0 la his-toria de las clases trabajadoras en Gran Bretafia. Como es obvio, lacontribucion de los historiadores marxistas ha sido enorme, tantoaqui como en otros paises: de hecho, cierto filosofo marxista ha afir-made que cuantos escriben historia desde abajo 10hacen a la sombrade las ideas marxistas de la historia 10. Aunque tal pretension puedaparecer un tanto exagerada, debemos reconocer la deuda de los his-toriadores sociales con las ideas de Marx y los his tori adores marxis-tas y, desde luego, no tengo la intencion de unirme a la tendencia ac-

    8 Ver, por e jemplo, l as cons ideraciones de Pe te r Burke, P op ul ar C u lt ur e i n E ar lyMo d er n E u ro p e (Londres, 1978) , pags, 2364 [hayed. cast. , L a c ul tu ra p op ul ar e n la Eu -ropa mod e rn s , Alianza Edi to rial , Madrid, 1991]; y Barry Reay , In troduct ion: Popula rCul ture in Early Modern England, en P o pu l ar C u lt ur e i n S e ve n te e nt h C e nt ur y E n gl a nd ,B. Reay (ed.) (Londres, 1985) .9 Una manera de acometer el problema es examinar la experiencia de disti nt os

    sectore s de las clas es bajas, a veces median te el estudio de casos a is lados . Dos obr asque recurren a este planteamiento y constituyen importantes contribuciones a la his-tori a desde aba jo , son: Natal ie Zemon Davis , S O ci et y a nd C ul tu re in E ar ly M o de rn F ra n-ce (Londres, 1975) y David Sabean, P ow er i n th e B lo od P op ul ar C u lt ur e a nd V il la ge D IS -c o ur se i n E a rl y Mo d er n G e rm a ny (Cambridge, 1984).10 Alex Callinicos, T he R ev ol uti on ar y id ea s o f K a rl M a rx (Londres, 1983), pag , 89.Por otra part e, habrfa que sefialar que no hay razon para que un enfoque marxista nogenere una historia desde arriba autenticamente eficaz; ver los comentarios dePerry Anderson, L in e ag e s o f t he A b so lu ti st S ta te (Londres, 1979), pag . 11 [ hayed . cast .,El es t adoabsolu t i s ta , Madrid, 19896].

    tualmente en boga de execrar una de las tradiciones intelectualesmas ricas del mundo. No obstante, podrfa parecer que, antes de queotros autores que cscribian desde tradiciones diferentes sugi rieran laamplitud de temas que podrfa estudiar el historiador social, los histo-riadores marxistas habian ten dido a restringir el estudio de la historiadesde abajo a los episodios y movimientos en los que las masas em-prendian una actividad politics abierta 0 se comprometfan en terre-nos de desarrollo econornico muy conocidos. Aunque habrfa de irmas alia de estas limitaciones, el punto de part ida del ensayo publica-do por Thompson en 1966 fue en gran medida este mismo. EI tras-fondo historico de esta corriente de pensamiento ha sido descritamas recientemente por Eric Hobsbawm. Hobsbawm mantenfa que laposibilidad de 10que el denomina his tori a de la gente corriente noera una autentica evidencia antes de 1789, poco mas 0 menos. Lahistoria de la gente corriente en cuanto terre no especifico de estu-dio, escribia, comienza con la de los movimientos de masa s en elsiglo XVIII... Para el marxista, 0 mas en general, para el socialista, el in-teres par la historia de la gente corriente se desarrollo al crecer elmovimiento de los trabajadores. Segun continuaba sefialando, estatendencia irnpuso unas anteojeras bastante eficaces a los historiado-res socialistas II.

    A algo parecido a esas anteojeras aludia un libro publicado en1957, que muy bien podria haberse subtitulado la irrupcion de laclase obrera inglesa: la obra T h e U se s o f L it er ac y, de Richard Hoggart.Al analizar las-dist intas maneras de abordar el estudio de la clase tra-bajadora, Hoggart aconsejaba cautela a los lectores de la historia delos movimientos de la clase obrera. La impresion que gran parte deestas obras historicas dejaban en Hoggart , como en muchas otras per-sonas, era que sus autores exageran el lugar de la actividad polit icsen la vida de los trabajadores y no siempre tienen una idea adecuadade 10que es corriente en esas vidas 12. En 1966 Thompson observa-ba un cambio de rumbo en los antiguos intereses de los historiadoresdel mundo obrero por las instituciones trabajadoras y los dirigentes eideologfa autorizados, aunque tarnbien advertfa que este proceso ten-dia a privar de una parte de su coherencia a la historia de los trabaja-

    IIE. J . Hobsbawm, History fr om Below-Some Ref lec tions, en H Is to ry f ro m B e-low , ed. Kr an tz , pag . 15.12 Richard Hoggart, T he U se s o f L it er ac y: A sp ec ts o f W o rk in g- Cl as s L if e w it h s pe ci alR e f er en ce t o Pub li c at io n s and En t er t ai nmen t s (Harrnondsworth, 1958), pag. 15.

  • 5/7/2018 Peter Burke - Formas de Hacer Historia

    22/50

    44 Jim Sharpe Historia dcsdc nbajo 45

    dores 13. Al escribir a la luz de la posterior expansion de la historiadel mundo obrero, Hobsbawm pudo hacer comentarios mas centra-dos sobre este punto. EI problema (scgun daba a cntendcr Hoggatt)era que los historiadores del movimiento obrero, marxistas 0 no, ha-bian estudiado no cualquier tipo de personas corrientes, sino aque-lIas que podrfan considerarse antepasados de dicho movimiento: nolos trabajadores en cuanto tales, sino mas bien, los carti stas, los sindi-calistas 0 los mi litantes obreros. La historia del movimiento obrero yotros procesos insti tucionalizados, declaraba, no deberfa susti tui r ala historia de la gente corriente 14.._Otra limi tacion que la tendencia principal de la historia del mun-

    do obrero impone a la historia desde abajo es la de restringirla a unaepoca, Los lectores de l primer ensayo de Thompson y de la ultimaaportaci6n de Hobsbawm podrfan tIuedarse facilmente con la impre-sion de que (a pesar de las intenciones de ambos autores) la historiadesde abajo solo puede escribirse para periodos posteriores a la Re-volucion francesa. Hobsbawm, segi in hemos sefialado, pensaba queel desar rollo de los movimientos de masas a finales del siglo XVIII fue1 0 primero que puso sobre aviso a los estudiosos acerca de la posibi-lidad de escribir historia desde abajo y afirrno a continuacion que laRevoluci6n francesa, especial mente desde que el jacobinismo fuerarevital izado por el social ismo y la Ilustracion por el marxismo, fue elbanco de pruebas de este tipo de historia, AI preguntarse un pocomas adelante por que han surgido modernamente tantas obras dehistoria sobre gente corriente a partir del estudio de la Revolucionfrancesa, Hobsbawm citaba la accion de masas del pueblo y los ar-chivos creados por una vasta y laboriosa burocracia que documen-taron las acciones de la gente corriente y posteriormente se dedica-ron a c1asificar y archivar sus informes en provecho del historiador.Esta docurnentacion resul to ser un rico filon para posteriores invest i-gaciones y fue tam bien, segiin sefialaba Hobsbawm, agradablernen-te legible, a diferencia de los garrapateados manuscritos de los siglosXVI 0 XVII 15.

    13 Thompson, History from Below, pag , 280 .14 Hobsbawm, Some Ref lections, pag. 15.15 Ibid; pag. 16. A pesar del escepticismo percept ible en t orno a la singularidadde la contribucion de los hi storiadores de la Revolucion francesa, esta claro que lasobras basadas en est e peri odo han intervenido de manera sustancial en la creaci ondel canon de la hi storia desde abajo, desde estudios tan pioneros como el de Georges

    Lefebvre, L es P ay sa ns d u N or d ( pa ri s, 1924) y L e g ra nd e p eu r d e 1798; l e s J ou le s r euo l u-

    Sin embargo, la historia desde abajo no tiene como tema la histo-ria politica moderna mas conocida tratada por historiadores incapa-ces de afrontar los rctos de la paleogralia. De hecho, aunque el con-cepto de histor ia desde abajo fue desar rollado fundamentalmentepor historiadores marxistas ingleses que escribian dent ro de los limi-tes cronologicos tradicionales de la historia del movimiento obrerobritanico, el libro que ha recurrido a esta perspectiva del pasado y haproducido, quiza, el impacto mas amplio fue escrito por un estudiosofrances y tiene como tema una comunidad rural pirenaica en la EdadMedia. La obra Montail lou, de Emmanuel Le Roy Ladurie, public adapor primera vez en Francia en 1975, disfrut6 de mayor atencion, me-jor venta y un mirnero de lectores mas amplio que la mayorfa deobras de historia medieval 16. Como es natural, se gano algunas criti-cas de la comunidad erudita y la metodologfa y tratamiento de lasFuentes de Le Roy Ladurie han suscitado ciertos interrogantes 17. Loshis tori a dores que trabajan desde abajo deben, por supuesto, ser tanrigurosos en sus materias como cualquier ot ro, pero Montail lou surgecomo algo parecido a un hito en la historiograffa escrita desde estaperspectiva. Como sefialaba su autor, aunque existen extensos estu-dios historicos sobre comunidades campesinas, se dispone de muypoco material que pueda considerarse testimonio directo de los cam-pesinos mismos 18. Le Roy Ladurie resolvio este problema basandosu libro en las actas inquisitoriales levantadas por Jacques Fournier,obispo de Poitiers, durante su investigacion de un caso de herejfa en-tre 1318 y 1325. A pesar de los inconvenientes, Montail lou demostrono solo que la historia desde abajo podia resultar atractiva para loslectores en general, sino tarnbien que ciertos tipos de aetas oficialespodian util izarse para explorar el mundo intelectual y material de ge-neraciones pasadas.

    De heche, los historiadores econornicos y sociales se han idoacostumbrando progresivamente a servirse de t ipos de docurnenta-t ionnaires Armand Colin, 1988) [hayed. cast., E l g ra n p dn ic o d e 1789. La Reoolu ci onfrancesa y l o s campe si n os , Barcelona, 1986], has ta la obr a mas recien te de Richar d Cobb.

    16 Publ icado en castel lano como Mon ta il /o u , a ld ea o cc it an a d e 1294 a 1324 (Madrid,1981).

    17 Ver, por ejernplo, L. E. Boyle, Montaillou Revisited: Mentali te and Metodology,en: Pa thways t o Med ie va l P ea san ts , J . A. Raf tis (ed.) , (Toronto, 1981) , y R Rosaldo, Fromthe Door of h is Tent : the Fieldworker and the Inqu isi to r , en: Wr it in g Cu l tu r e: t he Poe ti csand Pol it i cs 0/ Ethnography, J . Clifford y G. Marcus (ed.) (Berkeley, 1986).18 Le Roy Ladurie, Montai l/ou, pag. vi.

  • 5/7/2018 Peter Burke - Formas de Hacer Historia

    23/50

    46 jrn Sharpecion cuya verdadera utilidad como prueba historica reside en el he-cho de que sus compiladores no las registraban para la posteridad deforma deliberada y consciente. Imaginamos que muchos de estoscompiladores se habrian sentido sorprendidos y, quiza, inquietos an-te e I uso dado por los historiadores recientes a casos judiciales, regis-tros parroquiales, testamentos y compraventas de fincas rust icas re-gistradas por ellos. Esta c1ase de pruebas puede ser un medioapropiado para indagar acciones e ideas explicitas 0suposiciones im-plicitas y para suminist rar un fondo cuant itativo a las experienciasdel pasado. Segun seiialaba Edward Thompson:

    WSe gravaba con impuestos a la poblacicn, y qui enes se apropian de l as listas de im-pues tos por fuegos no son los h istor iadores de la t ribu taci6n s ino los de la demogra fia.S e i rnponian d iezmos a las personas , y los regigt ros son u ti li zados como prueba por loshis toriadores de la demografia. Las personas eran aparceros consuetudinar ios 0 enfiteu-t icos: sus ar ri endos se inscribian y pr esen taban en los r eg is tros del t ribunal se fior ial ; aestas Fuentes fundamentales se dirigen los historiadores una y otra vez, buscando noso lo nuevas pruebas sino un dia logo en e I que plantean preguntas nuevas 19.

    Segun sugiere esta ci ta, los materiales son muy variados. En oca-siones, como sucede con las Fuentes en que se ha basado Montaillou,permi ten al historiador acercarse a las palabras del pueblo casi tantocomo una grabacion magnetofonica de un historiador oral. La his to-ria oral ha sido muy utilizada por los historiadores que intentan exa-minar la experiencia de la gente cormin, si bien, por supuesto, noexiste un motivo evidente para que el historiador oral no registre losrecuerdos de duquesas, millonarios y obispos, tanto como las de mi-neros y obreros industr iales 20. Con todo, e I historiador oral seen-cuentra con problemas obvios al tratar con personas que 0 bien mu-rieron antes de recogerse sus palabras 0 cuya memoria no se hatransmitido a sus sucesores, y e I tipo de testimonio directo que le esposible obtener no esta al alcance de los historiadores de periodos

    19E. P. Thompson, Th e Po ve r ty 0 / T h eo ry a nd O t he r E ss ay s (Londres, 1978) , pags.219-20 [hayed. cast. , Mi s er ia de 10 teoria, Barcelona, 1981) ' Para un amilisis mas ampliode los t ipos de r eg is tros en que podria basar se la hi stori a desde abajo par a Inglater ra ,ver Alan Macf ar lane, Sa rah Har ri son y Charles J ar dine , Reconst ruct ing His to r ica l Com-munities (Cambridge, 1977).

    20 La lec tu ra de las con tinuas informaciones sumini st radas por la obr a en desarr o-l lo conten ida en Ora l H i st or y : t h e J o ur n al 0 / t he O r al H is to ry S oc ie ty , aparecida desde1972, permi te hacer se idea del t ipo de a reas ternat icas cubiert as par los h is tor i adore sorales.

    His toria desdc abajomas antiguos. Pero, en cambio, segun he indicado, hay Fuentes quepermiten a los historiadores de csos periodos aproximarse a las expe-riencias de las c1ases inferiores.Le Roy Ladurie se sirvio de una de elias: l~~ aetas de J~cquesFourier. Otra obra que muestra como puede utilizarse este tipo deregistros legales para un tipo de historia desde abajo ba.stante dis-tinta aparecio en 1976, al publicarse la obra de Carlo Gmzbur? Le/romagie i vermi 21. EI objetivo de Ginzburg no era re:ons:rUlr lamentalidad y forma de vida de una comunidad rural, sino mdagare I mundo intelectual y espiritual de un individuo, un molinero lla-mado Domenico Scandella (apodado Menocchio), nacido el 1532 yque vivio en Friul, en e l nordeste ita liano. Menocchio se indispusocon la Inquisicion (fue finalmente ejecutado, probable mente ~I1600) y la voluminosa documentacion que t~ata de su casu ~erml-tio a Ginzburg reconstruir gran parte de su Sistema de creencias. EIlibro mismo es una obra notable y e 1 prologo de Ginzburg ofreceun provechoso anal i si s de los problemas conceptuales y metodolo-gicos planteados por la reconstruccion de la cultur~ ~e ,las c1asesinferiores en el mundo preindustrial. En concreto, inststta en queel hecho de que una Fuente no sea "objetiva" (puestos a ello, tam-poco 1 0 es un inventario) no significa que sea imiti l:.: En resume.n:se puede dar buen uso incluso a una docume~tac~o~ escasa, dis-persa y oscura 22, y en que el estudio de ,los individuos c~n talprofundidad es tan valioso como los tratar~llento.s globales mas co-nocidos de la historia social. EI problema srgue siendo, pot supues-to, e 1 de la tipicidad de dichos individuos, si bien, tratados de ma-nera apropiada, esta clase de estudios de casos puede resultarinmensamente ilustrativa.Sin embargo, en sus esfuerzos por estudiar la historia desde a?,a-jo, los historiadores se han servido de otros ~i~os de .docume~taclonoficial 0 semioficial distintos de una Fuente umca y rica. Un ejernplode ello nos 1 0 proporciona Barbara A . Hanawalt, que ha hecho unuso amplio de una de las grandes Fuentes relegadas al olvido en .Iahis toria social de Inglaterra: las encuestas judiciales de muertes VIO-

    21 Hayed . cast ., E l q ue so y l os g us al 1o s,Bar ce lona~ 1981. Otr a obra de Ginzburg:Th e N i gh t b a tt le s : W i tc h cr a ft a n d Ag r ar Ia n Cu lt s /11 t he S I~~een t?and Seventeenth C: t ;n tu r res(Londres, 1983; edicion it aliana, 1966), rnuestra ta~b1en como se han de ut ilizar lasaetas inquisitoriales para arrojar luz sobre las creencias populares .

    22 Ginzburg, E l qu es o y l o s g u sa n os .

    47

  • 5/7/2018 Peter Burke - Formas de Hacer Historia

    24/50

    48 Jim Sharpe

    lentas 0 sospechosas (coroner 's inquests) para reconstrui r la vida fami-liar campesina 23. Hanawalt mant iene que estos registros estrin libresde la tendenciosidad que se da en las aetas de los tribunales reales,eclesiasticos 0 sefioriales y destaca eI hecho de que (volvicndo a untema anterior) los detalles de la vida material y act ividades fami liaresregistradas en elias son accesorios para el proposito principal de lasmismas aetas y, por tanto, no es probable que se falseen. Como sueleocurrir cuando se manejan registros oficiales, su mayor utilidad semanifiesta cuando se emplean para fines en los que jarnas sofiaronsus compi ladores. Hanawalt ut ilize las encuestas judiciales para tra-zar un cuadro del entorno material, la economfa domestics las eta-p~'t del cicIo vi tal, las pautas de educacion infantil y otros 'aspectosde la vida cotidiana del campesinado medieval. En cierto sentido, sutrabajo demuestra una estrategia diversa de la segu