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189 PEDAGOGÍA DEL ÚTERO: DEL CONÓCETE A TI MISMO/A A UN RE-ENCUENTRO CON LA MADRE TEACHING THE WOMB: FROM THE KNOW YOURSELF TO A RE-ENCOUNTER WITH MOTHER Claribel Pereira RESUMEN La madre como educadora ha sido invisibilizada en las prácticas pedagógicas y educativas. La madre queda diluida al mundo de lo privado y en el discurso del ámbito del conocimiento académico queda excluida. Es normal escuchar a los/as niños/as decir, “es verdad porque lo dijo mi maestra”, y lo que dice la madre pierde veracidad. Si estudiamos el discurso de la maestra, está pensado desde el “homo” y no desde la “fémina”, enseñando que somos “esencialmente” “homo sapiensnegando lo fémina y lo afectivo, porque somos “hombres racionales”. Por ende, en este artículo se propone una pedagogía que permita el re-encuentro con el orden simbólico de la madre, no por la anulación del hombre; por el contrario, comprender mediante lo que significa el útero, el nacimiento de nuestras vidas y de nuestra existencia que es fundamentalmente materna, pensado desde los postulados de Luisa Muraro. Palabras clave: Madre-educadora, Pedagogía del Útero, Conócete a ti mismo/a fémina-homo-homo-fémina. ABSTRACT The mother and educator have been invisible in teaching and educational practices. The mother is diluted to the world of private speech in the field of academic knowledge is excluded. It is normal to listen to / as children / as say, “is true because my teacher said,” and what does the mother loses accuracy. If we study the discourse of the teacher, is designed from the “homo” and not from the “female”, teaching that we are “essentially” “homo sapiens” female and denying what affect, because we are “rational men.” Therefore, what this article is to address the search for a pedagogy that allows the re-encounter with the symbolic order of the mother, by the nullification of man, by contrast, understand by what means the womb, the birth of our lives and our existence is fundamentally mother thought from the postulates of Luisa Muraro. Keywords: Mother-educator, Teaching the Uterus, Knows yourself, female- homo- homo-female. Claribel Pereira. Licenciada en Educación mención Filosofía, Licenciada en Filosofía, Magister Scientiarum en Educación Superior, Doctoranda en Humanidades. Profesora Instructora de la Universidad Central de Venezuela en la cátedra de Teorías Pedagógicas Contemporáneas. Correo electrónico: cprethos@ yahoo.com Artículo recibidop en octubre de 2011 y admitido en noviembre de 2011.

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PEDAGOGÍA DEL ÚTERO: DEL CONÓCETE A TI MISMO/A A UN RE-ENCUENTRO CON LA MADRE

TEACHING THE WOMB: FROM THE KNOW YOURSELF TO A RE-ENCOUNTER WITH MOTHER

Claribel PereiraRESUMEN

La madre como educadora ha sido invisibilizada en las prácticas pedagógicas y educativas. La madre queda diluida al mundo de lo privado y en el discurso del ámbito del conocimiento académico queda excluida. Es normal escuchar a los/as niños/as decir, “es verdad porque lo dijo mi maestra”, y lo que dice la madre pierde veracidad. Si estudiamos el discurso de la maestra, está pensado desde el “homo” y no desde la “fémina”, enseñando que somos “esencialmente” “homo sapiens” negando lo fémina y lo afectivo, porque somos “hombres racionales”. Por ende, en este artículo se propone una pedagogía que permita el re-encuentro con el orden simbólico de la madre, no por la anulación del hombre; por el contrario, comprender mediante lo que significa el útero, el nacimiento de nuestras vidas y de nuestra existencia que es fundamentalmente materna, pensado desde los postulados de Luisa Muraro.

Palabras clave: Madre-educadora, Pedagogía del Útero, Conócete a ti mismo/a fémina-homo-homo-fémina.

ABSTRACTThe mother and educator have been invisible in teaching and educational practices. The mother is diluted to the world of private speech in the field of academic knowledge is excluded. It is normal to listen to / as children / as say, “is true because my teacher said,” and what does the mother loses accuracy. If we study the discourse of the teacher, is designed from the “homo” and not from the “female”, teaching that we are “essentially” “homo sapiens” female and denying what affect, because we are “rational men.” Therefore, what this article is to address the search for a pedagogy that allows the re-encounter with the symbolic order of the mother, by the nullification of man, by contrast, understand by what means the womb, the birth of our lives and our existence is fundamentally mother thought from the postulates of Luisa Muraro.

Keywords: Mother-educator, Teaching the Uterus, Knows yourself, female-homo- homo-female.

Claribel Pereira. Licenciada en Educación mención Filosofía, Licenciada en Filosofía, Magister Scientiarum en Educación Superior, Doctoranda en Humanidades. Profesora Instructora de la Universidad Central de Venezuela en la cátedra de Teorías Pedagógicas Contemporáneas. Correo electrónico: [email protected]

Artículo recibidop en octubre de 2011 y admitido en noviembre de 2011.

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“Los hombres, aunque han de morir, no han nacido para eso sino para comenzar”

Hannah Arendt. La Condición Humana.La frase “Conócete a tí mismo” era una sentencia que coronaba la entrada del Oráculo de Delfos, fue colocada allí por uno de los grandes sabios de la antigüedad: Tales de Mileto. Posteriormente esta frase fue acuñada por Sócrates, como puede ser constatado en los diálogos platónicos del período socrático, comprendiéndose esta sentencia como el conocimiento fundamental que debe perseguir todo ser humano. Pero, ¿qué significa esta frase?, ¿qué podemos comprender de ella? En la tradición filosófica esta frase guarda dos interpretaciones importantes, una vinculada al ámbito de la ética y de la moral, la cual a su vez tiene dos subdivisiones o re-interpretaciones; y una segunda interpretación que considera totalmente ajena al campo de la ética y de la moral la sentencia de Delfos, y que al igual que la primera posee dos re-interpretaciones [1]. Pero sobre todo la interpretación que tiende a vincular a la moral y a la ética es la que nos permite comprender el enlace que existe entre el conocer-nos y el re-encuentro con la madre. Por ello, abordaremos primero las interpretaciones que consideran que la sentencia délfica no guarda relación alguna con el componente ético-moral. La primera interpretación que considera ajeno a la ética y a la moral el conócete a ti mismo nos la remite Foucault en la obra anteriormente señalada, estamos hablando de la referencia a Roscher que planteó en 1901 en la Revista Philologus que planteó que este precepto délfico estaba dirigido exclusivamente a aquellas personas que iban a consultar el Oráculo, y que tenía que ser leído como unas reglas a seguir relacionados con el ritual de consulta. En este artículo, Roscher menciona tres preceptos: el meden agan (“de nada en exceso”), que según nuestro autor no tenía ninguna relación con un principio ético y de mesura con la conducta humana, según él, el meden agan lo que significaba era “tú, que vienes a consultar, no hagas entonces demasiadas preguntas, sólo haz las preguntas útiles, reduce a lo necesario las preguntas que quieres hacer.” (Cfr. Foucault, 2009:18). El segundo precepto es el de las eggue (las cauciones), que significaría “cuando vengas a consultar a los dioses, no hagas votos, no te comprometas con cosas, obligaciones que no puedas honrar.” (Ídem, 18-19). Y según Roscher el gnothi seauton, es decir, el conócete a ti mismo, significaría “en el momento en que vengas a hacer preguntas al oráculo, examina bien en ti mismo las que vas a hacer, las que quieres hacer; y puesto que debes reducir al máximo la cantidad de tus preguntas y no plantear demasiadas, presta atención en ti mismo a lo que necesitas saber” (Ídem).

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La segunda interpretación también es traída a colación por Foucault (2009) y es la referida a la efectuada por Defradas en el año de 1954 en su obra Les Thèmes de la propagande delphique, donde coincide con Roscher que el gnothi seauton (conócete a ti mismo) no es un tema de autoconocimiento. Para él son imperativos generales de prudencia [2]:

…«de nada en exceso» en los pedidos, en las esperanzas, ninguna demasía, tampoco, en la manera de comportarse; en cuanto a las «cauciones», era un precepto que prevenía a los consultores contra los riesgos de la generosidad excesiva; y con respecto al «conócete a ti mismo», sería el principio [según el cual] hay que recordar sin cesar que, después de todo, uno no es más que un mortal y no un dios, y por lo tanto no debe presumir demasiado de su fuerza ni enfrentarse con las potencias que son la divinidad (Cfr. Foucault, 2009:19).

Ambas interpretaciones no niegan desde el punto de vista lógico y epistemológico la postura que se quiere señalar aquí, pues ambas, aunque son ajenas al campo relacional de la pedagogía del útero, se puede hacer un trabajo de explicitar los elementos que podrían permitir un camino hacia la misma. Pero ese trabajo no será desarrollado en este artículo. Trabajaré directamente con los que apuestan por el carácter ético-moral de la sentencia, pues permiten mirar de manera más pertinente para el abordaje de un artículo de revista.Con respecto a las interpretaciones que consideran la vinculación ética-moral veremos que una de las interpretaciones que se ha hecho, es que cuando hablamos del conocer-nos implica la intención, comprendida esta como toda actividad en la que nuestra presencia está de por medio y de una forma particular: es un hacer por algo y para algo, es decir, estudia la intencionalidad del acto [3]. Una segunda interpretación, tiene que ver que nuestras intenciones pueden calificarse de buenas o malas, de acertadas o no, de torpes o perspicuas. Los juicios, nos conducen por ende, a juzgar lo que hacemos, lo que queríamos hacer y el por qué y el cómo lo hicimos.En base a la primera acepción, esta intención puede ser de tipo instrumental: el acto de levantarnos de la cama, ir al supermercado, tomar un transporte; y existen otras que poseen un fin en sí mismas, éstas parecen tener mayor importancia, además de ser insustituibles: como amar. Epicteto, que consideraba este acto de conocerse a sí mismo como un acto para toda la vida (al igual que lo que propone Delors y su grupo de investigadores en el famoso informe titulado La educación encierra un tesoro), nos diría lo siguiente:

I. 1. De todas las cosas que existen, unas dependen de nosotros y otras no. Las que dependen de nosotros son la opinión, el impulso, la inclinación y la aversión, en una palabra, todos nuestros actos. Las cosas que no dependen de nosotros son el cuerpo, los bienes, la

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reputación, las dignidades, en una palabra, todo aquello que no entra en el número de nuestros actos.2. Las cosas que dependen de nosotros son libres por su naturaleza, nadie puede impedirlas y nada puede estorbarlas; las que no dependen de nosotros son impotentes, serviles, nos embarazan y son completamente extrañas a nosotros.3. No olvides, por lo tanto, que si las cosas que nos esclavizan por su naturaleza las consideras libres y tienes por propias las que son extrañas a nosotros, habrás de sentirte maniatado, dirigirás reproches a los dioses y a los hombres. En cambio, si consideras es tuyo sólo aquello que te pertenece y extraño a ti lo que no te pertenece, no recriminarás ni culparás a nadie, no harás ni una sola cosa contra tu propia voluntad, nadie podrá perjudicarte, no tendrás enemigos, pues no estarás en condiciones de recibir daño ninguno. 5. Ejercítate, por consiguiente, en replicar abiertamente a toda representación desagradable: “eres una representación, y no enteramente lo que pareces”. Después examínala y sométela a las reglas que conoces y sobre todo a ésta: si pertenece al grupo de cosas que dependen de ti o al de las que no dependen de ti- Y si es de las que no dependen, ten prontas estas palabras: “Nada tienes que ver conmigo”. (Epicteto, 2007: I, 1-5)

El problema con estas intenciones de segundo orden, como lo podemos ver con Epicteto, estas intenciones insustituibles, es que se van entretejiendo en otros aspectos, como por ejemplo, amar a un ser particular, a un libro, a una canción… sin los cuales sentimos carencia de vida. En pocas palabras, las acciones se van entretejiendo entre ellas en diversos y enmarañados niveles, entretejiéndose además con las intenciones de esos actos, sumado a las cosas que anhelamos y que buscamos, adicionando las cosas que intentamos y perseguimos. Pero este complejo tejido de lo que hacemos (inquirir, buscar algo, pensar…) no sólo es una empresa de carácter intelectual, sino que abarca todas las dimensiones de nuestra vida y lo que podemos denominar como querer. Por ello, podemos decir, que la intencionalidad, el pensar y el conocer son formas de desear y del tender hacia algo. Conocer y saber nuestras intenciones nos explicita, en parte, quiénes somos y cómo nos relacionamos con el mundo. Con respecto a la segunda acepción del conócete a ti mismo vinculado a lo ético-moral, tiene que ver más bien con las razones que damos para hacer lo que hacemos, es decir, hacemos explícitos, patentes, los criterios que empleamos en cada uno de nuestros actos, siendo fundamentales para darnos cuenta de nuestros errores. Ambas intenciones nos conducen a comprender

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que la pregunta por nuestra identidad, tiene otras dos posibles maneras de ser abordada. Una, que hace referencia a la pregunta de cómo definimos y vamos definiendo lo que queremos ser (nuestros ideales) o lo que no deseamos ser, y que su reflexión va conduciendo nuestra actuar hacia lo que debemos hacer. En este sentido, esta pregunta lleva implícita el cuestionarnos los criterios de lo bueno y de lo malo, de lo que aceptamos y no, de lo justo y lo injusto. En pocas palabras, el cuestionarnos el hecho de conocer-nos a nosotros/as mismos/as conlleva en sí una pregunta ética. La segunda manera de abordarse, es la conciencia de que conocernos a nosotros/as mismos/as es sumamente difícil. Conocer-se es un logro y seguramente el más difícil de los conocimientos. Como ya lo señalamos, el Oráculo de Delfos presentaba esta sentencia como un mandato de la ciudadanía, y ese lema, sigue teniendo vigencia. ¿Qué significa entonces conocer-se? Entre sus interpretaciones podemos decir que está unido a poder comprender-se, comprender-se en el mundo y gobernarse [4], y es bueno detenerse un momento en lo referente a gobernarse, por el carácter pedagógico que tiene la explicitación desde los diálogos platónicos, específicamente en el diálogo Alcibíades (Platón, 1994) trata de transformar a éste para que tenga gobierno de sí mismo y no se deje llevar por los deseos y placeres, de lo contrario no podrá gobernar a otros. Es un bien deseable si queremos nuestra autonomía. Nos encontramos que el conocernos a nosotros mismos se vuelve así una piedra angular no sólo para el ocuparnos de nosotros mismos, sino además para abordar un problema que sigue teniendo vigencia en nuestros días, y sobre todo desde el punto de vista de la pedagogía y de la educación por ser el objeto de reflexión de ésta, la escuela nos forma para muchas cosas, pero existen cosas esenciales, vitales para la que no nos forman, “…su maestro no lo preparó en absoluto: el ejercicio de la política” (Cfr. Foucault, 2009: 56). Conocer-nos a nosotros/as mismos/as no puede hacerse exclusivamente de manera introspectiva, ni tampoco desde fuera de sí, ni mirando a los otros/as, el conocer como dirá Karel Kosik (cfr. 1967) no es mera contemplación. Es necesario la conjunción de las tres miradas, donde nuestra voz al ser entonada, esté permeada por la voz y mirada de otros/as. Nuestra mirada es ipseidad, mismidad, pero es al mismo tiempo aunque parezca antagónico, otredad, alteridad. Y aquí entra en escena nuestra necesidad de una Pedagogía del Útero, porque nuestra primera definición y encuentro con el otro, estuvo en nuestro nacimiento, con nuestra Madre, porque “sólo hay madre en el cumplimiento de una promesa de la vida a la luz” (Zambrano, 2003:19).Esta última frase es capital para el presente artículo. Retomando lo que he dicho hasta ahora, mis intenciones son intenciones de mujer, que se re-conoce

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como tal, en la medida en que comprende su particularidad en la totalidad humana, en cuanto re-conoce la diferencia en el otro, pero también re-conoce lo común. Pero, ¿qué significa ser mujer? Según Luisa Muraro, filósofa italiana quien ha sido mi pre-texto para la comprensión de mi mundo de vida, hablar de mujer es hablar de una noción que según el postestructuralismo deviene de una cultura patriarcal, por lo tanto, el conocer-me a mí misma, significaría en primer lugar estar consciente que mi condición humana viene determinada por un efecto y por un trámite del dominio sexista. Teniendo este referente, indagar para comprender-me y explicitar-me en lo implícito de mi ser, es necesario comprender-me en el patriarcado. En la indagación que me permite Luisa Muraro, ese comprender-me es adquirir un parecido a la imagen (al símbolo) que la sociedad de hombres ha creado de nosotras, por ende, para deslastrarme de esa imagen, yo debo obviar de mi vocablo, de mis ideas, de mis representaciones de mundo lo que hasta ahora le ha dado nombre a mi ser, a mi humanidad, a mi existir: MUJER.¿Cómo llamar-me ahora? Si hasta no hace poco, ser “mujer” me llenaba de orgullo y de felicidad, mis intenciones eran actuadas desde el hecho de ser-me mujer y no quería yo cambiar esa condición. Me sentía, me vivía en ser-me mujer. La respuesta quizás a esta angustia de identidad me la dio la misma Luisa Muraro; cito una anécdota vivida por ella:

…eran los primeros años setentas y un día él me dijo: “Luisa ¿por qué vas con las feministas? Tú eres homo”. Y al acabar de decirlo, nos quedó claro a los dos que este nombre latino era puramente convencional, un hábito que él me había puesto con la mejor intención, y que yo en realidad era la que era, en su sentir y en el mío, una mujer. (Muraro, 2007:41)

Hermenéuticamente, esta anécdota me permite comprender-me en mi historicidad, no como negación de mujer, sino desde la desconstrucción de lo que hasta ahora ha sido el centro: el hombre, el patriarcado. Por ende, esta artículo gira no en torno a una postura filosófica, sino una actitud política como lo señalara primero Carla Lonzi (2004) y posteriormente la misma Muraro (1994). Me vivo y me con-vivo con los otros/as en cuanto mujer, pero no desde la simbología patriarcal, tampoco desde la simbología del feminismo sin mujeres, me vivo y me con-vivo desde el re-encuentro con el amor que me enseñó a ser lo que soy como mujer: la MADRE. Me vivo, me re-vivo y me construyo desde la matriz, desde una pedagogía que me permita reflexionar-me en mi formación desde el útero dador de mi luz, de mi alumbramiento al mundo, del hecho de ser y por ende, de haber nacido y ahora re-nacer.La madre, natalidad, la misma que ha sido mitificada por el patriarcado como el símbolo por excelencia de ser mujer (Sartori, 1996), es la que permite ahora

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la liberación, porque ella es nacimiento, es dadora de historia, de identidad, la madre que es la primera experiencia de vivir-te como mujer. Pero la madre también le permite al homo, al hombre vivir-se como homo, y también es dadora de la historia y de la simbología patriarcal. Esta reflexión nos conduce entonces a dos aspectos relevantes del fenómeno de la madre y como dirá Alejandro Moreno (2008), del vivir-se en la matricidad. Uno, la madre como dadora de identidad y como elemento liberador del patriarcado. Segundo, la madre como natalidad, que permite la autoridad en contra del poder.Hagamos esta reflexión a la inversa, comenzaré por el segundo punto, la madre como natalidad, que permite la autoridad más no el poder. Algo tenemos en común tanto los hombres como las mujeres con la madre, más allá de que en nuestra realidad seamos padres o madres, es que todos somos hijos e hijas, ya nos hemos vivido desde el contacto de la madre. Somos queramos o no madre, reflejados en mayor o menor grado de ella, somos contacto e historicidad de fémina que se narra en nuestros primeros conocimientos del mundo. Aprendimos el mundo guiados por la mano de la madre (llámese también abuela, tía…), pero, quizás, algo que el patriarcado ha reprochado como bien lo señalara Freire, en su obra Cartas a quien pretende Enseñar (2005) donde critica la relación de parentesco de la “tía” en la educación y que educar no es de “tía” es de “maestra”. Muy por el contrario, Luisa Muraro rescata hermosamente en su obra El Orden Simbólico de la Madre (1994) el parentesco de la madre en el proceso de educar, pues tendemos los educadores y educadoras a olvidar dónde y cómo fue el inicio de la educación en cada uno/a de nosotros/as: ese aprendizaje del mundo que hicimos con la relación de la madre, dentro de la familia (sea esta como sea: nuclear, matriarcal, matricentral, patriarcal, disfuncional, familia de diversidad sexual, etc…) y desde ella en relación con el mundo y con los otros. La Academia, en la formación de nuestros docentes, se ha olvidado de este aspecto, reforzado además por la cultura de nuestras sociedades y de nuestras vidas, donde la madre pasa a un plano de lo privado, mientras en lo público queda diluida en un conocimiento de muchas cosas ‘epistemológicamente demostrables y sustentadas’, en un ‘conocimiento científicamente comprobable’, mientras que pasa por olvido o por miedo a pecar acerca de esta educación de la madre, pues señalamos que no existe escuela para ser madre y los hijos no traen manual, y que cada madre ‘cría’ a su hijo/a de la mejor manera posible. En pocas palabras, hemos obviado un mundo de vida lleno de historicidad, de ideologías, de complejidades, de relaciones de poder (en algunas), de autoridad (en otras); pues hemos dado por sentado que tenemos un vacío en el conocimiento de los seres humanos y de la relación que puede existir entre unos/as y otros/as, entre otros y una; un tedioso olvido que nos

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hace pensar-nos como ignorantes de la relación entre generaciones. Cuando por el contrario, ha sido justamente esa relación el fruto de lo nos hemos alimentado desde nuestro nacimiento, ha sido nuestra convivencia. Esto nos permite comprender-nos porque es necesario este re-encuentro con la madre para conocer-nos. Desde el nacimiento, la madre ya nos da una gran lección de vida, un gran aprendizaje para re-conocer-nos como humanos, no sólo en el hecho de ser dadora de vida, sino que nos da el don de la palabra para nombrar el mundo; y aquí me detengo un momento. En este nombrar el mundo, empiezo a enlazar con el primer punto que iba a tratar de la madre, que quedó estando más bien de segundo, la madre como dadora de libertad y como elemento liberador del patriarcado. La madre nos permite mediante la palabra identificar el mundo en donde nos movimos, si bien es cierto, el mundo donde nos con-vivimos viene dado, nombrado por el sistema patriarcal, donde los significantes, los referentes han venido permeados por el factor dominante de la sexualidad masculina; visto desde lo que señala la Pedagogía Crítica, la madre ha sido reproductora del grupo hegemónico social, mutatis mutandi, ha sido el aparato reproductivo del Estado en la familia (Althusser, 1974), pero como han señalado autores de la pedagogía crítica, también es cierto, que dentro de estos grupos se dan grupos de resistencia. La madre también nos enseña a resistir a este factor dominante. Y la enseñanza de la madre a esta resistencia viene dada desde un sentimiento no de poder y de dominio, como en el caso del padre, sino como diría María Zambrano:

La mujer tiene una mayor cercanía con la naturaleza, pero no se queda tampoco en ella, pues, de ser así sería otra especie distinta del hombre; ella también crea, y su primera creación es eso que llamamos amor. El amor es una creación espiritual como el arte, como la ciencia (Zambrano, 2002: 56)

La educación se ha olvidado de esta primera relación educativa, esa primera relación del Civitas amoroso, que se relaciona por amor con el otro o la otra, esa relación que Maturana señala como:

… los sistemas sociales, son sistemas de convivencia constituidos bajo la emoción del amor, que es la emoción que constituye el espacio de acciones de aceptación del otro en la convivencia. Según esto, sistemas de convivencia fundados en una emoción distinta del amor no son sistemas sociales (Maturana, 1995: 31).

En pocas palabras, esa relación es lo que nos permite comenzar a comprender una pedagogía del Útero, donde nos relacionamos con los otros/as a través de la palabra, palabra aprendida desde la lengua materna. Quizás entonces empiece a tener coherencia la angustia de Nietzsche por la pérdida de la lengua materna

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(Cfr. Nietzsche, 1959), no era cualquier pérdida, era la pérdida de nombrar y nombrar-nos en el mundo. ¿Qué ha sucedido entonces? La educación ha fundado sus bases más bien en la distancia de la madre tanto en la lengua como en el orden de conocimiento que ella representa, y ha conducido su proceso hacia la mediación del conocimiento y del orden a través del modelo paterno. Esa gran escisión se evidencia en todo el sistema educativo, donde conocimiento y amor, donde lo cognitivo y lo afectivo, donde la relación con el saber y la relación con el otro/a quedan totalmente divorciados. Y por ello se ve con regularidad, la separación abismal entre lo que se dice y lo que se hace, entre lo que sentimos y lo que pensamos. Para conocer-nos a nosotros/as mismos/as es necesario volver al re-encuentro con la madre, del Útero que fue nuestro primer contacto con la vida, con lo humano. En el campo de la educación, el amor no puede seguir siendo una palabra olvidada, muy por el contrario; el amor debe ser rescatado desde saber y ser conscientes de que en la primera relación con la madre se encuentra la posibilidad de una educación de nuestros sentimientos, es una manera de educar la mirada, para ya no observar al otro/a como objeto, pues ya no es un mirar objetivado, es un mirar al mundo desde el corazón y no desde la pura racionalidad. Se vuelve, por lo tanto, imperativo volver al re-encuentro de esta pedagogía del Útero, para que nuestros niños y niñas no sigan siendo secuestrados por el saber experto, neutro y racional del conocimiento. Por ese conocimiento de lo nombrado y determinado por el patriarcado. Si queremos seguir lo enunciado por Carla Lonzi (2004) donde nos pedía que teníamos las mujeres que renombrar el mundo, que teníamos que “Reconocemos en nosotras mismas la capacidad para convertir este instante en una modificación total de la vida” (Lonzi, 2004:54). La madre nos permite a nosotras, mujeres, re-nombrar el mundo, tener una natalidad, entendida esta como lo expresa Arendt (2005), como el reconocimiento de nuestra condición de haber nacido para que nazca la política:

La lengua materna nombra el mundo y su historia en una relación que no es de poder sino de autoridad. Autoridad y poder parece, a primera vista, que sean lo mismo, pero no lo son. El poder se ejerce sobre otras u otros, siempre usando alguna medida –por pequeña que sea, aunque puede y suele ser grande o muy grande de fuerza. La autoridad, en cambio, se reconoce: es como una gracia, como un más que yo reconozco en otra, y al que me acerco para tomarlo, para acogerlo como se acoge una gracia, un don. Por eso puedo decir que la autoridad es de quien la reconoce; frente al poder, que es de quien lo ejerce (Rivera Garretas, 1994: 1161).

Pues como bien lo ha señalado Muraro (1994) en la maternidad se encuentra algo que el patriarcado jamás podrá tener (y que por ende, es nuestro primer

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punto de resistencia): la maternidad supone la relación entre dos seres femeninos (madre e hija) y este es fundamental, no porque todas seamos madres, pero todas si somos hijas. Esta relación es lo que formulará según Muraro (1994) las bases a una nueva sociedad, cuyos pilares serán: el affidamento y la autoridad. Es lo que permitirá a esta pedagogía del Útero, nombrar el nuevo orden simbólico de la madre, donde el affidamento es la relación especial entre mujeres donde mujeres diversas, situadas en posiciones jerárquicas diferentes pueden ayudarse a crecer mutuamente; mientras que la autoridad como bien lo ha explicitado Arendt (2005), cuando hace el estudio desde la etimología misma de la palabra y nos dice que auctoritas deviene de augere, y esta significa incremento, capacidad de hacer crecer. La autoridad significa entonces estar en el espíritu del inicio, manteniendo vivo su principio e incrementándolo. Esto lo logra la madre, pues la capacidad de iniciar está en la libertad de la condición humana de la natalidad. La madre en nuestro acto de conocer-nos, y si logramos re-conocer-nos en el re-encuentro con ella a través de la pedagogía del Útero nos permite volver a la condición humana del nacimiento, del venir desde la madre (la matriz), donde coinciden desde el punto de vista del círculo hermenéutico el principio e inicio, y que además hay que saber re-conocer y re-encontrarse para que en este crecimiento se den a la vez la libertad y el orden que sólo el auctoritas y no el poder lo puede lograr como lo hemos visto en la cita de Rivera Garretas (1994).Es así que en el nuevo nombramiento del mundo a través de la madre, el orden simbólico es el “orden en que la madre es principio ordenador” (Muraro, 1994: 54) en un sentido ambiguo, pues por un lado, permite el re-conocer nuestro inicio desde nuestra facultad de iniciar, y por ende, de ser-nos libres; en segundo lugar, porque el re-conocimiento de la madre a través del re-encuentro desde este inicio se enmaraña con nuestra condición (llena de nuestras intenciones, volviendo así a lo que anuncié en un principio de este artículo), haciéndonos libres más no sabernos/as, sino condicionados por nuestro origen, por nuestro inicio de historicidad, elemento que nos otorga a un tiempo orden y libertad, como ya había dicho anteriormente, el re-encuentro nos permite conocernos a nosotros/as mismos/as y este permite el bien deseado de nuestra autonomía.En pocas palabras, para mi como mujer, para ustedes como mujeres, para ti hombre, para ustedes hombres, basta nombrar el mundo desde lo atópico, basta nombrar al mundo desde la invisibilidad de las mujeres, este orden simbólico de la madre, dado en un primer momento por el re-encuentro del acto de amor, del nacimiento, de la palabra, permeado así por el affidamento y la autoridad, nos permite crear un topos propio, dado desde el orden simbólico de la madre, que será llevado a nuestras prácticas educativas por el verbo de la pedagogía del Útero.

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Es así, como la desconstrucción presentada en estas breves páginas, exige de las mujeres la práctica de partir de sí, desde su mismidad, es lo que ha dicho Bocchetti como “en poner en el centro el ser mujer y comprender que el ser mujer no está contenido todo él en la propia existencia, está antes que yo y estará después de mí y de las demás mujeres” (Bocchetti, 1995:241). Por lo que he dicho hasta ahora, ¿por qué hablo entonces que lo pretendido por mi persona era una desconstrucción? Porque “La desconstrucción no es ni un acto ni una operación. «La desconstrucción tiene lugar» es un acontecimiento, y esta idea viene nutrida de la influencia de su maestro Lévinas. «Desconstruirse [es] perder su construcción»” (Derrida, 1997:9). El término desconstrucción tiene su origen etimológico en el concepto de Destruktion, introducido por Heidegger para solicitar el apartarse de la vieja tradición ontológica. La desconstrucción se refiere a una lectura que tiende a la descentralización, es decir, desenmascarar todo centro. En su libro De la Gramatología (1978), Derrida señala que el problema de los centros es que intentan excluir y al hacerlo marginan a otros (que ellos denominan los Otros), en las sociedades como las nuestras, donde el hombre es la figura dominante, él es el centro, y la mujer es el Otro marginado, reprimido e ignorado. Por lo tanto, ¿qué hacer? La desconstrucción permite tramar una táctica para descentrar, permitiéndonos en un momento captar el centro para luego subvertirlo, para que la parte marginada pase a ser la central, pero sólo temporalmente elimine la jerarquía. Esto es lo que permitiría este re-encuentro con la madre a partir del nuevo orden simbólico, una desconstrucción del centro patriarcal, que no es una actitud filosófica como ya lo dije, sino política, donde esta política como bien lo señaló Arendt (2005) y posteriormente Jónasdóttir (1993) no pretende separar, escindir lo público y lo privado, sino por el contrario, se dan significaciones políticas a las relaciones de afecto. Desde esta perspectiva, las políticas de mujeres ponen su acento y su fuerza en el hecho de dar significado al fenómeno humano de ser mujer en el orden de lo simbólico, en el orden del discurso (que como Foucault (1992) lo señalará, es donde se mueve el poder), a partir de este re-encuentro que les permite escuchar-se a sí mismas y decir-se en su experiencia vivida como mujer, desde una mujer, entre mujeres y hombres. Esta es quizás la tarea de una educación basada en una pedagogía del Útero. Para cerrar (¿o iniciar?) dejaré para la reflexión una frase de Etty Hillesum (2000) “Trabajarse uno mismo no es precisamente una forma de individualismo enfermizo. Una paz futura solo será verdaderamente posible si cada cual la ha encontrado dentro de sí” (p. 69). Yo le agregaría, volvamos a nuestro nacimiento con nuestra madre.

PEDAGOGÍA DEL UTERO: DEL CONÓCETE A TI MISMO/AA UN RE-ENCUENTRO CON LA MADREClaribel Pereirapp. 189-201

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Notas[1] Es importante acotar que fue justamente esta segunda comprensión del conócete a ti mismo que fue retomado por Foucault en su Hermenéutica del Sujeto (2009), que es la recopilación de las clases dictadas por él en el Collège de France en el período de 1981 a 1982, para explicitar la importancia la inquietud de sí mismo, por encima del conócete a ti mismo. (Cfr. Foucault, M. (2009). La hermenéutica del sujeto: Curso en el Collège de France: 1981-1982. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, sobretodo en la lección del 6 de enero de 1982).[2] Pero la prudencia es una virtud ética, recordemos lo señalado por Aristóteles en su obra Ética a Nicómaco en el libro VI.[3] Bajo esta concepción de la intencionalidad, tendremos autores como Edmund Husserl que nos señaló que “La intencionalidad es lo que caracteriza la conciencia en su pleno sentido [...] Entendemos por intencionalidad la peculiaridad de las vivencias de «ser conciencia de algo».” (Husserl, 1949:198).[4] Gobernarse aquí va a ser entendido como sinónimo de autoridad, tal como lo concibe Hannah Arendt y que será explicitado más adelante.

REFERENCIASAlthusser, L. (1974). Ideología y Aparatos Ideológicos de Estado. La Habana:

Educación y Pueblo.Arendt, H. (2005). La condición humana. Barcelona: Paidós.Bocchetti, A. (1995). Lo que quiere una mujer. Valencia-España: CátedraDelors, J. (1996). La educación encierra un tesoro. Salamanca: UNESCO-

Santillana.Derrida, J. (1978). De la Gramatología (2ª Ed.). México: Siglo XXI.Derrida, J. (1997). El tiempo de una tesis. Desconstrucción e implicaciones

conceptuales (2ª Ed.). Barcelona: Proyecto A ediciones.Epicteto (2007). Enquiridion. España: José J. de OlañetaFoucault, M. (1992). El Orden del Discurso. Buenos Aires: TusquetsFoucault, M. (2009). Hermenéutica del Sujeto: Curso en el Collège de France:

1981-1982. Buenos Aires: Fondo de Cultura EconómicaFreire, P. (2005). Cartas a quien pretende Enseña (10ª Ed.). México: Siglo

XXI.

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Hillesum, E. (2000). Diario 1941-1943. 4ta.ed. Milano: Gli Adelphi.Husserl, E. (1949). Ideas relativas a una fenomenología pura y una filosofía

fenomenológica. México: Fondo de Cultura Económica.Jónasdóttir, A. (1993). El poder del amor. ¿Le importa el sexo a la democracia?

Madrid: Cátedra.Kosik, K. (1967). Dialéctica de lo Concreto. México: Grijalbo.Lonzi, C. 82004). Escupamos sobre Hegel. Escritos de “Rivolta Femminile”.

México: Fem-e-libros.Maturana, H. (1995). La realidad ¿objetiva o construida? Barcelona:

AnthroposMoreno, A. (2008). El Aro y la Trama. Episteme, Modernidad y Pueblo.

Estados Unidos: Convivium Press.Muraro, L. (1994). El orden simbólico de la madre. Madrid: Horas y Horas.Muraro, L. (2007). “El pensamiento de la Experiencia”. En: DUODA. Estudis

de la Diferència Sexual. Nº 33. 2007. Pp. 41-46.

Isabel Falcón “Porteña”