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Revista CTS, nº 9, vol. 3, Agosto de 2007 (pág. 189-209) 189 Periodismo científico: ¿Preparado para enfrentar los conflictos de interés?* Ana María Vara ([email protected]) Centro de Estudios de Historia de la Ciencia José Babini, Escuela de Humanidades, Universidad Nacional de San Martín, Argentina La presencia de conflictos de interés en todas las etapas e involucrando a virtualmente todos los actores que intervienen en los procesos de producción y comunicación de la información sobre temas de ciencia y tecnología en general - autores y revisores de trabajos científicos, editores de journals, profesionales en ejercicio, periodistas de salud- es una realidad relativamente reciente. Se trata de una situación que, si bien fue denunciada tempranamente por expertos en temas de ciencia y sociedad, 1 sólo recientemente comienza a reconocerse de manera cabal, y que en algunos casos es todavía casi ignorada: la presencia ubicua de fuentes privadas -y, por lo tanto, interesadas- interviniendo en la financiación de estas actividades, donde antes predominaban los fondos públicos. Esto ocurre en muchos ámbitos de la actividad científica, pero es particularmente crítico en la esfera de la salud, y en relación puntualmente con la industria farmacéutica. A partir de los años ochenta, cuando en los Estados Unidos una serie de leyes permitieron diversas formas de asociación entre la investigación financiada por el Estado y las empresas, la creciente participación de la industria farmacéutica en el financiamiento de las diversas etapas de producción y comunicación de la investigación en el área de las ciencias biomédicas -a través de acciones de apoyo financiero, esponsorización y acciones de marketing, prensa y relaciones públicas- se fue convirtiendo en un desafío al tratamiento independiente de la información. Dos elementos cambiaron sustancialmente la escena. El primero es el ingreso masivo de fondos privados a la investigación en institutos y universidades. El segundo es la entrada de la ciencia en la bolsa. Los dos son consecuencia de la preocupación del gobierno norteamericano, a mediados de los setenta, por la caída de la productividad y de la competitividad de sus empresas en el mercado global, atribuida a la falta de * Una versión previa de este trabajo fue presentada en un seminario interno del Instituto Multidisciplinario de Biología Celular (IMBICE), La Plata, el 14 de junio de 2006. Agradezco los comentarios y las experiencias compartidas por los investigadores. 1 Uno de los primeros trabajos publicados al respecto es el de Blumenthal, Gluck y Louis (1986).

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Revista CTS, nº 9, vol. 3, Agosto de 2007 (pág. 189-209)

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Periodismo científico:¿Preparado para enfrentar los conflictos de interés?*

Ana María Vara ([email protected])Centro de Estudios de Historia de la Ciencia José Babini,

Escuela de Humanidades, Universidad Nacional de San Martín, Argentina

La presencia de conflictos de interés en todas las etapas e involucrando avirtualmente todos los actores que intervienen en los procesos de producción ycomunicación de la información sobre temas de ciencia y tecnología en general -autores y revisores de trabajos científicos, editores de journals, profesionales enejercicio, periodistas de salud- es una realidad relativamente reciente. Se trata de unasituación que, si bien fue denunciada tempranamente por expertos en temas deciencia y sociedad,1 sólo recientemente comienza a reconocerse de manera cabal, yque en algunos casos es todavía casi ignorada: la presencia ubicua de fuentesprivadas -y, por lo tanto, interesadas- interviniendo en la financiación de estasactividades, donde antes predominaban los fondos públicos. Esto ocurre en muchosámbitos de la actividad científica, pero es particularmente crítico en la esfera de lasalud, y en relación puntualmente con la industria farmacéutica.

A partir de los años ochenta, cuando en los Estados Unidos una serie de leyespermitieron diversas formas de asociación entre la investigación financiada por elEstado y las empresas, la creciente participación de la industria farmacéutica en elfinanciamiento de las diversas etapas de producción y comunicación de lainvestigación en el área de las ciencias biomédicas -a través de acciones de apoyofinanciero, esponsorización y acciones de marketing, prensa y relaciones públicas-se fue convirtiendo en un desafío al tratamiento independiente de la información. Doselementos cambiaron sustancialmente la escena. El primero es el ingreso masivo defondos privados a la investigación en institutos y universidades. El segundo es laentrada de la ciencia en la bolsa. Los dos son consecuencia de la preocupación delgobierno norteamericano, a mediados de los setenta, por la caída de la productividady de la competitividad de sus empresas en el mercado global, atribuida a la falta de

* Una versión previa de este trabajo fue presentada en un seminario interno del Instituto Multidisciplinario deBiología Celular (IMBICE), La Plata, el 14 de junio de 2006. Agradezco los comentarios y las experienciascompartidas por los investigadores.1 Uno de los primeros trabajos publicados al respecto es el de Blumenthal, Gluck y Louis (1986).

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innovación. La administración de Jimmy Carter puso en marcha la maquinarialegislativa, que comenzaría a funcionar durante el gobierno de Ronald Reagan. En1980 se sancionó el Acta de Transferencia de Tecnología de Stevenson-Wydler,pensada para facilitar la cooperación entre laboratorios públicos, universidades ygrandes y pequeñas empresas. Ese mismo año, la Enmienda Bayh-Dole a las leyesde patentes otorgó a las universidades y centros de investigación la posibilidad depercibir derechos de propiedad intelectual por trabajos realizados con fondospúblicos. Una tercera medida fundamental fue permitir, en 1986, que los científicospudieran formar acuerdos cooperativos con empresas para comercializardescubrimientos realizados con fondos públicos. Las patentes en poder deuniversidades crecieron significativamente, ya que otros poderes públicosacompañaron esta política pro-patentista. Por ejemplo, en 1980 la Corte Suprema delos Estados Unidos otorgó la primera patente sobre un organismo vivo, una bacteriamodificada genéticamente para degradar petróleo. Como cuenta Krimsky (1999),paulatinamente esta política se trasladó al resto de los países centrales y se impusoal resto del mundo a través de los requerimientos de reconocimiento de propiedadintelectual formalizados en los acuerdos del GATT y la Organización Mundial deComercio, en particular el Trade-Related Aspects of Intellectual Property Rights(TRIPS).

El problema de los conflictos de interés derivados del ingreso masivo de fondosprivados a la investigación académica ya ha sido identificado y se han comenzado adesarrollar medidas para minimizar el impacto en las etapas de la producción yvalidación de conocimiento, en particular, a través de las políticas específicas paracontrolar los conflictos de interés y el aumento de las exigencias de disclosure en lasinstituciones y publicaciones científicas, sobre todo en los países centrales. Sinembargo, en la Argentina, al igual que en otros países periféricos, existe pocaconciencia del problema tanto en la comunidad académica como en la médica y enel periodismo científico, todos ellos actores que deberían cumplir un papel de controlen esta problemática y que no sólo no lo cumplen sino que además se encuentraninextricablemente enredados en esta madeja de intereses. Esto implica el riesgo deconfundir a diversos públicos -público lego, como pacientes y lectores, pero tambiénactores expertos o semi-expertos, como pueden ser otros médicos y quienes tomandecisiones en políticas de salud- con respecto a la validez, relevancia e imparcialidadde las investigaciones difundidas.

Voces de alarma

Entre las diversas fuentes que puede utilizar el periodismo médico, los estudiosclínicos publicados en revistas médicas con referato se cuentan entre las másconfiables. Son algo así como el gold standard de la medicina y, por lo tanto, delperiodismo médico. Sin embargo, desde hace algún tiempo, esa fuente deinformación está siendo crecientemente cuestionada. Esto no implica que ya no se laconsidere calificada o, incluso, insoslayable, sino que se está tomando conciencia -yencontrando evidencias- de que ni siquiera esa fuente de información carece debiases, de distorsiones provocadas por conflictos de interés.

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En septiembre de 2001, trece revistas médicas publicaron un editorial en comúnsobre esta problemática (Davidoff et al., 2001). Entre ellas se contaban tres de lascuatro más importantes: el Journal of the American Medical Association (JAMA), elNew England Journal of Medicine (NEJM) y The Lancet. El British Medical Journal(BMJ) no adhirió totalmente a la propuesta, prefiriendo escribir su propio editorial, enun tono un poco más conciliador (Smith, 2001). Apenas dos meses después, elGeneral Accounting Office (GAO) de los Estados Unidos -una suerte de oficina deauditoría general, que reporta al congreso de ese país- presentó también un informesobre conflicto de interés, cambiando sustancialmente el eje de su preocupación conrespecto a la aplicación de la Enmienda Bayh-Dole. En efecto, los informes previosdel GAO de 1991 y 1998 tenían que ver con si la enmienda cumplía el propósito depromover la transferencia, revisando las políticas en relación con el patentamiento deinvenciones del gobierno y de las universidades. En 2001, en cambio, el foco delinforme fueron los conflictos de interés; en el informe se revisaba cómo manejabaneste problema las universidades e institutos de investigación que recibían fondosfederales, a través del Department of Health and Human Services (HHS) (GAO,2001).

Como el contemporáneo informe del GAO, el editorial común de las revistasmédicas representó una voz de alarma en relación con la situación de losinvestigadores de los institutos de investigación académicos, que durante variasdécadas jugaron el papel de garantes en el diseño y dirección de los ensayosclínicos. A esta situación se agregó una más nueva y potencialmente máspreocupante: que, para bajar los costos siempre crecientes de las investigacionesclínicas -porque si bien son varios los autores que cuestionan las cifras de fuentesligadas a la industria farmacéutica, hay consenso sobre que esos costos soncrecientes (Pignarre, 2005: 24-25)- la industria farmacéutica comenzó a recurrir acentros de investigación privados, las llamadas contract research organizations(CRO).

Se trata de un fenómeno de magnitud, que ha crecido de manera explosivarecientemente. El valor total de esos contratos saltó de U$S 1.600 millones en 1993a 15.000 millones en 2006. Y los expertos en inversiones de Goldman Sachs estimanque en poco tiempo podría llegar a U$S 26.000. Por ejemplo, una sola CRO con baseen Washington, PRA, desde 1999 ha realizado 2.800 ensayos clínicos, período en elque sus ganancias se triplicaron hasta alcanzar casi U$S 300 millones en 2005, y enel que su staff pasó de 1.000 a 2.400 empleados, a los que se sumarán 400 más en2006. La primera observación que surge es que esta tercerización de la cienciaotorga a la industria una posición privilegiada tanto para controlar el diseño de losensayos clínicos como para controlar la diseminación de los resultados. A esto seagrega el hecho -muy relevante para la Argentina- de que muchos de los ensayosclínicos se realizan en países en desarrollo: en 1991 sólo el 6% de los ensayosclínicos de empresas norteamericanas se realizaban en el exterior, mientras que en2005 fue aproximadamente un tercio, fundamentalmente por cuestiones de costo, yaque en los países en desarrollo los costos son un tercio que en los desarrollados.También se esgrimen razones de enrollment, es decir, relacionadas con la necesidadde conseguir los pacientes con el perfil requerido para los ensayos clínicos. No en

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vano PRA tiene filiales y asociados en veintitrés países en seis continentes(Walkman, 2006).

Por otra parte, se sabe que se ha extendido el uso de contratos que impiden quelos investigadores -aun los que forman parte de instituciones académicas- publiquenresultados desfavorables para el sponsor, como demuestran varios trabajos, entreellos una encuesta a investigadores académicos dirigida por Blumenthal, uno de losautores que de manera temprana y sistemática se ha dedicado a estudiar elproblema de los conflictos de interés en la investigación.2 Philippe Pignarre, uninvestigador francés que, como él mismo cuenta en su reciente libro, trabajódiecisiete años en grandes laboratorios farmacéuticos, detalla el grado y tipo deexpertise involucrada en el diseño de los ensayos clínicos, “el corazón de la industriafarmacéutica”, que se corresponde perfectamente con los objetivos de la industria, yno con los de la investigación académica desinteresada, como la describía Merton alhablar del “ethos científico”:3

Los industriales se arrancan entre sí, a precio de oro, a losespecialistas que saben cómo “formatear” un estudio (decidir elprotocolo) para obtener los mejores resultados; estos especialistasson los que tienen la mejor agenda internacional de direccionespara encontrar a los buenos investigadores, los que disponenademás de una importante clientela y están acostumbrados anegociar con la industria farmacéutica y los comités de ética. Suexperiencia empírica es concreta, pues tienen siempre una ideamás o menos formalizada o formalizable de las razones por lascuales el protocolo de un estudio ha conducido al fracaso o al éxitode una demostración. (Pignarre, 2005: 80-81)

En síntesis, Pignarre sostiene que, dado que una porción sustancial de los recursosinvertidos en el desarrollo, puesta a prueba y comercialización de un medicamentose juega en esta etapa, “[s]e cuentan con los dedos de una mano los estudios clínicosno ordenados y formateados por la industria farmacéutica”. Esta descripción puedeparecer extrema. Sin embargo, no difiere sustancialmente de la que había hechoalgunos años antes el investigador Alan Hillman en un artículo publicado en el NEJM:

Las empresas farmacéuticas (...) financian proyectos que tienenmuchas posibilidades de producir resultados favorables. (...)[E]xcluyen los productos que pueden compararse favorablemente

2 La encuesta se publicó en: Blumenthal et al. (1997). Otros trabajos importantes de Blumenthal sobre esteproblema son Blumenthal et al. (1996), Blumenthal, Causino y Campbell (1997) y Campbell, Louis yBlumenthal (1998).3 Merton sostenía que “[l]a demanda del desinterés tiene una sólida base en el carácter público y comprobablede la ciencia, y puede suponerse que esta circunstancia ha contribuido a la integridad del hombre de ciencia”.Es interesante observar que, cuando describe comportamientos interesados, Merton no menciona comoelemento motivador la ganancia económica, sino sólo la competencia académica: su enumeración incluye“cultismo, camarillas informales, publicaciones prolíficas pero triviales”. Ver: Merton (1964-1949).

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con el del sponsor. Algunas veces, sólo los datos clínicosfavorables son dados a conocer a los investigadores. Los estudiospiloto comúnmente se hacen para evaluar las posibilidades de unresultado favorable (...). Algunos proyectos son financiados poretapas, de manera que las pérdidas puedan controlarse si losresultados iniciales no son favorables (...). Los investigadorespueden ser amenazados con el retiro del financiamiento presenteo futuro si no se hacen cambios específicos en los métodos, lapresentación o los resultados. (Alan Hillman, citado en Crossen,1994: 186)

Entre los primeros resultados que mostraron cómo la relación con la industria puedeinclinar la mirada de los expertos se cuentan los presentados por Stelfox et al. (1998)en el NEJM. El caso analizado tenía que ver con medicamentos antagonistas de loscanales de calcio. Las conclusiones de los autores son claras y están formuladas demanera inequívoca: “Nuestros resultados muestran una fuerte correlación entre lasposiciones publicadas de los autores sobre los antagonistas de los canales de calcioy su relación financiera con las empresas farmacéuticas”.

Trabajos posteriores fueron confirmando estos estudios iniciales, de manera talque ya se cuentan por decenas las publicaciones que registran la influencia de losconflictos de interés que quedan en evidencia en la bibliografía. Un reciente meta-análisis sobre conflictos de interés en la investigación biomédica, realizado porBekelman et al. y publicado en el JAMA en febrero de 2003, muestra que despuésde cinco años los estudios que confirman esta situación se han multiplicado. Éstasson sus conclusiones, después de revisar treinta y siete artículos publicados entreenero de 1980 y octubre de 2002 y que contuvieran “datos cuantitativos sobre lasrelaciones financieras entre la industria, los investigadores científicos y lasinstituciones académicas”. Como resumen:

Síntesis: Aproximadamente un cuarto de los investigadorestrabajan para la industria, y dos tercios de las institucionesacadémicas tienen acciones en start-ups que financianinvestigaciones en esas mismas instituciones. Ocho artículos, queen conjunto analizaban 1.140 estudios originales, evaluaron larelación entre el apoyo de la industria y los resultados de lasinvestigaciones originales. Tomando en conjunto los resultados deestos artículos, queda en evidencia una asociación significativaentre la financiación de la industria y conclusiones pro-industria (...)La financiación de la industria también estuvo asociada conrestricciones a la publicación y el compartir los datos. El enfoquepara manejar los conflictos financieros variaba sustancialmenteentre diversas instituciones y entre diversas revistas con referato.

Conclusiones: Las relaciones financieras entre la industria, losinvestigadores científicos y las instituciones académicas están muydifundidas. Los conflictos de interés que surgen de estos lazospueden influir en la investigación biomédica en importantes formas.(Bekelman et al., 2003: 454)

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Otro estudio importante fue el realizado por Lexchin et al. y publicado en el BMJtambién en 2003, con resultados coincidentes. Se trata de una revisión sistemáticade treinta artículos -tomados de Medline entre enero de 1966 a diciembre de 2002, yde Embase entre enero de 1980 a diciembre de 2002- que muestra que, comparadoscon las investigaciones realizadas con fondos públicos, los estudios financiados porla industria tienen una frecuencia de publicación más baja y una probabilidad cuatroveces mayor de obtener resultados favorables al producto del sponsor. Los autoresdestacan que no se trata de falta de rigor, ya que los estudios financiados por laindustria son metodológicamente correctos. Lexchin et al. sugieren que la diferenciapuede deberse a que los ensayos clínicos son diseñados expresamente parafavorecer el producto estudiado, por ejemplo, comparando el nuevo medicamentocon un placebo aunque exista ya un medicamento de eficacia probada, osuministrando el medicamento con el que se lo compara en dosis no óptimas.También sugieren que, probablemente, los resultados no favorables no siempre sonpublicados. Como resumen:

Resultados: Se incluyeron treinta estudios. Las investigacionesfinanciadas por las empresas farmacéuticas tuvieron menosposibilidades de ser publicadas que las investigacionesfinanciadas por otras fuentes. Los estudios que tienen comosponsors a empresas farmacéuticas tuvieron más posibilidades detener resultados que favorecen al sponsor que los estudios conotros sponsors. Ninguno de los trece estudios que analizaronmétodos informaron que los estudios financiados por la industriafueran de peor calidad.

Conclusión: Un bias sistemático favorece a los productos de lasempresas que financian las investigaciones. Las explicacionesincluyen la selección de productos de comparación inapropiados obias en la publicación. (Lexchin et al., 2003: 1167)

Un último estudio, publicado en JAMA en 2006, que revisa 324 estudios de ensayosde “superioridad” en ensayos del área cardiovascular publicados entre el 1 de enerode 2000 y el 30 de julio de 2005 en JAMA, The Lancet y el NEJM vuelve a mostrar avinculación entre la forma de financiamiento y el bias:

Ensayos cardiovasculares recientes financiados por entidades confines de lucro tuvieron mayor tendencia a informar resultadospositivos que los financiados por organizaciones sin fines de lucro,de la misma manera en los que usaron resultados finalessecundarios que los que usaron resultados finales clínicos. Losensayos financiados de manera conjunta por organizaciones con ysin fines de lucro parecen informar resultados positivos en unamedida aproximadamente a mitad de camino entre los ensayosfinanciados solo por algunas de esas entidades. (Ridker y Torres,2006: 270)

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La respuesta de las revistas con referato

Ante esta situación, las revistas médicas -y las revistas científicas en general-hantomado medidas para minimizar el impacto del conflicto de interés en laspublicaciones, que tienen que ver, en general, con políticas de disclosure, es decir,obligar a los autores a informar cualquier posible vínculo con empresas privadas,tanto a través de la financiación como de incentivos o por ser ellos mismos socios oaccionistas de empresas. Ya a partir de 1989 el JAMA tomó medidas en este sentido,las que se hicieron más estrictas con el pasar de los años, hasta llegar a lasdecisiones anunciadas en el editorial conjunto publicado en septiembre de 2001 quesostiene, entre otras medidas -y en estas palabras coincidió incluso el BMJ-:

Las revistas que forman parte del International Committee ofMedical Journal Editors, incluyendo el BMJ, solicitaremosrutinariamente a los autores que den a conocer [disclose]información detallada sobre su papel y el de sus financiadores enel estudio. Pediremos a los autores que firmen un documento en elque declaren la plena responsabilidad en la conducción delensayo, que han tenido libre acceso a los datos y que han tenidocontrol sobre la decisión de publicar. Si los autores no satisfacenesta solicitud, no publicaremos. No realizaremos la revisión deartículos realizados en condiciones que hacen del sponsor el únicoque controla los datos y que le permiten renunciar a la publicación.(Smith, 2001; Davidoff, 2001)

Claro que las propias revistas médicas no están a salvo del conflicto de interés.Como explica Smith, editor del BMJ, “[l]as revistas más importantes tratan decompensar el poder de la industria farmacéutica, pero es una batalla desigual”,situación que atribuye al conflicto de interés. En primer lugar, porque reciben muchodinero por los avisos pagos. La versión norteamericana del BMJ, que reciben 90.000médicos en ese país, se paga completamente con la publicidad. Los médicosbritánicos reciben gratis el BMJ “en parte” por este motivo. Gracias a los aportes dela publicidad, el NEJM es enviado gratuitamente a muchos hospitales en GranBretaña y el JAMA a muchos médicos de los Estados Unidos. Por otra parte, lainfluencia puede ser más sutil si se considera el contenido editorial, ya que lospropios journals médicos “se benefician por publicar artículos financiados por laindustria”. La tentación aumenta, precisamente, en relación con la publicación deimportantes ensayos clínicos, que atraen lectores, publicidad y sponsors, treselementos muy codiciados por las publicaciones. Esta situación puede afectar inclusoa los journals más prestigiosos. En palabras de Smith:

Los grandes ensayos son muy buenos para las revistas porquemédicos de todo el mundo quieren verlos, y por lo tanto es másprobable que se suscriban a las revistas que los publican. Esosensayos también traen mucha publicidad, y a las revistas les gusta

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la publicidad. Finalmente, las empresas compran un gran númerode reprints de esos ensayos. A veces gastan hasta un millón dedólares en un solo trabajo, y el margen de ganancia es enorme.(Smith, 2003: 1204)

La suerte de los journals de segunda línea es todavía más complicada, ya que lanecesidad de fuentes de financiación puede ser mayor, en un contexto en el que loscontroles pueden ser menores. Así, según explica Smith, sucede con la publicaciónde suplementos, práctica en la que no incurren “las grandes revistas semanales”,pero sí las “especializadas”. Sostiene que “[h]ay estudios que muestran que lostrabajos publicados en suplementos son de más baja calidad que los publicadosnormalmente en la misma revista” (Smith, 2003: 1205).

La situación de los médicos

En relación con los conflictos de interés de los médicos con la industria, en losEstados Unidos diversas instituciones han tomado medidas para controlarlos. Porejemplo, según cuenta el investigador italiano Giancarlo Sturloni, la AmericanMedical Student Association -que tiene unos 30.000 miembros- ha ampliado eljuramento hipocrático incluyendo el compromiso de no aceptar dinero, regalos nihospitalidad que puedan crear un conflicto de interés. También la American MedicalAssociation (AMA) ha ajustado sus recomendaciones, como las propuestasespecíficas de sus Ethical guidelines for gifts to physicians from industry.4

En ningún caso se trata, obviamente, de prescindir de lafinanciación de la industria farmacéutica, cuyo aporte a lainvestigación parece, en este momento, irremplazable: enconjunto, la industria farmacéutica, que tiene una base deoperaciones fundamental en los Estados Unidos, invierte unosU$S 30.000 millones en investigación y desarrollo (Berenson,2005). Este es un camino que parece muy difícil, si no imposible,de desandar: no parece que puedan encontrarse en los estados elcapital para financiar sustancialmente la investigación, como fue laregla en la posguerra. Se trata, simplemente, de reconocer elcambio radical en el paisaje, y de ajustar los procedimientos y loscontroles a estos cambios. Como sugiere un trabajo publicado enel BMJ, es necesario aprender “a bailar con los puercoespines”(Wagner, 2003).

Algo que está menos difundido -pero que se sabe que sucede- es que las empresasfarmacéuticas “facilitan” el trabajo de los expertos ofreciéndoles la escritura de los

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4 Ver el website de la American Medical Student Association y su PharmFree campaign de 2002, enwww.amsa.org/prof/pharmfre.cfm; y el de la American Medical Association y sus Ethical guidelines for gifts tophysicians from industry, www.ama-assn.org/ama/pub/category/589.html. Ambos citados en Sturloni (2004).

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textos que van a ser publicados con su firma. Se alega que esto se hace no paracontrolar los textos, sino meramente para facilitar el trabajo de los autores que, porcierto, no son entonces autores de los trabajos, sino meros editores -si es cierto quehacen un trabajo de edición relevante- o, más justamente, meros firmantes (Tierney,2005).

En la Argentina, un trabajo reciente de Lakoff sobre la promoción de los nuevosantidepresivos a comienzos de 2000 describe la muy comprometida situación de losmédicos en sus relaciones con la industria farmacéutica, quienes son monitoreadospor la forma como prescriben, para resultar premiados por los laboratorios conacciones de sponsorización -viajes a congresos, patrocinio de publicaciones, porejemplo- o castigados (Lakoff, 2004). Recientemente, este tema comenzó adiscutirse de manera un poco más abierta en algunos círculos en el país, a partir deltestimonio de un médico psiquiatra que ofreció su testimonio personal sobre estasituación (Pavlovsky, 2006).

La responsabilidad del periodista

El periodismo científico y médico debe tomar conciencia cabal de la importancia desu papel en este complicado escenario. Porque, además de ser fuente deinformación directa del público, es también fuente de información de los médicos, delas autoridades regulatorias y hasta de los propios expertos. Está demostrado que,en los países centrales, la aparición en los medios masivos -diarios de referencia, enespecial, pero no solamente- aumenta el índice de citación de los artículos científicospublicados en revistas con referato. En nuestro medio, observaciones informalesmuestran que la aparición en los medios puede ayudar en la obtención de fondos (enparticular, de fundaciones o actores privados). También puede verse que la apariciónreiterada en los medios en relación con temas científicos o educativos de alto perfil -clonación, o la crisis de la educación- se correlaciona muy bien con saltos haciaposiciones de alta gestión de destacados científicos: presidencia de la AgenciaNacional de Promoción Científica y Tecnológica o rectorado de la Universidad deBuenos Aires, por ejemplo.

En relación con el aumento en el índice de citación, un trabajo pionero publicadoen 1991 por Philips et al. puso a prueba lo que los autores denominaron “hipótesispublicitaria”: que la cobertura de los medios masivos de prestigio aumenta lavisibilidad -y el prestigio- de un artículo para la propia comunidad científica. Estosautores mostraron que veinticinco artículos publicados en el NEJM que habían sidomotivo de una nota periodística en The New York Times (NYT) fueron más citadospor sus colegas en la década siguiente a su publicación que otros treinta y tresartículos del NEJM utilizados como control. Si bien la diferencia en el índice decitación era mayor en el primer año, continuaba siendo significativa en los nueveaños siguientes. Para excluir la posibilidad de que fuera la relevancia del artículocientífico la que estuviera motivando los dos fenómenos -la aparición en mediosmasivos y el alto índice de citación-, consideraron también un periodo en que NYTtuvo problemas de distribución por una huelga en 1978. Comprobaron que losartículos científicos del NEJM cubiertos por NYT en ese período -que no pudieron ser

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leídos por los colegas debido a la huelga- no fueron citados más frecuentemente queotros artículos (Philips, et al., 1991).

Vincent Kiernan avanzó en la misma línea, mostrando primero cómo las oficinas deprensa de las revistas científicas toman medidas para maximizar la posibilidad de quesus artículos reciban cobertura periodística no sólo en los medios de referencia deltipo del NYT sino también en la televisión -entre otras tácticas, ofreciendo material“embargado”, es decir, anticipos de novedades con hora y día de publicación, quecoincide con la de los horarios de los noticieros vespertinos (Kiernan, 1997). En untrabajo más ambicioso, Kiernan reprodujo el enfoque de Philips et al., pero no seanalizó sólo NYT, sino que incluyó otros veinticuatro diarios, entre ellos otros diarioslíderes de alcance nacional en los Estados Unidos -como The Washington Post, LosAngeles Times, Chicago Tribune, The Miami Herald-, diarios locales -como TheOrlando Sentinel, The Charlotte Observer- y diarios influyentes pero populistas,bordeando el tabloide, como USA Today. A esta muestra de cobertura gráfica le sumóla televisión, revisando los canales ABC, CBS y NBC. También amplió el abanico depublicaciones científicas incluyendo, además del NEJM, otra importante revistamédica como el Journal for the American Medical Association (JAMA) y los dosjournals de ciencia en general más incluyentes del mundo, Science y Nature. Susconclusiones, si bien no fueron tan nítidas como las de Philips et al. -la televisión porejemplo, mostró no tener una influencia significativa- nuevamente mostraron unacorrelación positiva entre la cobertura en el NYT y los otros veinticuatro diarios, conun aumento en el índice de citación (Kiernan, 2003).

No hay estudios sistemáticos sobre cuán concientes son los periodistas científicossobre este nuevo problema del conflicto de interés, tanto en países centrales comoen países periféricos como la Argentina. Joann Rodgers, una periodista científica queda clases en el Johns Hopkins School of Higiene and Public Health, institución dondese desempeña también en el área de prensa y relaciones públicas, desde su propiaexperiencia, sostiene que los periodistas de su país, entre otros actores, “asumenque las personas involucradas en la producción de conocimiento científico respondenal modelo ideal de cómo opera la ciencia -con referato de los pares, publicación,crítica, replicación, y validación”. En su propia experiencia, entre las “agendas ocultasy conflictivas” en las instituciones científicas y las universidades se cuentancuestiones personales y conflictos entre disciplinas pero también “factorescomerciales”, “contratos de licenciamiento” y, más en general, “fuerzas del mercado”.Es decir, conflictos de interés. En su visión, “[c]uestiones corporativas, comerciales ode transferencia de tecnología están comenzando a superar la capacidad paracomunicar acerca de o para hacerse cargo de la incerteza”. En relación con laprensa, sostiene que “[e]s poco frecuente que hable con un periodista -aun unperiodista científico- que sepa que la mayoría del tiempo existen conflictos deinterés”. Destaca, sin embargo, que los “periodistas de investigación” sí lo saben(Boffey et al., 1999). Es decir, en la experiencia de Rodgers, no es el periodismoespecializado el que está mejor preparado para dar cuenta y lidiar con esta nuevarealidad. Algo similar sostiene Pignarre (2005), quien destaca en su libro sobre laindustria farmacéutica que quienes mejor conocen sobre esta problemática no son,nuevamente, los periodistas científicos sino los de negocios y economía.

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En el ámbito del periodismo científico, sin embargo, el problema no ha pasadototalmente inadvertido. Ya en la 4º Conferencia Mundial de Periodistas Científicos(4th WCSJ), realizada en octubre de 2004 en Montreal, el periodista e investigadorRay Moynihan advirtió que los periodistas están siendo utilizados por las empresasfarmacéuticas en sus tácticas promocionales. Pero representantes de paísesperiféricos replicaron que muchas veces no pueden prescindir de la información queles ofrecen los representantes de la industria, incluso en relación con viajes acongresos o instalaciones de investigación y desarrollo, a los que no podrían accederde otro modo. En el encuentro se abogó por que el WCSJ establezca un código deconducta sobre estos conflictos de interés del periodismo especializado (Shanahan,2004).

Son muchas las actividades de marketing, prensa y relaciones públicas a través delas cuales las empresas farmacéuticas buscan influir sobre los periodistas. Algunascoinciden con las actividades dirigidas a médicos o policymakers, o impactan a suvez sobre estos actores. Entre estas actividades, que sólo en los Estados Unidosimplican gastos anuales que han sido estimados en entre U$S 12.000 y 15.000millones (Blumenthal, 2004), se cuentan:

- Avisos comerciales con aspecto de nota periodística y suplementosespeciales. Las agencias de publicidad pueden contratar espacios comerciales enmedios y publicar piezas publicitarias con formato de nota. En la Argentina se losllama “publinota” y suelen ser diferenciadas de las páginas de contenido editorial conuna breve leyenda, del tipo “Espacio comercial”, presentado en la forma de un cintillomuy discreto en el margen superior de la página. También es posible contratar unsuplemento especial completo, que se distingue de la misma forma. Cada mediotiene su propia política para contratar estos espacios, determinar qué actor provee loscontenidos y diferenciar a través de la diagramación estas secciones que son,simplemente, secciones comerciales. Está claro que se trata de una prácticaproblemática: además de que los lectores distraídos pueden no advertir que estánleyendo un espacio comercial cuando leen estas “notas”, una situaciónparticularmente irregular que puede darse es que cuando los periodistas del mediopreparan los textos para las publinotas no adviertan a los entrevistados sobre estehecho, haciéndoles creer que serán citados en una nota periodística. Hace poco pasóesto en el NYT, cuando una periodista que hizo pública su lucha con el desordenbipolar dio su testimonio a un periodista de ese medio, sin saber que estabapreparando un special advertising supplement, es decir, un suplemento comercial(Los Angeles Times, 2006). Una tercera posibilidad, aún más confusa y preocupante,son los suplementos especiales que no se presentan como comerciales sino comoeditoriales, pero que en realidad son planificados desde el área comercial del medio.Estos suplementos suelen ser propuestos, en particular, en fechas donde se esperauna gran oferta de publicidad -tomando un ejemplo de la sección de educación, enfebrero o marzo, con la inscripción a carreras. El área comercial advierte apotenciales avisadores que se está preparando un suplemento especial, digamos,sobre posgrados. Y luego, sugiere a la redacción que contacte a las instituciones quecontrataron espacios de publicidad para que sean las consultadas en las notas queconstituyen el corazón periodístico del suplemento.

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- Campañas de prensa. Consisten en ofrecer información en la forma decarpetas muy completas en relación con, por ejemplo, la próxima o recienteprobación de un medicamento o un procedimiento terapéutico. Estas carpetas suelenincluir un press release, es decir, un texto en formato periodístico con la informaciónnecesaria para escribir las notas y el framing -es decir, la manera de presentar lainformación- ya predeterminado, más el o los papers involucrados, másdeclaraciones de destacados expertos internacionales y nacionales que facilitan eltrabajo del periodista. También, por supuesto, se facilita el acceso a los expertos paraque sean entrevistados. Algo de esto es descripto por Lakoff (2004) en su trabajosobre el marketing de los nuevos antidepresivos en la Argentina en 2001.

- Viajes. Como parte de las campañas de prensa pueden incluirse viajes a loscongresos donde se hacen las presentaciones, incluso a simposios o jornadasparalelas, donde se habla específicamente del medicamento o tratamiento encuestión. Los médicos también suelen ser invitados a esos viajes, en mayoresnúmeros.5

- Campañas de awareness, para ampliar la percepción de determinadoproblema de salud, que es justamente aquél para el que el laboratorio tiene unmedicamento.6 De esta manera se busca ampliar la población de pacientes target.Esta táctica es muy inteligente, porque un periodista casi no tiene excusa paraoponerse a ser parte de un esfuerzo que está destinado a despertar conciencia sobreun problema de salud. Se apela a dos funciones del periodismo de ciencia y salud:información y servicio. Habitualmente este tipo de campañas se basan enestimaciones de prevalencia de enfermedades o problemas médicos que tienden asobredimensionar la cifra de potenciales pacientes. Un trabajo reciente muestracómo, en relación con la disfunción eréctil, en la campaña de Pfizer para Viagra enEstados Unidos se extrapolaron de manera bastante cuestionable los resultados deun trabajo, para terminar sosteniendo que tanto como el 52% de la poblaciónmasculina de entre 40 y 70 años de ese país sufre de ese problema (Lexchin, 2006).Estas campañas tienen un papel central en las estrategias de disease mongering, esdecir, la creación o aumento de la importancia de las enfermedades, y la ampliacióndel alcance de lo que consideramos enfermedad.7

- Apoyo a organizaciones de pacientes, las cuales, a su vez, hacen lobby sobrelas autoridades de salud. Con respecto al periodismo, estas organizaciones -sin fines

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5 Lakoff (2004: 255) cuenta que en el encuentro de la American Psychiatric Association de 2001, el mayorcontingente extranjero provenía de la Argentina, con más de quinientos psiquiatras presentes, “la enormemayoría de los cuales había recibido invitaciones pagas de empresas farmacéuticas”.6 Lakoff (2004) menciona la “Semana de los trastornos de ansiedad”, cofinanciada por un laboratorio nacionaly realizada en agosto de 2001. 7 Disease mongering es “la venta de enfermedades que amplía las fronteras de las enfermedades, y aumentael mercado para aquellos que venden y dan tratamientos.” Entre otras tácticas de disease mongering se handescripto: “aspectos de la vida común, como la menopausia, medicalizados”, “problemas menorespresentados como enfermedades graves” -como el síndrome de colon irritable-, “y factores de riesgo como elcolesterol alto o la osteoporosis presentados como enfermedades” (Moynihan y Henry, 2006).

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de lucro y que persiguen fines percibidos como nobles y desinteresados- promuevencampañas de awareness, además de ofrecer testimonios para que los periodistastengan casos concretos sobre los que escribir.

- Concursos de periodismo. Con esta actividad, se busca impactar en variosniveles de las redacciones periodísticas, conformando una estrategia que apela a lavanidad de los que concursan, los jurados y los medios en los que trabajan juradosy concursantes. Esta actividad permite que estos tres niveles de actores involucradosen la producción de noticias y la decisión sobre el espacio y la importancia que se daa cada noticia se conviertan en interlocutores “abordables” y “amigables” para losagentes de prensa y relaciones públicas, además de asociar al laboratorio promotorcon una iniciativa noble, como es reconocer y promover la calidad del trabajoperiodístico.

- Falsas o irrelevantes polémicas y oposiciones. Esta táctica busca llevar a laesfera pública al producto o servicio que se quiere promocionar en el centro de undebate. Se sabe que las polémicas son muy noticiables.8 De esta manera se logra unmás alto perfil del lanzamiento, además de controlar el framing periodístico demanera muy sutil. Por ejemplo, si se trata de un nuevo medicamento, puede logarsede esta manera que éste se transforme, de un producto de una poderosamultinacional, de alto precio, en una presunta víctima de la oposición de grupososcurantistas o, como mínimo, de funcionarios desinteresados por el bien público.Esto pudo verse recientemente, en la forma como se promovió la primera vacunacontra el HPV: tanto medios locales como internacionales de prestigio como la BBCaludieron a la oposición de sectores conservadores en Estados Unidos a que estavacuna entrara en el calendario oficial sosteniendo que pueden favorecer lapromiscuidad. Entre tantas cosas que se podrían decir, ¿por qué hay espacio paraésta? Este tipo de tácticas no han sido descriptas específicamente para la industriafarmacéutica -por lo menos, hasta donde sabemos- pero sí para la cinematográfica.9

¿Cuál es el grado de conciencia del periodismo científico y médico de la Argentinaen relación con este problema? ¿Cuál ha sido la respuesta de nuestros mejoresperiodistas? Si bien no se ha encarado todavía una revisión sistemática de cuál es elgrado de conocimiento de nuestros periodistas sobre este problema y qué medidasse están tomado para controlarlo -y es poco probable que se haga en lo inmediato,dada la escasez de investigación en el área de la comunicación pública de la cienciaen nuestro país- hay indicios de que el problema no ha sido suficientementeidentificado. Así, un reciente relevamiento sobre la cobertura de temas ciencia ytecnología en diarios de la Argentina que incluyó, por cierto, temas de salud, concluyóque:

8 Sobre el valor de la polémica en el trabajo periodístico, ver Tannen (1998).9 Offedu (2006) alude a las estrategias de promoción de los films El Código Da Vinci y La pasión de Cristo,en las que las propias filmográficas promovieron las discusiones -incluso con sofisticados expertos- paraalimentar el interés por el film, a la vez que para controlar a los opositores.

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En líneas generales la forma predominante del periodismo estátodavía más orientada hacia la difusión de información sobreinvestigaciones científicas y tecnológicas que a la interpretación delos significados, alcances, límites y consecuencias de las mismas.Los conflictos de intereses, las controversias científicas, lasinvestigaciones parciales o no concluyentes y, también, lainvestigación reñida con la ética, tienen una presencia muchomenor en el perfil de la agenda periodística. (SECYT, 2006: 40)

Es conocido que el interés por la noticia -que pone a los periodistas en la necesidadde cubrir lo que ocurrió ayer, no lo que está ocurriendo desde hace meses o años, yque por lo tanto favorece la difusión de eventos puntuales y descontextualizados, quemás fácilmente pueden presentarse como “noticiosos”- , así como la exigencia de lasfechas y horarios de cierre que resultan de ello, potenciado con la complejidadcaracterística de los temas de ciencia, implica el riesgo cierto para los periodistas determinar confiando en agentes que acercan a las redacciones materialesprefabricados, cuyo origen -del que dependen su rigor y confiabilidad- no siempre esidentificado de manera clara (Nelkin, 1995; Crossen, 1996). En un trabajo clásicosobre el periodismo cientifico, Nelkin (1995: 107) critica la tendencia de losperiodistas científicos de los países centrales a confiar demasiado en la informaciónpreparada por las oficinas de prensa y relaciones públicas: “aquellas fuentes quepueden proveer información de manera eficiente y predecible -habitualmente,agentes de relaciones públicas- son las que con mayor probabilidad podrán ejercerinfluencia en la escritura de la noticia”.

Como hemos discutido más extensamente en un reciente artículo (Vara y Hurtadode Mendoza, 2004), el pequeño tamaño y el bajo presupuesto de las secciones deciencia en las redacciones argentinas -en los medios que tienen secciones, que noson todos- aumenta el espacio para la influencia que las agencias y oficinas deprensa y relaciones públicas pueden ejercer. Este es un tema muy delicado en laactualidad, debido al importante crecimiento de las actividades de relaciones publicasen todo el mundo. Como relata Stuart Ewen (1998), las oficinas de relacionespúblicas fueron creadas en los países centrales en los años treinta, como parte de unesfuerzo por mejorar la imagen de las empresas tras el crack financiero. Desde elcomienzo, la ciencia jugó un papel importante en estos esfuerzos.

La irrupción de este nuevo actor y su creciente influencia sobre los medios provocóla reacción del periodismo, que buscó limitar el impacto de las prácticas de relacionespúblicas a través del dictado de normas éticas que controlaran el trabajo de losperiodistas. Existen así códigos de ética, enunciados tanto por las sociedadesprofesionales como específicamente por los mismos medios. Por ejemplo, el diarionorteamericano Washington Post exige a sus periodistas que se mantenganapartados de la política, mientras que el Wall Street Journal prohíbe a los suyos quereciban un estipendio de empresas por dar conferencias. Y una encuesta realizadapor la Society of Professional Journalists en 1980 en medios de los Estados Unidosmostró que la mitad de los editores prohíbe a sus periodistas aceptar viajes

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gratuitos.10 Hoy, por ejemplo, la política del NYT es tan dura que contemplarecomendaciones muy precisas sobre qué deben hacer sus periodistas endeterminadas situaciones, como cuando son invitados a comer gratis en el comedorcorporativo o volar en el avión de una empresa.11

Este último punto es notable, ya que el escrúpulo de los editores de los paísescentrales no tiene un correlato inmediato en la Argentina, donde de manera rutinarialos periodistas científicos -entre otros- son invitados a congresos y todo tipo deactividades por parte de empresas, que se aseguran así la cobertura del tema queles interesa -lo cual, obviamente, tiene que ver con alguno de sus productos. Ejemplode esto son los lanzamientos de estudios sobre una nueva droga o tratamientoterapéutico, que se realizan en el marco de muy serios y prestigiosos congresos,muchos de los cuales son organizados en las ciudades más atractivas del mundo -París, Florencia, Berlín, Nueva York-, congresos a los que -sin importar su relevancia-los periodistas científicos argentinos no podrían asistir.12

Para comprender este problema es importante tener en cuenta que, si bien escierto que los medios importantes del país tienen corresponsales en las capitalesglobales -Washington y Nueva York, Londres, París o Madrid, por mencionar lasmejor cubiertas- y que no es imposible que además destaquen “enviados especiales”para cubrir eventos de particular interés, también es verdad que son contadísimas lasveces en que un tema de ciencia alcanza ese relevancia ante los ojos de los editores-y consigue ese financiamiento. Es decir que estas invitaciones interesadas son lasúnicas posibilidades que tiene un periodista científico argentino para asistir a uncongreso internacional que se realice fuera del país. En este sentido, aceptar lainvitación y concurrir al congreso, aprovechando la ocasión para tomar contacto conprofesionales y científicos de primera línea, renovar el archivo de bibliografía yactualizarse sobre la especialidad es un servicio que el periodista hace a suformación -y, por lo tanto, a sus lectores. Como sucede con muchos periodistascientíficos de países periféricos, y como se discutió en la 4th WCSJ, ya mencionada,de alguna manera el periodista tiene que decidir entre afrontar el riesgo y soportar elinevitable bias derivado del conflicto de interés, o no tener acceso a esas fuentes(Shanahan, 2004).

10 Citado en Rivers et al. (1980).11 Esta es la política del NYT: “El Times paga los gastos cuando sus representantes se relacionan con susfuentes de información (incluyendo miembros del gobierno) o viajan para cubrir las noticias. En algunosencuentros de negocios y en algunas culturas, puede ser inevitable aceptar una comida o bebida pagada poruna fuente. Por ejemplo, un periodista del Times no necesita declinar cada invitación para entrevistar a unejecutivo en el salón de almuerzo privado de una empresa, donde es imposible pagar la cuenta. Sin embargo,cuando sea posible, el periodista debe proponer comer donde el Times puede pagar. (...) Los miembros delstaff no pueden aceptar viajes gratis o con descuento, excepto cuando las circunstancias nos dan pocas oninguna posibilidad de elección. Entre ellas se cuentan algunas expediciones científicas o militares, u otrosviajes en los que otras opciones pueden no ser posibles -por ejemplo, un vuelo en un avión corporativodurante el cual se entrevista a un ejecutivo de la empresa” (The New York Times, 2004: 10-11).12 Hablo aquí a partir de mi propia experiencia de más de quince años como periodista científica en diversosmedios de la Argentina, como free lance y como miembro de staff en la posición de redactora y editora, a laque se suma el conocimiento del modo de trabajo en las redacciones donde se desempeñan mis colegas.

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Ante este tipo de ofertas -que, insistimos, representan ocasiones importantes parala formación del periodista- editores y periodistas elaboraron normas formales einformales para mantener algún tipo de objetividad y balance, que pueden estarexplicitadas en su manuales de estilo o, simplemente, sustentadas en prácticas derutina.13 Un criterio utilizado habitualmente con respecto a los viajes, por ejemplo, esque no se acepten invitaciones para cubrir temas que no se consideren rigurosos yrelevantes.14 Parece una medida razonable, ya que impone un estándar mínimo quesuele estar en consonancia con los criterios del periodismo científico profesional:publicación en revista con referato, expertos de instituciones de primera línea,presentación en un congreso especializado, entre otros (Blum y Knudson, 1997). Sinembargo, que se cumpla con este estándar mínimo no alcanza para superar elmalentendido en el que pueden caer los lectores frente a la información transmitida.La noticia que se cubre, en este contexto, adolece de dos sobredimensionamientos:en primer lugar, el congreso adquiere una magnitud que puede no tener. ¿Por que seeligió cubrir ése, en lugar de otros muchos tan o más significativos que se realizaronel mismo año? Y, más importante: ¿por qué se cubrió tal o cual presentación -laauspiciada por la empresa que hizo la invitación-, entre los cientos de presentacionesque se realizaron en el congreso? A esto se agrega que, en ocasiones, en el cuerpode la nota no se aclara que el periodista fue invitado por una empresa y -más graveaún- que la firma puede estar acompañada del calificativo “enviado especial”, lo queinduce a los lectores a pensar que fue el propio medio el que pagó el viaje, porconsiderar que el congreso -y esa noticia en particular- eran especialmenterelevantes.

En resumen, se trata de una situación compleja, que no admite solucionesapresuradas. ¿Cómo lograr el acceso a la información, asegurar su calidad,presentarla de manera balanceada y crítica cuando aun las fuentes más calificadaspueden presentar conflictos de interés y biases? Ante esta compleja realidad, unaONG internacional con base en Australia preocupada por la calidad del periodismomédico, Media Doctor, elaboró una serie de pautas evaluar la calidad de los artículosperiodísticos sobre temas de salud. Son las siguientes (citado en Schwitzer et al.,2006: 78):

- Si el tratamiento es realmente nuevo.- La disponibilidad del tratamiento en el país.

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13 Por ejemplo, en su Manual de Estilo y Ética Periodística, el diario La Nación explica su política generalfrente a las invitaciones de este tipo. En primer lugar aclara, al comienzo del capítulo sobre “Principios éticosy de conducta profesional”, que el diario no acepta “presiones” de ningún sector: “La Nación sostiene que elrecibir información es uno de los derechos fundamentales del ser humano y que el ciudadano puede exigirque las noticias publicadas por los medios sean veraces y las opiniones, honestas y libres de presionesprovenientes del sector público y privado”. Luego, en el parágrafo sobre “Gratificaciones, dádivas yretribuciones” sostiene más específicamente: “Los redactores suelen ser invitados a viajar al extranjero, yapara cubrir informaciones que se producirán durante el viaje o en su destino, ya para exposiciones, festivales,etcétera. En todos los casos, las invitaciones serán dirigidas a las autoridades que —según las convenienciasy necesidades- designarán al periodista que viajará” (La Nación, 1997: 45-46).14 Este criterio es habitualmente explicitado por redactores y editores en el trabajo cotidiano o enconversaciones ante colegas.

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- Si se mencionan tratamientos alternativos.- Si hay evidencia de disease monegring en la noticia.- Si hay evidencia objetiva para apoyar el tratamiento.- Cómo se encuadran [framing] los beneficios del tratamiento (en términos relativos oabsolutos).- Si se mencionan daños del tratamiento en la noticia.- Si se mencionan los costos del tratamiento en la noticia.- Si se mencionan las fuentes de información y cualquier conflicto de interés conocidoen el artículo.- Si los periodistas se apoyaron en el press release para escribir la noticia.

En base a algún decálogo de este tipo que va más allá de los criterios profesionalesclásicos ya mencionados, los periodistas que cubren temas de ciencia, tecnología ysalud podrían comenzar a pensar un modo de controlar los conflictos de interés ensus propias notas. Varios de ellos, nos consta, ya lo hacen. En síntesis, resultaurgente la toma de conciencia acerca de la creciente presencia de conflictos deinterés en la ciencia en general, para que el periodismo científico y médico de laArgentina -que se encuentra, como vemos, involucrado en estas cuestiones- puedacomenzar a pensar cómo se deben manejar estos conflictos de modo de seguirsirviendo de manera creíble al público. No es en vano recordar que en las sociedadesdemocráticas -en particular, en las democracias frágiles de los países en desarrollo,incluyendo especialmente nuestra región-15 el periodismo es en muchos casos elúltimo recurso para poner en evidencia los intereses políticos y económicos quebuscan influir sobre la opinión pública.

15 Sobre el papel del periodismo como guardián de la calidad democrática y denuncia de la corrupción enAmérica del Sur en años recientes, ver Waisbord (2000).

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Ana María Vara

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