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PENSAMIENTOS DEL PADRE HURTADO .

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PENSAMIENTOS DEL PADRE HURTADO.

P. Juan Carlos Ayala Arredondo O.S.A.

TEMAS ESPIRITUALES.

EL HAMBRE DEL ALMA HUMANA.

“Nuestra alma es espiritual… nuestro espíritu es simple, indestructible, incorruptible… creado por Dios a su imagen y semejanza. Con hambre irresistible de bien, de bueno, de bello, de verdadero: siempre pide más y más. Lo de San Agustín en el inicio de las Confesiones: “Porque nos has hecho, Señor para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que repose en ti” (Conf. 1, 1, 1). Todo lo de aquí abajo lo cansa, no lo llena. Por más grande que sea su amor, siempre le queda una apetencia para algo mayor. Por eso que el hombre es el rey de la creación. Porque es el único capaz de comprender y de tender a lo infinito… Vivir… recordar nuestro destino: lo Infinito.”

PALABRAS DEL PADRE HURTADO. (Un “Disparo a la Eternidad”, 3ª Edición, Pág. 58)

ENTRAR EN NUESTRO INTERIOR.

“Los momentos muertos, esos instantes preciosos en que no hay nada definido que hacer: Volver interiormente al corazón… Son el secreto de la santidad: el alma de la vida interior. Hacerse familiar al recurso a Dios para hablar con Él, durante todo el día, y a propósito de todo. En los carros, en las esperas, saber ver los acontecimientos como venidos de su mano.” A lo mismo nos llama San Agustín cuando nos dice: “Deja siempre un pequeño margen para la reflexión, margen para el silencio. Entra dentro de ti mismo y deja atrás el ruido y la confusión. Busca en tu intimidad y trata de encontrar ese dulce rincón escondido del alma, donde libre de ruidos y argumentos, no necesitas entablar disputas sin término contigo mismo para salirte siempre con la tuya. Escucha la voz de la Verdad en reflexión y en silencio para que logres entenderla” (Sermón 52, 19, 22).

PALABRAS DEL PADRE HURTADO. (Cfr. Un “Disparo a la Eternidad”, 3ª Edición, Pág. 112)

LA ORACIÓN.

“Somos sedientos de Dios. Felizmente es así. Nos creó el Señor para Él y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en Él, nos dirá San Agustín en sus Confesiones (Conf. 1, 1, 1)… Hay un hambre de ÉL; y de ahí que cuando uno no hace su oración siente una sequedad, un vacío, un disgusto, que es como una campana, es la voz misma de Dios que nos llama a volver a Él. Feliz aquel que es dócil. Desgraciado del que la desoye, porque la voz del Señor no es como el trueno, ni como el cañonazo de manera que esa voz irá haciéndose cada vez más lejana y terminará por apagarse. Pobrecito de aquel en quien se ha apagado, cuyo hilo de teléfono con el cielo está cortado. Y sentarse en la iglesia, arrodillarse y aburrirse, y sentirse en el vacío donde todo es lo mismo. Pero aunque así sea, que no desespere, porque si humildemente ora, podrá reparar la línea, porque Dios es tan bueno que basta que nos vea trabajando para que inmediatamente mande reparar los desperfectos y nos de línea… será trabajo de más o menos tiempo, pero la comunicación quedará restablecida.”

PALABRAS DEL PADRE HURTADO. (Un “Disparo a la Eternidad”, 3ª Edición, Pág. 114 – 115)

EL FRUTO DE LA ORACIÓN.

“Esta vida de oración ha de llevar, pues, al alma natural y llanamente a entregarse a Dios, al don completo de sí mismo. Muchos pierden años y años en trampear a Dios. La mayor parte de los directores espirituales no insisten bastante en el don completo. Dejan al alma en ese comercio mediocre con Dios; piden y ofrecen prácticas piadosas, oraciones complicadas. Eso no basta para vaciar al alma de si misma, eso no la llena, no le da sus dimensiones, no la inunda de Dios. No hay más que el amor total, que dilate al alma a su propia medida. Es por el don de sí mismo que hay que comenzar, continuar y terminar. Hay que realizarlo de una vez y rehacerlo hasta que sea como connatural. Entonces el alma se dará con gran paz, se dará a propósito de todo, sin reflexionar, como el heliotropo se vuelve naturalmente hacia el sol.

Darse es cumplir justicia.

Darse es ofrecerse a sí mismo y todo lo que tiene.

Darse es orientar todas sus capacidades de acción hacia el Señor.

Darse es dilatar su corazón y dirigir firmemente su voluntad hacia el que los guarda.

Darse es amar para siempre y de manera tan completa como se es capaz.

Cuando uno se ha dado, todo parece simple. Se ha encontrado la libertad y se experimenta toda la verdad de la palabra de San Agustín: “Ama y haz lo que quieras” (Comentario a la carta de San Juan 7,8)”.

PALABRAS DEL PADRE HURTADO. (“Siempre en contacto con Dios”, en www. Santuariopadrehurtado.cl)

EQUILIBRIO ENTRE LA ORACIÓN Y LA ACCIÓN.

“Sería peligroso sin embargo, bajo el pretexto de guardar contacto con Dios, refugiarnos en una pereza soñolienta, en una quietud inactiva. Entra en el plan de Dios el ser estrujado… La caridad nos urge de tal manera que no podemos rechazar el trabajo; consolar un triste, ayudar un pobre, un enfermo que visitar, un favor que agradecer, una conferencia que dar; dar un aviso, hacer una diligencia, escribir un artículo, organizar una obra, y todo esto añadido a las ocupaciones de cada día, a los deberes cotidianos. Si alguien ha comenzado a vivir para Dios en abnegación y amor a los demás, todas las miserias se darán cita en su puerta. Si alguien ha tenido éxito en el apostolado, las ocasiones de apostolado se multiplicarán para él. Si alguien ha llevado bien las responsabilidades ordinarias, ha de estar preparado para aceptar las mayores. Así nuestra vida y el celo por la gloria de Dios nos echan a una marcha rápidamente acelerada, que nos desgasta, sobre todo porque no nos da el tiempo para reparar nuestras fuerzas físicas o espirituales… y un día llega en que la máquina se para o se rompe. ¡Y donde nosotros creíamos ser indispensables se pone otro en nuestro lugar!... Con todo esto, ¿podríamos rehusar? ¿No era el amor de Cristo lo que nos urgía?... y darse a los hermanos ¿no es acaso darse a Cristo?... Mientras más amor hay, más se sufre: el deseo de hacer el bien, siempre el bien, de socorrer a los desgraciados, de siempre enseñar… todo esto no se puede realizar sino en ínfima medida. Aun rehusándonos a mil ofrecimientos, imponiéndose una línea de frecuentes rechazos, queda uno desbordado y no nos queda el tiempo de encontrarnos a nosotros mismos y de encontrar a Dios. Doloroso conflicto de una doble búsqueda: la del Plan de Dios que hemos de realizar en nuestros hermanos y la búsqueda del mismo Dios que deseamos contemplar y amar; conflicto doloroso que no puede resolverse sino en el amor que es indivisible… Si uno quiere guardar celosamente sus horas de paz, de dulce oración, de lectura espiritual, de oración tranquila… temo que fuéramos egoístas, servidores infieles. La caridad de Cristo nos urge; ella nos obliga a entregarle acto por acto, toda nuestra actividad, a hacernos todo a todos ¿Podremos seguir nuestro camino tranquilamente cada vez que encontremos agonizante en el camino al hombre, para el cual somos el único prójimo?” (Ya San Agustín decía: “la oración que no lleva a la acción es una mentira” (Comentario al Salmo 149, 8), pero con todo insistía en que hay que orar porque para él la oración era “la fortaleza del hombre y la debilidad de Dios). “Pero, con todo, orar, orar… Pero, con todo… Cristo se retiraba con frecuencia al monte. Antes de comenzar su ministerio se escapó 40 días al desierto. Cristo tenía claro el plan divino, y no realizó sino una parte; quería salvar a todos los hombres (de todos los tiempos) y sin embargo, no vivió entre ellos sino tres años. Quería ardientemente la salvación de todos sus contemporáneos, pero no evangelizó sino una pequeña porción de judíos. Y cuando lo apremiaban decía: “Mi hora aún no ha llegado”. Cristo no podía sufrir ningún detrimento espiritual por su acción, ya que su unión al Padre era completa y continua. Cristo no tenía necesidad de reflexionar para cumplir la Voluntad del Padre: conocía todo el Plan de Dios, el conjunto y cada uno de sus detalles. Y sin embargo se

retiraba a orar. Él quería dar al Padre un homenaje puro de todo su tiempo, ocuparse de Él solo, para alabarle a Él solo y devolverle todo. Quería delante de su Padre, en el silencio de la soledad reunir en su corazón misericordioso toda la miseria humana para hacerla más y más suya, para sentirse oprimido, para llorarla. El quería en su vida de hombre afirmar el derecho soberano de la divinidad; Él quería como cabeza de la humanidad unirse más íntimamente a cada existencia humana, fijar su mirada en la historia del mundo que quería salvar… Cristo que rectifica toda la actividad humana no se dejó arrastrar por la acción. Él, que tenía como nadie el deseo ardiente de la salud de sus hermanos, se recogía y oraba… Nosotros no somos sino discípulos y pecadores ¿Cómo podremos realizar el Plan Divino si no detenemos con frecuencia nuestra mirada sobre Cristo y sobre Dios? Nuestros planes, que deben ser parte del Plan de Dios, deben cada día ser revisados, corregidos. Esto se hace sobre todo en las horas de calma, de recogimiento, de oración… Después de la acción hay que volver continuamente a la oración para encontrarse a sí mismo y encontrar a Dios; para darse cuenta, sin pasión, si en verdad caminamos en el camino divino, para escuchar de nuevo el llamado del Padre, para sintonizar con las ondas divinas, para desplegar las velas, según el soplo del Espíritu. Nuestros planes de apostolado necesitan control y tanto mayor mientras somos más generosos. ¿Cuántas veces queremos abrazar demasiado, más de lo que pueden abrazar nuestros brazos? ¡Hay que reducir aún las ambiciones apostólicas, para hacer bien lo que se hace! Lo demás ha de expresarse en oraciones, pero su ejecución hay que dejarla a Dios y a los otros… Para guardar el contacto con Dios, para mantenerse siempre bajo el impulso del Espíritu, para no construir sino según el deseo de Cristo, hay que imponer periódicamente restricciones… La acción llega a ser dañina cuando rompe la unión con Dios. No se trata de la unión sensible, pero sí de la unión verdadera, la fidelidad hasta en los detalles al querer divino. El equilibrio de las vidas apostólicas sólo se puede obtener en la oración. Los santos guardan el equilibrio perfecto entre una oración y una acción que se compenetran hasta no poder separarse, pero todos ellos se han impuesto horas, días, meses en que se entregan a la santa contemplación. En esta contemplación aprendemos a no tener más regla de nuestro querer que el querer divino. Si nuestros planes sobrepasan el querer divino, consolémonos, hombres de corta visión, agradezcamos a Dios de habernos asociado a su obra en el sector de la humanidad que a cada uno nos muestra, pequeño para algunos, amplio para otros. Al querer ensancharlo a nuestro gusto y no al gusto divino no haríamos más que fracasar. Después de todo, nuestra actividad ¿No nos une enteramente a la oración divina que salva al mundo? Al desear con todo nuestro deseo lo que Dios quiere, nos asociamos a todo lo que Él hace en la humanidad y lo realizamos en Él.”

PALABRAS DEL PADRE HURTADO. (“Siempre en contacto con Dios”, en www. Santuariopadrehurtado.cl)

TEMAS PASTORALES

LA URGENCIA DE SER UN APÓSTOL.

“San Agustín, a los que lastimosamente lamentaban la corrupción de los tiempos, sin hacer otra cosa por corregirlos, les decía: “Decís vosotros que los tiempos son malos, sed vosotros mejores y los tiempos serán mejores: vosotros sois el tiempo” (Sermón 80,8). Los que son apóstoles pueden decir como nadie: nosotros somos el tiempo. Lo que seamos nosotros eso será la cristiandad de nuestra época… De los apóstoles depende… que si hoy hay vicio, mañana reine la virtud; que los jóvenes que hoy se agotan en la impureza, renazcan a una vida digna; que los hogares desunidos vuelvan a unirse; que los ricos traten con justicia y caridad a los pobres. Junto al apóstol brotan las obras de bien. Las lágrimas se enjugan y se consuelan tantos dolores. ¡Qué vida, aún humanamente considerada, puede ser más bella que la vida de un apóstol! … las proyecciones del apostolado son inmensamente mayores si consideramos su perspectiva de eternidad. Las almas que se agitan y claman en las plazas y calles tienen un destino eterno: Son trenes sin freno disparados hacia la eternidad. De mí puede depender que esos trenes encuentren una vía preparada con destino al cielo o que los deje correr por la pendiente cuyo término es el abismo. ¿Podré permanecer inactivo cuando mi acción o inacción tiene un alcance eterno para tantas almas? “La caridad de Cristo nos urge” decía San Pablo (2 Cor 5,14). La salvación depende, hasta donde podemos colegirlo, en su última aplicación concreta, de la acción del apóstol.”

PALABRAS DEL PADRE HURTADO. (Un “Disparo a la Eternidad”, 3ª Edición, Pág. 104 – 105)

LA AUTOESTIMA.

“El desgano es la gran dificultad en el plan de cooperación: “Yo no valgo nada”; “¡Lo mismo da que lo haga o no lo haga!”; “¿Vale la pena mi modesto trabajo?”; “No hago falta a nadie”… 5.000 hombres más las mujeres y los niños, ya tres días hambrientos… ¿Comida? Se necesitan 200 denarios: el sueldo de un año de un obrero… 5 panes y 2 peces pero, ¿Para qué va a servir esta miseria? Es nuestro mismo problema la desproporción… ¡Y qué panes! De cebada, duros como piedra. ¡Y qué peces! De lago, blandos, chicos, llevados en un saco por un chiquillo, de hace tres días, con ese calor y esa apretura… ¡Eso sí que era poca cosa! ¿Desprecia el Señor esa oblación? No, con su bendición alimenta a todos y sobra… El muchacho accedió a dar a cristo su pobre don, ignorando que iba a alimentar a toda esa muchedumbre. Él creyó perder su bien, pero lo halló sobrado y cooperó al bien de los demás. Yo… como esos peces (menos que esos panes) machucados, quizás descompuestos; pero en manos de Cristo mi acción puede tener alcance divino. Recuerda a San Ignacio, San Agustín… ruines pecadores que fueron convertidos en alimento de millares que han comido, y seguirán alimentándose de ellos… ¿Soy gota de agua? Piérdame en el cáliz. Puedo mucho si estoy en Cristo, si coopero con Cristo… Si me doy, seré transubstanciado”.

PALABRAS DEL PADRE HURTADO. (Un “Disparo a la Eternidad”, 3ª Edición, Pág. 136 – 137)

COLABORADORES DE DIOS.

“La comunión de los santos nos acarrea un inmenso deber: la suerte de la Iglesia está en nuestras manos. La Iglesia no es sólo Cristo, sino Él y los fieles. Nosotros somos responsables de la Iglesia colaboradores de Dios en la gran edificación del Cuerpo del Señor, en la redención y santificación de la humanidad.“Maravillosamente expone esta idea Karl Adam cuando dice: “El ser esencial de la Iglesia debe realizarse y expresarse no sin los fieles, sino por ellos. En sus miembros y por ellos debe afirmarse y perfeccionarse el Cuerpo de Cristo. Para los fieles, la Iglesia no es únicamente un don, es también un deber. Tienen ellos que preparar y cultivar la tierra buena en la que la semilla del Reino de Dios pueda germinar y prosperar. En otros términos: la vida de la Iglesia, el desarrollo de su fe y de su caridad, la elaboración de su dogma, de su moral, de su culto y de su derecho, todo esto está en estrecha dependencia de la fe y de la caridad personal de los miembros del Cuerpo de Cristo. Por la elevación y el abatimiento de su Iglesia en la tierra, Dios recompensa el mérito o castiga el desmérito de los fieles. Puede decirse con San Pablo (Ef. 2,21 – 22), que la Iglesia fundada por Cristo, es edificada también por la obra común de los fieles. Trabajemos siempre en edificar el templo de Dios y precisamente aquí abajo, trabajemos en su casa, es decir, en la Iglesia, dice san Agustín con profundidad. Dios ha querido una Iglesia cuyo pleno desenvolvimiento y perfección fuesen fruto de la vida sobrenatural, personal de los fieles, de su oración y de su caridad, de su fidelidad, de su penitencia, de su abnegación. Por eso no la ha establecido como institución acabada, perfecta desde el comienzo, sino como algo incompleto que deja siempre lugar e invita siempre a un trabajo de perfección” (Humanismo Social, p. 278)”.

PALABRAS DEL PADRE HURTADO. (MORAL SOCIAL, Ed. U. C. de Chile, Santiago, 2004, Pág. 394)

TEMAS PEDAGÓGICOS.

EDUCAR EN LIBERTAD.

“Es más fácil gobernar a los niños como autómatas, imponerles una conducta y una sanción si no la cumplen, pero esa no es preparación para la vida. Dar responsabilidades supone exponerse de antemano a irresponsabilidades. Las primeras experiencias de la libertad llevan a abusos de la libertad. Esto debe preverlo el educador, para que no se amargue cuando lleguen esas realidades que a tantos desconciertan. No constituyen un fracaso. El gran fracaso es por miedo a los fracasos no poner al niño en posibilidad de éxito o de fracaso. Ayúdelo a hacer recto uso de su libertad pero no la suprima”. Este mismo pensamiento lo encontramos en San Agustín: “Nadie que actúe por la fuerza actúa bien, aun siendo bueno lo que hace, ya que no son las imposiciones desde fuera las que hacen responder libremente a la persona, sino las que nacen de su interior”. (Cat. Rud. 12,19). No dejar decir para que no haya error, no dejar elegir para que no haya equivocación, no dejar hacer para que después no haya dolor o disolución: no puede hacerse. “No es Agustín de los fácilmente dispuestos a sacrificar el don, para evitar sus riesgos: de sofocar la libertad, para prevenir el libertinaje; de asumir la responsabilidad del ser humano so pretexto de que es, o puede ser, un irresponsable”(1). De hecho Agustín comprende que esta ha sido la pedagogía divina: para evitar el riesgo Dios no retuvo el Don. Dios sabía lo que iba a pasar, sin embargo crea al ser humano dotándolo de libertad, porque si de la libertad nace el pecado, también de ella nace el amor.

PALABRAS DEL PADRE HURTADO. (Cfr. El “Humanismo Social”; Extracto del Capítulo 7)

(1) Cf. Francisco Galende, “San Agustín Educador del Hombre”, Ed.

Agustinianas, Santiago de Chile, 1986, p. 14).EDUCAR PARA LA RESPONSABILIDAD, EDUCAR PARA LA VIDA.

¡Responsabilidad! ¡Responsabilidad! ¡Responsabilidad! Es una palabra que los educadores han de predicar en todos los tonos y en todos los momentos a los educandos. No cumplen ellos su responsabilidad sino dan responsabilidades. No merecen respeto sino respetan a los menores; no son de fiar, sino aprenden a fiarse. No deben dirigir sino enseñan a dirigir, si no van entregando gradualmente la responsabilidad de sus acciones a aquellos que la han de tener toda la vida. Es una horrenda tragedia para un joven encontrarse de repente con su destino en sus manos, sin haber hecho nunca antes la experiencia de su propio gobierno; encontrarse en un momento frente a responsabilidades sin haber tenido nunca ocasión de actuar frente a los demás… Una cruzada nacional se impone para cambiar el rumbo de nuestra enseñanza libresca, enciclopédica, en una formación que prepare más para la vida, que dé más sitio al desarrollo de la personalidad…”. En este mismo sentido San Agustín exhorta a los profesores diciéndoles: “No eduques a base de afirmar con insistencia lo que debería ser; invita más bien a comprender lo que está siendo. Es necesario respetar escrupulosamente los hechos, no incites a rechazar nada, invita a comprenderlo todo, todo tiene su mensaje, su oculta verdad” (Cat. Rud. 11 – 16). “Cuanto más amemos a nuestros alumnos tanto más desearemos que aprovechen nuestras explicaciones y, en consecuencia, tanto más empeño pondremos en enseñarles lo que necesitan” (Cat. Rud. 10,14). “Los conocimientos que se imparten son como el almacenaje que ayuda a construir el edificio del amor y de la sabiduría, edificio que durará por siempre, incluso cuando los conocimientos sean olvidados" (Carta 55, 21, 39).

PALABRAS DEL PADRE HURTADO. (Cfr. El “Humanismo Social”; Extracto del Capítulo 7)

LA LECTURA.

“La lectura es un elemento indispensable para nuestra formación integral. Ella nutre el entendimiento con la verdad, deleita nuestras facultades estéticas con la belleza, mueve nuestra voluntad con el bien. La lectura ha sido para muchos hombres ilustres la chispa que iluminó su genio. La Biblia despertó el genio de Bossuet, como “El tratado del hombre” de Descartes despertó el de Malebranche, San Agustín con las Epístolas de San Pablo, San Ignacio con los Evangelios y las vidas de los santos se encendieron en deseos de perfección.Sin lectura nunca seremos eruditos. Los conocimientos adquiridos en la escuela, colegio o universidad pusieron sólo fundamentos del edificio que después habíamos de construir con nuestra propia formación. Esos estudios metódicos organizan nuestra cabeza formando casilleros que después hay que llenar de nuevos conocimientos.No se aprende a escribir sin leer. “Nuestros conocimientos son los gérmenes de nuestras producciones” ha dicho con razón Buffon en su inmortal discurso sobre el estilo. El talento no se crea, se trasfunde por infusión. De las veinte lecciones a que reduce Albalar el Arte de escribir la tercera está dedicada a la lectura.“La lectura, dice este autor, es la base del arte de escribir. Es necesario leer lo que los otros han escrito, a fin de escribir uno mismo para ser leído. La lectura disipa la sequedad, activa las facultades, pone en libertad la imaginación. La lectura es el gran secreto, ella enseña desde la ortografía hasta la construcción de frases.”La lectura no es menos necesaria como preparación para la acción. ¿Y dónde encontrar la doctrina que fecundará la acción? En los libros. El libro es el más fiel guardián del pensamiento humano, el maestro siempre dispuesto a responder sabiamente nuestras preguntas.A la acción disolvente de los periódicos sin doctrina, a la molicie de las costumbres, a la confusión de ideas reinantes, hay que oponer una doctrina común asimilada en la lectura de autores escogidos.Existe en el mundo más ignorancia de lo que nos podemos figurar. Hay más ignorancia que hostilidad. Contra esta ignorancia el remedio es enseñar. La lectura es necesaria al apóstol para renovar sus ideas. El que no lee consume pronto su caudal de conocimientos, repite y se hace fastidioso. Sus horizontes, siempre los mismos, se limitan cada vez más. Se termina siendo trivial por falta de nuevos modos de presentar la doctrina.Selección de libros… aún entre los buenos es necesaria la elección. “No leáis los libros buenos” decía un profesor a sus discípulos, y ante la sorpresa de éstos añadía “leed sólo los mejores”. “El arte de no leer, dice Schopenhauer, es de lo más importante. Leed exclusivamente las obras de los grandes espíritus, sólo éstas forman e instruyen realmente”.La lectura, decíamos, es un medio de formación, por lo tanto elijamos sólo aquellos libros que contribuyen a hacernos hombres… El libro contra las costumbres desfigura el bien así como el libro contra la fe desfigura la verdad… Es necesario saber cómo elegiremos aún entre los

buenos los que más nos convienen, los mejores. Ni basta tener principios generales para la elección de los libros; lo difícil es aplicarlos al caso particular. ¿Este libro será formativo, sano, apto para mis necesidades? El mejor medio para no errar en esta materia es la consulta a una persona entendida.Los malos libros. Hay venenos para el alma como hay venenos para el cuerpo; las falsas máximas producen una muerte tan segura como las substancias venenosas. El que lee un libro, por este sólo hecho se hace, en cierto modo discípulo del autor, a cuyo magisterio se confía y entrega… Aún tratándose de libros buenos, para decidir en casos particulares si conviene leerlos, es preciso tener presentes las ocupaciones del lector, su edad, su sexo, su formación, y hasta su temperamento.Hay que temer la complicidad secreta que encuentra el libro en nosotros, en nuestra sensualidad, y en nuestra curiosidad.Se ha llevado cuenta de las locuras producidas por las malas lecturas; y se han hecho estadísticas judiciales de los crímenes por ellas sugeridos, y de los suicidios de que han sido causa. Pero ¿quién puede contar los suicidios de almas?Método en la lectura… Se han de establecer diferencias según las diversas clases de obras. Es evidente que no se ha de leer del mismo modo un libro de ideas, que un libro de sentimientos o un libro de poesías. Una obra de sentimientos se puede leer un poco menos lentamente que una obra filosófica. Hay que evitar, sin embargo, el apresuramiento. El arte de leer es el arte de pensar con ayuda. Por lo tanto está sujeto a las mismas reglas generales que el arte de pensar. No hay que exagerar la lentitud de modo que se llegue a perder el hilo del libro.El arte de leer depende en gran parte del arte de tomar notas sobre lo que se lee. Leer sin tomar notas, dice un autor, es como no leer. Hay que desconfiar de la memoria. Tengamos cuidado en hacernos una memoria suplementaria, “una memoria de papel” como la llamaba Montaigne. No se lee bien sino con la pluma en la mano.No nos contentemos con leer. Hagamos leer a los demás… Con este fin, conviene ir formando en los centros bibliotecas a la que puedan acudir todos sus socios, facilitando así la lectura de obras interesantes y formativas no siempre de fácil adquisición. Muchas veces leemos un libro y lo guardamos para no volverlo a leer; ¿Por qué no facilitarlo a un amigo o llevarlo a una de esas bibliotecas en que muchos se podrán aprovechar de su lectura?Conclusiones. Consideremos la lectura como un factor necesario para complementar nuestra formación intelectual y un ejercicio de capital importancia para aprender a hablar y escribir correctamente.Estimemos el libro como una de las armas más eficaces para luchar por la causa del bien.No leamos el primer libro que cae en nuestras manos sin primero examinar su calidad y, si fuese necesario, consultar la conveniencia de leerlo.Temamos los estragos que pueden hacer en nuestras almas los malos libros y mortifiquemos nuestra sensualidad y curiosidad.

Sigamos en nuestras lecturas un plan previamente trazado que armónicamente y gradualmente nos entere de los problemas religiosos, sociales y cívicos…Leamos lentamente con atención y reflexión y aún tomando notas para nuestro archivo personal.Propaguemos la buena lectura con espíritu apostólico colaborando en la formación de bibliotecas y ventas de libros.”

PALABRAS DEL PADRE HURTADO. (P. Hurtado Ob. Completas, T. 1, Dolmen Ed., Chile, 2003, Pág. 351 – 355)

LA HERMANDAD DE LA RELIGÓN Y LA CIENCIA.

“Si del mapa de la realidad científica sacamos la explicación teológica, ese hueco no quedará vacío. Su lugar lo ocupará inmediatamente otra ciencia, o pseudo ciencia (la afluencia del espiritismo, del ocultismo, etc.). Así cuenta Cicerón que habiendo preguntado a varias personas su definición del alma, un músico respondió: El alma es una armonía… Y este ni se desvió de su oficio. Y Aristóteles dice de los especialistas, que no conocen más que un ramo del saber, son muy fáciles en dar su opinión sobre todas las cosas… La enseñanza científica se ha de dar en forma que nunca se pierda de vista el conjunto (como en la hoja de jazmín, hay millones de células, y en éstas millones de protones y electrones… y, con todo, el pétalo es uno, sencillo, bello, fragante…). Así, no hay que perder de vista las conexiones con todos los ramos del saber humano, que San Agustín resumía, en la oración de sus Soliloquios: “Que me conozca a mí, que te conozca a Ti” (PL XXXII, Col. 885). Religión y ciencias. El ideal sería que cada una considerase a la otra su hermana. El hombre de ciencias no desdeñase las causas finales… La humanidad pregunta y seguirá siempre preguntando, y si le quitáis la respuesta católica inventará una.”

PALABRAS DEL PADRE HURTADO. (Un “Disparo a la Eternidad”, 3ª Edición, Pág. 88 -89)

TEMAS SOCIALES.

MORAL SOCIAL.

En su obra “Moral Social”, al elaborar un resumen histórico del desarrollo de la moral social católica, cuando trata el tema en la Época Patrística, el Padre Hurtado afirma lo siguiente:

“Tal vez la obra de mayor mérito con relación a nuestra materia es la Ciudad de Dios, de San Agustín (S. IV), en que se expone la concepción cristiana de la historia y de la política, el papel de la religión en la vida ciudadana, las condiciones de la verdadera paz, etc.La doctrina cristiana en esta primera época no se queda en la pura teoría sino que toma formas de vida. Las primeras comunidades cristianas de Jerusalén organizan una vida en común tratando de hacer de los discípulos de Jesús una gran familia en la que no hay ricos ni pobres. Las dificultades mismas que encontró esta experiencia la hizo pronto desaparecer y le impidió generalizarse. El espíritu que la animó sigue (siendo), sin embargo, el mismo: la predicación insiste en la rigurosa igualdad entre los cristianos (ante la fe no hay libres ni esclavos), y esto hizo que los más fervientes cristianos dieran libertad a sus esclavos e incluso les asignaran medios para poder subsistir una vez libertos; los que no llegaban a tanto suavizaban su condición respetando las libertades fundamentales de la persona. Estos principios influyeron poderosamente en las leyes que atenuaron los rigores sociales una vez que se hizo sentir la influencia social del cristianismo después de la conversión de Constantino.”

PALABRAS DEL PADRE HURTADO. (MORAL SOCIAL, Ed. U. C. de Chile, Santiago, 2004, Pág. 33 – 34)

CONCIENCIA SOCIAL.

“El sentido social es aquella cualidad que nos mueve a interesarnos por los demás, a ayudarlos en sus necesidades, a cuidar de los intereses comunes…el hombre con sentido social no espera que se presenten ocasiones extraordinarias para actuar. Todas las situaciones son importantes para él, pues repercuten en sus hermanos. Por eso cede espontáneamente el asiento en un bus; toma para si el sitio más incómodo; no arroja los papeles en la calle; adivina el dolor que se oculta bajo los harapos y aún el que está todavía más encubierto; simpatiza con el empleado condenado a sonreír perpetuamente y a quien incomoda lo menos posible; a pesar de su pobreza sabe encontrar medios para hacer la caridad…en cambio, quien no tiene sentido social actúa siguiendo la ley de su capricho, buscando siempre el menor esfuerzo aunque haya de molestar a los demás en los cuales no piensa. Por eso naturalmente tira al suelo los papeles sucios; colillas de cigarro aún en una oficina; hace sonar inmoderadamente la bocina del automóvil; arroja un objeto al alcantarillado aunque para deshacer el desperfecto haya de bajar un obrero a veces con riesgo de su vida; si va a una tienda hará perder tiempo al vendedor removiendo todos los objetos aunque esté resuelto a no comprar nada… mientras los otros descansan él habla en voz alta; si pasa por una puerta la deja abierta; si suena el teléfono lo deja sonar hasta que otro vaya a atenderlo. Sus conversaciones son siempre de sí mismo, sin interesarse en las cosas de los demás. En todo hallará “el pero”, o el lado débil de la conducta de los otros. Estas frases las dirá con frecuencia: ¡Eso no me importa!... esto le toca a él: ¡Que se las arregle! …Esta falta de solidaridad humana comienza a verse desde el colegio en el espíritu de broma ininterrumpida que hiere a los profesores y molesta a los compañeros. Si algunos menos inteligentes que él pierden el curso y el dinero penosamente reunido por sus padres, como consecuencia de la tanda que él organiza en la clase ¿Qué importa?, ¿Para qué es tonto? Esta ausencia de sentido social se nota también en las frases duras, poco delicadas con que un muchacho señala los defectos de los demás; en las alusiones burlescas a su pobreza, a sus faltas naturales, a su incapacidad para el estudio. Cuando algo se distribuye, el primero… en pedir es él. Cuando hay un trabajo que hacer es él el primero en no oír, y si es necesario, en desaparecer. Muestras reveladoras de esta ausencia de espíritu social son esos letreros en las clases, en las paredes de las casas, hasta en los monumentos afeados definitivamente. En fin, las demostraciones del espíritu antisocial son innumerables y revelan un alma en la cual la caridad está en crisis. …Venimos saliendo de la guerra más cruel de la historia (la segunda guerra mundial) en la que millones de hombres han encontrado la muerte, no sólo en los campos de batalla, sino en lo que revela una generación insospechada en horrendos campos de concentración… Países como el nuestro que no tienen sus manos manchadas con esos crímenes ¿podrán permanecer tranquilos? …El pensamiento de San Agustín viene a nuestro espíritu: “No hay pecado que haya cometido un hombre que no lo pueda cometer yo también”…las manifestaciones cotidianas de la falta de sentido social, no van manchadas con sangre, pero sí de falta de justicia, de respeto, de

delicadeza. No destruyen un pueblo pero le impiden tener el grado de bienestar a que tiene derecho. A veces no son faltas contra la justicia, pero si contra la caridad; no quitan pero tampoco dan; no matan ni roban, pero tampoco aman ni sirven… Los políticos ¿Se preocupan con sinceridad del bienestar del país? ¿Juzgan con sinceridad y benevolencia al adversario, le tienden una mano, dan el primer paso, aún a riesgo de un desaire, para hacer patria? …Los profesionales y la juventud estudiosa ¿Se inclinan al pueblo, se acercan para conocer sus problemas? ¿Organizan una cruzada de educación y de cultura? ¿Estudian como abaratar la vida, cómo crear nuevas riquezas, cómo servir con más eficiencia y a menos costo, pensando que una profesión más que un medio de lucro es un servicio? …La juventud en general ¿Se da al estudio, a su formación honda, seria, alegre o está minada por una vida social hueca, prematura, exagerada? Al hacernos estas preguntas constatamos con evidencia que falta sentido social, la condición primera de toda reforma…”.

PALABRAS DEL PADRE HURTADO. (El “Humanismo Social”; Extracto del Capítulo 7)

EL BIEN COMÚN.

“Muchas veces tratando de la sociedad se ha hecho alusión al bien común, ya que cada sociedad tiende a él como a su vínculo substancial. Una sociedad se funda en razón de bienes que deben ser amados y buscados en común. San Agustín decía: “Un pueblo es la unión de una multitud de seres racionales asociados por la comunión de los corazones en el amor de los mismos bienes. Para conocer cada pueblo hay que considerar lo que él ama. Es tanto mejor en cuanto se ponga de acuerdo en la prosecución de bienes mejores” (Ciudad de Dios XIX, 24).Un bien es todo lo que es capaz de saciar un deseo. Hay bienes que sacian los deseos sensibles: el agua y el vino, la sed; la unión íntima del hombre y la mujer, el apetito sexual; un hermoso panorama, el deseo artístico. Estos bienes sensibles y toda otra clase de bien sólo puede llamarse bien moral cuando colman un deseo que merece llamarse “humano”, digno del hombre, conforme al plan de Dios sobre él y a su fin sobrenatural de hijo de Dios. Los bienes que no se conforman a la verdadera naturaleza del hombre, en el plano moral son falsos bienes, o mejor dicho, males morales.Bien común es lo que es deseado en común por un grupo. Los grupos como los individuos pueden desear falsos bienes. El verdadero bien común de una sociedad humana es lo que debe ser deseado en común por esa sociedad para cumplir su auténtica finalidad.Cada sociedad tiene su bien común propio. El de la familia comprende los bienes materiales que se posee, y los bienes morales: armonía de los esposos, buena educación de los hijos, etc. Un sindicato tiene como su bien común propio el desarrollo intelectual y moral de los sindicados, la defensa de sus derechos económicos, la preparación de un orden social más justo.En general, cuando se habla de bien común se entiende el de la sociedad civil. Se entiende por tal el conjunto de bienes de orden espiritual y material que los hombres pueden procurarse en la sociedad. El bien común se define por el conjunto de los bienes que pueden procurarse en la sociedad, y no por la suma de los bienes particulares. Así, hay bienes que ni siquiera son adicionales, por ejemplo la honradez de los magistrados, la probidad de costumbres, el gusto artístico, una equitativa distribución de la sociedad. El bien común de un Estado consistirá, pues, en ese conjunto de relaciones sociales bien ordenadas bajo una sabia autoridad, mantenidas en la justicia, promovidas en la amistad y en la caridad social, coordinadas en la unión de los esfuerzos por una útil, virtuosa, alegre y pacífica cooperación de orden económico, intelectual y moral. Si se obtiene esta buena vida social, aunque sea de una manera relativa, tendremos la felicidad pública.El bien común exige la presencia de tres categorías de bienes: honestos, útiles y deleitables.Entendemos por bienes honestos los que el hombre puede buscar moralmente porque constituyen un fin intermediario en su vida. Tales son la ciencia, el conocimiento moral, las virtudes, la paz social, etc. Los bienes útiles, no constituyen un fin, sino un medio para alcanzar otros

fines superiores: la riqueza, conocimientos técnicos, formas de gobierno, sistemas administrativos que deberán adaptarse al fin que con ellos se pretende alcanzar. Los bienes deleitables, se refieren a las bellas artes, los monumentos, las tradiciones artísticas del país, etc.”

PALABRAS DEL PADRE HURTADO. (MORAL SOCIAL, Ed. U. C. de Chile, Santiago, 2004, Pág. 223 – 224)

LA DIGNIFICACIÓN DE LA MUJER.

El texto del Padre Hurtado que encontramos en su obra póstuma “Moral Social” nos enseña lo siguiente:

“Frente a los conceptos paganos que la mujer estaba hecha para la maternidad, para el placer, o para el trabajo doméstico y que era inferior al hombre, la Iglesia Católica ha enseñado que la mujer es tan persona como el hombre, que tiene los mismos derechos esenciales y un mismo fin sobrenatural. Esto no obsta a que la psicología del hombre y de la mujer sean diferentes, y que cada uno de los sexos sea más apto para determinadas funciones.… En la sociedad doméstica debe florecer lo que San Agustín llamaba “la jerarquía del amor”, la cual abraza tanto la primacía del varón sobre la mujer y los hijos, como la diligente sumisión de la mujer recomendada por el apóstol con estas palabras: “Las casadas estén sujetas a sus maridos, como al Señor; por cuanto el hombre es cabeza de la mujer así como Cristo es cabeza de la Iglesia” (Ef. 5, 22 – 23).Tal sumisión no niega ni quita la libertad que en pleno derecho compete a la mujer, así por su dignidad de persona humana como por sus nobilísimas funciones de esposa, madre y compañera, ni la obliga a dar satisfacción a cualesquiera gustos del marido… ni, finalmente enseña que se haya de equiparar la esposa con aquellas personas que en derecho se llaman menores y a las que por falta de madurez de juicio o por desconocimiento de los asuntos humanos no se les suele conceder el ejercicio de sus derechos…… sino que, al contrario, prohíbe aquella exagerada licencia que no se cuida del bien de la familia, prohíbe que en este cuerpo de la familia se separe el corazón de la cabeza, con grandísimo detrimento del conjunto y con próximo peligro de ruina, pues si el varón es la cabeza, la mujer es el corazón, y como aquel tiene el principado del gobierno, ésta puede y debe reclamar para sí, como cosa que le pertenece, el principado del amor.El grado y el modo de tal sumisión de la mujer al marido puede ser diverso según las varias condiciones de las personas, de los lugares y de los tiempos, y más aún si el marido faltase a sus deberes, debe la mujer hacer sus veces en la dirección de la familia. Pero tocar o destruir la misma estructura familiar y su ley fundamental, establecida y confirmada por Dios, no es lícito en tiempo alguno ni en ninguna parte.Sobre el orden que debe guardarse entre el marido y la mujer sabiamente enseña… León XIII, de feliz memoria, en su ya citada encíclica acerca del matrimonio cristiano: “El varón es el jefe de la familia y cabeza de la mujer, la cual, sin embargo, puesto que es carne de su carne y huesos de sus huesos, debe someterse y obedecer al marido, no a modo de esclava, sino de compañera, es decir, de tal modo que a su obediencia no le falte ni honestidad ni dignidad. En el que preside y en la que obedece, puesto que el uno representa a Cristo y la otra a la Iglesia, sea siempre la caridad divina la reguladora de sus obligaciones.Están, pues, comprendidas en el beneficio de la fidelidad: La unidad, la castidad, la caridad y la honesta y noble obediencia; nombres todos que

significan otras tantas utilidades de los esposos y del matrimonio, con las cuales se promueven y garantizan la paz, la dignidad y la felicidad matrimoniales, por lo cual no es extraño que esta fidelidad haya sido siempre enumerada entre los eximios y peculiares bienes del matrimonio” (Casti Connubii 19 y 20, CEP pp. 702 y 703).… La Iglesia ha luchado permanentemente por igualar al hombre y a la mujer: igual el pecado del hombre y el de la mujer; no hay dos morales distintas. En las relaciones íntimas matrimoniales tanto derecho tiene el hombre frente a la mujer, como ésta frente al marido. En la estima de sus santos, eleva sobre los altares al hombre como a la mujer, y por encima de todos los santos y de los ángeles hay una mujer, la Virgen María. Es imposible de medir la influencia de todos estos elementos de juicio vividos cada día en la Iglesia; ellos han contribuido a hacer substancia del cristianismo el principio que S. Pablo ponía en su carta a los Gálatas: “No hay ni hombre ni mujer, ni judío ni gentil, ni esclavo ni libre: vosotros sois una sola y misma cosa en Cristo Jesús (Ga. 3,28).Por otra parte, la simple observación de la vida cotidiana entre católicos nos demostrará cuál es el sitio que en ella ocupa la mujer. Ella actúa no sólo en la vida del hogar como esposa y como madre, sino que también dirigiendo múltiples obras de caridad, de enseñanza, de apostolado social, incluso en el parlamento y en el trono. En todas partes la vemos admirada y respetada por su abnegación, su inteligencia y su valor”.

PALABRAS DEL PADRE HURTADO. (MORAL SOCIAL, Ed. U. C. de Chile, Santiago, 2004, Pág. 73 – 75)

VIVIR EN PAZ.

La paz, según el hermoso pensamiento de San Agustín, es “la tranquilidad en el orden” (Ciudad de Dios, XIX, Cap. XIII). Es indispensable para que los hombres puedan trabajar y gozar de los beneficios que Dios les ha concedido. Significa una posesión no perturbada de lo propio, que cada uno ocupa su sitio, que no se temen ataques ni violencias; que hay relaciones sinceras y justas entre los pueblos como entre los individuos.“Toda organización jurídica de las relaciones internacionales tiene por fin el bien común internacional, y, por consiguiente la paz.Las bases de una paz justa y durable son las siguientes:

a) disminución simultánea y recíproca de los armamentos, según reglas y garantías que se establezcan, en la medida necesaria para el mantenimiento del orden público en cada Estado.

b) Institución de arbitraje según reglas que se acuerden y sanciones que se determinen contra el Estado que se negase, ya a someter las cuestiones internacionales a un arbitraje, ya a aceptar sus decisiones (Benedicto XV, nota del 1º de Agosto 1917)” (CSM 175).

En el pacto de la Sociedad de las Naciones se reconoce explícitamente la solidaridad de las naciones. Cada uno de los Estados que lo firmaron tiene derecho a dirigirse a la Asamblea o al Consejo sobre cuanto pueda afectar la paz en las relaciones internacionales. El mismo pacto establece el procedimiento en caso de tales denuncias. Además del Consejo, funciona, reconocida por la Sociedad de Naciones, la Corte Internacional de la Haya, que ha debido de intervenir continuamente para dar su fallo sobre interpretación de tratados y demás puntos concernientes al Derecho Internacional.En agosto de 1928 se firmó en París el pacto Kellog- Briand condenando la guerra como medio de resolver las dificultades entre naciones y proponiendo la conciliación y el arbitraje. Estos esfuerzos demuestran que lenta, pero seguramente, va penetrando las conciencias una actitud más respetuosa del derecho.”

PALABRAS DEL PADRE HURTADO. (MORAL SOCIAL, Ed. U. C. de Chile, Santiago, 2004, Pág. 128 – 129)