personajes · 2018. 10. 15. · la ciudad rumana de bistrita al inicio de drácula, ... pondencia...

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¿No sabe usted que hoy por la noche, cuando el reloj marque la mediano- che, todas las cosas demoníacas del mundo tendrán pleno poder? ¿Sabe usted adónde va y a lo que va?”, con ta- les palabras despide a Jonathan Har- ker la posadera del Golden Krone, en la ciudad rumana de Bistrita al inicio de Drácula, la célebre novela de Bram Stoker publicada en 1897. A 121 años de distancia, la obra si- gue gozando de cabal salud gracias a un planteamiento en el que uno logra, más que interesarse, encandilarse mientras va encontrando los diver- sos materiales en los que están depo- sitados los pensamientos, y el relato de los hechos, de los protagonistas. Porque cuando uno se sumerge en este volumen, no se está comenzando a leer Drácula sino la primera de muchas a a partes del diario de Jonathan Harker, y conforme los capítulos van quedando atrás, seguimos sin leer la historia del conde de Transilvania, pero ya hemos moldeado los perfiles de Lucy West- enra, de Mina Murray, de los jóvenes pretendientes de Lucy, gracias a otros diarios, epístolas y telegramas. Del conde no nos llegan sino los rayos, él se mantiene al centro del sistema, los personajes giran a su al- rededor y perciben, desde una cerca- nía mayor o menor, las consecuencias de estar expuestos a su radiación. Son inferencias así las que condu- cen a exaltar la habilidad del narra- dor. Además, están los detalles como perlas que bien pueden gozar de prestigio aisladas del conjunto. Uno de ellos se encuentra en el capítulo inicial. Ya es de noche. La diligencia se detiene allí donde el joven inglés debe trasbordar para dirigirse al desfiladero del Borgo. Nadie espera por Jonathan. Sus compañeros de viaje intentan convencerlo de que siga con ellos y regrese temprano al cruce. Un extraño cochero aparece. En el diálogo se burla de su colega de la diligencia que pretendía llevar a Jonathan a Bucovina, también presu- me sus saberes y la velocidad de sus caballos. Uno de los pasajeros replica, por lo bajo, con una frase del poema Leonora de Gottfried August Bür- ger: “Denn die Todten reiten Schnell (Pues los muertos cabalgan deprisa)”. Otras son cuestiones que ad- quieren su justa dimensión hasta el final de la historia, como aquello de que a uno le den la bienvenida con las palabras “entre con libertad y por su propia voluntad”. Da gusto saber que entre los há- bitos del conde, junto a los de succio- nar sangre, blasfemar y asesinar, se encuentra el de la lectura. Jonathan nos cuenta que descubrió la bibliote- ca de su anfitrión y que en ella había un vasto número de libros de historia, geografía, política, economía política y demás, todos en inglés, dado que había decidido viajar a Londres. Es tal su afinidad a las letras que el con- de se aficiona a leer incluso la corres- pondencia privada de su invitado. PERSONAJES A quienes llevan la voz cantante, Jonathan y Mina, es mejor descu- brirlos a través de la lectura de sus dichos y hechos. El grupo de personajes, digamos secundarios, es tan variado como atractivo. Tenemos al trío de preten- dientes de Lucy Westenra confor- mado por el doctor John Seward, el texano Quincey P. Morris y el hono- rable Arthur Holmwood. Podemos destacar el carácter casi principal de Seward, el laconismo y la valentía in- cluso desmedida de Morris así como el modo en que lord Holmwood supera el modo en que su sensatez es puesta a prueba. Los dos primeros cambian la ardua tarea de lamentar el rechazo y posterior no-fallecimiento de la mujer amada por el oficio menos complejo de cazavampiros. El tercero llega a esta última profesión desde la calidad de frustrado prometido. Contribuye a tal determinación la amistad sincera que existe entre ellos. El lunático de Renfield, súbdito del conde y paciente en el psiquía- trico de Seward, nos depara varias sorpresas a lo largo de la novela. Su deseo de absorber tantas vidas como pueda lo lleva a idear razo- namientos nada desaseados y nos demuestra de buena manera que se puede estar loco y, al mismo tiempo, poseer argumentos de valía. Del profesor Abraham Van Helsing tampoco hay sino lo que no muestran sus espejos, es decir, sus amigos en las empresas, primero, de salvar la vida de Lucy y, luego, de acabar con el nosferatu. SIGLO NUEVO 75 Bram Stoker. Foto: alamy Drácula (1897). Foto: Kobo.com

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Page 1: PERSONAJES · 2018. 10. 15. · la ciudad rumana de Bistrita al inicio de Drácula, ... pondencia privada de su invitado. PERSONAJES ... dichos y hechos. El grupo de personajes, digamos

“¿No sabe usted que hoy por la noche, cuando el reloj marque la mediano-che, todas las cosas demoníacas del

mundo tendrán pleno poder? ¿Sabe usted adónde va y a lo que va?”, con ta-les palabras despide a Jonathan Har-ker la posadera del Golden Krone, en la ciudad rumana de Bistrita al inicio de Drácula, la célebre novela de Bram Stoker publicada en 1897.

A 121 años de distancia, la obra si-gue gozando de cabal salud gracias a un planteamiento en el que uno logra, más que interesarse, encandilarse mientras va encontrando los diver-sos materiales en los que están depo-sitados los pensamientos, y el relato de los hechos, de los protagonistas.

Porque cuando uno se sumerge en este volumen, no se está comenzando a leer Drácula sino la primera de muchas Drácula sino la primera de muchas Dráculapartes del diario de Jonathan Harker, y conforme los capítulos van quedando atrás, seguimos sin leer la historia del conde de Transilvania, pero ya hemos moldeado los perfiles de Lucy West-enra, de Mina Murray, de los jóvenes pretendientes de Lucy, gracias a otros diarios, epístolas y telegramas.

Del conde no nos llegan sino los rayos, él se mantiene al centro del sistema, los personajes giran a su al-rededor y perciben, desde una cerca-nía mayor o menor, las consecuencias de estar expuestos a su radiación.

Son inferencias así las que condu-cen a exaltar la habilidad del narra-dor. Además, están los detalles como perlas que bien pueden gozar de prestigio aisladas del conjunto. Uno de ellos se encuentra en el capítulo inicial. Ya es de noche. La diligencia se detiene allí donde el joven inglés debe trasbordar para dirigirse al desfi ladero del Borgo. Nadie espera por Jonathan. Sus compañeros de viaje intentan convencerlo de que siga con ellos y regrese temprano al cruce. Un extraño cochero aparece. En el diálogo se burla de su colega de la diligencia que pretendía llevar a Jonathan a Bucovina, también presu-

me sus saberes y la velocidad de sus caballos. Uno de los pasajeros replica, por lo bajo, con una frase del poema Leonora de Gottfried August Bür-ger: “Denn die Todten reiten Schnell (Pues los muertos cabalgan deprisa)”.

Otras son cuestiones que ad-quieren su justa dimensión hasta el fi nal de la historia, como aquello de que a uno le den la bienvenida con las palabras “entre con libertad y por su propia voluntad”.

Da gusto saber que entre los há-bitos del conde, junto a los de succio-nar sangre, blasfemar y asesinar, se encuentra el de la lectura. Jonathan nos cuenta que descubrió la bibliote-ca de su anfi trión y que en ella había un vasto número de libros de historia, geografía, política, economía política y demás, todos en inglés, dado que había decidido viajar a Londres. Es tal su afi nidad a las letras que el con-de se afi ciona a leer incluso la corres-pondencia privada de su invitado.

PERSONAJES

A quienes llevan la voz cantante, Jonathan y Mina, es mejor descu-brirlos a través de la lectura de sus dichos y hechos.

El grupo de personajes, digamos secundarios, es tan variado como

atractivo. Tenemos al trío de preten-dientes de Lucy Westenra confor-mado por el doctor John Seward, el texano Quincey P. Morris y el hono-rable Arthur Holmwood. Podemos destacar el carácter casi principal de Seward, el laconismo y la valentía in-cluso desmedida de Morris así como el modo en que lord Holmwood supera el modo en que su sensatez es puesta a prueba. Los dos primeros cambian la ardua tarea de lamentar el rechazo y posterior no-fallecimiento de la mujer amada por el ofi cio menos complejo de cazavampiros. El tercero llega a esta última profesión desde la calidad de frustrado prometido. Contribuye a tal determinación la amistad sincera que existe entre ellos.

El lunático de Renfi eld, súbdito del conde y paciente en el psiquía-trico de Seward, nos depara varias sorpresas a lo largo de la novela. Su deseo de absorber tantas vidas como pueda lo lleva a idear razo-namientos nada desaseados y nos demuestra de buena manera que se puede estar loco y, al mismo tiempo, poseer argumentos de valía.

Del profesor Abraham Van Helsing tampoco hay sino lo que no muestran sus espejos, es decir, sus amigos en las empresas, primero, de salvar la vida de Lucy y, luego, de acabar con el nosferatu.

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Bram Stoker.

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Drácula (1897).

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