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Persona mayor Dabove, María Isolina Abogada, UNR. Investigadora del CONICET-UBA. Doctora en Derecho (Universidad Carlos III de Madrid). Directora del Centro de investigaciones en Derecho de la Vejez de la Universidad Nacional de Rosario. Fernández Oliva, Marianela Abogada, UNR. Magíster en Derecho Privado UNR. Vicedirectora del Centro de Investigaciones de Derecho de la Salud (Facultad de Derecho, UNR). Nawojczyk, Erika Abogada. UNR, Diplomada Superior en Bioética, FLACSO. Vicedirectora del Centro de Investigaciones de Derecho de la Salud (Facultad de Derecho, UNR). (CT) Persona Mayor. Conceptualización general: Para designar a las personas mayores se han utilizado las más variadas voces. Algunas de las conceptualizaciones tienen especial significación debido al peso ideológico que el uso le imprime a las palabras a través del tiempo. Las construcciones lógicas en relación a las personas que transitan la vejez, sufren la manipulación de los vocablos o fenómeno de la desviación (GOLDSCHMIDT, 1986). La Convención Interamericana sobre Derechos Humanos de las Personas Mayores define en su artículo 2º, como “Persona mayor”, a aquella de sesenta años o más, salvo que la ley interna determine una edad base menor o mayor, siempre que ésta no sea superior a los sesenta y cinco años. Este concepto incluye, entre otros, el de persona adulta mayor. Las voces más típicas que refieren a la presente persona mayor, entendemos, son anciano, viejo, persona de la tercera edad, adulto mayor, señor (ingl. senior) y senil. La palabra anciano (del lat. vulgar antianus, derivado de la preposición “ante” -“en frente de, antes” y la terminación “-anus” común en adjetivos. Deriva últimamente de la inflexión locativa “anti” – “en frente de” de la raíz indoeuropea). En los tiempos apostólicos, el anciano era cada uno de los encargados de gobernar las iglesias. El término deriva del antiguo adverbio anzi usado en romance hispánico. Destaca la doctora Dabove cómo esta palabra se ancla sobre la faz temporal del proceso. Entonces, será anciana la persona que cuenta con un “antes” de peso, con un pasado mayoritario, que respalda lo poco que vendrá (DABOVE CARAMUTO, 2002). Por su parte, el vocablo viejo (del lat. vulg. veclus, derivado del lat. clásico vetulus, diminutivo de vetus – “viejo”) que etimológicamente significa de cierta edad. De él derivan los términos vejez, envejecer y sus derivados: envejecido, envejecimiento. De la misma raíz provienen las locuciones despectivas vejestorio y vejete. Estrechamente vinculado con ellos, se han encontrado los registros del término vejar alrededor del año 1531. Tomado del latín vexare, vejar, como sabemos, significa sacudir violentamente, maltratar (DABOVE CARAMUTO, 2002). La expresión tercera edad, por su parte, proviene de la segunda mitad del siglo XX. La misma surge en Francia y es acuñada por el doctor J. A. Huet, pionero de la gerontología en el país galo. Se designaban así a personas de diversa edad, jubiladas o pensionadas, percibidas como de baja productividad. Más adelante, se circunscribió su uso para designar a jubilados y pensionados de más de sesentaaños de edad (FAJARDO ORTÍZ, 1995). La locución adulto mayor tiene su punto fuerte en la palabra mayor, la que permite diferenciar al adulto joven del viejo. La voz mayor (del lat. vulg. maior, -oris, comparativo de magnus, grande). Entre los derivados de la palabra encontramos mayoral y mayoría (ambos acuñados en el siglo XIII). Más adelante surge el término mayorazgo (DABOVE CARAMUTO, 2002). Por otro lado, el término señor (del lat. senior, “el de más edad”, “el más viejo”). La palabra es la forma comparativa de senex, senis “anciano”, “viejo”. En la antigua Roma se llegaba a ser senior a Page 1 of 4

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Persona mayor

Dabove, María IsolinaAbogada, UNR. Investigadora del CONICET-UBA. Doctora en Derecho (Universidad Carlos III deMadrid). Directora del Centro de investigaciones en Derecho de la Vejez de la Universidad Nacionalde Rosario.

Fernández Oliva, MarianelaAbogada, UNR. Magíster en Derecho Privado UNR. Vicedirectora del Centro de Investigaciones deDerecho de la Salud (Facultad de Derecho, UNR).

Nawojczyk, ErikaAbogada. UNR, Diplomada Superior en Bioética, FLACSO. Vicedirectora del Centro de Investigacionesde Derecho de la Salud (Facultad de Derecho, UNR).

(CT) Persona Mayor. Conceptualización general: Para designar a las personas mayores se hanutilizado las más variadas voces. Algunas de las conceptualizaciones tienen especial significacióndebido al peso ideológico que el uso le imprime a las palabras a través del tiempo. Lasconstrucciones lógicas en relación a las personas que transitan la vejez, sufren la manipulación delos vocablos o fenómeno de la desviación (GOLDSCHMIDT, 1986). La Convención Interamericanasobre Derechos Humanos de las Personas Mayores define en su artículo 2º, como “Persona mayor”,a aquella de sesenta años o más, salvo que la ley interna determine una edad base menor o mayor,siempre que ésta no sea superior a los sesenta y cinco años. Este concepto incluye, entre otros, elde persona adulta mayor.

Las voces más típicas que refieren a la presente persona mayor, entendemos, son anciano, viejo,persona de la tercera edad, adulto mayor, señor (ingl. senior) y senil. La palabra anciano (del lat.vulgar antianus, derivado de la preposición “ante” -“en frente de, antes” y la terminación “-anus”común en adjetivos. Deriva últimamente de la inflexión locativa “anti” – “en frente de” de la raízindoeuropea). En los tiempos apostólicos, el anciano era cada uno de los encargados de gobernar lasiglesias. El término deriva del antiguo adverbio anzi usado en romance hispánico. Destaca la doctoraDabove cómo esta palabra se ancla sobre la faz temporal del proceso. Entonces, será anciana lapersona que cuenta con un “antes” de peso, con un pasado mayoritario, que respalda lo poco quevendrá (DABOVE CARAMUTO, 2002).

Por su parte, el vocablo viejo (del lat. vulg. veclus, derivado del lat. clásico vetulus, diminutivo de vetus – “viejo”) que etimológicamente significa de cierta edad. De él derivan los términos vejez,envejecer y sus derivados: envejecido, envejecimiento. De la misma raíz provienen las locucionesdespectivas vejestorio y vejete. Estrechamente vinculado con ellos, se han encontrado los registrosdel término vejar alrededor del año 1531. Tomado del latín vexare, vejar, como sabemos, significasacudir violentamente, maltratar (DABOVE CARAMUTO, 2002).

La expresión tercera edad, por su parte, proviene de la segunda mitad del siglo XX. La misma surgeen Francia y es acuñada por el doctor J. A. Huet, pionero de la gerontología en el país galo. Sedesignaban así a personas de diversa edad, jubiladas o pensionadas, percibidas como de bajaproductividad. Más adelante, se circunscribió su uso para designar a jubilados y pensionados de másde sesentaaños de edad (FAJARDO ORTÍZ, 1995).

La locución adulto mayor tiene su punto fuerte en la palabra mayor, la que permite diferenciar aladulto joven del viejo. La voz mayor (del lat. vulg. maior, -oris, comparativo de magnus, grande).Entre los derivados de la palabra encontramos mayoral y mayoría (ambos acuñados en el siglo XIII).Más adelante surge el término mayorazgo (DABOVE CARAMUTO, 2002).

Por otro lado, el término señor (del lat. senior, “el de más edad”, “el más viejo”). La palabra es laforma comparativa de senex, senis “anciano”, “viejo”. En la antigua Roma se llegaba a ser senior a

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partir de los cuarenta y cinco años. Más adelante, en la República, tomó el significado de“dignatario” o “superior” –sinónimo de dominus–, lo que claramente se evidencia en la composicióndel Senado.

La raíz de señor –esto es senex, senis–, nos lleva a la palabra senil que literalmente significa“relativo a la vejez”. Ambos derivan de senectud–senectus -utis, vejez–. De senil surgió, en el sigloXX, la voz senilidad, que hace referencia a la degeneración progresiva de las facultades físicas ypsíquicas debida a la alteración producida por el paso del tiempo en los tejidos.

Así, como hemos manifestado, el fenómeno de desviación de los vocablos se produce al hilo de lasrepresentaciones de la realidad en determinado tiempo y espacio: así sucede con las personasmayores, a quienes se las asocia alternativamente con el decrecimiento (de allí la palabra viejo,vejete, vejestorio y demás peyorativas). Mas existe la idea de vejez unida a la de crecimiento, comoprueba la evidencia lingüística en el uso de mayor, señor, senil, senescencia, etcétera (DABOVECARAMUTO, 2002).

La persona mayor, como concepto y como categoría social, presenta una trayectoria dilemática. Lahistoria muestra que han transitado en forma despareja un camino sinuoso plagado de fortalezas,oportunidades, debilidades y amenazas que decidieron la posición estratégica de la vejez en lassociedades occidentales.

En la antigüedad de Grecia sobrevivieron con comitantemente dos modelos de problematización dela vejez correspondientes a las sociedades espartana y ateniense. Los espartanos entronizaron a laspersonas mayores al punto de incluirlas en el núcleo de la vida política, formando parte del gobiernoen la Gerusía. Por su parte, los atenienses se debatieron entre la aceptación abierta de los de másedad en el Areópago (Solón), y el rechazo tajante con los demócratas. A su tiempo, Roma cerraría elcapítulo de la vejez en el mundo antiguo, con la reflexión de los estoicos encarnada en De senectute.La obra de Cicerón es la primera en occidente en estar completamente dedicada a la vejez.

La Edad Media, o Edad de la Fesignificó, para el mundo, el retraimiento al universo íntimo de lareligión; y el relegar la exploración de la verdad razonable por la cruzada en busca de la verdadespiritual. Con las ciencias duras aun nascitvrvs, la esperanza de vida se hallaba reducidasignificativamente. En un mundo plagado de guerras, enfermedades mortales, deficiencias en laalimentación, higiene e ignorancia generalizada en la prevención de la salud, llegar a viejo constituíaen sí mismo un milagro. Por esto, la condición de las personas mayores no fue objeto de unareflexión integral.

El Renacimiento implicó una revitalización de los modelos de la Antigüedad, reunidos ahora bajo lareligión católica. La era del hombre comienza un camino que desplazaría a la preocupación por lodivino, en pos de explicar las fuerzas del mundo circundante: una realidad que necesitaba ahora dela ciencia para proveerse de los conocimientos necesarios para dominarla. El modelo de la juventudexaltada como objeto de valoración plena, dejaría nuevamente a los viejos en posición desventajosa.La persona mayor, “cargada de fealdad y decadencia”, quedará una vez más fuera del círculo de locomprendido. El viejo renacentista es un ser trágico por estar ridículamente vivo. Es, pura ysimplemente, la vuelta insensata a la niñez (Erasmo - Montaigne) (AA.VV., 2006).

La llegada de la Iluminación Racional del siglo XVIII, no será un período positivo para las personasmayores, nuevamente relegadas por las necesidades organizacionales. El viejo se convierte en unser doblemente extraño. Extraño por anormal y extraño por marginal.

La Edad Contemporánea, por su parte,profundizó el paradigma moderno sobre la vejez. El progresode la medicina implicó que la vejez quedase acorralada en su dimensión biológica: simplificada,estereotipada y problematizada. En el siglo XX, luego de las dos guerras mundiales, se inicia una erade renacimiento de la conciencia social en relación a la temática de los vulnerables, en tanto sujetosplenos de derecho. Se vislumbra a la vejez, como un problema global necesitado de atenciónpolítica, jurídica y sobre todo, económica. Los avances de los conocimientos biológicos, la creaciónde instituciones gerontológicas y el desarrollo del constitucionalismo social, han sido en gran medidalos motores de este cambio de atención iusfilosófica.

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La postmodernidad, época histórica que se ha iniciado a partir del fin de la Segunda Guerra Mundial(CIURO CALDANI, 1995), se presenta como una realidad signada por el enorme desarrollo delcapitalismo, los procesos de globalización/marginación y los avances acelerados de la ciencia y latecnológica. La evolución científica y técnica ha hecho posible el mejoramiento de los diagnósticos ypronósticos de las ciencias de la Salud; ha permitido el avance de la farmacología, la biotecnología yde la producción en general. En suma, ha incrementado la calidad de vida de la población, con elconsiguiente crecimiento de la expectativa de vida de las personas. El siglo XXI es el siglo de la tomade conciencia etaria.

Si bien la expectativa de vida de las personas ha aumentado, paradójicamente, la calidad vital no esalcanzada por todos los seres humanos en igualdad de condiciones. Los ancianos constituyen ungrupo especialmente vulnerable a esta ambivalencia, padeciendo, por ello, situaciones múltiples dediscriminación. El capitalismo de consumo exalta a los sujetos fuertes del mercado, marginando a lossujetos débiles –como las personas mayores–-, los que muy pronto resultan mediatizados, cuandono, excluidos del sistema. En esta situación, los ancianos se encuentran en condiciones más gravesque los otros grupos de sujetos débiles, como las mujeres y los niños, dado que éstos tienen, enestos tiempos, mayores posibilidades de ser admitidos en las tareas productivas. En este contexto,la vejez está asociada a una idea de decadencia, de ocaso, que lejos de desearse o ponderarse, sepreviene (MARTINEZ/MORGANTE, 1998).

Por ello, las personas mayores constituyen un grupo aislado, dependiente e inactivo, que recibeasistencia del resto en la medida en que no amenaza el bienestar de los otros. En este sentido, losviejos ocupan el lugar que en la sociedad le conceden las generaciones más jóvenes. Laconsideración de la ancianidad como colectivo diferenciado en virtud de su especificidad biológica,histórica y cultural, propicia un análisis integral de la vejez y particular de las “vejeces” que nospermite desenmascarar la discriminación y el abuso que a diario padecen los viejos. Conceptualizara la vejez importa no sólo atender a los cambios psico-físicos, que inevitablemente tienen lugar en lapersona que envejece, sino también a las consideraciones socio-culturales de la edad, esto es, quésignifica y cómo se envejece en un momento y lugar determinados, cuál es el rol o la función que lasociedad de jóvenes atribuye a las personas de edad, cuáles son las conductas sociales que seespera de los ancianos y, a su vez, las conductas sociales hacia los ancianos (MARTINEZ/MORGANTE,1998).

Bibliografía

AA.VV. (2006). Derecho de la Ancianidad. Perspectiva Interdisciplinaria.Rosario: Juris.

CIURO CALDANI, Miguel Ángel (1995). Panorama trialista de la Filosofía en la Postmodernidad. EnBoletín del Centro de Investigaciones de Filosofía Jurídica y Filosofía Social, Nº19, p. 9 y ss.

CIURO CALDANI, Miguel Ángel (1996). Comprensión de la globalización desde la Filosofía Jurídica. EnRevista Investigación y Docencia, Nº27.p. 9 y ss. Rosario:Fundación para las Investigaciones Jurídica.

CIURO CALDANI, Miguel Ángel (1995). Filosofía jurídica de la marginalidad, condición de penumbrade la postmodernidad. En Revista Investigación y Docencia, Nº 25, p. 25 y ss. Rosario: Fundaciónpara las Investigaciones Jurídicas.

BAUMAN, Zygmunt (1999). La Globalización. Consecuencias humanas, trad. Daniel Zadunaiky.Brasil:Fondo de Cultura Económica.

GOLDSCHMIDT, Werner (1986). Introducción filosófica al Derecho, 5ª ed., 6ª reimp. Buenos Aires:Depalma.

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FAJARDO ORTÍZ, Guillermo (1995). Tercera edad. Adulto mayor, Conferencia interamericana deSeguridad Social. “El adulto mayor en América Latina. Sus necesidades y sus problemas médico-sociales”, México D.F.: Centro Interamericano de Estudios de Seguridad Social.

JAMESON, Fredric (2004). Una modernidad singular. Ensayo sobre la ontología del presente, trad.Horacio Pons.Buenos Aires: Gedisa.

MALIANDI, Ricardo (2006). Ética: dilemas y convergencias. Cuestiones éticas de la identidad, laglobalización y la tecnología. Buenos Aires: Biblos-Universidad Nacional de Lanús.

SORMAN, Guy (1997). El mundo es mí tribu, trad. Pierre Jacomet, Barcelona: Andrés Bello.

MARTÍNEZ, María Rosa; MORGANTE, María Gabriela; REMORINI, Carolina (2008). ¿Por qué los viejos?Reflexiones desde una etnografía de la vejez. En Revista Argentina de Sociología –on line–, Año 6,Nº10, pp. 73 y 84. Buenos Aires. Consultado el 15 de mayo de 2016,http://www.scielo.org.ar/pdf/ras/v6n10/v6n10a06.pdf

TAMER, Norma Liliana (2008). La perspectiva de la longevidad: un tema para re-pensar y actuar. EnRevista Argentina de Sociología –on line–, Año 6, Nº10, pp. 94 y 95. Buenos Aires. Consultado el 15de mayo de 2016, www.redalyc.org/pdf/269/26961006.pdf).

-----------------------------------------------------------------Recibido: 13/06/2016; Publicado: 03/2017

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