peck scott la nueva psicologia del amor

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La Nueva psicología del Amor… Con Cariño Para Maria Olave, de quien siempre estará contigo. 1

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el amor visto de otra manera

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Peck

La Nueva psicologa del Amor

Con Cario Para Maria Olave, de quien siempre estar contigo.

(Contratapa)

La vida es difcil. Resolver sus problemas es siempre un proceso doloroso. El Dr. Scott Peck, destacado psiquiatra norteamericano, nos alienta a enfrentar las dificultades y cambiar nuestra vida. Enfoca temas como la autodisciplina, la responsabilidad, la naturaleza de las relaciones amorosas: el mito del amor romntico, los riesgos de la independencia y del compromiso, cmo reconocer la verdadera compatibilidad, cmo distinguir el amor de la dependencia, cmo llegar a ser una persona autntica y un padre sensible. Esta discusin sobre el amor -ha dicho el National Catholic Reporter- es la ms original desde Erich Fromm.

Por la simple recomendacin de los lectores, sin mayor promocin, este libro lleva vendidos millones de ejemplares. Permanece desde hace ms de cuatro aos entre los best sellers de The New York Times. Se lo considera un clsico de nuestro tiempo.

DR. M. SCOTT PECK

LA NUEVA

PSICOLOGA DEL

AMOR

EMEC EDITORES

Ttulo original:

The Road Less Traveled - A New Psvchology of Love, Traditional Values and Spiritual Growth - Copyright 1978 by M. Scott Peck MD.

Todos los derechos reservados, inclusive el derecho de reproduccin total o parcial, en cualquier forma. Esta edicin se publica mediante convenio con el editor original Simon & Schuster, New York.

Emec Editores, SA, 1986

Alsina 2062 - Buenos Aires, Argentina

Ediciones anteriores: 34.000 ejemplares.

12a impresin en offset: 3.000 ejemplares.

Impreso en Compaa Impresora Argentina S.A., Alsina 2041/49,

Buenos Aires, enero de 1992

PRINTED IN ARGENTINA

I.S.B.N.:950-04-05180 23.329

INTRODUCCIN

Las ideas aqu expuestas proceden en su mayor parte de mi trabajo clnico cotidiano con pacientes que se esfuerzan por alcanzar mejores niveles de madurez o pugnan por evitarlo. En consecuencia, este libro contiene partes de varias historias clnicas reales. El carcter confidencial es esencial a la prctica psiquitrica, de modo que en todas las descripciones de casos hemos alterado los nombres y otras particularidades a fin de preservar el anonimato de mis pacientes procurando empero no deformar la realidad esencial de nuestra mutua experiencia.

Sin embargo, puede hacer cierta deformacin a causa de la brevedad de las exposiciones de los casos. La psicoterapia rara vez es un proceso breve, pero como por fuerza tuve que concentrarme en los puntos descollantes de un caso, el lector puede quedar con la impresin de que dicho proceso es un drama claro. El drama es real y se lo podr considerar claro pero es preciso recordar que a los efectos de facilitar la lectura hemos omitido de las descripciones aquellos perodos prolongados de confusin y frustracin que son inherentes a casi toda terapia.

Tambin quisiera excusarme por referirme continuamente a Dios empleando la imagen tradicionalmente masculina; pero proced as ms por razones de simplicidad que porque sostenga un rgido concepto en cuanto al gnero.

Como psiquiatra me doy cuenta de que es importante mencionar desde el principio dos postulados que estn en la base de este libro. Uno es el de que no hago ninguna distincin entre mente y espritu y, por lo tanto, no distingo entre el proceso de alcanzar crecimiento espiritual y el proceso de alcanzar crecimiento mental. El otro postulado es la implicacin de que dicho proceso de crecimiento es una empresa compleja, ardua, que dura toda la vida. La psicoterapia, si pretende aportar una asistencia sustancial al proceso de desarrollo espiritual y mental, no es un procedimiento rpido o sencillo. No pertenezco a ninguna escuela en particular de psiquiatra o psicoterapia; no soy ni freudiano, ni junguiano, ni adleriano, ni conductista, ni gestaltista. No creo que haya una sola respuesta fcil. Considero que las formas breves de psicoterapia pueden ser tiles y que por eso no hay que desacreditaras, slo que la ayuda que procuran es inevitablemente superficial. La jornada de desarrollo espiritual es un largo camino. Quisiera agradecer a aquellos pacientes mos que me concedieron el privilegio de acompaarlos en importantes tramos de su jornada. Pues esa jornada fue tambin la ma y buena parte de lo que presento aqu es lo que aprendimos juntos. Quiero tambin agradecer a muchos de mis maestros y colegas. Entre ellos la principal es mi mujer, Lily. Ha entregado tanto de su persona a este trabajo que resulta difcil distinguir su saber y prudencia como esposa, madre, psicoterapeuta y persona de los mos propios.

SECCION I LA DISCIPLINA

Problemas y dolor

La vida es dificultosa.

sta es una gran verdad, una de las ms grandes. Es una gran verdad porque una vez que la comprendemos realmente, la trascendemos. Cuando realmente nos damos cuenta de que la vida es dificultosa -una vez que lo hemos comprendido y aceptado verdaderamente as- la vida ya no resulta dificultosa. Porque una vez que se acept aquella verdad, el hecho de que la vida sea dificultosa ya no importa.

La mayor parte de la gente no comprende cabalmente esta verdad de que la vida sea difcil. En cambio, no deja de lamentarse ruidosa o delicadamente de la enormidad de sus propios problemas, de la carga que ellos representan y de todas sus dificultades como si la vida fuera en general una aventura fcil, como si la vida debiera ser fcil. Esas personas manifiestan su creencia, de manera ruidosa o sutil, de que sus dificultades representan una clase nica de desgracia que no debera haberles tocado en suerte, pero que de alguna manera cay especialmente sobre ellas o sobre su familia, su tribu, su clase, su nacin, su raza o hasta su especie... y no sobre otros. Conozco bien esos lamentos porque yo mismo hube de lanzarlos alguna vez.

La vida es una serie de problemas. Hemos de lamentamos de ellos o resolverlos? No deseamos ensear a nuestros hijos a resolverlos?

La disciplina es el instrumento bsico que necesitamos para resolver los problemas de la vida. Sin disciplina no podemos resolver nada. Con slo un poco de disciplina podemos resolver nicamente algunos problemas. Con una disciplina total podemos resolver todos los problemas.

Lo que hace la vida dificultosa es el hecho de que el proceso de afrontar y resolver problemas es un proceso penoso. Los problemas, segn su naturaleza, suscitan en nosotros frustracin o dolor o tristeza o sensacin de soledad o culpabilidad o arrepentimiento o clera o miedo o angustia o ansiedad o desesperacin. stas son sensaciones desagradables, a menudo muy desagradables, a veces tan penosas como cualquier dolor fsico, y a veces igualan a los peores dolores fsicos. Ciertamente , a causa del dolor que los acontecimientos o conflictos provocan en nosotros, los llamamos problemas. Y como la vida plantea una interminable serie de problemas, siempre es dificultosa y est tan llena de dolores como de alegras.

Sin embargo, la vida cobra su sentido precisamente en este proceso de afrontar y resolver problemas. Los problemas hacen que distingamos agudamente entre xito y fracaso. Los problemas fomentan nuestro coraje y nuestra sabidura; ms an, crean nuestro coraje y nuestra sabidura. Slo a causa de los problemas crecemos mental y espiritualmente. Cuando deseamos alentar el desarrollo y el crecimiento del espritu humano, lanzamos un desafo a la capacidad del hombre para resolver problemas, as como en la escuela deliberadamente proponemos problemas a los nios para que los resuelvan. Por el dolor, que supone afrontar y resolver problemas, aprendemos. Como dijo Benjamn Franklin: Aquellas cosas que lastiman instruyen . Por eso las personas sabias aprenden a no temer los problemas, sino que por el contrario los acogen de buen grado as como aceptan los dolores inherentes a los problemas.

La mayor parte de nosotros no es tan sabia. Como tememos el dolor, casi todos, en mayor o menor medida, procuramos evitar los problemas. Diferimos su consideracin, con la esperanza de que desaparezcan. Los ignoramos, los olvidamos, pretendemos que no existen. Hasta tomamos drogas para que nos ayuden a ignorarlos, pues al embotar nuestra conciencia del dolor podemos olvidar los problemas que los causan. Intentamos eludir todos los problemas en lugar de afrontarlos directamente. Procuramos eludirlos para evitarnos sufrimientos.

Esta tendencia a eludir los problemas y los sufrimientos inherentes a ellos es la base primaria de toda enfermedad mental. Como los ms de nosotros tenemos esa tendencia en mayor o menor grado, la mayora de nosotros estamos mentalmente enfermos en mayor o menor grado, es decir, no gozamos de una, salud mental completa. Algunos vamos tan extraordinariamente lejos en nuestro empeo de evitar los problemas y los sufrimientos que ellos causan que nos alejamos mucho de todo cuanto es claramente bueno y sensato a fin de tratar de encontrar una manera fcil y, as, forjamos las ms elaboradas fantasas a veces con total exclusi6n de la realidad. Digmoslo con las breves y elegantes palabras de Carl Jung: La neurosis es siempre un sustituto de genuinos sufrimientos

Pero el sustituto termina por convertirse en algo ms penoso que el sufrimiento legtimo que el que deba evitar. La neurosis misma se convierte en el mximo problema. Muchos intentan entonces evitar ese dolor y ese problema colocando capa tras capa de neurosis. Afortunadamente sin embargo algunos tienen el valor de hacer frente a sus neurosis y comienzan a aprender -generalmente con la ayuda de la psicoterapia- el modo de experimentar el sufrimiento genuino. En todo caso, cuando eludimos el sufrimiento genuino que resulta de afrontar problemas, nos privamos tambin de la posibilidad de crecimiento que los problemas nos ofrecen. Por eso, en las enfermedades mentales crnicas, se detiene nuestro proceso de crecimiento y quedamos atascados. Y, sin una cura. el espritu humano comienza a encogerse y a marchitarse.

Por eso debemos inculcar en nosotros y en nuestros hijos los medios de alcanzar la salud mental y espiritual. Quiero decir con esto que debemos ensearnos a nosotros mismos y ensear a nuestros hijos la necesidad de sufrir y el valor que ello tiene, la necesidad de afrontar directamente los problemas y de experimentar el dolor que ellos nos acarrean. Dije que la disciplina es el instrumento fundamental que necesitamos para resolver los problemas de la vida. Como veremos, este instrumento comprende varias tcnicas de sufrimiento, medios en virtud de los cuales experimentamos el dolor de los problemas de manera tal que los penetramos con esfuerzo y terminamos por resolverlos; ste es un proceso de aprendizaje y crecimiento. Cuando enseamos la disciplina (a nosotros mismos o a nuestros hijos) nos estamos enseando y les estamos enseando a ellos la manera de sufrir y tambin la manera de desarrollarnos y crecer.

Cules son estos instrumentos, esas tcnicas de sufrimiento, esos medios de experimentar el dolor de los problemas de modo constructivo, eso que yo llamo disciplina? Hay cuatro: postergacin de la gratificacin, aceptacin de la responsabilidad, dedicacin a la verdad y equilibrio. Segn habremos de ver, stos no son instrumentos complejos cuya aplicacin exija gran entrenamiento. Por el contrario, son instrumentos simples y casi todos los nios ya los utilizan a los diez aos de edad. Sin embargo, reyes y presidentes a menudo se olvidan de usarlos con gran detrimento para ellos. La cuestin es, no la complejidad de tales instrumentos, sino la voluntad de utilizarlos. En efecto, se trata de instrumentos con los cuales se afronta el dolor en lugar de evitarlo, de suerte que si uno procura elidir los sufrimientos legtimos, no har uso de estos instrumentos. Por eso, despus de analizarlos uno por uno en la seccin siguiente, consideraremos la voluntad de usarlos, que es el amor.

Postergacin de la gratificacin

No hace mucho tiempo una analista de finanzas de unos treinta aos se me quej durante varios meses de la tendencia que tena a holgazanear en su trabajo. Habamos analizado sus sentimientos respecto de los jefes y los sentimientos respecto de la autoridad en general y especialmente de sus padres. Habamos examinado las actitudes de la paciente frente al trabajo y al xito y habamos establecido que esas actitudes tenan relacin con su matrimonio, con su identidad sexual, con su deseo de competir con el marido y con sus temores de semejante competencia. Sin embargo, a pesar de todo este laborioso trabajo psicoanaltico,, la paciente continuaba dejando pasar el tiempo en su trabajo as como haca antes. Por fin, un da me atrev a considerar algo que pareca evidente y le pregunt: Le gustan las tartas? Me contest que le gustaban. Qu parte de la tarta prefiere usted?, continu. La tarta misma, o la capa de merengue? Oh, la capa de merengue! Replic con entusiasmo. Y cmo come usted un trozo de tarta? le pregunt sintiendo que yo deba ser el psiquiatra ms tonto de todo el mundo. Primero como la capa de merengue, por supuesto, contest la paciente. De su costumbre de comer las tartas pasamos a considerar sus hbitos de trabajo y, como caba esperar, descubr que en cualquier trabajo dado del da la paciente dedicaba la primera hora a la parte ms gratificante de su trabajo y luego dejaba el desagradable resto para las otras seis horas. Le indiqu que, si se obligaba a realizar la parte desagradable de su trabajo en la primera hora, despus quedara en libertad de disfrutar de las otras seis. Le dije que me pareca que una hora de desplacer seguida por seis horas de placer era preferible a una hora de placer seguida por seis horas desagradables. La paciente manifest que estaba de acuerdo y, como era una persona con fuerza de voluntad, ya no holgazane en su trabajo.

Dilatar la gratificacin es un proceso que supone programar lo agradable y lo desagradable de la vida de manera tal que aumente el placer al experimentar primero el desplacer con el cual se acaba. Esa es la nica manera decente de vivir.

Este instrumento o proceso de programacin es algo que la mayor parte de los nios aprenden en edad temprana, ms o menos a los cinco aos. Por ejemplo, a veces cuando un nio de cinco aos est jugando una partida con un compaero dir a ste que juegue el primer turno, para luego poder gozar l del suyo. A los seis aos los nios pueden comenzar a comer primero la tarta y dejar para lo ltimo el merengue. Durante toda la escuela primaria el nio ejerce diariamente esta temprana capacidad de postergar la gratificacin, especialmente en lo que se refiere a las tareas que deba hacer en su casa. A los doce aos algunos nios ya son capaces de sentarse a realizar sus tareas sin que los padres se lo indiquen y antes de ponerse a mirar televisin. A los quince o diecisis aos se espera esa conducta de los adolescentes y esto es considerado normal.

Pero, como los educadores saben, a esta edad hay muchos adolescentes que en modo alguno cumplen tal norma. Si bien muchos tienen una capacidad bien desarrollada de diferir la gratificacin, algunos adolescentes de quince o diecisis aos no parecen haberla desarrollado y algunos hasta parecen carecer enteramente de dicha capacidad. sos son los estudiantes con problemas. A pesar de que su cociente de inteligencia es bueno, su rendimiento escolar es pobre, sencillamente porque no trabajan. Pierden clases o faltan completamente a la escuela por cualquier capricho del momento. Son impulsivos y su impetuosidad se derrama tambin en toda su vida social. Tienen frecuentes rias, entran en contacto con las drogas, comienzan a verse en dificultades con la polica. Goza ahora y paga despus es su lema. Entonces los padres acuden a los psiclogos y psicoterapeutas, pero casi siempre es demasiado tarde. Esos adolescentes se molestan ante cualquier intento de intervenir en su vida impulsiva, y aun cuando se puede vencer ese enojo mediante actitudes amistosas y efusivas por parte del terapeuta, la impetuosidad de esos jvenes es tan grande que les impide participar en el proceso psicoteraputico de una manera significativa. Faltan a las sesiones, evitan toda situacin importante y penosa. De manera que en general la intervencin teraputica fracasa y esos chicos terminan por abandonar los estudios y continan en una serie de fracasos que frecuentemente desembocan en desastrosos matrimonios, en accidentes, en hospitales psiquitricos o en la crcel.

A qu se debe esto? Por qu una mayora de chicos puede desarrollar la capacidad de postergar la gratificacin en tanto que una minora considerable no logra desarrollar dicha capacidad? La respuesta no se conoce cientficamente de una manera absoluta. El papel que desempean los factores genticos no es claro. Las variables no pueden controlarse suficientemente mediante la prueba cientfica. Pero la mayor parte de los signos apunta claramente a la calidad de su crianza y a la condicin de los padres como factores determinantes.

Los pecados de los padres

Y a veces en los hogares de esos chicos indisciplinados no falta realmente disciplina parental de alguna clase. Por lo comn esos nios son castigados frecuentemente durante toda su niez: son abofeteados, vctimas de puetazos, de puntapis, son golpeados y azotados por sus padres por cualquier pequea infraccin. Pero semejante disciplina no tiene sentido porque es una disciplina indisciplinada.

Una de las razones por las que tal disciplina carece de sentido es la de que los propios padres son indisciplinados y por lo tanto sirven como modelos de indisciplina a sus hijos. Son los padres que declaran Haz lo que digo, no lo que hago. Frecuentemente se muestran borrachos en presencia de los hijos; se pelean ante los hijos sin dignidad ni racionalidad, ni contencin. A veces aparecen desaliados y hacen promesas que luego no cumplen. Sus mismas vidas son con frecuencia desarregladas y desordenadas de modo que los intentos que hacen para ordenar la vida de sus hijos no parecen a stos muy razonables. Si el padre pega regularmente a la madre, qu sentido tiene para un chico que su madre lo azote porque l ha pegado a su hermanita? Tiene algn sentido decirle que debe aprender a controlar sus arranques? Como cuando somos pequeos no poseemos el beneficio de la comparacin, nuestros padres son figuras semejantes a dioses a nuestros ojos infantiles. Cuando los padres hacen las cosas de cierta manera, al nio le parece que sa es la manera de hacerlas, la manera en que ellos deberan hacerlas. Si un nio ve que sus padres se conducen da tras da de manera disciplinada, contenida, digna y si muestran la capacidad de ordenar sus propias vidas, el hijo llegar a sentir en las ms profundas fibras de su ser que as es como hay que vivir. Si un hijo ve que sus padres das tras da se entregan a sus arranques sin disciplina alguna, llegar a creer hasta en las fibras ms profundas de su ser que sa es la manera en que hay que vivir.

Pero aun ms importante que el modelo es el amor. En efecto, aun en hogares caticos y desordenados en ocasiones est presente el genuino amor, y de esos hogares pueden salir muchachos bien disciplinados. Y no pocas veces padres que ejercen profesiones -mdicos, abogados, mujeres filantrpicas- y que llevan una vida estrictamente ordenada y decorosa pero sin experimentar genuino amor, echan al mundo hijos que resultan tan indisciplinados, destructivos y desorganizados como un nio salido de un hogar catico y pobre.

En ltima instancia el amor lo es todo. Examinaremos el misterio del amor en partes posteriores de este libro, sin embargo podra ser til hacer aqu una breve y limitada mencin del amor y de la relacin que tiene con la disciplina.

Cuando amamos alguna cosa, esa cosa es valiosa para nosotros y cuando algo es valioso para nosotros le dedicamos tiempo, tiempo para gozarla y tiempo para cuidarla. Obsrvese a un adolescente enamorado de su automvil y vase cunto tiempo dedica a admirarlo, a lustrarlo, a repararlo, a ponerlo a punto. O considrese una persona madura que posee un amado rosedal y cunto tiempo dedica a podar los rosales, a protegerlos, a fertilizar la tierra y a estudiarlos. Lo mismo ocurre cuando amamos a los hijos; destinamos mucho tiempo a admirarlos y a cuidarlos. Les damos nuestro tiempo.

La buena disciplina exige tiempo. Cuando no tenemos tiempo para dedicar a nuestros hijos o no estamos dispuestos a dedicrselo, ni siquiera los observamos lo suficiente para darnos cuenta de cuando ellos expresan sutilmente la necesidad que tienen de nuestra disciplina y ayuda. Si su necesidad de nosotros es lo bastante grande para molestar a nuestra conciencia, aun podemos ignorar esa necesidad alegando que es mejor dejarlos que hagan lo que quieran y decimos hoy no tengo la fuerza necesaria para ocuparme de ellos, O si nos vemos obligados a emprender alguna accin por sus fechoras y por nuestra irritacin, impondremos la disciplina a menudo de modo brutal, por clera antes que por deliberacin, sin examinar el problema y sin pararnos a considerar qu forma de disciplina es la ms apropiada para el problema en cuestin.

Los padres que dedican tiempo a sus hijos, aun cuando stos no hayan cometido una obvia fechora, perciben en esos nios sutiles necesidades de disciplina a las cuales los padres habrn de responder con una suave exhortacin o con una reprimenda, o con un elogio, empleando siempre reflexin y cuidado. Habrn de observar de qu manera comen sus hijos, como estudian; observarn cundo dicen mentiras, cundo eluden problemas en lugar de afrontarlos. Y entonces se tomarn el tiempo necesario para llevar a cabo estas correcciones y ajustes menores, escucharn a sus hijos y les respondern aflojando un poco aqu, apretando un poco all, les leern libros, les contarn cuentos, les darn un abrazo y un beso, palmaditas en la espalda y ligeras reprimendas. De manera que la cualidad de la disciplina suministrada por padres cariosos es superior a la disciplina de padres que no son cariosos. Pero esto es slo el comienzo. Al tomarse tiempo para observar las necesidades de sus hijos y pensar en ellas, los padres que los aman frecuentemente se encontrarn debatindose con las decisiones que deben tomar y en un sentido muy real sufrirn junto con sus hijos. Y stos no son ciegos. Se dan cuenta de que sus padres estn dispuestos a sufrir con ellos y aunque tal vez no respondan con gratitud inmediata, tambin ellos aprendern a sufrir y se dirn: Si mis padres estn dispuestos a sufrir conmigo, luego el sufrimiento no debe de ser tan malo y yo mismo estara dispuesto a sufrir. ste es el comienzo de la autodisciplina.

El tiempo y la calidad del tiempo que los padres les dedican indican a los hijos el grado en que son valorados por los padres. Algunos padres que verdaderamente no sienten amor por sus hijos intentan encubrir su falta de cario haciendo frecuentes declaraciones de amor a sus hijos y repetida y mecnicamente les dicen que son valorados, pero no les dedican un tiempo significativo. Esos nios nunca se engaan enteramente semejantes palabras huecas. Conscientemente suelen aferrarse a ellas pues desean creer que son amados, pero inconscientemente saben que las palabras de sus padres no estn a la altura de sus actos.

Por otro lado, nios que son realmente amados, aunque en momentos de enojo pueden conscientemente sentir y proclamar que se los descuida, inconscientemente se saben valorados. Y ese conocimiento vale ms que todo el oro del mundo. En efecto, cuando un nio sabe que es valorado, cuando siente en las partes ms profundas de su ser que es valorado, se siente en verdad valioso.

El sentimiento de ser valioso -Soy una persona valiosa- es esencial a la salud mental y es la piedra angular de la autodisciplina. Ese sentimiento es un producto directo del amor parental. Y debe cobrarse durante la niez; se trata de una conviccin extremadamente difcil de adquirir durante la edad adulta. Inversamente, cuando los nios aprendieron en virtud del amor de sus padres a sentirse valiosos, es casi imposible que las vicisitudes de la vida adulta les destruyan esa conviccin.

El sentimiento de ser valioso constituye una de las bases de la autodisciplina porque cuando uno se considera valioso se cuida a si mismo de todas las maneras que sea necesario. La autodisciplina implica estimarse y cuidarse a s mismo. Por ejemplo -puesto que estamos discutiendo el proceso de postergar la gratificacin y de ordenar y programar el tiempo- examinemos brevemente la cuestin del tiempo. Si nos sentimos valiosos, sentiremos que tambin nuestro tiempo es valioso y si sentimos que es valioso, desearemos emplearlo bien. La analista de finanzas que holgazaneaba en su trabajo no valoraba su tiempo. Si lo hubiera valorado no se permitira pasar la mayor parte de su jornada laboral de manera tan desdichada e improductiva. No dej de tener consecuencias para ella el hecho de que en su niez los padres la enviaran a pasar las vacaciones escolares al campo con un matrimonio contratado, aunque los padres podran haberse hecho cargo perfectamente de la nia si as lo hubieran deseado. Sencillamente no la valoraban. No deseaban cuidarla. Y as la nia creci sintiendo que era algo de poco valor, que no vala la pena ocuparse de ella; y por lo tanto ella misma no se estimaba ni se cuidaba. No senta que en su caso valiera la pena disciplinarse. A pesar de que era una mujer inteligente y competente, necesitaba la ms elemental instruccin en cuanto a disciplina porque le faltaba una estimacin realista de su propio valor y del valor de su tiempo. Una vez que logr darse cuenta de que su tiempo era valioso, naturalmente dese organizarlo para usarlo mejor.

Como resultado de experimentar un coherente amor parental y cariosos cuidados durante toda la niez, esos nios afortunados entran en la edad adulta no slo con una profunda sensacin interna de su propio valor, sino tambin con un profundo sentido interno de seguridad. Todos los nios tienen miedo de que los abandonen..., y con razn. Ese temor de ser abandonados comienza alrededor de los seis meses, tan pronto como el pequeo es capaz de percibirse como un ser individual, separado de sus padres. Y al percibirse como individuo separado se da cuenta de que como tal es enteramente impotente, que est totalmente desamparado y que se encuentra por entero a merced de sus padres en lo que se refiere a todas las formas de sustento y. medios de supervivencia. Para el nio, ser abandonado por sus padres equivale a la muerte. La mayor parte de los padres, aun cuando en otros aspectos sean relativamente ignorantes o insensibles, perciben instintivamente el miedo de los pequeos a ser abandonados y por eso da tras da repiten centenares y millares de veces palabras que los tranquilicen: Sabes que mam y pap no te van a dejar solo. Por supuesto, mam y pap volvern para buscarte, Mam y pap no se olvidarn de ti ciertamente. Si estas palabras van acompaadas por obras durante meses y aos, al llegar a la adolescencia el nio habr perdido el miedo a ser abandonado y experimentar en cambio una profunda sensacin interior de que el mundo es un lugar seguro, en el cual hallar proteccin cuando la necesite. Con ese sentimiento interno de seguridad, ese nio tiene la libertad para dilatar la gratificacin de uno u otro gnero pues sabe seguramente que la oportunidad de obtener gratificacin, lo mismo que el hogar y los padres, est siempre presente y es accesible cuando se la necesita.

Pero muchos no son tan afortunados. Un nmero sustancial de nios son realmente abandonados por sus padres durante. la niez, ya por muerte, ya por desercin, ya por simple negligencia o, como en el caso de la analista de finanzas, sencillamente por falta de inters. Otros, si bien no son realmente abandonados, no reciben de sus padres las tranquilizadoras palabras de que no se los abandonar; por ejemplo, hay algunos padres que en su deseo de imponer disciplina del modo ms fcil y rpido amenazan con el abandono abierta o sutilmente, para alcanzar este fin. El mensaje que dan a sus hijos es: Si no haces exactamente lo que deseo que hagas, no te querr ms y ya puedes imaginarte lo que eso podra significar. Por supuesto significa abandono y muerte. Esos padres sacrifican el amor por su necesidad de controlar y dominar a los hijos y lo que logran es nios excesivamente temerosos del futuro. Y as esos nios, abandonados psicolgicamente o realmente, entran en la edad adulta careciendo del profundo sentimiento de que el mundo es un lugar seguro en el que puede hallarse proteccin. Por el contrario, perciben el mundo como algo peligroso y temible, y no estn dispuestos a desechar ninguna gratificacin o seguridad en el presente por la promesa de una gratificacin o seguridad mayor en el futuro, puesto que el futuro les parece ciertamente dudoso.

En suma, para que los nios desarrollen la capacidad de postergar gratificaciones, es necesario que tengan modelos disciplinados, que posean un sentido del propio valor y cierto grado de confianza en la seguridad de su existencia. Estas posesiones se adquieren idealmente en virtud de la autodisciplina y de los cuidados congruentes y genuinos de los padres; esos cuidados son los dones ms preciosos que madres y padres pueden legar. Cuando un nio no ha recibido estos dones de sus propios padres, puede quiz adquirirlos de otras fuentes, pero en ese caso el proceso de adquisicin es invariablemente un penoso camino cuesta arriba que a menudo dura toda la vida y que a menudo resulta infructuoso.

Resolver problemas y tomarse tiempo

Hemos considerado algunas de las maneras en que el amor parental o su falta pueden influir en el desarrollo de la autodisciplina en general y en la capacidad de diferir la gratificacin en particular; examinemos ahora algunas de las maneras ms sutiles pero ms devastadoras en que la incapacidad de dilatar la gratificacin afecta la vida de la mayor parte de los adultos. En efecto, aunque los ms de nosotros afortunadamente desarrollamos suficiente capacidad de dilatar gratificaciones, lo cual nos permite pasar por el colegio y la universidad y lanzarnos a la vida adulta sin ir a parar a la crcel, nuestro desarrollo suele ser, ello no obstante, imperfecto e incompleto, de suerte que nuestra capacidad para resolver los problemas de la vida es tambin imperfecta e incompleta.

A los treinta y siete aos aprend a reparar cosas. Antes, casi todos mis intentos de hacer trabajos de plomera, arreglar juguetes o armar algn mueble segn las jeroglficas instrucciones contenidas en un folleto, terminaban en el fracaso, la confusin y la frustracin. A pesar de habrmelas compuesto para aprobar todas las materias de la facultad de medicina y para mantener una familia en mi condicin de psiquiatra de ms o menos xito, me consideraba un tonto en materia de mecnica. Estaba convencido de que era deficitario en cuanto a algn gen o que sufra alguna maldicin de la naturaleza que me negaba la capacidad mecnica. Luego lleg un da, cuando estaba al cabo de mis treinta y siete aos de edad, en que mientras daba un paseo un domingo de primavera, encontr a un vecino que estaba reparando una cortadora de csped. Despus de saludarlo observ: Vaya, lo admiro a usted: yo nunca fui capaz de arreglar esta clase de cosas o algo parecido. Mi vecino, sin vacilar un solo instante me replic. Eso le ocurre porque no se toma el tiempo suficiente. Reanud mi paseo, algn tanto inquieto por la simplicidad, la espontaneidad y el carcter categrico de su respuesta. No podra tener razn ese hombre? me pregunt. De alguna manera aquello me qued grabado y a la vez siguiente que tuve la oportunidad de hacer una reparacin menor record ante todo que deba tomarme tiempo. El freno de mano del automvil de una paciente haba quedado trabado y ella saba que algo haba que hacer debajo del guardabarros para soltarlo, pero no saba exactamente lo que haba que hacer. Me ech al suelo, debajo del asiento del conductor del automvil. Me tom todo el tiempo necesario para sentirme cmodo. Una vez que estuve cmodo, tambin me tom mi tiempo para examinar la situacin. Lo mir todo durante varios minutos; al principio lo que vi fue una confusa maraa de cables, caos y varillas cuya significacin no conoca. Pero poco a poco, sin apresurarme, logr localizar el aparato del freno y recorrer con la vista todas sus partes. Despus advert claramente una especie de pequeo picaporte que impeda soltar el freno. Con toda lentitud estudi esa pieza hasta que comprend que si la empujaba hacia arriba con la punta del dedo se movera fcilmente y soltara el freno; y as lo hice, un solo movimiento, una pequea presin de mi dedo y el problema estaba resuelto. Ya era un mecnico maestro!

En realidad, no tengo los conocimientos ni el tiempo disponible para hacer reparaciones mecnicas puesto que he preferido concentrar mi tiempo en cuestiones no mecnicas. Por eso por lo comn suelo acudir al hombre especializado para una determinada reparacin. Pero ahora s que se trata de una eleccin que yo hago y no de una maldicin o de un defecto gentico y que no soy un incapacitado ni un impotente en cuestiones mecnicas. S que yo y cualquier otro que no sea mentalmente deficiente puede resolver todo problema si est dispuesto a tomarse su tiempo.

La cuestin es importante porque mucha gente sencillamente no se toma el tiempo necesario para resolver problemas intelectuales, sociales o espirituales de la vida, as como antes yo no me tomaba tiempo para resolver problemas mecnicos. Antes de mi iluminacin mecnica, yo habra metido torpemente la cabeza debajo del guardabarros del automvil de mi paciente, habra palpado unos cuantos cables sin tener la ms remota idea de lo que estaba haciendo y luego, como no habra resultado nada constructivo, me habra levantado y habra dicho: Esto est ms all de mi capacidad.... Y esa es precisamente la manera en que muchos de nosotros afrontamos otros problemas de nuestra vida diaria. La analista de finanzas ya mencionada era fundamentalmente una madre amorosa y dedicada a sus dos hijitos, pero era tambin una madre bastante poco eficiente. Estaba atenta y se preocupaba lo bastante como para percibir cuando los hijos padecan algn tipo de problema emocional o cuando algo no marchaba bien en su modo de criarlos. Pero luego inevitablemente adoptaba dos tipos de accin con los nios: o bien, haca lo primero que se le pasaba por la cabeza en unos pocos segundos -por ejemplo, los obligaba a comer ms en el desayuno o los mandaba a la cama temprano, sin detenerse a considerar si semejante decisin tena algo que ver con el problema-, o bien, acuda a la siguiente sesin teraputica conmigo -el encargado de reparar cosas- y desesperada declaraba: Est ms all de mi capacidad. Qu har?. Esa mujer tena una mente muy aguda y analtica y cuando no holgazaneaba era perfectamente capaz de resolver complejos problemas en su trabajo. Pero cuando se encontraba frente a un problema personal se conduca como si careciera enteramente de inteligencia. La cuestin aqu era una cuestin de tiempo. Una vez que la paciente cobraba conciencia de su problema personal exiga una solucin inmediata y no estaba dispuesta a tolerar su desazn lo bastante como para poder analizar el problema. Para ella, solucionar un problema representaba una gratificacin, pero era incapaz de dilatar esa gratificacin por ms de dos o tres minutos; el resultado era que las soluciones que encontraba resultaban generalmente inapropiadas, de suerte que su familia se encontraba en una crnica agitacin. Afortunadamente, y como perseverara en la terapia, poco a poco fue aprendiendo a disciplinarse y a tomar el tiempo necesario para analizar los problemas de la familia y encontrar soluciones efectivas y bien pensadas.

No estamos hablando aqu de defectos esotricos asociados tan slo con personas que exhiben perturbaciones psiquitricas. La analista de finanzas es un ser humano corriente. Quin de nosotros puede decir que infaltablemente dedica tiempo suficiente a analizar los problemas de sus hijos olas tensiones que se perciben en el seno de la familia? Quin de nosotros es tan autodisciplinado que nunca diga resignadamente ante problemas de la familia: Esto est ms all de mi capacidad?

En realidad, en la manera de afrontar problemas hay algo ms primitivo y ms destructivo que los inapropiados intentos de hallar soluciones instantneas. Es la esperanza de que los problemas desaparezcan por s solos. Un viajante de comercio soltero de treinta aos, que estaba haciendo terapia de grupo en una pequea ciudad, comenz a tener citas con la mujer, recientemente separada, de otro miembro del grupo, un banquero. El viajante saba que el banquero era un hombre permanentemente iracundo que estaba muy alterado por el hecho de que su mujer lo hubiera abandonado. Nuestro hombre saba que no era honesto ni con el grupo ni con el banquero no confiar sus relaciones con la ex mujer del banquero. Tambin saba que era casi inevitable que tarde o temprano el banquero se enterara de aquellas relaciones. Saba que la nica solucin sera confesarlo todo al grupo y soportar la clera del banquero con el apoyo del grupo. Pero no hizo nada. Al cabo de tres meses el banquero se enter de aquellas relaciones, se enfureci como caba esperar y se vali del incidente para abandonar la terapia. Cuando los miembros del grupo le hicieron notar su desastrosa conducta, el viajante de comercio dijo: Yo saba que hablar sobre el asunto traera una disputa y supongo que me pareci que si no deca nada tal vez podra salir del asunto sin ninguna pelea. Seguramente pens que si aguardaba lo suficiente el problema desaparecera por su cuenta.

Los problemas no desaparecen. Es menester vivirlos, experimentarlos, pues de otra manera permanecen y constituyen para siempre una barrera que se opone al desarrollo y crecimiento del espritu.Los miembros del grupo hicieron comprender al viajante de manera bastante clara que su tendencia a no considerar los problemas, ignorndolos con la esperanza de que desapareceran por si mismos, era el principal problema. Cuatro meses despus, a principios del otoo, el viajante de comercio obedeciendo a sus fantasas abandon repentinamente su trabajo de ventas y puso un negocio propio de reparacin de muebles que no le exiga viajar. El grupo deplor que su amigo pusiera todos los huevos en una sola canasta y tambin dud de la prudencia de hacer aquel cambio cuando se aproximaba el invierno, pero el viajante de comercio les asegur que ganara lo suficiente en su nuevo negocio. No se habl ms del asunto. Luego, a principios de febrero, el hombre anunci que deba abandonar el grupo porque ya no poda pagar los honorarios. Estaba completamente arruinado y ahora deba comenzar de nuevo a buscar otro trabajo. En cinco meses haba reparado un total de ocho piezas de mueblera. Cuando le preguntaron por qu no haba empezado a buscar antes un trabajo, replic: Hace seis semanas saba que el dinero se me estaba yendo rpidamente, pero no poda creer que llegara a este punto. La cuestin no me pareca muy urgente, pero vaya! es urgente ahora. Claro est, el hombre haba ignorado su problema. Lentamente comenz a vislumbrar que hasta no resolver este problema capital suyo de ignorar los problemas nunca ira ms all del primer paso, ni siquiera con la ayuda de toda la psicoterapia del mundo.

Esta inclinacin a ignorar problemas es a su vez una simple manifestacin de la actitud de no estar dispuesto a postergar las gratificaciones. Como dijimos, afrontar problemas es penoso. Afrontar un problema voluntariamente y temprano, antes de que nos veamos obligados por las circunstancias a afrontarlo, significa hacer a un lado algo agradable o menos penoso para emprender algo ms penoso. Significa decidir sufrir ahora con la esperanza de de una gratificacin futura en lugar de continuar entregndonos a la gratificacin presente con la esperanza de que el sufrimiento futuro no sea necesario.

Puede parecer que el viajante de comercio que pasaba por alto problemas tan palmarios fuera emocionalmente inmaduro o psicolgicamente primitivo, pero vuelvo a decirlo, era un hombre ordinario, corriente y su inmadurez y su primitivismo estn en todos nosotros. Un gran general que mandaba un ejrcito me dijo una vez: El nico gran problema de este ejrcito o, supongo, de cualquier organizacin, es el de que la mayor parte de los jefes permanece en sus unidades mirando los problemas, contemplndolos bien de frente, sin hacer nada, como si los problemas fueran a desaparecer si ellos permanecen all sentados el tiempo suficiente. Ese general no estaba hablando de dbiles mentales o de hombres anormales; hablaba de otros generales y coroneles, hombres maduros de probada capacidad y entrenados en la disciplina.

Los padres son como ejecutivos y a pesar de que por lo comn estn mal preparados para esta tarea, ella puede ser tan compleja en sus detalles como dirigir una compaa o una corporacin. Y lo mismo que los jefes del ejrcito, la mayor parte de los padres advertir problemas en sus hijos o en sus propias relaciones con los hijos durante meses o aos antes de emprender una accin efectiva, si es que la emprenden alguna vez. Pensbamos que tal vez desaparecera con la edad dicen los padres cuando acuden al psiquiatra de nios con un problema que ya dura cinco aos y con respecto a la complejidad de la situacin de ser padres hay que reconocer que las decisiones parentales son difciles y que con frecuencia a los nios el mal se les pasa con la edad. Pero casi nunca hace dao tratar de ayudar a que se les pase o considerar ms atentamente el problema. Y si bien a menudo a los nios se les pasa con la edad, muchas veces no ocurre esto; y, como acontece con tantos otros problemas, cuanto ms tiempo se ignoren las dificultades de los nios ms crecen y ms difciles son de resolver.

La responsabilidad

No podemos resolver los problemas de la vida sino resolvindolos. Esta afirmacin puede parecer tontamente tautolgica o evidente por s misma, y sin embargo est aparentemente ms all de la comprensin de muchos representantes del gnero humano. Esto se debe a que debemos aceptar la responsabilidad de un problema antes de resolverlo. No podemos resolver un problema diciendo no es mi problema. No podemos resolver un problema esperando que otro lo resuelva por nosotros. Puedo resolver un problema solamente cuando digo: ste es mi problema y me corresponde a m resolverlo. Pero muchos, demasiados, procuran evitar la molestia de sus problemas dicindose: Este problema me fue provocado por otra persona o por circunstancias sociales que estn ms all de mi control y, por lo tanto, corresponde a esa otra persona o a la sociedad resolver este problema por m. Realmente no es mi problema personal

Hasta qu punto llegan psicolgicamente algunas personas en su intento de evitar asumir la responsabilidad de problemas personales, es algo que si bien es siempre triste, resulta a veces casi ridculo. Un sargento del ejrcito, acantonado en Okinawa, que se hallaba en serias dificultades por entregarse excesivamente a la bebida, me fue remitido para que realizara su evaluacin psiquitrica y, de ser posible, para que lo ayudara. El hombre neg que fuera un alcohlico y hasta que el alcohol fuera un problema personal y deca:

En Okinawa por las noches no hay nada que hacer, salvo beber.

No le gusta leer? le pregunt.

Oh, s, claro est, me gusta leer.

Entonces, por qu no lee por las noches en lugar de beber?

En los cuarteles hay demasiado ruido para poder leer.

Bien, pero entonces, por qu no va a la biblioteca?

La biblioteca est muy lejos.

Est la biblioteca ms lejos que el bar que usted frecuenta?

Bueno, la verdad es que no soy muy buen lector. Mi inters no est en eso.

Le gusta la pesca? le pregunt entonces.

Por cierto, me encanta pescar.

Por qu no va a pescar en lugar de beber?

Porque tengo trabajo durante todo el da.

No puede usted pescar por la noche?

No, en Okinawa no se pesca de noche.

Pero si le dije. Conozco varias organizaciones que pescan aqu por la noche. Quiere que lo ponga en contacto con algunas de ellas?

Bueno, realmente, no me gusta pescar.

Por lo que usted dice aclar, en Okinawa hay otras cosas que hacer que no son beber, pero en Okinawa lo que ms le gusta a usted hacer es beber.

S, supongo que es as.

Pero la bebida lo est poniendo en dificultades, de modo que usted se encuentra frente a un problema real, no es as?

Esta maldita isla hara beber a cualquiera.

Durante un rato continu tratando de convencer al sargento, pero ste en modo alguno estaba interesado en ver su inclinacin a beber como un problema personal que podra resolver con ayuda o sin ayuda, de modo que lamentndolo mucho comuniqu al comandante que no era posible prestar ayuda a aquel hombre, que continu bebiendo y que termin por quedar separado del servicio en la mitad de su carrera.

Una esposa joven, que resida tambin en Okinawa, se cort la mueca con una navaja de afeitar e inmediatamente fue conducida a la sala de urgencia donde la entrevist. Le pregunt por qu haba hecho eso.

Quera matarme, por supuesto.

Por qu quera matarse?

Porque no soporto vivir en esta maldita isla. Usted tiene que hacerme volver a los Estados Unidos. Me matar si debo permanecer aqu ms tiempo.

Que es lo que le hace tan penoso vivir en Okinawa? le pregunte.

La mujer rompi a llorar y en medio de sus sollozos dijo:

Aqu no tengo amigos, estoy siempre sola.

Eso es ciertamente malo. Cmo no logr hacer amistades?

Tengo que vivir en esa estpida zona de Okinawa en la que ninguno de mis vecinos habla ingls.

Por qu no va en su automvil a la zona residencial norteamericana o al club de seoras durante el da para entablar alguna amistad?

Porque mi marido se lleva el automvil para ir a su trabajo.

Y no podra llevarlo usted misma al trabajo puesto que est sola durante todo el da y se aburre? pregunt.

No. Es un coche con caja de cambios de marcha manual, y yo no s manejar un automvil de esa clase; slo s conducir los que tienen caja automtica.

Pero usted podra aprender a conducir un automvil con caja manual.

La mujer se qued mirndome y luego exclam:

En estos caminos? Usted debe de estar loco.

Neurosis y trastorno de carcter

La mayor parte de las personas que van a ver a un psiquiatra sufren de lo que se llama una neurosis o un desorden de carcter. Para decirlo en trminos sencillos, estas dos afecciones son desrdenes de responsabilidad y como tales son dos modos opuestos de estar en relacin con el mundo y con sus problemas. El neurtico asume demasiada responsabilidad; la persona que presenta trastornos de carcter no la asume lo suficiente. Cuando los neurticos se encuentran en un conflicto con el mundo automticamente sienten que ellos mismos tienen la culpa de la situacin; cuando los que sufren desrdenes de carcter estn en conflicto con el mundo, automticamente sienten que el mundo tiene la culpa. Los dos personajes que acabamos de mencionar padecan de trastornos de carcter:

el sargento senta que su inclinacin a la bebida se deba a Okinawa, que l no tena la culpa de ello; y la mujer tambin consideraba que no poda hacer nada para remediar su aislamiento. Una mujer neurtica, por otra parte, que tambin senta que estaba sola y aislada en Okinawa se quejaba:

Todos los das me voy en mi automvil al club de mujeres de suboficiales y trato de entablar alguna amistad, pero no me siento cmoda en ese lugar, pienso que a las dems mujeres no les gusto. Algo debe andar mal en m, tendra que ser capaz de hacer amigos con mayor facilidad, debera ser ms sociable. Deseo saber qu es lo que hay en m que me hace tan impopular.

Aquella mujer se atribua toda la responsabilidad por estar sola y senta que ella era la nica culpable. En el curso de la terapia vino a darse cuenta de que era una persona extraordinariamente inteligente y ambiciosa y de que se senta incmoda con las mujeres de los otros sargentos, as como con su propio marido, porque era mucho ms inteligente y ambiciosa que aquellas mujeres y el marido. Lleg a comprender que su soledad, si bien constitua su problema, no se deba necesariamente a una falta o defecto suyo. Posteriormente se divorci, se puso a estudiar mientras educaba a sus hijos, lleg a ser secretaria de redaccin de una revista y por fin se cas con un editor de xito.

Hasta los modos de expresin de los neurticos y de los que presentan trastornos de carcter son diferentes. El discurso del neurtico se distingue por expresiones tales como yo debera tendra que y no debera, lo cual indica que la imagen de s mismo que se forj el individuo lo presenta como un hombre o una mujer inferior que siempre se queda corto, que siempre toma decisiones equivocadas. El discurso de una persona con desrdenes de carcter se distingue en cambio por expresiones como estas no puedo, no podra, tengo que, y tuve que, las cuales muestran la imagen de una persona que no tiene ningn poder de decidir, cuya conducta est completamente dirigida por fuerzas exteriores que se hallan por entero fuera de su control. Como cabra imaginar, los neurticos, comparados con personas que exhiben desrdenes de carcter, son fciles de tratar con psicoterapia porque asumen la responsabilidad de sus dificultades y por lo tanto comprenden que tienen problemas. Los que presentan trastornos de carcter son mucho ms difciles de tratar, si no ya imposible, porque no se ven a s mismos como la fuente de sus problemas; antes bien, consideran que el mundo, y no ellos, es lo que debe cambiar, de manera que no llegan a reconocer la necesidad del autoexamen. En verdad, muchos individuos padecen de una neurosis y de un trastorno de carcter y se los remite al psiquiatra con el diagnstico de neurticos de carcter, con lo cual se indica que en algunos sectores de su vida los pacientes se sienten abrumados de culpabilidad por haber asumido una responsabilidad que no es realmente de ellos, mientras que en otros sectores de su vida no asumen con realismo la responsabilidad que les corresponde. Felizmente, una vez que se ha logrado infundir en tales individuos confianza en el proceso psicoteraputico al ayudarlos en la parte neurtica de su personalidad, a menudo es posible luego inducirlos a examinar y corregir su falta de disposicin a asumir responsabilidades cuando corresponde hacerlo.

Pocos de nosotros escapamos de ser neurticos o de padecer algn trastorno de carcter, por lo menos en cierta medida, (que es lo que esencialmente permite que cada uno de nosotros pueda beneficiarse con la psicoterapia si est seriamente determinado a participar en el proceso). Esto se debe a que el problema de distinguir aquello de que somos responsables y aquello de que no somos responsables en esta vida es uno de los mximos problemas de la existencia humana. Es un problema que nunca llega a resolverse por completo; durante toda la vida debemos estimar y tornar a estimar continuamente dnde estn nuestras responsabilidades en medio del continuo cambio de los acontecimientos. Y esta operacin de estimar y tornar a estimar no deja de ser penosa aunque se la cumpla adecuada y conscientemente. Para llevar a cabo este proceso adecuadamente debemos estar resueltos a sufrir un autoexamen continuo y debemos poseer la capacidad de soportarlo. Y esa capacidad o disposicin no es inherente a ninguno de nosotros. En cierto sentido, todos los nios presentan trastornos de carcter puesto que su tendencia instintual los lleva a negar su responsabilidad en el caso de muchos conflictos en que se encuentran. Por ejemplo, dos hermanos que se pelean se culparn siempre recprocamente de haber iniciado la pelea y cada uno negar que sea l el culpable. Anlogamente, todos los nios padecen de neurosis, ya que instintivamente asumen la responsabilidad de ciertas privaciones que experimentan, pero que no comprenden todava. Por ejemplo, el nio que no es amado por sus padres siempre supone que no es digno de amor en lugar de ver en los padres una deficiencia en su capacidad de amor. Tambin los que entran en la adolescencia y todava no logran concertar citas o no alcanzan xitos en los deportes se consideran seres humanos seriamente deficitarios en lugar de verse como los jvenes perfectamente lozanos que en realidad son. Slo por obra de una vasta experiencia y un largo y feliz proceso de maduracin cobramos la capacidad de ver el mundo y el lugar que ocupamos en l de manera realista y slo as estamos en condiciones de estimar con realismo nuestra responsabilidad frente a nosotros mismos y al mundo.

Muchas cosas pueden hacer los padres para ayudar a sus hijos en este proceso de maduracin. Miles de veces se les presentan oportunidades de hacerlo durante el crecimiento de los hijos; entonces los padres pueden hacerles ver la tendencia a evitar o eludir la responsabilidad de sus propias acciones o pueden tranquilizarlos en cuanto a ciertas situaciones de las cuales los nios no tienen la culpa. Pero, para aprovechar esas oportunidades es menester, como ya dije, que los padres sean sensibles a las necesidades de los hijos y que estn dispuestos a dedicarles tiempo y esfuerzos para ayudarlos a satisfacer esas necesidades. Y esto requiere a su vez amor por parte de los padres que deben asumir su responsabilidad para fomentar el crecimiento de los hijos.

Por otro lado, hay muchas cosas que los padres pueden hacer para obstaculizar este proceso de maduracin. Los neurticos, a causa de su tendencia a asumir responsabilidades, pueden ser excelentes padres siempre que su neurosis sea relativamente leve y no se sientan tan abrumados por responsabilidades innecesarias que le queden exiguas energas para las necesarias responsabilidades del papel de padres. En cambio, las personas con desrdenes de carcter resultan padres desastrosos, que felizmente no se dan cuenta de que tratan a sus hijos con nocivo espritu destructivo. Se dice que los neurticos se hacen infelices y los que padecen trastornos de carcter hacen infelices a todos los dems. Y entre las personas a quienes hacen infelices 1os padres con desrdenes de carcter estn en primer lugar sus hijos. Lo mismo que en otros mbitos de su vida esos padres no asumen la apropiada responsabilidad de ser padres. Tienden a desentenderse de sus hijos de mil maneas sutiles en lugar de dedicarles la necesaria atencin. Cuando los chicos llegan a ser delincuentes o cuando tienen dificultades en la escuela, los padres con trastornos de carcter automticamente echarn la culpa al sistema escolar o a otros nios que, segn insisten, representan una mala influencia en sus propios hijos. Esta actitud, claro est, ignora el problema. Como eluden toda responsabilidad, esos padres con desrdenes de carcter sirven como modelos de irresponsabilidad a sus hijos. Por fin, en sus esfuerzos por eludir toda responsabilidad en cuanto a sus propias vidas, esos padres a menudo transfieren esa responsabilidad a sus hijos y dicen: La nica razn por la que contino casada con vuestro padre (o madre) son ustedes, chicos o Vuestra madre es un manojo de nervios a causa de vosotros o Yo podra haber ido a la universidad y haber tenido xito si no hubiera tenido que mantenerlos. De esta manera tales padres estn diciendo realmente a sus hijos: Vosotros sois los responsables de la calidad de mi matrimonio, de mi salud mental y de mi falta de xito en la vida. Como les falta la capacidad de comprender cun inapropiada es esta actitud, los hijos a menudo aceptan esta responsabilidad y en la medida en que la acepten llegarn a ser neurticos. De esta manera los padres que presentan trastornos de carcter producen casi invariablemente hijos neurticos o con desrdenes de carcter. Los padres mismos echan sus pecados sobre sus hijos.

No slo en su papel de padres estos individuos con desrdenes de carcter son negativos y destructivos; esos mismos rasgos de carcter se extienden por lo comn a su matrimonio, a sus amistades y a sus negocios... a toda esfera de su existencia en la que no asumen su responsabilidad propia. Y esto es inevitable, porque, segn dijimos, no se puede resolver un problema si el individuo no asume la responsabilidad de resolverlo. Cuando individuos con desrdenes de carcter echan la culpa a otro (al cnyuge, al hijo, al amigo, al padre, al jefe... o se la echan a alguna otra cosa, como malas influencias, la escuela, el gobierno, el racismo, el sexismo, la sociedad, el sistema) de sus problemas, esos problemas persisten, nada se hace para resolverlos. Al rechazar su propia responsabilidad esas personas pueden sentirse tranquilas consigo mismas, pero as cesan de resolver los problemas de la vida, cesan de crecer espiritualmente y se convierten en un peso muerto para la sociedad . As proyectan su desasosiego a la sociedad. El dicho de la dcada de 1960 (atribuido a Eldridge Cleaver) se refiere a todos nosotros en todo momento: Si uno no es parte de la solucin, entonces es parte del problema.

Huir de la libertad

Cuando un psiquiatra da el diagnstico de un trastorno de carcter lo hace porque resulta relativamente llamativa la tendencia del individuo en cuestin a eludir responsabilidades. Sin embargo, casi todos nosotros de vez en cuando tratamos de eludir -de maneras que pueden ser muy sutiles- la molestia de asumir la responsabilidad de nuestros propios problemas. Debo a Mac Badgely la curacin de mi sutil trastorno de carcter que me aquejaba a los treinta aos. En aquel momento Mac era el director de la clnica psiquitrica para pacientes externos en la que yo estaba completando mi formacin psiquitrica como mdico residente. En la clnica se nos asignaba por turno de rotacin nuevos pacientes a mis colegas y a m. Tal vez porque yo me dedicaba ms a mis pacientes que los dems colegas residentes, me encontr trabajando muchas ms horas que ellos. Los dems psiquiatras solan ver a sus pacientes slo una vez por semana. Yo sola ver los mos dos o tres veces por semana. En consecuencia, vea cmo mis colegas abandonaban la clnica a las cuatro y media todas las tardes para irse a su casa, en tanto que a mi todava me aguardaban citas hasta las ocho o nueve de la noche, cosa que me contrariaba en extremo. A medida que iba cobrando conciencia de mi profundo enojo y como me senta cada vez ms agotado comprend que algo tena que hacer para remediar aquello. Fui pues a ver al doctor Badgely y le expliqu la situacin, le pregunt si no podra durante unas pocas semanas verme eximido de aceptar nuevos pacientes para poder as ordenar mi tiempo. Sera factible? Le pregunt a l si se le ocurra otra solucin. Mac me escuch con mucha atencin sin interrumpirme en ningn momento. Cuando termin de hablar y al cabo de un instante de silencio, Mac me dijo con gran simpata:

Bueno, veo que tiene usted un problema.

Sent que el hombre me haba comprendido y le dije:

Gracias. Qu le parece que debera hacer?

Y entonces Mac me replic:

Ya le dije, Scott, que usted tiene un problema.

En modo alguno era sa la respuesta que yo esperaba y le dije ligeramente molesto:

S, ya s que tengo un problema, por eso vine a verlo. Qu cree usted que podramos hacer?

Mac me respondi:

Scott, aparentemente usted no oy lo que le dije; yo, por

mi parte, lo escuch atentamente y estoy de acuerdo con usted. Usted tiene un problema.

Maldicin! -exclam-, ya s que tengo un problema, y lo saba cuando vine aqu, la cuestin es sta: qu voy a hacer para resolverlo?

Scott replic Mac, ponga atencin. Atienda pues voy a decrselo de nuevo; estoy de acuerdo con usted. Usted tiene un problema. Especficamente usted tiene un problema con el tiempo, con su tiempo, no con mi tiempo. No es problema mo. Es su problema con su tiempo. Usted, Scott Peck, tiene un problema con su tiempo. Eso es todo lo que tengo que decirle.

Me volv y sal enfurecido del despacho de Mac. Y continu furioso. Odiaba a Mac Badgely. Durante tres meses lo odi. Estaba seguro de que el hombre sufra de un grave trastorno de carcter. Cmo poda ser tan insensible? Yo haba acudido humildemente a l slo para pedirle un poco de ayuda, para pedirle un consejo, y el maldito no estaba dispuesto a asumir su responsabilidad de prestarme ayuda y ni siquiera a hacer su trabajo como director de la clnica. Se supona que como director de la clnica tena que ayudar a resolver semejantes problemas.

Pero al cabo de tres meses vine a darme cuenta de que Mac tena razn y que era yo, y no l, quien padeca de un trastorno de carcter. Mi tiempo era responsabilidad ma. Me corresponda a m y solamente a m decidir cmo utilizar y ordenar mi tiempo. Si deseaba dedicarlo a mi trabajo ms de lo que hacan mis colegas residentes, eso era una decisin ma y las consecuencias de semejante decisin eran de mi responsabilidad. Podra resultarme penoso ver cmo mis colegas abandonaban sus consultorios dos o tres horas antes que yo y podra ser penoso escuchar las quejas de mi mujer de que no estaba dedicando suficiente tiempo a la familia, pero, esos sinsabores eran consecuencias de la decisin que yo haba tomado. Si no deseaba sufrirlos, tena la libertad de no trabajar tanto y de estructurar mi tiempo de manera diferente. Mi trabajo intenso no era una carga que me hubiera impuesto un destino de duro corazn o un director de clnica insensible; era la manera en que yo haba decidido vivir mi vida y ordenar las cosas que tenan prioridad para m. Lo cierto es que no modifiqu mi estilo de vida. Pero con mi cambio de actitud, desapareci el resentimiento que senta por mis colegas. Sencillamente ya no tena sentido enojarme con ellos por el hecho de que hubieran elegido un estilo de vida diferente del mo cuando yo era completamente libre de hacer lo que ellos hacan, si as lo deseaba. Enojarme con ellos era enojarme con mi propia decisin de ser diferente de ellos, una decisin con la que me senta feliz.

La dificultad que tenemos para aceptar la responsabilidad de nuestra conducta estriba en el deseo de evitar la desazn de las consecuencias de dicha conducta. Al pedir a Mac Badgely que asumiera la responsabilidad de estructurar mi tiempo, yo trataba de evitar la molestia de trabajar durante largas horas, aun cuando trabajar esas largas horas era una consecuencia inevitable de mi decisin de dedicarme a mis pacientes y de mejorar mi formacin. Al obrar as, yo tambin estaba buscando sin saberlo aumentar la autoridad de Mac sobre m. Le estaba entregando mi poder, mi libertad. En realidad, le estaba diciendo Hgase cargo de m. Usted es el jefe. Cuando tratamos de eludir la responsabilidad de nuestra propia conducta, procuramos transferir esa responsabilidad a otro individuo o a otra organizacin o a otra entidad. Pero eso significa renunciar a nuestro poder en favor de esa entidad, ya sea el destino, ya sea la sociedad o el gobierno o una corporacin o nuestro jefe. Por eso resulta apropiado el ttulo que dio Erich Fromm a su estudio del nazismo y el autoritarismo, El miedo a la libertad. Al procurar eludir la desazn de la responsabilidad, millones y hasta miles de millones de seres humanos intentan diariamente huir de la libertad.

Conozco a un hombre de brillantes dotes, aunque muy arisco, que cuando se lo permito, habla sin cesar y elocuentemente de las opresivas fuerzas que obran en nuestra sociedad: el racismo, el sexismo, el rgimen militar e industrial y la polica del pas que los arresta a l y a sus amigos porque llevan los cabellos largos. Una y otra vez trat de persuadirlo de que no es un nio. Cuando somos nios, a causa de nuestra real y total de pendencia, nuestros padres ejercen un poder real y total sobre nosotros. En verdad, nuestros padres son responsables en gran medida de nuestro bienestar y nosotros nos hallamos tambin en igual medida a merced de ellos. Cuando los padres son opresivos, como suelen serlo, los nios son impotentes para remediarlo; cuando somos nios nuestras decisiones y elecciones son limitadas. Pero cuando somos adultos y cuando gozamos de buena salud fsica nuestras decisiones y elecciones son casi ilimitadas. Esto no significa que no sean penosas. Frecuentemente nuestras elecciones se realizan entre el menor de dos males, pero est dentro de nuestro poder realizarlas. S, convengo con mi conocido, hay ciertamente fuerzas opresoras que obran en el mundo. Sin embargo, tenemos la libertad de elegir cada paso que demos para responder a esas fuerzas y enfrentaras. Mi conocido decidi vivir en una zona del pas en la cual a la polica no le gustan los tipos de pelo largo y l an decide llevar el pelo largo. Tiene la libertad de mudarse de ciudad o de cortarse el cabello y hasta de organizar una campaa electoral para obtener el cargo de comisionado de polica. Pero a pesar de todo su brillo intelectual el hombre no reconoce estas libertades. Prefiere lamentarse de su falta de poder poltico en lugar de aceptar y aumentar su inmenso poder personal. Habla de su amor a la libertad y de las fuerzas opresoras que la coartan, pero cada vez que habla de la manera en que resulta vctima de tales fuerzas, lo que realmente hace es renunciar a su libertad. Espero que algn da deje de estar enojado con la vida sencillamente porque algunas de las decisiones que hay que tomar en ellas son penosas.

La doctora Hilde Bruch, en el prefacio a su libro Learning Psychotherapy, declara que fundamentalmente todos los pacientes acuden a los psiquiatras con un problema comn: la sensacin de impotencia, el temor y la conviccin ntima de ser incapaces de afrontar y modificar las cosas. En la mayora de los pacientes, una de las races de esta sensacin de impotencia es el deseo de eludir parcial o totalmente el desasosiego de la libertad y por eso tambin la negativa parcial o total a aceptar la responsabilidad de sus vidas. Se sienten impotentes porque en realidad renunciaron a su poder. Tarde o temprano si han de curarse, deben aprender que la integridad de la vida de un adulto es una serie de elecciones, de decisiones personales. Si lo aceptan por entero, se convierten en personas libres. En la medida en que no lo acepten se sentirn siempre vctimas.

Dedicacin a la realidad

El tercer instrumento de la disciplina o tcnica para afrontar la desazn de resolver problemas, instrumento que debemos utilizar continuamente si queremos que nuestras vidas sean saludables y que nuestro espritu se desarrolle, es la dedicacin a la verdad. Superficialmente esto parece evidente, pues la verdad es la realidad. Lo falso es irreal. Cuanto ms claramente veamos la realidad del mundo, mejor equipados estaremos para tratar las cuestiones del mundo. Cuanto menos claramente veamos la realidad del mundo -cuanto ms confundido est nuestro espritu por el error, las percepciones falsas y las ilusiones- menos capaces seremos de adoptar lneas correctas de accin y de tomar decisiones sensatas. Nuestra visin de la realidad es como un mapa en el cual se representa el terreno de la vida. Si el mapa es verdadero y exacto, generalmente sabremos dnde estamos, y si decidimos adnde deseamos ir, por lo general, sabremos cmo llegar al punto propuesto. Si el mapa es falso e inexacto, nos perderemos.

Si bien esto es evidente, la mayor parte de la gente, en mayor o menor grado, prefiere ignorarlo. Prefiere ignorarlo porque el camino que conduce a la realidad no es fcil. Ante todo no hemos nacido con mapas, sino que debemos hacerlos, y trazar esos mapas exige esfuerzos. Cuanto mayores esfuerzos hacemos para percibir y apreciar la realidad, ms amplios y ms exactos sern nuestros mapas. Pero muchos no desean hacer estos esfuerzos. Algunos dejan de hacerlos al trmino de la adolescencia. Sus mapas son pequeos y esquemticos, su visin del mundo es estrecha y errnea. Al terminar la edad mediana la mayor parte de las personas ha dejado de hacer esfuerzos. Estn seguras de que sus mapas son completos y de que su Weltanschauung es correcta (y hasta sacrosanta); ya no estn interesados en adquirir nueva informacin. Es como si estuvieran cansados. Slo unos pocos afortunados continan hasta el momento de la muerte indagando el misterio de la realidad, ampliando y tornando a definir su concepcin del mundo y de lo que es verdadero.

Pero el mximo problema de trazar mapas no es el de que debamos comenzar partiendo de inseguros esbozos sino que es el problema de revisarlos y corregirlos continuamente para que nuestros mapas sean exactos. El mundo mismo est en constante cambio. Aparecen glaciares y desaparecen glaciares. Aparecen culturas y desaparecen culturas. Y lo ms dramtico es que el punto desde el cual enfocamos el mundo tambin cambia constantemente y con gran rapidez. Cuando somos nios somos dependientes e impotentes. Adultos podemos ser muy poderosos, aunque por la enfermedad o en la vejez podemos volver a ser nuevamente impotentes y dependientes. Cuando tenemos hijos a quienes cuidar, el mundo se nos manifiesta diferente de cuando no tenamos hijos; cuando criamos a pequeos el mundo nos parece diferente de cuando educamos adolescentes. Cuando somos pobres, el mundo nos parece diferente de cuando somos ricos. Diariamente nos vemos bombardeados con nueva informacin sobre la naturaleza de la realidad. Si queremos incorporar esa informacin debemos revisar y corregir continuamente nuestros mapas y a veces si se ha acumulado una buena dosis de informacin debemos hacer correcciones sustanciales. El proceso de llevar a cabo revisiones y especialmente correcciones mayores es penoso, a veces extremadamente doloroso. Y all est la principal fuente de muchos de los males de la humanidad.

Qu ocurre cuando uno ha elaborado largamente y con tenaces esfuerzos una visin viable del mundo, un mapa aparentemente til y luego la nueva informacin me indica que esa concepcin es errnea y que es menester volver a trazar el mapa? Los esfuerzos necesarios para llevar a cabo esta tarea parecen enormes, casi abrumadores. Lo que solemos hacer entonces y habitualmente de manera inconsciente es pasar por alto la nueva informacin. A menudo este acto de ignorarla no es pasivo. Podemos denunciar la nueva informacin y tildarla de falsa, peligrosa, hertica, considerarla obra del demonio. Y hasta podemos emprender una cruzada contra ella e intentar manipular el mundo de suerte que ste se sujete a nuestra concepcin de la realidad. Antes que tratar de modificar su mapa, un individuo puede tratar de destruir la nueva realidad. Y es triste comprobar que semejante persona puede dedicar mucha ms energa a defender una visin anticuada del mundo que la que habra necesitado para revisarla y corregirla.

La transferencia. El mapa anticuado

Esta actitud de aferrarse activamente a una concepcin anticuada de la realidad constituye la base de muchas enfermedades mentales. Los psiquiatras se refieren a este proceso con la expresin transferencia. Probablemente haya tantas sutiles variaciones en la definicin de transferencia como hay psiquiatras. Mi definicin personal es sta: La transferencia es aquella serie de modos de percibir el mundo y reaccionar a l que se desarrollaron en la niez y que habitualmente resultan enteramente apropiados al ambiente de la niez, pero que son inapropiadamente transferidos al ambiente del adulto.

Las maneras en que se manifiesta la transferencia (aunque siempre destructivas y penetrantes) son con frecuencia sutiles. Con todo, los ejemplos ms claros no son sutiles. Uno de estos ejemplos fue el de un paciente cuyo tratamiento fracas a causa de su transferencia. Tratbase de un brillante tcnico de computadoras, tena algo ms de treinta aos y vino a verme porque su mujer lo haba abandonado y se haba llevado a sus dos hijos. No se senta particularmente desdichado por la prdida de la esposa, pero lo haba demolido la prdida de sus hijos a quienes se senta unido por un profundo lazo afectivo. Inici las sesiones de psicoterapia con la esperanza de recuperarlos pues su mujer habla declarado firmemente que no regresara junto a l si no se someta a tratamiento psiquitrico. La mujer se quejaba principalmente de que el marido se mostraba continua e irracionalmente celoso y al mismo tiempo distanciado de ella, fro, distante, nada comunicativo ni afectuoso. Tambin se quejaba de los frecuentes cambios de empleo de su marido. La vida de ste haba sido pronunciadamente inestable desde la adolescencia. Durante la adolescencia haba tenido frecuentes altercados con la polica, haba estado en la crcel tres veces por embriaguez, beligerancia, vagancia y por interferir en los deberes de un oficial pblico. Abandon los estudios en la Universidad, donde estudiaba ingeniera elctrica porque, segn dijo, Mis profesores eran un puado de hipcritas en nada diferentes de los policas. A causa de su disposicin y creatividad en el campo de la tcnica de las computadoras, la industria se disputaba sus servicios. Sin embargo nunca logr progresar ni conservar un trabajo por ms de un ao y medio; en ocasiones fue despedido y las ms de las veces abandonaba el trabajo despus de disputas con sus superiores a quienes calificaba de tramposos y mentirosos, slo interesados en proteger su propia situacin. Su frase ms frecuente era: Vaya usted a confiar en alguien. Deca que su niez haba sido normal y que sus padres eran lo corriente. En el breve perodo de tiempo que estuvo conmigo me cont, con aire indiferente y sin emocin alguna, numerosos incidentes de su niez en los cuales los padres lo haban defraudado. Le prometieron una bicicleta para el da de su cumpleaos pero se olvidaron de su promesa y le regalaron otra cosa. Una vez se olvidaron por completo de su cumpleaos, pero el paciente no vea nada profundamente malo en esto ya que ellos estaban muy ocupados. Los padres le prometan hacer cosas con l los fines de semana, pero generalmente estaban demasiado atareados. En numerosas oportunidades se olvidaron de ir a recogerlo a reuniones o fiestas porque tenan tantas cosas en la cabeza.

Lo que le ocurra a este hombre era que cuando nio sufri penosas decepciones por la falta de cuidados de sus padres. Gradualmente o sbitamente -no lo s de fijo- lleg a la inquietante conclusin, a mediados de su niez, de que no poda confiar en sus padres. Pero una vez que lo comprendi as comenz a sentirse mejor y su vida su hizo ms llevadera. Ya no esperaba nada de sus padres, ni alentaba esperanzas cuando stos le hacan promesas. Cuando dej de confiar en los padres, la frecuencia y gravedad de sus decepciones disminuy enorme mente.

Pero un ajuste de esta ndole constituye la base de futuros problemas. Para un nio sus padres lo son todo, representan el inundo. El nio no dispone de una perspectiva que le permita ver que otros padres son diferentes y frecuentemente mejores. Supone que la manera en que sus padres obran es la manera en que se hacen las cosas. En consecuencia, la conclusin -su realidad- a que lleg ese nio fue no slo No puedo confiar en mis padres, sino No puedo confiar en la gente. No confiar en la gente vino convertirse pues en el mapa con el cual el individuo entr en la adolescencia y la edad adulta. Con ese mapa y con una abundante carga de resentimiento, resultado de sus mltiples decepciones, era inevitable que el individuo entrara en uno y otro conflicto con figuras representantes de la autoridad: policas, profesores, empleadores. Y esos conflictos slo sirvieron para reforzar su sensacin de que no poda confiarse en la gente. El hombre tuvo muchas oportunidades de revisar y corregir su mapa, pero las dej pasar todas. Por un lado, la nica manera en que poda saber si haba o no personas en el mundo de los adultos en quienes se pudiera confiar era arriesgarse a confiar en ellas y eso supona apartarse del mapa que se haba trazado. Por otro lado, esa experiencia le exiga revisar tambin el concepto que tena de sus padres y darse cuenta entonces de que stos no lo amaban, de que l no haba vivido una niez normal y de que sus padres no eran lo corriente por su insensibilidad a las necesidades del hijo. Comprender todas esas cosas habra sido extremadamente doloroso. Por ltimo, como su desconfianza de la gente era un ajuste realista a la realidad de su niez, se trataba de un ajuste destinado a disminuir el dolor y sufrimiento del individuo. Como resulta extremadamente difcil abandonar un ajuste que antes funcion tan bien, el individuo continu desconfiando, continu creando inconscientemente situaciones que servan para reforzarlo, continu distancindose de todos y as se le hizo imposible gozar del amor, de la calidez, de la intimidad y del afecto. Ni siquiera poda permitirse sentirse cerca de su mujer pues tampoco en ella poda confiar. Las nicas personas con las que poda trabar ntimas relaciones afectivas eran los dos hijos. Eran las nicas personas sobre las que tena control, las nicas que no ejercan autoridad sobre l, las nicas de todo el mundo en las que poda confiar.

Cuando entran en juego problemas de transferencia, como generalmente ocurre, la psicoterapia es, entre otras cosas, un proceso de revisin de mapas. Los pacientes recurren a la terapia porque sus mapas evidentemente no les dan buenos resultados. Pero cmo se aferran a ellos y cmo se resisten al pro ceso en cada paso del camino! Con frecuencia necesitan aferrarse a sus mapas y resistirse a perderlos y esa necesidad es tan grande que la terapia se hace imposible, como ocurri en el caso del tcnico de computadoras. Al principio pidi yerme los sbados. Despus de tres sesiones dej de acudir porque haba tomado un trabajo suplementario de mantenimiento de csped los sbados y los domingos. Le ofrec verlo los jueves al atardecer. Se present a dos sesiones y luego dej de acudir porque estaba haciendo trabajo suplementario fuera de las horas regulares en la planta. Volv entonces a modificar mi horario de citas a fin de poder verlo los lunes al atardecer cuando, segn l haba dicho, era improbable que tuviera trabajo suplementario. Al cabo de dos sesiones ms dej sin embargo de venir porque pareca haber aceptado trabajo los lunes por la noche. Le hice ver entonces la imposibilidad de practicar la terapia en semejantes circunstancias. El paciente admiti que no estaba obligado a aceptar trabajo suplementario, pero declar que necesitaba dinero y que el trabajo era para l ms importante que la terapia. Declar que podra verme nicamente aquellos lunes por la tarde en que no tuviera que trabajar horas suplementarias y que me llamara a las cuatro de la tarde todos los lunes para decirme si podra asistir a la sesin aquella noche. Le dije que semejantes condiciones no eran aceptables, y que no estaba dispuesto a modificar mis planes todos los lunes por la posibilidad de que l pudiera acudir a las sesiones. l pens que mi actitud era irrazonable y rgida, que no me importaban sus necesidades, que yo slo estaba interesado en mi propio tiempo y que ciertamente l no me importaba nada; de manera que no se poda confiar en m. As termin nuestro intento de trabajar juntos y yo vine a ser otro hito en su viejo mapa.

El problema de la transferencia no es sencillamente un problema entre los psicoterapeutas y sus pacientes. Es un problema que se manifiesta entre padres e hijos, entre maridos y esposas, entre empleadores y empleados, entre amigos, entre grupos y hasta entre naciones. Es interesante especular, por ejemplo, sobre el papel que la transferencia desempea en las cuestiones internacionales. Nuestros lderes nacionales son seres humanos que vivieron una niez y tuvieron experiencias infantiles que los formaron. Qu mapa segua Hitler y de dnde proceda ese mapa? Qu mapa seguan los lderes norteamericanos al iniciar, realizar y mantener la guerra de Vietnam? Evidentemente era un mapa muy diferente del de la generacin siguiente. En qu medida la experiencia nacional de los aos de depresin contribuy a trazar su mapa y en qu medida la experiencia de las dcadas de 1950 y 1960 contribuy a trazar el mapa de la generacin ms joven? Si la experiencia nacional de las dcadas de 1930 y 1940 contribuy a forjar la conducta de los lderes norteamericanos en cuanto a librar la guerra de Vietnam, hasta qu punto era apropiada esa experiencia a las realidades de las dcadas de 1960 y 1970? Qu podemos hacer para revisar ms rpidamente nuestros mapas?

La verdad o la realidad se evita cuando es penosa. Podemos revisar y corregir nuestros mapas slo cuando tenemos la disciplina de superar ese dolor. Pero para adquirir semejante disciplina es necesario que nos entreguemos enteramente a la verdad. Es decir, siempre debemos considerar la verdad (del mejor modo que podamos determinara) como ms importante, ms vital a nuestro propio inters que nuestra propia comodidad. Inversamente, debemos considerar siempre nuestra desazn personal relativamente poco importante y, es ms an, debemos acogerla de buen grado para ponerla al servicio de la busca de la verdad. La salud mental es un proceso continuo de dedicacin a la realidad a toda costa.

Aceptar el desafo

Qu significa una vida de total consagracin a la verdad? Significa ante todo una vida de continuo e incesante autoexamen riguroso. Conocemos el mundo slo a travs de nuestra relacin con l. Por eso, para conocer el mundo, no solo debemos examinarlo sino examinar tambin simultneamente al examinador. Los psiquiatras aprenden esto en su formacin y saben que es imposible comprender verdaderamente los conflictos y transferencias de sus pacientes sin comprender sus propias transferencias y conflictos. Por eso se estimula a los psiquiatras para que se sometan a psicoterapia o a psicoanlisis como parte de su formacin y desarrollo. Desgraciadamente no todos los psiquiatras responden a este estmulo. Hay muchos psiquiatras que examinan rigurosamente el mundo pero no se examinan tan rigurosamente a s mismos. Pueden ser individuos competentes (desde el punto de vista en que el mundo juzga la competencia), pero nunca son sabios. Una vida de sabidura debe ser una vida de contemplacin combinada con accin. En la pasada cultura norteamericana, la contemplacin no era tenida en gran estima. En la dcada de 1950 se consideraba a Adlai Stevenson un intelectual y no se crea que sera un buen presidente, precisamente porque era un hombre contemplativo entregado a profundas reflexiones. He odo a padres que decan a sus hijos adolescentes con toda seriedad: Piensas demasiado. Esto es absurdo considerando que son nuestros lbulos frontales, nuestra capacidad de pensar y de examinarnos a nosotros mismos, los que nos hacen humanos. Afortunadamente, semejantes actitudes parecen estar cambiando y ahora comenzamos a darnos cuenta de que las fuentes de peligro para el mundo estn ms adentro que afuera y de que el proceso de la constante contemplacin y del autoexamen es esencial a nuestra supervivencia. Claro est que me refiero a un nmero relativamente pequeo de personas que estn cambiando de actitud. El examen del mundo exterior no es nunca tan penoso personalmente como el examen del mundo interior y ciertamente, a causa de la desazn que implica en la vida un genuino autoexamen, la mayora de la gente se abstiene de practicarlo. Pero cuando uno est dedicado a la verdad, esa desazn parece relativamente poco importante... y cada vez menos importante (y, por lo tanto, cada vez menos penosa) cuanto mas avanza uno por la senda del autoexamen.

Una vida de total dedicacin a la verdad significa tambin una vida en la cual el individuo est dispuesto a aceptar desafos. La nica manera de estar seguros de que nuestro mapa de la realidad es vlido es exponerlo a la crtica y al cuestionamiento de otros hacedores de mapas. Si no lo hacemos as, vivimos en un sistema cerrado, dentro de una campana de vidrio para usar la analoga de Sylvia Plath, en el que tornamos a respirar slo nuestro propio aire ftido y en el que estamos cada vez ms sujetos a la alucinacin. Sin embargo, a causa de la inquietud inherente al proceso de revisar nuestro mapa de la realidad, generalmente tendemos a evitar o a rechazar todo cuestionamiento de su validez. Les decimos a nuestros hijos: No me repliques, soy tu padre, decimos a nuestro cnyuge: Vive y deja vivir. No me critiques, si lo haces lo lamentars. La persona anciana trasmite a su familia y al mundo este mensaje: Soy viejo y frgil. Si me contraras puedo morir o por lo menos llevars en tu cabeza la responsabilidad de haberme hecho infeliz en mis ltimos das. A nuestros empleados les decimos: Si tienen la audacia suficiente para criticarme lo mejor es que lo hagan con circunspeccin pues de otro modo se encontrarn en la situacin de tener que buscar otro trabajo.

La tendencia a evitar crticas y desafos es tan general en los seres humanos que propiamente se la puede considerar una caracterstica de la naturaleza humana. Pero decir que es natural no significa que sea una conducta esencial o beneficiosa o inmutable. Tambin es natural no cepillarse nunca los dientes, pero nos acostumbramos a hacer algo no natural hasta el punto de que se convierte en una segunda naturaleza. En verdad, toda autodisciplina podra definirse como un proceso en el que aprendemos a hacer algo que no es natural. Otra caracterstica de la naturaleza humana -acaso la que nos hace ms humanos- es nuestra capacidad de hacer cosas innaturales, de trascender y, por lo tanto, de transformar nuestra propia naturaleza.

Ninguna accin es ms innatural y, en consecuencia, ms humana que la de someterse a psicoterapia. En efecto, en virtud de este acto, deliberadamente nos sometemos a la ms profunda crtica por parte de otro ser humano y hasta le pagamos por el servicio de escrutarnos y discernir lo que hay en nosotros. Este sometimiento a la crtica y al desafo es una de las cosas que puede simbolizar el estar tendido en el divn del consultorio del psicoanalista. Entrar en un proceso psicoteraputico es un acto de supremo coraje. La primera razn por la que la gente no se somete a psicoterapia no es la de de que le falte dinero; lo que les falta es el coraje. Y lo mismo cabe decir de muchos psiquiatras que nunca parecen considerar conveniente iniciar su propia terapia a pesar de que tienen ms razn que otros para someterse ellos mismos a la disciplina que supone el proceso teraputico. Por otro lado, porque poseen ese coraje, muchos pacientes psicoanalticos, aun al comienzo de la terapia y contrariamente a su imagen estereotpica, son personas fundamentalmente mucho ms fuertes y saludables que el trmino medio.

Mientras someterse a psicoterapia es en definitiva una forma de permanecer abiertos al desafo, nuestras interacciones ms corrientes nos ofrecen da a da anlogas oportunidades para mostrarnos abiertos: cuando nos encontramos con otros al ir a tomar un refresco, cuando estamos en una conferencia o en una partida de golf o a la mesa; cuando alternamos con nuestros colegas, con nuestros jefes y empleados, con nuestros amigos, con nuestros padres y con nuestros hijos. Una mujer cuidadosamente peinada, que haca algn tiempo que me vea en el consultorio, dio de pronto en pasarse un peine por los cabellos cada vez que se levantaba del divn al terminar una sesin. Le hice un comentario sobre su nuevo modo de proceder, y ella me explic enrojeciendo: Hace unas semanas mi marido advirti que llevaba el pelo aplastado por detrs cuando regresaba de una sesin, no quise decirle por qu. Temo que me haga bromas si sabe que estoy aqu acostada en un divn. Ah tenamos, pues, otra cuestin para trabajar. El mayor valor de la psicoterapia consiste en el hecho de que la disciplina practicada durante la hora de cincuenta minutos se extienda a las relaciones y hechos diarios del paciente. El espritu no queda completamente curado hasta que la aceptacin de todo desafo se convierta en un modo de vida. Esa mujer no se hallara del todo bien hasta no mostrarse tan sincera con su marido como conmigo.

Entre todos aquellos que acuden a un psiquiatra o a un psicoterapeuta muy pocos son los que al principio quieren llegar a un plano consciente de desafo o educarse en la disciplina. La mayor parte sencillamente busca alivio. Cuando se dan cuenta de que van a ser sometidos a un desafo, muchos huyen y otros se sienten tentados a hacerlo. Ensearles que el nico alivio verdadero llegar a travs del desafo y la disciplina es una tarea delicada, a menudo prolongada y frecuentemente infructuosa. Por eso, nosotros hablamos de seducir a los pacientes para que perseveren en la psicoterapia. Y podemos decir de algunos pacientes a los que hemos estado tratando durante un ao o ms que realmente todava no entraron en el proceso teraputico.

En psicoterapia se estimula la franqueza particularmente por la tcnica de la asociacin libre. Cuando se emplea esta tcnica se le dice al paciente: Diga cuanto le pasa por la cabeza sin considerar si es algo aparentemente insignificante o embarazoso o penoso o sin sentido. En su pensamiento hay ms de una cosa al mismo tiempo, de modo que debe usted hablar de aquello que ms se resiste a expresar. Esto es mas fcil de decir que de hacer. Sin embargo, quienes se entregan concienzudamente a este procedimiento realizan por lo general rpidos progresos. Pero algunos se resisten tanto al desafo que simplemente fingen asociar libremente. Hablan con volubilidad de esto o de aquello, pero dejan de lado detalles decisivos. Una mujer podr hablar durante toda una hora sobre las desagradables experiencias de su niez, pero no mencionar la circunstancia de que aquella maana el marido le reproch que hubiera girado en descubierto en la cuenta bancaria conjunta por un millar de dlares. Semejantes pacientes intentan transformar la hora psicoteraputica en una especie de conferencia de prensa. En el mejor de los casos malgastan el tiempo en sus esfuerzos para evitar el desafo y, por lo general, se entregan a una sutil forma de mentira.

Para que los individuos y organizaciones estn abiertos al desafo es necesario que sus mapas de la realidad estn realmente abiertos a la inspeccin por parte del pblico. Aqu se nece